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Este libro fue publicado por la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela,
Caracas, en 1965)
Pero es de recalcar que el complejo entero de las sustancias vitales nos queda
finalmente inmensurable y, en la práctica, tenemos que, sencillamente, respetarlo y
aplicarlo como un todo, cual es la vida misma. Es decir que tampoco las tabletas de
unas cuantas vitaminas, etc., ni un postre de frutas, etc., deberían consolarnos para
seguir con la tradición de destruir o alterar el complejo de las sustancias vitales en
nuestros alimentos mediante los diversos artificios físicos y químicos, que empleamos
en la industria y en la Cocina, o hasta comer los alimentos sintéticos.
Corroboramos este postulado de un más profundo respeto ante la vida o vitalidad
en nuestros alimentos —y ante la Vida y la Naturaleza en general— con las
advertencias de todos los grandes científicos, de que podemos saber muy poco de los
procesos vitales. Así, calcula el ya citado profesor doctor G. W. Beadle, en “4 elevado a
la 200.000.000 ava potencia”, o sea, en “un número incomprensiblemente grande”
todas las instrucciones que están en clave en los cromosomas o genes (“ADN”) de una
sola célula del cuerpo humano, “comparables con una enciclopedia de mil tomos’’ (!).
En oposición al criterio superficial y presuntuoso de nuestro tiempo técnico, las
precedentes citas del sabio Beadle explican que los enormes progresos de la
Investigación Científica actual no vienen descubriendo el enigma de la vida (y el de la
célula viva), ¡sino en realidad lo profundizan!
Igualmente señalamos que los profesores doctores R. Schoenheimer y H. Clarke,
de la Universidad de Harvard, reconocen en su obra The Dynamic State of Body
TABLA 2
LAS SUSTANCIAS VITALES Y VITALIZANTES
(ALIMENTARIAS O EXOGENAS)
A) AUTENTICAS:
Notas:
a) La importante clorofila (genuina), fitohormonas, fitoesterinas, auxonas,
etc., ya se comprenden en las enzimas y vitaminas.
b) Enzimas, vitaminas, ácidos grasos no saturados, minerales y sustancias
aromáticas son señaladamente vitalizantes también en cuanto a la flora intestinal
fermentativa.
Comentario:
Las sustancias vitales y vitalizantes alimentarias dependen de las muy sensibles:
tensiones y fluencias bioelectromagnéticas, ionizaciones, concentración de iones
hidrógeno; los naturales estados moleculares, dispersos, coloidales, dextro o levógiros,
etc. (¡Entendidos todos en los alimentos al consumirlos!).
Proponemos denominar estas “tensiones o estados vitales”, y las antes citadas
“sustancias vitales y vitalizantes” y “sustancias indirectamente vitales y vitalizantes,
conjunta y brevemente:
“Factores Vitales”
(Factores activos-vitalizantes)
En oposición a las “sustancias químico-calóricas” (materiales o combustibles):
¡Pero las células vivas de los alimentos y del cuerpo no solamente emiten las
radiaciones electromagnéticas, sino también las reciben y transforman! Como lo enseña
la impresionante experiencia de que ciertas frutas maduran mucho más rápido, si las
juntamos con cualesquiera otras bien maduras (En efecto, experimentos recientes en la
Universidad de Utah, Estados Unidos, han comprobado que cuando los tomates verdes
se colocan dentro de un fuerte campo magnético, maduran en un tiempo inferior en un
tercio al lapso habitual). Y finalizando con las anteriores ilustraciones podemos
comparar el evidente efecto vitalizante de los vegetales frescos irradiantes, con el
maravilloso efecto estimulante que nos produce también el aire ionizado, por ejemplo,
un poco antes de las tormentas y el relampagueo y después de las fuertes lluvias.
* * *
La estructura;
El metabolismo;
La maduración, y
La renovación o regeneración de las células.
Las sustancias vitales alimentarias favorecen, además, la formación de:
Los Anticuerpos o antitoxinas;
Fagocitos, y
Hormonas;
Y favorecen, ya dentro del tracto intestinal:
La referida desasimilación de los alimentos;
El desarrollo de la flora fermentativa, y
El peristaltismo.
Por los diez detalles aquí ofrecidos se juzga mejor el por qué empieza poco a poco
nuestra predisposición para las enfermedades infecciosas y degenerativas, como
también el cansancio y envejecimiento precoz del organismo, si faltan o escasean las
sustancias vitales en la alimentación diaria.
En consecuencia, debemos eliminar de nuestros alimentos diarios aquellos que
carecen de los factores vitales: los que nos son “estériles”, artificiales o
desnaturalizados, es decir, todos los alimentos refinados por medio de la química e
industria alimentaria o por el tradicional prolongado cocimiento. En otras palabras,
debemos consumir preferiblemente los vegetales, y éstos tan frescos y crudos cuanto
sea posible. La razonable y fácil aplicación práctica de lo aquí dicho se expondrá
detalladamente en la Parte II. Luego, en la Parte III, se indicarán también las facilidades
y ventajas económicas que brinda una alimentación más vegetal, tanto para el individuo
como para las naciones.
