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Mujeres de Ceniza
de
Sergio Marcos
Martín Guerra
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PERSONAJES
DECORADO
Es el living de una casa de clase media con estilo clásico, que se quedó un
poco en el tiempo. Tiene adornos antiguos, cuadros de época, un perchero
junto a la puerta, un modular, una cómoda, un sofá de tres cuerpos y dos
sillones individuales, un bar con bebidas y varias copas, mesa ratona,
mesita de apoyo con teléfono, un par de jarrones, etc.
Sobre lateral izquierdo hay una puerta que da a las habitaciones y un
modular donde está la urna con las cenizas de Ricardo.
Sobre lateral derecho puerta a cocina y puerta a toilette.
Sobre foro, del lado izquierdo, la puerta de entrada.
Sobre foro derecho ventanal que da a un patio con plantas.
Suena el timbre.
Entra Clara de cocina. Observa por la mirilla y abre la puerta. Entra
Estela, con su cartera y su abrigo doblado en el brazo.
ESTELA: -Con eso no alcanza. Están pasando cosas terribles. ¿No mirás
los noticieros?
ESTELA: -Mal hecho. Hay que estar informada. Están asaltando a mujeres
grandes, como nosotras. Ayer casi matan a otra, ¿no sabías?
CLARA: -¿Y qué te hace pensar que tengo el ánimo tan bajo?
ESTELA: -¡Con razón abrís la puerta sin preguntar! (Pausa) Las chicas
me dijeron que venían. ¿Sabés algo de ellas?
ESTELA: (Aferra sus cosas. Cortante) -No, gracias… Estoy bien así.
CLARA: -Siempre con tus manías. Mirá que sos rara, ¿eh?
ESTELA: (Pensando en voz alta) -¡Un año ya! Cómo pasa el tiempo, ¿no?
Clara la mira fijo, esperando una respuesta. Estela no sabe qué decir.
ESTELA: -Es que quiero ayudarte. Me duele verte así… hablando con los
sillones. (Clara la mira) Tenés que volver a ser la de antes, Clara.
CLARA: (La interrumpe) -No es fácil. Vos tenés una familia armada. Yo ni
siquiera tengo hijos. Ricardo no quiso. Dejé mi trabajo y mi vida por él. Y
lo único que pretendía a cambio era tener un hijo. Pero no le importó…
CLARA: (Se quiebra) -Claro que lo extraño. Ricardo fue el único amor de
mi vida. Nunca admiré a nadie tanto como a él… Disculpame. Estoy mal.
CLARA: -No seas paranoica. (Ve por la mirilla) ¿Qué te dije? Es Teresa.
ESTELA: -Es verdad. Hace mucho que no nos vemos. ¿Cómo hiciste para
escaparte del trabajo?
CLARA: (Mira el reloj) -Ya debe estar por llegar. Llamé a Miami y hablé
con el marido. Me dijo que se tomó el primer vuelo que encontró.
ESTELA: -Hay que darle tiempo. Una no se queda viuda todos los días…
(Todas la miran) Quiero decir, hay que ponerse en el lugar de ella. A mí
también me costó superar la muerte de Ricardo.
TERESA: -A todas nos golpeó. Era un hombre tan saludable, con tantas
ganas de vivir… Fue muy inesperado. Me imagino cómo te debés sentir…
Suena el timbre.
Estela se encoge de hombros. Clara abre la puerta y entra Isabel con una
pequeña valija de viaje. Feliz, saluda a Clara.
CLARA: -Bien. ¿Y vos? No puedo creer que hayas venido desde Miami
solamente para verme. Es una locura.
ISABEL: -No es ningún gasto. Paga mi marido, que tiene plata de sobra.
(La mira) Estás mucho más flaca.
TERESA: -No importa. No me hagas acordar que me siento más vieja. (Se
abraza con Isabel) Hola, ¿cómo estás?
ISABEL: -Yo bien, pero vos estás bárbara… ¡Hola, Estela! Siempre con la
cartera y el abrigo en la mano. ¡No los soltaste ni en la luna de miel!
ISABEL: -Sí, pero estoy agotada. Si hay algo que no extraño es el clima de
Buenos Aires. Me duelen los huesos de tanta humedad.
ESTELA: -No es el clima. Son los años. Últimamente paso más tiempo en
la farmacia que en casa.
Todas miran a Clara. Breve silencio. Isabel habla para romper el hielo.
ISABEL: -El vuelo tuvo un retraso y vine directo sin pasar por el hotel.
