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BIOGRAFÍA DEL MISIONERO Jesse Irvin Overholtzer

Fundador de la Alianza Pro Evangelización del niño

Se sugiere narrar esta historia a los niños para dar visión misionera, presentando a la niñez
como el campo misionero más vasto en el mundo, que debe ser alcanzado con el mensaje de
salvación por Cristo Jesús.
También puede tener el objetivo de afirmar a los niños y preadolescentes en la fe salvadora
y presentar el desafío del servicio a Dios.
Además, se puede usar para realzar el valor de alcanzar a los niños para Dios, desde su
más temprana edad, guiándoles al nuevo nacimiento, más que a una vida religiosa.

Aunque en la historia de la iglesia siempre hubo siervos que se ocuparon de


atender a los niños, no existió dentro del pueblo de Dios, ningún movimiento que,
con convicción firme, impulsara a alcanzar a todos los niños con el mensaje de
salvación por la fe en Cristo Jesús, sino hasta el siglo XX.

...y llegó el tiempo de Dios para extender su reino entre los niños…

Era el 20 de Junio de 1877, cuando llegaba a la familia de


Ana y Samuel Overholtzer, su séptimo hijo: Jesse Irvin.
Criado en un hogar de humildes granjeros cristianos que
vivían en la costa de California, muy ocupados en cumplir la
letra de las Sagradas Escrituras, tuvo en su niñez y
adolescencia algunos desencantos espirituales. Cada
domingo asistía a la iglesia con toda su familia, donde
escuchaba reglas, y más reglas que cumplir lo cual lo cargaba
de preocupación.

A veces, Jesse se despertaba en la noche preguntándose:


¿Habrá alguna manera de agradar a Dios quien conoce las
cosas malas que hago? ¿Podría yo ir al cielo? ¿Qué puedo
hacer con mi pecado?

Claro, que había una razón de ser en su preocupación: Era un niño travieso.

Un día en la escuela organizó a sus compañeros en una especie de cuadrilla militar,


que atacó al maestro con ciruelas robadas de una huerta cercana, lo que le costó un
a terrible paliza de su papá. Aventuras como éstas le hacían pensar que Dios cada
vez estaba más enojado con él. Llegó a ser tan insoportable la ansiedad espiritual
que le traía el no saber qué hacer con su pecado, que equivocadamente, a la edad
de doce años le dijo a su mamá que quería hacerse miembro de la iglesia para que
Dios lo perdone; a lo que ella le contestó con ternura, pero firmemente: “Eres
demasiado joven para eso”

En los años de su adolescencia, sus pequeñas travesuras se convirtieron en


desmanes. “Si estoy perdido y no puedo salvarme, no estaré más perdido si sigo
pecando” era su razonamiento rebelde. Se fue de su casa, sufriendo hambre e
incomodidad, conseguía trabajos pobres ya que no tenía estudios. Ya jovencito,
hastiado y convencido de que siguiendo su propio camino no le traía paz, volvió a
casa, donde sus padres lo recibieron con afecto y le ayudaron a cursar estudios
terciarios.
Un día, un compañero lo invitó a unas reuniones especiales en la universidad. Fue
allí donde el Espíritu Santo tocó el corazón de Jesse y pudo comprender que Jesús
había tomado el castigo de su pecado. Creyó y aceptó al Salvador.

Ahora, con su corazón dispuesto a ser un misionero y servir al Señor con el mismo
empeño que puso para demostrar sus actitudes rebeldes, se dedicó a estudiar la
Biblia. Se casó, pastoreó una iglesia tan exclusivista como la que lo “acogió” en su
niñez, mientras no dejaba su tarea de granjero. Pero no disfrutó su vida en Cristo
plenamente, sino hasta que se apropió de la verdad de que la salvación es por sola
fe y por pura gracia divina. A todo esto, Jesse Irvin era ya un hombre grande.

Un día, estudiando el tema de la salvación por gracia, ayudado por un libro del gran
evangelista y escritor Carlos Spurgeon, leyó estas palabras: “Un niño de cinco
años, si se le instruye adecuadamente, puede creer y ser regenerado como un
adulto.”

Comparando esta declaración con la triste respuesta que recibió en su niñez, quiso
probar cuál postura sería la correcta, Presentó el evangelio de manera sencilla a dos
niñas que entraron a su granja, las cuales manifestaron creer y dieron testimonio a
su padre ateo y a su madre quien impactada por el cambio operado por Dios en sus
hijas, también creyó en el Salvador.

Esta experiencia, Dios la usó como el impulso que Overholtzer necesitaba para
iniciar un nuevo ministerio: LA EVANGELIZACIÓN DE LOS NIÑOS DEL MUNDO.

Así, en 1937, convocados los principales líderes de los Estados Unidos, se fundó la
Alianza Pro Evangelización del Niño (APEN) Que hoy tiene obra en 180 países y
cuenta con más de 2.600 misioneros y más de 60.000 voluntarios, que trabajan para
promover que la iglesia se esfuerce para alcanzar con el mensaje del amor de
Jesús, a todos los niños del mundo, buscando así cumplir el deseo de Dios, según
San Mateo 18: 14 “No es la voluntad de vuestro padre que está en los cielos,
que se pierda uno de estos pequeños”

Mister O, como se le llama, oraba intensamente derramando lágrimas por los niños
de cada país del mundo. Colocaba su dedo sobre el globo terráqueo, y así clamaba
al Señor por la salvación de los pequeños. Su lema era: “Todo por medio de la
oración”

En estos años de vida de APEN, miles de niños renacidos por La Palabra, la pasión
de multitud de maestros evangelistas que se capacitan para guiarlos, la propagación
de literatura especializada en todos los idiomas que cubre la Alianza, dan testimonio
de la fidelidad de Dios en llamar a un hombre sencillo, que a pesar de pasar una
etapa de su vida muy tumultuosa, de salud quebrada, de familia muy numerosa,
varón de oración, y levantarlo para propulsar un ministerio duradero y actualmente
en gran crecimiento, con el fin de que el reino de Dios se extienda a la niñez sin
Cristo, hoy tan vapuleada y tan necesitada de quien les ama con amor eterno.

APEN (CEF en inglés) está considerada En la Argentina, esta misión fue fundada en
dentro de las 10 mayores misiones en el 1947 y tomó el nombre de LAPEN
(Liga Argentina Pro Evangelización del Niño)
mundo.

Ruth K. de Freille
Instructora de LAPEN

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