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Capítulo dos1

El neoliberalismo menemista y la profundización de la crisis estatal.

¿Qué sucede con los actores sociales, el Estado con sus políticas públicas y su capacidad
de injerencia en la sociedad? Desde esta lectura decimos que el Estado y sus instituciones
cuyas funciones fueron intervenir políticamente y crear lazos sociales, en 1989 con el
gobierno menemista se termina (es difícil saber cuándo fue el comienzo de éste fin, lo
contrario sucede al ver los daños que esto causa en los siguientes 12 años) teniendo
impactos tanto en los partidos políticos como en la sociedad. Dejándose atrás un periodo de
60 años donde había un marco para la organización y acción de los actores sociales, donde
la esfera pública a pesar de ser atacada desde el discurso por algunos gobiernos (bajo la
lógica de la eficiencia), éstos igualmente se valían de las capacidades de injerencia que
había consolidado el Estado.

La entrada pasiva y resquebrajada de la Argentina al proceso global en un modelo que


suponía la exclusión de la sociedad y el Estado en la acumulación de la riqueza, trajo
consigo el advenimiento de actores socioeconómicos extranjeros que con sus intereses por
las ganancias, celebraron el cambio de época empeorando la situación que tenía partidos
políticos en crisis y empresarios nacionales que buscaban hace mucho tiempo este
momento. Las medidas iniciales tendrían como objetivo la apertura de la economía, la
desregulación y las privatizaciones, sin preguntarse la contradicción y daños colaterales
sobre el tejido social que podrían tener una estructura burocrática atravesada por medidas
neoliberales.

Aquellas políticas fueron realizadas por un Estado que muy ineficiente y necesitado (sin
poder en la correlación de fuerzas a la hora de negociar) otorgaba concesiones ventajosas.
Sin embargo, los industriales locales protestaban porque la apertura económica se hacía sin
garantías estatales y los intereses que solían ser favorecidos por contratos y compras con el
Estado, fueron superados por los extranjeros. Lo cual perjudicaba a los sectores
socioeconómicos nacionales y al Estado que tenía que negociar con grupos aún más
poderosos. Si una empresa de descontada ineficiencia se privatizaba, el Estado muy poco
podía hacer para que los nuevos interlocutores cumplan regulaciones (tarifas o precios
diferenciales). Por otra parte, las cesiones de esas empresas tenían muchas irregularidades,
denuncias y una asimetría a favor de los negociantes privados.

1
Sidicaro, Ricardo: La crisis del Estado y los actores políticos y socioeconómicos en la Argentina 1989-2001,
Buenos Aires. Libros del Rojas, 2001, pp. 53-108.
Una de las paradojas fue que bajo conciencia de que había un problema grave sobre la
evasión en el país (el Estado es incapaz de hacer cumplir las normas con respecto a la
circulación del dinero y no recauda. Es débil y pobre) “el modelo” promovía una
continuación del endeudamiento (por préstamos o colocando títulos en los mercados) y
privatizaciones. Lo que engrosaba las arcas para que la moneda nacional, a través de la
convertibilidad en relación 1 a 1, tenga respaldo en dólares. Políticamente se traducía en no
interferir con políticas monetarias, garantizando una gobernabilidad económica, que le
permite al poder concentrado ganar posiciones (Lo Vuolo, 2001)

En el año ´93 el Consejo Académico de la Unión Industrial Argentina desde una visión
práctica describía los límites de la convertibilidad: que las tasas de interés deben
mantenerse más altas que las internacionales para que las divisas no cesen o se vayan del
país. La difusa marcha del fisco, la forzada distorsión de los precios y el déficit comercial
hace que exista un riesgo cambiario.

