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ISSN 2346-8602
COLECCIÓN ALADAA
DOCUMENTO 4
CONGRESO NACIONAL DE ALADAA, 2014
Comité Editorial: María Agostina Cacault, Alejandra Conconi, Maya Alvisa, Ezequiel Ramoneda,
Luciano Lanare.
Comité de Asesores Científicos: Marta Maffia, Marcelo Campagno, Carolina Mera, Marisa
Pineau, Jorge Malena.
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Comisión Organizadora
Marisa Pineau (UBA), Cecilia Onaha (UNLP), Sergio Naessens (UNT), Carolina Mera (UBA), Juan
José Vagni (UNC), Marta Maffia (UNLP), Maria Agostina Cacault (UNLP,) Lía Rodríguez de la Vega
(UNLZ/UNLaM), Federico Andino (USal,) Alcira Trincheri (UNCom), Marcelo Campagno (UBA).
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Introducción
El mundo funerario egipcio se constituye a partir de la difusa unión entre el mito y el símbolo, entre la
política y la religión, entre lo social y lo ritual. En la iconografía funeraria es casi imposible distinguir
entre el Más Allá y el Más Acá. Por ello, el objetivo de nuestra investigación será establecer un nexo
entre ambos, tratando de encontrar los puntos de encuentro entre las distintas expresiones de la
integración social de los hombres y su correlato ritual.
De esta manera, el encuentro entre el difunto y sus familiares tanto como motivo iconográfico en las
tumbas privadas tebanas y como momento de encuentro sagrado en los festivales, constituye el eje del
presente trabajo de investigación. Esta reunión, en particular en su dimensión ritual y cósmica, re-
significaba y renovaba los lazos entre los vivos y los difuntos. En este sentido, el entrecruzamiento de
planos espacio-temporales y su vinculación con determinados actos sociales, nos permitirá reconstruir
algunas de las creencias y prácticas funerarias plasmadas en las tumbas de los nobles durante el Imperio
Nuevo.
El abrazo de Horus y Osiris muerto con que termina la Teología Menfita se realiza por medio de
un ritual en el Misterio de la Sucesión; aquí actúa en persona el nuevo rey y el entierro de su padre
se representa en efigie. El abrazo es una verdadera comunión de espíritus que implica al
gobernante actual y a su difunto predecesor en un rito representado en la subida al trono de cada
nuevo rey; del mismo modo aparece en la Teología Menfita, intemporalmente, implicando a los
dioses a Horus y Osiris. Esto demuestra mejor que ningún otro rasgo de la realeza egipcia, que la
monarquía era concebida como una realidad, tanto en el mundo de los dioses como en el de los
hombres (p.56).
Para el autor: “El abrazo mítico implica la transmisión de la potencialidad (el ka), que involucra a las
generaciones que participan. Remite, asimismo a la creación originaria, cuando Atum vivificó a Shu y
Tefnut, poniendo los brazos en torno a ellos, transmitiéndoles su ka en un abrazo” (p.91).
En el conjuro 222 (§212 y §213) de los Textos de las Pirámides publicados por Faulkner (1998), se hace
referencia al renacimiento del monarca, y fundándose en ello se invoca a Atum: “Has venido a la
existencia, asciende a lo alto, y esto estará bien contigo, será agradable para ti en el abrazo de tu padre,
en el abrazo de Atum. Oh Atum!, deja que este rey ascienda hasta ti; abrázalo, ya que él es tu hijo de tu
cuerpo por toda la eternidad” (p.50-51).
Seyfried (1995) ha considerado el tema de la relación filial (padre-propietario de la tumba-hijo) como
una integración del propietario del monumento en la sucesión generacional de acuerdo a la evidencia
epigráfica de las tumbas tebanas. Este autor analiza diversos aspectos de esta relación padres-hijos, en
particular la comunicación de éstos a través de la entrega de ofrendas y el culto de los ancestros. Una de
las temáticas que analiza es justamente la de la bienvenida en el Más Allá, entendiendo que los padres
auspiciaban la reincorporación del difunto “escoltándolo” en este ingreso.
