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El problema de la definición de lo colonial radica en que existen múltiples categorías desde lo disciplinar como

para otorgarle un sentido unívoco ¿Qué tienen en común la experiencia colonial en América entre los siglos XVI
y XVIII con, digamos, el caso africano en el siglo XIX? ¿Una relación de dominio es lo que define lo colonial?
Yendo más atrás ¿Eran coloniales los dominios romanos en el mundo clásico? ¿Qué implica la condición colonial
en sí? ¿De qué hablamos cuando hablamos de colonia?

En primera instancia, revisando los distintos casos y sintetizando un eje central de las distintas experiencias
coloniales ‘salta a la vista’ que existe una situación de dominio, un ejercicio del poder, de imposición de distintos
patrones de dominación que implican un transformación no solo en la vida cotidiana sino en la construcción de
las identidades “Para esas poblaciones la dominación colonial implicaba, en consecuencia, el despojo y la
represión de las identidades originales” (Quijano, 1999. p.139). Las nuevas formas de dominio político y
económico impuestas por los europeos muchas veces se valieron de las estructuras previas de lo indígena
americano, como en el uso de las mitas, para organizar las encomiendas y la prestación de servicios forzados,
cumpliendo entonces un carácter solo funcional a los intereses europeos. En general esta imposición de distintos
elementos intentó eliminar aquellas creencias o visiones que no eran funcionales al dominio europeo. Si bien es
difícil a esta altura hablar de un proceso de aculturación (considerando que la conceptualización ha sido superada
en muchos sentidos) o incluso de conquista, debido a que “Son conceptos que connotan a los europeos como
actores y a los pueblos indígenas como objetos de su acción, y así implican siempre la subalternidad de los
sometidos” (Brendecke, 2012. p.30); es evidente que la imposición de un dominio y un saber fue ejercido en
América Latina ayudando a consolidar el dominio europeo, el punto ahora es dilucidar como se operacionalizó
la relación entre el poder efectivo y el conocimiento ¿Es realmente unidireccional como se suele pensar desde
algunas disciplinas? ¿El saber construye poder o viceversa?

Si examinamos la condición colonial americana e interpretamos que el discurso construye poder (Foucault, 1968)
tenemos una visión en la cual asumimos que lo europeo se impuso a partir de su conocimiento y su saber, lo que
incluye tanto la forma de dominación como la escritura y el saber técnico acumulado lo que a la larga habría
generado concepciones y condiciones de superioridad respecto a lo latinoamericano. Esto es lo que defenderían
autores como José Carlos Mariátegui, Aníbal Quijano, Serge Gruzinski (desde la imposición simbólica) y los
teóricos de la teoría de la dependencia, Raúl Prebisch, Enzo Faletto, Enrique Cardozo (desde la interpretación de
la dominación económica). Por el contrario, Arndt Brendecke cuestiona estas relaciones desde la perspectiva que
la relación centro-periferia no es necesariamente jerárquica, de hecho plantea un opción a la conceptualización
del discurso en sí, que es la de Setting entendida como la elaboración de posibilidades que permiten condiciones
de comunicación (Setting comunicativo) y de conocimiento (Setting Epistémico) cuyas categorías rompen con el
modelo de los discursos. Otra visión que refuerza la idea de que la dominación no es algo unidireccional es el
concepto de las ‘negociaciones’ que enfatiza que los sistemas de gobierno son producto de negociaciones y no
de imposiciones, se considera al respecto una especie de “autonomía relativa” e instancias de ‘iniciativa local’ lo
cual pretende cuestionar que el ejercicio del poder sea algo unívoco, dentro de esta lógica América también
“afecta” el pensamiento y el desarrollo europeo (Turner, Amy y Green, Jack, 2002)

Se podría aseverar dentro de esta misma lógica que la condición americana no solo tiene un carácter de periferia
pues la concepción que es lo que se considera americano en sí se construye paralelamente a la noción de Europa,
de hecho, son las riquezas de América, el oro y la plata de Nueva España y el virreinato peruano las que le
permiten a España entran en el ciclo capitalista del siglo XVI y lograr posicionarse dentro del mercado mundial.
En este sentido, la noción de construcción y consolidación del Estado español y sus características están
estrechamente ligadas con el proceso de expulsión de los moros por un lado y la conquista de América por otro.
Ahora, desde la perspectiva contraria se podría contra-argumentar que para que Europa pudiese consolidarse
como tal, necesitó ejercer un dominio efectivo mediante el uso de la fuerza, porque de lo contrario no hubiese
podido obtener esa riqueza y por ende, la noción de “encuentro” o de “negociación” no serían válidas de acuerdo
a esta lógica.

