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Elizabeth Anscombe: razones y acciones

Preprint · December 2017


DOI: 10.13140/RG.2.2.14626.32967

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Publicado como capítulo de libro: “Elizabeth Anscombe: razones y acciones” in Mª Gloria Ríos
Guardiola, Mª Belén Hernández Glez., E. Esteban Bernabé (eds.), Mujeres con luz, Murcia: Editorial
EDITUM, colección Campus Mare Nostrum (2017), pp. 89-108. ISBN 978-84-17157-41-8.

ELIZABETH ANSCOMBE: RAZONES Y ACCIONES

María Dolores García-Arnaldos


Universidad de Santiago de Compostela

Resumen: En Intention1, Elizabeth Anscombe afirma que el concepto de ‘razones para actuar’ está
estrechamente relacionado con el concepto de acción intencional. Una acción es intencional si la
pregunta ‘¿por qué?’ es pertinente, aunque no siempre pueda responderse (Anscombe 2000: §5). La
dificultad es que, al explicar la acción como una categoría especial de evento del que podemos dar
razones, caemos en un círculo explicativo. Wright (Wright 2014) ofrecerá una posible solución a
partir de la noción de acción mental básica. Aquí mantenemos en la línea de Anscombe, que la razón
constituye la justificación de la acción. Pero mientras para Anscombe, el vínculo entre razón y
acción se establece a través de la comprensión de ambos conceptos o a través de principios
normativos, consideramos que hay acciones mentales básicas a partir de la cuales podemos dar
razones explicativas sin caer en una circularidad.

Palabras clave: Acción intencional; Acción mental básica; Circularidad; Razones para actuar;
Teorías causales de la acción; Teorías no-causales de la acción.

1. Introducción.
En The Philosophy of Elizabeth Anscombe, Teichmann (Teichmann 2008) presenta a
Anscombe como una de los gigantes de la filosofía del siglo XX, una pensadora original a la que se
ha ido descubriendo lentamente a lo largo de los años dada la dificultad de muchos de sus trabajos.
Se requiere, de hecho, no solo una lectura paciente y atenta sino posteriores relecturas para lograr
una comprensión no simplista de su pensamiento.
G. E. M. Anscombe (1919-2001) estudió en Cambridge como investigadora donde conoció y fue
alumna de Wittgenstein. Enseñó filosofía en Oxford y en Cambridge, en el lugar que antes ocuparon
G. E. Moore y L. Wittgenstein, desde 1970 hasta 1986, año en que se retiró. Publicó tres libros:
Intention (1957), An Introduction to Wittgenstein’s Tractatus (1959), y Three Philosophers (2002)
(con Peter Geach) y numerosos artículos sobre diversos temas de filosofía recogidos en tres
volúmenes, dos de los cuales se publicaron póstumamente. Junto a G. H. von Wright y R. Rhees fue
albacea y editora de muchos de los trabajos de Wittgenstein. Elizabeth Anscombe ha sido conocida
por muchos por ser una de las traductoras al inglés de los escritos de Wittgenstein; de hecho, la
versión estándar inglesa de las Investigaciones Filosóficas sigue siendo la traducción que ella realizó.

1
Intention, Oxford, 1957, 2nd ed.; Cambridge: Mass., 2000 (se citará la publicación del año 2000 por parágrafos).

1
El objetivo de este trabajo es presentar la relevancia y actualidad del pensamiento de Anscombe,
centrándonos particularmente en su obra Intention. Uno de los conceptos claves de su teoría es el de
acción intencional que se encuadra dentro de las teorías no causales de la acción. Desde dichas
teorías, las razones no se consideran causas de la acción; en cambio, para las teorías causales de la
acción, como la de Davidson (Davidson 1980), las razones son un tipo especial de causa.
La dificultad, en ambos casos, es que cuando queremos justificar que la acción es una categoría
especial de evento que podemos explicar por razones, caemos en una circularidad. Wright (Wright
2014) ofrece una posible solución a partir de la noción de acción mental básica, constitutiva de la
acción racional. No obstante, Wright no termina de aclarar cómo la acción es previa a la intención.
Analizaremos la propuesta de Anscombe y veremos que puede arrojar luz en algunos de los
problemas que plantea el enfoque de Wright.

