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Mujeres de Ceniza

de
Sergio Marcos
Martín Guerra
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PERSONAJES

Clara………………… La viuda. Una mujer sumisa que vivió sólo para


su marido. Una inesperada noticia hará de ella
una persona capaz de cualquier cosa.

Isabel………………… Romántica y soñadora, se exilió por amor.

Estela………………… Culposa, perseguida y temerosa. Carga sobre sus


espaldas un gran secreto que la atormenta.

Teresa………………… Desprejuiciada y liberal. Vive el momento, se


maneja por instinto.
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DECORADO

Es el living de una casa de clase media con estilo clásico, que se quedó un
poco en el tiempo. Tiene adornos antiguos, cuadros de época, un perchero
junto a la puerta, un modular, una cómoda, un sofá de tres cuerpos y dos
sillones individuales, un bar con bebidas y varias copas, mesa ratona,
mesita de apoyo con teléfono, un par de jarrones, etc.
Sobre lateral izquierdo hay una puerta que da a las habitaciones y un
modular donde está la urna con las cenizas de Ricardo.
Sobre lateral derecho puerta a cocina y puerta a toilette.
Sobre foro, del lado izquierdo, la puerta de entrada.
Sobre foro derecho ventanal que da a un patio con plantas.

La acción transcurre en Buenos Aires, durante una tarde de otoño, en el


living de la casa de Clara.

Suena el timbre.
Entra Clara de cocina. Observa por la mirilla y abre la puerta. Entra
Estela, con su cartera y su abrigo doblado en el brazo.

CLARA: -¡Estela! (Se saludan) Qué bueno que viniste.

ESTELA: (Preocupada) -Tenés que preguntar quién es antes de abrir.

CLARA: -Me fijé por la mirilla y te vi.

ESTELA: -Con eso no alcanza. Están pasando cosas terribles. ¿No mirás
los noticieros?

CLARA: -Poco y nada.

ESTELA: -Mal hecho. Hay que estar informada. Están asaltando a mujeres
grandes, como nosotras. Ayer casi matan a otra, ¿no sabías?

CLARA: -No. La verdad que no.

ESTELA: -Tenés que tomar conciencia, Clara. Ya no tenés un hombre que


te proteja. Estás viuda. Si no te cuidás vos misma, no te cuida nadie.

CLARA: (Irónica) -Qué alegría verte, Estela.

ESTELA: -Vine a levantarte el ánimo. Para eso estamos las amigas.


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CLARA: -¿Y qué te hace pensar que tengo el ánimo tan bajo?

ESTELA: -Ay, Clara. La carta que me mandaste era un canto a la


depresión. Parecía una despedida. No sé, creí que estabas a punto de… (No
se anima a terminar la frase)

CLARA: -¿De matarme? Te juro que en algún momento lo pensé.

ESTELA: (Asustada) -No digas esas cosas. Me da miedo.

CLARA: (Triste) -Yo no le tengo miedo a la muerte. Es más, a veces


pienso que sería una solución. Un alivio para tanta soledad.

ESTELA: -¡Con razón abrís la puerta sin preguntar! (Pausa) Las chicas
me dijeron que venían. ¿Sabés algo de ellas?

CLARA: -Isabel está en vuelo desde Miami. De Teresa no sé nada.


(Amable) Dame tu cartera y tu abrigo.

ESTELA: (Aferra sus cosas. Cortante) -No, gracias… Estoy bien así.

CLARA: -Siempre con tus manías. Mirá que sos rara, ¿eh?

ESTELA: (Con cierto fastidio) -Bueno, cada uno es como es…

CLARA: -No te enojes. Era una broma. Vení, sentate y hablemos.

Clara toma asiento en el sofá. Estela va a sentarse en uno de los sillones


individuales y Clara la frena.

CLARA: (Imperativa) -¡No! ¡En ese sillón, no!

ESTELA: (Alarmada) -¿Por qué? ¿Qué pasa?

CLARA: (Emocionada) -Era el sillón preferido de Ricardo. Siempre


estaba sentado ahí. Desde que se murió, no dejo que nadie lo use.

ESTELA: (Observándola de reojo) -¡Después la rara soy yo!

Estela toma asiento en el otro sillón individual, siempre con su cartera y


abrigo en la mano.
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CLARA: -Es una manera de no sentirme tan sola… (Mirando el sillón de


Ricardo) A veces me quedo mirándolo, le hablo…

ESTELA: (Absorta) -¿No sería mejor que hablaras con un psicólogo?

CLARA: (Desilusionada) -¿No me entendés, no?

ESTELA: (Siguiéndole la corriente) -¡Cómo no te voy a entender!


Conversar con un sillón vacío es lo más normal del mundo…

Clara la mira. Estela se arrepiente de lo que dijo. Breve silencio.

ESTELA: (Pensando en voz alta) -¡Un año ya! Cómo pasa el tiempo, ¿no?

CLARA: (Triste) -Para mí, no… Me quedé detenida en aquel día.

ESTELA: (Tratando de animarla) -Bueno, pero la vida sigue. No podés


bajar los brazos. Tenés muchas cosas por las que vale la pena vivir.

CLARA: (Seria) -¿Cuáles por ejemplo?

ESTELA: (Duda) -Bueno, no sé… ¡Un montón! (Nerviosa) No las conté,


pero alguna cosa debe haber…

Clara la mira fijo, esperando una respuesta. Estela no sabe qué decir.

ESTELA: -¡Un año ya! Cómo pasa el tiempo, ¿no?

CLARA: (Cortante) -Eso ya lo dijiste.

ESTELA: -Perdoname. Nunca sé qué decir en estos casos.

CLARA: -Entonces no digas nada. Es lo mejor.

ESTELA: -Es que quiero ayudarte. Me duele verte así… hablando con los
sillones. (Clara la mira) Tenés que volver a ser la de antes, Clara.

CLARA: (Muy seria) -Olvidate. Después de lo que pasó, nunca voy a


volver a ser la de antes.

ESTELA: (Dándole ánimo) -Tenés que intentarlo. Mirá, yo en tu lugar


trataría de…
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CLARA: (La interrumpe) -No es fácil. Vos tenés una familia armada. Yo ni
siquiera tengo hijos. Ricardo no quiso. Dejé mi trabajo y mi vida por él. Y
lo único que pretendía a cambio era tener un hijo. Pero no le importó…

ESTELA: -Bueno, a muchos hombres no les gustan los chicos.

CLARA: -A Ricardo le encantaban los chicos… de los demás. (Estela la


mira intrigada) Era el tipo más egoísta del mundo. Sólo pensaba en él. Era
cómodo, ambicioso, materialista, soberbio…

ESTELA: (Se encoge de hombros) -A mí me caía bien.

CLARA: -Porque lo veías un rato de vez en cuando. Si hubieras vivido


treinta años con él, no pensarías lo mismo.

ESTELA: -Leyendo tu carta pensé que lo extrañabas un poco más.

CLARA: (Se quiebra) -Claro que lo extraño. Ricardo fue el único amor de
mi vida. Nunca admiré a nadie tanto como a él… Disculpame. Estoy mal.

ESTELA: -Pensaba encontrarte mucho peor. Dentro de todo, te veo


bastante bien.

CLARA: -A mi edad y en mi estado, se está como se puede.

Suena el timbre, insistente. Clara se levanta y se dirige a la puerta.

CLARA: -Por la forma de tocar, es Teresa. Siempre está apurada.

ESTELA: (Preocupada) -Preguntá quién es. No quiero salir en los diarios.

CLARA: -No seas paranoica. (Ve por la mirilla) ¿Qué te dije? Es Teresa.

ESTELA: -Mirá para los costados. Puede haber un tipo apuntándole.

Clara resopla y abre la puerta. Entra Teresa.

TERESA: -Hola, Clara. (Se saludan)

CLARA: -Teresa… ¿cómo andás? Pasá. Ya llegó Estela.

Teresa deja su abrigo en el perchero y se acerca a los sillones.


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TERESA: -Cómo te va, Estela... Tanto tiempo.

ESTELA: -Es verdad. Hace mucho que no nos vemos. ¿Cómo hiciste para
escaparte del trabajo?

TERESA: -¿La casa de decoración? La cierro cuando quiero. Soy la


dueña. Y además, no vivo de eso. ¡Me mantiene mi marido, como debe ser!

CLARA: -¿Cómo andan tus hijos?

TERESA: -Supongo que bien. Ya son grandes. No puedo vivir atada a


ellos. Les enseñé a volar y les di libertad para que se fueran del nido.

ESTELA: (Sorprendida) -Son tus hijos. No una bandada de pájaros.

TERESA: -Salieron independientes, como yo. Es lo mejor, así crecen más


sanos… (Mirando a Estela, irónica) ¿Estabas por irte? Digo, como tenés la
cartera y el abrigo encima…

Estela acomoda sus cosas con fastidio, pero no las suelta.

CLARA: -Ya la conocés. Está más obsesiva que nunca…

Teresa va hacia el sillón de Ricardo. Clara se queda de pie.

ESTELA: -Ahí no te sientes. Ese es el sillón de Ricardo. (Teresa la mira)


Esa obsesión es de Clara, no mía.

TERESA: (Irónica) -Está bien. Si ya está ocupado, me siento en otro lado.


(Se sienta en el sofá) ¿Saben algo de Isabel?

CLARA: (Mira el reloj) -Ya debe estar por llegar. Llamé a Miami y hablé
con el marido. Me dijo que se tomó el primer vuelo que encontró.

ESTELA: -Y el avión, caerse no se cayó. (La miran mal) Digo, nos


hubiéramos enterado.

TERESA: -Siempre tan optimista vos. (A Clara) ¿Cómo andás, Clara?

CLARA: -Saliendo de a poco.

ESTELA: (A Teresa) -No le creas. Está re deprimida.


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CLARA: -Deprimida no es la palabra. Me siento… vacía.

TERESA: -Es lógico. El recuerdo de tu marido todavía es muy fuerte.

ESTELA: -Fuertísimo. Se la pasó hablando de Ricardo desde que llegué.

TERESA: -No me sorprende. Recién se cumple un año, pero ya va a pasar.

ESTELA: -Hay que darle tiempo. Una no se queda viuda todos los días…
(Todas la miran) Quiero decir, hay que ponerse en el lugar de ella. A mí
también me costó superar la muerte de Ricardo.

TERESA: -A todas nos golpeó. Era un hombre tan saludable, con tantas
ganas de vivir… Fue muy inesperado. Me imagino cómo te debés sentir…

CLARA: -Una nunca está preparada para estas cosas. Y en el caso de


Ricardo, mucho menos.

TERESA: -Pero tenés que superarlo. No podés pasarte el resto de tu vida


deprimida y llorando por los rincones.

CLARA: -Esas son cosas de Estela. ¿Ustedes me ven deprimida?

ESTELA: -No, pero tu carta no era muy optimista que digamos.

CLARA: (Minimizando) -Reconozco que no la escribí en mi mejor día. Se


acercaba esta fecha, y me sentía muy sola. Pero ustedes no me fallaron.

TERESA: -¡Nunca te vamos a fallar! Las amigas de verdad aparecen en


los peores momentos.

Suena el timbre.

CLARA: -Esa debe ser Isabel. (Va hacia la puerta)

ESTELA: (Preocupada) -No adivines. Preguntá quién es.

CLARA: -Basta, Estela. No pasa nada.

ESTELA: -No pasa nada, hasta que pasa.

TERESA: (Intrigada) -¿De qué hablan?


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Estela se encoge de hombros. Clara abre la puerta y entra Isabel con una
pequeña valija de viaje. Feliz, saluda a Clara.

ISABEL: -¡Hola, Clara! ¿Cómo estás?

CLARA: -Bien. ¿Y vos? No puedo creer que hayas venido desde Miami
solamente para verme. Es una locura.

