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Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO?

Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

UNIDAD DIDÁCTICA 1
ALCOHOL, MENORES Y JÓVENES: LOS USOS QUE DEBEMOS ENTENDER

ÍNDICE
LECCIÓN 1.1. – LAS FORMAS DE CONSUMO ACTUAL EN MENORES Y JÓVENES

1.1.1. EL CONTEXTO SOCIAL DE MENORES Y JÓVENES

 Importancia de estos aprendizajes para la prevención de los


comportamientos de riesgo

1.1.2. OCIO, ALCOHOL Y RIESGOS

 Qué es ocio para los jóvenes

 El consumo de alcohol tiene un fuerte componente ambiental en


nuestro entorno

 Estilos de vida y conductas de riesgo

 Por qué en la adolescencia y juventud

LECCIÓN 1.2. – EL ALCOHOL: SUSTANCIA DE CONSUMO

1.2.1. CONCEPTOS Y DEFINICIONES

 Origen
 Algunas definiciones

1.2.2. CARACTERÍSTICAS Y EFECTOS

1.2.3. FORMAS DE CONSUMO Y FORMAS DE MEDIR ESTE CONSUMO

 ¿Cómo medimos el consumo de alcohol?

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 1


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LECCIÓN 1.1. LAS FORMAS DE CONSUMO ACTUAL EN MENORES Y


JÓVENES

1.1.1. EL CONTEXTO SOCIAL DE MENORES Y JÓVENES

La adolescencia es la época de la vida que se inicia con la pubertad, alrededor de los


10-12 años, y el momento en que se aproxima el estatus de adulto, alrededor de los 18
años, es cuando los jóvenes se preparan para ir asumiendo las funciones y
responsabilidades de la vida adulta en nuestra cultura. Es una etapa en la que tienen
lugar importantes modificaciones corporales, así como de adaptación a nuevas
estructuras psicológicas y ambientales que conducen de la infancia a la adultez.

En los últimos años las etapas de la adolescencia y juventud se han visto prolongadas
en nuestra sociedad, y de acuerdo a diversos estudios, adolescencia y juventud
coinciden, se solapan durante unos años. Por un lado, se empuja hacia abajo la
categoría social de la adolescencia, y por otro lado, se prolongan las edades juveniles,
hasta una emancipación que no ocurre ya hasta bien entrada la treintena. Esta
situación provoca que durante este intervalo los adolescentes adopten ciertas
actitudes de irresponsabilización sobre lo que hacen y sobre lo que sucede, un poco
como estar al margen de lo que les rodea, como se explica en el libro Adolescentes
ante el alcohol. La mirada de padres y madres (Fundación la Caixa, 2007).

Actualmente en nuestra sociedad observamos comportamientos en los y las


adolescentes que cada vez con mayor frecuencia se presentan en edades más
tempranas y que cuentan con amplias posibilidades de consolidarse en las etapas
juveniles posteriores. Comportamientos como la iniciación en la práctica sexual o el
consumo de sustancias, que anteriormente se daban en etapas posteriores de la
adolescencia o juventud, se dan ahora más precozmente. Este adelantamiento viene
potenciado por una sociedad donde las nuevas tecnologías, entre otros factores,
favorecen a los miembros de la adolescencia temprana, el acceso a terrenos simbólicos
propios de la adultez en épocas anteriores.

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Llegar a la adolescencia supone abandonar los aspectos, actitudes y comportamientos


que se identifican con la etapa infantil, para adaptarse a otros correspondientes a una
fase de consolidación de su propia individualidad. Este proceso de grandes cambios,
este tránsito propio de la adolescencia, implica atravesar una “crisis normativa”,
abandonar las reglas que se han tenido hasta entonces y adaptarse a unas nuevas.

Durante este periodo de la vida se realizan avances y aprendizajes en distintas áreas


del desarrollo humano: intelectual, físico, moral, emocional, social… que van a ser
determinantes para el futuro adulto y para el afrontamiento de diferentes riesgos
psicosociales y para las distintas consecuencias que estos riesgos puedan suponer:

 Transformación de niño en adulto: el tránsito de niño a adulto conlleva una


adaptación a numerosos cambios y, por tanto, una vulnerabilidad o conflicto
que estará en función de las competencias que el adolescente haya adquirido,
de los aprendizajes que ha realizado previamente, y de los recursos y la cultura
del entorno en el que se desarrolla.
 Pubertad: en esta etapa se produce una importante revolución biológica;
grandes y profundos cambios físicos provocados por la influencia de las
hormonas sexuales determinarán la adquisición de los rasgos faciales y
corporales propios del adulto y la capacidad de reproducción, lo que irá
acompañado del despertar de un deseo e interés sexual más marcado.
 Nueva identidad y autoconcepto: una capacidad intelectual mayor, a la vez
que una concepción de las normas más flexible, entendiendo que éstas pueden
cambiarse si no son justas en determinadas ocasiones, le permiten al
adolescente razonar de un modo hipotético-deductivo, tomar decisiones más
personales y comenzar a hacer previsiones de futuro.
 Importancia de las relaciones sociales: una capacidad mayor para adoptar el
punto de vista de otros y empatizar emocionalmente otorgará un mayor
significado a sus relaciones, así surgirá un nuevo valor en la amistad y la
creación de vínculos afectivos y sociales fuera del hogar familiar. La

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independencia progresivamente creciente de su familia en cuanto a la


frecuencia y el tipo de contacto con la misma será un hecho en aumento.

La adolescencia

 Importancia de estos aprendizajes para la prevención de los comportamientos de


riesgo

Durante la adolescencia, aunque se ha superado el egocentrismo de pensamiento,


surgen unas nuevas formas de egocentrismo que sitúan al adolescente como
protagonista de un escenario de gran importancia para la prevención de los
comportamientos de riesgo. Según algunos investigadores, algunas características
propias de esta etapa influyen de forma notable en la percepción y valoración de los
riesgos por parte de los adolescentes. Se trata de la audiencia imaginaria, la fábula
personal y el sesgo optimista. Estas características son comunes a varios
comportamientos de riesgo: consumos de drogas, sexo sin protección… Vamos a verlas
a través del siguiente texto.

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Aunque el adolescente ha superado el egocentrismo infantil y esto le permite diferenciar


las experiencias de los demás de las propias, así como pensar acerca del pensamiento de
los otros, sigue existiendo, como ya se señalaba en los estudios de Piaget (1967), un tipo de
egocentrismo social. Para Elkind (1967, 1985) el egocentrismo adolescente se manifiesta
sobre todo en dos aspectos: la audiencia imaginaria y la fábula personal, ambos conceptos
de gran trascendencia para la prevención de riesgos psicosociales:
 La audiencia imaginaria se refiere al hecho de que el adolescente se comporta
como si estuviera en un escenario y fuera centro de todas las miradas. Estar
centrado en sí mismo provoca la sensación de que los demás están todo el tiempo
también pensando en ellos. Este proceso por el que pasa el adolescente forma
parte del desarrollo de su identidad y de su adecuación al entorno social. La
necesidad de ser aceptado lleva consigo un máximo control de la imagen que
provoca en los demás.
 La fábula personal del adolescente se refiere a la interpretación de que son
especiales, de que lo que les ocurre a ellos, no les sucede a los demás. Este aspecto
interesante de la personalidad tiene una consecuencia positiva y otra negativa. Es
una fuente de motivación, ya que confían en que al ser especiales triunfarán en
aquello que se proponen. Pero también es una fuente de angustia porque sienten
“que nadie les entiende”.
Pero aunque en la adolescencia aumenta la capacidad para resolver problemas,
igualándose con los adultos en este sentido, los adolescentes tienden a valorar las
consecuencias de un modo más optimista que los más mayores. Parece ser que en el
adolescente actúa un sesgo optimista, que aunque opera en todas las personas, es más
grande en estas edades. Este sesgo puede observarse en la tendencia a suponer que las
desgracias tienen más probabilidades de ocurrirles a otros que a sí mismos. La mayoría
de los expertos coinciden en explicar este sesgo aludiendo a la falta de experiencia vital
que limita la consideración de consecuencias negativas en el futuro más que a una
cuestión de capacidad intelectual.

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Las construcciones sociales sobre cómo deben ser y comportarse los jóvenes,
responden a un contexto social y son, asimismo compartidas por los grupos de
referencia, esto es, de socialización juvenil. Aún cuando pueda considerarse que son
los propios menores y jóvenes quienes de forma libre y voluntaria deciden consumir
alcohol, se debe atender al contexto social que condiciona y modula esas decisiones.

Comprender el consumo de alcohol por parte de los adolescentes supone fijarnos en


las características de la adolescencia actual. Los adolescentes españoles de este inicio
de siglo XXI nacieron en una sociedad plenamente integrada en la Europa comunitaria,
en un país que despegaba, y cerraba definitivamente su pasado reciente, con medios
materiales y tecnológicos inimaginables hasta hacía poco. Son hijos naturales de la
abundancia y la sociedad de consumo. Los padres y madres de la actual generación de
adolescentes son quienes inauguraron el uso y disfrute del ocio del fin de semana, e
iniciaron el movimiento de apropiación de los ámbitos de uso exclusivo juvenil.
Aquellos adolescentes son los padres y madres de los actuales, por lo que el
comportamiento de sus hijos e hijas no les es ajeno, les resulta incluso cercano,
información esta contenida en el libro Adolescentes ante el alcohol. La mirada de
padres y madres (Fundación la Caixa, 2007).

Situarse correctamente ante los riesgos del consumo de alcohol por parte de menores
y jóvenes, supone entender sus usos adaptados a un nuevo contexto sociocultural y
económico, que condiciona el estilo de vida juvenil, sus hábitos y valores y, como
consecuencia, también a los consumos de drogas. Podemos decir que adolescentes y
jóvenes se sitúan en una sociedad del ocio, una sociedad de consumo, en la que la
información constituye una herramienta de primer orden. Así:

 El ocio se concibe como una necesidad y casi un derecho fundamental del


individuo. (Aguinaga, 1997; Bagozzi, 1996).

 Una sociedad capitalista, donde el consumo juega un papel importante


desplegando una oferta de ocio para todos los gustos y una accesibilidad
enorme a cualquier producto, incluidas las drogas (pero siempre necesitada de
un intercambio económico).

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 Una sociedad de la información, accesible, variada y multiforme, y centrada en


una cultura de la imagen y lo visual.

En este contexto general, los diferentes análisis sociológicos destacan algunos factores
a tener en cuenta por su relación con el mundo juvenil:

 Un modelo de juventud como valor, asociado a aspectos relativos a la imagen


corporal, a la diversión y al placer (valores hedonistas).
 La percepción por parte de los jóvenes de un futuro personal incierto ante una
situación de crisis económica, con altos niveles de desempleo que invitan al
“presentismo”, a una actitud vital de disfrute al máximo del presente.
 La importancia dada a la individualidad, expresada como libertad y bienestar
personal (centrado principalmente en la salud y el cuidado físico), en
contraposición con valores relacionados con lo colectivo, sobre todo si se
identifican con las cuestiones religiosas, espirituales y políticas.
Frente a una auto-percepción, por parte de los jóvenes, en la que se atribuyen
de forma mayoritaria valores de tipo “pragmático” (ganar dinero y tener
tiempo libre), coherente con los valores dominantes de la sociedad general,
contrasta cierta incorporación de valores altruistas que garantizan cierta
defensa de intereses colectivos y solidarios. Como resultado este contraste
implica que, en teoría, se defiendan valores prosociales y solidarios pero que,
en la práctica, los hábitos se demuestren más individualistas y hedonistas.
 Un contexto social donde pervive una convivencia contradictoria de mensajes
y valores antagónicos según el momento y situación donde nos paremos a
observar: tan pronto se puede hablar del peligro del consumo de drogas y, a la
vez, ofrecer su venta de una forma muy accesible (por ejemplo vía Internet) o
informarte de las bondades de su consumo en revistas especializadas (por
ejemplo en diversas revistas sobre el consumo de cannabis; acceder a cómo se
fabrica un “coctel molotov” de manera relativamente sencilla en Internet y
recibir educación para la no violencia dentro del Plan de Convivencia
contemplado en el programa de los centros educativos).

