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responsabilidad criminal).
Pero volvamos al concepto de jurisdicción. Decíamos que ésta consiste
básicamente en decir y realizar el Derecho en el caso concreto. Esta idea es la
que late precisamente en el art. 117.3 CE, que se refiere a ella como la
potestad para “juzgar y hacer ejecutar lo juzgado”. Como vemos, el ejercicio de
la potestad jurisdiccional se concreta en dos operaciones diferentes, aunque
íntimamente entrelazadas: por una parte, se trata de declarar la respuesta del
ordenamiento jurídico ante unos hechos concretos. En esto consiste
propiamente la tarea de juzgar. Pero con esto, muchas veces, no es suficiente:
hace falta una segunda operación consistente en ejecutar, es decir, en hacer
realidad lo que se ha juzgado. No es suficiente que la sentencia declare que
Fulanito me debe una cantidad de dinero: si Fulanito, con sentencia y todo, se
niega a pagarme, habrá que emprender las actuaciones necesarias para que
esa declaración se haga efectiva (en el ejemplo propuesto, embargándole
bienes suficientes y vendiéndolos en subasta pública). Ambas son
manifestaciones o facetas de la función jurisdiccional y, como tales, atribuidas
en exclusiva a los juzgados y tribunales, si bien para la ejecución suele ser
necesaria la colaboración de otros órganos, que se encargan de llevarla a cabo
materialmente (por ejemplo, en el caso de la ejecución penal, las instituciones
penitenciarias).
Para terminar de perfilar el concepto de Jurisdicción es preciso deslindarlo de
las otras dos funciones o poderes del Estado, a saber: la Legislación y la
Administración. En principio la distinción parece nítida: la Legislación consiste
en la creación de normas jurídicas de carácter general; a la Administración le
corresponde proveer al bien común, desarrollando y ejecutando las normas
promulgadas por los órganos legislativos; finalmente, a la Jurisdicción le
incumbe, como ya se ha señalado, decir y realizar el Derecho en el caso
concreto.
En la práctica, sin embargo, la distinción no es tan sencilla, desde el momento
en que la Administración también realiza algunas labores consistentes en decir
y realizar el Derecho en el caso concreto. Pensemos, por ejemplo, en la
potestad sancionadora de la Administración: la Administración puede, en el
ejercicio de las funciones que tiene encomendadas, imponer multas y otras
sanciones (retirada de licencias, separación de funcionarios, etc.), actuando de
un modo que en ocasiones puede recordar a los órganos de la jurisdicción
penal. Existen, no obstante, relevantes diferencias, que permiten trazar una
frontera bastante nítida entre Jurisdicción y Administración:
• La Jurisdicción actúa con desinterés objetivo, es decir, es totalmente
ajena al conflicto que tiene que decidir, no tiene nada que ver con él. En
cambio, cuando la Administración decide algún conflicto, éste versa
siempre sobre la propia actividad administrativa: la Administración está
decidiendo en estos supuestos sobre “cosa propia”, a diferencia de los
tribunales, que están objetivamente desinteresados del asunto.
• Los órganos que ejercen la jurisdicción están dotados de independencia,
a diferencia de los órganos administrativos, que forman una estructura
piramidal y cuyos funcionarios están sometidos al principio de
dependencia jerárquica.
2.'Los'principios'de'la'jurisdicción'
El ejercicio de la jurisdicción descansa sobre una serie de principios
constitucionales. Estos principios se erigen como parámetro de
constitucionalidad de las leyes y suponen, por tanto, un límite que el legislador
no debe franquear al regular el ejercicio de la función jurisdiccional. Se trata de
los principios de independencia, exclusividad y unidad jurisdiccional.
A)'Independencia'
a)#Concepto#
La independencia judicial aparece consagrada en el art. 117.1 CE (“La justicia
emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados
integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y
sometidos únicamente al imperio de la ley”) y en diversos tratados
internacionales suscritos por España (art. 6.1 del Convenio Europeo de
Derechos Humanos y 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos).
