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G E O R G E S T E I N E R

Traducción de Juan Almela

I caracteres de estas convivialidades fecundas sobreviven


en el rancho militar, en la comida o cena fraternal o
Comer a solas es experimentar o padecer una sole- profesional, en la glotonería de la velada rural, en la co-
dad peculiar. El compartir comida y bebida, en cambio, mida de aniversario, en los innumerables modos de co-
llega a lo más hondo de la condición socio-cultural. La mer juntos de los cuales los hombres excluyen a las
gama de sus implicaciones simbólicas y materiales es mujeres o las mujeres a los hombres. Precisamente por-
casi total. Abarca el ritual religioso, las construcciones que el consumo de comida y bebida, en especial más allá
y deslindes genéricos, los dominios de lo erótico, las de la necesidad orgánica inmediata, está cerca de definir
complicidades y enfrentamientos de la política, los nuestra humanidad común o “socializada”, estas convi-
contratos del discurso, risueño o grave, los ritos del ma- vialidades son fundamentales, en conjunto, para nuestra
trimonio y de la congoja fúnebre. En sus complejidades historia tanto como individuos -del bautizo o la vela-
múltiples, el consumo de una comida alrededor de una da- y como miembros uno de otro en la hambrienta
mesa, con amigo o enemigo, discípulos o detractores, política corporal.
íntimos o extraños, la inocencia o las convenciones es- Pero si la noción de convivialidad parece acarrear la
tablecidas de la convivialidad, son el microcosmo de la de lo festivo, de lo alegre incluso hasta la altura de la
sociedad misma. “Convivir (verbo que en inglés se ha- trascendencia, ¿qué haremos con aquella enigmática
ce raro después de mediados del XVII) es, en efecto, ocasión de Éxodo 24 en que Dios invitó a compartir con
“vivir con otros y entre ellos”, de la manera más articu- Él la comida a Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y setenta
lada y cargada, que es la de la comida compartida. Para- ancianos de Israel? Esta misma noción o estructura de
lelamente, el partir el pan a solas tiene una extrañeza experiencia compartida puede llevar fatalidad consigo.
como de animal o dios. Le vin du solitaire -firmado Desde el infanticidio y el canibalismo de la cena de
Baudelaire- es una parodia o negación desolada del Atreo y Tiestes (leyenda que nunca ha perdido su im-
acto comunitario, de la comunicación en la comunión, perio hipnótico sobre la imaginación occidental) hasta
tanto sagrada como secular. aquella en que Banquo se levanta ante Macbeth, desde
La antropología y la emografía insisten en el carácter el tumulto homicida en la boda de Hércules hasta los
central de las comidas en común -y aquí “en común” frecuentes ejemplos de celebración cortesana donde los
se extiende desde la reunión clandestina o estrechamen- déspotas renacentistas apuñalaban o envenenaban a
te resguardada de un grupo elegido, hasta los saturnales sus huéspedes rivales, la convivialidad ha sido ocasión
y carnavales abiertos a la ciudad o tribu entera. Junto de muerte. Esta congruencia paradójica se universaliza
con estudios religiosos y propuestas psicoanalíticas, con en las moralidades y alegorías medievales como el
la sociología y el análisis de los mitos, la antropología Eueryman, donde el rico y el glotón brindan ante el
las sciences de I’homme- vincula a la institución de la grupo respetuoso y la Muerte lo hace a su vez. Era como
comida compartida conceptos fundamentales del tote- si los momentos de refinamiento culinario o prodigali-
mismo, el sacrificio humano y animal, la purificación y dad fuesen acompañados de una amenaza oculta.
la iniciación. Una vez más, esta gama es casi inconmen- ¿Quién puede olvidar las insinuaciones macabras, el
surable. Se extiende desde las practicas y simbolismo del memento mori, en esos banquetes representados por Bu-
canibalismo, arraigados en reflejos primarios, elementa- ñuel o Fellini? ¿0 en el “comer hasta la muerte” en La
les, de la conciencia, desde una laboriosa transición o gran comilona?
transgresión hacia la humanidad, cuya hondura escapa a Dos muertes continúan caracterizando la historia
nuestro pleno entendimiento, hasta trasposiciones de moral e intelectual occidental. (¿Habría diferido mu-
“ingerir el dios” como las que encontramos en la comu- cho esa historia, habría alumbrado una luz màs serena
nión cristiana. Por lo demás, arcaicos y todo, numerosos el paisaje de la conciencia occidental si el acontecer

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axiomático hubiera sido un par de nacimientos?) Pero el retrato platónico, una figuración de lo universal). A
es a dos muertes violentas a las que nos referimos al de- despecho de laboriosos argumentos en contra, Sócrates
terminar nuestra herencia y los modos como ésta ha ge- se acerca mucho a garantizar su propia condena. Se
nerado el contexto de nuestra cultura. Las muertes de niega a negociar aquello que posee a su espíritu y santi-
Sócrates y de Jesús de Nazaret siguen siendo piedras de fica tal posesión invocando la “voluntad del dios”. La
toque de nuestra historicidad, de los reflejos de sensibi- concentración filosófica ha sido llamada piedad natural
lidad y reconocimiento merced a los cuales hacemos de del intelecto. Es una piedad de esta categorìa, autoriza-
la remembranza un legado de referencia a nuestra iden- da por lo “demoniaco” (aquí puede pensarse en el Geist
tidad hebreo-cristiana y clásica. Por finales que sean, de Hegel), la que Sócrates opone -con algo de jugue-
además, con todo lo que las hace insoportables para el tón, a la vez decisivo y exasperante- a la pietas de la fe
recuerdo razonado, estas dos ejecuciones siguen vehe- civil oficial y las instituciones religiosas. Por añadidura
mentemente inconclusas. Su condición y significación -como es famoso- las descaradas propuestas de S ó -
existencial, las cuestiones que plantean nos apremian trates en cuanto al castigo que podría aplicársele en
con insistencia que no disminuye. Aun para aquellos puesto de la cicuta, tornan irrescatable la situación. Tal
-¿quedarán hoy algunos?- capaces de internalizar al- como lo infiere incómodamente Jenofonte, en el fin de
guna confianza en la resurrección de Jesús, ese concep- Sócrates hay algo màs que un toque de suicidio. (Se le
to tan intratable para la razón y el principio de había dado modo de escapar de la cárcel, pero Sócrates
realidad, la crucifixión, retendrá (como para Pascal) su no quiso.) En un remate dialéctico, Sócrates le endosa
terror, su suma de agonía hasta el fin de los tiempos y a Atenas la culpa de sangre de su muerte elegida. ¿Ha
del mundo. En estas dos muertes poseen interminable logrado recobrarse la “ciudad del hombre” occidental?
gravedad la consecuencia del derroche inconmensura- Ninguno de estos dilemas envejece. La “vida exa-
ble, nuestro sentido de lo irreparable. minada” requerida por Sócrates exige que todos y cada
Los puntos que suscita la ejecución de Sócrates en uno de nosotros figuremos en aquel jurado ateniense.
399 a.C. son los de las posibilidades del pensamiento ¿Cómo habríamos votado? El dicho de Goethe -“an-
cuando el pensamiento es expresado públicamente. tes la injusticia que el desorden”- plantea la acusa-
Son esos puntos, absolutamente centrales, de la coexis- ción concisamente. Sostiene, como Hegel con respecto
tencia o no coexistencia de la maravilla -pues eso al conflicto entre Creonte y Antígona, que la preserva-
es- de la percepción ética individual y la interroga- ción del orden social-legislativo posibilita la repara-
ción bien trabada, por una parte, y por otra la cohesión, ción de los yerros de la justicia. El desorden, la
la estabilidad mínima, la perpetuación normativa de la dispersión de la solidaridad cívica, a causa de la indivi-
polis (la ciudad, la communitas, la colectividad política dualidad anárquica y la “luz interior”, destruye no sólo
o mancomunidad). En Sócrates encarna el imperativo la vida cotidiana sino la eventualidad del progreso, del
del pensamiento, la indiferencia del discernimiento in- mejoramiento en la comprensión y cumplimiento de la
terrogante a las inevitables impurezas del ajuste socio- justicia. ¿ES demasiado elevado el precio pagado por las
polìtice. Su compulsión anárquica o, más exactamente, hazañas autónomas de la conciencia? Cuando Sócrates
su entrega a criterios de rigor moral y epistemológico fue juzgado, Atenas se encontraba en condiciones de
que pueden tomarse por antitéticos a los usos pragmáti- humillación militar y división política. La verdad y
cos, comprometidos y comprometedores del orden pú- grandeza moral de la exculpación de Dreyfus ¿no dese-
blico, recibe, en Sócrates, una dimensión adicional. Es quilibraron casi fatalmente a Francia en vísperas de
la de su daimonion. En ciertas àreas de la física y la cos- una guerra mundial? Pero los problemas planteados son
mologìa actuales se recurre al concepto de “extrañeza”. aún más espinosos que los de la coexistencia polémica
Una “extrañeza” comparable, la de la orden y valida- entre la conciencia personal y los constreñimientos de
ción sobrenaturales, concede su fuerza desarmante a la la voluntad general. La inteliguentsia, la élite filosófica
lógica socrática, al elenchos o método de interrogación no está siempre de parte de la emancipación polìtica o
mediante la revelación forzada de la contradicción. Só- la libertad de conciencia. Lejos de ello. Un anhelo más
lo en Spinoza (acaso su único sucesor auténtico) expe- o menos confeso de estilos de gobierno jeràquicos,
rimentamos un encadenamiento parecido de lo despóticos, habita como un sombrío espejismo nume-
sobrenatural y lo lógico. La “extrañeza” de este género rosos grandes sistemas filosóficos. Platón se vuelve re-
no está a gusto en la ciudad, en la civilitas. De ahí la le- petidamente hacia el tirano Dionisio, Hegel al
vedad emancipada, la musicalidad de la dialéctica de absolutismo prusiano, Heidegger al nacionalsocialismo,
Sócrates cuando sale al campo, a las orillas del lliso fre- Sartre hacia Stalin y Mao. Los fantaseos nietzscheanos
cuentado por las ninfas (como en el Fedro). de poderío son evidentes. Y Sócrates mismo pasaba por
Pero las provocaciones implícitas en el proceso y la tener inclinaciones oligárquicas. Mientras reflexione-
ejecución de Sócrates son asimismo de un orden más mos sobre las ambigüedades de la condición del indivi-
personal (aunque lo personal sea persistentemente, en duo dentro de la sociedad, sobre las relaciones entre el

