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El comienzo del fin

Shiro tiene 67 años. Él no tiene recuerdos, además tiene la sensación de que nunca
ha vivido. Sabe que está vivo, que está viviendo, pero tiene la creencia que en su
pasado no estaba vivo. Pero a él no era al único que le pasaba, todo el mundo está
en la misma situación que Shiro. Todo lo que sucedía en el mundo pareciera que
no es como debería ser, nadie sabía que está sucediendo, caminar se había vuelto
una tarea difícil de ejecutar, la derecha pareciera ser la izquierda y viceversa, el sol
salía por el oeste y se escondía en el este, las manecillas de los relojes analógicos
se movían de derecha a izquierda. Aunque nadie tenía recuerdos de que todo fuera
de una manera diferente tenían la sensación de que algo estaba mal.
Con su edad avanzada, Shiro ha desarrollado cáncer de garganta, el cual parecía
estar en su etapa terminal, pero él cada día siente un poco menos de dolor que el
día anterior. Aunque a causa del cáncer, Shiro no puede hablar. A su cabeza llegan
imágenes de él pudiendo hablar, y no los siente como si fueran recuerdos, él lo
sabía, en su interior estaba seguro que esas imágenes que llegaban a su cabeza,
no solo pudiendo hablar sino siendo más joven, gritando, saltando o corriendo, no
eran recuerdos. Solo podía recordar desde el día que todo empezó a sentirse
extraño, es como si ese día Shiro y todo el mundo hubieran nacido, y todos con una
edad diferente.
Nadie, ni la persona más inteligente del mundo saben que está pasando, es como
si alguien hubiera borrado de la memoria de toda la humanidad los recuerdos sobre
sus acciones del pasado, solo sabían por los calendarios electrónicos que habían
regados por todo el mundo que todo sucedió el nueve de octubre de 1959. Pero
pasaba algo muy fuera de lo común, esos calendarios electrónicos, al pasar el día
cambiaban su fecha de manera descendente, por ejemplo después del 9 de octubre
cuando todo sucedió, al día siguiente era el 8 de octubre y así sucesivamente.
Es el primero de octubre y Shiro está en el hospital como lo ha estado desde el
nueve de octubre, mira el techo intentando conciliar el sueño, un techo como
cualquier techo de un hospital, liso y blanco, iluminado por pequeños rayos de luz
que logran escapar desde el pasillo por el marco de la puerta, esa luz blanca y de
baja intensidad le da un carácter al techo que hace que Shiro se sienta identificado
con ese techo, piensa que él es una analogía de ese techo que no lo deja dormir, el
color y la textura del techo son tan insulsos como lo es él mismo y aún así logran
ser tocados por una luz que puede ser esperanzadora pero lúgubre. Pasadas las
horas Shiro sin lograr una conclusión más profunda de la que él es como el techo,
logra dormirse.
Ha pasado un mes desde que Shiro está en el hospital, se encontraba mirando el
techo como ya se le había hecho costumbre, y en un momento algo perturba la
imagen del techo, era la puerta que al abrirse dejó entrar la luz del pasillo, que de
inmediato interrumpe los pensamientos de Shiro y lo obliga a dirigir su mirada hacia
la puerta, era una enfermera dándole aviso a Shiro que podía irse a su casa, que
aunque todavía no había recuperado su voz a causa del reposo que se le había
dado, ya no quedaba rastro del cáncer y con terapia en unas semanas estaría
hablando de nuevo. Shiro quería agradecerle por todas sus atenciones pero solo
pudo hacer el típico gesto de agradecimiento japonés, el ojigi, posicionando sus
manos a los costados e inclinando su cuerpo Shiro expresó lo agradecido que
estaba.
