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Derivadas clásicas y débiles 1

Derivadas clásicas y débiles


Comenzamos presentando el concepto de derivada débil como una ge-
neralización de la idea clásica de derivada. La derivada débil es una herra-
mienta indispensable en el terreno de las ecuaciones en derivadas parcia-
les. Entre sus múltiples ventajas está la de permitir abordar sin limitacio-
nes algunas cuestiones de diferenciación bastante sutiles, como puede ser
el intercambio de derivadas parciales. El impacto principal de este nuevo
concepto de derivada reside en el hecho de que cualquier función, sin más
que ser localmente integrable, es firme candidata a poder derivarse un número in-
finito de veces, exactamente como si de una función de clase C ∞ se tratase.
El hecho de debilitar la noción estándar de derivada repercute, sin lugar a
dudas, en una mayor facilidad a la hora de encontrar soluciones a algunas
ecuaciones en derivadas parciales. Dicho de otro modo, el nuevo concepto
de solución que se baraja al introducir la derivada débil es mucho menos
restrictivo que el asociado a regularidades de tipo clásico. Como veremos
más adelante, una vez encontradas estas soluciones (a las cuales nos re-
feriremos habitualmente con el nombre de soluciones débiles), pueden ser
investigadas para determinar si, de hecho, son también diferenciables en
el sentido clásico.
Sea Ω ⊆ Rd un abierto y consideremos el espacio de funciones test
Cc1 (Ω). Dada f ∈ C1 (Ω), la siguiente fórmula de integración por partes es
bien conocida:
∂f
Z Z
∂ϕ
f (x) ( x ) dx = − ( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω) , 1 ≤ i ≤ d . (1)
Ω ∂xi Ω ∂xi

Obsérvese que el término de frontera presente en la formulación general


de la regla de integración por partes es nulo en este caso, toda vez que la
condición ϕ ∈ Cc1 (Ω) implica que ϕ debe anularse necesariamente sobre
la frontera de Ω. Sin embargo, analizando la fórmula anterior es fácil aper-
∂f
cibirse de que basta con exigir que tanto f como ∂x pertenezcan a L1loc (Ω)
i
para que la ecuación (1) adquiera pleno sentido. Por tanto, es natural pen-
sar en esta fórmula para definir el concepto de derivabilidad en L1loc (Ω), si
bien en esta clase (mucho más amplia) de funciones no cabe esperar que
pueda recuperarse la noción de derivada clásica.

Definición 1. Sean α = (α1 , . . . , αd ) ∈ (N ∪ {0})d y f ∈ L1loc (Ω). Decimos


que g ∈ L1loc (Ω) es la α–derivada débil de f si
Z Z
|α|
α
f ( x ) D ϕ( x ) dx = (−1) g( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω) ,
Ω Ω

José L. López
2

∂|α| ϕ
donde |α| = α1 + . . . + αd y D α ϕ = α α .
∂x1 1 ...∂xd d

Ejemplo 1. El siguiente ejemplo ilustra el hecho de que no siempre existe la


derivada débil de una función localmente integrable.
(a) Sean Ω = (−1, 1)d y f : Ω → R definida por f ( x1 , . . . , xd ) = | x1 |.
Veamos que f admite derivadas débiles de primer orden, las cuales vienen
dadas por
∂f ∂f
= signo( x1 ) , = 0 si 2 ≤ i ≤ d .
∂x1 ∂xi
En efecto, para cualquier ϕ ∈ Cc1 (Ω) se tiene lo siguiente:
Z Z Z
∂ϕ ∂ϕ ∂ϕ
| x1 | ( x ) dx = x1 ( x ) dx − x1 ( x ) dx ,
Ω ∂x1 Ω + ∂x1 Ω− ∂x1

donde hemos denotado

Ω + = { x ∈ Ω : x1 > 0} , Ω − = { x ∈ Ω : x1 < 0} .

Integrando por partes y teniendo en cuenta que ϕ tiene soporte compacto


en Ω, se obtiene
Z Z Z 1 
∂ϕ ∂ϕ
x1 ( x ) dx = dx2 dx3 . . . dxd x1 ( x ) dx1
Ω+ ∂x1 [−1,1]d−1 0 ∂x1
Z  Z 1 
1
= dx2 dx3 . . . dxd [ x1 ϕ]0 − ϕ( x ) dx1
[−1,1]d−1 0
Z
= − ϕ( x ) dx
Ω+

gracias al teorema de Fubini y a la fórmula (1). Un cálculo análogo nos


conduce a Z Z
∂ϕ
x1 ( x ) dx = − ϕ( x ) dx ,
Ω− ∂x1 Ω−
luego
Z Z
∂ϕ
| x1 | ( x ) dx = − signo( x1 ) ϕ( x ) dx ,
Ω ∂x1 Ω
∂f
esto es, ∂x = signo( x1 ) en el sentido de la derivada débil. Del mismo
1
modo se concluye que
Z
∂ϕ
| x1 | ( x ) dx = 0 , 2 ≤ i ≤ d,
Ω ∂xi
Derivadas clásicas y débiles 3

∂f
por lo que ∂xi = 0 ∀i = 2, . . . , d.
(b) Sea Ω como en el ejemplo anterior y f ( x1 , . . . , xd ) = signo( x1 ).
∂f
En este caso comprobaremos que ∂x no existe. En efecto, de existir g ∈
1
L1loc (Ω) tal que
Z Z
∂ϕ
signo( x1 ) ( x ) dx = − g( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω)
Ω ∂x1 Ω

habría de satisfacerse
Z Z Z
∂ϕ ∂ϕ
g( x ) ϕ( x ) dx = ( x ) dx − ( x ) dx ,
Ω Ω− ∂x1 Ω+ ∂x1
donde
Z
∂ϕ
Z Z 1 ∂ϕ 
( x ) dx = dx2 dx3 . . . dxd ( x ) dx1
Ω+ ∂x1 [−1,1]d−1 0 ∂x1
Z
= − ϕ(0, x2 , . . . , xd ) dx2 . . . dxd ,
[−1,1]d−1
Z
∂ϕ
Z Z 0 ∂ϕ 
( x ) dx = dx2 dx3 . . . dxd ( x ) dx1
Ω− ∂x1 [−1,1]d−1 −1 ∂x1
Z
= ϕ(0, x2 , . . . , xd ) dx2 . . . dxd ,
[−1,1]d−1

en virtud nuevamente del teorema de Fubini. Por consiguiente, dispon-


dríamos de la relación
Z Z
g( x ) ϕ( x ) dx = 2 ϕ(0, x2 , . . . , xd ) dx2 . . . dxd ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω) .
Ω [−1,1]d−1