2. Acción intencional.

En 1957 Anscombe publicó Intention, un libro de menos de 100 páginas que contiene las
conferencias que dictó en Oxford y que el filósofo norteamericano D. Davidson llegó a considerar el
estudio acerca de la acción más importante desde Aristóteles (cfr. Stoutland 2011: 1). Curiosamente,
durante muchos años este trabajo se usaba como simple estudio preliminar de una teoría mucho más
sofisticada como la de Davidson (cfr. Wiseman 2016: 3). Aunque con posterioridad se convirtió en
un ensayo muy influyente, tanto la teoría de la acción como la tesis acerca de la intención que ofrecía
en él, eran poco comprendidas y hasta hace relativamente poco seguían teniendo poco impacto. La
influencia de dicho trabajo fue debida a que supuso el inicio de un área de estudio, el de la acción,
como tema filosófico (Wiseman 2016: 21). Actualmente, Intention ya ha adquirido el estatus de un
clásico (Stoutland 2011: 3).
Algunas de las preguntas más relevantes que se formulan en Intention siguen estando vigentes en el
debate actual. En primer lugar, cómo establecemos qué es una acción; cómo distinguimos una acción
de un mero movimiento; las condiciones que identifican una acción ¿vienen dadas por las acciones
físicas o corporales o por las intenciones? Y entre las acciones, cómo caracterizamos las acciones
intencionales (cfr. Anscombe 2000: §26).
Una segunda cuestión que encontramos en Intention es acerca de la relación entre razones y causas
de la acción; es decir, ¿hay antecedentes causales de la acción como la intención, las creencias y los
deseos? ¿Es la intención causa de la acción? Anscombe se detiene en la distinción entre causas de la
acción y las razones para actuar (cfr. Anscombe 2000: §9-10). Una pregunta sobre la que nos
detendremos es acerca del vínculo entre la intención para realizar una acción, es decir, la acción
intencional y la razón que justifica o explica la acción (cfr. Wiseman 2016: 22).
Años después, D. Davidson publicó varios artículos sobre acción e intención. En uno de los más
influyentes, “Actions, Reasons and Causes” (Davidson 1963), Davidson rechaza la separación entre
razón y causa y la tesis de que entre deseos y acciones hay un vínculo conceptual y no causal, como
defendía Anscombe (Wiseman 2016: 22). La teoría de la acción de Davidson llegó a ser mucho más
conocida y estudiada, por lo que se considera la teoría “standard” de la acción (Wiseman 2016: 23).
No obstante, en los últimos decenios, muchos filósofos han retomado la amplia visión de Anscombe
que ofrece en Intention, como alternativa al programa fisicalista predominante en filosofía de la
mente.
En líneas generales, para Anscombe, una acción es intencional si la pregunta ‘¿por qué?’ es
pertinente, aunque no siempre pueda responderse; es decir, cuando es el caso de que la acción tiene
una explicación verdadera por razones.

2
What distinguishes actions which are intentional from those which are not? The answer that I shall
suggest is that they are the actions to which a certain sense of the question ‘Why?’ is given
application; the sense is of course that in which the answer, if positive, gives a reason for acting.
(Anscombe 2000: §5)
Para Anscombe, la acción intencional está entre la clase de cosas que conocemos sin observación.
Ahora bien, respecto del tipo de explicación por razones, Anscombe, en la línea wittgensteiniana,
sostiene que no es un tipo de explicación causal, las razones no se consideran causas de la acción.
Cuando describimos una acción intencional, según Anscombe, señalamos algo para lo cual podemos
dar razones, donde dar razones no equivale a señalar las causas (Driver 2014: §4). Anscombe lo
explica con el siguiente ejemplo:
[…] consider the question, “Why did you knock the cup off the table?” answered by “I thought I saw
a face at the window and it made me jump”. Now, so far I have only characterised reason for acting
by opposing it to evidence for supposing the thing will take place, but the “reason” here was not
evidence that I was going to knock the cup off the table. Nor can we say that since it mentions
something previous to the action, this will be a cause rather than a reason; […]
It will hardly be enlightening to say: in the case of the sudden start the “reason ” is a cause; […].
(Anscombe 2000: §5)
En esta línea, habría que probar, por tanto, el carácter no causal de las razones. Anscombe explica
que la acción intencional es anterior a la intención para realizar algo. Para entender lo que es la
intención para realizar determinada acción, hay que entender, pues, lo que es la acción intencional.
Dado que una acción puede tener distintas descripciones, dice Anscombe, conviene señalar que una
persona puede saber lo que está haciendo según una descripción pero no según otra, por ejemplo, un
hombre “puede saber que está aserrando pero no que está produciendo chirridos con el serrucho.”
(Anscombe 2000: §6). Aserrar no cae bajo la descripción de hacer ruido. Intencionalmente él está
aserrando, pero no intencionalmente hace ruido. Por lo que Anscombe concluye que las intenciones
son necesarias para la acción intencional.
La distinción entre razones y causas y su relación con el comportamiento de un sujeto que sigue
reglas se encuentra en Los cuadernos azul y marrón de Wittgenstein (Wittgenstein 1965). El
argumento, sencillamente presentado, es que si por una parte, las razones constituyen justificación de
una acción y, por otra, las causas no justifican, entonces las razones no pueden ser causas. Además,
el vínculo entre razón y acción no es establecido por una ley empírica, sino a través de la
comprensión de ambos conceptos o a través de principios normativos. Desde la teoría de Anscombe,
el vínculo entre razones y acción intencional es tal que dicha acción no se encuentra determinada
causalmente, por lo que hay una cierta autonomía respecto del orden causal de la naturaleza física.
En una perspectiva distinta a esta concepción de la acción intencional que sostiene que las razones no
son causas de las acciones, se encuentran las teorías causales de la acción cuyo representante clásico
es D. Davidson (Davidson 1980). Aunque éste acepta la tesis de Anscombe que señalamos
inicialmente, según la cual una acción intencional es una acción que tiene una explicación verdadera
por razones, Davidson va a considerar la explicación en términos de razones, a diferencia de
Anscombe, como un tipo especial de explicación causal (pues, en su concepción, las razones también
son, o pueden ser, causas). Davidson sustenta pues, una concepción causal de la acción intencional.
Así, someramente, tenemos que, para las teorías no causales de la acción, la explicación verdadera
por razones es una justificación racional; para las teorías causales de la acción, como la de Davidson,
la explicación por razones no se reduce a justificación racional. Davidson (Davidson 1963) lo
argumenta considerando que un sujeto determinado tiene una razón para una acción, la cual reúne los
requisitos necesarios, pero puede realizar esa acción a partir de otras razones o sin que esa razón sea
aquella por la que lleva a cabo la acción. Para Davidson es importante distinguir entre tener una
razón para hacer algo y hacerlo por esa razón y tener una razón para hacer algo y hacerlo movido por

