Professional Documents
Culture Documents
Existe una leyenda africana que cuenta cómo el guepardo consiguió sus
características manchas conocidas como 'manchas de lágrima', ya que
estas manchas parecen derramarse desde sus ojos. La leyenda cuenta que
una mamá guepardo, creyendo que sus cachorros habían sido robados por un
cazador sin escrúpulos, decidió abandonar la presa que acababa de conseguir
para buscarlos.
La mamá guepardo les buscó y les buscó. Mientras tanto, el cazador robó la
presa que el guepardo había cazado con gran esfuerzo. Al llegar, descubrió
que se habían quedado sin comida. Además, sus cachorros seguían sin
aparecer. Tanto lloró el guepardo, que sus lágrimas fueron creando manchas
en su piel.
Pero al final, después de tanto llorar, los cachorros fueron recuperados y más
adelante el guepardo se enteró de que el cazador fue castigado por otros
humanos por sus malas artes robando y aprovechándose de los demás.
Awan era un zorro muy listo al que le encantaban las lagartijas. Ya se había
comido todas las de un lado del río pero sabía que al otro lado había
muchísimas lagartijas. El problema es que Awan no sabía nadar. Después de
pensar mucho encontró la solución. Fue a su amigo Zorol, que era un camello,
y le dijo:
Cuenta la leyenda que cuando se creó el mundo, los dioses y los seres
humanos vivían felices y en armonía. Sin embargo, el único que no estaba
contento era el dios Quetzalcóatl, quien veía como los dioses se aprovechaban
de los seres humanos, se sentían superiores y los hacían menos.
Al llegar al mundo de los humanos viajó por muchas tierras hasta llegar a la
ciudad de Tollan, donde encontró a sus pobladores haciendo un sacrificio
dedicado a su hermano Tezcatlipoca. Al observar este acontecimiento, detuvo
el sacrificio y les explicó que él venía a ofrecerles una ciudad eterna, llena
de floresy buena vida.
Había una vez una princesa llamada Uru. Era una chica muy bella y además
era la heredera al trono del imperio Inca. Su padre la adoraba, y deseaba
que su hija al llegar al trono se convirtiera en una reina buena y justa.Para ello,
se centró mucho en la educación de su hija, y buscó por todas partes los
mejores maestros en todas las materias.
Pero sin embargo, a Uru no le gustaban los estudios, ni entendía el afán de su
padre por convertirla en una muchacha lista y buena. Prefería perder el
tiempo, jugar, y dedicarse a mejorar su aspecto físico y su belleza.
Además, tenía muy mal carácter, y perdía los nervios con facilidad. Le gustaba
ordenar y que todos complacieran sus deseos. Y si no conseguía lo que
deseaba en el momento, entraba en cólera. Según iba creciendo, era más
déspota con todos.
Y llegó el día en el que el padre de Uru falleció y ella subió al trono. Y es cierto
que al principio la muchacha se dejó asesorar, pero poco a poco comenzó a
abandonar sus obligaciones como reina. Le aburría mucho tener que tomar
tantas decisiones. Prefería dedicarse a ella misma. Así que tomó la decisión y
dijo a todos sus asesores:
- Escuchadme bien: ya estoy cansada de tantas obligaciones. Es muy aburrido.
Yo quiero descubrir otros lugares, lucir mis vestidos, y acudir a muchas fiestas.
Quiero pasármelo bien, así que ya no tomaré más decisiones sobre el imperio:
¡que lo haga otro!
A pesar de que el mismísimo consejero real intentó persuadirla, ella seguía
firme en sus decisiones.
- ¡No seáis insolentes! No quiero trabajar más y me voy. No intentéis
impedírmelo.
Estaba tan enfadada, que decidió azotar con su cinturón a todos los allí
presentes por insolentes. Se quitó el cinturón y lo levantó para golpear al
consejero real. Pero entonces ocurrió algo extraordinario: la reina no podía
bajar el brazo. ¡Se había quedado petrificada como una estatua!