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pensamiento puro y la actuación política, aquel tribu- causto” ha sido débil. Las iglesias y teólogos cristianos
nal ateniense estará a la vista. no han logrado, escandalosamente, comprometer ple-
Hay pues un sentido en el cual el asunto de la muer- namente su papel, no sólo histórico y contingente sino
te de Sócrates sigue siendo intemporal. Las temporali- doctrinal y ontológico, en el cultivo del odio a los judí-
dades de la crucifixión, empezando por el enigma os. De manera demasiado comprensible, el judaísmo
múltiple de su localización en el tiempo histórico (¿por permanece embotado o, en algunos de sus reflejos, in-
qué en aquel tiempo y lugar, excluyendo al parecer el cluso atontado en las secuelas del horror. Salvo para el
género humano anterior o uniformado?), son las del fundamentalista, la teodicea retrocede ante el hecho.
constante desplazamiento. Ninguna generación cristia- Cosa notable, los maestros de la interrogación filosófi-
na ha visto el Gólgota enteramente lo mismo que cual- ca, aun cuando estén implicadas sus propias vidas (un
quier otra. La vacilante evolución de la doctrina y Wittgenstein, un Heidegger), poco o nada tienen que
sacramentos alrededor de la encarnación, la Reforma, decirnos. Hay no obstante un sentido que creo deci-
la secularización del sentido occidental del mundo sivo- en el cual la Cruz se alza junto a los hornos. Esto
(Weltsinn), la crítica de fuentes y textos, las etapas me- es a causa de la continuidad ideológico-histórica que
tamórficas en nuestras lecturas del acontecimiento y la conecta el antisemitismo cristiano, viejo como los
alegoría, han alterado la percepción de la Cruz. Para el evangelios y los padres de la iglesia, con su erupción
cristiano, sí, pero también, por muchos caminos oscu- terminal en el corazón de una Europa cristiana. Pero
ros, para el no cristiano, la crucifixión y el grito de también ocurre en un nivel mucho más hondo, tan
muerte de Jesús, ineluctable reiteración en sí misma de conjetural, tan mysterium tremendum, que rechaza la
su pregunta previa -“¿quién decís que soy?“-, impul- inadecuación del discurso ordenado.
san a la mente a buscar asidero en algún género de Por razones acerca de las cuales la historia nos deja
tiempo dialéctico y eternidad responsables, lo histórico en la ignorancia, los judíos (¿qué proporción del total?)
y lo intemporal. ¿LO han logrado incluso los más sutiles rechazaron las pretensiones mesiánicas, el postulado de
y perceptivos de los intelectos humanos, los de un la divinidad en Cristo y sus discípulos. Cayó el anatema
Agustín o un Pascal o un Kierkegaard? sobre Pablo de Tarso. Y esto a despecho del clima, por
La enormidad de la crucifixión (física y cosmología entonces, de expectación dramática, escatológica y
hablan ahora de “singularidades”) ha asumido una ur- apocalíptica, pese a la destrucción del segundo Templo,
gencia imposible. Exige consideración a través del os- y sin considerar los anuncios de una figura y una pasión
curo cristal del siglo más bestial de nuestra historia. como las de Cristo en diversos salmos y en el Deuteroi-
Plantea sus preguntas, sus requerimientos de interpre- saías. El triunfo mismo del cristianismo reforzó el abo-
tación, inmediatamente después de la larga mediano- rrecimiento judío hacia la noción de un Dios
che de matanza y deportación, de hambre y campos de crucificado y de un “dios-hombre” u “hombre-dios”
exterminio. El proceso y la muerte de Sócrates no de- inexplicablemente híbrido. En virtud de su fidelidad a
jan de preservar y solicitar cierta calma de pensamien- un monoteísmo estricto, el judaísmo, a ojos de sus per-
to. No puede haber tal con respecto al grito de Jesús seguidores, había negado la posibilidad de la encarna-
ante el abandono final, la final desnudez y humillación ción de Dios en una persona humana (Jesús, hijo de
frente a la mudez de Dios (y la mudez es de otro grado José de Nazaret). A su vez, los carniceros de los pro-
que el silencio). Es parte, además, de la lógica seca de la groms y de Auschwitz proclamaban, ejercían la parte
desmitologización, del existencialismo que marca hasta de bestialidad del hombre. Vaciados de Dios, retorna-
nuestros supuestos religiosos, que el concepto de resu- ban a la animalidad sadista, ascua ennegrecida de algo
rrección palidezca precisamente en la medida en que el sin duda presente en cada cuerpo y mente humana. Los
de la agonía en el Gólgota se torna más gráfico. Vivi- judìos, denegadores de un real descenso de Dios al
mos el Viernes más intensamente que el Domingo. hombre, eran torturados y vueltos cenizas por quienes
Probablemente la cultura occidental, la de Europa habían saludado la ascensión de lo bestial a su propósi-
en particular, no recobrará su cabal vitalidad, sus fuen- to inhumano. Intuyo una indecible simetría.
tes de ser, si no pueden ser pensados los nexos -histó- Empujadas por la fuerza de la analogía o del contras-
ricos, ideológicos, simbólicos, metafísicos y religiosos- te, las comparaciones entre Sócrates y Jesús son, desde
entre el Gólgota y Auschwitz. Si no pueden ponerse de el Renacimiento, un tema recurrente en el debate retó-
algún modo al alcance de la razón y de las metáforas rico y filosófico occidental. Empleando un lenguaje
por las cuales hacemos llevadero lo insoluble de nues- más o menos esópico, los ghilosophes de la Ilustración
tra experiencia. Con todo, no es en modo alguno evi- replicaron a las pretensiones de los apologistas cristia-
dente que el intelecto o los recursos imaginativos de nos, especialmente católicos, en la época postridenti-
hombres y mujeres tras la gran oscuridad posean capa- na, que aun el más noble y puro de los espíritus paganos
cidad para semejante acto mental. Con muy contadas y había sido víctima de una baja superstición, la creencia
fragmentarias excepciones, la “teología del post-Holo- en un daimonlon. Los librepensadores del siglo XVIII se-

