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Índice

1. Feudalismo. ………………………………………………………………………
2. Alta edad media. ………………………………………………………………
3. Baja edad media. ………………………………………………………………
4. La fe y la cultura religiosa. …………………………………………………
5. El islam. …………………………………………………………………………….
6. Imperio romano de oriente. ………………………………………………
7. Señor feudal. …………………………………………………………………….
8. Conclusión. ……………………………………………………………………….
9. Bibliografía. ………………………………………………………………………
Introducción
1. Feudalismo
Sistema contractual de relaciones políticas y militares entre los miembros de la nobleza
de Europa occidental durante la alta edad media. El feudalismo se caracterizó por la concesión
de feudos (casi siempre en forma de tierras y trabajo) a cambio de una prestación política y
militar, contrato sellado por un juramento de homenaje y fidelidad. Pero tanto el señor como el
vasallo eran hombres libres, por lo que no debe ser confundido con el régimen señorial, sistema
contemporáneo de aquél, que regulaba las relaciones entre los señores y sus campesinos. El
feudalismo unía la prestación política y militar a la posesión de tierras con el propósito de
preservar a la Europa medieval de su desintegración en innumerables señoríos independientes
tras el hundimiento del Imperio Carolingio.

Orígenes
Cuando los pueblos germanos conquistaron en el siglo V el Imperio romano de
Occidente pusieron también fin al ejército profesional romano y lo sustituyeron por los
suyos propios, formados con guerreros que servían a sus caudillos por razones de honor
y obtención de un botín. Vivían de la tierra y combatían a pie ya que, como luchaba
cuerpo a cuerpo, no necesitaban emplear la caballería. Pero cuando los musulmanes,
vikingos y magiares invadieron Europa en los siglos VIII, IX y X, los germanos se vieron
incapaces de enfrentarse con unos ejércitos que se desplazaban con suma rapidez.
Primero Carlos Martel en la Galia, después el rey Alfredo el Grande en Inglaterra y por
último Enrique el Pajarero de Germania, cedieron caballos a algunos de sus soldados
para repeler las incursiones sobre sus tierras. No parece que estas tropas combatieran a
caballo; más bien tenía la posibilidad de perseguir a sus enemigos con mayor rapidez
que a pie. No obstante, es probable que se produjeran acciones de caballería en este
mismo periodo, al introducirse el uso de los estribos. Con total seguridad esto ocurrió en
el siglo XI. Véase Orden de caballería.
Origen del sistema
Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos
militarmente exigía años de práctica. Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de
caballería, le otorgó fincas (explotadas por braceros) que tomó de las posesiones de la
Iglesia. Estas tierras, denominadas ‘beneficios’, eran cedidas mientras durara la
prestación de los soldados. Éstos, a su vez, fueron llamados ‘vasallos’ (término derivado
de una palabra gaélica que significaba sirviente). Sin embargo, los vasallos, soldados
selectos de los que los gobernantes Carolingios se rodeaban, se convirtieron en modelos
para aquellos nobles que seguían a la corte. Con la desintegración del Imperio Carolingio
en el siglo IX muchos personajes poderosos se esforzaron por constituir sus propios
grupos de vasallos dotados de montura, a los que ofrecían beneficios a cambio de su
servicio. Algunos de los hacendados más pobres se vieron obligados a aceptar el
vasallaje y ceder sus tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo a cambio los
beneficios feudales. Se esperaba que los grandes señores protegieran a los vasallos de la
misma forma que se esperaba que los vasallos sirvieran a sus señores.
Feudalismo clásico
Esta relación de carácter militar que se estableció en los siglos VIII y IX a veces es
denominada feudalismo Carolingio, pero carecía aún de uno de los rasgos esenciales del
feudalismo clásico desarrollado plenamente desde el siglo X. Fue sólo hacia el año 1000
cuando el término ‘feudo’ comenzó a emplearse en sustitución de ‘beneficio’ este
cambio de términos refleja una evolución en la institución. A partir de este momento se
aceptaba de forma unánime que las tierras entregadas al vasallo eran hereditarias, con
tal de que el heredero que las recibiera fuera grato al señor y pagara un impuesto de
herencia llamado ‘socorro’. El vasallo no sólo prestaba el obligado juramento de
fidelidad a su señor, sino también un juramento especial de homenaje al señor feudal, el
cual, a su vez, le investía con un feudo. De este modo, el feudalismo se convirtió en una
institución tanto política como militar, basada en una relación contractual entre dos
personas individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos sobre el feudo.
Causas de la aparición del sistema feudal
La guerra fue endémica durante toda la época feudal, pero el feudalismo no
provocó esta situación; al contrario, la guerra originó el feudalismo. Tampoco el
feudalismo fue responsable del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de
éste hizo necesaria la existencia del régimen feudal. El Imperio Carolingio se hundió
porque estaba basado en la autoridad de una sola persona y no estaba dotado de
instituciones lo suficientemente desarrolladas. La desaparición del Imperio amenazó con
sumir a Europa en una situación de anarquía: cientos de señores individuales
gobernaban a sus pueblos con completa independencia respecto de cualquier autoridad
soberana. Los vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual los señores
renunciaban a parte de su libertad, lo que era necesario para lograr una cooperación
eficaz. Bajo la dirección de sus señores feudales, los vasallos pudieron defenderse de sus
enemigos, y más tarde crear principados feudales de cierta importancia y complejidad.
Una vez que el feudalismo demostró su utilidad local reyes y emperadores lo adoptaron
para fortalecer sus monarquías.
Plenitud
El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los
siglos XII y XIII. Su cuna fue la región comprendida entre los ríos Rin y Loira, dominada
por el ducado de Normandía. Al conquistar sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de
Italia, Sicilia e Inglaterra y ocupar Tierra Santa en la primera Cruzada, establecieron en
todas estas zonas las instituciones feudales. España también adoptó un cierto tipo de
feudalismo en el siglo XII, al igual que el sur de Francia, el norte de Italia y los territorios
alemanes. Incluso Europa central y oriental conoció el sistema feudal durante un cierto
tiempo y en grado limitado, sobre todo cuando el Imperio bizantino se feudalizó tras la
cuarta Cruzada. Los llamados feudalismos del antiguo Egipto y de Persia, o de China y
Japón, no guardan relación alguna con el feudalismo europeo, y sólo son
superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los que más se
asemejaron a los caballeros medievales, en particular los shoguns de la familia Ashikaga;
pero las relaciones entre señores y vasallos en Japón eran diferentes a las del feudalismo
de Europa occidental.

