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El cerco de Numancia de Cervantes:

un discurso heterodoxo en la España imperial


Cerstin Bauer-Funke
Universidad de Duisburg-Essen

La tragedia cervantina La destrucción de Numancia, o El cerco de Numancia, escrita


según Jean Canavaggio entre 1581 y 1587,1 suele ser leída por muchos críticos
como una obra alegórica que propaga modelos de heroísmo y patriotismo repre-
sentados por el pueblo numantino —heroísmo y patriotismo que se le atribuyen
luego al pueblo español. Según la crítica, Cervantes manejó y mezcló varias fuen-
tes históricas para crear este drama alegórico que transmite en primer lugar y me-
diante diversos paralelismos y equiparaciones destacadas virtudes como el amor,
el heroísmo, el patriotismo y algunos valores cristianos;2 una mezcla que además
atenúa o rebaja incongruencias históricas e importantes diferencias entre el paga-
nismo pre-hispánico y el catolicismo de la España áurea. No quiero abogar por
una lectura histórica, pero me parece importante matizar varios aspectos de tales
interpretaciones de la tragedia con el fin de discutir ciertas ambigüedades que no
podrían ser advertidas si se considerase solamente el alegorismo de la tragedia.
Varios críticos han señalado no sólo las muchas ambigüedades y paradojas que se
encuentran en la Numancia, sino también el discurso contradictorio y polífono.3
Siguiendo esta línea argumentativa, me importa destacar en el presente estudio tal
discurso heterodoxo que se establece en la tragedia. Siendo configurada por una
red de múltiples referencias históricas, políticas y religiosas, la tragedia parece ser
un texto sincrético y heterodoxo que logra quebrantar posiciones monolíticas y
ortodoxas. Me permito sugerir que tales ambigüedades hacen ver que Cervantes,
mediante una serie de cambios de perspectiva, pone en escena un juego continuo
entre posiciones ortodoxas y heterodoxas. Me propongo, pues, analizar algunos
núcleos temáticos de la tragedia con el fin de hacer resaltar la estrategia subversiva
empleada por Cervantes para impedir una interpretación inequívoca y monolítica
del conflicto bélico entre los numantinos y los romanos.

1. Canavaggio (1977), pp. 18-25.


2. Véanse, por ejemplo, Casalduero (1951); Doménech (1967); Marrast (1990), pp. 24-25, 27-29; Vivar
(2000). Sobre las fuentes históricas véanse Schevill/Bonilla (1920), pp. 41, 44-47; Zimic (1992), pp. 60sq.;
Marrast (1990), pp. 24; Cortadella (2005), p. 560.
3. Véanse, entre otros, Johnson (1981); de Armas (1996a), (1996b); Maestro (2000), pp. 169-173;
Maglione (2000); Güntert (2003); Armstrong-Roche (2005); Buezo (2005); Maestro (2005); Kahn (2006);
Ryjik (2006).

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La imposibilidad de un discurso patriótico inequívoco


