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La oración contemplativa
AMAR
La auténtica experiencia de Dios es una vivencia espiritual al alcance de todos.
Raras veces es totalmente gratuita. Corresponde más bien al fruto natural de un
esfuerzo personal hecho de deseos, de intereses, de busca, de iniciativa, de
esfuerzo perseverante...
Los deseos, los intereses, las búsquedas y los esfuerzos personales orientados
hacia otros objetivos obstaculizan la ejecución de un proyecto formal de mejorar
la vida de oración. La orientación real en sentido de Dios y la coherencia de las
actitudes internas y externas y del comportamiento comprueban la sinceridad de
nuestro propósito.
El hombre ha sido creado para amar y ser amado. Por eso nadie escapa de la
necesidad de optar entre amar y ser amado, por un lado, y ser neurótico y
humanamente destruido, por otro.
Los dones más finos que Dios nos concede son los de la capacidad de conocer
y de amar. Pero, a pesar de nuestra probada capacidad de inventar, de crear,
de analizar y de sintetizar, jamás llegaremos a entender totalmente a Dios con
nuestra inteligencia limitada. Todos, sin embargo, podemos sentirle y percibirle a
través del amor.
Cito solamente unos pocos ejemplos: san Pedro, santa María Magdalena, san
Pablo, san Agustín, el hijo pródigo de la parábola puesta por Cristo, la oveja
perdida que nos relata en otra célebre parábola, etc.
En muchos casos, la experiencia del pecado parece ser, incluso, condición para
un verdadero y gran amor al Señor. Pero esto no es para asombrarnos de ello
después de la categórica afirmación que él nos hace: "No he venido para los
justos, sino para salvar lo que estaba perdido..., para curar a los enfermos...,
para salvar a los pecadores..."
Cristo afirma también de manera elocuente: "Hay más alegría en el cielo por un
pecador que se convierte que por noventa y nueve que no necesitan
conversión...
Para cada persona, el tiempo tiene un significado particular. Hay personas muy
activas que se quejan de falta de tiempo para hacer todo lo que quisieran hacer.
Otras personas, sin embargo, se interesan mucho más por las diversiones que
por iniciativas creadoras, y viven generalmente aburridas por no saber cómo
pasar el tiempo.
Es más fácil vivir el presente que calcular nuestro porvenir con un futuro
siempre inseguro. Preocuparse excesivamente del pasado tampoco es ser
inteligente.
El psicoanálisis, con sus interminables exámenes del pasado de una vida, tiene
sus límites, a partir de los cuales resulta ya perfectamente inútil. Lo que
realmente importa en psicoterapia no es el análisis del pasado. Antes está el
examen y el descubrimiento de lo que, a partir de ahora, esa persona podrá
hacer con la mayor parte de las consecuencias sacadas de los acontecimientos
del pasado.
La responsabilidad personal por el uso del tesoro del tiempo que a cada uno de
nosotros se nos concede puede angustiamos. Lejos de Jesús ese sentimiento
puede incluso perturbar profundamente una personalidad recta y leal. ¡Pero
cerca de Jesús ese temor no tiene sentido, puesto que, para sus amigos, él es
la providencia que satisface todas sus necesidades!
Él lo sana siempre todo y a todos nos tranquiliza. Aquel a quien Jesús ama
recibe de él más aún de lo que necesita para volver a recobrar la paz interior.
El que ama nunca pierde el tiempo, ya que el tiempo mejor empleado es aquel
que pasamos en la intimidad amorosa de Dios. "Marta, Marta, andas muy
inquieta y te afanas por muchas cosas. Pero una sola es necesaria: María ha
escogido la mejor parte, que no le será quitada" (Lc 10,41-42).