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Calfucurá: un jefe de bárbaros.

Gobernaba sobre ellos, no imponiendo su voluntad, cosa que, por otra parte, no estaba en
las costumbres que legislaban la sociedad de las tolderías, gobernaba sobre ellos dejando
correr el cauce de su instinto, conteniéndolo a veces, orientándolo otras. Así debieron
gobernar Atila a sus hunos y Gengiskan a sus tártaros.

CALFUCURÁ, SEGUN ALVARO YUNQUE

Esta anécdota corrobora la afirmación del cautivo Guinnard:

Este hombre no habría sido enemigo de la civilización, pues estaba dotado de instintos
generosos. Tenía el sentimiento de la justicia...

La leyenda lo aureoló de sangre y muerte. Y el cristiano lo trató como a fiera o como a


niño. Calfucurá respondió a la violencia violentamente y al engaño engañando. No era ni
una fiera ni un niño este jefe de bárbaros, aunque, por su imperiosa necesidad de vivir
mediante la guerra, y su inferioridad de medios para tratar con hombres de una civilización
muy superior, lo presentaron ante éstos como fiera a veces, y como un niño otras.

Guerrero y político, Calfucurá enfrentó, altivo, o burló,astuto, durante casi cuarenta años, a
esos hombres de una civilización superior que invadían la tierra de sus mayores, empujados
por una fatalidad histórica y le negaban el derecho que sus mayores tuvieran de seguir
alimentándose o apoderándose de las vacas y caballos esparcidos por las vastas llanuras de
nadie, según la convicción secular del aborigen.

¿Hasta dónde el inteligente Calfucurá podía comprender a los blancos negándoles su


derecho a la tierra y al alimento? ¿Hasta dónde podía comprenderle que las vacas y
caballos, ayer libres, eran propiedad ahora del hombre blanco que los encerraba, negando
su derecho al indígena?

Después, con la guerra vino lo demás: robos, incendios, muertes, cautiverio de mujeres y
niños, depredaciones. Pero todo esto escapaba a la dirección de aquel inteligente jefe de
bárbaros. Ya eran sus bárbaros en guerra, no menos bárbaros que los otros, los cristianos,
cuando entraban a las tolderías degollando, robando y cautivando, tal como ellos en
estancias y poblaciones.

Calfucurá, calificado de ladrón y asaltante por los blancos, no lo era menos, seguramente,
en el concepto de los indios, que el coronel Tal o el general Cual, cuyos soldados no hacían
prisioneros ni dejaban toldo que no incendiaran, ni china que no violasen y llevasen para la
esclavitud.

Alvaro Yunque

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