HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Mayo 2018
CONQUISTANDO LAS PROMESAS
“Entonces Caleb hizo callar al pueblo
delante de Moisés, y dijo: subamos
luego y tomemos posesión: porque
más podremos nosotros que ellos”
(Números. 13:30).
Aquí tenemos al pueblo de Israel, al
cual Dios escogió de entre todos los
demás, para que llevase su Nombre.
Ellos fueron testigos del poder de
Dios y de su fiel cuidado, los libertó de
la esclavitud de Egipto, con grandes
señales. También presenciaron el
momento cuando separó las aguas
del Mar Rojo para que pudiesen
escapar de las tropas egipcias que
iban tras ellos para hacerlos de nuevo
sus esclavos. Desde la salida de
Egipto hasta que llegaron a Cades-
barnea que está en el desierto de
Parán. Dios habitando en medio de
ellos les guardó y sustentó. La
promesa de Dios a Abram cuando
moraba como extranjero en Canaán
fue “Y Jehová dijo a Abram, después
que Lot se apartó de él: Alza ahora tus
ojos, y mira el lugar desde donde
estás hacia el norte y hacía el sur, y al
oriente y al occidente. Porque toda la
tierra que ves, la daré a ti y a tu
descendencia para siempre.”
(Génesis 13:14-15).
Había llegado el momento de poseer
la tierra prometida, este
acontecimiento lo leemos en
Números capítulo 13 y 14, y en
Deuteronomio 1:19-46;2:1: “Y Jehová
habló a Moisés, diciendo envía tu
hombres que reconozcan la tierra de
Canaán, la cual yo doy a los hijos de
Israel;… Y Moisés los envió desde el
desierto de Parán, conforme a la
palabra de Jehová y todos aquellos
varones eran príncipes de los hijos de
Israel”. Doce hombres fueron a
observar el lugar. Moisés les mandó
diciendo: Mirad si la tierra es buena o
mala, si el pueblo que la habita es
fuerte o débil, si son pocos o
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numerosos, si las ciudades son
campamentos o plazas fortificadas,
y si el terreno es fértil o estéril.
Esforzaos, les dijo, y tomad del fruto
del país. La misión duró cuarenta
días. Ellos subieron y reconocieron
la tierra desde el desierto de Zin
hasta Rehob, entrando en Hamat.
(Números 13:18-21). Es decir que su
recorrido fue de sur a norte. A su
regreso, informaron de su
exploración, “Y les contaron
diciendo nosotros llegamos a la
tierra a la cual nos enviasteis, la que
ciertamente fluye leche y miel; y este
(un racimo de uvas) es el fruto de
ella”. Comprobaron que la tierra era
buena, justo lo que Dios les había
dicho. Pero resulta que el pueblo
que la habitaba eran hombres altos y
muy fuertes. Allí vivían también los
hijos de Anac, raza de los gigantes, y
además las ciudades eran
fortalezas. Al pueblo no le gustó
nada escuchar aquello. Tal fue el
alboroto, que Caleb, príncipe de la
tribu de Judá, quien fue uno de los
doce que subieron a reconocer la
tierra, hizo callar al pueblo. Éste,
junto con Josué, hablaron a toda la
congregación, “…no seáis rebeldes
contra Jehová, ni temáis al pueblo
de esta tierra; porque nosotros los
comeremos como pan; su amparo
se ha apartado de ellos, y con
nosotros está Jehová; no los
temáis.” Palabras de aliento para un
pueblo atemorizado por la
declaración negativa de aquellos
diez. Dos perspectivas diferentes,
Moisés, Aarón, Caleb y Josué,
creían en la palabra de Dios, pero los
otros diez que también subieron a
Canaán y el resto del pueblo, no
creyeron en la promesa, sino que
murmuraron contra él. Dios los
probó y fue revelado lo que
realmente había en sus corazones.
