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Para aclarar lo anterior, es necesario inducir al lector a un breve recorrido histórico por las
significaciones de lo liberal, no sin antes advertir que existen diversos vacíos historiográficos
al respecto. El término liberal ya era usado por los romanos a partir de la voz latina liberalis
relacionada con los oficios de la gente libre (Llano, 2003). Podemos seguir otros de sus pasos
por el hilo de la historia cuando, en la Edad Media, se inician las alusiones a las artes liberales,
una primera referencia al respecto es la obra del escritor latino del s. V Martianus Capella
(Satyricon o De Nuptiis Philologiae et Mercurii et de septem Artibus liberalibus libri novem).
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Se puede citar varios ejemplos de estos casos, muy comunes en obras pedagógicas o en aquellas que bajo
una idea sistémica desean hacer encajar a diversos autores en una doctrina. Un ejemplo básico podría ser ser:
Laski, H. (1961). Historia del liberalismo europeo. Ciudad de México: Fondo de cultura económica.
Bajo esta idea, lo liberal se encontraba relacionado con las destrezas intelectuales y con los
conocimientos universales, en contraposición con las destrezas manuales y los conocimientos
especializados. Con el paso de los siglos, la voz: liberal empieza a obtener nuevas
significaciones. Así, en el Tesoro de la lengua castellana o española, primer diccionario
monolingüe del castellano, publicado por Sebastián de Covarrubias en 1611 se puede apreciar
la siguiente significación
“LIBERAL. adj. de una term. Generoso, bizarro, y que sin fin particular, ni
tocar en el extremo de prodigalidad, graciosamente da y socorre, no solo a los
menesterosos, sino a los que no lo son tanto, haciéndoles todo bien. Es del Latino
Liberalis, que significa esto mismo. CERV. Quix. tom. 1. cap. 42. No quiso aceptar
ninguno de sus liberales ofrecimientos. LOP. Peregr. f. 12. Era de lindo talle, de alto
ingénio, de liberal condición y de noble sangre.
Lo liberal no adquirirá una plena conceptualización, con la cual podamos sentir identificadas
las posturas liberales de la política actual, hasta la acelerada irrupción de la modernidad. Para
Reinhart Koselleck (1993), esta irrupción se sitúa entre 1750 y 1850, dando lugar al Sattelzeit
(tiempo a caballo, metaforizando su acelere), en el cual, los conceptos adquieren un nuevo
horizonte significativo. Koselleck, fue el máximo representante de la Begriffsgeschichite
(Historia conceptual), escuela de historia intelectual alemana que se dedica a hallar las redes
semánticas de los conceptos, teniendo en cuenta las diversas mutaciones culturales y sociales
que produjeron sus usos (Palti, 2004). Si bien, durante este periodo temporal la Francia
revolucionaria innovó con la explosión de un nuevo lenguaje político, creando nuevos
conceptos y resignificando otros (como ciudadano, Estado, libertad, futuro, entre otros), el
concepto de lo liberal será usado por vez primera por agentes políticos españoles de forma
posterior a las primeras fases del proceso francés (Fernandez, 2012). Durante la invasión
Napoleónica a España, iniciada en 1808, y ante la problemática por la legitimidad del poder
político en la península y sus colonias, diversas posturas se unieron en una Junta Central que
sustituyó momentáneamente el poder real. El momento fue idóneo para llevar al debate
político y, posteriormente, al ámbito público nuevas ideas modernas, que si bien guardaban
cierta correlación con algunos valores de los revolucionarios franceses, no carecían de
autenticidad. Así, los liberales (hombres autodenominados bajo ese adjetivo y agentes de la
postura que tendría más adeptos en las Cortes de Cádiz) concebían lo liberal bajo un
imaginario político complejo, donde subsistía la idea de individuos iguales bajo la ley,
asociados de forma contractual a una Nación moderna y regidos por una constitución
construida en común. Sin embargo, lo anterior, que podría equipararse a las ideas francesas,
distaba de ellas en cuanto a aceptación de una monarquía con poderes regulados, el
mantenimiento del clero, entre otras (Guerra, 1992).
