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LAS ENSEÑANZAS DE
LA MEDITACIÓN VIPASSANA
Editorial Kairós
Numancia, 117-121
08029 Barcelona
AGRADECIMIENTOS
Toda mi gratitud para Almudena Hauríe Mena por su valiosa cooperación en los encuentros
realizados con monjes y especialistas budistas en numerosos países de
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dentales. Se encargó de traducir y ordenar todo el material recogido en estos intensos encuentros
investigando en lo más esencial de la Enseñanza budista. Siempre estoy agradecido a mi
entrañable amigo y hermano de búsqueda espiritual Jesús Fonseca Escartín, alma noble y
magnífico escritor. Mi reconocimiento a Enrique Rico Corrales, fenomenal profesional en el
ámbito del turismo, así como un excelente fotógrafo que comparte conmigo el entusiasmo por la
India y su cultura, además de ser una bella persona. Mi reconocimiento a mi buena amiga
Milayda Martínez Gómez (Owner’s Representative del Barberyn Beach Ayurveda Resort),
extraordinaria persona y profesional que comparte conmigo el interés por la doctrina de Buda y
el amor por Sri Lanka. Todo mi agradecimiento de corazón para los innumerables monjes que he
entrevistado a lo largo de muchos años, que siempre han demostrado una paciencia infinita
conmigo, y entre los que rengo necesariamente que destacar a Nyanaponika Thera, Narada
Thera, Ananda Maitreya, Venerable Mahinder, Piyadassi Thera y Bhikkhu Boddhi.
INTRODUCCION
Buda mostró a sus discípulos mucho menos de lo que sabía. ¿Por qué? Simplemente porque
no era esencial. Declaró: «Lo que yo enseño es el sufrimiento y la manera de poner fin al
sufrimiento». No se extravió en opiniones, conceptos o abstracciones metafísicas. Sabía que no
hay peor apego que el que se tiene hacia las opiniones ni maraña más peligrosa que la de los
conceptos. Diagnosticó el sufrimiento y proporcionó una vía para poner término al mismo.
Porque no hay otra felicidad real que un estado interno de paz y la visión clara que libera,
procuró las claves y métodos para purificar la mente y soltar los grilletes del apego y la aversión,
es decir, la codicia y el odio.
Hay dos grandes categorías de sufrimiento. Una clase de sufrimiento viene dada por las
vicisitudes de la vida, las circunstancias adversas, las situaciones dolorosas y el daño que puedan
provocarnos los acontecimientos o las demás personas. Pero otro tipo de sufrimiento es el
engendrado por una mente ofuscada y que se debate entre el apego y la aversión.
Una mente ofuscada genera un sufrimiento inútil. La confusión mental provoca desdicha sin
límite e insatisfacción. Por eso es necesario esclarecer la mente, erradicar sus condicionamientos
y poner orden en su contenido. No basta con desearlo, sino que se hace necesario un método.
Toda la enseñanza del Buda se asienta de manera especial sobre la meditación, o sea, sobre el
cultivo armónico de la mente. La meditación es el vehículo para desplazarse de la servidumbre a
la libertad, de la confusión a la claridad. Se apuntala con una genuina moralidad y el desarrollo
de la sabiduría. Milenios antes de que naciera el Buda, ya había florecido el yoga en la India y
los yoguis insistían en la necesidad insoslayable de practicar la meditación. Buda fue un gran
yogui, conoció de primera mano y practicó las antiquísimas técnicas del yoga y sistematizó una
forma de meditación basada en la observación muy atenta y arreactiva de los propios agregados
psicofísicos para desarrollar una visión clara y liberadora (vipassana), más allá de las
apariencias, para acceder a una dimensión de sagacidad y sublimidad llamada "Nirvana”.
En oposición a lo que mentes partidistas han asegurado, es de justicia especificar que en el
yoga existían ya las más diversas técnicas meditacionales, tanto devocionales, como abstractivas,
de percepción y observación, de visualización y otras. Pero Buda optó principalmente por los
métodos meditacionales de observación, complementándolos con los de abstracción. Todos los
especialistas en budismo que he consultado, tanto en Oriente como en Occidente, consideran que
la meditación abstractiva o de tranquilización profunda y absorción mental es muy favorable y
desencadena grandes beneficios, pero no termina de erradicar por completo los
condicionamientos subconscientes. Sólo la meditación de observación arreactiva (vipassana)
erradica tales condicionamientos perniciosos y libera, con carácter definitivo, la mente de
ofuscación, apego y odio.
Con enorme inteligencia y minuciosidad, Buda sistematizó las técnicas meditacionales y
ofreció métodos de una gran solvencia. Puso el acento en la necesidad de servirse del cultivo
metódico de la mente como medio para conscienciar experiencialmente las tres características
básicas de la existencia según su enseñanza: insatisfactoriedad, insustancialidad e
impermanencia. Pero lo que no debe pasarse por alto es que la meditación tan perfectamente
elaborada por el Buda tiene como primordial finalidad conducir al practicante a la captación
supraconsciente de estas tres características básicas de la existencia, para modificar así, a partir
de esta singular captación, los viejos modelos de conducta mental. Ello no quiere decir, ni mucho
menos, que haya que partir con preconceptos en la práctica de la meditación propuesta por el
Buda, ya que cualquier persona, de cualquier modo que conciba la última realidad (Todo, Nada,
Vacío, Absoluto, Incondicionado, ni todo ni nada, permanente o impermanente, etcétera), hallará
beneficio en la meditación mostrada por el Buda. Ésta es la razón por la que siempre que se
emprende una práctica meditacional es preferible hacerlo sin ningún tipo de prejuicios ni
creencias que refrendar o convalidar, sino tan sólo con la noble motivación de querer purificar la
mente y hallar libertad interior. En el viaje interior los conceptos pueden convertirse con
facilidad en un obstáculo que frena el progreso. Los maestros de meditación, cualesquiera
método o enseñanza que observen, deberían impartir las técnicas sin adoctrinamientos. Una
asepsia tal evitaría prejuicios, sugestiones o incluso sutiles condicionamientos, cuando, además,
lo que pretende la meditación, y más aún la meditación vipassana, es superar todo tipo de
condicionamientos.
Cada día es mucho mayor el número de personas interesadas por la práctica de la meditación
vipassana y que en mayor grado se deciden a practicarla. Aunque la meditación vipassana como
tal es una, existen numerosos métodos de meditación vipassana, según sean utilizados para la
observación atenta y arreactiva uno u otro (o varios) elementos constitutivos del ser humano
(cuerpo, sensaciones, mente y contenidos mentales), o según se ponga mayor o menor acento
sobre cualquiera de las tres características básicas de la existencia: sufrimiento, ausencia de
entidad fija y transitoriedad.
Para que el lector pueda entender mucho mejor lo que es y representa la meditación budista
vipassana, es preferible tener una visión global de la enseñanza impartida por el Buda. En esta
obra incluimos, por ello, lo más nuclear de la Enseñanza, así como una detallada explicación de
los métodos meditacionales impartidos por el Buda y sus diversas técnicas.
En la actualidad se están impartiendo cursos de meditación vipassana en numerosos países
del mundo, y existen buen número de centros de meditación budista, tanto en Oriente como en
Occidente. Se imparten cursos intensivos de meditación que pueden extenderse por un par de
días o incluso por tres meses. Se practica durante un elevado número de horas por día y es
necesario observar unas reglas considerablemente estrictas para conseguir el máximo provecho
de la práctica. Estos cursos intensivos se están llevando a cabo tanto por maestros orientales
como occidentales, tanto por monjes como por seglares. Personas de las más variadas actividades
y profesiones asisten a estos cursos, incluidos numerosos especialistas en psicología, psicología
transpersonal y psicoanálisis, así como religiosos de las más diversas tradiciones, creyentes y
agnósticos. También se trata de personas de todas las edades.
La meditación budista vipassana es ante todo propia del budismo theravada, que es, sin duda,
el budismo de viejo cuño, el más genuino y próximo a Buda, y que no hubo de hacer ningún tipo
de concesiones a cultos o religiones ajenas, como sucedió con el budismo cuando penetró en
países en los que estaba enraizado otro tipo de culto, y en cuyo caso no pudo dejar de ser influido
por las creencias locales.
La meditación es el camino más directo y fiable para que la enseñanza sea experiencia
transformadora. Nos enseña a cuidar de nosotros mismos y, subsiguientemente, de los demás.
Protegiéndonos a nosotros mismos sabremos proteger a los demás. La meditación es el arte de
vivir mejor con uno mismo y con los otros. La mayoría de los buscadores meditamos para vivir
más armónicamente y desarrollar nuestra dicha interior. Sólo algunos, místicamente
privilegiados, son capaces de vivir para meditar. Pero la meditación es una necesidad específica
para purificar, ordenar, sanar y reorganizar saludablemente la psiquis. Porque la mente es el
fundamento de todo y todo se fundamenta en la mente, es tan esencial poner orden, claridad y
sabiduría en el hogar mental.
1) Venenos emocionales: codicia, odio, ira, celos, envidia, malevolencia y tantos otros.
2) Conceptos, puntos de vista y opiniones.
3) Frustraciones, heridas psicológicas, situaciones inacabadas, traumas e inhibiciones.
Una genuina ética o auténtica moralidad nada tiene que ver con la moral convencional,
cambiante según las épocas, latitudes y gobiernos. La genuina ética consiste en poner los medios
para que todos los seres sean felices y en evitar en lo posible daño a cualquier ser sintiente. Todo
ser sintiente busca la felicidad y a ninguno le gusta el sufrimiento. Cuando una persona
comprende vivencialmente esa realidad, se identifica con las otras criaturas y las respeta
profundamente. La genuina moralidad lleva consigo los preceptos morales básicos adecuados,
como no matar ni robar, y el correcto sustento de vida, evitando modos de sustento que dañen a
los otros, como el tráfico de armas o la venta de tóxicos. Pero la genuina moralidad por sí misma
no es suficiente para recobrar la naturaleza búdica. Es de gran ayuda para mantener la mente
pura y favorecer incluso la meditación y el desarrollo de la Sabiduría, pero no basta con observar
genuina moralidad para completar la evolución interna. No obstante, la observancia de la
genuina ética evita ulteriores corrupciones mentales y nuevos condicionamientos.
El cultivo metódico de la mente es la meditación, o sea un definido y preciso adiestramiento
psicomental para reorganizar la psiquis a un nivel más saludable y sabio y para erradicar las
raíces de lo negativo, superar las trabas mentales y desencadenar la visión lúcida. Toda mente
humana está llena de condicionamientos que producen desdicha y empañan la visión. Sólo
mediante la meditación se van erradicando los condicionamientos y modificando el eje de la
mente para que ésta puede conquistar la visión esclarecida y la percepción iluminadora. En la
enseñanza del Buda se le concede primordial importancia a la práctica de la meditación. Todos
los grandes iluminados han efectuado ellos mismos entrenamientos muy intensos de meditación,
para superar así los condicionamientos que generan ofuscación y esclavitud en la mente. Sólo en
la medida en que la mente se va purificando, surge la visión cabal.
Gradualmente se va recorriendo la senda hacia la Sabiduría. La Sabiduría no es conocimiento
ordinario, ni erudición, ni cultura, ni saber libresco. Todo ello no libera ni afloja los grilletes que
encadenan a la mente. La comprensión intelectual sólo es válida si nos permite entender que hay
que hallar otro modo de comprensión más existencial y fiable. La Sabiduría consiste en ver las
cosas como son desde la pureza de la mente. Es la captación directa de las tres características de
la existencia y de las Cuatro Nobles Verdades. Así como el conocimiento no tiene capacidad
liberadora, la Sabiduría integra y libera. Cada vislumbre de comprensión real, modifica la mente
y el comportamiento. Genuina ética y cultivo mental conducen a la Sabiduría. Pero, asimismo,
con cada “golpe” de Sabiduría, el practicante comprende mejor la necesidad de una genuina ética
y del cultivo de la mente. Por ello, genuina moralidad, cultivo mental y Sabiduría se ensamblan y
conforman el denominado Triple Entrenamiento. Los tres factores son necesarios.
El Triple Entrenamiento o Triple Disciplina conduce al practicante a la visión
supraconsciente de que «todo lo constituido es impermanente, todo lo constituido entraña
sufrimiento, todo lo constituido es sin entidad». Libre de ofuscación, avidez y odio, resueltos los
condicionamientos y superadas las trabas, el practicante degusta el sabor sublime de la libertad
total. En la medida en que ha ido recorriendo el camino de la purificación, su mente se ha ido
desempañando y su visión se ha ido clarificando. Una visión libre y directa, sin
condicionamientos y emergiendo clara desde la pureza del ente, se torna lúcida, justa, penetrativa
y cabal. Esta es la visión liberadora y denominada por Buda vipassana; es la visión pura a la que
también hace referencia Patañjali. Ese particular tipo de visión desenraíza todos los
condicionamientos y desencadena la comprensión clara.
A medida que el practicante va recorriendo la senda hacia la liberación y practica
asiduamente la meditación, se van estimulando y desplegando los factores de crecimiento o
iluminación. Todo ser humano dispone de estos factores de autodesarrollo en simiente, pero es
necesario actualizarlos y desplegarlos en alto grado. La observancia del Triple Entrenamiento es
la clave y el secreto. Estos factores de iluminación son los grandes aliados y auxiliadores en la
ruta hacia lo Incondicionado. Son muy numerosos, pero los más destacados son el esfuerzo
correcto, la energía, la ecuanimidad, la visión de las cosas como son, el contento y el sosiego. Al
insistir en la práctica de la meditación, estos factores se irán desplegando y haciendo el camino
menos tortuoso. Estos factores ayudan a combatir los numerosos escollos que también se
encuentran en la senda hacia lo Sublime.
Los factores de iluminación o autodesarrollo son los grandes auxiliadores en la ruta hacia el
Nirvana. Mediante el Triple Entrenamiento se despliegan asimismo las raíces de lo provechoso
(sabiduría, desapego y compasión) y se fomentan los cuatro estados sublimes o Santas Moradas:
amor, compasión, alegría compartida y ecuanimidad. Así se va haciendo posible una
transformación total, una irreversible mutación de la conciencia. De esta manera, aquéllos que
«no tienen los ojos demasiado empañados» van percibiendo la última realidad y accediendo a la
experiencia sublime del Nirvana. Esa percepción supraconsciente (la percepción supracotidiana
o supramundana de los yoguis) es la única capacitada para sumergirse en lo Incondicionado.
El Nirvana representa la liberación definitiva. No se puede hablar de extinción, puesto que no
hay nada fijo que se pueda extinguir. En todo caso se extingue la fuerza ciega de existencia y los
condicionamientos que la alimentan. Es paz total, inefabilidad, desprendimiento definitivo de la
pasión, cese del miedo y del apego, claridad absoluta, superación de los condicionamientos
internos, ecuanimidad inquebrantable, sosiego infinito, libertad suprema. El Nirvana conlleva la
superación de todo karma, porque cesa la volición como tal, es decir, la voluntad egocéntrica y el
aferramiento. El que ha alcanzado el Nirvana se instala en la atención y la ecuanimidad, libre de
apegos y antipatías, sin implicarse en los procesos psicofísicos aunque deba seguir satisfaciendo
sus necesidades orgánicas. Ha erradicado todos lo sankharas y se ha liberado de sus
propensiones e impulsos. Vive lúcida y apaciblemente. Cuando llegue el momento abandonará
apaciblemente sus agregados psicosomáticos y así obtendrá el parinirvana. Ni se afana por vivir,
ni se afana por morir. Vive en feliz apertura.
El Nirvana es un “estado” incondicionado que no puede ser definido ni sometido a
razonamientos. Representa el aniquilamiento de la ofuscación, la pasión y el odio, y el que
alcanza este estado es denominado arahant o santo; supera toda agitación, yendo más allá del
nacimiento y de la muerte. Con mente firme y equilibrada, compasivo y amoroso, tiene la
capacidad de ver cómo todos los fenómenos surgen y se desvanecen, fuera y dentro de sí mismo;
inafectado y sereno, sagaz e imperturbable, sin ego ni aflicción. Ya no puede dañarse a sí mismo
ni a los demás. Es recto en opiniones y recto en entendimiento y proceder. Ha cumplido su tarea
y ha hecho lo que debía hacerse. Se ha “enfriado", entendiendo por tal que ha puesto fin al fuego
del deseo. Se ha acabado todo lo constituido, ha cesado todo sufrimiento, se ha extinguido la
avidez, se han abandonado los fundamentos de la existencia. En tanto sigue con sus agregados
psicomentales, el arahant “vive” y observa los dictados básicos de la naturaleza, pero no se
involucra en sus actividades psicofísicas. Puesto que el Nirvana escapa a toda definición, Buda,
intencionadamente, se refirió a él en términos muy singulares. Declaró:
«Hay, monjes, algo no nacido, no originado, no creado, no constituido. Si no hubiese,
monjes, ese algo no nacido, no originado, no creado, no constituido, no cabría liberarse de todo
lo nacido, originado, creado y constituido. Pero puesto que hay algo no nacido, no originado, no
creado, no constituido, cabe liberarse de todo lo nacido, originado, creado y constituido».
Y también:
«Hay, monjes, algo sin tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, sin espacio ilimitado, sin conciencia
ilimitada, sin nada, sin estado ni de percepción ni de ausencia de percepción; algo sin este mundo
ni otro mundo, sin luna ni sol; esto, monjes, yo lo llamo ni ir, ni venir, ni estar, ni nacer, ni morir;
no tiene fundamento, duración ni condición. Esto es el fin del sufrimiento».
También se hace referencia al Nirvana como el total aniquilamiento de la ofuscación, el
deseo y la aversión. Cuando estas raíces de lo insano son totalmente erradicadas, se recobra la
mente iluminada, aquélla que dispone de la visión penetrativa que libera.
El que ha conquistado el Nirvana, y por no estar ya sus acciones determinadas por la
volición, no genera karma. Al no producir karma, no engendra sufrimiento propio ni ajeno. Nada
quiere, o sea, no hay voluntad en una dirección, y entonces no hay volición como tal ni
producción de karma en pensamientos, palabras o actos. De este modo, los pensamientos,
palabras y actos no arrojan fruto negativo o kármico. No hay un ego para producir ni recibir el
karma. El arahant está exento de karma, porque libres de apego están sus pensamientos,
palabras y obras. No reacciona con apego o aversión a sus sensaciones. Es dueño de esa energía
de precisión, claridad y cordura que es la ecuanimidad. Ha saltado fuera de todo lo condicionado
y se ha situado al margen de los fotogramas de la película existencial. Así pone fin al ciclo de las
existencias. Al morir, sus agregados se disgregaran con carácter definitivo. Si “algo” del arahant
sobrevive a la muerte, escapa a todo razonamiento ordinario. Mientras vive en este mundo, no se
complace en formas materiales ni en sensaciones, percepciones, estados mentales o conciencia.
De él puede decirse lo mismo que declaran los hindúes de los “liberados vivientes” o
jivanmuktas: vive en este mundo sin estar en este mundo, y es de todos y de nadie. Su mente es
firme como una roca. Ha llegado a la meta y no puede haber nada que le perturbe. Cuando iba a
morir, el discípulo más sagaz del Buda recitó un corto pero significativo poema:
«No me alegro de morir, no me alegro de vivir. Como el jornalero recibe su paga, abandono
este cuerpo».
Murió apaciblemente, envuelto en su túnica amarilla, tras despedirse amorosamente de sus
discípulos. Era Sariputta.
Debido a la ofuscación de la mente, el ser humano no comprende las Cuatro Nobles Verdades
que entendió el Buda en profundidad cuando se iluminó y que conforman lo más nuclear de la
Enseñanza. Pero aquéllos que no tienen la mente demasiado empañada pueden comenzar por
obtener un entendimiento intelectual, y desde esta comprensión racional ir trabajando seriamente
para seguir el camino gradual hacia la iluminación y, en la medida en que se va recorriendo, ir
recuperando una comprensión vivencial y supraconsciente de esas Verdades incontrovertibles.
Como veremos en sucesivos capítulos, es la Cuarta Noble Verdad precisamente la senda
propuesta por el Buda para alcanzar la experiencia nirvánica. En la senda gradual hacia la
iluminación nos vamos dando cuenta de que no hay mayor atadura que los agregados de la
existencia ni mayor esclavitud que la mente condicionada. Pero como declarasen los yoguis hace
siete mil años, la misma mente que encadena, es la mente que libera. La Enseñanza del Buda
pone especial acento en el cultivo, desarrollo y purificación de la mente.
