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MASCULINITÀ, ATRAZZIONE SESSUALE E PATERNITÀ: PER CHÈ LA CHIESA PROIBISCE L´ORDENAZIONE DI

COLORO CHE ESPERIMENTONO L´ATRAZZIONE DOMINANTE VERSO ALTRI UOMINI.

1. El ser humano un ser sexuado. La persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea,
está de tal manera marcada por la sexualidad, que ésta es parte principal entre los factores que
caracterizan la vida del hombre. Verdaderamente, en el sexo radican las notas características que
constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual,
teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad. El cuerpo
humano, aunque sexuado, es esencialmente distinto al de los animales, es algo bueno y esencial a la
persona y se nos presenta superior a todo otro ser vivo en razón de su interioridad. La sexualidad
humana es un Bien. En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los otros, tiene como fin
intrínseco el amor, más precisamente el amor como donación y acogida, como dar y recibir, como
espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal,
el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. “La función del sexo, que en cierto
sentido es ‘constitutivo de la persona’ (no sólo ‘atributo’), demuestra profundamente que el hombre,
con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido
por el cuerpo como ‘él’ o ‘ella’”.

2. La sexualidad se expresa como masculinidad y feminidad. la alteridad sexual forma parte esencial,
inherente e innata del ser humano y de la personalidad que, en consecuencia, siempre será una
personalidad femenina o masculina, en la medida en que el sexo es constitutivo de la persona y no
un mero atributo externo o diferencia fisiológica sin repercusión en el correcto y pleno desarrollo del
ser humano. La feminidad o masculinidad se extiende a todos los ámbitos de su ser y se manifiesta
en todas sus dimensiones: fisiológica, psicológica y espiritual. El hombre no puede existir solo,
solamente puede existir como unidad de los dos y por tanto en relación con la otra persona. Podemos
decir que los principios constitutivos del ser humano (hombre-mujer), son cuatro:
- Lo verdaderamente humano solo existe como hombre o como mujer. La dualidad de los sexos al
manifestar su carácter contingente señala, al mismo tiempo, un límite y oportunidad.
- La relación masculino - femenino se caracteriza precisamente como relación de identidad y
diferencia. La identidad referida a la común humanidad, los dos son igualmente humanos; la
diferencia no se le puede confundir, en el contexto sexual, con un problema de roles ni reducirla a
la evidente diferencia bio – sicológica, sino que exige que sea comprendida ontológicamente.
- Un elemento, eminentemente teológico es afirmar que la diferencia sexual del hombre creado a
imagen y semejanza de Dios se permite captar, de forma análoga, las relaciones trinitarias.
- La naturaleza humana tiene una eminente connotación de nupcialidad, la cual permite captar la
noción de sexualidad en toda su plenitud.
El gran énfasis que durante años se ha puesto en conseguir la “emancipación” de la mujer ha
provocado un fenómeno colateral con el que nadie contaba: un oscurecimiento de lo masculino,
cierta indiferencia, cuando no desprecio hacia los varones y una inevitable relegación de éstos a un
segundo plano. Esta situación, si bien puede ser lógica –han sido muchos los siglos de “dominación”
masculina- no debe ser ignorada o minusvalorada, pues una crisis del varón nos conduce −igual que
si se tratase de la mujer− a una crisis de la sociedad entera. En palabras, si se deprecia al varón,
hombre, padre, se deprecia toda la condición humana.