La libertad de prensa propagada ante la ausencia del Rey permitió que este nuevo lenguaje
político, donde lo liberal jugaba un papel central, llegara a la España americana (Guerra,
1992). Allí, el concepto invadió rápidamente las ideas de distintas regiones, diversificándose
según particularidades de cada una. Por ende, lo liberal en cuanto adquiere una significación
política adopta una posición polémica que permite su polisemia en diversas regiones y grupos
sociales de Hispanoamérica. Luego, los primeros liberales (así llamados) fueron
hispanoamericanos. Expresiones como Partido Liberal y Liberalismo tuvieron un uso social
y político en el castellano mucho antes que en el inglés o el francés. Inclusive, en materia
mediática, los periódicos cuyos encabezados dominaba la palabra “liberal” o “liberalismo”
fueron pioneros en diversos Estados americanos que en las más modernas ciudades europeas
(Fernández, 2012).
Ya, con la base de un panorama general, puede decirse que la entrada conceptual de lo liberal
en el contexto neogranadino (o colombiano) es producto de una revolución política en el
Imperio español, que, además de provocar su fragmentación en diversas repúblicas, también
tuvo como consecuencia una revolución en el lenguaje político en cada una. La historia del
concepto de lo liberal no puede ser en ningún caso homogénea por motivos ya explicados,
por lo cual, el caso colombiano constituirá siempre una novedad y aportará unas
características auténticas al estudio, no sólo del lenguaje político sino de las prácticas
culturales en las que desemboca.
En la Nueva Granada la recepción del concepto fue total, al igual que su uso en estos dos
siglos republicanos. Desde entonces, ha zigzagueado a lo largo de la historia colombiana,
cargándose de significados, de juicios, de guerras, de odios, de muertes y de esperanzas.
Desde el inicio de los procesos independentistas, las diferencias con respecto a las
instituciones y las funciones estatales de la futura república se tradujeron en la creación de
dos bandos políticos e identitarios, los cuales fueron definiendo su accionar ideológico
durante las primeras décadas del nuevo Estado (s. XIX). Así, el significado que se podía
contener dentro de lo liberal fue creciendo a la par que lo hacía su aparente antítesis, lo
conservador. No obstante, en periodos de dominación de un solo partido, este solía
fragmentarse y ser para sí un enemigo (Bushnell, 1994).
No será sino hasta la mitad del siglo decimonónico cuando surgirán las primeras
construcciones formales de partidos políticos, amparados por un programa de acción que se
constituirá como la base firme para una gestión de valores e identidad (Fernandez, 2012).
Será precisamente entre los años de 1848 y 1849 cuando se crearán los primeros programas
de partidos políticos, anunciando sus doctrinas, legitimando sus posiciones, focalizando sus
discrepancias. Aquí, lo liberal, encarnado en diversos actores, busca legitimarse como
liberalismo.
Estos escritos son ambos de un marcado carácter liberal, pues las tentativas de un programa
de partido conservador son posteriores. A partir de la década del 40 lo liberal acompaña de
forma adjetival ya no solo a los gobiernos, sino también a los partidos, surge la voz “partido
liberal”; no obstante, no llegará a materializarse sino hasta la publicación del Programa del
partido moderado de Florentino González, el cual se declara como “el partido liberal neto,
liberal en realidad, no liberal de nombre” (Gonzalez, 1848), primero en su tipo en la Nueva
Granada. Poco tiempo después aparece como respuesta al mismo, el artículo de Ezequiel
Rojas, La razón de mi voto el cuál defendió el carácter liberal de su organización ante los
ataques de González, además de apoyar, de forma abierta, la candidatura de José Hilario
López a la presidencia de la Nueva Granada. Hasta este momento, ambos discursos parten
del mismo lugar del enunciado, de una institución cada vez menos imaginaria y más fáctica
que en cuanto la formulación de doctrinas, empieza a mutar de cualidades liberales a
consolidar el cuerpo del liberalismo. Lo que se dice y debate de lo liberal y las doctrinas
que se espera llenen el hueco significativo del liberalismo, no son compartidas, polemizando
el concepto. En cuanto al lugar de la enunciación también es compartido pues ambos hacen
uso de un mismo lenguaje político, con intenciones similares (la persuasión al respecto de lo
liberal y el programa doctrinario del liberalismo a las élites sufragantes).
