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Poder Judicial de la Nación

//rón, 09 de diciembre de 2009

AUTOS Y VISTOS:

Para resolver en la presente causa

nro. 5110, caratulada: “Investigación de los hechos referidos

por Miguel René Miguel Rojas, y otros en el Regimiento de

Infantería Mecanizada III de La Tablada”, del registro de la

Secretaría nro. 3 del Juzgado Federal en lo Criminal y

Correccional nro. 1 de Morón, y sobre la situación procesal de

Alfredo Manuel Arrillaga, titular del L.E 4.823.987, argentino,

nacido el 2 de junio de 1933 en San Nicolás de Los Arroyos,

casado, hijo de Alfredo Alejandro (f) y de Juana Secundina


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Saldías (f), Militar retirado del Ejército, siendo ex General

de Brigada, con domicilio en la calle Arcos 2145 de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires.

Y CONSIDERANDO:

I. Resolución de fecha 10 de noviembre

de 2009.

A. Cabe recordar en primer lugar, que,

tal como se dijo en la resolución dictada en las presentes

actuaciones con fecha 10 noviembre del año en curso, el día 23

de enero de 1989, un grupo de integrantes de una agrupación

política, conocida con el nombre de Movimiento Todos por la

Patria (MTP), atacó el cuartel del Regimiento de Infantería

Mecanizada III “General Belgrano”, de la localidad de La

Tablada, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires,

movidos por la finalidad de derrocar al Poder Ejecutivo

Nacional (ver sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones de

San Martín, en causa 231, fs. 6343).

1
Los hechos en cuestión, de público

conocimiento, se caracterizaron por un encarnizado combate

entre las fuerzas de seguridad y los miembros de la referida

agrupación política. Inicialmente, el oficial a cargo del

cuartel, procuró rechazar el ataque, y el entonces Presidente

de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín, en su rol de Comandante en

Jefe de las Fuerzas Armadas, ordenó comenzar una acción militar

para recuperar el cuartel y someter a los atacantes.

El comandante a cargo de la

recuperación del cuartel, general Arrillaga, intimó a los

incursores a rendirse, y así lo hicieron a las 9 hs., de la

mañana del 24 de enero de 1989.

En este aspecto, la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos, sostuvo que cuando los

incursores atacaron el cuartel de La Tablada, asumieron

claramente el riesgo de encontrar una respuesta militar del

Estado, convirtiéndose, por ende, en objetivos militares

legítimos (informe 55/97, caso 11.137, de la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), puntos 178 y 179).

Como producto del combate, murieron

varios miembros de dicha agrupación, así como integrantes del

personal policial y militar que actuaron en la defensa y

recuperación del cuartel. También fueron heridos otros tantos,

mientras que trece atacantes resultaron detenidos en el

interior del cuartel y fueron entregados al juez de la causa –

Roberto Felicetti, Isabel Margarita Fernández, Claudia Beatriz

Acosta, José Alejandro Moreyra, Sergio Manuel Paz, Miguel Ángel

Aguirre, Luis Darío Ramos, Sebastián Joaquín Ramos, Claudio

Néstor Rodríguez, Claudio Omar Veiga, Gustavo Alberto Messutti,

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Luis Alberto Díaz y Carlos Ernesto Motto-.

En virtud de estos hechos, se formó la

causa N° 1722 en la que se estableció la participación de todos

los nombrados, quienes luego fueron condenados por la Cámara

Federal de Apelaciones de San Martín.

Que en la referida causa N° 1722,

fueron detenidas también por haber tenido algún grado de

participación en los hechos, otras siete personas –Juan Manuel

Ernesto Burgos, Miguel Ángel Faldutti, Juan Carlos Abella,

Daniel Alberto Gabioud Almirón, Dora Ester Molina, Juan Antonio

Puigjané y Cintia Alejandro Castro Castro, quienes también


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resultaron condenados por la Cámara Federal de San Martín (ver

fallos de fs. 6112/6115).

Que, con fecha 22 de mayo del año

2.003, se firmó el Decreto nro. 1230/03, mediante el cual el

Poder Ejecutivo de la Nación indultó las penas privativas de la

libertad impuestas por la Cámara Federal de Apelaciones de San

Martín, provincia de Buenos Aires, respecto de Enrique Haroldo

Gorriaran Merlo, Roberto Felicetti, Claudia Beatriz Acosta,

Miguel Angel Aguirre, Luis Alfredo Díaz o Luis Alberto Díaz,

Isabel Margarita Fernández, Gustavo Alberto Mesutti, José

Moreyra, Carlos Ernesto Motto, Sergio Manuel Paz, Luis Darío

Ramos, Sebastián Joaquín Ramos, Claudio Néstor Rodríguez,

Claudio Omar Veiga, Juan Antonio Puigjane, Ana María Sívori y

Dora Ester Molina.

B. Que en la aludida resolución

también se dijo, que la CIDH, sostuvo que nueve atacantes que

sobrevivieron y fueron capturados por los militares que

recuperaron el cuartel, fueron ejecutados extrajudicialmente.

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Por otra parte, el organismo internacional concluyó que los

trece sobrevivientes del ataque, como otros siete cómplices

aprehendidos fuera del cuartel, resultaron torturados por

agentes del Estado.

Como consecuencia de los hechos

denunciados se formaron las causas nro. 1753, 1754, 1794 y

5110.

Que, entre las múltiples medidas

dispuestas a fin de lograr la dilucidación de los sucesos,

citadas en la resolución de marras, se destacó la requisitoria

del 14 de febrero de 2008, dirigida a la Presidenta de la

Nación, en la que se solicitó la autorización prevista en el

art. 16, segundo párrafo de la Ley de Inteligencia Nacional

(ley 25.520), a fin de que los organismos de inteligencia que

hubieran funcionado en la época de los hechos, remitieran a la

mayor brevedad posible, la totalidad de los expedientes,

documentos, grabaciones, información y cualquier otro dato, que

pudieran haber obtenido desde el 23 de enero de 1989, en

adelante, con relación a las violaciones a los Derechos Humanos

que constituyen el objeto procesal de las causas Nº 1753, 1754,

1794 y 5110.

Asimismo, se solicitó la

desclasificación de toda aquella información que posea alguna

de las clasificaciones de seguridad establecidas en el artículo

10º del decreto P.E.N. Nº 950/02 y el relevamiento de la

totalidad del personal actuante del deber de guardar secreto

(fs. 1369/1376).

A juicio del suscripto, la información

requerida podría proporcionar datos de relevancia para el

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universo de los sucesos indagados.

De igual modo, se puso de resalto que

el P.E.N. en con fecha 7 de octubre de 2008, dictó el decreto

1578/2008, que dispuso instruir a todos los organismos de

inteligencia nacional, para que remitan en forma inmediata a

este juzgado, la totalidad de expedientes, documentos, fotos,

grabaciones, información y cualquier otro dato, cualquiera sea

la clasificación asignada, conforme la reglamentación de la ley

de Inteligencia Nacional (ley 25.520), que pudieron haber

obtenido relacionado con los hechos de La Tablada (2422/2424).

Asimismo autorizó el acceso


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irrestricto a la información, al titular de este juzgado o

quien tuviese a su cargo la investigación.

También se señaló en la resolución,

que este juzgado federal, con fecha 23 de octubre de 2008,

libró nuevo oficio a la Presidenta de la Nación, con el objeto

que toda aquella información se encuentre a entera disposición

de quienes actuaren en las presentes actuaciones –Ministerio

Público Fiscal, defensores y querellantes-, fundado,

precisamente, en los preceptos constitucionales del debido

proceso legal y el derecho de defensa en juicio (fs.

2422/2424).

Que en el auto de mérito referenciado

se señaló que, luego de más de un año de espera, el Poder

Ejecutivo Nacional no había respondido la petición de este

órgano jurisdiccional.

Que sentado ello, el suscripto

expresó, que aun cuando la respuesta citada podía,

temporalmente, privar a la pesquisa de eventuales datos útiles

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sobre la totalidad de los hechos investigados, no debía impedir

el avance del proceso sobre aquellos sucesos que contaban con

un mayor marco probatorio, en pos de cumplir la demanda del

organismo internacional, de completar la pesquisa de los hechos

acaecidos (Informe 55/95, caso 11.137, de la CIDH, pto 438

A.i).

En el derrotero de individualizar esos

eventos, efectuó una mención preliminar tendiente a disipar

cualquier duda que pudiera originarse, en las consecuencias de

las conclusiones del Informe 55/97 y los procesos en trámite

ante este juzgado.

En ese sentido, se apuntó que se

encontraba fuera de discusión que los hechos delictivos que

fueron objeto de análisis y tratamiento por parte del organismo

internacional en el citado informe, eran parte del objeto

procesal de la presente causa y de las causas 1794, 1753, 1754,

y 5110.

No obstante, algunas de las respetadas

y razonadas conclusiones a las que arribó la CIDH, en el marco

de su competencia, se habían sustentado no sólo en las

evidencias que le fueron arrimadas, sino también, en la omisión

del Estado argentino de responder las denuncias de los

peticionarios, o bien en la de no aportar documentación, en la

oportunidad procesal oportuna (por ejemplo, puntos 228, 229,

230, 231, 232, 307, 308, 388 del Informe). En la resolución se

destacó que, precisamente al momento de establecer

responsabilidades individuales en esta sede, no habría de

recurrirse a la argumentación mencionada en aras de resguardar

el principio de culpabilidad (art. 8. 2. de la Convención

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Americana sobre Derechos Humanos).

Sentado ello, el suscripto expresó que

en orden a la determinación de los hechos sobre los que debía

avanzarse, cabía ponderar que la CIDH dio por probado que Iván

Ruiz y José Alejandro Díaz, fueron capturados con vida y

posteriormente ejecutados, luego de encontrarse bajo custodia y

el control exclusivo de los agentes militares que recuperaron

el cuartel del Regimiento de Infantería III, General Belgrano

de la Tablada.

Para arribar a esta conclusión, la

comisión se basó en el testimonio coincidente de atacantes y


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militares, en punto a que Ruiz y Díaz fueron capturados con

vida por los agentes del Estado que recuperaron el cuartel.

También, recurrió a la cinta de video y a los informes de

distintos medios de prensa, que daban cuenta de la magnitud y

amplia superioridad numérica de las fuerzas de seguridad

encargadas de retomar el cuartel (Informe 55/97, caso 11.137,

punto 204).

Por su parte, el Estado argentino, al

requerir la reconsideración ante el organismo internacional,

recurrió a las declaraciones de los soldados y oficiales de la

causa “Abella”, para señalar que el sargento Esquivel, último

militar que estuvo a cargo de ellos, falleció de un disparo en

la cabeza. A su vez, efectuó una reconstrucción de los hechos,

que lo llevó a concluir que Ruiz y Díaz dejaron de estar bajo

la custodia y control de agentes del Estado, a partir de la

muerte de Esquivel. Al respecto, infirió de las circunstancias

que rodearon la muerte del sargento, que éste habría sido

ultimado por los atacantes; y que éstos pudieron haberse

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evadido ante la imposibilidad de confeccionar un cerco completo

en torno al perímetro del predio de 4.300 metros (Informe

55/97, caso 11.137, de la CIDH, punto 33).

No obstante rechazar la

reconsideración, desde una perspectiva formal, la Comisión

Interamericana trató los argumentos invocados, y resaltó que

era la primera vez que el Estado Argentino se refería a estos

casos, siendo que las observaciones respectivas fueron

extraídas de documentos que estuvieron a su disposición durante

todo el trámite ante la Comisión.

También, enfatizó que no lograba

comprender “cómo el Estado Argentino a partir de la muerte de

Esquivel logró inferir los siguientes hechos: que Esquivel fue

muerto por los atacantes; que Ruiz y Díaz no estaban

malheridos; que éstos entraron en contacto con los atacantes,

con lo que automáticamente dejaron de estar desarmados; y sobre

todo, que hayan dejado de estar en poder de agentes del estado.

Efectivamente, las ‘sospechas fundadas’ del Estado se basan en

una interpretación distinta de los testimonios, no en datos

irrefutables” (punto 340 del Informe).

Que, por otra parte, también se

destacó en dicho decisorio, el informe pericial del Cuerpo

Médico Forense de la Justicia Nacional (fs. 1122/1133) del

Anexo caratulado: “Actuaciones relacionadas con la

identificación autopsia y entrega de cadáveres”, destinado a la

identificación de personas presuntamente desaparecidas, de

fecha 27 diciembre de 2000, donde se logró establecer a través

de estudios comparativos de ADN, la presencia de restos óseos

que debían asignarse a quien en vida fuera Iván Ruiz.

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De igual modo se señaló, que los

restos de esta persona, ingresaron en la Morgue Judicial del

Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional, el día 24 de

enero de 1989, siendo las 23 hs., totalmente carbonizados (ver

protocolo de autopsia de cadáver 226).

A su vez, se hizo mención al resultado

del estudio genético efectuado con la misma técnica, por el

citado Cuerpo Pericial, de fecha 29 de mayo del presente año,

que concluyó en la probabilidad de que exista vinculación

biológica entre la persona de la que provienen muestras

actualmente en estudio y quien sería la progenitora de José


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Alejandro Díaz (ver. fs. 1939/1955 del Anexo de identificación,

autopsia y entrega de cadáveres”).

Se señaló, asimismo, que el resultado

de los informes mencionados, daban plena razón a las

conclusiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

en punto a que los antes nombrados habrían perecido en el

lugar, en manos de agentes del Estado y, a su vez, puso en

evidencia la fragilidad de los argumentos del Estado argentino.

Estos hechos, se destacó en la resolución, eran los que

correspondían ser abordados en primer lugar.

Que en el punto 8 del auto

interlocutorio, se efectuó un análisis de la prescripción de

esos dos hechos ilícitos, como de los demás sucesos delictivos

aludidos por la CIDH en su informe 55/97.

El organismo internacional concluyó,

luego de la evaluación de los hechos y en base a las acciones

emprendidas por los atacantes –actos hostiles concertados, de

los cuales participaron directamente fuerzas armadas del

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gobierno- y a la naturaleza y grado de violencia de los hechos

en cuestión, a pesar de su corta duración; que se trató de un

“conflicto interno”, que activó la aplicación de las

disposiciones del artículo 3 común a los cuatro convenios de

Ginebra y al protocolo adicional a los convenios de ginebra

(ver puntos 154/156).

Asimismo, y en función de dicha

normativa, la Comisión concluyó que las personas que se

rindieron y fueron capturadas o heridas, y cayeron

efectivamente en poder de los agentes del Estado argentino,

desde un punto de vista legal, ya no podían ser atacadas o

sometidas a otros actos de violencia. ’Por el contrario eran

absolutamente acreedoras a las garantías irrevocables de trato

humano estipuladas en el artículo 3 común de los Convenios de

Ginebra y el artículo 5 de de la Convención Americana. El mal

trato intencional, y mucho más la ejecución sumaria de estas

personas heridas o capturadas, constituiría una violación,

particularmente grave de esos instrumentos’ (la Comisión citó

al respecto, el estatuto del Tribunal Internacional para el

juzgamiento de personas responsables de violaciones graves del

Derecho Humanitario Internacional cometidas en el territorio de

la antigua Yugoslavia).

En el punto 8 B) y C) se analizó si

las graves violaciones al derecho internacional, podían ser, a

la vez, caracterizadas como un crimen de lesa humanidad y, por

tanto, imprescriptibles. Allí se dijo lo siguiente: ‘La Corte

Suprema de Justicia de la Nación, siguiendo el dictamen del

Procurador General de la Nación, menciona la definición de

Alicia Gil Gil, acerca de los crímenes contra la humanidad,

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sosteniendo que son ... atentados contra los bienes jurídicos

individuales fundamentales cometidos como parte de un ataque

generalizado o sistemático realizado con la participación o

tolerancia del poder político de iure o de facto’.

El Alto Tribunal agregó que ‘los

crímenes de lesa humanidad, al igual que los delitos contra las

personas, implican ambos la lesión de derechos fundamentales de

los seres humanos. La distinción tiene su punto de partida en

que los crímenes de lesa humanidad no lesionan sólo a la

víctima que ve cercenados por el delito sus derechos básicos,

sino que también implican una lesión a toda la humanidad como


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conjunto’.

En dicho precedente se sostuvo que los

elementos particulares de la descripción de crímenes contra la

humanidad comprenden lo siguiente: a) Actos atroces enumerados

en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, esto

es, asesinato, tortura, etc.. b) Ataque sistemático o

generalizado. c) El ataque debe estar dirigido a una población

civil. d) El ataque debe ser realizado de conformidad con una

política de un Estado o de una organización, o para promover

esa política (Fallos 330:3074).

Por su parte, el Estatuto de Roma de

la Corte Penal Internacional, en su art. 7.1 establece, bajo el

título ‘Crímenes de lesa humanidad’, lo siguiente: ‘A los

efectos del presente estatuto, se entenderá por ‘crimen de lesa

humanidad’ cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa

como parte de una ataque generalizado o sistemático contra una

población civil y con conocimiento de dicho ataque: a)

Asesinato f) tortura’.

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A su vez, en el art. 7.2 el estatuto

dispone que a los efectos del artículo anterior ‘a) Por ‘ataque

contra una población civil’ se entenderá una línea de conducta

que implique la comisión múltiple de actos mencionados en el

párrafo 1 contra una población civil, de conformidad con la

política de un Estado o de una organización de cometer ese

ataque o para promover esa política’.

Kai Ambos, por su lado, señala que ‘el

fundamento del requisito de que el objeto del ataque deba ser

una población es el mismo que el usado para un ataque

generalizado o sistemático, es decir, excluir los actos de

violencia aislados o fortuitos’. El vocablo ‘población denota

simplemente una multiplicidad de víctimas. Como esto ya está

implícito en el término ‘ataque’, no agrega ningún elemento

distinto a los requisitos de los crímenes contra la humanidad’

(La Corte Penal Internacional, Ed. Rubinzal-Culzoni, 2007, p.

242/3).

El citado autor advierte que los

distintos antecedentes normativos y la jurisprudencia penal

internacional son contestes en señalar que el vocablo ‘civil’

en referencia a la población a la que se dirige el ataque, debe

ser tomado en sentido amplio, abarcando tanto a los individuos

que no toman parte del conflicto armado como a aquellos que

habiendo tomado parte ya no lo hacen –sea por deposición de las

armas o por haber sido heridos- (ob. cit., p. 243/7).

En los casos ‘Blaskic’ del Tribunal

Internacional para la ex Yugoslavia, y ‘Akayesu’ del Tribunal

Internacional para Ruanda, los tribunales propusieron una

definición de las ‘personas civiles similar a la contenida en

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el art. 3° común a los Convenios de Ginebra, según la cual

quedan comprendidos quienes no estén tomando parte activa en

las hostilidades, incluyendo los miembros de las fuerzas

armadas que hayan depuesto las armas y aquellas personas

puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención o

cualquier otra causa’ (ob. cit., p. 247; y Pablo Parenti,

Crímenes contra la humanidad. Origen y evolución de la figura,

y análisis de sus elementos centrales en el Estatuto de Roma,

en ‘Los crímenes contra la humanidad y el genocidio en el

derecho internacional’, del citado autor, Leonardo Filippini y

Hernán Folgueiro, Ed. Ad-Hoc, 2007, p. 55)”.


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A su vez, en el punto 8). C), se

sostuvo lo que sigue a continuación: ‘Hechas estas

aclaraciones, cabe decir en lo que respecta a los sucesos bajo

estudio, en primer lugar, que lo que se investiga son casos de

ejecuciones sumarias y torturas, que se corresponden con la

gravedad de los hechos reclamados en el citado precedente

‘Derecho’, del Alto Tribunal’.

En segundo lugar, y conforme a las

conclusiones vertidas por la CIDH, todas las víctimas fueron

capturadas y quedaron en manos de las autoridades militares que

llevaron a cabo la recuperación del cuartel. De este modo, los

atacantes, por estricta aplicación de la doctrina y

jurisprudencia antes aludida, recuperaron el estatus de

‘civiles’ en el sentido establecido en el artículo 7.1 del

Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

Finalmente, también se encuentra

presente el requisito del ataque sistemático que terminó

siendo, por vía de los hechos, la expresión política del Estado

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argentino en el tratamiento de los sobrevivientes del combate y

demás cómplices apresados fuera del cuartel.

A los fines de desgranar adecuadamente

este aserto, resulta conveniente iniciar el análisis recordando

que la CIDH estableció que todos los sobrevivientes y demás

cómplices padecieron la violencia del Estado, en patente

contradicción con los compromisos internacionales asumidos por

nuestro país.

En contraste, debe recordarse que el

entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Raúl

Alfonsín, comprometió su esfuerzo, como es de conocimiento

público, en la defensa de los derechos humanos. Su valiente

decisión, apenas asumida la presidencia de la Nación, de

propiciar el juzgamiento de los miembros de las Juntas

Militares por gravísimas violaciones a los derechos humanos, ha

constituido un legado en la consolidación de la democracia y el

Estado de Derecho en la República Argentina, tal como también

lo han demostrado los sucesos públicos a raíz de su

fallecimiento.

Esta conducta también se vio

reflejada, de algún modo, en las presentes actuaciones. En

efecto, la grabación de la conversación mantenida entre los

generales Gassino y Arrillaga (cuya transcripción obra a fs.

190/191), revelan, a juicio del suscripto y en forma elocuente,

el interés por preservar la integridad física de los

sobrevivientes apresados luego de la rendición. Así se observa

cuando, revelando cierta desconfianza en el tratamiento que

podían brindarles, expresa Gassino ‘te pido por favor porque es

muy importante para el presidente. Manteneme esos catorce, no

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los entregues a nadie. Yo ya me pongo en contacto con él. ¿Es

eso correcto?...’ y reitera, ‘Te pido por favor que esos

catorce no los entregues a nadie hasta que no lo ordene el

Juez. Esto es muy importante y lo ha pedido el presidente de la

Nación...’.

También, cuando el General Francisco

Eduardo Gassino, en la declaración obrante a fs. 192/193,

señala que ‘...el Sr. Presidente había puesto particular

énfasis en poder someter a la justicia a quienes habían

intentado tan criminal ataque. Que ese fue el motivo por el que

el dicente le recalcó al General Arrillaga, en la conversación


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mantenida, la necesidad de que los detenidos sean entregados de

inmediato al Juez, que habría de intervenir en la causa y no a

ningún otro funcionario, cualquiera fuera su jerarquía que se

arrogue atribuciones al respecto’.

La preocupación del entonces

Presidente, resultaba fundada, puesto que varios atacantes

habrían sido ejecutados y los demás sobrevivientes torturados.

Es más, para cuando el general Gassino le anunciaba al general

Arrillaga la presencia del Presidente en el escenario de los

hechos el 24 de enero de 1989, Iván Ruiz y José A. Díaz, según

se desprende de lo afirmado por la CIDH y de acuerdo con las

evidencias hasta aquí colectadas, ya habían sido ejecutados

sumariamente (fueron apresados el 23 del mismo mes y año, y sus

restos, tal como se dirá mas adelante fueron entregados en la

morgue el 24 de enero de 1989), a espaldas del entonces

Presidente de la Nación y del juez de la causa.

Es cierto que en la Argentina regían a

la época de los hechos las instituciones democráticas, cabe

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preguntarse, entonces, cómo es posible que, dentro de un marco

democrático, en el que, incluso, fueron condenados los miembros

de las Juntas Militares, y con un líder, incluso de las fuerzas

armadas, conocido defensor de los derechos humanos, hayan

sucedido en el cuartel de Tablada, las graves violaciones a los

derechos humanos descriptas.

Pues bien; ello evidentemente sucedió

porque un número indeterminado de agentes del Estado planificó

que los atacantes apresados durante y con posterioridad a la

recuperación del cuartel, fueran, en algunos casos, ejecutados,

y todos ellos torturados con la aparente finalidad de obtener

información; aprovechando, por cierto, el señorío en el

escenario de los hechos, la estructura, la organización y los

recursos, tendientes a ejecutar las violaciones a los derechos

humanos y lograr, además, obstaculizar la investigación de esos

hechos.

Ya se dijo que el ataque al cuartel

colocó a los incursores como un objetivo militar legítimo, a

punto tal que el propio Presidente ordenó la recuperación del

regimiento y el sometimiento de los atacantes.

El enorme poder concedido a la

autoridad específica para hacer uso de la fuerza, fue

utilizado, por un lado, en el logro conseguido de recuperar el

cuartel. En este sentido, las imágenes televisivas son

reveladoras de los vastos recursos humanos y materiales usados

a tal fin.

Sin embargo, el dominio del escenario

de los hechos también habría sido aprovechado para incumplir

con los compromisos internacionales asumidos por el país,

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mediante la grave violación de los derechos humanos.

Sólo desde una planificación metódica,

amparada en el señorío del lugar territorial de los sucesos,

puede comprenderse, a juicio del suscripto, la realización de

las ejecuciones sumarias y las torturas, como el

entorpecimiento en la investigación.

El hecho de que algunos de los sucesos

delictivos hubieran ocurrido fuera del cuartel, no enerva el

aserto, por cuanto los agentes del estado que planificaron y

ejecutaron los hechos, habrían continuado haciendo uso del

poder que la estructura les daba, como del éxito conseguido en


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la recuperación del cuartel, para mantener el citado contacto

con los detenidos.

Resulta incuestionable, tal como lo

explica la Corte en el precedente ‘Derecho’, que ‘el Estado

Argentino no persigue, desde la instalación de la democracia en

1983, ni directamente ni por medio de una tolerancia admisiva,

ningún plan específico fundado en las razones espurias que dan

lugar a los crímenes de lesa humanidad’.

Pero en los hechos acaecidos a partir

del ataque al RIM III el 23 de enero de 1989, la realidad fue

otra. El Presidente de la Nación, ante un ataque a la

democracia tendiente a derrocarlo, y en cumplimiento de sus

legítimas atribuciones, activó el más vigoroso brazo armado del

país en defensa de la Nación, y varios de los agentes

convocados, además de cumplir exitosamente la misión

encomendada, aprovecharon el extraordinario poder otorgado, el

dominio del escenario de los hechos, la estructura y los

recursos estatales, para sobrepasar, sigilosamente, el poder

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presidencial, y así planificar y ejecutar graves violaciones al

derecho humanitario internacional, que incluyó dificultar las

investigaciones; todo lo cual, además, constituye un crimen de

lesa humanidad.

Los hechos descriptos, en definitiva,

constituyeron un ataque sistemático contra una población civil,

pues, conforme lo indicado por la CIDH, alcanzó a 29 personas y

contó con el poder de llevar adelante, en representación del

Estado argentino, y contrariando las directivas del Comandante

en Jefe de las Fuerzas Armadas, la planificación y ejecución de

las graves violaciones a los derechos humanos, así como de

arbitrar los medios tendientes a lograr la impunidad.

En función de todo lo expuesto, cabe

concluir que las ejecuciones de las que habrían sido víctimas

Ruiz y Díaz, respecto de las cuales se procura avanzar a través

de la presente resolución, constituyen delitos de lesa

humanidad y, por tanto, imprescriptibles”.

II) Formación del sumario y

principales diligencias realizadas.

Sentado cuanto precede, cabe recordar

que conforme da cuenta el informe glosado a fs. 40, los

presentes actuados se iniciaron el día 24 de febrero de 1989, a

raíz de los dichos vertidos por René Miguel Rojas en los autos

1722, caratulados “Investigación de los sucesos acaecidos el 23

y 24 de enero de 1989 en el Regimiento de infantería Mecanizada

Nro. 3, “Gral. Belgrano” de La Tablada”, que en copia obran a

fs. 1/4.