ISABEL: (Deja su abrigo en el perchero y la valija en un rincón) -Era mi


obligación de amiga. Apenas leí tu carta, pensé: “Tengo que llegar a
Buenos Aires antes de que Clara se suicide”. (Sonríe) Y acá estoy. Cumplí.

CLARA: (Se suma a la broma) -Llegaste justo. ¡Media hora más y no me


encontrabas!

ISABEL: -¿Viste que hice bien en venir? Hablás un rato conmigo y


recuperás el sentido del humor.

CLARA: -Podías haberme llamado por teléfono. No hacía falta que


hicieras semejante gasto.

ISABEL: -No es ningún gasto. Paga mi marido, que tiene plata de sobra.
(La mira) Estás mucho más flaca.

CLARA: -Será que no tengo a quién cocinarle y me olvido de comer.

ISABEL: -Buen sistema. Lo voy a tener en cuenta. (a Estela y Teresa)


¿Qué dicen mis amigas? Están igual que cuando nos conocimos. ¿En qué
año fue?

TERESA: -No importa. No me hagas acordar que me siento más vieja. (Se
abraza con Isabel) Hola, ¿cómo estás?

ISABEL: -Yo bien, pero vos estás bárbara… ¡Hola, Estela! Siempre con la
cartera y el abrigo en la mano. ¡No los soltaste ni en la luna de miel!

ESTELA: (Sonríe) -Hola, Isabel. ¿Cómo andan tus hijos?

ISABEL: -Bárbaro. El mayor está a punto recibirse de licenciado en


hotelería. Sigue los pasos del padre. Y Sheryl ya cambió de carrera como
cuatro veces. No sabe muy bien lo que quiere.

CLARA: -¡Ella salió a la madre! (Todas se ríen) ¿Viajaste bien?


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ISABEL: -Sí, pero estoy agotada. Si hay algo que no extraño es el clima de
Buenos Aires. Me duelen los huesos de tanta humedad.

ESTELA: -No es el clima. Son los años. Últimamente paso más tiempo en
la farmacia que en casa.

CLARA: (Seria) -Yo no me puedo quejar. Estoy mejor que Ricardo.

Todas miran a Clara. Breve silencio. Isabel habla para romper el hielo.

ISABEL: -Teresa, vos estás siempre igual. ¿Cómo hacés?

TERESA: -Una tiene la edad del hombre con el que se acuesta.

CLARA: -No digas pavadas, Teresa. ¡Tu marido tiene 67 años!

TERESA: -Pero mi personal trainer tiene 28. (Todas la miran) Búsquense


uno y me lo van a agradecer.

CLARA: -¿Andás mal con tu marido?

TERESA: -No. Con Hernán la paso bien… Sigo haciendo algunas


travesuras, obvio, pero sin poner en riesgo mi matrimonio. A esta edad debe
ser terrible quedarse sola. (A Clara) No lo digo por vos, ¿eh?

ESTELA: -Yo ni loca salgo con un personal trainer… ¡Mirá si el tipo me


duerme con un somnífero y me roba la cartera!

ISABEL: (Irónica) -Imposible. Para robarte la cartera, tendría que


amputarte el brazo. (Estela la mira mal)

CLARA: -Decí la verdad, Teresa. Algo hacés para mantenerte así.

TERESA: (Evadiendo la pregunta) -Ginseng… y baba de caracol.

CLARA: -No mientas, que se va a ofender tu cirujano. (se ríen)

TERESA: -Juro que es verdad. Nunca entré a un quirófano. (Todas la


miran sin creerle) Bueno, me hice un par de retoques. (Siguen mirándola)
Está bien, no dije nada… (Dejan de mirarla) Pero la cola es natural.

ISABEL: (A Clara, señalando el sillón de Ricardo) -¿Estabas sentada acá?


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ESTELA: -No, ahí está Ricardo. Es su sillón preferido.

Isabel sonríe creyendo que se trata de una broma y va a sentarse.

CLARA: (Firme) -¿No escuchaste a Estela? (Isabel se queda inmóvil)


Sentate al lado de Teresa.

Isabel se sienta en el sofá junto a Teresa. Breve silencio.

ISABEL: -El vuelo tuvo un retraso y vine directo sin pasar por el hotel.

CLARA: -¿Por qué reservaste un hotel? Podías quedarte acá. Ahora que no
está Ricardo, hay lugar de sobra.

TERESA: (Irónica) -Más o menos. El sillón lo sigue ocupando.

CLARA: (Melancólica) -El sillón sí. Pero la cama no.

ESTELA: -Sé cómo te sentís. Mi marido está vivo y tampoco la ocupa.


(Todas la miran) No está nunca.

CLARA: -No te quejes. Al menos te dio un hijo. ¿Cómo anda Fernando?

ESTELA: -Bien. Trabajando mucho, por suerte.

CLARA: -Es increíble lo bien que se recuperó después de la enfermedad.


¡Yo recé tanto para que saliera adelante!

ESTELA: -Gracias. Pero prefiero no acordarme de eso. Fue muy duro,


pero por suerte ya pasó.

TERESA: -¿Cuántos años tiene, ya?

ESTELA: -Cumplió 26. Y está viviendo en pareja.

ISABEL: -Preparate. En cualquier momento te hace abuela.

TERESA: (Irónica) -Hablando de abuelos, Isabel… ¿Cómo anda tu


marido?

ISABEL: (Tocada) -José tiene 75 años, pero todavía funciona. El viagra


nos salvó. Parece 20 años más joven. (Pausa) ¡Y yo también!
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TERESA: -Qué gran descubrimiento, ¿no?

ESTELA: (Intrigada) -¿Qué cosa?

TERESA: -El viagra. (Pausa) ¿Tu marido toma viagra?

Estela responde con una mueca, dando a entender que no tiene ni idea.

TERESA: (Con intención) -Seguro que no toma. (La señala) ¿Para qué?

Silencio. Clara busca desviar la conversación para proteger a Estela.

CLARA: -Lo bueno del viagra es que igualó a los hombres. Ahora los
mayores de 60 no tienen nada que envidiarles a los chicos jóvenes.

TERESA: -Igual yo prefiero a los chicos jóvenes. ¡Y si toman viagra,


mejor todavía!

Isabel y Clara festejan la ocurrencia de Teresa. Estela se queda seria y


pensativa. Breve silencio.

ESTELA: -El viagra es un invento nefasto. (Todas la miran buscando una


explicación) A esta altura de la vida una quiere vivir tranquila. Y por culpa
de esa pastilla, los maridos te siguen molestando hasta cualquier edad.

CLARA: (Irónica) -¿Y tu marido te “molesta” seguido?

ESTELA: (Intentando hacerse la superada) -Sí. Muy seguido. (Todas se


sorprenden) Mario nunca falla… Una vez por mes, me busca.

ISABEL: (Asombrada) -¿Hacen el amor una vez por mes?

ESTELA: -No siempre. A veces me hago la dormida.

TERESA: -¿Cómo que te hacés la dormida? ¡El sexo es lo mejor que hay
en la vida! ¿A vos no te gusta?

ESTELA: -Cuando era joven, sí. ¡Pero ya estoy grande para esas cosas!

CLARA: -Para esas cosas no hay edad, Estela.

TERESA: -Para mí el sexo es salud. El cuerpo me lo pide.


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ESTELA: -Mi cuerpo es distinto. Desde que entró en la menopausia, no


pide más nada. (Todas la miran)

ISABEL: -Estela es muy exagerada, pero algo de razón tiene. Yo no


necesito la misma frecuencia sexual que antes.

CLARA: -Seamos sinceras. En mayor o menor medida, la menopausia nos


cambió bastante a todas.

TERESA: -A mí me cambió para bien. ¡Ya no tengo que tomar


anticonceptivos!

Isabel y Clara se ríen. Estela se mantiene ajena, con la mirada perdida.

ISABEL: -Te quedaste colgada, Estela. ¿Qué estás pensando?

ESTELA: (Repite mecánicamente su frase anterior) -El viagra es un


invento nefasto.

Todas reaccionan con un gesto de fastidio.

ISABEL: -Para mí es un medicamento más. Si a José le duele la cabeza, le


doy una aspirina. Y si quiere tener sexo, le doy la otra pastilla y listo.

CLARA: -No puedo creer que seas tan fría. Más que una esposa, parecés
una farmacéutica.

TERESA: -¿Ricardo tomaba viagra?

ESTELA: -¡Sos una bestia! ¡No podés preguntarle eso!

TERESA: -Hace 50 años que somos amigas. Podemos preguntarnos


cualquier cosa. (A Clara) ¿Tomaba o no?

CLARA: -No sé. Hacíamos el amor tan pocas veces, que nunca se me dio
por preguntarle… Prefiero pensar que se excitaba porque yo le gustaba.

ISABEL: -Eso no tiene nada que ver. Yo a mi marido le gusto, pero sin la
pastilla no puede.

TERESA: -A mí no me importa si consiguen una erección por sus propios


medios o con ayuda de la ciencia… El tema es que la tengan.
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ESTELA: -¿Podemos cambiar de tema? Clara está mal por la muerte del
marido, y vos te la pasás hablando de erecciones…

TERESA: -Hace un año que murió Ricardo. ¡Un año! ¿Hasta cuándo va a
seguir de duelo? Ahí afuera está lleno de hombres que quieren pasarla bien.

ISABEL: -Te estás desubicando, Teresa. Clara tiene otra forma de pensar.

CLARA: -Es verdad. Somos muy distintas.

TERESA: -¡Obvio que somos distintas! Estuviste casada treinta años con
el mismo tipo. Y le fuiste fiel. Pero el contrato era clarito: “hasta que la
muerte los separe”. Ya está, se venció, sos libre. ¡Salí y disfrutá de la vida!

CLARA: -Yo no necesito estar con un hombre para disfrutar. Estoy bien
así.

TERESA: -Estarías mucho mejor si un tipo te diera una alegría. (Todas la


miran) Algo rapidito, sin amor, que no empañe la memoria de Ricardo…

CLARA: -No insistas, Teresa. Acostarme con el primer tipo que pase no es
para mí. (Con intención) Yo no soy como vos, ¿entendés?

Se quedan unos instantes en silencio.

ESTELA: (Con fastidio) -Al final, cada vez que nos vemos, siempre
terminamos hablando de sexo.

TERESA: (Irónica) -Bueno, se ve que es un tema del cual no tenés mucho


para contar. A ver, ¿de qué querés hablar?

ESTELA: -No sé… de cualquier cosa. Algo que le levante el ánimo a


Clara. ¿A eso vinimos, no?

Se produce otro silencio.

CLARA: (Seria) -Yo nunca tuve un orgasmo. (Todas la miran absortas)

ESTELA: -Yo sí tuve. (Ahora las miradas van hacia Estela)

TERESA: (Irónica) -No se cuál de las dos noticias me sorprende más.


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ISABEL: -Clara, vos estabas enamorada de Ricardo. ¿Con él… nunca?

CLARA: -No. Ni con él, ni con nadie… Si fue el único hombre de mi vida.
No sé lo que se siente… Bah, me imagino porque lo leí y me contaron, pero
nunca lo viví.

TERESA: (Irónica) -¡Con razón no te interesa tener un amante!

ESTELA: (Intrigada) -¿Los orgasmos son iguales en todas las mujeres?

ISABEL: -No sé. Supongo que cada una los siente a su manera.

TERESA: (Divertida) -¿Los tuyos como son, Estela?

ESTELA: -Me agarra como una corriente eléctrica por todo el cuerpo,
empiezo a temblar y se me abren los dedos de los pies…

TERESA: -Eso no es un orgasmo. ¡Es un ataque de epilepsia!

Teresa, Isabel y Clara se ríen. Estela baja la cabeza, algo avergonzada.


Pero enseguida se contagia de sus amigas y también sonríe.

CLARA: -Me hace muy feliz que hayan venido. ¿Quieren café? (Todas
asienten) Ya les traigo.

ESTELA: -Yo te ayudo.

