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deliberación
Visto así, es más evidente su rol en el agenciamiento reflexivo y proyectivo . Por ello,
algunos la vitalizan solo como soporte del recuerdo del hecho en el pasado, como un
tiempo ya cerrado en el cual se debe indagar evocando solo causas, a riesgo de
establecer justificaciones del presente existente; causas explicativas que se
encadenan argumentando un fin ya predeterminado por el hoy, vinculando no sin
intención, la vivencia temporal con una perspectiva racional causal objetivante.
Concluyendo en la necesidad de buscar leyes explicativas, y de excluir las
particularidades; desligando al sujeto que evoca, de la causa, y enalteciendo con ello,
a ésta última como una única razón veritativa que subordina la experiencia humana
a una explicación, labor que la Historiografía positivista ha validado como memoria
escrituraria.
Dicha premisa no solo alcanza a los sujetos que conforman las sociedades en su
diario vivir, sino también a los intelectuales que construyen discursos, desde su
posición ante la sociedad, desde la cual la piensan, se piensan a sí mismos y
recuerdan. Este punto no es menor, cuando se traslada el problema a la construcción
de referentes de identidad, siempre desde un presente, que se articula con un
pasado y un futuro como lenguaje explicativo del devenir social de un Estado o
Pueblo. Al respecto, se ha propuesto que el intelectual no solo está obligado
unidireccionalmente a dirigirse a “un publico”, posición que le lleva a articular una
memoria sin historia. El intelectual desde una opción democrática, puede
comprender su publico como publico/ comunidad. Un intelectual que construye su
discurso desde la propia historia y se deja traspasar por las experiencias, haciendo
de ellas un soporte cognitivo y reflexivo y entendiendo que la escritura resultante
es parte del devenir histórico configurado.
Ella se configura en torno a la pregunta de qué nos está permitido olvidar. Esta es
una pregunta sustantiva para desarrollar una “ciudadanía memorial”, que actúe
como garante de la defensa y promoción de los derechos humanos y de la propia
democracia, en cuanto espacio público. Una democracia desarrollada en sus
capacidades de deliberación y de conversación en torno a dilemas morales, con
liderazgos inclusivos y capital cívico suficiente, tiene más posibilidades de no
“fetichizar” el presente y abrir su historia a una dialéctica de la conmemoración
crítica.
Son “acontecimientos” algo más que los hechos que representan novedades y
contingencias. Son aquellas densas historias narradas y experimentadas de tal
manera que vulneran toda quietud y todo orden político. Son expresión de una “ética
negativa” pues invalidan el lenguaje común y remiten al sentido de lo humano. Y
obligan al orden político a una reflexión inquietante sobre la historia.
Trabajar “desde dentro” exige recuperar los silencios y hacerlos palabra evocada en
un tiempo, el tiempo de los testigos, recuperar su vivencia para hacerla pública. En
este acto de investigación pedagógica, se trabaja con los fragmentos de la memoria
y sus indicios que han resistido a las fuerzas del olvido. El paradigma indicial, esto
es; leer las huellas de los acontecimientos, a través de voces fragmentadas permite
considerar la particularidad del fragmento como una prueba cualitativa de
evidencia ética.
La Memoria es algo más que una Acusación, o que una huella de la inhumanidad y
violencia: la Memoria está en el presente. Y como la referimos siempre, a un
horizonte ético-político y a una Acción; siempre es Memoria futurizada. La memoria
como problema está siempre al frente, no en el pasado. Desde esta perspectiva se
encuentra configurando de un modo permanente nuevas narrativas. Es tarea de la
pedagogía redimensionar la acción hacia una transformación, alejándola de la
reproducción del orden social.
El trabajo de la memoria es siempre una Acción creadora, pues trabajando con las
palabras, nada se salva de volver a ser escrito o dicho. Por ello, la memoria es
siempre la posibilidad de realizar un desmontaje de prejuicios, discriminaciones, de
falsas coherencias.
Los movimientos ciudadanos memoriales no son empíricos ni lineales, son meta-
políticos, es decir capaces de apreciar la política en función del horizonte ético (o
sistema de apreciación) que se ha elaborado desde las experiencias alterno-críticas.
Existe una Memoria como “recuerdo del mal” del siglo XX; en este sentido actúa
como un horizonte ético-crítico, como una razón no indolente. La Memoria,
entonces, es un recordatorio de la catástrofe de la razón moderna. Esta es la señal
inicial del movimiento Pro-memorial.
- Machín, Horacio afirma que ciertas líneas de los estudios culturales, han
reconocido la importancia de la memoria, pero no han especificado con
claridad cuáles son las condiciones históricas que permiten comprender esta
necesidad de convergencia, ya que las luchas por la memoria emergen en un
contexto de globalización. No es el caso, destaca el autor, de Ángel Rama que
se presenta como un intelectual que recupera explícitamente parte de su
tradición (ciudad letrada) como condición para la construcción de una
identidad democrática post-tradicional. Esto marca la diferencia significativa
con la memoria sin historia de los estudios culturales latinoamericanos post
modernos locales cada vez más vinculados con las narrativas de la
globalización cultural, Machín, Horario. Ángel Rama y la Lección Intelectual
en Marcha , en Moraña, Mabel (Editora) , Ángel Rama y los Estudios
Latinoamericanos, Serie Críticas , .Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana, Universidad de Pittsburg, 1997, pp. 71 a 89.
i
Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Diplomado de Post-
Graduación en Derechos Humano y Desarrollo del Institute of Social Studies (ISS) de La Haya. Profesor
universitario , Universidad e Playa Ancha y Universidad de Valparaíso: josorio.humanidades@gmail.com
ii
Doctora en Educación de la Universidad de Granada, Magister en Historia de la Universidad de Chile.
Profesora universitaria, Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Universidad Nacional Andrés
Bello.