Características
En su forma más clásica, el feudalismo occidental asumía que casi toda la tierra
pertenecía al príncipe soberano —bien el rey, el duque, el marqués o el conde— que la
recibía “de nadie sino de Dios”. El príncipe cedía los feudos a sus barones, los cuales le
rendían el obligado juramento de homenaje y fidelidad por el que prestaban su ayuda
política y militar, según los términos de la cesión. Los nobles podían ceder parte de sus
feudos a caballeros que le rindieran, a su vez, homenaje y fidelidad y les sirvieran de
acuerdo a la extensión de las tierras concedidas. De este modo si un monarca otorgaba
un feudo de doce señoríos a un noble y a cambio exigía el servicio de diez caballeros, el
noble podía ceder a su vez diez de los señoríos recibidos a otros tantos caballeros, con lo
que podía cumplir la prestación requerida por el rey. Un noble podía conservar la
totalidad de sus feudos bajo su dominio personal y mantener a sus caballeros en su
señorío, alimentados y armados, todo ello a costa de sufragar las prestaciones debidas a
su señor a partir de su propio patrimonio y sin establecer relaciones feudales con
inferiores, pero esto era raro que sucediera ya que los caballeros deseaban tener sus
propios señoríos. Los caballeros podían adquirir dos o más feudos y eran proclives a
ceder, a su vez, parte de esas posesiones en la medida necesaria para obtener el servicio
al que estaban obligados con su superior. Mediante este sub-enfeudamiento se creó una
pirámide feudal, con el monarca en la cúspide, unos señores intermedios por debajo y
un grupo de caballeros feudales para servir a la convocatoria real.
Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un señor,
para lo cual se creó la institución del homenaje feudatario, que permitía al caballero
proclamar a uno de sus señores como su señor feudal, al que serviría personalmente, en
tanto que enviaría a sus vasallos a servir a sus otros señores. Esto quedaba reflejado en
la máxima francesa de que “el señor de mi señor no es mi señor” de ahí que no se
considerara rebelde al sub-vasallo que combatía contra el señor de su señor. Sin
embargo, en Inglaterra, Guillermo I el Conquistador y sus sucesores exigieron a los
vasallos de sus vasallos que les prestaran juramento de fidelidad.