En efecto, desde la primera escena de El cerco de Numancia, se introduce de ma-
nera poco disfrazada la imposibilidad de un discurso patriótico inequívoco. Apo-
yándose en los temas centrales, como son la lucha heroica por la libertad y el
patriotismo de los numantinos, Alfredo Hermenegildo y Jordi Cortadella, entre
otros, opinan que la configuración de los personajes —los romanos bajo Cipión
contra los numantinos— es un reflejo del conflicto de las Alpujarras durante el rei-
nado de Felipe II, en el que las tropas españolas bajo las órdenes de Juan de Austria
lucharon contra los moriscos en las Alpujarras para someter a estos últimos.4 Según
los críticos, la Numancia realza por un lado el heroísmo de un pueblo sitiado, y
por otro alaba al mismo tiempo al rey Felipe II o a Juan de Austria que triunfan en
esta contienda. Nos encontramos, pues, ante dos grupos igualmente alabados: los
heroicos sitiados y los valientes sitiadores, lo que crea dos discursos políticos dia-
metralmente opuestos. En efecto, al comparar la situación de los numantinos con
la de los moriscos, se puede opinar que Cervantes apoya más bien a los moriscos
y su lucha contra la corona española, lo que conduce a cierta crítica del opresor. La
misma configuración paradójica se presenta si se establece un paralelismo entre la
tragedia cervantina y la anexión de Portugal en el año 1580. Según esta hipótesis,
que subraya una visión crítica de Cervantes respecto a la política de expansión de
Felipe II, los numantinos representan a los portugueses, mientras que Cipión y las
tropas españolas hacen referencia a la España imperial que logra anexionar Portu-
gal. No obstante, en vez de leer la obra como una alabanza de los moriscos que se
rebelan contra el monarca español, Jordi Cortadella reajusta tal paradoja mediante
operaciones estratégicas al contexto de la España coetánea:
El Imperio español, a diferencia del romano, estaría lleno de consideraciones mo-
rales, éticas y religiosas. Por ello, España no es «sitiadora» de otras naciones, es el
Imperio del Bien con una misión histórica, política y moral: la lucha contra el Mal del
mundo.5
Tal explicación permite obviar las ambigüedades y las paradojas que yo pese
a todo sigo observando en la obra de Cervantes, paradojas que se refieren sobre
todo al pueblo numantino. Por supuesto, estamos ante un pueblo que se identifica
con su ciudad y que sacrifica tanto a ésta como a sí mismo para no caer en manos
de los romanos. De este desenlace trágico se dejan deducir varias preguntas acerca
de la lección que tal fin trágico debería transmitir al público español de Cervantes.
En primer lugar, cabe preguntarse con quiénes deberían identificarse los españo-
les. También es preciso preguntar si tal autodestrucción, o sea, tal extinción, es
signo del heroísmo y patriotismo que Cervantes recomienda a los españoles de
la época de Felipe II. Además, si los españoles deben verse en la situación de los
numantinos con el fin de adoptar la actitud de estos, es preciso señalar que falta un
enemigo que ataque o sitie a España, ya que el país se encuentra en una posición

4. Véanse Whitby (1962); Hermenegildo (1976), p. 47-51; Marrast (1990); Endress (2003); Cortadella
(2005).
5. Cortadella (2005), p. 562sq.

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hegemónica en Europa sin precedentes. Más aún, cabe preguntar por qué Cervan-
tes lanza al público una lección de patriotismo precisamente en este momento en
que España goza de mayor importancia política universal. No es obvio, pues, dón-
de y cómo hay que establecer el paralelismo entre la situación de los numantinos
y la de los españoles en los años 80 del siglo XVI. En segundo lugar, las paradojas
surgen igualmente respecto a los romanos. El elogio de la ciencia y las estrategias
de la guerra que se hace en la Numancia se les atribuye a los romanos, lo que es
en realidad una alabanza de las tácticas bélicas de los sitiadores. En este caso, el
enemigo del pueblo heroico serviría de modelo militar con claras referencias al
monarca español y su comandante Juan de Austria. Me pregunté, pues, si estas
ambivalencias y estos cambios de perspectiva —ya muchas veces señaladas por
la crítica—6 pueden conducir a desvelar un discurso ambiguo que se basa en la
dicotomía entre heterodoxia y ortodoxia. Si tal alabanza de Felipe II o de Juan de
Austria sería entonces lo ortodoxo, es decir, lo conforme a la cultura política del
momento, es preciso constatar que existe también un discurso heterodoxo en la
tragedia que se perfila mediante el conflicto bélico entre romanos y numantinos,
ya que, como acabo de mostrar, la dicotomía entre los «buenos» y los «malos» no
es tan inequívoca como Jordi Cortadella lo señala.

¿Los numantinos como modelos patrióticos?


Sería entonces de gran importancia averiguar las creencias y prácticas de los
numantinos que, según muchos críticos, deberían servir de modelo para el he-
roísmo y las virtudes cristianas que los españoles futuros deberían hacerse suyos.7
Como Cervantes se remonta a los tiempos anteriores a la cristianización de Eu-
ropa, parece lógico en un primer momento que los numantinos veneren a dioses
no cristianos; sin embargo, hemos de constatar que tienen —sorprendentemen-
te— los mismos dioses que los romanos. Veneran a Júpiter,8 a Marte,9 a Plutón,10
a Ceres11 y a Diana,12 todos ellos procedentes de la mitología romana.13 Como ha
destacado Jesús G. Maestro acertadamente en su estudio sobre la religión en la
Numancia, tal incongruencia conduce a la observación siguiente: «No hay religión

