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Rudolf Steiner
RELACIONES KÁRMICAS
Tomo V

Consideraciones esotéricas sobre relaciones kármicas

GA239

1924

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Traducido por

Maribel García Polo

Título original: Esoterische Betrachtuflgefl karmischer Zusammeflhange.


Fünfter Band. Sechzehn Vortrage, gehalten in Prag, Paris und Breslavía.
Zwischen dem 29. Márz und dem 15. Juni 1924

Stelner, Rudolf
Relaciones kármlcas consideraciones esotéricas / Rudolf Steiner. - 1a ed.
Villa Adelina: Antroposáfica, 2016.
Traducción de: Maribel García Polo.
ISBN 978-987-682-147-6
1. Karma. 1. García Polo, Maribel ,trad. II. Título. CDD 130

@ Reservados todos los derechos a favor de Editorial Antroposófica


Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina en
mayo de 2016

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Índice
Consideraciones esotéricas sobre relaciones kármicas

Primera Conferencia
Praga, 29 de marzo de 1924………………………………………………………. 13
El error de nuestra civilización. La sabiduría original. La iluminación
en los misterios y los maestros primigenios. Entidades lunares y
solares. Aspectos para la comprensión del destino humano.
Garibaldi.

Segunda Conferencia
Praga, 30 de marzo de 1924 ……………………………………………………..25
La Crónica del Akasha. El espacio negativo del sol y los seres solares.
La interacción de las jerarquías y su influencia en el hombre después
de la muerte. La captación de los misterios astrales a través del
cuerpo etéreo en la existencia post-mortem. La preparación y
configuración de los futuros órganos humanos. Relaciones anímicas
que llevan de una vida terrenal a otra; la transformación de estas
fuerzas. La comprensión de la naturale.za de la enfermedad.

Tercera Conferencia
Praga, 31 de marzo de 1924…………………………………………………….. 47
La vida del hombre en el cuerpo físico, en el reino de la naturaleza y
su vida en el cuerpo espiritual, en el reino de las jerarquías
superiores. Las imágenes y los hechos del mundo espiritual se le
revelan al hombre y durante el descenso le provocan el deseo de la
compensación. El Misterio del Gólgota y el Islamismo. La influencia
del arabismo y de las Cruzadas en el pensamiento europeo. La corte
de Harun al Raschid y su cultura de las Ciencias y de las Artes. Baco

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de Verulam y Amos Comenius. La evolución de las almas de una
época a la otra. Realidades en el enfoque histórico.

Cuarta Conferencia
Praga, 5 de abril de 1924…………………………………………………………. 69
Sólo comprendemos la naturaleza humana si comprendemos el
Cosmos. Los efectos de las acciones de una vida sobre la siguiente.
Los compañeros de Garibaldi. Lord Byron. Marx. Muavija-Wilson. Los
nacidos dos veces. Una epopeya dramática perdida sobre el misterio
solar: la transformación de la entidad humana bajo el sacrificio del
intelecto. Maurice Maeterlinck sobre Rudolf Steiner.

La Antroposofía como base para el conocimiento de lo


espiritual en el mundo, y como impulso anímico para la vida
moral y religiosa

Quinta Conferencia
París, 23 de mayo de 1924………………………………………………………. 91
La destrucción del primer Goetheanum y el Congreso de Navidad en
Dornach en 1923-1924 como nuevo impulso para el Movimiento
Antroposófico. La naturaleza del hombre durante la vida entre la
muerte y un nuevo nacimiento, considerada bajo los tres aspectos
de la “muerte”, de la “vida terrenal que se va extinguiendo” y de los
“astros” y sobre la base de los niveles de conocimiento de
Imaginación, Inspiración e Intuición. La esfera lunar. El encuentro
con los maestros primigenios de la humanidad. La imagen
arquetípica de Strader. La emancipación del alma hacia el Cosmos.
El recuerdo de la vida terrenal como primer germen para la nueva
encarnación. La vivencia del dolor causado a los demás.

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Sexta Conferencia
París, 24 de mayo de 1924 …………………………………………………….105
La sanación. El misterio de la esfera mercurial. La existencia en la
región venusiana. La existencia solar. La compensación en esta
esfera del mal en el hombre.

Séptima Conferencia
París, 25 de mayo de 1924……………………………………………………. 121
La jerarquía de la región solar. La intervención de Cristo en la esfera
solar. El ascenso del alma humana a la existencia en Marte, Júpiter y
Saturno. La configuración del Karma para la nueva vida terrenal por
la contemplación de las más altas jerarquías de las respectivas
regiones. La característica individual del karma originada por estas
tres esferas y presentada por medio de tres ejemplos: Voltaire
(Marte), Víctor Hugo (Saturno), Eliphas Levi (Júpiter).

El karma, como configuración del destino humano

Octava Conferencia
Breslavia, 7de junio de 1924…………………………………………………… 145
La esfera lunar y los maestros primigenios de la Humanidad. El
primer germen del karma.

Novena Conferencia
Breslavia, 8 de junio de 1924 …………………………………………………..163
El origen del Karma en los mundos astrales.

Decima Conferencia
Breslavia, 9 de junio de 1924 ………………………………………………….185
La dirección de las almas humanas a través de las jerarquías
espirituales durante el ascenso a las esferas planetarias. El hombre

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como portador del futuro histórico universal, La esfera de sabiduría
de Júpiter. Heinrich Heme. Voltaire. Goethe. Eliphas Levi.

Undécima Conferencia
Breslavia, 10 de junio de 192…………………………………………………. 207
Los efectos del karma sobre la historia universal. La esfera saturnal y
la capacidad recordativa cósmica universal de los seres saturnales.
Friearich Schiller. Ernst Haeckel. Víctor Hugo.

Duodécima Conferencia
Breslavia, 11 de junio de 1924……………………………………………….. 225
El significado del karma en la vida individual. Karma pasado y karma
futuro. Algunos ejemplos de “El Curso de mi vida”: El profesor de
geometría, Lord Byron. Garibaldi.

Decimotercera Conferencia
Breslavia, 12 de junio de 1924………………………………………………..249
La vida pensante despierta, la vida anímica en sueños y la vida
volitiva dormida. Memoria y habla. Las épocas de la vida en relación
con la vida pre-terrenal y con las anteriores vidas terrenales.
Consideraciones históricas en relación con el karma propio. Harun al
Raschid y Baco de Verulam. Amos Conuenius. Woodrow Wilson.

Decimocuarta Conferencia
Breslavia, 13 de junio de 1924 ……………………………………………….271
Metodología de investigación del karma.

Decimoquinta Conferencia
Breslavia, 14 de junio de 1924………………………………………………..293
El momento del despertar y del dormirse en relación con el pasado
kármico y el Karma del futuro. La generación del karma durante el
sueño. Conocimientos terapéuticos.

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Decimosexta Conferencia
Breslavia, 15 de junio de 1924……………………………………………….. 315
Los efectos de nuestra conducta anímico-moral en su
transformación debida a la relación con las jerarquías durante la vida
entre la muerte y un nuevo nacimiento. Los efectos del karma del
pasado sobre la formación de la cabeza, El Karma futuro en el
sistema metabólico-motor. Pestalozzi. La misión cultural de la
Antroposofía.

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Jamás olvidaré la extraordinaria impresión que me produjo Rudolf
Steiner cuando entró en mi habitación. Al percibir ese rostro
demacrado, pero de una poderosa serenidad, esos ojos negros y
misteriosos que irradiaban una luz maravillosa que surgía de unas
profundidades insondables, tuve por primera vez en mi vida la
convicción de encontrarme ante uno de esos sublimes videntes que
tienen una percepción directa del más allá. Yo había descrito,
intuitiva y poéticamente, en mi libro Los Grandes Iniciados a alguno
de ellos. En este filósofo místico, en este pensador vidente, todas las
experiencias psíquicas tenían que ver con las leyes inmutables de la
naturaleza física. Estas leyes servían para explicar y clasificar los
fenómenos psíquicos. Esos fenómenos sutiles y fluidos, convertidos
en poderes cósmicos, organizados en una magnifica jerarquía,
iluminan el edificio de la naturaleza material con una luz
completamente nueva, poniendo en relación las diversas partes,
atravesándolas de parte a parte, y permitiendo así percibir la
grandiosa arquitectura del Universo desde dentro, donde lo visible
emana de lo invisible en un eterno alumbramiento.

Edouard Schuré

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Primera Conferencia

Praga, 29 de Marzo 1924

Me gustaría comenzar estas conferencias destinadas a los miembros


de la Sociedad, exponiéndoles hoy cómo la Antroposofía,
simplemente por el hecho de proponer sus puntos de vista al ser
humano, libera a la consciencia humana de su pesantez terrestre.
Hoy día es casi imposible que los hombres, ligados a la civilización en
su conjunto, no piensen que durante su vida entre el nacimiento y la
muerte también ellos pertenecen a la tierra. Todo lo demás, por
ejemplo: el pertenecer a un mundo espiritual, la mayoría de las veces
no es más que una creencia, un presentimiento o algo por el estilo.
Discernir la relación del hombre con cualquier otra cosa que no sea
lo que existe sobre la tierra, es casi imposible para el hombre actual,
que debe extraer su educación y toda su formación, de la civilización
actual. Y sin embargo, esta creencia de que el hombre justamente
sólo tiene que ver con las condiciones terrestres, es el mayor error
de nuestra civilización, de toda nuestra vida espiritual
contemporánea, diría incluso de nuestro mundo occidental y de la
parte central del mismo. Sólo Oriente ha conservado, aunque de una
forma decadente, una consciencia de la pertenencia del hombre a
los poderes y fuerzas cósmicas que rodean la Tierra. En el pasado el
hombre, en su interior, se sentía dependiendo de las estrellas, así
como de las plantas y de los animales que crecían y circulaban sobre
la tierra.

Antiguamente se sabía que la Luna no era sólo un cuerpo físico que


flota en el espacio. Hoy día no se busca mucho más lejos, todo lo más

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se intenta averiguar si allí hay o no, montañas o agua, y se hacen toda
clase de hipótesis sobre ello. Pero no se preocupan de nada más a
propósito de la Luna, y menos aún de los otros cuerpos celestes de
los cuales sólo se estudian sus características físicas. Las cosas eran
completamente distintas en el pasado. El hombre sabía de su
dependencia de estos cuerpos celestes, como ahora conoce su
dependencia de la Tierra.

Voy a partir de un punto que tiene un cierto significado científico, tal


vez poco simpático para algunos, pero que sin embargo, será algo
fácil. A menudo he subrayado en el cursos de mis conferencias
antroposáficas que, incluso cuando estudiamos la vida terrenal del
hombre estrictamente desde el punto de vista científico, ella misma
aporta la prueba de que en su formación actúa un elemento supra-
terrenal.

La Ciencia cree que el primer germen, o cigoto, es el cuerpo más


complicado sobre la Tierra: se reflexiona sobre la complejidad de su
estructura. Se habla de que el átomo ha llegado a ser en los últimos
tiempos una cosa absolutamente maravillosa y la molécula mucho
más. Y una cosa como la célula es un asunto terriblemente
complicado. Pero ese no es el caso con el cigoto:

en realidad éste no se presenta en absoluto como un cuerpo


complejo: se presenta como un caos. Toda estructura física y química
se disgrega en él y para que pueda formarse dentro un ser vivo, es
preciso que el cigoto sea reducido al estado de polvo caótico. El
sentido de la fecundación es precisamente conducir el cigoto al
estado de caos de tal manera que, en el organismo materno, se
encuentra una materia completamente disociada. El sentido de lo
que sucede en el cuerpo materno es el nacimiento de un caos

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completo. Tomad un cristal: el cosmos no puede actuar sobre él,
pues sus aristas son fijas. Tampoco puede actuar sobre la planta, que
tiene una forma determinada y lo mismo sucede con el animal. El
sentido de la fecundación es hacer un caos del huevo, pues
solamente entonces el Cosmos puede actuar sobre este germen. Y
el hombre es realmente formado a partir del Cosmos, de tal manera
que el espíritu y el alma, provenientes de vidas terrenales anteriores,
puedan penetrar en él.

Esto es algo que, frente a los conceptos actuales, puede parecer un


absurdo, pero es la realidad. Lo terrible de nuestra época es que, en
razón de las concepciones al uso, uno se ve obligado a hablar de
cosas “sin sentido” cuando se está diciendo la verdad. Se puede
objetar: eso que dices es el resultado de tu visión oculta, pero ¿se
puede comprobar? Sí, también se puede comprobar y las personas
que lo pueden hacer son más numerosas de lo que se cree
normalmente. También existe una prueba externa de este hecho,
una prueba exterior extraña que ha aparecido en nuestro Instituto
de Investigaciones biológicas de Stuttgart, donde se ha estado
investigando sobre las funciones del bazo. Seguramente sabréis que
este órgano siempre ha sido considerado como muy problemático.
Se cuenta que en un examen el profesor preguntó al candidato:
“Puede hablarme del bazo?” El candidato reflexiona y murmuró
penosamente: “Se me ha olvidado” Y el profesor le dijo: “!Qué pena!
Nadie lo ha sabido jamás, sólo Ud. y resulta que se le ha olvidado”

Ya he explicado un cierto método según la Ciencia del Espíritu que


permitió a la Sra. Kolisko (Directora del Instituto de Stuttgart)
estudiar la función del bazo. Este método ha sido criticado, pero al
final se impondrá pues es realmente exacto. Pero además se ha

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descubierto otra cosa: que es preciso hacer algunas cosas, no
exactamente como a uno le gustaría hacerlas, porque es como las
hacen los demás. Así pues, decidimos trabajar con conejos y les
extirpamos el bazo. No hicimos una vivisección, simplemente una
pequeña operación e hicimos todo lo posible para que los animales
no sufrieran. Uno de los conejos murió por haber cogido frío, al no
haberle trasladado a una habitación cálida después de la operación.

¿Qué debíamos esperar? Habíamos extraído el bazo y por ese hecho


había pasado algo en el lugar que antes ocupaba éste, ahora
expuesto a la acción del cosmos. Mientras el bazo estaba en su lugar,
el cosmos no podía actuar. Pero si se extirpa el órgano ya no queda
más que el bazo etéreo que entonces se comporta en función de la
acción del cosmos. ¿Qué podíamos esperar? Que apareciera algo en
el lugar del bazo, una forma cósmica, una imitación de la naturaleza
cósmica, es decir, una forma esférica. Y en efecto, al practicarle la
autopsia al conejo, encontramos un pequeño órgano de forma
esférica que se había formado por la influencia del cosmos —
totalmente de acuerdo con la idea de que el cigoto se presenta como
un cuerpo caótico— condición que permite a la Tierra actuar al
haber sido suprimido. Así fue cómo, por disposición del Karma,
tuvimos en nuestras manos una prueba externa que confirmaba lo
que debíamos afirmar en un terreno muy especial.

Verdaderamente, así son las cosas hoy en día. El hombre cuya


sensibilidad está orientada por la civilización actual no puede hacer
más que limitarse a la civilización terrenal, cuya mirada no se dirige
hacia las lejanías del Universo.