Materia.
Sensaciones.
Percepciones.
Actividades mentales.
Conciencia.
2. Sensaciones: Cada vez que el órgano sensorial entra en contacto con un objeto sensorial
y hay confluencia de la conciencia, surge una sensación. El encuentro entre órgano sensorial,
objeto de los sentidos y conciencia origina el contacto necesario para que brote la sensación. Seis
son las clases de sensaciones: auditivas, olfativas, táctiles, visuales, gustativas y mentales. Las
sensaciones pueden resultar agradables, desagradables o neutras, pero cada persona, según sus
códigos y psicología, puede tabular la sensación de una u otra forma; es decir, que para una
persona puede resultar agradable la sensación que para otra resulta desagradable. Ante la
sensación se produce una reacción. La secuencia es: contacto-sensación-reacción. Si la sensación
es agradable, se reacciona con deseo y apego; si es desagradable, con resentimiento, aversión y
odio; si es neutra, a menudo con ofuscación, embotamiento o tedio. La mayoría de las personas
reaccionan desmesuradamente ante la sensación. La sensación agradable produce afición
excesiva, gusto descontrolado y el afán de retener, repetir e intensificar esta sensación. El apego
provoca dependencia, servidumbre y a la larga o a la corta, dolor. Cuando la sensación es
desagradable, se reacciona con resentimiento, rabia y aversión, añadiendo dolor al dolor. Por no
saber relacionamos con las sensaciones, generamos una innecesaria masa de servidumbre y
sufrimiento. No sabemos manejarnos ni con el placer ni con el dolor. La reacción genera
aflicción.
La sensación es un factor muy importante y es un eslabón entre mente y cuerpo, resultando a
la vez material y mental. La sensación condiciona toda la existencia. Es uno de los ámbitos que
se utilizan con suma frecuencia en la práctica de la meditación vipassana, para aprender a
contemplar la sensación tal y como es, sin reaccionar, dejándola en su justo lugar y viéndola
como impersonal y transitoria. Dejar lo sentido en lo sentido, sin reaccionar ni implicarse,
requiere un largo entrenamiento que consiga una mente firme y ecuánime. Entrenándose en la
meditación se puede llegar a ver la sensación como agradable, desagradable o neutra sin la
subsiguiente reacción, con lo que los condicionamientos van emergiendo y liberando su impulso,
haciéndose posible el camino purificatorio de la mente.
Los cinco agregados forman al denominado individuo o persona, pero del mismo modo que
el carro desaparece cuando quitamos los elementos que lo componen, así el individuo sólo es
aparentemente tal mientras existe el ensamblaje de los cinco agregados. Para Buda, detrás de
estos agregados no hay sustancia alguna, ni un yo que sea el propietario o sentidor de tales
elementos constitutivos, ni un espíritu personal y trascendente. Pero estos agregados existen y
son coexistentes. Mientras la mente no ha obtenido la experiencia nirvánica y que pone fin a toda
ofuscación, estos agregados son causa de algún tipo de insatisfacción. La transitoriedad es
común a todos ellos. Como las olas ascienden y descienden en el mar, los fenómenos psicofísicos
surgen y se desvanecen. Son fenómenos vacíos y operan según la inexorable ley de causa y
efecto, que es el karma o volición. El karma, recordémoslo, es deseo. La voluntad de vivir es el
motor generador de una biología ciega que prosigue sin principio y sin final, como el círculo
siempre hermético. Buda insiste en que estas actividades psicofísicas son vacías, huecas, sin
sustancia, fenómenos que ruedan y ruedan. Y todo aquél que tenga agregados está sometido a la
enfermedad, la vejez y la muerte. Para la Doctrina del Buda, las existencias son innumerables y
sólo se emerge del samsara (ciclo de existencias) cuando se pone definitivamente fin al deseo. Y
Buda dice: «no hay modo de saber el principio de los seres que, impedidos por la ignorancia y
trabados por el deseo, reanudan una y otra vez el ciclo de las existencias». Pero anticipémonos a
decir enfáticamente que, se crea o no en el renacimiento, la Enseñanza del Buda es igualmente
válida para liberar la mente de sus engaños y hallar la emancipación. Sus métodos son
extraordinariamente útiles y fiables para toda persona, cualesquiera sean sus creencias o su falta
de ellas. De hecho, vidas pasadas o posteriores forman parte de lo insondable e incognoscible, y
Buda no se perdía en elucubraciones de este tipo, y ni siquiera gustaba de hacer referencias
acerca de qué sucedía con aquel que había alcanzado el parinirvana. Bien es cierto que para
aquéllos que creen en el samsara, y considerando que éste provoca inevitable sufrimiento, su
propósito es también el de poder liberarse de sucesivas existencias que contendrán «dolores,
martirios y calamidades». Pero la experiencia nirvánica debe proponerse para esta vida, aunque
sólo puedan obtenerse fugaces aunque importantísimos vislumbres de la misma. Cada “golpe de
luz” o “toque de Sabiduría" conseguido, cambiará extraordinariamente la conciencia y permitirá
otro modo muy singular de ver y de percibir.
Porque los cinco agregados están sometidos a enfermedad, vejez y muerte, en suma
decaimiento, el practicante aspira a “revolucionar" su percepción y mirar, inafectada pero
lúcidamente, los fenómenos tal cual son, sin personales reacciones anómalas. Se aprende a dejar
lo visto en lo visto y lo oído en lo oído, liberándose uno de los filtros distorsionantes de la
percepción errónea, la interpretación falaz y la imaginación descontrolada.
Enfermedad, vejez y muerte se conocen como los Mensajeros Divinos. ¿Por qué? Porque si
los recordamos, con más diligencia emprendemos y proseguimos la búsqueda de lo
Incondicionado y los instrumentalizaremos para superar el ego, la avidez, la aversión y la
ofuscación.
No hay otro karma que la volición mental. Ésta genera pensamientos, palabras y actos. El
ego marca el karma como el tinte tiñe la ropa. Sin deseo, con actitud nada egoísta, libre de
avidez u odio, el practicante no genera karma. Aunque hay una ley de causa y efecto, y todo está
condicionado, uno hace su propio karma y uno mismo deja de generarlo y, por tanto, de
acumularlo. La meditación y la conducta no egoísta purifican karmas pasados. La ecuanimidad
perfecta es como una tinta sin color que no deja huella kármica. Uno hereda su mente, pero es
también uno quien debe convertirse en arquitecto de la misma. El karma, en cuanto deseo, es la
conexión entre una existencia y otra, aunque no hay ningún yo que renazca o transmigre. El flujo
de vida y de conciencia, estimulado por el apego, prosigue su marcha imparable. Solo el Nirvana
pone término a tal peregrinaje.
Los cinco agregados conforman la criatura sensible. Salvo que la mente se establezca en una
dimensión de firmeza e inquebrantable ecuanimidad, siempre se está reaccionando a lo agradable
y a lo desagradable, propiciando la masa de sufrimiento. Atención: no quiere decir que no haya
placer, sino que también hay dolor y que por manejarse mal con el placer se añade más y más
dolor. Placer y dolor caminan codo con codo. Pero hay un estado mental que trasciende el
placer-dolor y nos permite instalamos en un sosiego inigualable. Hay que comprender y asumir
que uno tiene que efectuar el esfuerzo y recorrer el camino. Buda declaraba: «los seres son
dueños de sus actos, herederos de sus actos, hijos de sus actos; están sujetos a sus actos,
dependen de sus actos; de todo acto que cometan, sea bueno, sea malo, de aquel acto heredarán».
Cada momento cuenta para el que sigue la vía hacia el Nirvana. El Nirvana es la meta, pero
cada paso es esencialmente importante. El Nirvana no es algo que ganar o conseguir fuera de
uno, sino en uno mismo. La vida adquiere un significado especial cuando se sigue la senda de la
sabiduría. Esta senda se enmarca entre la compasión y la inteligencia clara, el amor y la lucidez,
la benevolencia y la comprensión profunda. Es la Senda del Medio, porque desconfía de los
extremos, que siempre resultan trampas. Es la senda del equilibrio, porque descarta todo
extremismo y apela a la inteligencia primordial del ser humano, libre de dogmatismos o ideas
preconcebidas. Se le concede una importancia absoluta al desarrollo, cultivo y purificación del
órgano mental, porque en la mente reside la energía de iluminación asociada al Nirvana. Por ello
hay que sondear, conocer y ordenar la mente. La observancia de una genuina ética también
colabora en el aquietamiento mental y favorece la meditación.
La mente es un producto, un resultado. En ella se recogen los códigos evolutivos y todas las
experiencias acumuladas a lo largo de la existencia (o existencias, según los orientales). En el
trasfondo de la conciencia se agolpa una suma importante de condicionamientos. Todos
dependemos de nuestros viejos modelos de conducta mental y sólo mediante un trabajo muy
serio de autodesarrollo y purificación iremos logrando modificar esos modelos, superar
adoctrinamientos que nos inculcaron e ir más allá de los hábitos internos coagulados y viejos
patrones. Para ello hay que servirse necesariamente de un método de liberación mental. Algunos
de los condicionamientos son muy profundos y difíciles de erradicar; es largo y sinuoso el
sendero entre conciencia y subconciencia. En el subconsciente hay millares de cachivaches
psicológicos desordenados, que se caracterizan por su incoherencia y que reaccionan a través de
pensamientos, palabras y actos mecánicos. En el espacio mental se celebra un frenético juego de
recuerdos, ensoñaciones e ideaciones que no son muchas veces más que el oleaje de superficie de
la propia incongruencia del subconsciente. Sólo en la medida en que el subconsciente sea
drenado y reorganizado será posible conquistar mayor sosiego y alegría. Pero como a la masa de
nuestros condicionamientos se unen nuestras incesantes reacciones de apego y aversión,
continuamos así acumulando impresiones hasta el infinito. Nos enredamos una y otra vez con el
viejo y mecánico hábito de reacción y nos identificamos con las cualidades negativas de nuestra
psiquis, sean odio, celos, envidia, ira u otras. Es, para que podamos entenderlo bien, como estar
arrojando siempre nueva leña al fuego o golpear con el martillo de la reacción el clavo de la
cualidad negativa. Y no es removiendo el fango de nuestro subconsciente como podremos
liberarnos del mismo, sino simplemente drenándolo. Pero ¿cómo? Pues a través de la
observación atenta e inafectada, la atención pura y la firme e inquebrantable ecuanimidad. ¿Por
qué? Porque cada instante que consigamos de no reacción, estará emergiendo suciedad psíquica
y desorden, sin retrotraerlo a lo profundo con nuestras reacciones. Iremos así, además,
modificando los viejos modelos reactivos de nuestra conducta mental. Podremos ver el proceso
sin implicarnos en el mismo. Viene la ira, parte la ira; acaecen los celos, se disipan los celos. Es
necesaria mucha atención. Tal es el Satipatthana: la senda incomparable de la atención.
Necesitamos establecernos en la vigilancia ecuánime o en la calma atenta. Mediante el
entrenamiento de la meditación, la mente va aprendiendo a no reaccionar desmesuradamente.
Ante lo placentero, no genera tanto apego, afición ni dependencia; ante lo desagradable, no
engendra resentimiento, aversión ni ira. Al ser la mente menos reactiva, es más saludable,
equilibrada, y evita mucho sufrimiento. Poco a poco la mente abandona la neurosis y la
confusión como la serpiente muda su piel. Se van desplegando los factores de iluminación y con
su ayuda se superan impurezas y autoengaños mentales.
La misma mente que genera negatividad y desdicha puede producir estados saludables y
felicidad. La actitud juega un papel determinante en este sentido. La atención y la ecuanimidad,
que pueden ayudamos en cualquier momento (y que se cultivan en alto grado con la meditación
vipassana), bien establecidas, ayudan a percibir sin reaccionar negativamente. El practicante
aprende a mirar fuera y dentro de sí mismo sin reacciones negativas. Incluso es capaz de percibir
sus estados mentales negativos y ver cómo surgen y se desvanecen, sin involucrase en los
mismos y despersonalizándolos. Al estar más atento y ecuánime, los condicionamientos van
resolviéndose y la mente va alcanzando mayor libertad e integración. Hay que evitar, en lo
posible, sumar reacción tras reacción, sankhara tras sankhara.
Aplicando el esfuerzo correcto y combinando la meditación sentada con la actitud meditativa
en la vida diaria, el aspirante va purificando la mente. La conciencia se va abrillantando,
purificando e intensificando, y va dando por resultado la visión cabal y liberadora. Es un lento
proceso en el que las contaminaciones mentales van siendo erradicadas. Pero son tantas las
impurezas y engaños pretéritos, que el proceso no puede ser rápido. Hay que ir mutando la
actitud de la mente. Hasta que uno empieza a trabajar sobre la mente, ésta no hacía otra cosa que
reaccionar con apego y aversión. Rebotando de uno a otro extremo, ha generado infinidad de
condicionamientos y, por supuesto, muchas tensiones y desdicha. Pero además la mente proyecta
sus propias imágenes, se las cree y también reacciona ante ellas. Este inútil y necio juego de la
mente nos recuerda al perro que encuentra un hueso antiguo y totalmente calcinado, comienza a
morderlo, se hace daño en las encías y el animal toma la sangre que sale de éstas por la sustancia
del hueso.
Una mente arrinconada en la estrecha dimensión de las reacciones no puede acceder a otras
dimensiones de claridad, revelación e iluminación; vive de espaldas a estados supremos de
liberación. Ni siquiera comprende que en tales condiciones no puede comprender. Es una mente
que se reengolfa en el triángulo repetitivo de la ofuscación-avidez-aversión. Una mente así no
puede ver la realidad subyacente. Se extravía en las apariencias y toma por permanente lo que es
impermanente. Lo condicionado no puede percibir lo Incondicionado. La mente se establece en
su propia alienación, y como el mundo es el resultado de la mente, vivimos en un mundo
alienado. ¿Cómo recuperar la cordura? Buda fue un gran médico de la mente. Comprendió que
era necesario un método de desalienación y desautomatización. Este método es la meditación,
que nos ayuda a cambiar de raíz los hábitos de la mente enferma. Todas las vías del despertar
insisten en lo imprescindible de mutar la conciencia. Hay placer y hay dolor, pero lo esencial es
nuestra actitud ante el placer y el dolor. En este sentido el discurso del Buda conocido como de
“los dos dardos” es muy significativo y aleccionador:
«Monjes, una persona mundana que no conoce la Enseñanza experimenta una sensación
agradable, experimenta una sensación desagradable o una sensación neutra. Un noble discípulo
que conoce la Enseñanza también experimenta una sensación agradable, una sensación
desagradable o una sensación neutra. ¿Cuál es la distinción, la diversidad, la diferencia entre un
noble discípulo que conoce la Enseñanza y una persona mundana que no conoce la Enseñanza?
«Cuando una persona mundana que no conoce la Enseñanza es tocada por una sensación
dolorosa se inquieta y aflige, se lamenta, se golpea el pecho y llora, y está muy turbada. Es como
si un hombre fuera traspasado por un dardo y a continuación del primer impacto fuera herido por
otro dardo. Así pues, esa persona experimentará las sensaciones causadas por dos dardos. Ocurre
lo mismo con la persona mundana que no conoce la Enseñanza: cuando es tocada por una
sensación dolorosa [corporal] se inquieta y sufre, se lamenta, golpea su pecho, llora y está muy
turbada. Así experimenta dos sensaciones: la sensación corporal y la sensación mental. Pero en el
caso de un noble discípulo bien enseñado, monjes, cuando es tocado por una sensación dolorosa,
no se inquieta, no se aflige, no se lamenta, no se golpea el pecho y llora, ni está muy turbado.
Experimenta una sensación: la corporal, pero no la mental. Es como un hombre que ha sido
traspasado por un dardo, pero no es herido por un segundo dardo que sigue al primero. Así esa
persona experimenta las sensaciones causadas por un sólo dardo. Ocurre lo mismo con un noble
discípulo que conoce la Enseñanza: cuando es tocado por una sensación dolorosa, no se inquieta,
no se aflige ni se lamenta, no se golpea el pecho y llora, ni está muy turbado. Experimenta una
sola sensación: la corporal».
El practicante aprende a observar más imperturbadamente sus actividades psicofísicas. De
este modo va accediendo a una dimensión de conciencia clara, inafectada, penetrativa, lúcida,
reveladora y transformadora. Bien es cierto que una y otra vez salen al paso los
condicionamientos y los viejos hábitos de reactividad. Por eso la atención es tan necesaria.
Mediante la atención captamos en el momento y mediante la ecuanimidad, no reaccionando,
dejamos de implicarnos en el flujo psicosomático y vamos resolviendo los condicionamientos.
Cada condicionamiento que superamos nos da mayor dosis de libertad. Se aprende a vivir fuera
de la angosta dimensión de las reacciones habituadas. Se disfruta sin apego; se sufre sin aversión.
Se libera uno de memorias y fantasías inútiles. De la reacción mecánica y fea se accede a la
respuesta fresca y hermosa. Las viejas heridas se van restañando y la fascinación egocéntrica va
remitiendo. Los fenómenos se impersonalizan y las huellas subliminales van siendo superadas.
Todo ello representa una vía de integración que sólo se hace realmente comprensible a través de
la práctica personal. En la medida en que se lleva a cabo el Triple Entrenamiento, una percepción
penetrativa y purificada empieza a captar la insatisfactoriedad, vacuidad y transitoriedad de todos
los fenómenos, incluidas las propias actividades psicofísicas. También, cuando la comprensión se
desarrolla y clarifica, el practicante puede empezar a entender (no sólo a comprender
intelectualmente) la realidad reveladora del Origen Dependiente. Destacados y muy lúcidos
monjes budistas (como Saddhatissa, Rahula, Narada Thera, Nyanaponika y tantos otros) me han
asegurado en comunicación personal que es sumamente difícil penetrar y comprender la cuestión
del Origen Dependiente, pero que ella representa la quintaesencia de la Enseñanza. No puede ser
entendida tan sólo intelectualmente, sino que se requiere la intuición que brota del asiduo
ejercitamiento de la Triple Disciplina.
La Producción Condicionada u Origen (u Originación) Dependiente se formula del siguiente
modo:
Entendimiento recto.
Pensamiento recto.
Palabra recta.
Acción recta.
Medios de vida rectos.
Esfuerzo recto.
Atención recta.
Concentración recta.
La virtud o ética genuina se recoge en los factores: palabra recta, acción recta y medio de
vida rectos. El cultivo de la mente se insume en los factores: esfuerzo recto, atención recta y
concentración recta. La sabiduría se refleja en los factores: entendimiento recto y pensamiento
recto. Todos son importantes. La observancia de unos favorece el desarrollo de los otros. Si una
persona observa la virtud, le será más fácil meditar y desarrollar Sabiduría. Si cultiva la mente,
asumirá más fácilmente la virtud y estará desplegando la Sabiduría. Si estimula el elemento de
Sabiduría, comprenderá y asumirá la virtud y entenderá la necesidad de incorporar a su vida la
práctica de la meditación.
Abstenerse de mentir.
Abtenerse de chismorrear.
Abstenerse de decir groserías.
Abstenerse de charlas insustanciales y frívolas.
Evitar la mentira incluye la exageración o falseamiento de los hechos, aceptar lo que uno no
sabe y reconocerlo, no recurrir a embustes ni adulterar intencionadamente los acontecimiento al
relatarlos.
La recta palabra no sólo es abstenerse de palabras perjudiciales, sino que también conlleva
hablar amable y benevolentemente, hacerlo con claridad y cortesía, decir palabras veraces,
favorecer los buenos modos de hablar, ser cordial con el habla, y a través de ellas unir, sembrar
concordia, acercar a los seres. Para aprender a controlar la palabra, se requiere el entendimiento
recto que nos indica que lo provechoso es ser benevolente y veraz con las palabras; el esfuerzo
recto, porque mediante él nos adiestramos en la palabra recta, y la atención recta, porque si no
nos vigilamos mucho incurriremos una y otra vez en las palabras incorrectas.
