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I) INFORMACION GENERAL
II) PROPÓSITOS
Conocimiento:
SECUENCIA DE APRENDIZAJE
Primer Hora (45 minutos)
Inicio (10 minutos)
El docente pide a los estudiantes que lean en voz alta y por turnos el texto sobre la ley
N° 28094, ley de organizaciones políticas.
A continuación plantea las siguientes preguntas:
¿Creen que los actuales partidos políticos en el Perú cumplen con los fines y objetivos
establecidos en dicha Ley?
¿Consideran que es importante de que exista esta ley? ¿Habría alguna diferencia si no
existiera esta ley?
TÍTULO I
DEFINICIONES GENERALES
Los partidos políticos son asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídicas de
derecho privado cuyo objeto es participar por medios lícitos, democráticamente, en los asuntos
públicos del país dentro del marco de la Constitución Política del Estado y de la presente ley.
b) Contribuir a preservar la paz, la libertad y la vigencia de los derechos humanos consagrados por
la legislación peruana y los tratados internacionales a los que se adhiere el Estado.
c) Formular sus idearios, planes y programas que reflejen sus propuestas para el desarrollo nacional,
de acuerdo a su visión de país.
e) Realizar actividades de educación, formación, capacitación, con el objeto de forjar una cultura
cívica y democrática, que permita formar ciudadanos preparados para asumir funciones públicas.
i) Las demás que sean compatibles con sus fines y que se encuentren dentro del marco normativo
establecido por la presente ley.
a. Con ocasión del desarrollo de un evento proselitista gratuito, se haga entrega de bienes para
consumo individual e inmediato.
En ambos supuestos no deben exceder del 0.3% dela Unidad Impositiva Tributaria (UIT) por cada
bien entregado.
El Jurado Electoral Especial correspondiente impone una multa de treinta (30) Unidades Impositivas
Tributarias (UIT) al candidato infractor, la misma que el Jurado Nacional de Elecciones cobra
coactivamente. En caso de que el candidato cometa nuevamente la infracción con posterioridad a
que la sanción de multa adquiera la condición de firme o consentida, el Jurado Electoral Especial
dispone su exclusión. En caso de que el bien entregado supere las dos (2) Unidades Impositivas
Tributarias (UIT), el Jurado Electoral Especial correspondiente dispone la exclusión del candidato
infractor.
La propaganda electoral de las organizaciones políticas o los candidatos a cualquier cargo público
debe respetar los siguientes principios:
a) Principio de legalidad, por el cual los contenidos de la propaganda electoral deben respetar las
normas constitucionales y legales.
b) Principio de veracidad, por el cual no se puede inducir a los electores a tomar una decisión sobre
la base de propaganda electoral falsa o engañosa.
Redacción:
LaRepública
Todo indica que la crisis del Partido Popular Cristiano (PPC) es la punta de iceberg que esconde un problema
mayor: la crisis de los partidos políticos que han sido los pilares del regreso a la democracia en los ochenta,
como también de aquellos que surgieron con el regreso de la democracia en el 2000 luego de la caída de Alberto
Fujimori. Ello expresa no solo el fin de un ciclo político sino también una crisis mayor que mostraría las
enormes dificultades por construir representaciones políticas que vayan más allá de la lógica fujimorista.
En otros artículos hemos afirmado que una de las reglas de oro de nuestra democracia es que el partido de
gobierno cae de manera estrepitosa en la siguiente elección. La última encuesta de GfK, como señala Otra
Mirada (Infodiario Nº 710:02/12/15), muestra que los partidos políticos que han gobernado el país empiezan a
desmoronarse lentamente. Lo mismo se puede decir de las izquierdas, perdidas en un laberinto del cual hasta
ahora no pueden salir, y que no saben si optar por el parricidio o por el suicidio colectivo.
Lo que tenemos por delante no es como se ha dicho una «democracia sin partidos» sino más una democracia
con un tipo de partidos radicalmente distintos al ciclo anterior y que pueden calificarse de pospolíticos: partidos
«aideológicos», «aprogramáticos» y sin referentes sociales. Un buen ejemplo es Alianza para el Progreso
(APP), de César Acuña, que es un partido que no tiene ni programa ni ideología conocidos y menos un referente
o grupo social al que aspira representar. Más allá que hay que reconocer que Acuña, es cierto que con métodos
clientelares, ha optado por una lógica descentralista contraria a los llamados partidos limeños.
Lo mismo se puede decir de otros partidos pospolíticos como Somos Perú, Partido Humanista, peruanos por el
Kambio (PPK), UPP y otros similares. El escenario electoral está poblado, también, de candidatos que rehúyen
sistemáticamente a definirse ideológica y/o socialmente o de «partidos» que buscan sobrevivir mediante
alianzas espurias. Lo que tendremos, por lo tanto, no es solo un sistema político con partidos débiles y
«aideológicos» sino también una sociedad igualmente débil y con poca capacidad para influir en el rumbo de
la política en el país y con una fuerte dependencia de los medios de comunicación.
La democracia, ahora sí, pasará a ser un mero ritual cada cinco años para elegir a un candidato que hará en el
gobierno no lo que expresaron sus electores al votar por él —o ella— sino lo que él crea conveniente hacer y
con una activa presencia de los poderes fácticos y los medios de comunicación. Un buen ejemplo es el actual
gobierno de Ollanta Humala.
Me parece que hay varias explicaciones de esta situación. Una de ellas, como bien dice Francisco Durand, es la
captura del Estado por los poderes fácticos y los grandes grupos económicos y mediáticos que hace de este casi
un actor ausente de la política, como una forma de satisfacer las demandas y como búsqueda para construir una
representación, un acto inútil mientras el Estado siga prisionero de estos grupos. Otra es la ausencia de una
mayoría política que «ordene» el país. Lo que tenemos es una suma de minorías como consecuencia de un
divorcio político entre el centro y la periferia del sistema y de una persistente fragmentación social.
Sin embargo, hay una explicación que me interesa enfatizar: la incapacidad en todos estos años de derrotar al
fujimorismo como expresión de un nuevo autoritarismo. Norberto Bobbio afirma que «un régimen autoritario
puede ser reinterpretado como el régimen que resuelve el problema (de la ingobernabilidad) no aumentando la
capacidad del Estado para promover las crecientes expectativas, sino comprimiendo la capacidad de los
ciudadanos y de los grupos para proponer nuevas demandas…». En esta definición, el autoritarismo es «un
pacto de dominación» y no solo un mecanismo de copamiento de las instituciones para controlar los procesos
políticos y electorales.
Dicho de otra manera, la transición de la década pasada debió combinar los cambios institucionales —el cambio
de las reglas— con el cuestionamiento al llamado «pacto de dominación autoritario» que es, justamente, lo que
define el régimen político y económico. Algo que los partidos –sobre todo de “derecha” y también de
izquierda– por diversos motivos no hicieron. Por eso no nos debe extrañar el regreso del fujimorismo en estos
tiempos de la pospolítica y de desmovilización de la sociedad.
Derrotar o terminar con el pacto de dominación autoritario (fujimorista) hubiese significado otra democracia.
Una democracia robustecida institucionalmente y capaz de resistir el conflicto social, con actores políticos
igualmente fuertes y con una sociedad (o un pueblo) movilizada y, sobre todo, politizada. Hoy, como sabemos,
nada o muy poco de ello existe. Entramos, pues, al ciclo de la pospolítica que implica nuevos retos para los
sectores democráticos y progresistas.