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UNIDAD DIDÁCTICA 1
ALCOHOL, MENORES Y JÓVENES: LOS USOS QUE DEBEMOS ENTENDER
ÍNDICE
LECCIÓN 1.1. – LAS FORMAS DE CONSUMO ACTUAL EN MENORES Y JÓVENES
Origen
Algunas definiciones
En los últimos años las etapas de la adolescencia y juventud se han visto prolongadas
en nuestra sociedad, y de acuerdo a diversos estudios, adolescencia y juventud
coinciden, se solapan durante unos años. Por un lado, se empuja hacia abajo la
categoría social de la adolescencia, y por otro lado, se prolongan las edades juveniles,
hasta una emancipación que no ocurre ya hasta bien entrada la treintena. Esta
situación provoca que durante este intervalo los adolescentes adopten ciertas
actitudes de irresponsabilización sobre lo que hacen y sobre lo que sucede, un poco
como estar al margen de lo que les rodea, como se explica en el libro Adolescentes
ante el alcohol. La mirada de padres y madres (Fundación la Caixa, 2007).
La adolescencia
Las construcciones sociales sobre cómo deben ser y comportarse los jóvenes,
responden a un contexto social y son, asimismo compartidas por los grupos de
referencia, esto es, de socialización juvenil. Aún cuando pueda considerarse que son
los propios menores y jóvenes quienes de forma libre y voluntaria deciden consumir
alcohol, se debe atender al contexto social que condiciona y modula esas decisiones.
Situarse correctamente ante los riesgos del consumo de alcohol por parte de menores
y jóvenes, supone entender sus usos adaptados a un nuevo contexto sociocultural y
económico, que condiciona el estilo de vida juvenil, sus hábitos y valores y, como
consecuencia, también a los consumos de drogas. Podemos decir que adolescentes y
jóvenes se sitúan en una sociedad del ocio, una sociedad de consumo, en la que la
información constituye una herramienta de primer orden. Así:
En este contexto general, los diferentes análisis sociológicos destacan algunos factores
a tener en cuenta por su relación con el mundo juvenil:
Centrándonos en los procesos de socialización del joven, los estudios destacan como la
familia y la escuela han ido perdiendo protagonismo en beneficio del grupo de iguales.
Así, el tiempo de ocio, principalmente en fin de semana, se muestra como un espacio
esencial de encuentro e identidad. En este contexto el alcohol se mantiene como una
droga central en el proceso de relación e integración social.
Esta situación da como resultado una mayor relevancia en los procesos de socialización
del grupo de iguales y de los modelos ofrecidos por los medios de comunicación social.
De acuerdo a los datos extraídos de las Conclusiones del Sondeo de opinión Jóvenes,
ocio y consumo, realizado por el INJUVE, se puede diferenciar entre:
Ocio deseado por los y las jóvenes, en el que declaran como actividades más
atractivas son:
USAR EL ORDENADOR
HACER DEPORTE
IR DE EXCURSIÓN
IR AL TEATRO
IR A MUSEOS, EXPOSICIONES
ASISTIR A CONFERENCIAS,
COLOQUIOS
Ocio practicado por los y las jóvenes, en el que las oportunidades de ocio de los
y las jóvenes se ven limitados por un descenso del dinero disponible para las
mismas. Sin embargo, el tiempo de ocio, en este mismo periodo, se ha
incrementado en una hora (de 26.00 horas en 2007 pasamos a 27,1 en 2014).
Tiempo de ocio que se valora como suficiente por dos de cada tres jóvenes
(64,2%).
Los últimos datos sobre el ocio juvenil son los proporcionados por el Informe de la
Juventud 2016:
Atendiendo a los datos que nos proporciona el anterior gráfico, el mapa de los
intereses de la juventud es muy variado, aunque se puede afirmar que las actividades
que cuentan con mayor atractivo se realizan fuera del hogar e implican un
distanciamiento del lugar de residencia. En segundo lugar, se situarían aquellas
actividades que se realizan preferentemente en casa (ver la televisión y leer).