Y eso no fue todo: mientras Uru intentaba moverse sin éxito, apareció
suspendida en el aire una diosa cubierta con un manto dorado. Y dijo en
voz alta, dirigiéndose a la reina:
- Sin duda eres tremendamente egoísta y mezquina. Podrías dirigir tu reino con
sabiduría, justicia y bondad, y en cambio prefieres atemorizar y humillar a
tus súbditos. Así que no mereces lo que te dieron. A partir de ahora ya no
tendrás belleza y no serás reina. Además, tendrás que trabajar sin descanso.
Y tras decir estas palabras, una nube envolvió a la reina y al disiparse el
humo, en su lugar apareció una araña fea y peluda. Asustada, Uru salió
corriendo en busca de refugio, lejos de posibles pisotones. Ya en un rincón, se
dedicó a tejer tela de araña sin descanso.
Cuenta la leyenda que una doncella llamada Xóchitl le hizo un bonito regalo
a Tecpancaltzin: una jícara de miel de maguey. Al recibir este obsequio el
monarca se enamoró perdidamente de aquella mujer, tanto así que se quedó
con ella en su palacio. Tiempo después la pareja tuvo un hijo llamado
Meconetzin, es decir “hijo del maguey”.
La población moría poco a poco y por desgracia vivían una guerra con los
reyes de Xalisco, quienes habían aprovechado la situación e invadían sin
piedad el territorio tolteca. En la batalla por defender al pueblo murieron
Tecpancaltzin y Xóchitl, quienes combatían en primera fila; Topiltzin, huyó
aterrado a esconderse en una cueva de donde no volvió jamás. Así la profecía
se cumplió y el imperio tolteca se extinguió.
LEYENDA DE LA MAZORCA DE ORO
Cuenta una leyenda muy antigua de Perú que existió una vez una familia de
campesinos muy pobre, compuesta por el matrimonio y cinco hijos. Apenas
tenían para comer, y sobrevivían gracias a un campo de maíz. Con el maíz
hacían tortas y pan con el que podían comer y parte del maíz que les sobraba,
lo vendían por las tardes en el mercado.
Sin embargo, la única que trabajaba en esa familia era la madre. Ella se
encargaba de cuidar, recolectar, cocinar y vender el maíz. Ella llevaba la
también casa, y mandaba cada adía a sus hijos al colegio. Mientras, el marido
holganazeaba sin hacer absolutamente nada.
Un día, la muchacha estaba realmente agotada, y no pudo recolectar suficiente
maíz. Al hacer recuento, se dio cuenta de que ese día no podría hacer pan
suficiente para comer, y mucho menos llevar maíz al mercado para traerse
unas pocas monedas. Desconsolada, lloró y lloró... Si su marido le ayudara,
podrían unir fuerzas y recolectar mucho más maíz, pero no lo conseguiría,
porque él era muy egoísta y prefería dedicar su tiempo a dar tranquilos paseos
por el campo. ¿Qué podía hacer?
Y cuando la mujer, ya desesperada, se iba a retirar a la cama, descubrió que
algo brillaba con mucha fuerza en medio del gran montón de maíz. Al
principio creyó que era un destello del sol. Además, al estar llorando, el
destello era borroso... Pero ya cuando se alejaba de allí, se dio la vuelta y
volvió a mirar. Entonces cayó en la cuenta de que era de noche, así que no
podía ser un rayo de sol. Buscó en el montón de maíz qué podía ser aquello.
- Pero... - dijo en voz bajo la campesina- No puedes ser... ¡si es una mazorca
de oro!
Efectivamente, entre todas las demás mazorcas, una compuesta de granos
dorados lucía con mucha fuerza. Era una auténtica mazorca de oro. ¿Y qué
hizo la muchacha? Corrió a buscar a su marido para darle la buena noticia.
Él, que como siempre, estaba durmiendo en la hamaca, se sobresaltó al ver
aquello. ¡El gran Dios había premiado a su mujer por ser tan buena y
trabajadora! Se arrodilló y le pidió perdón. Prometió que a partir de ahora le
ayudaría en todo.