Como bien lo comenta Deleuze (1993), un concepto no es simple, tiene componentes que lo
definen, los cuales pueden ser otros conceptos a los cuales remite en su historia, devenir y
conexiones. Así, lo liberal, teniendo en cuenta las coordenadas Tiempo/Espacio en las que
se desea estudiar, puede tener diversas conexiones, destacando entre ellas las siguientes. Vale
mencionar que el estudio se hará sobre la primera, no obstante, es imposible no mencionar y
dar una breve explicación de la segunda.
1. Lo liberal y el liberalismo
Como ya se refirió anteriormente, en el año 1848 con la aparición de los primeros programas
de partido político en la historia granadina (colombiana) es más factible empezar a hablar de
liberalismo que en periodos anteriores. El adjetivo liberal se nominaliza. Esta cambio en la
categoría gramatical puede explicar de manera adecuada el proceso que se lleva a cabo, pues
lo liberal puede modificar a cualquier sustantivo, como por ejemplo a República, a Estado,
a partido, a hombre, etc. mientras que el liberalismo en cuanto sustantivo, es modificado por
diversos adjetivos, perdiendo, valga la redundancia, libertad de alterar a otros cuerpos,
adquiriendo una estructura fija que dependerá de las posturas de diferentes sujetos. La
consolidación de una serie de doctrinas fijas, y escritas, que debe seguir un liberal para apoyar
a sus copartidarios y el proyecto de vida que se plantean, se consolida como un “ismo” en lo
que este sufijo significa. No obstante, lo liberal entra en una problemática honda, debido a
que no todo lo que es liberal es propio del liberalismo. Al crearse un discurso cerrado de
doctrinas, se cierra la vía a muchas otras posturas liberales. ¿Cómo se legitima entonces lo
liberal que está dentro del liberalismo? Con la elección de José Hilario López y con los
diversos discursos pronunciados, se consolida desde la cúspide de la pirámide política (la
presidencia) una visión de lo “verdaderamente” liberal, que se expande en la política, creando
una realidad discursiva confusa, en la que se puede encontrar lo liberal amigo del liberalismo
y lo liberal enemigo del liberalismo. Un problema digno de análisis.
De esta forma, según Vasco Bustos (2011), la historia de la prensa en Colombia tiene
diferentes etapas que se encuentran completamente ligadas al desarrollo de los
acontecimientos políticos y culturales. A la muerte de Simón Bolívar y ante muchas
incógnitas sobre el porvenir de la política, la prensa da un viraje hacia las ideas democráticas
sobre las que se debe construir la nueva república, dejando de lado los antiguos homenajes
al libertador. Surgen los primeros diarios eminentemente políticos. A finales de la década de
los 40 del s. XIX, la prensa abandona el carácter personalista que la particularizaba para
convertirse en un aparato doctrinario de las tendencias políticas latentes (Vasco, 2011), tal y
como los ejemplos que acá se pretenden analizar.
Es justo iniciar este apartado recalcando que es imposible dar una definición cerrada de
aquello que fue lo liberal en la época a estudiar. El concepto es precisamente la polémica
creada por su uso social, de lo contrario sería tan sólo una palabra (Torres, 2009). Tampoco
es labor del historiador posicionarse al respecto de una de las múltiples definiciones o
pasiones dadas a lo liberal o cualquier otro concepto. Lo que se hará a continuación será la
presentación de algunas polémicas del concepto, no sin antes dar un breve resumen del
liberalismo en la Nueva Granada en los años previos a los estudiados.
Toda historia constituye un repensar. Lo anterior en el sentido tal que, diversos actores han
creado materialidad con base en su pensar, lo cual será fuente posterior para el historiador,
por lo cual su trabajo constituye un conocimiento de segundo orden. Inclusive, al hacer un
balance historiográfico piensa el repensar. Para estudiar el desarrollo del concepto de lo
liberal en la Nueva Granada entre 1808 hasta 1848, fecha en la cual inicia la autonomía de
este trabajo, es necesario estudiar algunas obras que ya hayan trabajado este espacio
temporal, las cuales, en su mayoría, presentan diversos vacíos que muestran lo necesario que
es hacer un estudio desde la historia conceptual de un largo periodo. Es justo aclarar que los
estudios al respecto de lo liberal y el liberalismo, en la historiografía colombiana, se han
considerado como derivados de la historia del partido liberal, lo que a su vez ha desestimado
la comprensión de lo liberal como filosofía política privilegiando su estudio como cuerpo y
fuerza política (Calderón y Villamizar, 2012).