3
otra. De ese modo, puede decirse que en el primer caso, la razón es una causa para la acción. Las
explicaciones por razones, para Davidson, tienen una función justificativa especial, ya que son
explicaciones causales donde las razones son un tipo especial de causa.
Aquí conviene tener en cuenta las diferentes distinciones que Anscombe establece entre razones,
causas, intenciones y deseos. Partiendo de un ejemplo (Anscombe 2000: §11): “si me asaltan deseos
de comer manzanas y me levanto y voy a la alacena donde creo que hay algunas, podría responder a
la pregunta de qué me condujo a esta acción mencionando que el deseo me hizo […]”. Anscombe
sostiene que no en todos los casos se puede justificar una acción a partir de sentir el deseo, puesto
que pueden llamar a la puerta, por ejemplo, y el sujeto en cuestión se levanta sin ningunas ganas para
abrir. La intención se distingue de los deseos y motivos: “los motivos pueden explicarnos las
acciones, pero ello no quiere decir que las ‘determinen’, en el sentido de causarlas” (Anscombe
2000: §12).

3. El problema de la circularidad

Si planteamos respecto de la noción de acción cuáles son las acciones relevantes como objeto
de estudio, vemos, pues, que es posible sostener que las acciones intencionales son formas relevantes
de acción2. Pero, si la acción intencional es solo un tipo de acción, por qué se privilegia dicha forma
de acción. Generalmente, se soluciona diciendo que la acción intencional es importante porque se
explica en referencia a la racionalidad ya que hay un vínculo estrecho entre la racionalidad y la
intención. En la medida en que una acción se hace por una razón es intencional. El problema es que
cuando queremos justificar que la acción es una categoría especial de evento del que podemos dar
una razón, caemos en una circularidad. Precisamente, Anscombe señala este círculo 3 explicativo en
Intention:
Why is giving a start or gasp not an ‘action’, while sending for a taxi, or crossing the road, is one?
The answer cannot be “Because the answer to the question ‘why?’ may give a reason in the latter
cases”, for the answer may ‘give a reason’ in the former cases too; and we cannot say “Ah, but not a
reason for acting”; we should be going round in circles. We need to find the difference between the
two kinds of ‘reason’ without talking about ‘acting’; and if we do, perhaps we shall discover what is
meant by ‘acting’ when it is said with this special emphasis. (Anscombe: 2000: §5)
Para Anscombe, el problema a la hora de definir una acción como un evento que se realiza por una
razón es que, o bien la razón por la que realizamos la acción la explicamos como una razón-para-la-
acción o bien como una razón-por-algo-que-ocurre; pero, por una parte, esta última no nos sirve. Por
otra parte, en el primer caso contamos con que ‘acción’ es algo que ya entendemos y se supone que
es lo que requiere explicación (cfr. Ford 2011: 99).

