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Ama a tu esposa así como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5:25).

Arriesga tu
vida para ayudar o salvar a tu esposa. El amor de Cristo por la Iglesia es ilimitado,
nada lo detiene. Él dio su vida por la Iglesia, antes de que lo amara. Su amor no
depende de tu amor por Él. Bajo la autoridad de Dios, ama a tu esposa como un
servicio, como si le dieras tu vida a Dios. Amar a tu esposa debe ser tu principal
ministerio como esposo.

Ama a tu esposa de la misma manera en que amas tu cuerpo y tu vida


(Efesios 5:28-33). Tú cuidas tu cuerpo diariamente para estar lo mejor
alimentado y saludable posible. Rápidamente cubres cualquier necesidad o
deseo. Todo deseo sexual como esposo debe ser cumplido por tu esposa. De la
misma manera, cuida las necesidades y el bienestar de tu esposa. Siente su
dolor y enfermedad, y regocíjate en su salud como si fuera tu propia vida. Un
esposo debe ver los deseos sexuales de su esposa y hacer un gran esfuerzo
para cubrir esas necesidades también. Básicamente, su necesidad o deseo, ya
sea financiero, físico, emocional o espiritual en su relación debe recibir tu
esfuerzo absoluto. Solo de esta manera podrás amarla y proveerla así como lo
haces contigo mismo.

Sé considerado en tu diario vivir con ella, con respeto (1 Pedro 3:7). ¡La
Biblia dice que si nosotros desatendemos este mandamiento, nuestras oraciones
tendrán estorbo! Para ser considerado, ¡renuncia a cualquier hábito irritante!
Cuando ella tenga que levantar cosas pesadas, ¡hazlo tú! Si necesita tiempo, ¡tú
puedes cuidar de la familia! Ayuda a tu esposa con todas tus energías, muéstrale
tu amor con toda consideración. Ora y pide ver en qué ocasiones actúas
desconsideradamente.

No seas cruel con tu esposa (Colosenses 3:19). Las mujeres son mucho más
sensibles que los hombres, así que ten presente que las respuestas crueles, las
miradas de enojo, los tonos de voz enojados y la impaciencia la afectarán
profundamente. Regocíjate en el hecho de que ella es una dama y no es como
tú. Recuerda que es un regalo precioso que Dios te ha dado.

El cuerpo del esposo no le pertenece solo a él sino también a su esposa (1


Corintios 7:3-5). Satisface a tu esposa físicamente. No la prives de lo que
necesita. El placer sexual es algo que se da, no se fuerza ni se toma. Pregúntale
cuáles son sus necesidades, tanto dentro como fuera de la alcoba.

Regocíjate en tu esposa toda tu vida (Proverbios 5:18-19). Deja que su


cuerpo te satisfaga. Déjate seducir por ella. Ningún hombre debe mirar a otras
mujeres o imágenes de otras mujeres cuando tienen una esposa a quien admirar
a diario. Un hombre debe estar completamente satisfecho con el cuerpo de su
mujer. Sin importar la talla o forma, si el hombre quiere y le pide ayuda a Dios,
puede realmente encontrar que el cuerpo de su esposa es el más atractivo en el
mundo. Este es el verdadero espíritu de dejarse seducir por la esposa. Ella se
sentirá sexy, atractiva y sobre todo, como una dama.

Las mujeres deben vestirse con ropa sencilla, con un aire tranquilo y serio,
no con vanidad sobre su cabello, oro, joyas ni ropa muy costosas (1
Timoteo 2:9).Alienta a tu esposa a que sea modesta en público y erótica en la
intimidad contigo. Una mujer modesta es una dama. Hay muchos pecados y
tentaciones que vienen de las mujeres que muestran mucha piel en público.
¡Solo piensa en el placer de saber que nadie ve las piernas de tu esposa más
que tú! Te sorprenderás cómo esta maniobra incrementará tu masculinidad y su
feminidad.

No te dejes seducir por otras mujeres (Proverbios 5:20). Considerar


atractivas a otras mujeres y mirarlas erosionará la visión que tienes de tu esposa.
Estarás menos satisfecho con ella y se sentirá menos especial para ti. Ningún
hombre puede desarrollar el hábito de mirar a otras mujeres sin hacerlo
inconscientemente en la presencia de su esposa, quien sin lugar a dudas lo
notará y le dolerá. Recuerda ser seducido por tu esposa y por nadie más. Ella se
sentirá como la reina del mundo y tú te enamorarás más de ella.