Ahora bien, si en particular se eligiesen funciones test con soporte conte-


nido en Ω+ la integral anterior se anularía:
Z
g( x ) ϕ( x ) dx = 0 ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω+ ) ,
Ω+

y consecuentemente deduciríamos que g = 0 c.p.d. en Ω+ en virtud del


lema fundamental del cálculo de variaciones. Análogamente, si considerá-
semos ahora ϕ ∈ Cc1 (Ω− ) se concluiría asimismo que g = 0 c.p.d. en Ω− .
En conclusión habría de ser g = 0 c.p.d. en Ω, de donde resultaría
Z
ϕ(0, x2 , . . . , xd ) dx2 . . . dxd = 0 ∀ ϕ ∈ Cc1 (Ω) , (2)
[−1,1]d−1

José L. López
4

0.75

0.5 5

0.25

0
-5

-5

Figura 1: Representación gráfica de la función ϕ definida en (3). En este caso


R1 R1
−1 ϕ (0, x2 ) dx2 = −1 dx2 = 2 6 = 0, luego la condición (2) no es satisfecha

lo cual es falso en general. Baste considerar, por ejemplo, la función meseta


ϕ : R2 → R definida como

 1 si 0 ≤ x12 + x22 ≤ 4

9
ϕ ( x1 , x2 ) = − 1 ( x2 + x22 ) si 4 ≤ x12 + x22 ≤ 36 (3)
 8 32 1
0 en otro caso
para convencerse (véase la Figura 1). En consecuencia, no puede existir
la derivada débil de primer orden de la función signo de acuerdo con el
concepto dado.
(c) En términos generales, las funciones con discontinuidades de salto
no son derivables en sentido débil ni, por tanto, existen las derivadas dé-
biles de segundo orden de una función de clase C1 a trozos. En relación
con la derivada clásica podría decirse que, con el nuevo concepto de deri-
vada, los picos se tornan diferenciables en tanto que los saltos continúan
sin serlo.

Nótese cómo el concepto de derivada débil está llamado a extender al
concepto clásico de derivada, tal como llega a desprenderse de su propia
definición. En efecto, se dispone del siguiente resultado cuya demostra-
ción es una aplicación inmediata de la fórmula clásica de integración por
partes.
Derivadas clásicas y débiles 5

Lema 1. Sean Ω ⊆ Rd un abierto, f ∈ C k (Ω) y α ∈ (N ∪ {0})d un multi-


índice tal que |α| ≤ k ∈ N. Entonces las α–derivadas clásica y débil de f
en Ω existen y coinciden.

En otras palabras: si una función es derivable en sentido clásico, enton-


ces también lo es en sentido débil y ambas derivadas coinciden. Además,
se sigue inmediatamente del lema fundamental del cálculo de variaciones
que

Lema 2. Caso de existir, la derivada débil (de cualquier orden) de una


función localmente integrable está definida de forma única salvo en un
conjunto de medida nula.

Finalmente, conviene señalar que el concepto de derivada débil com-


parte muchas propiedades con el de derivada clásica –por ejemplo, el ca-
rácter lineal o las reglas de Leibniz y de la cadena, como se estudiará más
adelante–, aunque también son muchos los aspectos que (afortunadamen-
te) los diferencia. Algunos son los siguientes:

1. El concepto de derivada débil permite dar sentido a la derivada de


casi cualquier función, sin más que exigirle a priori un requisito mínimo
de integrabilidad.

2. Cuando existen las derivadas parciales cruzadas de una función en


sentido débil siempre son iguales, propiedad que sabemos no es cier-
ta en general para el caso de las derivadas clásicas, pues en este con-
texto viene regulada por el conocido lema de Schwartz. En efecto: si
f ∈ L1loc (Ω) es tal que existen las derivadas débiles hasta el orden k,
entonces para cualquier par de multiínidices α, β con |α| + | β| ≤ k se
cumple
Z Z
D α f ( x ) D β ϕ( x ) dx = (−1)|α| f ( x ) D α+ β ϕ( x ) dx
Ω Z Ω
|α| |α|+| β| α+ β
= (−1) (−1) D f ( x ) ϕ( x ) dx
Z Ω

= (−1)| β| D α+ β f ( x ) ϕ( x ) dx ,

de donde se desprende que D α+ β f = D β D α f . Intercambiando los




roles de α y β se concluye fácilmente la propiedad de conmutatividad


(incondicional) de las derivadas débiles.

José L. López
6

Figura 2: Representación gráfica de la función de Cantor (fuente: Wikipedia)

3. En dimensión d = 1 siempre es posible recuperar una función a par-


tir de su derivada débil sin más que calcular la correspondiente in-
tegral. En el caso clásico esta propiedad no es cierta en general. Así
lo atestigua la llamada función de Cantor, que puede introducirse de
la siguiente manera: toda función f : [0, 1] → R creciente que satisface
(i) f (0) = 0, (ii) f ( x/3) = f ( x )/2 y (iii) f (1 − x ) = 1 − f ( x ), para
todo x ∈ [0, 1], es la función de Cantor. Esta función tiene la particulari-
dad de ser constante sobre cada uno de los intervalos que conforman
el complementario del conjunto ternario de Cantor C (cf. Ejemplo 4
(d)), luego f 0 = 0 en C c y, además, f no es derivable en C. En cual-
quier caso, puede afirmarse sin lugar a error que f 0 = 0 c.p.d. en
[0, 1] (recuérdese que C tiene medida de Lebesgue nula), de donde
se desprende que
Z 1
f 0 ( x ) dx = 0 6= 1 = f (1) − f (0) .
0