Inician mutis a cocina Clara y Estela, con su abrigo y su cartera.

TERESA: (A Estela) -Llevá la cartera porque hay muchos robos por la


zona.

Clara y Estela salen a cocina

ISABEL: (Preocupada) -No hicimos bien en venir. Estoy arrepentida.

TERESA: -No empecés, Isabel. Vos llamaste de Miami para que nos
juntáramos con Clara.

ISABEL: -Sí, ya sé que fue idea mía. Cuando leí la carta, pensé lo peor.
¿Vos creés que es capaz de hacer una locura?
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TERESA: -Seguro… (Clara la mira. Irónica) Si nunca tuvo un orgasmo.


¡Cómo no va a querer suicidarse!

ISABEL: -No, en serio… Tengo un mal presentimiento.

TERESA: -No exageres. Parece muy tranquila.

ISABEL: -Eso es lo que me llama la atención. ¿Estará medicada?

TERESA: -Que yo sepa, no. Bah, no creo… (Se levanta y va hacia el bar)
¿Qué es lo que te inquieta tanto?

ISABEL: -Hoy es el primer aniversario de la muerte de Ricardo, y no se le


cayó una lágrima…

TERESA: (Se sirve un trago) -Capaz que llora cuando está sola. Le dedicó
toda su vida a él. Por más que lo disimule, debe estar sufriendo.

ISABEL: -Qué sé yo… Es tan raro. Hay algo que no me gusta.

TERESA: -¿Qué estás pensando? (Bebe)

ISABEL: -No sé cómo explicarlo. Nos mandó la misma carta a las tres. Y
parecía escrita como para que hoy estuviéramos todas acá, con ella.

TERESA: (Regresa con la copa) -¿Y eso qué tiene de raro? Somos sus
únicas amigas, y hoy es un día difícil para ella. No querría pasarlo sola.

ISABEL: -Hasta ahí todo bien. Pero la actitud de Clara no me cierra. En la


carta parecía desesperada. Y ahora está demasiado calmada.

TERESA: -Estaba deprimida, y vernos acá le hizo bien. Es normal.

ISABEL: -No es normal. Hay algo de Clara que me preocupa. ¿Vos viste
cómo nos mira? Te juro que me da miedo.

TERESA: (Divertida) -Ay, Isabel. ¡Estás más paranoica que Estela!

ISABEL: (Avergonzada) -Sí, tenés razón. Disculpame, no sé qué me pasa.

Vuelve Clara con una bandeja con cuatro cafés. Estela trae un termo y
viene hablando detrás.
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ESTELA: -Y eso no es nada… A un vecino le hicieron un secuestro


express y lo tuvieron toda la noche recorriendo cajeros.

CLARA: -Basta, Estela. Hablás tanto de la inseguridad que te van a


terminar asaltando de verdad. (Comienza a repartir los pocillos)

ISABEL: -Esas cosas en Miami no pasan.

ESTELA: -Pero tienen huracanes. No sé qué es peor.

Isabel mira con fastidio a Estela. Breve silencio.

CLARA: (Amable) -Tengo torta. ¿Quieren?

ISABEL: -No, gracias. Por ahora no.

TERESA: -Más tarde puede ser.

Estela se sienta en el sillón opuesto al de Ricardo. Clara le acerca el


último pocillo a Teresa y se siena junto a ella.

TERESA: -Gracias. (Pausa) Ya que estamos todas juntas, podríamos salir


para que Clara se distraiga un poco…

ESTELA: -¿Y si vamos al cementerio a llevarle flores a Ricardo? (Todas


la miran mal) Bueno, es el aniversario, ¿no? Por ahí a Clara le hace bien.

CLARA: (Seria) -No necesito ir al cementerio para recordar a Ricardo.

Clara se levanta y va al modular. Toma la urna con las cenizas y la lleva a


la mesa. Todas miran intrigadas. Estela bebe el último sorbo de café.

ISABEL: -¿Qué es eso?

CLARA: -Esto es lo que me quedó de mi marido. Siempre quiso que lo


cremaran.

Isabel y Teresa se impresionan. A Estela se le escapa el pocillo de las


manos, y al querer agarrarlo tira varias cosas de la mesa. Luego trata de
ordenar todo, con movimientos tensos y sin soltar su abrigo y su cartera.

TERESA: -¿Qué hacés con las cenizas en tu casa? Así nunca vas a
terminar de hacer el duelo. Tenés que tirarlas en algún lado.
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ISABEL: -No seas insensible. ¿No ves que todavía lo sigue queriendo?

ESTELA: (Mientras acomoda las cosas) -Y… Es como dice el refrán:


donde hubo fuego, cenizas quedan. (La miran mal. Estela se da cuenta de
lo que dijo y cierra los ojos y aprieta los dientes, arrepentida)

Clara deja la urna en el centro de la mesa y se sienta en el sofá.

ISABEL: -Tenés que deshacerte de las cenizas, Clara. No sé, esparcirlas en


algún lugar que le gustaba a Ricardo.

ESTELA: -¡En el sillón! (Vuelven a mirarla mal. Estela repite el gesto)

TERESA: -Déjenla tranquila… Si Clara quiere tener a Ricardo en una urna


o sentado en el sillón, no es asunto nuestro.

CLARA: (A Teresa, seria) -A vos te da lo mismo, ¿no?

TERESA: -No, no me da lo mismo… Pero no importa lo que me parezca a


mí, sino a vos. (Pausa) ¿Por qué me preguntás eso?

CLARA: -Es que me resulta muy extraño escucharte hablar así…

TERESA: -¿Así cómo?

CLARA: -Pensando en lo mejor para mí, cuando nunca lo hiciste. (Teresa


la mira fijo) Mirame a los ojos, Teresa. ¿No tenés algo para contarme?

TERESA: (Segura) -No. Simplemente me preocupo por vos.

CLARA: -Me sorprende verte preocupada por lo que me pasa. (La mira
desafiante) ¿O acaso pensabas en mí cuando te acostabas con mi marido?

TERESA: (Sonríe nerviosa) -¡Vos estás loca!

ISABEL: (A Clara) -¿Qué dijiste, Clara?

CLARA: -Lo que escuchaste. ¡Teresa y Ricardo eran amantes!

La noticia cae como una bomba. Se produce un silencio general,


asfixiante. Las tres quedan perplejas. Estela se ahoga. Abre la boca
buscando aire y se toma el pecho. Todas la miran.
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ESTELA: (Intentando tranquilizarlas) -No se preocupen. Es un ataque de


pánico. Me agarra cuando me angustio.

TERESA: (A Clara, incómoda) -Mirá, voy a hacer de cuenta que no


escuché nada. Quiero pensar que se te escapó, o que son delirios que tienen
que ver con el momento que estás viviendo.

Clara va hacia el modular, decidida. Isabel y Estela la increpan.

ISABEL: -Clara, ¿por qué dijiste eso?

ESTELA: (A Clara) -Me parece que te desubicaste.

TERESA: (Buscar sus cosas) -No tengo por qué soportar esto. Me voy.

Isabel y Estela miran sorprendidas la situación. Clara saca varias cartas


de un cajón. Muy tranquila se las exhibe a Teresa.

CLARA: -Antes de irte, me gustaría que vieras estas cartas. (Teresa se


detiene y la mira) ¿O preferís que las lea en voz alta? Tal vez sería lo
mejor, así Isabel y Estela saben qué clase de amiga sos…

Teresa camina unos pasos, nerviosa.

ISABEL: (A Clara) -¿Qué pasa con esas cartas, Clara?

CLARA: (Con extraña calma) -Se las escribió Teresa a mi marido durante
años. Las leí todas, una por una, palabra por palabra… Cuentan con lujo de
detalles cada encuentro. (Irónica) Un repertorio muy variado, por cierto.

Clara arroja las cartas sobre la mesa. Isabel y Estela las revisan.

ISABEL: (Sorprendida) -Es tu letra, Teresa. ¡No lo puedo creer!

ESTELA: -Yo tampoco. ¡A nosotras nunca nos escribe!

TERESA: (A Clara, firme) -¿De dónde las sacaste?

CLARA: -Las encontré al desarmar el escritorio de Ricardo para venderlo,


porque me traía muchos recuerdos. Y encontré un cajón con doble fondo.

TERESA: (Furiosa) -¿Cómo te atreviste a leer mis cartas?


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ESTELA: -¿Vos te acostabas con el marido y ella no puede leer tus cartas?

TERESA: (Le grita enojada) -¡Vos no te metas!

ISABEL: (Sale a defenderla) -Tranquila, que ella no tiene la culpa, eh…

CLARA: (A Teresa, irónica) -Disculpame por invadir tu intimidad, pero si


eran “tus” cartas, ¿qué hacían en “mi” casa?

TERESA: (Ante las evidencias, estalla) -Mirá, Clara… Si Ricardo y yo


hicimos lo que hicimos, fue porque vos nunca pudiste retenerlo.

ISABEL: -¿Qué decís? ¿Te volviste loca? ¡Ese argumento es válido con
cualquier tipo casado, pero no con el marido de una amiga!

CLARA: -De Teresa no me extraña nada. Pero no puedo creer que mi


marido haya sido amante de ella. (A Teresa) ¡Ricardo detestaba a las
mujeres fáciles, como vos!

TERESA: (Se descarga) -Eso te lo decía para que no sospecharas. Ricardo


estaba loco por mí. ¿Y sabés por qué? ¡Porque yo se cómo tratar a un tipo
en la cama! ¡Yo sé lo que quiere, lo que necesita de una mujer!

ISABEL: (Intenta frenarla) -Basta, Teresa. Ya fue suficiente.

CLARA: (Serena) -Dejala, Isabel. Quiero saber todo. (A Teresa) Siempre


tuviste los tipos que quisiste. ¿Por qué tuviste que buscar también a mi
marido? Porque lo buscaste vos, ¿no?

ISABEL: (Se levanta para interceder) -Pará, Clara… Esto es de pésimo


gusto. ¿Para qué querés conocer los detalles? (La toma del brazo para
calmarla y Clara zafa con un movimiento enérgico pero no violento)

CLARA: -Tengo derecho. (Avanza hacia Teresa y le habla con tono


desafiante) ¿Qué te daba Ricardo, que te gustaba tanto?

TERESA: (Altanera) -No era el sexo lo que más me gustaba de él.

ESTELA: (Sorprendida) -¿Ah, no?

TERESA: El pobre se conformaba con muy poco. (A Clara, cruel) Se nota


que la cama no era tu fuerte…
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ISABEL: -Basta, Teresa. Estamos entrando en un terreno muy feo.

CLARA: -Yo pienso todo lo contrario. Es la primera vez que la escucho


decir algo interesante. (A Teresa) No me respondiste… ¿Te acostabas con
mi marido por algo en especial, o sólo para meterme los cuernos a mí?

TERESA: -Muchas veces me hice esa pregunta. Porque Ricardo no era el


tipo de hombre que me gusta.

ESTELA: -Por favor, Teresa. ¡Si a vos te gustan todos!

TERESA: -Para una noche sí. Pero me canso enseguida. Los echo y no
quiero verlos nunca más.

CLARA: -Con Ricardo fue diferente. Por las fechas de las cartas, fueron
amantes bastante tiempo. Respondeme. ¿Qué te gustó de él?

TERESA: -Físicamente nada. Ricardo era muy poco atractivo, se vestía


pésimo y en la cama dejaba bastante que desear.

ISABEL: -¡Menos mal! Si te hubiera gustado, lo secuestrabas…

CLARA: -Andá al grano, Teresa. ¿Por qué buscaste a mi marido?

TERESA: (Suspira y luego confiesa) -Tenía algo que me volvía loca: su


sentido del humor. Le encontraba el lado divertido a todo. Siempre tenía
una salida ocurrente, un chiste. Era el único tipo que me hacía reír.

Estela lanza una carcajada. Todas la miran y ella se queda muda.