La independencia significa que los jueces y magistrados, en el desempeño de
su función de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, no están sometidos a nadie,
no deben obediencia a nadie, no pueden recibir órdenes, instrucciones o
indicaciones de nadie. Esta independencia, sin embargo, no es absoluta, sino
que encuentra su límite en la ley, entendida como el conjunto del ordenamiento
jurídico. La sujeción exclusiva al Derecho es lo que evita que esa
independencia degenere y se convierta en arbitrariedad. A este respecto, suele
decirse que independencia y sometimiento exclusivo al imperio de la ley son
expresiones sinónimas, equivalentes entre sí: se es independiente porque se
está sometido únicamente al Derecho y se está sometido únicamente al
Derecho porque se es independiente.
b)#Ámbito#
Es habitual distinguir entre independencia judicial externa e independencia
interna. Con la independencia externa se pretende evitar que otros poderes del
Estado (sobre todo, el Poder Ejecutivo) se entrometan en la labor de los
órganos judiciales. Se pretende así arrancar el Poder Judicial de las manos de
los dirigentes políticos de turno, lo cual ha sido una preocupación constante
desde los inicios del constitucionalismo. Esta preocupación se ha traducido, en
nuestro caso, en la creación de un órgano de gobierno autónomo como es el
Consejo General del Poder Judicial (en adelante, CGPJ).
En cuanto a la independencia interna, ésta se refiere a la ausencia de sumisión
respecto de otros tribunales o respecto de los órganos de gobierno del Poder
Judicial, empezando por el propio CGPJ. Esta independencia se encuentra
B)'Exclusividad'jurisdiccional'
El principio de exclusividad jurisdiccional puede entenderse en dos sentidos,
uno positivo (sólo los jueces pueden ejercer la función jurisdiccional) y otro
negativo (los jueces no pueden ejercer más funciones que la jurisdiccional).
Entendida en su sentido positivo, además, la exclusividad se traduce en dos
tipos de monopolios: un monopolio estatal y un monopolio judicial. Veámoslo
con más detalle.
a)#En#sentido#positivo#
En su sentido positivo, el principio de exclusividad jurisdiccional aparece
enunciado en el art. 117.3 CE, en cuya virtud "el ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo
juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados y Tribunales
determinados por las leyes". Así concebida, esta exclusividad se concreta en
dos aspectos.
• Monopolio estatal: en cuanto atributo o emanación de la soberanía, la
función jurisdiccional únicamente puede ser ejercida por el Estado. Es,
por tanto, una potestad eminentemente estatal. La consecuencia que de
ello se desprende es la ineficacia en territorio español de las
resoluciones judiciales dictadas por tribunales extranjeros. Para surtir
efectos en nuestro país, esas resoluciones han de someterse a un
procedimiento de homologación ante los tribunales españoles, en el que
éstos verificarán si la resolución de que se trata reúne determinados
C)'Unidad'jurisdiccional'
Este otro gran principio vertebrador de la jurisdicción aparece consagrado en el
art. 117.5 CE, donde esa unidad se perfila como la base de la organización y
“jueces togados militares”, que son miembros del Cuerpo Jurídico Militar.
Las cuestiones relativas a ingreso, ascensos o responsabilidad
disciplinaria de estos jueces no son competencia del CGPJ, sino del
Ministerio de Defensa. Los tribunales integrados en esta jurisdicción
ostentan competencias tanto en materia penal (conocimiento de los
delitos y faltas tipificados en el Código Penal Militar), como en el ámbito
contencioso-administrativo (recursos contra sanciones disciplinarias
impuestas por las autoridades o mandos de las Fuerzas Armadas). Con
todo, deben hacerse dos precisiones:
• Su competencia es limitada: se ciñe al ámbito estrictamente
castrense, salvo en los supuestos de estado de sitio. De este
modo se racionaliza la competencia de esta jurisdicción, que
antaño se extendía fuera de la esfera militar y alcanzaba a
infracciones no directamente vinculadas con la actividad de las
Fuerzas Armadas (v. gr., delitos de terrorismo o ultrajes a la
bandera y otros símbolos nacionales cometidos por civiles).