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ñalaron la lúcida nobleza de la muerte de Sócrates, el gencia importuna, ese encerramiento del oyente que lo
ideal de un elíseo poético-filosófico invocado por el sa- empujará a la duda pasmada y a una reconstrucción, a
bio en la hora de partir. Este hallazgo en favor de Só- menudo dolorosa, de sus supuestos. Con un toque, aca-
crates se prolonga, a menudo discretamente, en la SO característico de mentes filosófico-poéticas premi-
frecuente meditación de Hegel en tomo a las dos perso- nentes (testigo, Wittgenstein), tanto el Sócrates
nae. En teólogos o filósofos del siglo pasado como Kier- platónico como el Jesús del Nuevo Testamento son vir-
kegaard y Nietzsche, las comparaciones entre Sócrates tuosos del ejemplo, del cuento o el gesto realizador que
y Jesús se vuelven un Leitmotiv. Las afinidades están a a la vez ilumina y devuelve a una opacidad y ambigue-
mano. Ambas figuras, inagotables para el maravillarse y dad desafiantes, proposiciones complejas, metafísicas o
la indagación hermenéutica, se nos revelan de segunda morales. El uso del mito por Sócrates (el platónico), y
mano. Nuestro “Sócrates” es un compuesto de los re- las parábolas de Jesús, ejercitan vigores, delicadezas de
tratos, a menudo discordantes, de Platón, Jenofonte y sugerencia perturbadora. Hacen metafórico el pensa-
Aristófanes. No hay mayor dramaturgo que Platón en miento.
cuanto a argumento y estilo intelectual. Nunca con- Poco hay de grato en semejante “vocación”, en tan
cluirá el debate en torno a la medida de la construcción urgente llamado a la mediocridad y somnolencia de
platónica del Sócrates de los diálogos. ¿Estamos ante nuestro ser cotidiano. La censura de Lucas, según quien
una transcripción más o menos fiel de persona y voz, al Jerusalén siempre matará a sus maestros y profetas, se
principio, suplantada gradualmente hasta una “supre- aplica igualmente al destino de Sócrates. Ambos maes-
ma ficción”, una drumatis persona animada por la teoría tros, además, reúnen discípulos arrancándolos de ruti-
de las ideas y el programa político de Platón, no socrá- nas ordinarias, productivas y sumisas. Seducen,
tricos, si no es que antisocráticos? ¿Es el Sócrates de los exigiendo, por la exclusividad de sus demandas. Las
diálogos intermedios y tardíos una cristalización de lo múltiples suposiciones de que tanto en el platonismo
imaginario en un nivel de presencia como el de un socrático como en las enseñanzas de Jesús existe un
Fausto o un Hamlet? ¿Y en cuanto a Jesús? Lo que sabe- centro esotérico, revelado sólo a un puñado de elegidos,
mos de él consiste por entero en el testimonio estable- no convencen. Pero la estrategia “organizativa” es de
cido por los evangelios sinópticos y el de Juan, en los selección, de discipulado restringido. Jesús se despide de
Hechos y en algunas epístolas paulinas. aquellos a quienes ha escogido como apóstoles, como
Las relaciones cronológicas y sustantivas de cada recordadores y correos a la humanidad. En su último
uno de estos documentos con los hechos participados, discurso a los jurados que lo han condenado, Sócrates
sus relaciones mutuas, han sido tema de enojosa con- predice que su tarea ejemplar será llevada adelante por
troversia durante casi dos milenios. La misma existen- hombres más jóvenes, que habrán entendido su propó-
cia de Jesús ha sido repetidamente puesta en duda. sito. Son aquellos en quiénes la vida examinada será
Dondequiera toquemos lo que se cuenta de sus dichos y mantenida y desarrollada. En otras partes he señalado
hechos, se interpone un carácter indirecto, turbulento ecos específicos, “locales”. Así, el papel del gallo, que
y cargado. No es sólo el de la tipologia narrativa, de en sus últimas palabras sacrifica Sócrates a Asclepio, y
contradicciones rotundas entre los evangelios mismos, el que canta en la triple negación del Señor por Pedro.
de imposibilidades históricas (p. ej. las exposiciones del Es inquietante que la cabeza de Pedro en la última pin-
supuesto juicio). Es, como en el caso de quienes narran tura de Caravaggio sea casi un facsímil del Sócrates tra-
o caricaturizan a Sócrates, el resultado de sensibilidades dicional de los bustos helenísticos y romanos.
literarias e ideológicas radicalmente diferentes. El Jesús Es evidente, con todo, que es el contrapunto entre
de Marcos no es el de Lucas; ninguno se ajusta, en pun- los dos procesos y penas capitales lo que impone una
tos clave, al Cristo del cuarto evangelio. Tanto en la visión apareada. Es la violencia hecha a Sócrates en
materia de Sócrates como en la de Jesús, la incidencia 399 a.C. y la infligida a Jesús en los alrededores de 33
de luces calidoscópicas juega cegadoramente alrededor d.C. la que, como indicaba yo, establecen un duradero
de un meollo irrecuperable. Ninguno de estos maestros malestar en nuestra cultura. Irremediablemente han
escribe (el pasaje escrito en la arena y de inmediato bo- ahondado y acongojado el alma de los que piensan. No
rrado por Jesús es una enigmática aporía). Se enfrentan podemos escapar de las preguntas que plantean, ni SO-
a los demás cara a cara, oralmente. Su ministerio invo- brellevarlas. Impelido por su conciencia divinamente
lucra una crítica de la escritura que Platón enuncia: su inspirada, Sócrates pone en duda la validez de la ley se-
inercia, su irresponsabilidad, el daño que hace a la me- cular y el interés público. Enviado a lo suyo por Dios
moria. El espíritu es de la voz; la letra, sólo de la ley o la Padre, el rabí de Nazaret desafía el orden de inmanen-
norma no examinada, convencional. Por añadidura cia en el mundo; su “locura” desarma la razón. Entre
hay analogías de método. Creo que mucho falta por esas dos provocaciones hay un vínculo esencial. Expo-
apreciar sobre las técnicas mayéuticas de las parábolas nen nuestra común humanidad al chantaje de la per-
de Jesús. Por momentos exhiben exactamente esa exi- fección. Nos imponen demandas de lo ideal que

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reconocemos como tales pero no logramos cumplir. Só. Los expertos ponen la composición del Simposio en-
trates nos querría virtuosos, veraces, sobrios de ánimo, tre 384 y 379 a.C. Pero la primera victoria de Agatón co-
tranquilos ante el dolor y la muerte. Los mandamientos mo trágico, que este banquete celebra! fue a principios
de Jesús (hasta puede haber en ellos una pizca de furia) de 416. La narración real por Apolodoro a un tal Glau-
son de altruismo total, de amor y compasión universa- cón parece estar situada hacia 400 a.C. Este múltiple dis-
les, de disposición a la trascendencia. Pocos somos tan tanciamiento, tan entretejido como el del Protágoras,
fuertes como lo fueron Nietzsche o, en cierto sentido, suscita preguntas previstas. ¿Hemos de confiar en las
Freud, para replicar o refutar estos imperativos radian- pasmosas capacidades de Apolodoro para recordar? Él
tes. Menos todavía consiguen adoptarlos existencial- mismo menciona los inevitables vacíos y lo incompleto
mente. La imitatio resulta demasiado ardua. Ahora, de su memorización. ¿Qué tan importante es tener pre-
contrariamente a lo que dice el poeta, no es el exceso sente el hecho de que este informe -el cual acaso Apo-
de realidad lo que el género humano halla insoporta- lodoro, discípulo apasionado, haya recitado a otros en
ble: es la luz cegadora de la perfección ejemplar. Con- ocasiones previas- sea expuesto antes, tal vez inmedia-
templamos, con odio, y odio a nosotros mismos, a tamente antes, del proceso de Sócrates? En estos com-
quiénes somos incapaces de emular, cuyas exigencias plejos preludios Platón parece retornar a la ingrata
nos desnudan. Es precisamente este resorte psicológico cuestión de lo oral, a través de la palabra escrita, del li-
de rechazo el que reside en las raíces del antisemitismo, bre juego de la remembranza ante la sospechosa fijeza de
del aborrecimiento prodigado a un pueblo que, por tres lo textual. El hecho histórico y la ficción retórica se in-
veces -en el monoteísmo mosaico, en Jesús y en el co- terpenetran. Los sutiles desplazamientos hacia el pasado
munismo mesiánico de Marx-, ha enfrentado la hu- tienden a imponer con vivacidad aún mayor la impron-
manidad de todos los días a ideales de sacrificio, de ta de Sócrates en las mentes de quienes atestiguan. Son
fraternidad y de abstinencia más allá de su alcance. evidentes los paralelismos con los testimonios acerca de
Una mediocridad humana, demasiado humana, acosó a la vida y palabras de Jesús. También aquí funciona la
Sócrates y a Jesús hasta sus muertes “inconclusas”. cronología del recuerdo, del poner por escrito, de las
Entre esta abundancia de referencias cruzadas, esco- modulaciones entre el testimonio directo y la “escritura”
jo dos cenas, la del Simposio, en casa de Agatón el trági- (el decaer en escritura). En el cuarto evangelio, más en
co, y la Ultima Cena de Jesús y sus discípulos, como la particular, el problema de la voz del autor, quién se
narra el evangelio de Juan. Hasta donde se me alcanza, dirige a quién, cómo puede ligarse el capítulo final con
quiero llamar la atención, de modo por fuerza rudimen- las convenciones de la narración personal del evangelio
tario, hacia el genio constructivo, la andadura, en am- precedente- permanece en parte sin solución. Según
bos textos, y hacia lo que tiende entre ellos un arco de una vena casi kierkegaardiana, estos textos, fundamen-
reconocimiento. tales para nuestra captación íntima y para nuestra cultu-
ra entera, son actos de “comunicación indirecta”.
II Ambos textos giran sobre dos ejes. El primero es el
de la separación y las interacciones entre el día y la no-
El Simposio no es, en ningún sentido propio, un diálogo che (o la luz y la oscuridad). Esta dualidad es tan esen-
platónico. Los jirones de diálogo mayéutica, como las cial para la estructura de la Última Cena en Juan, que
palabras entre Sócrates y Agatón, amenazan con deste- numerosos exégetas han citado, controversialmente,
jer la trama entera. El género al cual pertenece el Sim- un simbolismo gnóstico subyacente pero sistemático.
posio es muy distintivo, aunque poco estudiado. Es el Nuestro propio sentido habitual de lo diurno está, a la
del “banquete”, conversazione o soirée. Este conjunto vez, tan labrado en nuestra conciencia y es tan difuso,
comprende el Satiricón de Petronio, momentos del De- que nos hace descuidar la dialéctica y el dramatismo de
camerón de Boccaccio, las Ceneri o “cena de las ceni- la situación. Esto lo agudiza la brillantez del día medite-
zas” contada por Giordano Bruno, y las Soirè es de rráneo y la concomitante caída súbita de la noche. El
Saint-Petersburg de De Maistre, obra en cierta medida Simposio invoca la fenomenología cíclica de los tiem-
rival de Platón. Por necesidad, estos discursos convi- pos diurno y nocturno. Al igual que el cuarto evange-
viales fabricados tienen analogías con el drama, con la lio, está cargado del *‘genio del lugar” específico que es
presentación escénica. Igualmente, echan mano de los la luz del día y, no menos sustantivo, la oscuridad. Nos
recursos y tradiciones de la oratoria. Son textos donde damos cuenta, en una simultaneidad que desazona, de
el pensamiento se hace a la vez íntimo y festivo, donde La división y la interrelación orgánica, como en la tran-
el moto spirituale del Convivio de Dante, otro ejemplo quila paradoja heraclítea de la identidad del día y la
de este modo, es “actuado”. Para cada uno de estos pro- noche, de la presencia y la negación. El día pasa a la
cederes, además, es vitalmente intrincado el ambiente, noche; la noche la habita la ausencia de luz (un chiuros-
el marco del supuesto informe. Hay que trazar el mapa curo enriquecido en nuestros textos por alusiones a luz
de un espacio. de antorchas o lámparas).