Nº 41
No sólo tuvieron miedo de los
moradores de Canaán, sino que
hablaron mal de Aquel que se había
manifestado en medio de ellos de
forma maravillosa, “Y en el desierto
has visto que Jehová tu Dios te ha
traído, como trae el hombre a su hijo,
por todo el camino que habéis andado
hasta llegar a este lugar y aún con esto
no creíste a Jehová vuestro Dios,
quien iba delante de vosotros por el
camino para reconoceros el lugar
donde habíais de acampar, con fuego
de noche para mostraros el camino
por donde anduvieseis, y con nube de
día.” (Deuteronomio 1:19-33). Su
conocimiento de Dios era artificial y no
verdadero, fácilmente se dejaron
influenciar por la palabra de otros y no
había temor de Dios en sus
corazones. ¡Cuán importante es
conocer a nuestro Dios en la
intimidad, disfrutando de la comunión
con él, y conquistando las promesas
que tenemos en él! “Conoce, pues,
que Jehová tu Dios es Dios fiel, que
guarda el pacto y la misericordia a los
que le aman y guardan sus
mandamientos, hasta mil
generaciones” (Deuteronomio 7:9).
Como consecuencia de la
desobediencia del pueblo, toda
aquella generación permaneció en el
desierto por cuarenta años, hasta su
muerte, más sus hijos, dijo Dios: “…Yo
los introduciré, y ellos conocerán la
tierra que vosotros despreciasteis”
(Números 14:31). En cuanto a los diez
espías, “Aquellos varones que habían
hablado mal de la tierra, murieron de
plaga delante de Jehová” (14:36-37).
La incredulidad no agrada a Dios y es
un obstáculo para conocerle. Que
nuestra actitud ante las pruebas sea
como la de Caleb, de quién Jehová
dijo: “Pero a mi siervo Caleb por
cuanto hubo en él otro espíritu, y
decidió ir en pos de mí, yo le meteré en
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la tierra donde entró, y su
descendencia la tendrá en posesión.”
Por la misericordia y fidelidad de
Dios, años más tarde la nación de
Israel entró en la tierra prometida,
cumpliendo la promesa hecha a los
patriarcas. Sin embargo, los que no
creyeron se quedaron en el camino y
no disfrutaron de ella. El transitar de
Israel en el desierto es figura de
nuestra vida como hijos de Dios en
este mundo y hemos sido llamados a
seguir las pisadas de nuestro Señor
Jesucristo, quién murió en la cruz por
nosotros y resucitó de entre los
muertos, y por medio del cual
tenemos comunión con el Padre.
Caminos pues con los ojos puestos
en Cristo, quién no desmayó,
consumando la obra de redención a
nuestro favor. “...puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la
fe... Considerad a aquel que sufrió tal
contradicción de pecadores contra sí
mismo, para que vuestro ánimo no se
canse hasta desmayar” (He. 12:2,3)
DIANA ZAMBRANO
Si Dios es por nosotros...
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DEJAR QUE EL MAS FUERTE LLEVE LA CARGA
El tiempo se hace largo en mi
habitación del hospital, pero desde
la ventana tengo una pequeña
distracción: la construcción de un
nuevo edificio. Entre todas esas
máquinas que trabajan, una me
llama la atención de forma especial:
la grúa. Cada mañana su conductor
es el primero en llegar a la obra. Sube
a la máquina y espera las órdenes del
equipo, que pronto se pone en
marcha. Hay cargas muy pesadas
para mover, pero ninguno de los
obreros se aventura a hacerlo, pues
basta con atarlas al cable de la grúa y,
por medio de un teléfono, pedir al
conductor que las mueva. ¡Sería
realmente absurdo tratar de levantar
centenares de kilos, mientras la grúa
puede hacerlo tan fácil!
Esto me hace pensar en tantos
esfuerzos que hacemos tratando de
levantar cargas demasiado pesadas
para nosotros: las muchas
preocupaciones, la búsqueda de un
empleo, quizás una mala conciencia,
NO ESTAMOS SOLOS
...¿Quién contra nosotros?
Romanos 8:31
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el vacío de nuestro corazón, la
necesidad de ser amado, una ofensa
que no podemos perdonar...