ESTELA: (Avergonzada) -Perdón. Me río de los nervios.

Clara se sienta en el sofá, abatida.

ISABEL: (Enojada) -¡Sos una basura, Teresa! No podés acostarte con el


marido de una amiga porque te hace reír. ¿Nunca pensaste en Clara?

TERESA: -No. Y en Ricardo tampoco. Cuando me acuesto con alguien


pienso solamente en mí. (Se encoge de hombros) Permiso, paso al baño.

Teresa sale al baño.


22

ESTELA: (A Clara) -Va mejorando. Para acostarse con Ricardo no te pidió


permiso.

Estela se pasa del sillón al sofá e intenta consolar a Clara junto a Isabel.

CLARA: -No lo puedo creer.

ISABEL: -Yo tampoco. Es increíble que tu marido te haya engañado con


Teresa.

CLARA: -Lo que no puedo creer es que mi marido haya hecho reír a
alguien. Ricardo era el tipo más serio del mundo. En treinta años de
matrimonio, jamás me dedicó una sonrisa. Ni una mueca.

ISABEL: (Indignada) -Lo que hizo es imperdonable…

CLARA: (Pensativa) -No lo sé… Algún mérito hay que reconocerle a


Teresa. (Isabel y Estela la miran) Cuando encontré las cartas, tuve ganas de
matarla… (Isabel y estela se sobresaltan) Pero leyéndolas muchas veces,
descubrí que ella despertó en Ricardo cosas que yo jamás pude despertar…

ISABEL: (Nerviosa, a Clara) -Te juro que estoy, no sé… asombrada es


poco. ¿Vos nunca sospechaste nada?

CLARA: -No. Ricardo jamás me dio motivos para pensar que tenía una
historia con Teresa.

ESTELA: -Se llevó el secreto a la tumba. (Isabel la mira mal. Estela


intenta corregirse y la embarra peor) Bueno, a la urna…

ISABEL: (Enérgica) -¿Podés quedarte callada, Estela? ¿No ves que Clara
está viviendo el peor momento de su vida?

CLARA: (Con notable calma) -No dramatices. Somos mujeres grandes,


modernas. A esta altura podemos soportar una infidelidad, ¿o no?

ISABEL: (Furiosa) -¡No! (Clara y Estela la miran) No entiendo cómo


podés aceptarlo con tanta frialdad. Parece que no te importara…

CLARA: -¿Qué otro remedio me queda? El daño ya está hecho.

ISABEL: -¡Reaccioná, Clara! ¡Teresa se acostó con tu marido durante años


y vos seguís como si nada! ¡Lo único que falta es que le des el pésame!
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CLARA: -¿Y qué pretendés que haga?

ISABEL: -¡No sé! ¡Sacate la bronca de alguna manera! ¡Tirale un jarrón


por la cabeza!

ESTELA: -¡O la urna con las cenizas!

ISABEL: (Fuera de sí) -¡Callate, Estela! (A Clara) Quiero que cuando


Teresa salga del baño le digas todo lo que pensás. No te tragues nada,
porque después es peor.

CLARA: -No gano nada haciendo un escándalo, Isabel. Además… no soy


quién para condenarla.

ISABEL: (Alterada) -¡No se acostó con cualquier tipo! ¡Se acostó con tu
marido! Teresa te traicionó como amiga…

CLARA: (Inmutable) -Cometió un error. Eso es todo.

ESTELA: -Uno, no. Por lo que dicen las cartas, fueron varios…

Vuelve Teresa del baño

TERESA: (Decidida) -Bueno, ya no tengo nada más que hacer acá.

CLARA: (Sorpresivamente amable) -Prefiero que te quedes, Teresa. Esta


fecha es muy importante para mí, y las necesito a las tres conmigo.

TERESA: (Confundida) -Otro día. Ahora mejor me voy.

ISABEL: (Enérgica) -¿No escuchaste? Clara quiere que te quedes.

ESTELA: -¡Si no lo hacés por ella, hacelo por Ricardo! (Todas la miran)

CLARA: (Señala el sofá, llamativamente serena) -Teresa, por favor.

Teresa se sienta en el sofá. Silencio tenso. Estela busca decir algo para
romper el hielo.

ESTELA: -Qué silencio… Parece un velorio. (Todas la miran)


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El silencio se hace más incómodo. Estela silba una melodía. Todas la


miran mal. Estela baja la mirada. Suena un celular. Todas miran a Estela.

ESTELA: (Levanta las manos) -A mí no me miren. Yo no tengo celular.

ISABEL: -Es el mío. Disculpen. (Saca su celular, mira el display y sonríe)


Es José. (Atiende) Hola, mi amor… Sí, llegué bien… ¿Y dónde voy a estar?
En la casa de Clara, con las chicas… (Con fastidio) A ver, esperá…
(Apunta el celular hacia ellas) Saluden a José, chicas… (Clara, Isabel y
Teresa lo saludan con desgano) Bueno, mi amor… Estamos charlando…
Sí, antes de dormir te llamo… Yo también… Un beso… Chau… (Corta)

TERESA: -¿No te creía que estabas con nosotras?

ISABEL: (Suspira) -Está cada día más celoso. Como viajo mucho para
exponer mis cuadros, vive llamándome por teléfono. No sé, tiene miedo de
que le meta los cuernos…

ESTELA: -¡Y lo bien que hace! (Isabel y Clara la miran) Un poco de


celos está bien, para mantener vivo el amor.

CLARA: -¿Tu marido es celoso, Estela?

ESTELA: (Duda) -Y... Lo normal.

TERESA: (Harta) -¿Cómo sabés qué grado de celos es normal?

ESTELA: -Qué sé yo… ¿Vieron que tengo albañiles trabajando en casa?


Bueno, Mario no quiere que los reciba en bata… Dice que pueden pensar
que los estoy provocando y por ahí me tratan de violar…

ISABEL: -¡Tu marido es más paranoico que vos!

TERESA: (A Estela, irónica) -Si cree que los albañiles se te van a tirar
encima, no son celos… es demencia senil! (Todas la miran)

Breve silencio.

CLARA: (Pensativa) -Ricardo no me llamaba nunca para controlarme. Se


ve que confiaba en mí…

ISABEL: (Con intención) -O estaba muy ocupado con Teresa.


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TERESA: -¡Terminala, Isabel! ¿Para esto querías que me quedara?

CLARA: -Tranquila, Teresa.

TERESA: -Yo estoy tranquila. Pero a la primera frase irónica de Isabel,


agarro mis cosas y me voy.

ISABEL: (Indignada) -¡Esto es el colmo! La señora puede acostarse con


los maridos de las amigas, pero a ella no se le puede decir nada.

ESTELA: (Espantada) -¿Cómo que se acuesta con los maridos de las


amigas? ¿No era solamente con Ricardo?

CLARA: -Es una manera de decir, Estela. Con Mario no se acostó.

ESTELA: (A Teresa) -¿Estás segura, Teresa? ¿Mi marido no te hace reír?

TERESA: (Cortante) -No. Tu marido me da lástima.

ESTELA: (Suspira aliviada) -¡Ay, no sabés la alegría que me das! (Todas


la miran sorprendidas)

TERESA: -A mí los tipos celosos me duran poco. Yo hago mi vida y no le


rindo cuentas a nadie.

ISABEL: (Con intención) -Ni siquiera a Clara.

TERESA: (Alterada) -¿Qué te pasa conmigo? ¿Tenés algún problema?

ISABEL: (La enfrenta, furiosa) -¡Sí! ¡No puedo creer lo que hiciste!

TERESA: (Desafiante) -La cosa es entre Clara y yo. ¿Vos qué te metés?

Isabel la encara enfrentándola. Clara la agarra y trata de calmarla.

CLARA: (A Isabel) -Teresa tiene razón. Si yo lo tomé con calma, vos no


podés reaccionar así…

ISABEL: (Confundida) -Es que no entiendo tu actitud… Parece que lo que


hizo Teresa no te importara en lo más mínimo.

ESTELA: -No nos desviemos del tema. ¿Qué es más importante? ¿La
traición de Teresa o cómo lo tomó Clara? (Isabel la mira con odio)
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TERESA: -Acá no hubo ninguna traición. No mezclemos los tantos. Una


cosa es mi amistad con Clara y otra los encuentros que tuve con Ricardo.

ESTELA: (Sorprendida) -¿Esporádicos? (Levanta las cartas) ¡Si lo hiciste


más veces que yo en treinta y ocho años de casada!

ISABEL: -Vos mezclaste los tantos, Teresa. Ricardo no era un tipo


cualquiera. Era el marido de tu amiga.

TERESA: -¿Y? Yo no lo elegí porque estaba casado con Clara.

ESTELA: -Eso es verdad. Lo eligió porque la hacía reír.

ISABEL: (Furiosa) -¿Te podés callar, Estela? Acá no tenés nada que ver.

TERESA: -Vos tampoco. Grabátelo bien, Isabel. Yo nunca le puse un


revólver en la nuca a Ricardo. Estuvo conmigo porque quiso. (Amenazante)
Así que no me jodas, ¿entendés?

CLARA: (Camina con sorprendente calma) -Tranquila, Teresa… A pesar


de lo que hiciste, debo reconocer que en el fondo te envidio… y te admiro.

ISABEL: (Desorientada) -No te entiendo.

CLARA: -Envidio la naturalidad con que se toma el sexo, el placer. Esos


temas siempre fueron un pecado para mí. Y admiro la forma en que valora
y defiende su libertad. Yo crecí llena de tabúes, de culpas y de miedos. Y
así se me fue pasando la vida. (Todas la miran asombradas) Si yo tuviera la
cabeza abierta como ella, tal vez Ricardo nunca me hubiera engañado…

Se produce un silencio. Estela se pone a llorar, conmovida. Se suena la


nariz con estruendo. Todas la miran.

ESTELA: -Perdón. Me emocioné.

ISABEL: (Indignada) -¿A vos te parece bien lo que dijo?

ESTELA: (Romántica) -No. Pero lo dijo de una manera tan linda...

ISABEL: (Furiosa) -¡Por Dios! ¡Esta mujer me saca de quicio!

CLARA: (Muy serena) -Tranquila, Isabel. Te estás pasando de la raya.


27

ISABEL: -¡No me hables con este tono, Clara! Me pone nerviosa tu


pasividad. ¡Teresa fue amante de tu marido y vos no le decís nada!

TERESA: -Dejala en paz, Isabel. Parece que la viuda fueras vos.

ESTELA: (A Isabel) -Teresa tiene razón. Cada una reacciona como le sale.

ISABEL: -¡Ese es el problema! ¡Que a Clara no le sale nada!

CLARA: -¿Qué pretendés? ¿Que haga una escena de celos en memoria de


Ricardo?

ISABEL: -Sería un buen comienzo.

CLARA: (La encara, decidida) -¿Y a quién querés que se la haga? ¿A


Teresa o a vos?

ISABEL: (Sorprendida) -No te entiendo.

Silencio. Teresa y Estela miran a Clara, desconcertadas.

CLARA: -¿No me entendés, o te hacés la que no me entendés?

TERESA: -¿Qué pasa, Clara? ¿Por qué tanto misterio?

CLARA: -Es tu oportunidad, Isabel. ¿Les contás vos o les cuento yo?

ISABEL: (Le esquiva la mirada, incómoda) -No sé de qué hablás.

CLARA: (Seria) -Sí que lo sabés. El problema es que yo también lo sé.

ESTELA: (Intrigada) -¿Qué es lo que saben? Hablá, Clara.

CLARA: (Disfrutando cada palabra) -Teresa no es la única amiga que se


acostó con mi marido… ¡Isabel también fue amante de Ricardo!

Estela vuelve a ahogarse. Teresa larga una carcajada.

ISABEL: (A Teresa, furiosa) -¿Se puede saber de qué te reís?

TERESA: (Vengativa) -Me río de todas las cosas que dijiste de mí por lo
que hice. ¡Vos no tenés vergüenza!
28

ESTELA: -No la culpes. Estaba celosa.