Otro aspecto importante de considerar dentro de la definición de lo colonial, entendiéndolo como forma de
dominio, es que conceptualmente es una categoría que también depende de la experiencia del dominado.
Ejemplos de lo anterior es que en Perú se habla de “Virreinal” y en México de “Novo hispano”1. Evidentemente
hay elementos que difieren entre las distintas visiones, hay un componente ideológico también dentro de estas
categorías2, no fue la misma experiencia de dominio la que sufrió un indígena dentro del virreinato peruano o del
de Nueva España que lo que experimentó algún indígena en el valle central de Chile o en el sur, o en algún otro

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idea tomada de Seminario Troncal I: Problemas fundamentales de la cultura latinoamericana. Construyendo
identidades y diferencias: América entre dos rupturas (Siglo XVI – XVIII). del programa de Magister de estudios
latinoamericanos de la Universidad de Chile; Alejandra Araya. Clase del 17 de Agosto de 2015
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Dentro de la perspectiva peruana el período virreinal se entiende como un período de grandeza al igual que
el imperio inca, de ahí que desde la perspectiva española y criolla se enfatice el rol de dominio y control que
ejerció el virreinato sobre el resto de América. Derivado de lo anterior el proceso de independencia peruano
tuvo un carácter externo, por el nulo interés de desvincularse de España y se asume así, que la fase republicana
del siglo XIX no logra recrear los mismos niveles de grandeza que los períodos previos, de hecho las derrotas
militares de 1837 y 1883 con Chile refuerzan esta percepción.
lugar de América. Lo que se debe recalcar es que en la mayoría de los casos la forma de dominio adquiere ribetes
de heterogeneidad de acuerdo a circunstancias específicas, por ejemplo, ¿Cuándo empieza lo colonial para el
mundo mapuche? ¿Es lo que entenderíamos como etapa histórica dentro de la historiografía chilena? Por cierto
que no, pues la experiencia real de dominio sufrida por el pueblo mapuche no empieza en 1598 (Curalaba) como
dictan los manuales escolares; comienza en verdad con la invasión del Estado chileno liberal en la Araucanía en
,1861. Es así que en nuestra condición latinoamericana, de acuerdo a las distintas experiencias desarrolladas,
tenemos un importante elemento de heterogeneidad (Cornejo Polar, 1994) que subyace desde las distintas formas
de dominio, lo que también condicionaría distintos tipos de periferia, es distinto hablar de colonias francesas,
inglesas, portuguesas o españolas, cada una tuvo características específicas, distintas políticas de ejercicio del
poder y por ende distintas formas de reconfigurarse posterior a sus procesos de independencia (Padgen, 1997).