2
Así también, por ejemplo Von Wright: “¿Qué es la acción? Cabría responder: la acción es normalmente conducta comprendida,
“vista” o descrita a través del prisma de la intencionalidad, i. e., de modo que signifique algo o esté orientada hacia un fin. Puede
decirse con toda justicia que la intencionalidad reside en la conducta. Pero no como una “cualidad” inherente a los movimient os de los
miembros o de otras partes del cuerpo. Porque estos conocimientos son susceptibles de descripción completa sin referencia a la
intencionalidad. ¿En qué consiste entonces la intencionalidad de la conducta? Diré que entender una conducta como intencional es
encajarla en un “relato histórico” (story) acerca del agente. Vemos a una persona andando por la calle con un paquete en la mano. Se le
cae y se inclina para recogerlo. ¿Por qué? Podemos no tener ni idea de por qué lo ha recogido. Pero nos es posible mencionar cientos
de razones por las que pudo haber hecho esto, razones tales que, de haber sido las suyas en aquel momento, explicarían su acción
satisfactoriamente.” Von Wright, G. H., “Determinism and the study of man”, en Von Wright, G. H., Practical Reason, Oxford: Basil
Blackwell, 1983, pp. 35-52. Versión castellana: L. Vega, en Manninen, J. y Toumela, R. (eds.), Ensayos sobre explicación y
comprensión. Contribuciones a la filosofía de las ciencias humanas y sociales. Madrid: Alianza Ed., 1980, pp. 183-204.
3
En el Tratado sobre la Naturaleza Humana de D. Hume, ya se encuentra una versión de este argumento circular: cfr. David Hume,
Treatise of Human Nature, Oxford: Clarendon Press, 1978, p. 478.

4
Anscombe pensaba que era necesario ampliar la clase de acciones que dependen de la práctica de
modo que incluyesen el seguir una regla y el hablar un lenguaje, asunto que analiza en “The
Question of Linguistic Idealism”. En cualquier caso, el problema es cómo salir del círculo
explicativo. Si un tipo especial de acción es aquella en la que el sujeto sabe lo que está haciendo, y
eso lo define como acción y no como mero suceso o evento, entonces tendríamos que concluir que es
propio de la naturaleza de la acción que el sujeto sepa que es el agente de dicha acción, con lo que
caemos de nuevo en la circularidad.
En realidad, Anscombe está asumiendo que el conocimiento es una perfección de la acción, idea que
de algún modo también asume Davidson. En el caso fundamental de la acción, que el agente sepa
exactamente lo que está haciendo y que lo que está haciendo no es un mero evento, está implícito en
la discusión del mismo Davidson sobre las “cadenas causales desviadas” 4. La dificultad con la que
tropezamos al explicar, según Davidson, una conexión causal entre una acción y las creencias y
deseos que la racionalizan, si la causan de la manera correcta “por medio de un razonamiento
práctico”, es que también pueden causarla de otras maneras. Es decir, lo que sugiere es que si se
causa de modo correcto, el agente tiene que establecer una conexión entre lo que hace y la razón
para hacerlo; dicha conexión no se puede establecer si no sabe lo que está haciendo. Si lo que hace
no es una acción, entonces, no es correcta la pretendida conexión “correcta”. De este modo, llegamos
al dilema de que por una parte, no podemos captar el contenido de tal conocimiento hasta que sepa
qué es la acción pero por otra, no podemos entender qué es la acción hasta que captamos el
contenido del conocimiento del agente. Si una de las condiciones es que el agente sepa que lo que
hace es realizar una acción, entonces no podemos especificar el conjunto de condiciones necesarias
para que un evento sea una acción sin caer en circularidad, ya que al especificar la condición
decisiva, la explicación mencionaría aquello que necesita explicar (cfr. Ford 2011: 102-103). Pero,
como veremos, es posible una vía de salida.

3.1. Qué es actuar por razones.

Una de las teorías según la cual el concepto de razones para actuar está estrechamente
relacionado con el concepto de acción intencional es la que se encuentra en Intention, como hemos
señalado arriba; sin embargo, a la hora de explicar esa noción, nos encontramos en un círculo
explicativo. También para C. Wright (Wright 2014) el problema radica en entender lo que es actuar
debido a ciertas razones. Una inferencia, por ejemplo, sería un caso especial de ese tipo de acción
mental. Inferimos y, cuando nos preguntan, somos capaces de reconstruir lo que hemos hecho
(Wright 2014, 33). Por ejemplo: Es domingo por la mañana y María tiene que jugar con su equipo un
partido de fútbol. Ella se había comprometido a llevar el balón para el partido pero esa mañana
aparece el balón pinchado y sus padres no le van a comprar otro. María piensa que si le pide prestado
a su vecina Sofía el balón (p), entonces podrá llevarlo al partido (q). Efectivamente, Sofía le presta el
balón, luego María lo lleva al partido.
Tenemos así la inferencia:
1) Sofía le presta el balón a María
2) Si Sofía le presta el balón, entonces lo lleva al partido
3) Luego, lleva el balón al partido
Wright considera que la noción de acción puede iluminar desde tres ángulos la idea de lo que es
actuar debido a ciertas razones:

4
Alguno de los problemas que se les presentan a los defensores de las teorías causales de la acción, como el problema de las cadenas
causales desviadas (‘deviant causal chains’), fue presentado por Chisholm (Chisholm 1966).