ISABEL: (Intenta defenderse, nerviosa) -¿Ustedes le creen a Clara?


(Teresa y Estela la miran en silencio) ¿No ven que está mal? ¡Piensa que
todo el mundo se acostó con Ricardo! ¡Se volvió loca!

CLARA: (La mira seria) -Tengo pruebas, Isabel.

ISABEL: -¡Por favor! Yo jamás le escribí una carta a tu marido.

CLARA: -Eso es verdad. No encontré ninguna carta tuya. (Yendo hacia el


modular) Pero descubrí cosas mucho más comprometedoras.

ISABEL: -¡Yo no me presto a ese juego! ¡Me voy! (Inicia mutis)

TERESA: (Le corta el paso) -¡Vos te quedás y te aguantás lo que venga,


como hice yo!

Clara abre un cajón del modular y saca varias fotos.

CLARA: -Acá tienen. Hay fotos para todos los gustos.

ESTELA: (A Clara, sorprendida) -¿Contrataste a un detective?

CLARA: -No me hizo falta.

Clara tira las fotos sobre la mesa. Teresa y Estela las revisan.

TERESA: (A Isabel, irónica) -No hay dudas. Salvo que tengas una doble,
la que está abrazada a Ricardo sos vos.

ESTELA: (Mirando una foto) -Te quedaba mejor este peinado, Isabel.
¿Por qué te lo cambiaste?

ISABEL: (Furiosa) -¡Dame eso! (Le arrebata la foto a Estela y junta


todas las que están esparcidas sobre la mesa)

CLARA: -Me parece bien que juntes las fotos. En definitiva, son tuyas.

ISABEL: (A Clara) -¿De dónde las sacaste?


29

CLARA: -Junto a las cartas de Teresa encontré una cámara con la memoria
llena de fotos en Madrid, en Roma, en Venecia. Supongo que son del
último viaje de Ricardo. Sólo me tomé la molestia de imprimir algunas.

ISABEL: (Amenazante) -¡Lo tenías todo preparado! (A Teresa) ¡Te lo dije,


Teresa! ¡La mirada de Clara no me gustaba nada!

TERESA: (A Clara, irónica) -Isabel tiene razón, Clara. No la mires así,


que ella es una santa. No hizo nada malo…

Isabel se derrumba en el sillón, tapándose la cara con las manos.

ESTELA: -No sean injustas, chicas. ¡Si ustedes fueron amantes de


Ricardo, Clara tiene derecho a mirarlas como quiera!

ISABEL: (Reacciona furiosa) -¡Callate, Estela!

ESTELA: (Molesta) -¿Por qué se la agarran conmigo? ¡Si soy la única que
no se acostó con Ricardo!

Isabel estalla y se pone de pie.

ISABEL: (A Estela) -¡No metas a todas en la misma bolsa! ¡Yo no soy


como Teresa! ¡Para mí Ricardo no era uno más! ¡Yo estaba enamorada!

TERESA: (Cruel) -Eso no te hace menos culpable. Ricardo era el marido


de Clara. Y no te importó.

ISABEL: -¡Sí que me importó! ¿Por qué creés que me fui a vivir a Miami?
¡No pude soportar que Ricardo se casara con ella y no conmigo!

ESTELA: -¿Qué decís? ¡Si vos te fuiste por una beca de Bellas Artes!

ISABEL: -Esa fue una excusa que inventé. Necesitaba poner distancia
entre Ricardo y yo.

TERESA: (Irónica) -Por las fotos que vimos, mucha distancia no pusiste.

ISABEL: (Angustiada) -Mil veces quise cortar la relación. Pero Ricardo


nunca me dejó. Cada vez que él viajaba por trabajo, me llamaba para
encontrarnos. Y no podía negarme. Era más fuerte que yo.

CLARA: -Tan mal no la pasabas. En las fotos salías muy sonriente.


30

ISABEL: -Los buenos momentos duraban muy poco. Cuando Ricardo


volvía a Buenos Aires, yo quedaba destruida y juraba no volver a verlo
más. (Sonríe triste) Pero siempre terminaba contando los días que faltaban
para volver a vernos… Lo amaba demasiado. Y él también me amaba.

TERESA: (Seria) -Te amaba a vos, pero estaba casado con Clara y se
acostaba conmigo. Un combo bastante completo…

ESTELA: (A Clara) -¡Lindas amigas tenés vos, eh!

Todas miran a Estela, que baja la vista. Se produce un silencio incómodo.

ESTELA: (A Isabel) -Te hubieras ido a vivir a Uruguay. Total, se siguieron


viendo…

ISABEL: (Perdiendo la paciencia) -Me fui a donde pude, Estela. El lugar


era lo que menos me importaba.

ESTELA: -Pero hay muchas ciudades más cerca. ¿Por qué justo a Miami?

ISABEL: (Harta) -¡Porque me encantan los huracanes! ¡Dejame de joder!

ESTELA: (Sorprendida) -¡Eh! ¿Qué pasa que están todas tan susceptibles?
¡Hoy no se puede hablar!

CLARA: (Comprensiva) -Es lógico que Isabel y Teresa estén mal. Yo hace
un año que estoy llorando a Ricardo. Y ellas nunca pudieron hacerlo,
porque sus maridos hubieran sospechado.

ISABEL: -No creo que Teresa tenga la hipocresía de llorarlo. Para ella era
lo mismo Ricardo que Juan, Pedro o Miguel.

ESTELA: (Intrigada) -¿Quiénes son?

Isabel mira a Estela con fastidio y no le responde. Clara le explica.

CLARA: -Es una forma de decir, Estela… Juan, Pedro, Miguel… Son
hombres en general, ¿entendés?

ESTELA: (Sonríe) -Lo que le gusta a Teresa. ¡Hombres en general!

Todas deciden ignorar a Estela. Breve silencio.


31

CLARA: (A Isabel) -No habrán sido fáciles todos estos años para vos.

ISABEL: (Triste) -No. Cuando me casé en Miami con José, tenía la


esperanza de olvidar el pasado y empezar una vida normal. Pero ya ven…
me equivoqué. Vivía pensando en Ricardo.

CLARA: (Cruel) -Vos vivías pensando en Ricardo. Pero él no sentía lo


mismo por vos. Ya viste las cartas de Teresa.

ISABEL: (Ofendida) -No me compares con Teresa. Lo mío fue otra cosa.

TERESA: -Fue lo mismo. Las dos nos acostamos con el marido de Clara.
(Pausa) La única diferencia es que yo la pasé mejor que vos.

ESTELA: (A Isabel) -¿Cómo hacías para encontrarte con Ricardo? ¿Tu


marido nunca sospechaba nada?

ISABEL: -No… José es muy celoso, pero confía en mí.

CLARA: (Con una mueca) -Sí… como yo confiaba en Ricardo.

Todas miran a Clara. Breve silencio.

ESTELA: -Pobre Isabel, ¿no?

CLARA: (Seria) -Te recuerdo que la esposa engañada soy yo.

ESTELA: -Sí, pero tu caso es diferente… Vos estuviste casada con el


hombre que amabas. Te metía los cuernos, pero en el fondo era tuyo.

CLARA: -Gracias, Estela. No sabés cómo me reconfortan tus palabras.

ESTELA: -En cambio, Isabel… Pobre. (Clara la mira con fastidio y ella
se explica) Debe ser terrible estar casada con un hombre y querer a otro.

ISABEL: (Resignada) -Es que yo a José también lo quiero… No es el


amor de mi vida, pero es un buen tipo. (Pausa) Me cuida mucho, es
compañero, cariñoso, fiel…

TERESA: (La interrumpe) -¡Eso no es un marido! ¡Es una mascota!


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ISABEL: (Tocada) -Para vos, tu marido no es ni siquiera eso. Te casaste


con él para que te pague las cirugías.

TERESA: (Irónica) -Y vos te casaste con el tuyo para que financie tu


ridícula vocación por la pintura. (Isabel la mira con odio)

CLARA: (Pensativa) -Realmente las envidio. Mi marido no me pagaba


nada. Para mí nunca tenía plata.

ESTELA: -Obvio. ¡Si se la gastaba toda con ellas dos!

Isabel y Teresa miran mal a Estela. Silencio tenso.

ISABEL: -Mi matrimonio será parecido al de Teresa, pero igual somos


distintas. Yo estaba profundamente enamorada de Ricardo.

CLARA: -Eso no te daba derecho a hacer lo que hiciste. Si nuestra amistad


tenía algún valor para vos, tendrías que haber buscado otro camino.

ISABEL: -¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Venir a contártelo?

CLARA: (Irónica) -Te felicito… Lo pensaste un segundo y ya se te ocurrió


otra alternativa.

ISABEL: (Arrepentida) -Perdoname, Clara. Lo último que quería era


lastimarte. Por eso me fui del país.

ESTELA: -Eso no se arregla escapándose. Yo no me hubiera ido a Miami.

TERESA: (A Isabel) -Estela tiene razón. Tendrías que haber enfrentado el


tema de otra manera.

ISABEL: (Furiosa) -¡Vos no tenés autoridad moral para hacer ninguna


sugerencia!

TERESA: (Irónica) -¿Y vos sí? Que yo sepa, tu autoridad moral nunca te
impidió ser amante de Ricardo.

ISABEL: (Tocada) -Ricardo nunca me hizo sentir su amante. Siempre me


decía que me amaba, que yo era una mujer especial para él…

CLARA: (Seria) -Te mintió. Como verás, para Ricardo eras una más.
33

Isabel toma conciencia de que ella también fue traicionada y sale llorando
a dormitorio.

ESTELA: (Compungida) -Pobre Isabel. Estaba enamorada en serio.

CLARA: -¡Pero era mi marido, Estela! Él me eligió a mí.

TERESA: (Irónica) -A vos sola, no… Se ve que no lo conocías muy bien.

CLARA: (Mirándola seria) -Tampoco conocía muy bien a mis amigas.

Teresa no puede mirar a Clara y va a servirse un trago. Breve silencio.

CLARA: -Siento que estuve toda la vida casada con un desconocido. No


entiendo cómo Ricardo pudo ser amante de Isabel y de Teresa…

ESTELA: -Seguro que tomaba viagra… Te lo dije. ¡Esa pastilla es nefasta!

CLARA: (Muy comprensiva) -Las dos se acostaron con mi marido. Pero


no hay que dramatizar. Estas cosas pasan… Incluso entre grandes amigas,
como nosotras. Todos podemos tener errores, tentaciones, debilidades…

TERESA: (Volviendo con el trago, asombrada) -Tiene razón Isabel. ¡Vos


estás más rara que Estela!

Vuelve Isabel de la habitación, algo recompuesta.

CLARA: (Amable) -Vení, Isabel… Hablemos como personas civilizadas.

ISABEL: -¿De qué querés hablar? Si ya sabés todo.

CLARA: -Todo, no… Sé que fuiste amante de Ricardo. Pero quiero


detalles.

ESTELA: -¡Pará, Clara! ¡Parecés una periodista de espectáculos!

TERESA: (Irónica) -Es masoquista, dejala… Le gusta sufrir. Por algo está
acá encerrada hace un año llorando al marido.

CLARA: -Tengo derecho a saber. Si compartimos a Ricardo durante tanto


tiempo, lo mínimo que podés hacer es decirme cómo era… ya que por lo
visto yo no lo conocía demasiado.
34

ISABEL: (Incómoda) -Y… ¿Qué te puedo decir? Ricardo era el hombre


más romántico del mundo.

Teresa lanza una carcajada. Todas la miran.

TERESA: (Burlona) -Perdón. Ahora soy yo la que se ríe de los nervios.

ESTELA: (A Teresa) -Isabel tiene algo en común con Ricardo. Ella


también te hace reír.

CLARA: (Seria) -Veo que mi marido tenía cosas en común con todas,
menos conmigo.

