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Y colorín colorado este cuento aún no ha acabado

Materia: Desarrollo de Habilidades del


Pensamiento

Maestro: Luz Elena Castro

Alumno: Carlos Iván Arellano Jacob

Carrera: Idiomas y relaciones públicas

Matrícula: 18581
Y colorín colorado, este cuento aún no ha acabado; de dragones, maestros y caminos.

Explicar el porqué de las cosas no es tan simple y pareciera ser de buenas a primeras un
proceso no tan rudimentario; objetivos, ambiciones y deseos se pierden bajo la lentilla de quien las
vea (por obvias razones de relatividad moral, ética, vivencial, etc.). Pero si algo he aprendido de la
lectura, es que un artista como lo es aquel que ve a la prosa como modo de vida y que usa a la tinta
y al papel (o el teclado y la pantalla) como voz del alma, es precisamente alguien que se dedica a
compartir. Vivencias, lecciones, historias de ficción o su mera imaginación. Y “Colorín Colorado, este
cuento aún no ha acabado” no es la excepción. Atreverme a señalar un objetivo como el único y
definitivo de esta historia me haría pecar de presuntuoso y omnisciente, cosa que, como el Escritor,
no estoy nada cerca de serlo. Sin embargo, no es mi intención omitir el que creo es el objetivo del
cuento.

La narración cuenta la historia de la princesa Odái, quien, encerrada en un castillo custodiado


por un dragón, espera la señal, señal que le indicará que hacer para salir y ser libre. La señal, nunca
llega, y Odái esperaría estática y estoica el fin de los tiempos por la misma de no ser por que ha
decidido cambiar su destino. Eufórica y determinada cuestiona las decisiones del Escritor quien la
ha situado en una noche fría, quizás la más fría de todas, haciendo que aquella historia sin fin e
irrepetible, en donde ella queda encerrada en aquel castillo custodiado por aquel dragón cambie su
rumbo, poniendo no solo en jaque al dragón del miedo, sino al mismísimo Escritor, que atónito y sin
saber que hacer, permite el flujo de la historia (tal vez por curiosidad y deseo). El dragón que con su
hosca pero dudosa voz intimidaba a Odái, revela lo que tras su máscara de guardián y custodio de
la princesa estaba: miedo (qué sorpresa). Odái pues, comienza lo que sería una aventura de
autodescubrimiento bajo el resguardo de su Dragón y el amparo y la venia del Escritor, que, como
cómplice esporádico, nos deja ver una especial conexión con Odái.

Personajes como El Hombre Más Rico del Mundo, Pía, el Tiempo, el Abejorro y el Cañón se
presentan en el camino de Odái como guías, maestros o simplemente circunstanciales que harán
que nuestra Princesa reflexione acerca de lo que significa, por ejemplo, el verdadero significado de
la riqueza y mas tarde, de la vida. Aquellos capítulos, en donde Odái se reencuentra con su niña
interior son en especial dulces, ya que la experiencia vivida por ésta y la promesa que se hace a si
misma recuerdan al lector que todos y cada uno deberíamos de vivir este proceso de aceptación,
reencuentro y sanación; y lo digo así, porque a pesar de que el libro invita al lector en muchas
ocasiones a que así como Odái salió de su zona de confort y empezó este viaje de
autodescubrimiento así lo haga el lector, los pasajes en donde la princesa se reencuentra con su
niño interior son en especial conmovedores. Así también, tenemos circunstanciales como el abejorro,
que, como el deseo y la curiosidad, incitaron a Odái a dar sus primeros pasos. El Cañón, que viejo
como el planeta recompensa en Odái aquel valor de querer avanzar con un “puente”. El Hombre Más
Rico del Mundo, que con su experiencia (nuestra experiencia) nos recuerda que el dinero no es la
verdadera riqueza. Y por supuesto Zoé, que es por sí misma la vida, la verdadera sabiduría que
llevamos en nosotros mismos y que emana el universo.

Es de por sí claro que tanto el Dragón del Miedo como la Tortuga Prudencia eran parte de
Odái (son uno mismo), y podríamos decir que analizando un poco a estos tres bajo un modelo del
psicoanálisis (por poner uno como ejemplo) el Dragón del Miedo sería el Super Yo, Odái el Ello y la
Tortuga Prudencia el Yo; a lo que voy, es que formaban estos tres parte de un mismo accionar (el
de Odái). Pero no quisiera cerrarle puerta a los demás; me refiero a que pienso que todos los demás
personajes que aparecen como Maestros o circunstanciales, son todos también parte de Odái, nacen
de ella, de su deseo y curiosidad (curiosidad y deseo que nació a su vez de querer salir del castillo),
nacen de su experiencia, de su infancia y sus recuerdos olvidados, de su vértigo, su miedo y su
prudencia. Todos confabulan y convergen dentro de ella para darnos a una Odái libre, pero sobre
todo a una Odái feliz, que acepta la vida, su pasado y quiere vivir su presente.

Zoé, que, así como la intuición que representa nos anticipa su sabiduría infinita, nos deja ver
dos conocimientos importantísimos. La vida comienza y vuelve a comenzar con cada batalla diaria
que libramos, con cada derrota que aceptamos o no, y cada vez que nos volvemos a levantar. Es un
proceso que nunca termina, y que (éste es el segundo conocimiento) dependiendo de nuestra
actitud, y no de las personas o momentos que nos rodean, osease, los circunstanciales, es como
terminará dicha batalla momentánea. Depende de cada uno el levantarse, dar la cara y mirar a la
bestia a los ojos o quedarse en el suelo, esperando a que ésta te devore.

Es por eso, y con el afán de cerrar esta pequeña reflexión me gustaría repetir que encontrarle
un objetivo único al cuento sería fútil. Este cuento nos habla de autodescubrimiento, sanación,
terapia, amistad, vida, vida y más vida. Si tuviera que decirlo, diría que es una invitación, una que
exhorta al lector a que, así como Odái venza a sus Dragones, salga de su zona de confort y comience
a vivir en una conciencia plena, donde no hay castillos, ni rejas ni camino demasiado largo como
para no ser cruzado. Esta, es una historia de princesas y dragones; pero no por eso una historia de
fantasía.

Reflexiones personales

Me encantaría poder compartir con quienquiera que lea estas líneas toda aquella analogía
referente al libro de Odyn Dupeyron, pero he de confesar que me sería más grato aún hacerlo y
contarlo de boca a boca y con una copa. Como dije, todo aquel concepto puedo hacerlo (y de hecho
lo es) inherente a mi persona. Ni mi castillo, ni mi dragón son ajenos a mí. Mi castillo podría decir
que es, aceptar a otros en mi vida. Mi dragón, el miedo al rechazo. Es por eso que la máscara del
huidizo es la que cargo día a día (y la que trato de quitarme). Mi mas grande riqueza, es el amor de
todas aquellas personas que me rodean. Si quiere saber más, otro día será.

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