En la tumba de Kenamón (TT162), localizada en Dra Abu el Naga y datada en el reinado de Amenofis
III (Kampp, 1996) se representó la escena del encuentro entre el difunto y sus padres en el pasaje,
mientras que en la de Neferhotep (TT49), datada en el reinado de Ay y localizada en el-Khokha
(Kampp, 1996), esta escena se ubica en el segundo pasaje (Fig.1). En la imagen de la tumba de
Kenamón vemos que el difunto es tomado por su madre con la mano derecha y en otra escena abrazado
por su padre que lo acaricia con su mano izquierda” (Seyfried, 1995). Del mismo modo, el conjuro 269
(§380) de los Textos de las Pirámides publicados por Faulkner (1998) revela que esta bienvenida sugiere
una referencia mítica a la acogida de Atum, quien lo conduce al encuentro de los dioses (p.78).
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El pequeño corredor donde se ubica la escena de bienvenida de los padres simboliza el distanciamiento
espacial entre la partida, la lejanía y el arribo al Más Allá en el espacio arquitectónico de estas tumbas.
Lo esencial es que el difunto llega a los brazos de su padre (el mítico Atum) o, como ya mencionamos,
es acogido por la diosa de Occidente o la diosa árbol en su rol de nutriente del difunto.
En una inscripción de otro sector de TT49 publicada por Davies (1933), Neferhotep hace referencia
justamente al encuentro con sus padres: “(...) pueda yo ver a mi padre y pueda él darme sus dos manos,
repitiendo las palabras de bienvenida. Pueda mi madre abrazarme y pueda decirme ‘Lo que te ha
ocurrido ha sido dispuesto’” (p.67, pl.LIXc). Cabe destacar que Neferhotep pronuncia estas palabras ya
como un Osiris y en su ruego pide ser conducido al Occidente de Tebas, el lugar de los justos. Este
pasaje crítico que debe atravesar el difunto y en particular la llegada al Más Allá son definidos por el
encuentro con sus ancestros. En este punto el texto destaca que las generaciones precedentes pueden
recitar las palabras de bienvenida que mágicamente le permitirán alcanzar el Oeste.
Fig. 1. Escena del encuentro de Neferhotep con sus padres. Plano con ubicación de la misma en TT49
(Davies, 1933, I, pl.XXXIX).
La imagen contundente del abrazo y la bienvenida que los padres dan al difunto se refuerza con las
palabras que pronuncian la madre, el padre y los ancestros en la recepción y en el acompañamiento,
asegurando la integración del éste en el mundo de los dioses.
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Fig. 2. Escenas de la Bella Fiesta del Valle en la tumba de Paser (Schott, 1957, pl.3).
La Bella Fiesta del Valle parece haber sido originalmente una celebración hathórica en Tebas, sin
embargo también estaba ligada al culto de Amón-Ra, lo que la convertía en una fiesta “nacional” en el
Imperio Nuevo (Hartwig, 2004). Por otra parte, la reafirmación de la realeza era uno de los rasgos
salientes de este festival (Strudwick, 1999).
Durante el festejo, los vivos y los difuntos se encontraban en asociación con el dios Amón-Ra y el culto
de los reyes difuntos, de ese modo se mezclaban las esferas divinas y los dominios terrenales y
espirituales (Wiebach, 1986). El viaje hacia el oeste de la barca de Amón-Ra simbolizaba el viaje del sol
en el Más Allá. El viviente (quien acompañaba la barca como el séquito del dios solar) y el difunto
(quien alababa el viaje del dios como iluminador del Más Allá) eran integrados con Amón-Ra en el ciclo
solar (Hartwig, 2004). Los reyes difuntos acompañaban a Amón-Ra y recorrían y permanecían en los
templos funerarios. De esta manera los vivos y los difuntos entraban en contacto con el curso del dios
solar, disolviendo los límites entre los dominios temporales, terrenales y divinos (Hartwig, 2004).