Vendieron la mazorca, y con el dinero que consiguieron plantaron más maíz,
arreglaron la casa y compraron ropa nueva para sus hijos. A partir de entonces,
el hombre comenzó a trabajar en el campo junto a su mujer, y sus
beneficios se duplicaron. Nunca más volvieron a pasar hambre y fueron muy,
muy felices.
Los perros se convirtieron de esta forma en los animales más leales para los
humanos. Y sin embargo, ellos estaban tristes. ¿Sabes por qué? Porque a
pesar de que ellos se esforzaban en portarse cada vez mejor con los
humanos, muchos de ellos les maltrataban o simplemente les mostraban
indiferencia o desprecio.
Al terminar la reunión, escribieron una carta para enviarla a este dios. Pero les
quedaba lo más importante. ¿Quién se encargaría de llevar la carta? El dios
Tiáloc vivía muy, pero que muy lejos... Decidieron que tendría que ser un
perro con muy buen olfato para encontrar el camino. Y escogieron al mejor:
un perro negro, muy joven y musculoso con un olfato envidiable.
¡Qué contento se puso el perro al ser elegido para una misión tan importante!
Sin embargo, cuando iba a partir, preguntó por algo en lo que no había caído
hasta ese momento: ¿y dónde guardaría la carta? Después de mucho pensar,
el perro más anciano, dijo:
Y así se hizo. El perrito partió contento hacia la morada del dios Tiáloc.
Pero pasaron los años. Y más y más años. Y todavía, a día de hoy, el perrito
negro no ha vuelto de su misión. Por eso, desde que partió, los perros se
huelen la cola al encontrarse, para reconocer si es el mensajero que vuelve
con la carta del dios Tiáloc.
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo los animales hablaban y hacían
cosas de personas, pero como no tenían fuego y aún no existían los fósforos,
los pobrecillos se veían en la necesidad de comer comida cruda, lo cual no les
gustaba del todo.
En ese tiempo el jaguar no tenía sus manchas, era de un solo color, amarillo
y nada más. Un día mientras estaba tomando el sol en una montaña, el sol lo
observaba con atención. Al señor sol le dio tanta lastima ver que tanto él jaguar
como los animalitos sufrían comiendo comida cruda, que decidió hablar con el
jaguar y decirle:
- Jaguar te voy a dar una cosa que usarás y compartirás con los
demás animales.
-Es fuego, levanta esa rama con pasto seco, que yo te la encenderé- contestó
el sol.
El jaguar agradeciendo el buen gesto del sol corrió con la antorcha encendida,
pero no la compartió con los demás animales. Tarde o temprano todos los
animales se enteraron de la valiosa posesión del jaguar. Entonces fue la
lechuza a pedirle un poco de fuego, pero el jaguar no quiso darle. Después
mandaron a la Vizcaya pero el jaguar se negó y comenzó a rugir logrando
ahuyentarla. Por último llegó un astuto zorro que logró engañar al jaguar y le
robo un poquito de fuego. El zorro corrió y corrió, hasta que el jaguar tropezó
con una piedra y se manchó.
Al final el jaguar quedó con machas, solo y con mal humor por no haber
compartido el preciado fuego. El resto de los animales gozaron del fuego
y vivieron felices para siempre.
Los mayas más sabios cuentan que los Dioses crearon todas las cosas en la
Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le
encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado, notaron que no
había nadie encargado de llevar sus deseos y pensamientos de un lugar a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra
de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista,
soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya no era más una
simple flecha, ahora tenía vida, los dioses habían creado al x ts’unu’um , es
decir, el colibrí.
Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí podía acercarse a las
flores más delicadas sin mover un solo pétalo, sus plumas brillaban bajo el sol
como gotas de lluvia y reflejaban todos los colores.
