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Objetivo
de la practica: aprender a elaborar una curva de tolerancia de la glucosa. Entender
las variaciones de la glicemia que ocurre en una curva de la tolerancia a la glucosa.
Luego de una comida rica en carbohidratos, la glucosa que pasa a la sangre origina
secreción rápida de insulina; esta hormona a su vez estimula la captación inmediata
de glucosa por las células para su empleo y almacenamiento en hígado, tejido
adiposo y otros tejidos. Durante la mayor parte del día, para obtener energía el tejido
muscular depende no sólo de la glucosa, sino también de los ácidos grasos. La
principal razón de lo anterior es que las membranas celulares del músculo en reposo
son casi impermeables a la glucosa, excepto cuando la fibra muscular es estimulada
por la insulina, y entre las comidas se secreta muy poca cantidad de esta hormona
para promover la entrada de cantidades importantes de glucosa en estas células.
Sin embargo, en dos condiciones fisiológicas los músculos utilizan gran cantidad de
glucosa para obtener energía. Una de ellas es el ejercicio intenso; en este caso no
se requiere insulina, ya que las fibras musculares aumentan el número de
transportadores en la membrana celular, los cuales no son regulados por la insulina.
La segunda situación en que el músculo utiliza grandes cantidades de glucosa es
algunas horas después de una comida, cuando la glucemia es alta y el páncreas
secreta insulina adicional que favorece el rápido transporte de glucosa al interior de
las células musculares por medio de un aumento de los transportadores sensibles
a la insulina. Esto hace que durante ese lapso la célula muscular utilice
carbohidratos en vez de ácidos grasos como fuente de energía, ya que la liberación
de éstos a partir del tejido adiposo es impedida de manera significativa por la
insulina, que inhibe a la lipasa sensible a hormona en los adipocitos. El mecanismo
mediante el que la insulina aumenta la entrada de glucosa a la célula consiste en
aumento de los transportadores de glucosa en la membrana celular. Éstos reciben
el nombre de GLUT y a la fecha se han identificado siete tipos diferentes. Los
transportadores GLUT 4 son los sensibles a la insulina y se encuentran en tejido
muscular, adiposo y otros tejidos. Los otros transportadores no son regulados por
la insulina, como el GLUT 2 que se encuentra en las células β del páncreas y el
GLUT 1 que se halla en las neuronas. Existe además un tipo de transportadores
GLUT 4 en el músculo que no es sensible a la insulina y que interviene en el
aumento de la entrada de glucosa a la célula durante el ejercicio. Si los músculos
no se ejercitan durante el período que sigue a una comida y no obstante se
transporta glucosa en abundancia al interior de las células musculares, gran parte
de esta glucosa se almacena en forma de glucógeno muscular en vez de utilizarse
como fuente de energía.
Este glucógeno almacenado se emplea después para proporcionar energía al
músculo. Una de las funciones más importantes de la insulina consiste en hacer que
la glucosa absorbida después de una comida se almacene casi de inmediato en el
hígado en forma de glucógeno. Entre comidas, cuando no se dispone de insulina y
la concentración de glucosa en sangre (glucemia) comienza a disminuir, el
glucógeno hepático libera glucosa hacia la sangre periférica y ello evita que la
glucemia disminuya de modo importante. La forma en que la insulina favorece la
entrada de glucosa al hígado no consiste en el empleo de los transportadores GLUT,
sino en la activación de la glucocinasa, que produce glucosa-6-fosfato, con lo que
disminuye la concentración de glucosa libre intracelular y por lo tanto aumenta el
gradiente de concentración de la glucosa. El mecanismo por el cual la insulina
ocasiona la captación y el depósito de glucosa en el hígado incluye varias etapas
casi simultáneas:
• Inhibición de la fosforilasa hepática, enzima que descompone el glucógeno
hepático en glucosa. Este hecho impide la destrucción del glucógeno, que ya se
encuentra en las células hepáticas.
• Aumento de la captación de glucosa de la sangre por las células hepáticas al
incrementar la actividad de la glucocinasa, lo que ocasiona la fosforilación inicial de
la glucosa tras difundirse al interior de las células hepáticas. Una vez fosforilada, la
glucosa es atrapada dentro de los hepatocitos porque la glucosa fosforilada no
puede difundirse de nuevo a través de la membrana celular.
• Aumento de la actividad de las enzimas que promueven la síntesis del glucógeno,
como la fosfofructocinasa que produce la segunda etapa de la fosforilación de las
moléculas de glucosa, y la sintasa de glucógeno que efectúa la polimerización de
las unidades de monosacáridos para formar moléculas de glucógeno.
La consecuencia final es el incremento de la cantidad de glucógeno en el hígado,
que puede aumentar hasta un valor de 5 a 6% de la masa hepática, lo que equivale
a casi 100 g de glucógeno almacenado. Cuando el individuo terminó de comer y la
glucemia comienza a disminuir, ocurren varios fenómenos para que el hígado vuelva
a liberar glucosa a la sangre circulante:
La glucemia decreciente hace que el páncreas disminuya su secreción de insulina.
• La ausencia de insulina anula en seguida todos los efectos que se acaban de
explicar y detiene la síntesis de glucógeno en el hígado. Ello impide también la
captación adicional de glucosa de la sangre por parte de las células hepáticas.
• La falta de insulina y el aumento simultáneo de glucagón activan a la enzima
fosforilasa, que favorece el desdoblamiento de glucógeno en fosfato de glucosa.