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Para ahondar en el retrato sociólogico de menores y jóvenes, hemos extraído algunos


datos del reciente Informe de la Juventud 2016:
 La crisis de 2008 viene a suponer la quiebra de un relato de progreso
generacional y de promesa de futuro. Los profundos procesos de cambio social
actuales impactan directamente en casi todos los aspectos de la vida de
menores y jóvenes. La crisis económica que afecta a los países desarrollados
desde hace años vendría a profundizar aún más la idea de que el mundo en el
que viven y crecen los jóvenes hoy es sustancialmente diferente al de sus
padres cuando tenían una edad similar a la suya. Los grandes procesos de
cambio social a los que estamos asistiendo, están transformado de tal manera
la experiencia de la juventud que podría considerarse que hoy no se es joven de
la misma forma y con las mismas características que los fueron sus padres y
madres.
 Con respecto a sus experiencias y estilos de vida, la mediación tecnológica está
trasformando las prácticas sociales y comunicativas de los jóvenes.
 La imagen de la juventud suele estar asociada al dinamismo, la felicidad e
incluso la despreocupación. Esta visión estereotipada tiene un cierto soporte en
la realidad, ya que las encuestas de satisfacción y felicidad con la vida reflejan
que son los jóvenes el grupo de edad que más satisfecho y feliz se muestra ante
la vida. Entre los elementos de la vida que más satisfacción producen a los
jóvenes se encuentran los amigos, la salud y la familia, tres aspectos vinculados
a la esfera más personal del individuo. Es de destacar, que dentro del colectivo
joven según su edad es que, en general, la satisfacción crece con la edad a
excepción de estudios, las perspectivas de futuro, los amigos y la salud, que son
los elementos en los que los jóvenes adultos son algo más pesimistas que los
jóvenes adolescentes.
 En relación al tiempo libre de la juventud, de acuerdo con los resultados de uno
de los estudios del INJUVE (EJ175-2014), los gustos y preferencias ordenados
siempre de mayor a menor, se pueden agrupar en cuatro grandes bloques: a)
salir con los amigos, escuchar música, viajar y usar el ordenador, concitan la

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aprobación de más del 90% de los entrevistados; b) ir al cine, hacer deporte, ir


de excursión, descansar o no hacer nada, ver la televisión, ir a conciertos, leer
libros y oír la radio suscita el interés de entre el 70% y el 89%; leer revistas, leer
periódicos, ir al teatro, ir de discotecas/bailar, ir a museos/exposiciones, asistir
a competiciones deportivas resulta atractivo para entre el 50% y el 69%; y d)
jugar con videojuegos y asistir a conferencias y coloquios gusta a menos de la
mitad de los jóvenes entrevistados.
 La noche y, en especial, la del fin de semana, se ha configurado como un
espacio de escape, de huida, un des-tiempo donde el control de los adultos se
relaja, y donde se abren nuevas expectativas para una gestión autónoma de la
propia vida.

Las salidas nocturnas en la adolescencia son una forma de marcar estatus y de


afirmación de la autonomía personal. Cuando de salir por la noche los fines de
semana se trata, la juventud se divide en dos mitades muy parecidas, ya que el
53% no sale nunca o con poca frecuencia, y el 47% sale todos, casi todos o con
bastante frecuencia. Aunque existen diferencias importantes en cómo la
juventud celebra los momentos de ocio nocturno, especialmente de fin de
semana, progresivamente se han ido generalizando ciertas prácticas hasta
configurar un ocio mayoritario en torno a la música, la diversión, el baile, los
bares y la discoteca. Así, para el 17% la noche presenta un claro e inequívoco
sentido de desahogo, de aflojamiento del control de los mayores, pero también
de deshinbición o relajamiento del autocontrol, un tiempo de liberación y de
experimentación, con mayor presencia entre los varones, entre los
adolescentes de entre 15 y 19 años. Se puede encontrar, así, un continuum de
posiciones y definiciones sobre la noche y el ocio nocturno, que van desde el
polo en el que se sitúan quienes asocian la noche a la ausencia de vigilancia y
de control de los adultos, quienes tratan de evadirse de la normalidad y donde
está permitido hacer cosas que no se pueden realizar en otros momentos,
mientras que en el otro polo se encuentran los que consideran que es un
tiempo y espacio excepcional, alejado de las obligaciones cotidianas. En

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general, se puede afirmar que los sentidos de mayor transgresión asociados a la


noche son más propios de los adolescentes (15-19 años), y que ese imaginario
de experimentación se va normalizando con los años.

Centrándonos en los procesos de socialización del joven, los estudios destacan como la
familia y la escuela han ido perdiendo protagonismo en beneficio del grupo de iguales.
Así, el tiempo de ocio, principalmente en fin de semana, se muestra como un espacio
esencial de encuentro e identidad. En este contexto el alcohol se mantiene como una
droga central en el proceso de relación e integración social.

En este sentido es importante señalar cómo:

 Este proceso es cada vez más complejo en la medida que la sociedad se va


haciendo cada vez más compleja, multicultural y diferenciada. En la actualidad
este proceso ha sufrido una serie de transformaciones en lo que se refiere al
papel desempeñado por sus actores; si bien la familia y la escuela, los
elementos de socialización tradicionales, siguen conformando de manera
esencial los puntos de referencia de desarrollo en las fases de adolescencia y
juventud, su papel ha cambiado; por una parte, la escuela ha pasado a
constituirse cuasi exclusivamente como un elemento formativo (conocimiento),
perdiendo parte de su sentido clásico educativo, como eje transmisor de
normas, conductas y valores. Por otro lado, la familia también ha debilitado su
papel educativo, fruto de la dejadez o la imposibilidad de los progenitores de
dedicar tiempo y esfuerzos a la educación de los individuos.

De esta manera, el tercer pilar de la socialización, el grupo de pares, ha cobrado


especial importancia como apoyo con el que los jóvenes pretender suplir las
carencias emocionales, afectivas e incluso educativas de los demás pilares de la
socialización; de hecho, entre éstos, las relaciones con el grupo de amigos se
consideran esenciales e insustituibles, conformando un sistema de apoyo vital
de primer orden. Así, las relaciones con el grupo de pares han pasado de ser un
elemento más en el proceso de aprendizaje vital a constituirse como una de las

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principales vías de asimilación de vivencias, experiencias y conocimientos.


(Riesgo, juventud y experiencias de socialización).

 Un tipo de comunicación más abierta y democrática, tanto en la escuela como


en la familia, que da más libertad y autonomía al joven pero sin facilitarle
referencias ni modelos claros por parte de unas familias que no quieren imitar
los modelos de sus padres, pero tienen dificultad en encontrar otros modelos
alternativos propios.
 Por otro lado, no habría que olvidar como los padres comparten cierta
confusión en sus valores, “se ven sumidos en una posición ambivalente que les
lleva en ocasiones a compartir con sus hijos tanto los valores familiaristas y
normativos como aquellos otros de tipo “presentistas” o “hedonistas”.
(Sánchez pardo L., 2007).
 A pesar de esta confusión, existe una visión negativa de los adultos sobre los
valores de los jóvenes que conlleva cierta ausencia crítica de su propia realidad.
Lo curioso es que los jóvenes hasta la fecha asumen esa percepción negativa
(ausencia de valores) de los adultos como propia. Este es un interesante dato a
tener en cuenta a la hora de utilizar el aspecto de los valores como herramienta
preventiva.

Esta situación da como resultado una mayor relevancia en los procesos de socialización
del grupo de iguales y de los modelos ofrecidos por los medios de comunicación social.

En este sentido y acercándonos al fenómeno de consumo del alcohol, en la


investigación de la FAD Ocio (y riesgos) de los jóvenes madrileños, publicada en 2009,
se apunta a que es el grupo de referencia el eje central respecto al que se mueve el
ocio de los jóvenes.

1.1.2. OCIO, ALCOHOL Y RIESGOS

De acuerdo a los datos extraídos de las Conclusiones del Sondeo de opinión Jóvenes,
ocio y consumo, realizado por el INJUVE, se puede diferenciar entre:

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 Ocio deseado por los y las jóvenes, en el que declaran como actividades más
atractivas son:

USAR EL ORDENADOR

HACER DEPORTE

IR DE EXCURSIÓN

IR AL TEATRO

IR A MUSEOS, EXPOSICIONES

ASISTIR A CONFERENCIAS,
COLOQUIOS

Como se puede deducir al observar este gráfico, hay actividades como ir a


discotecas a bailar o ver la televisión que parece han perdido atractivo para los
jóvenes.

 Ocio practicado por los y las jóvenes, en el que las oportunidades de ocio de los
y las jóvenes se ven limitados por un descenso del dinero disponible para las
mismas. Sin embargo, el tiempo de ocio, en este mismo periodo, se ha
incrementado en una hora (de 26.00 horas en 2007 pasamos a 27,1 en 2014).
Tiempo de ocio que se valora como suficiente por dos de cada tres jóvenes
(64,2%).

Los últimos datos sobre el ocio juvenil son los proporcionados por el Informe de la
Juventud 2016:

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ACTIVIDADES DE TIEMPO LIBRE QUE MÁS GUSTAN

Atendiendo a los datos que nos proporciona el anterior gráfico, el mapa de los
intereses de la juventud es muy variado, aunque se puede afirmar que las actividades
que cuentan con mayor atractivo se realizan fuera del hogar e implican un
distanciamiento del lugar de residencia. En segundo lugar, se situarían aquellas
actividades que se realizan preferentemente en casa (ver la televisión y leer).
Finalmente, las actividades de diversión, el ocio vinculado con el deporte y la cultura
parecen ser las menos atractivas para el conjunto de los jóvenes, aunque en casi todos
los casos los porcentajes superan el 50%.

 Qué es el ocio para los jóvenes

Según el estudio Ocio (y riesgos) de los jóvenes madrileños de la FAD, para


adolescentes y jóvenes el tiempo libre y, en concreto, el ocio se convierten en un
espacio para ser ellos mismos, sin los condicionamientos de los contextos adultos. Sus
protagonistas hacen de esos microespacios temporales un lugar de desarrollo y de

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búsqueda de identidad. Esa exploración se manifiesta en el ensayo de conductas a


través de actividades y de nuevas vivencias, en un ejercicio consciente o no, pero
siempre activo y predispuesto. Es un espacio para “dejarse llevar” por el grupo, la
oferta o la moda, e incorporarse al mismo de una forma pasiva; un único ejercicio es
obligado: elegir entre lo que el contexto ofrece. Por todo ello, para estos adolescentes,
en no pocas ocasiones, el ocio sirve como espacio para la magnificación de la ruptura
con el mundo adulto, a través de una teatralización hedonista del “no límite”. Y es aquí
donde a veces se producen los deslizamientos hacia comportamientos disruptivos: en
el afán del cambio, en la búsqueda de una libertad absoluta, se disparan las conductas
de riesgo, a través de una legitimación del “no control” como algo intrínseco al ocio.

Sabido es que el ocio entre los jóvenes va mucho más allá del simple disfrute de
tiempo libre, y que se configura como una auténtica seña de identidad, tanto por la
naturaleza de las actividades que lo integran (de hecho, muy diferentes de las de los
adultos) como por el significado que a aquéllas se les otorga. Si en el mundo adulto el
ocio está constituido por elementos que van desde la autorrealización hasta la simple
relajación o el cambio de la actividad rutinaria, el ocio juvenil trasciende la
perspectiva de un enfoque individual (aunque retenga elementos de la misma) para
situarse, sobre todo, como un espacio de relación e identificación grupal.

Conclusiones de la investigación Ocio (y riesgos) de los jóvenes madrileños


(FAD, Ayuntamiento de Madrid, 2009)

¿Qué es el ocio para los jóvenes?

El tiempo de ocio es un espacio privilegiado para la definición de lo que es “ser joven” hoy. La
construcción social de la juventud viene, en gran medida, determinada por vivencias y
comportamientos propios y específicos que se le asignan a tal condición en el ocio, como son,
fundamentalmente:

1. Es social y no individual, es decir, definido por buscar en el grupo o grupos de iguales las
claves del proceso y la identificación personal y juvenil más que en conductas de carácter

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individual (que aún siendo teóricamente ocio, para el joven quedan desplazadas hacia otras
categorías de estructuración de la vida cotidiana, tales como el “tiempo libre”).
2. El escaso peso que tienen realmente en el ocio la voluntariedad o las decisiones
personales frente a las determinaciones realizadas colectivamente (sobre todo por el grupo de
referencia, de iguales). Existirían dentro del propio colectivo juvenil e incluso desde esferas
externas al mismo (publicidad, por ejemplo e, incluso, en los propios padres) socialmente
configuradas las coordenadas que definen el “ocio juvenil” esperado, preexistentes a las
decisiones personales que un joven pudiese tomar y claramente condicionantes de las mismas.

