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Ambivalencias del individualismo ‘omos individualistas, nadie lo duda. Pero eso es bueno oes malo? Durante siglos, el pensamiento se ha preocupado por demostrar que el individuo es y debe ser soberano: sujeto de un conocimiento que ha de saber aplicar correctamente, sujeto ultimamente responsa- ble y juez de sus acciones. La conciencia tal vez sea una construccién social, pero tiene una entidad personal intransferible, capaz de dis- tanciarse de lo social para criticarlo y valorarlo. La ética hace tiempo que se desarrolla en torno a unos derechos fundamentales que son, en definitiva, derechos individuales, y de los cuales el primero es la libertad. No hay ética, por otra parte, sin autonomia, sin la concien- cia del sujeto moral de su capacidad para crear o aceptar libremente sus normas de conducta. De acuerdo con los principios éticos mas consolidados, no puede ser malo en absoluto pedirle al individuo que lo sea de veras, que no deserte de su libertad ni renuncie al don, es- trictamente humano, de hacer de su vida un proyecto creativo, No s6lo no es rechazable la concepcién individualista de la persona: es una condicién y un deber del sujeto moral mantener su individu: dad a salvo de intromisiones ilegitimas; es una condicién y un deber del sujeto moral quererse a si mismo: no despreciar la propia valia, antes bien extraer de ella el maximo rendimiento. Pero ese es el lenguaje de los fildsofos. En el lenguaje de todos los dias hablamos de individualismo en términos muy distintos. El individualismo es, para nosotros, la anti-ideologia, el mayor obstaculo para creer y apostar por empresas 0 ideales comunes. Son individua- listas los miembros de las sociedades liberales avanzadas, porque se 14 Paradojas del individualismo muestran insolidarios, insensibles hacia las desigualdades, sin interés alguno por los asuntos ptiblicos. Su egoismo, su escasa ciudadania, su descuido del medio ambiente, su voluntaria ignorancia de la justi- cia social se ponen de manifiesto ante cualquier propésito que exija una preocupacién comunitaria. No sélo son individualistas los me- ros ciudadanos que van por libre: también el politico lo es en la me- dida en que su oficio ha dejado de ser un claro servicio public para ser un servicio a los intereses de un partido o de una clase profesio- nalizada. Y son individualistas sociedades enteras, precisamente las més desarrolladas, que son, a su vez, las mas indiferentes a las mise- rias de los que viven peor: los paises ricos ignoran a los pores, quie- nes tienen asegurado su bienestar se despreocupan facilmente del bienestar de los demés. No es tanto el individuo encerrado en si y autocomplaciente lo que preocupa, como los individualismos colec- tivistas y tribales cuyo tinica expectativa es la perpetuacién del gru- po. Sea como sea, la ménada leibniziana, que no tiene ventanas para asomarse al exterior, es el modelo que se adapta mejor a nuestros es- cenarios. El panorama es més bien desmoralizador y triste. La humanidad, desde la perspectiva individualista, parece empefiada en su extincién como tal, tan escasas son las manifestaciones de auténtica humani- dad y dignidad. Existen, sin duda, mujeres y hombres que cumplen satisfactoriamente el papel que les ha tocado vivir, no son malas per- sonas, pero rara vez —quizd sdlo ante situaciones limite, como la muerte— hacen el esfuerzo de distanciarse de su escenario especifico y juzgarse en el seno de una circunstancia un poco mds amplia. Mas alld del circulo familiar o profesional, mas alld del circulo de amigos y de los circulos hidicos 0 culturales, hay otras realidades que debe- rian, por lo menos, excitar la curiosidad de cualquier ser humano. Un mundo tan comunicado como el nuestro deberia tener intereses més dispersos. Individualismo significa atomizacién, encierro en lo privado y desafecto hacia lo ptiblico. Con lo cual, la democracia se ve amenazada en sus mismos cimientos. No ignoramos que todo esto es asi, pero nos faltan ideas y, sin duda, voluntad para corregir esos datos. En cuanto a los fildsofos, mientras unos propugnan la vuelta Ambivalencias del individualismo 15 a formas de vida comunitarias no del todo claras, ideales que preten- den recuperar algo tan lejano a nosotros como la comunidad politica griega, otros siguen construyendo grandes teorias éticas como si nada hubiera dejado de funcionar y hablar de la justicia sirviera para algo. Existe un horizonte ético construido sobre la base de grandes ideas de valor universal, pero el lenguaje que lo describe es confuso. La falsa precisién de los conceptos valorativos encubre una realidad llena de contradicciones. Asi, el discurso ético es rechazado a menudo como un discurso hipécrita, tejido con palabras cuyo sentido tedrico queda muy lejos del significado real. Pensemos en la expresién «democra- cia liberal», atribuida a la mayoria de nuestros sistemas politicos. Nin- guno de ambos términos es rechazable por si mismo. Pero, de hecho, la unién de «democracian y «liberal» resulta contradictoria. Porque «liberal» no ha venido a significar la defensa o la puesta en practica de los valores liberales —de las libertades individuales ratificadas por las declaraciones de derechos o las constituciones—, sino que los va- lores liberales han degenerado en «liberalismon. Y el liberalismo, fun- damentalmente el econémico —que es el que finalmente nos sirve de modelo—, decimos que es «salvaje»: no le preocupa que unos sean realmente mds libres que otros, parece no darse cuenta de que el uso de la libertad no puede ser el mismo para todos los individuos mien- tras se den desigualdades radicales entre ellos. El mercado en si tam- poco es malo: simplemente, no distribuye bien, con justicia, los bienes que produce. La defensa tedrica de los valores liberales se asentaba, precisamente, en la igualdad, esa «igualdad de todos los hombres» predicada como ley natural y que, bien entendida y realizada, seria la tinica base s6lida de la democracia. ;Qué significa, si no, la sobe- rania del pueblo? ;Qué hay que entender por «representacién demo- craticay —algo mucho menos ambicioso que la «soberania del pue- blo»—, si no asumimos que el sufragio universal debe realizarse en condiciones de igualdad? ;Existe realmente la igualdad politica en los paises democraticos? ;No hay, pues, marginados? Y si los hay —gitanos, inmigrantes, parados, pensionistas, drogadictos, minusv4- lidos—, ;puede decirse que éstos votan, cuando lo hacen, en igual- dad de condiciones que los seres «normales»? La expresién «demo-

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