5
a) la acción se distingue del “mero” movimiento corporal, precisamente, en que la acción se
hace por ciertas razones (Wright 2014: 33)
b) Supongamos que una persona (Marta) actúa por la creencia de B y un deseo D de manera tal
que B y D proporcionan las razones para su acción. Marta quiere una cerveza y la creencia de que
hay un paquete de seis cervezas en la nevera de la cocina hace que se dirija en esa dirección. B y D
son razones para esa acción lo cual no quiere decir que sean buenas razones para ir a la cocina. Ni
tampoco es necesario suponer una apreciación previa de esos estados como buenas razones para ir a
la cocina. Actuar por razones es una cosa y la conciencia de esas razones como razones suficientes
es algo extra que no necesita estar incluido en lo anterior (Wright 2014: 34). En el caso de María,
María quiere un balón de futbol (F) y la creencia de que Sofía se lo prestará (P) hace que se dirija a
pedírselo. F y P son razones para que María pida prestado el balón, lo cual no quiere decir que sean
buenas razones para ir a casa de Sofía.
Según Wright, la inferencia es una acción mental básica que consiste en “the formation of
acceptances for reasons consisting of other acceptances.” (Wright 2014: 36). La acción, en general,
no requiere más que el control de los estados que registran la motivación adecuada en el silogismo
práctico, es decir, un silogismo que permita ver si son sostenibles las razones proporcionadas por las
creencias y deseos pertinentes; del mismo modo la acción mental básica. (Wright 2014: 36)
c) Sin embargo, es posible que Marta haya tenido la creencia B y el deseo D, y no haya tenido
otros deseos o creencias relevantes, y sin embargo, no se haya dirigido a la cocina. O que María haya
tenido la creencia P y el deseo F y no se haya dirigido a casa de Sofía. Serían ejemplos, en los que
Marta y María violaron lo que podemos denominar la norma de Anti-Akrasia5 (A-A): “Provided
there is no overriding reason not to, do that which you believe will satisfy your desires” (Wright
2014, 34). La akrasia, según Searle, tiene en cambio la siguiente forma: “Es mejor hacer A pero
estoy, voluntaria e intencionalmente, haciendo B” (Searle 2000: 255)
No por hacer B en vez de A hay un absurdo o una inconsistencia lógica, dice Searle, se trata más
bien de un “conflicto entre deseos inconsistentes” (Searle 2000: 255)
Wright indica que, aunque en una acción normal se está constreñido a cumplir (A-A), no decimos
que seguimos (A-A). Lo que hacemos no involucra que tengamos que advertir algún tipo de
aceptación de la norma explicando racionalmente lo que hacemos. Una explicación racional de una
acción, dice Wright, exige sólo las creencias y deseos específicos relevantes y no necesita añadir
ningún estado intencional (intención o aceptación de una norma), que codifique (A-A) (Wright 2014:
34). (A-A) nos da un prototipo de un principio que, en cierto sentido limita, más que describe,
nuestra práctica, dice Wright, pero no entendido como un modelo de seguimiento de reglas que nos
indique que hay que seguir (A-A). No existe tal registro de intención tácita en la acción normal, no
acrática, según Wright. Más bien, parece que debemos decir, que es constitutivo de la acción racional
que uno se comporte de manera que se puede explicar sólo porque se advierten creencias y deseos
pertinentes. (A-A) es como un patrón de la explicación racional y no un ingrediente adicional en
ella6.
Cuando decimos que a partir de creencias y deseos, apuntamos o tendemos a la acción, se está
indicando que debemos de tener las creencias y los deseos apropiados en primer lugar. Un sujeto que

5
“El término griego akrasia, que suele traducirse por “ausencia de autocontrol”, se utiliza también para designar el fenómeno
conocido como debilidad de la voluntad. Este concepto tiene interés en el campo de la ética –una forma de akrasia tiene que ver con la
aparente imposibilidad que tienen algunas personas para obrar de acuerdo con lo que creen que es lo correcto- pero también en el
campo de la filosofía de la acción. A este respecto, existen una serie de concepciones de la acción intencional –que se remontan, al
menos, hasta el Protágoras de Platón – que defienden que la akrasia simplemente no es posible.” J.R. Searle (2000), Razones para
actuar. Una teoría del libre albedrío. Oviedo: Ed. Nobel, (Trad. y Glosario, Luis Valdés: p. 261).
6
La mayoría de autores en filosofía de la mente (Fodor, Davidson, entre otros) suscriben este aspecto, al contemplar como explicativa
la psicología popular de las creencias y los deseos.