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GORGE STEINER

Agatón ha ganado el premio de drama trágico en la se cortan en incontables puntos. Además, así, como
luz blanca del teatro. Sus huéspedes se han reunido al hay minutos en las horas, horas incrustradas en días,
anochecer. Están dispuestos a pasar la noche en fiesta, días circunscritos por semanas y la luz y oscuridad alter-
aplazando el sueño y el silencio, en francachela contra nas de las estaciones, así hay muros externos, recintos
la naturaleza. Aun antes de entrar, Sócrates ha puesto interiores, habitaciones dentro de habitaciones que
en tela de juicio estas dicotomías generales. Retrocede, segmentan y especifican el local. El Simposio y el relato
envuelto en su pensar. Este cuadro prefigura exacta- de la última comida, pascual, de Jesús, dramatizan estas
mente el que ofrecerá Alcibiades de un Sócrates que, delimitaciones y los actos de “franqueamiento de lin-
durante cierta campaña militar, se pasó un día y una des” (literalmente: transgresión). En estos dos docu-
noche enteros clavado en el mismo lugar, inmerso en mentos el exterior es el formidable de la ciudad,
algún problema intelectual: “Y en pie permaneció has- Atenas y Jerusalén. Esta “historia de dos ciudades” es,
ta que nació la aurora y se levantó el sol. Entonces desde los padres de la iglesia, emblemática de nuestra
ofreció sus oraciones al sol.” Triunfo reverente sobre la condición espiritual occidental. Agatón ha ganado su
disposición natural de día y noche que, a su vez, prevé corona en presencia de unos veinte mil conciudadanos,
exactamente la salida de Sócrates, sobrio, por la maña- en el punto de apoyo de la polis. Sócrates practica sus
na, al final del Simposio. Pero apenas hay momento en artes de inquisición, de inocencia con ironía, en los lu-
la composición de Platón donde no se nos enfrenten gares abiertos de Atenas. En la supuesta fecha del ban-
las realidades e ironías del contraste entre las “mentali- quete, Alcibiades se acerca al máximo de su turbulento
dades”, las políticas, las camalidades -eróticas, atléti- carisma político y vulnerabilidad en las cuestiones
cas, militares- de la existencia a la luz del día, y las ideológicas, partidaristas, de la ciudad. Aun en lo que
practicadas por la noche. Considérense las mañosas in- tienen de más fantástico y juguetón, las comedias de
discreciones de Alcibiades acerca de la noche que pasó Aristófanes, presentadas ante un numeroso público,
con Sócrates, cuando dice que la luz se apagó. Asimis- tratan “acerca de Atenas” en un sentido bien nítido.
mo, la autodisciplina de Sócrates, la lucidez meridiana Sus colores subidos son locales. Cada huésped y orador
de su espíritu, extrae de la total oscuridad sus privile- durante esta noche de charla de mesa -que pudiera
gios de sinrazón. Eros, tema del Simposio, es engendra- percibirse como un subgénero en la clase de los ban-
do en la oscuridad húmeda de néctar después de una quetes o soirées de carácter filosófico-literario- aporta
gran fiesta. Este es uno de los dos banquetes recordados un contexto particular de posición y experiencia cívi-
dentro de la historia del banquete en casa de Agatón cas. Las procedencias rural-provincianas de quienes ce-
(el otro es el dado por Alcibiades). La noche que Pla- nan con Jesús de Nazaret proporcionan un contraste
tón conjura está literalmente saturada de las fuerzas instructivo. La casa de Agatón, por su parte, es un inte-
dionisiacas de la sexualidad y el vino. Con cada ora- rior compuesto. Circulan gente de cocina, músicos, sir-
ción o episodio, el aire se hace más cargado (Keats, al vientes; salen a la calle en busca de Sócrates que no
componer sus nocturnos, adivina este peso soñoliento llega, reciben a los huéspedes antes de conducirlos a la
en lo que conoce de Platón). En Juan, el amor y el vino sala del banquete. Allí la disposición de los lechos en
no serán menos medulares. Las analogías inferidas por tomo a la mesa, el orden de los comensales, que inter-
el neoplatonismo y el romanticismo -incomparable- vendrán tan a menudo en la trama de mente y cuerpo,
mente por Hölderlin- entre Dionisos y Cristo, entre delinean un espacio dentro de un espacio, una interio-
el racimo báquico y el de la comunión, tienen su ma- ridad en el corazón de un interior. El acceso a este san-
nantial en el convivium en la mesa de Agatón. Apun- tuario requiere, como en la “cámara alta” de la Última
tan a la coreografía (hay danzarines presentes), a los Cena, un complejo de actitudes y compromisos. Mer-
movimientos de concordia y evitación que relacionan ced a las fórmulas de invocación los oradores del
al logos con Eros, la “luz del amor” con la noche del al- Simposio apelan persistentemente a los dioses y hacen
ma. En qué relación, sueño o rechazo del sueño, según libaciones-, o merced a la “presencia real”, las comi-
los imagina Platón con preciso matiz, desempeñan su das de este género alcanzan lo sobrenatural. El sacrifi-
intrincado papel. Sócrates parece no necesitar dormir. cio nunca está lejos del festejo.
¿Jesús sí? El exterior y el interior están en contacto dramáti-
El segundo eje se relaciona con el primero como el co. En todo momento de la noche, la vida de la ciudad,
espacio con el tiempo. Una vez más, este principio bi- de lo que Joyce llamará nighttown, amenaza con invadir,
nómico es tan ubicuo que pasamos por alto la riqueza con violar la intimidad compartida (siempre, en algún
de sus implicaciones. Una puerta, una antecámara, pa- grado, conspiratoria) de la casa, del interior. En ambas
ra quienes vienen de afuera se hallan tan cargados de obras esta amenaza se consuma. En 212d, en una de las
valores simbólicos y de ambigüedad como el crepúscu- más espectaculares entradas de la literatura, Alcibiades
lo. La salida puede ser tan amenazante como la más ne- irrumpe con su turba dionisiaca. Aunque esta irrupción
gra noche o tan liberadora como la aurora. Los dos ejes en la cámara del banquete es brutalmente súbita, SU

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parloteo beodo se ha oído ya en el patio de entrada, en la paiderastia desemboca en una defensa casi profesoral
la zona ambivalente entre la ciudad y la morada priva- de la consumación erótica, en virtud de los valores mo-
da. Otra invasión es igualmente significativa. La puerta rales, cívicos, que engendra. El breve interludio del
de la casa de Agatón se ha abierto para que los huéspe- aplazamiento del discurso de Aristófanes es una de las
des agotados puedan irse. Por ella se abalanza una mul- maravillas de tensión rítmica y aflojamiento en esta
titud de parranderos, tumultuosa y sin nombre, como es composición. Como se hace en música, la resolución
la muchedumbre de la ciudad. Son ellos quienes llevan anunciada es momentáneamente retenida (los eruditos
la cena a una conclusión confusa. Veremos cuán signi- han consagrado monografías al hipo de Aristófanes.)
ficativas son las salidas en los capítulos 13 a 17 del Erixímaco es un médico. Construyendo sobre la apolo-
evangelio de Juan. Pero la semejanza que se impone es gía de Pausanias, anatomiza los beneficios terapéuticos
la del papel trágico de la ciudad, Atenas y Jerusalén cir- de lo homoerótico, la excelencia que acarrea a cuerpo y
cundan el santuario de la casa. Aunque falte un inter- mente. Cada uno de estos discursos ofrece una viñeta
valo, Sócrates se encamina a su proceso y ejecución. teatral por derecho propio (ironizado). En conjunto
Jesús va a una muerte casi inmediata. Lo exterior se im- marcan tres animados pulsos en la obertura. Es el vir-
pone. En ruda paradoja, la noche proporcionaba asilo. tuosismo de Aristófanes el que suscita materias conoci-
Será la luz del día sobre la ciudad la que resulte fatal. das también a los hombres de Nazaret o Galilea.
En la pasión de Cristo esta misma luz del día será eclip- El pastiche que hace Platón del genio aristofánico
sada. Los dos ejes forman una cruz al pasar el tiempo para la fabulación tragicómica es, a su vez, genial. (A
occidental del antes al después. falta de testimonios, sólo podemos conjeturar las capa-
Dos tratados sobre el amor. Sobre el amor sagrado y cidades mímicas que tendría Platón en cuanto al tono y
el profano. Sobre el amor trascendental e inmanente, apariencia de sus dramatis personae.) La bufonería cere-
sublimado y sexual. Sobre el amor divino y el humano. bral tan particular de Aristófanes es palpable: en la vi-
Sobre eros y philia, sobre amor y agape. ¿Por qué ha de sión -el truco- de los seres hermafroditas redondos
haber amor? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Es la propia fuente “cual ahora los acróbatas que, levantando las piernas
y el agente informador de la vida, o una aflicción sub- en alto, dan circulares volteretas”; o en la de Apolo re-
versiva, anárquica, de la razón, un intruso demoniaco? ajustando y zurciendo cada ser humano desgarrado. Pe-
¿Puede el Logos, la “Verdad Una” final (Plotino, des- ro el quid es nada menos que la creación y la caída, dos
pués de Platón) o el Verbo, ese Verbo que es y está con momentos inseparables del tema del amor en los lega-
Dios en Juan, identificarse con el amor? Para los neo- dos tanto hebreo-cristiano como grecolatino. Remon-
platónicos renacentistas el paralelismo era inequìvoco: tándose a elementos que acaso sean tan antiguos como
el Simposio, dejando atrás, por así decirlo, su homose- los llamados “himnos órficos” (la bisexualidad de la lu-
xualidad explìcita (¿y acaso no hay una vislumbre de na), echando mano de Homero, adelantándose a Lu-
homoerotismo en un punto clave de la narración johá- crecio, el gran comediógrafo habla de nuestra
nica?), puede leerse como un vangel erotico, un “evan- naturaleza originaria tripartida, de los seres esféricos
gelio de amor”. A partir de la retícula, de la cuadrícula donde se plasmaba el eros pleno. Tan orgullosos, tan
de estos dos textos, se originará el misticismo, inmensa- petulantes eran aquellos “primates” andróginos, que
mente formativo y variado, del amor divino y humano conspiraron contra los dioses. El tema del pecado origi-
en el sentimiento religioso, la argumentación metafísi- nal ocupa un lugar absolutamente central en las lectu-
ca, la literatura, la música y la plástica de Occidente. ras hebreo-cristianas del sentido del mundo. Es mucho
Estas dos noches, las dos de primavera, en las dos ciu- más raro en el contexto griego. Pero está presente en
dades más fecundas de nuestra tradición, Atenas y Jeru- Empédocles y, oblicuamente, en las insinuaciones de
salén respectivamente, generan las líneas generales del Heráclito sobre el conflicto, la resistencia en la contex-
deseo, del diálogo entre cuerpo y alma, carne y espíritu, tura de las cosas. En su sexualidad hendida, consiguien-
en innumerables noches de amor por seguir. “En una te al castigo divino, el género humano, en términos de
noche asì...” -como lo dice Shakespeare. Y en ambas Aristófanes, ha “caído”. La farsa especulativa se nubla.
cenas los concurrentes se reclinan en lechos. Su postu- En adelante, en la búsqueda y consumación del amor
ra es -enfáticamente en Platón- premonición del no habrá sólo una perpetua punzada sino frustración
eros. Pero también de la muerte. Una premonición, co- inevitable. Cada uno de nosotros no es sino un symbo-
mo de noche dentro de la noche, flota sobre los dos lon, una contraseña desgarrada, media tarja, troquel en
convivios. busca desesperada de su complemento. Por ardiente
La literatura acerca de cualquier sección del Simpo- que sea el acto de ayuntarse, el impulso hacia la fusión
sio es voluminosa. Revela la prolijidad hiperbólica y total, hacia el retorno a la unidad perdida, permanece-
alusiva de Fedro, su heroísmo romantizado (con sus an- rá por siempre inaplacado. Siniestramente, Aristófanes
ticipaciones inconscientemente irónicas de Alcibia- recalca la impresión de dispersión, de desgarramiento
des). Pausanias es un analista. Su apoyo categórico de en dos, refiriéndose -de pasada, se diría- a la disper-