El espacio de Sobolev W 1,p (Ω)


Sea Ω ⊆ Rd un abierto. La noción de derivada clásica da pie a defi-
nir los espacios Cbk (Ω), constituidos por aquellas funciones de clase C k en
El espacio de Sobolev W 1,p (Ω) 7

Ω cuyas derivadas (en sentido clásico) son todas acotadas hasta el orden
k–ésimo (además, claro está, de continuas). Será la consideración de deri-
vadas débiles acotadas en L p (Ω), en lugar de derivadas clásicas acotadas
para la norma uniforme, la que nos conduzca al concepto de espacio de
Sobolev.
Definición 2. Dado 1 ≤ p ≤ ∞, se define el espacio de Sobolev W 1,p (Ω) co-
mo el espacio vectorial constituido por las (clases de) funciones de L p (Ω)
que tienen derivadas débiles de primer orden acotadas en L p (Ω), esto es:
n
p ∂f ∂f p
o
W (Ω) = f ∈ L (Ω) : existe
1,p
y ∈ L (Ω) ∀ 1 ≤ i ≤ d .
∂xi ∂xi

No es complicado comprobar que las identidades


d ∂f

k f kW 1,p (Ω) := k f k L p (Ω) + ∑ (4)
i =1
∂xi L p (Ω)
y
p !1
d p
∂ f
k f k L p (Ω) + ∑
p
k f k1,p,Ω :=
∂x p (5)
i =1 i L (Ω)

definen sendas normas en W 1,p (Ω), que además son equivalentes. Por tan-
to, W 1,p (Ω) tiene estructura de espacio vectorial normado cualquiera que
sea 1 ≤ p ≤ ∞. Es de destacar también que el espacio de Sobolev aso-
ciado a L2 (Ω) (W 1,2 (Ω) según la notación recién introducida) posee una
estructura algo más rica heredada del carácter hilbertiano de L2 (Ω).
En lo que sigue denotamos
H 1 (Ω) := W 1,2 (Ω)
n ∂f ∂f o
= f ∈ L (Ω) : existe
2
y ∈ L (Ω) ∀ 1 ≤ i ≤ d ,
2
∂xi ∂xi
dotado del producto escalar
d  
∂ f ∂g
h f , g i H 1 ( Ω ) = h f , g i L2 ( Ω ) + ∑ , . (6)
i =1
∂xi ∂xi L2 ( Ω )

Teorema 1 (Desigualdad de Poincaré). Sea Ω ⊂ Rd un dominio acotado


con frontera de clase C1 . Entonces existe C = C (d, p, Ω) > 0 tal que
1
Z
f − f ( x ) dx p ≤ C k∇ f k L p (Ω) (7)

|Ω| Ω L (Ω)

para toda función f ∈ W 1,p (Ω) con 1 ≤ p ≤ ∞.

José L. López
8

Demostración. Razonamos por reducción al absurdo. Si la desigualdad (7)


no fuese cierta, habría de existir una sucesión { f n } ⊂ W 1,p (Ω) para la que
1
Z
fn − f n ( x ) dx p > nk∇ f n k L p (Ω) . (8)

|Ω| Ω L (Ω)
Consideremos la siguiente normalización:
f n − |Ω1 | Ω f n ( x ) dx
R
un := , n ∈ N.
fn − 1
R
|Ω| Ω
f n ( x ) dx L (Ω)
p

Las siguientes propiedades son claramente satisfechas:


1
Z
un ( x ) dx = 0 , k un k L p (Ω) = 1 , k∇un k L p (Ω) < , (9)
Ω n
la última de las cuales se obtiene en conformidad con (8). En consecuencia,
la sucesión {un } es acotada en W 1,p (Ω) y existen, por tanto, una subsuce-
sión {unk } de {un } y una función u ∈ L p (Ω) tales que1
lı́m {unk } = u en L p (Ω) .
k→∞

Además, se tiene
Z
u( x ) dx = 0 , k u k L p (Ω) = 1 (10)

en virtud del teorema de la convergencia dominada y de la convergencia


de las normas2 , respectivamente. Por otra parte, usando nuevamente el
teorema de la convergencia dominada y el concepto de derivada débil se
obtiene
Z nZ n Z ∂u
∂Φ ∂Φ o nk
o
u dx = lı́m u nk dx = − lı́m Φ dx = 0 (11)
Ω ∂xi k→∞ Ω ∂xi k→∞ Ω ∂xi

para toda Φ ∈ Cc∞ (Ω) y para todo 1 ≤ i ≤ d, pues


Z ∂u ∂u
nk nk
Φ dx ≤ kΦk L p0 (Ω) ≤ k∇unk k L p (Ω) kΦk L p0 (Ω)


Ω ∂xi ∂xi L p (Ω)
1
< kΦk L p0 (Ω) → 0 cuando k → ∞ ,
nk
1 Un resultado clásico sobre espacios de Sobolev (Teorema de Rellich–Kondrachov)
afirma que si Ω ⊂ Rd es un abierto de clase C1 con frontera acotada, entonces la inclusión
dp
W 1,p (Ω) ⊂ Lq (Ω) es continuas y compacta para cualesquiera 1 ≤ p < d y 1 ≤ q < d− p
2 La convergencia fuerte implica de forma inmediata la convergencia de las normas,

ya que |kun k L p − kuk L p | ≤ kun − uk L p


El espacio de Sobolev W 1,p (Ω) 9

donde se ha usado la desigualdad de Hölder y la tercera de las propieda-


des establecidas en (9). De la expresión (11) se desprende que u ∈ W 1,p (Ω)
con ∇u = 0 c.p.d. en Ω. Por consiguiente u es constante c.p.d. en Ω 3 , lo
que combinado con (10) conduce a la esperada contradicción.