• La fosfatasa de glucosa, inhibida por la insulina, es activada por la ausencia de
esta hormona y hace que el radical fosfato se separe de la glucosa, lo que permite
que, una vez libre, ésta se difunda de nuevo a la sangre En consecuencia, el hígado
elimina la glucosa de la sangre, la almacena cuando hay exceso después de una
comida y la regresa a la circulación cuando se necesita entre las comidas.
Por lo general, 60% de la glucosa de las comidas se deposita en esta forma en el
hígado y vuelve después a la sangre. Cuando la cantidad de glucosa que entra en
las células hepáticas es mayor de la que puede almacenarse como glucógeno, el
exceso de glucosa se convierte en ácidos grasos. Estos ácidos grasos se unen
como triglicéridos a lipoproteínas de muy baja densidad, se transportan a los
adipocitos y se depositan ahí. La insulina favorece este depósito de lípidos en el
tejido adiposo por activación de la enzima lipasa de lipoproteína en plasma y la
inhibición de la lipasa sensible a hormona en el adipocito.
La insulina también inhibe la gluconeogénesis. Esto se lleva a cabo
fundamentalmente por disminución de la cantidad y la actividad de las enzimas
hepáticas que participan en este proceso. Sin embargo, parte de este efecto es
consecuencia de disminución de la liberación de aminoácidos a partir de tejidos
extrahepáticos inducida por la insulina.
La diabetes mellitus es la enfermedad endocrina más frecuente e incluye un grupo
de trastornos metabólicos, caracterizados por hiperglucemia secundaria a
alteraciones en la producción de insulina, en su efecto, o en ambas. Los procesos
fisiopatológicos implicados en la diabetes mellitus van desde destrucción
autoinmunitaria de las células β del páncreas, con la consecuente disminución en
la producción de insulina, hasta anormalidades manifestadas por resistencia al
efecto de la insulina. Por lo tanto, las anormalidades en el metabolismo de
carbohidratos, lípidos y proteínas son resultado de secreción inadecuada de
insulina, de respuesta inadecuada a la insulina, o de ambas, en los tejidos
periféricos, en uno o varios puntos de la compleja vía metabólica en la que la
hormona ejerce su efecto. La alteración en la secreción de insulina y el defecto en
su acción periférica con frecuencia coexisten en el mismo paciente y no está claro
cuál anormalidad es la causa primaria de la enfermedad.
La diabetes mellitus se clasifica en dos tipos:
• Diabetes mellitus tipo 1, cuya causa es la falta absoluta de producción de insulina.
• Diabetes mellitus tipo 2, la más frecuente, y consiste en una combinación de
resistencia periférica a la acción de la insulina e inadecuada respuesta secretoria
de compensación.
La diabetes mellitus tipo 2, un grado de hiperglucemia lo bastante elevado para
causar alteraciones patológicas en varios tejidos, pero sin síntomas clínicos, podría
estar presente por un lapso prolongado antes de que se haga el diagnóstico.
Durante este período asintomático es posible demostrar un metabolismo anormal
de los carbohidratos midiendo la glucosa plasmática en ayuno o después de una
carga oral de glucosa.
Reporte
Nombre Basal 30’ 60’ 90’ 120’
Frida
Leonor 120 130 120 110 115
80 180 120 80 90
Castro 70 80 60 70 75
García
CURVA DE TOLERANCIA A LA GLUCOSA
Nivel de glucosa
200
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
Basal 30 60 90 120
120
80 80 75
Basal 30 60 90 120
Nivel de glucosa
Adrenalina
Resulta muy necesaria para elevar la glucosa plasmática en los períodos de estrés,
cuando se excita el sistema nervioso simpático.
1) Ejerce un efecto glucogenolítico muy potente en el hígado y a los pocos minutos
libera grandes cantidades de glucosa hacia la sangre.
2) Además, posee un efecto lipolítico directo sobre las células adiposas, porque
activa a la lipasa sensible a la insulina de los tejidos adiposos y provoca asimismo
un gran incremento de la concentración sanguínea de ácidos grasos.
Glucagón
Los principales efectos del glucagón sobre el metabolismo de la glucosa consisten
en:
1) Degradación del glucógeno hepático mediante la activación de la vía de la
glucogenólisis,
2) Aumento de la gluconeogenia hepática.
Estos dos efectos aumentan mucho la disponibilidad de glucosa hacia los demás
órganos.
Cortisol
El efecto metabólico más conocido del cortisol y de otros glucocorticoides consiste
en estimular la Gluconeogenia en el hígado.
1. El cortisol aumenta las enzimas que convierten los aminoácidos en glucosa
dentro de los hepatocitos. Este efecto se debe a la capacidad de los
glucocorticoides para activar la transcripción del ADN en el núcleo del
hepatocito, se forman ARNm que, a su vez, dan origen al conjunto de las
enzimas necesarias para la gluconeogenia.
2. El cortisol moviliza los aminoácidos de los tejidos extrahepáticos, sobre todo
del músculo. Por ello, llegan más aminoácidos al plasma, para incorporarse
a la gluconeogenia hepática y facilitar la formación de glucosa.
3. El cortisol antagoniza a la insulina para inhibir la gluconeogenia en el hígado.
la insulina estimula la síntesis de glucógeno en el hígado e inhibe las enzimas
que intervienen en la generación de glucosa por parte del hígado. El efecto
neto del cortisol es un aumento en la producción de glucosa en el hígado.
Conclusión
Cuando disminuye la secreción de la hormona de insulina o cuando hay una
deficiencia de ella se crea un estado fisiopatológico debido a que los niveles de
glucosa en la sangre pueden aumentar o disminuir por la intervención de la insulina
pues una de sus funciones es regularla, lo cual permite que las células entren y
sirvan como fuente de energía.