En las tumbas tebanas de nobles se reconocen diversas escenas del propietario haciendo holocaustos o
purificando ofrendas (Strudwick, 1999), solo o acompañado por sus familiares, que formaban parte de la
Bella Fiesta del Valle. Es probable que estos rituales fueran llevados a cabo en el patio de la tumba y
habrían participado en su ejecución los familiares del difunto e incluso sus ancestros. Asimismo,
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Mi señor, Señor de la ofrenda encendida, algo bello que hice diariamente para ti, para lo cual tú
debes... mostrarle cada favor (p.106).
Del mismo modo, en una escena de la tumba de Sennefer (TT96) el propietario y su esposa Merit son
purificados por un sacerdote sem usando una jarra nemeset. Acompaña la escena una inscripción que
refiere a la Bella Fiesta del Valle y que Hodel-Hoenes (2000) trascribe:
Llegada en paz, por el intendente de la ciudad del sur, Sennefer, justificado, acompañando a este
noble dios Amón, Señor de los Tronos de las Dos Tierras, cuando viene de Karnak para descansar en
heneqet–anj (templo funerario de Tutmosis III), su corazón alegre siguiendo a su señor para que
descanse en el interior de su tumba, su casa de eternidad (p.128, fig.63).
Podríamos citar múltiples escenas en las que se queman ofrendas al dios sol, se sacrifican animales, se
realizan ofrendas de comida, purificaciones, se presentan bouquets y se llevan a cabo banquetes con
música y bebida. El objetivo de este festejo, aunque también de otros de gran importancia, era borrar los
límites entre este mundo y el Más Allá, de modo tal que los vivos pudieran comunicarse con los
difuntos.
En las escenas de banquetes se observa una combinación de familiares, amigos, y colegas vivos y
muertos a quienes el difunto conocía y con quienes compartiría su existencia en el Más Allá (Schott,
1952; Hartwig, 2004). Las representaciones de estas celebraciones servían como provisiones mágicas
para el eterno sustento del propietario de la tumba en el Reino de Osiris (Hartwig, 2004).
Como ya consideramos en otro trabajo (Fantechi-Zingarelli, 2009), las representaciones de banquetes
pueden ser parte de celebraciones funerarias, conmemorativas o tener conexión con los festivales
especiales de la necrópolis como la Bella Fiesta del Valle, entre otros. Ciertas inscripciones en las
escenas del banquete se refieren directamente a “la procesión anual hacia Occidente” o a “la Bella Fiesta
del Valle”, o indirectamente con una breve alusión como por ejemplo: “este espléndido dios Amón que
está viniendo de Karnak” (Hodel-Hoenes, 2000) o también “disfruta el bello día, haz tu plegaria a
Amón. Pueda él cumplir tus deseos” (Manniche, 1988).
Es llamativa en particular la iconografía del banquete que asocia a los participantes vivos y muertos con
Amón-Ra, Hathor y Osiris. En especial, las escenas de banquetes funerarios presentes en las tumbas de
funcionarios de las dinastía 18 poseen fuertes vínculos con la diosa Hathor expresados en la simbología
que se registra en ellas. Hathor en su rol de “Señora del Oeste” propiciaba el renacimiento del difunto y
todos los aspectos asociados a esta diosa estaban presentes en el banquete: la fertilidad, la música, la
danza, y la embriaguez.
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No obstante ello, se conoce un festival de la Embriaguez, que puede haber sido parte de la Bella Fiesta
del Valle, de acuerdo a textos de Deir el-Bahari del reinado de Hatshepsut (Bryan, 2005). Evidencia
reciente ha permitido localizar un pórtico "de la embriaguez", que habría sido erigido por Hatshepsut
para su madre Mut. El Festival en el templo de Mut puede haber estado asociado a otros festivales
tebanos y su fin era darle la bienvenida a la diosa que se transformaba en una diosa leona, aludiendo al
mito de la destrucción de la humanidad.