La visión de colonia entendida como época, que se ha extendido dentro de la historiografía tradicional chilena,
ha enfatizado en la idea de lo colonial como una instancia de dominio y por ende de inferioridad. Se subentiende
que lo colonial es un período en el que “no pasó nada” y se suele hablar incluso de una siesta colonial dentro de
las interpretaciones historiográficas del siglo XIX, en la cual España (y Portugal) lograron consolidar su dominio
a partir de la institucionalidad establecida, la cual no solamente operó como un sistema legal de dominación
política y económica, también se ejerció un poder en cuanto a los patrones de imposición cultural a todo nivel; la
ley a la larga condiciona a las costumbres y así se establece un patrón de dominación colonial “aqi la lei a
precedido a la costumbre: el pueblo no estaba formado aun, i ya existían leyes qe organizaban su administracion
i definían sus relaciones, no guardando por cierto conformidad a las cirscunstancias i accidentes qe abian de
desarrallarse con él” (Lastarria, 1844. p.55). Así surge el concepto de coloniaje que desarrolló José Victorino
Lastarria, el cual implica un grado de dependencia de la metrópoli española. Existe un esfuerzo en el contexto
del siglo XIX finisecular de ‘superar lo colonial’ dejarlo atrás, “cerrarlo” como período histórico bajo el influjo
de la ideología liberal y de la noción de progreso. Ambos funcionaron como paradigmas de la época lo cual fue
concebido como un eje epistémico y punto de partida de las humanidades en la época. A su vez, la historia como
disciplina a través de distintos exponentes, entre ellos Diego Barros Arana en el caso chileno, pretende desarrollar
una lógica científica basada en elementos positivistas, lo que evidencia un nuevo carácter de las humanidades y
por ende un rechazo a aquellos patrones que no siguen esta lógica lo cual se manifestó desde lo político liberal (y
el rechazo a lo religioso) pasando por lo económico (libre mercado) y por lo cultural racista eugenésico que
determinó el arrasamiento de territorios indígenas y su población. Con todos estos elementos el rechazo hacia lo
colonial es evidente, se le considera como una “fase oscura”, como nuestra “Edad Media”, un período estático en
contraposición a los grandes avances autorreferentes del siglo XIX. “En conclusion, el pueblo de Chile bajo la
influencia del sistema administrativo colonial, estaba profundamente envilecido, reducido a una completa
anonadación, i sin poseer una sola virtud social, a lo ménos ostensiblemente, porqe sus instituciones políticas
estaban calculadas para formar esclavos”. (Lastarria, op.cit. p.71). Los encargados de escribir la historia, los
códigos legales, y las disposiciones constitucionales en el período (Barros Arana, Benjamín Vicuña Mackenna,
José Luis Amunategui, Andrés Bello) reflejan un espíritu de superioridad por sobre los viejos valores
tradicionales de la sociedad colonial. Esta misma experiencia se da en el resto de los países latinoamericanos
siguiendo los mismos preceptos por ejemplo en “el pasado dejó de ser ejemplo porque se convirtió en algo
diferente del presente y porque se pensó como algo superado” (Araujo, 2009).

Otro factor a considerar es desde que posición se escribe, quienes son los que escriben, es evidente que la mayor
parte de las crónicas, tratados o relaciones se entienden desde una autoría española o europea. En este sentido, lo
escrito también refleja una estructura de ejercicio del poder, sobre todo, desde la utilización de una de las
principales fuentes que son los documentos judiciales. Estos dan cuenta de una realidad construida en torno a la
justificación del accionar de los españoles en América y que son ocupados como medio oficial para comunicarse
con el imperio. En general, tanto los cronistas del siglo XVI como los funcionarios de las etapas posteriores
escribían desde y para el poder. Esto se denota en que incluso varios de los cronistas que hablan desde lo indígena
tenían una raigambre cultural española, el caso de Guamán Poma y del Inca Garcilaso de la Vega son claros
ejemplos de esto. En este sentido, el escribir como tal, manifiesta una situación de poder, en general la posición
del que escribe no es algo arbitrario en tanto fuente de conocimiento y estatus social. La historia del conocimiento
está marcada geopolíticamente, el conocimiento no es abstracto y deslocalizado, se ejerce desde una posición de
poder (Wallerstein, 2007).

Dentro de la discusión conceptual, el binomio colonialidad/modernidad ha sido un importante eje problemático


dentro de los estudios coloniales. Desde varios autores se entiende como dos caras de una misma moneda, en este
sentido son los teóricos del colonialismo, los de la teoría de la dependencia y los de la teología de la liberación,
los que siguen esta línea. En concordancia con lo anterior, desde el punto de vista de varios autores, nuestra
condición de “modernidad” no es que esté incompleta, lo que poseemos en verdad es una colonialidad, o un
subdesarrollo (según la conceptualización de la Teoría de la dependencia) que no sería una fase que nos llevaría
al desarrollo, sino más bien una parte del engranaje, una condición necesaria para que el centro pueda funcionar
como tal, nuestra condición de subdesarrollo es lo que permite el desarrollo de los grandes centros industriales:
“La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.
Nuestra comarca del mundo que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los
remotos tiempos en que los europeos del renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes
en la garganta” (Galeano 2006)

Se entiende que Galeano exagera un poco con el uso de metáforas literarias para hacer énfasis en los procesos de
dominación colonial, pero el desarrollo histórico del subdesarrollo (valga la redundancia) o la mantención de
nuestra condición de periferia de los grandes centros industriales ha sido una característica distintiva de la
situación socio-política de América Latina durante el siglo XX. El argumento de los teóricos de la dependencia
gana fuerza si consideramos todas las políticas de intervención que realizó EE.UU durante la Guerra Fría y no
solo en Latinoamérica sino en África y Asia. Habitualmente, desde la historiografía tradicional se denomina a
esto ‘imperialismo’ pues no implica una denominación de carácter directo basada en instituciones y mecanismos
de coerción; sin embargo esto se podría entender como una proyección de la noción colonialista de los siglos
precedentes, ha cambiado la forma de dominio pero no la condición latinoamericana.