Obligaciones del vasallo


La prestación militar era fundamental en el feudalismo, pero estaba lejos de ser
la única obligación del vasallo para con su señor. Cuando el señor era propietario de un
castillo, podía exigir a sus vasallos que lo guarnecieran, en una prestación denominada
‘custodia del castillo’. El señor también esperaba de sus vasallos que le atendieran en su
corte, con objeto de aconsejarle y de participar en juicios que afectaban a otros vasallos.
Si el señor necesitaba dinero, podía esperar que sus vasallos le ofrecieran ayuda
financiera. A lo largo de los siglos XII y XIII estallaron muchos conflictos entre los señores
y sus vasallos por los servicios que estos últimos debían prestar. En Inglaterra, la Carta
Magna definió las obligaciones de los vasallos del rey; por ejemplo, no era obligatorio
procurar ayuda económica al monarca salvo en tres ocasiones: en el matrimonio de su
hija mayor, en el nombramiento como caballero de su primogénito y para el pago del
rescate del propio rey. En Francia fue frecuente un cuarto motivo para este tipo de
ayuda extraordinaria: la financiación de una Cruzada organizada por el monarca. El
hecho de actuar como consejeros condujo a los vasallos a exigir que se obtuviera su
beneplácito en las decisiones del señor que les afectaran en cuestiones militares,
alianzas matrimoniales, creación de impuestos o juicios legales.
Herencia y tutela
Otro aspecto del feudalismo que requirió una regulación fue la sucesión de los
feudos. Cuando éstos se hicieron hereditarios, el señor estableció un impuesto de
herencia llamado ‘socorro’. Su cuantía fue en ocasiones motivo de conflictos. La Carta
Magna estableció el socorro en 100 libras por barón y 5 libras por caballero; en todo
caso, la tasa varió según el feudo. Los señores se reservaron el derecho de asegurarse
que el propietario del feudo fuese leal y cumplidor de sus obligaciones. Si un vasallo
moría y dejaba a un heredero mayor de edad y buen caballero, el señor no tenía por qué
objetar su sucesión. Sin embargo, si el hijo era menor de edad o si el heredero era
mujer, el señor podía asumir el control del feudo hasta que el heredero alcanzara la
mayoría de edad o la heredera se casara con un hombre que tuviera su aprobación. De
este modo surgió el derecho señorial de tutela de los herederos menores de edad o de
las herederas y el derecho de vigilar sobre el matrimonio de éstas, lo que en ciertos
casos supuso que el señor se eligiera a sí mismo como marido. La viuda de un vasallo
tenía derecho a una pensión de por vida sobre el feudo de su marido (por lo general un
tercio de su valor) lo que también llevaba a provocar el interés del señor por que la
viuda contrajera nuevas nupcias. En algunos feudos el señor tenía pleno derecho para
controlar estas segundas nupcias. En el caso de muerte de un vasallo sin sucesores
directos, la relación de los herederos con el señor variaban: los hermanos fueron
normalmente aceptados como herederos, no así los primos. Si los herederos no eran
aceptados por el señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así recuperaba el
pleno control sobre el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo o
cederlo a cualquier caballero en un nuevo vasallaje.