La acción recta o recta conducta comporta:
Los medios de vida rectos quiere decir conseguirse el sustento mediante actividades lícitas y
que no perjudiquen a los demás. Se trata de no lucrarse con medios ilícitos y perjudiciales y
evitar así engañar, embaucar, estafar o manipular a los demás. Es la honradez en el modo de
ganarse la vida, evitando, además, lesionar a los otros. Hay cinco profesiones que perjudican y
deben ser evitadas: comercio con armas, tráfico de personas, comercio de carne, comercio con
venenos y comercio con todo tipo de sustancias intoxicantes y drogas. Hay que abstenerse de
fraudes, trampas o usuras.
5. LA ATENCION RECTA
La atención es un factor liberatorio por excelencia. La atención es la preciosa facultad de la
mente que permite conectamos con la realidad momentánea. Gracias a la atención captamos,
percibimos, sentimos y nos relacionamos con el instante. Buda declaraba que la atención es
todopoderosa y que todas las cosas pueden ser dominadas mediante la atención. Nos permite
observar y observamos, descubrir y descubrimos. El color se vuelve más color y el sonido más
sonido. La atención bien establecida intensifica lo percibido. Todo adquiere un renovado peso
específico gracias a la atención. Con la atención, cada momento cuenta y cada momento enseña.
La atención nos enseña a registrar y tomar nota en el momento, y todo lo que se somete a la luz
de la atención es más preciso y significativo. Con una atención bien establecida es más fácil ver
las cosas como son, mirar en la propia mente y explorarla con sabiduría, mejorar la relación
humana, controlar el pensamiento y la palabra, descubrir las raíces de lo insano y tratar de
superarlas, detectar las propias reacciones e intenciones, y desencadenar la visión cabal y la
comprensión clara. Desde hace siete mil años los yoguis han insistido implacablemente en la
necesidad de estar atentos. Igual han hecho todos los grandes maestros del espíritu. Buda
declaraba: «el que está atento está vivo, pero el que no está atento es como si ya estuviera
muerto». Estando atento es posible desarrollar ecuanimidad y promover los otros factores de
iluminación. La atención firme establece la mente en un estado meditativo incluso en la vida
cotidiana. Entonces el aprendizaje es continuo. Lo agradable y lo desagradable se
instrumentalizan para crecer interiormente. Se captan al instante las contaminaciones mentales y
se las deja pasar aplicando la atención firme e inafectada; tal es el noble arte de la no reacción.
Lo que surge se desvanece. Evitando la reacción de apego u odio, la mente se va equilibrando y
esclareciendo. Hay una maravillosa energía integradora en la atención. Estar atento de instante en
instante, con ecuanimidad, es meditación pura. Cuando un maestro budista iba paseando con su
discípulo por el campo y el discípulo le dijo: «instruyeme en la verdad», el maestro le preguntó:
«¿oyes el ruido del torrente?», y al responder el discípulo afirmativamente, dijo el maestro:
«entonces no tengo nada que enseñarte».
La atención es el custodio, el guía, el filtro y el aliado de la mente. Mediante el cultivo de la
atención se unifica la mente, se pone orden en su trasfondo, se purifican las percepciones y se
desarrolla el autoconocimiento. La atención imprime precisión, cordura, claridad y orden a
aquello que se somete a su escrutinio. A mayor atención, antes se descubren los pensamientos
parásitos y nocivos; a mayor atención, mejor se regula la mente, la palabra y los actos; a mayor
atención, más difícil es alienarse y más fácil desautomatizarse y quebrar el poder hipnótico del
hábito. Si uno está atento, despliega lucidez, y cuando se produce esta energía de clarificación se
sabe mejor cuándo proceder o dejar de hacerlo, cuándo intervenir o cuándo no injerirse. La
comprensión clara que deviene por el cultivo metódico de la atención invita a proceder en
consecuencia. La atención nos enseña a controlar y fluir, adquirir conciencia y soltar. Está uno
mejor preparado para refrenarse y no cometer acciones dañinas por ignorancia o hábito. Se
aprende tanto a hacer como a parar, a ejecutar y a detenerse. Comienza a advertirse lo
inadvertido, a captarse lo que antes pasaba desapercibido, a penetrarse la realidad que subyace
tras la realidad aparente. El cultivo de la atención favorece el desarrollo de la intuición mística y
proporciona “golpes de luz” que van aproximando a la última realidad. Estando atento, uno se
cuida mejor a sí mismo y mejor a los demás. El cultivo de la atención higieniza la mente,
recentra al individuo y le permite evacuar negatividades que de otro modo se reengolfan durante
años en el subconsciente. Pero no estamos hablando de la atención mecánica, semiconsciente,
que fluctúa como la llama de una vela expuesta al viento y que sólo se siente un poco más
estimulada y firme cuando algo es llamativo. Estamos haciendo referencia a una calidad de
atención muy especial y que se distingue por su:
Pureza.
Firmeza.
Conciencia.
Aplicación inteligente.
El cuerpo.
Las sensaciones.
La mente.
Los objetos de la mente.
7. LA MEDITACIÓN DE ABSORCIÓN
Este tipo de meditación es denominado samatha-bhavana. “Bhavana” es un término que se
traduce por meditación, pero que quiere expresar cultivo de la mente. “Samatha” es un vocablo
que quiere decir unificación o unidireccionalidad mental, o sea, concentración.
“Samatha-bhavana” es, pues, la meditación abstractiva o de absorción, mediante la cual se
pueden obtener estados superiores de conciencia, reportando cada uno de ellos un tipo de actitud,
percepción y cualidad mental. Es fuente de salud mental y los estados que provoca nada tienen
que ver con estados de trance, autohipnosis o similares. Son estados de énstasis o profundísima
interiorización, absorción y silenciamicnto interior; estados de vacuidad e integración bien
conocidos por todos los místicos de todas las épocas y latitudes, pues devienen cuando la mente
se ha silenciado por completo y se ha unificado al máximo mediante la ayuda de un soporte. Este
tipo de meditación produce una gran calma interior, favorece el cuerpo y la mente, integra la
conciencia y potencia la intuición. No hay ninguna razón en absoluto para subestimar esta clase
de meditación aun cuando los budistas consideren como de más largo alcance la meditación
vipassana. De hecho, una y otra forma de meditación se complementan, pero el meditador puede
optar por una u otra vía. Un estado incipiente de tranquilidad y concentración siempre es de gran
ayuda para la aplicación de la meditación vipassana, pero si uno desea seguir la senda de la
abstracción continuará insistiendo en la unidireccionalidad de la mente sobre el soporte
seleccionado. No cabe duda de que las absorciones que se conquistan mediante la meditación
samatha reportan un conocimiento revelador, dejan una fragancia de plenitud, propician la calma
profunda y modifican la percepción. No son estados alterados de conciencia los que surgen, sino
estados muy superiores de la misma (pues a veces se le da una connotación casi peyorativa a
“alterados”). Pero según los maestros de meditación budista, sólo la meditación vipassana, al
desencadenar una actitud de atención consciente e inquebrantable ecuanimidad, y al aplicar la
exploración a la propia unidad psicosomática, puede suprimir todas las impregnaciones y
condicionamientos del subconsciente. No obstante, hay maestros que aprecian en grado sumo la
práctica de la meditación abstractiva y que consideran que, cuanto más se haya perfeccionado
ésta, mejor se llevará a cabo la meditación vipassana. Aunque mi admirado amigo el monje
cingalés Piyadassi Thera considera, como la mayoría de maestros budistas, que la meditación
samatha es de menor alcance (aunque procura «una concentración mental muy alta que conduce
a una calma y tranquilidad absolutas») y que la meditación vipassana es la que elimina realmente
las latencias subliminales, declara:
«Calma y visión cabal van unidas y acontecen simultáneamente. La meditación se lleva a
término unciendo calma y visión cabal a la misma carreta, de manera que su fuerza de tracción
sea equilibrada. Es, por un lado, apaciguamiento mental y, por otro, investigación vehemente».
Enfocando la atención mental en un soporte y evitando en lo posible toda distracción, el
practicante va logrando grados intensos de concentración y va conquistando los niveles de
absorción (jhanas). Cualquier soporte puede ser apto para la concentración y en la antigüedad,
cuando maestro y discípulos convivían y el primero conocía muy bien la naturaleza mental y
temperamento de sus pupilos, elegía de acuerdo a ello el mejor soporte para los discípulos.
Cuarenta son los soportes clásicos de la tradición budista para la meditación samatha:
Estos diez soportes denominados kasinas se han utilizado desde hace muchísimo tiempo para
conquistar niveles de absorción mental y para ir subiendo por los diferentes jhanas. Se
selecciona el kasina o soporte, se coloca el meditador ante el mismo y trata de concentrarse
observándolo con la mayor fijación mental posible. Se conoce por “concentración previa” este
primer intento por fijar la mente en el soporte meditacional. Es una concentración muy débil e
intermitente, donde las distracciones son frecuentes, pero desde aquí, con rigor, disciplina y
perseverancia, el practicante debe ir fijando más y más la mente en el soporte meditacional y
evitando las distracciones mentales. Cuando la mente escape al soporte, hay que tomarla una y
otra vez y dirigirla al mismo, para ir pasando de la concentración previa a la conocida como
“concentración de acceso”, que es una concentración mucho más firme y estable, donde el
meditador sabe lo que sucede dentro y fuera de sí mismo, pero sin distraerse, o sea, habiendo
logrado afirmar la concentración. Para ello ha tenido que desarrollar el ejercitamiento necesario
que le permita pasar de la concentración previa a la concentración de acceso. Esta etapa de
concentración de acceso es común tanto a la meditación de absorción como a la meditación de
visión cabal. En la meditación de visión cabal, obtenida esta etapa de concentración, el
practicante utiliza su atención no para seguir absorbiéndose más en un objeto meditacional, sino
para, mediante la atención firmemente establecida, comenzar a explorar, examinar y penetrar
vivencialmente sus procesos psicofísicos, aplicando la atención consciente y ecuánime ya sea al
cuerpo, a las sensaciones, a la mente o a los objetos mentales (o a varios de estos ámbitos a la
vez, dependiendo siempre del método impuesto por el maestro). El meditador que quiera seguir
la vía de la meditación abstractiva sigue esforzándose por intensificar más y más su
concentración sobre el soporte seleccionado y va consiguiendo la que es conocida como
“concentración fija” que, a medida que se potencia más y más, va permitiendo escalar por los
diferentes niveles de abstracción o jhanas, lográndose un estado que los yoguis han denominado
como la conjunción del observador, lo observado y el proceso de la observación, es decir, un
estado de intensísima unificación de la conciencia que va desencadenando fases de
ensimismamiento, calma profunda, percepciones supranaturales e integración psíquica. Todo ello
requiere un largo entrenamiento para la unificación de la conciencia.
Los kasinas que se sirven de los cuatro colores mencionados se representan en círculos y se
utilizan como soportes visuales para ir desarrollando la concentración. Cualquiera sea el kasina
seleccionado, el practicante tiene que ponerlo frente a él, contemplarlo muy atentamente e ir a
través del mismo unificando la conciencia. Poco a poco se van suprimiendo las ideaciones y la
mente se absorbe en el kasina. Se contempla con los ojos abiertos y luego se cierran éstos para
seguir con la concentración representándose el kasina mentalmente. Se practica con los ojos
abiertos y con los ojos cerrados, alternando, hasta ir logrando una fiel representación del kasina
que se conoce como la señal de captación. Si se sigue insistiendo, se logra una nueva impresión o
señal, denominada la “contraseñal”, que tiene sus características propias y que varía de una a otra
persona. De cualquier modo, el practicante sigue intensificando su concentración y
paulatinamente irá siendo tan intensa que puedan irse desencadenando los jhanas. Se van
superando todas las fluctuaciones mentales y se van inhibiendo los procesos ordinarios de
pensamiento.
La preparación de los kasinas de colores es relativamente fácil: basta con preparar un círculo
(de madera, cartón, etcétera) del color sobre el que se vaya a trabajar. Un poco más complicada
es la preparación de los otros kasinas, aunque para la tierra y el agua basta con observarlas
directamente y tomarlas como soportes de abstracción mental. El aire se puede contemplar
batiendo las ramas de los árboles o sintiendo la brisa sobre uno mismo. El fuego se observa a
través de una pantalla agujereada sobre una hoguera y el espacio limitado a través de un
ventanuco que deje la visión libre del espacio, en tanto que el kasina de la luz se obtiene
proyectando un círculo de luz sobre una superficie lisa.
Según el kasina seleccionado para la meditación, la señal de captación y la contraseñal serán
de una u otra clase. Todos los ejercicios de meditación que utilizan kasinas son de tipo
perceptivo y en absoluto discursivo.
- Los diez objetos atractivos o repugnantes: Comportan la observación de un cadáver en
descomposición, contemplando dicho proceso de descomposición. En la India el ejercicio se
hacía directamente con un cadáver, ya que es fácil poder contar con alguno, pero también se
puede llevar a cabo el ejercicio visualizando por fases la descomposición del cadáver. Este
ejercicio es útil para personas con mucho apego. El practicante se va concentrando en las
diferentes fases de descomposición. Pero no es una meditación de tipo discursivo, es decir, que
no hay que reflexionar o examinar intelectualmente, sino que se trata de una meditación de tipo
perceptivo.
- Las diez contemplaciones: Son en su mayoría meditaciones discursivas, o sea, en las que se
hace necesaria la reflexión consciente y controlada. Son: la meditación sobre las Tres Gemas: El
Buda, la Enseñanza y la Orden; la meditación sobre la virtud, la generosidad y la capacidad que
hay en uno mismo para desenvolver las cualidades divinas; la meditación sobre la muerte (que es
definitiva, irreparable, puede producirse en cualquier momento, nadie puede ayudarnos ni morir
por nosotros, es segura, etcétera); la meditación sobre la naturaleza sin atractivo del cuerpo; la
meditación de atención a la respiración y la meditación sobre la paz que deriva del Nirvana.
- Los cuatro estados sublimes o santas moradas: Amor, compasión, alegría altruista y
ecuanimidad. Se trata de fomentarlos, impregnarse de estas cualidades e irradiarlas hacia todos
los seres y hacia sí mismo mediante la práctica de la meditación. Hay un buen número de
meditaciones en el budismo tendientes a desarrollar el amor y la compasión.
- Los cuatro estados inmateriales: Consisten en la concentración en el espacio infinito, la
conciencia infinita, la nada y la ni-percepción ni la no-percepción, y son experiencias cumbre de
la conciencia que devienen con la meditación abstractiva.
- La percepción consiste en captar lo que hay de desagradable en el alimento que se ingiere,
para superar la glotonería.
- El análisis estriba en la contemplación del cuerpo insuflado por los cuatro elementos
primordiales.
Merece especialísima atención el ejercicio de atención a la respiración, ya que, además,
según se enfoque, este ejercicio puede utilizarse como meditación abstractiva y también como
meditación vipassana, y en cualquier caso la atención a la respiración es siempre un fabuloso
preliminar para pasar luego a cualquier otro ejercicio meditacional.
El mismo Buda recomienda a su hijo Rahula la atención a la respiración, indicándole:
«Desarrolla la concentración de la atención sobre la inspiración y la espiración, Rahula; la
inspiración y la espiración atentas, Rahula, desarrolladas y practicadas con frecuencia, rinden
mucho fruto y son muy convenientes».
Y el mismo Buda practicó la atención a la respiración la noche de su iluminación definitiva.
Esta práctica se venía llevando a cabo por los yoguis de la India dos mil o tres mil años antes del
nacimiento del Buda, y Siddharta seguramente la aprendió de los maestros de yoga que tuvo y la
practicó a lo largo de toda su vida. Tanto es así que en una ocasión el Maestro decidió aislarse a
meditar durante tres meses y solicitó a sus discípulos que en aquel espacio de tiempo sólo le
visitase el monje encargado de traerle la comida. Después de ese retiro en meditación, el Buda
explicó:
«Monjes, si alguno os pregunta qué meditación practicaba frecuentemente el Buda durante la
estación de las lluvias, debéis decirle: “el Bendito pasaba la época de las lluvias frecuentemente
practicando la meditación de la atención sobre la inspiración y la espiración”».
Y agregó:
«Monjes, aquél que habla rectamente debe decir que la atención sobre la inspiración y la
espiración es el modo de vida noble, el modo de vida sublime, el modo de vida del Tathagata».
En el Satipatthana Sutta se hace referencia a la atención a la respiración en la sección
dedicada al cuerpo y se especifica:
«Cuando efectúa una larga inspiración sabe que está efectuando una larga inspiración; al
hacer una larga espiración sabe que está haciendo una larga espiración; al realizar una corta
inspiración sabe que está haciendo una corta inspiración; al realizar una corta exhalación, sabe
que está realizando una corta exhalación. “Consciente de todo el cuerpo, quiero inspirar”, así se
ejercita; “consciente de todo el cuerpo, quiero espirar”, así se ejercita. “Para tranquilizar el
cuerpo, quiero inspirar”, así se ejercita; “para tranquilizar el cuerpo, quiero espirar”, así se
ejercita».
De los objetos o soportes para la meditación el anapana-sati o atención a la respiración es
uno de los más saludables, eficientes y sólidos. Reporta innumerables beneficios psicosomáticos
y cultiva metódica y armónicamente la atención. Es excelente como ejercicio preliminar o como
ejercicio en sí mismo. Puede ser utilizado como meditación de concentración y tranquilización
(samatha-bhavana) o como soporte para el desarrollo de la visión intuitiva, es decir como
meditación de visión cabal (vipassana-bhavana). Todo depende del enfoque del meditador. Si se
trata de samatha-bhavana, el meditador se va absorbiendo más y más en el leve toque del aire
producido por la respiración en alguna parte de las fosas nasales, va silenciando todas las
ideaciones y consiguiendo grados profundos de abstracción mental; pero si se quiere aplicar la
atención a la respiración como ejercicio también de vipassana-bhavana, entonces el practicante
debe estar extraordinariamente atento al surgir y desvanecerse de cada inspiración y cada
exhalación, captando el carácter transitorio de la respiración y sintiéndola como un continuum
impersonal. La respiración se instrumentaliza así para vivenciar anicca, es decir, la
impermanencia de todos los fenómenos condicionados. Estuve hablando de todo ello con el gran
sabio Nyanaponika Thera y me explicó que si se utiliza anapana-sati como ejercicio de
samatha-bhavana, se está sólo atento a la sensación de la respiración y se ignora cualquier
perturbación interna o externa, abstrayendo más y más la atención y logrando una firme
unidireccionalidad de la conciencia y una profunda tranquilización. Pero si anapana-sati se
utiliza como ejercicio de vipassana-bhavana, entonces se está atento al surgir y desvanecerse de
cada inhalación y exhalación y, además, no se hace caso omiso de las perturbaciones o de los
procesos mentales que se presenten, sino que se toma nota de todo ello y se vuelve siempre al
ejercicio primario, que es anapana-sati. Se anota, pues, cualquier distracción, así como todo
proceso psicofísico que surja, pero volviendo la atención una y otra vez al objeto primario de la
meditación, o sea, la respiración.
Según las diferentes escuelas budistas o los distintos métodos de meditación, hay maestros que
aconsejan tan sólo estar atentos a la sensación táctil de la respiración; otros a contar las
inhalaciones y exhalaciones o sólo las exhalaciones; otros a tomar conciencia de si la respiración
es larga o corta; otros a seguir el curso de la inhalación y de la exhalación, etcétera. Hay
numerosos ejercicios de meditación que toman la respiración como soporte, pero seguramente el
más eficaz es el de sentir el toque del aire allí donde se produzca en la nariz
.
5. Desplegando sabiduría
Merece la pena recordar la parábola del lago:
«Así como en medio de los montes hay un lago puro, brillante, cristalino, y allí un hombre de
buena vista, de pie en la orilla, ve conchas y caracolas, arena y piedras, y cardúmenes de peces
en movimiento o detenidos; y él piensa: “este lago, puro, brillante, cristalino: en él hay conchas y
caracolas, arenas y piedras, y cardúmenes de peces están en movimiento o están detenidos”, de la
misma manera el monje, teniendo su mente así concentrada, pura, limpia, sin mancha, libre de
impurezas, maleable, lista para el trabajo, estabilizada, inmóvil, aplica su mente y la dirige hacia
el conocimiento de la destrucción de las impurezas. El conoce de acuerdo con la verdad: éste es
el sufrimiento; él conoce de acuerdo con la verdad: éste es el cese del sufrimiento; él conoce de
acuerdo con la verdad: éstas son las impurezas; él conoce de acuerdo con la verdad: éste es el
camino que conduce a la cesación de las impurezas. La mente de aquél que conoce así, que ve
así, se libera de la impureza del deseo, se libera en su mente de la impureza de la existencia, su
mente se libera de la impureza de la ignorancia. Y en él, así liberado, se produce el
conocimiento: es la liberación. Él conoce: el renacer ha sido destruido, la vida religiosa ha sido
realizada, se ha hecho lo que se debía hacer, nada queda después de la actual existencia».