6
tiene como norma comportamental la akrasia, acaba por minar cualquier explicación racional y
cualquier fundamento para poder adscribirle creencias y deseos. (A-A) es una norma de acción
racional no en el sentido de que es algo a lo que el sujeto racional tiende o busca como fin, sino en el
sentido de que solamente a través de una acción, a través de la actividad y, en conformidad con ella,
un sujeto logra intencionalidad; sólo así es posible encontrar un espacio donde sea posible tener
objetivos y actuar en consecuencia (Wright 2014: 35). Es decir, Wright parece estar indicando que la
acción es previa a la intencionalidad y/o de algún modo la constituye. Este es un nuevo modo de
entender la inferencia, alternativo al modelo tradicional en el que se concibe la inferencia como el
seguir una regla.
Las inferencias básicas son precisamente, según Wright, los casos que justifican nuestras reglas
básicas, su corrección. Así como el movimiento de acuerdo con (A-A) es constitutivo de la acción
racional, el movimiento de acuerdo con las reglas básicas de inferencia es constitutivo del
pensamiento racional (Wright 2014: 36). La función de las reglas de inferencia en la inferencia
básica no es la de principios que son seguidos personalmente o sub-personalmente, sino la de las
normas constitutivas, comparable a la función de (A-A) en la acción racional. Es decir, para el caso
de las inferencias básicas, hay reglas que son constitutivas de esas inferencias pero no porque
nosotros sigamos esa regla, sino porque nuestro comportamiento inferencial resulta que se ajusta a
esa regla, porque la conformidad con ellas establece un estándar por defecto por el que prevalecen
las aceptaciones que ordenan el movimiento o la acción mental. Las inferencias básicas son como
reglas que a nivel racional (sub-personal) se siguen o se saben tácitamente. Su contribución a la
racionalidad de la acción no está mediada por estados del sujeto que las lleva como contenido
(Wright 2014: 37). El ejemplo del balón prestado para el partido da la idea de una inferencia como
una forma de “acción mental básica”. Desde nuestro punto de vista, Wright está muy cercano a la
perspectiva de Wittgenstein:
“Let us not forget this: when ‘I raise my arm’, my arm goes up. And the problem arises: what is left
over if I subtract the fact that my arm goes up from the fact that I raise my arm?
((Are the kinaesthetic sensations my willing?))” (Wittgenstein 1956: §621)
“When I raise my arm I do not usually try to raise it.” (Wittgenstein 1956: §622)
Wittgenstein pone de relieve la dificultad de interpretar las acciones humanas en términos de una
dualidad de actos mentales que acompañan a movimientos físicos, los significados de las acciones no
están determinados por actos mentales que les dan sentido. Si tenemos en cuenta esta observación de
Wittgenstein, se podrían entender las inferencias básicas como acciones mentales no determinadas
por actos mentales que les den sentido; sino acciones cuyo movimiento es constitutivo del
pensamiento racional, son normas constitutivas de esas inferencias.
Para Wright, el núcleo de la cuestión se encuentra en entender lo que es ‘actuar por razones’, pero
siendo tan central, es un aspecto que no deja del todo definido, únicamente indica que ‘actuar por
razones’ es: “[…] to understand what it is to act on certain specific reasons and no others. Inference
is, at bottom, just a special case of that and I have no further account or analysis of it to offer here.”
(Wright 2014: 34, cursivas mías) El problema es que Wright no dice qué es actuar por una razón, lo
que hace es extraer consecuencias de la comparación entre actuar por razones e inferir (Wright 2014:
36). Pero veamos si efectivamente es así.
Los aspectos de la noción de acción que Wright toma en cuenta para establecer la analogía -y que iré
poniendo en paralelo con la noción de inferencia- son los siguientes:
a) La acción se distingue del mero movimiento corporal porque se hace por razones. La
inferencia se distingue del mero ejercicio mental porque se hace por razones: inferimos y cuando nos
preguntan, somos capaces de reconstruir lo que hemos hecho (Wright 2014: 34). Wright explica que