3. Espacio preeminente para la plasmación concreta de ciertas actitudes asociadas al joven,


como son la libertad y la trasgresión, por ejemplo, contrapuestas a las que encarnan los
adultos: la normatividad y la responsabilidad.

El ocio juvenil configura la identidad juvenil

El conjunto de tópicos que conforman el estereotipo sobre lo que es ser joven, socialmente
compartido por muchos sectores, permiten un uso amplio e interesado en función de quien lo
utilice: para los jóvenes puede servir para justificar su comportamiento (“tengo que ser así, es
lo que se espera de mí”) pero a la vez puede pretenderse por parte de los jóvenes escapar
individualmente de esa definición, por considerar peyorativos para ellos la mayoría de
elementos que lo conforman (por ejemplo cuando se habla de excesos en los
comportamientos de ocio, aparece el discurso sobre “son los demás los que comenten
excesos, no yo”).

El ocio es, pues, un elemento clave para la construcción y definición de la identidad juvenil:
Colectivamente: permite plasmar rasgos propios y contrapuestos a los de los adultos y
especialmente experimentar, trasgredir los límites y normas impuestos. Todos asumen que
existe en la condición de “ser joven” cierta actitud trasgresora y de confrontación con lo
establecido y se espera que un joven que quiera serlo deba comportarse como dicta su
condición vital.
Individualmente: el ocio supone un espacio de construcción personal ya que permite ir
configurando o construyendo la personalidad propia de un joven, ofrece nuevas pautas y
normas (las del grupo de referencia, principalmente) frente a las establecidas por los padres.

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El ocio juvenil se puede analizar, por tanto, como una construcción social que refleja
las normas, valores y hábitos de una sociedad en un contexto histórico y cultural
determinado. Como ya hemos comentado anteriormente, en la actualidad se produce
una ampliación del periodo de la adolescencia y la juventud hacia ambos extremos,
inicio y fin, lo que implica una prolongación en las denominadas conductas de
exploración, siendo una de ellas el consumo de sustancias.

La mayoría de los jóvenes utiliza el tiempo libre de que dispone para pasarlo con los
amigos, convirtiéndose así en un espacio temporal de consumo y descubrimiento de
formas de relación. Es decir, se crea el espacio temporal del “fin de semana”, tiempo
en el que, como se indica en el Informe de la Juventud, la juventud se divide en dos
mitades muy parecidas, ya que el 53% no sale nunca o con poca frecuencia , y el 47%
sale todos, casi todos o con bastante frecuencia.

FRECUENCIA CON QUE SALEN LOS JÓVENES LA NOCHE DE LOS FINES DE SEMANA

Como revela dicho informe, la ocupación del tiempo libre durante los fines de semana
es, para adolescentes y jóvenes, indisociable de la ocupación de un territorio, que se

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apropian y perciben emocionalmente como propio. Esta forma de actuar con respecto
al territorio, parece que responde a la necesidad de hacerse un sitio, donde poder
estar con los iguales y desarrollar las actividades afectivas, lúdicas y socializadoras que
el grupo satisface.

A este uso del tiempo y del espacio se añade que, en la práctica, la gran mayoría de las
actividades realizadas se relacionan con la sociabilidad, con el grupo, y, a su vez, con el
consumo de sustancias, principalmente el alcohol. El consumo de alcohol está
presente en la vida cotidiana de la juventud. De acuerdo a los datos de la Encuesta
Europea de Salud en España de 2014, el 67% de la población de 15 años y más había
consumido bebidas alcohólicas en los últimos 12 meses.

Parece existir una vinculación intensa entre el ocio nocturno y el consumo de drogas,
y especialmente el alcohol. Se trata de consumir alcohol y otras drogas para poder
implicarse rápidamente en la diversión, para mantenerla durante horas, para
integrarse en el grupo y para comunicarse. Cuanto más tiempo pasan los adolescentes
“de marcha”, más probable es que consuman drogas. Esta relación se muestra de
forma muy clara en la siguiente tabla.

PORCENTAJE DE CONSUMIDORES DE DROGAS (ÚLTIMO MES) SEGÚN LA FRECUENCIA


DE SALIDAS NOCTURNAS Y HORA DE REGRESO

HORA DE REGRESO A FRECUENCIA DE SALIDAS


CASA NOCTURNAS
50 46,8 60
49,5
45 50
40 33,8
40
35 30
28,7
30 17,1
20
25
10
20
15 12,5 0
10
5
0
Antes de las Entre 2h-3h Entre 4h-8h
00h

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Como se observa, el número de consumidores asciende según aumenta el número de


noches a la semana que se sale y de acuerdo a la prolongación de la hora de regreso a
casa.

Este patrón de consumo tiene un seguimiento importante entre la juventud, llegando a


convertirse en un elemento definitorio del estilo de ocio durante el fin de semana, en
lo que Calafat et al. (2007) denomina “Modelo de diversión hegemónico”. En la
investigación Ocio (y riesgos) de los jóvenes madrileños (2009) de la FAD, se analiza el
discurso juvenil sobre el ocio y se concluye que para la mayor parte de los jóvenes el
ocio es exclusivamente el ocio-fiesta, el resto de actividades son simplemente
consideradas como tiempo libre y cuyos beneficios no pueden compararse con los del
ocio-fiesta, aun considerando que sobre él tienen unas expectativas que no siempre se
cumplen.

Analizando los valores juveniles, que no se diferencian mucho de los de los adultos,
más bien al contrario, se encontró que determinados valores correlacionaban
positivamente con los consumos, y que otros actuaban en sentido contrario. Con
respecto al consumo de alcohol, los valores relacionados con la búsqueda de nuevas
sensaciones, con posturas existenciales de búsqueda egoísta de las propias ventajas o
con posturas asociales, aumentan notablemente la posibilidad de que se dé un
consumo habitual de alcohol. Los únicos valores que parece que correlacionan
negativamente con el consumo de alcohol son los centrados en una actitud prosocial
(altruismo, solidaridad, igualdad, tolerancia, respeto, etc.). La investigación ha
demostrado que estos valores prosociales son un mecanismo que sirve a la comunidad
para tratar de alcanzar un equilibrio en relación a desajustes estructurales existentes
en la sociedad. Este mecanismo resulta preventivo especialmente ante algunos
comportamientos de riesgo como el consumo de sustancias. Poseer y ejercer valores
prosociales implica que el consumo de drogas no ocupe un lugar central en la vida del
joven. Trasladamos aquí una idea expuesta y extraída del estudio de la FAD “Prevenir
¿qué? Otra mirada (y van…) sobre los problemas de drogas” (2008): los jóvenes que
participan activamente en su comunidad movidos por sus valores prosociales suelen

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 18


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tener menos problemas derivados del consumo de sustancias ya que aunque


consuman, lo hacen de forma más periférica a sus intereses existenciales”.

 El consumo de alcohol tiene un fuerte componente ambiental en nuestro entorno

Como se deduce después de ver el vídeo Prevalencias de consumo 2017 (documento


presentado como Anexo en el curso), el alcohol está presente en la vida de los
adolescentes, pese a que no debería ser así ya que su consumo les está prohibido por
ser menores de edad. Esta prohibición no impide que accedan fácilmente a esta
sustancia, como así reconoce el 65% de los adolescentes, para quienes el consumo de
alcohol es algo ordinario.

En Adolescentes antes el alcohol, La mirada de padres y madres, centran el objetivo de


estudio en España, para afirmar que a lo largo de la década de los noventa del siglo
pasado, se asentó un modelo específico de consumo de alcohol por parte de
adolescentes y jóvenes, un patrón de uso diferente del practicado tradicionalmente
por los adultos. Este modelo juvenil específico se caracteriza por un cambio en la
forma de consumir, ya que se aprecian claras diferencias en relación con los hábitos
tradicionales de consumo de alcohol, y una atribución al consumo de alcohol de ciertos
valores identitarios. Más allá de actuar como un acompañante de las comidas o de las
relaciones sociales (modelo tradicional de consumo de alcohol), el consumo de alcohol
se convierte en un fin en sí mismo, en el elemento conductor de la identidad juvenil.

El alcohol es la droga de la integración social, de la normalidad. En el inicio de su


consumo podemos encontrar razones como el afán de divertirse, la curiosidad, la prisa
por adoptar roles de adultos, o la creencia de eso es lo que se espera que hagan. Tiene
por lo tanto una doble vertiente, por un lado representa la incorporación a la vida
adulta, abandonando su condición infantil y asimilando como propios los hábitos de
los adultos, y por otro, la integración en el grupo de pares, ya que en nuestra cultura,
el alcohol es la droga que facilita las relaciones, que desinhibe y que une. Por este
motivo no es extraño que uno de los hábitos que el adolescente incorpora a su
conducta sea el consumo de alcohol. Como exponíamos en la primera parte de esta
lección, el análisis del consumo de alcohol por parte de adolescentes obliga a

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 19


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contextualizar dicho fenómeno en el momento social en el que se produce. No podría


comprenderse dicha conducta en un entorno en el que el alcohol no tuviese el peso y
la significación que tiene en España.

Es importante también resaltar el hecho de que esta conducta no es


consustancial a la población juvenil; es aprendida de los adultos, de su
estilo de vida, sus costumbres, sus valores, etc., ya que los jóvenes
reproducen en su grupo de iguales las normas que rigen en la sociedad
adulta, aunque, eso sí, adaptan estos consumos a sus necesidades de
construcción personal, creando nuevas formas de uso caracterizadas por:

 Nuevos tiempos: durante el tiempo de diversión, especialmente


el fin de semana.
 Nuevos espacios: principalmente la calle.
 Nuevas bebidas: mayor consumo de cerveza y combinados, y
menos de vino y licores.
 Nuevas razones: la identificación personal y grupal.
 Nuevas formas de abuso: consumo intensivo o binge drinking.

Estas dinámicas que se dan en la población juvenil, comienzan a gestarse en la


adolescencia. Todos estos elementos, derivados tanto del contexto social como del
específico de los adolescentes, inciden y presionan sobre la población adolescente. Y
éstos, en su avidez por crecer e incorporarse cuanto antes al mundo de los mayores, se
adaptan a las mismas dinámicas.