1808 representa un año crucial para las investigaciones del lenguaje político en el Imperio
Español (Guerra, 2014). La crisis del poder y el debate por su representación próxima afianzó
diversos conceptos en el ámbito de la política, entre ellos lo liberal. Tal fue el impacto que
en menos de dos años se producen los primeros movimientos independentistas en la Nueva
Granada, los cuales ya se ven empapados del uso de este nuevo lenguaje.
Ante el anterior ataque ideológico extranjero el ser liberal se une en sinonimia con la idea
del patriotismo en el contexto neogranadino.
A partir de la segunda mitad de la década del treinta se crea la idea de una oposición legítima
a los liberales. Estas facciones se proclaman como republicanas e intentan situar los pecados
de los liberales en la forma de tratar a Bolívar en los inicios de la república. La guerra de los
supremos (1839-1842) ayudó a consolidar y reforzar la idea de una oposición que se verá
más marcada en la siguiente década.
Como es mencionado por Koselleck en (Torres, 2009), la historia conceptual puede realizarse
tanto en la diacronía como en la sincronía. Un estudio desde la diacronía implica estudiar el
concepto a lo largo de su historia de forma detallada, comprendiendo las relaciones que
vinculan sus diferentes significados y la apertura de nuevos horizontes de sentido. Por su
parte, por más que haga un breve recuento histórico, este trabajo está inscrito en lo sincrónico,
es decir, en el estudio de un periodo temporal de las diferentes significaciones que podía tener
un concepto. Lo que se realizará en este trabajo será el estudio de los cuerpos que encarnan
a lo liberal en el ámbito de lo político durante la lucha por la presidencia que se dio entre
1848 y 1849 en Nueva Granada.
Durante ese mismo texto, Koselleck menciona que los conceptos en el periodo de
resignificación dado entre 1750 y 1850 adquieren una democratización, una temporalización,
una ideologización y una politización (Torres, 2009) lo cual los adentra a la esfera política.
Además de ello, para Javier Fernández Sebastián adquieren otras dos dimensiones, de las
cuales nos interesa la primera: emocionalización e internacionalización (Fernandez, 2007).
La emocionalización está vinculada con las expectativas que se ponen en los conceptos, a
partir de los cuales se piensa el futuro. Asimismo está ligada al aspecto movilizador que
adquieren los colectivos al insertarse en ismos políticos, empezando de esta forma a verse
representados en partidos, que a partir de metáforas (como los colores) construyen unidades
de identidad y de acción colectiva (Fernandez, 2007).
Hay que agregar que la primera generación de pensadores autodenominados liberales empezó
a morir o a silenciarse en su vejez, dando paso a nuevos actores políticos en la década de los
años 40. Una segunda generación de liberales que configuró las doctrinas a seguir por parte
de aquellos que deseen autodenominarse liberales. Por primera vez los conceptos se
asociaron a la idea de partido, siendo agrupaciones políticas de competencia legítima hacia
el poder.
“Desde que se hizo la revolución para establecer la República en lugar del réjimen
colonial, la sociedad granadina se ha visto dividida en partidos (…) No era posible unir
todas las voluntades, acordar todas las opiniones , combinar todos los intereses, para
efectuar la transición de un situación política a otra del todo diferente. (…) Dividiéronse,
pues, los granadinos en partidos; y las disputas animadas a que dio lugar la discordia de
las opiniones y de las voluntades, los condujo a hacerse la guerra para hacer triunfar sus
ideas por medio de la fuerza. (…); y como todos los partidos, aunque tengan principios,
tienen también pasiones, sucedió que, cuando tuvieron alternativamente el mando en sus
manos, estraviados por sus pasiones oprimieron a sus contrarios” (González, 1981)
Las anteriores palabras constituyen parte del inicio del manifiesto de Florentino González.