Ahora, para poner las bases de las exposiciones que haré, debo
recordaros que en “La Ciencia Oculta” se describe cómo la Luna,

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después de haber constituido un único cuerpo con la Tierra, se
separó de ésta. Esto es lo que revela la visión clarividente, pero ahora
ya está incluso admitido por la Ciencia. En particular en los últimos
tiempos ha aparecido un movimiento literario que tiene en cuenta -
aunque de forma equivocada- esta relación entre la Luna y la Tierra.
Tenemos que ser conscientes que la Luna, tal como la vemos en el
cielo, formó parte de la Tierra como un solo cuerpo que, se podría
decir, fue expulsada de ésta, y está girando alrededor de la Tierra
desde hace cierto tiempo.

Ahora mencionaré un segundo hecho que concierne a la evolución


psíquica y espiritual de los hombres sobre la Tierra. Un estudio
puramente externo de lo realizado por los hombres sobre la Tierra
muestra que antaño existió una especie de sabiduría primordial. Por
supuesto, no fue comunicada en la forma intelectual que se exige
hoy en día, con pensamientos abstractos y ligada a los sentidos,
como se hace en la actualidad. Aquella fue transmitida en una forma
más imaginativa, más poética. De aquella verdadera sabiduría
primordial, presente sobre la Tierra en una época en que no se
conocía la escritura, ya no queda nada. Lo único que se ha
conservado son las leyendas, los mitos, la maravillosa literatura de
los Vedas, los Vedantas, los escritos de Oriente. Aquel que
profundiza en ellos, -aunque no como Deussen (1845-1919, filósofo
e hinduista) que sólo ve el aspecto superficial, y que pasa por ser un
célebre traductor-, el que quiera profundizar verdaderamente en lo
que se conserva aún de aquellos textos, siente una verdadera
veneración ante la infinita sabiduría que allí se encuentra y que toma
sólo una forma poética, imaginativa, naciendo en él el sentimiento
de que detrás de ellos debió vivir algo inexpresado, no redactado y

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que, tal vez, tenía un sentido más grande, más rico: una sabiduría
primordial.

¿Cómo vivía esta sabiduría primordial? En su esfera las cosas no


sucedían como hoy día, en que primero se estudia, sentándonos
después para asimilar el contenido de los libros, llegando así,
progresivamente, a saber algo. El hombre que en aquella época
había llegado a una cierta visión de las cosas, sabía qué era la
inspiración, sabía leer en la naturaleza, no en los libros, cuando
adoptaba la actitud anímica necesaria. Entonces sabía que algo le
aportaba luz, que estaba interiormente iluminado. Esta iluminación
interior era considerada como una realidad, igual que la lectura que
hacemos nosotros en los libros. El hombre adquiría la relación del
espíritu con el mundo tras haber sido conducido por el Maestro
Iniciador de los Misterios a hacer la experiencia de la iluminación. La
enseñanza recibida en los Misterios consistía en conducirle a esta
experiencia de la iluminación. El no pensaba que ella le venía desde
algún lugar perdido entre las nubes, lo que habría sido poco más o
menos como escuchar a un hombre hablando detrás de un biombo,
creyendo no que detrás del biombo había un hombre hablando, sino
que las palabras murmuradas desde detrás del biombo provenían d
una fuente indeterminada.

Así como nosotros no creeríamos, al escucharlas, que emanaban de


una fuente indeterminada, sino que supondríamos que había un
hombre detrás de lo que percibíamos, el ser que accedía a la
iluminación sabía que en la Tierra hay seres que no están físicamente
encarnados, pero que por medio de la iluminación se hacen grandes
Instructores de la Humanidad. El ser humano era consciente de tener
un cuerpo de carne y sangre, pero que se encontraba entre medio

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de unos seres humanos que no lo poseían, que tenían un cuerpo
etéreo, que eran seres etéreos presentes para conferir la
iluminación contenida en la sabiduría primordial. Sabían, pues, que
la Tierra esta poblada, no solamente por hombres de carne y hueso,
sino por otros seres que poseen un cuerpo etéreo.

Cuando se trata un tema como éste es preciso liberar- se,


naturalmente, del prejuicio de considerar que la Humanidad que
vivía en aquellos tiempos estaba constituida como la de hoy día. A
ese prejuicio se suele añadir lo del “origen indeterminado” para
llegar a continuación a la idea del hombre-mono, del antropoide.
¡Ahí tenemos en realidad una forma de pensar bastante ridícula! Lo
que pueden decir los historiadores sirve sólo para algunos pocos
siglos: los hombres eran parecidos a los actuales, naturalmente no
tan inteligentes, pero parecidos a fin de cuentas. Sólo llegarían a ser
tan inteligentes como lo son ahora, en el curso de los últimos siglos.
Dejando de lado nuestra mayor inteligencia, aquellos habrían sido
parecidos a nosotros. Los egipcios eran supersticiosos, por eso se
conservaban como momias, -porque si no hubiera sido así se les
representaría, grosso modo, como los hombres de hoy día, salvo en
la inteligencia. Del período que precede, no se sabe nada. Y después
de ese período del que no se sabe nada y que duró bastante tiempo,
aparecieron los hombres-mono.

¡Comprenderéis que es una idea de la que hay que liberarse! El ser


humano pobló la Tierra antes que los animales, pero bajo otra forma.
Es la criatura más antigua, como podéis leer en mi “Ciencia oculta”.
Y los hombres que vivían con los antiguos Instructores primordiales,
sin tener todavía un cuerpo humano, que vivían en un cuerpo
espiritual, estos hombres, en el momento de la separación de la

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Luna, que ellos lo vivieron, como lo vivimos nosotros también,
tuvieron la experiencia de que esos seres, los Instructores que vivían
entre ellos, conquistaron el Cosmos y desde entonces habitan en la
Luna, no en la Tierra. Por tanto hay que tener en cuenta que no
solamente se separó de la Tierra la sustancia física de la Luna, sino
también las Entidades que hasta entonces habitaban
espiritualmente en la Luna. Incluso científicamente la cosa es tal que
podemos hablar de esas Entidades diciendo que se alejaron y ahora
pueblan la Luna, que no se sometieron a la ley del nacimiento y la
muerte, como el hombre, mientras que la Luna ha perdido desde
hace mucho tiempo su sustancia y la ha transformado.

Ha sucedido algo parecido a lo que sucede con el hombre. Pensad


en ello: el ser humano procede a renovar completamente su
sustancia física cada siete u ocho años. Creer que el cuerpo que está
sentado aquí es el mismo que el de hace unos años, es un error. La
materia física ha cambiado, pero el alma y el espíritu permanecen.
La Ciencia lo sabe bien pero no tiene en cuenta ese hecho. En el
curso de una conferencia me preguntaron una vez: “Se comenta que
un enjambre de abejas tiene un cierto lazo de unión con el apicultor
de tal manera que cuando éste muere, si estaba muy unido a sus
abejas, el enjambre se da cuenta y muere también. ¿Cómo puede
ocurrir esto? Ninguna abeja tiene la facultad de conocer al hombre
y un enjambre es la suma de todas las abejas.”

Esto no es exactamente así, el enjambre no es en absoluto la suma


de las abejas. Y utilicé la siguiente comparación. Hace unos veinte
años, había dos hombres. Uno partió para América, el otro se quedó.
El primero volvió de América al cabo de quince años y reconoció a su
amigo. Lo importante no es la materia que constituye las diferentes

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partes, puesto que de la sustancia original no queda nada. Y por ello,
no son las abejas aisladas las que importan, sino la inteligencia del
enjambre, que no es muy diferente a la del hombre. Nosotros, los
seres humanos, somos algo más que nuestras células o nuestros
órganos aislados. De los amigos que asistieron aquí a mis
conferencias de hace diez años, no queda nada físico, sólo sus almas
y espíritus. Y lo mismo sucede en la Luna, donde ya no queda nada,
desde hace mucho tiempo, de la sustancia que se separó de la Tierra
y que ha sido reemplazada en varias ocasiones por el Cosmos. Sin
embargo, las Entidades siguen presentes. Que ellas hayan seguido
activas en relación a la Humanidad terrenal, es algo que se presenta
de manera bien diferente si lo estudiamos en base a la Iniciación.
Surge cuando nos enfrentamos con más precisión a lo que llamamos
el Karma. Eso es lo que voy a intentar exponer hoy y en las próximas
conferencias.

Cuando nos encontramos con un ser humano no tenemos


demasiado en cuenta cómo hemos orientado nuestra vida terrenal
hasta llegar a ese encuentro, y al conocer a ese ser nos encontramos
con dos cosas. De momento, pensad solamente en ello y os daréis
cuenta que, de una manera más o menos clara, sucede lo que os voy
a contar ahora. Conocemos a alguien, y a menudo nos interesamos
bastante por él, ya sea guapo o feo, listo o tonto. Este estrecho lazo
nace en nuestro ser interior. No miramos tanto su aspecto exterior,
pero sabemos que tenemos algo que ver con él. Esta es una de las
modalidades de encuentro que pueden suceder, en un caso
extremo.

La otra modalidad es la siguiente: Conocemos alguien y no sentimos


la existencia de ese lazo interior. Entonces nos tomamos el tiempo

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necesario para tener una impresión suya desde el punto de vista
intelectual y moral. Somos capaces de describirlo. Hablar del
primero con alguien que también, le conoce nos puede parecer
incómodo, tenemos ese sentimiento, porque nuestra relación con él
es de carácter interno. Al otro, en cambio, podemos describirlo sin
ningún problema:

Podemos decir que es interesante o un irresponsable, podemos


incluso describir con toda precisión la forma de su nariz, pero lo
hacemos sin tomar partido en nuestro interior sobre su persona. A
veces conocemos a alguien y de inmediato no podemos dejar de
pensar en él. Y sin embargo conocemos a alguien a quien vemos a
diario y no le dedicamos ni un solo pensamiento. No nos llega a
nuestro interior como para soñar con él.

Un caso extraño, pero real, fue el de Garibaldi (1807- 1882, el


verdadero creador del Estado italiano): él sintió la existencia de ese
lazo interno en ausencia de cualquier tipo de relación directa,
personal. Es muy interesante saber cómo conoció a su primera
mujer. Estaba tan al margen de las cosas del mundo exterior que no
sentía ningún interés por las mujeres. En el curso de un viaje por mar,
navegando por la costa brasileña dirigió sus prismáticos hacia la
tierra y divisó a una joven. Supo de inmediato que ella sería su mujer.
Rápidamente dirigió el barco a tierra, donde encontró a un hombre
que le saludó amistosamente, preguntándole si querría cenar con él.
Garibaldi aceptó. ¡Era el padre de la joven que él había divisado
desde la lejanía! Antes de que les hubieran servido la cena ya le había
dicho, aunque el sólo hablaba italiano, y ella portugués, que tenía
que ser suya para toda la vida. Ella le entendió a pesar de todo y así
se produjo una de las uniones sentimentales más bellas. Este caso

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extremo prueba que ahí existía un lazo kármico. El comportamiento
posterior de esta mujer tuvo algo de heroico. Ella le acompañó
mientras él luchaba en América del Sur y cuando recibió la noticia de
que había sido abatido fue a buscarlo al campo de batalla y allí mismo
dio a luz al hijo que esperaba, al que, para dar calor, tenía que atar y
sujetar a su cuerpo.

Gracias a estas experiencias Garibaldi se adaptó a la vida con más


madurez. Su mujer murió y él se casó con otra a la que conoció de
una manera más burguesa, pero el matrimonio no duró más que un
día.

Estas son cosas que os pone el Karma ante los ojos, que os enseñan,
cuando se tienen en cuenta, que en lo referente al karma, el hombre
puede comportarse con los otros de dos formas distintas: las
condiciones kármicas son completamente diferentes si el hombre
siente la existencia del lazo interior o si sólo puede referirse al otro
desde un punto de vista exterior.

Precisamente cuando se tienen en consideración las experiencias


kármicas, como en el caso del encuentro con el otro, sin que tengan
nada que ver ni la belleza ni la fealdad, pero que desde el interior
surge el impulso de ligarse a él, es cuando uno se orienta hacia la
influencia de las Entidades que les describí como los Instructores
primordiales, activos aún hoy en día, pero desde el exterior, a partir
del Cosmos. Estas relaciones interesan sobre todo en relación a los
habitantes de la Luna que a través de estos lazos, y más allá de ellos,
toman parte con mucho fervor en la evolución humana.

Y así como existen entidades lunares, existen también entidades


solares que están en relación con el sol. Con ellas sucede lo mismo

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en las relaciones del otro tipo que podemos describir como más
exteriores. Es en estos casos cuando los seres solares toman más
interés en las uniones entre las almas humanas.

Así pues, teniendo en cuenta las relaciones puramente humanas,


somos entrenados en primer lugar desde la Tierra hacia el Sol y la
Luna. Podemos decir: hay relaciones humanas en las que podemos
advertir la actividad de la Luna y otras en las que predomina la
actividad del Sol. Así es como somos guiados, paso a paso, de la
Tierra hacia el Cosmos.

Hoy sólo hemos podido esbozar ese estudio que proseguiremos


mañana y en las conferencias posteriores.

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Segunda Conferencia

Praga, 30 de Marzo 1924

Ayer comencé a indicar algunos puntos de vista relativos a la


comprensión del destino humano y mencioné cómo se puede
despertar en el hombre el presentimiento del curso del destino
cuando intervienen en su vida unas experiencias significativas. Os
dije:

Supongamos que tenemos un encuentro con otra persona, a una


cierta edad y que este encuentro tiene a continuación un desarrollo
común en el destino de ambas personas, y este desarrollo supone a
su vez una transformación decisiva en la vida que ambos habían
llevado hasta ese momento. Cuando se produce un acontecimiento
así sería absurdo pensar que todo lo que el hombre había vivido
hasta entonces en la tierra no tenía nada que ver con el otro. De
hecho eso no es así, ya que una observación libre de prejuicios de lo
que había precedido nos demostraría claramente que, en realidad,
casi cada paso que hemos dado en la vida ha sido dirigido hacia esta
experiencia. Podríamos remontamos hasta la infancia y se nos
revelaría siempre que el caso en cuestión, muy alejado en el tiempo
de esta experiencia, así como el camino recorrido durante toda la
vida estaba orientado hacia este suceso, como si lo hubiésemos
llevado a cabo conscientemente tras una profunda reflexión. Tal
observación siempre indica a los hombres lo que en Antroposofía
llamamos los lazos kármicos.

A continuación os hablé de las diferentes formas que pueden tomar


los encuentros humanos y os cité dos casos extremos: encontramos
una persona y nos ligamos a ella sea cual sea su aspecto exterior y la

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reacción de nuestra sensibilidad estética. No tomamos en cuenta
ninguna de esas cualidades particulares. Algo surge de nuestro
interior que nos atrae hacia ella. O podemos encontrar otras
personas, os decía, en que no se produce este impulso interior,
dando más importancia a las cualidades que se manifiestan a
nuestros sentidos exteriores, a nuestra facultad de representación,
a nuestra sensibilidad estética. Y también os dije que esto también
sucede en los sueños. Los seres de la primera categoría llaman
nuestra atención sobre todo por la noche, cuando nuestro Yo y
nuestro cuerpo astral han abandonado nuestros cuerpos físico y
etéreo. Surgen sueños que son síntoma de que en el momento del
encuentro algo se despertó en nuestro interior. Y encontramos otras
personas con las que no soñamos porque no provocaron en nosotros
ningún efecto que nos hiciera despertar: no surgió nada en nuestro
interior. Podemos estar muy unidos a ellos pero no soñamos con
ellos porque no despiertan nada especial en nosotros que pudiera
afectar a nuestro cuerpo astral o a nuestra organización del Yo.