CLARA: -¿Por qué reservaste un hotel? Podías quedarte acá. Ahora que no
está Ricardo, hay lugar de sobra.
Estela responde con una mueca, dando a entender que no tiene ni idea.
TERESA: (Con intención) -Seguro que no toma. (La señala) ¿Para qué?
CLARA: -Lo bueno del viagra es que igualó a los hombres. Ahora los
mayores de 60 no tienen nada que envidiarles a los chicos jóvenes.
TERESA: -¿Cómo que te hacés la dormida? ¡El sexo es lo mejor que hay
en la vida! ¿A vos no te gusta?
ESTELA: -Cuando era joven, sí. ¡Pero ya estoy grande para esas cosas!
CLARA: -No puedo creer que seas tan fría. Más que una esposa, parecés
una farmacéutica.
CLARA: -No sé. Hacíamos el amor tan pocas veces, que nunca se me dio
por preguntarle… Prefiero pensar que se excitaba porque yo le gustaba.
ISABEL: -Eso no tiene nada que ver. Yo a mi marido le gusto, pero sin la
pastilla no puede.
ESTELA: -¿Podemos cambiar de tema? Clara está mal por la muerte del
marido, y vos te la pasás hablando de erecciones…
TERESA: -Hace un año que murió Ricardo. ¡Un año! ¿Hasta cuándo va a
seguir de duelo? Ahí afuera está lleno de hombres que quieren pasarla bien.
ISABEL: -Te estás desubicando, Teresa. Clara tiene otra forma de pensar.
TERESA: -¡Obvio que somos distintas! Estuviste casada treinta años con
el mismo tipo. Y le fuiste fiel. Pero el contrato era clarito: “hasta que la
muerte los separe”. Ya está, se venció, sos libre. ¡Salí y disfrutá de la vida!
CLARA: -Yo no necesito estar con un hombre para disfrutar. Estoy bien
así.
CLARA: -No insistas, Teresa. Acostarme con el primer tipo que pase no es
para mí. (Con intención) Yo no soy como vos, ¿entendés?
ESTELA: (Con fastidio) -Al final, cada vez que nos vemos, siempre
terminamos hablando de sexo.
CLARA: -No. Ni con él, ni con nadie… Si fue el único hombre de mi vida.
No sé lo que se siente… Bah, me imagino porque lo leí y me contaron, pero
nunca lo viví.
ISABEL: -No sé. Supongo que cada una los siente a su manera.
ESTELA: -Me agarra como una corriente eléctrica por todo el cuerpo,
empiezo a temblar y se me abren los dedos de los pies…
CLARA: -Me hace muy feliz que hayan venido. ¿Quieren café? (Todas
asienten) Ya les traigo.
TERESA: -No empecés, Isabel. Vos llamaste de Miami para que nos
juntáramos con Clara.
ISABEL: -Sí, ya sé que fue idea mía. Cuando leí la carta, pensé lo peor.
¿Vos creés que es capaz de hacer una locura?
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TERESA: -Que yo sepa, no. Bah, no creo… (Se levanta y va hacia el bar)
¿Qué es lo que te inquieta tanto?
TERESA: (Se sirve un trago) -Capaz que llora cuando está sola. Le dedicó
toda su vida a él. Por más que lo disimule, debe estar sufriendo.
ISABEL: -No sé cómo explicarlo. Nos mandó la misma carta a las tres. Y
parecía escrita como para que hoy estuviéramos todas acá, con ella.
TERESA: (Regresa con la copa) -¿Y eso qué tiene de raro? Somos sus
únicas amigas, y hoy es un día difícil para ella. No querría pasarlo sola.
ISABEL: -No es normal. Hay algo de Clara que me preocupa. ¿Vos viste
cómo nos mira? Te juro que me da miedo.
Vuelve Clara con una bandeja con cuatro cafés. Estela trae un termo y
viene hablando detrás.
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TERESA: -¿Qué hacés con las cenizas en tu casa? Así nunca vas a
terminar de hacer el duelo. Tenés que tirarlas en algún lado.
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ISABEL: -No seas insensible. ¿No ves que todavía lo sigue queriendo?
CLARA: -Me sorprende verte preocupada por lo que me pasa. (La mira
desafiante) ¿O acaso pensabas en mí cuando te acostabas con mi marido?
TERESA: (Buscar sus cosas) -No tengo por qué soportar esto. Me voy.
