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Por su sagaz astucia e inteligencia a un teniente lo ascendieron de rango; ahora sería el nuevo

capitán del barco. Estaba muy feliz de tener al mando a los nuevos marineros venidos de todos
los lugares del mundo. Un día el barco necesitaba zarpar al otro lado del mundo; el capitán
muy emocionado, con su primer día de trabajo como jefe, tomó los nombres de cada uno de
sus marineros, tenía la relación de todos (500 marineros). Antes tuvo una reunión con ellos,
llenándoles de motivación, astucia, deseos y mucha valentía y voluntad, pues, el viaje era duro
y por lo menos duraría un año. El 07 de marzo emprendían el viaje, retornando, a cálculo, el 23
de diciembre. Todo era jolgorio, risas, alegría, alborozo. El capitán estaba muy feliz de tener
marineros amables, entusiastas, colaboradores en todo, artistas, deportistas, entre otros. La
misión era llegar al oriente, para descubrir y permanecer en una isla a pocos kilómetros de
Irak.

EL barco tenía salvavidas para los quinientos marineros abordos incluso para él, no sobraban ni
faltaba, así les dijo el capitán, porque antes él los había contado, así que todo lo que hacía él,
los demás obedecían y tenían fe en su palabra. El primer día, en una de esos tiempos de calor,
cuando el sol revienta a las doce de la tarde, una pequeña falla dentro de los motores había
sucedido, el capitán, tendría que resolverlo, bajó inmediatamente con unos tres marineros,
observó el fallo y pensó que no era para tanto, que no es nada y que con el transcurso del viaje
eso se arreglaría, así que subió, les dijo sus marineros que todo ese asunto estaba arreglado. El
barco era un pequeño punto en un vasto mar azul pegado a un cielo inerte sin aves y sin
nubes. La comida estaba proporcionado y era suficiente para todos, así que no sobraría ni
faltaría. Cuando eran las tres de la tarde del me de Junio, ya el clima había cambiado, ahora el
mar bailaba sensualmente a los ojos de los marineros, el cielo abrazaba el viento y el viento
por momentos se soltaba y pegaba al mar y este chocaba con el barco. No pasa nada, exclamó
el capitán muy confiado, el mar, no será un obstáculo para nosotros. Pasó una semana el cielo
tenía nubes grises, el viento cambió de actitud, el mar sacó su enojo y el barco era un hombre
ebrio camino a casa tambaleándose por la calle. Todos dentro, los quiero dentro, les gritó el
capitán, yo lo voy a resolver. Hizo una llamada al estacionamiento de radio de donde zarpó
hace meses; quería comunicarse con los demás; sin percatarse de la furia del mar, una enorme
ola se avecinaba, venía de norte a sur, muy veloz. El capitán abrió su boca de asombro, tembló,
sudó frío y corrió a refugiarse. Ya dentro con todos los marineros propuso que salieran, el
barco estaría a salvo porque esa ola no llegaría más. Salieron, y era cierto, el mar se calmó, el
cielo estaba azul y todo había vuelto a la normalidad. Sin embargo el fallo del motor, que
meses antes no se tomó en cuenta, creció, y ahora estarían varados en medio del enorme
océano. Los marineros empezaban a desconfiar del capitán; pero había pocos que aun
dependía de él. Trescientos hablaban que el capitán no podía con todo la responsabilidad,
doscientos tenían fe en que el capitán resolvería el problema.

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