La meditación vipassana le va permitiendo ver al meditador todos los fenómenos como
insatisfactorios, cambiantes y vacuos. A medida que la práctica se perfecciona, la atención es
capaz de captar más y mejor los fenómenos que surgen y se desvanecen, aprehendiendo su
última naturaleza. La atención purificada, intensificada y bien establecida, va captando, cada vez
en mayor grado y profundidad, los procesos físicos y mentales, y va ganando terreno al
subconsciente. Nada se retiene ni se conserva de lo observado, ni se analiza, ni se sopesa, ni se
interpreta. Se mira más y más intensa, profunda y desapasionadamente, sin dejarse prender en las
redes de las reacciones. Se obtiene así una visión más completa, justa y precisa de los
fenómenos, así como de su incesante fugacidad. Se percibe a un nivel experiencial, y no sólo
intelectual, que todos los fenómenos discurren y están interconectados, o sea, que resultan
interdependientes y condicionados. Estos procesos comienzan a apreciarse como impersonales y
así comienza a trascenderse la ilusión del yo. Al ir percibiendo directa, experiencial y
vivencialmente los fenómenos como contingentes, impersonales e insustanciales, se desploman
muchos engaños y autoengaños, y va brotando la sabiduría, pues se revela el mundo -y sus
fenómenos- como es y no como veíamos o creíamos que era. Así se transforma radicalmente la
actitud y se va poniendo término a la aflicción generada por el apego y la aversión. Los
fenómenos se presentan en su genuina naturaleza, en su real y final modo de ser. Si antes no se
apreciaban como son, es porque la percepción estaba contaminada y no procuraba sabiduría.
El camino gradual hacia el Nirvana pasa por la atenta observación de los fenómenos que se
desenvuelven impersonalmente en nosotros, como lo hacen en el universo. Al irse purificando la
mente, dicha pureza alcanza a la cognición, la percepción y la visión. Nos liberamos de la
maraña de opiniones y puntos de vista, proyecciones y superposiciones, creaciones ilusorias de la
mente. La sabiduría va disipando la ignorancia; la conciencia va iluminando el subconsciente; el
ego se va disolviendo y se obtiene la comprensión iluminadora de lo condicionado e
interdependiente. Cuando todo se percibe como insustancial o vacío, ¿dónde quedan el apego y
la aversión?; cuando todo se capta como impersonal, ¿dónde puede apuntalarse el ego?; cuando
no hay apego, ni aversión, ni ego, ¿dónde puede enraizarse el sufrimiento aunque los fenómenos
sean insatisfactorios en si mismos? Sobreviene el sosiego, la paz, el equilibrio, la sublimidad. El
meditador descubre que es un flujo incesante surgiendo y desvaneciéndose, y que no hay un
propietario de este flujo. Claro que esta percepción supraconsciente puede resultar cataclismal,
pero por ello mismo mutará por completo la mente del meditador y la liberará de ficciones,
conduciendo a la “persona” más allá de lo condicionado, o sea, del samsara. Se consigue
entonces percibir cada fotograma dinámico de la descomunal película del samsara, siendo cada
uno condicionado por otro y condicionando a su vez a un tercero, todo ello sobre una pantalla
igualmente vacía e insustancial. Se aprecia lo percibido y la conciencia que percibe surgiendo y
desvaneciéndose, brotando y desapareciendo, de instante en instante, sin “individuo” que sea el
propietario o sentidor de todo ello. Se aprehende supraconscientemente que todo es mudable,
inestable, carente de solidez. Se recobra una intuición capaz de atravesar lo condicionado, pero
para ello se han tenido que aniquilar y erradicar muchos condicionamientos y contaminaciones
de la mente. No bastará con haber eliminado las corrupciones o contaminaciones aparentes y
superficiales, las que alcanzan al comportamiento; ni siquiera las que determinan las emociones,
el pensamiento o la voluntad, sino que será necesario haber eliminado los condicionamientos
más profundos y subliminales. Entonces se logrará desenraizar toda negatividad, incluida la
ignorancia, y así podrá emerger la luz de la sabiduría, que proporciona un conocimiento
supramundano y que cambia de raíz al “individuo”. Toda la estrategia del Sendero Óctuple está
especialmente dispuesta para conseguir esta transformación absoluta. “Quien” vivencialmente
percibe la impersonalidad, fugacidad y vacuidad de todos los fenómenos condicionados, cambia
de raíz sus percepciones, sus actitudes y su modos de proceder. La sabiduría tiende un puente
hacia lo supramundano e incondicionado. El que recorre esa senda alcanza el Nirvana o
iluminación definitiva.
El camino de purificación es un mapa para orientarnos en la erradicación de las corrupciones
de comportamiento, las de superficie mental y las latentes. No basta con dominar estas
corrupciones o mantenerlas bajo control; es necesario erradicarlas. Se consigue con la calma
profunda y la claridad de la sabiduría. Entonces uno se capacita para ver que los denominados
agregados del apego sólo tienen “consistencia" cuando están conectados y son interdependientes,
formando lo que llamamos una “persona”. Son condicionados, inestables y vacuos, y, al surgir y
desvanecerse a cada momento, ofrecen la ilusión de lo sólido.
Cuando, mediante el desarrollo de la sabiduría, el practicante accede al camino
supramundano, empieza a eliminar realmente las corrupciones más profundas de la mente y
entonces se van poniendo de verdad las condiciones para el despertar del Nirvana. Como declaró
Buda:
«El hambre es la peor enfermedad; los agregados son el mayor mal; conociéndolo así, el sabio
logra el Nirvana»
.
De U Ba Khin a la actualidad
La tradición de U Ba Khin optó por el recorrido del cuerpo para la captación de sensaciones.
Es el sistema que considera más conveniente, aunque hay otros. Como me dijo Nyanaponika, es
una elección, un método de trabajo. Los maestros imparten a sus discípulos lo que ellos
consideran más oportuno. Para la captación de las sensaciones hay varios métodos y el que
caracteriza a esta tradición es el de ir moviendo sistemáticamente la atención por todas las zonas
del cuerpo para permitir una gran profundización en las sensaciones y captar las más sutiles,
percatándose del anicca y cambiando a través de esta experiencia la organización psíquica,
eliminando impurezas y desencadenando visión cabal. Todos los maestros de vipassana
consideran que es muy útil el trabajo sobre las sensaciones, aunque cada uno ofrece su método
particular. Los métodos no faltan.
U Ba Khin impartía ya cursos intensivos de meditación de diez días. Él mismo, casado y con
hijos, enfocó la enseñanza para seglares. Contó con muchos discípulos orientales y occidentales,
algunos de los cuales se convirtieron en profesores y empezaron a impartir cursos en Occidente.
Todos ellos son seglares. Madre Sayama se encargó del Centro de Rangún cuando murió U Ba, y
occidentales como Robert Hoover, Ruth Denison y John Coleman comenzaron a impartir cursos
en Occidente, siguiendo la línea de U Ba, pero a veces introduciendo ligeros cambios. Goenka,
sin embargo, ha seguido estrictamente todas las indicaciones de su maestro. Otros occidentales,
como Eric Lerner, Jack Kornfield y muchos más, imparten cursos de meditación vipassana, pero
sin ceñirse estrictamente al método de U Ba Khin.
U Ba Khin daba cursos a seglares que tenían muy pocos o ningún conocimiento de budismo
propiamente dicho. Enseñaba a los discípulos a que consiguiesen un buen nivel de concentración
y desde ahí le instaba a captar sensaciones moviendo la atención por todas las zonas del cuerpo.
De los ámbitos o secciones expuestas por el Satipatthana Sutta, U Ba Khin eligió básicamente el
de las sensaciones para, a través de ellas poder desarrollar el anicca o impermanencia, porque a
través de esta experiencia se beneficia el cuerpo-mente y se va recorriendo el camino de
purificación al Nirvana. U Ba Khin explicaba que, como ya se señala en las más ancestrales
enseñanzas budistas, también pueden utilizarse a tal fin las percepciones de los diversos órganos
sensoriales, pero que por falta de una atención mental bien establecida, es mucho más difícil que
captar sensaciones corporales, que son las más accesibles al principiante y en las que, por ello,
pone todo el acento su método.
S. N. Goenka
Nacido en 1924, en la India, Goenka se estableció en Birmania y se dedicó intensamente a
los negocios, como venía haciendo su familia. Comenzó a practicar vipassana con U Ba Khin en
1955. A partir de entonces se entrenó intensamente en este tipo de meditación y comenzó él
mismo a impartir cursos en 1969. Desde entonces ha fundado numerosos centros de meditación
budista vipassana según el método mostrado por U Ba Khin y ha impartido infinidad de cursos, a
los que no sólo asisten seglares de todo el mundo, sino también monjes de distintas escuelas
budistas o tradiciones religiosas. Siempre ha mostrado el método (que recordemos es uno de los
múltiples existentes de meditación budista vipassana) impartido por U Ba Khin y en la
actualidad cuenta con muchos profesores preparados especialmente por él mismo y que siguen su
método a rajatabla, apoyándose en los casetes o vídeos de Goenka y resultando asépticos
transmisores de la técnica de U Ba Khin.
Mi gran amigo y hermano en el Dharma Amadeo Solé-Leris y yo preparamos un cuestionario
que enviamos a Goenka para que nos lo respondiera. En esta obra incluimos parte de este
cuestionario, sobre todo lo que concierne a la meditación.
Pregunta: ¿Usted considera que la observación de la respiración es siempre mejor base para
la práctica de la meditación vipassana? ¿Qué opinión le merece el uso de otros objetos de
meditación, como por ejemplo los kasinas o los factores de iluminación? ¿O bien otros tipos de
atención al cuerpo, como la contemplación de las impurezas del cuerpo?
Respuesta: Para la práctica de vipassana, la mejor base es la meditación anapana, o sea la
contemplación de la respiración, ya que de este modo la atención del meditador se dirige desde el
principio hacia dentro, hacia su propia realidad interna. Vipassana sigue luego como extensión
natural de la contemplación de la respiración. Otros objetos de meditación no ofrecen
necesariamente esta aptitud especial para fomentar la visión cabal de la realidad. En la práctica
con kasinas, por ejemplo, la atención se fija en un objeto externo. Por consiguiente, los kasinas
son útiles para cultivar los jhanas, pero no para el vipassana. En cuanto a los factores de
iluminación, éstos surgen sencillamente como productos concomitantes de la práctica de
anapana (atención a la respiración) y vipassana (visión cabal), de modo que el meditador no
tiene por qué tomarlos como objetos principales de meditación. Por otra parte, la mera
contemplación de las impurezas del cuerpo no es más que un ejercicio intelectual que, en sí, no
purifica la mente. Para obtener la purificación de la mente es absolutamente esencial vivir
directamente, por experiencia propia, la naturaleza impermanente de los fenómenos físicos, que
es lo que se consigue con la práctica de vipassana.
Pregunta: Durante la meditación, ¿recomienda denominar o sólo registrar los fenómenos
observados?
Respuesta: Durante la práctica de vipassana el meditador no debe nunca tratar de nombrar ni
identificar los fenómenos que observa. Si se les pone nombre a las cosas, se corre el riesgo de
empezar a evaluar las experiencias, y de que surjan preferencias por unas y prejuicios contra
otras. En cuanto empiezan a surgir preferencias y prejuicios, atracciones y aversiones, el
meditador ha abandonado la tarea que le incumbe, que es la de observar sin seleccionar, y en ese
momento ha dejado por consiguiente de practicar vipassana. Es precisamente para protegerse de
este riesgo por lo que el meditador debe abstenerse de denominar los fenómenos que
experimenta. En lugar de ello, lo que tiene que hacer es tener, sencillamente, conciencia de toda
realidad, cualquiera que sea, que se manifieste en el momento presente, sin identificarla ni
reaccionar ante ella, y teniendo siempre presente el hecho de que se trata de un fenómeno
impermanente, fugaz.
Pregunta: ¿Basta con practicar la meditación vipassana con diligencia, o necesariamente hay
que observar una conducta y un modo de vida adecuados?
Respuesta: La meditación vipassana, si se practica correctamente y con diligencia, producirá
automática e inevitablemente cambios en la vida diaria del meditador. Al fin y al cabo, eso es lo
que uno persigue cuando se pone a practicar vipassana. La purificación mental va produciendo,
con toda naturalidad, una purificación física y vocal, es decir de lo que uno hace y dice. Para
facilitar este proceso, uno tiene que hacer un esfuerzo deliberado por regular la propia conducta:
abstenerse de acciones que dañen al prójimo y realizar acciones que le beneficien. Este
comportamiento ayudará a progresar en la meditación vipassana, mientras que, a medida que
uno va progresando, la conducta ética deja de ser una disciplina que uno se impone y se va
convirtiendo en el modo natural, espontáneo, de comportarse.
Pregunta: ¿Se recomienda combinar samatha y vipassana?
Respuesta: Samatha y vipassana son compañeras naturales. En las fases iniciales, el
meditador practica samatha para calmar y concentrar la mente, utilizando para ello la técnica de
atención a la respiración. Cuando se consigue el nivel de concentración momentánea, el
meditador puede entonces pasar a la práctica de vipassana para desarraigar las corrupciones de la
mente.
Pregunta: Los jhanas por sí mismos ¿podrían llevar al Nirvana? Es decir, ¿reportan, además
de satisfacción, un conocimiento superior duradero?
Respuesta: Los jhanas purifican la mente en gran medida, pero no pueden desarraigar todas
las impurezas que se hallan en las profundidades; no pueden, por lo tanto, conducir a la meta
definitiva que es el Nirvana. Esto sólo se consigue con vipassana.
Pregunta: ¿En qué medida puede decirse que la comprensión conseguida con el vipassana
cambia los puntos de vista del meditador y modifica su misma mente?
Respuesta: Desde luego, el propósito de vipassana es precisamente cambiar el punto de vista
equivocado en correcto, es modificar la mente para que, de impura, pase a ser pura. Por
consiguiente, si no se producen estos cambios, el meditador no está practicando vipassana como
se debe.
Pregunta: ¿Hay distintos niveles en la mente que se penetran y se cultivan con la meditación
vipassana?
Respuesta: La práctica de vipassana es un proceso de penetración progresiva, en la que se va
pasando de lo conocido a lo desconocido, de lo consciente a lo inconsciente, hasta sus niveles
más profundos; de la realidad superficial y de las apariencias a realidades cada vez más sutiles y,
finalmente, a la última verdad.
Pregunta: ¿Cuáles son los efectos de vipassana en el subconsciente, es decir, en qué medida
resuelve esta meditación problemas y sanea factores, tendencias e impulsos malsanos del
subconsciente?
Respuesta: La práctica de vipassana permite al meditador enfrentarse con la mente no sólo a
nivel consciente -que podría purificarse por el simple conocimiento intelectual- sino también al
nivel subconsciente. Vipassana desarraiga todas las corrupciones (asava) y obsesiones que,
profundamente enraizadas, dan lugar a las tendencias malsanas del subconsciente.
Pregunta: ¿Puede considerarse que la benevolencia es resultado natural del entrenamiento de
vipassana?
Respuesta: Al irse eliminando las impurezas de la mente, lo que queda es pureza. Por
consiguiente, al ir progresando en la práctica de vipassana, uno irá desarrollando naturalmente
las buenas cualidades de benevolencia, compasión, alegría compartida y ecuanimidad, cualidades
que se hallaban siempre presentes, en estado latente, en el meditador, pero que antes quedaban
oscurecidas por sus propias corrupciones. Estas cualidades se desarrollan con la inevitabilidad de
un proceso natural a medida que uno va progresando en el Camino. Sin embargo, es aconsejable
facilitar su desarrollo cultivando la meditación de la benevolencia durante unos minutos al final
de cada sesión de vipassana.
Pregunta: ¿Ayuda la meditación vipassana a enfrentar la muerte y la enfermedad?
Respuesta: La práctica de vipassana desarrolla ecuanimidad, la cual permite al meditador
enfrentarse serenamente con toda clase de sufrimientos, inclusive la enfermedad y la muerte.
Pregunta: ¿Puede la meditación vipassana colaborar en la resolución de conflictos internos?
Respuesta: La meditación vipassana purifica la mente y elimina todo el ofuscamiento y las
confusiones resultantes de condicionamientos anteriores (samkhara). Esta purificación mental
automáticamente ayuda a resolver conflictos internos y a eliminar o aliviar las enfermedades
psicosomáticas que pueda sufrir el meditador.
Pregunta: ¿Hasta qué punto hay que desarrollar un conocimiento especial -intuitivo- o
supraconsciente para penetrar la realidad de los fenómenos?
Respuesta: Para penetrar la realidad de los fenómenos hay que practicar vipassana, es decir,
desarrollar las facultades de atención plenamente consciente y sabiduría. Estas dos facultades de
sati (atención) y pañña (sabiduría) son esenciales para ver la realidad tal y como es.
Pregunta: ¿Cómo llevar el Satipatthana a la vida cotidiana?
Respuesta: La entera enseñanza del Buda, cuya esencia es precisamente el Satipatthana, hay
que aplicarla a la vida cotidiana. Si la Enseñanza no se aplica a la vida cotidiana, no es
Enseñanza (Dhamma). Al practicar el Satipatthana observamos el cuerpo y las sensaciones que
surgen del cuerpo; observamos la mente y los factores mentales que en ella surgen. Procediendo
así, aprendemos a observar la realidad en su verdadera naturaleza, en lo profundo de nosotros
mismos, sin ilusiones ni engaños. La capacidad así cultivada de observar la realidad interna nos
ayuda asimismo a ver lo que está fuera de nosotros en su verdadera naturaleza, sin ilusiones ni
engaños. Entonces, cuando actuamos, lo hacemos basándonos en esta visión clara y cabal de la
realidad, y nuestra conducta es “Recta Conducta”, es decir, que nuestros actos son provechosos
para nosotros y para los demás. Así es como se aplica Satipatthana en la vida cotidiana, en
beneficio de todos los seres.
John Coleman
John Coleman ha sido uno de esos occidentales que dejó todas sus actividades profesionales
para dedicarse por entero a la enseñanza de la meditación. Hay un buen número como él y que
muestran diferentes vías. Coleman imparte cursos de meditación vipassana desde hace muchos
años. Aprendió el método propio de la tradición de U Ba Khin, pero opera independientemente y
cuenta con un buen número de meditadores en sus cursos. Pedí a mi gran amigo Simón Mundy
que entrevistara a John Coleman para mí cuando asistió a uno de sus cursos intensivos. Incluyo
aquí algunas preguntas y respuestas de considerable interés para el carácter de esta obra.
Pregunta: ¿Qué es vipassana?
Respuesta: Vipassana es una técnica simple que nos permite penetrar en la naturaleza
siempre cambiante de la vida. Nos permite hacerlo con desapego y sin complicaciones.
Aprendemos a aceptar todas las sensaciones, groseras o sutiles, agradables o desagradables sin
juzgar, sin condenar, sin alabar, dándonos cuenta de que todas son pasajeras. Vipassana no es una
vía de escape ni de aislamiento de los problemas a través de un estado extático. Aunque pueden
sobrevenir estados de dicha, también deben ser considerados solamente como pasajeros y, al
igual que el sueño, utilizados exclusivamente para la recuperación y no para la evasión. Esta
técnica no debe utilizarse como una pared protectora o una barrera de aislamiento que nos
encarcele. De igual modo tampoco hay que utilizar la técnica como una vía de escape o de
marginamiento. Es muy importante el equilibrio y esta técnica correctamente utilizada permite
involucrarse sin apego y confrontar sin conflicto. Con el equilibrio adecuado nos volvemos
silenciosamente conscientes del libre fluir de la energía, que hemos llegado a conocer con anicca
(impermanencia).
Pregunta: ¿Es la ecuanimidad tan esencial como parece para el buen desarrollo de la técnica
y del progreso interior?
Respuesta: Según el diccionario, la ecuanimidad es juicio imparcial, equidad, estabilidad
mental, temperamento calmado, mente firme que no se exalta ni deprime fácilmente,
compostura, capacidad para soportar altibajos con firmeza, serenidad, tranquilidad, autocontrol.