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El entonces conscripto desertor René

Miguel Rojas, prestó declaración el día 14 de febrero de 1989,

ocasión en la que dijo que estaba en los calabozos cuando

escuchó disparos, por lo que llamó a Salas y Miranda. Expresó

en su relato que un atacante le dijo al soldado Aibar que

entrara con ellos a los calabozos, en tanto que otro trasladó

al soldado Gentile, mientras que otro, al que describió como

una persona gorda, y de barba pareja, hablaba por radio con una

mujer que aparentaba ser la esposa, a la que le decía que

estaba en el casino de suboficiales con veinte hombres y el

gordo, contestándole que tenía quince y una baja.


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Agregó que cada vez que se asomaban

con una camisa a modo de bandera blanca, recibían más disparos,

y aunque los atacantes disparaban permanentemente hacia afuera,

estaban muy tranquilos, y se movían constantemente. Dijo que

con ellos estuvo siempre un grupo de nueve atacantes, ocho

hombres y una mujer, creyendo que éstos habían calculado que en

el cuartel habría cuarenta personas; pero, sin embargo, había

aproximadamente cien.

Rojas señaló que, al intensificarse el

tiroteo y escuchar bombazos, se trasladaron hacia el calabozo

del fondo, donde rompieron un barrote y empezaron a saltar

hacia afuera Aibar, Rojas, Miranda, Salas, Gentile, y Valenti,

y que atrás comenzaron a saltar los atacantes, pero fueron

detenidos, en tanto que el último que saltó fue uno de chivita,

que falleció; siendo en ese momento que recibieron disparos de

todos lados, haciendo señas para que no dispararan, pero les

disparaban igual.

Dijo que entonces corrieron hacia

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Camino de Cintura, donde un tanque los llevó al Puesto Uno,

donde fueron asistidos, reconociendo por fotos a Burgos, que

estaba con ellos, y que la idea de los atacantes era tomar el

regimiento en diez minutos, y salir con los tanques hacia Casa

de Gobierno, destruirla y tomar el mando.

Que, a fs. 5/10, obra la copia de la

declaración testimonial del entonces conscripto desertor

Miranda, del 14 de febrero de 1989, quien dijo que estaba

durmiendo en los calabozos cuando escuchó los tiros, aunque

siguió durmiendo creyendo que era un simulacro, para luego ser

despertado por Rojas, quien le dijo que estaban tomando la

guardia.

Señaló que, en ese momento, vio a uno

con un fusil, que el soldado Gentile le dijo que se lo había

sacado a él, yéndose los seis para los calabozos del fondo -

desertores Rojas, Miranda y Salas, y los soldados Aibar,

Gentile y Valenti-, reconociendo por fotos a Burgos.

Dijo que Gentile, colgado de los

barrotes, gritaba que no tiren, que eran soldados, ayudándolos

a salir el teniente Nazoni, apareciendo de atrás dos atacantes,

por lo que le avisaron al teniente, quien los llevó a punta de

fusil a la enfermería, ya que uno sangraba mucho de la cabeza.

Miranda expresó que un cabo los cubría

mientras corrían, porque recibían disparos de todos lados,

aunque fue herido por un rebote en los árboles. Lo mismo le

ocurrió a un periodista que se había acercado al alambre a

sacarles fotos, reconociendo por fotografías al gordo que hacía

de jefe, y al que tenía la cabeza herida.

A fs. 11/17, obra la copia de la

20
Poder Judicial de la Nación

declaración testimonial del conscripto desertor Daniel Oscar

Darío Salas, quien dijo que pernoctaba en los calabozos cuando

lo despertó Rojas diciendo que había escuchado disparos, y que

estaban atacando el regimiento. Así fue como se quedó tirado

en el piso con éste y con Miranda, logrando salir luego por el

fondo, junto a Gentile, Rojas, Aibar, Miranda, y Valenti.

Expresó que empezaron a correr,

observando luego atrás a dos atacantes, de lo que se dio aviso

al teniente, quien los ayudó a salir. Ellos continuaron hacia

Camino de Cintura, en tanto que a los atacantes los trasladaron

a la enfermería. Creyó reconocer las fotos de José Alejandro


USO OFICIAL

Díaz como el atacante que tenía el parche en la cabeza y

sangraba, y reconoció por fotografías al incursor que hacía de

jefe e intentaba constantemente comunicarse por radio con su

mujer, siendo que al ver nuevas fotos dijo que se equivocó con

Díaz, que el de la cabeza herida era el de fotografías “E” y

“F”.

Que, a fs. 18/20, obra la copia de la

declaración testimonial ampliatoria de René Miguel Rojas,

ocasión en la que realizó un croquis, y reconoció a Farfán como

el gordo, el jefe, refiriendo que estaba muy herido, y que la

última vez que lo vio estaba atrapado por el fuego, a la mitad

de la guardia.

Reconoció por fotografías al atacante

del parche en la cabeza, el que le pidió a Gentile que lo

hiciera pasar por pariente, agregando que los que saltaron

atrás de ellos por la ventana fueron dos, el del parche y uno

de chivita, pero apareció un tercero que dijo haber saltado

desde arriba, el cual era rubio. Que éste y el del parche,

21
fueron llevados por un comando de boina negra hacia el lado de

atrás del regimiento.

Que el de chivita quiso salir

corriendo, y cayó muerto por disparos que desconocía de dónde

provinieron. A los soldados y desertores los llevó otro

comando.

Que, a fs. 21/25, obra la copia de la

declaración testimonial del soldado Marcelo Fabián Aibar, quien

dijo que el día 23, al momento del ataque, estaba en el baño de

la guardia, cumpliendo tareas de fajina, y que sus armas habían

quedado en la entrada de la guardia de prevención.

Que, como no pudo llegar a su arma,

porque ahí ya estaban los atacantes, se escondió en el baño con

el soldado Valenti, en momentos en que los hicieron salir,

siendo más de diez personas, escuchando apodos de “Maradona”,

“Iván”, y “Jefe”.

Que lo mandaron con Valenti y los

desertores a un calabozo, reconociendo por fotos a Roberto

Sánchez, alias “el Jefe”, que estaba herido en la nalga y

hombro izquierdo, y llevaba radio, y a Iván Ruiz, que tenía

acento centroamericano, y pantalón marrón cortado a las

rodillas para hacer vendas a los otros. Que, cuando abrieron

una reja de una ventana, y salieron, éste saltó desde el techo,

mientras a él, y los demás soldados, un teniente los llevó

hacia Camino de Cintura.

También reconoció por fotos a José

Alejandro Díaz y a Carlos Alberto Burgos. Dijo que Cuando

salieron por la ventana se estaba incendiando el edificio, les

dispararon todo el camino hasta que los levantó un tanque, y

22
Poder Judicial de la Nación

los llevó a la cantina, siendo allí atendidos hasta el otro

día. Agregó que unos tres atacantes tienen que haber quedado

en el incendio, porque no podían moverse.

Que, a fs. 26/30, obra la copia de la

declaración testimonial del soldado Alejandro Mario Gentile.

Dijo que el día 23 estaba de guardia en la guardia central,

junto con el cabo Sosa, cuando vio detenerse en la avenida

Crovara un vehículo Ford Falcon con baliza en el techo En ese

momento, un camión de la empresa Coca Cola entró rompiendo la

barrera del Puesto Uno, y seis o siete autos más atrás,

escuchándose disparos, por lo que se tiró al piso a disparar,


USO OFICIAL

pero apareció un gordo grandote desde atrás, al cual luego

reconoció por fotografías como Roberto Sánchez, quien le apuntó

con una escopeta y lo desarmó, observando como por atrás muchos

otros se metían al cuartel.

Dijo que otro le apuntó con un

revólver y lo llevó a un pozo al lado de la barrera, donde se

quedó hasta las 9 hs. Que desde allí lo trasladaron a los

calabozos, donde encontró a los soldados Valenti y Aibar, y

tres desertores. Luego rompieron la reja de una ventana,

apareciendo el teniente Nazelli o Nazoni, que los llevó al

alambrado de Camino de Cintura.

Que desde atrás salieron dos sujetos,

creyendo que uno era “Maradona”, que tenía la cabeza vendada y

sangraba mucho, el cual le pidió que dijera que era pariente

suyo para salvarse, en tanto que el otro tenía una chivita

puntiaguda, que le pidió que le diga a su madre que murió

combatiendo, refiriéndole que vivía en la calle España, cerca

de la capilla, en Quilmes.

23
Luego lo subieron a un vehículo de

combate, y lo llevaron al Puesto Uno, desde ahí al campo, cerca

del Departamento de Automotores. Refirió que pudo escuchar los

alias “Maradona”, “Tierno”, y “Gordo”, que parecía ser el jefe,

pues se comunicaba por radio con otros puestos.

Reconoció por fotografías a Carlos

Alberto Burgos, que estaba dentro de la guardia cuando él

entró, y tenía unos lentes colgados del cuello, a Félix

Reinaldo Díaz, que estaba solo dentro de la guardia, y lo vio

en televisión con el cuerpo quemado, a Motto, Iván Ruiz

Sánchez, y a Rubén Alberto Álvarez, el cual dijo que usaba

lentes.

Que, a fs. 31/4, obra la declaración

del soldado Daniel Humberto Valenti, quien dijo que el día 23

vigilaba a los tres desertores que estaban en los calabozos,

cuando escuchó una ráfaga de disparos, y enseguida entraron los

incursores, haciéndolos deponer las armas. Que también los

soldados Aibar, y Gentile estaban de guardia.

Explicó que fueron pasando de

calabozos, y a las 17 hs., aproximadamente, empezó a

incendiarse el edificio y caerse mampostería. Como gritaban

por una ventanita, los escuchó un teniente, que los ayudó a

salir por la reja que estaba rota, creyendo que era Nazorelli o

Nazoni.

Que salieron los seis, y atrás dos de

los atacantes, uno tenía un vendaje en la cabeza, que sangraba

por el oído, creyendo que le decían “Maradona”, reconociéndolo

por fotos como José Alejandro Díaz, agregando que corrieron

entre los tiros hacia el alambrado de Camino de Cintura, desde

24
Poder Judicial de la Nación

donde los llevaron al Puesto Spinazzi.

También reconoció por fotos a Iván

Ruiz, como uno de los que salió atrás de ellos, y al “Gordo”,

que era Roberto Sánchez, el cual sería, dijo, uno de los jefes,

agregando que Jorge Baños estuvo también entre los incursores.

Que, a fs. 35/9, obra la declaración

del cabo Alberto Rubén Sosa, quien dijo que el día 23 estaba de

guardia en la guardia de prevención, cuando observó un vehículo

marca Ford Falcon, oscuro, con una baliza en el techo, frente

al portón de entrada, y que atrás había una caravana de autos,

viendo como un camión atropelló el portón, entrando a los


USO OFICIAL

tiros, disparándoles con una ametralladora; ante lo cual se

cubrió.

Luego escuchó al soldado Taddía tratar

de ingresar a la guardia y decir que se rendía, pudiendo ver

que le disparaban desde un cantero. Reconoció por fotografías a

Felicetti, a quien le disparó hasta que se le trabó el arma,

replegándose, y encontrándose con el sargento primero Escalante

y dos soldados, uno de ellos de apellido Pérez.

Refirió que se siguieron replegando

hacia Camino de Cintura, hasta que salieron y subieron a una

camioneta que los llevó hasta el puesto caminero de la rotonda

de San Justo. No logró comunicarse con el EMGE, por lo que

fueron a la Brigada de Morón, donde sí lograron hacerlo.

Agregó que luego volvieron a ingresar

con policías a la guardia, y al enterarse que había atacantes y

personal propio en los calabozos, salieron nuevamente. Explicó

en su relato que comenzaron allí las tareas de ablandamiento de

los tanques, y que luego se subió con otros efectivos a unos

25
techos de viviendas frente al cuartel para batir blancos desde

allí, pudiendo ver salir por una ventana a los tres desertores,

y dos soldados, y atrás a dos o tres atacantes, que fueron

tomados por personal militar.

Agregó que unos diez minutos después

salió por el mismo lugar un subversivo rubio, de pelo largo,

con chivita, con un brazo destrozado y todo el cuerpo quemado,

muriendo a cinco metros del lugar, a quien creyó reconocerlo en

la fotografía número 18 de muertos.

Que, a fs. 40, se ordenó formar causa

paralela para investigar lo sucedido con los dos atacantes NN

masculinos que estaban en la guardia de prevención, según

testimonios de René Miguel Rojas, Oscar Miranda, Daniel Oscar

Darío Salas, Marcelo Fabián Aibar, Alejandro Mario Gentile,

Daniel Humberto Valenti y Alberto Rubén Sosa.

El 24 de febrero de 1989, el general

de brigada Alfredo Manuel Arrillaga –inspector general del

Ejército Argentino-, informó que en el diario La República de

Montevideo, R.O.U., del 15/2/89, se expresaron acusaciones con

el proceder de sus tropas en la recuperación de La Tablada,

haciéndose un estudio comparativo de las fotos de las revistas

“Gente”, “Somos”, y filmaciones de los canales de televisión 2,

11 y 13, donde parecería que se detiene a dos atacantes,

ratificando que los detenidos fueron trece, y que el comandante

era el único responsable de lo que hacían o dejaban de hacer

sus tropas. Allí se dijo que en La Tablada ordenó expresamente

que no se tocaran los cadáveres de los atacantes hasta ser

examinados por el juez.

Que, a fs. 43, el Sr. Fiscal aportó 29

26
Poder Judicial de la Nación

fotografías de las Editoriales “Perfil” y “Atlántida”, cuyas

copias fueron incorporadas a fs. 1000/1028.

Que, a fs. 46/8 luce la declaración

testimonial del cabo primero del ejército Hugo Daniel Stegmann.

Dijo que trabajaba en la Escuela de Caballería del Ejército

Argentino. Que el día 23, aproximadamente a las 12:30 hs.,

arribó al regimiento, haciéndoselo integrar a un grupo

“mortero” al mando del teniente Naselli, siendo su rol el de

apuntador de la pieza de morteros.

Dijo que, al entrar, recibieron un

proyectil antitanque desde la Compañía “B” que inutilizó un


USO OFICIAL

VCTP. Que el equipo de sección atacó a la guardia de

prevención, y los apoyarían en el ataque al casino de

suboficiales, ubicándose a veinte metros del alambre de Camino

de Cintura, cerca de la pista de combate.

Refirió que se incendió la guardia de

prevención, por lo que se les dificultó la vista del blanco -

casino de suboficiales-, haciéndose un alto el fuego,

ordenándole Naselli que fuese hacia el casino para ver si

estaban haciendo blanco.

Que en un momento vio que un soldado

sacó un trapo o camisa por una ventana de la guardia pidiendo

auxilio, comunicándoselo a Naselli, quien, pese a no ser la

misión, fue al rescate. Que al salir personal de la guardia,

recibieron disparos de todos lados, por lo que se les complicó

la situación, aunque lograron rescatar a algunos junto a

Naselli.

Explicó que el desconcierto se debía a

que algunos estaban de civil, con barba y pelo largo, otros con

27
uniformes, y se acusaban recíprocamente de ser atacantes.

Naselli decidió separar a los más heridos, y le ordenaba

llevarlos al puesto de comando del equipo de sección.

Que fueron seis o siete los que

salieron, y también dos heridos, que él llevó para que reciban

asistencia médica inmediata; entregándoselos al jefe del equipo

de combate de sección, mayor Varando, quien le ordenó volver

con Naselli para que le lleve el resto de los rescatados, lo

cual se cumplió.

Stegmann, recordó que uno tenía el

torso desnudo y un parche en la cabeza, en tanto el otro tenía

la ropa chamuscada por el fuego. Reconoció a Naselli y a él en

varias de las veintinueve fotografías aportadas por la

Fiscalía, las n° 23, 24, 25, 26, 27 y 28, que reproducían el

momento en que él llevaba a los dos soldados heridos.

Dijo que, aunque creía que eran

soldados, en todo momento obró con precaución por la confusión

de los hechos. Los videos de Canal 2 y 11 también reproducían

todo ese momento, y que el hecho de que aparecieran con las

manos en alto o arrodillados debió ser para no recibir

disparos.

A fs. 49/50, obra el testimonio del

teniente Carlos Alberto Naselli, quien dijo que revestía en la

Escuela de Caballería del Ejército Argentino, sita en Ruta 8,

habiéndosele ordenado ir al frente del pelotón de morteros al

regimiento. Fue en un VCTP con el suboficial Stegmann y otro

suboficial, todos a las órdenes del Mayor Varando, jefe del

equipo de sección.

Dijo que desmontaron con el grupo

28
Poder Judicial de la Nación

mortero cerca de una grada, en la cancha de polo, para apoyar

con fuego el ataque adonde había enemigos, especialmente el

casino de suboficiales, y que un proyectil antitanque dio en el

VCTP, por lo que decidió cambiar de ubicación, cerca de la

pista de combate, en línea recta al casino de suboficiales, a

unos seiscientos metros del mismo, y unos trescientos de la

guardia de prevención.

Refirió que un VCTP le disparó a la

guardia y se incendió, ordenándole a Stegmann que se adelante

cien o ciento cincuenta metros para apreciar los tiros del

mortero, el cual le gritaba que había personas gritando auxilio


USO OFICIAL

en la guardia, que se estaban quemando.

Observó que una persona saltó de una

ventana, diciéndole a Stegmann que lo cubra, luego de lo cual

se acercó y pudo ver a seis u ocho soldados, la mayoría de

civil, por lo que supuso que eran desertores.

Que fueron todos hacia Stegmann,

acusándose mutuamente acerca de que unos eran son soldados y

otros atacantes. Decidió entonces separar a los dos más heridos

-uno estaba quemado, y el otro con una herida en la cabeza-,

para que Stegmann los llevara a las gradas donde se había

instalado el equipo de sección, encontrándose también el equipo

de sanidad.

Él se llevó los otros seis a la

posición del mortero, todo esto es bajo fuego intenso.

Posteriormente Stegmann volvió en un VCTP, diciéndole que debía

llevar estas personas sanas al equipo de sección, lo que hizo,

para luego continuar con la misión que le había sido encomenda

inicialmente.

29
Exhibidas que le fueron las

veintinueve fotografías aportadas por el ministerio público

fiscal, como asimismo las videofilmaciones aportadas por los

canales televisivos 2 y 11, Naselli manifestó que dicho

material refleja lo anteriormente relatado.

Se ordenó luego los testimonios del

mayor médico Garutti, de René Miguel Rojas, Oscar Miranda,

Daniel Salas, Marcelo Fabián Aibar, Alejandro Gentile, Daniel

Humberto Valenti, y Alberto Rubén Sosa. Por su parte, el

Actuario se constituyó en la Fiscalía de Cámara a fin de

obtener las fotos de Iván Ruiz Sánchez y José Alejandro Díaz.

A fs. 66/8, obra el testimonio del

soldado Pablo Santiago Perrotta, en el Hospital Militar

Central, quien dijo que el día 23 tenía guardia en el puesto

Spinazzi, junto con tres soldados, recordando a Pintos y

Grillo, y al cabo primero Albornoz, que era el jefe.

Que, al momento de escuchar unos

disparos, Pintos estaba en el polvorín, él estaba fuera del

puesto, y Albornoz hacía anotaciones en un libro, en tanto los

otros dos soldados dormían. Creyó que era un simulacro, hasta

que cayó una granada cerca del puesto, tomando posiciones,

observando varios autos sobre la calle General Belgrano, a la

altura de la cancha de polo.

Que recordó que en la oficina de

transporte de automotores había quedado el soldado Navascués,

aunque intentó ir, no pudo por los disparos. Todos fueron

hacia el polvorín, llegando sólo el soldado del que no recordó

su nombre, Albornoz, Grillo, y él, para luego dirigirse hacia

atrás de las caballerizas.

30
Poder Judicial de la Nación

Que Albornoz se asomó entre éstas y el

parque de jeeps y recibió un tiro, yéndolo a buscar, pero murió

mientras lo arrastraba, en tanto Grillo había sido herido

superficialmente antes, por una esquirla.

Perrota agregó que llegaron al

edificio de las caballerizas y un atacante -rubio, pelo largo,

barba y bigotes, con ropa militar y boina con escudo- entró con

un FAL, y mató a Grillo, lo hirió a él y se fue. Luego salió

él, y a unos quince metros aparecieron tres atacantes, uno con

un FAL tenía acento centroamericano, le dijo “tranquilo, ya

viene una ambulancia”, otro con lanza-granadas, y el restante


USO OFICIAL

con lanza-cohetes Milán, los que se encontraron con el rubio y

subieron todos a un Renault 11 azul francia, y se dirigieron

hacia el Puesto Dos.

Añadió que al no ser auxiliado, se

arrastró hasta el puesto “Somellera”, tardando unas tres horas,

hasta que lo levantó personal policial, que lo llevó al

Hospital La Matanza.

A fs. 76/7 obra la declaración

testimonial del mayor médico Alejandro Raúl Garutti, quien dijo

que estaba a cargo de la Subdirección del Hospital Militar de

Maldonado. Que el día 23, aproximadamente a las 10:30 hs.,

recibió la orden del general Skalany, para ir en apoyo de

sanidad con los suboficiales Benítez y Carbel, del Grupo de

Empleo Inmediato del Regimiento de Infantería I Patricios.

Que media hora después salieron de los

cuarteles de Palermo a Tablada. En primer lugar, fueron a la

Clínica Modelo La Matanza, cerca del cuartel, Luego de las 12

hs. entraron al regimiento por el alambre, a la altura del

31
casino de oficiales, montando el puesto de sanidad en la cancha

de pelota paleta, al lado del casino de oficiales. Allí se

organizó el puesto de “Socorro”, con personal y medios del

Hospital Militar Central, Hospital Militar Campo de Mayo, y

médicos y ambulancias civiles de La Matanza.

Agregó que con el sargento Carbel, y a

veces con el capitán médico Orbea, iban en ambulancias cerca de

la Compañía “B” y el casino de suboficiales, desde donde

seguían a pie a socorrer heridos. Estuvo en el puesto

sanitario hasta el día 24. Sostuvo que la noche del 23 estuvo

atendiendo y, aproximadamente a las 18 hs. fue con Carbel en

ambulancia a la intersección de French y Beruti y Curupaytí, y

desde ahí siguió a pie a rescatar un muerto a la altura de la

Compañía “B”, cerca de Curupaytí, el cual tenía un disparo

atrás de la oreja izquierda, recordando que era el sargento

Esquivel.

Garutti señaló que, en horas de la

tarde, habiendo explotado ya la Compañía “B”, fue en un VCTP

con Correa al frente del casino de suboficiales, y con ayuda de

personal que estaba allí, bajaron del primer piso el fallecido

teniente primero Rolón, al que también llevaron al puesto de

“Socorro”, y luego fue llevado al Hospital Militar Central.

A fs. 78, obra el testimonio del cabo

Alberto Rubén Sosa, quien dijo que desconocía si los que habían

salido de la guardia eran todos soldados o había también

atacantes, suponiendo que también salieron estos últimos.

Señaló que no observó que los hayan detenido, sino más bien que

los custodiaban en resguardo de los intensos disparos que

recibían.

32
Poder Judicial de la Nación

A fs. 79/80 declaró el soldado

Alejandro Mario Gentile, refiriendo que salió en sexto lugar

por la ventana de la guardia de prevención, en tanto que

delante suyo iban tres desertores, también Valenti y Aibar.

Detrás de él salieron dos atacantes. Que ni bien salió, corrió

y se tiró cuerpo a tierra, por lo que no vio nada más,

ayudándolo a salir el teniente Naselli, quien los llevó hacia

el alambre del Camino de Cintura.

Refirió que al llegar sólo estaban

Valenti, Aibar, él y los tres desertores, y sólo a estos les

preguntaron quiénes eran. Que cinco minutos después los


USO OFICIAL

subieron a un VCTP y los llevaron a las tribunas, donde se

había dispuesto el Puesto de “Socorro”, no volviéndolos a ver.

Dijo que durmieron en un camión, y

recién el día 24, al mediodía, un cabo primero los llevó al

Puesto Dos. Reconoció la foto de Iván Ruiz Sánchez, como uno

de los que salió por la ventana, y creyó reconocer a José

Alejandro Díaz como uno que tenía la cabeza vendada dentro de

la guardia.

A fs. 81/2, obra el testimonio del

Mayor Médico Alejandro Raúl Garutti, quien dijo que hubo un

gran tráfico de vehículos y ambulancias la tarde del día 23, y

que en el Puesto de “Socorro” a su cargo no se atendió durante

el combate a civil alguno. Agregó que Esquivel no le llevó

ningún herido, la primera vez que lo vio fue cuando lo rescató

muerto, aproximadamente a las 17:30 o 18:00 hs., alegando que

su puesto no era el único en el regimiento, pero sí el que

debía penetrar entre el fuego cruzado al rescate de heridos,

desconociendo quiénes eran los choferes de las ambulancias,

33
porque eran civiles y militares, y estos de distintas unidades.

A fs. 85 declaró René Miguel Rojas y

señaló que luego de salir de la guardia de prevención no volvió

a ver a los dos atacantes que salieron atrás. Que luego de ser

trasladados hacia Camino de Cintura fueron llevados al Puesto

Uno, donde recibieron curaciones. Reconoció que los dos

atacantes que salieron eran Iván Ruiz Sánchez y José Alejandro

Díaz.

A fs. 89, el soldado Daniel Humberto

Valenti reconoció, mediante fotografías, a los dos atacantes,

como Iván Ruiz Sánchez y José Alejandro Díaz, refiriendo que,

luego de salir de la ventana de la guardia de prevención,

escuchó que el soldado Aibar decía “esos dos son subversivos”.

Agregó que no sabe qué pasó con ellos dado que fueron llevados

hacia Camino de Cintura.

A fs. 90, obra el testimonio del

soldado Pablo Santiago Perrotta, quien dijo que no podía

reconocer las fotos. Recordó solamente que uno de los

atacantes tenía acento centroamericano; en tanto, a fs.91, el

soldado Marcelo Fabián Aibar, dijo que apenas salieron de la

guardia de prevención, el teniente Naselli le preguntó quiénes

eran los de pelo largo, y él le indicó cuáles eran los

desertores, y quiénes los atacantes.

Luego, al llegar a Camino de Cintura,

Naselli los interrogó acerca de quiénes eran los que se llevó

el otro militar, y cuáles eran los desertores, situación que se

repitió con otros oficiales, cerca de la cantina, reconociendo,

por último, que las personas que retrataban las fotos, eran

Iván Ruiz Sánchez y José Alejandro Díaz.

34
Poder Judicial de la Nación

Que, a fs. 92, declaró Daniel Oscar

Darío Salas, conscripto desertor, quien reconoció a José

Alejandro Díaz como el que tenía un parche en la cabeza,

refiriendo que el otro podía ser Iván Ruiz Sánchez. Dijo que,

al salir de la guardia, al teniente Naselli le dijeron que eran

atacantes, por lo que fueron llevados hacia otro sector por dos

suboficiales.

A fs. 93, obra el testimonio de Oscar

Fabián Miranda, conscripto desertor, quien reconoció a Iván

Ruiz Sánchez y José Alejandro Díaz como los dos atacantes que

salieron de la guardia de prevención, y que luego de que fueran


USO OFICIAL

llevados por un suboficial hacia otro lado del regimiento, no

los volvió a ver.