CLARA: (Con extraña calma) -Se las escribió Teresa a mi marido durante
años. Las leí todas, una por una, palabra por palabra… Cuentan con lujo de
detalles cada encuentro. (Irónica) Un repertorio muy variado, por cierto.
Clara arroja las cartas sobre la mesa. Isabel y Estela las revisan.
ESTELA: -¿Vos te acostabas con el marido y ella no puede leer tus cartas?
ISABEL: -¿Qué decís? ¿Te volviste loca? ¡Ese argumento es válido con
cualquier tipo casado, pero no con el marido de una amiga!
TERESA: -Para una noche sí. Pero me canso enseguida. Los echo y no
quiero verlos nunca más.
CLARA: -Con Ricardo fue diferente. Por las fechas de las cartas, fueron
amantes bastante tiempo. Respondeme. ¿Qué te gustó de él?
Estela se pasa del sillón al sofá e intenta consolar a Clara junto a Isabel.
CLARA: -Lo que no puedo creer es que mi marido haya hecho reír a
alguien. Ricardo era el tipo más serio del mundo. En treinta años de
matrimonio, jamás me dedicó una sonrisa. Ni una mueca.
CLARA: -No. Ricardo jamás me dio motivos para pensar que tenía una
historia con Teresa.
ISABEL: (Enérgica) -¿Podés quedarte callada, Estela? ¿No ves que Clara
está viviendo el peor momento de su vida?
ISABEL: (Alterada) -¡No se acostó con cualquier tipo! ¡Se acostó con tu
marido! Teresa te traicionó como amiga…
ESTELA: -Uno, no. Por lo que dicen las cartas, fueron varios…
ESTELA: -¡Si no lo hacés por ella, hacelo por Ricardo! (Todas la miran)
Teresa se sienta en el sofá. Silencio tenso. Estela busca decir algo para
romper el hielo.
ISABEL: (Suspira) -Está cada día más celoso. Como viajo mucho para
exponer mis cuadros, vive llamándome por teléfono. No sé, tiene miedo de
que le meta los cuernos…
TERESA: (A Estela, irónica) -Si cree que los albañiles se te van a tirar
encima, no son celos… es demencia senil! (Todas la miran)
Breve silencio.
ISABEL: (La enfrenta, furiosa) -¡Sí! ¡No puedo creer lo que hiciste!
TERESA: (Desafiante) -La cosa es entre Clara y yo. ¿Vos qué te metés?
ESTELA: -No nos desviemos del tema. ¿Qué es más importante? ¿La
traición de Teresa o cómo lo tomó Clara? (Isabel la mira con odio)
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ISABEL: (Furiosa) -¿Te podés callar, Estela? Acá no tenés nada que ver.
ESTELA: (A Isabel) -Teresa tiene razón. Cada una reacciona como le sale.
CLARA: -Es tu oportunidad, Isabel. ¿Les contás vos o les cuento yo?
TERESA: (Vengativa) -Me río de todas las cosas que dijiste de mí por lo
que hice. ¡Vos no tenés vergüenza!
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Clara tira las fotos sobre la mesa. Teresa y Estela las revisan.
TERESA: (A Isabel, irónica) -No hay dudas. Salvo que tengas una doble,
la que está abrazada a Ricardo sos vos.
ESTELA: (Mirando una foto) -Te quedaba mejor este peinado, Isabel.
¿Por qué te lo cambiaste?
CLARA: -Me parece bien que juntes las fotos. En definitiva, son tuyas.
CLARA: -Junto a las cartas de Teresa encontré una cámara con la memoria
llena de fotos en Madrid, en Roma, en Venecia. Supongo que son del
último viaje de Ricardo. Sólo me tomé la molestia de imprimir algunas.
ESTELA: (Molesta) -¿Por qué se la agarran conmigo? ¡Si soy la única que
no se acostó con Ricardo!
ISABEL: -¡Sí que me importó! ¿Por qué creés que me fui a vivir a Miami?
¡No pude soportar que Ricardo se casara con ella y no conmigo!
ESTELA: -¿Qué decís? ¡Si vos te fuiste por una beca de Bellas Artes!
ISABEL: -Esa fue una excusa que inventé. Necesitaba poner distancia
entre Ricardo y yo.
TERESA: (Irónica) -Por las fotos que vimos, mucha distancia no pusiste.
TERESA: (Seria) -Te amaba a vos, pero estaba casado con Clara y se
acostaba conmigo. Un combo bastante completo…
ESTELA: -Pero hay muchas ciudades más cerca. ¿Por qué justo a Miami?