Saliendo del hospital, Shiro se percató que no sabía a donde ir, no tenía la más
remota idea de donde estaba su caso o si realmente tenía una casa. Él había
escuchado en la radio mientras estaba hospitalizado que los policías tenían una
base de datos con las viviendas de cada persona, y para su suerte justo en ese
momento pasaba un policía por el hospital, Shiro se acercó a el policía pero no sabía
cómo hacerle entender lo que le quería decir, señalando su garganta y mostrándole
su documento, el policía entendió que Shiro no podía hablar, lo llevó a la estación
de policía donde buscarían en los archivos donde residía Shiro. Cuando el policía
encargado de buscar en los archivos su residencia, encontró el archivo que diría
todo sobre Shiro sintió repudio por él, mirándolo con asco le da la dirección de su
casa y le entrega su respectiva llave, Shiro no entendía el porqué del cambio de
actitud del policía, hizo caso omiso a esto y fue llevado hasta la puerta de su casa,
estando allí y viendo la oscura fachada de su casa, Shiro no se sentía identificado
con ella, miro hacia atrás para hacerles señales a los policías que se trataba de un
error que esta no podría ser su casa pero los policías ya se habían ido.
Shiro entro a su casa y se sorprendió con lo que vio allí, nada absolutamente nada,
no tenía siquiera un mueble o un cuadro que diera a cuenta de su personalidad,
todo estaba tan blanco como aquel techo en el hospital. Shiro no entendía lo que
pasaba, no sabía si hace poco se había pasado de casa y dejó sus pertenencias en
otro lugar, o tal vez era alguien que viajaba constantemente y no tenía tiempo de
decorar su casa. No quiso pensar más en eso se acostó en una esquina de su fría
casa y se acobijó con una de las cobijas que le habían regalado en el hospital. Shiro
estaba intrigado por saber él quien es, solo podía recordar sus conocimientos sobre
medicina y microbiología pero en cuanto a su personalidad, nada llegaba a él,
estaba lleno de pensamientos que no llegaban a ningún fin, hasta que por fin logro
quedarse dormido.
Al despertar Shiro se veía muy decidido a descubrir su personalidad, se dirigió a
una tienda de muebles a descubrir cuáles eran sus gustos. Aun usando nada más
que gestos para comunicarse, Shiro compró los suficientes muebles para amoblar
toda su casa, eran muebles coloridos y muy llamativos por sus excesivos detalles.
Shiro empezaba a descubrir en él una personalidad alegre, y se sentía bien al
empezar a tener indicios de que él era una buena persona. Aunque él creía haberlo
olvidado, aun recordaba la cara del policía cuando miro su archivo, pero aun así
Shiro se convencía que él era una buena persona.
Shiro había decido reinventarse y hacer su vida de nuevo, pasaron las semanas y
ya empezaba a recuperar su voz, la fachada de su casa era la más bonita de todo
el vecindario y ya estaba remodelando las paredes del interior de su casa, y cuando
estaba pintando una de las paredes con mayor humedad se dio cuenta que aquella
pared tenía un sonido hueco que cuando era golpeada hacía eco detrás de ella.
Lleno de intriga Shiro agarró una almádana y derribó aquel muro, al terminar de
derribarlo Shiro cayó sentado en el piso, salió corriendo hacia el baño a vomitar,
estaba asqueado y aterrorizado por lo que encontró allí. Detrás de ese muro se
escondía la razón de la mirada de asco del policía, allí se encontraba el laboratorio
de Shiro, con una atmosfera tan fría como la de su casa cuando llegó del hospital,
la luz que se filtraba por la ventana de otro cuarto solo lograba iluminar poco más
de la mitad del laboratorio. Pero al fondo en la oscuridad lograban destacar siluetas
humanas contenidas en unas capsulas futuristas, pero lo verdaderamente aterrador
no era la presencia de humanos en el laboratorio sino que esas siluetas no
correspondían a la figura estándar o normal de un ser humano corriente, algunos
tenían más extremidades de las que deberían, otros tenían el numero normal de
extremidades pero ubicados en parte que no correspondían, por otra parte otros
tenían adheridos extremidades de animales.