Dijo que, al llegar al alambre que

lindaba con la avenida Crovara, fueron interrogados por

Naselli, dado que éste pudo pensar que él era un atacante, ya

que tenía el pelo largo y vestía de civil, y luego, cerca de la

cantina, fueron interrogados por varias personas más.

A fs. 96/7, declaró el sargento

Orlando Enrique Carbel, preparador de laboratorio en Hospital

Militar de Maldonado, refiriendo que el día 23, aproximadamente

a las 10:30 hs., se constituyó con el mayor Garutti y el

sargento ayudante Benítez en el Regimiento de Infantería de

Patricios, en una ambulancia militar, dirigiéndose de allí a la

Clínica Modelo La Matanza, ingresando al regimiento alrededor

del mediodía, por la calle Somellera, a la altura del casino de

oficiales, a través del alambrado perimetral.

Que, una vez allí, montaron el puesto

de sanidad en la cancha de pelota paleta, a pocos metros del

35
casino de oficiales, socorriendo heridos en las proximidades

del casino de suboficiales y la Compañía “B”, recibiendo,

aproximadamente a las 17 o 18 hs., un llamado para socorrer a

un herido, al que encontraron muerto cerca de la calle

Curupaytí, a la altura de la compañía, con un disparo detrás de

la oreja izquierda.

Recordó que, junto con el mayor

Garutti, lo trasladaron al puesto de “Socorro”, enterándose más

tarde que el occiso se trataba del sargento Esquivel. A la

noche fueron a socorrer a un herido cerca de la capilla,

hallándolo con mucha sangre en la cabeza pero consciente. Lo

trasladaron al puesto, aunque luego ya no se encontraba

consciente, enterándose posteriormente que se trataba del

sargento Orué.

A fs. 99/100 declaró el sargento

ayudante Alfredo Gregorio Benítez, quien dijo que se constituyó

en el regimiento con el sargento Carbel, al mando del mayor

Garutti, instalando el puesto de “Socorro” en la cancha de

paleta y se dedicó a auxiliar heridos con ambulancias militares

y civiles de distintos hospitales que se habían acercado para

ello. Agregó, que el único puesto de auxilio era éste, a las

órdenes de Garutti, siendo su tarea específica operar en

combate; es decir, estaba con la propia tropa, y al producirse

una baja, se lo trasladaba a alguna reunión de pacientes donde

lo subían a la primera ambulancia que pasaba. Que esto lo hizo

todo el día 23, y hasta un poco antes de la rendición,

agregando que no auxilió ningún civil, pues ello no era posible

ya que operaba con la propia tropa.

Dijo que cuando oscureció desalojaron

36
Poder Judicial de la Nación

a todos los que prestaban ayuda y, a partir de allí, sólo

operaron efectivos militares.

A fs. 101/2, declaró el sargento

Orlando Enrique Carbel, refiriendo que su tarea específica era

dirigirse donde había militares heridos para su posterior

traslado. Señaló no haber atendido ningún civil.

A fs. 107/8, declaró el capitán médico

Daniel Rolando Correa, quien dijo que el día 23 partió del

Hospital Militar Central en ambulancias con tres suboficiales y

dos o tres ambulancias más y que, una vez instalados en el

cuartel, se ubicaron en la cancha de paleta, desde donde salían


USO OFICIAL

a socorrer a los heridos.

Recordó que en un momento socorrió a

tres militares que habían quedado heridos en la parte trasera

de la Compañía “A”, la que lindaba con la calle Curupaytí.

Dijo no haber auxiliado a ningún civil, desconociendo si otro

médico lo hizo.

A fs. 126/40 obra la testimonial de

Gabriel Marcelo Pitkowsky, fotógrafo del diario “Página 12”,

quien refirió que arribó al lugar aproximadamente a las 11 hs.,

tomando contacto con un periodista del diario, y observó como

personas de civil y uniformadas disparaban hacia el cuartel, y

que vio el tiroteo de esas personas con una casa vecina, desde

donde alguien estaba disparando.

Añadió que luego algunos policías

entraban a la casa, pero no observó detenciones. Vio sí cuando

unas personas salían por una ventana de la guardia, aunque no

se sabía de que bando eran, recordando que se decía que podían

ser soldados detenidos, ya que allí estaban los calabozos, en

37
tanto otros comentaban que podían ser atacantes.

A fs. 166/7, obra la testimonial del

suboficial mayor Atilio Antonio Arbelo, ambulanciero, quien

dijo que el día 23, aproximadamente a las 9 hs., fue destinado

en comisión a la Brigada de Infantería X, llegando con una

ambulancia al destacamento policial sito en Autopista Richieri

y Camino de Cintura, donde estaban los militares al mando del

general Arrillaga.

Allí se les ordenó instalar un puesto

de “Socorro” en el Centro de Pilotos Argentinos, a unos dos

kilómetros de allí, sobre Camino de Cintura, y, aproximadamente

a las 13 hs., ordenaron trasladarse al regimiento. Dijo que fue

con una ambulancia y el capitán médico Correa, que entró en la

zona de la tosquera, donde estuvo hasta las 14 hs., recibiendo

la orden de apoyar a la Compañía 601.

Se instalaron en la parte exterior del

casino de oficiales y sacaron el primer herido al anochecer, y

luego varios militares más. Al principio condujo a militares

heridos al destacamento policial de Richieri y, luego, dada la

intensidad del combate, salía fuera del perímetro, entregaba a

los heridos, y volvía a ingresar en otra ambulancia a continuar

con los rescates. Agregó, que esto lo hizo hasta las 22 hs.

Luego estuvo en la ambulancia toda la noche detrás del casino

de oficiales con personal de la Compañía Comando, y que el

martes a la mañana la actividad consistió en la planificación

de la recuperación total del regimiento. Señaló que luego de la

rendición, se retiró aproximadamente a las 12 hs., ya

finalizada su función.

A fs. 168, obra el testimonio del

38
Poder Judicial de la Nación

sargento ayudante Ricardo Llances, ambulanciero, quien dijo que

estaba destinado en el Hospital Militar de Campo de Mayo, y que

el día 23, a primera hora, se le comunicó que aprestara su

ambulancia, dado que iba a apoyar a personal militar que tenía

a su cargo la recuperación del cuartel, que había sido tomado

por atacantes. Manifestó que estuvo en aprestos hasta las 20

hs., en que fue comisionado junto con personal médico y

enfermeros al regimiento y permaneció en la ambulancia, en el

estacionamiento del casino de oficiales, hasta las 17 hs. del

día 24, sin cumplir otra función específica, que la de estar de

apoyo ante eventualidades.


USO OFICIAL

A fs. 171/2, obra el testimonio del

sargento Luis Epifanio Lara, camillero, quien dijo que estaba

destinado en la Brigada de Infantería X. Que el día 23, el

jefe de la compañía, teniente Gómez, le indicó que tenía la

función de camillero y debía acompañar al ambulanciero sargento

Quiroga. Agregó que arribó al regimiento entre las 9 y las 10

hs., aproximadamente y cumplió tareas de apoyo en la rotonda de

Crovara y Camino de Cintura, hasta que Gómez le manifestó que

debía acompañar en una incursión al regimiento al segundo jefe

de la brigada. Que entonces subió a un jeep, y se dirigió con

el coronel, el cabo primero Iraola y Gómez, hasta arribar a una

zona a cien metros del fuego intenso, ocasión en la que

descendieron los demás y él se quedó a cargo del vehículo.

Manifestó que ya de noche, pero con

luz natural todavía, decidió alejarse hasta el puesto Spinazzi,

donde permaneció hasta la 1 hs. del día 24. A la noche hizo de

camillero, llevando a dos soldados muertos, recordando que uno

era Díaz.

39
A fs. 175, obra el testimonio del

capitán Eduardo Carlos Videla, quien dijo que laboraba en la

Compañía de Comunicaciones X, habiéndose enterado de los hechos

el día 23, a primera hora, ordenándosele que alistara sus

hombres y diera cumplimiento al plan táctico propio de su

grupo.

Que llegaron a Puente 12

aproximadamente a las 11 hs., donde lo mandaron a realizar un

cerco en el perímetro del puesto Spinazzi, con los efectivos

que quedaban con él, lo que realizó entre las 12 y las 15 hs.

Luego ingresó con otros, al mando del coronel Gasquet, en un

VCTM, yendo a la zona del estacionamiento. Pudo ver que una

tanqueta disparaba a la guardia de prevención, ocasión en la

que observó también que varios soldados salieron corriendo del

interior. Añadió que en el estacionamiento le ordenaron que

realice una nueva distribución de los equipos de radio,

mientras que, detrás del quincho, estableció la estación

central de comunicaciones.

Relató que fueron a la zona del tanque

de agua, donde el coronel le ordenó que realizaran una nueva

distribución de los equipos de radio, y los efectivos que le

sobraban los estacionó en la cancha de paleta. Observó que se

producían acciones por la Compañía “B”, viendo a un sargento

herido en una vereda, al cual otro efectivo lo cubría. Vio

también que una de las ambulancias que estaba entre la pileta y

el quincho intentó un rescate, aunque no lo logró por los

disparos.

A fs. 176, obra el testimonio del

suboficial mayor Gualberto Domingo Arnau, quien dijo que se

40
Poder Judicial de la Nación

desempeñaba en la Compañía de Comunicaciones X. El día 23 se

enteró temprano del copamiento, yendo varios móviles al

regimiento, él como encargado de compañía, a las órdenes del

capitán Videla. Que luego de pasar por Puente 12 y recibir

instrucciones, se apostaron en el exterior del cuartel,

concretando un cerco en los perímetros del puesto Spinazzi,

donde estuvieron hasta las 15 hs. Ingresaron al regimiento

hacia la zona del tanque de agua y la cancha de paleta, donde

permanecieron hasta el mediodía del 24 y regresaron a la

compañía. No participó en los hechos, ni en ninguna ambulancia,

sólo vio que estaban estacionadas al lado de su grupo.


USO OFICIAL

A fs. 178, obra el testimonio del

sargento Ramón César Correa, ambulanciero. Dijo que se

desempeñaba en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral,

Campo de Mayo, y que el día 23, su superior inmediato le ordenó

ir al regimiento al mando de una ambulancia.

Relató que arribaron junto a un mayor

médico y un suboficial, aproximadamente a las 11 hs. y se

instalaron en el exterior, cerca del puesto Spinazzi.

Aproximadamente a las 16 hs. ingresaron al regimiento por la

parte trasera, permaneciendo en esa zona, hasta las 19 hs.,

ocasión en la que recibieron la orden de rescatar un herido, al

que trasladaron a un helipuerto cercano al lugar, para luego

regresar luego al puesto, donde permanecieron hasta las 16 hs.

del día 24.

A fs. 179, obra el testimonio del

sargento Ricardo Antonio Ozuna, enfermero, quien dijo que

laboraba en el Regimiento de Infantería VII. Relató que el día

23 arribó al regimiento a las 11 hs. y recibió la orden de

41
formar un cerco externo, manifestando que la ambulancia era

conducida por el cabo primero Coronel, a las órdenes del

capitán Simca. Dijo que se estacionó en la zona de Crovara y

Camino de Cintura, donde estuvieron todo el día 23, hasta el

otro día, aproximadamente a las 11 hs., momento en que se les

ordenó ir al frente del cuartel, sobre la guardia de

prevención, ya que empezaban a salir heridos.

Observaron que un tanque colocaba una

persona fallecida cerca de la guardia, recordando que era el

mayor Fernández Cutiellos y lo trasladaron al puesto central de

“Socorro”, que estaba en Puente 12. Luego ayudó con la camilla

a trasladar un herido a una ambulancia civil, siendo el mayor

Nanni.

Agregó que luego de la rendición se

trasladó con la ambulancia a la zona del quincho, donde se

estaba realizando la recolección de muertos, donde permaneció

de guardia durante la noche.

A fs. 183 obra nota actuarial acerca

de la entrega en “Radio El Mundo” de dos casetes

individualizados por secretaría con la letra “A”, conteniendo

una conversación entre los generales Arrillaga y Gassino, la

que versaba sobre hechos que eran materia de investigación en

estos actuados, y “B”, diálogo entre el Dr. José María Soaje

Pinto y Facundo Suárez Lastra el día 17/5/91 en la audición

radial “Una Vuelta al Mundo”.

De esa transcripción emerge, en lo

sustancial, que el general Arrillaga deseaba hablar con el

general Gassino en forma urgente, comunicándole que 11:30 horas

y previa confirmación, podía constituirse en la sede del

42
Poder Judicial de la Nación

regimiento junto al presidente de la Nación. En dicha

conversación, Gassino refirió: “quiero que me aclares una

situación, vos me estas diciendo... que 11:30 puedo llevar al

presidente. Yo quiero saber qué pasa con los nueve rehenes que

estas ahí adentro... ”, respondiendo Arrillaga: “rehenes

liberados, catorce paquetes entregados. Faltarían uno o dos en

subunidad...”.

Además, se habla de la existencia de

un problema que Gassino le explicaría personalmente a

Arrillaga, en los siguientes términos: “los catorce estan vivos

y los tenés vos?...”. “Te pido por favor porque es muy


USO OFICIAL

importante para el presidente”. “Manteneme a esos catorce, no

los entregues a nadie...”. “Yo me pongo en contacto con

él...”. Finalmente, señaló: “Yo le voy a consultar si él

quiere ir o quiere esperar. De cualquier manera te voy a ser

conocer la resolución ahora, dentro de un rato. Bueno, desde

ya mis felicitaciones Arrillaga. Te pido por favor que esos

catorce no los entregues a nadie hasta que no lo ordene el

juez. Esto es muy importante y lo ha pedido el presidente de

la Nación”.

A fs. 192/3 obra la copia del

testimonio del general de división (R) Francisco Eduardo

Gassino, reconociendo la conversación grabada como la que tuvo

en la mañana del 24 con Arrillaga.

A fs. 195/6 obra la copia del

testimonio de Raúl Ricardo Alfonsín, quien, sobre el alcance de

la conversación entre los generales del ejército Gassino y

Arrillaga y, puntualmente, sobre un problema planteado en el

Estado Mayor del Ejército, señaló, que nada podía decir desde

43
el momento que no participó de la conversación, aunque supuso

que el problema aludía a su insistencia para concurrir al lugar

de los hechos y a que los capturados fueran puestos, de

inmediato, a disposición del juez y/o a un problema planteado

en el Estado Mayor conjunto. No obstante ello, consideró útil

señalar que al tomar conocimiento del suceso dispuso todas las

medidas relativas y conducentes a sofocarlo, a la vez que,

desde horas de la noche del día 23, intentó hacerse presente en

la unidad militar, pero fue disuadido por sus colaboradores

para resguardar su integridad física.

A su vez, señaló que en las primeras

horas de la mañana del día 24 de enero, concurrió al asiento

del Estado Mayor del Ejército, donde recibió un informe

circunstanciado y mantuvo conversaciones en las cuales, en todo

momento, puso en manifiesto su particular interés en

apersonarse al lugar de los hechos y, de que una vez sofocada

la operación, se hiciera presente, en forma urgente, el juez

federal interviniente, a cuya disposición debían quedar los

detenidos en forma inmediata.

A fs. 328/9, obra el testimonio del ex

soldado Omar Ricardo Medina, quien dijo que el día 23,

aproximadamente a las 5:30 hs., lo relevó el soldado Taddía en

la guardia del Puesto 1, haciendo los relevos cada dos horas.

Refirió que dejó el FAL en la guardia y se fue a dormir al hall

en la zona de calabozos, donde estaban los colchones. Al

escuchar tiros, salió del hall, se parapetó cuerpo a tierra,

detrás de los calabozos con el conscripto Pérez y un cabo, el

que les ordenó que corrieran al alambre que daba a Camino de

Cintura, a unos seiscientos metros de donde se hallaban, lo que

44
Poder Judicial de la Nación

cumplieron. Que allí se detuvo un auto, y alguien que dijo ser

policía, y estaba de civil, los subió y los llevó a su propia

casa en Villa Celina, donde se puso el uniforme y volvió al

cuartel.

A fs. 464/71 obra la copia de la nota

enviada por el sargento ayudante (R) José Alberto Almada al

Comandante de la Brigada Blindada II, general de brigada Juan

Carlos Willington (4/2/03). Refirió que participó de la

recuperación del cuartel y ocupó el puesto de operador de

comunicaciones del Puesto Comando Táctico de la Brigada de

Infantería Mecanizada X, a las órdenes de los coroneles Jorge


USO OFICIAL

Halperín y Gasquet, comandante y segundo comandante.

Que en horas de la mañana se

estableció el puesto Comando Táctico en la rotonda de Crovara y

Camino de Cintura. Cerca del mediodía se le ordenó ingresar por

el fondo del regimiento, por la tosquera, cerca de una

tranquera. Vio que un vehículo de exploración había batido la

guardia de prevención, la cual comenzó a incendiarse, a raíz de

lo cual salieron por una ventana unos soldados, que luego

fueron aprehendidos y entregados al personal responsable.

Refirió que observó que estaban

heridos, uno de ellos muy malherido en la cabeza, y, mientras

esperaba que le dieran nuevas órdenes, estuvo en el lugar en

que eran torturados e interrogados, estando totalmente

indefensos, acostados boca arriba.

Agregó que estos dos integrantes del

MTP fueron llevados al puesto Comando cerca de una cancha de

paddle, siendo brutalmente torturados, y luego puestos en el

piso de un Ford Falcon blanco, y llevados de allí.

45
Almada señaló que el día 24, estando

cerca del puesto Comando, entre los detenidos apareció una

mujer que decía ser amante de un militar, que había quedado

aferrada en una habitación de un casino, donde había estado

desde el domingo (le dijeron, “Ud. no escuchó nada, está

claro?”). Señaló que cuando intentó darle agua a un detenido,

un oficial superior le dijo que le pida a Alfonsín, y vio como

un oficial pisaba las manos y tobillos de una guerrillera

tirada desnuda boca abajo, con la cabeza tapada.

Que estando en el centro de detención

cuando recorría el presidente Alfonsín, se le ordenó realizar

cuerpo a tierra para ocultar estos detenidos a la autoridad.

Sostuvo que dio cuenta de ello el

9/7/89 al general Balza, quien no le dio importancia.

A fs. 472/3 el Juzgado Federal de

Paraná remitió por incompetencia la causa 7650, caratulada

“Almada, José Alberto s/dcia.”. El fiscal pidió que debería

acumularse a la causa 5110 y solicitó el testimonio de Almada,

pero que no sea por exhorto, al igual que la querella.

A fs. 477/83 obra el escrito de

Almada, con el patrocinio del Dr. Orzaocoa, en el que brinda

precisiones sobre los hechos relatados precedentemente. Señaló

que los disparos sobre la guardia de prevención ocurrieron

entre las 10 y las 11 hs. del día 23. Fueron dos los detenidos

que rescataron de la guardia, uno más alto, blanco, con

pantalón y camisa, y otro más bajo, con el torso desnudo, una

camiseta que cubría su cabeza, y de tez morena. Estaban

heridos, y se los arrojó al piso, se los interrogó a los golpes

por lo menos por dos oficiales de inteligencia, ocurriendo esto

46
Poder Judicial de la Nación

en el fondo del regimiento, cerca de una tranquera, entre unos

árboles, frente a un puesto de guardia llamado la tosquera. De

ahí fueron llevados a un vestuario de una cancha de paddle,

creyendo que se llamaban Iván y José.

Que allí siguieron las torturas pues

se escuchaban sus gritos desgarradores de dolor. A las 15:30 o

16 hs., un oficial abrió la puerta y vio salir a Iván y José

abrazados y a los golpes de atrás los introdujeron en un Ford

Falcon blanco. Señaló que estas torturas se hicieron en

presencia de las más altas autoridades, porque se escuchaban en

todo el puesto de mando.


USO OFICIAL

Los nombraron fueron colocados en el

piso entre el asiento delantero y el trasero, dos personas se

colocaron delante, y otro atrás, todos de civil, con sus pies

sobre los detenidos.

Almada refirió que el sargento

ayudante Esquivel murió en combate, muy cerca de donde él

estaba recibió un disparo en zona abdominal que lo mató, y no

había tenido ningún contacto con los detenidos. Esquivel no era

personal de la brigada, sino del Colegio Militar de la Nación,

y había ido al cuartel a recuperar a su hermano que era un

soldado conscripto.

Manifestó que aproximadamente a las 19

hs. del día 23, vio que una mujer aparecía en una ventana del

primer piso de un edificio que se estaba incendiando, con

intenciones de saltar, desarmada, con las manos en alto, en

clara señal de rendición. Que igualmente la orden fue

disparar, por lo que cayó muerta. Más tarde supo que era

Claudia Deleis. También escuchó por su equipo de radio una

47
conversación que decía: “Aquí he capturado dos oponentes,

solicito temperamento a seguir”, se le preguntó si había algún

personal civil o periodista, contestando “negativo”, a lo que

se dijo “Ok, póngalos fuera de combate”, estando seguro que se

trató de una ejecución.

Almada refirió que el día 24, luego de

la rendición, los detenidos fueron llevados a la cantina,

instalada cerca del Escuadrón de Combate B1 de Exploración,

ubicándose boca abajo, con la cabeza tapada, en ropa interior,

una mujer sin corpiño, todos heridos, varios pedían agua, por

lo que sacó un recipiente de agua de su mochila, trató de

levantar la cabeza de uno para que tomara, pero un oficial de

inteligencia se lo impidió. Vio como pateaban, insultaban,

pisaban manos y tobillos a una mujer, creyendo que le quebraron

algún dedo. Cuando el presidente Alfonsín pasaba frente a este

sector de detención, les ordenaron cuerpo a tierra y silencio

para que no fueran vistos los prisioneros.

Que, el día 24, al mediodía, vio

detrás de un galpón útil del parque automotor, una mujer muerta

con disparos en abdomen y un brazo, la cual fue llevada ahí,

aunque no había signos de que hubiera muerto allí.

A fs. 501/18 obra el testimonio del

ex-sargento ayudante José Alberto Almada. Dijo que el día 23

estaba en el Regimiento de Infantería VII, sito en Arana, La

Plata, cuando fue informado del copamiento. El capitán Videla

ordenó que se alistaran los presentes, yendo al lugar de

reunión, en Camino de Cintura y la ruta que llevaba al

aeropuerto de Ezeiza, donde había un puesto de la Policía

Caminera.

48
Poder Judicial de la Nación

Que aproximadamente 8:30 hs., Videla

le dijo que debía hacerse cargo del puesto de Comando Táctico

Móvil de Comunicaciones de la Brigada de Infantería Mecanizada

X, para lanzar la recuperación del cuartel. Este puesto debería

encargarse de centralizar las comunicaciones de la brigada, a

cargo del comandante, coronel Jorge Halperín, y del segundo

comandante, Coronel Gasquet. El primer puesto de comando se

instaló en la rotonda de Camino de Cintura y Crovara,

permaneciendo allí hasta las 11:30 hs., aproximadamente.

Señaló que vio salir del cuartel un

vehículo de exploración por Crovara, que fue el que batió fuego


USO OFICIAL

sobre la guardia de prevención, a las 11:15 hs.,

aproximadamente. Al comenzar a incendiarse observó salir por

una ventana que daba a Crovara, a cuatro o cinco personas, las

cuales corrieron hacia la cancha de fútbol y fueron perseguidas

por un blindado, lográndose la detención de dos personas, las

que fueron trasladadas a punta de armas, a pie, con las manos

en la nuca.

A las 11:30 hs. le ordenaron ingresar

al regimiento, lo que hizo con su vehículo, por Camino de

Cintura, estableciendo un puesto de comunicaciones con el

sargento ayudante Aguiar y, al descender del móvil, vio a cinco

metros, por la zona de arboleda, a los dos detenidos, acostados

boca arriba, bajo un árbol, rodeados por aproximadamente diez

militares.

Vio que los interrogaban, dijeron ser

“Iván” y “José”, se acercó otro oficial que decía “matalo a ese

hijo de puta” y los pateaba. Ese mismo dijo “basta loco,

entréguenselos al juez”, aclarando que esos cambios de

49
personalidad son propios de la técnica de interrogatorio.

Almada dijo que volvió a su puesto de

comunicaciones distante unos veinte metros de allí, y mientras

estuvo en el primer puesto de comando escaneando las

frecuencias de radio para operar, escuchó la conversación sobre

poner fuera de combate a dos oponentes. Asimismo, mientras

instalaba en un árbol antenas de radio, un soldado le comentó

que habían llevado unos detenidos a un local contiguo al

segundo puesto de comando. Luego, mientras recorría ese puesto,

escuchó los quejidos y gritos de dolor de personas a las que

estaban golpeando, escuchando que uno decía “por favor señor,

no me deje matar”, lo cual se prolongó por espacio de una hora

y media, aproximadamente.

Que allí estaban el general Arrillaga,

Halperin, y Gasquet, entre otros, mientras torturaban a Ruiz, y

José Alejandro Díaz, observando que, al abrirse la puerta, los

militares del servicio de inteligencia sacaban a golpes a los

dos que se habían identificado como Iván y José, a los que

llevaron al piso del asiento trasero de un Ford Falcon blanco y

los pisaron dentro del vehículo, para luego ir hacia el fondo

del regimiento, aproximadamente a las 15:30 o 16 hs.

Añadió que luego se acercó al puesto

de comando el sargento ayudante Esquivel, pidiendo datos del

paradero de su hermano, que sería soldado del regimiento, en

momentos en que observaron en la terraza de la Compañía “B”,

dos o tres soldados que se estaban evadiendo de los

insurgentes, creyendo Esquivel ver a su hermano entre ellos,

por lo cual tomó un fusil, y corrió hacia el edificio,

recibiendo un balazo en el pecho. Posteriormente se acercó un

50
Poder Judicial de la Nación

blindado, y los soldados cargaron a Esquivel, dirigiéndose al

puesto de comando, a un lugar cubierto, donde fue revisado por

un médico que anunció su muerte.

Luego, aproximadamente a las 19 hs.,

vio que una mujer agitaba un trapo en una ventana del piso alto

de la Compañía “B”, distante unos setenta u ochenta metros de

él, diciéndole un militar “se rinde, se rinde” y le gritaba

“tírese, tírese”, por lo que la mujer se trepó a la ventana,

perdiéndola de vista porque lo tapaban unos árboles, aunque

escuchó un nutrido fuego que venía desde allí, viéndola muerta

al día siguiente debajo de la ventana.


USO OFICIAL

Almada manifestó que aproximadamente a

las 22 hs., se ordenó el alto el fuego. Al amanecer los

militares intimaron a la rendición a los que estaban en el

casino de suboficiales, lo que acataron aproximadamente a las 8

hs. Los trasladaron bajo una arboleda sobre Curupaytí, detrás

de la compañía, aproximadamente media hora después.

Que, al hallarse recorriendo el

regimiento para transmitir órdenes, pasó por la zona de

automotores aproximadamente a las 11:30 hs., viendo el cadáver

de una mujer y diciéndole, personal militar que allí se

encontraba, que se había entregado con vida. Recordó también

que otro militar le dijo que estaba herida, y que otro decía

“ponele la bolsita”. Aproximadamente a las 12 hs. recorría

distintos lugares del cuartel repartiendo agua, arribando a una

cantina donde algunos militares tenían a varios detenidos

encapuchados, recordando que uno tenía aplicado un suero, y le

pidió agua, y, al arrodillarse para ofrecerle, un teniente

coronel se lo impidió.

