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Caracas:
Escuela de Psicología – UCV
4.- Relaciones entre los procesos y la conducta (flujo continuo, cambiante y variable): Estar
actuando es una característica permanente de los organismos vivos. Entre los procesos
psicológicos y la conducta se establecen diversos tipos de interacciones ,(el proceso es un
factor antecedente de la conducta: otras veces es una variable consecuente: pero también
puede ser una variable que acompaña a la conducta: pero también puede ser una variable
que acompaña a la conducta o una variable que potencialmente puede convertirse en un
factor generador de conducta) a partir de esas relaciones entre los procesos y la conducta
puede hablarse de cuatro tipos de procesos: desencadenantes, resultantes, de dirección y
mantenimiento y disposicionales.
Procesos Desencadenantes: El proceso psíquico desencadena un determinado
comportamiento es decir, la conducta se inicia porque existe un estado psicológico
previo. Cuando la conducta es iniciado por un proceso, se dice que el proceso es una
variable antecedente respecto a la acción (motivación)
Procesos Resultantes: Aquellos procesos que surgen como consecuencia de la
conducta. El proceso no antecede a la acción sino que es, más bien, un efecto de
ella. (aprendizaje y memoria)
Procesos direccionales y de mantenimiento: Un proceso puede actuar como
orientador de la conducta dirigida hacia una meta (cumpliendo una función
direccional) o como mantenedor de la fuerza de la conducta hasta que el organismo
alcance una meta (ejerciendo funciones de mantenimiento) (motivación, la atención
y la percepción)
Procesos disposicionales: Hay procesos que en un momento determinado no están
activados pero, sin embargo, existen como potencialidades capaces de activarse y de
originar, mantener o ser un resultado de la conducta. reflejan el pasado del
organismo.(actitudes, prejuicios y estereotipos)
5.- Niveles de análisis de los procesos psicológicos: (Ejemplo de Supermercado) El
aprendizaje como cualquier otro proceso psicológico, puede analizarse en tres niveles:
conductual, fisiológico, experiencial.
La importancia de los niveles radica en que ellos constituyen fuentes de datos para los
psicólogos. En consecuencia, puede hablarse de tres fuentes de datos psicológicos:
experiencial, fisiológico y conductual. La historia de la psicología ha sido una permanente
controversia en relación a cuál de los niveles es más adecuado o importante para la
disciplina.
Sensación y percepción (Sensopercepción)
La percepción es un proceso que tiene lugar en el encéfalo. Usando la información
sensorial, situaciones y acontecimientos, como materia prima.
La sensación que incluye olores, imágenes, sonidos, sabores, equilibrio, tacto y dolor, son
los datos puros de la experiencia. Nuestros diversos órganos sensoriales son bombardeados
de manera continua por pedazos de información, que compiten por atención y entre sí
mismos, con tan poco sentido como las piezas de un rompecabezas gigantesco.
Teorías:
Teoría clásica de la percepción: La constancia en la percepción, profundidad, y la
mayoría de ellas son el resultado de la capacidad del individuo de sintetizar las
experiencias del pasado y las señales sensoriales presentes.
Autores relevantes:
Helmholtz: propusó la teoría clásica de la percepción.
Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y Kurt Koffka estaban interesados en la
percepción, pero particularmente en ciertos trucos que nos juega la mente.
William James se dio cuenta de que tan importante como saber en qué forma la
estructura de nuestros preceptos.
Aunque la escuela estructuralista de psicología tuvo una vida relativamente corta y poco
efecto de largo plazo, el estudio de la percepción y la sensación continúa siendo una parte
importante de la psicología contemporánea.
Al inicio del siglo XX, la psicología se veía a sí misma como el estudio de los procesos
mentales que pueden ser conscientes o inconscientes (psicología psicodinámica), vistos
como unidades discretas y compuestos (estructuralismo) o como un flujo siempre
cambiante (funcionalismo). El método principal de recolección de datos era la
introspección y autoobservación en un laboratorio o en el diván del analista. Luego, una
nueva generación de psicólogos se rebeló contra este enfoque “suave”. El líder del desafío
fue el psicólogo estadounidense John B. Watson.
John B. Watson argumentaba que la idea completa de la vida mental era una superstición,
una reliquia de la Edad Media. En “La Psicología desde el punto de vista de un
conductista” (1913), Watson afirmaba que uno no puede ver o incluso definir la conciencia
más de lo que puede observar el alma. Y si uno no puede localizar o medir algo, esto no
puede ser objeto de estudio científico. Para Watson, la psicología era el estudio de la
conducta observable y mensurable, y nada más. La visión de la psicología de Watson,
conocida como conductismo, estaba basada en el trabajo del fisiólogo ruso Ivan Pavlov,
quien advirtió que los perros de su laboratorio empezaban a salivar en cuanto escuchaban
que se acercaba quien los alimentaba, incluso antes de que pudieran ver su comida. Decidió
averiguar si la salivación, un reflejo automático, podía moldearse por el aprendizaje.