Queda claro que no aporta mucho al debate al respecto de lo liberal, no obstante nos introduce
a una visión de partido político que dista de la actual. Si bien, este escrito se considera el
primer discurso partidista de la Nueva Granada en un sentido moderno al incorporar en una
voz colectiva las proclamas de un candidato presidencial y su programa de gobierno colectivo
a futuro, deja entrever que la voz partido se usó bajo un sentido distinto otrora. Así, se
reconoce como partido a la agrupación de personas en torno a ciertas ideas que lejos de ser
ordenadas y concisas, fueron parte del experimento de una nueva república, fallida con la
reconquista del Imperio Español a manos de Pablo Morillo.
Se empieza acá a realizar una diferenciación entre un partido que apoye las ideas liberales y
otro que las detracte, haciendo mención de la necesidad de una existencia antinómica, es
decir, la existencia de otro partido además del liberal. Posteriormente prosigue para dar más
datos de ambos partidos:
“Nosotros creemos que los dos grandes partidos políticos que existen y pueden
existir por algún tiempo, son el partido estacionario y el partido moderado progresista
(…). Pertenecen al primero todos los hombres cuyos deseos están staisfechos con lo que
existe y que tienen miedo a toda innovación que afecte la organización política,
económica y relijiosa de la Nueva Granada. (…) El statu quo es la enseña bajo la cual se
hallan alistados a los que componen ese partido” (González, 1981)
Con esta caracterización de ambos partidos se puede intuir más al respecto de lo que plantea
González y se puede concluir dos aspectos de suma importancia. Uno ligado a la necesidad
de legitimidad y el otro al respecto de las oposiciones antinómicas. En el primer caso, es
notoria la necesidad de dar inicio a la delimitación de aquello que fue en su época lo liberal
para que su bandera no sea usada para fines desviados de lo que significa ser liberal “de
verdad” (lo cual será tratado a continuación). Así, lo liberal en cuanto adjetivo debe referir
a un número limitado de ideas, gobiernos lo cual requiere de la aparición de un cuerpo fijo
que acapare dichas doctrinas, esto es, se requiere un liberalismo encarnado para González en
su partido, el partido moderado progresista. Por otra parte, al afirmar que es “el partido
liberal neto, liberal en realidad, no liberal de nombre” antepone que el otro partido existente,
es decir, el partido estacionario también se hace llamar liberal sin serlo en realidad. Esta
última tesis ha sido interpretada como un ataque a la candidatura de José Hilario López a la
presidencia (Calderón y Villamizar, 2012).
Así, nos queda por responder ¿Qué es lo liberal para el partido moderado progresista? ¿Qué
ideas componen su liberalismo? Lo anterior se responde a partir de toda la lectura del
Programa del Partido Moderado, el cual, pese a su gran extensión posee un resumen de sus
premisas más importantes:
La razón de mi voto
El 16 de julio de 1848 en las páginas 3 y 4 del número 26 del diario El Aviso Ezequiel Rojas
Ramírez, en el artículo La razón de mi voto respaldó la candidatura presidencial del General
José Hilario López, a su vez que puso de manifiesta las doctrinas a seguir por parte del Partido
Liberal. Vale la pena anotar que este manifiesto se reconoce oficialmente como el primer
Programa del Partido Liberal (vigente actualmente), así como también presenta una gran
diferencia con respecto al anterior escrito: Para Florentino González el Partido Moderado
Progresista es liberal en cuanto a que el conjunto de sus doctrinas son de carácter liberal, es
decir, se ven modificadas por el adjetivo liberal. También es claro en que su partido no es
liberal de nombre, lo cual sirve como argumento retórico para mencionar que su liberalismo
no se basa en la apariencia. Sin embargo, el partido liberal como institución sí lo es de nombre
y de plan de gobierno, lo cual da una nueva dimensión al concepto, pues desde la publicación
de este artículo existe un cuerpo cuya razón, por su mera función onomástica, es lo liberal.