• No está totalmente desgajada de la jurisdicción ordinaria, sino
que una y otra se engarzan en la cúspide: el órgano que culmina
la jurisdicción militar es la Sala 5ª del Tribunal Supremo. Esta
Sala tiene un carácter híbrido o mixto, lo que resulta evidente a la
vista de su composición: cuatro magistrados nombrados conforme
a las reglas de la jurisdicción ordinaria y otros cuatro entre
miembros del Cuerpo Jurídico Militar.
b)#Vertiente#territorial#
Cuando nos referimos a la unidad territorial de la jurisdicción, ello significa que
el Poder Judicial es único para todo el Estado. No existen Poderes Judiciales
autonómicos: la descentralización política que instauró la Constitución española
en 1978 comprende a los Poderes Legislativo y Ejecutivo, pero no al Poder
Judicial, que es único y corresponde a la competencia exclusiva del Estado
(art. 149.1.5ª CE). Si bien la propia Constitución prevé la existencia de los
Tribunales Superiores de Justicia como órganos que culminan la jurisdicción en
el ámbito territorial de las correspondientes Comunidades Autónomas (art.
152.1.II CE), hay que precisar que tales tribunales están lejos de encarnar un
Poder Judicial autonómico: no se trata de órganos autonómicos, sino de
órganos estatales radicados en el territorio de una Comunidad Autónoma.
Lo dicho hasta ahora, sin embargo, no excluye toda posible participación de las
Comunidades Autónomas en el ámbito de la Administración de Justicia ni
impide a éstas asumir competencias relacionadas con la jurisdicción. Esa
participación tiene las siguientes manifestaciones:
• Doctrina contenida en las SSTC 56 y 62/1990: permite a las
Comunidades Autónomas asumir competencias para la denominada
“administración de la Administración de Justicia”, entendida como el
conjunto de medios materiales y humanos que facilitan o sirven de
soporte al ejercicio de la función jurisdiccional. Ello ha permitido
transferirles competencias en materia de personal, excluyendo
naturalmente a los jueces y magistrados, pues esto pertenece al “núcleo
duro” de la jurisdicción. De este modo, en algunas Comunidades la
SUMARIO:
1. ACCIÓN VS. DERECHO SUBJETIVO PRIVADO
2. ACCIÓN Y DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA
3. CONTENIDO DEL DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA
4. OTROS DERECHOS FUNDAMENTALES DEL JUSTICIABLE
Lección 2. La acción 2
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2014-15
Lección 2. La acción 3
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2014-15
Lección 2. La acción 4
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2014-15
Lección 2. La acción 5
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2014-15
a la comunicación edictal.
• Derecho al juez ordinario predeterminado por la ley: nos remitimos a lo
dicho en la lección 1, en la que este derecho fue estudiado dentro de las
garantías de la independencia judicial.
• Derecho a la defensa y a la asistencia de letrado: debe puntualizarse
que en el proceso penal, además de un derecho del imputado, la
asistencia de abogado se convierte en una necesidad. Hasta tal punto
es así, que si el imputado no designa un abogado de su confianza,
resulta ineludible designar uno de oficio.
• Derecho a un proceso público: reconocido en los arts. 24.2 y 120.1 CE,
como medio para garantizar la transparencia de la Administración de
Justicia y facilitar la participación de los ciudadanos en ella. Este
derecho, sin embargo, no es absoluto, sino que consiente algunas
excepciones cuando entre en conflicto con otros bienes jurídicos
relevantes (vid. arts. 232.2 LOPJ, 138.2 LEC y 680.II LECrim).
• Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas: la salvaguarda de este
derecho se traduce en la posibilidad -al menos en los casos más
extremos- de solicitar una indemnización por funcionamiento anormal de
la Administración de Justicia (arts. 121 CE y 292 y ss. LOPJ). Asimismo,
en el ámbito penal, la "dilación extraordinaria e indebida en la tramitación
del procedimiento", siempre que no sea atribuible al propio inculpado,
se configura como una causa atenuante de la responsabilidad criminal
(art. 21.6 CP).
• Derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa:
ahondaremos en él en la lección 13, dedicada al estudio pormenorizado
de la prueba.