Lo que ahí sucede lo pusimos también en relación con las fuerzas con
las cuales el hombre está unido, más allá del mundo terrenal, fuerzas
que la concepción actual del mundo no tiene para nada en cuenta,
fuerzas cuya acción, surgida del entorno cósmico, fuera de la Tierra,
se ejerce sobre ésta. Y les indiqué cómo debe el hombre establecer
la relación con estas fuerzas cuya acción emana de las entidades
lunares y de su propio pasado. Sí, mis queridos amigos, cuan do
encontramos un ser humano y algo surge dentro de nosotros que
nos atrae hacia él, es el pasado el que está actuando en nosotros.

El cómo se entrelazan estas cosas entre sí, sólo se nos aclara cuando
la observación exterior que nos las presenta es reemplazada por la

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Ciencia Iniciática que puede sacar a la luz, realmente, los lazos
internos. El Iniciado, ante el que se abre el mundo espiritual, hace las
dos experiencias que les he relatado, con mayor intensidad aún que
la conciencia ordinaria. En el primer caso, en el que la conciencia
habitual percibe este impulso interior, el Iniciado en el momento del
encuentro ve realmente surgir en él una imagen, o una serie de
imágenes, imágenes reales. Siente que esas imágenes se desgajan
de su ser interior, como si tuviera ante él un escrito cuyo sentido
pudiera descifrar. He aquí cómo se aclara en él la experiencia que
tiene de esas imágenes:

La imagen que surge en ti, emergiendo de tu ser interior, la sientes,


como unida interiormente a ti, como si un pintor se encontrara no
delante del cuadro que estuviera pintando, sino vibrando en el
propio cuadro, acompañando cada color, viviendo interiormente
cada color. Esto es lo que siente, sabiendo que la imagen emergente
tiene algo que ver con el ser que ha encontrado. Y por una
experiencia análoga cuando se reencuentra a alguien después de
varios años - y esta experiencia se hace constantemente — se
reconoce en este ser que vemos físicamente, la reproducción de lo
que surge en el interior. Comparando la imagen interior con lo que
se tiene ante los ojos se sabe que lo que surge en su interior es la
imagen de lo que se vivió con él en una existencia terrenal anterior.
Y así se vuelve realmente a un pasado en el que se vivieron
experiencias comunes entre ambos. Gracias a la preparación
realizada para introducirse en la Ciencia Iniciática no se experimenta
una impresión confusa, como sucede habitualmente en la conciencia
ordinaria, sino que se tiene la experiencia, como si se tratara de una
imagen viva, de lo que se vivió con la persona encontrada en una o
en varias vidas anteriores. Puedo aseguraros que la Ciencia Ini-

25
ciática permite verdaderamente ver emerger de su propio ser
interior lo que se vivió con aquellos otros con los cuales se estaba
unido kármicamente, y verlo con tal intensidad que parece que el
otro que está ahí delante nuestro, se desgaja de uno mismo,
apareciendo ante nosotros bajo su aspecto de antaño, haciendo él
mismo la experiencia de lo que es ahora. En este punto el efecto que
se siente es de una gran intensidad. Y precisamente por el hecho de
que la experiencia es vivida con tal sentimiento de realidad, se
aprende a ponerla en relación con las fuerzas en las que ella reposa
y uno se orienta hacia el camino seguido hasta llegar a esta imagen.

El hombre, al descender de la existencia espiritual- psíquica, que es


la suya entre la muerte y un nuevo nacimiento, a la vida terrenal,
atraviesa diferentes regiones, la última es la zona lunar, después de
haber recorrido todas las otras esferas espirituales planetarias. En su
caminar por la región de la Luna se encuentra realmente con las
Entidades que, como os dije ayer, fueron los Instructores
primordiales de la Humanidad. El los encuentra en el Cosmos antes
de descender a la existencia terrenal y ellos son los que inscriben en
la sustancia sutil, que los sabios de Oriente llaman el Akasha, para
distinguirla de las sustancias terrestres, todo lo que han vivido los
hombres durante su vida, es decir, que todo lo que ocurrió en su
vida, lo vivido por los hombres, es observado por los seres que
antaño habitaron la Tierra junto con ellos, pero como seres
espirituales, no encarnados. Todo ello es observado e inscrito en la
sustancia akáshica, no con la escritura abstracta que es la nuestra,
sino en formas vivientes. Estas entidades lunares que fueron en
otros tiempos los grandes Instructores, en los tiempos de la
Sabiduría primordial, estos Seres espirituales son los que registran
las experiencias de la Humanidad. Y cuando el ser humano, en el

26
camino que va de la muerte a un nuevo nacimiento, se acerca de
nuevo a la Tierra para uiiirse al germen donado por sus padres,
atraviesa la región en la que las Entidades lunares han registrado lo
que él vivió en sus anteriores encamaciones. Mientras que estos
Seres lunares, cuando vivían sobre la Tierra, aportaban a los
hombres la sabiduría relativa principalmente al pasado del Universo,
ahora conservan el pasado en su actual existencia cósmica. Cuando
el ser humano desciende hacia la vida terrenal todo lo que ellos
fijaron se imprime en su cuerpo astral.

Mis queridos amigos, solemos decir con toda facilidad que el hombre
está constituido por una organización del Yo, un cuerpo astral, el
etéreo, etc. La organización del Yo es justamente la que nos inclina
con más fuerza hacia la tierra, donde se recoge todo lo que
aprendemos, lo que vivimos durante nuestra vida terrenal, pero con
el resto de nuestros constituyentes no sucede igual. Por ejemplo, el
cuerpo astral es distinto, lleno de rasgos inscritos, de imágenes. Lo
que normalmente llamamos “el inconsciente” cuando aflora en el
nivel del conocimiento, aparece inmensamente rico. La Iniciación
nos da la posibilidad de sumergirnos en ese cuerpo astral y situar en
nuestro campo visual todo lo que los Seres lunares han inscrito, que
es precisamente de la misma naturaleza que las experiencias hechas
en común con otro ser. Gracias a la Ciencia Iniciática percibimos
verdaderamente el secreto por el cual todo el pasado descansa en el
hombre y cómo, gracias a los Seres lunares, guardianes del pasado,
se forma el “destino” que reposa así en nuestro ser interior cando
volvemos a encarnar en la Tierra.

He aquí otro caso: Cuando el Iniciado se encuentra con hombres


cuya consciencia ordinaria se reduce a la mera impresión estética, a

27
una representación, que tampoco les inclina a soñar con ella, este
encuentro, para empezar, no le permite hacer surgir en su interior
ningún tipo de imágenes, pero ante tal personalidad su mirada, que
en el caso anterior se dirigía hacia la Luna, ahora se vuelve hacia el
Sol.

La Luna está en relación con los seres de los que os hablé al principio.
El Sol no es simplemente el globo de gas del que hablan hoy día los
físicos, físicos que se sorprenderían grandemente si, tras preparar
una expedición, pudieran llegar al lugar que ellos suponen
enteramente ocupado por toda clase de gases incandescentes que,
en su opinión, constituyen el Sol. En efecto, estos físicos
encontrarían que ahí donde ellos suponían la presencia de un gas
incandescente, no hay absolutamente nada, mucho menos que el
espacio, menos que nada: sólo una laguna en medio del espacio
cósmico, un agujero negro. Pero ¿qué es el espacio? Los hombres no
saben nada sobre él y los que menos saben son sobre todo los que
tanto reflexionan sobre ello: los filósofos. Porque, si aquí hay una silla
y yo páso sin prestarle atención, me chocaré con ella. Cuando no hay
silla, yo atravieso el espacio sin encontrar un obstáculo. Hay todavía
una tercera posibilidad: voy andando, nada me detiene, no me choco
con nada, pero soy aspirado, desaparezco, porque ahí el espacio no
existe; lo que hay ahí es lo contrario del espacio. Y lo contrario del
espacio es el Sol. El Sol es un no-espacio, un espacio suprimido. Y
precisamente por ello, es el lugar donde se encuentran las Entidades
superiores más próximas al hombre: los Ángeles, Arcángeles y
Principados. Y en el caso del que hablo, la mirada del Iniciado se
dirige hacia los Seres que se encuentran en el Sol, hacia las Entidades
espirituales solares. En otros términos: el encuentro con un ser
humano que no depende del pasado es el medio que tiene el Iniciado

28
de entrar en relación con esas Entidades. Y allí descubre que hay
ciertos seres con los cuales el hombre tiene lazos estrechos, y otros
con los cuales los lazos son más lejanos. Dependiendo de cómo estos
seres lo aborden, se les aclara en su conjunto, aunque no en los
detalles, que el Karma se prepara ahí: no un karma antiguo, sino un
karma con el que se encuentra por primera vez. Y el hombre se da
cuenta que esas Entidades ligadas al Sol tienen que ver con el futuro,
así como los seres lunares tienen que ver con el pasado.

Os aseguro que se produce realmente en el hombre un


ahondamiento de toda la sensibilidad cuando se le explica con toda
claridad lo que la Ciencia Iniciática extrae de las profundidades de la
realidad espiritual, aunque él mismo no sea un iniciado. Porque las
cosas pueden mostrarse con toda claridad. De la misma manera que
uno puede entender un cuadro, sin ser pintor (a menudo empleo
esta comparación) se pueden comprender estas verdades sin ser un
Iniciado. Y cuando se las deja actuar en uno mismo, la relación del
hombre con el Universo se profundiza enormemente. Pensad ahora
con qué mirada abstracta, seca, neutra, el hombre observa hoy día
el Universo. Cuando mira la Tierra aún puede aportar cierto interés
por ella. Observa los animales con interés: si es una persona noble
goza viendo a una esbelta gacela, o una ágil cabra. Si está menos
evolucionado éstos le interesan más en calidad de presas de caza
que puede comerse. Le interesan las coles en los campos. Todo ello
tiene que ver con lo que, para empezar, el hombre percibe de sí
mismo. Pero de la misma manera que él tiene con esta naturaleza
terrenal un lazo que toca su mundo de sentimientos, puede
despertar este mundo de sentimientos y desarrollar ciertos lazos con
el Cosmos extraterrestre. Todo lo que viene del pasado en el destino
llama a nuestro corazón, a nuestra alma, en el caso de que nos cause

29
una cierta impresión, para que dirijamos nuestra atención hacia las
Entidades lunares y nos digamos:

Aquí sobre la Tierra, los hombres caminan; sobre la Luna los seres
que ahí viven, antaño estuvieron con nosotros sobre la Tierra, y
ahora han buscado otro campo de actuación, otra residencia. Pero
nosotros, los humanos, hemos permanecido ligados a ellos y ellos
tienen un registro con todo nuestro pasado. Y lo que ellos hacen,
vive en nosotros cuando el pasado ejerce su acción sobre nuestra
existencia terrenal.

Elevamos la vista con un cierto fervor reverente hacia esos seres y la


Luna visible, de reflejos plateados, no es más que el signo que evoca
a esas Entidades tan estrechamente ligadas a nuestro pasado. En
cierta medida así aprendemos a ligamos a esos poderes cósmicos,
extraterrestres, cuyo símbolo son los astros; a crear lazos de unión
con ellos por lo que presentimos, como por otra parte tenemos lazos
que nos unen a todo lo que vive sobre la tierra durante nuestra
existencia terrenal. Y de igual manera, cuando miramos hacia el
futuro, a través de nuestros presentimientos, o durante una espera
angustiada, o cuando nos dirigimos hacia él con nuestras esperanzas
y aspiraciones, no nos quedamos aislados en nuestra alma, si no que
nos unimos, por un presentimiento, con lo que viniendo desde el Sol,
brilla en nosotros. Los Angeles, los Arcángeles, los Principados son
para nosotros las Entidades solares, lo seres que sabemos que nos
conducen desde el presente hacia el futuro. Cuando después
elevamos la mirada hacia el Cosmos y vemos la luz de la Luna,
diferente a la del Sol, y a los dos cuerpos celestes en su mutua
relación, vemos ahí, en el Cosmos, la imagen de lo que vive en
nosotros mismos. Pues de la misma manera que el Sol y la Luna están

30
en una mutua relación en el mundo de los astros, lo que para
nosotros es lunar, es decir nuestro pasado, está en relación con lo
que en nosotros es solar, nuestro futuro. Y el destino, viniendo desde
el pasado es lo que fluye desde el presente hacia el futuro. Y
observamos, como inserto de alguna manera en la trama del
Cosmos, el paso de las estrellas, a través de las relaciones de los
astros entre sí, y podemos ver amplificado, lo que vive en nuestro
propio interior.

Si, queridos amigos, esto amplía nuestra perspectiva y nos permite


llegar lejos en el terreno de las relaciones universales. Pues cuando
el ser humano traspasa el umbral de la muerte al principio sólo se
desprende de su cuerpo físico, y sigue viviendo en su organización
del Yo, en su cuerpo astral y en su cuerpo etéreo. Al cabo de unos
días el cuerpo etéreo se desprende del cuerpo astral y del Yo. Y lo
que el hombre vive entonces es algo que en cierto modo emerge de
él, al principio muy pequeño, agrandándose progresivamente: su
cuerpo etéreo. Le parece que este cuerpo etéreo se expande hacia
lo lejos, creciendo hasta alcanzar las estrellas. Pero también al
expandirse se vuelve tan tenue que pocos días después desaparece
de su vista. Al mismo tiempo sucede que mientras abandonamos
nuestro cuerpo etéreo en el Cosmos, y le vemos alejarse y diluirse es
como si, tras la muerte, alcanzáramos a conocer el secreto de los
astros, como si tuviésemos nuestra vida unida a dicho secreto.

Al principio -lo mismo que cuando hemos franqueado el umbral de


la muerte- cuando nos elevamos y atravesamos la región lunar, los
seres lunares leen en nuestro cuerpo astral lo que hemos vivido
durante la existencia terrenal. Cuando abandonamos la existencia
terrenal estas Entidades lunares nos reciben y nuestro cuerpo astral,

31
en el que estamos, es para ellas como un libro abierto en el que
pueden leer, tomando nota fielmente de lo que hemos realizado en
nuestras vida anteriores. Entonces penetramos entre las Entidades
superiores, en sus actos, y estamos en el Cosmos. Igual que en la vida
terrenal caminábamos sobre la tierra, ahora lo hacemos en las
vastedades del Cosmos. Hacemos la experiencia de estar en un vasto
campo de acción, mientras que en la tierra vivimos en la estrechez.
Mientras fluye nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento
tenemos la impresión de que en la Tierra estábamos cautivos,
mientras que ahora todo se agranda y podemos experimentar los
secretos del Cosmos. No los vivimos como algo sometido a las leyes
de la naturaleza física. Estas leyes físicas naturales se nos presentan
como escuálidas producciones del espíritu humano. Lo que sucede
entre los astros lo experimentamos como si fueran los actos de las
Entidades espirituales divinas, en los que nosotros tomamos parte.
Actuamos entre ellas y con ellas, en la medida que podemos, y
ahondando en ellas preparamos nuestra siguiente existencia
terrenal.