Comenzó a parear de manera repetida el sonido de un zumbador con la presencia de
comida. El siguiente paso fue observar qué sucedía cuando se presentaba el zumbador sin
introducir el alimento. Este experimento demostró con claridad lo que Pavlov había
observado de manera incidental: después de pareamientos repetidos, los perros salivaban en
respuesta al zumbador solo. Pavlov llamó condicionamiento a esta forma simple de
entrenamiento. De modo que una nueva escuela de psicología fue inspirada por una
observación casual seguida por experimentos rigurosos. Watson llegó a creer que todas las
experiencias mentales (pensamiento, sentimiento, conciencia del yo) no son otra cosa que
cambios fisiológicos en respuesta a la experiencia acumulada del condicionamiento.
Afirmaba que un bebé es una tabula rasa (expresión latina que significa “pizarra en
blanco”) sobre la cual la experiencia puede escribir prácticamente cualquier cosa. Watson
intentaba demostrar que todos los fenómenos psicológicos, incluso las motivaciones
inconscientes de que hablaba Freud, son el resultado del condicionamiento (Rilling, 2000).
En uno de los experimentos más infames de la historia de la psicología, Watson intentó
crear una respuesta condicionada de temor en un niño de 11 meses de edad. El “pequeño
Alberto” era un bebé seguro y feliz que disfrutaba de los nuevos lugares y experiencias. En
su primera visita al laboratorio de Watson, Alberto quedó encantado con una peluda rata
blanca domesticada, pero se asustó visiblemente cuando Watson golpeó una barra de acero
con un martillo justo detrás de la cabeza del niño. En su segunda visita, Watson colocó a la
rata cerca de Alberto, y en el momento en que el bebé la alcanzaba y la tocaba, golpeó con
el martillo. Después de media docena de pareamientos, el pequeño Alberto comenzaba a
llorar en el momento en que se introducía a la rata sin ningún golpe. Experimentos
adicionales encontraron que Alberto se asustaba con cualquier cosa blanca y peluda, como
un conejo, un perro, un abrigo de piel de foca, algodón y Watson llevando una máscara de
Santa Claus (Watson y Rayner, 1920). Freud denominó “desplazamiento” a la transferencia
de emociones de una persona u objeto a otro, una respuesta neurótica que rastreó al
inconsciente. Inspirado en Pavlov, Watson llamó generalización al mismo fenómeno, una
simple cuestión de condicionamiento (Rilling, 2000). Hasta donde le concernía, la teoría
psicodinámica y el psicoanálisis eran “vudú”. Una de las estudiantes graduadas de Watson,
Mary Cover Jones (1924), realizó en reversa el experimento del pequeño Alberto. Jones
logró recondicionar con éxito a un niño para superar el temor a los conejos (no ocasionado
por un condicionamiento en el laboratorio) presentando el conejo a gran distancia y
acercándolo luego gradualmente mientras el niño estaba comiendo. Conocida como
desensibilización, esta técnica es similar a las empleadas en la actualidad por muchos
psicólogos clínicos. En 1920, un escándalo personal obligó a Watson a renunciar a su
puesto en la Universidad Johns Hopkins , continuó escribiendo artículos en revistas
populares y libros de psicología. Pero la tarea de perfeccionar el conductismo a través de la
investigación recayó en otros, principalmente en B. F. Skinner.
Las sensaciones, que incluyen olores, imágenes, sonidos, sabores, equilibrio, tacto y dolor,
son los datos puros de la experiencia. Nuestros diversos órganos sensoriales son
bombardeados de manera continua por pedazos de información, que compiten por atención
y entre sí mismos, con tan poco sentido como las piezas de un rompecabezas gigantesco. La
percepción es el proceso mental mediante el cual esas piezas se clasifican, identifican y
arreglan en patrones significativos. La sensación y la percepción son la base de la
conciencia; en conjunto, nos dicen lo que sucede dentro y fuera de nuestro cuerpo.
Nuestros sentidos nos proporcionan datos puros acerca del ambiente; a menos que
interpretemos esta información, el mundo no sería otra cosa que “una confusión tronante y
zumbante”, como dijo William James (1890). La percepción tiene lugar en el encéfalo.
Usando la información sensorial como materia prima, el encéfalo crea experiencias
perceptuales que van más allá de lo que sentimos directamente.