ESTELA: (Sorprendida) -¡Eh! ¿Qué pasa que están todas tan susceptibles?
¡Hoy no se puede hablar!
CLARA: (Comprensiva) -Es lógico que Isabel y Teresa estén mal. Yo hace
un año que estoy llorando a Ricardo. Y ellas nunca pudieron hacerlo,
porque sus maridos hubieran sospechado.
ISABEL: -No creo que Teresa tenga la hipocresía de llorarlo. Para ella era
lo mismo Ricardo que Juan, Pedro o Miguel.
CLARA: -Es una forma de decir, Estela… Juan, Pedro, Miguel… Son
hombres en general, ¿entendés?
CLARA: (A Isabel) -No habrán sido fáciles todos estos años para vos.
ISABEL: (Ofendida) -No me compares con Teresa. Lo mío fue otra cosa.
TERESA: -Fue lo mismo. Las dos nos acostamos con el marido de Clara.
(Pausa) La única diferencia es que yo la pasé mejor que vos.
ESTELA: -En cambio, Isabel… Pobre. (Clara la mira con fastidio y ella
se explica) Debe ser terrible estar casada con un hombre y querer a otro.
TERESA: (Irónica) -¿Y vos sí? Que yo sepa, tu autoridad moral nunca te
impidió ser amante de Ricardo.
CLARA: (Seria) -Te mintió. Como verás, para Ricardo eras una más.
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Isabel toma conciencia de que ella también fue traicionada y sale llorando
a dormitorio.
TERESA: (Irónica) -Es masoquista, dejala… Le gusta sufrir. Por algo está
acá encerrada hace un año llorando al marido.
CLARA: (Seria) -Veo que mi marido tenía cosas en común con todas,
menos conmigo.
CLARA: -Dijiste que con vos era el hombre más romántico del mundo.
¿Cómo te lo demostraba?
CLARA: (Abatida) -No, basta. Prefiero que no me diga nada más. Cuanto
más la escucho, menos entiendo…
ISABEL: (Mira para otro lado, impresionada) -No me recuerdes que ahí
están las cenizas de Ricardo. Prefiero pensar que es un centro de mesa.
CLARA: (Insiste, seria) -Es una pregunta muy simple. Quiero saber si
Ricardo era buen amante.
CLARA: -Sé cómo era como marido. Ahora quiero saber cómo era como
amante. Ya tengo la versión de Teresa. Quiero escuchar la tuya.
ISABEL: -¡Basta, Clara! Terminemos de una vez. ¿Qué buscás con esto?
TERESA: (A Clara) -Yo tampoco te entiendo. ¿Te hace mal que te cuente
a dónde se iban de viaje, y querés que te explique cómo se acostaban?
Estela mira a Clara, que tiene la vista clavada en ella. Hace silencio unos
segundos, pero no soporta la presión. Se quiebra y comienza a hablar
rápido, como para contar todo de un tirón.
ESTELA: (A Isabel, furiosa) -¡En ese sillón no hay nadie! (Levanta sus
cosas y vuelve a tenerlas encima)
TERESA: (A Estela) -Isabel tiene razón. Cada una de nosotras tuvo sus
motivos para hacer lo que hizo… justificados o no, pero motivos al fin.
Pero vos, no entiendo… Habiendo tantos hombres dando vueltas, ¿por qué
fuiste a buscar justo al marido de Clara?
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ESTELA: (Enérgica) -¡Yo no miento! ¡Fue todo como les dije! (Pone la
mano sobre la urna) ¡Lo juro por las cenizas de Ricardo!
ISABEL: (Irónica) -¡Con ella se habrá acostado por deporte! ¡Otra no hay!
ESTELA: -No sabés lo que te perdiste. Ricardo sí que sabía contener a una
mujer.
TERESA: (Irónica) -Pero no sabía contenerse él. ¡No dejaba títere con
cabeza!
ISABEL: (Con la mirada perdida, como pensando en voz alta) -No puedo
entender que Ricardo me haya engañado con Estela.
CLARA: -¿Por qué lo dejaste, Estela? ¿No la pasabas bien con Ricardo?
Se produce un silencio tenso. Estela se pone de pie con sus cosas encima.
ESTELA: (Duda) -Las dejo, porque… tengo cosas que hacer. ¡Chau, nos
vemos! (Inicia mutis)
ESTELA: -¡Te conté que fui amante de tu marido! ¿Te parece poco?