7
la inferencia es una acción mental básica que no requiere más control que la de una acción en general
(Wright 2014: 36).
b) Cuando un sujeto actúa por creencias y deseos, estos se convierten en razones para esa
acción aunque no sean buenas razones. La conciencia de esas razones no es algo que se exija. Otro
aspecto que Wright señala es que, en una inferencia realizamos una acción mental básica sin
necesidad de advertir algún tipo de aceptación de la norma que explique racionalmente lo que
hacemos. Podríamos parafrasear a Wittgenstein en el texto citado arriba (Wittgenstein 1956: §621,
§622): ‘¿qué es lo que resta cuando del hecho de que infiero q desde p1,…, pn, sustraigo el que mi
mente infiere?’
‘Cuando infiero q desde p1,…, pn, casi nunca intento inferir q’.
Es decir, no es necesario añadir ningún estado intencional (intención o aceptación de la norma): “To
express the matter dangerously, we need have nothing ‘in mind’ when we follow rules” (Wright
2007: 486).
c) Además, así como en el caso de la acción, se trata de no violar la norma Anti-Akrasia (A-
A) (Siempre que no haya razón imperiosa para no hacerlo, haga lo que usted cree que va a satisfacer
sus deseos (Wright 2014: 34)), en el caso de la acción mental básica, se trata de no violar la
Propuesta Simple (PS):
Siempre que no haya razón imperiosa para no inferir q a partir de p1,…, pn, cuando acepta
p1,…, pn, infiera lo que usted cree por la razón de que acepta p1,…, pn.
En ese sentido, y en la línea de Anscombe, Wright parece estar asumiendo que la razón constituye la
justificación de la acción, en este caso, de inferir q. Pero mientras para teorías como la de Anscombe,
el vínculo entre razón y acción se establece a través de la comprensión de ambos conceptos o a través
de principios normativos (es decir, dicho vínculo es no-causal), para Wright, la (A-A) es un modelo
de explicación racional que, junto a la (PS), nos permite dar razones explicativas. Al mismo tiempo,
análogamente, y como hemos indicado arriba, la inferencia, en cuanto que acción mental básica, es
constitutiva de la acción racional. De este modo, esta sería una respuesta viable al problema de la
circularidad señalado anteriormente. Si una condición esencial para que un evento sea una acción, y
no un mero evento, es que el sujeto que la realiza sepa que es el agente de una acción, y no un mero
evento, entonces la distinción una acción y un mero evento es la trazada por el propio agente, en la
medida en que la realiza (cfr. Ford 2011: 104). Podríamos decir que una inferencia es una exigencia
que se le impone a la mente y el vínculo entre razón y acción se establece a través de una especie de
principio normativo. En el caso de (A-A):
“(…) is a norm of rational action not in the sense of something at compliance with which rational
subjects somehow aim – (…) – but in the sense that it is only by activity that allows of description
as, broadly, in compliance with it that a subject accomplishes intentionality of any kind, only
thereby that she gets passage into the space where it is possible to have aims and act on them.”
(Wright 2014: 35)
Un aspecto problemático sería el siguiente: Wright distingue una acción de un “mero” movimiento
corporal; la acción se hace por ciertas razones. Esta distinción sirve para explicar el comportamiento
humano en términos de razones e intenciones. Una cosa es el movimiento de levantar el brazo y otra
es saludar haciendo ese gesto. Sin embargo, un solo movimiento, brazo en alto, puede representar
muchas acciones (despedirse, saludar). Una acción (llamar a un taxi) puede hacerse mediante
muchos movimientos (dar palmadas, silbar). En ese sentido, no se sigue que a nivel descriptivo, en
algunos casos, deba hacerse referencia a mi intención o conjunto de términos relacionados (razones,
deseos, creencias, etc.) para saber qué estoy haciendo o por qué. O en palabras de Anscombe:
“Since a single action can have many different descriptions, (…) it is important to notice that a man
may know that he is doing a thing under one description, and not under another. (…) For this reason,