Sean Ω ⊂ Rd un dominio acotado y f : Ω → R. Si f únicamente tu-
viese propiedades de p–integrabilidad (regularidad L p ) sería una cuestión
elemental dilucidar el sinsentido de referirse a la evaluación de f en un
punto de Ω, pues los elementos de los espacios de Lebesgue están defini-
dos casi por doquier; por el mismo motivo, ni siquiera cabría hablar de la
restricción de f a un subconjunto de Ω de medida nula. Sin embargo, la
situación se torna diferente si la α–derivada débil de f existe y satisface
también algunas condiciones adecuadas de integrabilidad, en cuyo caso
podría considerarse de modo riguroso la restricción de f a la frontera de
Ω. En términos generales, esta es la problemática de la que se ocupa el

Teorema 2 (de la traza). Sea Ω ⊂ Rd un abierto de clase C1 con frontera


Γ acotada. Entonces existe un único operador T : W 1,p (Ω) → L p (Γ) lineal
y continuo (que recibe el nombre de operador traza) tal que la identidad
T ( f )( x ) = f ( x ) es satisfecha c.p.d. en Γ, para toda f ∈ W 1,p (Ω) ∩ C (Ω)
con 1 ≤ p ≤ ∞.
1,p
Definición 3. Sean Ω ⊂ Rd un abierto y 1 ≤ p < ∞. Se define W0 (Ω)
como la clausura topológica de Cc∞ (Ω) en W 1,p (Ω).

Una de las consecuencias más significativas del teorema de la traza es


1,p
la caracterización del espacio de Sobolev W0 (Ω).

Teorema 3. Sea Ω ⊂ Rd un abierto de clase C1 con frontera Γ acotada.


Entonces n o
1,p
W0 (Ω) = u ∈ W 1,p (Ω) : u|Γ = 0

para cualquier 1 ≤ p < ∞.

Igual que en los casos anteriores, destacamos también en este ámbito


el espacio H01 (Ω) := W01,2 (Ω) por poseer estructura hilbertiana.

Observación 1. En este contexto la desigualdad de Poincaré adopta la si-


guiente forma:
k f k L p (Ω) ≤ C k∇ f k L p (Ω) , (12)
3 Esta cuestión no es nada trivial

José L. López
10

1,p
para toda función f ∈ W0 (Ω). Nótese que, a diferencia de lo que sucedía
en la versión general del Teorema 1, la desigualdad
R es ahora válida para la
1
norma de f en lugar de su desplazada f − |Ω| Ω f ( x ) dx. La razón estri-
ba en que antes el resultado debía ser satisfecho por cualquier constante,
1,p
en tanto que ahora la única función constante que pertenece a W0 (Ω) es
f ≡ 0. Son muchas las ocasiones en que esta propiedad se revelará fun-
damental en las aplicaciones, como se pone de manifiesto en la sección
siguiente.

0 1,p
Denotamos finalmente W −1,p (Ω) el dual topológico de W0 (Ω), es
decir, el espacio cuyos elementos son los funcionales lineales y continuos
1,p
definidos sobre W0 (Ω) respecto de la norma heredada de W 1,p (Ω) (cf.
(4) y (5)). Si p = 2, escribiremos simplemente H −1 (Ω).

Espacios de Sobolev y ecuaciones en derivadas par-


ciales: el teorema de Lax–Milgram
Los espacios de Sobolev fueron introducidos por Sergéi L. Sobolev a
finales de la década de 1930 para su aplicación en el ámbito de las ecua-
ciones en derivadas parciales, fundamentalmente. La razón principal hay
que buscarla en el hecho de que los espacios C k (Ω) no permiten en la ma-
yor parte de los casos llevar a cabo un tratamiento analítico adecuado de
las antedichas ecuaciones. Por ejemplo, si pretendiésemos resolver el si-
guiente problema de Dirichlet para la ecuación de Poisson con fricción
−∆u + u = f en Ω

(13)
u = 0 en ∂Ω

con segundo miembro f ∈ C (Ω), no dispondríamos en general de una


solución u ∈ C2 (Ω), como cabría esperar. Es por ello que ha de recurrir-
se a un nivel distinto de descripción matemática. De este modo surge el
concepto de solución débil o generalizada.
Multiplicando la ecuación en derivadas parciales por una función test
ϕ ∈ Cc2 (Ω) e integrando después por partes se obtiene
Z   Z
∇u( x ) · ∇ ϕ( x ) + u( x ) ϕ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx , (14)
Ω Ω

o bien Z   Z
u( x ) − ∆ϕ( x ) + ϕ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx , (15)
Ω Ω
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 11

después de usar nuevamente la fórmula de integración por partes en el


primer miembro de (14). Cabe destacar que para que las formulaciones
(14) y (15) adquieran sentido no es necesario exigir tanta regularidad a la
función u( x ) como en el caso de la formulación clásica (13). En efecto, para
que (14) esté bien planteado basta con que u( x ) sea una vez débilmente
diferenciable (u ∈ H01 (Ω)), mientras que para dar sentido a (15) es incluso
suficiente con que u ∈ L2 (Ω) o, aún menos, u ∈ L1loc (Ω). Es más, a menudo
puede verificarse que las soluciones de (14) o (15) resuelven también (13),
esto es, también son soluciones en el sentido clásico.
La búsqueda de soluciones débiles de una ecuación en derivadas par-
ciales parece así constituir una batalla más sencilla de librar que la búsque-
da de soluciones clásicas, en virtud de la potencia analítica de que goza el
marco funcional conformado por los espacios de Sobolev. Conviene des-
tacar asimismo que el uso de funciones ϕ ∈ Cc2 (Ω) en (14) y (15) puede
resultar en exceso restrictivo; la razón deriva del hecho de que no es nece-
sario, en general, disponer de tanta regularidad en el espacio de funciones
test para que las integrales involucradas en ambas formulaciones tengan
sentido, tal se verá a renglón seguido.
Partiendo de (13) pueden plantearse, en función de la regularidad es-
perada o requerida para la solución u( x ), los siguientes tres problemas:

(a) Encuéntrese u ∈ H 2 (Ω) ∩ H01 (Ω) tal que


Z Z
− ∆u( x ) + u( x ) ϕ( x ) dx =

f ( x ) ϕ( x ) dx ,
Ω Ω

cualquiera que sea ϕ ∈ L2 (Ω).

