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¡Todos mandan!

El nuevo modelo de autoridad


¿Autoridad en crisis?

El mundo no será nunca más el mismo. Gracias a Dios. La catarsis colectiva que ha
supuesto la denuncia de todo tipo de abusos y la certeza de su castigo, traerá consigo una
sociedad más justa, preocupada del otro, consciente de los derechos de los demás.
Para la Iglesia católica, este tiempo de cuestionamiento a la autoridad ha sido
particularmente duro. Se están pagando errores cometidos en la acogida (o falta de acogida)
de legítimos reclamos por los abusos cometidos por consagrados. El precio que se debió
pagar por años de dubitación, lentitud, quizá falta de experiencia, ha sido alto. Todos nos
hemos sorprendido por las denuncias a distintos representantes de la Iglesia. Pero esta ola
cruza todos los sectores sociales y agrupaciones. Y ello ha traído consigo una revisión de
los parámetros de autoridad que manejamos.
Pero todos los estamentos sociales han sido cuestionados y revisados. Se acabaron los
"intocables"; personas que gozaban de una gran simpatía y admiración, sobre todo de la
televisión, han sido objeto de una rigurosa investigación. En muchos casos, se trató de
abusos físicos. En otros, de abusos psicológicos.
Como sea, lo que se ha puesto bajo signo de interrogación es el ejercicio de la autoridad.
Éste no se restringe al ámbito doméstico o comercial. La verdad, toca todos los sectores
sociales, sin excepción. El fuerte cuestionamiento a la autoridad civil (Presidente, congreso,
fuerza pública, obispos, sacerdotes) redunda en un debilitamiento de la imagen paterna. O
quizá al revés. La crisis de paternidad ha traído consigo una crisis de la imagen de padre.

El rey de la casa

El ámbito familiar se ha visto golpeado por esta revisión de la autoridad. El mismo


concepto de familia es revisado por las sociedades occidentales, buscando incorporar en
ella todo tipo de agrupaciones humanas que tengan por objetivo cuidar a los hijos. Ello es y
seguirá siendo materia de ardua discusión.

Pero entendemos que la revisión del concepto de autoridad paterna no significa su


supresión. Se trata de purificar, redifinir y revalorar el papel de la autoridad, tanto paterna
como materna. Hoy, el padre se ve más desafiado a desarrollar su creatividad y "ganarse" a
sus hijos. Está exigido a realizar un trabajo más colaborativo con la madre y no subsidiario
o de segundo orden como se entendía hasta hace unos lustros.

A la luz del magisterio y de las palabras del Santo Padre sobre el tema, podemos enumerar
algunas características de este nuevo ejercicio de la autoridad paterna, que bien valen para
la madre y bien sirven para el ejercicio de la autoridad en el mundo laboral.