51
Relató también que, en el momento que

pasaba Alfonsín, se ordenó a todos tirarse cuerpo a tierra, en

silencio, para que ni éste, ni sus acompañantes, los vieran,

observando allí cómo a una mujer le pisaban los tobillos y las

manos. Refirió que a la noche instaló el puesto de

comunicaciones en la enfermería, y que un suboficial se acercó,

a las 2 hs. del día 25, y le dijo que el día anterior, cuando

se rindieron los del casino de suboficiales, separaron a dos y

los ejecutaron, los cuales podrían ser Provenzano y Samojedny.

Al ser interrogado por la razón por la

que no lo denunció antes, Almada contestó que en el ejército se

debía seguir la vía jerárquica, habiéndolo hecho saber al mayor

Mussio (el 25/1/89 en el regimiento), al general Martín Balza

(el 9/7/89 en los actos en los que este era jefe de tropa del

desfile militar), y al teniente general Bonifacio Isidro

Cáceres, jefe del EMGE (en 10/89, en la Base Aeronaval de Punta

Indio). Refirió que lo escuchó Gasquet, quien le dijo que lo

iba a sancionar con cuarenta y cinco días de arresto por haber

hecho esas apreciaciones sin seguir la vía jerárquica,

recibiendo una sanción de dos días por tener la barba crecida.

También se lo comentó al mayor

Fontana, su jefe en el destino en Paraná, Entre Ríos (en 1/90),

delante del teniente Ursini. Refirió que todas estas

manifestaciones fueron verbales, habiendo realizado la primera

escrita el 10/12/00, y luego el 10/12/01, ambas al general

Guillermo Ricardo Brinzoni

Refirió también que de los disparos

sobre la guardia, y los sucesivos hechos relacionados con la

detención de dos personas, podrían tener conocimiento Halperin,

52
Poder Judicial de la Nación

Gasquet, Aguiar, el chofer de la ambulancia del Regimiento VII,

policías bonaerenses, y personal civil ubicados en el puesto de

comando de la rotonda. Que los que pudieron ver lo mismo que

él por su función fueron el sargento primero Nardo Aguiar, el

cabo primero Vallejos (“Sopa”), y el suboficial mayor Gualberto

Arnau. La orden de no dar agua de un teniente coronel, dijo que

la pudo haber escuchado el teniente primero Vilamelo y el cabo

Vera, del Regimiento de Infantería VII, que es el que sostenía

el suero del detenido.

A fs. 605/9 obra el escrito de

Halperin, agregado a la declaración informativa, ratificando la


USO OFICIAL

testimonial del 12/4/89, y la prestada en el juicio en la

Cámara Federal de San Martín, refiriendo que desconocía

totalmente los hechos vertidos por Almada, que jamás se le

informó mientras fue comandante de la Brigada de Infantería

Mecánica. Dijo que Arrillaga le ordenó realizar el cerco del

perímetro del cuartel, y que, como lo dijera en la cámara, éste

le encomendó que designara un jefe para que se hiciera cargo de

los detenidos que ya estaban alojados en un local del cuartel.

Se ordenó también que Halperín

entregara por acta los detenidos al personal de Policía Federal

Argentina designado por el juzgado, y que inclusive se destacó

personal de sanidad militar para la atención de los detenidos.

Dijo que la recolección de muertos la hizo Policía Federal, y

que el único contacto con los detenidos lo tuvo al hacer la

recorrida del cuartel con el presidente Alfonsín, cuando abrió

el portón del local en que estaban para que este los viera.

A fs. 610/5 obra la declaración

informativa de Jorge Halperin, quien dijo que las

53
comunicaciones de la brigada fallaron por cuanto no pudieron

ser distribuidos los equipos de radio a los jefes de unidad,

por lo que entre estos no hubo comunicación. Que él sólo tenía

una radio portátil Halicrafter, con la que tenía contacto sólo

con un jefe de un elemento. Dijo que llegó al cuartel entre

las 13:30 y las 14 hs., en un jeep, se subió a un blindado y

fue a ver a Arrillaga, que comandaba la operación. Desacreditó

a Almada y desconoció todo lo relatado por éste, relacionado a

los gritos y tratos a dos supuestos detenidos, aclarando que si

se detuvo gente, no se lo habrían comunicado a él, sino a

Arrillaga.

Sí vio que salían del costado

izquierdo del casino de suboficiales, personas de civil con los

brazos en alto, aunque estaba lejos, en el puesto de comando.

Que respecto de Esquivel, dijo que era del Colegio Militar de

la Nación, y que luego de las operaciones se enteró que había

muerto, desacreditando a Almada en lo atinente a que Esquivel

murió cerca del puesto de comando, pues él tendría que haberse

enterado.

A fs. 641/3, obra el escrito de

Gasquet, agregado a la declaración informativa, aclarando que

nunca fue informado de los dichos de Almada, estando como

segundo comandante, y luego como comandante de la Brigada de

Infantería Mecanizada X. Refirió que se le encomendó el cerco

del cuartel, y que en los dos días estuvo sin comunicación

radial con los generales Arrillaga y Halperin. Luego de la

rendición, el día 24 a la mañana, estuvo a cargo de algunos

rastrillajes del cuartel sin hallar incursores, ni haber tomado

jamás contacto con alguno, desconociendo detenciones del día

54
Poder Judicial de la Nación

23.

A fs. 644/9, obra la declaración

informativa de Gasquet. Dijo que Halperin recibió orden de

Arrillaga de encargarse del cerco del regimiento, lo que delegó

en él, por lo que al dirigirse de Puente 12 al cuartel, se

separó de Halperin, a las 11 horas, aproximadamente, volviendo

a reencontrarse en horas de la tarde, cuando se separaron en la

zona de tosquera.

Alegó que recorrió el cerco a pie,

incorporando a las fuerzas que iban llegando, como a efectivos

que no eran de la brigada, como, por ejemplo, del Colegio


USO OFICIAL

Militar de la Nación, y de Campo de Mayo, realizando esto hasta

después de las 16 horas, en que ingresó al cuartel por la zona

del casino de oficiales.

Recordó que aproximadamente a las 12

hs. hubo un tiroteo importante en la zona de la guardia de

prevención, lo que observó desde Camino de Cintura. Que, una

vez sumado al puesto de comando, se hicieron varias incursiones

sobre los locales tomados por orden de Arrillaga, para tratar

de recuperarlos. Las actividades de combate se suspendieron

por orden de éste, aproximadamente a las 21 horas.

Que, al producirse la rendición el día

24, él estaba recorriendo el cerco y, al mediodía, con la

llegada del presidente Alfonsín, se le encomendó la misión de

rastrillaje del cuartel, para verificar elementos residuales en

los edificios, con resultado negativo.

Refirió que no hubo comunicaciones

radiales durante los hechos, desacreditando cualquier

comunicación radial que pudiera haber escuchado Almada.

55
Manifestó desconocer también la situación de dos detenidos el

día 23, tanto después del tiroteo en la guardia, como en un

local cerca del tanque.

El imputado Gasquet, manifestó que el

24 se intimó por megáfono la rendición, saliendo poco después

del casino de suboficiales los incursores, con las manos en

alto, junto con los rehenes, ordenándose que se alojara a los

detenidos en un edificio a la espera del juez, y que se

labraran actas con la identidad de los detenidos, de lo cual se

encargó a Halperin, aclarando el nombrado no haber tenido

contacto con los detenidos.

A su vez, desconoció lo atinente a la

muerte de Esquivel, sabiendo que fue en combate y no aportó

datos respecto de la charla entre Almada y el teniente general

Cáceres, y que no era su estilo amenazar con días de arresto.

Que, a fs. 653/8, obra la declaración

informativa del teniente coronel (R) Eduardo Carlos Videla,

quien dijo que el día 23, aproximadamente a las 7:20 hs., llegó

a la Compañía de Comunicaciones X, siendo llamado por el

segundo comandante de brigada, Coronel Gasquet, para poner en

marcha el Procedimiento Operativo Normal (PON), de recuperación

de cuarteles.

Refirió que, al momento del hecho, era

capitán, siendo el segundo jefe, en tanto el jefe, Mayor Fleba,

estaba de licencia. Que a La Tablada fue en micro con el resto

del personal, y las distintas radios salieron al encuentro de

las unidades asignadas, como Villa Martelli y Mercedes, por lo

que tardaron más en llegar. Dijo que Almada estuvo bajo sus

órdenes por 3 años, pero no recordó que hubiese actuado en el

56
Poder Judicial de la Nación

copamiento. Que al llegar a Puente 12 se encontró con Gasquet,

quien le ordenó entrar al regimiento en apoyo del cerco

interno, teniendo a su cargo unos catorce soldados, conductores

o mecánicos, que habían quedado sin asignación, y tres o cuatro

suboficiales.

Dijo que ingresaron por la zona de la

tosquera, que había un cerco externo y uno interno, ubicado a

unos setenta metros de la Compañía “B”, donde estuvieron todo

el día 23, ya que era el lugar donde había más actividad de

combate. Que luego a Gasquet no lo volvió a ver, y tampoco

tomó contacto porque repartió todas las radios y no se quedó


USO OFICIAL

con ninguna. La Compañía “B” fue recuperada antes del

anochecer, totalmente quemada. El alto al fuego se ordenó

aproximadamente a las 19 horas.

Videla refirió que una de las

actividades que realizó en el interior del regimiento, fue

dirigirse al tanque, a buscar agua porque las caramañolas se

habían vaciado y hacía mucho calor, lo que hizo con dos o tres

personas. Refirió que pasó la noche en esa zona, y el 24 a la

mañana se intimó la rendición.

Que también se controló que no quedara

munición en las armas ni ningún efecto en el lugar. Aclaró que

hubo problemas con los equipos de radio, ya que no había buenas

antenas, incluso al mes de ocurrido los hechos, se pidió la

compra de equipos nuevos.

Videla dijo que ni los jefes de

unidad, ni los oficiales manejaban radios, ya que esto lo

hacían los operadores, transmitiendo todo lo que les decían,

que incluso no debían entregar el micrófono, ni siquiera a los

57
jefes. Añadió que se hacía una planilla con los turnos en que

operaba cada uno.

Agregó que cuando entró al cuartel, la

guardia ya había sido recuperada y se veía el humo que salía,

refiriendo que desde la rotonda de Crovara a la Guardia había

mucha distancia, no pudiéndose distinguir a un civil de un

uniformado. Que en la rendición no estuvo, y como era difícil

controlar que nadie dispare habiendo tanta gente armada, se

ordenó quedarse a todos en sus lugares, recordando que sólo

estuvieron el juez, personal de Policía Federal, médicos y

oficiales de alto grado.

Dijo que no efectuó ningún disparo, ya

que los que combatieron eran de la compañía de comando, unas

quince personas, y que casi todos los que lo hicieron eran del

regimiento. Recordó que el jefe de esa compañía era un

teniente primero, y que cuando ingresó recibió un disparo del

entretecho, por lo que uno que venía de atrás lanzó un cohete

en defensa, incendiario, de fósforo blanco, que alcanzaba una

temperatura de 800°C, por lo cual, todo el que no salió del

edificio a tiempo se calcinó.

Agregó que no tuvo buena relación con

Almada, que éste jamás le dijo nada respecto de lo denunciado,

aclarando que era muy inteligente, un muy buen operador y,

finalmente, refirió que la rendición fue total, a la mañana del

día 24, de una sola vez, pues no hubo rendiciones parciales,

agregando que en el cuartel estuvo del 23 a las 11:20 horas,

hasta el 24 a las 17 horas.

A fs. 659/63, obra la declaración

informativa del suboficial mayor (R) Gualberto Domingo Arnau,

58
Poder Judicial de la Nación

quien dijo que el día 23 salió del Cuartel de la Compañía de

Comunicaciones, en Arana, La Plata, cerca de las 6 hs., en un

jeep, suponiendo que iba también Almada, porque salieron todos

en camiones con los equipos. Llegaron aproximadamente a las

10:30 horas y se les ordenó permanecer adentro como apoyo en la

cancha de paleta. Debían controlar que los soldados no se

desparramaran ni combatieran. Aclaró que no intervino en

ningún tiroteo.

Refirió que cuando entraron, salían

unos soldados por una ventana en calzoncillos y remera,

aclarando que la cancha distaba unos doscientos metros de los


USO OFICIAL

edificios tomados, y cuando llegaron el tiroteo estaba

mermando, era esporádico. Que allí pasaron la noche, y el día

24, ya rendidos los atacantes, al mediodía, pidió autorización

para recorrer la zona, observando cinco o seis muertos cerca de

la puerta principal. Hacia la derecha, calcinados, depositados

sobre el límite del cuartel, vio diez muertos más, puestos en

fila, entre los que había una mujer, diciéndosele que estaban a

la espera de ser llevados a la morgue.

Refirió que se fue del lugar a última

hora del día 24. Que no cruzó a Almada nunca en el regimiento,

y sobre los apremios en un lugar cerca del tanque de agua, dijo

que no vio nada, que sólo eran rumores de boca en boca.

Agregó que no presenció la rendición

el 24 y mencionó que creía que un grupo de caballería estaba a

cargo del perímetro del regimiento, y que la represión y

limpieza de sectores la hizo una compañía de comandos,

probablemente de Campo de Mayo.

Que nunca le comentó Almada sobre los

59
hechos que denunció. Que no combatió, sólo hizo apoyo en el

cerco interno, y que casi todos los que combatieron eran del

regimiento y de alguna unidad de artillería.

Que, a fs. 743/748, luce la

declaración testimonial ampliatoria a Alejandro Mario Gentile,

quien, al exhibírsele las escenas registradas en la guardia de

prevención, como así también las inmediatas posteriores donde

se observa la detención de dos de los incursores por parte de

agentes militares, y habiéndosele preguntado si podía

reconocerse en ellas, como así también a sus compañeros, y a

las personas que luego fueran detenidas, refirió que en la

filmación identificada “Canal 2”, pudo reconocer a los dos

atacantes, ya que recordó que a uno le decían “Maradona”, en

tanto al otro lo reconoció porque portaba zapatillas blancas.

También pudo reconocer a sus

compañeros, y se reconoció a sí mismo. Que, con relación al

video que reza “Tablada Canal 11”, reconoció también a los dos

incursores, uno de ellos “Maradona”, y también al otro sujeto,

observando en la imagen que estaban siendo apuntados por un

militar que portaba un fusil, encontrándose en el sector que

daba a Camino de Cintura, ya que se observó un sector de la

guardia en llamas.

Refirió que, por las imágenes,

interpretó que los detenidos fueron llevados hacia el lado

contrario al resto, en dirección al puesto Spinazi, ello lo

dedujo porque en el fondo de la escena observó un sector de la

enfermería, y los obstáculos utilizados para la instrucción.

Exhibido los videos identificados

“Azul Televisión I” y “Azul Televisión II”, refirió que

60
Poder Judicial de la Nación

reconoció a las dos personas que se encontraban con las manos

en alto, como aquellas que escaparan de la guardia.

Que, a fs. 750/755, de los autos

mencionados, se escuchó a Daniel Humberto Valenti, quien

recordó exactamente el momento en que el soldado Aibar le dijo

al teniente Naselli “estos dos son subversivos”, señalando a

los dos sujetos que se habían escapado del incendio, razón por

la cual el teniente los separó del grupo, resultando impensable

que pudieran desvincularse o acusar a otros soldados de

atacantes, ya que la situación era muy clara al respecto.

Ello por cuanto los atacantes vestían


USO OFICIAL

de civil, tenían el cabello largo, y se notaba que tenían, como

mínimo, unos cinco años de edad más que ellos.

Respecto de las imágenes registradas

en la guardia, refirió que, en la filmación identificada “Canal

2”, pudo reconocer a los dos atacantes, a uno de ellos lo

describió con el apodo “Maradona”, en tanto al otro lo

reconoció porque portaba zapatillas claras, cabello castaño

claro, bermudas y remera color marrón claro. También reconoció

a sus compañeros, y se reconoció a sí mismo.

Con relación al video “Tablada Canal

11”, observó como los soldados desertores eran separados de los

dos atacantes mencionados, que fueron inmediatamente detenidos,

refiriendo que los incursores fueron trasladados a punta de

fusil por un militar, encontrándose, en la filmación,

atravesando un campo donde se efectuaba la instrucción militar,

un sector que daba a Camino de Cintura, entre la enfermería y

la pista de obstáculos.

Similar aseveración realizó al

61
visualizar los videos que rezan “Azul Televisión I y II”.

A fs. 798/802, declaró

testimonialmente, en ampliación, Marcelo Fabián Aibar, el cual,

al habérsele preguntado si existieron acusaciones recíprocas

entre los atacantes y los soldados que habían salido de la

guardia de prevención, respondió que no, ya que si bien en un

principio existieron dudas respecto a los desertores, puesto

que vestían de civil y tenían el cabello más largo que los

conscriptos, con relación a los incursores no había

incertidumbre, no sólo porque se encontraban muy heridos, sino

por la actitud con la que salieron, es decir, con los brazos en

alto.

Exhibidas las imágenes registradas en

la guardia de prevención, en primer lugar la filmación

identificada “Canal 2”, dijo que se reconoció a sí mismo,

reconociendo también a sus compañeros, y a los dos incursores

que luego fueron detenidos.

Que, con relación a las imágenes

correspondientes al video “Tablada Canal 11”, dijo que observó

a un grupo de desertores y conscriptos arrojados cuerpo a

tierra por indicaciones del teniente Naselli, a la vez que

reconoció a los incursores detenidos, como los que estaban

siendo llevados a punta de fusil por un oficial, a la parte

trasera del regimiento.

Observó cómo los detenidos eran

trasladados caminando a través de un campo, identificando la

zona como un sector existente entre la enfermería y la pista de

obstáculos. Similar aseveración realizó al visualizar los

videos que rezan “Azul Televisión I y II”.

62
Poder Judicial de la Nación

Que, a fs. 854/848, se le recibió

declaración ampliatoria a René Miguel Rojas, quien refirió que

no existieron acusaciones recíprocas entre quiénes pertenecían

al grupo atacante, y los soldados o desertores, ya que era

evidente quien pertenecía al grupo incursor, puesto que

salieron con las manos en alto, recordando que los llevaron

detenidos caminando, hasta la parte trasera del cuartel.

Exhibidas las imágenes registradas en

la guardia de prevención, correspondientes a las filmaciones

identificadas “Canal 2”, y “Tablada Canal 11”, dijo que

reconoció a los dos incursores, habida cuenta que los vio con
USO OFICIAL

las manos en alto, siendo llevados a punta de fusil hacia la

parte de atrás del regimiento, a un sector ubicado entre la

enfermería y la pista de obstáculos.

A fs. 808/812, declaró

testimonialmente, en grado de ampliación, el cabo Alberto Rubén

Sosa, quien refirió que, en oportunidad de combatir desde

afuera del regimiento, se ubicó al lado del alambrado que daba

a la avenida Crovara, y en los techos de viviendas cercanas,

ubicadas a unos doscientos metros del cuartel, refiriendo que

los dos incursores detenidos, luego del incendio de la guardia,

fueron llevados a un sector cercano a la pista de obstáculos,

desconociendo qué ocurrió después.

A fs. 821/832, luce el informe

elaborado por el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional,

por el cual se dieron a conocer los resultados obtenidos en el

estudio de tipificación de ADN que se efectuó en el Banco

Nacional de Datos Genéticos –Hospital Durand-, con el objeto de

de completar el procedimiento identificatorio requerido en el

63
Anexo de identificación, autopsia y entrega de cadáveres

formado en la causa 1722.

A través de dicho informe, que data

del 27 de diciembre de 2000, el citado cuerpo pericial,

identificó entre los restos humanos que constituyeron las

muestras óseas seleccionadas para los estudios de ADN, el resto

humano denominado Sobre Nº 3 CH-17 –fragmento de fémur

izquierdo aislado (diáfesis)-, que debía ser asignado a quien

en vida fuera Iván Ruiz; el resto humano denominado Sobre Nº 3-

CH- 17 y un fragmento de fémur derecho aislado (diáfisis), que

debía ser asignado a quien en vida fuera Carlos Alberto Burgos.

A fs. 833/836, obra la declaración

testimonial de la Dra. Rosario Alicia Sotelo Lago, a quien se

le preguntó si partiendo del hallazgo de un fragmento de fémur

derecho aislado, perteneciente a Carlos Alberto Burgos entre

los restos óseos que conforman el cadáver 226, se podía afirmar

que correspondían a una persona fallecida, refirió que sí,

agregando que ello se debía a que los fragmentos de fémur

visibles en las fotografías de fs. 937/938, tomadas a los

hallazgos rotulados como ch-17, que luego fueron analizados y

sometidos a estudios de ADN, dando como resultado la

identificación de Carlos Alberto Burgos, Iván Ruiz y Roberto

Sánchez, correspondían a fragmentos de fémur que abarcaban más

de la mitad de dicho hueso, incluyéndose en los tres casos la

extremidad proximal con la cabeza de fémur completa.

Dicha valoración permitió inferir

razonablemente, que estos restos óseos provenían de personas

fallecidas o en su defecto tendrían que provenir

indefectiblemente de personas a quienes se les hubiese

64
Poder Judicial de la Nación

efectuado una intervención quirúrgica consistente en la

amputación de un miembro inferior con desarticulación.

Finalmente se incorporó a fs. 856/872,

el informe del estudio genético efectuado por la técnica de ADN

mitocondrial sobre los restos óseos contenidos en las cajas

rotuladas 2772-ch14, 2772-ch23, 2874-ch18 y 2784-ch19,

reservadas en la Morgue Judicial, servicio de obducciones.

De acuerdo a las conclusiones

obtenidas mediante el análisis comparativo de la región

hipervariable I de las muestras estudiadas y de los familiares

reclamante, se excluyó a estos últimos de compartir vínculo


USO OFICIAL

biológico con ninguna de las personas que de las que dichas

muestras provienen, con una única excepción representada por la

posible coincidencia entre las secuencias mitocondriales de las

Regiones Hipervariable I de la Sra. Marta Díaz y la

correspondiente a las muestras Nº 5, 6, 7,, 8, 9, 10, 11 y 12,

recomendándose la investigación en esta última de la región

hipervariable II, cuya coincidencia a nivel de esta región

fortalecería notablemente la probabilidad de vinculación

familiar entre las personas de quien provienes estas muestras y

la Sra. Marta Díaz, progenitora de José Alejandro Díaz.

III) Declaración Indagatoria

Alfredo Manuel Arrillaga fue indagado

en orden al delito de homicidio agravado por alevosía, previsto

y penado por el art. 80, inciso 2do. del C.P., -dos hechos-,

los que concurren materialmente entre sí (art. 55 del C.P.), en

calidad de coautor.

En su descargo, Arrillaga manifestó

65
que se remitía a lo declarado en las audiencias informativas

recibidas anteriormente en este tribunal a fs. 187/188 y

1093/1102 de la presente, como así también los dichos vertidos

en el juicio oral sustanciado ante la Cámara Federal de

Apelaciones de la Ciudad de San Martín obrantes a fs.

1051/1092, no teniendo más nada que agregar.

En esas oportunidades, refirió que en

el mes de enero de 1989 “me desempeñaba como inspector general

del ejército, teniendo la inspección general asiento en el

Estado Mayor General del Ejército (EMGE)”.

Que, el día 23 de enero de 1.989,

aproximadamente a las 07:50 horas, fue designado comandante

para la recuperación del cuartel de La Tablada por el Sr. Jefe

del Estado Mayor del Ejército en forma personal y verbal,

reconociéndose como único responsable “de lo que hacen o dejan

de hacer las fuerzas a mi mando durante el combate”, agregando

que se trasladó en helicóptero hacia Puente 12 donde se

encontraba el comandante de la X Brigada de Infantería con su

Estado Mayor, siendo impuesto de la situación que estaban

desarrollando los incursores como la propia tropa dentro del

cuartel.

Agregó que, como primera medida,

efectuó un reconocimiento aéreo utilizando un helicóptero, lo

cual le permitió observar la salida de dos o tres vehículos y

la existencia de un cerco perimetral incompleto de fuerzas

policiales apostadas sobre la avenida Crovara y Camino de

Cintura y, prácticamente ninguno sobre la calle Somellera,

razón por la cual, le encomendó al comandante de la X Brigada

la misión de recuperar terreno, conformar el cerco perimetral y

66
Poder Judicial de la Nación

estrecharlo. Posteriormente, ingresó al cuartel con el jefe

del Regimiento de Infantería III, teniente coronel Zamudio,

donde se desarrollaba un intenso combate.

Añadió que, al realizar un

reconocimiento terrestre que tenía como finalidad el Puesto de

Guardia nro. 3, tomó contacto personal con el teniente coronel

Nanni, jefe del Grupo de Artillería Antiaérea 101, ordenándole

que instale piezas de artillería para abrir fuego sobre el

Casino de Oficiales, el cual fue el primer objetivo recuperado

sin resistencia. Desde allí se adelantó con el radio-operador

a una arboleda a la altura del Casino de Suboficiales,


USO OFICIAL

recibiendo fuego, al parecer proveniente de la Compañía B,

ordenando la instalación de una pieza de artillería y que se

abra fuego sobre la mencionada compañía.

Asimismo, refirió que regresó

utilizando las enseñanzas de combate, o sea, “de árbol en

árbol”, echando cuerpo a tierra hasta una zona cercana a las

calles French y Beruti, con el objeto de iniciar un ataque al

Casino de Suboficiales que finalmente fue abortado, agregando

que entre las 12 y 14 horas del día 23 de enero, ya habían sido

heridos los nombrados Zamudio y Nanni, mientras que varios

vehículos habían sido dejados fuera de combate. En ese

contexto, ordenó abrir fuego desde la jefatura en dirección al

Casino de Suboficiales, en forma lenta, con el objeto de evitar

que cualquier proyectil impactara en zonas pobladas, colocando,

además, piezas de artillería y blindados. Aproximadamente a

las 18:30 horas comienza el ataque propiamente dicho sobre

objetivos sucesivos, primero sobre la Compañía B y luego sobre

el Casino de Suboficiales. Explicó que la operación realizada

67
para recuperar el cuartel fue una operación táctica, que

significa el empleo de las tropas frente a un enemigo para el

cumplimiento de una misión. Agregó que dentro de esa operación

táctica, hay maniobras tácticas, que son el empleo de tropas,

terreno, armamento y demás factores para cumplir la misión de

aniquilar al enemigo, entendiéndose por ello, la destrucción

del mismo o quebrantar su voluntad de lucha, lo que se cumplió

exitosamente, ya que se estimó la rendición antes del ataque

final. Añadió que durante esa maniobra táctica se emplearon

los fuegos de destrucción –dirigidos a un objeto material con

efecto perforante, incendiario y explosivo- y los fuegos

concentrados –sin previo aviso sobre objetos de pequeñas

dimensiones en forma violenta-, oportunidad en la cual los

atacantes repelieron el avance empleando gran volumen de fuego

y técnicas que denotaban amplio conocimiento en lucha urbana,

agregando que ese enfrentamiento produjo las mayores bajas del

ejército y duró aproximadamente hasta las 21 horas, cuando

dispuso el cese del fuego por falta de luz y armamento,

ordenando que se estreche el cerco sobre el sector de los

edificios que conforman la zona urbanizada alrededor de la

plaza de armas, como así también, se reabastezca el combustible

y se armen bombas molotov.

