1.1. Los derechos y el derecho: derechos subjetivos y derecho objetivo
En alguna ocasión habremos escuchado decir: tenemos derecho a la libertad, tenemos derecho a la educación, tenemos derecho a vivir en un país sin corrupción social ni impunidad. Este derecho, como facultad de alcanzar algo o como poder de obrar y conseguir un resultado, se llama derecho subjetivo: derecho o facultad del sujeto. Los derechos subjetivos son numerosos. Pero la voz derecho tiene otra connotaci6n precisa que alude a las normas jurídicas, cuya especie más importante, las leyes, son reglas de conducta que deben ser respetadas y se imponen a todos los seres humanos (son generales) por decisión ajena (son heterónomas), de ser necesario mediante el uso de la fuerza (son coercibles). Este es el derecho objetivo, el constituido por el conjunto de las normas jurídicas. Entre ambas nociones existe una relaci6n íntima y necesaria: los derechos subjetivos tienen por causa el derecho objetivo. De este provienen todos aquellos: las normas nos conceden las facultades. Si el lector tiene derecho a obtener un aprovechamiento del libro que está en sus manos, es porque la ley te da esta facultad y le garantiza su ejercicio. El origen y alcance de su derecho subjetivo proviene de las normas jurídicas (derecho objetivo). Los derechos subjetivos mencionados al inicio prov1enen del derecho objetivo consagrado en los arts. 1 y 26 de la Declaraci6n Universal de los Derechos Humanos, suscrita por los países miembros de la Organizaci6n de las Naciones Unidas (ONU), México entre ellos, ello de diciembre de 1948. Tal convenio internacional es derecho vigente del más alto rango por disposición constitucional. Y la facultad de erradicar la cormpci6n y la impunidad proviene del derecho punitivo en todos sus 6rdenes, del sistema jurídico que nos concede la atribución de vivir en un Estado de derecho que, basta ahora, es ilusorio. Concepto. Obligación tiene su origen en la palabra latina “obligationis”, que a su vez viene del ob y ligo-as-are, que significa atar. Las Instituciones de Justiniano definen la obligación como el iuris vinculum, quo necesítate adstringimur alicuius solvendae rei, secundum nostrae civitatis iura.[1] La obligación puede ser definida como un vínculo jurídico entre dos o más personas, de las cuales una o más (sujeto activo o sujetos activos) están facultados para exigir de otra, u otras, cierto comportamiento positivo o negativo (dare, facere, praestare, non facere), mientras que el sujeto o los sujetos pasivos tiene el deber jurídico de observar este comportamiento, deber sancionado mediante una acción personal. Historia y etimología de la Obligación. Según la teoría de Bonfante, la obligación romana nació – en tiempos arcaicos – dentro del terreno de los delitos. Originalmente, la comisión de un delito hacía surgir, a favor de la victima o de su familia, un derecho de venganza – eventualmente limitado por el principio del talion – el cual, mediante una “composición”, podía transformarse en el derecho de la victima o su familia a exigir cierta prestación del culpable o de su familia. Como garantía del cumplimiento de tal prestación, un miembro de la familia de culpable quedaba ob-ligatis, o sea, “atado” en la domis de la victima como una especie de rehen. Por tanto, la obligación antigua era una “atadura” en garantía del cumplimiento de prestaciones nacidas de delitos. Luego, al irse desarrollando la comunidad con el aumento de los contactos económicos entre las domus, se presentaba, a veces, la necesidad de que un paterfamilias prestara valores a otro; en tal caso, el acreedor quería tener una garantía y así esta “atadura” se trasladaba del campo delictual al incipiente derecho privado. Un miembro de la domus del deudor se ofrecía entonces al acreedor; éste pesaba, en presencia de cinco testigos y de un portabalanza, el bronce que servía de dinero, entregaba el valor convenido al deudor y se llevaba al rehén. Este negocio se llamaba el nexum – o sea, el nudo, y era, por tanto, un préstamo per aes el libram. Según se fue intensificando la vida comercial, se simplificó el nexum: el deudor se ofrecía a sí mismo como responsable, pero el acreedor posponía la “atadura” hasta el momento del incumplimiento. Si el deudor no pagaba puntualmente, entonces seguía la manus iniectio, descrita en las XII Tablas. El acreedor se llevaba entonces al deudor a una cárcel privada, donde lo retenía durante sesenta días, mostrándolo tres veces en el mercado, para ver si alguien quería liberarlo, pagando la suma debida. Después de sesenta das, el acreedor podía vender al deudor como esclavo, fuera de Roma; también tenia el derecho de matarlo. Pero en el año 326 a. de J.C., este duro sistema fue severamente atacado por la Lex Poetelia Papiria, en la cual se suprimió el encarcelamiento privado por deudas civiles, dejándolo subsistente, empero, para cuestiones surgidas a consecuencia de delitos privados.