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Oxford University
La paciente se mostraba muy preocupada por su peso y forma corporal. Se pesaba a diario y
revisaba repetidamente su cuerpo escrutando diferentes partes “críticas” (para ver si se estaba
poniendo gorda) y comparaba constantemente su cuerpo con el de mujeres delgadas. Asimismo,
mostraba una elevada preocupación sobre su rendimiento en dos áreas de su vida: el trabajo y
las relaciones de amistad. En ambas áreas tenía objetivos que eran tan exigentes como los que
ella perseguía con respecto a la comida y al ejercicio. Ella se esforzaba para trabajar más
duramente que todos sus compañeros de trabajo y para cumplir ciertas metas estrictas sobre la
cantidad y la calidad de tiempo destinado a cultivar sus amistades.
El inicio del tratamiento fue ben. El terapeuta ofreció a la paciente psico-educación sobre los
TCA y acerca de las secuelas psicológicas, físicas y de relación que implicaba empeñarse en
mantener un peso bajo. La paciente mostró interés en comprender el trastorno alimentario y
los factores que lo mantenían. Se mostró interesada en la formulación del modelo del TCA y fue
excelente respecto al cumplimiento de la auto-supervisión de la ingesta en tiempo real. Ella
parecía entender los beneficios de cambiar y recuperar peso, aunque tenía más dificultad para
reducir la frecuencia de la comprobación de su peso, en lugar de limitarse al peso registrado con
el terapeuta al comienzo de las sesiones de tratamiento, aunque comenzó a reducir la frecuencia
de chequeo del peso cuando habían transcurrido unas semanas desde el inicio del tratamiento.
Se afrontaron dificultades considerables para ayudar a la paciente a considerar sus decisiones
respecto a la restricción dietética. La introducción de las 5 ingestas diarias le exigía añadir tres
aperitivos a su patrón de las tres comidas. Ella lo hizo, aunque a regañadientes, y fue capaz de
incorporar los aperitivos sin romper sus reglas sobre el tipo y la cantidad de alimentos que se
permitía a sí misma. Sin embargo, no fue capaz de aumentar la cantidad que comía. Cuando
intentó abordar el aumento de la ingesta de alimentos, su intensa preocupación acerca de ganar
peso y la pérdida de control que eso representaba para ella, derivó en que la paciente volvió a
pesarse con más frecuencia fuera de las sesiones. Ante cualquier aumento leve de peso el temor
a convertirse en “gorda" le llevaba a reducir su ingesta. Así, aunque hubo pequeños aumentos
en su peso (registrados durante el pesaje en las sesiones semanales), estos se vieron
contrarrestados por las disminuciones y, con el tiempo, su peso se mantuvo prácticamente
invariable. Ella también se mostró muy resistente a realizar ningún cambio en su rutina de
ejercicio.
La paciente B es una mujer de 23 años, estudiante universitaria que al inicio del tratamiento
reunía los criterios diagnósticos del DSM-IV para la bulimia nerviosa. La paciente estaba
insatisfecha con su peso desde los primeros años de la adolescencia y se puso a dieta para perder
peso a los 16 años. Al inicio de la dieta perdió alrededor de 6 kilos, pero luego fue encontrando
progresivamente más dificultades para adherirse a la dieta y comenzó a experimentar episodios
de atracones y vómitos. Durante los 6 años posteriores su peso fluctuó entre los53 kg (IMC=20)
y los 62 kg (IMC=24). En la evaluación la paciente describe que su consumo diario de alimentos
consta de un pequeño tazón de cereales para el desayuno y una pequeña ensalada para el
almuerzo. A menudo intentaba retrasar estas comidas en incluso llegaba a omitirlas
completamente. Las dificultades de seguir esta restricción dietética le llevaban a experimentar
atracones la mayoría de las tardes (un típico atracón incluía una hogaza de pan, un cartón grande
de helado de tamaño familiar y un paquete de galletas). Durante las noches en que había tenido
un atracón ella vomitaba hasta cinco veces. La paciente intentaba someterse a una serie de
rígidas normas dietéticas acerca de cuánto debía comer en cada comida y evitaba comer
alimentos que consideraba que engordaban y que tenían probabilidades de desencadenar
episodios de atracón. En la evaluación pesaba 65 kg (IMC=25).
Como sucedió con la paciente A, esta paciente respondió positivamente a la formulación del
modelo para explicar su trastorno, aunque ella sólo fue parcialmente exitosa en sus auto-
registros diarios de alimentos consumidos, ya que abandonaba los registros cuando
experimentaba estados de ánimo adversos.