 Estilos de vida y conductas de riesgo

Hemos visto como durante la adolescencia la persona se encuentra en un periodo de


exploración y de búsqueda de identidad. Durante este periodo, es frecuente que una
gran parte de los adolescentes se vean implicados en conductas de riesgo, con
diferente frecuencia e intensidad, que en la mayoría de los casos tendrán una
disminución progresiva y muchas veces no intencional conforme avanzan hacia la edad

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 20


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adulta. En muchos casos empeñarse en eliminar estas conductas a toda costa puede
empeorar más las cosas porque los riesgos suponen también oportunidades de
aprendizaje necesarios en el desarrollo evolutivo para alcanzar una adecuada
maduración. Desde este punto de vista es interesante estudiar la relación y
significación que en la vida del joven tienen estas conductas en ese momento concreto
de su vida, ¿son mera experimentación?, ¿son pura provocación?, ¿se están
convirtiendo en algo significativo y central en su vida o son circunstanciales y
accesorias?
Aunque tanto para jóvenes como para adultos el estereotipo juvenil está cercano a
los riesgos, es decir, se considera consustancial a los jóvenes asumir y mantener
comportamientos de riesgo, hay diferencias importantes entre las valoraciones de
ambos grupos de población. Para un joven, el concepto “riesgo” no posee las
connotaciones negativas que tiene para un adulto, pues más que por la idea de
“peligro”, el principal sentido que le otorga es el de “experimentación”, más como
una vía de aprendizaje y construcción personal.
En la investigación La lectura juvenil de los riesgos de las drogas (Rodríguez et al, 2008)
se analiza pormenorizadamente el riesgo y la tendencia de los jóvenes hacia el mismo.
Aunque muchos jóvenes muestren una actitud prudente cuando se les pregunta, en
muchas ocasiones se comprueba que lo que dicen que piensan y lo que hacen no
siempre es coherente. No debemos olvidar que existe una cultura generalizada que
valora positivamente el riesgo como una oportunidad para madurar y hacerse adulto.
Por ejemplo, se considera muy arriesgado ir en un vehículo conducido por alguien
bebido pero, al mismo tiempo, se declara haberlo hecho en muchas ocasiones. Parece
que existe una ruptura entre las posturas genéricas sobre los riesgos y los
comportamientos que se realizan en el tiempo de ocio, la explicación la encontramos
en los beneficios potenciales que se obtienen con ellos y que, muchas veces,
olvidamos.
En la actualidad el estilo de vida juvenil, en especial su ocio, se mueve en contextos de
riesgo. Muchos de los comportamientos de los jóvenes en ese tiempo son arriesgados
por sí mismos y los propios jóvenes sienten que hay que convivir con ello, no solo

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 21


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porque vivir esos riesgos sea positivo (forma parte de la construcción personal) sino
porque es inevitable, no hay opciones, parece que asumir riesgos en el tiempo de ocio
es vivido como algo inevitable. Los jóvenes son los más propensos a asumir riesgos
“voluntarios”, por el sentimiento de invulnerabilidad y las ganas de experimentar
propias de esa etapa. Muchos componentes del ocio son arriesgados en sí mismos y,
según los jóvenes, hay que convivir con ellos ya que la fiesta resulta irrenunciable. Al
salir de marcha no saben lo que va a pasar, y esta incertidumbre es una de las ventajas
de ocupar su tiempo de ocio de esta manera, ya que supone una aventura. No
podemos olvidarnos de esta vivencia del riesgo a la hora de prevenir conductas
relacionadas con el consumo de sustancias a través del ocio.
En estas mismas conclusiones de la investigación La lectura juvenil de los riesgos de las
drogas (Rodríguez et al, 2008), encontramos otra reflexión que puede ser de gran
interés para los agentes de prevención: “Para el adolescente, el mayor riesgo no es
beber en exceso, ni consumir sustancias, ni verse envuelto en situaciones o actos
violentos, el principal temor, el peligro más evidente que corre, es la exclusión, no
formar parte del grupo, no ser aceptado en un entorno que marca, señala y condena al
individuo que se aparta del comportamiento convencional.” (Página 180-181).

Consumir durante el tiempo de ocio es un riesgo que entra dentro de lo socialmente


esperable para un joven o adolescente, por lo que garantiza la integración al mismo
tiempo que supone una ruptura con lo cotidiano. Consumir supone un aprendizaje
que aporta nuevas vivencias a los jóvenes. Otro párrafo que creemos interesante
sería el siguiente: “se sale para beber y se bebe en exceso, e incluso se afirma que la
diversión está íntimamente ligada a la ingesta, poniendo sobre la mesa la relación de
dependencia entre fiesta y consumo de alcohol” (página 185), teniendo en cuenta que
ir de fiesta es una de las actividades de ocio más practicadas, podemos valorar hasta
qué punto el alcohol ocupa un lugar central en la vida de los adolescente y jóvenes.

De la investigación de la FAD Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas


(2017), se extrae la conclusión de que detrás del consumo puede estar el deseo de
experimentar, de probar cosas nuevas, de involucrarse en diferentes ambientes y

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 22


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experiencias que pueden vincularse con la idea de “ser joven” o con actitudes como
“aprender” o “madurar”, lo que va ligado a su vez a la actitud impulsiva e inquieta
asociada con los jóvenes.

A través de estas conclusiones podemos valorar una vez más la relación entre ocio y
riesgos, y dentro de estos riesgos resulta fundamental el consumo de sustancias. Una
de las actividades de ocio que más gustan es estar con los amigos, y esta actividad los
fines de semana prácticamente siempre aparece ligada al consumo de alguna
sustancia, especialmente el alcohol.

Es imprescindible, a la luz de estas conclusiones, que analicemos con más detalle la


percepción que los jóvenes tienen sobre los riesgos relacionados con los consumos de
drogas.

Según los datos que nos ofrece la investigación de la FAD La lectura juvenil de los
riesgos de las drogas (2008), la gran mayoría de los jóvenes reconoce riesgos en los
consumos y se sitúa en posiciones contrarias a la experimentación con drogas o a la
aceptación de estos riesgos. Las afirmaciones de los jóvenes contrarias a la aceptación
del riesgo obtienen puntuaciones muy altas. Las opiniones de que las drogas destruyen
o que suponen demasiado peligro obtienen una valoración de casi 8 puntos en una
escala de 1 a 10 y, por el contrario, la afirmación de que las drogas pueden usarse
aunque sea con cuidado tiene una puntuación media de 4,5; aún menos aprobación
consigue la afirmación de que las drogas no tienen más peligro que cualquier otra
forma de diversión (3,4), igual que esa otra propuesta que defendería que consumir
drogas es cosa de jóvenes (también 3,4).

POSICIONES ANTE LOS RIESGOS DE


LAS DROGAS Porcentajes

56,7

15

Experimentación Distanciamiento
Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 23
Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

Mostramos en la siguiente tabla, algunas de las ideas manifestadas en cada


posicionamiento que muestran la forma en la que los jóvenes perciben los consumos:

EXPERIMENTACIÓN DISTANCIAMIENTO

 “Las drogas no suponen más  “Las drogas pueden más que


peligros que cualquier otra tú; es imposible controlarlas”.
forma de diversión”.  “Usar drogas no tiene
 “En la vida hay que probar de beneficios de ningún tipo”.
todo; también las drogas”.  “Usar drogas tiene
 “Las drogas tienen riesgos, demasiados riesgos, es
como todo lo que merece la preferible evitarlas”.
pena en la vida”.  “Las drogas destruyen, no hay
 “Se puede usar drogas, pero que probarlas”.
hay que tener cuidado con
ellas”.
 “Consumir drogas es cosa de
jóvenes”.

En concreto, el alcohol es calificado como un elemento de baja peligrosidad,


considerado como algo común a todos (no sólo para los jóvenes), dada la amplia
extensión de su consumo. El alcohol se percibe como una sustancia que permite
ejercitar capacidades de control, de límite y evitación de su consumo y de sus efectos,
frente a otras que lo permitirían en mucha menor medida (sustancias ilegales). Los
peligros o riesgos asociados por los jóvenes al alcohol estarían más fuera de su
consumo más que en hecho de beber en sí. De este modo, el problema no es que se
beba o cuánto se haga, sino más bien dónde y cómo se beba; es decir, los riesgos se
señalan externamente al consumo de los jóvenes y se sitúan en la posibilidad de beber
alcohol que haya sido adulterado y el hecho que se haga en lugares peligrosos.

Los jóvenes perciben claramente los riesgos derivados del consumo de alcohol u
otras drogas pero se identifican y asumen como parte casi inseparable de la
concepción del ocio-fiesta.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 24


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A pesar de contar con elementos diferenciales de relevancia, si se sigue el discurso de


los jóvenes se puede encontrar en él un reflejo de los elementos estándar del riesgo
formal percibido, hay aspectos comunes con el discurso mantenido por los adultos:

 El riesgo para la salud: este riesgo varía según el tipo de sustancia. Cirrosis y
cáncer están asociados a drogas legales, el deterioro neurológico a sustancias
ilegales… Cuando los jóvenes hablan de todos estos riesgos lo hacen desde la
cercanía y el supuesto conocimiento, lo que no quita para que el análisis que se
realiza se refiera casi exclusivamente a otros.
 El deterioro social: las drogas se perciben como capaces de romper el
equilibrio de las relaciones personales más íntimas y necesarias, especialmente
las familiares y las de amistad. Lo más comúnmente reconocido de los
consumos es que, en mayor o menor medida, “te cambian”. Se asume que no
se es la misma persona bajo los efectos de las drogas y este hecho supone
perder el sentido de quien se es realmente.
 Otros peligros colaterales: especialmente los asociados a la conducción, la
violencia y todo aquello que derive en daños a terceros.
 La adicción: si las drogas tienen un algún efecto realmente nocivo, según los
jóvenes, es la posibilidad del “enganche”. Uno de los primeros componentes
del reconocimiento de la adicción es la soledad, ya que es el arropamiento
social lo que justifica los consumos tolerables. Así, se considera que la ruptura
de las pautas establecidas con respecto al consumo se da ante dos
circunstancias:
- Consumos que exceden el espacio-tiempo festivos
- Consumos que se producen en soledad

Consumir solo, salta esa barrera, es cambiar el estatus de consumidor por el de


drogadicto, con todos los componentes de la percepción social más negativa de
los consumos.

La interiorización de las normas grupales respecto a los consumos de drogas


tiene, por tanto, mucho que ver con lo que se espera de una persona joven

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 25


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(con lo que los propios jóvenes esperan de sí mismos y de los iguales). Se


considera que el consumo de drogas, sea o no “malo”, es también “normal”: lo
que hace todo el mundo, y lo que, además, se debe hacer si se quiere formar
parte del grupo. Y no porque el grupo exija el consumo, sino porque para ser
miembro del grupo es necesario ser “normal”, regirse por las mismas pautas
que los demás. En esta concepción de lo normal tiene el mismo estatus
consumir drogas que el hecho mismo de salir de marcha los fines de semana, o
ir a determinados lugares y no a otros: se trata de estar integrado mediante la
participación en lo común.

 Por qué en la adolescencia y juventud

Aunque los comportamientos de riesgo no son exclusivos de la adolescencia y


juventud, existe una asociación evidente entre esta etapa de la vida y la probabilidad
de estos comportamientos. De entrada, esto es así porque, como hemos visto, la
adolescencia es un período de cambio, de desarrollo, de descubrimiento y de
experimentación, un proceso del que la asunción de riesgos forma parte de modo
inevitable y, probablemente, saludable en la medida en que, como decíamos, los
riesgos constituyen también oportunidades. Naturalmente, la cuantía o la gravedad de
las conductas de riesgo, o su persistencia en el tiempo, determinan su
problematicidad.

La mayoría de los jóvenes experimentan con conductas de riesgo de modo ocasional o


bajo condiciones que atenúan la gravedad del riesgo, y posteriormente van
abandonando estos comportamientos a medida que van asumiendo roles de adulto.
Una minoría, sin embargo, asume riesgos graves o de modo reiterado. En los
adolescentes de nuestra sociedad confluyen varios elementos que conjuntamente
explican la probabilidad de aparición de comportamientos llamados “de riesgo”.

Con frecuencia se asocia la tendencia a la práctica de conductas de riesgo con


determinadas características supuestamente intrínsecas de la adolescencia. Sin negar
que en la adolescencia se pueden producir determinados procesos de forma universal,
es importante enfatizar que la manera de comportarse de los adolescentes está muy

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 26


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condicionada por aspectos peculiares de cada contexto histórico y cultural. Los


adolescentes de las sociedades desarrolladas de hoy mismo tienen poco que ver con
los adolescentes de las sociedades primitivas (en las que la adolescencia se resuelve
con determinados ritos de iniciación que ingresan rápidamente al joven en la edad
adulta) o de tiempos pasados.

Queremos detenernos especialmente a analizar aquellas posturas que señalan la falta


de “percepción de riesgo”, vinculada a la falta de información sobre las consecuencias
de los riesgos, como uno de los elementos explicativos más citados a la hora de
explicar la posible relación entre jóvenes y riesgos. En la ya citada investigación de la
FAD, La lectura juvenil de los riesgos de las drogas: del estereotipo a la complejidad.
(2008), se encuentra que, cuando los adolescentes son preguntados al respecto, el
punto de vista según el cual estos tienen una visión banalizadora o de no percepción
de los riesgos no se corresponde en absoluto con la realidad. Por el contrario, la
percepción de gravedad de las posibles consecuencias de distintas conductas es
notablemente alta. Sobre una escala de 1 a 10, los riesgos del consumo habitual de
cocaína obtienen una puntuación media de 8,9, la misma que la conducción de
vehículos bajo los efectos del alcohol u otras drogas; el riesgo de consumir “pastillas”
es puntuado con 8,8; el no uso del preservativo puntúa 7,9 en gravedad, igual que el
riesgo de participar en peleas; el consumo habitual de cannabis tiene un riesgo de 7,7,
el de alcohol un 7,5 y el de tabaco un 7,3; el uso abusivo del ordenador obtiene un 5,9.
Destaquemos la contradicción entre estos datos y, por ejemplo, la reiterada apelación
a la falta de “percepción de riesgo” de los jóvenes con respecto a fumar tabaco o
consumir alcohol, falta de percepción que está en la base de los programas
preventivos orientados a modificar percepciones y actitudes sobre los riesgos.