Arrillaga, agregó que el día 24 de

enero, a las 9 de la mañana, se intimó la rendición de los

atacantes, comenzando éstos a salir de la Compañía B y del

Casino del Suboficiales, procediéndose a la toma y limpieza de

los mismos, mientras que, respecto de los aprehendidos, les

ordenó sacarse la ropa, con el objeto de constatar la

existencia de armas escondidas o explosivos. Ante ello, puso

68
Poder Judicial de la Nación

en inmediato conocimiento al Estado Mayor General del Ejército

y pidió la presencia del juez federal y del presidente de la

Nación, a la vez que, ordenó al comandante de la X Brigada que

se haga responsable de la entrega de los detenidos a la

justicia federal, mediante acta donde conste el buen trato y el

trato sanitario recibido.

Con relación a los detenidos del día

23 de enero de 1989, dijo que los únicos que hubo por las

fuerzas a sus órdenes, fueron los trece que observó el

Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas el día 24 de enero y

dijo no saber si Iván Ruiz y José Alejandro Díaz eran algunos


USO OFICIAL

de los que salieron de la Guardia de Prevención heridos, o

estaban en la lista de muertos; en cuyo caso debía inferirse

que fallecieron en combate.

Por otro lado, en lo que hace a la

presunta ejecución de Javier Francisco Provenzano, señaló que

creía que el mismo fue reconocido en la Morgue por su hermano,

entre seis cadáveres que se encontraban en ese lugar, y que los

cinco restantes no fueron reconocidos nunca.

Respecto de Berta Emilia Calvo dijo

que se rindió gravemente herida, y posteriormente falleció,

pese al cuidado médico, agregando que estaba herida como

producto del combate. Dijo también que tenía conocimiento que

existía un hábeas corpus del defensor de Felicetti, Dora Ester

Molina, y Claudia Beatriz Acosta, donde constaba que Samojedny

se encontraba el 25 de enero en la Superintendencia de

Seguridad Federal, fecha posterior a los hechos de La Tablada,

que fueron el 23 y 24 de dicho mes.

Agregó también que Ramos murió durante

69
el combate, y dejó constancia que, como estrategia, la defensa

de los atacantes, aparentemente, manifestaba que los muertos de

La Tablada fueron fusilados, lo que según su parecer era

totalmente falso, siendo el mejor testigo de ello el

periodismo, particularmente el televisivo, que filmó los hechos

de este combate.

Dijo que lo negativo de la declaración

de decir que hubo fusilamientos, era no respetar a los

atacantes pues, si bien no comulgaba con su ideología,

combatieron muy bien, causando once muertes a las fuerzas de

recuperación, y más de treinta y seis heridos de consideración.

Que, con relación a Carlos Alberto

Burgos dijo “igual que el caso anterior. Yo creo que está

muerto, igual que Ramos”. Sobre Roberto Sánchez Nadal dijo

“debe ser lo mismo, porque sino está acá... ”, dejándose

constancia que se refería a una hoja escrita a máquina, con una

lista de nombres.

Sobre Ricardo Alberto Veiga manifestó

que “debe ser igual que los casos anteriores”. Dijo también que

todo el armamento y material empleado por la fuerza de

recuperación respondían a lo prescripto en los tratados de

Ginebra, desmintiendo la versión de que el Ejército empleó

bombas o proyectiles de fósforo blanco, por ser este material

no reglamentario de la Fuerza.

Dijo que, como prueba de ello, un

suboficial de ejército, internado gravemente herido en el

Hospital Churruca, presentaba quemaduras de fósforo blanco, lo

que hacía presumir que los incursores, en cambio sí poseían

este tipo de material en sus armas sofisticadas de origen ruso

70
Poder Judicial de la Nación

y chino.

El imputado Arrillaga dejó sentado

también que el personal que se rindió recibió atención médica,

se le respetaron todos los derechos humanos, y fueron vistos en

su recorrida por el Sr. Presidente de la Nación, en ese

entonces Dr. Alfonsín, recordando también que a algunos de los

detenidos se les suministró suero por su estado de más de

treinta horas de combate.

Al ser preguntado sobre el lugar dónde

ubicó los Puestos de Comando durante las tareas de recuperación

del Regimiento de Infantería Mecanizada III, General Belgrano


USO OFICIAL

de La Tablada, respondió que no existía un puesto de comando

físico, pues estaba representado por su persona, acompañado por

un radio-operador en el lugar del combate. Señaló que, por

medio de la radio que contaba el radio-operador, tenían

comunicación con el EMGE, saliendo dichas comunicaciones al

aire y tomadas por distintos oyentes, ya sea medios de

comunicación o personas aisladas.

Al ser preguntado sobre cómo se

conformaron y a cargo de quiénes estuvieron los distintos

grupos o equipos que participaron de las operaciones de

recuperación del cuartel, dijo que “era la X Brigada, al mando

del comandante, el coronel Halperin, existiendo grupos de una

veintena de hombres de otras unidades del Ejército”. Lo

heterogéneo de las tropas era porque se trataba de pleno

período de licencia anual.

Preguntado sobre si había contacto

radial entre los distintos grupos, el declarante dijo que “no,

una de las deficiencias más grandes de la situación vivida fue

71
la falta de comunicación radial o radioeléctrica, contando

solamente con una radio ya citada para comunicaciones con el

Estado Mayor y dos equipos Halicrafter. Tanto que las reuniones

con el comandante de la Brigada X siempre eran personales, por

la deficiencia citada”.

Respecto de la o las personas que

tuvieron a su cargo los dos equipos mencionados

precedentemente, manifestó que uno lo poseía él, en tanto el

otro lo tenían del otro lado del cuartel, y lo usaban

indistintamente cuando necesitaban una comunicación, se lo iban

pasando, no había un radio-operador fijo, pudiendo comunicarse

entre los dos equipos citados, pues no se podían comunicar con

otros equipos, salvo entre los dos, ya que eran compatibles.

Asimismo, explicó que “los grupos

morteros están dentro de las unidades. Las unidades tanto de

infantería como de caballería tienen en su organización grupos

morteros. Estos grupos son fracciones que tienen dicho

armamento, y el personal necesario para su manejo. Las

secciones son parte orgánica de la compañía de infantería o

subunidades (compañías) de otras armas (caballería, ingenieros,

comunicaciones, artillería)”.

Dijo también que “las secciones, a su

vez, estaban organizadas en grupo de tiradores de más o menos

once hombres cada uno. Con relación a los grupos comandos, cada

unidad, regimiento, batallón, grupo de artillería, poseen su

grupo comando o sección comando. Y después, comando es una

especialidad que poseen oficiales y suboficiales del Ejército,

que es personal de todas las armas, que se especializan a

72
Poder Judicial de la Nación

través de cursos especiales. Están perfeccionados para actuar

en distintas zonas, con distintos medios, por ejemplo, como

paracaidista, en la alta montaña, zona de monte. Se trata de

una tropa muy cara y difícil de reponer, sería una tropa de

‘elite’”.

Añadió que en caso de haber

participado una fuerza de este tipo, sólo se la utilizó en

combate, aclarando que se trató de un combate tipo de

localidades, un combate entre calles, edificios, que no es un

combate a campo abierto, agregando que intervinieron tropas de

ese tipo en “una fracción muy chica o poco numerosa” y, como se


USO OFICIAL

trataba de un “rejuntado” de fuerzas, es posible que haya

habido entre éstas, personal de comando.

En relación a la conversación que

habría mantenido con el general de división Francisco Eduardo

Gassino el día 24/1/89, y preguntado sobre a qué problema se

refería el nombrado Gassino en la conversación grabada,

manifestó que “el problema al que se refiere el general

Gassino, el jefe del EMGE, es que el Sr. Presidente quería

llevar a juicio a los detenidos, como una demostración del

respeto de los derechos humanos y a la aplicación de la ley de

defensa de la democracia”.

Agregó que ese día llegó a Puente 12

en helicóptero, aproximadamente a las 11 hs., del 23/1/89,

estando ya el Coronel Halperin. El jefe del Escuadrón de

Exploración era el mayor Zoloaga y el jefe del Regimiento de

Infantería Mecanizada III era el teniente coronel Zamudio.

Refirió que le ordenó a Halperin ingresar por los fondos del

cuartel para constituir el cerco al mismo; es decir, que

73
ingresó por la zona de la tosquera. Al realizar el sobrevuelo

de reconocimiento en helicóptero sobre el regimiento vio

moverse unos vehículos blindados en la zona de depósito de

automotores, siendo éste el lugar al que debía llegar

primeramente Halperin para limpiar la zona de atacantes.

Arrillaga, refirió que al dirigirse

por la avenida Crovara para ingresar al cuartel, se encontró

con el teniente coronel Nanni, jefe del Grupo de Artillería

101, serían aproximadamente las 11:30 o 12 hs., quien, al

dirigirse a cumplir la orden que le impartiera, aproximadamente

veinte minutos después de ingresado, intenta entrar en la

guardia de prevención, donde fue herido en la cara, quedando

fuera de combate.

Dijo que ingresó al regimiento por un

agujero en el cerco que daba a la calle Somellera, caminando

hasta ubicarse a unos sesenta metros aproximadamente del casino

de suboficiales, al costado de la Compañía “B”, replegándose

unos metros hasta quedar cerca de la calle French y Beruti.

Expresó que serían unas cuarenta o cincuenta personas las que

lo acompañaban en ese lugar, aunque no permanecían con él, sino

que se movían constantemente. Manifestó que Halperin fue varias

veces a tomar contacto con él y recibir las novedades, ello por

cuanto no tenían un sistema de comunicaciones por otra vía que

no fuera el contacto directo.

El imputado, aclaró que probablemente

Halperin tuviese su propio equipo de radio, pero éste no era

compatible con los Halicrafter mencionados, pues tenían

distintas frecuencias. A raíz de estar agotándose las

municiones ordenó en la tarde del 23/1/89 a un helicóptero que

74
Poder Judicial de la Nación

buscara más, lo que se hizo en la Compañía de Munición ubicada

en la localidad de Los Polvorines. Manifestó que en aquel

tiempo confeccionó dos informes dirigidos a Gassino, uno

comentándole toda la experiencia de los hechos, y el otro,

relativo a la mala situación que afrontaba el ejército.

Agregó que cuando se suspendió el

combate, el día 23/1/89 a las 21 hs., la Compañía “B” había

quedado neutralizada, ello por cuanto ya no recibían

resistencia alguna desde la misma. En relación con la

rendición, agregó que esta se intimó a una persona que estaría

en dicha compañía, por medio del megáfono de un móvil policial.


USO OFICIAL

Que los sorprendió el hecho de que la

intimación de rendición fuera respondida desde el casino de

suboficiales, pues no era a éste al que se había dirigido la

intimación, manifestando que la primera orden que impartió

cuando Gassino le encomendó comandar las tareas de recuperación

del cuartel fue comunicarse desde el EMGE con el regimiento,

siendo atendido por el cabo primero Palomeque, quien estaba en

el casino de suboficiales del Escuadrón de Exploración, quien

le comentó que un grupo armado de civiles, barbudos, y mujeres,

habían invadido el cuartel y estaban combatiendo.

Arrillaga agregó que luego de ese

combate, supo que el grupo que le mencionara Palomeque, era el

que había intentado llegar a la zona de vehículos blindados, y

no había podido hacerlo porque, al caer el que comandaba dicho

grupo, se quedaron combatiendo contra ese casino, no

continuando con su presunta misión de tomar los vehículos.

Por otra parte, manifestó que los

rendidos “salieron del casino de suboficiales, y los recibió

75
personal de la Brigada X, trasladándolos hacia uno de los

edificios, una cantina, lugar donde recibieron atención médica,

y a algunos de los detenidos se les colocó suero. Fueron bien

tratados y no recibieron ningún tipo de apremio, golpes o algún

acto en contra de sus derechos humanos. Situación que pudo ser

observada por el Presidente de la Nación cuando recorrió dicho

local. Luego fueron entregados al Sr. Juez Federal de Morón,

entrega bajo acta a cargo del auditor de la X Brigada”.

Con relación a la revisión médica de

los detenidos, manifestó que se hizo en el lugar en que éstos

estaban y en la oportunidad de reunión de los mismos, agregando

que estaba parado a un costado del casino de suboficiales,

pudiendo observar la fila de personas que salieron de ese lugar

rendidos.

Dijo que en ese momento, personal

militar separó a los atacantes de los rehenes y se dirigieron

con aquellos atravesando el cuartel en dirección a la cantina,

agregando en su relato que pudo contar que eran catorce los

detenidos, entre los que se encontraba una mujer que era

llevada alzada por los propios detenidos, Berta Calvo, la cual

estaba grave, no recordando el lugar en que falleció.

Preguntado sobre la supuesta detención

de dos personas el día 23/1/89, expresó que el veintitrés no

hubo detenidos. Los únicos detenidos fueron los catorce, con la

mujer que falleció después. Aclarado que se trataba de dos

personas, de nombres Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, quienes

habrían sido detenidos al salir de la guardia de prevención el

día 23/1/89, el imputado dijo que “creo que los trasladaron en

una ambulancia en la tarde del 23, durante el combate en la

76
Poder Judicial de la Nación

“Compañía B”, y se lo entregaron a un suboficial para que los

pase en forma segura al puesto de “Socorro” porque estaban

heridos. Yo creo que los tirotean desde acá, creo que la

policía, y cuando termina el combate este, el suboficial

aparece muerto. Cree que era el sargento ayudante Esquivel”.

Agregó que iban “en ambulancia de la

zona de la guardia y cuando llegan en proximidad de la Compañía

“B”, ahí los bajan para que el suboficial los llevara caminando

hasta el puesto. El suboficial apareció muerto, así que estos

dos pueden haberse fugado después, o pueden aparecer entre los

cinco cadáveres que están en la Morgue y nunca fueron


USO OFICIAL

reconocidos. Eso es una suposición, porque de otra forma no

podrían haber salido del cuartel”.

Dijo que el lugar desde donde habrían

disparado a los heridos era el cerco que daba a la calle Camino

de Cintura. Preguntado sobre el lugar en el que estaba ubicado

el mencionado puesto de “Socorro”, dijo que en la zona ubicada

en la cancha de fútbol, al lado de la calle French y Beruti,

donde a su vez se ubicaba el declarante.

Respecto a si conocía al mayor Jorge

Eduardo Varando, y si podía indicar el lugar en el que se

encontró durante los hechos y en el momento en que se produjo

la detención mencionada, respondió que “del mayor Varando yo no

tenía un conocimiento cabal, lo pude haber visto

accidentalmente durante los años de carrera militar, y tomé

mayor conocimiento de él cuando se publicaron artículos donde

figuraba como seguridad de una institución bancaria atacada por

piqueteros, creo, en la crisis del Dr. De la Rúa”.

77
Sobre la ubicación, dijo que no estaba

directamente a sus órdenes, creyendo que estaría en

proximidades de la zona de la enfermería.

Preguntado sobre si en algún momento

vio a Francisco Javier Provenzano, Carlos José Samojedny, Berta

Emilia Calvo, Pablo Martín Ramos, Iván Ruiz Sánchez, José

Alejandro Díaz, Carlos Alberto Burgos, Roberto Sánchez Nadal y

Ricardo Alberto Veiga, dijo que “no, no tomé contacto con los

detenidos, y en la recorrida con el Presidente de la Nación

estaban en el lugar de detención, pero no los podía

individualizar porque no los conocía. No hablé con ningún

detenido”.

Respecto de la posición en la que

estaban ubicados en el mencionado lugar de detención cuando

procedió a realizar la recorrida con el entonces Presidente de

la Nación, el declarante manifestó que “estaban cuerpo a

tierra”.

Con relación a quién se encontraba a

cargo de los detenidos en el lugar de detención mencionado, el

declarante dijo que “no lo se, había un centinela en la puerta

que prohibía la entrada al personal. Tiene que haber sido

personal de la X Brigada”.

El imputado dejo constancia que, al

tratarse de una operación militar, era difícil precisar

horarios, ya que desde que se irrumpió en el cuartel, hasta la

entrega de los detenidos ocurrieron hechos sucesivos, sin

espacios muertos, salvo la pausa de fuego en horas nocturnas.

Agregó que no hubo ni desaparecidos,

78
Poder Judicial de la Nación

ni ejecutados, ni torturas, y se respetó en todo momento los

derechos humanos, refiriendo que no se les efectuó

interrogatorios a los detenidos, se los puso en un local,

recibieron atención médica, y luego se los entregó al juez.

De igual modo y en punto a la

conversación que habría mantenido por radio con el general

Gassino el día 24 de enero, en horas de la mañana, luego de la

rendición de los atacantes, Arrillaga refirió que la misma se

llevó a cabo mediante el equipo militar, por el cual mantenía

comunicación con el Sr. Jefe del Estado Mayor, siendo la misma

una típica conversación de combate que tuvo lugar


USO OFICIAL

aproximadamente a las 9:45 hs., instantes después de la

detención de los incursores, pero no en el fin de las

operaciones, ya que continuaban las tareas de limpieza.

Agregó, que al aludir en dicha

conversación a los "catorce paquetes entregados", se refería a

los prisioneros detenidos en oportunidad de la rendición y que

cuando expresó en la conversación que "faltarían uno o dos en

subunidad", aludía a la apreciación que se hacía durante la

contienda del combate ya que se seguía recibiendo fuego. Que

terminadas las operaciones de limpieza, se comprobó que el

fuego era de francotiradores ubicados en el exterior del

cuartel, posiblemente en edificios aledaños, añadiendo que la

subunidad es una parte orgánica del Ejército.

Asimismo y en lo relativo al supuesto

problema a que el General Gassino aludía en la conversación de

marras, expresó que posteriormente el mismo le explicó que era

referente a la resolución del Presidente de la Nación, de

querer juzgar a los detenidos en el fuero correspondiente, y el

79
mandatario quería asegurarse que los detenidos fueran

entregados solamente al juez federal, agregando que la

inquietud que tenían el presidente y el general Gassino, ante

el problema planteado por el primero, era coincidente con el

objetivo del comandante de la operación, desde el momento que

intimó la rendición.

IV. Imputación

A. Que, el imputado Alfredo Manuel

Arrillaga junto con Jorge Eduardo Varando –sin perjuicio de lo

que se resuelva a su respecto una vez habido- y otras personas

aún no establecidas, intervinieron en los hechos que culminaron

con la muerte de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, lo que se

verificó entre el 23 y 24 de enero de 1.989. Estos hechos

ocurrieron como parte de un ataque sistemático a una población

civil y, por vía de los hechos, como expresión política del

Estado, que incluyó el disimular pruebas, conforme a las

consideraciones vertidas en la resolución de fecha 10 de

noviembre de 2009.

A.1. Previo a señalar, con detalle,

los hechos puntuales atribuidos y la prueba que los respalda,

corresponde detenerse, en virtud del recurso de reposición

interpuesto a fs. 970/973, sobre la caracterización atribuida a

esos dos sucesos como crimen de lesa humanidad en el marco de

la totalidad de los acontecimientos investigados, a los que se

hizo alusión en la resolución mencionada.

En primer lugar, debe destacarse que

la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su informe

55/97, sostuvo que nueve de los atacantes fueron capturados con

80
Poder Judicial de la Nación

vida por los militares que recuperaron el cuartel y luego

ejecutados extrajudicialmente.

A su vez, el organismo afirmó que los

trece sobrevivientes del ataque, al igual que las siete

personas condenadas como cómplices –aprehendidas fuera del

cuartel-, fueron torturados por agentes del Estado.

Como consecuencia de esas

conclusiones, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,

recomendó al Estado argentino que “proporcione los mecanismos y

las garantías necesarias para realizar una investigación

independiente, completa e imparcial de los hechos acontecidos a


USO OFICIAL

partir del 23 de enero de 1.989 y analizados en este informe,

con el objeto de identificar y sancionar a todas las personas

que resulten individualizadas como responsables de las

violaciones a los derechos humanos mencionadas en las

conclusiones expuestas”.

A esta altura, debe destacarse la

relevancia de las citadas conclusiones de la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos, pues, básicamente y a

partir de ellas, es que este órgano jurisdiccional determinó

que las violaciones aludidas constituían un crimen de lesa

humanidad.

Aun con un criterio restrictivo, la

Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo –con respecto al

propio informe nro. 55/97, aunque vinculado a temas distintos-,

que si bien las recomendaciones efectuadas por la Comisión no

resultan vinculantes para el Poder Judicial, el Estado

argentino debe realizar los mejores esfuerzos para dar

respuesta favorable a sus recomendaciones, en función del

81
principio de la buena fe que rige su actuación en el

cumplimiento de sus compromisos internacionales (Fallos

321:3555).

Sin embargo, en el mismo fallo, los

ministros Boggiano y Bossert señalaron -lo que este juzgado

comparte-, que aun cuando no estén compelidos a ceñir sus

decisiones a los informes emitidos por la Comisión

Interamericana de los Derechos Humanos, todos los jueces de

cualquier jerarquía y fuero, están obligados a atender su

contenido, con el fin de procurar la protección de los derechos

humanos involucrados.

En su respaldo, los ministros

manifestaron que por aplicación del principio de buena fe que

rige la actuación del Estado argentino en el cumplimiento de

sus obligaciones internacionales y en virtud de la calidad de

los argumentos y la autoridad de quien emanan, los informes de

la Comisión Interamericana de Derechos Humanos serán

considerados una inestimable fuente de hermenéutica en el

ámbito del derecho internacional de los derechos humanos y que,

por ende, ellos constituyen un criterio valioso de

interpretación de las cláusulas convencionales en la materia

(considerando 10°).

Los citados ministros también

acudieron a las consideraciones de la Corte Interamericana de

Derechos Humanos, que resolvió que “en virtud del principio de

buena fe consagrado en el art. 31.1 de la Convención de Viena

sobre Derechos de los Tratados..., si un Estado suscribe y

ratifica un tratado internacional, especialmente si se trata de

derechos humanos, como es el caso de la Convención Americana,

82
Poder Judicial de la Nación

tiene la obligación de realizar sus mejores esfuerzos para

aplicar las recomendaciones de un órgano de protección como la

Comisión Interamericana que es, además, uno de los órganos

principales de la Organización de los Estados Americanos, que

tiene como función ‘promover la observancia y la defensa de los

derechos humanos´ en el hemisferio” (Considerando 12°).

Este criterio parece seguir

actualmente la Corte Suprema de la Justicia de la Nación

(Fallos 328:2171). En su voto, el ministro Petracchi sostuvo

que las directivas de la Comisión Interamericana de Derechos

Humanos, constituyen una imprescindible pauta de interpretación


USO OFICIAL

de los deberes y obligaciones derivados de la Convención

Americana sobre Derechos Humanos.

Por su parte, la jueza Highton de

Nolasco, esgrimió en su voto que no puede dejar de remarcarse

que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos habilita a

que, frente a un crimen internacional de lesa humanidad, si el

Estado no quisiera o no pudiera cumplir con su obligación de

sancionar a los responsables, resulte plenamente aplicable la

jurisdicción universal para que cualquier Estado persiga,

procese y sancione a quienes aparezcan como responsables de

esos ilícitos, en virtud que tales hechos afectan a la

humanidad entera y quebrantan el orden público de la comunidad

mundial (Considerando 30°).

De todas maneras, tampoco puede

soslayarse que la autoridad de las recomendaciones de la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos en lo que hace al

asunto bajo estudio, no sólo se desprende de las notas

antedichas, sino también del acierto de algunas de sus

83
conclusiones fácticas en su informe 55/97. Por ejemplo, cuando

sostuvo que Iván Ruiz y José Alejandro Díaz habían perecido en

el cuartel, luego de ser detenidos por agentes estatales. Es

que mientras el Estado argentino se defendía ante ese

organismo, diciendo que los nombrados pudieron escaparse de la

custodia y fugarse por el amplio perímetro del lugar, los

informes de fs. 1122, 1133, 1939 y 1955 del anexo de

identificación autopsia y entrega de cadáveres, dieron pleno

respaldo al organismo internacional y pusieron al descubierto

la franca debilidad de esos argumentos argentinos.

Si a ello se suma el decisorio de

fecha 10 de noviembre del año 2.009 -parte resolutiva, punto

II-, como el hecho de que se esté a la espera de la respuesta

de las máximas autoridades estatales en pos de profundizar la

pesquisa (ver fs. 2422/2424 de causa 1.794); y la circunstancia

de que otras dependencias del Estado no cuenten con información

necesaria para la investigación (ver informe del jefe del

Estado Mayor General del Ejercito acerca de que “no se ha

encontrado registro tanto de la organización del personal que

efectivamente participó en la recuperación del cuartel, como de

las órdenes verbales impartidas”, de fs. 1350/1351; ver también

informes de fs. 36 y 2978), no deberían quedar dudas sobre la

obligación del Estado argentino -en esta instancia representado

por este órgano jurisdiccional-, de atender predispuesta y

diligentemente las conclusiones arribadas por el organismo

internacional en su informe 55/97 y sus respectivas

recomendaciones.

A.2 Aclarados los motivos en los que

se funda la investigación de las violaciones de los derechos

84
Poder Judicial de la Nación

humanos respecto de veintinueve personas, resulta conveniente

recordar la caracterización efectuada por la Comisión

Interamericana acerca de la confrontación armada ocurrida en el

cuartel de La Tablada.

Tal como se señaló en el Punto 8) de

la resolución de fecha 10 de noviembre de 2.009, se trató de un

conflicto armado sin carácter internacional o interno, según el

significado que le atribuye el artículo 3 común de los cuatro

Convenios de Ginebra del año 1.949. En ese sentido, se sostuvo

que las acciones emprendidas por los atacantes constituyeron

actos hostiles concertados, lo que generó la directa


USO OFICIAL

participación de las fuerzas armadas del gobierno. En

concreto, los incursores participaron en un ataque armado que

fue cuidadosamente planificado, coordinado y ejecutado; se trató

de una operación militar contra un objetivo militar

característico: un cuartel. Mientras el oficial a cargo del

regimiento procuró rechazar el ataque, el presidente de la

Nación ordenó que se realizara una acción militar para recuperar

el cuartel y someter a los atacantes.

Por lo tanto, la Comisión concluyó que

el choque violento entre los atacantes y los miembros de las

fuerzas armadas argentinas, a pesar de su corta duración, activó

la aplicación de las disposiciones del artículo 3 común a los

cuatro Convenios de Ginebra.

Cabe reparar, en tal sentido que las

disposiciones mencionadas en último término y el protocolo

adicional a los Convenios de Ginebra de 1.949 (Protocolo II,

incorporado por ley 23.379), establecen entre otras cosas, que

aquellas personas que se encuentren fuera de combate, por

85
herida, enfermedad, detención o cualquier otra causa, serán

tratadas con humanidad, prohibiendo, por ende, los atentados

contra la vida y la integridad corporal.

Finalmente, la Comisión Interamericana

de Derechos Humanos, sostuvo que las personas que se rindieron,

fueron capturadas o heridas en el Regimiento de La Tablada,

eran absolutamente acreedoras de las garantías irrevocables de

trato humano estipuladas en la normativa citada y, por tanto,

las ejecuciones sumarias de esas personas heridas o capturadas y

su mal trato intencional, constituía una violación

particularmente grave de esos instrumentos.

A.3 Este juzgado federal ya sostuvo

que las presuntas ejecuciones y torturas constituyeron un

delito de lesa humanidad (ver fs. 889/903). No obstante y, en

virtud de la mencionada reposición interpuesta por una de las

defensas sobre el tópico, corresponde efectuar algunas

consideraciones complementarias a partir de las premisas allí

expuestas.