Padres todo terreno


Abundan las enumeraciones de buenos hábitos sobre el ejercicio de la autoridad. Todas
tienen un común denominador. La prudencia, el buen tino, el respeto ante el hijo, ante el
otro. Autoridad es lo que "permite la vida". No la ahoga, sofoca o inhibe.
Considerando eso, podemos subrayar algunos buenos criterios.
1. Dime a qué dedicas tu tiempo y te diré qué amas. Se habla mucho de dar "tiempo de
calidad" a los hijos. Pero no es tan así. Dar tiempo real, es uno de los grandes recuerdos de
la niñez y un gran apoyo en el equilibrio emocional de las personas. En efecto, el mejor
tiempo es el real, el que mide el reloj, en un espacio físico concreto. La calidad del tiempo
está íntimamente ligado al tiempo efectivo. Y es bueno tomar conciencia de ello. Haga un
plan de juegos, salidas, comidas, etc. y anótelo en la agenda. Que se sienta que ese tiempo
es exclusivo para ellos.
2. La buena paternidad ilumina y regala criterios de elección a los hijos. No decide por
ellos. Muestra a los hijos las reglas y hace comprender su utilidad para alcanzar la
verdadera libertad. Las reglas justas no están ahí para ahogarnos sino para protegernos y
permitir la vida en plenitud. Educar significa ayudar a descubrir las propias potencialidades
pero, a su vez, respetar al otro en su individualidad y originalidad.
3. Ganarse la confianza de los hijos. El buen padre hace que sus hijos confíen en él, genera
un buen ambiente ahí donde está, principalmente en el hogar. No esconda su cariño. Sentir
y dar afecto, aceptación y seguridad de parte de un padre ayuda a que los niños desarrollen
una buena autoestima. Lo mismo se puede aplicar en el mundo laboral. Lo primero para el
jefe, es ganarse la confianza de sus subalternos.
4. No bastan las palabras. Además del cariño hacia los hijos y el tiempo, es importante que
ellos vean en gestos concretos el respeto a su madre, ya sea que estén juntos o no. Esto dará
a los hijos la seguridad y estabilidad que necesitan para su desarrollo. En ese sentido, hablar
bien del otro y evitar los comentarios negativos. En efecto, la mejor enseñanza será el
ejemplo. Las acciones hablan más fuerte que las palabras. Los hijos imitarán el
comportamiento de los padres, para bien y para mal. Por lo mismo, hay que ser consistentes
en lo que se dice y hace. No se trata de hablar de la honestidad, se trata de vivirla. Incluso
en los errores se enseña. Mostrándose como un ser humano con virtudes y defectos, ellos
también aprenderán a confiar en usted y ser honestos siempre.
5. Siempre es posible hacer un gesto de amor. Aproveche cada oportunidad para mostrar
aprecio. Tiempos aparentemente rutinarios, no tienen porqué serlos. Los tiempos de
comida, quehaceres de la casa, tareas del colegio, viajes en el auto y cualquier situación son
una oportunidad más de compartir y enseñar a los hijos valores como: el amor al trabajo,
ser agradecidos, la honestidad, servicio, trabajo en equipo, reciclar, etc. Con una cuota de
humor, saldrá más fácil y liviano.
6. Comuníquese en forma positiva. Antes que un "No", presente distintas alternativas de
respuestas ante las peticiones de los hijos. Cuando piden algo, buscar la forma de que eso
que piden se realice de otra forma. El punto es animar a los hijos a dar lo mejor de sí
mismos y resaltar sus destrezas y virtudes. Ellos necesitan aprecio y aliento. No una
seguidilla de negativas. Escuche a sus hijos. Conozca sus historias, sus intereses y sus
temores. No se trata de arreglarles la vida. Solo de oírlos.

Y algunos consejos extra. A modo de complemento.


Los seis puntos anteriores son aplicables a todas las realidades humanas, sobre todo las
familiares. Pero hay algunos otros puntos que se pueden considerar y ayudan a vivir mejor
la relación paterno- filial o de autoridad.

a. No estamos solos en el trabajo de educar y enseñar. Es bueno cultivar las artes, música,
teatro y danza con los hijos. Entre ellos, el amor a la lectura e quizá de lo más valioso. Leer
es una de las mejores maneras de garantizar que ellos tengan una vida sana. Y será, como
siempre, el ejemplo el mejor maestro. Ya cuando entren al colegio, ser partícipes de sus
progresos, como si fuera un juego. Otro tanto sobre las lecturas. Compartir con ellos la
alegría de saber y aprender constantemente.

b. Las familias son cada vez más pequeñas. En la mayoría trabaja el padre y la madre. Se
sienten culpables por una suerte abandono. Y los lleva a ser sobreprotectores. Educar es un
riesgo. Ejercer la autoridad es dejar vivir. Es importante que los hijos sepan que el amor
paterno es incondicional y que pueden contar en cualquier circunstancia con los padres,
pero ellos también necesitan entender que sus acciones tienen consecuencias y que sus
decisiones, buenas o malas, marcarán su destino. Mejor es un error cometido antes que una
sobreprotección que ahoga e inhibe a tomar decisiones.