DICIEMBRE DE 1996 67
sión de los arcadios ( ! ) por los espartanos en Mantinea Génesis 6 a “los hijos de Dios” visitando a “las hijas de
(morada de Diótima, ni más ni menos, cuya presencia los hombres”- le es ajeno el concepto de seres se-
mántica no tardará en dominar el Simposio). ¿No hay mihumanos y semidivinos, no digamos cualquier híbri-
remedio? Sólo en una traza de brujería a la sombra de la do de hombre y animal, como el centauro. La
muerte podría Hefesto soldamos en un solo ser y “vi- imaginación griega del mundo abunda en semejante
váis ambos de común vida, y después de muertos, allá mezcla. Un Sileno, un sátiro, es semihumano y semia-
en Hades, seáis parecidamente en vez de dos un solo nimal. Numerosos héroes son semidivinos, nacidos del
muerto por común muerte” (eros y Chanatos). Tal como comercio de mortales con inmortales. Mucho antes de
están las cosas, sin embargo, “por nuestros pecados” la alegoría filosófica, los mitos griegos hacen literal la
dia ten adikian- somos seres a medias. Sea hetero- visión del hombre como situado en una balanza inesta-
sexual, sáfico u homosexual, el deseo y el amor entre ble entre lo bestial y lo divino, entre animalidad y tras-
los hombres y mujeres mortales está moldeado por la cendencia. Representación vuelta blasfema o imposible
transgresión y la inmemorial remembranza (incons- por el postulado judeocristiano de la creación del hom-
ciente) de una pérdida. Aristófanes lo sabe todo en bre a imagen de Dios. El intento de Alcibiades de loca-
cuanto a la desolación que habita en la risa. lizar la auténtica naturaleza de Sócrates es hiperbólico.
Las palabras de Alcibiades están entre los más poli- Pero respira seriedad y persuasión reverenciales dentro
sémicos, infinitamente múltiples, “actos de lenguaje” de su contexto extático. Sócrates es una singularidad.
de la literatura sacra o profana. Rozaré sólo uno o dos Es como nadie en el mundo. Pide “admiración total”
pasajes, en contrapunto con el cuarto evangelio. La (pantos thaumtos). Ningún ser semidivino, como
textura es de confesión e imaginería íntimas, aunque a Aquiles, ningún parangón de elocuencia y de estadista,
la vez forenses. La dialéctica, hasta donde está presen- como Pericles, puede comparársele. Lo envuelve una
te, es personal, incluso, en cierto sentido, privada: Al- esencial extrañeza, una otredad definitoria. Sileno por
cibiades pregunta, debate consigo mismo. Preparado fuera, Sócrates profiere palabras (pensamientos) que
por la demostración, por Diótima, de la fealdad exte- son como de dioses (theiotatous) en su instrucción y
rior de Eros, el retrato que hace Alcibiades de Sócrates ejemplificación de la virtud. Ni siquiera sus íntimos lo-
como Sileno, como el sátiro Marsias, invade con vio- gran a fin de cuentas descifrar el aura autónoma del
lencia el secreto del amor, los significados que el amor hombre. En la baja carne reside un alma como de dios.
esconde y trasmuta. A cada movimiento, Alcibiades El tumulto de huéspedes no invitados confirma que
ilustra o representa esta ambigüedad. En elogio de Só- el idioma poseso de Alcibiades ha vuelto irrelevante
crates, en presencia de Aristófanes, cita Las nubes más retórica filosófica. Sólo Agatón, Aristófanes y Só-
(1.362), la pieza donde, peligrosamente, Aristófanes crates están en condiciones de llevar adelante el dis-
“mando volando”, al pie de la letra, al maestro y su en- curso. Forman la triada de tragedia, comedia y filosofía,
señanza. Una “contracita” de supremo pathos e irania, una trilogía emblemática a la cual el discurso de Alci-
como la de Las bodas de Fígaro en la cena de Don Gio- biades y su conducta han puesto epílogo, un drama sa-
vanni condenado. El virtuosismo de Marsias con sus tírico. El orden en que yacen juntos los tres es una
caramillos es superado con creces por la ejecución de la epistemología en modo menor. Genera el movimiento
música del pensamiento, y con ella, que hace Socrates de cierre del espíritu. Sócrates demuestra (en una de-
(¿nada pudo conocer Shakespeare de esta inspirada mostración formalmente perdida para nosotros por cul-
comparación cuando hizo a Hamlet negarse a que “to- pa del sueño avinado de sus dos oyentes) que la techne,
quen en él” como en un instrumento de viento?). el oficio del trágico (Agatón) implica una capacidad de
Sócrates se apodera de las almas de sus oyentes. El producir también comedias (Aristófanes). Aquí epist-
destino del sátiro es una atroz agonìa: será desollado vi- hastai poiein significa la composición literaria sabia, mo-
vo. El de Sócrates es también fatal. Alcibiades cuenta tivada por la verdad, afín a la filosofía y de un género
sus afanes por huir del rapto, del encantamiento por que podría haber sido recibido en la polis platónica. En
Sócrates y su apolínea música mental. Sólo la muerte sí mismo Sócrates encama ambos modos de “poner en
del encantador liberaría a aquellos a quienes hechizó: escena” la verdad. Su apariencia, sus ironías juguetonas
“muchas veces vería con gusto el que ya no estuviera y devaluaciones de sí mismo pertenecen al reino de lo
entre los hombres” (216c). Alcibiades se ha dado cuen- cómico (según Chéjov llegó a comprenderlo). Sus de-
ta, ademas, de que hay algo de inhumano en quien ins- mandas al espíritu humano, su destino personal, están
pira amor sin límites pero jamás corresponde en imbuidos de tragedia. Su alcance filosófico es superiora
igualdad de intimidad. ambos. Alcibiades acertaba al quitarle la corona a Aga-
A decir verdad, ¿a qué género pertenece Sócrates? tan y asignársela a Sócrates. Pues él es el vencedor en
Recordamos la candente pregunta de Jesús a los discí- los juegos dramáticos del Simposio.
pulos: ¿por qué o por quién me tomáis? Al sentir he- Ya he señalado la casi indefinible tristitia suspendida
breo -dejando aparte la enigmática referencia de sobre esta festiva noche dionisiaca. Vacila la paráfrasis