Esto es algo que tendrá que ser realmente comprendido, con una
profunda aceptación: todo lo que forma parte del hombre ha sido
elaborado por él mismo en el Cosmos durante su estancia entre la
muerte y un nuevo nacimiento. ¡El hombre percibe una parte tan
pequeña de su organización! Lo que se oculta en cada órgano sólo
se hace comprensible cuando se entiende el órgano en el contexto
del Cosmos. Tomemos como ejemplo el órgano más noble: el
corazón. Hoy día los científicos pueden disecar un embrión y
observar cómo se crea el corazón poco a poco. Pero no extraen de
ello ninguna reflexión. Y sin embargo, esta forma exterior plástica,
este corazón humano, es el resultado

32
-en la medida en que es una forma individual- de lo que el hombre
ha elaborado, junto con los dioses, entre la muerte y un nuevo
nacimiento. Mientras él atraviesa ese período es preciso que el
hombre trabaje siguiendo la dirección que parte de la Tierra y va
hacia la constelación de Leo del Zodíaco, porque esta corriente está
llena de fuerzas. El hombre debe trabajar siguiendo esta dirección
para poder dar nacimiento a un germen, a su corazón, que es donde
se encuentran, en efecto, las fuerzas cósmicas. Más tarde, cuando
haya atravesado esta región que se sitúa en las vastedades del
Cosmos, tiene que acceder a otras regiones más próximas a la Tierra,
en cierto modo, a la región del Sol que es donde se desarrollan otras
fuerzas que hacen más perfecto al cuerpo. Después el hombre
penetra en el espacio en el que ya se pone en contacto con lo que
podemos denominar el calor terrestre, ya que fuera, en el espacio
cósmico, no hay calor terrestre, hay otra cosa. Entonces, en una
tercera etapa, se prepara el corazón. Las fuerzas que preparan el
corazón en la dirección de Leo son de carácter puramente moral y
religioso. El secreto de estas fuerzas morales y religiosas está
grabado en nuestro corazón. A quien estudia esto con profundidad
le parece una herejía la manera en que la Ciencia considera hoy en
día a los astros como masas físicas indiferenciadas, sin tener en
consideración su naturaleza moral. Cuando el ser humano atraviesa
la región solar, estas fuerzas morales y religiosas son captadas por el
cuerpo etéreo. Y solamente cuando ya se acerca a la tierra, al calor,
a la región del fuego, se añaden los últimos preparativos. Entonces
entran en actividad las fuerzas que modelan, para el hombre, el
germen físico, para el ser de alma y espíritu que está descendiendo.

De esta manera cada órgano se elabora ahondando en las


vastedades cósmicas. Llevamos en nosotros un cielo estrellado, y no

33
solamente estamos unidos al mundo vegetal que nos alimenta
gracias a la sopa de sémola que acabamos de introducir en nuestro
estómago y que está en proceso de ser elaborada por nuestro
organismo, sino que también estamos unidos a las fuerzas de todo
el Cosmos. Por supuesto que todas estas cosas no se hacen obvias
más que para el hombre dotado de un sentido que le permite
observar la vida realmente. En el futuro se podrá observar no
solamente con el microscopio, al que hoy día se venera con
verdadera admiración, sino también con un macroscopio. Hoy día el
hombre quiere conocer los secretos de la organización animal y
humana aislándose lo más posible del Universo. Sumerge su mirada
en un tubo -a esto lo llama trabajar con el microscopio— corta un
minúsculo fragmento de lo que sea, lo coloca en una lámina y se
esfuerza en alejarse lo más posible del mundo, de la vida. Atrapa un
fragmento y lo observa a través de algo que aísla su visión del resto
del mundo. Por supuesto que no trato de criticar este método de
investigación que consigue cosas muy bellas pero, por este medio no
se puede conocer verdaderamente al hombre. Y en realidad, cuando
uno se aleja así de la Tierra para observar la naturaleza extraterrestre
del Cosmos sólo se tiene ante sí una pequeña parte del Universo,
pues realmente sólo hay una pequeña parte que se quiere hacer
visible. Las estrellas no son en realidad lo que parecen a simple vista,
que sólo es un símbolo de ellas, y sin embargo son realmente
visibles. El Universo que atravesamos entre la muerte y el nuevo
nacimiento es, en efecto, invisible, suprasensible. Y hay allí regiones
que son exteriores para lo sensible. El ser del hombre pertenece
tanto a estas regiones suprasensibles de la existencia, como al
mundo sensible. Y sólo se puede conocer verdaderamente lo que él
es en realidad cuando se tiene en cuenta el periplo que éste ha
recorrido a través de las vastedades del Cosmos. Este pasaje desde

34
el umbral de la muerte que le conduce a las vastedades cósmicas, y
después su camino de vuelta hacia la Tierra, todo eso vive también
en nosotros, en los lazos que mantenemos con el Cosmos. En
nosotros vive lo que de nosotros ha recorrido dichas vastedades, lo
que ya vivió una vez en la Tierra, se elevó hacia el Cosmos y después
ha retomado a la estrechez de la condición terrenal. Poco a poco
vamos aprendiendo a observar lo que fuimos en una existencia
terrenal anterior: nuestra mirada se separa de lo físico, elevándose
hacia lo espiritual, pues cuando nos volvemos hacia las vidas
terrenales pasadas, gracias a las fuerzas de la Ciencia Iniciática, se
nos pasa la necesidad de representárnoslo todo sólo bajo formas
sensibles.

El hecho es que, bajo esta perspectiva, se ven muchas cosas. Hubo


un tiempo en que ciertos teósofos sabían que el ser humano vive
varias vidas sucesivas sobre la Tierra, lo sabían porque lo habían
aprendido de la sabiduría oriental, pero querían representar el
conjunto como se hace en el mundo sensible. Estaban equivocados,
pero tenían la necesidad de dichas representaciones sensibles. Ellos
decían entonces que el ser humano era un organismo físico el cual,
al franquear el umbral de la muerte se disgregaba, convirtiéndose en
polvo. Pero subsistía un átomo y éste, por caminos milagrosos,
conseguía llegar a la vida siguiente. Los teósofos lo llamaban el
“átomo permanente”. Sólo se trataba de un rodeo para representar
las cosas de manera material. Pero esta inclinación a representar las
cosas materialmente se pasa cuando se tiene realmente la
experiencia de lo que el alma puede vivir, cuando se sabe cómo se
forma el corazón humano, extraído de las vastedades cósmicas.

35
El hígado, al contrario, se forma en la región más próxima a la Tierra.
Todavía no tiene muchas cosas en común con los vastos espacios
cósmicos. Poco a poco, gracias a la Ciencia Iniciática se aprende a
conocer al hombre de tal manera que podemos decir: el corazón no
podría estar presente en el hombre si no hubiera sido preparado,
modelado interiormente a partir de las vastedades del Cosmos. Por
el contrario un órgano como el hígado, o como los pulmones, se
forman sólo en la proximidad de la existencia terrenal. En lo que se
refiere a los pulmones, o al hígado, el ser humano cósmico es
parecido a lo que está cerca de la Tierra. En cambio en lo que
concierne al corazón él es un gran ser cósmico. Cuando observamos
al hombre, aparece el Universo entero. Cuando en el terreno de la
anatomía espiritual se quiere esbozar un hígado, los pulmones o
cualquier otro órgano, se querría dibujar también la Tierra y todo lo
que se encuentra a su alrededor. Esto en cuanto a las fuerzas. Pero
si se trata del corazón, querría dibujar el Universo entero, ya que el
hombre es el Universo entero enroscado, contraído en sí mismo. El
hombre es un inmenso misterio, es un verdadero microcosmos. Pero
el macrocosmos en que se transforma después de la muerte le
arrebata la facultad de conocer la esfera sensorial, la materialidad. Y
entonces se aprende a conocer las relaciones regidas por ciertas
leyes que hay entre el espfritu y lo físico, y entre las mismas
realidades psíquicas.

Por ejemplo, encontramos en este mundo personas que tienen una


facultad de comprensión innata de la gente o las cosas que les
rodean, ¡observad la vida en función de esas circunstancias, mis
queridos amigos! Hay gente que entra en relación con otras
personas pero que realmente jamás aprenden a conocerlas. Lo que
os puedan decir de ellas no tiene el más mínimo interés. Cualquier

36
rasgo característico brilla por su ausencia. Tales seres no son capaces
de profundizar en el ser del otro, de darse por completo al otro. No
tienen ningún tipo de comprensión hacia el otro. Pero hay seres que
sí la tienen y cuando se encuentran con alguien, al hablar de éste,
todo lo que dicen de él está lleno de sentido y podemos saber de
inmediato cómo es el otro, incluso aunque no lo hayamos visto
nunca, porque parece que lo tenemos delante. La descripción no
tiene que haber sido muy detallada porque el que es capaz de
profundizar en el ser del otro puede esbozar su imagen con unas
pocas frases características. No tiene que ser necesariamente un
hombre, puede tratar- se igualmente de cualquier cosa de la
naturaleza.

Alguien viene a contarnos cómo es una montaña o un árbol. Nos


desesperamos porque no conseguimos hacemos una imagen de ello,
todo parece vacío, tenemos la impresión de que incluso nuestro
cerebro está seco. Por el contrario, hay otros que comprenden la
cosa de inmediato y uno podría dibujarlo sólo con lo que nos han
contado. Así pues, estos dones, o la ausencia de ellos, esta
comprensión del entorno, o esta ausencia de apertura, no han salido
de la nada, son el resultado de nuestra encarnación terrenal
precedente. Cuando con la ayuda de la Ciencia Iniciática observamos
a un hombre que tiene mucha comprensión para con su entorno
humano o extra-humano y nos remontamos -y tendría mucho que
deciros a propósito de este tema— hasta su existencia terrenal
precedente, nos encontramos con las cualidades que él tenía en
aquella vida y vemos cómo se han transformado en comprensión del
mundo durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento y
descubrimos entonces que un hombre que comprende bien todo lo
que le rodea estaba constituido de tal forma en su vida terrenal

37
anterior que podía experimentar gran alegría. Esto es algo muy
interesante. Los hombres que no pudieron experimentar la alegría
en su vida anterior no pudieron tampoco acceder a una fácil
comprensión de los humanos y su entorno. En cambio para todo el
que tiene esta facultad de comprensión encontramos que fue un ser
capaz de experimentar el placer ante todo lo que le rodeaba. Pero
también esto es algo que él había adquirido en una vida anterior. Y
¿cómo se consigue este placer, esta alegría, este don, esta tendencia
a experimentar alegría ante lo que nos rodea? Pues se consigue
cuando en una existencia anterior uno ha experimentado mucho
amor. El amor sentido en una vida terrestre se transforma en alegría.
Y la alegría de la existencia siguiente se transforma en facultad de
comprensión por el mundo, en el curso de la tercera existencia.

Así vemos cómo se viene a añadir una existencia a otra, y esto nos
permite entrever cómo brillará en el futuro nuestro presente. Los
seres que pueden odiar intensamente llevan a su siguiente
existencia, como consecuencia de su odio, el talento de estar
dolorosamente afectados por todo cuanto sucede. Ocurre lo mismo
cuando se observa la vida de un hombre que ha vivido siempre a
“contrapelo” porque todo le afectaba dolorosamente, sufriendo por
todo. Por supuesto que podemos sentir piedad por él, y está bien
que así sea, pero siempre hay que remontarse a una existencia
terrenal anterior durante la cual no pudo nunca reprimir su odio.
Entendedme bien, por favor. Cuando se habla así del odio, solemos
decimos: yo no tengo odio, yo amo a todo el mundo. ¡Que cada cual
se examine en profundidad para comprobar cuanto odio hay
escondido en el fondo del alma humana! Estas son cosas que sólo se
presentan con toda claridad cuando se observa a la gente hablando
los unos de los otros. Imaginémonos una estadística y veremos que,

38
en realidad se dicen muchas más cosas negativas sobre cualquier ser
humano, que alabanzas o testimonios de estima. Si se pudiera
establecer verdaderamente dicha estadística encontraríamos que,
entre los humanos hay cien veces más odio que amor. La cifra se
acerca verdaderamente a la realidad, así es, sólo que la gente, por lo
general, no se da cuenta porque siempre encuentran una
justificación para odiar a alguien y se sienten infinitamente dignos de
ser perdonados por odiar, que hay que excusarlos por su odio. Pero
este odio se transforma en facultad de sufrir en la vida terrenal
siguiente y en ausencia de comprensión, en ausencia de apertura de
espíritu en la tercera vida, en incapacidad para abordar las cosas,
profundizando en ellas.

Así tenemos la posibilidad de observar tres vidas terrenales


sucesivas, teniendo en consideración lo siguiente: el amor se
transforma en alegría, y la alegría en comprensión del entorno en
una tercera vida. El odio se transforma en tendencia a sufrir y ésta,
en la tercera vida, en ausencia de apertura de miras, en
incomprensión en relación a su entorno. Así son las relaciones que
se establecen en el alma de una vida terrenal a otra.

Vamos a tratar ahora de abordar la vida bajo otro punto de vista. Hay
gente que no se interesa por nada

-tal vez han introducido este hecho por propia decisión— que
realmente no quieren interesarse por nada que no sea ellos mismos.
Pero el hecho de interesarse por algo, o no, tiene mucha importancia
en la vida. A este respecto una estadística nos propondría las cosas
más extrañas: yo he conocido gente que habiendo tenido una
conversación con una dama por la mañana, por la tarde no
recordaba qué tipo de sombrero llevaba ella, o si llevaba un broche,

39
o de qué color era su vestido. ¡Hay gente que no se da cuenta de
estas cosas! Hay maneras muy extrañas de considerarlas. A veces se
piensa que ese hecho no tiene importancia, pero sí que la tiene.
Demuestra una falta de interés inexcusable que puede llegar,
incluso, a no saber realmente si la persona que nos encontramos
llevaba una chaqueta clara o negra. Lo que el hombre ve de su vida
no se religa íntimamente con lo que sucede en el exterior. Sé que
puedo parecer un poco radical y no es mi intención afirmar de
inmediato que uno sea víctima de Lucifer o Ahriman cuando no
recuerda si el pelo de la señora en cuestión era rubio o negro. Sólo
quiero indicar que la gente puede desarrollar un cierto grado de
interés por cuanto le rodea, o bien ningún interés, pero ello tiene
una gran importancia para el alma. Si uno muestra interés por
cuanto le rodea, su alma se anima interiormente, viviendo con el
entorno. Y lo que siente entonces, con interés, tomando parte en
ello, lo lleva consigo al franquear el umbral de la muerte hacia las
vastedades del Cosmos. Y de la misma manera que aquí en la Tierra
necesitamos los ojos para contemplar los colores, necesitamos
haber vivido en la tierra animados por un cierto interés, para tener
la posibilidad, durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento,
de ver en espíritu lo que se vivió. Pero si hemos atravesado la vida
sin demostrar ningún interés, sin fijarnos en nada con profundidad,
sin entender lo que está pasando, en la vida entre la muerte y un
nuevo nacimiento no tendremos ningún lazo de unión con el
Cosmos, seremos de algún modo, psíquicamente ciegos, sin poder
trabajar con las fuerzas cósmicas. Y de esa forma se trabaja mal con
los órganos: se llega a la región de Leo pero sin poder llevar a cabo
la primera preparación del corazón. Llegamos a la región solar sin
poder continuar la preparación del corazón; y llegamos a la zona de
fuego de la Tierra sin poder dar los últimos toques en dicho trabajo,

40
llegando por fin a la Tierra con una gran predisposición para las
enfermedades de corazón. Así actúa una tendencia psíquica:

con una ausencia total de interés, hasta nuestra actual encarnación.


