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Crisis de los partidos políticos, por Raúl Ferrero

La crisis de los partidos es grave y debe preocupar no solo a sus simpatizantes.

Como resultado del proceso de las últimas elecciones regionales y municipales, tenemos la evidencia
más palpable de lo que se sabía de antemano, y ahora ha quedado corroborado gráficamente, es decir,
el desplome de los partidos políticos nacionales. Con excepción de alguno, al que le ha ido menos mal
que al resto, la realidad es que en la práctica han recibido una severa llamada de atención de un
electorado que los siente lejanos y ajenos, y que ha preferido escoger a los grupos políticos locales, a
pesar del deteriorado prestigio que muchos de estos exhiben.
Esto es lamentable, ya que el régimen de partidos políticos de alcance nacional es indispensable para la
democracia, desde que surgieron, a fines del siglo XVII, en Inglaterra y se afianzaron, en el siglo XVIII, en
Francia, para luego resultar insustituibles en el mundo entero para el funcionamiento del sistema
democrático representativo.
A los partidos políticos les corresponde canalizar a la opinión pública. Ellos son quienes más deben
contribuir a orientarla, a la vez que sirven de vehículos para quienes postulan a un cargo congresal o a
la Presidencia de la República.
No se concibe la democracia representativa, en verdad, sin una acción permanente de las fuerzas
políticas organizadas en partidos que recojan las principales tendencias del electorado, y a su vez lo
mantengan informado de los problemas que deban ser atendidos.
La crisis de los partidos es grave y debe preocupar no solamente a sus propios simpatizantes, sino a
todos los que creemos en el sistema democrático y lo defendemos.
Esto lleva a una imperiosa necesidad de reorganización y modernización de los partidos políticos que
demostraron tener representación nacional hasta no hace mucho y han perdido vigencia.
Desgraciadamente, hoy subsisten con escasísima vida partidaria, la que medianamente se reactiva
cuando se aproximan las elecciones generales, a pesar de que muchas veces las listas para las
candidaturas al Parlamento tampoco son fruto de elecciones internas, sino más bien el resultado de
decisiones reservadas tomadas por la alta dirigencia de los partidos sin respetarse la democracia interna.
Lo que el resultado del voto popular del 5 de octubre nos está señalando es cuán disperso se encuentra
el electorado, así como el escaso alcance que han tenido las organizaciones políticas de mayor tradición
para hacer llegar sus propuestas a los votantes.
Si no se produce pronto una reestructuración y modernización de los partidos políticos, y a su vez, no se
introducen los cambios necesarios en la legislación vigente, lo que tendremos en las próximas elecciones
generales, dentro de año y medio, será una gran cantidad de candidaturas individuales, más con ideas
fuerza que con programas de gobierno y sin los equipos técnicos que le den un soporte a los
planteamientos expuestos durante la campaña. Es decir, corremos el riesgo de no saber por quién
estamos votando ni a quiénes se estará encargando la alta misión de conducir los destinos del país.
Lo probable entonces es que las individualidades que quieran participar a escala nacional aprovechen los
membretes de las fuerzas ya inscritas ante el Jurado Nacional de Elecciones o que ciertos grupos utilicen
estas como vientres de alquiler para sus propios intereses.
También veremos, seguramente, a algunos sectores que no se sienten suficientemente representados
organizando el partido propio, a pesar de las dificultades que implica la creación de uno nuevo. Todo esto
es lo que contribuirá a una fragmentación política mayor a la ya existente.
En todo caso, quienes quieran participar a escala nacional en el proceso del 2016 deberán entender que
los partidos renovados o nuevos tendrán que esforzarse por sintonizar con un electorado que no se siente
políticamente representado.