¡Cuántas cargas, preocupaciones y
angustias, que apenas podemos
levantar! Jesús está dispuesto a
llevar en nuestro lugar todas estas
cosas que nos oprimen.
Encomendémosle todas esas cargas
mediante la oración y pidámosle que
se ocupe de ellas.
Querido lector, ¡no se agote
tratando de llevar solo aquello que
Dios quiere llevar con usted, o
incluso en su lugar! ¡Vaya a él y
háblele! Él le ama y quiere su bien. ¡El
Señor Jesús quiere ser su Salvador,
su apoyo cada día, su consejero, su
guía!
“Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré
descansar.” (Mateo 11:28)
“Echando toda vuestra ansiedad
sobre él, porque él tiene cuidado de
vosotros.” (1 Pedro 5:7)
LA BUENA SEMILLA
ANA RUIZ
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Mayo 2018
Al final de este mes de Mayo se ha
inaugurado en Madrid la 77 feria del
libro, bajo el lema “Leer para saber”,
facilitando la creación de ambientes y
espacios lúdicos y pedagógicos que
promuevan el contacto directo con los
libros.
Existen millones de libros y autores
que han dedicado su tiempo y
experiencias para dejar por escrito
diferentes géneros literarios según el
deseo del consumidor: biografías,
ficción, drama, terror, historia, entre
otras, cada uno puede escoger
cualquier sea de su interés y gusto.
Pero resulta que el libro más leído, y
que ha sobrevivido en el tiempo, es la
Biblia, la Palabra de Dios El asunto es
que, a pesar de ser el primer libro
impreso, que habla de la vida de
Jesús y de lo que vino a hacer por la
humanidad, en los días que vivimos,
incluso (y lo digo con mucho respeto)
hasta los mismos “cristianos” tienen
la Biblia como un libro más. Uno que
acumula más polvo que cualquier
otro.
La Biblia es el libro por excelencia y
trata todos los temas necesarios para
nuestra vida: la familia, los hijos,
decisiones, consuelo, exhortación,
enseñanza y sobre todo el plan
perfecto del Dios creador y soberano,
dueño de todo, que quiere tener
comunión con sus criaturas. Lo triste
es que casi nadie quiere saber acerca
de su contenido, porque la mayoría
de las veces nos confronta, ya que es
como un espejo que refleja lo que
somos, y no nos gusta.
El que decidió el lema de la nueva
edición de la feria del libro acertó,
“Leer para saber”. Así sucede con la
Biblia, es necesario leerla para saber
el mensaje de Dios para su pueblo,
primeramente, pero también para
nosotros que tenemos a mano los
escritos de muchos de sus siervos,
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EL LIBRO
inspirados por el Espíritu, para poder
conocer su plan en nosotros.
Israel recibió mandamientos,
ordenanzas y preceptos que
encontramos en el libro de Levíticos,
allí aparece todo lo que debían hacer
en relación a los sacrificios y temas
de la vida diaria del pueblo, dadas
por medio de Moisés en el Sinaí; por
eso el salmista dice, en el capítulo
19:7 y 8, “La ley de Jehová es
perfecta, que convierte el alma; El
testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo. Los
mandamientos de Jehová son
rectos, que alegran el corazón; El
precepto de Jehová es puro, que
alumbra los ojos.”
De allí la importancia de escribir un
libro, para poder leer y saber lo que
se nos está comunicando, y aún más
si viene de parte de Dios. Así que,
Dios es el autor de las Escrituras y
nosotros los receptores de su
mensaje, lo que hace que la Biblia
sea el libro más importante, para
conocer Su voluntad. Dios le dijo a
Moisés: “Y Jehová dijo a Moisés:
escribe esto para memoria en un
libro, y di a Josué que raeré del todo
la memoria de Amalec de debajo del
cielo.” (Éxodo 17:14).
