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JUEGO Y APUESTA

Ambos tipos de contratos constituyen el exponente máximo de aleatoriedad contractual;


es decir, la suerte o el azar no determinan sólo la equivalencia de las prestaciones, sino la
misma atribución de las obligaciones que deberán cumplirse por cada una de las partes.
En el contrato de juego, las dos partes, con fines de distracción o ganancias, se prometen
una prestación bajo condiciones opuestas. Si se trata de juego prohibido, la ley no concede
acción al que sea acreedor para reclamar el pago; pero tampoco se la concede al deudor
que pagó voluntariamente para repetir o recuperar lo pagado. En el contrato de apuesta,
las partes, con el fin de apoyar una afirmación, se prometen recíprocamente ciertas
prestaciones para el caso de ser o no ser verdad aquella afirmación.

Código civil, artículos 1.798 a 1.801.

Hay apuesta o juego cuando cada una de las partes promete a la otra una prestación si las
circunstancias aleatorias que intervienen no le son favorables.

Las prestaciones que las partes se prometen recíprocamente, dependen del cumplimiento
de condiciones opuestas e incompatibles, en el sentido de que la eliminación de la
incertidumbre acerca de cuál de las dos prevalecera, ha de dejar a una sola de las partes
como deudora de la otra.

Lo que se apuesta puede consistir en una suma de dinero o en otro objeto determinado.

Siendo los conceptos de juego y apuesta de los mas vulgares, resulta sorprendente la
dificultad en que se han encontrado los juristas para precisarlos en el plano del derecho.
Se trata de contratos distintos? y si como tradicionalmente se admite, lo son, cual es la
base sobre la que debe hacerse la distinción?.
A) para algunos autores que siguen una idea insinuada ya en el derecho romano, el juego
supone la participación personal en los ejercicios de destreza física o mental, sobre cuyo
resultado se arriesga una postura; la apuesta, en cambio, recae sobre hechos o
circunstancias que son extrañas a los contratantes, como ocurre cuando los espectadores
apuestan sobre el resultado de un partido de fútbol, de un match de box o sobre si ocurrirá
o no tal acontecimiento político, etcétera.
B) para otros, la distinción debe fundarse esencialmente en el motivo que inspira a las
partes: la apuesta tiende a robustecer una afirmación, en tanto que el juego tiene por objeto
una distracción o una ganancia.

C) furno, sostiene que el juego, en si mismo, es un concepto ajeno el derecho; consiste en


un pasatiempo, una competencia, una emulacion, una satisfacción del apetito de cultura
física, todo lo cual carece de interés para el derecho. Lo que a este interesa es la apuesta
que algunas veces acompaña necesariamente; es la apuesta, con su contenido económico,
lo que esta regulado jurídicamente.

En verdad, se trata de una disputa estéril. En todo el mundo, juego y apuesta tienen un
régimen jurídico común, están sujetos a idénticas normas legales. Y, como dice Puig
brutau, jurídicamente solo merecen ser considerados como conceptos distintos los que se
hallen enlazados a afectos diferentes.

No hay, pues, interés en precisar una diferencia que no tiene contenido ni vigencia
efectiva.

Esto sentado, uniremos ambos contratos en una definición común. Hay apuesta o juego
cuando cada una de las partes promete a la otra una prestación si las circunstancias
aleatorias que intervienen no le son favorables.

Las prestaciones que las partes se prometen recíprocamente, dependen del cumplimiento
de condiciones opuestas e incompatibles, en el sentido de que la eliminación de la
incertidumbre acerca de cual de las dos prevalecera, ha de dejar a una sola de las partes
como deudora de la otra.

Lo que se apuesta puede consistir en una suma de dinero o en otro objeto determinado.

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