Es lo contrario de agitación o perturbación. La ecuanimidad tiene muchas acepciones o
significados. En el camino hacia el Nirvana tenemos que proceder con ecuanimidad y sentido de
ánimo equilibrado. Sin ecuanimidad con respecto a las fluctuaciones de nuestro camino no
avanzamos en absoluto hacia la meta. Sin ecuanimidad nuestra energía se estanca, se
congestiona, se densifica y surge el sufrimiento. Cuando intentamos alcanzar la meta con deseo o
ansiedad, creamos fuerzas descontroladas que impiden el avance; agitados ante la falta de
avance, en vano intentamos progresar. Sin la ecuanimidad creamos reacciones opuestas. Este
proceso continúa hasta el momento en que somos suficientemente afortunados como para
obtener la visión cabal que nos permite sentir “no importa”. Los numerosos errores que
cometemos durante nuestra práctica son en el fondo de gran valor, ya que con ellos obtenemos
una experiencia personal del error que supone el aferramos y apegamos a las metas. Estas
experiencias son nuestros mejores instructores. De repente las repetidas advertencias de los
maestros de que nos mantengamos alerta y cuidadosos para no perder la ecuanimidad, se
clarifican. En tanto maduramos en la experiencia de la impermanencia y el sufrimiento mediante
la inteligente práctica del vipassana, comenzamos a desarrollar la ecuanimidad y llegamos a
sentir “no importa” con respecto a las circunstancias cambiantes. La realidad del cambio y de la
insatisfacción nos permite ser siempre imparciales. Con esta actitud se deshacen los bloqueos de
nuestras energías y comenzamos a fluir y a progresar en el camino hacia la libertad. Esta
ecuanimidad se extiende a todas nuestras actitudes con respecto a los samkharas y ejerce una
influencia sobre todos nuestros estados conscientes e incluso sobre nuestro propio cuerpo. Si
mantenemos la meta del Nibbana (Nirvana) y nos aproximamos a ella, cultivando la
ecuanimidad y sin el desequilibrio del deseo, la meta se vuelve posible en lugar de convertirse en
una pesadilla obsesiva. Hay una diferencia entre el simple esfuerzo y el correcto esfuerzo. El
correcto esfuerzo es siempre con ecuanimidad, es decir ni demasiado tenso ni demasiado
relajado. Una hora de meditación al día con ecuanimidad permitirá un mayor avance que cinco
horas de meditación sin ecuanimidad. La ecuanimidad debe llevarse incluso a la moralidad,
adoptando la flexibilidad necesaria para que no surja el fanatismo y se estanquen las energías. La
ecuanimidad proporciona un estado de frescura especial en la práctica, y también de armonía.
Para mí la ecuanimidad significa una gran tolerancia y respeto hacia la realidad de cada
momento, que evita cualquier tipo de elogio o condena. Con esta ecuanimidad mantenemos
nuestras metas claras y aceptamos la calidad de nuestras circunstancias inmediatas sin
resignamos a que tengan que resultar inevitables. Al ser ecuánimes ya no somos víctimas de
nuestro destino ni creamos más conflictos mediante la lucha. La ecuanimidad también significa
tomar en cuenta nuestras lagunas y resultar ecuánimes con respecto a ellas. Así aceptamos
nuestras imperfecciones y fallos con buen humor, en tanto seguimos trabajando diligentemente
para superarlos. Si reaccionamos con desencanto hacia nosotros mismos o con aversión, creamos
reacciones que perpetúan la misma cosa que estamos intentando evitar. Para cada acción hay una
reacción igual y opuesta. No lo debemos olvidar jamás. Si incluso respondemos a las pérdidas de
ecuanimidad con un “no importa” responsable y tolerante en vez de provocar una reacción, fluye
nuevamente la acción equilibradora de la ecuanimidad. Si comprendemos que somos los
causantes de nuestros propios actos debido al mecanismo ineluctable del karma, el sufrimiento se
convierte en nuestro maestro respetado, en vez de en un adversario despreciable. Cuando llegue
el día en que experimentemos todos los samkharas como sufrimiento, nuestra ignorancia termine
y llegue a su final nuestra avidez, aversión e insatisfacción, seremos naturalmente ecuánimes.
Mientras tanto será necesario que utilicemos continuamente la ecuanimidad como técnica,
acompañada siempre de la atención.
Pregunta: Centrarse en la sensación táctil (como están recomendando muchos maestros de
meditación), ¿es el mejor soporte de la concentración y la investigación?
Respuesta: Es el acceso más directo a lo real, el más tangible, el más fácil de manejar en el
trabajo de la meditación. Es como si fuéramos a tratar con un trozo de madera: es fácilmente
palpable y tratable por lo concreto que es; puedes lanzarlo al aire, cogerlo, cortarlo, limarlo o
incluso morderlo con los dientes, mientras que, por ejemplo, con los olores es más problemático.
Los olores, al igual que el gusto, son limitados. Por otro lado, utilizando soportes para la vista
uno puede entrar en un estado como de hipnosis. Y con respecto a los sonidos, son tan fugaces
que también es muy complejo. Así pues las sensaciones táctiles ofrecen el campo más idóneo
como foco de la atención. Los factores mentales son tan fugaces, pasajeros y sutiles que es
prácticamente imposible trabajar con ellos de la misma manera que con las sensaciones táctiles
.
Se puede trabajar sobre cualquiera de los agregados del apego, pero siempre para tratar de
percibir hiperconsciente e intuitivamente las tres características básicas de los fenómenos
condicionados. La mayoría de los maestros invitan primero a adquirir la concentración de acceso
(no todos) a través de algún ejercicio de meditación samatha, y luego, servirse de esa
concentración establecida para la contemplación penetrativa. Mediante la contemplación
arreactiva -se utilice como soporte el cuerpo, las sensaciones, la mente o los objetos mentales-se
pretende llegar a la experiencia liberadora que erradica la ofuscación, el deseo y el odio. Cada
maestro propone su sistema. Buda, al tratar asiduamente con sus discípulos y dada su gran
sagacidad, seleccionaba para ellos el tema de la meditación según el temperamento de cada uno
de ellos. Según Buddhadasa, Buda no mostraba métodos o sistemas estructurados y organizados
de meditación, que surgieron tiempo después de su muerte y creados por los maestros de
meditación. Es probable que durante la vida de Buda y puesto que él meditaba con sus monjes, la
enseñanza fuera más espontánea y natural, y que el Maestro no siguiera un sistema prefijado.
Tengamos además en cuenta que la vida de un monje está totalmente dedicada a la Búsqueda y
que no necesita un curso intensivo como el que reciben los seglares, donde el método está
especialmente estructurado y prefijado para obtener en pocos días el mayor grado de visión clara.
Hay algunos soportes para la meditación que sirven tanto para desarrollar la absorción mental
como la visión cabal. Éste es el caso de la atención a la respiración, que según sea el enfoque
mental utilizado puede conducir a la abstracción o a la visión clara. Algunos maestros sólo se
sirven de la atención a la respiración para desarrollar la visión cabal, si bien al permanecer muy
atento a la respiración -siguiendo su surgimiento y desvanecimiento- el meditador también capta
las sensaciones y los objetos mentales, pero utiliza siempre la respiración como ejercicio básico
y primordial. Si la respiración se utiliza como soporte para el desenvolvimiento de la visión
cabal, no hay que abstraerse en el contacto que produce, sino seguir con mucha atención el
surgimiento y desvanecimiento o cese de cada inhalación y de cada exhalación para ir
consiguiendo así una experiencia vivencial del surgir y desaparecer de los fenómenos
condicionados. La respiración se utiliza como soporte principal, pero el meditador anota
arreactivamente cualquier otro fenómeno que surja (sensación, pensamiento, intención, etcétera),
para retrotraer siempre la mente a la respiración. Buddhadasa es uno de los grandes maestros
budistas de Tailandia y persona de entrañable carácter y notoria paciencia. Ha mostrado (y ha
escrito una obra al respecto) cómo la contemplación de la respiración puede conducir no sólo a la
absorción mental, sino a la experiencia liberadora. Es muy ecléctico y enseña varios métodos. Es
como un amigo espiritual. Señala que la concentración profunda es un obstáculo para la práctica
de la visión cabal. Se requiere, empero, un grado mínimo de concentración. Pero para este monje
tailandés la observancia ética es fundamental. La genuina moralidad ofrece una pureza de
carácter y de mente esenciales para el buen desarrollo de la meditación.
La mayoría de los maestros disponen de sistemas organizados de meditación vipassana. Los
tienen perfectamente estructurados, de acuerdo a lo que ellos han considerado que es lo mejor y
más útil para sus discípulos. Incluso para facilitar la concentración de acceso, cada maestro
puede proponer un soporte para la meditación. Hay maestros que proponen la sensación táctil de
la respiración; otros, la contemplación de los movimientos abdominales; otros una sensación
percibida más intensamente moviendo una parte del cuerpo (Achaan Dhammadaro utiliza el
movimiento de una mano); otros la recitación de una palabra como “Buddho” (tal es el caso, por
ejemplo, de Achaan Maha Boowa); otros registrar la respiración tomando conciencia de “dentro”
o “fuera” según la inhalación o la exhalación. Recuperada la concentración de acceso, el
practicante comienza la meditación vipassana propiamente dicha, o sea la contemplación de los
procesos en su surgir y desvanecerse inexorables.
El maestro tailandés Achaan Cha no considera necesario hacer sesiones largas de meditación,
sino incorporar la meditación a la vida diaria. Pide a sus discípulos naturalidad, estricta
observancia moral y estar atentos a lo que hacen en cada momento. Lo importante es ver cómo
todo surge y pasa y no aferrarse a nada. Vivir espontánea y pacíficamente, con una atención
diligente, desde el desapego, atendiendo las labores cotidianas. Es un poco la actitud de los
maestros zen que consideraban que no era necesario sentarse a meditar durante horas.
Insiste mucho en la necesidad de enfocarse en el presente y no considera necesaria en
absoluto la meditación samatha, aunque respeta a los que quieran observarla. Lo importante,
señala, es conocer la naturaleza insustancial, dolorosa y vacua de todos los fenómenos y no
perderse en opiniones ni siquiera del Dharma. El secreto consiste en observar y observar en el
momento presente. También pone especial énfasis en el examen y exploración (no conceptual) de
la mente, pero sin necesidad de pasar largos períodos en meditación sentada, sino observando,
con desapego, en cada momento y situación. En cambio Achaan Maha Boowa, él mismo un
implacable meditador, monje tailandés de tendencia muy ascética y estricta, considera muy
importante la práctica de samatha para conseguir un gran nivel de concentración y así poder
aplicar ésta más eficazmente a la contemplación de los procesos. Aconseja la recitación de un
mantra como Buddho, Dhammo o Sangho con carácter preliminar. También se toma conciencia
de la respiración y de su repercusión en la región cordial. Cuando se ha conseguido un óptimo
estado de concentración mental, se explora la naturaleza de las diferentes partes del cuerpo, las
percepciones y los factores mentales. Por su parte, la maestra birmana Achaan Naeb nos dice que
es importante tomar conciencia de cada una de las posiciones que el cuerpo vaya adoptando y de
los correspondientes estados mentales. Esta constante atención al cuerpo-mente desarrolla la
visión intuitiva de los procesos tal cual son.
Sin ningún tipo de conceptualizaciones, se observa la posición del cuerpo y los factores de la
mente en cada instante y situación, para llegar a percibir supracotidianamente sus procesos de
surgir y desvanecerse. No invita a grandes esfuerzos meditativos en posición sentado, sino a la
observación constante del cuerpo en sus diferentes posiciones y el desenvolvimiento de los
factores mentales. Por su parte el monje Achaan Jumnien no dispone de un método organizado o
sistematizado para todos sus alumnos, sino que aplica las técnicas según el temperamento y
naturaleza del discípulo. Se sirve de diferentes métodos y técnicas y los recomienda al discípulo
cuando conoce sus características y temperamento. Considera que cada método es apropiado
según el discípulo. Es probable que así también procediera Buda, porque al estar durante años en
contacto con sus discípulos podía saber qué técnica procedía mejor para la naturaleza del
discípulo en cuestión.
Por lo exclusivo del sistema es llamativo el método del maestro de meditación tailandés
Acariya Dhammadaro, que para introducir al practicante en la captación de la sensación propone
mover la mano despacio y por intervalos, y fijar la atención en el centro de la palma, registrando
muy lúcida y atentamente cuándo se comienza a mover la mano y cuándo se detiene. Tras un
tiempo que varía según el practicante, se empieza a sentir una sensación en alguna zona de la
mano, ya sea en el centro, por detrás, en los dedos o en algún lado de la palma. A) seguir
practicando, la sensación se experimenta en todo el brazo y luego en distintas partes del cuerpo.
Uno se afina tanto con la sensación, que ésta se llega a sentir al caminar, al estar extendido o
sentado o al moverse en general. Uno siente el contacto ya sea en la lengua, en el cuello, en las
cavidades, etcétera, siempre que se produzca el menor movimiento, incluso en los globos
oculares. Se llega a desarrollar mucho la captación de la sensación, incluso, dice el maestro, las
vibraciones de cada célula. Se sigue con la práctica y el practicante aprende a captar en la región
del corazón (base de la mente) cómo la ofuscación, el deseo y el odio surgen y se desvanecen.
Poco a poco se va aprendiendo a ver la sensación como evanescente, impersonal y dolorosa, se
cambia la actitud con respecto a ella, se va liberando la mente de las tres raíces de lo pernicioso y
se va desplegando la sabiduría liberadora.
El maestro birmano Taungpulu Sayadaw optó por el método consistente en desarrollar la
visión cabal a través de la contemplación de los treinta y dos elementos constitutivos del ser
humano. En cambio, el maestro birmano Mogog Sayadaw recomienda el entendimiento intuitivo
(no conceptual) de la Originación Dependiente. Se trabaja sobre el Origen Dependiente y se
llevan a cabo contemplaciones para llegar a penetrarlo intuitivamente. Se trabaja sobre la
percepción de los dhammas, las bases sensoriales, las percepciones, los factores mentales,
etcétera. Se requiere una intuición elevadísima para comprender vivencialmente la Originación
Dependiente, pero como me indicaron en comunicación personal Saddhatissa, Narada y
Piyadassi, ese elevadísimo conocimiento intuitivo libera la mente de todos los autoengaños.
Cualquiera que sea el método elegido (porque hay otros además de los sucintamente
reseñados), éste pretende en última instancia ver cabal e intuitivamente la naturaleza real de
todos los fenómenos condicionados. ¿Por qué? Porque cuando se ve, automáticamente se
desarrolla la sabiduría y caen los autoengaños, liberándose la mente de ofuscación, deseo y odio,
y accediendo a la experiencia nirvánica. En la medida en que el proceso de purificación se va
cumpliendo, se desarrolla el conocimiento justo o comprensión clara. Surgen la comprensión
clara de la Meta (es decir lo que se ajusta al verdadero Dhamma y nos aproxima a la Meta), la
comprensión clara de la conveniencia (es decir de los medios favorables para seguir hacia la
Meta), la comprensión clara del dominio de la meditación (no hay mejor amigo ni aliado que el
Satipatthana) y la comprensión clara de la REALIDAD.
Buda explicó:
«Monjes, en el caso de las sensaciones agradables hay que desprenderse de la tendencia
innata del apego; en el caso de las sensaciones desagradables hay que desprenderse de la
tendencia innata de la aversión; en el caso de las sensaciones neutras hay que desprenderse de la
tendencia innata a la ignorancia. Si un monje ha eliminado en las sensaciones agradables la
tendencia al apego, en las sensaciones desagradables la tendencia a la aversión y en las
sensaciones neutras la tendencia a ignorarlas, se dice de él que está libre de tendencias
perjudiciales y que dispone de la perspectiva correcta. Ha hecho imposible la avidez, ha
quebrado las trabas de la existencia y, percibiendo la ausencia del yo, ha puesto fin al
sufrimiento».
Todo ello será posible a través de la erradicación de todos los condicionamientos y la definitiva
eliminación de las impregnaciones nocivas del subconsciente
.
Requisitos
Para la meditación debe seleccionarse, de ser posible, una estancia tranquila y
agradablemente iluminada, silenciosa lo más posible (aunque es imposible huir de los ruidos) y
donde podamos permanecer el tiempo de la meditación sin ser molestados. Hay que marcarse un
tiempo para la meditación y en lo posible respetarlo. Si uno va a meditar media hora, es media
hora. Si va a ser una hora, es una hora. No cedamos a los caprichos neuróticos de la mente y
rompamos la meditación antes de cumplir el tiempo propuesto. La mente se resiste a meditar y
genera muchas artimañas. Tanto si uno se siente diligente como perezoso, alegre o abatido, hay
que llevar a cabo la práctica meditacional que uno se ha fijado. De otro modo, un día no se
medita porque uno está feliz, y otro, porque uno se siente desgraciado.
Se puede meditar sobre una silla o en el suelo. Hay que tratar estar erguido y mantener
estable la posición. Se pueden utilizar los cojines que se crea oportuno. Es muy conveniente
tratar de ir manteniendo inmóvil la postura tanto tiempo como se pueda y si se puede, durante
toda la sesión meditativa. En la meditación vipassana, la inmovilidad corporal es de suma
importancia. Naturalmente se puede uno mover cuando el dolor es intolerable y además hay que
evitar dañar las articulaciones. Cuando uno deba moverse, lo hará con mucha lentitud y plena
conciencia.
La meditación puede llevarse a cabo en grupo o en solitario. Es necesaria la perseverancia.
Lo ideal es al menos practicar diariamente una sesión de una hora. Si es posible, se puede
intensificar la práctica cuando haya tiempo para ello, como en los fines de semana. Recordemos
que lo que jamás debe faltar en la meditación es:
LA ATENCIÓN Y LA ECUANIMIDAD
Cuantas veces uno descubra que la mente se ha fugado, hay que recuperarla y reconducirla al
ejercicio. Si uno está muy atento, se captan al punto las distracciones e incluso las inatenciones
se tornan objeto de atención. Si aparecen pensamientos intrusos o parásitos, la atención se sigue
poniendo en el soporte meditacional. Del mismo modo que las nubes vienen y van por el cielo
pero no lo arrastran tras de sí, el meditador no debe permitir que su atención sea tomada por tales
pensamientos.
Durante la meditación hay ocasión para desarrollar la importantísima cualidad positiva de la
paciencia. También se despliegan la energía y el correcto esfuerzo. La meditación nos va
enseñando a meditar. La asiduidad nos permitirá dominar la posición corporal y estabilizar la
mente. Nadie puede meditar por uno. Por ello el Buda decía: "Los grandes señalan la ruta, pero
uno mismo tiene que recorrerla".
Los obstáculos
Nadie puede negar que durante la meditación se presentan obstáculos, pero incluso pueden
reinstrumentalizarse para seguir avanzando y creciendo si la actitud es la correcta. Hay que dar la
bienvenida a los obstáculos y no generar aversión contra ellos, puesto que los obstáculos son
maestros de ecuanimidad. De hecho sólo hay un obstáculo que es tal y que hay que evitar como
sea. Nos estamos refiriendo al sueño en todas sus formas, sean también manifestaciones leves
como sopor, embotamiento, somnolencia y demás. Cuando se produce sueño, hay que extremar
la vigilancia, erguir aún más el tronco, abrir los ojos y si es necesario hacer un poco de marcha
consciente. El sueño baja el umbral de la atención y por ello resulta antimeditacional. No hay que
ceder jamás al sueño. Hay que ser muy estricto en este sentido.
Obstáculos son la debilidad física, la dispersión mental, la abulia, la duda escéptica, la falta
de confianza en la propia capacidad de autodesarrollo, el desasosiego, la pereza y otros. Hay que
trabajar intensa y motivadamente para irlos superando y nunca perder la ecuanimidad porque se
presente, ni tampoco la ecuanimidad ante la falta de ecuanimidad. Al principio también resultan
obstáculos la falta de estabilidad en la postura, las excesivas molestias físicas, el aburrimiento y
otros. Todos son superables con el esfuerzo correcto, la motivación, la energía, la ecuanimidad y
la práctica asidua y perseverante. En la medida en que se medita, van desplegándose las semillas
de iluminación. Se va recuperando concentración, mayor energía, sosiego, alegría, confianza,
visión clara, y vamos logrando compenetramos mucho mejor con la práctica.