Finalmente, las actividades de diversión, el ocio vinculado con el deporte y la cultura
parecen ser las menos atractivas para el conjunto de los jóvenes, aunque en casi todos
los casos los porcentajes superan el 50%.
Sabido es que el ocio entre los jóvenes va mucho más allá del simple disfrute de
tiempo libre, y que se configura como una auténtica seña de identidad, tanto por la
naturaleza de las actividades que lo integran (de hecho, muy diferentes de las de los
adultos) como por el significado que a aquéllas se les otorga. Si en el mundo adulto el
ocio está constituido por elementos que van desde la autorrealización hasta la simple
relajación o el cambio de la actividad rutinaria, el ocio juvenil trasciende la
perspectiva de un enfoque individual (aunque retenga elementos de la misma) para
situarse, sobre todo, como un espacio de relación e identificación grupal.
El tiempo de ocio es un espacio privilegiado para la definición de lo que es “ser joven” hoy. La
construcción social de la juventud viene, en gran medida, determinada por vivencias y
comportamientos propios y específicos que se le asignan a tal condición en el ocio, como son,
fundamentalmente:
1. Es social y no individual, es decir, definido por buscar en el grupo o grupos de iguales las
claves del proceso y la identificación personal y juvenil más que en conductas de carácter
individual (que aún siendo teóricamente ocio, para el joven quedan desplazadas hacia otras
categorías de estructuración de la vida cotidiana, tales como el “tiempo libre”).
2. El escaso peso que tienen realmente en el ocio la voluntariedad o las decisiones
personales frente a las determinaciones realizadas colectivamente (sobre todo por el grupo de
referencia, de iguales). Existirían dentro del propio colectivo juvenil e incluso desde esferas
externas al mismo (publicidad, por ejemplo e, incluso, en los propios padres) socialmente
configuradas las coordenadas que definen el “ocio juvenil” esperado, preexistentes a las
decisiones personales que un joven pudiese tomar y claramente condicionantes de las mismas.
El conjunto de tópicos que conforman el estereotipo sobre lo que es ser joven, socialmente
compartido por muchos sectores, permiten un uso amplio e interesado en función de quien lo
utilice: para los jóvenes puede servir para justificar su comportamiento (“tengo que ser así, es
lo que se espera de mí”) pero a la vez puede pretenderse por parte de los jóvenes escapar
individualmente de esa definición, por considerar peyorativos para ellos la mayoría de
elementos que lo conforman (por ejemplo cuando se habla de excesos en los
comportamientos de ocio, aparece el discurso sobre “son los demás los que comenten
excesos, no yo”).
El ocio es, pues, un elemento clave para la construcción y definición de la identidad juvenil:
Colectivamente: permite plasmar rasgos propios y contrapuestos a los de los adultos y
especialmente experimentar, trasgredir los límites y normas impuestos. Todos asumen que
existe en la condición de “ser joven” cierta actitud trasgresora y de confrontación con lo
establecido y se espera que un joven que quiera serlo deba comportarse como dicta su
condición vital.
Individualmente: el ocio supone un espacio de construcción personal ya que permite ir
configurando o construyendo la personalidad propia de un joven, ofrece nuevas pautas y
normas (las del grupo de referencia, principalmente) frente a las establecidas por los padres.
El ocio juvenil se puede analizar, por tanto, como una construcción social que refleja
las normas, valores y hábitos de una sociedad en un contexto histórico y cultural
determinado. Como ya hemos comentado anteriormente, en la actualidad se produce
una ampliación del periodo de la adolescencia y la juventud hacia ambos extremos,
inicio y fin, lo que implica una prolongación en las denominadas conductas de
exploración, siendo una de ellas el consumo de sustancias.