6. Véanse Johnson (1981), pp. 309-316; de Armas (1996a), (1996b); Maglione (2000); McKendrick
(2002), p. 137.
7. Véanse, por ejemplo, Casalduero (1951), p. 297; Marrast (1990), p. 20; Vivar (2000).
8. Cito de la siguiente edición: Miguel de Cervantes: El cerco de Numancia, edición de Robert Marrast,
2ª edición, Madrid, Cátedra 1990, vv. 60, 62, 63, 66, 67, 68, 109, 119.
9. Ibid., v. 65.
10. Ibid., v. 70.
11. Ibid., v. 70.
12. Ibid., v. 115.
13. Tal atribución más bien errónea se discute en Marrast (1990), p. 25, diciendo que se trata de «meras
convenciones dramáticas». Sin embargo, opino que tal uso de los mismos dioses por parte de los dos
enemigos reduce la gran distancia que hay entre los numantinos y los romanos, confusión que contribuye
al discurso heterodoxo ya que las dicotomías se borran.

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en Numancia».14 En efecto, es preciso subrayar el carácter subversivo de los ritua-


les practicados por los numantinos. Se pone en escena un culto pagano durante el
cual dos sacerdotes sacrifican un carnero. La escenificación de creencias y cultos
paganos así como de magia y prácticas nigrománticas por parte de los numantinos
—que deberían servir de modelos para los españoles católicos— resulta inquietan-
te en plena época de la Contrarreforma. Conviene subrayar que tal representación
de rituales paganos como ejemplo heroico y religioso para el pueblo español crea
aún más ambigüedades. En efecto, se introduce de manera velada un discurso con
matices peligrosos con respecto a la influencia de la Iglesia católica en la España
de Cervantes. Tal subtexto heterodoxo se confirma en la escena en la que Leoncio
dice a Marandro que no tome en consideración lo que dicen los sacerdotes, que no
crea en sus palabras sino que confíe en su intelecto. Reducir el papel y el poder de
los dioses a meros adivinos e independizarse asimismo de todo sistema semi- o
pseudoteológico me parece que significa infiltrar posiciones de una fuerte dosis
crítica, cuando no heterodoxa. Además, Jesús G. Maestro acierta en destacar la
función política de las prácticas rituales:
La escena de los augurios, que tiene lugar en el centro de la jornada segunda de La
Numancia, es decisiva en cualquier interpretación de esta tragedia. El ceremonial cha-
manístico que aquí se celebra se sitúa entre la magia y la religión. El conjunto de sa-
cerdotes de Numancia celebra un rito oficial y estatal cuyo objetivo es esencialmente
político y práctico: conocer las consecuencias que ha de tener el cerco al que los roma-
nos les someten. Es un fin político, no religioso. […] La magia se utiliza estatalmente,
oficialmente, como un medio para acceder a las revelaciones del dios sobre el futuro
de Numancia, pero no como una demostración de la religiosidad de los numantinos
[…]. La relación entre ellos y el dios no es una relación religiosa, sino chamanística,
mágica, oracular, adivinatoria […].15
En este contexto es importante notar que la comparación de los numantinos con
la figura de Cristo resulta cuestionable. En su estudio El ideal pro patria mori, Fran-
cisco Vivar ha establecido un paralelismo entre los habitantes de Numancia que se
sacrifican por su ciudad y el sacrificio de Jesucristo.16 Según Vivar, este paralelismo
se insinúa en la obra de Cervantes de manera obvia; pero yo creo que conduce
más bien a ciertas paradojas que producen, a su vez, varias dudas: si el pueblo nu-
mantino —que es aún pagano— es equiparado con Cristo, cabe preguntarse quién
en la obra es la humanidad por la cual Cristo se sacrificó. ¿Se sacrificó por el país
ya conquistado mucho antes por los romanos, puesto que Numancia es el último
reducto independiente en la Península? Y si el suicidio colectivo de los numantinos
es la salvación para el resto del país, ¿en qué consiste entonces el pecado de este
país? ¿Es un pecado el haber sucumbido a los invasores? Agrega Vivar que el sacri-
ficio de los numantinos purifica el país —pero ¿una purificación de qué pecados?
Me parece, pues, muy difícil establecer tales equiparaciones y paralelismos entre
la acción autodestructiva de los numantinos y la redención de la humanidad por

14. Maestro (2005), p. 12. Véase también Maestro (2000), pp. 173-183.
15. Maestro (2005), p. 20sq.
16. Véase Vivar (2000).