Ruptura del contrato


Dado el carácter contractual de las relaciones feudales cualquier acción irregular
cometida por las partes podía originar la ruptura del contrato. Cuando el vasallo no
llevaba a cabo las prestaciones exigidas, el señor podía acusarle, en su corte, ante sus
otros vasallos y si éstos encontraban culpable a su par, entonces el señor tenía la
facultad de confiscar su feudo, que pasaba de nuevo a su control directo. Si el vasallo
intentaba defender su tierra, el señor podía declararle la guerra para recuperar el
control del feudo confiscado. El hecho de que los pares del vasallo le declararan culpable
implicaba que moral y legalmente estaban obligados a cumplir su juramento y pocos
vasallos podían mantener una guerra contra su señor y todos sus pares. En el caso
contrario, si el vasallo consideraba que su señor no cumplía con sus obligaciones, podía
desafiarle —esto es, romper formalmente su confianza— y declarar que no le
consideraría por más tiempo como su señor, si bien podía seguir conservando el feudo
como dominio propio o convertirse en vasallo de otro señor. Puesto que en ocasiones el
señor consideraba el desafío como una rebelión, los vasallos desafiantes debían contar
con fuertes apoyos o estar preparados para una guerra que podían perder.

Autoridad real
Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras fuentes de autoridad
además de su señorío feudal. El renacimiento del saber clásico supuso el resurgimiento
del Derecho romano, con su tradición de poderosos gobernantes y de la administración
territorial. La Iglesia consideraba que los gobernantes lo eran por la gracia de Dios y
estaban revestidos de un derecho sagrado. El florecimiento del comercio y de la
industria dio lugar al desarrollo de las ciudades y a la aparición de una incipiente
burguesía, la cual exigió a los príncipes que mantuvieran la libertad y el orden necesarios
para el desarrollo de la actividad comercial. Esa población urbana también demandó un
papel en el gobierno de las ciudades para mantener su riqueza. En Italia se organizaron
comunidades que arrebataron el control del país a la nobleza feudal que incluso fue
forzada a residir en algunas de las urbes. Las ciudades situadas al norte de los Alpes
enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron instituciones
parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones de gobierno, al igual que la nobleza
feudal. Con los impuestos que obtuvieron de las ciudades, los príncipes pudieron
contratar sirvientes civiles y soldados profesionales. De este modo pudieron imponer su
voluntad sobre el feudo y hacerse más independientes del servicio de sus vasallos.

Decadencia
El feudalismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo en el siglo XIII; a partir
de entonces inició su decadencia. El subenfeudamiento llegó a tal punto que los señores
tuvieron problemas para obtener las prestaciones que debían recibir. Los vasallos
prefirieron realizar pagos en metálico (scutagium, ‘tasas por escudo’) a cambio de la
ayuda militar debida a sus señores; a su vez éstos tendieron a preferir el dinero, que les
permitía contratar tropas profesionales que en muchas ocasiones estaban mejor
entrenadas y eran más disciplinadas que los vasallos. Además, el resurgimiento de las
tácticas de infantería y la introducción de nuevas armas, como el arco y la pica, hicieron
que la caballería no fuera ya un factor decisivo para la guerra. La decadencia del
feudalismo se aceleró en los siglos XIV y XV. Durante la guerra de los Cien Años, las
caballerías francesa e inglesa combatieron duramente, pero las batallas se ganaron en
gran medida por los soldados profesionales y en especial por los arqueros de a pie. Los
soldados profesionales combatieron en unidades cuyos jefes habían prestado juramento
de homenaje y fidelidad a un príncipe, pero con contratos no hereditarios y que
normalmente tenían una duración de meses o años. Este ‘feudalismo bastardo’ estaba a
un paso del sistema de mercenarios, que ya había triunfado en la Italia de los
condotieros renacentistas.
Su papel en el desarrollo político
La figura jurídica del feudo estaba contenida en el derecho consuetudinario de
Europa occidental y en aspectos feudales como la tutela y el matrimonio, la
revertibilidad y la confiscación, que continuaron en vigor después de que la prestación
militar hubiera desaparecido. En Inglaterra las posesiones feudales fueron abolidas por
ley en 1660, pero se prolongaron en algunas zonas de Europa hasta que el derecho
consuetudinario fue sustituido por el Derecho romano, proceso concluido por el
emperador Napoleón a principios del siglo XIX.