La mayoría de los jóvenes utiliza el tiempo libre de que dispone para pasarlo con los
amigos, convirtiéndose así en un espacio temporal de consumo y descubrimiento de
formas de relación. Es decir, se crea el espacio temporal del “fin de semana”, tiempo
en el que, como se indica en el Informe de la Juventud, la juventud se divide en dos
mitades muy parecidas, ya que el 53% no sale nunca o con poca frecuencia , y el 47%
sale todos, casi todos o con bastante frecuencia.
FRECUENCIA CON QUE SALEN LOS JÓVENES LA NOCHE DE LOS FINES DE SEMANA
Como revela dicho informe, la ocupación del tiempo libre durante los fines de semana
es, para adolescentes y jóvenes, indisociable de la ocupación de un territorio, que se
apropian y perciben emocionalmente como propio. Esta forma de actuar con respecto
al territorio, parece que responde a la necesidad de hacerse un sitio, donde poder
estar con los iguales y desarrollar las actividades afectivas, lúdicas y socializadoras que
el grupo satisface.
A este uso del tiempo y del espacio se añade que, en la práctica, la gran mayoría de las
actividades realizadas se relacionan con la sociabilidad, con el grupo, y, a su vez, con el
consumo de sustancias, principalmente el alcohol. El consumo de alcohol está
presente en la vida cotidiana de la juventud. De acuerdo a los datos de la Encuesta
Europea de Salud en España de 2014, el 67% de la población de 15 años y más había
consumido bebidas alcohólicas en los últimos 12 meses.
Parece existir una vinculación intensa entre el ocio nocturno y el consumo de drogas,
y especialmente el alcohol. Se trata de consumir alcohol y otras drogas para poder
implicarse rápidamente en la diversión, para mantenerla durante horas, para
integrarse en el grupo y para comunicarse. Cuanto más tiempo pasan los adolescentes
“de marcha”, más probable es que consuman drogas. Esta relación se muestra de
forma muy clara en la siguiente tabla.
Analizando los valores juveniles, que no se diferencian mucho de los de los adultos,
más bien al contrario, se encontró que determinados valores correlacionaban
positivamente con los consumos, y que otros actuaban en sentido contrario. Con
respecto al consumo de alcohol, los valores relacionados con la búsqueda de nuevas
sensaciones, con posturas existenciales de búsqueda egoísta de las propias ventajas o
con posturas asociales, aumentan notablemente la posibilidad de que se dé un
consumo habitual de alcohol. Los únicos valores que parece que correlacionan
negativamente con el consumo de alcohol son los centrados en una actitud prosocial
(altruismo, solidaridad, igualdad, tolerancia, respeto, etc.). La investigación ha
demostrado que estos valores prosociales son un mecanismo que sirve a la comunidad
para tratar de alcanzar un equilibrio en relación a desajustes estructurales existentes
en la sociedad. Este mecanismo resulta preventivo especialmente ante algunos
comportamientos de riesgo como el consumo de sustancias. Poseer y ejercer valores
prosociales implica que el consumo de drogas no ocupe un lugar central en la vida del
joven. Trasladamos aquí una idea expuesta y extraída del estudio de la FAD “Prevenir
¿qué? Otra mirada (y van…) sobre los problemas de drogas” (2008): los jóvenes que
participan activamente en su comunidad movidos por sus valores prosociales suelen
adulta. En muchos casos empeñarse en eliminar estas conductas a toda costa puede
empeorar más las cosas porque los riesgos suponen también oportunidades de
aprendizaje necesarios en el desarrollo evolutivo para alcanzar una adecuada
maduración. Desde este punto de vista es interesante estudiar la relación y
significación que en la vida del joven tienen estas conductas en ese momento concreto
de su vida, ¿son mera experimentación?, ¿son pura provocación?, ¿se están
convirtiendo en algo significativo y central en su vida o son circunstanciales y
accesorias?
Aunque tanto para jóvenes como para adultos el estereotipo juvenil está cercano a
los riesgos, es decir, se considera consustancial a los jóvenes asumir y mantener
comportamientos de riesgo, hay diferencias importantes entre las valoraciones de
ambos grupos de población. Para un joven, el concepto “riesgo” no posee las
connotaciones negativas que tiene para un adulto, pues más que por la idea de
“peligro”, el principal sentido que le otorga es el de “experimentación”, más como
una vía de aprendizaje y construcción personal.