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Jesucristo. Para los defensores de los fundamentos de la fe católica en la España de


Felipe II, hay más escenas que chocan por su esencia poco ortodoxa: se trata del sa-
crifico del carnero, la aparición del demonio y la resurrección del muerto que, por
ser creencias y prácticas paganas, cuando no de hechicería, marcan una distancia
de índole religiosa cada vez mayor entre los numantinos y los españoles de la edad
áurea. De ese modo, Cervantes introduce cada vez más elementos ambiguos que
impiden, a mi modo de ver, una identificación de los españoles con los numantinos
y que conducen, por consiguiente, a un discurso heterodoxo sobre los fundamen-
tos teológicos de los heroicos antecedentes de los contemporáneos de Cervantes.

Libertad e independencia como valores humanos


El tercer núcleo temático que forma parte del discurso heterodoxo es la libertad,
que tiene una significación importantísima en esta tragedia.17 No se trata solamen-
te de la independencia política, sino también de la independencia del individuo
respecto a los dioses, como acabo de señalar. En efecto, el libre albedrío y la lucha
por la libertad desempeñan un papel clave en La Numancia, tanto en el bando de
los opresores como en el de los oprimidos. Cipión es el primero en explicar que el
éxito militar depende del libre albedrío y de la voluntad individual:
Cada cual se fabrica su destino,
no tiene allí fortuna alguna parte:
La pereza, la fortuna baja cría;
la diligencia, imperio y monarquía. (I, vv. 157-160)
Palabras clave en su discurso militar son además «el esfuerzo» y «la cordura» que
deben utilizarse para llegar al éxito:
El esfuerzo regido con cordura
allana al suelo las más altas sierras,
y la fuerza feroz de loca mano
áspero vuelve lo que está más llano; (I, vv. 13-16)

Si el esfüerzo y cordura no se halla,


que todo lo previene y lo barrunta,
poco aprovechan muchos escuadrones,
y menos infinitas municiones.
Si a militar concierto se reduce
cualquier pequeño ejército que sea,
veréis que como sol claro reluce
y alcanza las vitorias que desea; (I, vv. 101-108)
También es obvio que los numantinos se caracterizan por su razonamiento,
su cordura, su lucha por la libertad y su independencia intelectual y espiritual, ya
que los dioses no tienen ningún poder sobre sus vidas. Como ha destacado Jesús
Maestro, los dioses sirven simplemente como augures del desenlace trágico.18 Al