Así pues, creemos que no puede defenderse la idea de que la práctica de conductas de
riesgo se deba fundamentalmente a una baja percepción del riesgo como resultado de
ausencia de información. Esto no significa en absoluto que los comportamientos de
riesgo sean irracionales, ni manifestaciones de desajustes psicopatológicos o de
personalidades desviadas. Este tipo de explicaciones, más que añadir conocimiento, a

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 27


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menudo tratan de ocultar la dificultad para encontrarlo mediante el recurso al


etiquetaje diagnóstico. Por el contrario, se trata de conductas perfectamente
racionales, siempre que partamos de la premisa de que las conductas de la gente (y
nos estamos refiriendo a todas las conductas, y no sólo a las que por algún motivo
consideramos problemáticas) son el resultado de un balance entre los riesgos y los
beneficios de las distintas alternativas existentes.

Nuestra forma de comportarnos, por extraña o alejada de lo “conveniente” que pueda


parecer, es el resultado de una larga y compleja historia de interacción con nuestro
entorno, que es peculiar en cada individuo y donde por lo tanto confluyen numerosos
condicionantes individuales, y a lo largo de la cual se han ido construyendo miles de
hábitos o tendencias de conducta que, aunque puedan parecer irracionales, no lo son
porque encierran algún valor instrumental, es decir, pueden compensar al individuo de
los riesgos que conllevan, aunque estos sean elevados. A este respecto, nos
limitaremos aquí a señalar que:

 Lo que es valioso para un adolescente puede ser diferente de lo que es valioso


para un adulto. Particularmente, el efecto de ser aprobado o aceptado por el
grupo de amigos es un poderosísimo reforzador que hace muy probable la
adopción de comportamientos de riesgo si estos son valorados por el grupo.
Los adultos podemos tener dificultades para entender la importancia de la
aprobación grupal, pero ciertamente no existe nada irracional en ello. Más bien
todo lo contrario, pues se trata de satisfacer una necesidad básica en un
momento evolutivo determinado.
 Las conductas de riesgo implican, por definición, la probabilidad de
consecuencias peligrosas. Pero también implican importantes gratificaciones (la
excitación, la satisfacción sexual, la diversión, la aprobación por los demás,
etc.). Pero mientras que estas últimas son inmediatas y seguras, las primeras
suelen producirse de modo más tardío y, además, no son seguras. En esta
situación, la tendencia universal (y por lo tanto en absoluto irracional) es actuar

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 28


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en función de la consecuencia inmediata. La importancia del riesgo debe ser


contemplada, pues, dentro del balance entre riesgos y beneficios.
 La probabilidad de adoptar un comportamiento que supone un riesgo está
condicionado no sólo por la magnitud o la probabilidad del riesgo, sino también
por la existencia o no de alternativas efectivas y menos arriesgadas para
conseguir los mismos resultados. Si estas alternativas no existen, o son poco
accesibles, o muy costosas, la conducta arriesgada será más probable. Es
importante, por lo tanto, que los adolescentes tengan no sólo conocimiento de
los riesgos, sino también, y sobre todo, recursos alternativos (en su entorno o
en su repertorio de destrezas personales) para satisfacer las mismas
necesidades.
 La propia definición de qué es riesgo es matizable. Un riesgo lo es cuando es
percibido como tal, y esta percepción está muy condicionada por el contexto.
Así, los riesgos para la salud del abuso de alcohol son percibidos por lo general
como reales pero, al mismo tiempo, ajenos, como algo que tiene poco que ver
con los adolescentes.

Para adolescentes y jóvenes la experimentación con situaciones de riesgo actúa como


fuente de identidad y autoafirmación. Las situaciones de riesgo son algo positivo y
forma parte de la construcción personal, y en todo caso, es algo inevitable. No pueden
evadirse los riesgos, en última instancia porque lo que resulta irrenunciable es aquello
que los contiene, la fiesta, ejemplificada sobre todo y ante todo en las noches del fin
de semana.

Para los jóvenes no hay nada que pueda compararse con el “ocio-fiesta”, no
hay ninguna otra actividad que genere tantas sensaciones y experiencias
personales y, a la vez, resulte tan barato. Pero no se puede explicar la
relevancia que ha adquirido el consumo de alcohol en la cultura juvenil sólo
desde la perspectiva exclusiva de lo lúdico (los jóvenes beben para divertirse).
Si bien es cierto que el alcohol permite superar inhibiciones, pasarlo bien y
divertirse, no es menos importante su función como conector social.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 29


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De esta manera y refiriéndose a la dicotomía en el tiempo de ocio de los jóvenes, se


observa el doble rol que desempeña el joven según nos situemos en el momento del
trabajo, estudio o vida familiar, donde la mayoría desarrolla un comportamiento
adaptado y respetando los límites impuesto en su desarrollo, o en el momento de ocio,
donde busca actividades lúdicas, placenteras con sus amigos de referencia y con la
aceptación de ciertos niveles de riesgo asumidos en el desarrollo de esas actividades.
Es el momento de la “marcha”, “donde el riesgo no depende tanto de lo que haga uno
sino de una serie de imponderables sólo determinados por el azar”.
Es en el momento de ocio donde encontramos que el riesgo se desarrolla en un
espacio de transgresión, en él se produce un proceso de experimentación de
conductas y límites, búsqueda de emociones y sensaciones que rompan la rutina del
trabajo/estudio.
Es en este espacio donde se “permiten” y se “entienden” esos consumos y
transgresiones, hasta el punto que es legítimo consumir alcohol, e incluso excederse
en este consumo, en un contexto de fiesta, pero es mal visto fuera de estas situaciones
(en las cuales, por ejemplo, se ve más riesgo de “engancharse”).
Las “experiencias” de los jóvenes parecen ser constitutivas de un periodo de la vida,
“la juventud” que se entiende como un rito de paso que completa el aprendizaje. De
acuerdo a los testimonios de los jóvenes del estudio “Sudar material”, consideraban
que cuando eran más pequeños consumían más, de una manera más peligrosa y
menos consciente. Sin embargo, con la edad, la experiencia y la adopción de
responsabilidades, el consumo desciende, como también los hacen los riesgos al existir
un mayor control por parte de los jóvenes que se asocia a madurez, a conocimiento y
elección.

En el mundo de los iguales en la adolescencia, los


estereotipos, las conductas esperadas sobre un
determinado grupo, funcionan como expectativas, como
argumentaciones incuestionables, más aún si provienen
de los pares de mayor edad.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 30


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

Los jóvenes actuales están más informados de los riesgos que conlleva el consumo de
drogas (un elevado porcentaje están “sobreinformados” de riesgos y beneficios) que
los de pasadas generaciones; pero a su vez juegan con los límites, experimentan con
ellos en la búsqueda de un proceso de aprendizaje del control de su uso. Ellos asumen
un supuesto control sobre su consumo (“falacia de control”) poniéndose el límite en
“coger el punto”, los que se pasan suelen ser los otros que son los que no controlan,
los que se exceden (en este juego de límites no se diferencian de pasadas generaciones
usando esta excusa como permiso para su consumo).
De esta manera algunos autores (Ballesteros Guerra, J.C.; de Asís Babín Vich, F.;
Rodríguez Felipe, M.A.; Megías Valenzuela, E.) señalan que “desde el punto de vista
teórico las posturas de los jóvenes ante los riesgos son ambiguas. Por un lado, los
riesgos se aceptan como necesidad vital, como algo inevitable y que puede tener
funciones positivas. Por otro, se reconocen los peligros y se da una cierta
reivindicación de la prudencia”. En sí los jóvenes valoran el consumo como “malo pero
normal”. En cualquier caso, es conocido que la correlación
expectativas/comportamiento funciona en los dos sentido: cuando se suponen más
ventajas o menos riesgos se consume más y cuando se consume más, se tiende a
subrayar los beneficios en detrimento de los peligros.

AMPLIA INFORMACIÓN
ProyectoScopio En este enlace se presentan los datos que ofrece el
Barómetro 2017 del ProyectoScopio realizado por el Centro Reina
Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, sobre la
compensación riesgos-beneficios, según los jóvenes.

Probablemente esta ambivalencia sólo se resuelve en la inmediatez de las


circunstancias concretas. Y esa aproximación a lo concreto (a qué hacer en cada caso)
parece funcionar en una tendencia a mayor asunción de los riesgos y mayor
relativización (o negación) de los peligros. Y es asumida desde los beneficios que se

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 31


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

consideran por su consumo: la integración en el grupo (aún a sabiendas de la


aceptación de cierto gregarismo), la diversión que entraña su consumo (en el caso del
alcohol asociado a la fiesta) y a la posibilidad incrementada, según ellos piensan, de la
conducta de ligue.

No tiene sentido hablar de riesgos si no se habla de beneficios.


Obviamente los y las jóvenes plantean el dilema sobre si se deben
asumir los posibles daños porque existe la posibilidad de conseguir
ventajas con los consumos. Si no fuese así el dilema no existiría: nadie
se planteraría hacer algo que pueda reportar daños si no se consigue
algo a cambio.

De los posibles beneficios derivados de los consumos de drogas se señalan los


siguientes:
 Las drogas ayudan a divertirse y a recrear la fiesta. No es que las drogas
diviertan en sí mismas, sino que cooperan para encontrar las condiciones que
pueden favorecer que la diversión sea lo mayor y mejor posible.
 Parte de la diversión implica aguantar el tiempo necesario (todo lo que sea
posible), y aguantar en las condiciones adecuadas para no perder el ritmo
colectivo y formar parte del ambiente.
 Facilitan las relaciones interpersonales, especialmente las que tienen que ver
con la posibilidad de ligar y seducir. No tanto por los resultados esperables de
ligar bajo los efectos de las drogas, sino porque permiten probarse en
situaciones nuevas o ante opciones nuevas.
 Las drogas también ayudan a sentirse diferente, a encontrar aspectos de uno
mismo inexplorados y que puedan hacer mayor la capacidad de divertirse.
 Fundamentalmente, las drogas sirven para explorar todas las posibilidades,
incluido el riesgo, para conseguir el objetivo de que la fiesta rutinizada de los
fines de semana pueda llegar a ser excepcional. En general se trata de buscar la
ruptura de las rutinas (también de las de la semana lectiva).

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 32


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

 Asumir el riesgo socializado a través de la experiencia compartida con amigos y


conocidos implica beneficios que se extraen de la normalidad y de la
integración. Lo que marca la normalidad es lo que se espera que hay que hacer,
siendo esta expectativa absolutamente rotunda al delimitar y definir el ocio
joven de fin de semana, en un proceso cerrado y unívoco en la medida en que
lo que se espera como normal no admite cuestionamiento. La normalidad y la
integración implican ventajas y beneficios y los consumos de drogas cooperan
para conseguirlos.

En este sentido, cada una de las sustancias de consumo aporta unos beneficios y se les
atribuyen unos riesgos concretos que conforman la representación colectiva juvenil
frente a los consumos y los modulan. De entre ellas, es el alcohol el que es percibido
como una sustancia con menor nivel de riesgo y que permite ejercer un gran nivel de
autocontrol. El mayor de esos riesgos es su posibilidad de “enganche”, las borracheras
y resacas, sin embargo, no se les atribuye una gran relevancia ya que consideran que
“el alcohol no te cambia tu manera de ser” y te ayuda a experimentar sensaciones y
posibilidades de experiencias personales que sintonizan de forma clara con los
objetivos de la fiesta (aguantar, relacionarse, ligar,…).