Y de hecho, sólo podremos comprender las enfermedades cuando
podamos discernir estas relaciones, cuando veamos que el ser
humano que actualmente sufre tal o cual enfermedad física, es
debido a que en su anterior vida terrenal él desarrolló cierta
naturaleza psíquica que en la existencia actual se convierte en algo
físico. Los males psíquicos de una vida terrenal son el resultado de
las experiencias de cierta naturaleza sufridas en una vida anterior.
Las gentes que rebosan salud, que jamás están enfermas, que gozan
de la mejor salud en general nos llevan a mirar en una de sus vidas
anteriores, en la que demostraron un profundo interés por todas las
cosas que les rodeaban, que lo observaban todo, identificándolo.

Naturalmente no podemos forzar la interpretación de las cosas que


se refieren a la vida espiritual. Tened en cuenta que una corriente
kármica también puede nacer en otro momento determinado. Yo
puedo comenzar en esta vida a demostrar cierta incomprensión que
se manifestará en el futuro de algri modo que conducirá a establecer
esta falta de comprensión. No podemos establecer solamente la
relación desde el presente hacia el pasado. Por tanto debemos tener
presente que, en general, cuando hay una cierta disposición kármica
a padecer ciertas enfermedades es muy probable que estén en
relación con un cierto psiquismo.

Por lo general la naturaleza psíquica de una vida terrenal se


transforma, en otra vida en naturaleza física. Insisto: la naturaleza
corporal de una vida terrenal se transforma en otra vida terrenal en
psiquismo. En lo que se refiere a esta relación, eso es tan cierto que,

41
realmente, el que quiera observar las relaciones kármicas deberá
dirigir a menudo su interés a los pequeños detalles. Es muy
importante no dirigirse a lo que habitualmente, en la vida,
consideramos como particular mente interesante. Cuando se quiere
reconocer cómo una vida terrenal conduce a otra precedente, a
menudo hay que fijarse sobre todo en pequeños detalles. Por
ejemplo, yo he tratado de buscar las relaciones kármicas entre
distintos personajes de la historia y la vida espiritual -en los próximos
días seguiré hablándoles de ello- por supuesto con toda seriedad y
no como se suele hacer a menudo, y en cierta ocasión encontré una
personalidad que había cultivado una vida interior tan extraña, de
manera tan intensa que, al final, llegó a inventar gran cantidad de
palabras muy particulares, habiendo escrito numerosos libros en los
que se encuentran esas palabras. Por ejemplo, siempre estaba
echando pestes, criticando los hechos, los hombres y sus
comunidades. También criticaba a menudo el comportamiento
envidioso de muchos eruditos en relación a otros. Con esta
perspectiva él reunió varios hechos con los que intentó caracterizar
la manera insidiosa de ciertos sabios de hablar de otros, titulando
ese capítulo “Schlichologisclzes” (rama de conocimiento basada en
tretas o artimañas) en el mundo científico”. Pues bien, el hecho de
captar interiormente con tanta agudeza tales palabras me condujo a
reconocer que en una vida anterior esta personalidad había tenido
que ver con toda clase de empresas guerreras en las que era
necesario llevar a cabo muchas acciones por medios más bien
insidiosos. Hablando kármicamente eso se transforma en la facultad
de crear imágenes que expresan el comportamiento disimulado,
agresivo, en toda clase de situaciones. Facultad que permite
designar con semejantes palabras surgidas de su mente, lo que
anteriormente había tenido que realizar con sus manos y pies. A

42
propósito de esta personalidad podría mencionar muchas cosas que
resultaron como consecuencia de una metamorfosis de los
elementos físicos en realidades anímicas y espirituales. Mañana
continuaremos con estas consideraciones.

Tercera Conferencia

Praga, 31 de Marzo 1924

Ayer expuse algunos elementos en relación al Karma cuyo curso


ininterrumpido prosigue a través de las vidas terrenales de los
hombres, conformando el destino humano. Hoy me gustaría hacer
una representación de cómo se lleva cabo la formación de este
destino. Tendríamos que tener claro que el ser humano, cuando

43
atraviesa el umbral de la muerte, entra en un mundo espiritual que
no sólo no es más pobre, por ejemplo, en sucesos o seres que
nuestro mundo físico, sino por el contrario que es infinitamente más
rico. Y por muy comprensible que sea el hecho de no poder describir
más que tal o cual suceso dentro del vasto marco de dicho mundo
espiritual, las diferentes descripciones que os serán dadas podrán,
por otra parte, descubrir la variedad y riquezas infinitas de la vida del
hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento. Aquí, en el mundo
terrenal en el que pasamos nuestra existencia entre el nacimiento y
la muerte, estamos rodeados por lo que consideramos como los
diferentes reinos de la Naturaleza: los minerales, las plantas, el reino
animal y el reino humano físico. Con excepción de este último,
consideramos estos reinos, y con razón, como englobando seres de
rango inferior al hombre, de tal manera que, durante su existencia
terrenal el ser humano puede considerarse, en cierta medida, como
perteneciendo al reino superior. En el reino en el que penetra
después de atravesar el umbral de la muerte se da exactamente una
Situación inversa: allí se siente como el ser de rango más inferior,
unido a Entidades muy superiores a él.

Ya sabéis que para designar a esas Entidades en la literatura


antroposófica yo retomé los nombres de las Jerarquías situadas por
encima del hombre conforme a una terminología ya existente en el
pasado y que he distinguido la Jerarquía directamente superior al
hombre, la que le sigue en el grado superior, —así como por debajo,
en el campo terrenal son los animales los que le siguen en el grado
inferior-, compuesta por los Ángeles, Arcángeles y Principados.
Después sigue la Jerarquía superior de las Potestades, Virtudes y
Dominaciones, siguiendo la más elevada, la de los Tronos,
Querubines y Serafines. Hay nueve grados, tres veces tres grados

44
superiores al hombre. Agrupándolos por tres, podemos establecer el
paralelo con lo que encontramos al descender: tres grados para los
animales, tres grados para las plantas y tres grados para los
minerales y así obtenemos el conjunto del mundo del que el hombre
forma parte.

También se podría describir la existencia humana diciendo: por el


nacimiento físico, por su concepción física, el ser humano pasa de
una existencia puramente espiritual al terreno del orden natural de
los animales, plantas y minerales. Y pasando por el umbral de la
muerte entra en el reino de las Entidades superiores a él. En una de
esas situaciones, vive en un cuerpo físico que le religa a los reinos
naturales, en la otra vive —si es que se puede utilizar esta expresión-
en un cuerpo espiritual que le religa igualmente a las Entidades de
las Jerarquías superiores. Aquí en la tierra nos volvemos sobre todo
hacia el mundo que nos rodea, al que sentimos en cierta medida al
mismo nivel que nosotros y desde este dominio terrenal dirigimos
nuestra mirada —los términos empleados son diferentes según sean
las concepciones— hacia el cielo, el terreno del espíritu. El ser
humano eleva su mirada con sus presentimientos, su piedad, por
todo lo que en su vida terrenal tiene las más dignas aspiraciones. Y
cuando quiere hacerse una representación de lo que hay en el reino
espiritual por supuesto que tiene que recurrir a las formas usadas en
la Tierra, representándose lo que existe allí arriba, a la manera
terrenal. Pero cuando se encuentra entre la muerte y un nuevo
nacimiento todo es al contrario. Cuando quiere describir aquello a lo
que su mirada se dirige, tiene que mirar hacia abajo. Y tal vez
vosotros diréis, mis queridos amigos: sí, pero entonces se refiere
justamente a lo que tiene menos valor. Pero no es así:

45
Visto desde arriba, lo que se encuentra en el ambiente terrenal es
completamente distinto de lo que nosotros vemos aquí.
Precisamente estudiando el Karma podremos comprender
perfectamente que visto desde arriba, lo que sucede en la Tierra es
completamente diferente de lo que el hombre mismo percibe aquí.

Cuando atravesamos el umbral de la muerte y penetramos en el


mundo espiritual, llegamos, como os he dicho, en primer lugar al
reino más inferior, el de la Tercera Jerarquía de los Ángeles,
Arcángeles y Principados. En cierta medida nos sentimos ligados a
esta Jerarquía, la más cercana a nosotros y nos damos cuenta de que,
así como todo lo que nos rodea en la Tierra tiene un sentido, por su
significado, lo que existe en el terreno espiritual tiene un significado
en función de las profundidades del alma. Hablamos de los
minerales, de las plantas y de los animales porque los vemos con
nuestros ojos, los tocamos con las manos, es decir porque los
percibimos con los sentidos y entre la muerte y un nuevo nacimiento
hablamos de los Ángeles, Arcángeles y Principados porque estas
Entidades tienen que ver con lo que es la sustancia del alma. Y poco
a poco, mientras seguimos recorriendo la larga existencia entre la
muerte y un nuevo nacimiento, vamos aprendiendo a Situarnos
entre las Entidades de las Jerarquías inmediatamente superiores que
tienen algo que ver con nosotros. En cierta medida ellas son las que
nos unen con el mundo espiritual exterior.

Durante la existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento, al


principio estamos sobre todo ocupados en nosotros mismos pues la
Tercera Jerarquía, la menos elevada, tiene que ver con nuestro ser
interior. Pero después de un cierto tiempo empezamos a ver más
allá, aprendiendo a conocer el mundo espiritual al margen de

46
nosotros mismos, el mundo espiritual objetivo. Nuestros guías son,
entonces, las Potestades, Virtudes y Dominaciones, que nos ponen
en relación con el mundo espiritual exterior. Y podría decir que así
como aquí hablamos de lo que nos rodea: montañas, ríos, bosques,
prados, etc., allí hablamos de lo que las Entidades de la Segunda
Jerarquía nos ponen delante. Pero ese entorno no está constituido
por objetos en el mismo sentido que en la Tierra: está compuesto de
seres, de todo lo vivo que vive en el espíritu. Entre la muerte y un
nuevo nacimiento aprendemos de alguna manera a conocer no sólo
las Entidades y las cosas, sino las Entidades y sus acciones,
sintiéndonos a nosotros mismos como insertados en esas acciones,
entregándonos a ellas.

Más tarde llega un tiempo en que sentimos que las Entidades de la


Tercera Jerarquía y las de la Segunda trabajan en común con
nosotros en lo que se refiere a lo que tendremos que ser en la
próxima vida terrenal. Y entonces en la vida entre la muerte y el
nacimiento se abre ante nosotros una gigantesca y estremecedora
perspectiva. Contemplamos el trabajo de la Tercera Jerarquía,
vemos cómo se comportan entre ellas, se nos aparecen imágenes de
cómo actúan entre ellas, pero siempre se aparecen como teniendo
algo que ver con nosotros. Y mientras contemplamos dichas
imágenes sobre la actuación de la Tercera Jerarquía, se nos
muestran como la contra-imagen de la mentalidad, de la actitud
interior del alma que tuvimos en nuestra última vida terrenal. No nos
decimos, empleando los términos de las representaciones
abstractas: fuiste un hombre que actuó mal con éste o aquel otro,
que tuviste malos pensamientos. No, nosotros vemos actuar a los
Ángeles, Arcángeles y Principados y en las poderosas imágenes que
se nos presentan vemos cómo fue nuestra actitud interior, el

47
contenido de nuestra alma, las maneras de pensar que tuvimos en
nuestra última vida terrenal, y todo lo vemos reflejado en la manera
de actuar de las Entidades de la Tercera Jerarquía. En ese vasto
mundo se nos hacen presentes, en la esfera espiritual, las opiniones
que tuvimos sobre los otros hombres, todo lo que fue terrenal: lo
que pensamos, lo que sentimos. Aquí, en la Tierra, todo eso aparece
envuelto en Maya, como encerrado entre los límites de nuestra piel,
pero en la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento es distinto:
entonces sabemos que todo lo que vivía en nuestro interior:
pensamientos, sentimientos, acciones, todo eso pertenece al mundo
entero, actúa en el mundo entero.

Mucha gente habla de Maya, imitando lo que dicen los orientales,


diciendo que todo lo que nos rodea es una ilusión, pero eso no deja
de ser un pensamiento abstracto. Cuando uno se abandona a las
consideraciones como las que han podido atravesar nuestra alma, se
comprende la gravedad de estas palabras: el mundo que nos rodea
es Maya, la gran ilusión. Vemos cuan ilusoria es la idea que uno se
hace de lo que sucede en nuestra alma. Creemos que eso nos
pertenece. Pero la verdad sólo se nos muestra cuando hacemos la
experiencia de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.
Entonces vemos lo que es, en apariencia, la idea que tenemos del
contenido del mundo espiritual, vasto y poderoso. Más tarde
remarcamos que los seres de la Segunda Jerarquía, las Potestades,
Virtudes y Dominaciones están relacionados con lo que conseguimos
aquí, en la Tierra, a través de nuestra dedicación al trabajo, nuestra
diligencia, el interés que demostramos por las cosas y los sucesos de
la Tierra. Porque dichas Entidades son las que dan la forma de
imágenes a nuestro ardor en el trabajo, a nuestro interés durante la
última vida terrenal, modelan la imagen de nuestro talento, de

48
nuestras capacidades para la próxima encarnación. Y así
contemplamos los dones, las capacidades que tendremos en nuestra
próxima vida sobre la Tierra al contemplar las imágenes que
despliegan, ante nosotros, las Entidades de la Segunda Jerarquía.

Después, la vida sigue. Cuando se acerca a la mitad del periodo entre


la muerte y el nuevo nacimiento, tiene lugar algo extraordinario.
Cuando aquí en la Tierra, sobre todo en los momentos en que
levantamos la vista hacia el Universo, donde las centelleantes
estrellas nos muestran su luz, experimentamos, arriba, la grandeza
del dominio celestial. Cuando estamos en el reino de los espíritus y
miramos hacia abajo experimentamos algo aún más grandioso pues
vemos cómo, de una extraña manera, las Entidades de la Primera
Jerarquía, los Serafines, Querubines y Tronos llevan a cabo su
colaboración: Imágenes poderosas de los sucesos espirituales se nos
muestran entonces cuando observamos el cielo —ahora es nuestro
cielo— que se encuentra abajo. Igual que ahora, en la vida terrenal
física, estudiamos la escritura de los astros mirando hacia arriba,
vemos los actos de los Serafines, Querubines y Tronos, cuando desde
allí miramos hacia abajo. Y en lo que sucede entre ellos, que se nos
desvela en imágenes nobles y grandiosas sentimos, en esa existencia
espiritual, que todo eso tiene que ver con nosotros, con lo que
somos y lo que seremos. Pues entonces sentimos que lo que sucede
entre dichas Jerarquías nos muestra las consecuencias que tendrán
nuestros actos pasados, en nuestra próxima encarnación. Vemos
cómo nos comportamos con ésta o aquella persona, qué compasión
o indiferencia cultivamos, los actos buenos o malos que realizamos.
Y si la actitud espiritual tiene que ver con la Tercera Jerarquía,
nuestras acciones tienen que ver con la Primera, con los Serafines,
Querubines y Tronos. Entonces aparece ante nuestra alma, como a

49
través de una memoria activa en nosotros, pero que ahora es
cósmica, el espectáculo, perturbador1 de lo que hicimos en nuestra
vida terrenal precedente, entre el nacimiento y la muerte. Luego
bajamos la mirada a los actos de los seres espirituales: ¿Qué hacen
los Serafines, Querubines y Tronos? Nos enseñan, en imágenes, las
experiencias que tendremos que sufrir con los humanos con los que
vivimos en el curso de nuestra vida terrenal anterior. Nos muestran
las consecuencias que, durante la nueva comunidad de vida, traerán
la compensación de lo que sucedió anteriormente entre nosotros. Y
de la manera en que los Serafines, Querubines y Tronos actúan de
manera concertada, comprendemos que un gran problema
encuentra ahí su solución.