“Pero, se pregunta, ¿qué es lo que quiere el Partido Liberal? ¿Cuáles son sus
deseos? ¿Cuál la teoría que quiere ver realizada? Fácil es la contestación. República
quiere el Partido Liberal; quiere sistema representativo, real y verdadero, y no apariencias
como las que existen” (Rojas, 1848)
Al igual que en el programa anterior se nota cierta necesidad de legitimar sus intenciones y
propósitos ante un deseo de lo real y lo verdadero, haciendo alusión a un presente de engaño.
Es importante el horizonte de expectativa que abren estos programas pues no se plantean
como los héroes de un presente sino como los directores de un futuro. Regresando a la
cuestión onomástica, el adjetivo liberal ya no acompañará (ni modificará) a ningún otro
sustantivo salvo a Partido, pues sería tautológico que las ideas, el gobierno o los partícipes
de un Partido Liberal se mencionasen siempre como liberales; y, a su vez sería contradictorio
que las mismas ideas, gobiernos y partícipes de un Partido Liberal no fuesen liberales.
En resumen las ideas del Partido Liberal son las que se presentaran a continuación. Todas
son a su vez parte de la polémica por lo liberal y doctrinas que conforman un liberalismo.
Vale anotar que el 7 de marzo de 1849 fue elegido como presidente José Hilario López, el
cual se encontraba vinculado al partido de Ezequiel Rojas (Quien lo dedica a explicar su voto
por el futuro presidente), razón por la cual este programa busca reivindicar su posición ante
lo liberal luego de los ataques de González.
Como ya otros lo han analizado (Calderón y Villamizar, 2012) una de las grandes diferencias
entre ambos discursos es dónde ponen su foco. Mientras que para Florentino González el
centro del Partido Progresista Moderado es el progreso constante que encuentra como
enemigo a un gobierno estático, para Ezequiel Rojas es necesaria una división justa de los
poderes para una posterior prosperidad de la nación.
5. CONCLUSIONES
Este breve escrito, tal y como se espera de sus características, llegó a breves conclusiones
tales como:
Así, se podrían señalar diversas conclusiones que sólo alargarían las páginas de este trabajo
sin aportarle mucho. No obstante, más que las conclusiones a las que se llegó (que se espera
hayan quedado claras arriba) considero necesario mencionar algunas de las dificultades de
una historia conceptual que se presentaron a lo largo de este trabajo, las cuales están
expresadas en las siguientes preguntas: ¿Cómo se selecciona una fuente en la historia
conceptual? ¿Cómo salir de la narrativa propia trabajar a partir de discursos e incursionar en
la esfera de lo cotidiano? ¿Qué hacer cuando la fuente no expresa lo suficiente, con qué debe
ser contrastada? ¿Cuál es el transito que hay de la historia de los lenguajes políticos a la
historia de un concepto en específico? ¿Cómo se estudia la democratización,
temporalización, ideologización y politización de los conceptos?
Asimismo, pese a la sencillez de este trabajo y lo corta que resulta su exposición, la cual se
debe considerar desde el uso de más fuentes y de muchas más perspectivas, se han encontrado
diversos vacíos en su desarrollo que podrían constituir diversas investigaciones. En un
comienzo, es necesario estudiar de forma sincrónica el concepto de lo liberal en diversos
momentos partiendo del periodo de la independencia, lo cual será de utilidad para realizar
trabajos analógicos posteriores. Sólo de esta forma podrá identificarse la posible existencia
de cambios generacionales del concepto de lo liberal, un estudio que debe ir de la mano con
el de sus enunciadores. En cuanto a lo anterior, considero de vital importancia un estudio de
los libros, correspondencia y demás escritos de los diputados neogranadinos que fueron a la
Cortes de Cádiz, dilucidando como se empaparon de la ideología liberal y qué diferencias
existían entre su pensar y la información que llegaba desde la prensa española, lo cual será
clave para identificar una primera generación de hombres liberales (en la esfera política). Lo
anterior, podría servir de punto clave en la comparación con otros periodos concisos del
transcurrir histórico, útil para una posterior historia diacrónica de lo liberal en Colombia que,
exceptuando el breve trabajo de la profesora María Teresa Calderón y el profesor Carlos
Villamizar, escasea desde el ámbito historiográfico.
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