ESTELA: (Intrigada) -¿Con vos no era romántico?

CLARA: -¿Romántico, Ricardo? Jamás recordó un aniversario, nunca me


regaló un ramo de flores ni una caja de bombones… Una vez le preparé
una cena con velas y me preguntó si se había cortado la luz…

ISABEL: -Yo nunca me hubiera enamorado de un hombre así.

TERESA: (Irónica) -Yo tampoco. Por eso sólo nos acostábamos.

Todas miran a Teresa. Breve silencio. Clara busca más información.

CLARA: (A Isabel) -¿Cómo te seducía Ricardo?

ISABEL: (Sorprendida) -¿Qué?

CLARA: -Dijiste que con vos era el hombre más romántico del mundo.
¿Cómo te lo demostraba?

ISABEL: (Incómoda) -Disculpame, Clara. No creo que sea necesario pasar


por este momento.

TERESA: (Irónica) -Tampoco era necesario que te acostaras con Ricardo,


y lo hacías con mucho placer.

CLARA: (Firme) -Basta, Teresa. (A Isabel) Si te lo pregunto es porque


necesito saber. Contame…

Isabel suspira como tomando fuerzas. Tras un breve silencio, responde.


35

ISABEL: -Ricardo siempre me sorprendía con algo. Un día me llevaba a


esquiar a Aspen, otro día alquilaba una cabaña en Acapulco… Y con la
excusa de que yo iba a visitar museos, recorrimos casi toda Europa.

ESTELA: -¡Qué peligro! En Europa siempre hay algún atentado.

TERESA: (Enojada) -¡Dejá de decir estupideces, Estela! ¿No ves que


Clara quiere escuchar lo que dice Isabel?

CLARA: (Abatida) -No, basta. Prefiero que no me diga nada más. Cuanto
más la escucho, menos entiendo…

ISABEL: -¿No podés entender que Ricardo estaba enamorado de mí?

CLARA: (Llamativamente serena) -Al contrario. Eso lo entiendo


perfectamente. Sos una mujer culta, interesante... A muchos hombres les
encantaría recorrer el mundo con vos. Lo que no entiendo es cómo hiciste
para llevar a Ricardo a todos esos lugares. Conmigo no quería salir ni a la
esquina… Decía que le parecía absurdo encerrarse en un teatro o un cine…

ESTELA: -A lo mejor tenía claustrofobia, como yo… (Todas la miran y


ella intenta explicarse) ¡Por eso pidió que lo cremaran! (Señala la urna)

ISABEL: (Mira para otro lado, impresionada) -No me recuerdes que ahí
están las cenizas de Ricardo. Prefiero pensar que es un centro de mesa.

TERESA: -Hacés bien en pensar eso, porque para mí Ricardo no está en


esa urna. (Mira el sillón vacío) Yo siento que está acá, entre nosotras,
riéndose de todo lo que hablamos…

ESTELA: (Asustada) -Ay, cambiemos de tema que me da escalofríos.

Se produce un silencio tenso. La presencia de Ricardo se hace casi


palpable. Clara corta la situación con una pregunta filosa.

CLARA: (A Isabel) -¿Cómo se llevaban a nivel sexual?

ISABEL: (Muy incómoda) -¿Qué me estás preguntando?

CLARA: (Insiste, seria) -Es una pregunta muy simple. Quiero saber si
Ricardo era buen amante.

ISABEL: -Deberías saberlo. Estuviste casada treinta años con él.


36

CLARA: -Sé cómo era como marido. Ahora quiero saber cómo era como
amante. Ya tengo la versión de Teresa. Quiero escuchar la tuya.

ISABEL: -¡Basta, Clara! Terminemos de una vez. ¿Qué buscás con esto?

TERESA: (A Clara) -Yo tampoco te entiendo. ¿Te hace mal que te cuente
a dónde se iban de viaje, y querés que te explique cómo se acostaban?

CLARA: (Enérgica) -Sí. Yo soy la viuda de Ricardo. Tengo derecho a


saber qué hacía en la cama con sus amantes. (A Isabel) Vamos, Isabel…
Contame. ¿Tenías buen sexo con mi marido?

ISABEL: (Histérica) -¡No podés preguntarme eso!

CLARA: -¿Ah, no? ¿Y a quién querés que le pregunte? ¿A Estela?

Estela se queda completamente asombrada. Teresa se ríe.

TERESA: (A Clara, divertida) -Sería una pérdida de tiempo. Estela no


quiere sexo ni con el marido. ¿Para qué se va a buscar un amante?

Se quedan en silencio. Clara mira a Estela.

CLARA: (A Estela, enigmática) -Buena pregunta. ¿No es cierto, Estela?


(Desafiante) ¿Vos no tenés nada para decirme?

Estela se toma el pecho en otro de sus ataques de ahogo. Abre la boca


buscando aire. Todas la miran.

TERESA: (Con fastidio) -Otro ataque de pánico.

ISABEL: (Preocupada) -Estela, ¿estás bien? ¿Te pasa algo?

Estela mira a Clara, que tiene la vista clavada en ella. Hace silencio unos
segundos, pero no soporta la presión. Se quiebra y comienza a hablar
rápido, como para contar todo de un tirón.

ESTELA: -¡Sí, yo también fui amante de Ricardo! (Isabel y Teresa quedan


azoradas) Él trató de conquistarme durante años, y yo siempre lo rechazaba
porque no quería traicionar a Clara ni a mi marido. Pero insistió tanto, que
terminé cayendo en la tentación… y pasó lo que tenía que pasar.
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Se queda callada de golpe, como abstraída.

TERESA: (Incrédula, a Clara) -¿Es cierto lo que escuché?

CLARA: (Irónica) -Si lo dice Estela, yo no me atrevería a desmentirla.

Clara va a servirse un trago y mira la escena con una sonrisa enigmática.

ISABEL: (Indignada) -¡Mirá vos la mosquita muerta! ¡Son las peores!

TERESA: (A Estela) -Nunca soportaste ser menos que nosotras.

ESTELA: (A Clara) -Perdoname, Clara. (Intentando minimizar su


traición) Fue hace un montón… Con Ricardo habré salido sólo un par de
meses… Y habré tenido un par de orgasmos. (Todas la miran)

CLARA: (Seria) -Te felicito. Lo disfrutaste mucho más que yo.

ESTELA: (Culposa) -Te juro que pensaba contártelo. (Clara la mira)


Estaba esperando el momento…

ISABEL: (Con fingida amabilidad) -¿Te puedo pedir un favor, Estela?


(Estela asiente e Isabel estalla) ¡Soltá tus cosas de una vez! ¿O cuando te
acostabas con Ricardo también tenías el abrigo y la cartera encima?

TERESA: (A Estela, enojada) -¡Yo también estoy harta de tus fobias!


¡Harta! ¡Le tenés miedo a todo menos al adulterio!

ESTELA: (Reacciona) -¿Tanto les molestan mis cosas? (Tira la cartera y


el abrigo sobre el sillón de Ricardo, sin pensar) ¡Listo! ¡Ahí las tienen!

ISABEL: (Fuera de sí) -¡Este es el sillón de Ricardo!

Isabel tira al piso las cosas de Estela.

ESTELA: (A Isabel, furiosa) -¡En ese sillón no hay nadie! (Levanta sus
cosas y vuelve a tenerlas encima)

Isabel y Teresa miran con odio a Estela. Silencio muy tenso.

CLARA: (Acercándose a ellas, con sorprendente calma) -Tranquilas,


chicas. Estela no se merece que la traten de esa manera.
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TERESA: -Ella también fue amante de tu marido. ¿Por qué la defendés?

CLARA: -Porque tuvo la dignidad de confesármelo. Le di la oportunidad


de sincerarse y lo hizo. En cambio ustedes, negaron todo hasta que les
mostré las pruebas.

ISABEL: -Estela se la veía venir. Contó todo para no pasar la misma


humillación que nosotras.

ESTELA: (Ofendida) -Eso es mentira. Siempre fui muy cuidadosa con


Ricardo. Nunca le escribí cartas, ni me saqué fotos con él.

CLARA: -Es cierto… En el cajón del escritorio no encontré ni cartas, ni


fotos de Estela…

ISABEL: (A Estela) -Ni para ser infiel, servís. Te delataste sola.

Isabel y Teresa miran a Clara, que se sienta pensativa.

CLARA: -Mis tres únicas amigas fueron amantes de mi marido. Nunca


hubiera sospechado una cosa así.

ISABEL: (Triste) -Yo tampoco. Pensé que yo era la única mujer en su


vida… (Clara la mira) Salvo Clara, por supuesto.

TERESA: -A mí me sorprendió lo de Estela. (Irónica) Sabía que Ricardo


era infiel, pero no tanto…

Clara mira fijamente a Estela.

ESTELA: (Incómoda) -¿Por qué me mirás así? Ya te dije lo que querías


saber. No me hagas sentir más culpable… (Baja la vista, avergonzada)

ISABEL: (Alterada) -¡Te sentís culpable porque “sos” culpable!

ESTELA: (Seria) -Estoy hablando con la viuda oficial, no con la amante


viajera.

TERESA: (A Estela) -Isabel tiene razón. Cada una de nosotras tuvo sus
motivos para hacer lo que hizo… justificados o no, pero motivos al fin.
Pero vos, no entiendo… Habiendo tantos hombres dando vueltas, ¿por qué
fuiste a buscar justo al marido de Clara?
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CLARA: (Conciliadora) -Eso ya lo explicó. Dijo que ella no buscó a


Ricardo. Que fue exactamente al revés.

ISABEL: (Sorprendida, a Clara) -¿Y vos le creés?

CLARA: -Sí. ¿Por qué no?

TERESA: (Irónica) -¡Por favor! Mirá si tu marido iba a pasarse años


tratando de seducir a Estela, pudiendo acostarse con Isabel y conmigo…
(Clara la mira y Teresa se corrige para no herirla) Y con vos, obviamente.

Se produce un silencio. Todas miran a Estela, dudando de su versión.

ESTELA: (Enérgica) -¡Yo no miento! ¡Fue todo como les dije! (Pone la
mano sobre la urna) ¡Lo juro por las cenizas de Ricardo!

Isabel y Teresa se impresionan. Clara camina unos pasos.

CLARA: (Compasiva) -No hace falta, Estela. Te creo. Ricardo es el gran


culpable de esta historia. A todas nos sedujo de manera diferente. A mí me
provocaba admiración. A Teresa la hacía reír. A Isabel la llevaba a pasear
por todo el mundo. (Pausa) ¿Y a vos, Estela? ¿Qué personaje te vendió?

ISABEL: (Irónica) -¡Con ella se habrá acostado por deporte! ¡Otra no hay!

ESTELA: (Orgullosa) -A mí no me vendió ningún personaje. Conmigo fue


tal como era… (Suspira melancólica) Un hombre maravilloso.

TERESA: (Divertida) -¡Otra que cayó en la trampa!

CLARA: (A Estela) -Todas las mujeres necesitamos cosas distintas, Estela.


¿Qué tipo de “hombre maravilloso” era con vos?

ESTELA: (Con nostalgia) -Ricardo fue el único hombre que me prestó


atención en toda mi vida. Todo lo que yo decía le parecía muy interesante.

TERESA: (Asombrada) -¡No lo puedo creer! Debe haber algún error.

ESTELA: (Apesadumbrada) -En cambio para los otros hombres,


incluyendo a mi marido, no existo.

TERESA: (Irónica) -Eso me parece más lógico. (Isabel y Clara la miran)


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ESTELA: (Sigue su relato ignorando a Teresa) -Ricardo podía quedarse


horas escuchando mis problemas. Nunca estaba apurado. Jamás miraba el
reloj. Me hacía sentir que todo su tiempo era sólo para mí.

CLARA: (Resignada) -Con razón te parecía maravilloso. La charla más


profunda que tuvo conmigo duró cinco minutos.