• Derecho a un proceso con todas las garantías: este derecho, en
realidad, viene a ser una suerte de compendio que engloba a todos los
demás. Sin embargo, no es una fórmula redundante o desprovista de
utilidad, pues ha servido para introducir diversas garantías procesales
consagradas en tratados internacionales y no mencionadas
expresamente en el art. 24 CE. Entre ellas cabe destacar las siguientes:
• Derecho al juez imparcial: la imparcialidad no debe confundirse
con la independencia, aunque estén relacionadas. La
imparcialidad se entiende como ausencia de vínculos previos con
las partes o con el objeto del proceso susceptibles de generar
prevenciones o prejuicios en el ánimo del juzgador. A diferencia
de la independencia, que tiene una proyección general, la
imparcialidad sólo adquiere verdadero significado en relación con
un proceso concreto. Por ello, es perfectamente posible que un
juez esté dotado de independencia (no está políticamente
subordinado ni se halla sujeto a las órdenes de nadie) pero sea
parcial en el caso concreto (por ejemplo, uno de los litigantes es
un amigo íntimo o un pariente suyo). Para denunciar la posible
parcialidad del juez están los mecanismos de la abstención y la
recusación, regulados en los arts. 217 y ss. LOPJ. Una y otra han
de fundarse en alguna de las causas que de forma tasada
enumera el art. 219 LOPJ.
Hay que destacar que el derecho a la imparcialidad del juzgador
Lección 2. La acción 6
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2014-15
Lección 2. La acción 7
Lección 3
El proceso jurisdiccional. Sus garantías, principios y formas
SUMARIO:
1. CONCEPTO DE PROCESO. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
A) Proceso y juicio
B) Proceso y procedimiento
2. CLASES DE PROCESOS
A) Proceso declarativo
B) Proceso de ejecución
C) Proceso cautelar
3. PRINCIPIOS DEL PROCESO
A) Utilidad de los principios
B) Principios comunes a todos los procesos: audiencia e igualdad
C) Principios específicos de cada proceso: dispositivo y aportación de parte vs.
oficialidad e investigación de oficio
4. FORMAS BÁSICAS DEL PROCESO
A) Formas inquisitiva y contradictoria
B) Forma escrita y derivaciones de la misma (orden de actos y preclusión)
C) Forma oral y derivaciones de la misma (concentración e inmediación)
D) Publicidad y secreto
E) Impulso procesal
A) Proceso y juicio
Ambos términos suelen utilizarse como sinónimos, tanto en el lenguaje
coloquial (“llevar a alguien a juicio”) como en las propias leyes procesales. No
obstante, en rigor no son lo mismo:
• Etimológicamente, el “juicio” consiste en una operación intelectual y
volitiva; se trataría, en suma, del “acto de juzgar”. Este acto tendría lugar
Alberto José Lafuente Torralba Apuntes de Derecho Procesal I
Curso 2015-16
B) Proceso y procedimiento
Estas dos palabras suelen emplearse también de manera indistinta y, de
hecho, muchas veces tan correcto es usar una como la otra. Ambas designan
una sucesión o concatenación de actos enderezados a un fin determinado. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que:
• “Procedimiento” se utiliza en múltiples ramas del ordenamiento jurídico:
así, se habla del “procedimiento administrativo”, del “procedimiento de
elaboración de las leyes” o del “procedimiento para la adopción de
acuerdos societarios. En cambio, el término “proceso” se ciñe al ámbito
jurisdiccional.
• Dentro del ámbito jurisdiccional, “procedimiento” designa la mera
envoltura o aspecto exterior de las actuaciones. En cambio, la palabra
“proceso” alcanza lo que subyace y da sentido a esa mera sucesión de
actuaciones. Por ejemplo, si exponemos que éstas comienzan con la
presentación de la demanda, a la que sigue la contestación del
demandado y la posterior convocatoria de ambas partes a la audiencia
previa al juicio, nos estamos limitado a hablar del “procedimiento”, de
aspectos “procedimentales”. Si, en cambio, hablamos de la capacidad
para ser parte, de la legitimación o de las características de la cosa
juzgada, no nos limitamos a describir un procedimiento: estamos
tratando cuestiones “procesales”.