***
Pero los vegetales – y los demás alimentos – no deben ser tampoco alterados
químicamente: ni por los abusos del abono químico o de la sal común, que destruyen el
equilibrio fisiológico mineral (véase el Anexo 1); ni por las tantas fumigaciones,
insecticidas, fungicidas, herbicidas, etc.; ni por los numerosos aditivos: preservativos,
colorantes, aromáticos, etc. (y tampoco por la más novedosa irradiación para su
“esterilización”), todos éstos perjudiciales para las delicadas sustancias vitales, en los
alimentos mismos; o para su sensible transformación en las enzimas o fermentos
celulares y humorales, en nuestro organismo. Entre otros, los conocidos médicos
catedráticos alemanes de Higiene y Farmacología, profesores doctores W. Kollath y F.
Eichholtz, de la Universidad de Freiburgo y Heidelberg, respectivamente, hacen resaltar
lo aquí mencionado en sus publicaciones científicas.
El profesor doctor Eichholtz advierte, además, que —según los datos oficiales
norteamericanos del “Food - Drug - Cosmetic Law Journal”, Nos. 15, 16, 17, de 1962 y
otros números— se conocen ya más de 1.000 de los aditivos intencionales:
preservativos, colorantes, etc., sin incluir unos 1.100 aromáticos; y unos 3.000 aditivos
accidentales: insecticidas, fungicidas, herbicidas, detergentes, disolventes,
desinfectantes, etc. Además, unos 3.000 distintos desechos químicos en el aire y los
ríos; más de 36.000 productos farmacéuticos, cuya gran mayoría no requiere
prescripción médica; y unos 15.000 productos químicos para la casa, agricultura y cría,
con nombres comerciales registrados, que accidentalmente pueden ser tóxicos (M. N.
Gleason a.o., Clinical Toxicology of Commercial Products, Baltimore, 1957). Aquí se
agregan los gases y humos de los automóviles y el polvo de asfalto.
Estas cifras verdaderamente aterradoras están aún creciendo, año por año
(¡Compárense las cifras recientes en el Prefacio del Autor!) y el hombre civilizado se
expone cada vez más a estos productos químicos contra los cuales no tiene defensas
específicas, ya que la inmensa antropogénesis los desconocía y no pudo tomarlos en
cuenta. Ahora, la opinión dirigida por la esperanza humana y hasta por los intereses
creados induce a creer en cierta “adaptación”. Pero ésta es completamente ilusoria, ya
que la observada en las moscas —en cuanto al DDT solamente— requirió centenares
de generaciones’ y con respecto a los centenares de los referidos antienzimáticos, la
adaptación selectiva requeriría millones de generaciones; sin tomar en consideración
que nuestro complejo enzimático no podría cambiarse sin alteración de lo humano
mismo. La misma opinión dirigida alega y acentúa la dosificación muy pequeña y
subtóxica de cada uno de los productos químicos, disimulando así los ya referidos
efectos sinergísticos entre tantos productos de los cuales además ya están
evidenciándose unos 320 hasta cancerigenos véase la Parte IV) en contraposición a las
esperanzas anteriores.
1ª La alimentación natural nos evita la contaminación con el, sin duda, más
importante grupo entre los productos químicos antivitales, o sea, con todos aquellos
aditivos preservativos, colorantes, aromáticos, estabilizantes, etc. que son propios de
las diversas e innumerables conservas y demás elaboraciones industriales que llenan
los abastos modernos hasta el techo. (Afortunadamente, entre los muchas veces
indispensables “enlatados”: la leche en polvo y los cereales integrales machacados, ya
hay marcas expresamente libres de aditivos intencionales.)
* * *
TABLA 3
Notas:
* * *
Sin duda, la doctrina del célebre bacteriólogo profesor Louis Pasteur (1822-1895),
de que son los microbios los que causan las respectivas enfermedades, pertenece
enteramente a la precitada “Medicina de la Insalubridad”, es decir, se refiere al hombre
enfermizo con una alimentación antinatural. En cambio, la idea más profunda del
precursor de aquél, el Prof. P. J. Antoine Béchamp (1816-1908), de que son las
“funciones trastornadas” del organismo a causa de nuestro “ambiente de vida alterado”
las que permiten el desarrollo de los microbios, había adelantado —ya hace casi cien
años— los conceptos biológicos o antropogenéticos de la solicitada Medicina de la
Salud Natural” por el profesor Delore.
profesor Bejarano acerca de las investigaciones del profesor Price, al final del Anexo
3, y las observaciones del profesor McCarrison que citaremos en el Preámbulo del
Capítulo IV, ya evidencian que la alimentación biológica lacto- vegetal proporciona
tal inmunidad o resistencia natural en cuanto a la tuberculosis y otras frecuentes
enfermedades infecciosas.