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DOS CENAS

frente a un talante tan punzantemente múltiple como rialismo ha calado sorprendentemente poco en esta ar-
el de, digamos, la conclusión de Cosi fun tutte o el noc- quetípica retórica del amor. La hipótesis freudiana de la
turno de LaS bodas de Fígaro, por ser Mozart, con gran sublimación de lo sexual, de la libido, en arte, en linea-
precisión, aquel maestro de la comedia trágica previsto mientos abstractos de belleza, incluso en las presiones y
por Sócrates (0 considérese el desolado regocijo al final calor del pensamiento, es hondamente platónica.
de Noche de Epifanìa, donde Feste es, a la vez, “fiesta” e Cuando insiste en el papel de semejante sublimación,
indecible tristeza). Estas ecuaciones irresolutas figuran así sea en nuestras pretendidas experiencias de lo divi-
entre los momentos y efectos estéticos supremos. El uso no, sigue tratándose de un platonismo al revés.
que hace Platón es de consumada maestría. A Alcibia- En esta historia, el momento decisivo es el del co-
des le falta un año justo para la catástrofe política y mentario al Simposio por Marsilio Ficino, cuya primera
personal. En escala íntima, su rudeza inspirada, en el versión latina, hoy perdida, pudiera remontarse a
banquete, prefigura la noche en que --según se cree- 1468-9. Los animados festines de la Academia Florenti-
profanó los hermes, así como su desastroso mando de la na fueron modelados segúin el banquete platónico. En
expedición a Sicilia. Sócrates, en plena posesión de sí un celebrado convivio en la Villa Careggi, en 1474, fue
mismo, ha puesto en un dulce sueño a sus dos amigos y representado el Simposio. La exégesis de Pico della Mi-
oyentes (katakoimesunt’ ekeinous). Queda pues, estricta- randola trasmitió a su vez la lectura de Ficino a la cul-
mente solo y despierto. La cámara del banquete de tura europea en conjunto. Los poemas de Miguel Ángel
Agatón no es ningún Getsemaní. Pero el motivo del son, por así decirlo, ilustraciones de estos textos. La
estar finalmente aparte, de la soledad terminal, está hermenéutica de Ficino es cristianizante. Aspira a una
aquí. Y el hombre que sale a la luz matutina y se baña simbiosis entre trascendencia platónica y revelación
en el Liceo es también el Sócrates señalado para morir. johánica. Y cuando nos pide reflexionar sobre las ana-
El amor es un tema peligroso. logías entre Sócrates y Jesús de Nazaret, ¿no dice algo
Junto con el Timeo, el Simposio ha demostrado ser la evidente?
obra más influyente de Platón. Absorbida por el neo-
platonismo y por Agustín, la parábola de Diótima sobre III
la transustanciación de lo carnal en lo espiritual, del
deseo en iluminación, ha sido la piedra de toque para la Por lo que atañe a su autor, su fecha y su intención
teoría y la semántica del amor en Occidente. En la im- -para quién fue compuesto, y con qué fin-, el evan-
ponente supervivencia que esperaba al texto platónico gelio según San Juan representa una mina. Los conoce-
siempre han sido reconocib!es dos impulsos principales. dores son los únicos que pueden ofrecer opiniones
Desde Plotino y Proclo hasta el maestro Eckhardt y Ni- responsables. Se piensa que el griego del cuarto evange-
colás de Cusa, el impulso ha sido a la “mistificación” en lio trasluce un fondo arameo significativo. Sabios emi-
sentido literal: una translatio de la alegoría de Diótima nentes tienen este texto por redactado en Asia Menor,
al misticismo. La ascensión de lo erótico conduce al al- posiblemente en Antioquía. Según la opinión en curso,
ma hacia Beatriz y la rosa ardiente del amor divino ex- aunque en modo alguno unánime, esta obra, tal como
perimentado en la inmediatez de la entrega mística hoy la conocemos, data de entre los años 90 y 140 d.C.
(Bernini es el escultor eminente de esta moción). La Algunos exégetas -Bultmann es famoso- han insisti-
otra dirección ha sido la de la canonización de la pa- do en un moldeamiento gnóstico. Durante largo tiem-
sión física, de su defensa en nombre de la belleza y la po Juan fue considerado un judío helenizado o, por lo
vitalidad última. Las implicaciones generales han sido menos, un testigo de tales judíos. Lecturas más recien-
heterosexuales. Pero desde los neoplatónicos del Rena- tes, especialmente a la zaga de los rollos del mar Muer-
cimiento florentino y romano hasta los helenistas vic- to, hallan una visión del mundo y una escatología
torianos, y más acá, el Simposio, como es natural, ha firmemente arraigadas en el judaísmo veterotestamen-
sido talismán del hornoerotismo (en 1892-3 el joven tario y la literatura sapiencial judía. Se ha sostenido
Marcel Proust y sus chicos de oro eligieron Le Bunquet que Alejandría es una procedencia más probable y que
como título para la revista de arte que editarían). El es- Filón es el paralelo más cercano a la enseñanza joháni-
fuerzo subyacente es de síntesis, de volver a actuar y re- ca del Logos. ¿Participó el autor mismo en los aconteci-
producir el ideal platónico de la trasmutación. Los mientos del ministerio y pasión de Jesús? ¿Fue posterior,
platónicos de Cambridge en el siglo XVII insistieron en recurrió a los sinópticos, sobre todo a Marcos hasta al-
los valores alegórico-simbólicos de los actos de amor canzar un relato selectivo, sumamente personal e in-
en casa de Agatón. Son sólo figuraciones del eros del ventivo? ¿Fue él -y aquí está lo principal- el
alma. Shelley, Hölderlin sobre todo, con su propia Dió- enigmático “discípulo amado” cuyo papel es tan persis-
tima, se embriagan con la sensualidad de la psique tente? El capítulo 21, en su retrospección santificadora,
cuando la posee el amor. El brillo ardiente de esta dia- no puede ser de la misma mano que la narración princi-
léctica ilumina La muerte en Venecia de Mann. El mate- pal. ¿Se emprendieron sucesivas redacciones y, de ser

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así, cuántas y con qué etapas en la elaboración de nues- más, el monumento a un dramaturgo teológico-meta-
tro texto? físico, comparable por fuerza al dramaturgo filósofo del
Determinados puntos parecen innegables. Está im- Simposio.
plícito un platonismo ambiental, difusamente “popu- Lo mismo quecon Agatón, así en la cámara (no es-
lar”, un trascendentalismo platónico que cundía en las pecificada) de la Ultima cena de Juan (la “cámara alta”
comunidades mediterráneas helenísticas. Hay rasgos que enseñan en Jerusalén es ficción para turistas) la or-
que apuntan directamente al estilo moral de los estoi- denación de los presentes es muy importante. También
cos. Al igual que cualquier otra persona pensante de en Proust se nos hace observar las borrascas de amor y
entonces, el autor del cuarto evangelio está al tanto de odio que pueden surgir de disputas en tomo a la etique-
algunos elementos de la especulación gnóstica y del ta de la precedencia. Los comensales del cuarto evan-
idioma escatológico de los llamados “cultos de miste- gelio están reclinados. Esta postura, seguramente
rios”. El cuarto evangelista escribe contra el judaísmo tomada de la costumbre helenístico-romana, se aplica
tradicional, el cual identifica con la mundanidad co- a la pascua. (Si bien Juan afirma que esta comida es la
rrupta y que ve como amenaza para los nuevos cristia4 noche anterior.) Maestro y discípulos se reclinan sobre
nismos, los judeocristianos, en un clima de sentimiento el flanco izquierdo, dejando el brazo y la mano dere-
secularizado, sincrético. Pero se dirige asimismo a una chos libres. Así, el siguiente a la derecha de Jesús que-
comunidad de algún modo asociada directamente con daría con la cabeza apoyada justamente ante el Señor.
sus enseñanzas. Parecería que esta comunidad esperase Visualmente, así como con respecto a la proximidad,
la sobrevivencia de Juan hasta el segundo advenimien- bien podría decirse que se apoyaba en el pecho de Je-
to de Cristo. Un reverente desencanto tiñe la conclu- sús. Esto permitiría un diálogo sotto vote inaudible para
sión del libro -un libro cuya trama es teológica. Ya la los demás comensales. Formalmente, el lugar de honor
iglesia inicial llama a Juan “el teólogo”, a diferencia de era a la izquierda del huésped. Tal vez aquí el matiz sea
los otros evangelistas. decisivo: entre cualquier precedencia o rango exterio-
Podría irse más lejos: ésta es una obra de teología fi- res, por un lado, y una peculiar intimidad y clausura,
losófica. Su tenor huidizo, su esplendor a menudo vela- por otro. Según han señalado los comentaristas, la co-
do, como un halo alrededor de un núcleo oscuro, han locación del discípulo amado con relación a Jesús prefi-
permanecido problemáticos. El cuarto evangelio mere- gura (o devuelve) la de Cristo en relación con el Padre
ce nada más la aprobación vacilante de lo que hay de en Juan 1, 18: “que está en el seno del Padre”. Lo que
“fundamentalista”, de “literalista” o puritano en la tra- resultará crucial, en una de las estructuras narrativas y
dición cristiana. Perturba a todos cuantos insisten en la mises en scene más enrevesadas y cargadas, serán los he-
esencial humanidad de Jesús. Se diría que invita la pre- chos y problemas del hacerse caso recíprocamente, de
vención de Newman, según quien mysricism, en inglés, la comunicación posible o fallida, de lo oído directa e
comienza con mist (neblina) y termina con schism (cis- indirectamente en tomo a esta mesa.
ma). Significativamente, Bach encontró intratable por Apenas habrá sílaba de Juan 13.21-30 que no haya
momentos su exposición musical de Juan. Es la única sido objeto de estudio reñido, en apariencia exhausti-
de sus Pasiones sin centro aplomado. vo, y de explicación filológico-cultural-teológica. Pu-
Cualesquiera que sean los problemas insolubles de diera tratarse del pasaje más sugerente y preñado de
la génesis de este evangelio (incluso es muy discu!ido trágicas consecuencias en la “literatura” occidental.
el orden debido de los capítulos en el relato de la Ulti- Casi todo permanece incierto, pero con esa incerti-
ma Cena), o las posibilidades de revisión o superposi- dumbre de autorrevelación, con esa precisión sobre
ción, la voz es un hecho que permanece. Es una voz del nuestra imaginación continuada y esas exigencias a la
todo inconfundible, con un estilo de visión argumen- intuición peculiares del arte más grande. Es un estereo-
tativa radicalmente propio.‘Experimentamos la pre- tipo casi inevitable decir que la oscuridad iluminada, el
sencia -dan ganas de decir: la presión inmediata de latir de la revelación y la ocultación son aquí del géne-
una mente y una sensibilidad teológico-filosóficas de ro de un Rembrandt tardío (los imperativos leonardia-
primer orden. Junto con Plotino, se trata de uno de los nos de claridad en su recomposición de la Ultima Cena
grandes pensadores e “imagineros” del mundo clásico son, en algún sentido, una crítica). Jesús ha interrum-
tardío. Nos las vemos con un escritor acostumbrado a pido el sacramento de servidumbre, de sacrificio aman-
formas dinámicas de retórica, de poesía filosófica (el te simbolizado por el lavatorio de pies, para insinuar la
himno inicia al Logos, con su juego sutil de maneras traición inminente. Cita el que es el subtexto esencial
semíticas en verso del antiguo Testamento), de alego- hasta este momento: el noveno verso del salmo 41: “El
ría y simbolismo. A decir verdad, en buena parte el le- que come mi pan levantó contra mí su calcañar.” Esta
gado literario occidental hace proceder de este cuarto amargura davídica es en sí misma de extrema densidad
evangelio sus artes de representación polimorfa e indi- textual y problemática en su referencia. Las implicacio-
recta. Así, los capítulos 13 a 17 son, entre muchas cosas nes en boca de Jesús son múltiples. Considérese nada