Si en una vida terrenal tuve algo que ver con otro ser humano, yo
mismo preparo el conjunto de la compensación, pero sólo puede
llevarse a cabo por el trabajo de los Serafines, Querubines y Tronos.
Y ese trabajo se realiza de tal manera que el otro, con el que tendré
algo que ver, será conducido hacia mí, y yo hacia él. Lo que se
vivencia en la grandeza de las imágenes de los actos de las Jerarquías
superiores será transcrito por las Entidades lunares, después,
cuando descendamos de nuevo hacia la Tierra, será grabado en
nuestro cuerpo astral. Estas Entidades lunares contemplan con
nosotros, que estamos entre la muerte y el nuevo nacimiento, lo que
sucede para que se cumpla en la futura vida terrenal la
compensación de la precedente.

Mis queridos amigos, ahora podéis presentir, por lo que os acabo de


decir, lo grandioso y poderoso que es cuanto os he revelado, para el
mundo sensible. Pero también podréis observar en qué medida todo

50
lo que se nos muestra en el mundo sensible nos está realmente
ocultando mucho más de lo que nos revela.

La Antroposofía no será lo que debe ser mientras sea sólo


considerada como un cúmulo de ideas y de conceptos, mientras sólo
se hable del karma en abstracto, como una acción que se lleva a cabo
de una vida a la siguiente. La Antroposofía sólo llegará a ser lo que
debe ser cuando no solamente se dirija a nuestra mente, sino que
además despierte en nuestro corazón un sentimiento, una
percepción de las impresiones que podemos recibir, en el mundo
suprasensible, de las Entidades que allí residen. Pues me parece que,
ningún ser dotado de una sensibilidad abierta y receptiva pueda
recibir ciertas comunicaciones del mundo suprasensible, tal como
acabo de describiros, sin que en su alma se despierte toda una gama
de sensaciones. Y en efecto, debería suceder de tal manera que
llegáramos a decir:

Aquí abajo, en la Tierra, pasamos por muchas cosas, del dolor más
profundo a la alegría inmensa, a la total felicidad, por toda la extensa
gama de la sensibilidad humana. Pero lo que podamos aprender del
mundo espiritual, realmente debería actuar sobre nosotros con
mucha mayor intensidad que el dolor más profundo o la alegría más
plena. Sólo adoptamos la debida actitud, de cara al mundo espiritual,
cuando decimos: En realidad, comparado con el más profundo dolor
o la mayor alegría que podamos experimentar sobre la Tierra, lo que
presentimos de cara a los hechos y las Entidades del mundo
espiritual no es más que una sombra. Para el iniciado no es una
sombra, pero sí lo es para quien se contenta solamente con recibir
dicha información de la Ciencia Iniciática. Sin embargo, uno también
debería decirse: Presiento, por tanto, con qué profundidad e

51
intensidad debería actuar sobre mi alma lo que se me está
comunicando sobre el mundo espiritual, si dicha comunicación fuera
lo suficientemente fuerte y vigorosa. El ser humano, cuando oye
hablar del mundo espiritual y sus Entidades debería atribuir a su
debilidad de hombre terrenal, el no poder sentir toda la gama de
sentimientos que van del entusiasmo más ardiente al dolor más
profundo. Cuando puede atribuir a su debilidad el hecho de no poder
sentirlo de la manera justa, su alma ya adquiere algo de la buena
actitud que debería adoptar ante el mundo espiritual.

Porque, ¿qué valor tendría todo conocimiento espiritual si no se


pudiera consagrar a hechos concretos, si no pudiera mostrar lo que
sucede en realidad en el seno del mundo espiritual? Aquí, en la
Tierra, tampoco exigimos que los hombres hablen de una montaña
como los panteístas o los monistas, o los “filosofistas” abstractos
hablan de la divinidad. Exigimos que la montaña sea descrita con
todo detalle. Y sucede lo mismo de cara al mundo espiritual, pero el
hombre hoy en día no está acostumbrado a ello. En general, cuando
se habla de espiritualidad, de la existencia de un mundo espiritual,
etc., mucha gente que no es rígidamente materialista, lo acepta.
Pero cuando se describe ese mundo espiritual con todo detalle, a
menudo la gente se enfada porque no quieren admitir que se pueda
hablar concretamente de Seres y hechos del mundo espiritual, con
todo detalle. Pero si no queremos que la civilización caiga en el caos,
tendremos que hablar cada vez más del mundo espiritual y su
realidad. Pues también los sucesos de la Tierra permanecen en la
oscuridad cuando no sabemos lo que esconden.

Y a este propósito, queridos amigos, en el destino de la Sociedad


Antroposófica hay algo que a veces nos afecta de manera trágica.

52
Pero si al menos se expandiera la comprensión necesaria de estas
enseñanzas en el circulo de nuestra Sociedad cabría esperar que de
esta situación trágica nazca y se desarrolle algo que es
imprescindible, a saber, que la Sociedad Antroposófica sea
verdaderamente la fuente de una riqueza que fecunde a la
civilización humana externa, que se está peligrosamente deslizando
hacia el caos. Así pues es necesario que se comprenda una cosa que
no ha sido comprendida hasta ahora en el seno de nuestra Sociedad,
después de haber transcurrido dos o más decenios de trabajo
antroposófico desde su fundación.

Ya sabéis que el movimiento antroposófico al principio estaba en el


seno del movimiento teosófico. Cuando fundamos en Berlín (1902)
la Sociedad Teosófica, de la que surgió más tarde la Sociedad
Antroposófica nuestra primera asamblea se desarrolló de tal manera
que en aquella época quise dar una especie de pauta, por así decir,
de lo que se debería hacer en realidad. Y ahora que en el Congreso
de Navidad en el Goetheanum hemos intentado reorganizar la
Sociedad Antroposófica, puedo mencionar un hecho que,
posiblemente, pasó un poco desapercibido. Aquí no se pudo percibir
porque, que yo sepa, ninguno de nuestro amigos de Bohemia estuvo
presente. Di una conferencia introductoria de lo que, más tarde,
serían las conferencias de las Ramas. Dicha conferencia tenía un
título extraño, un título que, en la época, podía considerarse muy
audaz. Se titulaba: “Ejercicios prácticos sobre el karma”. Mi intención
era, realmente, hablar con toda libertad de cómo actúa el karma.

A esta asamblea asistían, para empezar, los corifeos del movimiento


teosófico anterior, que consideraban mi presencia como una
intrusión y que, de entrada, estaban convencidos de que yo no tenía

53
ningún derecho para hablar de cosas íntimas espirituales. En
aquellos tiempos, estos corifeos señalaban constantemente que la
Ciencia era necesaria, que había que contar con la ciencia moderna,
que la cosa iba por buen camino, pero que aún estaba dando sus
primeros pasos y que si seguía así llegaría al resultado deseado. Muy
bien, pero no se consiguió nada especial, ylo que se proponían en
aquella época se quedó en un asunto pasablemente teórico. Se había
anunciado “Ejercicios prácticos sobre el karma”, pero en aquellos
tiempos nadie habría entendido nada y menos aquellos corifeos de
la Sociedad Teosófica. Esto se convirtió en una tarea que fue preciso
cultivar en cierta medida por debajo de la superficie de la corriente
antroposófica y que desde el principio se hizo de acuerdo con el
mundo espiritual. Hoy día -y cuántas veces no lo habré hecho
mientras se desenvolvía el movimiento antroposófico_ tengo que
recordar ese título que debía ser, de hecho, el de la primerísima
conferencia de una Rama antroposófica: “Ejercicios prácticos sobre
el karma”. Aún recuerdo el espanto de los corifeos cuando vieron
publicarse un título tan temerario.

Y ya veis, han pasado más de dos decenios, ¡cómo pasa el tiempo!-,


y han sucedido muchas cosas. Y es preciso que esa preparación sea
eficaz. Ese es el porqué dicha eficacia debe poderse manifestar
ahora. Los “Ejercicios prácticos sobre el karma” deben, de alguna
manera, aparecer ahora, y con ellos quería comenzar, echándole
audacia a la cosa. Y eso es justamente lo que pretendía nuestro
Congreso de Navidad: introducir un esoterismo verdaderamente
vigoroso en el conjunto del movimiento antroposófico. Debemos
tomarlo muy en serio. Pues no es con simples elementos formales
como nuestro movimiento antroposófico reorganizará la civilización.
Por eso, en el futuro, no habrá que echarse para atrás ante la

54
necesidad de hablar abiertamente de las condiciones que reinan en
el mundo espiritual.

Hoy me gustaría empezar por unos elementos espirituales que están


en la base de lo que ocurre en la Tierra, en la Humanidad terrenal.
Hay algo que tomó parte en el curso de la evolución de la Tierra: el
suceso del Misterio del Gólgota. Muchas veces he llamado la
atención sobre el hecho de que fue precisamente ese suceso el que
dio realmente un sentido a la evolución y que todo lo que le precedió
aparece justamente, haciendo una observación en profundidad,
como una preparación del mismo. Y aunque más tarde, por la
debilidad humana y, por parte del mundo espiritual a causa de los
poderes arimánicos y luciféricos, los obstáculos parecen más
sorprendentes que el progreso de la Humanidad, sin embargo,
después del Misterio del Gólgota, desde el mundo físico y el mundo
espiritual, todo se ha realizado con el fin de hacer progresar al
hombre en el curso de la evolución universal. Lo que el cristianismo
ha aportado a la Humanidad sólo se descubrirá en el futuro, siempre
y cuando la Humanidad se abra a su forma espiritual profunda. Pero
el impulso -el mismo que anima todo lo que la Antroposofía quiere
conseguir- reside en el Misterio del Gólgota.

Ya sabemos cómo se manifestaron al principio sus efectos a través


del sur de Europa en dirección hacia la Europa central. Pero no es
eso lo que querría tratar hoy. Me gustaría que echáramos un vistazo
sobre la manera en que el cristianismo se expandió en el mundo
europeo, partiendo del norte de África. Pero también sabéis que
desde hace más de medio milenio, desde la fundación del
cristianismo con el Misterio del Gólgota, se expandió en la misma
dirección otra corriente religiosa proveniente de Asia, el Islam. Esta

55
corriente de espíritu mahometano, ligada al nombre de Mahoma, se
revela, comparada con el cristianismo, como viviendo más en la
abstracción. Me gustaría añadir que el cristianismo contiene más
descripciones directas del mundo espiritual que el islamismo. Sin
embargo, este último tenía en su destino abrirse a muchos
elementos de la ciencia del pasado, de la cultura de antaño. Vemos,
pues, expandirse el Islam venido de Asia, siguiendo de alguna
manera al cristianismo. Es muy interesante seguir esta marcha
singular. Podemos observar la corriente cristiana dirigirse un poco
más al norte, después ganar el centro de Europa, mientras el Islam
rodea esta corriente, pasando por el norte de África y España,
llegando hasta Francia, como encerrando al cristianismo entre los
dos brazos de una tenaza.

Es fácil imaginar que la cultura europea habría sido otra cosa


completamente distinta si el cristianismo hubiera podido actuar sin
interferencias. En el aspecto de la política exterior, la civilización
europea ha repudiado el Islam, mejor dicho, el arabismo Solamente
quien tenga en consideración la vida espiritual de Europa puede
saber, por ejemplo, que no tendríamos nuestra concepción actual
del mundo —por un lado la mentalidad tan materialista y por el otro,
la ciencia con su agudeza de pensamiento y su lógica
desarrollándose como un arabesco, y todo lo que significa esa
ciencia- si el arabismo no hubiera seguido actuando a pesar de haber
sido rechazado. Y las poderosas influencias que nos llegaron de
España, incluso de Francia, de Sicilia, que es la avanzadilla del sur de
Italia, o de África, que actuaron sobre las formas del pensamiento
europeo, modificando lo que habría tenido otro aspecto de haber
actuado sólo el cristianismo. ¡En nuestras ciencias hay más arabismo
que cristianismo!

56
Más tarde aún se abrió una nueva vía, la de las Cruzadas, por las
cuales los europeos conocieron directamente la civilización oriental
que, por cierto, ya estaba en decadencia. Gracias a esta vía los
europeos tuvieron conocimiento de muchos secretos de la cultura
oriental de tal manera que en la cultura occidental encontramos,
como una capa que recubriera el cristianismo lo que, de orientalismo
nos llegó a través del arabismo. Pero como supondréis, nada de esto
se hace comprensible si sólo se observan los hechos en su aspecto
exterior. Hay que contemplarlos en su interior. Entonces uno se da
cuenta que, ciertamente, por las guerras y las victorias conseguidas,
el arabismo fue rechazado, así como los árabes y los moros,
portadores de la doctrina de Mahoma. Pero las almas de esos
hombres se reencarnaron, retomaron y continuaron su actividad.
Cuando se describe de manera abstracta cómo llegó el arabismo a
Europa, a través de España, no se percibe nada de eso. Sólo se
perciben realmente las cosas cuando se conocen los hechos
internos.

Tomemos uno de esos hechos. Cuando en la historia de Europa se


habla de Carlomagno, vivía en Bagdad, al mismo tiempo, s. VIII y IX,
Harun al Rashid, en un ambiente brillante, habiendo recibido una
grandiosa cultura oriental. En su corte se encontraba todo lo que
constituía la cultura oriental, por supuesto bajo la tutela del Islam:
matemáticas, filosofía, arquitectura, comercio, industria, geografía,
medicina, astronomía aran las actividades espirituales más preclaras
de Asia n la corte de Harun-al-Rashid. Hoy día los hombres no tienen
más que una leve idea de la grandeza y el poderío de todo lo que se
cultivaba en aquella corte. Para empezar, el propio Harun, era un
soberano con mucha inteligencia, que hubiera atraído a su corte los
más grandes sabios de Asia Menor no sólo para brillar él mismo, sino

57
porque era una gran personalidad1 si bien sometido por entero al
islamismo, un espíritu libre y abierto a todo lo que poseía y aportaba
la civilización oriental. Mientras que Carlomagno sabía leer y escribir
lo justo, la corte de Bagdad brillaba con un esplendor grandioso y lo
que consiguió Carlomagno no puede compararse en nada con lo
conseguido en la corte de Harun-al-Rashid.

Era, también, la época en que una gran parte del Próximo Oriente
había sido ya conquistado por el Islam, así como una gran parte de
África, y en todos estos lugares se expandía la brillante cultura
ejercida en la corte de Haruri. Pero entre todos los que aportaron a
su corte tanto la geografía, como la investigación científica o la
medicina, no se encuentra ni uno sólo que en una encarnación
anterior hubiese sido educado en una escuela de Misterios. Pues
incluso aun cuando en otros tiempos fueran unos iniciados, al volver
a encarnar, a simple vista, no se manifestaba que lo hubieran sido.
En cualquier época, y sobre todo si se ha sido anteriormente un
Iniciado en los Antiguos Misterios, no se puede adoptar otra actitud
que no sea el cultivo de la espiritualidad, la actitud del alma que el
cuerpo hace posible en una época determinada. Cuando se percibe
la realidad del alma, no se la ve conforme a las representaciones
lógicas, dialécticas que nos hacemos normalmente. El ser psíquico se
sitúa, en realidad, en mayores profundidades que las que podemos
concebir de ordinario.