En la investigación La lectura juvenil de los riesgos de las drogas (Rodríguez et al, 2008)
se analiza pormenorizadamente el riesgo y la tendencia de los jóvenes hacia el mismo.
Aunque muchos jóvenes muestren una actitud prudente cuando se les pregunta, en
muchas ocasiones se comprueba que lo que dicen que piensan y lo que hacen no
siempre es coherente. No debemos olvidar que existe una cultura generalizada que
valora positivamente el riesgo como una oportunidad para madurar y hacerse adulto.
Por ejemplo, se considera muy arriesgado ir en un vehículo conducido por alguien
bebido pero, al mismo tiempo, se declara haberlo hecho en muchas ocasiones. Parece
que existe una ruptura entre las posturas genéricas sobre los riesgos y los
comportamientos que se realizan en el tiempo de ocio, la explicación la encontramos
en los beneficios potenciales que se obtienen con ellos y que, muchas veces,
olvidamos.
En la actualidad el estilo de vida juvenil, en especial su ocio, se mueve en contextos de
riesgo. Muchos de los comportamientos de los jóvenes en ese tiempo son arriesgados
por sí mismos y los propios jóvenes sienten que hay que convivir con ello, no solo
porque vivir esos riesgos sea positivo (forma parte de la construcción personal) sino
porque es inevitable, no hay opciones, parece que asumir riesgos en el tiempo de ocio
es vivido como algo inevitable. Los jóvenes son los más propensos a asumir riesgos
“voluntarios”, por el sentimiento de invulnerabilidad y las ganas de experimentar
propias de esa etapa. Muchos componentes del ocio son arriesgados en sí mismos y,
según los jóvenes, hay que convivir con ellos ya que la fiesta resulta irrenunciable. Al
salir de marcha no saben lo que va a pasar, y esta incertidumbre es una de las ventajas
de ocupar su tiempo de ocio de esta manera, ya que supone una aventura. No
podemos olvidarnos de esta vivencia del riesgo a la hora de prevenir conductas
relacionadas con el consumo de sustancias a través del ocio.
En estas mismas conclusiones de la investigación La lectura juvenil de los riesgos de las
drogas (Rodríguez et al, 2008), encontramos otra reflexión que puede ser de gran
interés para los agentes de prevención: “Para el adolescente, el mayor riesgo no es
beber en exceso, ni consumir sustancias, ni verse envuelto en situaciones o actos
violentos, el principal temor, el peligro más evidente que corre, es la exclusión, no
formar parte del grupo, no ser aceptado en un entorno que marca, señala y condena al
individuo que se aparta del comportamiento convencional.” (Página 180-181).
experiencias que pueden vincularse con la idea de “ser joven” o con actitudes como
“aprender” o “madurar”, lo que va ligado a su vez a la actitud impulsiva e inquieta
asociada con los jóvenes.
A través de estas conclusiones podemos valorar una vez más la relación entre ocio y
riesgos, y dentro de estos riesgos resulta fundamental el consumo de sustancias. Una
de las actividades de ocio que más gustan es estar con los amigos, y esta actividad los
fines de semana prácticamente siempre aparece ligada al consumo de alguna
sustancia, especialmente el alcohol.
Según los datos que nos ofrece la investigación de la FAD La lectura juvenil de los
riesgos de las drogas (2008), la gran mayoría de los jóvenes reconoce riesgos en los
consumos y se sitúa en posiciones contrarias a la experimentación con drogas o a la
aceptación de estos riesgos. Las afirmaciones de los jóvenes contrarias a la aceptación
del riesgo obtienen puntuaciones muy altas. Las opiniones de que las drogas destruyen
o que suponen demasiado peligro obtienen una valoración de casi 8 puntos en una
escala de 1 a 10 y, por el contrario, la afirmación de que las drogas pueden usarse
aunque sea con cuidado tiene una puntuación media de 4,5; aún menos aprobación
consigue la afirmación de que las drogas no tienen más peligro que cualquier otra
forma de diversión (3,4), igual que esa otra propuesta que defendería que consumir
drogas es cosa de jóvenes (también 3,4).