(b) Encuéntrese u ∈ H01 (Ω) tal que


Z   Z
∇u( x ) · ∇ ϕ( x ) + u( x ) ϕ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx ,
Ω Ω

cualquiera que sea ϕ ∈ H01 (Ω).

(c) Encuéntrese u ∈ L2 (Ω) tal que


Z n o Z
u( x ) − ∆ϕ( x ) + ϕ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx ,
Ω Ω

cualquiera que sea ϕ ∈ H 2 (Ω) ∩ H01 (Ω).

Del mismo modo, las condiciones de regularidad sobre f (hasta el mo-


mento un elemento del espacio C (Ω)) pueden debilitarse para obtener

José L. López
12

conclusiones similares a las anteriores. Por ejemplo, si uno considera el


problema elíptico consistente en resolver la ecuación de Poisson

−∆u + u = f en Rd con f ∈ H m (Rd ), m ∈ R \ {0} ,

podrá comprobar que admite una (única) solución u en el espacio de So-


bolev H m+2 (Rd ). Es decir, el operador −∆ + I ha regularizado la solución
en dos grados de derivabilidad con respecto al segundo miembro.
El problema de Neumann para la ecuación de Poisson con fricción
(
−∆u + u = f en Ω
∂u , (16)
∂η = 0 en ∂Ω

donde ∂u∂η denota la derivada de u en la dirección normal, admite también


una interpretación análoga a las establecidas en (14) y (15), aunque ahora
la condición de contorno es distinta y ello influye, por supuesto, en la elec-
ción de los espacios de Sobolev adecuados para que el problema esté bien
planteado. Supongamos que Ω ⊂ Rd es un abierto acotado de clase C1 y
que u es una solución suficientemente regular del problema (16), por ejem-
plo u ∈ H 2 (Ω). Multiplicando la ecuación por una función test ϕ ∈ H 1 (Ω)
(obsérvese la diferencia con los problemas de Dirichlet planteados en (a),
(b) y (c)) e integrando en Ω, usando luego la primera fórmula de Green4 y
teniendo en cuenta que la condición de contorno es de tipo Neumann, se
obtiene
Z Z Z
∇u( x ) · ∇ ϕ( x ) dx + u( x ) ϕ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ H 1 (Ω) .
Ω Ω Ω
(17)
Se puede abordar entonces el problema (16) en los siguientes términos:
Dada f ∈ L2 (Ω), encuéntrese u ∈ H 1 (Ω) que satisfaga (17).
El siguiente resultado garantiza la existencia y unicidad de solución de
una gran variedad de problemas planteados en torno a una ecuación en
derivadas parciales.

Ω ⊂ Rd un dominio de clase C1 con frontera Γ acotada. Dadas u, v ∈ H 2 (Ω), se


4 Sea

satisface
Z Z Z
∂u
∆u( x )v( x ) dx = − ∇u( x ) · ∇v( x ) dx + v|Γ ( x ) ( x ) dσ( x )
Ω Ω Γ ∂η

Nótese la importancia del teorema de la traza para dar sentido a la última de las integrales
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 13

Teorema 4 (Lax–Milgram, 1954). 5 6 Sean H un espacio de Hilbert (dotado


del producto escalar h·, ·i H ), a : H × H → R una aplicación bilineal, con-
tinua7 y coerciva8 y F ∈ H 0 . Entonces existe un único elemento u ∈ H tal
que
a(u, ϕ) = F ( ϕ) ∀ ϕ ∈ H (18)
y la aplicación lineal F 7→ u es continua de H 0 en H. En el caso en que
a : H × H → R es también simétrica, el problema (18) equivale al siguiente
problema variacional:

J (u) = mı́n J ( ϕ) , (19)
ϕ∈ H

con J ( ϕ) = 12 a( ϕ, ϕ) − F ( ϕ). En otras palabras, el problema (19) admite


una única solución que no es otra que la que resuelve (18).

Demostración. Comenzamos probando el caso más sencillo, que además


será objeto de la mayor parte de las aplicaciones.
1) a : H × H → R es una aplicación simétrica.
En tal caso a(u, v) define un producto escalar en H, dado que al tratarse
de una aplicación coerciva es, en particular, definida positiva. Aplicando
entonces el teorema de representación de Riesz9 se concluye el resultado
anunciado.
2) a : H × H → R es una aplicación no necesariamente simétrica.
Como F ∈ H 0 por hipótesis, el teorema de representación de Riesz ga-
rantiza la existencia de un único elemento f ∈ H tal que

F ( ϕ) = h f , ϕi ∀ϕ ∈ H . (20)

Además, la aplicación F 7→ f es una biyección lineal e isométrica de H 0 en


H, toda vez que

|h f , ϕi| | F ( ϕ)|
   
k f k H = sup = sup = k Fk H0 . (21)
06 = ϕ ∈ H k ϕk H 06 = ϕ ∈ H k ϕk H
5 Parabolic equations, en Contributions to the Theory of Partial Differential Equations, Ann.
Math. Studies 33, Princeton, pp. 167–190, 1954
6 Peter David Lax, matemático de origen húngaro galardonado recientemente con el

premio Abel 2005, considerado por muchos como el premio Nobel de las Matemáticas
7 Existe C > 0 tal que | a ( u, v )| ≤ C k u k k v k
H H
8 Existe α > 0 tal que a ( u, u ) ≥ α k u k2
H
9 En su versión general afirma lo siguiente: dado F ∈ H 0 , existe un único elemento f ∈ H

tal que F ( ϕ) = h f , ϕi H cualquiera que sea ϕ ∈ H

José L. López
14

Si ahora fijamos un elemento u ∈ H, la aplicación lineal au ( ϕ) := a(u, ϕ)


es continua en H. Aplicando nuevamente el teorema de representación de
Riesz se deduce la existencia de un único elemento aeu ∈ H tal que

au ( ϕ) = h aeu , ϕi ∀ϕ ∈ H . (22)

Esta última identidad define un operador T : u 7→ au 7→ aeu = T (u) lineal


y continuo de H en H. En efecto:

| a(u, ϕ)|
 
k T (u)k H = k au k H 0 = sup ≤ C kuk H .
06 = ϕ ∈ H k ϕk H

Así pues, el problema consistente en encontrar u ∈ H tal que

a(u, ϕ) = F ( ϕ) ∀ϕ ∈ H

equivale a encontrar una solución u ∈ H de la ecuación T (u) = f . Para


concluir la prueba basta con demostrar que el operador T : H → H es
biyectivo.