Shiro sabía que ese laboratorio no estaba ahí por casualidad, sabía que era su
laboratorio. Él empezaba a tener miedo de él mismo, no quería admitir que no era
una buena persona como él lo pensaba, que el perfil de una persona alegre no
encajaba con lo que había en ese laboratorio, que sus muebles coloridos
contrastaban con ese laboratorio de tonos fríos. Shiro se quedó parado mirando el
laboratorio por horas, sin atreverse a entrar, llegaba la noche y aún seguía allí
observando, con su mente en blanco, se dio cuenta que estaba oscureciendo y se
fue a la cama, no pudo dormir en toda la noche, y a la madrugada se decidió en
entrar e indagar que había allí. Además de los cuerpos y distintas muestras de
partes humanas y animales puestas en frascos, Shiro no encontró nada más, ni un
solo documento había en aquella habitación, estaba frustrado y con más preguntas
que no tendrían respuestas. En base a que no podía hacer algo para descubrir su
pasado, al igual que al llegar a esa casa vacía, Shiro decidió rescribir su futuro, que
en ese mundo caótico en el que está viviendo sería igual a escribir su pasado.
Los periódicos estaban llenos de noticias de gente que estaba muriendo a causa de
ser cada día más jóvenes, muchos niños llegaron al punto de ser de nuevo bebés y
luego desaparecer, y esa situación ocurría todos los días, las cifras eran alarmantes,
a tal punto que se había declarado la humanidad en su punto de mayor crisis, cada
día las cifras de mortalidad eran más altas y las de natalidad estaban en cero. Este
fenómeno tenía desconcertados a todos los científicos de la época, entre ellos
estaba Shiro, que con el nuevo descubrimiento de su laboratorio y con su
disposición de ser una mejor persona, se dispuso a investigar este fenómeno y
llegar a una solución por el bien de la humanidad.
Shiro pasaba día y noche en su laboratorio intentando descubrir que es lo que
pasaba, estaba observando que pasaba en los cuerpos que tenía en su laboratorio,
ya que probablemente pocos científicos tenían esa posibilidad, Shiro pensaba que
tenía ventaja sobre otros para poder dar una solución a todo lo que estaba pasando.
En todo este proceso y luego de meses de observación, Shiro descubrió que las
células de los cuerpos que tenían allí estaban comportándose de manera contraria
a lo que se denominaría como normal. Shiro se había dado cuenta de algo
importante, fue corriendo al centro de la ciudad para comprar algo esencial para su
reciente descubrimiento, él compro equipo astrológico para determinar el
movimiento de rotación de la tierra y se encontró con que la tierra estaba girando
hacia el lado contrario, y eso estaba generando que todo el tiempo estuviera en
retroceso.
Shiro compartió su descubrimiento con el mundo y científicos de todas partes
estaban asombrados por tal descubrimiento, pero no había tiempo para
admiraciones, así que todos junto con Shiro estaban buscando por qué sucedió esto
para replicar el suceso de manera contraria. Pasados los meses mientras Shiro se
encontraba en su laboratorio buscando el génesis del suceso inverso rotatorio como
había nombrado su descubrimiento, en la radio dan aviso que se ha encontrado la
respuesta de lo que todos estaban esperando, el suceso lo ocasionó un planeta
fuera de la vía láctea que paso muy cerca de la tierra y los campos magnéticos de
ambos planetas ocasiono que ambos rotaran de manera inversa, así que habían
destinado un satélite enviado por la NASA para que emitieran ondas supersónicas
para volver a la tierra a su rumbo habitual.
Shiro estaba feliz de que esto sucediera, pero a la vez se encontraba asustado de
encontrarse con él mismo de su otra vida, mientras escuchaba un conteo en la radio
que al llegar a cero la tierra estaría de nuevo rotando como antes, se agarraba a su
silla y cuando el momento al fin llegó Shiro quedó tumbado en el suelo, Shiro recordó
todo, sabía quién era realmente, recordó lo malo que fue, las personas que mató y
el gusto que tenía por ello. Shiro se encontraba acostado justo donde había
derribado el muro que escondía su laboratorio, miraba hacia el techo y podía ver la
mitad de un techo colorido por su otro yo y el techo blanco de su laboratorio, ahora
Shiro Ishii se identificaba con ambos lados y a la vez con ninguno, era dos personas
y a la vez no era nadie.

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