La motivación que debe estimular al practicante es el anhelo de libertad interior. Ya que
hemos tenido la fortuna de nacer como humanos y saber que hay una enseñanza liberadora,
debemos aprovechar para darle un sentido de autodesarrollo y libertad interna a nuestras vida. A
mayor motivación, más espontáneamente surgirá el esfuerzo correcto.
El practicante nunca debe desesperarse ni disgustarse consigo mismo ni mucho menos
generar aversión hacia sí mismo. Los retrocesos son sólo aparentes. Hay que seguir trabajando y
ser consistente. Todos los obstáculos se irán superando y podremos llevar a la vida cotidiana los
frutos de la meditación. También es conveniente estar atento y ecuánime, firme y sosegado,
siempre que se pueda en la vida diaria. Desarrollar la preciosa gema de la atención también en
nuestras actividades cotidianas. Como me decía Kalu Rinpoche, la vida es muy corta; no la
perdamos en actividades superfluas y aprovechemos mientras tengamos salud para trabajar en
nuestro progreso interior, ya que hemos sido muy afortunados al recibir la instrucción del
Dharma.
Buda no “guardó nada en el puño” y ofreció métodos de purificación mental que resultan tan
útiles y aplicables hoy en día como hace dos mil quinientos años.
Hay que encarar un intensivo como un penoso pero provechoso retiro que uno va a
emprender para reeducar su mente y potenciar su inteligencia primordial. Es como una especie
de operación quirúrgica de la psiquis y después de un curso a menudo se da una no fácil
convalecencia, ya que la meditación intensa puede movilizar muchos contenidos del
subconsciente y luego habrá que irlos reintegrando con el tiempo. Quiero decir con ello que se
brega mucho en un curso intensivo, pero que también luego sigue la labor no fácil de
reintegración, asimilación y reorganización psicológica.
Hay que asumir libremente y sin crear conflicto las normas que impone un maestro en un
curso y no sentirlas provocativas ni coercitivas. Tienen por objeto evitar la dispersión de la mente
y poder centrarla así más en el ejercicio meditacional. Si uno no puede dejar de sentirlas como
coactivas y va a generar aversión contra éllas, es mejor abstenerse del curso.
Durante un curso, es bueno saberlo con carácter previo y para luego no quebrarse
innecesariamente en el ánimo, se puede experimentar gran soledad, desánimo, anhelos de huida o
confusión preliminar. Todo ello debe hablarse, si es necesario, con el profesor. No se están
llevando a cabo unas vacaciones, sino un especial ejercitamiento donde el esfuerzo correcto
juega un papel insoslayable.
Hay que evitar caer en autocríticas innecesarias, autoexigencias narcisistas o sentirse
egocéntricamente mal porque uno crea no haber estado a la altura de las circunstancias. Esto,
permítaseme decirlo, son pamplinas. Como reza el antiguo adagio: “El que fracasa una vez se
decepciona; el que fracasa tres veces es un maestro". Somos seres humanos, con carencias y
cualidades negativas, y por ello precisamente meditamos o nos sometemos a un intensivo de
meditación para ir mejorando y purificándonos. Pero nadie dijo jamás que la via sea sencilla.
Trabajemos, vayamos aunque no lleguemos, despreocupémonos de los resultados y evitemos
tanto la excesiva autoindulgencia como la excesiva autoexigencia. Debemos evitar los extremos.
Hay peligro en violentarse demasiado a sí mismo, porque se pueden crear demasiadas tensiones
y desencadenar estados de irritabilidad, agresividad o ira. De ahí que lo importante es el esfuerzo
correcto.
El meditador no debe nunca perseguir estados especiales de conciencia ni visiones o
similares. Si surgen, no debe apegarse a ellos ni fomentarlos, porque corre el riesgo de apartarse
del verdadero sendero meditacional.
Nunca se debe utilizar la meditación compulsivamente para escapar de las responsabilidades,
la vida cotidiana o uno mismo o los demás. La meditación no es un subterfugio, sino todo lo
contrario. Los frutos de la meditación deben llevarse a la vida cotidiana y la vida cotidiana nos
demostrará si realmente estamos avanzando en la práctica meditacional; o sea, nos pondrá a
prueba. Hay que evitar los autoengaños. Si verdaderamente avanzamos en la meditación, se
comprobará porque habrá una modificación de la actitud mental y en la relación con los otros
seres. El autoengaño es un gran peligro y una persona puede urdir una tela de autoengaños muy
sutiles, y más peligrosos cuanto más inteligente es. Pero si estamos meditando y no ganamos en
atención, ecuanimidad, compasión, tolerancia y otras buenas cualidades para desplegarlas en la
vida diaria, es que algo está fallando y debemos chequearlo. La fragancia que deja la meditación
en la mente se trasvasa a la palabra, los actos y el modo de comportarse con los demás. Evitemos
el riesgo del autoengaño y refrendemos nuestra reorganización psicomental en la vida cotidiana.
Recordemos el encuentro en el que el discípulo te pregunta a su maestro:
¿Dónde hallar la verdad?
En la vida cotidiana.
Pero en la vida cotidiana -replica el discípulo- yo no veo ninguna verdad.
Y el maestro concluye:
Ahí está la diferencia: en que unos la ven y otros nó.
Meditamos para liberar la mente de trabas y la vida cotidiana evidenciará hasta qué punto
estamos consiguiéndolo. No hay lugar así para el peligroso autoengaño.
También hay que evitar cuando se emprende un camino de meditación el egoísmo y el
orgullo. No se medita solo para sí mismo, sino también para contribuir -mejorando la propia
mente- a la mejora de las otras personas y a darles lo mejor de nosotros. Si dentro de nuestra
mente sólo hay pensamientos y emociones basura, ¿qué podemos compartir? Cuando
desarrollemos cualidades positivas, podremos mejorar la relación con todas las criaturas y
compartiremos lo más bello que surja en nuestra mente, así como nuestra dicha y lucidez.
Meditamos, pues, para beneficio propio y de los demás. Si sólo hay confusión en mi mente,
brindaré confusión, pero si hay claridad, proporcionaré claridad y todo lo bueno y hermoso que
de élla se desprende. Esta motivación de meditar para beneficio propio y de los demás es muy
útil: elimina el egoísmo, proporciona energía extra y nos acerca a nosotros mismos y a los otros
seres. Hay, también, que estar prevenido contra el riesgo del orgullo y no caer jamás en el juego
narcisista "yo medito más que tú" o “sé más que tú porque medito” o "porque medito soy más
bueno que tú” ó “soy fantástico porque medito mucho”. El orgullo espiritual es un serio
problema y todos podemos fácilmente ser tomados por él. Debemos ser como el místico que
decía a su discípulo: “Porque soy débil comprendo tu debilidad”. La meditación es muy
importante, pero es sólo un vehículo o praxis; mucho más importante es la bondad fundamental.
Hay un peligro sobre el que debemos estar prevenidos: la meditación sin virtud y sin correcta
intención no es de largo alcance. La virtud es necesaria, o sea, una básica ética de querer
procurar felicidad a los otros y evitarles cualquier sufrimiento. Muchas personas desprecian o se
despreocupan de sila (moralidad genuina) y sólo conceden importancia a la concentración o la
meditación. Sila por sí misma no libera, pero ayuda y abre el corazón. No se trata de volverse
una especie de fakir con un extraordinario dominio sobre mente y emociones. Recordémoslo:
mente fría, corazón tierno. Hay que equilibrar el amor y la inteligencia, el desarrollo del corazón
y el de la mente. Bien es cierto que cuando la mente recobra su cordura comprende que nada hay
más importante que la compasión.
La meditación es una necesidad específica; jamás un lujo. Deberían enseñarnos a meditar
desde niños y hay que decir que por fortuna cada día es mayor el número de jovencitos que
emprenden la práctica meditacional.
Si la persona sigue la técnica adecuada y evita los riesgos mencionados, meditar es siempre
una fuente de energía, equilibrio, salud mental y sabiduría; además favorece el cuerpo (se han
estudiado muy a fondo y con instrumentos científicos muy avanzados los efectos fisiológicos
favorables que desprende la meditación) y estabiliza el carácter. Protegiendo y ordenando nuestra
propia psiquis, estamos colaborando en el bienestar social y colectivo. Por eso cuando alguna
persona desinformada dice que meditar demasiado es un peligro, habría que responderla: “El
mayor peligro es no meditar y dejar que nuestra mente siga cosechando basura y siendo un
estercolero”. Buda recomendó la meditación a sus familiares más queridos y les enseñó a
meditar. Pero jamás debemos imponer, ni siquiera sutilmente, a nadie la meditación, pues es
como si el mejor cocinero del mundo quisiera imponernos sus platos y deseamos otros. Podemos
informar, pero jamás presionar.
Se ha dicho que la meditación vipassana es perfecta, porque nada le falta y nada le sobra. Sin
duda es una meditación de muy profundo alcance y no es de extrañar que esté ganando
continuamente adeptos, incluso entre grandes pensadores, psicoanalistas, teólogos, psicólogos
transpersonalistas y toda clase de personas con la laudable inquietud de mejorar y de hacer que el
progreso exterior se vea seguido del progreso interior. Pero los maestros de meditación
vipassana, como todos los maestros de meditación cualquiera sea el método mostrado, deben
entender que cada persona tiene su temperamento, sus inclinaciones, su capacidad y su
psicología. Si la meditación vipassana es para descondicionar, no hay que condicionar a los que
quieran seguirla o la sigan reseñando, que es el único camino para la liberación definitiva y
menos subestimar métodos distintos. Si la técnica es impecable -y lo es en modesta opinión del
autor de esta obra-, también debe serlo la presentación de la misma. Si algo he admirado siempre
en los monjes y maestros budistas es su falta de afectación, su equilibrio y ausencia de
presunción, a diferencia de esos gurus de masas enfermos de ego y que pontifican
mesiánicamente e insultan a la inteligencia de los demás.
La meditación vipassana es tan eficaz, precisa y contundente, que no es necesario tener
siquiera ninguna noción budista para practicarla. De hecho hay maestros, como ya hemos
reseñado, que consideran que el peor obstáculo son las opiniones, aunque sean relativas al
Dharma, porque el Dharma es para ser vivenciado y no pensado. Cuando U Ba Khin empezó a
dictar sus cursos de vipassana a seglares, la mayoría de ellos, puede decirse, no tenían nociones
de la doctrina del Buda. Por otro lado, la técnica es tan eficaz y valiosa que lamas, monjes
theravadas, sacerdotes cristianos, parsis, jainas y personas de todos los credos o agnósticas, han
emprendido su práctica.
APÉNDICES
La meditación vipassana es puramente theravada, aunque sea aplicable a todas las personas,
pero es la antigua meditación mostrada por el Buda y recogida, custodiada y perpetuada por el
budismo theravada. El budismo theravada es el budismo más genuino o de viejo cuño y el que
menos concesiones ha hecho a otros cultos autóctonos de los países en los que se ha establecido:
Sri Lanka, Birmania, Laos, Tailandia y, parcialmente, en otros. Es, sin duda, el budismo más
“ascético” o más riguroso, si bien utilizamos el término “ascético" con reservas, porque el mismo
Buda decía que había que evitar dicho extremo, aunque se refería más a las penitencias y rigores
de mortificación habituales por entonces en la India y que él mismo practicó, pues el budismo
theravada es ciertamente el más riguroso y estricto de las distintas escuelas budistas, aunque otra
cosa es que luego los monjes o seglares se sometan o no a ése rigor. Pero de cualquier modo ha
sabido perpetuar un extraordinario método meditacional e incluso numerosos métodos
meditacionales propios del yoga, que también encontramos en otras formas de budismo como el
Budismo Zen y el Budismo Tibetano. Lo verdaderamente curioso y paradójico es que haya
budistas del vehículo mahayana e incluso notables personajes del mismo, que todavía siguen
refiriéndose con cierto desprecio o actitud de prepotencia al budismo theravada como el
“pequeño vehículo" y una forma de budismo limitada y que estimula un desarrollo demasiado
personalista o egoísta, constelado en la figura del arahant y no del boddhisattva. Siempre que he
escuchado falaces razonamientos de esta clase, no he podido por menos que pensar que si hubo
un posterior desarrollo del budismo y se hicieron concesiones y “dulcificaron" las disciplinas, fue
precisamente por la incapacidad de muchos de seguir una vía tan estricta como la expuesta por
los theravadines, del mismo modo que surgió el tantra para aquellos que no podían imponerse la
conducta demasiado severa del yoga clásico. Y es muy loable que hayan surgido infinidad de
vías para la infinidad de temperamentos, pero ello no disculpa la actitud de prepotencia que
muchos mahayanistas han mantenido con respecto al theravada, cuando el theravada es la rama
budista más próxima y fiel a las enseñanzas del Maestro.
Aunque otras escuelas o ramas del Budismo hablan del vipassana y enseñan algunos
métodos que denominan con este término, sólo la tradición theravada ha enseñado la meditación
vipassana de la manera genuina mostrada en esta obra y de ahí que el autor de la misma se haya
entrevistado a tal fin con los más relevantes monjes budistas de dicha tradición, como lo ha
hecho también con los mas altos lamas cuando se ha tratado de escribir sobre Budismo
Mahayana Tibetano. Todas las ramas del budismo conservan una espléndida sabiduría, tanto las
escuetas del budismo más aséptico como las del budismo tantrizado.
Walpola Rahula
Se trata de uno de los más grandes especialistas y eruditos del budismo theravada y de todas
las ramas del Budismo. Ha sido rector de la Universidad de Sri Lanka y ha detentado importantes
cargos en distintas universidades de gran prestigio en Occidente. Monje cingalés, sus
conocimientos son excepcionales. Le entrevisté durante muchas horas. A propósito de la atención
mental señala:
«Ante todo merece indicarse que uno de los discursos del Buda se refiere concretamente al
desarrollo de la atención mental y se reflejan en el mismo las enseñanzas budistas sobre dicha
facultad de la mente. Dicho discurso es el Satipatthana Sutta, que es el más importante que el
Buda pronunciara sobre el desarrollo de la atención mental. El Satipatthana consta de cuatro
secciones. Por lo general, tanto el discurso como la práctica son mal comprendidos. Son muchos
los que no han comprendido bien su aplicación, su práctica. La consideran casi como algo
técnico y lo llevan a la práctica como algo mecánico, perdiéndose así su verdadero espíritu. Para
desarrollar la atención mental es necesario, desde luego, practicar, adiestrarse en la concentración
pura. Sin concentración no es posible. Lo que realmente significa la atención mental es estar
despierto, estar atento a cualquier cosa que se efectúe física o mentalmente, tomar conciencia de
todas las actividades. Se puede tomar conciencia de que se está comiendo, bebiendo, trabajando,
entrando, saliendo, hablando, pensando y también de cómo trabaja la mente. Hay que tomar
conciencia de la mente, esté irritada o tranquila, amando u odiando, celosa o amistosa, cualquiera
sea la actividad que permanezca en la misma. Puede haber atención mental cualquiera sea la cosa
que hagamos: leyendo, estudiando, hablando, trabajando. Por eso no hay nada de misterioso en
cuanto a la atención mental, no exige ninguna forma especial de vida, ya que puede aplicarse en
cualquier momento y situación. Se desarrolla la atención mental estando a lo que se hace y de lo
que eres».
Cuando me refiero a la clara comprensión, especifica:
«Desde luego hay que practicar constantemente, de forma regular. Según la enseñanza del
Buda, ciertas personas pueden comprender la doctrina en seguida, y otras no pueden hacerlo de
una sola vez, sino después de un largo camino. En primer lugar, es necesario el equilibrio ético y
moral, la armonía. La armonía es siempre necesaria para permanecer sereno. Después se necesita
cierto grado de disciplina mental. Con estos fundamentos: equilibrio moral y disciplina mental
-que se adquiere con la meditación-, pueden verse las cosas mejor, con más clara comprensión. Y
cuando las cosas se ven con la clara comprensión, sobreviene automáticamente el desapego».
Le formulo las siguientes preguntas: ¿En qué medida puede contribuir la meditación budista
a la resolución de los trastornos psicológicos? ¿En qué medida puede prevenir o combatir la
neurosis? ¿En qué medida el desarrollo de la atención favorece la estabilidad emocional?
Responde:
«Tales preguntas son muy buenas. En cierta ocasión pronuncié una conferencia en el Instituto
de Psicoanálisis de Chicago, refiriéndome a la psicología budista y a la meditación. Les mostré
que la meditación budista es más profunda que el psicoanálisis y el director del Instituto convino
en que el psicoanálisis no alcanza las profundidades de la meditación budista. En algunos
aspectos la meditación budista es autoanálisis, nos ayuda a conocemos. La neurosis es un
desconocimiento y desaprovechamiento de la propia potencia mental; ignorancia de lo que
sucede en la mente, de las tendencias naturales, de los mecanismos internos. El budismo enseña a
examinar completamente el contenido mental y cuando se examina la mente en su totalidad y se
conocen todos sus secretos, la enfermedad se desvanece. Si se practica la meditación
activamente, con paciencia, de forma adecuada, no puede haber neurosis. Desarrollando la
atención mental aprendemos a controlar nuestra imaginación; tengamos en cuenta que la
imaginación juega un papel muy principal. Mediante el adiestramiento en la meditación y la
entrega plena y consciente a la actividad que se está efectuando en el presente, se controla la
imaginación y se rechaza la neurosis».
Ananda Maitreya
Se trata de uno de los más grandes eruditos y maestros budistas de Sri Lanka, monje y
profundo investigador de los textos budistas. Mantuvimos una entrevista de muchas horas, pero
entresaco lo más esencial para complementar la obra que nos ocupa. Le pregunté por el Nirvana
y explicó:
«Primero tenemos que comprender lo que es este mundo, este Universo, lo que es la
existencia que experimentamos. Sabemos que existe el mundo y que dentro de él todo es
condicionada, todo está sujeto a cambio, muerte y decadencia. En el mundo nada es estático;
todo está cambiando momento a momento; todo fluye, es mudable. Tal es la naturaleza del
mundo. Por tanto no podemos comprender lo que es el Nirvana con términos del mundo. Así no
podremos entenderlo, porque es totalmente opuesto a ese mundo que fluye y es condicionado. El
Buda cuando se refería al Nirvana se servía de términos negativos: ni es esto, ni es aquello. No es
semejante a nada que se halle en el mundo, porque todo lo que está en el mundo es condicionado
y en cambio el Nirvana es incondicionado. Todo lo que existe en el mundo es cambiante, pero el
Nirvana no es cambiante. El Nirvana es un estado no sujeto a ningún cambio, pero no es nada. Si
tomamos cualquier cosa del mundo como permanente o feliz, entonces no es posible comprender
lo que es el Nirvana. Ello quiere decir que no hemos penetrado ni entendido cómo es el mundo.
Si lo hacemos perfectamente, entonces sentimos que hay algo completamente opuesto a él, pero
eso no quiere decir que sea nada. De hecho es la realidad existente pero nó de la manera que el
mundo existe. De ahí que tengamos que servimos de términos negativos ya que con los términos
del mundo no podemos comprenderlo ni definirlo. No podemos utilizar un término positivo para
expresar Nirvana. Los términos positivos se utilizan para expresar cosas que están en el mundo,
experiencias provenientes del mundo y todas estas cosas y experiencias son condicionadas. Por
ello, no podemos entender lo que es el Nirvana con la utilización de términos positivos. Pero si
desarrollamos vipassana, nuestra visión penetrativa (o sea la meditación de observación clara de
nosotros mismos, tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente, y que tenemos que verlos,
examinarlos y experimentarlos) y lo hacemos continuamente, entonces finalmente
comprendemos lo que son nuestro cuerpo y nuestra mente. Y cuando lo hemos comprendido
entera y perfectamente, cuando entendemos qué son este cuerpo y esta mente, entonces vemos
que nada hay en ellos que pueda tomarse como algo esencial, sino que todo son fenómenos
cambiantes y apariencias. Hay que comprenderlo no mediante conocimientos prestados de los
libros, sino a través de la propia experiencia, de la propia realización. Así comprendemos lo que
realmente somos y lo que es el mundo, y entonces el ojo de nuestra mente se abre lo suficiente
para ver lo que es el Nirvana. Hasta que ese momento llega, no podemos ver ni un rastro de
Nirvana. No es posible conocerlo mediante el conocimiento intelectual, sino sólo a través de la
experiencia, que nos permite desarrollar el ojo de la mente que puede ver directamente el
Nirvana, y entonces percibimos que es algo existente, inexpresable en palabras, más allá de los
conceptos. Eso no significa que sea nada; es algo real, lo único real. La realidad es el Nirvana.