8
the statement that a man knows he is doing X, does not imply the statement that, concerning
anything which is also his doing X, he knows that he is doing that thing. So to say that a man knows
he is doing X is to give a description of what he is doing under which he knows it.” (Anscombe
2000:§6)
Pero, por otra parte, si por ejemplo: sabemos que anoche llovió y si anoche llovió, entonces las calles
están mojadas, luego las calles están mojadas; y por tanto, me cambio de calzado. Cuál sería la
razón. En realidad, hay muchas razones para cambiarse de calzado, pero si mis razones son que
anoche llovió y si anoche llovió las calles están mojadas, luego las calles están mojadas, estas
razones explican de modo adecuado la acción. En este sentido, aunque la acción fuese previa a la
intencionalidad, como pretende Wright, como mejor se comprende es a la luz de la intencionalidad 7.
Esto es relevante porque según Wright, las inferencias básicas son previas a la intención puesto que
son acciones mentales básicas. Tradicionalmente se entiende al contrario: la intención está en el
origen de la acción y la intencionalidad es un rasgo de ella, la intencionalidad depende de una
intención previa. Por ejemplo, Searle (Searle 2000) señala en su libro sobre intencionalidad que
aunque no todo estado intencional requiere de intenciones, la acción intencional sí requiere de una
intencionalidad previa a la acción, un proceso mental consciente de acuerdo con el cual yo quiero o
decido hacer algo y lo hago.
Aquí el problema para Wright es demostrar que la acción es previa a la intención. Para Anscombe,
aunque investigamos la intención como algo que existe sólo en la esfera de la mente, la intención
surge en la acción (cfr. Anscombe 2000: §4) 8. Este aspecto nos permite solucionar el problema de
Wright. Decir que una acción fue realizada por un agente es decir que fue intencional. Pero tanto
para Wittgenstein (Wittgenstein 1956: §644 y §659), como para Anscombe (cfr. Anscombe 2000:
§4), la intención es algo que “reside” en la acción. Lo importante es que la intención no es una causa,
conocer una intención puede llevar por eso “más allá de lo que sucedió en ese momento” como dice
Wittgenstein (Wittgenstein 1956: §659). Así, a la luz del enfoque de Anscombe se puede entender
que en la acción hay una cierta guía intencional9. Retomando el ejemplo de María y Sofía: es lo que
María podría aceptar como descripción de su acción, suponiendo que ella no quiera engañarse a sí
misma, ni a otros y esté entendiendo las palabras que usa. Por eso, María está en posición de saber lo
que está haciendo (en la acción intencional), sabe cuál era su intención: pedirle prestado el balón a
Sofía y así poderlo llevar al partido. Aunque no sabe que está aplicando una inferencia básica válida,
está habilitada a inferir: ‘si Sofía me presta el balón, entonces lo llevaré al partido’ y ‘Sofía me lo
presta’. ‘Así que lo llevaré al partido’.
En el caso de las inferencias básicas podríamos establecer, pues, que se trata de acciones mentales
básicas, como afirma Wright, pero admitiendo que cuando razonamos o inferimos, el tipo de guía
que se da es una guía intencional.

7
Intencionalidad entendida en sentido ámplio, aristotélico o estóico, como ‘el carácter de estar relacionado’ pero también como
‘referirse a’ en el sentido más general: ‘orientación’, ‘dirección hacia un fin’.
8
Por otra parte, también podría decirse que Wright sigue a Wittgenstein, y entender que no es necesaria la relación dada entre
manifestación (avowal) e intención: “Why do I want to tell him about an intention too, as well as telling him what I did? Not because
the intention was also something which was going on at that time. But because I want to tell him something about myself, which goes
beyond what happened at that time.” (Wittgenstein 1956: §659). En Teoría de la Acción se distinguen aspectos internos y externos de
la acción: por una parte hay una manifestación externa, lo que Wright denomina ‘avowal’ para referirse a la manifestación de la
intención (Wright 2001: 111-113 y ss.) y que distingue de la disposición (Wright 2001: 123, 177-178); por otra, lo que está detrás de la
manifestación externa: motivos, causas, intenciones, etc., siendo la intención la que proporciona unidad al aspecto externo.
9
Esta idea se encuentra también, aunque subrayando el aspecto disposicional, en Broome (Broome 2014).

9
4. Conclusión.

Hemos examinado algunos aspectos del trabajo de Elizabeth Anscombe sobre la naturaleza de
la acción humana desde la perspectiva de la noción de la acción intencional. Una acción es
intencional si la pregunta ‘¿por qué?’ es pertinente, aunque no siempre pueda responderse
(Anscombe 2000: §5). Frente a teorías causales de la acción, como la de Davidson (Davidson 1980),
en las que las razones se conciben como un tipo especial de causa, hemos optado por una teoría no
causal de la acción, como la de Anscombe, donde las razones no se consideran causas de la acción
pero la justifican. El problema es que cuando queremos justificar que la acción es una categoría
especial de evento del que podemos dar una razón, nos movemos en un círculo. Una solución posible
es la presentada por Wright a partir de la noción de acción mental básica, dicha acción es constitutiva
de la acción racional pero no contiene estados intencionales, la acción se constituye como tal, en la
medida en que el agente la realiza. Wright (Wright 2014) sostiene, pues, que la acción precede a la
intencionalidad; no obstante el problema para Wright era demostrar que la acción es previa a la
intención. A la luz de la obra Intention que surgió en el debate de qué se entiende por tener la
intención de hacer algo, hemos mostrado que un ulterior análisis de la propuesta de Anscombe puede
ayudar a solucionar este problema que plantea el enfoque de Wright.

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