2. Alta Edad Media


Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un periodo de evolución
desconocido hasta ese momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su
fin y el continente europeo experimentaba el crecimiento dinámico de una población ya
asentada. Renacieron la vida urbana y el comercio regular a gran escala y se desarrolló
una sociedad y cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras. Este periodo se
ha convertido en centro de atención de la moderna investigación y se le ha dado en
llamar el renacimiento del siglo XII.
El poder papal
Durante la alta edad media la Iglesia católica, organizada en torno a una
estructurada jerarquía con el papa como indiscutida cúspide, constituyó la más
sofisticada institución de gobierno en Europa occidental. El Papado no sólo ejerció un
control directo sobre el dominio de las tierras del centro y norte de Italia sino que
además lo tuvo sobre toda Europa gracias a la diplomacia y a la administración de
justicia (en este caso mediante el extenso sistema de tribunales eclesiásticos). Además
las órdenes monásticas crecieron y prosperaron participando de lleno en la vida secular.
Los antiguos monasterios benedictinos se imbricaron en la red de alianzas feudales. Los
miembros de las nuevas órdenes monásticas, como los cistercienses, desecaron zonas
pantanosas y limpiaron bosques; otras, como los franciscanos, entregados
voluntariamente a la pobreza, pronto empezaron a participar en la renacida vida
urbana. La Iglesia ya no se vería más como una ciudad espiritual en el exilio terrenal,
sino como el centro de la existencia. La espiritualidad altomedieval adoptó un carácter
individual, centrada ritualmente en el sacramento de la eucaristía y en la identificación
subjetiva y emocional del creyente con el sufrimiento humano de Cristo. La creciente
importancia del culto a la Virgen María, actitud desconocida en la Iglesia hasta este
momento, tenía el mismo carácter emotivo.
Aspectos intelectuales
Dentro del ámbito cultural, hubo un resurgimiento intelectual al prosperar
nuevas instituciones educativas como las escuelas catedralicias y monásticas. Se
fundaron las primeras universidades, se ofertaron graduaciones superiores en medicina,
derecho y teología, ámbitos en los que fue intensa la investigación: se recuperaron y
tradujeron escritos médicos de la antigüedad, muchos de los cuales habían sobrevivido
gracias a los eruditos árabes y se sistematizó, comentó e investigó la evolución tanto del
Derecho canónico como del civil, especialmente en la famosa Universidad de Bolonia.
Esta labor tuvo gran influencia en el desarrollo de nuevas metodologías que
fructificarían en todos los campos de estudio. El escolasticismo se popularizó, se
estudiaron los escritos de la Iglesia, se analizaron las doctrinas teológicas y las prácticas
religiosas y se discutieron las cuestiones problemáticas de la tradición cristiana. El siglo
XII, por tanto, dio paso a una época dorada de la filosofía en Occidente.
Innovaciones artísticas
También se produjeron innovaciones en el campo de las artes creativas. La
escritura dejó de ser una actividad exclusiva del clero y el resultado fue el florecimiento
de una nueva literatura, tanto en latín como, por primera vez, en lenguas vernáculas.
Estos nuevos textos estaban destinadas a un público letrado que poseía educación y
tiempo libre para leer. La lírica amorosa, el romance cortesano y la nueva modalidad de
textos históricos expresaban la nueva complejidad de la vida y el compromiso con el
mundo secular. En el campo de la pintura se prestó una atención sin precedentes a la
representación de emociones extremas, a la vida cotidiana y al mundo de la naturaleza.
En la arquitectura, el románico alcanzó su perfección con la edificación de incontables
catedrales a lo largo de rutas de peregrinación en el sur de Francia y en España,
especialmente el Camino de Santiago, incluso cuando ya comenzaba a abrirse paso el
estilo gótico que en los siguientes siglos se convertiría en el estilo artístico
predominante.
La nueva unidad europea
Durante el siglo XIII se sintetizaron los logros del siglo anterior. La Iglesia se
convirtió en la gran institución europea, las relaciones comerciales integraron a Europa
gracias especialmente a las actividades de los banqueros y comerciantes italianos, que
extendieron sus actividades por Francia, Inglaterra, Países Bajos y el norte de África, así
como por las tierras imperiales germanas. Los viajes, bien por razones de estudio o por
motivo de una peregrinación fueron más habituales y cómodos. También fue el siglo de
las Cruzadas; estas guerras, iniciadas a finales del siglo XI, fueron predicadas por el
Papado para liberar los Santos Lugares cristianos en el Oriente Próximo que estaban en
manos de los musulmanes. Concebidas según el Derecho canónico como
peregrinaciones militares, los llamamientos no establecían distinciones sociales ni
profesionales. Estas expediciones internacionales fueron un ejemplo más de la unidad
europea centrada en la Iglesia, aunque también influyó el interés de dominar las rutas
comerciales de Oriente. La alta edad media culminó con los grandes logros de la
arquitectura gótica, los escritos filosóficos de santo Tomás de Aquino y la visión
imaginativa de la totalidad de la vida humana, recogida en la Divina comedia de Dante
Alighieri.