(i) La inyectividad es una consecuencia directa de la coercividad de la


aplicación a : H × H → R, dado que

αk ϕk2H ≤ a( ϕ, ϕ) = h T ( ϕ), ϕi ≤ k T ( ϕ)k H k ϕk H ∀ϕ ∈ H . (23)

Por consiguiente

k T ( ϕ)k H ≥ αk ϕk H ∀ϕ ∈ H , (24)

lo cual implica que el núcleo de T tiene por único elemento {0}.

(ii) La sobreyectividad de T viene caracterizada por las dos siguientes


propiedades (el resultado aludido puede consultarse, por ejemplo,
en el libro Análisis funcional de H. Brezis (Teorema II. 19)):

T ( H ) ⊥ = {0},
T ( H ) es cerrado en H.

La condición primera es una consecuencia inmediata de (23). Por


otra parte, la segunda se sigue del hecho de que T : H → T ( H )
es un isomorfismo.
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 15

De (24) se deduce también la continuidad de T −1 y, en particular, la


siguiente estimación (cf. (21)):

1 1
kuk H = k T −1 ( f )k H ≤ k f k H = k Fk H0 ,
α α
que permite concluir que el operador F 7→ u es continuo de H 0 en H.
3) Equivalencia entre los problemas (18) y (19) en el caso simétrico.
Sean u ∈ H la única solución de (18) y h ∈ H arbitrario. Gracias a la
bilinealidad, la coercividad y la simetría de a(·, ·), así como a la linealidad
de F, se tiene
1
J (u + h) = a(u + h, u + h) − F (u + h)
2
1 1
= a(u, u) − F (u) + a(u, h) − F (h) + a(h, h)
2 2
1 α
= J (u) + a(h, h) ≥ J (u) + khk2H > J (u)
2 2
para todo 0 6= h ∈ H, luego J (u) < J (v) para todo H 3 v 6= u.
Para demostrar la implicación recíproca partimos del hecho de que u
es el mínimo del funcional J en H. En tal caso se cumple

J (u + λh) ≥ J (u) ∀λ > 0 , ∀h ∈ H .

O, equivalentemente,

1 λ2
a(u, u) + λa(u, h) + a(h, h) − F (u) − λF (h) ≥ J (u)
2 2
para cualesquiera λ > 0 y h ∈ H. Simplificando y dividiendo por λ se
llega a la siguiente desigualdad:

λ
a(u, h) + a(h, h) − F (h) ≥ 0 ∀λ > 0 , ∀h ∈ H .
2
Finalmente, la arbitrariedad de λ > 0 nos permite concluir que ha de ser
a(u, h) ≥ F (h) para todo elemento h ∈ H. La desigualdad contraria proce-
de sin más que cambiar h por −h.


Concluimos esta sección estudiando algunas aplicaciones del teorema


de Lax–Milgram a problemas elípticos unidimensionales con condiciones
de contorno de tipo Dirichlet o Neumann.

José L. López
16

(i) Sea Ω = (0, 1) y consideremos la ecuación de Poisson con condicio-


nes de contorno de tipo Dirichlet homogéneas:

−u00 = f en Ω

.
u (0) = u (1) = 0

Reescribiendo este problema en la forma expresada en (b), se obtiene


Z 1 Z 1
0 0
u ( x ) ϕ ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ H01 (Ω) .
0 0

Observemos que puede aplicarse el teorema de Lax–Milgram con las


siguientes elecciones:
Z 1 Z 1
0 0
H= H01 (Ω), a(u, ϕ) = u ( x ) ϕ ( x ) dx, F ( ϕ) = f ( x ) ϕ( x ) dx .
0 0

Para ello basta con verificar la coercividad de la aplicación a(·, ·),


pues las restantes hipótesis del teorema son satisfechas de forma in-
mediata. Gracias a la desigualdad de Poincaré (Teorema 1 y Obser-
vación 1) se tiene

kvk2H1 (Ω) = kvk2L2 (Ω) + kv0 k2L2 (Ω) ≤ (C + 1)kv0 k2L2 (Ω) ,

luego
1
a(v, v) = kv0 k2L2 (Ω) ≥ kvk2H1 (Ω)
C+1
1
y a(·, ·) es coerciva (con constante de coercividad α = C +1 ).

(ii) Sea Ω = (0, 1) y consideremos la ecuación de Poisson con fricción


sujeta a condiciones de contorno de tipo Neumann:

−u00 + u = f en Ω

.
u 0 (0) = u 0 (1) = 0

Reescribiendo este problema en la forma expresada en (b) se obtiene


Z 1 Z 1
u0 ( x ) ϕ0 ( x ) + u( x ) ϕ( x ) dx = ∀ ϕ ∈ H 1 (Ω) .

f ( x ) ϕ( x ) dx
0 0

Tras verificaciones elementales se deduce que podemos aplicar el


teorema de Lax–Milgram con H = H 1 (Ω) y
Z 1 Z 1
0 0

a(u, ϕ) = u ( x ) ϕ ( x ) + u( x ) ϕ( x ) dx, F ( ϕ) = f ( x ) ϕ( x ) dx .
0 0
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 17

(iii) Sea Ω = (0, 1) y consideremos la ecuación de Poisson con condicio-


nes de contorno de tipo Neumann:

−u00 = f en Ω

.
u 0 (0) = u 0 (1) = 0

Comprobaremos que si f ∈ L2 (Ω) es tal que f ( x ) dx = 0,10 en-


R

tonces existe una única solución de
Z 1 Z 1
0 0
u ( x ) ϕ ( x ) dx = f ( x ) ϕ( x ) dx ∀ ϕ ∈ H 1 (Ω)
0 0

en el espacio cociente H 1 (Ω)/R, donde R denota el espacio vectorial


formado por las funciones constantes. El motivo por el que debemos
recurrir a dicho cociente hay que buscarlo en el hecho obvio de que
no podemos esperar unicidad de solución en H 1 (Ω), toda vez que
si u resuelve el problema entonces u + λ también lo hace, cualquiera
que sea λ ∈ R. A raíz de lo expuesto, se hace evidente que el teo-
rema de Lax–Milgram no puede ser aplicado en este caso. En efec-
R1
to, sucede que la aplicación a(u, ϕ) = 0 u0 ( x ) ϕ0 ( x ) dx no es coer-
civa en H 1 (Ω).11 Verifiquemos en primer lugar que H = H 1 (Ω)/R
es un espacio de Hilbert. Para ello, consideramos la norma cociente
k · k H : H → R definida como 12

k[u]k H = ı́nf ku + λk H1 (Ω) = ku − uk H1 (Ω) , (25)
λ ∈R

donde u = |Ω1 | Ω u( x ) dx. Es evidente entonces que k[u] + [v]k H ≤


R

k[u]k H + k[v]k H , del mismo modo que k[λu]k H = |λ|k[u]k H . Ade-


más, si k[u]k H = 0 ha de ser (en particular) ku0 k L2 (Ω) = 0, luego
u0 = 0 c.p.d. en Ω y en consecuencia u es constante c.p.d. en Ω, lo
que conduce a [u] = 0. Por consiguiente la aplicación (25) es una nor-
ma en H, si bien puede comprobarse que no deriva de un producto
10 Por compatibilidad con la formulación variacional, que ha de mantenerse cierta si

elegimos la función test constante. Nótese cómo para el problema de Dirichlet no había
que imponer tal restricción sobre f , pues en ese caso el espacio de funciones test era
H01 (Ω), y la única función constante que tiene cabida en dicho espacio es ϕ ≡ 0
11 La propiedad falla, por ejemplo, para cualquier función constante no trivial. Nótese

que la desigualdad de Poincaré no es aplicable en este caso, a diferencia de lo que ocurría


para el problema de Dirichlet
12 Compruébese la última igualdad

José L. López
18

escalar. En efecto, si lo hiciese tendría que darse


Z Z
f 0 ( x ) g0 ( x ) dx
 
h[ f ], [ g]i H = f (x) − f g( x ) − g dx +
Ω Z ZΩ
= h f , g i H 1 (Ω) − g f ( x ) dx − f g( x ) dx + |Ω| f g
Ω Ω
1 
Z  Z 
= h f , g i H 1 (Ω) − f ( x ) dx g( x ) dx ,
|Ω| Ω Ω

que no es una aplicación definida positiva. Con objeto de solventar


esta contrariedad definiremos una norma alternativa en H 1 (Ω) para
su empleo en (25), a saber:
Z 2
2 0 2
|||u||| H1 (Ω) = ku k L2 (Ω) + u( x ) dx . (26)

Que ||| · ||| H1 (Ω) es una norma en H 1 (Ω) es de fácil verificación. Por
otra parte, la nueva norma
|||[u]||| H := |||u − u||| H1 (Ω) = ku0 k L2 (Ω)

deriva claramente del producto escalar h[ f ], [ g]i H = Ω f 0 ( x ) g0 ( x ) dx.13


R

Para concluir con la prueba de que H es un espacio de Hilbert bas-


tará con verificar que las normas k · k y ||| · ||| definidas en H son
equivalentes. Por una parte se tiene
ku − uk2H1 (Ω) = ku − uk2L2 (Ω) + ku0 k2L2 (Ω) ≤ (C2 + 1)ku0 k2L2 (Ω) ,

donde se ha empleado nuevamente la desigualdad de Poincaré (Teo-


rema 1). Por tanto,
p
k[u]k H ≤ C2 + 1 |||[u]||| H . (27)
Por otra parte, la aplicación identidad
 
Id : H, ||| · ||| → H, k · k
es continua (en virtud de (27)) y biyectiva, luego un isomorfismo to-
pológico, por lo que podemos concluir que ambas normas son equi-
valentes. Comprobamos para terminar que la forma bilineal
Z
a([u], [ ϕ]) := u0 ( x ) ϕ0 ( x ) dx

13 Nótese que para la norma ||| · ||| H 1 (Ω) el mínimo de las traslaciones se alcanza tam-
bién para el valor λ = −u
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 19

es continua en H × H y coerciva. La continuidad se desprende de la


siguiente estimación basada en la desigualdad de Hölder:

| a([u], [ ϕ])|2 ≤ ku0 k2L2 (Ω) k ϕ0 k2L2 (Ω) = |||[u]|||2H |||[ ϕ]|||2H .

Finalmente, la coercividad resulta de

|||[u]|||2H = |||u − u|||2H1 (Ω) = ku0 k2L2 (Ω) = a([u], [u]) .

En este marco basta con elegir


Z
F ([ ϕ]) := f ( x ) ϕ( x ) dx ,

que es claramente lineal y continua en H, para aplicar exitosamente


el teorema de Lax–Milgram.

Por tanto, podemos concluir que en todas estas situaciones existe una
única solución (variacional, conforme a la formulación establecida en (b))
del correspondiente problema de contorno en virtud del teorema de Lax–
Milgram.
En última instancia podríamos plantearnos cualquiera de los proble-
mas anteriores en el caso en que las condiciones de contorno no fuesen
homogéneas. Es obvio que la formulación variacional correspondiente se-
rá distinta a la del caso homogéneo, dado que el término de frontera que
resulta de aplicar la fórmula de integración por partes dejará de anularse.
Por lo demás, el teorema de Lax–Milgram vuelve a aplicarse exactamen-
te en la forma estudiada sin más que considerar un cambio de variables
adecuado.