Este mundo en comparación con el Nirvana es una fiesta pasajera, en donde todo cambia; una
fiesta cambiante. El Nirvana, por tanto, es la única realidad. Lo que llamamos mente es un río, un
río de pensamientos, pero cuando se desarrolla lo suficiente el mismo río puede penetrar el
Nirvana».
Cuando le pregunto qué actitud adoptar para ir penetrando nuestra impersonalidad, responde:
«Tienes que entender lo que verdaderamente eres tú. No es un milagro. Lo importante es que
comprendas lo que eres. Primero puedes analizar tu cuerpo sirviéndote de la mente; luego
analizar la mente. Por lo menos unos minutos tienes que ver ese río de pensamientos que es la
mente. Después de un tiempo comprenderás lo que es el cuerpo. Entenderás que no hay nada
estático en el cuerpo. Nada estático, nada permanente, nada sustancial. Hasta conseguir este
entendimiento, puedes examinar tu cuerpo parte por parte, hasta que mentalmente ves dentro de
los átomos para descubrir si hay algo que no sea cambiante, que no esté sujeto al cambio.
Procediendo así con este examen minucioso de tu cuerpo, finalmente sientes que no hay nada
permanente y por tanto nada satisfactorio, y a la vez comprenderás que no hay nada sustancial
dentro de esos procesos cambiantes e insatisfactorios, que no hay nada que no cambie. No existe,
pues, tal entidad como el ego, como el yo. Hay que observar muy cuidadosamente, cada día unos
minutos, cómo funciona la mente. En un cuarto tranquilo, sentado, observar tu mente y ver que
es una serie y un río de pensamientos provenientes del pasado. Por ejemplo, oyes un sonido y
automáticamente tu pensamiento se dirige al sonido, o hueles algo y tus procesos mentales se
inclinan hacia el olor. Así el pensamiento olfativo no es el mismo que el auditivo. Y observando
atentamente tu mente, descubres que hay muchos tipos diferentes de pensamientos, dependiendo
de los diferentes objetos. Si no hay objetos, no hay pensamientos. Según los objetos, nuestros
procesos mentales cambian. ¡Hay tantos tipos de pensamientos en este río de pensamientos! Y
hay que examinar en este río de pensamientos si hay algo que no cambia. Hay que hacerlo muy
aguda, cuidadosa, penetrantemente. Vigilar y observar minuciosamente la mente para llegar a la
conclusión de que no hay nada en ella que no cambie. Sigue una y otra vez examinándola hasta
que la misma mente comprenda que ella es un mero fenómeno, una fiesta pasajera, como una
serie de fotogramas en la pantalla. Ni un fotograma proyectado en la pantalla es estático. Todos
pasan y son sucedidos por otros a la vez que suceden a otros. Así el río del pensamiento es
siempre cambiante. Un pensamiento pasa y otro le sigue. Se ve muy claramente con la práctica
del examen de la mente. Y por fin entiendes lo que es la mente. Vuelve entonces a examinar
minuciosamente el cuerpo. Y a turnos examinas la mente y el cuerpo y sigues practicando de esta
manera, por lo menos todos los días un cuarto de hora. Esta es una práctica para captarse a uno
mismo tal y como es. Después de un tiempo, aún estando con una muchedumbre, podrás
comprender y realizar en este momento lo que verdaderamente eres. Y cuando realizas lo que
verdaderamente eres, entonces además de comprenderte a ti mismo, comprendes claramente
todo. Tenemos que comprender esto, esta vida, este momento, lo que somos aquí y ahora, pues
en tanto no lo hagamos, no podremos experimentar el Nirvana, que está más allá. Cuando llega
la realización de uno mismo, el Nirvana surge automáticamente».
Le pido que me hable del proceso del pensamiento.
«Cuando un pensamiento desaparece da impulso al surgir de otro, porque en cada pensamiento
está la fuerza de la avidez de la existencia, la voluntad latente que es el deseo de no ser
aniquilado. El pensamiento no gusta de ser abolido. Y esta fuerza del deseo de existir está en
cada pensamiento e impulsa el proceso de pensamientos. El deseo significa este apego, esta
avidez de la existencia. No hay una persona detrás de estos pensamientos. Sólo están estos
pensamientos con esa fuerza que les impulsa a generarse unos a otros».
Kassapa Thera
Kassapa es un destacado y sagaz maestro de meditación, al que entrevisté durante varios días
en Sri Lanka y con el que viajé por ese hermosísimo país. Tuve ocasión de formularle un número
enorme de preguntas e incluyo las más significativas para esta obra.
Le pregunto sobre la meditación samatha y vipassana y responde:
«Samatha significa desarrollo de la concentración y vipassana significa desarrollo de la
sabiduría, que es ver las cosas tal y como son. Aquel que se entrena solo en la meditación de
tranquilidad, puede desarrollar el estado de concentración hasta el más alto grado de la mente,
que puede producir algunos poderes místicos tales como la clarividencia. La meditación
vipassana permite ver las cosas tal y como realmente son. Es, justamente, penetrar en la
verdadera naturaleza de la vida. Es distinta de samatha. Samatha es concentrar la mente en un
solo objeto. La meditación vipassana consiste en enfocar la atención pura sobre todos los objetos
del mundo interno y externo. La meditación samatha la necesitamos al principio. Requerimos la
tranquilidad de la mente para conseguir el vipassana. Por eso se les da a los estudiantes un objeto
para fijar la mente sobre él y usamos esta concentración para pasar a la meditación vipassana. La
mente y el cuerpo cambian; los elementos físicos cambian instantáneamente. Con la visión cabal
puedes ver cuándo surge la mente y se desvanece, cuándo y cómo surge la materia y se
desvanece. Puedes verlo de manera instantánea a través de la sabiduría del vipassana. Esta clase
de sabiduría, de conocimiento especial, no puede ser obtenida por medio de la lectura, sino que
es imprescindible practicar. Es necesario ir más allá del conocimiento intelectual, para mirar en ti
mismo, para ver cómo la mente surge y cae. Lo puedes ver en el instante y cuando lo ves también
entiendes el sufrimiento. Y donde hay cambio y sufrimiento no hay un sí mismo, un ego. La
vipassana enseña a afrontar los problemas y aflicciones de la vida. Esta meditación permite
captar lo verdadero y penetrar la vida tal y como es».
Le pregunto sobre qué soportes creé más apropiados para la práctica, tras hacerle referencia
de los múltiples ejercicios que aparecen en el Sermón de la Atención. Especifica:
«Buda descubrió que el hombre normal no puede ver la naturaleza de la mente, porque la
mente es muy sutil, y por eso comenzó con la contemplación del cuerpo y de las sensaciones
corporales como objeto de meditación, porque están a un nivel grosero y todo el mundo puede
sentirlos muy fácilmente. Por eso el Satipatthana empieza con la contemplación del cuerpo y
luego, gradualmente cuando se desarrolla la percepción del surgir y desvanecerse de las
sensaciones del cuerpo, se pasa a las sensaciones como trabajo de la mente y a la contemplación
de la conciencia, que comporta los pensamientos, y así paulatinamente se llega a la observación
del estado sutil de la mente. Las sensaciones son agradables, desagradables o neutras, y el
budismo es una vía para la liberación del dolor. Cuando uno obtiene ese estado incondicionado
que es el Nirvana -que no está condicionado por ninguna cosa- todavía vive, todavía tiene esos
tres tipos de sensaciones. Puede tenerlas, pero no las acumula; se detiene toda acumulación. Solo
están las que son el resultado de pasadas acumulaciones y sólo como resultado de esas pasadas
acumulaciones va a tener sensaciones agradables, desagradables o neutras».
Piyadassi Thera
Piyadassi Thera es un gran difusor del Dharma. Monje cingalés, autor de obras fabulosas
sobre la Doctrina, ha viajado por todo el mundo impartiendo conferencias y cursos. Me ha
distinguido con su amistad durante muchos años y tuve ocasión de entrevistarle en su ermita en
Forest Hermitage, cerca de Kandy (Sri Lanka) y en el Centro de Yoga SHADAK cuando vino a
Madrid a impartir un curso de meditación budista.
Sus conocimientos son excepcionales. Le pido que se extienda sobre la meditación y el Nirvana:
“En la meditación hay dos aspectos: Primero hay que conseguir una mente calmada y
concentrada. Toda la meditación samatha -como la concentración en la respiración o en el
kasina- nos ayuda a unificar la mente, que está muy dispersa, yendo de aquí para allá. Hay que
purificarla y lograr su unidireccionalidad. Tan sólo cuando la mente está serena puede ver las
cosas tal y como son y no sólo su apariencia. Tenemos necesidad, pues, de una meditación
tranquilizadora, como por ejemplo, la atención a la respiración, que calma nuestra mente. Luego,
calmada la mente, hay que practicar la meditación vipassana o de desarrollo de la visión
penetrante, que es penetrar las tres características de la vida: a) todas las cosas son fenómenos
pasajeros e impermanentes, y por tanto no son felices, porque hay placer y felicidad, pero son
relativos, ya que las cosas están cambiando y resultan insatisfactorias; b) sufrimiento,
desasosiego, dolor e insatisfactoriedad, porque las cosas son impermanentes, son insatisfactorias,
generan conflicto; c) y la tercera característica es que no hay ningún ego o entidad permanente,
todo es impersonal, nada es indestructible. Hay un flujo mental y otro físico conjuntamente. Es
un conflujo de mente y cuerpo. Fluyen conjuntamente y dentro de ese flujo no se puede
encontrar nada que sea permanente, indestructible y duradero. Tales son las tres características
que la intuición (vipassana) nos ayuda a comprender. Tales son las tres características: la
naturaleza impermanente de las cosas, la naturaleza insatisfactoria de las cosas y la naturaleza
impersonal de las cosas. Y así podemos ver las cosas tal y como son y no como parecen ser.
“Todas las cosas son condicionadas y todos los componentes de las cosas son
impermanentes. Están todas sujetas a la ley de causa y efecto y son todas impermanentes y
condicionadas. Lo único no condicionado es el Nirvana. Todas las cosas condicionadas son
cambiantes, están llenas de dolor y no hay un sí-mismo permanente. Pero el Nirvana es lo no
creado, lo no originado, no ha sido producido, no es algo impermanente, está más allá del tiempo
y tiene que ser realizado. Cuando una persona alcanza el Nirvana, los cinco agregados siguen
estando ahí, pero con un absoluto desapego. Al morir el arahat, incluso desaparecen los cinco
agregados: el que vive habiendo realizado el Nirvana, sigue haciéndolo con los cinco agregados,
pero con el parinirvana se suspende por completo el peregrinar en el samsara y entonces los
agregados cesan y solo queda el Nirvana. Representa la cesación de todo proceso de vida. El fluir
mental y físico cesan. El conflujo de mente y cuerpo sigue su curso en tanto lo sigues
alimentando, como el fuego continúa en tanto hay leña que arda. Pero ¿dónde va el fuego cuando
no hay leña? Simplemente no surge más. Cuando nada alimenta los cinco agregados, éstos se
esfuman".
Nyanaponika Thera
Durante veinte años he estado en contacto con el monje alemán (nacionalizado cingalés)
Nyanaponika Thera. Le he visitado en varias ocasiones y hemos mantenido correspondencia por
muchos años. Era un verdadero sabio y vivió muchos años en una casita en la jungla cingalesa,
en Forest Hermitage. En los últimos años de su vida contó con la compañía del monje budista
americano Bhikkhu Bodhi, autor del espléndido libro “El Noble Sendero Óctuple". Nyanaponika
conoció y habló largamente con Laing y Erich Fromm, entre otros notables pensadores
occidentales. Su libro “El Corazón de la Meditación Budista” es un clásico de obligada lectura
para todos los interesados en el tema, y el resto de su obra también es muy notable. Le pedí se
refiriera a la atención mental (que él ha investigado muy a fondo y con prodigiosos resultados) y
el Satipatthana Sutta:
«La atención mental es uno de los principios del Sendero Noble para la extinción del
sufrimiento. Es el séptimo elemento o principio del Sendero, denominado atención mental pura.
El método para el desarrollo de la atención mental pura ha sido explicado por Buda en el tratado
llamado Fundamentos de la Atención o Satipatthana Sutta. Tal es el nombre en pali de este
célebre tratado. La atención mental pura abarca al ser humano entero, siendo cuatro las clases de
contemplación estudiadas en dicho tratado, del cuerpo, de las sensaciones, del estado general de
la mente y de los objetos mentales. La atención mental debe dirigirse hacia a esos cuatro
aspectos. La práctica metódica de la meditación comienza con la contemplación del cuerpo;
entonces la atención mental se enfoca sobre el proceso corporal. En el tratado mencionado se dan
catorce ejercicios. Por lo general se efectúa una selección de ellos para una práctica basada en el
desarrollo de la atención mental con el propósito de obtener una visión más penetrante. Porque,
desde el punto de vista budista, uno de los objetivos es el desarrollo de la intuición o la
penetración de la realidad de las cosas para verlas tal y como son. Satupatthana es la meditación
metódica y el desarrollo de la atención mental pura. Su propósito es, desde luego, la meta del
budismo: la liberación de la codicia, del odio, de la ilusión y la ignorancia, que son el origen de
todo el sufrimiento y resultan altamente perniciosos. Este método para el desarrollo de la
atención mental pura es particularmente utilizado porque influye sobre las tres cualidades básicas
de la mente que deben ser desarrolladas para la liberación total. Hay que estimular las cualidades
éticas, perfeccionar la moralidad. La atención mental es de una gran ayuda en este sentido al
incrementar el control sobre la mente y facilitar el autocontrol. Muchas violaciones de los
principios morales sobrevienen a través de la imprudencia, que es una falta de atención. Se puede
entrenar la mente para pensar antes de actuar y hablar. Muchas grandes equivocaciones podrán
ser evitadas mediante el desarrollo de la atención mental pura. Muchas acciones apasionadas que
pueden resultar dañinas, podrán ser neutralizadas. Podrán evitarse hechos que, decididamente,
pueden vulnerar una vida. La atención mental puede ayudar a purificar algunos rasgos del
carácter y a purificar la moralidad. Representa una ayuda muy importante para la meditación y el
entrenamiento moral. Porque prestando mayor atención podemos desarrollar la auténtica
concentración. Solo entonces en la psicología budista la atención mental es un sendero de
conciencia plenamente concentrada y un destacado factor de la misma. Mediante la verdadera
atención se acentúa el interés por el objeto y se perciben muchos detalles que hasta entonces
habían pasado desapercibidos. Asimismo, el interés aumenta e intensifica el grado de
concentración. Uno se concentra más fácilmente si está interesado por el objeto.
»La atención pura es también una ayuda para desarrollar la intuición o sabiduría. Según el
budismo, es un factor liberatorio. La meditación es solamente un medio para conseguir un fin,
como, por ejemplo, una moralidad verdadera. Pero el auténtico factor liberatorio está en la
intuición, en la sabiduría. Es necesario comprender la realidad tal y como es y comprender,
también, las causas del sufrimiento, los conflictos y la insatisfacción. A través del método para el
desarrollo de la atención pura, podemos separar la realidad, de los prejuicios conectados con
nuestras percepciones e ideas. Podemos separar estas percepciones sensoriales de nuestros
valores y reacciones que asociamos a ellas. Por ejemplo, tomamos conciencia y sabemos que las
impresiones recibidas a través de los cinco sentidos son diferentes de nuestras ideas mentales y
de nuestra evaluación sobre ellas. Esto nos dará libertad para ver la realidad sin ser engañados
por nuestros prejuicios y nuestras pasiones, y a través de la atención mental pura podemos
distinguir entre los hechos y nuestras reacciones ante ellos. Lo lograremos por el sencillo método
de conducir nuestra atención a aquello que sucede en nuestro cuerpo y en nuestra mente. El
entrenamiento moral, la meditación y la sabiduría forman parte del Noble Sendero Óctuple
mostrado por el Buda. La atención nos ayuda a practicar dicho sendero para la liberación del
sufrimiento, del conflicto y la maldad. Buda ha declarado esto expresamente al comienzo de su
tratado y el desarrollo de la atención mental puede ser de ayuda para todo el mundo, sean o no
budistas. Incluso puede ser de gran ayuda en la vida práctica. La atención mental y la
concentración son funciones claves de nuestra mente, de nuestra conciencia. Su desarrollo
colabora también a que la mente funcione más eficientemente y a evitar los errores de juicio.
Ayuda también a ser concienzudo, a obtener para la vida esa actitud que mantiene el científico
con respecto a sus investigaciones y que consiste en desear ver los hechos, observarlos lo más
objetivamente posible y reservar su juicio hasta después de dicha observación. Esa actitud se
adquiere mediante el desarrollo de la atención mental pura, que puede ser de una gran ayuda a
cualquier trabajo que se esté llevando a cabo. Es una característica típica de la mente humana
aquella de que la atención se ha estancado y que la mente no está gobernada más que por los
impulsos que forman parte de su estrato animal. Pero el hombre puede desarrollar su atención,
desapegarse de cualquier cosa y observarla desde todos sus lados».
Nyanaponika insiste mucho en la necesidad de hacer la meditación sentada, pero también en
llevar la atención a la vida cotidiana. El cultivo de la atención durante la meditación capacita
para estar más atento en la vida cotidiana y al estar más atentos en la vida diaria, elevamos la
atención y también podemos aplicarla mejor durante la meditación. Explica con su enorme
claridad de exposición:
«Cuando uno puede incrementar la atención y la concentración durante las horas de
meditación, después se aplicará con mayor facilidad a la práctica en la vida cotidiana. Es decir,
hay una interrelación de ayuda. La atención debe utilizarse en la vida cotidiana, en la relación
con los otros seres humanos y en todo lo que uno hace. Ella nos ayuda a incrementar el
autocontrol en la vida cotidiana si observamos todos nuestros movimientos, en lugar de
observarlos únicamente durante las prácticas de meditación. Si uno observa más de cerca sus
propias emociones, sentimientos, sensaciones y pensamientos, entonces uno está más capacitado
para hacer lo mismo durante la vida cotidiana. Tengamos en cuenta que durante la meditación,
cuando nos llegan los pensamientos de placer o displacer, la impresión causada por ellos no es
tan fuerte como en la vida cotidiana. Contemplar la corriente de nuestras emociones y
sentimientos durante la meditación es más fácil que durante la vida cotidiana, donde las
dificultades son mucho mayores porque son desafiados nuestros deseos, pasiones o
temperamento. Veamos un ejemplo. Si durante la meditación uno es perturbado y se enfada, si se
toma conciencia plena de esa reacción de enfado, a partir de ese momento uno ya no está
enfadado, porque esa reacción es ya completamente distinta. Creamos una firme actitud de
calma, observación que es por completo diferente de la primera reacción. En dicho momento uno
supera su enfado; hablando figuradamente, uno ha echado los frenos. Este método puede
extenderse a todo, consiguiéndose un control mucho más grande y estricto de la mente».
Para Nyanaponika el cultivo de la meditación budista puede erradicar muchos trastornos
psicológicos y sobre ello y otros temas versaron sus conversaciones con Fromm y Laing. Para
Nyanaponika la atención, como dijera Buda, es siempre auxiliadora y reguladora, y nos ayuda a
dominar los pensamientos, contener las palabras indebidas y proceder lúcidamente. Insiste
siempre en la necesidad de llevar el Satipatthana a la vida cotidiana y no solo cultivar la atención
a través de la meditación sentada. Cuando le pido que se extienda sobre la mente y la visión
cabal o vipassana, explica:
«En la psicología budista, la mente humana está más o menos dividida en conciencia y
factores mentales, concomitantes de la conciencia. Pero no son dos aspectos aislados, sino que
hay funciones de la mente que están desde luego conectadas entre ellas y no se presentan por
separado en la mente. Pero la mente es factores mentales y sabiduría o pañña, que puede ser
desarrollada hasta el grado de vipassana o visión cabal de la realidad. Una sabiduría que
representa la visión cabal de la realidad. Por supuesto, como cualquier facultad mental o
cualquier habilidad, tiene diversos grados de penetración o capacidad. Se los distingue en la
tradición budista. Puede haber una visión cabal débil o una visión cabal muy fuerte. La visión
cabal ganará en intensidad mediante su práctica repetida. Sus estados están referidos en la
literatura al respecto, pero no tienen ningún objeto que yo le facilite los nombres de tales estados,
ya que deben conocerse más detalladamente en la medida en que se van alcanzando. Hay varios
grados de conocimiento provenientes de la visión cabal. Tal conocimiento es el que surge
mediante la práctica de la visión cabal. Esta comienza con la plena conciencia de la aparición y
desaparición de los fenómenos. Este es el primero de los jhanas: se ve claramente el surgir y
desvanecerse de los procesos corporales y mentales. Al principio se ve tal aparición y
desaparición con una conciencia débil, pero mediante la práctica diligente se obtiene una
conciencia mucho más fuerte y penetrante de dicha aparición y desaparición de los procesos.