17. Véase Maestro (2000), pp. 155-157.


18. Véase Maestro (2005).

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contrario de la misión religiosa que la España de Felipe II quería realizar —es decir,
imponer la fe católica— el plan de inmolarse de los numantinos no tiene ningún
motivo religioso. Por consiguiente, su meta en este conflicto bélico es, sobre todo,
no dejarse conquistar ni avasallar. Cipión fracasa en su intento de triunfar sobre
los numantinos y de quebrantar su fuerte voluntad de mantener a todo coste su
independencia, ya que los sitiados logran con su muerte conservar su libertad tan-
to individual como colectiva. El suicidio y el homicidio son, por consiguiente, el
último acto de rebeldía contra Cipión. Si esta autodestrucción debe interpretarse
como signo del patriotismo, cabe preguntarse de nuevo si tal «solución» —tanto el
asesino como el suicidio— pueden servir de modelo a los españoles, puesto que las
dos formas de morir son pecados según la religión cristiana. Al proponer Cervantes
tales «pecados» para mantener intacta la independencia y la libertad, infiltra una
vez más un discurso heterodoxo respecto a los dogmas de la Iglesia.
Siguiendo esta misma línea argumentativa, tal infracción de valores cristianos
se hace ver asimismo a través de la figura de Cipión. Su meta es la conquista de
Numancia. Para lograrla, construye el foso para que mueran los sitiados de hambre
y de enfermedades. Y eso es precisamente lo que logra: mueren los numantinos;
muchos de ellos de hambre como él había previsto. Lo único que no logra es la
rendición de los habitantes de la ciudad cercada y su humillación al presentarlos en
Roma como presos. Bariato, el último numantino, confirma con su suicidio valores
fundamentales como son la libertad y la independencia. Hasta el último momento,
los numantinos deciden ellos mismos sobre su vida y su muerte, haciendo hincapié
en sus capacidades heroicas o para utilizar las palabras de Bariato en el momento
de su muerte: «Yo heredé de Numancia todo el brío». (v. 2367). Sólo en este aspecto
consiste la derrota de Cipión: no logra destruir ni el libre albedrío ni la indepen-
dencia tanto del colectivo como del individuo; una independencia espiritual que
conduce hasta a pecados —según la religión cristiana— como el suicidio y el ase-
sinato. De ahí que el propio Cipión valore con mucha admiración «tan memorable
hazaña» (v. 2401) de Bariato. Cabe destacar, pues, una vez más la ausencia radical
de motivos religiosos en este conflicto bélico y su desenlace.
El patriotismo de los numantinos rebeldes se traduce, pues, por la conservación
de su libertad e independencia. El mensaje heterodoxo de La Numancia para el
público de Cervantes consistiría, pues, en esta insubordinación del colectivo que
lucha por su libertad, que no se deja vencer, que no se deja avasallar por una figura
que, paradójicamente, tiene los mismos ideales. En efecto, el propio Cipión es
modélico por sus virtudes como comandante: destacan su audacia, su inteligencia,
su «arte militar»; además defiende su libertad e independencia respecto a Roma.
Tal canto a la libertad conduce a otras cuestiones relacionadas con el comporta-
miento de los sitiados. Cabe preguntarse otra vez en qué consisten el heroísmo y el
patriotismo de los numantinos. ¿Consistirían en proyectar un ejemplo de libertad
individual hacia la España de Felipe II? Si así fuera, sería un impulso bastante audaz
en la España imperial.
Respecto a la importancia político-histórica y alegórica de la destrucción de Nu-
mancia, los numantinos saben que su muerte y la destrucción de su ciudad marcan

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el fin de la conquista del país celtibérico por los romanos. Por ello, tienen una con-
ciencia histórica de su fuerza destructora —que ellos mismos califican de «licen-
ciosa»— en combinación con un impulso para el futuro, como lo dice Teógenes:

Y si todos venís en lo que digo,


mil siglos durará nuestra memoria,
y es que no quede cosa aquí en Numancia
de do el contrario pueda hacer ganancia.
En medio de la plaza se haga un fuego,
en cuya ardiente llama licenciosa
nuestras riquezas todas se echen luego,
desde la pobre a la más rica cosa; (III, vv. 1422-1429)
Es obvio que la obra lanza temas relacionables con la época de Felipe II —tal
como el patriotismo, el heroísmo, la libertad, la independencia—, pero si se mira
de cerca, pienso que no se pueden equiparar de manera lógica, coherente e in-
equívoca ni la situación histórica ni la situación individual ejemplificadas en la
obra con las de la España áurea, puesto que la tragedia se niega a dar modelos de
conducta inequívocos a los espectadores contemporáneos. Es posible pensar que,
poniendo en escena la lucha por la libertad, Cervantes se refiere a los habitantes
de Portugal, de las Alpujarras y hasta de Flandes, siendo todos ellos pueblos que
luchan por su libertad e independencia y que son enemigos de la corona española.
Por consiguiente, con la representación elogiosa de los numantinos como pueblo
rebelde se filtra, a mi modo de ver, de nuevo un discurso político con fuertes tintes
heterodoxos.