Es interesante tener en cuenta que el riesgo (conocido por los jóvenes), la amenaza
que puede suponer el consumo, sólo se legitima en el contexto grupal; es en el seno
del grupo, en la construcción de su universo cultural y normativo, donde se señalan los
límites y patrones, los riesgos y beneficios, el “estilo de consumo” y las formas de
consumo, los ritos de inclusión y aceptación en el grupo. El grupo de amigos conforma
un referente clave y el alcohol pueden posibilitar la inserción en determinados grupos
juveniles. Aún siendo conscientes de los riesgos, compensa su consumo por la
necesidad de exhibición y posicionamiento en el grupo. Estas normas establecidas de
forma colectiva permiten poca elección personal y presionan para la realización de
comportamientos normativos (hay que consumir porque es lo que corresponde a los
jóvenes) a pesar de que ellos mismos manifiestan no conseguir satisfacer las
expectativas que fin de semana tras fin de semana se había puesto en ellos. De ahí la

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 33


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importancia de trabajar con los grupos de referencia además de tratar de consolidar


tomas de decisiones más personales en relación al ocio a través del fomento del
pensamiento crítico.

DISCURSO JUVENIL SOBRE LOS RIESGOS DE LAS DROGAS

1. TODOS 2. AUNQUE 3. PARA SER 4. EXISTEN 5. ADEMÁS, LAS


LOS LAS JOVEN HAY DETERMINADAS DROGAS
JÓVENES DROGAS QUE CONDICIONES QUE TAMBIÉN
ASUMEN ASUMIR HACEN QUE EL
SUPONEN PROPORCIONAN
RIESGOS RIESGOS Y CONSUMO
UN RIESGO BENEFICIOS QUE
POR HECHO TAMBIÉN SUPONGA MENOS
DE SERLO CONSUMIR COMPENSAN LOS
RIESGOS:
DROGAS EDAD: durante la RIESGOS:
juventud divertirse,
TIEMPO: durante el aguantar, ligar,
tiempo de ocio sentirse
FORMA: de forma diferente,
controlada, ligada INTEGRARSE…
la diversión y en
compañía

El consumo de drogas entre los adolescentes es, pues, un fenómeno


claramente grupal, principalmente de fin de semana, asociado al
tiempo de ocio y diversión, propio de jóvenes socialmente
integrados, centrado especialmente en el consumo de alcohol, y en
el que se asume cierto nivel de riesgo. La asunción de este riesgo
viene determinada, en buena parte, como un factor que ayuda a la
integración grupal.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 34


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LECCIÓN 1.2 - EL ALCOHOL: SUSTANCIA DE CONSUMO

1.2.1. CONCEPTOS Y DEFINICIONES

La Organización Mundial de la Salud concede al alcohol la consideración de droga y la


define como “toda sustancia que introducida en un organismo vivo, puede modificar
una o más funciones de éste, capaz de generar dependencia caracterizada por la
pulsión a tomar la sustancia de un modo continuado o periódico, a fin de obtener sus
efectos y, a veces, de evitar el malestar de su falta”. (Kramer y Cameron, OMS, 1975).
Igualmente, entiende por droga de abuso (Shuckit, 2000) “cualquier sustancia, tomada
a través de cualquier vía de administración, que altera el estado de ánimo, el nivel de
percepción o el funcionamiento cerebral”.

La OMS proporciona también una serie de datos y cifras acerca de lo que supone a
nivel mundial el consumo de alcohol:

 El uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y


trastornos.

 En general, el 5,1% de la carga mundial de morbilidad y lesiones es atribuible al


consumo de alcohol, calculado en términos de la esperanza de vida ajustada en
función de la discapacidad (EVAD). (Esperanza de Vida ajustada en función de la
discapacidad).

 El consumo de alcohol provoca defunción y discapacidad a una edad


relativamente temprana. En el grupo etario de 20 a 39 años, un 25% de las
defunciones son atribuibles al consumo de alcohol.

 Existe una relación causal entre el consumo nocivo de alcohol y una serie de
trastornos mentales y comportamentales, además de las enfermedades no
transmisibles y los traumatismos.

 Recientemente se han determinado relaciones causales entre el consumo


nocivo y la incidencia de enfermedades infecciosas tales como la tuberculosis y
el VIH/sida.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 35


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 Más allá de las consecuencias sanitarias, el consumo nocivo de alcohol provoca


pérdidas sociales y económicas importantes, tanto para las personas como para
la sociedad en su conjunto.

 Cada año se producen 3,3 millones de muertes en el mundo debido al consumo


abusivo de alcohol, lo que representa un 5,9% de todas las defunciones.

Cuando hablamos de alcohol nos referimos a alcohol etílico (etanol, de fórmula


química CH3 CH2 OH), principal componente de las bebidas alcohólicas y responsable
de los efectos psicoactivos que aparecen después del consumo.

Es la droga más consumida en nuestro entorno. A lo largo de la historia de España, el


alcohol ha formado parte de la dieta como un alimento más, al igual que ha formado
parte de las costumbres, de la cultura y de las tradiciones. Por estos motivos, por su
permanente presencia en todo tipo de actos y eventos, por su normalización, no
siempre es considerada como una droga. Atendiendo a la definición de droga dada al
inicio, no se tiene en cuenta algo tan fundamental como el carácter cultural de muchas
sustancias, que aún cumpliendo con las características expuestas en esta definición y
consideradas así por sus efectos farmacológicos, sin embargo, muchas personas no
considerarían que las están considerando como drogas al consumirlas. Es el caso de las
drogas legales, el tabaco y por supuesto el alcohol.

Podemos considerar como drogas aquellas sustancias que:

 Al ser consumidas afectan al funcionamiento del SNC y, como


consecucia, modifican algunas de nuestras funciones:
comportamiento, pensamiento, estado emocional, estado de
conciencia, percepción, capacidad de reacción,…
 Al ser usadas de forma habitual tienen capacidad para
producir dependencia y/o tolerancia.
 En situaciones de abuso producen problemas en los ámbitos
individual (físico y psicológico) y social (familiar, laboral, de
relaciones…)
 Son reconocidas y consideradas como tales en el contexto
cultural en el que aparecen.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 36


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Las sustancias psicoactivas son aquéllas que tienen la posibilidad de modificar el


funcionamiento del SNC y, por lo tanto, alteran tanto el pensamiento como el
comportamiento, las emociones, las sensopercepciones..., y el alcohol es una de ellas.
Se trata, como decimos, de la droga más consumida en nuestro país y la que sin duda
más problemas produce.

El alcohol se encuadra dentro del grupo de sustancias psicoactivas denominadas


depresoras, son aquellas que atenúan o inhiben los mecanismos cerebrales de la
vigilia, y pueden producir distintos grados de inactivación, desde la relajación, sedación
y somnolencia, hasta la hipnosis, anestesia y coma, dependiendo de las dosis. Algunas
drogas, además, tienen unos efectos específicos como la producción de analgesia. En
contra de la creencia popular el alcohol no es un estimulante del Sistema Nervioso
Central sino un depresor que actúa bloqueando el funcionamiento del sistema cerebral
responsable de controlar las inhibiciones.

Así, la OMS también habla del concepto de drogodependencia, aplicable a algunas de


las situaciones derivadas del consumo de alcohol caracterizadas por un estado de
intoxicación periódica o crónica producida por el consumo de droga natural o
sintetizada y caracterizado por:

 Deseo dominante para continuar tomado la droga y obtenerla por cualquier


medio.

 Tendencia a incrementar la dosis.

 Dependencia física y generalmente psíquica, con síndrome de abstinencia por


retirada de la droga.

 Efectos nocivos para el individuo y la sociedad.

 Origen

Su origen proviene de la fermentación o la destilación de diversos productos de origen


vegetal tales como frutas, granos o bayas. Según se trate de un procedimiento u otro,
se conseguirán bebidas de diferente graduación (concentración de alcohol):

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 37


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 Fermentadas: son aquellas bebidas naturales elaboradas exclusivamente a


partir de la fermentación de alimentos como la uva, los cereales, los frutos
carnosos o las bayas. Son características de este grupo el vino, la cerveza y la
sidra, oscilando su graduación alcohólica entre 1°, 2° y 14°.

 Espirituosas o destiladas: aquellas bebidas obtenidas por destilación de


productos fermentados, por maceración en alcohol etílico o por adicción de
aromas, azúcares u otros productos edulcorantes al alcohol etílico o destilados,
o las mezclas de las mismas entre sí o con otras bebidas, para obtener mayores
concentraciones de alcohol, superando los 15°. Entre ellas el orujo, el pacharán,
el vodka, el whisky, el ron o la ginebra.

El alcohol es también la sustancia psicoactiva más extendida entre la población de 15 a


64 años en España. Los datos proporcionados por el Plan Nacional sobre Drogas a
través de la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) 2015-16, nos
muestran que en 2015 el 77,6% de la población declaró un consumo de alcohol en los
últimos 12 meses previos a la realización de la encuesta, y el 62,1% reconoció haber
tomado alcohol en los últimos 30 días. Tanto en el colectivo femenino como en el
masculino, más del 90% de la población ha tomado bebidas alcohólicas alguna vez en
su vida.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 38


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FUENTE: Estadísticas 2015 del Observatorio Español de las Drogas y las Toxicomanías
http://cort.as/quEo y Eurostat (2014), que no tiene datos para algunos países como
Francia o Irlanda.

Esta sustancia ha estado presente a lo largo de la historia, es parte de rituales


religiosos y ha funcionado como catalizador de las interacciones sociales desde hace
mucho tiempo. En el último siglo, el alcohol se ha convertido en una sustancia
asequible y muy consumida, alcanzando su mayor tasa de consumo en los años 70

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 39


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(1975 marca el punto de inflexión máximo de consumo de alcohol). En esta época el


abordaje que se hacía de los alcohólicos no estaba exento de juicios morales, eran
considerados viciosos y no se hacían intervenciones médicas salvo en casos de gran
deterioro físico. Progresivamente el uso del alcohol cambia:

 Cambian los consumidores ya que se unen al grupo las mujeres y los menores
no acompañados.

 Cambia la forma de consumo ya que se pasa del “beber gastronómico” al


“beber más social”, en situaciones de ocio.

 Cambian las bebidas ya que se incorporan las bebidas destiladas, las mezclas o
combinaciones.

 Cambia el tiempo de consumo, de entre semana a su mayoritaria


concentración durante el fin de semana, cuando el sábado comenzó a
considerarse festivo de forma mayoritaria a partir de los 80. El consumo de
alcohol comienza a vincularse al ocio ya que se toma conciencia del peligro de
mezclar trabajo y alcohol, por lo que se reserva el consumo a los momentos de
ocio del fin de semana.

Fueron los jóvenes de los 80 los que instauraron la pauta de consumo actual,
concentrada en el ocio nocturno de fin de semana, y esos jóvenes son los adultos de
hoy que se sorprenden y alarman por los consumos que realiza la juventud actual pero
que de alguna manera también los consienten. Una novedad de hoy en día es el
consumo de tipo binge drinking (consumo intensivo o atracón), la gran concentración
de consumo de alcohol en poco tiempo, que aumenta los riesgos del mismo.

En el siguiente enlace se puede ver un vídeo muy interesante en el que Eusebio


Megías, analiza la historia de los problemas de alcohol y su abordaje en España.

VER VÍDEO:
Ponencia “JÓVENES Y ALCOHOL”. Eusebio Megías

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 40


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

No podemos dejar de abordar los consumos de alcohol desde el ámbito familiar; la


gran mayoría de adolescentes declara que en su casa se consumen bebidas alcohólicas,
con lo que desde que tienen uso de razón perciben el consumo de alcohol como algo
absolutamente normal, con gran significación simbólica para las relaciones, para la
diversión, etc.

Es un producto de fácil suministro, con escasas restricciones de compra para los


adolescentes. La mayoría confiesa hacerlo con facilidad, por mucho que existan
teóricos impedimentos legales para ello: el 93,8% de los escolares españoles cree que
obtener alcohol es fácil o muy fácil, según la información proporcionada en el estudio
Adolescentes ante el alcohol, la mirada de padres y madres, de la Colección de Estudios
Sociales de la Fundación “La Caixa”.

En este contexto, algunos adolescentes, tanto chicas como chicos, comienzan a beber
a una edad media de entre 13 y 14 años. Estos consumos se van incrementando con la
edad, con lo que al final de la adolescencia, antes de llegar a los 18 (edad legal para
consumir alcohol), la gran mayoría ha iniciado un contacto regular con la sustancia.