56,7
15
Experimentación Distanciamiento
Alcohol, menores y jóvenes: los usos que debemos entender 23
Curso ALCOHOL Y MENORES ¿HACEMOS ALGO? Propuesta de Intervención Educativa para la Prevención
EXPERIMENTACIÓN DISTANCIAMIENTO
Los jóvenes perciben claramente los riesgos derivados del consumo de alcohol u
otras drogas pero se identifican y asumen como parte casi inseparable de la
concepción del ocio-fiesta.
El riesgo para la salud: este riesgo varía según el tipo de sustancia. Cirrosis y
cáncer están asociados a drogas legales, el deterioro neurológico a sustancias
ilegales… Cuando los jóvenes hablan de todos estos riesgos lo hacen desde la
cercanía y el supuesto conocimiento, lo que no quita para que el análisis que se
realiza se refiera casi exclusivamente a otros.
El deterioro social: las drogas se perciben como capaces de romper el
equilibrio de las relaciones personales más íntimas y necesarias, especialmente
las familiares y las de amistad. Lo más comúnmente reconocido de los
consumos es que, en mayor o menor medida, “te cambian”. Se asume que no
se es la misma persona bajo los efectos de las drogas y este hecho supone
perder el sentido de quien se es realmente.
Otros peligros colaterales: especialmente los asociados a la conducción, la
violencia y todo aquello que derive en daños a terceros.
La adicción: si las drogas tienen un algún efecto realmente nocivo, según los
jóvenes, es la posibilidad del “enganche”. Uno de los primeros componentes
del reconocimiento de la adicción es la soledad, ya que es el arropamiento
social lo que justifica los consumos tolerables. Así, se considera que la ruptura
de las pautas establecidas con respecto al consumo se da ante dos
circunstancias:
- Consumos que exceden el espacio-tiempo festivos
- Consumos que se producen en soledad
Así pues, creemos que no puede defenderse la idea de que la práctica de conductas de
riesgo se deba fundamentalmente a una baja percepción del riesgo como resultado de
ausencia de información. Esto no significa en absoluto que los comportamientos de
riesgo sean irracionales, ni manifestaciones de desajustes psicopatológicos o de
personalidades desviadas. Este tipo de explicaciones, más que añadir conocimiento, a
Para los jóvenes no hay nada que pueda compararse con el “ocio-fiesta”, no
hay ninguna otra actividad que genere tantas sensaciones y experiencias
personales y, a la vez, resulte tan barato. Pero no se puede explicar la
relevancia que ha adquirido el consumo de alcohol en la cultura juvenil sólo
desde la perspectiva exclusiva de lo lúdico (los jóvenes beben para divertirse).
Si bien es cierto que el alcohol permite superar inhibiciones, pasarlo bien y
divertirse, no es menos importante su función como conector social.
Los jóvenes actuales están más informados de los riesgos que conlleva el consumo de
drogas (un elevado porcentaje están “sobreinformados” de riesgos y beneficios) que
los de pasadas generaciones; pero a su vez juegan con los límites, experimentan con
ellos en la búsqueda de un proceso de aprendizaje del control de su uso. Ellos asumen
un supuesto control sobre su consumo (“falacia de control”) poniéndose el límite en
“coger el punto”, los que se pasan suelen ser los otros que son los que no controlan,
los que se exceden (en este juego de límites no se diferencian de pasadas generaciones
usando esta excusa como permiso para su consumo).