Todo ello depende siempre de la capacidad, naturaleza y esfuerzo de cada meditador en
particular.
Ciertamente que el conocimiento que surge de la visión cabal es un camino directo hacia el
Nibbana, pero no surge aisladamente. Lo que conduce al Nibbana es el Sendero Óctuple
observado en su totalidad, y no solamente los grados que se refieren a la meditación o la
atención. Debe haber un desarrollo de sabiduría, que se presenta a través de la visión cabal; debe
obtenerse un grado considerable de concentración mental y una experiencia meditativa lo
suficientemente fuerte para purificar la vida del practicante. Hay que tener bien en cuenta que si
no se purifica la moralidad no es posible lograr ningún progreso en el vipassana o visión cabal,
que se quedará en una simple función mental y se convertirá en una observación básica en la
práctica sin lograr la profundidad necesaria. Así pues podemos decir que el conocimiento
obtenido por la visión cabal como sendero directo al Nibbana no está en absoluto aislado de las
otras partes del Noble Óctuple Sendero, o sea, la moralidad y la concentración. Moralidad,
concentración y sabiduría obtenida a través del vipassana conducen al Nibbana.
“Es el Satipatthana, la práctica de la atención mental, quien nos proporciona la experiencia
directa de la naturaleza de la verdadera realidad. Al observar los procesos físicos y mentales
dentro y fuera de nosotros, vemos que todo es impermanente, que son procesos dinámicos que
surgen y desaparecen según las condiciones. La interdependencia de todos los fenómenos se
pone en evidencia dentro de nuestros propios cuerpos y mentes a través de la práctica del
Satipatthana y a tal interdependencia o relatividad de la existencia es a lo que las escuelas
denominan sunyata (vacío). No hay lo que se podría denominar existencia propia independiente.
Toda personalidad está condicionada, pero este condicionamiento es precisamente el que más
otorga una posibilidad para la liberación. Si hubiese algo permanente no tendríamos una
posibilidad para la liberación, ya que estaríamos amarrados a ese algo, fuere lo que fuere. Así
que en este sentido el vacío significa la relatividad universal de los procesos dinámicos que nos
ofrece una posibilidad para la liberación a través del Satipatthana».
Apéndice 2: Vipassana por Amadeo Solé-Leris
Las genuinas enseñanzas del Buda, conservadas en los antiguos textos canónicos en lengua
pali, se distinguen por su naturaleza eminentemente pragmática. El budismo original, en efecto,
es un método de perfeccionamiento ético-psicológico que rehúsa deliberadamente las metafísicas
y teologías para concentrarse en lo concreto que cada cual puede y tiene que hacer por sí mismo
-sin que ningún poder humano ni divino pueda hacerlo por él- para conseguir la liberación de las
trabas existenciales, o sea el Nibbana o Nirvana.
El aspecto ético de la doctrina del Buda no es el tema que nos ocupa en esta ocasión. Baste
pues decir que comprende unas reglas de conducta claras y sencillas que tienen por objeto
asegurar la limpieza física y mental que es base imprescindible de todo esfuerzo de
autorrealización o auto superación. El aspecto psicológico se plasma en la práctica de la
meditación, método concreto de trabajo para comprender la realidad mediante la purificación y,
en última instancia, la superación de nuestras estructuras psíquicas habituales.
Adelantemos que, en el budismo, la meditación se subdivide en dos grandes ramas, según la
meta que se persiga: samatha (calma) o vipassana (visión cabal). La fase inicial es la misma en
ambos casos, puesto que hay que empezar por asegurar un mínimo de calma y concentración de
la mente, pero las etapas subsiguientes difieren según los distintos fines.
El primer tipo de meditación que podríamos llamar meditación abstractiva, se caracteriza por
dos factores, que son: la consecución de un máximo grado de concentración mental y el
apaciguamiento concomitante de los procesos psíquicos. El propósito de la meditación
abstractiva es calmar la mente y el psiquismo del meditador mediante una concentración
progresiva que, replegándose sobre sí misma, excluye todos los fenómenos externos e internos,
todos los estímulos sensoriales y procesos mentales que se ofrecen a la conciencia, hasta llegar al
estado de puro vacío que es al mismo tiempo experiencia de puro ser. El meditador logra sí,
durante el ejercicio, un alto grado de integración psíquica. Para esta meditación se toma como
base uno de los numerosos temas u objetos de meditación tradicionales (determinados colores o
formas, ciertos procesos físicos o estados de ánimo, ideas o imágenes mentales, etc.) y se pasa
sistemáticamente por una serie de estados de abstracción o arrobamiento, con progresiva
suspensión de la percepción sensorial y de la actitud discursiva de la mente.
Como puede verse, este tipo de meditación budista es comparable a las técnicas
contemplativas de otras tradiciones místicas y las experiencias de tipo unitivo a las que da
acceso, tienen desde luego considerable valor intrínseco. Sin embargo, como enseña el Buda, la
vigencia de esta experiencia se limita fundamentalmente al período de la abstracción misma, sin
producir permanente superación de las estructuras psíquicas que distingue la iluminación
propiamente dicha, que es la que aporta la liberación.
La liberación se logra únicamente mediante la visión cabal de la existencia, que no se
consigue mediante los solos estados de abstracción, sino que exige el pleno, ininterrumpido y
consciente ejercicio de todas las facultades mentales. Esta es la meditación propiamente budista,
que llamamos meditación penetrativa, porque, observando los fenómenos con sostenida atención,
penetra a fondo en los mismos para conseguir la visión cabal o vipassana. La distinguiremos de
ahora en adelante con el nombre de meditación vipassana.
En la meditación vipassana, una vez conseguido el grado de concentración suficiente para
asegurar la integridad de la atención, y con las facultades mentales en estado de máxima
receptividad, se pasa a examinar con plena conciencia y creciente minuciosidad, precisamente
todos aquellos estímulos sensoriales y procesos mentales que la meditación abstractiva excluye,
comprendidos los que operan normalmente a nivel subconsciente o inconsciente. Es,
literalmente, una toma de conciencia de todos los fenómenos, que revela su radical vacuidad.
En efecto, según la enseñanza del Buda (basada en su concreta experiencia personal), lo
único que, en resumidas cuentas, se puede decir que existe es el fluir de innumerables procesos
que se condicionan mutuamente por relaciones de causa y efecto. Todo lo que llamamos el
mundo, las cosas, el alma, la existencia, no son más que fenómenos transitorios y continuamente
cambiantes, que están totalmente desprovistos de toda esencia o identidad intrínseca y
permanente y que, por su mismo carácter efímero, entrañan inevitablemente dolor y descontento
mientras persistamos en aferrarnos a ellos. Es la frustración del que se empeña en aferrar y
conservar burbujas de jabón. La liberación se consigue al comprender clara y cabalmente la
fugacidad, y ver que gozamos, sufrimos y nos agitamos literalmente por "nada”.
Pero la liberación no consiste ni puede consistir en el reconocimiento puramente intelectual
de este hecho. Para ser libre, hay que vivir por sí mismo, y con plena conciencia, la experiencia
liberadora que consiste en la percepción directa e inmediata de la radical transitoriedad y
vacuidad de todos los fenómenos, percepción que abarca las mismas estructuras psíquicas que la
viven y, en consecuencia, las trasciende. Esta experiencia es la vipassana, la visión cabal que
hace del ofuscado un iluminado, del esclavo un ser libre.
De todos los métodos utilizados para lograr la calma y la concentración que son el punto de
partida de cualquier meditación, el que el Buda recomendaba siempre con mayor ahínco, en
particular para la práctica de vipassana, es el que él mismo utilizó en la noche de su definitiva
iluminación: anapana-sati, la atención a la respiración. Consiste, como el nombre lo indica, en
tomar como objeto primario de observación el proceso de la propia respiración.
"La atención a la respiración, monjes, desarrollada y cultivada con asiduidad, arroja gran
fruto y beneficio; la atención a la respiración, monjes, desarrollada y cultivada con asiduidad... y
los cuatro fundamentos de la atención (satipatthana) son "el único camino que conduce a la
meta, el camino para la purificación de los seres, para superar la pena y el lamento, para eliminar
el dolor y la aflicción, para perfeccionar el buen método, para realizar el Nirvana”.
Concretamente, las cuatro contemplaciones que parten de la atención a la respiración y
constituyen los fundamentos de la atención, son: la contemplación del cuerpo (kayanusana), la
contemplación de las sensaciones (vedananupassana); la contemplación de los estados de ánimo
(cittanupassana), y la contemplación de los objetos o contenidos mentales (dhammanupassana)
-o sea de todo lo que es objeto de discurrir de la mente (ideas, imaginaciones, reflexiones, etc.)
en un momento determinado. Repitamos que el ejercicio de vipassana tiene por objeto adquirir
plena conciencia de todos estos fenómenos (que, conjuntamente, componen el organismo
psicofísico que llamamos nuestra personalidad) en el momento mismo en que están sucediendo
para vivir así, por aprehensión inmediata, lo fugaz y transitorio de su naturaleza
Basta lo dicho para evidenciar la capital importancia de la atención a la respiración como
ejercicio de meditación. Sirve, en primer lugar, para fomentar la calma mental, que es la base
tanto para la meditación abstractiva como para conseguir la visión cabal de la meditación
vipassana. En este último caso, que es el que ahora nos interesa, la atención a la respiración no
sólo constituye la fase de concentración inicial, sino que es además parte importante en sí de la
contemplación del cuerpo, que es el primero de los fundamentos de la atención.
Sentado en un lugar tranquilo (adoptando una posición que se pueda conservar sin moverse
durante el mayor tiempo posible), el meditador fija la atención en las ventanas de la nariz, y
precisamente en la sensación táctil del aire que entra y sale al respirar. Es importante no hacer
nada para controlar la respiración (al contrario de lo que sucede en los ejercicios de yoga), sino
dejar que ésta se desenvuelva espontáneamente, limitándose a observar de cerca la sensación
exacta del roce del aire en el punto de entrada y salida de la nariz. También es esencial fijarse
solamente en este punto, o sea en las ventanas de la nariz, sin seguir en modo alguno el
movimiento del aire por las cavidades internas del sistema respiratorio.
Concentrándose en esta sensación, y fijándose siempre exclusivamente en el punto de entrada
y salida del aire en las ventanas de la nariz, el meditador va siguiendo con ininterrumpida
atención el transcurso entero de cada inhalación y de cada exhalación. Para no distraerse, se
recomienda tener los ojos cerrados, si bien también puede dejarse entreabiertos (pero sin fijarlos
en ningún objeto determinado) si así se prefiere al principio. Lo importante es no ponerse tenso.
La actitud general ha de ser una atención sin rigidez.
De este modo, el meditador va observando las sensaciones en las ventanas de la nariz: el roce
del aire, la temperatura, la fuerza y duración de cada respiración, etcétera, y toma conciencia lo
más precisa y plenamente posible de la exacta calidad de cada sensación, pero sin tratar jamás de
inducir o imaginar alguna sensación determinada. Si, como sucede a veces al principio, la
persona no habituada no logra percibir con claridad sensación ninguna, no preocuparse: observar
simplemente con plena conciencia: "no siento nada", y perseverar con calma. La ausencia de
sensación también es una experiencia. Cuando hay sensación, observar con precisión dónde y
cómo: lado derecho o lado izquierdo de la nariz, ambos lados, borde externo o interno de una o
ambas ventanas de la nariz, contacto del aire en un solo punto, en varios puntos, o más
generalizado, etcétera. Tomar conciencia de toda variación: roce del aire fuerte o débil, áspero o
suave, rápido o lento, largo o corto, dejando siempre que las inhalaciones y las exhalaciones
vengan por sí mismas, sin interferir ni forzar en modo alguno.
Al principio, es corriente que uno se distraiga: ocurren asociaciones de ideas, surgen
memorias, ideas, imaginaciones o divagaciones. Cada vez que el meditador se da cuenta de que
se ha puesto insensiblemente a pensar en otra cosa o de que (lo que sucede con frecuencia) está
pensando en estar atento en vez de estar atento, deberá proceder inmediatamente (pero siempre
con calma y sosiego), a tomar buena nota mental de la distracción ("estoy recordando” o
"imaginando", o lo que sea). Después de lo cual se volverá a fijar en la respiración. Obsérvese
que de este modo la misma divagación o distracción, en cuanto se da uno cuenta de ella, pasa
inmediatamente a ser objeto de la plena atención consciente, o sea se convierte a su vez, por
aquel momento, en objeto de contemplación, integrándose con ello en el ejercicio de la atención.
Es ésta una característica esencial de la vipassana, todos los fenómenos, todo lo que esté
sucediendo en cualquier momento, tanto al nivel físico como al mental, se somete
inmediatamente al escrutinio de la atención.
Para empezar, sin embargo, hay que proceder con cierto orden para evitar confusión,
tomando, como queda dicho, la respiración como objeto primario de la atención, tratando de no
apartarse de ella hasta lograr un grado suficientemente estable de concentración mental.
Conseguida la necesaria concentración, el meditador amplía entonces el campo de la atención
hasta observar el cuerpo entero con igual minuciosidad, prestando siempre escrupulosa atención
a la naturaleza y características de todas y cada una de las sensaciones que se van ofreciendo a la
conciencia. La contemplación del cuerpo se realiza desplazando el foco de la atención primero
de las ventanas de la nariz al labio superior (donde también se percibe con facilidad la sensación
táctil del aire respirado) y recorriendo luego gradualmente la cabeza, el tronco y las
extremidades, hasta abarcar el cuerpo entero.
Se trata en todo momento de darse plena cuenta de los procesos que se están desarrollando
ininterrumpidamente en el organismo, o sea de traer progresivamente a la conciencia procesos y
fenómenos que quedan normalmente por debajo del umbral de la misma. Siempre, desde luego,
sin inventar sensaciones, sino limitándose a observar con máxima imparcialidad las que
realmente se vayan notando al irse afinando la percepción gracias a la atención concentrada.
Con la práctica, a la observación secuencial de un punto somático después de otro sigue la
contemplación simultánea de zonas cada vez más amplias, hasta llegar a la aprehensión
simultánea de todo el organismo -aprehensión total que no entraña pérdida de detalle individual,
sino, al contrario, es la resultante de todas las percepciones individuales (como un buen director
de orquesta, que oye en cada momento de la ejecución el detalle de lo que está tocando cada
músico, integrado en la totalidad de la obra sinfónica). Esta fase, que va acompañada de un
estado de calma física y mental, es la que el antiguo sermón (sutta) describe con estas palabras:
«... “inhalaré consciente de todo el cuerpo”, así se ejercita (el monje); "exhalaré consciente
de todo el cuerpo", así se ejercita”; “inhalaré calmando los procesos corporales", así se ejercita;
“exhalaré calmando los procesos corporales”, así se ejercita...».
Esta toma de conciencia del organismo físico comprende dos de los cuatro fundamentos de la
atención: la contemplación del cuerpo y la contemplación de las sensaciones. Pero recordemos
que toda emoción, volición o pensamiento que se presenta durante el ejercicio es a su vez objeto
de observación igualmente atenta. Estos fenómenos psíquicos, que al principio representan
distracciones o divagaciones durante el esfuerzo inicial de concentración, pasan luego a
integrarse como elementos de la más amplia aprehensión total que, con la contemplación de los
estados de ánimo y de los contenidos mentales, viene a abarcar el entero ámbito psicofísico.
He aquí, en breve esquema, la técnica de la meditación vipassana, cuya esencia estriba en
perseverar en la contemplación sosegada y atenta de todos los procesos, mentales o materiales,
que constituyen la propia existencia. Con lo cual se contempla implícitamente la totalidad de la
existencia, que no percibimos, si bien se piensa, más que en y por el propio existir.
La meditación vipassana, cultivada con asiduidad y precisión, permite aprehender los
procesos existenciales tales y como son efectivamente, sin las habituales distorsiones resultantes
del punto de vista “personal” o sea de la intervención del “yo". En efecto, la intervención del
“yo” queda anulada por el hecho de que tanto los fenómenos físicos como los procesos psíquicos
que forman lo que vulgarmente llamamos el “yo", vistos a la luz desapasionada y minuciosa de
la plena atención, se revelan fugaces, dependientes de sus relaciones con otros fenómenos, y
desprovistos de toda esencia duradera. Así, por un proceso de natural desidentificación, se
trasciende la ilusión del “yo" duradero y se logra la visión cabal de la existencia.
En efecto, cuando la atención, pura y concentrada, observa la respiración, el cuerpo, las
sensaciones, los estados de ánimo, el discurrir de la mente, en sí mismos, sin convicciones ni
puntos de vista previos, se va dando cuenta de que todo ello no es más que un conjunto de
fenómenos mutuamente interdependientes y en interacción constante.
Ese es el comienzo de la visión cabal. Al irse afinando ésta, se percibe con mayor precisión
que los fenómenos individuales van surgiendo y desvaneciéndose sin cesar y que -condicionados
y condicionantes a la vez- es sólo por su tupida multiplicidad e ininterrumpida trabazón que
producen la ilusión de solidez, estabilidad y permanencia que constituye nuestra vida diaria: el
samsara, o sea, el ciclo de incesante renovación de la existencia mental y material.
La experiencia (vivida en propia carne y en propio espíritu gracias a la meditación) del constante
surgir y desvanecerse, momento a momento, de los fenómenos, perfecciona la visión cabal.
Cuando ésta llega a su plenitud, el hombre comprende por experiencia directa e inmediata, como
lo enseñó el Buda, la intrínseca fugacidad e insustancialidad de todo lo que llamamos existencia.
Esta comprensión cargada con toda la potencia revelatoria de una realidad vivida, es una
experiencia de total libertad. Es vivir el fin del deseo y del apego a las cosas, hijos de la
ignorancia. Es, como lo expresa la antigua fórmula: “la extinción de la vejez y de la muerte, de la
pena, del lamento, del dolor, de la aflicción y de la tribulación. Así es como se extingue toda esta
masa de sufrimiento"
.
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—. Majjhima Nikaya. Kairós, Barcelona 1999.
Story, Francis: Rebirth as a Doctrine and Experience. B.P.S., Kandy 1975
.
PARA MAS INFORMACION
Pueden contactar con el autor de esta obra dirigiéndose a su Centro de Yoga en la calle Ayala
10, 28001 de Madrid o a su página web: www.ramirocalle.com
CONTRATAPA
Buda fue el hombre más lúcido de su época y durante años se sometió él mismo a un intenso
ejercitamiento meditacional. Aunque Buda aprovechó todos los métodos meditacionales del yoga
de la época, desarrolló básicamente un método de meditación muy eficaz conocido como
vipassana (visión penetrativa y clara; visión justa y cabal) y capaz de eliminar de raíz los
condicionamientos subconscientes que tanto encadenan a la persona y tanta desdicha producen
en la mente... La meditación vipassana, que se centra de manera especial en la exploración de las
actividades psicofísicas del propio meditador, es de enorme efectividad para modificar los viejos
modelos de conducta mental y liberar la mente de sus trabas, favoreciendo así la visión
liberadora (vipassana).
En esta obra, Ramiro Calle muestra al lector los principales métodos de meditación
vipassana, con un carácter eminentemente práctico, explicando todo al respecto de este
antiquísimo y solvente método meditacional, que representa la verdadera meditación mostrada
por el Buda.
Ramiro Calle ha viajado en más de cincuenta ocasiones por los países de Asia y ha
entrevistado a los más relevantes monjes y especialistas del budismo theravada, rama del
budismo en la que se ha perpetuado a lo largo de dos mil quinientos años esta importantísima
técnica meditacional que es el vipassana, y que cada día es más practicada por decenas de miles
de occidentales. Ramiro Calle la ha practicado él mismo a lo largo de muchos años y es autor de
más de cien obras sobre psicologías, místicas y disciplinas espirituales de Oriente.