Es ilustrativo de esta normalización del consumo de alcohol en la sociedad en general,


y del grupo que nos ocupa en particular, las cifras tomadas del Proyecto Educativo Alba
promovido por la Federación de Bebidas Espirituosas (Hablemos de alcohol. Por un
nuevo paradigma en el beber adolescente, 2010):

 El 61% de los jóvenes de 12 a 18 años consume habitualmente.

 El 69% de los consumidores se inició entre los 13 y los 16 años.

 No tienen dificultad en adquirir bebidas alcohólicas.

 Un 10% de los consumidores, busca “colocarse” directamente.

 El consumo se concentra sobre todo durante los fines de semana, si se


consume entre semana, la bebida es de menor graduación.

 El 72% de los adolescentes de 12 a 18, cuando sale el fin de semana, llegan a


casa después de las 4 de la madrugada, la media horaria es a las 5.30 horas.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 41


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 El 87% del conjunto de jóvenes que sale el fin de semana, consume bebidas
alcohólicas.

 El 56% se ha emborrachado en alguna ocasión. Le ha sentado mal la bebida al


50% de los consumidores adolescentes.

 El 45% dice tener permiso de sus padres para consumir alcohol.

 El 70% de los adolescentes nunca les han pedido el DNI, en relación a su


consumo o adquisición del alcohol. La mitad de los adolescentes que beben, se
emborracha como mínimo una vez cada dos meses.

 Algunas definiciones

Uso/Abuso/Dependencia

Diremos que alguien usa el alcohol cuando consume de modo que no ocasiona graves
trastornos ni en su comportamiento ni en su salud. Una persona que abusa del alcohol
frecuentemente tiene consecuencias negativas relacionadas con su deterioro orgánico
o de naturaleza psicosocial. La gente joven es más vulnerable a sufrir daños físicos,
emocionales y sociales derivados de sus propios hábitos o de los hábitos de beber de
otras personas. Hay fuertes vínculos entre consumos de alto riesgo, violencia,
comportamientos sexuales de riesgo, accidentes de tráfico y otros accidentes,
incapacidades permanentes y la muerte.

Un joven puede ser dependiente del alcohol, no solo cuando la utilización de la


sustancia forma parte de su estilo de vida y la necesita para desarrollar sus actividades
cotidianas sino también cuando no es capaz de divertirse ni relacionarse con sus
iguales sin que esté presente el consumo de alcohol.

Tolerancia

Es el mecanismo por el cual es preciso aumentar la cantidad de alcohol consumida


para obtener los mismos efectos que tenía al inicio del consumo. Este fenómeno es a
veces considerado por los jóvenes erróneamente como algo positivo, es decir que se

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 42


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suele opinar que aguantar más bebiendo es beneficioso, sin reparar que lo que está
ocurriendo es que el organismo se va habituando al consumo de esta droga.

Sin embargo, en consumidores crónicos y debido al mal funcionamiento del hígado,


una pequeña cantidad de alcohol es suficiente para llegar a la embriaguez, a esto se le
denomina tolerancia negativa.

Síndrome de abstinencia

Es el conjunto de síntomas que aparecen cuando el individuo deja de consumir


bruscamente la sustancia de la que es adicto. Hablar de síndrome de abstinencia
implica hablar de dependencia previa y son frecuentes las manifestaciones tanto físicas
como psíquicas.

En particular el denominado síndrome de abstinencia alcohólico es uno de los que más


compromete la salud de los individuos que son adictos. Cuando una persona es adicta
al alcohol y deja de consumirlo puede aparecer un síndrome de abstinencia de suma
gravedad, con cuadros de delirium tremens. El alcohol es una sustancia capaz de
provocar la muerte por su síndrome de abstinencia.

Sin embargo este proceso físico no se da entre los jóvenes ya que precisa un proceso
de deterioro y cronificación importantes. Lo que aparece con mayor frecuencia es el
síndrome de abstinencia psicológico y/o el deseo compulsivo de su consumo, en
ocasiones difícil de percibir porque en determinadas situaciones de ocio, diversión, etc.
no se produce abstinencia, es decir, que siempre se da el consumo.

Sobredosis

Es el estado inducido al organismo por haber consumido una cantidad de sustancia


mayor que la que éste puede procesar. Existen sustancias y/o vías de consumo capaces
de provocar graves deterioros físicos y psicológicos, incluida la muerte.

Dependencia

Pero, ¿cómo se pasa del uso del alcohol a la dependencia?

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 43


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Es importante explicar aquellas circunstancias que rodean al mantenimiento del


consumo. Aquí desarrollamos las fases que Elisardo Becoña (1999) explicita en su
Modelo comprensivo del consumo de drogas:

1. Fase previa o de predisposición: el individuo aún no ha tenido relación con el


alcohol, pero será preciso contemplar algunas variables, que van a facilitar o a
dificultar que se produzca el consumo. Este autor se refiere en primer lugar a la
predisposición socio-cultural que se genera a través de las creencias,
expectativas y conductas que comparten los grupos sociales a los que las
personas pertenecemos.

Los elementos socio-culturales están en la base de los comportamientos de los


individuos y tienen un innegable papel en las creencias y actitudes de las
personas con respecto a los consumos de drogas. La publicidad, los medios de
comunicación, la presencia del alcohol en la sociedad, los usos y costumbres
sociales y los modelos que la sociedad propone sobre la ocupación del tiempo
libre, son especialmente relevantes como factores de predisposición en el
consumo de alcohol.

La predisposición biológica, es también tenida en cuenta, aunque parece que


no resulta muy explicativa, ya que los estudios en los que se investiga la base
genética de las adicciones no aparecen resultados concluyentes de que la
predisposición biológica se presente en un porcentaje significativo de casos.

Entre los factores de predisposición psicológica, Becoña se refiere a la


inteligencia, el aprendizaje y la personalidad como variables, que en constante
interacción con las anteriores, dan como resultado comportamientos que las
personas llevamos a cabo. Lo que la persona aprende en el contexto en el que
se desarrolla, cómo se enfrenta a su medio, y los valores y actitudes sociales
que cada uno adopta, tienen un amplio peso en la probabilidad de consumir o
no.

2. Fase de conocimiento: si bien es claro que el alcohol está y forma parte de


nuestra cultura, es preciso atender al hecho diferencial de que unas personas
Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 44
Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

consumen, mientras que otras permanecen abstinentes. Así, si esta droga está
disponibles en el entorno más inmediato de la persona, será más probable que
se generen expectativas sobre su consumo. Los jóvenes adolescentes conocen
las drogas en su proceso de socialización, tanto por los medios de
comunicación, los amigos y por la familia. Esto, unido a ciertas características
evolutivas, tales como el deseo de autonomía, el interés por experimentar o el
deseo de divertirse, hacen de estas edades las más frecuentes para iniciar los
consumos.

3. Fase de experimentación e inicio al consumo: Teniendo en cuenta los factores


de riesgo y de protección que forman parte de cada joven y del entorno en el
que se desenvuelve, es más o menos probable que se produzca el deseo de
probar la sustancia. Esto está relacionado, por un lado con la facilidad de
acceder al alcohol (normas, prohibiciones, edad), las expectativas que sobre los
efectos se ha generado, a la vez que la percepción del riesgo que para cada cual
comporte su consumo. Asimismo las habilidades para enfrentar situaciones de
ofrecimiento en un botellón de donde se dice que “todo el mundo consume”,
el estado emocional del sujeto y las circunstancias de la propia vida, cobran un
papel preponderante.

La noción de factor de riesgo o de protección implica términos de probabilidad


y no de causalidad. Esto supone que la aparición de un concreto factor de
riesgo, por muy aproximado que se encuentre a la conducta de consumir
drogas, no tiene por qué provocar un consumo, simplemente nos alerta del
riesgo que supone. Aún más, un factor de protección podría neutralizar ese
riesgo, de modo que la conducta del consumo de drogas no se produzca. Sin
embargo el hecho de disponer de habilidades o competencias tampoco supone
la eliminación del riesgo, al estilo causa-efecto. Los factores de protección
pueden contribuir a amortiguar, pero en ningún caso predicen la abstinencia.

Es evidente que cuantos más factores de riesgo estén conjugados en un


individuo en particular, en el contexto concreto en el que vive y se desarrolla,

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 45


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más aumenta la posibilidad de que se den consumos. Y, por tanto lo contrario,


una buena disposición de habilidades y estrategias personales disminuirán la
aparición de problemas de drogas para ese individuo, en ese particular entorno.

Es por ello que la prevención del consumo de drogas, en tanto que


minimización del impacto de los factores de riesgo y la potenciación y
desarrollo de factores de protección, es fundamental en estas etapas, en las
cuales el sujeto está teniendo contacto directo con el alcohol y se encuentra en
un momento de inflexión con respecto a su consumo.

4. Fase de consolidación: cuando la persona ha probado alguna sustancia, ha


experimentado sus efectos y a la vez otras consecuencias derivadas del mismo.
Los efectos podrán haber sido los esperados o tal vez no, sus amigos habrán
aprobado o desaprobado su comportamiento, la familia habrá conocido su
consumo o ignorará la situación, administrará consecuencias o permanecerá
pasiva, castigará con dureza o desconocerá la posición a adoptar. Todas estas
variables guardan una estrecha relación con el mantenimiento a más largo
plazo del consumo de alcohol.

5. Fase de mantenimiento o de abandono: el mantenimiento de un


comportamiento está relacionado con las consecuencias que por el mismo
obtiene el sujeto. Un monto superior de consecuencias positivas por beber
alcohol supondrá que la persona se mantendrá en su consumo, por el
contrario, cuando alguien empieza a considerar el consumo como algo
negativo, es posible que inicie un proceso de toma de decisiones para limitarlo
o abandonarlo.

6. Fase de recaída: esta fase podrá producirse una vez abandonado el consumo,
debido a las dificultades que la persona que ha sido adicta tiene para controlar
su abstinencia. Esta fase y la anterior, pueden repetirse en sucesivas ocasiones,
ocurriendo que tras periodos de abandono del consumo, le sigan periodos de
recaída, hasta que la persona logra la abstinencia definitiva, recupera un uso
controlado o bien, continúa en el consumo de riesgo. No debe, por lo tanto,

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 46


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interpretarse como un fracaso, sino más bien como una fase del proceso, una
oportunidad de aprendizaje que acercará al objetivo final.

Desintoxicación y deshabituación

Es altamente recomendable el apoyo de profesionales especializados para realizar un


adecuado diagnóstico, desintoxicación y para el posterior tratamiento de
rehabilitación con personas con problemas de adicción. Existen, en los servicios
especializados de las diversas comunidades autónomas, tratamientos específicos para
jóvenes con problemas de alcohol y apoyo para las familias.

La FAD tiene Servicios de Información y Orientación Telefónicos, de llamada gratuita, a


vuestra disposición si fuera preciso informar u orientar a alguien sobre pautas de
actuación y recursos asistenciales.

1.2.2. CARACTERÍSTICAS Y EFECTOS

A diferencia de la mayoría de los alimentos, el alcohol no necesita digestión. Se han


descrito cuatro etapas en el recorrido que el alcohol efectúa en nuestro organismo:

 Absorción: el alcohol ingerido a través de una bebida alcohólica es absorbido


directamente por el aparato digestivo. Pasa a lo largo del esófago, atraviesa el
estómago y entra al intestino delgado. Aunque una pequeña cantidad de
alcohol pasa al torrente sanguíneo a través de la mucosa del estómago, la
mayor parte del alcohol pasa a la circulación sanguínea a través de las paredes
del intestino delgado. La velocidad de absorción será mayor si la ingesta la
hacemos con el estómago vacío o si la acompañamos de bebidas gaseosas. Por
ejemplo, si se ha ingerido comida rica en grasas, proteínas e hidratos de
carbono, el alcohol pasará más lentamente al cuerpo.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 47


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

La absorción a la sangre es rápida, entrando en riego sanguíneo en pocos


minutos y alcanzando las máximas concentraciones en sangre en un tiempo
estimado de 30 a 90 minutos.

 Distribución: el alcohol se distribuye a través de la sangre a todos los órganos y


tejidos del cuerpo, donde es absorbido en proporción a su contenido en agua.
El efecto del alcohol en el organismo va a depender de su concentración en la
sangre, lo que se conoce como “tasa de alcoholemia”, gramos de alcohol puro
por litro de sangre circulante.