2. Clases de procesos
A) Proceso declarativo
La finalidad del proceso declarativo consiste en decir cuál es la respuesta del
ordenamiento jurídico ante un caso concreto, a través de la correspondiente
sentencia. En el proceso de declarativo pueden ejercitarse tres clases
genéricas de acciones que dan lugar, si son estimadas, a otras tantas clases
de sentencias:
• Mero declarativas: persiguen únicamente que se declare la existencia o
inexistencia de un derecho subjetivo o relación jurídica. Con esa pura
declaración se satisface el interés del actor, sin que éste precise nada
más. Ejemplo: propietario de una finca que ya está en posesión de la
misma. Este sujeto puede ejercitar una acción mero declarativa de
dominio para acallar a quien discute o cuestiona su derecho.
• De condena (o declarativas de condena): no sólo persigue que se declare,
sino sobre todo que se imponga un deber de prestación al condenado
(pagar una suma de dinero, desalojar un inmueble, prestar un
determinado servicio o dejar de pasar por la finca del vecino).
• Constitutivas: las sentencias declarativas que antes hemos visto se
B) Proceso de ejecución
Mediante el proceso de ejecución se trata de hacer realidad lo que dispuso la
sentencia, de modo que ésta no quede reducida a un mero desiderátum o una
pura declaración retórica. Implica el uso de poderes coercitivos para
materializar lo declarado en la sentencia (por ejemplo, embargando bienes del
deudor para convertirlos en dinero, llevando a la fuerza pública para proceder
al lanzamiento de un inquilino desahuciado, etc.).
A la luz de las aseveraciones anteriores, pudiera parecer que el proceso de
ejecución es una secuela lógica y necesaria del proceso declarativo, que uno y
otro forman un binomio inseparable. Esto, sin embargo, no siempre es así:
• En primer lugar, puede haber declaración sin ulterior ejecución: es lo
que sucede, por ejemplo, cuando el condenado cumple
voluntariamente el deber de prestación impuesto. Recordemos,
asimismo, lo dicho a propósito de las sentencias mero declarativas y
constitutivas, que por definición no pueden dar lugar a la ejecución
forzosa.
• En segundo lugar, también se observa el fenómeno inverso, esto es:
puede haber ejecución sin una previa actividad declarativa. Es lo que
acontece con los títulos ejecutivos extrajudiciales. En efecto, la ley
brinda acceso inmediato a la ejecución a los créditos plasmados en
documentos que reúnen ciertas formalidades legales consistentes, por
lo común, en la intervención de un fedatario público (v. gr., una
escritura pública de constitución de hipoteca inscrita en el Registro de
la Propiedad).
expresarse con los brocardos latinos iura novit curia o también da mihi
factum, dabo tibi ius.
b) Forma contradictoria
Aunque existe la creencia de que, históricamente, lo primero fue el proceso
inquisitivo y sólo después, como fruto de la modernidad, apareció el proceso
con forma contradictoria, esto no es exactamente así, pues el modelo formal
contradictorio existía ya en la antigua Grecia y también en Roma (al menos,
durante la época republicana).
Un proceso estructurado en forma contradictoria se caracteriza por la
existencia de una dualidad de partes enfrentadas y un juez en posición
expectante, más o menos pasiva, que actúa como tercero imparcial. A esta
característica se añaden, históricamente, la oralidad y la publicidad de las
actuaciones, así como la libre valoración de las pruebas: no es la ley la que
dice qué credibilidad merece cada prueba, sino que esto lo decide el juez
conforme a su propio criterio. A todo ello suele sumarse la intervención del
pueblo en la decisión del caso, lo cual constituye el germen de la institución del
jurado.
D) Publicidad y secreto
Entendemos por proceso público aquél en que las actuaciones procesales más
relevantes pueden ser presenciadas por terceros (por “el público”), sin que
baste con que a dichas actuaciones puedan acudir las partes, sus
representantes y sus defensores. Es decir, cuando hablamos de proceso
público nos referimos propiamente a la publicidad externa (la que permite el
acceso de terceros a las actuaciones), no la mera publicidad interna (limitada al
acceso de las partes).