De esta manera algunos autores (Ballesteros Guerra, J.C.; de Asís Babín Vich, F.;
Rodríguez Felipe, M.A.; Megías Valenzuela, E.) señalan que “desde el punto de vista
teórico las posturas de los jóvenes ante los riesgos son ambiguas. Por un lado, los
riesgos se aceptan como necesidad vital, como algo inevitable y que puede tener
funciones positivas. Por otro, se reconocen los peligros y se da una cierta
reivindicación de la prudencia”. En sí los jóvenes valoran el consumo como “malo pero
normal”. En cualquier caso, es conocido que la correlación
expectativas/comportamiento funciona en los dos sentido: cuando se suponen más
ventajas o menos riesgos se consume más y cuando se consume más, se tiende a
subrayar los beneficios en detrimento de los peligros.
AMPLIA INFORMACIÓN
ProyectoScopio En este enlace se presentan los datos que ofrece el
Barómetro 2017 del ProyectoScopio realizado por el Centro Reina
Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, sobre la
compensación riesgos-beneficios, según los jóvenes.
En este sentido, cada una de las sustancias de consumo aporta unos beneficios y se les
atribuyen unos riesgos concretos que conforman la representación colectiva juvenil
frente a los consumos y los modulan. De entre ellas, es el alcohol el que es percibido
como una sustancia con menor nivel de riesgo y que permite ejercer un gran nivel de
autocontrol. El mayor de esos riesgos es su posibilidad de “enganche”, las borracheras
y resacas, sin embargo, no se les atribuye una gran relevancia ya que consideran que
“el alcohol no te cambia tu manera de ser” y te ayuda a experimentar sensaciones y
posibilidades de experiencias personales que sintonizan de forma clara con los
objetivos de la fiesta (aguantar, relacionarse, ligar,…).
Es interesante tener en cuenta que el riesgo (conocido por los jóvenes), la amenaza
que puede suponer el consumo, sólo se legitima en el contexto grupal; es en el seno
del grupo, en la construcción de su universo cultural y normativo, donde se señalan los
límites y patrones, los riesgos y beneficios, el “estilo de consumo” y las formas de
consumo, los ritos de inclusión y aceptación en el grupo. El grupo de amigos conforma
un referente clave y el alcohol pueden posibilitar la inserción en determinados grupos
juveniles. Aún siendo conscientes de los riesgos, compensa su consumo por la
necesidad de exhibición y posicionamiento en el grupo. Estas normas establecidas de
forma colectiva permiten poca elección personal y presionan para la realización de
comportamientos normativos (hay que consumir porque es lo que corresponde a los
jóvenes) a pesar de que ellos mismos manifiestan no conseguir satisfacer las
expectativas que fin de semana tras fin de semana se había puesto en ellos. De ahí la
La OMS proporciona también una serie de datos y cifras acerca de lo que supone a
nivel mundial el consumo de alcohol:
Existe una relación causal entre el consumo nocivo de alcohol y una serie de
trastornos mentales y comportamentales, además de las enfermedades no
transmisibles y los traumatismos.
Origen
FUENTE: Estadísticas 2015 del Observatorio Español de las Drogas y las Toxicomanías
http://cort.as/quEo y Eurostat (2014), que no tiene datos para algunos países como
Francia o Irlanda.
Cambian los consumidores ya que se unen al grupo las mujeres y los menores
no acompañados.
Cambian las bebidas ya que se incorporan las bebidas destiladas, las mezclas o
combinaciones.
Fueron los jóvenes de los 80 los que instauraron la pauta de consumo actual,
concentrada en el ocio nocturno de fin de semana, y esos jóvenes son los adultos de
hoy que se sorprenden y alarman por los consumos que realiza la juventud actual pero
que de alguna manera también los consienten. Una novedad de hoy en día es el
consumo de tipo binge drinking (consumo intensivo o atracón), la gran concentración
de consumo de alcohol en poco tiempo, que aumenta los riesgos del mismo.
VER VÍDEO:
Ponencia “JÓVENES Y ALCOHOL”. Eusebio Megías
En este contexto, algunos adolescentes, tanto chicas como chicos, comienzan a beber
a una edad media de entre 13 y 14 años. Estos consumos se van incrementando con la
edad, con lo que al final de la adolescencia, antes de llegar a los 18 (edad legal para
consumir alcohol), la gran mayoría ha iniciado un contacto regular con la sustancia.