Sobre el origen, evolución y

requisitos de los crímenes de lesa humanidad, puede agregarse a

lo ya dicho, las profundas consideraciones obrantes en la

resolución de la Sala I de la Cámara Nacional de Casación

Penal, causa 12.052 “Taranto Jorge Eduardo s/recurso de

casación”, de fecha 13/11/09, y en la sentencia de la Sala I de

la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal,

“Rovira, Miguel”, de fecha 14/03/2008, a cuyas explicaciones

cabe remitirse.

En punto al análisis concreto del

caso, debe enfatizarse, especialmente y a los fines de

86
Poder Judicial de la Nación

caracterizar las violaciones a los Derechos Humanos como un

crimen de esa naturaleza, la circunstancia de que esas

afectaciones hayan ocurrido en el marco de un conflicto armado;

pero no en el ya abandonado sentido de que los crímenes contra

la humanidad deban presentar el nexo de guerra (Kai Ambos, la

Corte Penal Internacional, Ed. Rubinzal Culzoni, 2007, pág.

219/231), sino desde la perspectiva de que los episodios

delictivos hayan ocurrido cuando el Estado acudió a su más

vigorosa expresión de fuerza, representado en el caso bajo

estudio, por un ejército profesional dotado de capacitación,

adiestramiento y recursos bélicos para librar un combate.


USO OFICIAL

Tal aserto requiere ciertas

explicaciones para dimensionarlo en su justa medida.

Es sabido que toda sociedad

democrática recurre a sus características distintivas para la

resolución de los conflictos que se presentan (tolerancia,

pluralismo, libertad de expresión, consenso, etc.), mas, en el

caso, debieron ser dejadas de lado ante un ataque a su propia

esencia –derrocar al gobernante elegido por el pueblo-.

En efecto, el entonces presidente de

la Nación recurrió a la máxima expresión de fuerza estatal para

defender las instituciones republicanas. El ejército, como

integrante de las fuerzas armadas, tuvo la misión específica de

recuperar el Regimiento de Infantería Mecanizada III, General

Belgrano, de La Tablada, someter a los atacantes y entregarlos

a la Justicia.

A esta altura, es conveniente señalar

algunas particularidades que permitan apreciar, mínimamente, el

mecanismo de actuación del ejército.

87
Al respecto, corresponde ponderar que

el ejército, tiene como natural objetivo el alistamiento y

adiestramiento de los medios puestos a su disposición a efectos

de garantizar su eficaz empleo en la misión encomendada

(Directiva de Organización y Funcionamiento de las Fuerzas

armadas –Decreto 1691/06, conforme información obtenida de la

página web oficial del Ministerio de Defensa de la Nación-).

Repárese que, por ejemplo, las fuerzas terrestres “son aquellas

fuerzas militares, organizadas, instruidas y equipadas para

sostener combates llevados a cabo en el ambiente terrestre”

(Punto 1.001, capítulo I, Sección 1 del Reglamento de

Conducción para las Fuerzas Terrestres del Ejército Argentino).

El poder de combate, por su parte “es

el resultado de combinación entre los elementos materiales y

humanos disponibles por una fuerza terrestre y que consisten

en: 1) Sus elementos materiales (armas, vehículos, equipos,

etc.), sus capacidades (rendimientos, alcances, duración,

adaptabilidad a la zona, etc.), y las disponibilidades para su

mantenimiento, reparación y reemplazo. 2) Sus elementos

humanos: cantidad, capacidad física, capacidad intelectual,

grado de instrucción y fuerza moral. 3) La eficacia de conjunto

dada por: la organización y su adaptabilidad al ambiente

operacional, la disciplina, la cohesión intelectual y

espiritual, el grado de instrucción y la capacidad del

conductor de la fuerza” (Punto 4.001, capítulo IV, Sección 1

del Reglamento de Conducción para las Fuerzas Terrestres del

Ejército Argentino).

Además, “la aplicación efectiva del

poder de combate requerirá la total coordinación del esfuerzo a

88
Poder Judicial de la Nación

través de todos los escalones de comando. La coordinación es

una función básica de la conducción y tiene particular

importancia para lograr las ventajas que se pueden obtener del

fuego y de la maniobra” (Punto 4.021, capítulo IV, Sección 4

del Reglamento de Conducción para las Fuerzas Terrestres del

Ejército Argentino)

Corresponde remarcar que, según consta

en el “Reglamento de Conducción para las Fuerzas Terrestres del

Ejército Argentino” –Punto 6.001, capítulo VI, sección 1-, la

conducción de la batalla “es dominio de la táctica; se ejecuta

integrando la maniobra táctica y el fuego para llegar al choque


USO OFICIAL

o evitarlo”, especificando, además, que “la batalla será

librada por una combinación de acciones ofensivas y defensivas,

con la finalidad última de derrotar al enemigo. De igual

manera, se destaca que “operación táctica es toda actividad que

desarrollan las tropas en campaña. Toda operación táctica

tiene una técnica propia de ejecución y una finalidad, que la

caracteriza y distingue”.

A su vez, el Manual del Ejercicio del

Mando del Ejército Argentino, señala que el progreso y éxito de

las organizaciones, cualquiera fuera su naturaleza y finalidad,

dependen fundamentalmente de las cualidades y eficiencia de sus

jefes en el ejercicio del mando y, especialmente, en el caso

del jefe militar, el mando es la actividad esencial y

predominante, porque las Fuerzas Armadas son organizaciones que

exigen a sus integrantes sacrificios, incluso la entrega de sus

vidas si así la demandare el cumplimiento de la misión (Punto

1.001, capítulo I, sección 1).

Además, la eficacia del componente

89
humano, se manifestará por “la aptitud táctica, técnica y

física que se evidenciará por la concurrencia de ciertos

factores tales como la organización, la doctrina, la

instrucción, la administración, etc. y la actitud individual y

de conjunto para adquirirla y demostrarla”; mientras que la

eficacia del componente material “se manifestará por su

calidad, cantidad y distribución” (Punto 5.001, capítulo V,

sección 1 del Manual del Ejercicio del Mando del Ejército

Argentino).

Desde el punto de vista del ejercicio

del mando, la eficiencia podrá evaluarse a través de diversos

factores, principalmente como la instrucción, que comprende la

presentación y condiciones de empleo de armas, equipo y

vestuario; el estado de alistamiento de la organización para

cumplir órdenes de combate o administrativas, en diferentes

condiciones y situaciones; aptitud profesional demostrada por

los jefes en la acción del mando, comando, conducción y

administración; aptitud profesional demostrada por la

organización como equipo de combate, la prontitud, seguridad y

certeza para transmitir las órdenes e informaciones; eficacia

técnica y táctica, especialmente con la habilidad para el

fuego, movimiento, la comunicación y mantenimiento; y destreza

y resistencia física, la destreza en el manejo de las armas y

medios de combate, etc. (Punto 5.007, acápite 2 “B”, capítulo

V, sección 1 del Manual del Ejercicio del Mando del Ejército

Argentino).

Por otro lado, debe mencionarse el

valor de las comunicaciones en la estructura, en tanto “una

comunicación eficaz incluirá la transmisión y recepción

90
Poder Judicial de la Nación

correcta de la información por el destinatario, el deseo de

éste de que la información se produzca y su disposición a

comprenderla y a asimilarla”, agregando que “sin una

comunicación eficaz no habrá acción cooperativa eficiente. Más

aún, sin comunicación no habrá información; sin información no

habrá razonamiento objetivo y sin éste no habrá conducción”

(Punto 6.017, capítulo IV, sección 3 del Manual del Ejercicio

del Mando del Ejército Argentino).

Respecto a la disciplina, el Manual

del Ejercicio del Mando del Ejército Argentino, establece que

“la actitud individual o colectiva que brindará una pronta


USO OFICIAL

obediencia a las órdenes y la toma de iniciativa a falta de

aquellas, serán las consecuencias de una adecuada motivación y

fundamentalmente de una sólida disciplina”. Señala, asimismo,

que “la disciplina se manifestará por la obediencia conciente

aún en las situaciones más difíciles, la puntualidad, la

exactitud y energía en el cumplimiento de las órdenes y por la

confianza mutua entre el jefe y los subordinados” (Punto 5.005,

capítulo V, sección 1).

Por su parte, se entiende por

eficiencia de la organización, el resultado de la concurrencia

de un conjunto de factores (la administración, la instrucción,

la organización, la doctrina y la calidad del elemento humano),

que participan activamente en su desarrollo y obtención.

En los casos de las tropas comandos,

la instrucción es una especialización de la instrucción normal

del combatiente, tendiente a ampliar sus conocimientos y

exaltar sus cualidades esenciales (Punto 3.001, capítulo III,

sección 1 del Reglamento de Operaciones e Instrucción de Tropas

91
Comandos).

Las pautas enunciadas sobre el

mecanismo de actuación del ejército, se vieron claramente

reflejadas en la recuperación del cuartel de La Tablada. Por

ejemplo, en el sobrevuelo en helicóptero efectuado por el

general Arrillaga al promediar la mañana del día 23 de enero de

1989, con el propósito de diseñar la estrategia militar.

La planificación, se evidenció a

través de las órdenes impartidas para la recuperación del

cuartel, tales como desplazar los medios y ocupación en zonas

de reunión; establecer un cerco rodeando al Cuartel;

intervención de personal especializado y reestablecimiento del

orden, con rastrillaje de todo el cuartel (fs. 5721/3 de causa

1722 y declaración indagatoria de fs. 932/935, en función de

las declaraciones de fs. 187/188, 1093/1102 y 1051/1092).

Asimismo el poder de fuego del

ejército se vio reflejado en las cintas de video aportadas por

los medios televisivos que cubrieron los acontecimientos;

especialmente el incendio ocurrido en la guardia de prevención

producto del impacto de un proyectil disparado de un tanque y

la utilización de armamento de alto poder ofensivo (ver video

Nº 59 La Tablada MTP; Video Nº 86 Tablada Canal 11; Video Nº 85

Tablada Canal 2; Video ATC Hechos Del Cuartel y Video Imágenes

TV Ataque La Tablada; fs. 46/48 de la presente y certificación

a fs. 1955/2000 de causa 1794).

En este sentido, la certificación

efectuada a fs. 1963/1978, da cuenta del ingreso de una

tanqueta por la entrada al regimiento a gran velocidad, la cual

92
Poder Judicial de la Nación

se desplaza por el interior de la unidad, como asimismo otros

vehículos de similares características que recorren el predio

pasando por encima de rodados pertenecientes al grupo que

penetró en el cuartel, con el objeto de inutilizarlos. Los

tanques eran usados, a su vez, en las tareas de “ablandamiento”

(fs. 36/39).

Las cintas de video referidas, también

recrean imágenes de efectivos militares ingresando con

armamento bélico a la unidad -un efectivo militar que ingresa

con lo que sería un cañón antiaéreo, al mismo tiempo que otro

lo hace con un arma denominada bazuca-; como asimismo, el fuego


USO OFICIAL

cruzado entre incursores y efectivos militares y policiales

parapetados detrás de los edificios del cuartel; y el cordón

efectuado por personal policial –aunque en apariencia

desordenado- y militar en las afueras de dicha unidad (fs.

1963/2000).

Que, tras más de un día de lucha, el

ejército, finalmente, logró la rendición de los atacantes

sobrevivientes, habiendo hecho uso, al efecto, de la mencionada

organización, adiestramiento, estrategia y recursos bélicos que

caracterizan su actuación. En suma, la misión de recuperar el

cuartel y capturar a los atacantes, fue cumplida con éxito.

Que, contrariamente al logro obtenido,

el informe 55/97 de la CIDH y la prueba hasta aquí colectada,

pusieron en evidencia que esa poderosa estructura estatal

dotada de adiestramiento, disciplina, organización y material

de combate, aprovechándose, a su vez, del señorío sobre el

lugar de los hechos, fue utilizada por un indeterminado número

93
de agentes estatales, para ejecutar sumariamente a nueve

personas y torturar a otras veinte –algunos de ellos fuera del

cuartel a través de la estructura y el éxito obtenido-, y, de

igual manera, para obstaculizar las investigaciones.

Peor aún, las violaciones a los

derechos humanos investigados, fueron realizadas contrariando

las expresas directivas presidenciales de preservar la

integridad física de los prisioneros, para luego ser entregados

a la Justicia.

Las explicaciones brindadas en el

punto 8) de la resolución de fs. 889/903, más las que aquí se

desarrollan siguiendo aquellas premisas, demuestran, a entender

de este órgano jurisdiccional, que las violaciones al derecho

humanitario internacional constituyeron, a su vez, un crimen de

lesa humanidad.

En efecto, las ejecuciones sumarias y

las torturas, dan cuenta de la gravedad del ataque; en tanto

que la circunstancia de que los atacantes agredidos ya

estuvieran en manos de las autoridades militares, les otorgó el

estatus de “civiles”, en el sentido establecido en el artículo

7.1 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

Las principales notas características

expuestas anteriormente sobre el mecanismo de actuación del

ejército en la misión encomendada y lograda, dan cuenta de la

existencia de un ataque sistemático por parte de algunos

agentes estatales, por cuanto ellas fueron puestas al servicio

de la planificación metódica en el tratamiento de los

prisioneros, que consistió en la ejecución de algunos de ellos

y en la tortura de todos. Algunas de esas notas se vinculan al

94
Poder Judicial de la Nación

actuar organizado, a la estructura, a los recursos, al señorío

de parte del lugar de los hechos al comienzo del combate y de

su totalidad al final.

Ello puede advertirse, también, en la

osadía evidenciada por los agentes involucrados, que no sólo

desconocieron las órdenes impartidas por el propio presidente

de la Nación en lo relativo al tratamiento que debía darse a

los prisioneros –lo que, incluso, habrían efectuado hasta

momentos antes del arribo del primer mandatario al lugar de los

sucesos-, sino que también prolongaron la agresión fuera del

cuartel.
USO OFICIAL

La oportunidad escogida para ese

actuar ilícito, también debe destacarse en pos de fundamentar

el ataque sistemático, pues ocurrió cuando los agentes

involucrados tenían la elevada misión de defender las

instituciones democráticas en representación de todos los

habitantes del país.

La cantidad de víctimas afectadas -

veintinueve- y las circunstancias en las que la agresión habría

ocurrido, no sólo pone en evidencia la escala del ataque, sino

también lo ambicioso del plan en el tratamiento de los

prisioneros.

Otra característica que presenta el

ataque bajo estudio tiene que ver con la obstaculización de las

investigaciones, que, luego de veinte años, puede avanzarse,

con las limitaciones de esta etapa del proceso, hacia la

individualización de algunos de los responsables de los sucesos

pesquisados.

En efecto, el estado de los restos

95
humanos presentados en la Morgue, impidieron durante varios

años la identificación de los mismos; a punto tal que recién en

el año 2.000 se logró establecer la identidad de personas que

hasta ese momento se denunciaban como desaparecidas –entre

ellos Iván Ruiz-, y en la actualidad continúan las tareas de

identificación en el Cuerpo Médico Forense de la Justicia de la

Nación sobre otros cuerpos (fs. 821, 832 y 856/872).

Asimismo, en el año en curso, se logró

establecer, a través del mismo cuerpo pericial, la probable

vinculación biológica entre la persona de la que provienen

muestras actualmente en estudio y la Sra. Marta Díaz,

progenitora de José Alejandro Díaz (ver fs. 856/872).

Y, si a ello se añade que los agentes

estatales involucrados, pese a las reveladoras imágenes de los

medios televisivos y gráficos que exhibieron la detención de

dos personas en la guardia de prevención el día 23 de enero,

omitieron toda información al respecto, no puede más que

concluirse que dicho proceder fue un eslabón más del plan para

implementar el accionar precedentemente referenciado.

Ese ataque sistemático terminó siendo,

por vía de los hechos, la expresión política del Estado

argentino en el tratamiento de los sobrevivientes del combate y

demás cómplices apresados fuera del cuartel.

Es que, no puede ser de otra manera a

entender de este juzgado federal, desde el momento que el

proceder ilícito atribuido a los agentes estatales ocurrió

cuando tenían la elevada misión de defender las instituciones

democráticas, y cuando desoyeron las directivas presidenciales

de actuar en el sentido contrario. Ello generó que, por vía de

96
Poder Judicial de la Nación

los hechos, los nombrados tuvieran la más encumbrada posición

de autoridad estatal en el escenario de los acontecimientos.

Tampoco puede soslayarse, en el

sentido tratado, que la agresión a los incursores se haya

extendido fuera del cuartel.

Si a ello se suma que las imágenes

televisivas transmitían, en vivo, al país y al mundo lo que en

buena medida acaecía en el Regimiento III de La Tablada, no

puede otra cosa que concluirse que la política del Estado

argentino en el tratamiento de los prisioneros, resultó, por

imperio de los hechos, la de matar algunos de ellos y


USO OFICIAL

torturarlos a todos.

Las propias circunstancias expuestas

en la resolución de fecha 10 de noviembre del año en curso,

complementadas en la presente en base a aquellas premisas, dan

cuenta del conocimiento por parte de los agentes involucrados

del ataque sistemático con su planificación coordinada y de su

escala; que estaba dirigida a una población civil, y que, por

imperio de los hechos, ese ataque representaba la política del

Estado en el tratamiento de los prisioneros.

Así lo demuestra el hecho de que para

la agresión de las personas que ya se habían rendido, los

agentes se hayan valido de una estructura profesional para el

combate, como del señorío en el lugar de los hechos; para lo

cual debe tenerse en cuenta la cantidad de víctimas que

alcanzó, como asimismo la circunstancia de haber desobedecido

las directivas presidenciales en el cumplimiento de una elevada

misión, que tenía por objeto defender las instituciones

republicanas –máxime cuando pocos años antes las Juntas

97
Militares habían sido condenadas durante el mandato de ese

mismo gobierno, por la comisión de masivos delitos de similar

naturaleza de los aquí tratados-, y el hecho de que, en buena

medida, el conflicto armando estaba siendo transmitido en vivo

al país y al mundo (sobre el conocimiento del ataque Kai Ambos

op. cit., ps. 269/270 y Pablo Parenti, Crímenes contra la

humanidad. Origen y evolución de la figura, y análisis de sus

elementos centrales en el Estatuto de Roma, en “Los crímenes

contra la humanidad y el genocidio en el derecho

internacional”, del citado autor, Leonardo Filippini y Hernán

Folgueiro, Ed. Ad-Hoc, 2007, ps. 61/66).

Que, sin perjuicio de todo lo

expuesto, la pesquisa deberá determinar, por estrictas razones

de Justicia, si a las agresiones sufridas por los atacantes

fuera del cuartel en el marco del ataque sistemático descripto,

pueden sumarse otras, de carácter aislado, que no puedan

encuadrarse en la categoría de crimen de lesa humanidad y que,

por tanto, habiliten a su respeto el debate acerca de la

prescripción.

Finalmente, no escapa a este juzgado,

que, pocos días después de dictada la resolución del día 10 de

noviembre de este año, la Sala I de la Cámara Nacional de

Casación Penal en el precedente “Taranto, Jorge Eduardo

s/recurso de casación, cs. 12052, de fecha 13/11/09” se

pronunció denegando el carácter del delito de lesa humanidad a

episodios ocurridos durante la guerra de Las Malvinas. Más

allá de destacar las eruditas consideraciones esbozadas acerca

del origen y evolución de los crímenes de esa naturaleza, cabe

resaltar las medulares diferencias fácticas entre los sucesos

98
Poder Judicial de la Nación

allí analizados y los que aquí son objetos de estudio. En

efecto, mientras allí se investigan delitos cometidos en

perjuicio de soldados por parte de personal militar superior

durante un conflicto bélico y sin que se haya acreditado el

elemento de contexto, en este expediente, tal como se expresó

en el punto 8) de la resolución de referencia y en el presente

–a los que cabe remitirse-, la pesquisa involucra gravísimos

delitos contra el derecho humanitario internacional, como ser

ejecuciones sumarias y torturas por parte de quienes

ostentaban, por imperio de los hechos, la más encumbrada

posición de autoridad estatal.


USO OFICIAL

En función de ello, es que, a juicio

de este órgano jurisdiccional, las conclusiones del tribunal

casatorio, no alcanzan los sucesos aquí investigados.

A.4 Sentado cuanto precede,

corresponde mencionar que los delitos investigados, en

particular los relativos a la muerte de Iván Ruiz y José

Alejandro Díaz, resultan imprescriptibles.

En ese sentido, la Corte Suprema de

Justicia de la Nación, sostuvo, en referencia a la aplicación

de la Convención Sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes

de Guerra y los Crímenes de Lesa Humanidad” sobre hechos

acaecidos con anterioridad a su entrada en vigor, que “los

crímenes contra la humanidad son generalmente practicados por

las mismas agencias de poder punitivo operando fuera del

control del derecho penal, es decir, huyendo al control y a la

contención jurídica”.

Añadió el Alto Tribunal, que la

doctrina del precedente “Miras” (Fallos 287:76), se mantuvo

99
inalterable a lo largo del tiempo y continúa vigente para la

interpretación del instituto de la prescripción de la acción

penal para el derecho interno, pero fue modificada con respecto

a la normativa internacional, a partir del precedente “Priebke”

(Fallos 318:2148), en el cual se sostuvo que no resultaban

aplicables las reglas de la prescripción de la acción penal

prevista en el Código Penal, conforme la Convención para la

Prevención y la Sanción de Delitos de Genocidio.

En el mismo sentido, señaló que “el

Preámbulo de la Convención sobre Imprescriptibilidad de los

Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad señala

que una de las razones del establecimiento de la regla de la

imprescriptibilidad fue la ‘grave preocupación en la opinión

pública mundial´ suscitada por la aplicación a los crímenes de

guerra y de lesa humanidad de las normas de derecho interno en

la materia a crímenes de guerra y de lesa humanidad de las

normas de derecho interno relativas a la prescripción de los

delitos ordinarios, ‘pues impide el enjuiciamiento y castigo de

las personas responsables de esos crímenes´...”.

La Corte, señaló que “la convención

citada, constituye la culminación de un largo proceso que

comenzó en los primeros años de la década de 1960 cuando la

prescripción amenazaba con convertirse en fuente de impunidad

de los crímenes practicados durante la segunda guerra mundial,

puesto que se acercaban los veinte años de la comisión de esos

crímenes”.

El Alto Tribunal, concluyó que la

citada Convención “sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que

importa el reconocimiento de una norma ya vigente (ius cogens)

100
Poder Judicial de la Nación

en función del derecho internacional público de origen

consuetudinario. De esta manera, no se fuerza la prohibición

de irretroactividad de la ley penal, sino que se reafirma un

principio instalado por la costumbre internacional, que ya

tenía vigencia al tiempo de comisión de los hechos” [Y]

“...desde esta perspectiva, así como es posible afirmar que la

costumbre internacional ya consideraba imprescriptibles los

crimines contra la humanidad con anterioridad a la Convención,

también esta costumbre era materia común del derecho

internacional con anterioridad a la incorporación de la

Convención al derecho interno”. De igual modo, sostuvo que “al


USO OFICIAL

momento de los hechos, el Estado Argentino ya había contribuido

a la formación de la costumbre internacional a favor de la

imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad” [Y] ha

señalada que “la Convención Sobre la Imprescriptibilidad de los

Crímenes de Guerra y los Crímenes de Lesa Humanidad, ha

representado únicamente la cristalización de principios ya

vigentes para nuestro Estado Nacional como parte de la

comunidad internacional”.

Que, de lo expuesto, el citado

precedente, deriva en la lógica consecuencia que “para la época

en que fueron juzgados los hechos investigados eran

considerados crímenes contra la humanidad por el derecho

internacional de los derechos humanos, vinculante para Estado

Argentino”.

La Corte Suprema de Justicia de la

Nación argumentó, que dicho criterio fue sostenido por la Corte

Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Barrios Altos” -

sentencia de fecha 14 de marzo del año 2.001-, al sostener que

101
“son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las

disposiciones de prescripción y el establecimiento de

excluyentes de responsabilidad que pretenden impedir la

investigación y sanción de los responsables de las violaciones

graves de los derechos humanos tales como la tortura, las

ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las

desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir

derechos inderogables reconocidos por el derecho internacional

de los derechos humanos...”.

De acuerdo a lo expuesto y desde este

punto de vista, afirmó el Alto Tribunal, que “la aplicación de

las disposiciones de derecho interno sobre prescripción

constituye una violación del deber del Estado de perseguir y

sancionar, y consecuentemente, comprometer su responsabilidad

internacional” (Fallos 327:3312).

Por todas las consideraciones

expuestas en este considerando, corresponde no hacer lugar al

recurso de reposición interpuesto por el defensor oficial que

representa los intereses de Jorge Eduardo Varando, contra el

punto I del auto de fecha 10 de noviembre del corriente año y,

en consecuencia, conceder en relación el recurso de apelación

deducido en subsidio por el nombrado, debiéndose extraer

testimonios de las partes pertinentes de la presente causa y

elevar las mismas al Superior, mediante oficio de estilo,

previa notificación y certificación actuarial (arts. 499 y 500

del C.P.M.P).

B. Que, los hechos mencionados en el

punto A., se verificaron a partir del día 23 de enero de 1989,

102
Poder Judicial de la Nación

aproximadamente a las 06:15 hs., cuando un grupo armado de

militantes del Movimiento Todos por la Patria, irrumpió en el

Regimiento de Infantería Mecanizada III de La Tablada, sito en

la intersección de Camino de Cintura y Avenida Crovara, de la

localidad de La Tablada, provincia de Buenos Aires, a bordo de

varios vehículos particulares y un camión con el cual

embistieron contra el puesto Nº 1 de la guarnición, derribaron

el portón de entrada y un primer grupo –integrado, entre otros,

por Iván Ruíz y José Alejandro Díaz- inició la toma de la

Guardia de Prevención-, distante a veinte metros del portón de

acceso a la Unidad militar (puesto número 1).


USO OFICIAL

Allí los incursores hallaron a tres

soldados desertores -René Miguel Rojas, Oscar Miranda y Daniel

Oscar Darío Salas– a los que redujeron- y a los soldados

Marcelo Fabian Aibar, Daniel Humberto Valenti y Alejandro Darío

Gentile, los cuales permanecieron privados de su libertad hasta

horas de la tarde (aproximadamente a las 16:45); horario en que

el edificio de la guardia comenzó a arder en llamas, por el

disparo de un tanque que impactó sobre dicho sector.

A raíz de ello, los seis soldados que

se encontraban cautivos, se ubicaron en el calabozo más extremo

de la construcción, desde el cual, solicitaron auxilio,

percatándose de ello el cabo primero Hugo Daniel Stegmann y el

teniente del Ejército Carlos Alberto Naselli, quienes operando

bajo las órdenes del mayor Jorge Eduardo Varando, habían

concurrido al cuartel al promediar la mañana, con el objeto de

recuperar la unidad atacada. Lo expuesto motivó que el teniente

Naselli, se dirigiera hacia el sector crítico.

Allí logró romper el barrote existente

103
en una de las ventanas del calabozo, por donde comenzaron a

salir hacia el exterior, los conscriptos y desertores, algunos

vestidos de civil, siendo entregados al cabo Stegmman, ubicado

a veinte metros del foco de incendio. Intercalados entre los

soldados y los desertores, salieron también de la guardia de

prevención, Iván Ruiz y José Alejandro Díaz.