Voy a poneros un ejemplo: Pensad ahora en una personalidad como


Ernst Haeckel (1834-1919) Lo que primero llama la atención de él es
que su concepción del mundo tiene una coloración totalmente
materialista, que él toma partido por una forma de mecanicismo, no
sólo en la Naturaleza, sino también en la vida del alma, que ataca al

58
catolicismo con violencia: que a veces parece encantador, a veces
fanático y, a veces, también vulgar. El que trata de observar los lazos
que unen las diferentes vidas terrenales de un hombre, apenas
prestará atención a estos aspectos del carácter, sino que se fijará
más bien, en las profundas cualidades del alma. Nadie que se dejara
obnubilar por lo que, al principio, más nos llama la atención en el
caso de Haeckel podría acceder a sus encarnaciones precedentes,
aún en el caso de que quisiera desarrollar la búsqueda práctica del
Karma. El que quisiera conseguirlo tendría que observar en qué
medida Haeckel tomaba partido por sus ideas. Que su cultura fuera
materialista se explica por la época en que le tocó vivir. Pero eso es
lo menos importante: lo que de verdad importa es la estructura de
su alma. Si uno puede acceder a ésta, si se dispone de la visión oculta,
la mirada conduce, precisamente en el caso de Haeckel, hacia el
Papa Gregorio VII. (1020-1085), el antiguo monje Hildebrand, que
fue uno de los más ardientes y vigorosos defensores del catolicismo.
El que compara estos dos personajes entre sí y sabe que se trata
realmente de ellos, encontrará sus semejanzas y adquirirá la visión
que puede discernir, en lo que se refiere a los asuntos importantes
de la Humanidad, lo que es importante de lo que no lo es. Las ideas
teóricas no son lo esencial. Lo son en nuestra época teórica,
materialista y abstracta. Lo esencial, en los entresijos de la Historia
universal, es la verdadera naturaleza del alma. Aquel que puede
discernirla encontrará las semejanzas entre Gregorio VII y su
reencarnación como Haeckel.

He aquí la manera de ver las cosas que hay que conseguir, desde el
principio cuando uno quiere ocupar- se de la naturaleza concreta del
Karma y cuando se tiene que comprender, por ejemplo, que en la
corte de Harun-al-Rashid vivían unos hombres que se comportaban

59
de acuerdo al espíritu de los siglos VIII y IX, en razón de sus cuerpos
físicos y la educación que habían recibido y que, sin embargo, eran
la reencarnación de antiguos Iniciados en los Misterios. Cuando uno
fija su mirada espiritual sobre la corte de Harun se siente sobre todo
impresionado por una personalidad, que era el consejero profundo
y extremadamente activo del Soberano y que, para su época, era un
espíritu universal, un espíritu que tenía en su pasado algo singular:
en una encamación anterior en la misma región donde ahora reinaba
Harun-al-Rashid, poblada entonces por otras gentes, él había
tomado parte en todas las iniciaciones y en una encamación
posterior, siendo otra personalidad, había aspirado con toda su alma
a encontrar la Iniciación, sin conseguirlo porque su destino no se lo
permitía. Tal personalidad vivía en la corte, estando obligado a
disimular en lo más profundo de su ser lo que subsistía aún en él de
su anterior encarnación como Iniciado. La imposibilidad de alcanzar
la Iniciación había tenido lugar en una encamación anterior, después
vivió en la corte de Harun y allí, esta personalidad, a causa de que
entonces eran imposibles las iniciaciones en el espíritu de antaño,
tuvo que ser simplemente alguien que por una necesidad imperiosa,
una imaginación poderosa, una imaginación lógica exacta, tuvo que
llevar a cabo, sobre todo lo que se cultivaba en dicha corte, una
acción muy estimulante como organizador. Allí vivían todos los
eruditos posibles, así como artistas, una pléyade de poetas y
representantes de todas las ciencias. Bagdad era justamente en esa
época el centro de una actividad científica y artística muy importante
en el Califato. Y toda la organización necesaria para su
funcionamiento partía de esta personalidad, dotada de una
poderosa facultad organizativa. Tales individualidades tienen una
gran importancia en el curso de la evolución humana.

60
Estudiemos ahora la personalidad del propio Harunal-Rashid. Quien
puede percibir, gracias a la visión oculta, la naturaleza física de esa
personalidad y puede, más tarde, buscarla de nuevo para comprobar
si se ha vuelto a encamar puede constatar que en efecto, quedó
ligado a todo lo que había hecho en la Tierra, llevándolo consigo
cuando franqueó el umbral de la muerte, que ha continuado
marchando por los caminos del espíritu acompañando la evolución
de la humanidad y, partiendo del mundo espiritual ha ejercido una
gran influencia, adquiriendo al mismo tiempo muchas cosas para sí
mismo, reapareciendo más tarde en la forma que le permitía adoptar
la época, en la figura de Lord Francis Bacon de Verulan (1561-1626,
filósofo, escritor, político y alto funcionario) fundador del espíritu
científico moderno. En efecto, Bacon de Verulan dio en Inglaterra un
gran impulso al pensamiento europeo moderno. Seguramente me
diréis: ¡Pero era fundamentalmente diferente a la personalidad de
Harun-al-Rashid! Y sin embargo, era la misma individualidad. Lo que
justamente aparece como exteriormente diferente forma parte de
las cosas exteriores. Vemos el alma de Harunal-Rashid abandonar de
alguna manera Asia y continuar evolucionando, después de su
muerte, para fundar, en gran medida, el materialismo moderno de
Occidente y desde ahí influir en la civilización europea moderna.

Otra personalidad que no solamente era su brazo derecho sino el


alma de la corte de Harun-al-RaShid, y que desde el punto de vista
espiritual tuvo un extraño destino, siguió otro camino. Cuando
atravesó el umbral de la muerte, no se sintió atraído por una vida
exteriormente brillante. Al contrario, sintió más bien la necesidad de
dejar expandirse su vida interior. Por esta razón no pudo tomar el
camino que le hubiera conducido, en su siguiente encamación, hacia
Occidente. Fijaros solamente en lo que representaba Harun: el

61
esplendor extremo, un auténtico interés por la cultura en su corte
pero, al mismo tiempo, la necesidad de dejar expandir- se hacia el
exterior todo lo que constituía el islamismo. Esto debería
manifestarse en una próxima encamación. El espíritu científico de
gran envergadura debía manifestarse fuera y él lo hizo. Lo que era
exterior en la corte de Harun-al-Rashid salió a la luz en la persona de
Bacon.

La otra personalidad era, en efecto, el alma de la corte de Harun,


pero estaba demasiado interiorizada. Se identificaba mucho con lo
que se había cultivado en los antiguos Misterios. Ahora bien, eso no
se podía manifestar exteriormente, al menos no antes de nuestra
época, en que terminó el Kaly Yuga, dando comienzo la era micaélica,
en la que podemos por fin hablar del espíritu sin tapujos. Sin
embargo lo que sí se podía introducir en la civilización, ampliamente,
con energía, era lo que se había adquirido así, de tal manera que
pudiera actuar con intensidad. Y esto es lo que ocurrió con la otra
personalidad. Tras haber franqueado el umbral de la muerte,
evolucionó en el mundo espiritual de tal forma que, finalmente,
cuando reapareció sobre la Tierra no podía “aterrizar” en Occidente,
de donde provenía el materialismo. Tuvo que aterrizar en Europa
central y allí dar vida a lo que provenía de los antiguos Misterios,
adaptándolo, por supuesto, a las condiciones de la época que eran
bien diferentes. Esta personalidad llegó a ser Amos Comenius,
(1592-1670, fraile de la Comunidad de los Hermanos Moravios,
reformador del sistema pedagógico, considerado como el fundador
de la educación moderna. Así pues, podríamos decir que estas dos
almas que vivieron en la corte de Harunal-Rashid caminaron
después, a través de la historia universal, siguiendo dos caminos
diferentes. Una de ellas, rodeando el sur de Europa podríamos decir,

62
siendo el organizador de la Historia, la Filosofía y las Ciencias
modernas, la encontramos en la persona de Francis Bacon. La otra
tomó el camino terrenal, el camino que tomaron las Cruzadas, el de
la Europa Central. También fue un gran organizador pero se puede
constatar que su organización tuvo una acción diferente.

Es un espectáculo grandioso, poderoso, comprobar que en dos


épocas, ciertamente un poco diferentes, no hay que malentender
este hecho, ligados al karma de la Historia Universal, Amos Comenius
y Lord Bacon de Verulan hayan vivido siguiendo caminos tan
distintos si bien, a continuación sucedió que se reencontraron, si es
que se puede emplear este término tan familiar, en los últimos
tiempos en Europa Central. Muchas cosas que tendrá que descubrir
la civilización, tuvieron que suceder gracias a la unión entre lo que
reside esotéricamente en la acción de Amos Comenius y la fuerza
que entró en la técnica y en todo lo que fundó Lord l3acon.

Uno de los más maravillosos ejemplos de la Historia mundial es la


salida de estas dos almas que estuvieron activas durante los siglos
VIII y IX en la corte de Harun-al-Rashid, se refiere a Lord Bacon, que
de alguna manera conquistó Inglaterra, pasando por África y el sur
de Europa, para ejercer su influencia en Europa Central partiendo de
Inglaterra y Amos Comenius que vino a Europa Central para
reencontrarse con el otro en lo que éste había fundado.

Así es, mis queridos amigos, cómo el estudio de la Historia se


convierte en una verdadera realidad. Pues lo que pasa de una época
de la Historia a otra no sucede en el plano de los conceptos
abstractos: son las propias almas humanas las que aportan lo que se
lleva a cabo. No podremos comprender cómo nace, en una época
posterior, lo que viene de una época precedente, más que siguiendo

63
de cerca la evolución de las almas de una época a otra. Hay que
tomar en serio lo que por todas partes se manifiesta como Maya y la
realidad interior. También la Historia es Maya si sólo se la estudia en
su aspecto exterior. Sólo se la puede comprender abandonando la
Maya por la realidad.

Seguiremos estas consideraciones en la próxima reunión de


miembros. ¡Que esto sea comprendido como es preciso, llevando a
cabo la realización de lo que fue anunciado en el Congreso de
Navidad, tal vez con una cierta ingenuidad, como “Ejercicios
prácticos sobre el Karma”! Esperemos que después de una
preparación de varios decenios, pueda ser emprendido en el seno de
la Sociedad Antroposófica, sin provocar en su vida malentendidos ni
desviaciones, un verdadero estudio espiritual de la idea del Karma.

64
Cuarta Conferencia

Praga, 5 de Abril 1924

Las consideraciones que he venido presentando en estos últimos


días supongo que habrán permitido comprender aquí, en la Sociedad
Antroposófica de Praga, que la actividad del espíritu, o digamos
mejor, de ciertas Entidades espirituales, es lo que guía la evolución
de la Humanidad y que las mismas almas humanas, impregnadas de
espíritu, transportan de una época a otra lo que han elaborado en
cada una de ellas, así como también las faltas con las que se han ido
cargando. Todo esto nos permite echar una profunda ojeada a la vida
del Cosmos físico-psíquico-espiritual y no podremos comprender
nuestro ser humano si nos falta esa visión. Pues tenemos que
reconocer, sin que por ello pretendamos parecer orgullosos, que por
nuestra propia naturaleza humana estamos unidos a la fuente
espiritual primordial del Cosmos y que no comprenderemos nuestra
naturaleza si no penetramos en el espíritu cósmico.

Tras el Congreso de Navidad, la Antroposofía no sólo tiene que ser


gestionada en el seno de la Sociedad Antroposófica, sino que la
gestión misma tiene que ser antroposófica. Y esto debe expresarse
también por una transformación de la actividad antroposófica. Por
tanto en estas conferencias voy a alejarme, sin temor, del campo
exotérico para orientar el estudio hacia el esoterismo. Y hoy desearía

65
añadir aún otra cosa a lo que ya os dije, algo que os permitirá
visualizar cómo el alma humana es trasladada de una época a otra.
Lo que sucede a nivel de la totalidad, sucede igual con los individuos,
y si podemos comprender el karma de ciertas personalidades
conocidas, igual podemos hacer con nuestro propio karma. Vamos
pues a proseguir hoy un poco más en el estudio concreto del Karma.

En el curso de estas consideraciones ya pronuncié el nombre de un


personaje que muestra de extraña manera cómo puede
manifestarse un elemento visionario en una naturaleza voluntariosa.
Se trata del héroe italiano de la libertad, Garibaldi, del que esbocé
algunos trazos característicos de su personalidad. ¡Todo lo que se
manifiesta en su persona es una gran voluntad! ¡Cuánta voluntad
necesitaba este joven que, en una época peligrosa, al comienzo del
tercer decenio del s. XIX, atravesó el mar Adriático en varias
ocasiones, cayó varias veces prisionero y cada vez recuperó la
libertad, gracias a su gran fuerza y coraje! ¡Qué coraje el de su
voluntad para llegar a América del Sur cuando comprendió que
Europa no le brindaba ningún campo de actividad llegando a ser, allá
lejos, uno de los más audaces artífices de la libertad! También llamé
vuestra atención sobre el hecho de que, en relación a su matrimonio
él llevó a cabo su propia vida más allá de cualquier formalismo
corriente en la Tierra y que vuelto a Europa, actuó de tal manera que
Italia le debe todo cuanto representa en la actualidad.

Cuando un día me preguntaron cuáles podían ser las relaciones


kármicas de esta personalidad, se plantearon dos cuestiones, pues
estudiar las relaciones kármicas no es una cosa simple, al contrario,
es un asunto bastante complejo. Ya he dicho que a veces hay que
partir de sucesos intrascendentes, pero concretos, perceptibles,

66
para alcanzar el terreno en el que, por los sucesos de una existencia,
uno es conducido la siguiente.

En el caso de Garibaldi la cuestión fue la siguiente:

Republicano convencido, sin embargo puso en marcha toda su


energía voluntariosa para establecer la monarquía en beneficio de
Víctor Emanuel II de Saboya (1820-1878, rey de Italia en 1861).
Cuando uno se enfrenta con lo que fue la biografía de Garibaldi se
aprecia una gran contradicción entre su actitud interior y lo que tuvo
que llevar a cabo. Por otra parte se aprecia cuán ligado se
encontraba con hombres como Manzzini (Giuseppe, 1805-1872,
poeta y escritor, que combatió por la liberación de Italia y por su
unidad) ó Cavour (Camilo, conde, 1810-1861, hombre político, una
de las cabezas del Resurgimiento, considerado como el fundador del
reino de Italia) a pesar de no estar de acuerdo con sus ideas y cuyos
pensamientos tomaron una orientación distinta a la suya. A uno le
sorprende sobremanera un hecho singular: la fecha y el lugar de
nacimiento de Garibaldi (nacido en 1807) que está muy próximo a
los lugares de nacimiento de tres personajes: el futuro rey Víctor
Emanuel, Cavour, el hombre de estado, y el filósofo Manzini. De
alguna manera todos nacieron en lugares muy cercanos unos de
otros, lo que debe conducir a buscar los posibles lazos kármicos
entre ellos.