El 87% del conjunto de jóvenes que sale el fin de semana, consume bebidas
alcohólicas.
Algunas definiciones
Uso/Abuso/Dependencia
Diremos que alguien usa el alcohol cuando consume de modo que no ocasiona graves
trastornos ni en su comportamiento ni en su salud. Una persona que abusa del alcohol
frecuentemente tiene consecuencias negativas relacionadas con su deterioro orgánico
o de naturaleza psicosocial. La gente joven es más vulnerable a sufrir daños físicos,
emocionales y sociales derivados de sus propios hábitos o de los hábitos de beber de
otras personas. Hay fuertes vínculos entre consumos de alto riesgo, violencia,
comportamientos sexuales de riesgo, accidentes de tráfico y otros accidentes,
incapacidades permanentes y la muerte.
Tolerancia
suele opinar que aguantar más bebiendo es beneficioso, sin reparar que lo que está
ocurriendo es que el organismo se va habituando al consumo de esta droga.
Síndrome de abstinencia
Sin embargo este proceso físico no se da entre los jóvenes ya que precisa un proceso
de deterioro y cronificación importantes. Lo que aparece con mayor frecuencia es el
síndrome de abstinencia psicológico y/o el deseo compulsivo de su consumo, en
ocasiones difícil de percibir porque en determinadas situaciones de ocio, diversión, etc.
no se produce abstinencia, es decir, que siempre se da el consumo.
Sobredosis
Dependencia
consumen, mientras que otras permanecen abstinentes. Así, si esta droga está
disponibles en el entorno más inmediato de la persona, será más probable que
se generen expectativas sobre su consumo. Los jóvenes adolescentes conocen
las drogas en su proceso de socialización, tanto por los medios de
comunicación, los amigos y por la familia. Esto, unido a ciertas características
evolutivas, tales como el deseo de autonomía, el interés por experimentar o el
deseo de divertirse, hacen de estas edades las más frecuentes para iniciar los
consumos.
6. Fase de recaída: esta fase podrá producirse una vez abandonado el consumo,
debido a las dificultades que la persona que ha sido adicta tiene para controlar
su abstinencia. Esta fase y la anterior, pueden repetirse en sucesivas ocasiones,
ocurriendo que tras periodos de abandono del consumo, le sigan periodos de
recaída, hasta que la persona logra la abstinencia definitiva, recupera un uso
controlado o bien, continúa en el consumo de riesgo. No debe, por lo tanto,
interpretarse como un fracaso, sino más bien como una fase del proceso, una
oportunidad de aprendizaje que acercará al objetivo final.
Desintoxicación y deshabituación
Una vez que el alcohol ingerido pasa a la circulación sanguínea, pude permanecer en
ésta hasta 18 horas. Pocos minutos después de haber bebido, pueden aparecer una
serie de efectos cuya manifestación varía según la cantidad que se haya bebido y las
características de las personas:
La edad: las personas jóvenes son más sensibles a los efectos del alcohol en
actividades que tienen que ver con la planificación, la memoria y el aprendizaje.
El sexo: la misma cantidad de alcohol ingerida, a igual peso, afecta más a las
mujeres- por cuestiones que tienen que ver con enzimas y grasas corporales.
La combinación con bebidas carbónicas como la tónica, las colas, etc., que
aceleran la intoxicación.
El estado de ánimo.