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DOS CENAS

más la psicología “naturalista” por la cual el lavatorio texto de estas notas, lo que cuenta es la personificación
de pies traería “calcañar” a las mientes. Henchida de emblemática del amor por este discípulo. Agape en el
sentido es la invocación de alguien “que come mi pan”. primer caso, philein en el segundo. Términos que figu-
Según todo mundo sabe, en la Última Cena de acuerdo ran decisivamente en el Simposio y que, en sus reticula-
con Juan no hay proclamación ni representación de la ciones con eros, deslindan los complejos mapas del
eucaristía. En los armónicos y resonancias caníbales de amor, parcialmente traslapados, en la lengua griega. El
este acto fundamental y fundacional, algo turbó acaso discípulo a quien Jesús ama, tanto en el sentido espiri-
al metafísico-cantor del Logos, precisamente por haber tual, “caritativo” (caritas), proclamado por Pablo, co-
sido tan enfático al respecto en el capítulo 6. Pero en mo en las connotaciones más generales, cotidianas, de
este punto es realmente imposible no reparar en la insi- afecto amante, de amistad e intimidad, hasta llegar al
nuación al pan eucarístico, a la falsedad y traición por amor. La paradoja es inevadible. ¿Cómo es posible que
uno en la comunión. Nos habla de las asociaciones pri- el amor encarnado, el amor universal dispuesto para
mordiales entre el compartir el pan y la fidelidad, entre todos los hombres, el amor que incorpora y proclama el
los códigos seculares de confianza a que se refirió el rey Padre en la persona del Hijo, muestre preferencias? ¿En
David, y la confianza última, modelada sobre lo secular, qué grado, en qué significaciones de la(s) palabra(s)
en el pan de la transustanciación. El palio de David era ama Jesús a este discípulo más que a los otros, o acaso
ya el del Señor Dios, y Jesús es considerado de la casa en algún registro diferente? ¿LO prefiere por su juven-
de David. tud, por su belleza, por alguna especial ternura en su
Con incomparable sutileza dramática, el autor de puesto de discípulo? Innumerables maestros han hecho
Juan entrelaza, digámoslo así, opacidades mentales y gráfico este motivo posible en sus representaciones de
materiales. Jesús “se turbó en su espíritu”. La resonancia la escena. ¿Cuán lejos estamos de la phila, de la pulsa-
es vívidamente humana (etarakhthe to pneumati). Los ción del eros, por sublimada que fuese, en la noche del
discípulos se miran, perplejos tanto en cuanto a su senti- banquete de Agatón y Alcibiades? En las configuracio-
do preciso como a la designación personal. ¿Qué trai- nes tendidas, vigilantes, del discipulado, de quienes se
ción? ¿Por quién? El dramatismo de la situación, que agrupan alrededor de un maestro, un mugister carismá-
innumerables pintores y compositores se han empeñado tico, y, conscientemente o no, aspiran a su particular
en expresar, depende del orden de los lugares y de sus consideración o sucesión -el seminario universitario,
respectivas distancias al hablante (recordemos semejan- la comida de la junta- los celos son perfectamente
zas en la construcción narrativa de Platón). Pedro, evi- inevitables. Resuenan en el empeño de Alcibiades por
dentemente el portavoz e interrogador habitual (más de ocupar su sitio elegido en brazos de Sócrates o en su
un rasgo del interrogador infantil en la pascua hebrea proximidad inmediata. ¿Cuán cerca de la superficie es-
tiene que ver con su incapacidad de captar el verdadero tán en Juan 13? ¿Qué matices de rivalidad potencial
sentido del anterior lavatorio de pies), está demasiado son inherentes a la necesidad de Pedro de plantear la
apartado en la mesa para preguntarle directamente a Je- pregunta de los discípulos alarmados y desconcertados
sús (idificultarán tal diálogo múltiples voces excitadas y a través del “amado”, que descansa “ante el pecho de
turbadas?). Llama -“le hizo señal” (¿queriendo decir JESÚS” y puede interrogarlo acercando su boca a la de
qué?)- al “amado de Jesús” (on egapu). Jesús? Entre los comensales de la mesa de Jesús ¿hay al-
Dos palabras que, sin exageración, han producido guno para quien esta intimidad, este privilegio y prefe-
bibliotecas. Mencionado aquì por primera vez, el “dis- rencia de amor resulten insoportables?
cípulo amado” desafía la identificación. Reaparecerá En cualquier plano naturalista, la acción asegurado-
en estrecho contacto con Pedro y una vez con la madre ra sólo es inteligible si el diálogo entre Jesús y su discí-
de Jesús. Aparece solamente en Jerusalén, en tanto que pulo amado es inaudible para los demás. De otra
los hijos de Zebedeo, con quienes es a menudo identifi- manera, ¿por qué iba Judas a aceptar el bocado que “yo
cado, son claramente galileos. En este cuarto evangelio mojare y diere”, señal que identifica su anatema? Tam-
el discípulo amado es beneficiado y puesto más allá de poco, de haber sido escuchada la contestación de Jesús
Pedro. Un halo de misterio intencional rodea a esta al “Señor, ¿quién es ?” de su discípulo, se habrían sor-
persona anónima. La tradición lo designa como el au- prendido los demás sobre el motivo de la repentina
tor de “Juan”, como el testigo eminente a cuyos recuer- partida de Judas. En un nivel simbólico, psicológi-
dos y gnosis, tal vez a edad avanzada, debemos este co-herético, sin embargo, se ofrecen otras dos lecturas.
libro. Para Bultmann, es una ficción de composición, Judas pudo aceptar el fatal ofrecimiento a sabiendas. A
eine Idealgestalt. Posiblemente una figura esoterico-mis- fin de cumplir la Escritura y la voluntad de Dios. Para
terica cuya sabiduría arcana expone el auténtico tenor forzar la pasión y resurrección de su maestro, quien de
del Verbo que era Dios. Otros exegetas lo consideran otra manera, en esta hora, podría haberse echado atrás
un participante real tanto en esta cena como en el de- ante la terrible agonía, que podría haber huido a Gali-
senvolvimiento de la iglesia en Asia Menor. En el con- lea (como Sócrates pudo haber escapado de su cárcel