Con respecto a la deuda y su crecimiento, de la Dehesa argumenta que si el Estado pierde


funciones económicas no podrá aumentar el gasto público en fases de recesión o recaudar
más en fase de expansión para evitar el alza de los precios. Los acreedores del exterior
saben 3 cosas: no necesitan hacer negocios con los partidos tradicionales, porque tienen a
los embajadores-lobbistas que hablan con los países débiles; su dinero en movimiento
frente a éstos países es un factor que contribuye a las relaciones de poder, porque si los
gobiernos ceden, se ponen en contra a la población y pasan a estar deslegitimados; y por
último, que necesitan la continuidad jurídica porque avala las conquistas económicas. La
petición de una administración más transparente esconde la convicción de que el
empresariado local les pueda sacar ventaja con el manejo de imprevistos.2

La imagen de los partidos tradicionales y los sindicatos había cambiado, apoyando un


modelo de libre mercado en las antípodas de sus tradiciones partidarias u organizativas
quitándoles ahora su historicidad identitaria (donde se reflejaban y lo que defendían). La
sustancia de aquellos fue vaciada por políticos y sindicalistas que prefirieron anular su
discurso opositor, esperando su momento (de hecho lo tendrán); por un PJ que cerró la idea
dicotómica frente lo “otro” como adversario (ya no se combatía al capital, la oligarquía o
las minorías económicas ni se presentan como unidad solidaria para los sectores populares);
y por una UCR que pactó acuerdos (Olivos) modificando la palabra de la Constitución
Nacional, contradiciendo su principio centenario como custodio de la Ley Suprema.
2
Existían también los capitales financieros que no fundaban filiales sino que eran más volátiles y que
contribuían a ser interlocutores de las dirigencias gubernamentales. Estos capitales especulativos siguen el
ritmo social de los países y saben cuándo irse a la mierda. Si los políticos reconocen este poder, perderán.
Todo esto llenó a la sociedad de percepciones negativas, desde las concretas como el
valor incierto de la moneda o las empresas públicas ineficientes (éstas diagnosticadas por
medios de comunicación y políticos) a otras más generales como la legitimidad de la
política que dañaba a todo el arco partidario y que tenía como resultado un descreimiento
ético relacionado al robo, concepto tan impactante como pedagógico en una situación social
caótica. Este futuro incierto fue capitalizado por el FREPASO para crear una propia
identidad que, aunque falto de programa concreto y exigencias ideológicas, planteaba un
“nosotros” honesto, con buen discurso y masivo (en la televisión) permitiéndoles ganar
elecciones de manera contundente.

El gobierno de la Alianza con su candidato radical más a fin a neoliberalismo, partía de


una situación tripartita: se agudizaban los números rojos y aumentaba la capacidad daño de
los agentes socioeconómicos; creían que la corrupción solo era una cuestión partidaria y no
estructural; y la impaciencia social era clara, y no se podía invocar como Menem el logro
de haber bajado la inflación. En su programa Carta a los argentinos, si bien no eran afines
a los poderes concentrados y entendían que la igualdad de oportunidades podía lograrse con
una eficacia administrativa, debieron aceptar la asimetría frente aquello que impugnaban.

El caso del Vasco de Mendiguren, presidente de la UIA: como entidad contribuyeron a la


colocación de un Ministro de Economía, Machinea, pero la correlacione de fuerzas no
alcanzaron y se impusieron las financieras. De a los 4 meses asume López Murphy.

La Alianza para llegar a las metas económicas truncas del gobierno pasado, intentó
aprobar la Ley de Reforma Laboral en abril del 2000 que desnudó tres cosas: la urgencia
del gobierno de cumplir las condiciones pedidas por el FMI para el apoyo financiero; la
decisión de perder otro lazo de injerencia, esta vez con respecto a la regulación de los
mercados laborales, que significaba más poder a los empresarios y menos a los asalariados;
y la crisis tripartita de los poderes producto del escándalo que ocasionó la denuncia de la
compra de votos en el Senado. El vice renunció por no encontrar apoyo para investigar el
caso, también varios ministros e incluso el juez que tenía a cargo la causa.

Dentro del esquema de la libre competencia la labor primordial del Estado consiste en
crear un sistema jurídico que garantice el cumplimiento de los contratos y refuerce su
previsibilidad. Pero la contracara era un gobierno que además de incumplir contratos
privados, ajustaba en jubilaciones y remuneraciones a tal punto de congelar los depósitos
bancarios para evitar un colapso financiero. El estado no recaudar los impuestos; cumplir
contratos; ni garantizar (ni esperar) racionalidad y cálculo por parte de los actores sociales.

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