3. Baja Edad Media


Si la alta edad media estuvo caracterizada por la consecución de la unidad
institucional y una síntesis intelectual, la baja edad media estuvo marcada por los
conflictos y la disolución de dicha unidad. Fue entonces cuando empezó a surgir el
Estado moderno —aún cuando éste en ocasiones no era más que un incipiente
sentimiento nacional— y la lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado se
convirtió en un rasgo permanente de la historia de Europa durante algunos siglos
posteriores. Pueblos y ciudades continuaron creciendo en tamaño y prosperidad y
comenzaron la lucha por la autonomía política. Este conflicto urbano se convirtió
además en una lucha interna en la que los diversos grupos sociales quisieron imponer
sus respectivos intereses.
Inicios de la ciencia política
Una de las consecuencias de esta pugna, particularmente en las corporaciones
señoriales de las ciudades italianas, fue la intensificación del pensamiento político y
social que se centró en el Estado secular como tal, independiente de la Iglesia.
La independencia del análisis político es sólo uno de los aspectos de una gran
corriente del pensamiento bajomedieval y surgió como consecuencia del fracaso del
gran proyecto de la filosofía altomedieval que pretendía alcanzar una síntesis de todo el
conocimiento y experiencia tanto humano como divino.
La nueva espiritualidad
Aunque este desarrollo filosófico fue importante, la espiritualidad de la baja edad
media fue el auténtico indicador de la turbulencia social y cultural de la época. Esta
espiritualidad estuvo caracterizada por una intensa búsqueda de la experiencia directa
con Dios, bien a través del éxtasis personal de la iluminación mística, o bien mediante el
examen personal de la palabra de Dios en la Biblia. En ambos casos, la Iglesia orgánica —
tanto en su tradicional función de intérprete de la doctrina como en su papel
institucional de guardián de los sacramentos— no estuvo en disposición de combatir ni
de prescindir de este fenómeno.
Toda la población, laicos o clérigos, hombres o mujeres, letrados o analfabetos,
podían disfrutar potencialmente una experiencia mística. Concebida ésta como un don
divino de carácter personal, resultaba totalmente independiente del rango social o del
nivel de educación pues era indescriptible, irracional y privada. Por otro lado, la lectura
devocional de la Biblia produjo una percepción de la Iglesia como institución
marcadamente diferente a la de anteriores épocas en las que se la consideraba como
algo omnipresente y ligado a los asuntos terrenales. Cristo y los apóstoles
representaban una imagen de radical sencillez y al tomar la vida de Cristo como modelo
de imitación, hubo personas que comenzaron a organizarse en comunidades
apostólicas. En ocasiones se esforzaron por reformar la Iglesia desde su interior para
conducirla a la pureza y sencillez apostólica, mientras que en otras ocasiones se
desentendieron simplemente de todas las instituciones existentes.
En muchos casos estos movimientos adoptaron una postura apocalíptica o
mesiánica, en particular entre los sectores más desprotegidos de las ciudades
bajomedievales, que vivían en una situación muy difícil. Tras la aparición catastrófica de
la peste negra, en la década de 1340, que acabó con la vida de una cuarta parte de la
población europea, bandas de penitentes, flagelantes y de seguidores de nuevos mesías
recorrieron toda Europa, preparándose para la llegada de la nueva época apostólica.
Esta situación de agitación e innovación espiritual desembocaría en la Reforma
protestante; las nuevas identidades políticas conducirían al triunfo del Estado nacional
moderno y la continua expansión económica y mercantil puso las bases para la
transformación revolucionaria de la economía europea. De este modo las raíces de la
edad moderna pueden localizarse en medio de la disolución del mundo medieval, en
medio de su crisis social y cultural.

4. La fe y cultura religiosa

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