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Progreso

Entre dos potencias


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COLUMNISTAS

18 Nov 2018 - 00:00

Walter Spurrier Baquerizo

Un buque hospital militar chino está acoderado en la terminal de Contecon.


Durante su visita de ocho días, tiene previsto atender a cuatro mil pacientes y
realizar 70 operaciones.

Esta es la primera visita en la historia de un buque hospital chino al Ecuador. Días


atrás, por primera vez en muchos años, visitó al Ecuador un buque hospital
estadounidense, tocando Esmeraldas. ¿Acaso los chinos están emulando a los
estadounidenses? Lo anunciamos primero, solo que el buque de EE. UU. llegó
antes por la más corta distancia, explicó el embajador de China durante un
encuentro con periodistas de opinión.

Se reanuda la competencia entre las dos mayores potencias mundiales: El


presidente Xi Jinping incluyó al Ecuador en su visita a la región en 2016. Este año,
por primera vez en mucho tiempo, un vicepresidente de EE. UU. visitó oficialmente
el país.

Durante tres décadas, después del colapso de la Unión Soviética, Washington fue
potencia hegemónica, y América Latina perdió importancia estratégica.

Con Obama presidente, África, cuna de su padre, y el sudeste de Asia, donde fue
criado, tuvieron prioridad para Washington. Mientras tanto, Beijing estrechó lazos
con América Latina. Ecuador fue particularmente receptivo. Todos los presidentes
ecuatorianos desde Mahuad han visitado China; el presidente Moreno anunció su
próxima visita.

La economía china creció vertiginosamente durante varias décadas, y necesitaba


materias primas, la especialidad de nuestro continente. Eso hizo subir los precios
del petróleo, cobre y otros productos, motivo por el cual la gran recesión de 2008 y
2009 pasó desapercibida en la región. La década de bonanza petrolera fue posible
gracias al crecimiento de China.

China estuvo dispuesta a conceder abundantes créditos, sobre todo para la


exportación de sus bienes y servicios; los países de la región contrataron obras de
infraestructura con empresas chinas. En Ecuador, en particular las hidroeléctricas.

Mientras aumentaba la presencia china, Rafael Correa expulsó a la agencia de


cooperación del gobierno estadounidense, y retiró la utilización del aeropuerto de
Manta para el control estadounidense del tráfico de drogas. El aeropuerto
mantense se va a reparar con una donación china.

La mayor presencia china alentó a algunos gobiernos latinoamericanos a debilitar


el sistema de democracia representativa y sus límites al poder ejecutivo. Dos
países particularmente cercanos a China, Venezuela y Ecuador, establecieron
gobiernos autoritarios.

Hoy que Ecuador retorna a la plena vigencia democrática, Washington hace


muestras de acercamiento, para que se consolide la democracia representativa. A
pesar del desafecto del presidente Trump a los acuerdos comerciales, se hace
excepción con Ecuador: se inició un diálogo comercial bajo el paraguas del
Consejo de Comercio e Inversiones. El Ecuador también hace lo suyo,
reemplazando en Cancillería a María Fernanda Espinoza, opuesta a mejorar la
relación con EE. UU.

El acercamiento con Washington no significa alejamiento de Beijing. Funcionarios


del Ministerio de Finanzas se encuentran en Beijing negociando la
reestructuración de créditos vigentes y otorgamiento de nuevos préstamos, que
permitan solventar los gastos presupuestarios de fin de año. Los acuerdos se
anunciarían durante visita presidencial a China.

La rivalidad entre las dos grandes potencias, que son nuestros dos mayores
socios comerciales, le abren oportunidades al país en créditos, inversión y
mercados. Este gobierno comienza a jugar ambas cartas, con habilidad. (O)
Proforma 2019
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COLUMNISTAS

17 Nov 2018 - 00:00

Pablo Lucio Paredes


pabloluc@uio.satnet.net

La proforma presupuestaria es importante para entender la perspectiva de las


finanzas públicas. Es importante pero no tan fácil de utilizar objetivamente porque
la primera duda obvia es difícil de contestar: ¿crece o no el gasto público? Difícil
porque la proforma del 2019 es conocida pero ¿con qué comparamos del 2018?
Primera propuesta: con la proforma de un año antes. Fácil pero no muy válido,
porque en el avance del año el Gobierno puede haber gastado más o menos de lo
presupuestado. Segunda propuesta: comparar con el gasto efectivamente
realizado en 2018. Tiene más sentido, pero la información no es muy clara, porque
solo hay datos (relativamente aproximados) hasta septiembre del 2018 y no
sabemos cuánto se gastará realmente hasta diciembre, estando conscientes de
que el último trimestre es el de mayor gasto (en materia de personal hay el
costoso décimo, pero sobre todo muchos gastos de inversión y compras se
empujan hacia fin de año). Conclusión: ningún método nos permite contestar con
relativa precisión la pregunta sobre la evolución del gasto. Quedamos
parcialmente en las nubes.

Otra pregunta es más clara: ¿son sensatas las proyecciones que sustentan la
proforma?Desgraciadamente todas parecen exageradas. Por ejemplo, el
crecimiento del PIB en sus dos facetas: la inflación proyectada es 1% y el
crecimiento real de la producción 1,5%, y da la impresión de que ambos
indicadores estarán más cerca del 0%. Esta exageración lleva a sobreestimar los
ingresos tributarios (ligados a la actividad económica) y a mejorar las relaciones
de ingresos, gastos, déficit o deuda en relación al PIB. También son obviamente
importantes los ingresos petroleros, y ahí el precio parece demasiado exagerado,
se ha puesto 58 dólares por barril cuando en estos días está alrededor de 50…
claro, hace un mes estaba alrededor de 70, pero ese es el problema del mercado
petrolero: muy volátil. Debemos poner máximo (máximo) 50 dólares el barril. Y en
cuanto a la producción, se estima un aumento de casi 10% en relación al 2018. Si
uno toma en cuenta las proyecciones gubernamentales de aumentar la producción
en más del 30% hasta 2021, esto puede ser razonable… ¿será? Dudo.

Más allá de la precisión de las cifras, parece que la proforma requiere ajustes, y el
más importante es que la caída del gasto corriente y sobre todo los salarios, es
muy lenta (casi nula), mientras el esfuerzo en inversión es ciertamente importante.
Siempre cabe recordar que no importa si el gasto es corriente o de inversión, lo
importante es que aporte productividad económica, social o institucional. Y más
aún, recordar el enorme legado de desajustes, malgasto e irresponsable
despilfarro que dejó el anterior gobierno. No hay duda de que el Estado tiene una
cantidad de procesos, actividades, cargos que no aportan ninguna productividad, y
peor aún, disminuyen la productividad de otros porque entorpecen las actividades.
Bajar el gasto corriente (salarios y otros) en mayor proporción es indispensable.
Más aún si vemos que algunas proyecciones están sobredimensionadas y que el
nivel de financiamiento requerido es igual en 2019 que en 2018… ¡es difícil pero
fundamental, elaborar un presupuesto de mayor austeridad! (O)

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