Hay perspectivas que plantean, por ejemplo, que dentro de la situación de dominio global encontramos
identidades locales que han sobrevivido o que adquieren voz propia (o que deberían adquirirla) como la literatura
afrocaribeña o andina y que incluso la denominación de latino presenta un cierto elemento de colonialismo en
tanto es una conceptualización operacionalizada para fines europeos. Por tanto, las instancias de descolonización
o de lucha contra el imperialismo requieren de elementos propios de configuración. “El otro modo de pensar
requiere cambios en el léxico, el contenido y los temas. La contribución indígena a la transformación de la
geopolítica del conocimiento nos hará comprender mejor esa diferencia” (Mignolo, 2005. p.136). El autor
mencionado plantea su noción de base tomando en cuenta el mismo elemento que Wallerstein: La geopolítica,
explicando que la imposición de los parámetros modernos es lo que ha anulado a las identidades indígenas y por
ende que se debe realizar un proceso de transformación decolonial orientado a atacar los parámetros eurocéntricos
llegando incluso a negarlos.

Una visión que complementa lo anterior es la etnohistoria que presenta elementos desde la perspectiva de los
dominados o de lo indígena mediante un proceso de resistencia que apela a otro tipo de fuentes, buscando
estrategias por múltiples caminos para reconstruir la memoria de los pueblos como por ejemplo a partir de la
historia oral, se puede recurrir a una fuente como la tradición oral del Huarochiri para poder comprender el
sustrato religioso de un pueblo, en este caso la tradición quechua (Murra, 2002). Para todas las manifestaciones
de la etnohistoria lo colonial se entiende como uno de los puntos clave en tanto reconoce la situación de dominio
pero, elaborando un discurso que permita articular las distintas realidades de los dominados elaborando un porqué
de las formas de dominación, de cómo estos adoptaron ciertos patrones. Dentro de la etnohistoria como existen
pocas fuentes escritas lo que se intenta es el “rescate de las voces” que existen en la medida en que las fuentes
son ‘interrogadas’3. Se puede configurar entonces una visión alternativa de los procesos desde la etnohistoria que
ayuda a la disciplina historiográfica (desde las visiones más actuales) a reconstruir un pasado que se puede
comprender de forma más integra con ambas visiones y no solo desde la perspectiva española.

Otras disciplinas como la retórica y el arte nos permiten abordar lo colonial desde la estructuras de producción,
de sus marcos de referencia, lo cual asume también una cierta dependencia del patrón de dominación europeo.
La escritura dentro de lo colonial no es una acción mediante la cual la conciencia se expresa, es básicamente la
imitación de modelos impuestos por la metrópoli, (Echeverría, 2000) y sobre todo en la institucionalidad formal
donde los archivos jurídicos son la base del registro que existe sobre el accionar de los españoles en América,
entonces el problema de la voz propia y las posibilidades de enunciación se ven dificultadas por la estructura de
dominio. Algo similar pasó con el arte en el cual la producción simbólica se trató de imponer a la población
indígena y mestiza a través de símbolos (Gruzinski, 1991) que operaban tanto en la cotidianeidad (monedas,
utensilios, escudos de familia en las casas) como en celebraciones públicas (Conmemoraciones de fechas
importantes, ascenso de algún rey al trono o ceremonias religiosas) cuyo impacto dependía mucho de las
condiciones materiales de producción e importaba más el sentido “educativo” en términos de respeto al rey y a
la institucionalidad que esto generaba, no se entendía como una obra de arte en sí. (Martínez Juan Luis, 2004).
Este último eje a tratar da cuenta de lo colonial y de su condición. Se podría aseverar entonces que las estructuras
subyacentes también se manifiestan en el campo de lo iconográfico como otra forma más de dominio. En suma,
y a partir de los elementos revisados, se puede entender que las interpretaciones de lo colonial incluyen múltiples
perspectivas dependiendo de los elementos a considerar y si bien existen visiones que tienden a relativizar la
condición del dominio en sí, se denota en varias de sus definiciones que lo colonial en sí presenta una condición
de dominio ineludible que parece ser el eje central de los distintos análisis al respecto.