La función política de las alegorías


Creo que en este contexto, es menester analizar el papel de las figuras alegóricas
porque son ellas quienes establecen una relación transhistórica entre la época cel-
tibérica de la Península y la España coetánea. Las figuras alegóricas tienen además
la función de establecer un paralelismo entre el sino de los numantinos y la España
del futuro. Comentan la acción como un coro, porque ya saben lo que ha de ocurrir
en el siglo XVI y transfieren las hazañas de los numantinos a través de varios siglos
al contexto histórico-político y religioso de la España imperial. Ajustan de esta
manera un acontecimiento —no muy aclarado por las fuentes históricas— pre-
hispánico al contexto de la España de Felipe II. El Duero habla, pues, de manera
profética para otorgar una significación distinta a los acontecimientos trágicos en
Numancia:
que no podrán las sombras del olvido
escurecer el sol de sus hazañas,
en toda edad tenidas por estrañas. (I, vv. 462-464)

¡Qué envidia, qué temor, España amada,


te tendrán mil naciones estranjeras,
en quien tú teñirás tu aguda espada
y tenderás triunfando tus banderas. (I, vv. 521-524)

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La alegoría del Duero pasa asimismo revista a la historia de España, presentán-


dola como profecía. Al hacerlo, establece una teleología desde Numancia hasta el
reinado de Felipe II:
Pero el que más levantará la mano
en honra tuya y general contento,
haciendo que el valor del nombre hispano
tenga entre todos el mejor asiento,
un rey será, de cuyo intento sano
grandes cosas me muestra el pensamiento,
Será llamado, siendo suyo el mundo,
el segundo Felipo sin segundo.
Debajo de este imperio tan dichoso
serán a una corona reducidos,
por bien universal y a tu reposo,
tus reinos hasta entonces divididos:
el girón lusitano tan famoso,
que un tiempo se cortó de los vestidos
de la ilustre Castilla, ha de zurcirse
de nuevo, y a su estado antiguo unirse. (I, vv. 505-520)
En este discurso se alaba obviamente la grandeza de Felipe II porque se le atribu-
yen operaciones militares tan brillantes como las de Cipión. Sin embargo, este dis-
curso transporta, mediante el elogio al rey, paralelamente la alabanza del heroísmo
del pueblo que se opone a este mismo rey. A pesar de que entre el sino de Numan-
cia y el de la España de Cervantes no existen muchos paralelismos, son precisa-
mente las figuras alegóricas quienes recurren a las hazañas de los numantinos para
llevar a cabo su alabanza de la España coetánea. Por ello, me parece importante
señalar que las figuras alegóricas tienen sobre todo la función de realizar reajustes,
ciertas distorsiones y reinterpretaciones políticas para establecer una supuesta ló-
gica y teleología entre la destrucción de Numancia y la España de Felipe II. Cabe
notar, además, que la función de las alegorías podría ser estratégica, con el fin de
disfrazar el discurso crítico y heterodoxo que se desarrolla mediante la lucha de los
numantinos por la independencia y la libertad. Y aún más si la resistencia de los
numantinos es equiparada con la de los moriscos en las Alpujarras, los portugueses
o los flamencos, quienes igualmente no sólo se resistieron a la opresión política,
sino también a la opresión religiosa. En este sentido, y según la perspectiva de un
dramaturgo converso, la obra podría interpretarse como escenificación de una re-
sistencia a la conversión forzada por el imperio español.

Un discurso heterodoxo
Si la aparente alabanza del monarca de la España coetánea por medio de la
figura de Cipión se entiende como un discurso ortodoxo, que además pretende
conferir a los españoles el supuesto heroísmo y patriotismo de los numantinos, es
también posible interpretar la historia de los numantinos, que en realidad no tiene
muchos aspectos en común con la España cristiana de la Contrarreforma, como un
discurso heterodoxo que subvierte de manera velada dicho discurso ortodoxo. O

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dicho de otra manera, al construir aparentes paralelismos que en realidad no pue-


den aplicarse tal cual a la España de Felipe II, y al proponer un modelo de heroísmo
y patriotismo que alaba más bien las virtudes de los rebeldes —los portugueses,
los moriscos de las Alpujarras o los insurgentes de Flandes—, Cervantes ofrece un
discurso cuando menos ambiguo, difícilmente aplicable al discurso oficial de la
España áurea y además crítico respecto a la figura del rey. Las diversas operaciones
para manejar el material dramático y para aplicar tanto las virtudes como los vicios
a personajes y grupos distintos conducen a muchas ambigüedades y paradojas;
las respuestas a estas ambigüedades y paradojas no son menos ambivalentes ya
que apuntan hacia el vasto territorio discursivo configurado por los límites entre
heterodoxia y ortodoxia.

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