Primero, alguna forma de energía (ondas de luz, vibraciones sonoras, moléculas químicas
transportadas en el aire o la sangre) estimulan una célula receptora en uno de los órganos
sensoriales, como el ojo o el oído. Si el estímulo es suficientemente fuerte, el receptor envía
una señal a lo largo de los nervios sensoriales al área apropiada de la corteza cerebral. El
encéfalo se aloja en el cráneo, aislado de los eventos externos, pero es bombardeado por las
señales eléctricas transportadas por millones de fibras nerviosas. Las células receptoras
conectadas a trayectorias nerviosas se especializan en uno u otro sentido. En efecto, los
mensajes sensoriales entran al encéfalo por canales diferentes: el canal auditivo, el canal del
tacto, el canal del olfato, etcétera. Las señales transportadas por el nervio óptico no son
“visuales”, ni son audibles las que vienen en el nervio auditivo. Pero producen
confiablemente una experiencia que llamamos visión o audición cuando alcanzan las áreas
apropiadas en el encéfalo. Incluso si las señales en el nervio óptico son causadas por algo
diferente a la luz, el resultado sigue siendo una experiencia visual. Aunque el estímulo es
presión, el encéfalo interpreta las señales del nervio óptico como patrones visuales. De la
misma manera, la grabación de una sinfónica y una corriente de agua que llegan al oído
estimulan el nervio auditivo y nos hacen escuchar algo. Johannes Müller, un fisiólogó
alemán del siglo XIX, descubrió esta relación de uno a uno entre la estimulación de un
nervio específico y el tipo resultante de experiencia sensorial, una teoría que en la
actualidad se conoce como la doctrina de las energías nerviosas específicas. Adaptación
sensorial. Nuestros sentidos se ajustan de manera automática al nivel global promedio de
estimulación en un ambiente particular. Cuando enfrentan una gran cantidad de
estimulación, se vuelven mucho menos sensibles que cuando el nivel global de
estimulación es bajo. Del mismo modo, cuando el nivel de estimulación disminuye, nuestro
aparato sensorial se vuelve mucho más sensible que en condiciones de alta estimulación. En
cada uno de nuestros sentidos, lo que más notamos es el cambio de la ausencia de
estimulación a su presencia, o el cambio de menos a más estimulación (y viceversa). El
cambio más pequeño en la estimulación que se detecta el 50 por ciento de las veces se
denomina umbral diferencial o diferencia apenas perceptible (dap). Al igual que el umbral
absoluto, el umbral diferencial varía de una persona a otra y de un momento a otro para la
misma persona. Y al igual que los umbrales absolutos, los umbrales diferenciales nos dicen
algo acerca de la flexibilidad de los sistemas sensoriales. El umbral diferencial varía de
acuerdo con la fuerza o intensidad del estímulo original. En otras palabras, cuanto mayor
sea el estímulo existente, mayor será el cambio necesario para producir una dap. Todas las
sensaciones ocurren como resultado de la misma serie básica de eventos. Cada uno de los
sistemas sensoriales del cuerpo trabaja de manera un tanto diferente. Esos sistemas
sensoriales individuales contienen células receptoras que se especializan en convertir un
tipo particular de energía en señales nerviosas. El umbral al que ocurre esta conversión
varía de un sistema a otro. Lo mismo sucede con los mecanismos mediante los cuales los
datos sensoriales se procesan, se codifican y se envían al encéfalo.
Reaccionó contra ese ilustrado mundo que se asentaba en Descartes y Newton. Frente a un
inconsciente concebido como un límite a partir del cual lo que es mental se diluye en un
mero registro fisiológico, Freud propuso un inconsciente entendido como una cualidad
dinámica de contenidos y representaciones estrictamente mentales. No habla de registros
fisiológicos, sino de representaciones mentales ligadas con afectos y emociones. Es un
cambio (conceptual y metodológico) revolucionario: Rompe con la identificación mente =
conciencia, amplía el campo de los fenómenos psíquicos, reformula el objeto de la
Psicología, propone un nuevo método para estudiarlo, e, incluso, ofrece un procedimiento
para tratar las producciones psíquicas (sanas o patológicas). Fue “un revolucionario, del
tipo metodológico-constructivo más que del tipo rebelde destructivo” (Meltzer, 1978: 6).
Un método que sirve para indagar procesos anímicos inconscientes- El saber psicoanalítico
redefinió lo que tendría que ser la Psicología, incorporando a la misma el estudio de la
personalidad, la motivación y la psicopatología, además de reforzar el interés por los
aspectos sociales y por los relativos al desarrollo. Sentimientos deseos emociones traumas