No solamente Moisés, a Isaías le
comunicó lo siguiente: “Ve, pues,
ahora, y escribe esta visión en una
tabla delante de ellos, y regístrala en
un libro, para que quede hasta el día
postrero, eternamente y para
siempre.” (Isaías 30:8). Jeremías es
otro de los autores que Dios utiliza
para hablar del futuro de su pueblo
en la cautividad y el regreso de la
misma, además de eventos que aún
no se han cumplido, “Así habló
Jehová Dios de Israel, diciendo:
Escríbete en un libro todas las
palabras que te he hablado.”
(Jeremías 30:2). Y podríamos citar
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una lista extensa de autores que
recibieron el mensaje de Dios para
dejarlo por escrito y poder leerlo en su
debido tiempo y así aprender acerca
de su amor, paciencia, longanimidad,
porque, aunque hay palabras de juicio
también están las de oportunidad de
arrepentimiento. Por eso el rey Josías
se humilló delante de Dios al leer las
palabras del libro de la ley.
Como última reseña en este escrito,
encontramos la visión de Juan en el
Apocalipsis (Revelación), cuando se
le dice: “Y el que estaba sentado en el
trono dijo: He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas. Y me dijo: escribe;
porque estas palabras son fieles y
verdaderas.” (Apocalipsis 21:5). La
palabra de Dios es fiable y verdad,
“Palabra fiel y digna de ser recibida
por todos: que Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores,
de los cuales yo soy el primero.” (1
Timoteo 2:15).
¿Qué quiero decir con todas estas
referencias? Que Dios usó a hombres
para dejarnos este precioso e
inagotable tesoro de las Escrituras (el
corazón de Dios), que trasciende
mucho más allá de lo que podamos
conocer. Mejor es que atendamos su
palabra hoy, mientras se nos brinda
oportunidad, antes que sea
demasiado tarde. El mismo Señor
Jesucristo dijo: “Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os
parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan
testimonio de mí” (Juan 5:39).
Termino con las palabras del apóstol
Pedro: “Tenemos también la palabra
profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y
el lucero de la mañana salga en
vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
JOAB CERVINI
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Mayo 2018
GOZO CON GRAN ALEGRÍA
"sino gozaos por cuanto sois
participantes de los padecimientos de
Cristo, para que también en la
revelación de su gloria os gocéis con
gran alegría.” (1 Pedro 4:13)
Indiscutiblemente, ese gozo del que
habla la Biblia es un gozo que
también viene del cielo. Así como los
dones, la fe, el amor, de igual manera
el gozarnos en medio de las
tribulaciones es un regalo divino que
recibimos del Señor y es para el
Señor.
Pablo lo tenía por cierto, y así lo
enseña a los primeros salvados
producto de su ministerio, los de
Galacia, “Mas el fruto del Espíritu
es… gozo” (5:22).
Este gozo es difícil de comprender
porque se escapa del concepto
tradicional que tiene el mundo, pero el
que es de Cristo, lo experimenta, y las
palabras se convierten en una
realidad palpable. Ese gozo no es
temporal ni efímero. No se va así
como viene. Tampoco es solitario, es
decir, que siempre está acompañado
de paz y esperanza. Un corazón que
espera con paciencia espera también
con gozo. Un alma que descansa, se
goza en la confianza que le mantiene
en pie.
En el Señor, no es posible estar en
paz y estar amargado, o tener
esperanza y vivir afanado. Eso
sucede en la vida de muchos que, sin
Cristo, persiguen la felicidad y solo
logran rosar los coletazos engañosos
de la misma con la punta de sus
dedos. La paz del mundo no se
parece a la paz de Dios, así como la
felicidad del mundo no es el gozo del
que habla la Biblia.
Entonces, ¿cómo es ese gozo?
Primeramente, se obtiene por
Jesucristo, él nos la da; en él lo
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podemos saborear. Es un regalo del
Espíritu Santo, encargado de
administrarlo como quiere. Una vez
rendidos al Señor, obtenemos el
perdón de pecados y la salvación del
fuego ardiente, pero además de esto,
nos convertimos en receptores de
una gran cantidad de dones que nos
servirán en nuestro andar por este
desierto que es el mundo, y desde
luego, para el bienestar del prójimo,
porque, así como soy usado para el
bien del otro, muchos son
instrumentos en las manos de Dios
para mi bien.