La publicidad ha sido concebida desde antiguo como una garantía esencial
para procurar la transparencia de la Administración de Justicia y facilitar el
control social de la actividad de los jueces. Bien expresivas son, en este
sentido, las palabras de COUTURE, que definió la publicidad como “el más
precioso instrumento de fiscalización popular sobre la obra de magistrados y
defensores: en último término, el pueblo es juez de los jueces”. Por ello, en
nuestro Derecho la publicidad de las actuaciones procesales se configura como
la regla general (arts. 24.2 y 120 CE; art. 232 LOPJ). No obstante, es preciso
señalar la existencia de excepciones que atienden a la posible colisión de esa
publicidad con otros bienes jurídicos dignos de protección:
• En el proceso civil, el art. 138.2 LEC prevé la posibilidad de celebrar las
actuaciones a puerta cerrada “cuando ello sea necesario para la
protección del orden público o de la seguridad nacional en una sociedad
democrática, o cuando los intereses de los menores o la protección de la
vida privada de las partes y de otros derechos y libertades lo exijan o, en
fin, en la medida en la que el tribunal lo considere estrictamente
necesario, cuando por la concurrencia de circunstancias especiales la
publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la justicia”. Asimismo, el
art. 754 LEC prevé idéntica posibilidad en los procesos sobre capacidad,
filiación, matrimonio y menores, por las materias sensibles que en ellos
se abordan.
• En el proceso penal, el art. 681 LECrim permite al tribunal ordenar que
todas o alguna de las actuaciones se celebren a puerta cerrada “cuando
así lo exijan razones de seguridad u orden público, o la adecuada
protección de los derechos fundamentales de los intervinientes, en
particular, el derecho a la intimidad de la víctima, el respeto debido a la
misma o a su familia, o resulte necesario para evitar a las víctimas
perjuicios relevantes que, de otro modo, podrían derivar del desarrollo
ordinario del proceso”. Como medida adicional de protección, el mismo
precepto faculta al juez para prohibir que se divulgue o publique la
identidad de la víctima, así como la difusión de imágenes de ésta o de
sus familiares.
• También en el ámbito del proceso penal, es preciso recordar que la fase
de instrucción es siempre secreta o reservada estrictamente a las partes
(art. 301.1 LECrim), aunque éstas también pueden quedar apartadas
temporalmente mediante la declaración del secreto de sumario (art. 302
LECrim). En este supuesto, la exclusión de la publicidad está justificada
por la necesidad de salvaguardar la eficacia de la investigación y
proteger de una difamación social injusta a personas contra las que
existen indicios delictivos que, tal vez, podrían disiparse en un futuro.
Cuestión distinta es la vulneración sistemática de este carácter secreto,
como podrá comprobar quien esté mínimamente pendiente de la
actualidad informativa.
A la luz de lo expuesto, podríamos pensar que la publicidad está vinculada
exclusivamente con las actuaciones procesales orales. No es así, pues también
hay disposiciones dirigidas a facilitar el acceso a las actuaciones escritas de un
proceso (pensemos sobre todo en el texto de las sentencias) a los terceros
interesados en conocerlas, previa adopción de garantías como la disociación
de datos de carácter personal (art. 235 bis LOPJ). Lo que sucede, obviamente,
es que esas actuaciones escritas no son tal fácil e inmediatamente accesibles
como las que se llevan a cabo oralmente en una audiencia pública, que se
pueden presenciar y a las que se puede asistir.
A modo de conclusión, debe destacarse que la exigencia de publicidad de las
actuaciones procesales plantea nuevos (o no tan nuevos) retos en la actualidad
debido a la creciente presencia de los medios de comunicación, especialmente
la prensa audiovisual. A este respecto, una exposición muy certera de las
tensiones que se producen en este ámbito, y del modo de paliarlas, la
encontramos en la STC 56/2004, de 19 de abril, cuya consulta se recomienda
vivamente.
E) Impulso procesal
Concebido el proceso como una secuencia ordenada de actos que se suceden
en el tiempo, la cuestión del impulso procesal pretende responder a la siguiente
pregunta: ¿a quién le corresponde “hacer avanzar” el proceso cuando se ha
realizado el correspondiente acto procesal o ha expirado el plazo para su
realización? ¿Quién ha de poner de manifiesto esa circunstancia y abrir o dar