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El mundo no será nunca más el mismo. Gracias a Dios. La catarsis colectiva que ha
supuesto la denuncia de todo tipo de abusos y la certeza de su castigo, traerá consigo una
sociedad más justa, preocupada del otro, consciente de los derechos de los demás.
Para la Iglesia católica, este tiempo de cuestionamiento a la autoridad ha sido
particularmente duro. Se están pagando errores cometidos en la acogida (o falta de acogida)
de legítimos reclamos por los abusos cometidos por consagrados. El precio que se debió
pagar por años de dubitación, lentitud, quizá falta de experiencia, ha sido alto. Todos nos
hemos sorprendido por las denuncias a distintos representantes de la Iglesia. Pero esta ola
cruza todos los sectores sociales y agrupaciones. Y ello ha traído consigo una revisión de
los parámetros de autoridad que manejamos.
Pero todos los estamentos sociales han sido cuestionados y revisados. Se acabaron los
"intocables"; personas que gozaban de una gran simpatía y admiración, sobre todo de la
televisión, han sido objeto de una rigurosa investigación. En muchos casos, se trató de
abusos físicos. En otros, de abusos psicológicos.
Como sea, lo que se ha puesto bajo signo de interrogación es el ejercicio de la autoridad.
Éste no se restringe al ámbito doméstico o comercial. La verdad, toca todos los sectores
sociales, sin excepción. El fuerte cuestionamiento a la autoridad civil (Presidente, congreso,
fuerza pública, obispos, sacerdotes) redunda en un debilitamiento de la imagen paterna. O
quizá al revés. La crisis de paternidad ha traído consigo una crisis de la imagen de padre.
El rey de la casa
A la luz del magisterio y de las palabras del Santo Padre sobre el tema, podemos enumerar
algunas características de este nuevo ejercicio de la autoridad paterna, que bien valen para
la madre y bien sirven para el ejercicio de la autoridad en el mundo laboral.
a. No estamos solos en el trabajo de educar y enseñar. Es bueno cultivar las artes, música,
teatro y danza con los hijos. Entre ellos, el amor a la lectura e quizá de lo más valioso. Leer
es una de las mejores maneras de garantizar que ellos tengan una vida sana. Y será, como
siempre, el ejemplo el mejor maestro. Ya cuando entren al colegio, ser partícipes de sus
progresos, como si fuera un juego. Otro tanto sobre las lecturas. Compartir con ellos la
alegría de saber y aprender constantemente.
b. Las familias son cada vez más pequeñas. En la mayoría trabaja el padre y la madre. Se
sienten culpables por una suerte abandono. Y los lleva a ser sobreprotectores. Educar es un
riesgo. Ejercer la autoridad es dejar vivir. Es importante que los hijos sepan que el amor
paterno es incondicional y que pueden contar en cualquier circunstancia con los padres,
pero ellos también necesitan entender que sus acciones tienen consecuencias y que sus
decisiones, buenas o malas, marcarán su destino. Mejor es un error cometido antes que una
sobreprotección que ahoga e inhibe a tomar decisiones.
c. La vida es un soplo. Sobre todo el tiempo de los hijos en el hogar. Por lo mismo, cree
memorias, guárdelas, y compártalas con ellos. Los momentos que se viven hoy con sus
hijos son la historia de su familia. Pasa rápido. No deje que se le escapen. Tomar una foto,
grabar un video, escribirles una carta o tarjeta. Todo sirve para retener en la memoria.
Hacer historia de las pequeñas historias. Compartir luego esas memorias ayudará a
recordarles de dónde vienen y guiarlos hacia dónde van en la vida.
Quien tiene a Dios en el corazón, lo tiene todo. "Podemos estar lejanos, resultar hostiles,
podemos incluso profesar que ‘no hay Dios’. Pero el Evangelio de Jesucristo nos revela que
Dios no puede estar sin nosotros: Él no será nunca un Dios ‘sin el hombre’. Esta certeza es
la fuente de nuestra esperanza que encontramos custodiada en todas las invocaciones del
Padre Nuestro”, dice el Papa.
La oración personal es importante. Pero más lo es la oración comunitaria y familiar. Rezar
es agradecer, alabar y pedir. Pedir a Dios, al Padre, por nuestras necesidades cotidianas,
porque “cuando tenemos necesidad de su ayuda, Jesús no nos pide renunciar y cerrarnos en
nosotros mismos, sino que nos llama a dirigirnos al Padre y pedirle cosas con fe”.
“Todas nuestras necesidades, desde aquellas más cotidianas y evidentes, como la comida, la
salud, el trabajo, hasta aquellas más trascendentales como ser perdonados y sostenidos en la
tentación, no son el espejo de nuestra soledad: en cambio, hay un Padre que siempre nos
mira con amor, que nunca nos abandona”, nos dice el Papa. El contacto con ese Dios-padre
regala seguridad, sabiduría y paz. El mejor aliado para todo padre y toda autoridad.