El mundo ofrece una paz ficticia, una
felicidad pasajera, lo que
verdaderamente obtenemos de él es
tribulación y aflicción, y contra esto el
creyente tiene un arma infalible: la fe,
la paz y el gozo en Dios. El fuego de
prueba que nos ha sobrevenido no
debe sorprendernos, Cristo padeció,
¿por qué no nosotros? Que el gozo
del Señor nos acompañe siempre,
aun en esos momentos cuando el
mundo nos embate, cuando Satanás
desea destruirnos.
Pero hay más. Si ese gozo es una
herramienta que acompaña al
soldado de Cristo, se multiplicará “por
mil” en su venida. Será el gozo de la
victoria, del saludo, el gozo de un
nuevo comienzo, la eternidad con el
Señor. En la revelación de su gloria
nuestro gozo será, como se suele
decir, el doble. Se acabó la prueba, la
tribulación se queda para los que
dijeron no a la oferta de salvación en
el tiempo de la gracia, pero no más
para los salvados.
Si puedes imaginar un gozo así,
enorme, interminable e incalculable,
ese será cuando él venga. Hoy
tenemos razones para gozarnos,
usemos ese regalo celestial para el
bien de muchas almas y testimonio
de otras, porque para entonces
nuestro gozo será con gran alegría.
Gracias damos a Dios por proveernos
del gozo, con él sobrepasamos los
tiempos difíciles, anunciamos su
mensaje y glorificamos su Nombre.
“Por lo demás, hermanos, tened
gozo, perfeccionaos, consolaos, sed
de un mismo sentir, y vivid en paz; y el
Dios de paz y de amor estará con
vosotros.” (2 Corintios 13:11)
ANA RUIZ
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La lluvia bajó
porque Elías subió
“Entonces Elías dijo a Acab: Sube,
come y bebe; porque ya se oye el
rumor de una gran lluvia” 1 R. 18:41
Después de tres años y medio de
sequía en Israel, Elías aparece en
la escena de nuevo. La gente había
abandonado a Dios para seguir a
Baal, un ídolo pagano, considerado
el santo patrono de la prosperidad.
La sequía enviada por Dios en
respuesta a la oración de Elías fue
un golpe de gracia divina en esta
superstición idolátrica. Después de
enfrentar al rey Acab, el pueblo
idólatra y los profetas de Baal en el
monte Carmelo, Elías mata a los
profetas de Baal y sube a la cima de
la montaña, orando por lluvias
restauradoras de Dios. El calor del
sol y la total ausencia de nubes en el
cielo no traían ningún presagio de
lluvia. Sin embargo, Elías era
gobernado por la fe y no por las
circunstancias. Por lo tanto,
perseveraron en la oración hasta
que una nube del tamaño de la
palma de la mano apareció en el
horizonte. Eso fue suficiente para
un hombre de fe. Densas nubes
formadas y abundantes lluvias
cayeron sobre la tierra seca.
Cayeron las lluvias, porque Elías
subió a la cumbre del Carmelo.
Antes de subir Elías quitó del
camino a Baal. Antes de buscar un
avivamiento tenemos que tratar con
firmeza con el pecado. De nada
sirve cambiar de lugar a Baal, darle
nuevos nombres o ropa nueva. Baal
debe ser eliminado. Si usted anhela
la restauración de los ríos de Dios,
debemos ir a la presencia de Dios,
no exponer una supuesta
espiritualidad, sino para
humillarnos hasta el polvo. Si
deseamos ardientemente un
tiempo de recuperación, debemos
perseverar en la oración hasta que
los cielos se abran y las lluvias de
Dios caigan sobre nosotros.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que
se espera, la convicción de lo que
no se ve.” (Hebreos 11:1)
GOTAS DE ALEGRÍA PARA EL ALMA
Hernades Dias Lopes