DESHINIBICIÓN
EUFORIA
AUMENTO
DE LA
RELAJACIÓN
SOCIABILIDAD
DISMINUYE LA DIFICULTAD
CAPACIDAD DE PARA
HABLAR CON
ASOCIAR
COHERENCIA
SE REDUCE LA IDEAS
RESPUESTA A SE ALTERAN
COORDINACIÓN INTOXICACIÓN
ESTÍMULOS
EXTERNOS Y EQUILIBRIO AGUDA
A corto plazo…
En los primeros momentos de consumo de alcohol uno de los síntomas físicos más
importantes a tener en cuenta es la sensación de calor, pero este aumento de la
temperatura sólo es a nivel periférico, ya que aumenta la circulación sanguínea por las
partes más externas del cuerpo, mientras que disminuye la circulación por lo órganos
internos del organismo.
El alcohol afecta a los centros superiores del cerebro, por lo tanto tiene efectos sobre
los sentimientos, la reflexión, la memoria, la atención y el control social. Al ser un
depresor del Sistema Nervioso Central actúa bloqueando las inhibiciones, lo que
provoca que la persona se sienta eufórica, alegre, con una falsa sensación de seguridad
en sí misma, que puede llevar a realizar comportamientos de riesgo tales como
accidentes de tráfico, prácticas sexuales de riesgo con oportunidad de contagios de
enfermedades de transmisión sexual y/o embarazos no deseados, violencia y actos
vandálicos, entre otros.
A largo plazo…
Consumo habitual: uso frecuente de una droga, con objeto de obtener sus
efectos.
las consecuencias adversas que esto puede ocasionar para el individuo que
consume de este modo, ya que supone un deterioro de todas las áreas de su
vida, a la vez que desórdenes orgánicos relacionados con el consumo de la
droga en particular.
Estos son los patrones que clásicamente se suelen considerar con respecto a las drogas
en general, sin embargo en el caso del alcohol debemos reparar en el tipo de consumo
denominado binge drinking (“atracón”). Se trata de consumos excesivos de alcohol (se
ha establecido el consumo de “atracón” en 5 o más vasos/cañas/copas de bebidas
alcohólicas en un intervalo aproximado de dos horas), especialmente entre
adolescentes y adultos jóvenes, en cortos períodos de tiempo y que devienen en
"borracheras". En ocasiones se produce la mezcla de alcohol con otras sustancias
psicoactivas (policonsumo), siendo frecuente en los consumos juveniles encontrar
claros vínculos entre el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales tales como
cannabis y/o cocaína.
TIPO DE
VOLUMEN Nº DE UBE
BEBIDA
1 vaso (100cc.) 1
1 litro 10
VINO ------------------------
1 caña (200cc.) 1
1 litro 5
CERVEZA ------------------------
1 copa (50cc.) 2
1 cubata (50cc.) 2
COPAS 1 litro 40
------------------------
11 UBE/semana 17 UBE/semana
2 UBE/día 3 UBE/día
Estos criterios marcan los patrones y tasas de consumo que señalan la distancia entre
los usos y consumos de bajo y alto riesgo. Es necesario recordar que estos criterios
excluyen a algunos colectivos, especialmente a los menores de 18 años.
Una vez que están claros estos estándares, la dificultad se encuentra en establecer si el
cómputo debe hacerse por día o por semana. Dado lo irreal de suponer que una
persona realiza un consumo igual o parecido todos los días, se ha establecido un
cómputo semanal.
Cuando una persona es abstemia toda la semana pero consume una gran cantidad de
alcohol en poco tiempo, (8 UBE) en una sola ocasión, al menos una vez al mes, también
es una conducta de riesgo. Este patrón de consumo entre la población adolescente y
joven debe preocupar por sus importantes consecuencias.
Relación entre los modos de consumo y las UBE de consumo habitual en una semana
Consumo de riesgo: aquel que supera los límites Entre 11-17 UBE/semana
del consumo prudente y que aumenta el riesgo en mujeres y 17-28
de sufrir enfermedades, accidentes, lesiones o UBE/semana en
trastornos mentales o del comportamiento. hombres.
Consumo superior a 17
Consumo de alto riesgo: consumo frecuente, en
UBE/semana en mujeres
diversas situaciones habitualmente con
y superior a 28
necesidad, donde el alcohol juega un papel
UBE/semana en
central en la vida de la persona.
hombres.