El primero de ellos con prendas de

vestir de colores claros y pantalón rasgado a la altura de las

rodillas, logró saltar inicialmente, haciéndolo desde la

ventana ubicada al final del pasillo que divide los calabozos,

y se arrojó sobre el césped. Tendido sobre el suelo, comenzó a

agitar sus brazos debido a que sus ropas se estaban

incendiando, lo que motivó que se acercara el teniente Naselli,

quien lo asistió para que se incorpore y lo custodió hasta un

sector alejado del foco ígneo, mientras se proseguía con el

rescate de las restantes personas que se hallaban en el

interior de la guardia.

Tras él, fueron rescatados Gentile,

Rojas, Aibar, Salas, Miranda y Valenti, arrojándose en último

lugar José Alejandro Díaz, quien presentaba el torso

descubierto y una herida en la cabeza aprisionada con un

torniquete. Díaz caminó unos metros y se colocó de rodillas con

las manos en la nuca. Tras ello se incorporó y caminó en

dirección a los comandos, quienes lo apuntaban con armas

largas. Seguidamente, el teniente Naselli apartó a Ruiz y Díaz

del resto de las personas recuperadas y se los entregó al cabo

Stegmann, quien los trasladó a punta de fusil por el interior

del cuartel, desplazándose a pie por un sector descampado para

finalmente entregarlos al entonces mayor Varando, quien, en

104
Poder Judicial de la Nación

connivencia con Arrillaga y con distribución de funciones –en

tanto el primero tenía control físico de los prisioneros y el

segundo control funcional-, y otras personas aún no

establecidas, dieron muerte a Iván Ruiz y José Alejandro Díaz,

valiéndose del total estado de indefensión de las víctimas,

quienes se hallaban desarmadas y heridas; sin que a la fecha se

haya podido establecer el modo en que terminaron con la vida de

los nombrados.

Pese a que el imputado y demás

intervinientes procuraron disimular los hechos descriptos, pudo

establecerse que parte de los restos óseos, más precisamente un


USO OFICIAL

fragmento de fémur izquierdo perteneciente a Iván Ruiz, fueron

entregados en la morgue judicial del Cuerpo Médico Forense de

la Justicia Nacional, el día 24 de enero de 1989. También pudo

establecerse que en idéntica fecha se recibieron restos que

serían de José Alejandro Díaz.

Que, previo a mencionar las probanzas

a partir de las cuales los hechos descriptos encuentran

corroboración fáctica, cabe mencionar, tal como se sostuvo la

resolución dictada en la presente, el 10 de noviembre del

corriente año (punto 9) y en los autos 13.421 “Corvalán, Jesús

Ricardo s/averiguación de muerte, del registro de la secretaría

1, de este tribunal, de fecha 15 de abril de 2007, a los que

cabe remitirse en razón de brevedad, que el sistema de

valoración de la prueba que se adoptará en este proceso

tramitado por la ley 2372, será el de la sana crítica racional.

Sentado ello, corresponde señalar que

tanto la faz objetiva como subjetiva el accionar atribuido a

105
Alfredo Manuel Arrillaga, se encuentra comprobado en base a las

siguientes probanzas:

1) Informe 55/97, caso 11.137 de la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

2) Videos suministrados por los

canales de televisión dos, once, trece, y los programas

televisivos “Memoria” (I y II), “Azul Televisión”; “Sin

Castigo”, Canal 13; “Edición plus” América Noticias; y “TV

ataque hechos del cuartel” ATC., que registran el arresto de

Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, por el teniente del Ejército

Carlos Alberto Naselli y el cabo primero Hugo Daniel Stegmann.

3) Fotografías de editorial “Perfil” y

“Atlántida”, que recrean escenas de la detención de los

nombrados, por los agentes estatales precedentemente

referenciados (fs. 43 de la causa 5110).

4) Declaraciones testimoniales de René

Miguel Rojas (fs. 1/4, 18/20, 85); Oscar Javier Miranda (fs.

5/10 y 93); Daniel Oscar Darío Salas (fs. 11/17 y 92); Marcelo

Fabián Aibar (fs. 21/25 y 91 de la causa 5110 y 2.842/2.847 de

la cs. 1794); Alejandro Mario Gentile (fs. 26/30, 79/80,

2.411/2.417); Daniel Humberto Valenti (fs. 31/39; 89 de la

causa 5110 y 2403/2409 de la causa 1794), quienes expresan que

Ruiz y Díaz salieron intercalados entre los soldados y

desertores rescatados de la guardia de prevención el día 23 de

enero, ocasión en la que fueron detenidos por el teniente

Naselli y el cabo Stegmann (fs.46 y 81).

5) Declaraciones testimoniales del

teniente Carlos Alberto Naselli y el cabo Daniel Stegmann,

quienes admitieron haber rescatado entre las personas que se

106
Poder Judicial de la Nación

encontraban en la guardia de prevención, el día 23 de enero, a

Ruiz y a Díaz, y habérselos entregado al mayor del Ejército,

Jorge Eduardo Varando (fs. 46/48 y 49/50).

6) Informe pericial del Cuerpo Médico

Forense de la Justicia Nacional, de fecha 27 de diciembre 2000,

que identifica restos óseos de Iván Ruiz (fs. 821/832).

7) Informe pericial del Cuerpo Médico

Forense de la Justicia Nacional, de fecha 29 de mayo 2009, que

indica una probabilidad de vinculación biológica entre la

persona de la que provienen muestras actualmente en estudio por

el citado Cuerpo Pericial, y la Sra. Marta Díaz –progenitora de


USO OFICIAL

José Alejandro Díaz- (fs. 856/872).

8) Declaración testimonial de la Dra.

Alicia Sotelo Lago, quien atribuye los restos identificados

como pertenecientes a una persona fallecida (fs. 833/836).

9) Protocolo de Autopsia nro. 434 (ex

226) y 222, que acreditan que, con fecha 24 de enero de 1989,

ingresaron, aproximadamente a las 23 horas, a la Morgue

Judicial, procedentes del Regimiento de Infantería Mecanizada

de La Tablada los restos humanos de quienes en vida fueran Iván

Ruiz y José Alejandro Díaz.

10) Trascripción del diálogo entre el

general Arrillaga y el general Gassino, el día 24 de enero de

1989 (fs. 190/191)

Que en primer lugar, corresponde

mencionar, que los 6 videocasetes conteniendo filmaciones sobre

los hechos acaecidos en la Tablada a los que habrá de referirse

infra, fueron incorporados a la causa 1794, con fecha 22 de

107
octubre de 1999, por la Cámara Federal de Apelaciones de San

Martín, a pedido de este juzgado (Video 105 Televisión

Española; Video Nº 59 La Tablada MTP Edición Plus; Video Nº 86

Tablada Canal 11; Video Nº 85 Tablada Canal 2; Video ATC Hechos

Del Cuartel y Video Imágenes TV Ataque La Tablada. ver fs. 490

y 501).

Posteriormente se recepcionaron, el 27

de octubre del mismo año, dos copias en VHS, de los programas

emitidos el 16 y 23/11/98 en el programa televisivo “Memoria”,

de Samuel Gelblung, denominado el “último episodio

guerrillero”, por Telearte S.A. -Azul Televisión-.

La visualización de los videos, se

llevó a cabo en la sede de este tribunal conforme consta en la

certificación de fs. 1133/1135 de la causa 1794 y de fs.

1955/2000 del mismo expediente.

A su vez, las principales escenas

registradas en la guardia de prevención, el día 23 de enero

1989, permitieron verificar escenas que reflejan claramente el

incendio y los sucesos acaecidos en el aludido sector de la

unidad castrense (ver fs. 2285 de la causa 1722, en la que se

hizo una constatación por rango de tiempo aproximado).

En efecto, las secuencias registradas

desde el minuto 9 del video de canal 2, permite observar el

instante en que Iván Ruiz, se arroja sobre el césped, desde la

ventana ubicada al final del pasillo que divide los calabozos,

con la ropa alcanzada por el fuego y, desde allí, realiza

movimientos con los brazos. Luego se incorpora y se dirige

hacia la ventana ubicada al extremo de la guardia, desde la

cual se arrojó, y posteriormente se aleja del foco ígneo,

108
Poder Judicial de la Nación

observándose que, por detrás, envuelto en una cortina de humo,

se lanzan intercalados conscriptos y desertores con la ayuda de

un comando.

La secuencia de ese pasaje, culmina

cuando José Alejandro Díaz, se tira desde la ventana del

calabozo ubicado al extremo de la guardia, con el torso

descubierto y una prenda de vestir cubriendo parte su rostro y

desde allí, corre en dirección al personal del Ejército, que se

hallaba apostado a unos metros.

También se observa en dichas imágenes,

que los episodios descriptos transcurren en medio del cuantioso


USO OFICIAL

incendio de la guardia de prevención.

De igual modo, el video registrado por

canal 11, a partir del minuto 28, muestra con mayor detalle las

llamaradas que consumen el techo de la guardia.

Asimismo, se observa en esta

reproducción, el momento en que José Alejandro Díaz, tras

saltar de la guardia, corre unos metros, y se coloca de

rodillas sobre el suelo con las manos en la nuca. Luego se

incorpora y camina en dirección a dos comandos, que lo apuntan

con un fusil.

También dichas imágenes registran

cuando Ruiz y Díaz, son apartados del resto del grupo rescatado

y con las manos en alto, emprenden la marcha bajo la custodia

del cabo Stegmann, en sentido contrario a los conscriptos y

soldados que corren en dirección a Camino de Cintura en medio

de un intenso tiroteo.

En otro fragmento del video que

reproduce imágenes similares, se observa a partir del minuto

109
60, que los detenidos Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, se

desplazan por el interior del cuartel con las manos en alto en

un sector del predio descampado, viéndose al cabo Stegmann

caminando por detrás con un fusil apuntándolos.

Las referidas escenas, aunque en

distinto rango de tiempo e iniciadas en distintas secuencias,

se evidencian en las filmaciones aportadas por los restantes

canales televisivos mencionados.

A su vez, el video remitido por

Telearte S.A. –Azul Televisión-, correspondiente al programa

“Memoria”, parte I, registra con mayor alcance la escena en que

Ruiz y Díaz son separados del grupo y trasladados hacia el

interior del cuartel, con las manos en alto.

Por otro lado, las 29 fotografías

aportadas por el Ministerio Público Fiscal en la presente causa

(fs. 43), tomadas por personal de las editoriales “Atlántida” y

“Perfil”, revelan con similar precisión los sucesos descriptos.

Principalmente, las fotografías identificadas al dorso con los

números 23 y 24 permiten observar el momento en que José

Alejandro Díaz es detenido por un comando del ejército, tras lo

cual se arrodilla con las manos en la nuca.

A su vez, las fotografías

identificadas con los números 25, 26, 27 y 28, reflejan con

absoluta precisión la detención de las víctimas y el

desplazamiento de las mismas hacia el interior del cuartel bajo

la vigilancia del cabo Stegmann, a punta de fusil.

Las imágenes de videos y las tomas

fotográficas referenciadas, se encuentran plenamente

respaldadas por las contestes declaraciones de René Miguel

110
Poder Judicial de la Nación

Rojas, Oscar Javier Miranda, Daniel Oscar Darío Salas, Marcelo

Fabián Aibar, Alejandro Mario Gentile y Daniel Humberto

Valenti.

En ese sentido, René Miguel Rojas dijo

que cerca de las 16 hs., con la intensificación del tiroteo, se

ubicaron en los calabozos situados en el extremo de la guardia,

donde lograron romper un barrote y salir al exterior. Que por

detrás saltaron los incursores que fueron detenidos al poco

tiempo (fs. 1/4).

También se le exhibieron fotografías

secuestradas en un domicilio allanado en la localidad Graham


USO OFICIAL

Bell en el marco de la causa 1722, logrando reconocer en ellas

a José Alejandro Díaz, como quien tenía una herida y un parche

en la cabeza; y a Iván Ruiz, como el rubio que saltó por el

techo, los cuales fueron llevados hacia el interior del

regimiento por un comando (fs. 18/20).

En una declaración posterior,

reconoció a las víctimas en las fotografías obtenidas en la

Fiscalía de la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín,

correspondientes a los pasaportes de los nombrados (ver fs. 65,

73/74 y 85); como también lo hizo en los videos que reproducen

las escenas de la guardia de prevención, los cuales se

exhibieron en la sede de este tribunal (fs. 844/848).

Por su parte, Oscar Miranda relató los

acontecimientos en forma similar, agregando que cuando estaban

los seis afuera, notaron la presencia de quien tenía la herida

en la cabeza, y del otro, que ya se encontraba afuera, por lo

que alertaron al teniente Naselli, y éste los llevó a punta de

fusil para el sector de la enfermería (fs. 5/10).

111
De igual manera reconoció a Iván Ruiz

y a José Alejandro Díaz, en las fotografías que se le

exhibieron en el tribunal (ver fs. 93/vta).

También Oscar Darío Salas explicó cómo

luego de escuchar una explosión en el calabozo, se fueron

corriendo hacia el extremo, mientras un atacante los seguía, y

así fue como lograron salir con el auxilio de un teniente.

Dijo que una vez logrado ello,

observaron que habían dos del grupo atacante -el que los seguía

y el rubio de ropa clara-, los cuales fueron apartados del

resto y llevados hacia el sector izquierdo. (fs. 11/17).

Los reconocimientos por fotografías

exhibidas en esta sede, arrojaron el mismo resultado que en el

caso de Rojas y Salas (ver fs. 92/vta.).

A ello se suma el testimonio de

Marcelo Fabián Aibar, quien explicó que la guardia fue tomada

por un grupo de más de diez personas a la 6 hs. del día 23 de

enero, recordando los apodos “Maradona”, “Iván” y “el jefe”.

Precisó que Iván, les dijo: “si salen

vivos de acá, recuerden que nosotros somos del Movimiento Todos

por la Patria”. Señaló que el mismo tenía acento

centroamericano, era rubio de ojos celestes o claros, andaba

con un pantalón marrón claro, que lo había cortado para

hacerles vendas a los heridos, quedándole más o menos a la

altura de las rodillas, y que éste, cuando logran tirar la reja

de los calabozos, saltó casi junto con él, pero no desde la

ventana, sino desde el techo, ya que se había subido por el

cielo raso.

Agregó que una vez fuera de la

112
Poder Judicial de la Nación

guardia, fue conducido en dirección al sector interno de la

unidad, junto con otro, que presentaba una herida en la cabeza.

También reconoció a las víctimas en

las fotografías que se le exhibieron en este juzgado, como

también, en los videos visualizados por el nombrado; en los que

también logró identificarse a sí mismo (fs. 21/25, 91/vta. y

797/802).

Alejandro Mario Gentile refirió que

detrás de él, salieron dos atacantes, aunque no presenció lo

que ocurrió con ellos después, debido a que durante el trayecto

hasta el alambrado, llovían balas de todos lados y se vieron


USO OFICIAL

obligados a arrastrarse.

No obstante, reconoció por fotografías

a quien le decían “Maradona”, quien presentaba una herida

sangrante en la cabeza, y también a uno que tenía una barbita

medio rara, que cree que también salió (ver fs. 26/30 y fs.

79/80).

De igual modo, al serle exhibido los

videos reservados en el tribunal dijo que la persona que se

arrojó en primer lugar, no lo hizo desde los calabozos como el

resto, sino desde el comedor de la guardia y si bien no podía

identificarlo en la imagen, podía suponer que era un atacante

por el tipo de calzado que llevaba.

Tampoco pudo identificar claramente a

los conscriptos y desertores reflejados en la imagen, pero sí

pudo identificarse a sí mismo saliendo en séptimo lugar y al

atacante apodado “Maradona” (fs. 742/748).

Daniel Humberto Valenti, brindó su

testimonio en igual sentido y dijo que luego de salir de la

113
guardia “habían quedado dos zurdos, que también escaparon por

ahí, a ellos los ví yo. Uno era rubio, joven, de pantalones

rotos, que parecía tener bermudas de color marrón claro, creo

que tenía lastimado por la zona de la frente. El otro tenía un

vendaje blanco en la cabeza, creo que a este le decían Maradona

y le sangraba la parte del oído, no le distinguí bien la cara

pero era morocho de pelo largo, tenía una remera negra toda

rota”.

Reconoció a Ruiz y a Díaz, en las

fotografía exhibidas obrantes en los pasaportes, y a su

persona, al igual que a los detenidos en las filmaciones

exhibidas en esta sede (fs. 31/34 y fs. 749/755).

Por último cabe valorar la declaración

testimonial de Alberto Rubén Sosa, quien, pese a hallarse fuera

del regimiento al producirse los acontecimientos que aquí se

narran, observó las escenas desde el techo de una de las

viviendas ubicadas frente al cuartel.

En este sentido declaró que combatió

desde las afueras del regimiento buscando blancos para batir.

Que luego de iniciar el ataque a la guardia y de haber retomado

la compañía Comando y Servicios, donde se vuelven a robustecer

de municiones, son anoticiados de que efectivos propios,

juntamente con los subversivos, se encontraba en el interior de

los calabozos, razón por la cual se les indica que deben

replegarse; que ante ello vuelven a salir de la unidad y

comienzan los tanques sus tareas de ablandamiento. Que a eso de

las 15 hs., le ordenan junto a otros efectivos, procurar

ubicarse sobre los techos de las viviendas que se encuentran

frente al cuartel, con la idea de hacer fuego y cubrir a

114
Poder Judicial de la Nación

aquellos que intentaran el asalto a la guardia.

Que, alrededor de las 16 hs., al

acrecentarse el fuego en la guardia y los calabozos, pudo

observar que, a través de la ventana que da a Camino de

Cintura, lograron salir quienes se hallaban en su interior aún

con vida, y que desde su ubicación, reconoció que escapaban

tres soldados desertores, junto con otros dos soldados de la

guardia, como así también dos o tres atacantes que son tomados

por personal militar (fs. 35/39).

La veracidad de los testimonios de los

soldados, no sólo se ve respaldada por las imágenes ya


USO OFICIAL

aludidas, sino por la circunstancia de haber permanecido

cautivos y durante horas en constante contacto con los

atacantes; lo que indudablemente les permitió recordar sus

características fisonómicas e imágenes, que persistieron en la

mente de los soldados, a punto tal que luego de veinte años,

pudieron reconocerlos nuevamente en los videos exhibidos en el

tribunal.

Dicho aserto se compadece

principalmente con lo expuesto por Marcelo Fabián Aibar a fs.

21/25, quien en la primera oportunidad de testificar ante esta

sede el 24 de febrero de 1989, manifestó que los incursores se

llamaban por apodos y nombres, recordando a quien le decían

“Maradona”, “Iván” y “el jefe”, quienes se acercaban a

conversar y a convidarles cigarrillos.

También agregó que Iván les dijo “si

salen vivos de acá, recuerden que nosotros somos del Movimiento

Todos por la Patria... que ellos eran trabajadores, que eran

del pueblo y no querían este gobierno; que no estaban ahí por

115
gusto y también tenían familia”, agregando que el mismo “tenía

acento centroamericano, era rubio de ojos celestes o claros,

andaba con un pantalón marrón claro, que lo había cortado para

hacerles vendas a los heridos, quedándole más o menos a la

altura de las rodillas”.

Indicó que este mismo, fue quien,

cuando lograron tirar la reja de los calabozos, saltó casi

junto con él, pero no desde la ventana, sino desde el techo, ya

que se había subido por el cielo raso; y que una vez fuera de

la guardia, fue conducido hacia el interior del regimiento,

juntamente con el que saltó, luego de hacerlo todos los

soldados, recordando que era el que estaba herido en la cabeza.

A su vez, el 19 de marzo de 2009,

reconoció a Ruiz y a Díaz, como también a los conscriptos que

salieron de la guardia -incluido él-, en los videos cuya

reproducción se llevó a cabo en la sede de este tribunal (fs.

797/802).

En igual sentido cabe poner de resalto

los dichos de René Miguel Rojas brindados del 14 de febrero de

1989 (fs. 1/4, 18/20), del 1 de mayo del mismo año (fs. 85), y

del 24 de agosto de 2009 (fs. 844/84); los de Marcelo Fabián

Aibar, el 24 de febrero de 1989 (fs. 21/25), el 23 de junio de

1989 (fs. 91) y el 19 de marzo de 2009 (fs. 797/802); los de

Alejandro Mario Gentile, el 20 de febrero de 1989 (fs.26/30),

el 17 de mayo de 1989 (fs. 79/80) y el 21 de octubre de 2008

(fs. 742/74); los de Daniel Humberto Valenti, el 24 de febrero

de 1989 (fs. 31/34) y el 17 de octubre de 2008 (fs. 749/755); y

lo de Alberto Rubén Sosa, el 20 de febrero de 1989 (fs. 35/39)

y el 1º de abril 2009 (fs. 808/812).

116
Poder Judicial de la Nación

Cabe anudar a lo dicho, los propios

testimonios del personal militar actuante que, en buena medida,

confirman la concordante versión de los soldados liberados del

cautiverio.

El teniente Carlos Alberto Naselli,

perteneciente a la Escuela de Caballería del Ejército

Argentino, había sido destinado al frente de un pelotón de

morteros junto al cabo Stegmann y otro suboficial, bajo las

órdenes del mayor Jorge Eduardo Varando, jefe del Equipo de

Sección. Manifestó que ubicó el mortero en línea recta al

casino de suboficiales, a trescientos metros de la guardia de


USO OFICIAL

prevención, momento en el cual observó que un tanque efectuó un

disparo sobre la guardia, a consecuencia del cual comenzó a

incendiarse.

Ante tal circunstancia, se dirigió

hacia el lugar con el cabo Stegmann –quien permanecía veinte

metros atrás- y comenzó a prestar auxilio a los soldados que

trataban de salir por una de las ventanas de la guardia.

Luego de salir la totalidad de las

personas que procuraban huir de su interior, separó a Iván Ruiz

y a José Alejandro Díaz por ser los más heridos, manifestándole

al cabo Stegmann que debía trasladarlos hasta la jefatura de

sección y entregarlos al mayor Varando (fs. 49/50).

Lo expuesto se compadece con los

dichos del cabo Hugo Daniel Stegmann, quien refirió que el día

de los sucesos, aproximadamente a las 12:30 hs., arribó al

regimiento, donde recibió la orden de integrar el grupo

“mortero”, a las órdenes del teniente Naselli.

Señaló que, con la misión de apoyar al

117
“equipo de sección”, se atacó inicialmente la Guardia de

Prevención, teniendo en cuenta que después de dicho ataque, la

prioridad, por misión, sería el Casino de Suboficiales. Así

fue como observó que, a raíz de un impacto de proyectil sobre

el sector de la guardia, ésta comenzó a incendiarse,

percatándose en ese instante que de una de las ventanas del

edificio un soldado solicitaba auxilio, lo que motivó que

concurriera junto con el teniente Naselli, a rescatar a los

soldados que se encontraban encerrados en su interior.

Mientras permanecía a veinte metros

del lugar, Naselli ayudó a salir a las personas que procuraban

saltar hacía el exterior, tratándose de unos seis u ocho

soldados que se acusaban mutuamente sobre la condición de

soldados y atacantes. Ante ello, el criterio fue separar a las

dos personas que se encontraban más heridas, una de las cuales

se hallaba quemada y la otra con una herida en la cabeza, para

trasladarlos donde se hallaba el jefe de sección, el entonces

mayor Varando.

Finalmente, y aun cuando las

concluyentes imágenes televisivas y fotográficas, analizadas

juntamente a la concordante versión de los soldados rescatados,

disipan toda duda sobre las razones por la cuales Naselli y

Stegmann apuntan con sus armas a Ruiz y Díaz –mientras éstos

adoptan una posición corporal de rendición-, sus testimonios no

se ven enervados, por cuanto, en lo sustancial, Naselli y

Stegmann coinciden con los soldados y las imágenes acerca de

haber sido ellos quienes procedieron al rescate de los

cautivos, a la aprehensión de los atacantes y a la entrega de

estos últimos a su jefe.

118
Poder Judicial de la Nación

En suma, las evidencias expuestas dan

acabada cuenta de que Ruiz y Díaz se rindieron ante los

militares Naselli y Stegmann, quienes, a su vez, los entregaron

al entonces mayor Jorge Eduardo Varando.

Las pruebas acumuladas también

acreditan que Alfredo Manuel Arrillaga, en connivencia con el

entonces mayor Varando –sin perjuicio de lo que se resuelva a

su respecto una vez habido- y otras personas aún no

establecidas, dieron muerte a Iván Ruiz y a José Alejandro

Díaz, valiéndose del total estado de indefensión de las


USO OFICIAL

víctimas, sin que a la fecha se haya podido establecer el modo

en que terminaron con la vida de los nombrados.

Al respecto, cabe destacar en primer

lugar, que el Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional

mediante el informe de fecha 27 de diciembre del año 2000,

estableció la presencia de restos óseos pertenecientes a Iván

Ruiz (inf. obrante a fs. 1122/1133, del Anexo de

identificación, autopsia y entrega de cadáveres).

Asimismo, a través de la declaración

de la Dra. Alicia Sotelo Lago, del mismo cuerpo pericial, se

confirmó que dichos restos pertenecen a una persona fallecida

(fs. 1543).

A ello debe añadirse el informe de

fecha 29 de mayo del año en curso, cuyos resultados dieron

cuenta de la posible vinculación biológica entre la progenitora

de José Alejandro Díaz y restos humanos actualmente en estudio

(ver. fs. 1939/1955 del Anexo de identificación, autopsia y

entrega de cadáveres).

119
Si a ello se suma que los restos

identificados como de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz –en los

términos informados respecto de este último- fueron presentados

en la Morgue Judicial del Cuerpo Médico Forense de la Justicia

Nacional el día 24 de enero de 1.989 provenientes del

Regimiento de Infantería III de La Tablada –ver Protocolos de

Autopsias nros. 434 (ex 226 y 222)-, no quedan dudas, a

entender de este órgano jurisdiccional y por aplicación de las

reglas de la sana crítica racional, que los nombrados murieron

en el mismo ámbito en que fueron capturados.

En segundo lugar y a fin de establecer

la intervención del imputado Arrillaga en la muerte de los

nombrados Ruiz y Díaz, corresponde efectuar algunas

consideraciones preliminares, aunque varias de ellas ya fueron

expuestas en el presente.

Debe recordarse que estos dos hechos,

de acuerdo a la prueba colectada en los presentes obrados,

forman parte de un ataque sistemático que alcanzó a otras

veintisiete víctimas.

Ya se dijo, al respecto, que el

ejército tuvo la misión de recuperar el cuartel, someter a los

atacantes y entregarlos a la Justicia. También se hizo mención

a las características mínimas del mecanismo de funcionamiento

del ejército (organización, instrucción, equipamiento, poder de

combate, coordinación, conducción, eficacia del componente

humano, comunicación, disciplina, etc.). De igual modo, se

concluyó que, las características de actuación organizada en

combate, se reflejaron en la recuperación del cuartel y en la

rendición de los atacantes sobrevivientes.

120
Poder Judicial de la Nación

Que, también se dijo que, de acuerdo

con el informe 55/97 y prueba colectada, se puso en evidencia

que esa poderosa estructura estatal dotada de adiestramiento,

disciplina, organización y material de combate, fue además

utilizada por un número indeterminado de agentes estatales para

ejecutar sumariamente a nueve personas y torturar a otras

veinte, y de igual manera, para obstaculizar las

investigaciones.

Del mismo modo, se señaló que las

violaciones a los derechos humanos investigados, fueron

realizadas contrariando las expresas directivas presidenciales


USO OFICIAL

de preservar la integridad física de los prisioneros, para

luego ser entregados a la Justicia.