El alcohol se distribuye con facilidad hacia el Sistema Nervioso Central, donde


ejerce un efecto depresor de sus funciones, lo que se conoce como
“intoxicación etílica”.

 Metabolización: la metabolización es un proceso de transformación, mediante


cambios bioquímicos, de las sustancias ingeridas en otros compuestos
asimilables por nuestro organismo. Alrededor del 90% del alcohol absorbido es
metabolizado en el hígado. La eliminación del mismo es lenta, se estima que el
hígado de una persona adulta puede metabolizar aproximadamente 10 gramos
de alcohol por hora, el equivalente a un vaso de vino o una caña.

 Eliminación: el 10% del alcohol restante es eliminado directamente a través de


la piel, del aire expirado y la orina.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 48


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

Una vez que el alcohol ingerido pasa a la circulación sanguínea, pude permanecer en
ésta hasta 18 horas. Pocos minutos después de haber bebido, pueden aparecer una
serie de efectos cuya manifestación varía según la cantidad que se haya bebido y las
características de las personas:

 La edad: las personas jóvenes son más sensibles a los efectos del alcohol en
actividades que tienen que ver con la planificación, la memoria y el aprendizaje.

 El sexo: la misma cantidad de alcohol ingerida, a igual peso, afecta más a las
mujeres- por cuestiones que tienen que ver con enzimas y grasas corporales.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 49


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 El peso: a menos grasa corporal, aumentan los efectos.

 La combinación con bebidas carbónicas como la tónica, las colas, etc., que
aceleran la intoxicación.

 El sistema digestivo: si se come a la vez que se bebe, sobre todo alimentos


grasos, se enlentece la intoxicación. La asimilación de alcohol es más rápida con
el estómago vacío.

 El estado de ánimo.

 La combinación con otras sustancias: por ejemplo, cuando se combina con


cannabis se incrementan los efectos sedantes de ambas sustancias.

El alcohol es un depresor del Sistema Nervioso Central, que actúa bloqueando el


funcionamiento del sistema cerebral responsable de controlar las inhibiciones. Los
efectos producidos por la ingesta de alcohol, dependen de la cantidad consumida, a
medida que su concentración en sangre aumenta, los efectos sobre la conducta se
agudizan. Por orden de aparición en el tiempo y en relación con la concentración en el
organismo, los efectos son los siguientes:

DESHINIBICIÓN

EUFORIA

AUMENTO
DE LA
RELAJACIÓN
SOCIABILIDAD
DISMINUYE LA DIFICULTAD
CAPACIDAD DE PARA
HABLAR CON
ASOCIAR
COHERENCIA
SE REDUCE LA IDEAS
RESPUESTA A SE ALTERAN
COORDINACIÓN INTOXICACIÓN
ESTÍMULOS
EXTERNOS Y EQUILIBRIO AGUDA

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 50


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El uso repetido de alcohol produce tolerancia, al adaptarse el organismo a esta


sustancia.

 A corto plazo…

En contra de la creencia popular, el alcohol no es un estimulante del Sistema Nervioso


Central, sino un depresor del mismo. Consumido en exceso, desaparecen los efectos
facilitadores de las relaciones interpersonales y hacen su entrada los efectos sedantes
con una reducción de las capacidades de rendimiento y asociativas, torpeza motora y
al andar (ataxia), falta de equilibrio y disminución de los reflejos, sedación y descenso
del rendimiento psicomotor así como de la capacidad de conducción o manejo de
maquinaria. Por tanto, a la sensación inicial de euforia y deshinbición, le sigue un
estado de somnolencia con visión borrosa, descoordinación muscular, aumento del
tiempo de respuesta, disminución de la capacidad de atender y comprender, fatiga
muscular, etc. Un consumo excesivo produce acidez de estómago, vómitos, diarrea,
descenso de la temperatura corporal, sed, dolor de cabeza, deshidratación…

En los primeros momentos de consumo de alcohol uno de los síntomas físicos más
importantes a tener en cuenta es la sensación de calor, pero este aumento de la
temperatura sólo es a nivel periférico, ya que aumenta la circulación sanguínea por las
partes más externas del cuerpo, mientras que disminuye la circulación por lo órganos
internos del organismo.

El alcohol afecta a los centros superiores del cerebro, por lo tanto tiene efectos sobre
los sentimientos, la reflexión, la memoria, la atención y el control social. Al ser un
depresor del Sistema Nervioso Central actúa bloqueando las inhibiciones, lo que
provoca que la persona se sienta eufórica, alegre, con una falsa sensación de seguridad
en sí misma, que puede llevar a realizar comportamientos de riesgo tales como
accidentes de tráfico, prácticas sexuales de riesgo con oportunidad de contagios de
enfermedades de transmisión sexual y/o embarazos no deseados, violencia y actos
vandálicos, entre otros.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 51


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

 A largo plazo…

El alcohol consumido de forma crónica es responsable de importantes lesiones y


deterioros en diversos órganos del cuerpo. Los riesgos más conocidos están
relacionados con el aparato digestivo: hepatitis y cirrosis, úlceras y gastritis.

Fuente: Organización Mundial de la Salud. (2001).

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 52


Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención

Entre las consecuencias psicólogicas podemos destacar embriaguez patológica,


amnesia transitoria, “delirium tremens”, alucinosis alcohólica, trastornos del estado de
ánimo, trastornos de ansiedad, del sueño, síndrome de Wernike-Korsakov, demencias,
patología dual, (concurrencia del consumo de alcohol junto con otras patologías
mentales tales como esquizofrenia, depresión, ansiedad,…) que merecen un abordaje
sanitario específico y cuya gravedad es fácilmente suponible.

Si nos referimos a las consecuencias sociales que el consumo de alcohol acarrea


podemos destacar el mal ambiente familiar y las dificultades de comunicación
consabidas a la vez que en algunos casos, comportamientos violentos. Los problemas
en el ámbito laboral suelen también tener una alta prevalencia, así como los
accidentes de tráfico y otros problemas judiciales.

1.2.3. FORMAS DE CONSUMO Y FORMAS DE MEDIR ESTE CONSUMO

 Consumo experimental: es el consumo que tiene por objeto “probar” los


efectos de las sustancias. Una vez que se ha experimentado, la persona decide
si continua o interrumpe el consumo.

El consumo de carácter experimental es propio de adolescentes y jóvenes, que


al desconocer los efectos de distintas drogas, tienen deseos de experimentar
con ellas.

Es bastante frecuente realizar este comportamiento con el grupo de amigos,


bien sea el habitual o bien con otros que ya hayan experimentado con drogas.

 Consumo ocasional: es el uso esporádico de la sustancia, sin frecuencia ni


intensidad fijas. Es decir, los efectos ya son conocidos para la persona, que
decide volver a probar la sustancia de vez en cuando, pero sin que sea algo
frecuente o habitual.

 Consumo habitual: uso frecuente de una droga, con objeto de obtener sus
efectos.

 Consumo compulsivo: el consumidor se encuentra habitualmente bajo los


efectos de la sustancia y organiza su vida en torno al consumo. Son evidentes

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 53


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las consecuencias adversas que esto puede ocasionar para el individuo que
consume de este modo, ya que supone un deterioro de todas las áreas de su
vida, a la vez que desórdenes orgánicos relacionados con el consumo de la
droga en particular.

Estos son los patrones que clásicamente se suelen considerar con respecto a las drogas
en general, sin embargo en el caso del alcohol debemos reparar en el tipo de consumo
denominado binge drinking (“atracón”). Se trata de consumos excesivos de alcohol (se
ha establecido el consumo de “atracón” en 5 o más vasos/cañas/copas de bebidas
alcohólicas en un intervalo aproximado de dos horas), especialmente entre
adolescentes y adultos jóvenes, en cortos períodos de tiempo y que devienen en
"borracheras". En ocasiones se produce la mezcla de alcohol con otras sustancias
psicoactivas (policonsumo), siendo frecuente en los consumos juveniles encontrar
claros vínculos entre el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales tales como
cannabis y/o cocaína.

 ¿Cómo medimos el consumo de alcohol?

La Unidad de Bebida Estándar (UBE) es la forma consensuada de calcular los gramos de


alcohol que se han consumido ya que lo importante no es la cantidad de líquido
ingerido, sino la cantidad de alcohol que contiene la bebida.

En España 1 UBE = 10 gr. de alcohol puro

Se establece una diferencia por género, ya que la estructura física de hombre y


mujeres, su capacidad de metebolización del alcohol y la distribución de la grasa
corporal, hace que existan diferencias en el nivel de tolerancia y asimilación del etanol.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 54


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Tipos de bebidas y su equivalencia en Unidades de Bebida Estándar

TIPO DE
VOLUMEN Nº DE UBE
BEBIDA

1 vaso (100cc.) 1
1 litro 10
VINO ------------------------
1 caña (200cc.) 1
1 litro 5
CERVEZA ------------------------
1 copa (50cc.) 2
1 cubata (50cc.) 2
COPAS 1 litro 40
------------------------

Un comportamiento de riesgo es siempre difícil de definir y medir, por lo ya


comentado en anteriormente en esta lección, la definición de riesgo no es la misma
para todas las personas y en todos los contextos. En general, refiriéndonos al consumo
de alcohol, se define como aquel patrón de consumo que supone un alto riesgo de
daños futuros para la salud mental o física, pero que no supone un problema en la
actualidad.

¿Qué entendemos por un uso responsable del alcohol?

Atendiendo a los criterios marcados por la OMS, el consumo de alcohol no debe


superar los siguientes parámetros:

La OMS recomienda no superar:

11 UBE/semana 17 UBE/semana

2 UBE/día 3 UBE/día

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 55


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Estos criterios marcan los patrones y tasas de consumo que señalan la distancia entre
los usos y consumos de bajo y alto riesgo. Es necesario recordar que estos criterios
excluyen a algunos colectivos, especialmente a los menores de 18 años.

Cualquier consumo de alcohol que haga un menor de edad


debe ser considerado de riesgo.

A pesar de este criterio, la enorme extensión de estos consumos entre la población


joven y adolescente, y las diferentes formas de consumo existentes, obligan a matizar,
no es lo mismo un consumo moderado de alcohol, realizado de forma ocasional, que el
consumo abusivo, realizado de forma compulsiva o habitual.

Una vez que están claros estos estándares, la dificultad se encuentra en establecer si el
cómputo debe hacerse por día o por semana. Dado lo irreal de suponer que una
persona realiza un consumo igual o parecido todos los días, se ha establecido un
cómputo semanal.

Cuando una persona es abstemia toda la semana pero consume una gran cantidad de
alcohol en poco tiempo, (8 UBE) en una sola ocasión, al menos una vez al mes, también
es una conducta de riesgo. Este patrón de consumo entre la población adolescente y
joven debe preocupar por sus importantes consecuencias.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 56


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Relación entre los modos de consumo y las UBE de consumo habitual en una semana

Uso moderado: equivale a un consumo de bajo Consumo inferior a 11


riesgo, que iría desde el consumo esporádico, en UBE/semana en mujeres
ocasiones especiales, hasta el consumo regular e inferior a 17
en cantidades pequeñas que no exceden de los UBE/semana en
límites establecidos para el consumo perjudicial hombres.
o de riesgo.

Consumo de riesgo: aquel que supera los límites Entre 11-17 UBE/semana
del consumo prudente y que aumenta el riesgo en mujeres y 17-28
de sufrir enfermedades, accidentes, lesiones o UBE/semana en
trastornos mentales o del comportamiento. hombres.

Consumo superior a 17
Consumo de alto riesgo: consumo frecuente, en
UBE/semana en mujeres
diversas situaciones habitualmente con
y superior a 28
necesidad, donde el alcohol juega un papel
UBE/semana en
central en la vida de la persona.
hombres.

Viendo la evolución del consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes, se observa que


las tasas de prevalencia se han mantenido más o menos estables. Sin embargo, sí se
han incrementado los consumos problemáticos o de riesgo, lo que indica que una
parte importante de la población adolescente que mantenía pautas de consumo
moderadas ha pasado a realizar un consumo exagerado.

Estas recomendaciones no pueden aplicarse a determinados colectivos


como menores, conductores, usuarios de maquinaria peligrosa,
embarazadas o personas con enfermedades que pueden agravarse con
el consumo de alcohol. En estos casos el consumo responsable es 0.

Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 57

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