Crisis de Partidos Políticos en el Perú


Una realidad innegable
Por: D. Mark Paira C.
Hablar de crisis de partidos políticos es habitual. Sin embargo es necesario hacerlo. Existen enfoques
diferentes. Algunos tratan de apartarlos definitivamente de la intermediación política (estado-sociedad),
otros consideran como el único causante de los problemas al modelo neoliberal. Lo innegable es que el
problema existe y tiene un alcance macro.
Esta crisis de los partidos en nuestro país no es la primera y tampoco será la última que se viva.
El desarrollo dinámico de las sociedades traen consigo nuevas corrientes de pensamiento social que
finalmente se expresan en nuevos partidos políticos, tal como lo ocurrido a finales del mandato del
presidente Leguía 1929, con la desaparición definitiva del Partido Civil, de Manuel Pardo, el Partido
Demócrata, de Nicolás de Piérola, del Partido Constitucional, de Cáceres y otros, que fueron superados
por la incursión de nuevas corrientes de pensamiento social de esa época, expresadas en el aprismo, con
Víctor Raúl Haya de la Torre, el Socialismo con J. C. Mariátegui y después en el comunismo con sus
diferentes denominaciones, etc. cumpliéndose así, el proceso de superación dialéctica (ley de negación
dialéctica).
Tal pareciera que el destino de los llamados partidos tradicionales en nuestro país, es vivir la misma
suerte de los anteriores, concluir su ciclo de vida. Durante la década del ochenta, la organización y
funcionamiento del Estado y la denominada clase política fue el eje fundamental de la sociedad peruana.
A partir de los noventa tuvo un giro radical «convirtiéndose en el causante de todos los males del país,
según los neoliberales». Razón principal de la actitud de desaprobación y notorio rechazo de la sociedad
hacia todo lo que significa la alusión a la política y a los partidos políticos tradicionales principalmente,
situación que con mayor intensidad vivimos en estos tiempos, ¡Bastaron solo diez años!, a partir de 1990,
fue que surgen los «independientes» en nuestro país como líderes de la «Nueva Democracia» sin los
partidos tradicionales; significaba «el ansiado cambio» para la sociedad peruana y con el solo respaldo
de grupos de amigos o socios, orgullosos de no ser «políticos» y no haber pertenecido antes a partidos
políticos.
Los «independientes», se configuraban rápidamente como la nueva y buena alternativa de cambio político
para la sociedad dejando de lado a los partidos viejos. Para el colectivo social que rechazaba a la vieja
partidocracia, significaba una alternativa política de cambio y en ello pusieron su confianza, pero al mismo
tiempo se instauraba un grabe problema para la sociedad. Los «independientes» carecían de base
doctrinaria, filosófica y menos tenían una línea de acción clara y se caracterizaban por se electoreros,
estaban muy preparados para ganar elecciones con criticas duras hacia los partidos viejos, pero no para
gobernar (carecían de planes programáticos) y con ellos se da la improvisación política que generó graves
problemas posteriores, en suma carecen de una visión social objetiva que permita conducir a buen puerto
el porvenir de los pueblos. En la actualidad los partidos viejos sufren tres tipos de crisis internas
resaltantes:
Crisis orgánica, originada por los conflictos internos de sus dirigentes por el poder generando divisiones
profundas irreconciliables, la lucha generacional de sus jóvenes militantes por alcanzar las dirigencias y
la resistencia de los viejos por mantener el poder interno, Sus bases en su mayoría se encuentran
frustradas por diferentes motivos, el manejo orgánico de cúpulas de amigos o familiares, etc. Todo
provoca una crisis orgánica que afecta seriamente sus estructuras internas.
Crisis moral, sus dirigentes instauraron círculos amicales o de interés por lazos familiares en las cuales
rotan los cargos diligénciales y esto origina frustración en otros aspirantes que por lo general terminan
abandonado los partidos y forman los independientes, existe una pobreza moral muy profunda en los
grupos dirigenciales. Es claramente notorio que los intereses son más personales que los del partido y es
la razón de la lucha política, que desarrolla tremendamente el lobismo político de corrupción y las
negociaciones de cupos de candidatos en tiempos de elecciones, aprovechamiento de los cargos públicos
de pequeñas cúpulas preferenciales en periodos de gobierno. Todas estas acciones hacen que los
partidos se degeneren moralmente y caigan a extremos de asemejarse a organizaciones ilícitas.
Crisis ideológica, de repente la más latente en los partidos actuales que aglomeran militantes de escasa
preparación política ideológica y generalmente por un empleo; no cuentan con escuelas de formación
ideológica, sus bases doctrinarias no sufren reestructuraciones necesarias, perdieron su esencia y su
espíritu inicial, se muestran débiles y muy desacreditadas.
Armando Villanueva de Campo, líder histórico del APRA, reconoce que su partido está en crisis, dijo a
sus dirigentes que no hay que engañarnos y que necesitamos una urgente reestructuración orgánica y
principalmente ideológica, que es imperativo adaptar el partido a la realidad actual y no perder nuestro
espíritu revolucionario. Debe existir un sinceramiento ideológico, político y programático de los partidos,
una es su base doctrinaria y otra su acción política, no guardan coherencia. Al mismo tiempo deben
comprender que tienen una responsabilidad dentro de la sociedad y asumirlo con seriedad. No insistir con
pensamientos que son caducos para estos tiempos, como dijera el mismo Haya de la Torre, continuar no
es repetir, «CONTINUAR ES CREAR»

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