El festival wag (Wb I, 263) también asociado al culto de los difuntos, estaba dedicado a Osiris. Se
celebró desde el Reino Antiguo y el conjuro 442 (§819 y §820) de los Textos de las Pirámides
publicados por Faulkner (1998) dice expresamente: “(…) Mira, él ha venido como Orión, mira, Osiris ha
venido como Orión, Señor del Vino en el festival wag (…)” (p.147).
A diferencia de la Bella Fiesta del Valle esta celebración se realizaba en el primer mes de la estación de
la inundación lo que se desprende del conjuro 662 (§1880 y §1881) de la publicación de Faulkner (1998)
de los Textos de las Pirámides: “(…) yo he escardado trigo emmer para ti, he cultivado cebada para ti,
cebada para tu fiesta wag y trigo emmer para tu sustento anual (…)” (p.272). El nombre alude a la
provisión de bienes, y está enfocada en la provisión de ofrendas a los ancestros y a los que uno ama.
La plegaria a Osiris en las tumbas tebanas de Paser (TT106), Tjay (TT23) y Hekamaat-Ra-Nakht
(TT222) se relaciona con la recepción de ofrendas, el retorno con los vivos y la participación en las
fiestas.
Al respecto, Assmann (2003) cita un texto de TT106:
Que me sea reservado un lugar en la barca-neshemet el día de la fiesta wag (...), que mi ba pueda
salir y posarse sobre la tierra cuando su nombre sea invocado, que pueda entrar y salir para ver a
mis parientes, que mi ba se pose sobre este sicómoro, que yo me refresque a su sombra y beba su
agua (p.352).
El tema de “salir al día” asociado al deseo de regresar acá abajo, se vincula iconográficamente con
cuatro lugares en particular: la tumba para venir y dejar las ofrendas, la casa para visitar a los
descendientes, el jardín para que se posen las aves sobre los sicómoros y huelan su aroma, y el marco de
la fiesta para formar parte en las procesiones de los vivos (Assmann, 2003).
Con motivo de la Bella Fiesta del Valle también se manifiesta el deseo de la “salida al día” como se
observa en el texto citado por Wiebach (1986): “Concédeme que yo pueda salir fuera como vivo para
mirar el sol./La luz está en el valle puro./Concédeme la luz para que yo pueda ver tu belleza./Que la luz
se produzca en tu día de la belleza” (p.268, n.12-15).
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El ritual permite al difunto llevar a cabo ese deseo de “volver al día”, “salir al dominio de la tierra, de la
luz”.
A modo de conclusión
La comunicación del difunto con sus antepasados se expresa en la transmisión del ka de Padre a Hijo
que en el espacio de la tumba adquiere el sentido de la permanente transfiguración a través de los
ancestros. Asimismo, la imagen de la recepción del propietario de la tumba por sus padres en el Más
Allá y el poder de las palabras expresadas por ellos en ese contexto refuerzan las posibilidades de
integración del difunto en un nuevo ámbito. El propietario debe apelar a sus vínculos familiares y a su
posición social cuando se incorpora al mundo de los muertos, y esto resulta significativo en las tumbas
de Kenamón y Neferhotep que fueron funcionarios en el período pre y postamarnaiano respectivamente.
La fiesta juega un rol central en la reunión entre el difunto con sus familiares y amigos. Los difuntos
lograban “salir al día” y establecer esta comunicación durante los festivales. Así como la tumba era un
lugar sagrado que permitía un contacto con el Más Allá, la fiesta era un momento sagrado que lo
facilitaba.
Es decir, el ingreso y la salida del Más Allá, tanto en el plano mítico como en el plano ritual,
presuponían la participación de la familia del difunto, quienes contribuían a asegurar la integración
social. La fiesta además permitía la interacción entre las distintas esferas, ya que lo que sucedía en la
necrópolis estaba conectado y era posibilitado por Amón-Ra, los dioses de Occidente y los reyes
difuntos.
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