CLARA: (Muy seria) -Yo sí. (Estela la mira desencajada) Pero parece que
Ricardo no confiaba demasiado en vos.
CLARA: (A Estela) -¿Les contás vos, o preferís que les cuente yo?
ISABEL: (Sin dejar de atender a Estela) -¿Cómo podés estar tan segura?
CLARA: -Porque yo tuve uno igual, cuando encontré esto junto a las
cartas de Teresa y tus fotos. (Tira el sobre en la mesa)
CLARA: -No hace falta. Yo estoy mucho peor que ella, y no me quejo.
CLARA: (Abatida) -Hubiera dado la vida por tener un hijo con Ricardo.
Pero a él nunca le importó mi deseo desesperado de ser madre. Ni siquiera
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ESTELA: (Seria) -Estuve cerca. Mis ataques de pánico son muy intensos,
aunque duran poco tiempo. Y si no te cuidás, te pueden quedar secuelas
para toda la vida.
CLARA: (Se sienta) -Te escucho, Estela. Ahora sí, quiero saber todo.
CLARA: -No supo nada durante mucho tiempo… Pero el ADN demuestra
que hace cuatro años Estela le contó todo. Lo que no sé es por qué…
Clara mira fijo a Estela, que baja la vista y comienza a hablar, resignada.
internado. (Suspira) Fue muy humillante, pero valió la pena. Ricardo pagó
hasta el último centavo del tratamiento. (Breve pausa. Orgullosa) Se portó
como un verdadero padre. (Clara la mira y ella se corrige) Perdón…
CLARA: (Seria) -Te equivocás, Teresa. Lo amaba mucho más que Isabel.
No era el marido ideal, pero fue el único hombre de mi vida. Y lo peor es
que lo sigo amando… a pesar de que se acostó con todas ustedes.
TERESA: (Irónica) -¡Menos mal! ¡Si no, estarías sepultada bajo una
montaña de hijos! (Estela la mira con rabia)
Las tres se quedan en silencio, inquietas. Estela se sirve café del termo.
ESTELA: -¿No tendrá un amante? Nosotras tuvimos, ¿por qué ella no?
Por algo tiene que hacer una cosa en privado. Digo, si no tuviera nada que
ocultar, lo haría delante de nosotras…
TERESA: -¡Ay, por favor! No digas pavadas. Hace una hora que estamos
tomando café. Si le hubiera puesto algo, ya estaríamos agonizando.
ESTELA: -Me siento mal. Tengo ganas de vomitar. (Se recuesta en el sofá
y se queja de dolor)
ESTELA: (Decidida) -¡Yo por las dudas, me voy! ¡Corro más peligro acá
adentro, que en la calle!
ESTELA: -Es mejor que nos vayamos antes de que pase una desgracia.
CLARA: -Chicas…
Las tres le dicen que no, muy enfáticamente. Clara va hacia ellas. Todas la
miran con recelo al verla pasar.
CLARA: -Como gusten. Les dejo el cuchillo. (Lo apoya sobre la mesa) Y
si quieren, se cortan ustedes mismas...
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CLARA: -Vos tampoco estás nada mal, Isabel. Vivir afuera te hizo mucho
más interesante que a mí. Y Estela, con sus traumas sexuales, es un desafío
para cualquier hombre. Evidentemente, a mi marido le gustaba la variedad.
CLARA: -Les escribí haciéndoles creer que estaba al borde del suicidio.
Tal como imaginé, las tres vinieron a casa para hacerme compañía en este
día tan especial… Les di la posibilidad de confesar sus traiciones y ninguna
lo hizo. Negaron todo hasta que les refregué las pruebas en la cara. Pero
pronto van a tener la posibilidad de reivindicarse.
CLARA: -No me extraña que la urna les provoque rechazo. Las tres
prefieren recordar a Ricardo en vida, cuando les daba a todas exactamente
lo que querían. (Enigmática) Pero no se preocupen… A partir de esta
noche, no van a poder olvidarse de Ricardo mientras vivan.
CLARA: -Sabía que iban a decir eso. Por eso acabo de hacer unas
llamadas. Tomé mis recaudos para que las cenizas de Ricardo llegaran a
destino. (Pausa. Las mira) ¡Se las mandé a sus respectivos maridos!
CLARA: -Todos van a entender. Junto a las cenizas mandé una carta
explicándoles todo… ¡Y con copias de las pruebas, por supuesto!
FIN