ESTELA: -No sabés lo que te perdiste. Ricardo sí que sabía contener a una
mujer.

TERESA: (Irónica) -Pero no sabía contenerse él. ¡No dejaba títere con
cabeza!

ESTELA: (Romántica) -Con ustedes sería así. A nosotros nos gustaba


hablar, más que nada.

ISABEL: -No te hagas la santa. Para hablar no hace falta acostarse.

ESTELA: (Nerviosa) -No. Pero una cosa fue llevando a la otra.

CLARA: -Oíme, Estela… Te conozco hace cincuenta años y nunca te


escuché hablar de sexo. Siempre fuiste la más pacata y reprimida del grupo.
¿Me podés explicar cómo llegaste a ser amante de mi marido?

ESTELA: (Se sincera) -Y… Ricardo me daba mucha confianza. Con él


podía soltarme mucho más que con Mario. A nivel sexual, me hizo
descubrir cosas que no conocía y ni me imaginaba que existían.

TERESA: (Irónica) -Decime, Estela… ¿Ricardo era el que te provocaba


esos ataques de epilepsia que vos confundías con orgasmos?

ESTELA: (Baja la vista, avergonzada) -Sí.

TERESA: (Alejándose de Estela, irónica) -¡No más preguntas!

Todas miran a Teresa, que sonríe divertida. Breve silencio.

ISABEL: (Con la mirada perdida, como pensando en voz alta) -No puedo
entender que Ricardo me haya engañado con Estela.

CLARA: (Seria) -Te recuerdo que la esposa de Ricardo era yo.


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ESTELA: (A Isabel) -Eso es cierto. Yo engañé solamente a Clara. De lo


tuyo con Ricardo no sabía nada. Me enteré hoy. (Todas la miran)

TERESA: (Divertida) -Disculpame, Estela… Siempre pensé que eras nula


para el sexo, pero veo que lo vivís casi con la misma naturalidad que yo.

ESTELA: (Avergonzada) -No digas eso. Lo poco bueno, lo viví de grande.


Me casé muy joven, tenía muchos prejuicios… La relación con Ricardo me
ayudó a liberarme, pero nunca la disfruté a pleno. Entre el miedo a que nos
descubrieran y la culpa, la pasé fatal. Además, lo nuestro no duró mucho.

CLARA: (Intrigada) -¿Qué pasó? ¿Por qué te dejó?

ESTELA: (Tímida) -Ricardo no me dejó. Yo lo dejé a él.

TERESA: (Divertida) -¡No, esto es muy fuerte!

ISABEL: (Indignada) -¡Dejate de joder, Estela! ¡Mirá si una mujer como


vos va a darse el lujo de dejar a un tipo como Ricardo!

Estela baja la vista. Breve silencio.

CLARA: -¿Por qué lo dejaste, Estela? ¿No la pasabas bien con Ricardo?

ESTELA: -Sí, pero no soy Teresa. No sirvo para tener un amante. (A


Clara, angustiada) ¿Me vas a perdonar algún día?

CLARA: -Claro que te perdono. Sé que no hiciste nada con intención de


lastimarme. (Isabel y Teresa se asombran) Imagino lo que habrás sufrido
todos estos años, con esa culpa adentro y sin poder descargarte con nadie.

ESTELA: (Despreocupada) -En ese sentido no tuve problemas. Cuando


me sentía mal, lo llamaba a Ricardo y listo. Él siempre me decía las
palabras justas para sacarme la culpa y estar en paz con mi conciencia.

TERESA: (Divertida) -¡Esto es insólito! ¡Habla del amante como si fuera


un pastor evangelista! No podés tener tan poca personalidad…

CLARA: (Enérgica) -¡Dejala en paz! Vos no sos diferente a ella. (Teresa la


mira sin entender) Leí tus cartas. Ricardo también hacía lo que quería con
vos. Y con Isabel y conmigo también. Usaba un método distinto con cada
una, pero nos manipulaba a su antojo. Esa es la verdad, les guste o no.
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Se produce un silencio tenso. Estela se pone de pie con sus cosas encima.

ESTELA: (Nerviosa) -Bueno… A pesar de todo fue un placer verlas,


chicas. (Todas la miran) Otro día la seguimos.

ISABEL: (Intrigada) -¿Adónde vas? ¿Te agarró el apuro de golpe?

ESTELA: (Duda) -Las dejo, porque… tengo cosas que hacer. ¡Chau, nos
vemos! (Inicia mutis)

CLARA: -¡Esperá, Estela! (Estela se queda petrificada y Clara se le


acerca, enigmática) ¿Te vas a ir así, sin decirme nada?

ESTELA: (Cada vez más nerviosa) -No entiendo a qué te referís.

CLARA: (Disfrutando cada palabra) -Pensá. Puede ser algo que se te


haya quedado en el tintero… Algún detalle que no me hayas contado…

ESTELA: -¡Te conté que fui amante de tu marido! ¿Te parece poco?

CLARA: -No. Me parece mucho. Fuiste sincera y te lo agradezco. Pero


sólo te estaba probando. Ya sabía todo lo que pasó entre Ricardo y vos.

ESTELA: (Firme) -¡Eso es imposible! ¡No tenías ninguna prueba!

CLARA: (Con una sonrisa enigmática) -¿Estás segura? (Va hacia el


modular. Todas la miran extrañadas)

ESTELA: (Tensa) -Claro que estoy segura. ¿No confiás en mí?

Clara abre un cajón y saca un sobre con un papel adentro.

CLARA: (Muy seria) -Yo sí. (Estela la mira desencajada) Pero parece que
Ricardo no confiaba demasiado en vos.

ISABEL: (Preocupada) -¿Qué querés decir, Clara?

CLARA: (A Estela) -¿Les contás vos, o preferís que les cuente yo?

ESTELA: (Desesperada) -¡No sé de qué estás hablando!

TERESA: (Intrigada) -¡Basta de misterios, Clara! ¡Decilo de una vez!


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Estela se sienta en el sofá y baja la vista, abatida. Silencio tenso.

CLARA: -¡Fernando, el hijo de Estela… es hijo de Ricardo!

La noticia impacta a Isabel y Teresa. Estela entra en crisis y se ahoga.

TERESA: (A Estela) -¿Es verdad lo que dice Clara? ¿Fernando no es hijo


de Mario?

ISABEL: -¡Dejá de hacerle preguntas! ¿No ves que se está ahogando?

Isabel le da un vaso de agua a Estela, mientras Teresa la abanica.

CLARA: (Las mira impasible) -No se preocupen. Es nada más que un


ataque de pánico. De eso no se va a morir.

ISABEL: (Sin dejar de atender a Estela) -¿Cómo podés estar tan segura?

CLARA: -Porque yo tuve uno igual, cuando encontré esto junto a las
cartas de Teresa y tus fotos. (Tira el sobre en la mesa)

TERESA: (Intrigada) -¿Qué hay en ese sobre?

CLARA: -Es un examen de ADN, que demuestra la paternidad de Ricardo.

Isabel y Teresa abren el sobre y revisan. Estela se ahoga. Toma agua y se


abanica al mismo tiempo, sin esperar ayuda.

ISABEL: (Preocupada) -¿Qué hacemos? Yo la veo mal.

CLARA: (Cortante) -No tiene nada. Si estuviera realmente grave, hubiera


soltado el abrigo y la cartera.

TERESA: (Inquieta) -Mejor llamemos a una ambulancia, por las dudas.

CLARA: -No hace falta. Yo estoy mucho peor que ella, y no me quejo.

Isabel y Teresa la miran. Estela se recompone lentamente.

ISABEL: -No seas exagerada, Clara. ¿Por qué decís eso?

CLARA: (Abatida) -Hubiera dado la vida por tener un hijo con Ricardo.
Pero a él nunca le importó mi deseo desesperado de ser madre. Ni siquiera
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se dignó a considerarlo. Y ahora descubro que el hijo de Estela es de mi


marido. (Las mira) ¿Cómo quieren que me sienta?

TERESA: -¿Estás absolutamente segura? ¿No puede haber un error?

CLARA: -El análisis genético es terminante: Ricardo y Fernando tienen


una compatibilidad del 99,99 por ciento.

ESTELA: (Reacciona) -Entonces no podés acusarme. Si no es del 100 por


ciento, puede haber un error. (Todas la miran)

CLARA: (Irónica) -¿Vos no te estabas muriendo?

ESTELA: (Seria) -Estuve cerca. Mis ataques de pánico son muy intensos,
aunque duran poco tiempo. Y si no te cuidás, te pueden quedar secuelas
para toda la vida.

TERESA: (Irónica) -¡Más o menos como tu relación con Ricardo! (Todas


la miran y Teresa intenta explicarse) Fue intensa, duró poco, no se cuidó…
¡y le quedó una secuela para toda la vida! (Hace gesto de embarazo)

ISABEL: -¡Basta, Teresa! Creo que ya tomaste demasiado.

Teresa hace una mueca de fastidio y se aleja unos pasos.

CLARA: (Se sienta) -Te escucho, Estela. Ahora sí, quiero saber todo.

ESTELA: -¿Más, todavía? Ya sabés que fui amante de tu marido y que


tengo un hijo suyo… ¿Qué más querés que te cuente? ¿Cómo lo hacíamos?

CLARA: (Irónica) -No, gracias. Si me interesaran ese tipo de detalles, se


los pediría a Teresa. Serían mucho más entretenidos.

TERESA: (Con intención) -¡No te quepa la menor duda!

ISABEL: (Intrigada) -¿Entonces qué querés saber, Clara?

CLARA: (Pensativa) -Muchas cosas. (A Estela) Cuando quedaste


embarazada, ¿por qué no pensaste que podía ser hijo de Mario?

ESTELA: -En esa época estábamos distanciados. (Segura) El bebé era de


Ricardo. No había otra posibilidad.
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CLARA: -¿Y por qué no se lo contaste?

ESTELA: (Desesperada) -¡Porque sabía lo que me iba a decir!

TERESA: (Despreocupada) -No tiene nada de malo. Es lo que se estila en


estos casos. (Todas la miran)

ESTELA: (Angustiada) -Yo quería tenerlo como fuera. Y la única manera


de conseguirlo era ocultar la verdad. Por eso me reconcilié enseguida con
Mario y le hice creer que él era el padre. No tenía otra opción. Además, no
quería causarle un problema a Ricardo, ni lastimar a Clara.

CLARA: (Irónica) -Qué considerada.

ESTELA: (A Isabel) -Por eso “me di el lujo de dejarlo”, ¿entendés? (Con


la mirada perdida) Nunca más atendí sus llamados ni quise volver a verlo.
Puse toda mi energía en el embarazo y me guardé el secreto. Nadie supo la
verdad. Ni siquiera Fernando. (A Clara) La pasé muy mal. Si me daba
culpa ser amante de Ricardo, imaginate lo que fue tener un hijo suyo.

CLARA: (Seria) -No me queda otra que imaginármelo, porque conmigo


no tuvo ninguno. (Breve silencio) Cuando encontré el examen de ADN casi
me muero. ¡Tuviste un hijo con mi marido y yo nunca sospeché nada! ¡Se
me estuvieron riendo en la cara! ¡Cómo pudieron traicionarme así!

ISABEL: -Ricardo no te traicionó. Él no sabía nada.

CLARA: -No supo nada durante mucho tiempo… Pero el ADN demuestra
que hace cuatro años Estela le contó todo. Lo que no sé es por qué…

Clara mira fijo a Estela, que baja la vista y comienza a hablar, resignada.