3. Homosexualidad animal, ¿existe? El razonamiento detrás de la teoría de la homosexualidad animal


se puede resumir de la siguiente manera:
1. La conducta homosexual es observable en los animales.
2. La conducta animal está determinada por sus instintos.
3. La naturaleza hace que los animales sigan sus instintos.
4. Por lo tanto, la homosexualidad está en concordancia con la naturaleza animal.
5. Puesto que el hombre es también un animal, la homosexualidad debería estar también en
concordancia con la naturaleza humana.
Está línea de razonamiento es insostenible. Si aparentemente los actos “homosexuales” entre los
animales están en concordancia con la conducta animal, entonces la matanza de los padres por su
descendencia y el devorar miembros de su misma especie están también en concordancia con la
naturaleza animal. Poner al hombre dentro de la ecuación complica mucho más las cosas. ¿Hemos
de concluir que el filicidio y el canibalismo están en concordancia con la naturaleza humana? Por
razones de supervivencia, el instinto reproductor de los animales siempre se dirige hacia individuos
del sexo opuesto. Por tanto, el animal nunca puede ser propiamente homosexual. Sin embargo, la
interacción con otros instintos (especialmente el de dominio) puede producir conductas que se
manifiestan como homosexuales. Tales conductas no equivalen a una homosexualidad animal:
significan que la conducta sexual animal incluye, además la reproductora, otras dimensiones. En lugar
de las anteriores premisas podemos decir que:
1. No hay “instinto homosexual” en los animales,
2. Es una ciencia empobrecida el hecho de “leer” las motivaciones y los sentimientos humanos en la
conducta animal.
3. La conducta irracional de los animales no es un criterio para determinar lo que sería una conducta
moralmente aceptable en un hombre racional.

4. Mitos sobre la homosexualidad.


1. El 10% de las personas son homosexuales o han tenido relaciones homosexuales.
2. La homosexualidad no es una patología, sino una orientación sexual alternativa.
3. La homosexualidad tiene un carácter innato.
4. El homosexual nace, no se hace. Por tanto, la homosexualidad es incurable.
5. La homosexualidad no está conectada con la pedofilia.
6. El Derecho debe equiparar las uniones homosexuales al auténtico matrimonio.
7. A los homosexuales debe reconocérseles también el derecho de adopción de niños.
8. Las parejas homosexuales mantienen la misma estabilidad que las parejas heterosexuales.
9. Los hijos de homosexuales son tan normales como los de heterosexuales.
10. La homosexualidad es perfectamente moral y lícita

Numerosos estudios han demostrado que no sólo no hay una base genética para la atracción homosexual,
sino que ni siquiera pretenden tener evidencia científica para tal afirmación; Si las necesidades emocionales
y de desarrollo de cada niño se satisfacen adecuadamente tanto por la familia como por sus iguales, el
desarrollo de atracción homoerótica es muy poco probable. Los niños necesitan cariño, alabanzas y
aceptación por ambos padres, por sus hermanos y por sus iguales. Tales situaciones familiares y sociales, sin
embargo, no siempre se establecen con facilidad y las necesidades de los niños pueden no ser fácilmente
reconocibles. Aunque suene escandaloso y casi contradictorio se puede afirmar no existe el “homosexual”,
como si se tratara de una condición constitutiva de la especie humana. Existen personas con inclinaciones
homosexuales, que por determinadas razones no han superado una fase del desarrollo psicosomático (las
sensaciones transitorias presentes en la pubertad). En todo caso, “los conocimientos de que disponemos hoy
nos indican que las personas con inclinaciones homosexuales han nacido con la misma dotación física y
psíquica de cualquier otra persona”, la raíz del problema no hay que buscarla en la constitución biológica de
las personas que lo padecen, o en las leyes de la herencia. De todos modos hay que aceptar que en las
personas con tendencia homosexual hay algo que debe madurarse y conflictos que deben resolverse para
poder enrutarse en su constitución primigenia, pero existe la necesidad de aceptar que se puede salir de esa
situación. Pensar que es natural es el primer para resignarse a vivir una vida que en últimos términos no
resulta siendo vida.

5. Requisitos para ser admitidos al seminario. La iglesia se ha mostrado siempre como madre y maestra
precisamente por mantenerse fiel a la enseñanza de su maestro y por defender la integridad y el
valor de la persona humana, pero no lo hace solo de forma teórica y con escritos, la preocupación
por sus hijos es tan grande que ora incesantemente al dueño de la mies para que envíe operarios
que con solicitud y madurez sepan guiar al rebaño del único pastor, es decir, la Iglesia se preocupa
por proveer un pastor que se a capaz de estar con, al frente, para el rebaño y ayudarlo en todas sus
necesidades. Por lo tanto, ante tan sublime tarea la Iglesia tiene claridad sobre los dotes y
características que deben tener estos pastores, así al referirse a las personas que el Obispo diocesano
admite en el seminario mayor se resalta la necesidad de lograr ver en ellos dotes humanos y morales,
espirituales e intelectuales, salud física, equilibrio psíquico y recta intención, todo esto en miras al
ministerio que deben desarrollar; toda vocación sacerdotal es una llamada del Señor, pero esta
llamada se da mediante la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia. Por eso la Iglesia tiene el derecho, es
más, el deber de determinar los requisitos necesarios para ser admitidos al sacerdocio. No se puede
negar que también algunos con tendencias homosexuales pueden ejercer el sacerdocio de manera
ejemplar, sin embargo no es oportuno el hecho de llamar al sacerdocio a estas personas.