Llama a tu esposa "bendita" y elógiala (Proverbios 31:28-29). Dile que es


especial y que es mejor que cualquier otra mujer en la Tierra. No menciones solo
su belleza física, sino el cuidado que te da, su trabajo duro y sus atributos como
dama. Mira cómo florece la flor de tu esposa mientras le llenas los oídos de
elogios. ¡Ella anhela esas palabras y quiere oírlas de ti! Si bien no deberás
hacerla caer en el orgullo, eso no cambia su necesidad y anhelo de ser valorada.

Dile lo seducido que estás con su cuerpo (Cantares 4:7; 7:1-8). Un amante
verdadero se asegurará de que su esposa sepa que no encuentra defectos en
ella. Dios la hizo y no comete errores. Si crees que alguna parte de su cuerpo es
defectuosa, entonces es tu mente la que necesita ser cambiada. Es
responsabilidad del hombre incrementar el amor y expresar el amor por cada
una de sus partes, además de decírselo sensual y respetuosamente.
De nada servirá criticarla o ser sarcástico. ¡Piensa en lo bien que se sentirá
cuando ambos realmente crean que estás enamorado de cada una de sus
aspectos!
Honra tu matrimonio y mantenlo puro siendo honesto en todas las formas
(Hebreos 13:4). Jesús dice que las miradas lujuriosas son adulterio (Mateo
5:28). Es similar al versículo "porque donde está tu tesoro ahí estará también tu
corazón" (Lucas 12:34). No valores tal lujuria en ningún área de tu vida y niégale
el acceso a tu corazón. Mantén tu matrimonio puro entrenando tu corazón y ojos
para que le sean fieles a tu esposa. ¡Tu matrimonio cosechará grandes
beneficios si lo haces!
 Agradécele al Señor por su belleza y valórala, pero mantén tus ojos, alegría,
mente y corazón en tu esposa.

Sé agradecido por tu esposa y date cuenta del favor que has recibido de
Dios (Proverbios 18:22). Piensa en lo solo que estarías sin ella. Adán estuvo
solo y no fue bueno para él, así que Dios le dio una esposa. Tienes una
compañera para toda la vida, una amiga y una amante para disfrutar todos los
días. ¡Qué bendición! Agradécele a Dios y ora por ella a diario. Ella es una
tremenda recompensa de Dios.

Sé una sola carne con tu esposa en todos los sentidos (Mateo 19:5). Disfruta
la vida con ella como si fueran inseparables, pero vive tu vida a consciencia.
Anhela estar con ella, como lo hiciste cuando se conocieron por primera vez.
Apresúrate para llegar a casa con ella cuando sales del trabajo. Piensa en ella
durante el día, llámala a diario. Aprendan a llegar a acuerdos como pareja.
Disfruten la intimidad y el sexo a menudo. Deben tener sexo tan seguido como
sea necesario para cumplir los deseos del cónyuge que tenga más apetito
sexual, mientras los horarios y la salud lo permitan. Inviertan su tiempo en
conversar y compartir los eventos del día. Muestra un interés genuino,
escuchándola atentamente, prestando una total atención y mirándose a los ojos.
Tu esposa es más importante que nada ni nadie, a excepción de Cristo Jesús.
Sean como si fueran uno solo.

Consejos
 Tu matrimonio puede estar desecho, pero Dios sana el quebrantamiento y la
angustia, se lleva las preocupaciones, ya que todas las cosas son posibles en el
nombre de Jesús.
 Compartan las responsabilidades y el trabajo de manera equitativa, incluyendo
los quehaceres domésticos y las obligaciones familiares, haciendo su carga más
ligera, causando menos estrés.
 Debes ser paciente y comprensivo con tu esposa. Respeta sus sentimientos y
dale el amor que se merece.
 Para estimularte, lee historias de cómo Dios restauró matrimonios desechos. [1]
 Ama a tu esposa incondicionalmente: cuando esté despeinada, de mal humor, si
ha aumentado unos pocos (o muchos) kilos, si está enferma o tiene problemas
de depresión (¡busca la ayuda apropiada!). Tienes que ser su apoyo.

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