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Idea tomada de: Seminario Troncal I: Problemas fundamentales de la cultura latinoamericana. Construyendo
identidades y diferencias: América entre dos rupturas (Siglo XVI – XVIII) del programa de Magister de estudios
latinoamericanos de la Universidad de Chile; José Luis Martínez. Clase del 19 de Agosto de 2015
BIBLIOGRAFÍA

 Apuntes de clase de Seminario Problemas fundamentales de la cultura latinoamericana. Construyendo


identidades y diferencias: América entre dos rupturas (Siglo XVI – XVIII). del programa de Magister de estudios
latinoamericanos de la Universidad de Chile; Alejandra Araya. Clase del 17 de Agosto de 2015.

 Apuntes de clase de Seminario Problemas fundamentales de la cultura latinoamericana. Construyendo


identidades y diferencias: América entre dos rupturas (Siglo XVI – XVIII). del programa de Magister de estudios
latinoamericanos de la Universidad de Chile; José Luis Martínez. Clase del 19 de Agosto de 2015.

 Araujo, Alejandro (2009); “Orígenes de la ‘novela histórica’ en México: del pasado como ejemplo al pasado
como algo superado”, en Novela, historia y lecturas. Usos de la novela histórica del siglo XIX mexicano: una lectura
historiográfica. Universidad Autónoma Metropolitana/Universidad del claustro de Sor Juana, México p. 99-211.

 Brendecke, Arndt (2012); Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español. Ed.
Iberoamericana. Madrid, España

 Cornejo Polar, Antonio (1994); Escribir en el aire: Ensayo cultural sobre la heterogeneidad socio-cultural
en las literaturas andinas. Editorial Horizonte, primera edición. Lima, Perú.

 González Echevarría, Roberto. (2000) Mito y archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana. Ed.
Fondo de Cultura Económica. México D.F.

 Gruzinski, Serge (1991); La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el


México español. Siglos XVI – XVIII. Ed. Fondo de cultura económica. México D.F

 Foucault, Michel (1968); Las palabras y las cosas: Una arqueología de las Ciencias Humanas. Siglo XXI
editores. Buenos Aires, Argentina

 Galeano, Eduardo (2006); Las Venas abiertas de América Latina. Ed. Catálogos, Buenos Aires, Argentina.

 Lastarria, José Victorino (1844); Investigaciones sobre la influencia social de la conqista i del sistema
colonial de los españoles en Chile. Imprenta del Siglo. Santiago de Chile. Documento en línea:
http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-8207.html

 Martínez, Juan Manuel. (2011) Arte y culto, el poder de la imagen religiosa. Santiago: Museo Histórico
Nacional, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.

 Mignolo, Walter (2005) La idea de América Latina: La herida colonial y la opción decolonial. Editorial
Gedisa, Madrid, España.

 Murra, John (2002); "Las investigaciones en etnohistoria andina y sus posibilidades en el futuro", en El
mundo andino. Población, medio ambiente y economía. Ed. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, Perú.

 Padgen, Anthony (1997); “Metrópoli y Colonia”, en Señores de todo el mundo. Ideologías del Imperio en
España, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVII y XVIII). Ediciones Península, Barcelona, España. p. 165 – 200.

 Quijano Aníbal (1999); “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”,
en Dispositio, Vol.24, N° 51. Crítica cultural en Latinoamérica: Paradigmas globales y enunciaciones locales. P.137
– 148. Publicado por Center for Latin American and Caribbean Studies, University of Michigan, Ann Arbor.
Disponible en línea en http://www.jstor.org/stable/41491587.
 Turner, Amy y Greene, Jack (2002); “Peripheries, Centers, and the Construction of Early Modern American
Empires. An introduction”, en Daniels, Christine y Michael Kennedy, Negotiated Empires Centers and peripheries
in the America, 1500 – 1820. Ed. Routledge, Londres p. 1- 7

 Wallerstein, Imannuel (2007); Geopolítica y Geocultura. Ed. Kairós, Barcelona, España.


Programa de Magister de estudios latinoamericanos
Universidad de Chile

PRUEBA DE SEMINARIO TRONCAL I: Problemas


fundamentales de la cultura latinoamericana.
Construyendo identidades y diferencias entre dos rupturas
(Siglos XVI – XVIII)

Tema 1: Lo “colonial americano” pensado desde lo


disciplinar

Estudiante: Felipe Alejandro Román Araya


Profesoras: Alejandra Araya
Alejandra Vega
Ayudante: Francisco Burdiles
Fecha de entrega: 1/9/2015

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