ESTELA: (Con la mirada perdida) -Cuando Fernando se enfermó, el


tratamiento era muy costoso. Y nosotros no estábamos bien. Llamé a
Ricardo para pedirle plata, y me la negó. Empezó a poner excusas: que la
empresa andaba mal, que habían bajado las exportaciones…

CLARA: -Típico de Ricardo. A mí me decía lo mismo. (Todas la miran)

ESTELA: (A Clara) -Le prometí que se la iba a devolver, pero no hubo


caso. Me dijo que no podía darme nada. La única forma de convencerlo fue
contarle la verdad… Obviamente, no me creyó. Por eso se hizo el ADN.
Fernando no se enteró de nada, porque le sacaron sangre cuando estaba
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internado. (Suspira) Fue muy humillante, pero valió la pena. Ricardo pagó
hasta el último centavo del tratamiento. (Breve pausa. Orgullosa) Se portó
como un verdadero padre. (Clara la mira y ella se corrige) Perdón…

ISABEL: -¿Y Mario no te preguntó de dónde sacaste la plata? Dijiste que


no estaban bien económicamente.

ESTELA: -Le dije que la obra social cubrió todo. Y me creyó.

TERESA: (Divertida) -¡Tu marido se cree cualquier cosa! (Todas la miran


y ella deja el vaso) Está bien. ¡No tomo más!

Breve silencio. Clara se acerca a Estela.

CLARA: (A Estela, con llamativa calma) -¿Tenés una foto de Fernando?

ESTELA: (Sorprendida) -Sí, en la cartera.

ISABEL: (Irónica) -¡Con razón la tenías tan agarrada! (Teresa la mira e


Isabel se cubre) No me mires así. Yo no tomé nada.

Estela saca una billetera de la cartera, la abre y se la da a Clara, que se


sienta en el sofá. Isabel y Teresa se sientan para mirar la foto junto a ella.

CLARA: (Mira la foto y se asombra) -¡Cómo no me di cuenta antes! Tiene


los ojos de Ricardo.

TERESA: (Escéptica) -Yo lo veo más parecido a Estela.

ISABEL: (Cruel) -¡Nada que ver! ¡Si se pareciera a Estela, tendría el


abrigo en la mano! (Se levanta, incómoda) Creo que necesito un trago…

Isabel va hacia el bar. Clara le corta el paso, con extraña amabilidad.

CLARA: -No te molestes, Isabel. Yo te lo sirvo.

Clara va hasta el bar, sirve un trago y se lo alcanza a Isabel.

ISABEL: (Preocupada) -Clara… ¿vos estás bien?

CLARA: -Sí, ¿por qué?

ISABEL: (Inquieta) -Me sorprende tanta amabilidad.


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CLARA: -Soy una buena anfitriona. Nada más.

ESTELA: -¿Ya se te terminaron las sorpresas? ¿Estás segura de que


Ricardo no fue amante de ninguna otra amiga tuya?

CLARA: -No. Ustedes son las únicas amigas que tengo.

TERESA: (Irónica) -Menos mal. Si no, Ricardo se hubiera muerto mucho


antes… ¡pero de cansancio!

CLARA: -Tenés razón. Mi marido era un mujeriego. Pero no se acostaba


con cualquiera. No. Sólo se acostaba con mis amigas de toda la vida.

ISABEL: (Sorprendida) -¿Eso es todo lo que tenés para decir? La verdad


que no entiendo cómo reaccionás así… con tanta frialdad. (Nerviosa) Yo en
tu lugar estaría como loca. Sería capaz de cualquier cosa.

TERESA: (Despreocupada) -No la tortures más, Isabel. Es evidente que


Clara no amaba a Ricardo tanto como vos. Punto.

CLARA: (Seria) -Te equivocás, Teresa. Lo amaba mucho más que Isabel.
No era el marido ideal, pero fue el único hombre de mi vida. Y lo peor es
que lo sigo amando… a pesar de que se acostó con todas ustedes.

ESTELA: -Conmigo mucho menos tiempo.

TERESA: (Irónica) -¡Menos mal! ¡Si no, estarías sepultada bajo una
montaña de hijos! (Estela la mira con rabia)

CLARA: (Con calma) -No discutan. No es cuestión de hacer un ranking de


responsabilidades. Las cosas se dieron así, y hay que asumirlas como son.

ISABEL: (Estalla) -¡Dejá de dar esa imagen de tranquilidad! ¡No la puedo


soportar! (Clara la mira) ¡Reaccioná de una vez! ¡Insultanos, echanos a
patadas, sacá afuera todo ese odio que debés tener!

CLARA: -No necesito gritar ni hacer escándalos. El peor castigo para


ustedes es su propia conciencia. (Todas la miran) Por mí no se preocupen.
Estoy bien. (Enigmática) Permiso, tengo que hacer algo… en privado.

Sale Clara a la cocina. Las tres quedan mirándola preocupadas.


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ESTELA: (Asustada) -¡Lo va a hacer!

TERESA: -¿Hacer qué?

ESTELA: -¡Se va a suicidar!

TERESA: -Si tuviera ganas de matarse, lo haría delante nuestro. Para


darnos más culpa. (Pensativa) Acá hay algo más…

Las tres se quedan en silencio, inquietas. Estela se sirve café del termo.

ESTELA: -¿No tendrá un amante? Nosotras tuvimos, ¿por qué ella no?
Por algo tiene que hacer una cosa en privado. Digo, si no tuviera nada que
ocultar, lo haría delante de nosotras…

Isabel y Teresa le dan vuelta la cara, saturadas. Al ver que ambas la


ignoran, Estela toma un sorbo de café.

ISABEL: (Seria) -Esto no me gusta nada. Clara está demasiado contenida.


(Las mira) ¿Y si nos envenenó el café?

Estela se asusta y apoya bruscamente la taza de café.

TERESA: -¡Ay, por favor! No digas pavadas. Hace una hora que estamos
tomando café. Si le hubiera puesto algo, ya estaríamos agonizando.

Estela se toma el estómago y el cuello. Isabel y Teresa se sorprenden.

ESTELA: -Me siento mal. Tengo ganas de vomitar. (Se recuesta en el sofá
y se queja de dolor)

ISABEL: (A Teresa, alarmada) -¡Te lo dije! ¡Clara le puso algo al café!

TERESA: (Impasible) -Estela no tiene nada. Está somatizando.

Al escucharla, Estela deja de quejarse y se recompone lentamente.

ISABEL: -Teresa, abrí los ojos. La actitud de Clara no es normal. Parece


como si estuviera escondiendo la furia.

ESTELA: (Asustada) -Yo pienso lo mismo. En cualquier momento agarra


un cuchillo y se convierte en una asesina serial.
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ISABEL: (Con fastidio) -Ya te fuiste del otro lado.

Estela baja la vista. Breve silencio.

ESTELA: -¿No lo habrá matado ella a Ricardo? (Isabel y Teresa la miran)


¿Alguna vio el certificado de defunción? ¿Preguntaron en la morgue?

TERESA: -Terminala, Estela. Estás viendo muchas películas.

ESTELA: (Enérgica) -¡No! Estoy viendo muchos noticieros. Estas cosas


pasan todos los días. (Convencida) ¡Clara encontró las pruebas y lo asesinó
para vengarse! ¡Y ahora nos toca a nosotras!

TERESA: (Alterada) -¡Dejate de joder! Clara está dolida por lo que le


hicimos, pero no sería capaz de una cosa así.

ESTELA: (Decidida) -¡Yo por las dudas, me voy! ¡Corro más peligro acá
adentro, que en la calle!

Estela inicia mutis. Teresa le sale al cruce.

TERESA: -¡De acá no se va nadie! (Estela mira a Isabel, buscando


apoyo)

ISABEL: (A Estela) -Teresa tiene razón. No podemos dejar sola a Clara. Si


le llega a pasar algo, no quiero cargar con esa culpa por el resto de mi vida.

ESTELA: -Es mejor que nos vayamos antes de que pase una desgracia.

Clara se asoma desde la cocina, con un cuchillo grande en la mano.

CLARA: -Chicas…

ESTELA: (La interrumpe, asustada) -¡Tarde!

CLARA: -¿Les corto una porción de torta? La hice yo…

Las tres le dicen que no, muy enfáticamente. Clara va hacia ellas. Todas la
miran con recelo al verla pasar.

CLARA: -Como gusten. Les dejo el cuchillo. (Lo apoya sobre la mesa) Y
si quieren, se cortan ustedes mismas...
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Las tres miran el cuchillo asustadas y repiten la enfática negativa.

CLARA: (Intrigada) -¿Les pasa algo? Las noto un poco nerviosas.

ESTELA: -Y, es lógico… Por un momento pensamos que nos ibas a…


(Isabel y Teresa la fulminan con la mirada)

CLARA: -¿A qué?

Estela no sabe qué responder. Teresa la salva.

TERESA: (Disimulando) -Pensamos que nos ibas a obligar a comer la


torta. (Clara la mira) Las hacés muy ricas, pero tienen demasiadas calorías.

CLARA: (Sonríe) -No cambiás más, Teresa. Siempre cuidando la silueta.


Por algo les seguís gustando tanto a los hombres. (Pausa) Mirándote bien,
no lo culpo a Ricardo… (Teresa baja la vista)

ISABEL: (Incómoda) -Basta, Clara.

CLARA: -Vos tampoco estás nada mal, Isabel. Vivir afuera te hizo mucho
más interesante que a mí. Y Estela, con sus traumas sexuales, es un desafío
para cualquier hombre. Evidentemente, a mi marido le gustaba la variedad.

ESTELA: -Cambiemos de tema.. Esta charla no le hace bien a nadie.

CLARA: (Enigmática) -Muy bien, hablemos de algo más interesante…


Cuando descubrí que las tres fueron amantes de Ricardo, sentí que se me
venía el mundo abajo. Pero no las condené. Decidí darles una oportunidad.

TERESA: -¿A qué te referís?

CLARA: -Les escribí haciéndoles creer que estaba al borde del suicidio.
Tal como imaginé, las tres vinieron a casa para hacerme compañía en este
día tan especial… Les di la posibilidad de confesar sus traiciones y ninguna
lo hizo. Negaron todo hasta que les refregué las pruebas en la cara. Pero
pronto van a tener la posibilidad de reivindicarse.

ISABEL: (A Clara) -No quiero que terminemos mal. Aunque te cueste


creerlo, yo valoro mucho tu amistad.

CLARA: -¿Amistad? (Agarra la urna) De nuestra amistad queda lo mismo


que de Ricardo: solamente cenizas. (Isabel y Teresa se impresionan)
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ESTELA: (Espantada) -Ay, dejá eso que me da impresión.

CLARA: -No me extraña que la urna les provoque rechazo. Las tres
prefieren recordar a Ricardo en vida, cuando les daba a todas exactamente
lo que querían. (Enigmática) Pero no se preocupen… A partir de esta
noche, no van a poder olvidarse de Ricardo mientras vivan.

Clara abre la urna y la da vuelta. De su interior no cae nada. Las tres


quedan paralizadas.

ISABEL: (Azorada) -Está vacía.

CLARA: (Seria) -Tan vacía como yo.

ESTELA: (Sin salir de su sorpresa) -¿Qué pasó con las cenizas?

CLARA: -Las dividí en tres partes iguales. Ustedes se merecen a Ricardo


mucho más que yo.

ESTELA: (Impresionada) -¡Yo no las quiero!

ISABEL: -Yo tampoco.

TERESA: -Paso. Me parece de pésimo gusto.

CLARA: -Sabía que iban a decir eso. Por eso acabo de hacer unas
llamadas. Tomé mis recaudos para que las cenizas de Ricardo llegaran a
destino. (Pausa. Las mira) ¡Se las mandé a sus respectivos maridos!

ISABEL: (Se agarra la cabeza) -¡No!

TERESA: -¡Es una locura!

ESTELA: (Nerviosa) -Pobre… Mi marido no va a entender nada.

CLARA: -Todos van a entender. Junto a las cenizas mandé una carta
explicándoles todo… ¡Y con copias de las pruebas, por supuesto!

Las tres, visiblemente impactadas, se sientan y quedan en penumbras. Sólo


Clara permanece iluminada. Y saboreando su venganza, se sienta en el
sillón de Ricardo. La luz decrece hasta apagarse por completo.
52

FIN

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