c. La vida es un soplo. Sobre todo el tiempo de los hijos en el hogar. Por lo mismo, cree
memorias, guárdelas, y compártalas con ellos. Los momentos que se viven hoy con sus
hijos son la historia de su familia. Pasa rápido. No deje que se le escapen. Tomar una foto,
grabar un video, escribirles una carta o tarjeta. Todo sirve para retener en la memoria.
Hacer historia de las pequeñas historias. Compartir luego esas memorias ayudará a
recordarles de dónde vienen y guiarlos hacia dónde van en la vida.

Referencia a Dios Padre

No estamos solos en la transmisión de una imagen de autoridad. Dios es el modelo, norte y


guía. El Papa Francisco nos recuerda la esencial característica de Dios: su paternidad.
"Parece que nuestro Dios quiere cantarnos la canción de cuna. Nuestro Dios es capaz de
esto. Su ternura es así: es padre y madre. Tantas veces ha dicho: 'Pero si una mamá se
olvidara de su hijo, Yo no te olvidaré. Nos lleva en sus propias entrañas'". Dios se asemeja
a nosotros, y se abaja para estar entre nosotros. Dice el Papa que Dios "es el Dios que con
este diálogo se hace pequeño para hacernos comprender, para hacer que nosotros tengamos
confianza en Él y podamos decirle con la audacia de Pablo que cambia la palabra y dice:
'Papá, Abba'. Papá... Es la ternura de Dios".
Llamar a Dios Padre, nos revela “el misterio de Dios, que siempre nos fascina y nos hace
sentirnos pequeños, pero que nunca nos produce miedo, que no nos desalienta, que no nos
angustia. Esta es una revolución difícil de asumir en nuestro ánimo humano”, dice el Santo
Padre.
Por ello, educar a un espíritu religioso, es el mejor favor que podemos hacer a los hijos. El
Papa Francisco nos recuerda que “Dios es Padre a su manera: bueno, indefenso ante el libre
arbitrio del hombre, capaz solo de conjugar el verbo ‘amar’". En la parábola del hijo
pródigo, cuando el hijo rebelde, después de haberlo gastado todo, regresa finalmente a la
casa natal, "su padre no aplica criterios de justicia humana, sino que siente ante todo la
necesidad de personar, y con su abrazo hace comprender al hijo que en todo aquel largo
tiempo de ausencia se le ha echado de menos”.

¡No estamos solos nunca más!

Quien tiene a Dios en el corazón, lo tiene todo. "Podemos estar lejanos, resultar hostiles,
podemos incluso profesar que ‘no hay Dios’. Pero el Evangelio de Jesucristo nos revela que
Dios no puede estar sin nosotros: Él no será nunca un Dios ‘sin el hombre’. Esta certeza es
la fuente de nuestra esperanza que encontramos custodiada en todas las invocaciones del
Padre Nuestro”, dice el Papa.
La oración personal es importante. Pero más lo es la oración comunitaria y familiar. Rezar
es agradecer, alabar y pedir. Pedir a Dios, al Padre, por nuestras necesidades cotidianas,
porque “cuando tenemos necesidad de su ayuda, Jesús no nos pide renunciar y cerrarnos en
nosotros mismos, sino que nos llama a dirigirnos al Padre y pedirle cosas con fe”.
“Todas nuestras necesidades, desde aquellas más cotidianas y evidentes, como la comida, la
salud, el trabajo, hasta aquellas más trascendentales como ser perdonados y sostenidos en la
tentación, no son el espejo de nuestra soledad: en cambio, hay un Padre que siempre nos
mira con amor, que nunca nos abandona”, nos dice el Papa. El contacto con ese Dios-padre
regala seguridad, sabiduría y paz. El mejor aliado para todo padre y toda autoridad.

Padre Hugo Tagle


twitter: @hugotagle

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