6. Madurez afectiva, requisito fundamental para entrar al seminario. La iglesia tiene claridad de que
quedan excluidos de la recepción de las órdenes quien padece alguna enfermedad síquica o algún
desorden sicológico. Es decir, se necesitan personas de cierta madurez para iniciar un proceso que
tiene como finalidad la configuración existencial y ontológica con Jesucristo. Ahora bien, La madurez
es una realidad compleja y no es fácil circunscribirla completamente. Se ha convenido, sin embargo,
en considerar maduro, en general, al hombre que ha realizado su vocación de hombre, con otras
palabras, al hombre que ha conseguido la suficiente capacidad habitual para obrar libremente; que
ha integrado sus bien desarrolladas capacidades humanas en hábitos virtuosos; que ha conseguido
un fácil y habitual autocontrol emotivo, con la integración de las fuerzas emotivas que deben estar
al servicio de una conducta racional; que prefiere vivir comunitariamente porque quiere hacer
partícipes a los demás de su donación; que se compromete en un servicio con estabilidad y serenidad;
que demuestra saber comportarse según la autonomía de la conciencia personal; que posee la
libertad de explorar, investigar y elaborar una experiencia, es decir, transformar los acontecimientos
para que resulten fructíferos en el futuro; al hombre que ha logrado llevar al debido nivel de
desarrollo todas sus potencias y posibilidades específicamente humanas.

7. La madurez sexual, fundamental en la madurez humana de un aspirante al seminario. Respecto a


la afectividad, adquiere singular relieve la "dimensión sexual". Si bien es cierto que se la considera
de varias maneras, no se puede negar el estrecho vínculo entre afectividad y sexualidad, y su
interdependencia en la integración de la personalidad. Para poder hablar de persona madura, el
instinto sexual debe superar dos típicas formas de inmadurez: el narcisismo y la homosexualidad, y
alcanzar la heterosexualidad. Esta es la primera fase del desarrollo sexual; pero es necesaria también
una segunda fase: el amor debe ser una donación, y no el buscarse a sí mismo. La consecuencia de
semejante desarrollo es una conducta sexual a nivel propiamente "humano", por el cual el sujeto se
comprende y comporta de una manera distinta y elevada, y adquiere otro concepto de sí. La
sexualidad debe considerarse como un factor determinante de la madurez de la personalidad. La
madurez sexual representa una etapa necesaria para alcanzar un nivel psicológicamente adulto. De
aquí, la necesidad de un justo planteamiento de la sexualidad en el cuadro total de la personalidad
en formación. Una sexualidad madura, con las características aludidas, no podrá ser alcanzada sin
esfuerzos, renuncias o dificultades. El sujeto, en vía de madurez, debe luchar siempre, porque en
cada momento tendrá que elegir entre la satisfacción de ciertas tendencias a menudo contrapuestas
entre sí.

Cuando no se integra en la persona, la sexualidad se convierte en algo banal y destructivo. En nuestra


sociedad actual se ven muchos ejemplos de esto. Quien no tenga una madurez en este campo puede
ocasionar, en lugar de una ayuda para la madurez humana de los otros, daños y abusos que producen
gran dolor, tristeza y disgusto. Además, una sexualidad inmadura hace imposible la vivencia de la
castidad, requisito necesario para poder asumir una vida celibataria que lo haga consecuente con la
paternidad espiritual asumida el día de la ordenación; una dependencia o desorden sexual se
manifiestan como cierta esclavitud, y la vivencia del celibato es manifestación de una libertad plena
y consagrada al servicio de los otros sin ninguna clase de cadenas.

De lo anterior se deduce que las personas con tendencia homosexual se encuentran, efectivamente,
en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De
ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación
por lo tanto se aconseja a los hombres con tendencias homosexuales profundamente arraigadas
(permanente y generada por una necesidad interior), o practique la homosexualidad desistir de su
intención de iniciar un proceso de formación.

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