DICIEMBRE DE 1996 71
ateniense), a fin de que fuera apartado de él el cáliz. Al una terrible humanidad: la de un hombre que a duras
menos hasta fines del siglo V y el VI de la era cristiana, penas consigue contemplar los horrores que lo esperan,
en ciertas comunidades religiosas Judas era reverencia- pero deseoso de que lleguen. A mi modo de ver, el abis-
do por su sacrificio propio, por la santidad necesaria de mo de verdad que hay en esta pericope excluye cual-
SU acto. Era él quien había desencadenado el milagro quier invención literaria, así fuese de un Dostoyevski.
de la Cruz y, así, de la salvación para la humanidad pe- No puedo dejar de creer que estas palabras fueron real-
cadora. Su suicidio se debió a la prisa desesperada. Ju- mente enunciadas. Esta vez todos las oyen, pero sólo el
das había esperado que el Hijo del Hombre descendería discípulo amado y el propio Judas pudieron captar su
de la cruz y se revelaría en gloria cósmica. Lo que juzgó sentido. ¿Era enviado el hombre de la bolsa del dinero
ser la irreparable, repelente muerte de Jesús, condenó, a comprar lo que haría falta para la pascua del otro día?
ante los ojos cegados de Judas, no sólo el propósito de ¿O a dar algo a los pobres? Ni uno ni otro motivo serían
su traición sino la creación misma. La promesa mesiá- deshonrosos. El encadenamiento, sin embargo, es ca-
nica había sido vacuo error. Si hubiera vivido Judas tastrófico. Traba la persona y el destino del judío con el
hasta la resurrección, su fin habría tenido lógica y com- del dinero. Si Judas, en algún sentido, engendra a Yago,
pensación penitenciales. Pero acaso haya otro hallazgo, con toda seguridad engendra a Shylock.
más secular. De los doce, era Judas quien amaba al Na- El estilista del cuarto evangelio puede ser enrevesa-
zareno con mayor vehemencia, si bien con amor man- do, incluso prolijo. Ahora es lapidario. Pero de una
chado por este exceso. Viendo al discípulo amado tan concisión que todo abarca. Hay “interferencia” de la
manifiestamente (¿tan escandalosamente?) preferido, tradición sinóptica. En la Palestina de Jesús, semejante
sucumbió a los celos homicidas. Recordemos a Alcibia- comida habría sido ingerida al caer la tarde. Es la cena
des hablando de Sócrates “en brazos de otro”. Judas de pascua la que debe comerse de noche, y Juan sitúa la
aceptó el “bocado” con el corazón negro de rabia. Co- Última Cena en la víspera. No importa. Lo fundamen-
mo en el dicho, gastado pero penetrante, “matamos lo tal, por supuesto, es la negrura: en de nyx. “Era de no-
que amamos” antes que compartirlo o que nos desdeñe. che.” La noche en la que Judas sale enseguida. Una
Pero el canon exigió otra cosa. Con un movimiento totalidad de ostracismo y maldición de la cual jamás es-
cuya inhumanidad la exégesis cristiana ha tratado de caparía el pueblo judío. Este es el instante, la crux (tér-
escamotear o justificar, Jesús moja el bocado y se lo da mino tremendamente ominoso en este contexto)
al hijo de Simón Iscariote. Es evidente un eco omino- donde se arraiga el odio a los judíos que se encona en el
so, aunque velado, de las hierbas amargas mojadas en la corazón absoluto de la cristiandad. Nada sabemos de
comida pascual. Lo central es que presenciamos aquí los motivos de Jesús al elegir a Judas para una condena-
un “contrasacramento”, una eucaristía antinómica de ción sin fin. Aquellos a quienes el dios de Abraham y
condenación. Son débiles los intentos apologéticos de Moisés eligió por seguidores, ahora Jesús los escoge, en
definir la mancha de Judas según los episodios previos una contraelección que es un sacramento de exclusión,
(su objeción aparentemente mezquina al derroche de destinándolos a la humillación y el castigo. Es el nom-
preciosos ungüentos). Juan es explícito: sólo con el bo- bre de Judas, es la imputación de traición venal y deici-
cado “entró en él Satanás. La contradicción misma con dio lo que claman las turbas cristianas en las matanzas
6, 70, donde Jesús habla de elegir entre sus discípulos a medievales, en los progroms. Son los supuestos rasgos
“uno que es un diablo”, revela la tensión, la atrocidad del hijo de Iscariote, su pelo rojo, su nariz “judía”, su
no resuelta de lo que algunos comentaristas han tenido barba partida, los que proclaman y denigran al judìo en
la honradez de llamar “un sacramento satánico”. Entre el milenario libelo sangriento. “Judas tenía la bolsa.”
los nombres de los discípulos inmediatos de Jesús, sólo En adelante no serán nada más los treinta dineros de
el de Judas es específicamente judío. Hay otro Judas en- plata sino las demoniacas ambigüedades del dinero
tre ellos, cuidadosamente señalado como distinto del mismo las que se adherirán al judío como lepra. Alci-
Iscariote. Y la iglesia incluirá un San Judas en su calen- biades se aleja tambaleándose por la noche ateniense
dario. Entre tanto, el judaísmo de Judas Iscariote se ha- hacia un posterior, frívolo desastre. Sólo que de índole
ce instantáneamente palpable. Es el tesorero. El Hijo personal y política. Judas entra en una noche intermi-
de Dios instruye al hombre poseído por Satanás: “Lo nable de culpa colectiva. Es la mera verdad afirmar que
que has de hacer, hazlo pronto.” ¿Se conoce una expre- su salida es la puerta a la Shoah. La “solución final”
sión o acto de lenguaje más concisamente inconmen- propuesta, puesta en marcha por el nacionalsocialismo
surable? Los gramáticos explican esta frase bien como en este siglo XX es la conclusión perfectamente lógica,
un presente incoativo que significa “haz lo que vas a axiomática, de la identificación del judío con Judas.
hacer” o bien como una forma que significa “haz lo que ¿De qué otro modo iba el cristianismo occidental, que
quieras hacer y hazlo pronto” o “tan pronto como se nunca ha repudiado como es debido la odiosa aversión
pueda”. Otros prefieren un simple comparativo: “actúa al judío en parte de los evangelios y de los Hechos, a
más aprisa que como lo estás haciendo ahora”. Asoma vérselas con la tribu satánica, arquetípicamente traicio-

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nera, usurera, del Iscariote? Esa oscuridad, esa noche vez particularizada y hecha universal. Se aplica al pu-
dentro de la noche, a la cual Judas es despachado, con ñado de discìpulos presentes, esos pocos a quienes Ju-
orden de acabar pronto, es ya la de los hornos cremato- das, los sacerdotes, los fariseos y los judíos de Jerusalén
rios. ¿Quién, precisamente, ha traicionado a quién? acosarán hasta el martirio.
Para un lector no cristiano, el triunfalismo instantá- Pero al mismo tiempo escuchamos la sonora intima-
neo de las palabras de Jesús -“ahora ha sido glorifica- ción de la acclesia venidera, de la prepotencia victoriosa
do el Hijo del Hombre”- es una nota escalofriante. del cristianismo en nombre de su resucitado fundador.
Esta florificación se hace concordar sin solución de Jesús dejará a sus compañeros de mesa en un paréntesis
continuidad con la partida de Judas hacia un infierno de abandono angustiado, precisamente como el Padre
histórico. El chivo expiatorio ha sido designado, el pa- lo dejará “abandonado” en la cruz. Procediendo así, no
ria expulsado a la oscuridad exterior. Extraño prólogo a obstante, garantiza que su amor perdure y sea eficaz en-
un discurso sobre el amor, que trasciende aun el de Dió- tre ellos. también Sócrates, al morir, abandona a sus
tima y Plotino. Agapate, egapesa agapen: el idioma del discípulos y permanece con ellos.
amor llena las palabras de Jesús. Es el amor el que sus- La doxa johánica del amor, con sus exfoliaciones ha-
cribe la obediencia a las enseñanzas de Jesús, lo único cia lo místico, hacia la traducción de carne a espíritu en
que puede unir a los seres humanos con el infinito los actos de amor, con su aceptación de la subliniación
amor y kenosis del Padre. Amándose unos a los otros, de lo sexual, gesto tanto judío como platónico-gnósti-
los discípulos ejemplifican directamente el amor encar- co, se ha mantenido fundamental. No sólo en teología
nado que es Jesús y que, a su vez, lo une con Dios. Los sino en la filosofía del arte y la poesía. Está labrada en la
comentaristas aducen una posible fuente estoica para textura de nuestro lenguaje. El amor que “mueve las es-
lo dicho por Jesús, que resulta de alguna manera anó- trellas” en la culminación de la Commedia de Dante,
malo en vista del contexto teológico-escatológico: pero igualmente el del Liebestod en el Tristàn e Isolda de
“Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida Wagner, tienen aura y sustancia johánicas. A través del
por sus amigos” (15, 13). De hecho, esta máxima es casi neoplatonismo y del derretimiento del alma en un abis-
una paráfrasis del Simposio (179b). Sopla un viento de mo de amor verbalizado por espíritus johánicos como
entusiasmo platónico hacia la amistad y el apego mas- Juan de la Cruz, Donne o Shelley, se construye un
culinos. Estableciendo delicadas diferencias entre aga- puente hasta el Simposio. Por utilizar el resonante tìtulo
pan y philein, el evangelista vinculó los mandamientos de Denis de Rougemont, L’amour en occident es platóni-
de amor con la gracia de la salvación. Pudiera ser -su- co-johánico. Es el legado de dos cenas.
giere C.K. Barrett- que “amante” (philos) se tornase El relato de que disponemos de estas dos cenas plan-
“un término técnico para ‘cristiano”‘. Inmediatamente tea agudamente el problema de las fuentes finales de lo
adyacente a esta totalidad definitoria del amor, a este poético filosófico. Tanto el Simposio como los capitulos
eros del alma en relación con el Padre, el Hijo y los de- pertinentes del cuarto evangelio pueden (debieran)
más cristianos, está el odio emanado del mundo. Hay trasmitir a sus lectores la experiencia de una pluralidad
una devastadora ironía ¿pudo ser del todo incons- de significados, de una complejidad escénica, de una
ciente?- en la superposición, en la expulsión de Judas, interacción dinámica entre detalles menudos y plan ge-
en el elocuente diagnóstico por Jesús de la intolerancia neral, inagotable ante la paráfrasis y la interpretación.
religiosa, del aborrecimiento tribal. Tal como el Dios Estos textos declaran, por formularlo ingenuamente,
del Antiguo Testamento, que Pablo no tardaría en des- desvalidamente, un poder creativo, una persistencia
construir, escogió a Israel en el mundo, así el rabì de “más que humana”. Conforme vivimos con ellos, como
Nazaret escoge a los once que ahora cenan con él. La tratamos de vivirlos, el Simposio y Juan nos imponen la
mundanidad liberará su odio sobre la comunitas del insoluble posibilidad de lo realmente inspirado, de lo
amor. Habrá mártires del amor (concepto que será se- revelado.
cularizado y trabajado interminablemente en la lìrica La primera de estas cenas concluye a la luz cotidia-
amorosa y el erotismo espiritualizado de las literaturas na de un sosegado día de Sócrates, en el agua de sus
medieval y barroca). Remachando la palabra agape abluciones y el mediodía de su sapiencia. La segunda se
“para que el amor con que tú me has amado esté en cierra con una doble negrura: la del eclipse solar sobre
ellos y yo en ellos”- es como Jesús cierra su monólogo el Gólgota y la noche interminable del sufrimiento ju-
multifacético (la riqueza y diversidad de cuyos movi- dío. Acaso pueda perdonárseme que me pregunte si es
mientos retóricos, de la rabia a la plegaria, de la peti- sólo cuando va a cenar con el diablo cuando el ser hu-
ción al kerygma o revelación, son técnicamente mano -en particular si es de la casa de Jacob- debe
formidables). Ahora la promesa mesiánica ha sido a la llevar una cuchara larga.

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