En esta sección, al cierre de la unidad, queremos compartir con
ustedes nuestra experiencia como educadores/as de derechos humanos, y contarles las razones de por qué hemos decidido partir este curso con una revisión de los elementos centrales de lo que son los derechos humanos y de abrir un espacio que nos permita reconocer los debates que hay sobre este enfoque, a través del trabajo que iniciamos en la presencial y que esperamos profundizar con la micropráctica de las entrevistas.
Pese al amplio reconocimiento que tienen los derechos
humanos y el espacio que se han ganado en nuestro lenguaje cotidiano, es frecuente encontrarse con visiones que cuestionan algunos elementos fundantes del concepto, como su universalidad y eficacia. En el ámbito académico, los debates giran en torno a sobre su origen o naturaleza –natural o social– ; o en tanto que algunos grupos de la sociedad civil, que lo que cuestionan es la centralidad que se le da al Estado en esta materia, minimizando el rol de otros actores. En estas dos últimas críticas no se ponen en duda el valor y legitimidad de esta propuesta, en las dos primeras, de alguna manera sí.
Intentar implementar acciones de educación en torno a los
derechos humanos, sin acoger y dialogar sobre estas tensiones, hace difícil la tarea, e incluso puede llegar a hacerla ser ineficaz, porque nadie se compromete con aquello en lo que no cree o que le merece dudas. Es por ello que nos parece relevante, al menos, comentar sobre los dos principales debates que, en nuestra experiencia, aparecen con mayor frecuencia y que suscitan mayor interés, para dar algunas pistas para comprender sus razones y fundamentos, de manera tal que podamos reflexionar qué caminos debemos seguir para poder cambiar esas perspectivas y motivar a esas personas a valorar el aporte que los derechos humanos hacen a nuestra sociedad. Cuestionamientos a la universalidad de los derechos humanos:
Esta es la principal característica de los derechos humanos, ya
que reconoce la misma dignidad a todas las personas, sin importar ninguna otra característica o situación. Los principales cuestionamientos son: a) sobre su origen occidental y la validez de sus valores para otras culturas; b) sobre su origen burgués y su uso imperialista frente a otros Estados y organizaciones políticas y, c) sobre el mérito o aplicación ante grupos o personas que no respetan los derechos de otros o no son ciudadanos/as nacionales.
En los dos primeros cuestionamientos, se parte de un concepto
erróneo sobre el origen de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Al contrario de lo que la mayoría de las personas piensa sobre el acuerdo que le dio origen a la Declaración Universal, gran parte de su contenido fue propuesto por una diversidad de Estados. Además, 5 de los 18 países que conformaron la Comisión redactora fueron no-occidentales (China, Egipto, India, Irán y Líbano) y tuvieron roles relevantes: el representante chino como vicepresidente de la comisión redactora y el libanés como relator de la Comisión. De hecho, los principales promotores de este acuerdo no fueron los países europeos ni tampoco Estados Unidos, sino los pueblos que pugnaban por su independencia en el proceso de descolonización post-segunda Guerra Mundial, donde el principio de autonomía de los pueblos e igualdad de derechos era clave. A su vez, los países latinoamericanos quisieron relevar los temas de desigualdad y la pobreza, por lo que promovieron el reconocimiento de derechos económicos, sociales y culturales. Además, 15 de los 48 países que aprobaron el documento son orientales y no hubo votos en contra. Entre los 8 países que se abstuvieron, solo Arabia Saudí, expresó reservas por motivos religiosos y de costumbres. Para la línea de críticas que cuestiona que todas las personas tengan los mismos derechos, y que no podrían considerarse iguales a migrantes, a delincuentes o a las personas o grupos que no ajustan su comportamiento a una norma considerada como "correcta", es necesario considerar que, si los derechos hay que ganárselos cumpliendo deberes, automáticamente se anularía su carácter inherente o ligado a la naturaleza propia del ser humano y su inalienabilidad humana, y lo dejaría en una lógica de mérito y no de derecho. Para ello, vale la pena volver a los procesos señalados por Squella, particularmente el de generalización, pues lo mismo se pensaba de las y los/as esclavos/as en la Antigüedad y de los pueblos indígenas americanos antes de las Bulas Papales que reconocieron su naturaleza humana. Las trágicas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, también nos enseñaron lo que ocurre cuando se criminaliza la conducta de otros/as, por su pensamiento religioso, su origen étnico (judíos, gitanos –romaníes–) o cualquier otra condición que no le agrade a quien detenta el poder. Sobre esto se profundizará en la unidad siguiente sobre la igualdad y la no discriminación, y hay una abundante bibliografía en muchos campos disciplinares.
Cuestionamientos a la eficacia de los derechos humanos:
La diferencia entre el ideal que plantea la Declaración Universal
y la realidad que vivimos, hace pensar a muchos que los derechos humanos parecen ser solo un discurso que no se cumple, porque todos los días se violan en todas partes. Frente a este cuestionamiento se señala que, si bien es cierto que existe esta brecha, también es necesario reconocer que hoy existe un mayor reconocimiento de derechos que hace 50 o 100 años atrás, y que es posible constatar avances en muchos campos. Para ello es importante ayudar a descubrir en la historia de la humanidad, e incluso la de nuestra propia vida, los avances y la mayor comprensión y protección de la dignidad humana que ha ido ocurriendo. Otra línea de cuestionamientos a la eficacia plantea que la acción de la comunidad internacional es débil o que carece de mecanismos efectivos de control. Al respecto es importante considerar en primer lugar, que el principio básico de funcionamiento de los derechos humanos es el de “buena fe”, es decir, los Estados los firman para cumplirlos, y por tanto que acatarán las sentencias de los tribunales internacionales. Su herramienta de disuasión es la diplomacia –en el caso de otros Estados– y la exposición pública –en el caso de las organizaciones internacionales de defensa de derechos humanos–. Además, existe un número importante de mecanismos que ha utilizado la sociedad civil para hacer exigible el cumplimiento y respeto de sus derechos. De hecho, una gran parte del avance de los derechos humanos se debe a la presión ejercida por la sociedad civil organizada que ha presionado sobre los Estados, para que se produzcan los cambios que son necesarios. El problema de fondo, entonces, no parece ser la falta de mecanismos, sino que estos son desconocidos por la mayoría de las personas, por lo que no los usan. Adicionalmente, muchas personas no logran comprenderse a sí mismas como sujetos de derecho, y por tanto, las situaciones que les afectan no son leídas como acciones frente a las que pueden exigir cambios. Esto es importante pues quienes los conocen, pueden hacer valer sus derechos de mejor manera. Y es allí donde la educación y la información, al contemplar estos temas, puede marcar una gran diferencia a futuro.