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Testimonios personales de contacto con el alcohol y las drogas.
El que la Biblia no prohíba las bebidas alcohólicas no significa que tengamos que
consumirlas. Existen muchas razones para abstenerse. Por ejemplo, quien ha sido
alcohólico conoce los riesgos de tomar siquiera un trago. La mujer embarazada tal vez
decida no beber alcohol por miedo a perjudicar al feto. Y un conductor que sabe que el
alcohol nubla el juicio y disminuye los reflejos no bebería, pues pondría en peligro su
vida y la de otras personas.
El cristiano, por su parte, tampoco querría ser causa de tropiezo para aquellos cuya
conciencia no les permite beber alcohol (Romanos 14:21). Por eso, no sería prudente
que consumiera bebidas alcohólicas cuando participara en el ministerio público.
Es interesante que la Ley que Dios instauró en el antiguo Israel prohibía a los
sacerdotes beber “vino [y] licor embriagante” cuando oficiaban en el tabernáculo
(Levítico 10:9). Además, en países donde hay leyes que prohíben o restringen el
consumo de bebidas alcohólicas, el cristiano respetará dichas leyes (Romanos 13:1).
Beber alcohol o no es decisión personal. Sin embargo, en caso de hacerlo hay que
tener presente que la Biblia recomienda la moderación. En ella se aconseja a los
cristianos que, “sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa,
hagan todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
Para reflexionar
¿qué advertencia da la Biblia sobre el consumo de bebidas alcohólicas? (1 Corintios
6:9, 10.)
¿qué principios guían a los cristianos verdaderos respecto a la comida y la bebida?
(1 Corintios 10:31.)