Entonces los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para adornarse
con sus plumas. Los Dioses al verlo, se enojaron y dijeron: 'si alguien osa
atrapar algún colibrí, será castigado'. Por eso es que nadie ha visto alguna vez
a un colibrí en una jaula, ni tampoco en la mano de un hombre.
Cuenta la leyenda que una vez nació una princesa tan hermosa como las
estrellas. Y según crecía, aumentaba su belleza. Era morena, su pelo era
negro como el azabache y su piel morena y suave como el terciopelo. Todos la
adoraban, porque además era inteligente y muy elegante. La princesa, que se
llamaba Acafala, causaba admiración y todos caían rendidos ante su
belleza.
Sus padres, un día, le dijeron que debía escoger marido, que existían
muchísimas personas con muchos dones y valores. Pero ella, llena de
vanidad y soberbia, se escapó, y fue hasta la playa.
- ¡Miradme, estrellas! ¡Miradme bien! - le gritó al cielo- ¿No soy hermosa? ¿Por
qué se empeñan mis padres en casarme con nadie? ¡Nadie podrá superar
nunca mi belleza! ¡Yo solo quiero que me admiren, nada más!
EL SOL Y LA LUNA
Se presentaron dos candidatos para ser el Sol: el Primero era grande, fuerte,
hermoso y rico y además, estaba vestido con ropas de lujo y adornado con
piedras preciosas. Este ofrecía a sus compañeros oro y joyas como muestra de
su orgullo; por otro lado, el Segundo era pequeño, débil, feo y pobre; su piel
estaba cubierta de llagas, y estaba vestido con su ropa de trabajo. Como el
Segundo era un ser muy pobre, sólo podía ofrecer la sangre de su corazón, sus
buenos y humildes sentimientos.
Si te fijas bien, durante los días de luna llena, puedes ver la figura de un
conejo, que es el que acabó con el segundo soly dio vida a la luna.
LA LEYENDA DE TEPOZTÉCATL
epoztécatl nació de una princesa cuyo embarazo fue producto del amor de un
pajarillo. El pequeño, fue nombrado por su madre como Tepoztécatl. Ella era
inmensamente feliz con su niño, sin embargo, cuando los padres de la
princesa se enteraron de aquel bebé, se molestaron mucho con ella, ya que no
estaba casada, por lo que la obligaron a abandonar al niño lejos de su hogar.
Cuenta una leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo de
México, todos los habitantes se reunían en la iglesia cada año durante el
nacimiento de Jesús para dejarle algún regalo.
A Pablo le encantaba aquella tradición. Todos los años veía llegar a muchas
personas desde muy lejos con regalos hermosos: cestas de fruta, ropa, algún
juguete... Pero según pasaban los años, Pablo se ponía más y más triste. Él
sólo veía como todos iban y depositaban sus regalos pero él no tenía nada
que regalar, él era muy pobre y eso lo hacía sentir mal.
Pablo quiso esconderse para evitar que otro miraran que no tenía nada que
dar, fue y se escondió en un rincón de la iglesia y comenzó a llorar, pero pronto
de sus lágrimas que habían caído al suelo, comenzó a brotar una hermosa flor
con pétalos rojos.
Pablo comprendió que aquella flor era un regalo de Dios, para que Pablo se
la regalara al niño Jesús. Contento fue y deposito aquella flor juntos con los
demás regalos, pero manteniendo el secreto que había nacido de sus lágrimas.
El resto de personas, al ver aquella planta tan bella, decidieron llevar una
idéntica cada año. Ese gesto, poco a poco, se convirtió en una tradición, y hoy
en todos los hogares, una bella flor de Pascua deslumbra a todos con sus
intensas hojas rojas.
LA LEYENDA DEL MAÍZ
Tras mucho esfuerzo y sin perder el ánimo, Quezalcóatl subió las montañas y
cuando llegó a su destino, cogió entre sus mandíbulas un grano maduro de
maíz e inició el duro regreso. Entregó el grano a los aztecas que plantaron la
semilla, y desde entonces, tuvieron maíz para alimentarse.