Asimismo, se destacó que las

principales notas características expuestas anteriormente sobre

el mecanismo de actuación del ejército en la misión encomendada

y lograda -adiestramiento, disciplina, organización y material

de combate-, revelaron la existencia de un ataque sistemático

por parte de algunos agentes estatales, por cuanto fueron

puestas al servicio de la planificación metódica en el

tratamiento de los prisioneros, que consistió en la ejecución

de algunos de ellos y en la tortura de todos; máxime teniendo

en cuenta la osadía de dicho accionar que no sólo desconoció

las órdenes impartidas y se extendió hasta momentos antes del

arribo al lugar de los hechos del propio presidente de la

Nación, sino que continuó fuera del cuartel.

Para retomar el análisis puntual de la

conducta del imputado, cabe memorar que Alfredo Manuel

Arrillaga era el comandante de la recuperación del cuartel.

121
Sobre la importancia de este rol en el

marco de la actuación del ejército, cabe agregar a todo lo ya

expuesto, que el comandante es la persona que ejerce el comando

y será el único responsable de lo que haga o deje de hacer su

tropa, aclarándose que esa responsabilidad no podrá ser

delegada ni compartida (Considerandos 2.001 y 2.002 del Manual

de Conducción Para las Fuerzas Terrestres del Ejército

Argentino).

Además, el ejercicio del comando le

exigirá una personalidad de criterio claro, firme en sus

resoluciones, perseverantes y enérgicos en la resolución de

ellas, insensibles en los vaivenes de la lucha y con hondo

sentido de la gran responsabilidad que pesa sobre ellos.

Además, deberá demostrar su ingenio para imponer el respeto y

despertar la confianza de sus subordinados, como así también

“su presencia de ánimo, dedicación, abnegación, desprendimiento

y valor ante el peligro, inspiraran los esfuerzos de sus

hombres” (Considerando 2.003).

Asimismo, el manual sindicado, explica

que el ejercicio del mando “es un arte cuya finalidad consiste

en imponer a otro u otros la propia voluntad para la obtención

de un fin, sin emplear medios coercitivos”. Además, el

comandante “debe concebir los medios para proyectar su carácter

y personalidad, a fin de crear una impresión positiva en los

hombres bajo su mando, tratando de ser identificado por ellos

más como una dinámica y vibrante fuente de orientación, guía y

motivación, que como el depositario de la autoridad

exclusivamente”, agregando, en ese sentido que “el ejemplo y la

actitud personal del que manda ejercen una influencia decisiva

122
Poder Judicial de la Nación

sobre los subordinados” (considerando 2.004).

Por otra parte, del manual de

referencia, se desprende que “la mutua confianza entre el

comandante y sus subordinados será la base más firme de la

disciplina” y, con respecto de la resolución del conflicto,

explica que “es la responsabilidad fundamental del comandante,

pues todas las operaciones nacen y se desarrollan sobre la base

de las resoluciones que se adopten”. Además, “las situaciones

críticas que se planteen durante la ejecución de las

operaciones, deberán ser resueltas por el comandante... ”

(considerandos 2.007 y 2.033).


USO OFICIAL

Asimismo, establece que “la

supervisión es la autoridad propia del comando que consiste en

ejercer la vigilancia y el control de las operaciones, a fin de

comprobar su correcta ejecución. El comandante supervisará

normalmente la actividad principal de su fuerza... El control

involucra además, la facultad de corregir o modificar la

ejecución” (considerando 2.028).

A la luz de todas las consideraciones

desarrolladas, puede afirmarse, con la provisionalidad

inherente a esta etapa del proceso, que las muertes de Iván

Ruiz y José Alejandro Díaz constituyeron el primer eslabón

planificado en el tratamiento de los prisioneros por parte del

general Arrillaga y del entones mayor Varando –sin perjuicio de

lo que se resuelva una vez habido-, y de otras personas aún no

establecidas, a través de un acuerdo que incluyó la decisión y

ejecución común de los hechos, y su posterior ocultamiento;

para lo cual se valieron de la estructura organizada. El

123
accionar se llevó a cabo con pleno conocimiento de que se

trataba de un proceder ilícito que contrariaba las órdenes

presidenciales, en el marco de una sociedad democrática, en la

que, incluso, pocos años antes, se había condenado a las Juntas

Militares por gravísimas violaciones a los derechos humanos.

En efecto, resulta incuestionable, a

entender de quien suscribe, que el general Arrillaga, en su rol

de comandante de la recuperación, tomó pleno conocimiento de la

detención de Ruiz y Díaz, no sólo por la importancia ya vista

de las comunicaciones en las acciones militares de combate –más

aún cuando las operaciones se desarrollaron en un ámbito urbano

muy próximo a la propia sede del Estado Mayor del Ejército

desde el que se podía pertrechar de todos los recursos bélicos

necesarios, y cuando la transcripción de fs 190/191 revela, en

definitiva, su normal funcionamiento-, sino, fundamentalmente,

porque la detención de esos dos atacantes constituían los

primeros frutos de la misión encomendada, de recuperar el

cuartel, someter a los incursores y entregarlos a la Justicia.

Si ello es conectado a que la agresión alcanzó a muchas otras

personas, no hace más que poner en evidencia la activa

intervención del imputado en la ejecución de los nombrados,

aprovechando la estructura organizada, la distribución de roles

y funciones y el señorío en el escenario de los

acontecimientos; y torna irrelevante, a juicio de este órgano

jurisdiccional y desde la óptica del derecho penal, la

circunstancia de que, a la fecha, se desconozca el modo en que

se dio muerte a esas personas.

Las imágenes televisivas y

fotográficas aludidas en el punto IV) de la presente, reflejan,

124
Poder Judicial de la Nación

de modo elocuente, el estado de indefensión de las víctimas al

momento de ser ejecutadas.

Que, en el marco de lo expuesto, debe

recordarse que la conducta del general Arrillaga, junto a otros

sujetos, se enderezó, asimismo, a obstaculizar las

investigaciones como parte del citado acuerdo.

En este sentido, debe recordarse, las

consideraciones efectuadas en el punto IV), acápite A.3 de este

auto, justamente referidas a los hechos que tuvieron por

víctimas a Ruiz y Díaz, en lo relativo a la dificultad en la

identificación de sus restos, como asimismo, en la omisión de


USO OFICIAL

informar a las autoridades judiciales, de la rendición de los

nombrados, pese a que las imágenes televisivas y fotográficas

captaron el momento justo en que fueron capturados.

Como consecuencia de todo lo expuesto,

el descargo del imputado Alfredo Manuel Arrillaga, pierde

consistencia.

V. Significación Jurídica:

Los hechos atribuidos en perjuicio de

Iván Ruiz y de José Alejandro Díaz, y que se tienen por

acreditados prima facie, respecto de Alfredo Manuel Arrillaga,

son constitutivos del delito de homicidio agravado por alevosía,

en concurso material entre sí –dos hechos- (arts. 80 inciso

segundo y 55 del C.P.), en calidad de coautor (artículo 45 del

Código Penal).

La faz objetiva como subjetiva de la

figura se encuentra satisfecha. En efecto, conforme lo

desarrollado en el punto IV), el imputado Alfredo Manuel

125
Arrillaga junto a otras personas, dieron muerte a los nombrados

Ruiz y Díaz con pleno conocimiento y voluntad de ello.

La agravante también se encuentra

verificada, puesto que, como se vio, las imágenes televisivas y

fotográficas dan acabada cuenta que la ejecución de las dos

personas se realizó cuando su capacidad defensiva se encontraba

ausente, lo que conocían acabadamente el imputado y demás

intervinientes (Donna, Edgardo Alberto, “Código Penal y su

Interpretación en la Jurisprudencia”, Tomo II, 1era. Edición,

ed. Rubizal-Culzoni, año 2.003, p. 86 y D´Alessio, José Andrés,

“Código Penal Comentado y Anotado”, Parte Especial, 1era.

Edición, La Ley, año 2.004, p. 11).

Por otro lado, no se advierten causas

que excluyan la antijuridicidad y la culpabilidad de la conducta

atribuida.

La coautoría atribuida al imputado en

los hechos de homicidio, se encuentra acreditada desde que las

características mismas de los sucesos, como las que los

rodearon, advierten acerca de la existencia de una decisión y

ejecución común del hecho, y el reparto de los diversos papeles

y funciones, (en tal sentido ver Hans Welzel, “Derecho Penal

Alemán”, Editorial Jurídica de Chile, cuarta edición castellana,

año 1.993, pág. 129; Gûnter Stratenwerth, “Derecho Penal, Parte

General I”, Ed. Edersa, Madrid, 1.982, págs. 247/248; Hans

Heinrich Jeschek, “Tratado de Derecho Penal, Parte General”,

editorial Comares, Granada, cuarta edición, año 1.993, pág. 614;

Eugenio Raúl Zaffaroni, Alejando Alagia, Alejandro Slokar,

“Derecho Penal, Parte General”, año 2.000, pág. 752; Enrique

Bacigalupo, “Derecho Penal, Parte General”, editorial Hammurabi,

126
Poder Judicial de la Nación

segunda edición, 1.999, pág. 501/502).

Por otra parte, el suscripto entiende

que tal concepto de coautoría no afecta el principio de

legalidad (en este sentido, Eugenio Raul Zaffaroni, “Tratado de

Derecho Penal”, editorial Ediar, año 1.996, tomo IV, pág. 335).

Ya se dijo que la muerte de Iván Ruiz y

José Alejandro Díaz, constituyeron el primer eslabón planificado

en el tratamiento de los prisioneros por parte del general

Arrillaga y del entones mayor Varando –con la salvedad

antedicha- y de otras personas aún no establecidas, a través de

un acuerdo que incluyó la decisión y ejecución común de los


USO OFICIAL

hechos, y su posterior ocultamiento.

A tal efecto, debe ponderarse, lo que

también se vio, el mecanismo de actuación del ejército

(organización, instrucción, equipamiento, poder de combate,

coordinación, conducción, liderazgo, eficacia del componente

humano, comunicación, disciplina, etc.).

A su vez, en el punto IV), acápite B.

de este auto, se destacó el rol del comandante en el combate.

Que, en esta resolución, también se

resaltó que el mecanismo de actuación del ejército no sólo fue

utilizado para la recuperación del Cuartel, sino también para

las violaciones de los derechos humanos aquí investigadas.

Si a ello se suma que la reconstrucción

histórica efectuada en el presente, estableció que Ruiz y Díaz

fueron aprehendidos y entregados al entonces mayor Varando, como

también que la agresión alcanzó a muchas otras personas, no cabe

más que concluir que Varando –con la salvedad antes indicada-, a

través del control físico que ejerció sobre los detenidos, y

127
Arrillaga, mediante el control funcional, ejecutaron -junto a

otras personas-, a Ruiz y Díaz siguiendo el citado plan criminal

acordado.

VI. Medidas Cautelares

Que, al momento de disponer la

detención del imputado Alfredo Manuel Arrillaga, se estableció

que la privación de la libertad debía realizarse bajo la

modalidad de arresto domiciliario (ver fs. 889/903).

En el presente se efectuarán algunas

consideraciones complementarias sobre el tópico.

Que, teniendo en cuenta que la escala

de la pena del delito que se le imputa a Alfredo Manuel

Arrillaga, no encuadra en las previsiones del art. 379 del

C.P.M.P., se ordenará la prisión preventiva del nombrado.

A esta altura, cabe señalar que, en la

doctrina plenaria sentada por la Cámara Nacional de Casación

Penal en el acuerdo 2/08 –plenario nro. 13- “Díaz, Bessone,

Ramón Genaro s/recurso de inaplicabilidad de a ley”, se

establecieron pautas interpretativas en la valoración de los

arts. 316 y 317 del código Procesal Penal de la Nación, las

cuales debían ser conjugadas de acuerdo con los parámetros

establecidos en el art. 319 del mismo digesto ritual, para así

determinar en forma objetiva la existencia del llamado riesgo

procesal con el objeto de conceder o denegar el derecho de la

excarcelación.

Al respecto, este tribunal, en el auto

de fecha 07 de noviembre del año 2.008 en el incidente de

excarcelación formado respecto de Javier Alejandro Almada en el

128
Poder Judicial de la Nación

marco de la causa nro. 14.246, del registro de la secretaría

nro. 1 de este mismo tribunal, sostuvo que la disposición

contenida en el art. 10, inciso c), segundo párrafo de la ley

24.050 –que establece que la interpretación de la ley aceptada

en una sentencia plenaria de la Cámara Nacional de Casación

Penal es de aplicación obligatoria para la Cámara, para los

Tribunales Orales, Cámaras de Apelaciones y para todo otro

órgano jurisdiccional que dependa de ella-, es violatoria de

los principios contenidos en los arts. 1, 18 y 116 de la

Constitución Nacional y, por consiguiente, correspondería

declararla inconstitucional.
USO OFICIAL

Sentado lo expuesto, cabe recordar, en

este sentido, que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha

sostenido –criterio que el suscripto comparte- que el instituto

de la prisión preventiva ha sido concebido con fines cautelares

en supuestos excepcionales (Fallos 322:1605 y 308:1631 y

también, Alfredo Velez Mariconde, “Derecho Procesal Penal”,

Marcos Lerner-Editora Córdoba, 3era. Edición, 1.986, T.II, pág.

507 y sgtes.; y Jorge Clariá Olmedo, “Derecho Procesal Penal”,

Rubinzal-Culzoni Editores, actualizado por Carlos Chiara Díaz,

2.001, T II, pág. 352 y sgtes.).

Que, además, el suscripto considera

que más allá que las normas vigentes que regulan la prisión

preventiva puedan mejorarse, responder a nuevos criterios, o

bien eliminarse, no pueden atacarse de inconstitucionales pues,

desde la experiencia social, resulta válida la presunción legal

que, en aras de afianzar la Justicia impuesta en el preámbulo

de la Carta Magna, establece que el imputado de un delito que

prevé penas graves de prisión, intentará profugarse para evitar

129
las intensas consecuencias penales de su accionar.

Menos aún cuando dicho instituto,

además de haberse concebido –como se vio- con fines cautelares,

se encuentra limitado por el art. 317 del código adjetivo, por

la ley 24.390 y sus modificaciones, como por la interpretación

que ha efectuado de ella el máximo tribunal (Fallos: 320:2105,

321:1328 y 323:423).

En un mismo sentido, la jueza Catucci

explicó –en el plenario aludido- que los arts. 316 y 317 del

C.P.P.N., responden a un criterio concesivo de los regímenes de

la exención o eximición de prisión y de la excarcelación, en

tanto, el art. 319 de ese cuerpo de leyes, obsta a la concesión

de esos institutos.

En razón de lo expuesto, la jueza

concluyó que, en definitiva, “la presunción ‘iuris et de iure´

establecida por el legislador para determinar los casos en que

procede la prisión preventiva durante el proceso –plasmada en

los artículos 316 y 317 del código de procedimiento- ha sido

adoptada dentro de las facultades naturales del Congreso y se

ajusta a las normas constitucionales y a los parámetros

trazados por los instrumentos internacionales de los derechos

humanos y la doctrina emanada de sus órganos de aplicación...”.

Dicho esto, resulta conveniente

señalar que, a juicio del suscripto, la modificación

estructural del régimen de excarcelación o de exención de

prisión hoy vigente, para que resulte efectiva en todas las

instancias judiciales, debe procurarse a través de una reforma

legal por parte del Congreso de la Nación.

Que, por las razones expuestas y de

130
Poder Judicial de la Nación

acuerdo a la exégesis de este juzgado federal, la situación del

imputado Arrillaga no encuadra en las previsiones del art. 379

del código adjetivo.

Que, no obstante ello, cabe mencionar

que, conforme la certificación obrante a fs 978/vta., Alfredo

Manuel Arrillaga, se encuentra detenido en la causa nro. 4777

del registro de la Secretaría de Actuación de Derechos Humanos

del Juzgado Federal Nro. 3 de Mar del Plata, desde 23/07/07,

habiéndose elevado al Tribunal Oral Federal de esa ciudad,

parcialmente, el 2/09/09, quedando anotado a disposición

conjunta de ese juzgado y el TOF local.


USO OFICIAL

Asimismo, el encartado se encuentra a

disposición conjunta con el Juzgado Federal Nro. 1 de esa

ciudad, en causa 16.891, desde el 17/09/08 y de este órgano

jurisdiccional desde el 10 de noviembre del corriente año,

donde se dispuso mantener la detención del nombrado en la

modalidad de arresto domiciliario dispuesta por el Juzgado

Federal Nro. 3 de Mar del Plata en la causa 5033/3 (ver fs.

889/903 y 97.

Que, con relación a la causa 5033/3,

cabe mencionar que el imputado fue detenido el 20/07/07, a los

fines de recibirle declaración indagatoria. Dicha causa fue

iniciada el 20/12/06, en virtud de la denuncia efectuada por

Luis Salvador Regine y Margarita Isabel Segura, investigándose

la privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos de

las que habrían resultado víctimas los mencionados, siendo que

a la fecha de inicio de la causa Nº 5033, Arrillaga ya se

encontraba con el proceso suspendido por aplicación del art. 77

C.P.P.N., en causa Nro. 4447.

131
El 26/06/09 el Juzgado Federal Nro. 3

de Mar del Plata, resolvió la clausura de la instrucción

respecto del encartado Arrillaga por los hechos que

damnificaran a Luis Salvador Regine, elevándose la causa al

Tribunal Oral Federal de esa ciudad con fecha 3/07/09 y

quedando testimonios en el juzgado federal marplatense a fin de

proseguir la instrucción respecto de los hechos de los que

resultaran víctimas Luis Leonardo Regine, Margarita Segura de

Regine y Catalina Unanue de Regine.

A fs. 979/992, obran copias

certificadas de las resoluciones dictadas en el incidente de

arresto domiciliario del encartado Alfredo Manuel Arrillaga, en

el marco de la citada causa 5033/3.

De dichos testimonios se desprende que

el 15 de agosto de 2007, el Juzgado Federal nro. 3 de Mar del

Plata, concedió la detención domiciliaria del susodicho en

virtud del resultado de los informe médicos obrantes en el

incidente de salud Nº 4447/16, formado con respecto al

encartado, el que da cuenta de las afecciones físicas que el

causante padece: gonartrosis, con un reemplazo articular de

rodilla, e hipertensión arterial, medicado con “atenolol”; el

examen psiquiátrico que concluye que, si bien las funciones

psíquicas del encartado se sintetizan en un juicio adecuado y

una inteligencia normal, sin denotar peligrosidad para sí o

para terceros considera conveniente el arresto domiciliario “en

función de que su familia es continente y puede realizar el

control en la asistencia de las afecciones clínicas, en que los

cuadros de descompensación pueden ser súbitos y de difícil

manejo en el medio carcelario para un sujeto de grupo etareo

132
Poder Judicial de la Nación

geronte de 74 años”.

En cuanto al ámbito familiar y social,

el informe socio ambiental concluyó que el causante vive con su

esposa e hija, tiene un domicilio fijo en Capital Federal,

manifestando la Licenciada en Servicio Social, Marcela Cargano

que: “ ...se puede observar que se trataría de una vivienda

adecuada para el cumplimiento del régimen de detención

domiciliaria, con familiares continentes frente al hecho que

nos ocupa...”.

En base a las circunstancias

personales, la edad del incidentista y la inexistencia de


USO OFICIAL

peligros procesales como justificativos a denegar el derecho

requerido; sumado ello, al estado de salud y la avanzada edad

del solicitante, el citado juzgado concedió el arresto

domiciliario en los términos del artículo 32 y 33 de la ley

24.660.

También cabe poner de resalto que

contra dicho resolutorio, el Fiscal Federal de primera

instancia y la Subsecretaría de Derechos Humanos de la

Provincia de Buenos Aires en calidad de parte querellante,

interpusieron recursos de apelación, lo que motivo que con

fecha 21 de diciembre de 2007, la Cámara Federal de Apelaciones

del Mar del Plata resolviera revocar la resolución que concedió

la detención domiciliaria de Alfredo Manuel Arrillaga,

disponiéndose su alojamiento en un establecimiento adecuado a

sus condiciones personales (ver fs. 982/98).

Contra el mencionado auto, la defensa

del imputado interpuso recurso de casación, el cual fue

concedido y mantenido ante la Cámara Federal de la ciudad de

133
Mar del Plata.

Que, en lo que hace a los agravios

planteados por la defensa el tribunal casatorio sostuvo que “el

Código Procesal Penal de la Nación, al tratar la prisión

preventiva, previó expresamente en el art. 314 del C.P.P.N.,

que el juez pueda ordenar, en ciertos casos particulares, la

prisión domiciliaria de los procesados. Así estableció, que el

juez ordenará la detención domiciliaria de las personas a las

cuales pueda corresponder, de acuerdo al Código Penal

cumplimiento de pena de prisión en el domicilio”.

Sostuvo asimismo que, toda vez que el

referido ordenamiento procesal fue sancionado con anterioridad

a la ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad (ley

24.660), la remisión que efectuaba el artículo 314 ibidem era

exclusivamente a los supuestos previstos en el art. 10 del

Código Penal. Por tanto, “la prisión preventiva domiciliaria

antes del dictado de la ley 24.660 correspondía tan sólo cuando

la prisión excedía de seis meses y el delito fuera cometido por

mujeres honestas o mayores de sesenta años o valetudinarias”.

Agregó que con la sanción de la ley

24.660, cuyo artículo 229 señala que es complementaria del

Código Penal, se agregaron dos nuevos supuestos que son

contemplados en el artículo 33 de la ley a saber: casos de

personas mayores de setenta años o que padezcan una enfermedad

incurable en período terminal.

Sentado ello, señaló que en concreto,

en el caso de Arrillaga se daba alguno de los supuestos para

acceder al beneficio impetrado, ya que no correspondía mantener

un encierro cautelar en el ámbito carcelario, cuando podía ser

134
Poder Judicial de la Nación

morigerado con el arresto en el domicilio (cfr. arts. 18 y 75

inc. 22 de la C.N.). Ello en virtud de encontrarse acreditado

el requisito etario previsto por el art. 33 de la ley 24.660 y

en el informe socio ambiental, que la situación del inculpado

se adecua a los estándares que permiten acceder a lo

solicitado.

Que, sentado lo expuesto, a juicio de

este órgano jurisdiccional y compartiendo lo fundamentos

esgrimidos por el tribunal casatorio, corresponde mantener la

detención de Alfredo Manuel Arrillaga, en la modalidad de

arresto domiciliario, de conformidad con lo normado por los


USO OFICIAL

artículos 32 y 33 de la ley 24.660.

A tal efecto, deberá comunicarse lo

aquí dispuesto al Patronato de Liberados que se encuentre

interviniendo en el arresto domiciliario dispuesto por el

Juzgado Federal nro. 3 de la ciudad de Mar del Plata, a los

fines que se remitan a esta sede, lo informes periódicos que

correspondan.

Finalmente y a los fines de establecer

el embargo previsto en el art. 411 del C.P.M.P., deberá

ponderarse la gravedad de los hechos imputados, la edad que

tenían las víctimas y el tiempo transcurrido desde el

acaecimiento de dichos sucesos, correspondiendo, en función de

lo expuesto, fijar la suma del embargo sobre Alfredo Manuel

Arrillaga, en pesos dos millones quinientos mil ($ 2.500.000),

respecto de cada uno de esos hechos.

VII. Captura internacional.

Que, por las razones esbozadas en el

135
punto 10) de la resolución de fecha con fecha 10 de noviembre

del año en curso –a las que cabe remitirse en razón de

brevedad-, se ordenó la detención de Jorge Eduardo Varando, a

cuyo fin se libraron sendos oficios a la Prefectura Naval

Argentina, a la Policía Federal Argentina, Dirección Nacional

de Migraciones y a la Gendarmería Nacional.

Asimismo, con fecha 11 de noviembre de

este año, se ordenó el allanamiento de la finca del nombrado,

sita en la calle Espora nro. 58 de la localidad de Ramos Mejía,

partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires, arrojando

resultado negativo –fs. 920/927-.

Sentado cuanto precede y siendo que la

defensa del nombrado esta en conocimiento de la orden de

detención impuesta a Jorge Eduardo Varando –ver fs. 940- y no

habiéndose presentado a la fecha en estos estrados, corresponde

disponer que la orden de detención dispuesta sea de carácter

internacional.

Que, siendo ello así, corresponde,

decretar la captura internacional de Jorge Eduardo Varando y

librar oficio a la División de Asuntos Internacionales del

Departamento de Interpol de la Policía Federal Argentina.

Por lo expuesto, es que, de

conformidad a las razones de hecho y de derecho enunciadas se,

RESUELVE:

I. NO HACER LUGAR al recurso de

reposición interpuesto por el defensor oficial que representa

los intereses de Jorge Eduardo Varando, contra el punto I del

136
Poder Judicial de la Nación

auto de fecha 10 de noviembre del corriente año y, en

consecuencia, conceder en relación el recurso de apelación

deducido en subsidio por el nombrado, debiéndose extraer

testimonios de las partes pertinentes de la presente causa y

elevar las mismas al Superior, mediante oficio de estilo,

previa notificación y certificación actuarial (arts. 499 y 500

del C.P.M.P).

II. DECRETAR LA PRISION PREVENTIVA DE

ALFREDO MANUEL ARRILLAGA, cuyas demás condiciones personales se

encuentran descriptas en el presente, por considerarlo prima

facie, coautor penalmente responsable del delito de homicidio


USO OFICIAL

agravado por alevosía –dos hechos-, en perjuicio de Iván Ruiz y

José Alejandro Díaz. Estos dos hechos ocurrieron como parte de

un ataque sistemático a una población civil y, por vía de los

hechos, como expresión política del Estado que incluyó el

disimular pruebas (puntos IV de la presente y 8 de la

resolución de fs. 889/903. Arts. 45, 55 y 80 inciso segundo

del Código Penal; y art. 366 del C.P.M.P.).

III. MANDAR trabar embargo sobre sus

bienes hasta cubrir la suma de pesos dos millones quinientos

mil ($ 2.500.000), respecto de cada uno de esos hechos,

conforme art. 411 del C.P.M.P.

IV. MANTENER la detención de Alfredo

Manuel Arrillaga bajo la modalidad de ARRESTO DOMICILIARIO, que

deberá cumplirse en la forma y condiciones impuestas por el

Juzgado Federal nro. 3 de la ciudad de Mar del Plata, en el

domicilio de la calle Arcos nro. 2145 de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires (conforme art. 32 y 33 de la ley 24.660). A tal

efecto, deberá comunicarse lo aquí dispuesto al Patronato de

137
Liberados que se encuentre interviniendo, a los fines que se

remitan a esta sede, lo informes periódicos que correspondan.

V. DECRETAR LA CAPTURA INTERNACIONAL

DE JORGE EDUARDO VARANDO, a cuyo fin librar oficio al Sr. Jefe

de La División de Asuntos Internacionales del Departamento de

Interpol de la Policía Federal Argentina, Comisario Mario L.

Bourbotte, con el objeto de hacerle saber lo dispuesto en el

día de la fecha respecto del nombrado JORGE EDUARDO VARANDO,

argentino, nacido en Capital Federal el 28 de septiembre de

1948, titular de la CI. 7.317.060 y D.N.I. 5.539.419, de estado

civil casado, con último domicilio conocido en la calle Espora

58 de la localidad de Ramos Mejía, Partido de La Matanza,

Provincia de Buenos Aires, Argentina, militar retirado del

Ejército Argentino.

Notifíquese y regístrese.

Ante mí:

En igual fecha se libraron cédulas de notificación y los

oficios ordenados. Conste.

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