La delta de Dirac
Una masa puntual se describe matemáticamente por medio de la lla-
mada medida de Dirac. En efecto: si suponemos una masa unidad concen-
trada en el origen de coordenadas, entonces la medida de Dirac asociada
(a la cual denotaremos ρ0 ) no es otra que

1 si x = 0
ρ0 ( x ) = .
0 si x 6= 0

Sin embargo, si nuestro propósito fuese medir la densidad de masa aso-


ciada a un punto material la situación se torna algo más compleja. Para el

José L. López
20

caso particular de un intervalo I, es bien sabido que la densidad de masa


asociada es la razón entre la masa total m contenida en I y el volumen de
I (que no es otra cosa que su medida de Lebesgue | I |):
m
ρ( I ) = .
|I|
En nuestra situación se ha considerado una masa unidad concentrada en
un intervalo puntual (m = 1, I = {0}), por lo que | I | = 0 y se tendría

∞ si x = 0

ρ( x ) = . (28)
0 si x 6= 0

Es obvio que esta expresión no tiene sentido matemático como función,


de modo que hemos de recurrir a una aproximación distinta de la reali-
dad física subyacente. Para ello se consideran promedios de densidad en
entornos pequeños del punto material Iε = [−ε, ε], de manera que la den-
sidad puntual de masa pueda caracterizarse (al menos a nivel intuitivo)
como el límite cuando ε → 0 de una sucesión de funciones (discontinuas)
δε ( x ) definidas como
(
1
| Iε |
= 2ε1 si | x | ≤ ε
δε ( x ) = .
0 si | x | > ε

Es evidente que, para cualquier ε > 0, el área de la región delimitada por


la gráfica de la función δε ( x ) es unitaria, y que al calcular su límite puntual
cuando ε → 0 se obtiene (28).
Llegado este punto un nuevo problema nos aguarda. Es físicamente
exigible que la integral de la densidad de masa asociada a cualquier inter-
valo I (que en nuestro caso contenga al punto x = 0) proporcione la masa
total distribuida en el interior de I; en particular, habría de cumplirse
Z Z
lı́m{δε ( x )} dx = ρ( x ) dx = ρ0 .
I ε →0 I

Esto, sin embargo, es contradictorio con el hecho de que


nZ o
lı́m δε ( x ) dx = 1
e →0 I

siempre que el intercambio de límite e integral fuese factible, lo cual viene


a significar que el límite puntual de la sucesión {δε ( x )} no es el adecuado
para recuperar la densidad de masa puntual a partir de la densidad de
masa asociada a un intervalo. ¿Cómo debemos definirla entonces?
Espacios de Sobolev y EDPs: el teorema de Lax–Milgram 21

Comencemos calculando el límite débil de la sucesión de promedios de


densidad {δε ( x )}, esto es: para toda función continua ϕ : [ a, b] → R, tal
que 0 ∈ [ a, b], se calcula
nZ b o
lı́m δε ( x ) ϕ( x ) dx .
ε →0 a

Es fácil comprobar que este límite es ϕ(0). En efecto:


Z b 1 ε
Z
δε ( x ) ϕ( x ) dx − ϕ(0) ≤ | ϕ( x ) − ϕ(0)| dx .

2ε −ε

a

La continuidad de ϕ permite hacer el segundo miembro tan pequeño como


se desee, lo que prueba la afirmación anterior. Luego el límite débil de la
sucesión de promedios de densidad {δε } es el operador que asocia a cual-
quier función continua ϕ su evaluación en el punto en que se concentra
la masa (en nuestro caso, ϕ 7→ ϕ(0)). Es este operador, al que denotamos
δ0 , el que se usa para describir la densidad de masa asociada a un punto
material. El operador δ0 definido como
nZ b o
hδ0 , ϕi := lı́m δε ( x ) ϕ( x ) dx = ϕ (0)
ε →0 a

recibe el nombre de delta de Dirac en honor a Paul Dirac, quien introdujo


las distribuciones en la ciencia a raíz de los estudios que llevó a cabo en
el terreno de la Mecánica Cuántica y sistematizó el uso de la distribución
delta que lleva su nombre.
De modo análogo, si es una masa total m la que se concentra en el pun-
to x = 0, se tiene que la densidad correspondiente viene dada por mδ0 . Si
la masa m se concentra en cualquier otro punto x0 , entonces la densidad
de masa asociada es mδx0 , entendiendo que δx0 es el operador que asocia a
cada función continua ϕ su evaluación en x0 . Si, por el contrario, se dispo-
ne de una distribución finita de masas {m j }1≤ j≤n que se concentran en los
puntos { x j }1≤ j≤n , entonces la densidad de masa del sistema es ∑nj=1 m j δx j .
En lo que sigue consideraremos el caso unidimensional (d = 1).
Lema 3. Sea I = ( a, b) ⊂ R un intervalo que contiene al 0. Entonces δ0 ∈
H −1 ( I ).
Demostración. Basta con observar que el funcional δ0 : H01 ( I ) → R es
lineal y continuo. La linealidad es obvia. La continuidad se desprende del
siguiente cálculo:
Z 0 √ √
|δ0 (Φ)| = |Φ(0)| = Φ0 (z) dx ≤ akΦ0 k L2 ( I ) ≤ akΦk H1 ( I )
a

José L. López
22

para toda Φ ∈ H01 (Ω), donde se ha usado la desigualdad de Cauchy–


Schwartz.

En última instancia, el teorema de Lax–Milgram puede aplicarse en
H = H01 ( I ) (H 0 = H −1 ( I )) para resolver problemas cuyo segundo miem-
bro es una delta de Dirac. Por ejemplo, para el caso de la ecuación de
Laplace unidimensional podemos definir a : H01 ( I ) × H01 ( I ) → R como
a(u, ϕ) = I u ( x ) ϕ0 ( x ) dx y F : H01 ( I ) → R como F ( ϕ) = δ0 ( ϕ), lo que da
R 0
lugar a la llamada solución fundamental del operador de Laplace.

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