La otra cuestión que debía conducir a un resultado era la siguiente


y, en realidad, era una cuestión que llevaba muy lejos. Cuando uno
entra a considerar de la Ciencia Espiritual, siempre es preciso llamar
la atención sobre la existencia en el pasado, de Iniciados
detentadores de facultades de una visión universal en el más amplio
sentido de la palabra. Ahora puede plantearse la cuestión: Puesto

67
que esos sabios de los tiempos pasados tienen que reencarnarse,
¿dónde están en la época moderna? Y más de uno podría preguntar:
¿dónde están activas esas grandes personalidades?

Ellas vuelven, en efecto, pero tenemos que tener en cuenta que,


cuando el ser humano aparece, en cualquier época, necesariamente
tiene que utilizar el cuerpo que le proporciona dicha época. En el
pasado, los cuerpos eran más manejables, más plásticos, más
livianos y en la vida terrenal, se necesita un cuerpo para poder
manifestar, con sus actos, lo que se ha adquirido antes de descender
a la existencia terrenal. Precisamente a propósito de una pregunta
tan enigmática —y sin que esto suponga una crítica— tenemos que
reflexionar en la naturaleza de la educación moderna, desde hace
varios siglos ya: es de tal naturaleza que el organismo humano no
puede servir para manifestar en la vida lo que vivió cuando era un
Iniciado. Así pues, muchas cosas tienen que permanecer en las
profundidades de la existencia. Esa es la razón por la que muchos
Iniciados de antaño aparecen como personalidades en las que no se
percibe para nada, utilizando los conceptos actuales, que en otro
tiempo fueron Iniciados porque ahora tienen que utilizar el cuerpo
que les ofrece su época.

Eso es lo que ocurre en el caso de Garibaldi. Remontándonos muy


lejos en el pasado de Europa encontramos en los orígenes de Irlanda,
unos Misterios y unos Iniciados de una gran profundidad. De hecho,
los Misterios de Irlanda fueron realmente conservados hasta la era
cristiana. Incluso hoy en día, Irlanda es el campo de actividad de una
amplia vida espiritual, no abstracta y conceptual, sino real, actuando
a través del espíritu. A pesar de lo caótica que aparece Irlanda en la
actualidad, posee aun una verdadera vida espiritual, aunque bien es

68
verdad que no es más que un vestigio de lo que fue antaño. En
Hibernia, Irlanda, existieron unos Misterios cuya profunda sustancia
ejerció una importante actividad, incluso en Europa, durante los
primeros siglos de nuestra era, asimilando el cristianismo. Allí
encontramos un Iniciado que, abandonando Irlanda, tomó la ruta del
Este llegando hasta la zona de la actual Alsacia en los ss. VIII y IX
después de la fundación del cristianismo. Este Iniciado trabajó duro
a favor del verdadero cristianismo en medio de las tormentas que se
sucedieron una tras otra. La actividad de San Bonifacio (675- 714,
llamado el Apóstol alemán, encargado por el Papa para organizar la
Iglesia en Alemania) fue, con todo, mucho más reducida en ese
sentido.

Para colaborar con aquel vinieron tres alumnos de distintas regiones


para hacerse sus discípulos. Los tres progresaron bien, alguno más
que otros. En los Misterios irlandeses existía una regla muy severa:
los discípulos confiados a un Iniciado ya no podían ser abandonados
por él en la vida terrenal siguiente, al contrario, durante ésta tenía
que llevar a cabo todo lo que sirviera para mantener los lazos
existentes entre ellos y él. El Iniciado del que estoy hablando
reapareció en el s. XIX como Giuseppe Garibaldi, con toda su
voluntad visionaria que en los tiempos pasados se manifestaba de
otra forma y que sólo podía manifestarse de distinta manera en un
cuerpo del s. XIX, en el que había tenido una educación
completamente distinta, una educación incluso mediocre. Y los otros
tres de los que os he hablado eran los discípulos venidos 1e
diferentes países de la Tierra. Ahora bien, la fuerza que había
actuado entre las dos encarnaciones ejerció una actividad más
profunda en forma de principios externos.

69
En relación a lo que une a los hombres entre ellos de una
encarnación a otra sería totalmente anodino decir:

Yo soy republicano y tu monárquico. A propósito de estas cosas hay


que tener muy clara la distancia que separa la Maya terrestre, la gran
ilusión, la apariencia exterior, de la realidad espiritual activa de la
cual provienen los impulsos espirituales que se ocultan tras los
fenómenos visibles. Por ello Garibaldi no podía abandonar a Víctor
Emanuel, a pesar de tener una manera de pensar completamente
distinta a la suya. Las mentalidades, cuando se refieren a hechos
externos, y no a los hombres, son parte integrante de la época y no
de la individualidad que camina de vida terrenal en vida terrenal.

Me gustaría hablaros ahora de otro ejemplo que se me presentó de


una manera extraña. Yo tenía un profesor de geometría al que
apreciaba mucho. Seguramente sabréis por el relato de mi vida que
la Geometría forma parte de las cosas a las que más estímulos debo
en mi vida. Por eso quería tanto a ese profesor. Era un excelente
constructor de figuras y por ello es fácil deducir que le apreciaba
tanto precisamente porque a mí me gustaba mucho construir
figuras, pero también porque exponía lo que tenía que decir con un
verdadero espíritu independiente, así como con la característica
particular del pensamiento geométrico. Era tan exclusivamente
geómetra que no era matemático en absoluto: sólo, geómetra. En
ese terreno era genial, pero no sabía absolutamente nada de
matemáticas. Ahora bien, él vivía precisamente en una época en que
toda la geometría descriptiva, su especialidad, estaba justamente en
vías de reforma, lo que en él era un rasgo característico. Pero para el
investigador oculto había otra cosa aún más característica: él tenía
lo que se llama un pié zopo (torcido). La cosa singular no es, bien

70
entendido, el aspecto físico, sino la fuerza que el ser humano, en una
encamación, trae a sus pies, la manera en cómo los coloca, a partir
de la cual toma, a través del movimiento de esos pies, el camino del
mal o, tomando el del bien, se metamorfosea. Todo lo que tiene que
ver con los pies puede manifestarse en una encamación posterior en
la manera en que está organizada su cabeza, mientras que lo que
ahora tenemos en la cabeza puede manifestarse en la organización
de las piernas. Estas cosas se metamorfosean de una manera
particular. El que está familiarizado con estas cosas puede saber
cómo piensa cualquier persona sólo observando cómo posa el pie,
los dedos, los talones. Y el que observa la naturaleza especifica de
los pensamientos del otro, si piensa rápidamente, de manera
acelerada, ¿con mesura, pausadamente, puede llegar a saber
realmente cómo caminaba aquel en una encarnación precedente.

El hombre que piensa fugazmente tuvo en la encarnación anterior


una marcha rápida, caminaba como trotando a pasitos cortos sobre
el suelo. El que piensa de manera mesurada, caminaba de manera
firme. Estos son justamente los detalles, aparentemente poco
importantes para la vida, que permiten avanzar cuando uno busca
las relaciones espirituales más profundas y no sólo las exteriores y
abstractas.

Así fue cómo, evocando y evocando sin parar la imagen de mi


querido profesor, fui conducido a su pasada encarnación, viniendo a
añadirse a su imagen la de otro hombre que también tenía el pié
torcido: Lord Byron (1788-1834, poeta inglés). Los dos estaban
frente a mí y el Karma de mi maestro, así como la singularidad que
les he descrito, me condujo a constatar que en los s. X u XI las dos
almas habían vivido lejos, en el Este de Europa, que un día se

71
encontraron bajo la influencia de una leyenda significativa
(encantamiento), una profecía, que cuenta cómo el paladium (metal
de la familia del platino, de color brillante, de gran dureza, como el
acero, pero maleable y dúctil) que, a causa de un cierto
encantamiento había mantenido en realidad el poder romano, había
sido traído de la antigua Troya, siendo escondido en Roma. Cuando
el emperador Constantino quiso llevar el romanismo a
Constantinopla, hizo transportar con gran pompa el “paladium”
desde Roma a Constantinopla, disimulándolo en forma de columna
a la cual dio una forma tal que a través de ella se podía manifestar
su orgullo desmedido. En lo alto hizo colocar una estatua de Apolo,
por supuesto modificada para que se pareciese a él mismo. Tomó
trozos de madera de la Cruz en que murió Cristo, haciendo construir
con ellos una especie de corona que colocó sobre la cabeza de la
estatua. Así celebraba verdaderas orgías de orgullo.

Más adelante, la leyenda, ya convertida en profecía, anunció que un


día el paladium sería transportado de Constantinopla hacia el Norte,
encamándose entonces el poder que se le atribuía, en un reino
eslavo. Los dos hombres de los que os hablaba oyeron esta profecía
y se propusieron ir a Constantinopla y traer el paladium a Rusia. No
lo consiguieron, pero el impulso subsistió al menos en uno de ellos,
en Byron, tomando otra forma, la del combate por la libertad en
Grecia, lo que le condujo en el s. XIX casi al lugar exacto donde había
buscado el paladium físico en su encamación precedente.

Ya veis que es preciso seguir los hilos que conducen a tiempos


pasados. Así fui conducido, en otra ocasión, hacia otra personalidad
que vivió en el s. IX en el Norte de Francia, de la Francia actual. Esta
personalidad poseía grandes extensiones de tierra, en su época era

72
alguien muy rico por supuesto, de carácter guerrero al mismo
tiempo, que había participado en numerosas contiendas bélicas, de
hecho nada importantes. Cuando esta personalidad llegó a cierta
edad reunió en torno suyo a un grupo de gentes que se implicaron
con él en una aventura, que fracasó, constituyendo para él una gran
decepción, teniendo que retomar a su hogar sin haber alcanzado su
objetivo. Pero, como ocurría frecuentemente en aquella época,
durante su ausencia, otro se había apropiado de todo lo suyo, su
casa, sus gentes, sus bienes. Aquella personalidad no encontrando
nada de todo lo que le había pertenecido anteriormente, aunque
parezca extraño así sucedió, se vio obligado a llevar, por su propio
Bien, la vida de un ilota, de un siervo. Allí, por las noches las gentes
de los alrededores organizaban reuniones, cultivando con bastante
crueldad ideas de venganza de las que no podía salir nada bueno,
pero seguían cultivándolas. Se podría decir que se llevaba a cabo un
juego dialéctico con ideas de venganza contra los señores, casi como
sucedía en la antigua Roma. Esta personalidad, que había sido
privada de sus bienes y de su autoridad habitual, sin perder por ello
su voluntad, se convirtió en un agitador que levantó a toda la región,
contra aquel que le había privado de sus bienes, reapareciendo más
tarde, en el s. XIX como Karl Marx, el jefe socialista, que en su ser
interior, en su alma y sus pensamientos, no podía ser de otra
manera, partiendo de su encamación anterior, Pensad ahora, mis
queridos amigos, cómo se aclara la historia mundial cuando se la
considera de esta forma, cuando se puede seguir efectivamente a las
almas de una época a otra y comprobar cómo se transporta de una
vida a otra lo que pesa en las almas. De esa forma, la vida histórica,
el devenir y la naturaleza de la Humanidad se enriquecen con
relaciones concretas.

73
Hace poco, en Dornach, pude llamar la atención sobre otra relación
que me condujo en diferentes ocasiones, durante la guerra, a
constatar que no nos debemos dejar obnubilar por ciertas
personalidades de la época moderna. Ya en el curso que dimos en
Helsingfors en 1913, (sobre las bases ocultas del Bhagavad Gita)
pude llamar la atención sobre una capacidad muy limitada, de la que
tratamos aquí, que se me aclaró cuando constaté la relación entre
Mu’áwiyya, un sucesor de Mahoma (califa del 661 al 680, que
trasladó la residencia de Medina a Damasco) y Woodrow Wilson
(Presidente de los EE.UU. entre 1913 y 1921 y que estuvo en el
origen de Naciones Unidas).

Todo el fatalismo que vivió antaño en la personalidad de Mu’awiyya


reapareció en el fatalismo completamente inexplicable, y que sólo
buscaba ser un fatalismo de la voluntad, en Woodrow Wilson. Me
gustaría añadir que si alguien quiere buscar la confirmación de lo que
digo, o el origen de los Catorce Puntos que se conocen, (programa
de W. Wilson al firmar la paz después de la 1 Guerra Mundial) puede
encontrarla en el Corán. ¡Así se entrelazan las cosas! Aquí no se trata
de simpatías o antipatías, ni de ningún tipo de crítica, sólo debe estar
presente la objetividad más estricta, pues es esta objetividad la que
conduce de un punto de la Historia en que aparece un alma, a otro
punto. Cuando la Humanidad haya sobrepasado Lo que aún está
vigente del período materialista, podemos asegurar que muchas de
estas cosas serán de dominio público. En el seno de la civilización se
tendrá otro sentimiento distinto de uno mismo, porque todo se verá
en su verdadero contexto y no sólo través de lo muerto, sino en las
relaciones entre vivos, y eso es lo que importa. Para sobrepasar el
punto muerto de la evolución en que el hombre se encuentra hoy en

74
día, éste precisa del espíritu vivificante, no sólo el espíritu abstracto
y muerto de las ideas.

El estudio de la Historia tal vez no se acerque a lo espiritual de buen


grado, como lo expuse en mi conferencia del 3 de Abril de 1924
(GA241c) y sin embargo, tendrá que hacerlo. Pues el estudio de la
Historia en su aspecto externo, que sólo puede basarse en
documentos, está lleno de cosas incomprensibles. De repente surge
un suceso del que uno no comprende en absoluto de donde
proviene. ¿Por qué? Porque no se conocen sus orígenes, que se han
perdido. Es justamente cuando se profundiza en esos orígenes
cuando Loman vida muchas cosas del devenir histórico,
expresándose también, entonces, lo llevado a cabo por los hombres
para dar a la Historia una imagen falsa, una imagen que no tiene
nada que ver con la verdad, en lo que concierne a hechos
importantes.

Tal vez, mis queridos amigos, os parecerá paradójico, extraño, que el


investigador espiritual deba constatar que en un pasado
relativamente cercano, se haya perdido una obra de arte de la
literatura poética simplemente a causa de la hostilidad de una cierta
corriente espiritual. En los primeros siglos de la evolución del
cristianismo existía, en las regiones meridionales de la civilización
europea, una obra de arte que presentaba la naturaleza interna de
la civilización en marcha, inmediatamente después de la aparición
del cristianismo en la evolución de Europa. Esta obra de arte, una
epopeya dramática, exponía por qué el ser humano, después de la
aparición del incipiente cristianismo y sus consecuencias, no podía
acercarse a la Entidad verdadera y real del Cristo, debiendo recibir
por ello una preparación muy especial en los Misterios.

75
Para poder discernir de qué se trata hay que tener muy claro que el
Cristo explicó con toda claridad a sus discípulos más íntimos que el
Ser Solar, el Cristo como Ser cósmico, había venido para llenar con
su substancia a la entidad de Jesús, nacido en Oriente, hacía treinta
años. Jesús de Nazaret había nacido en una religión lunar, pues ¿qué
era, si no, la religión de Javéh, o Jehová? Y ¿qué era el propio Javéh?
Cuando se alzaba la mirada hacia Javéh, se dirigía al yo humano
directamente dependiente de la forma humana, la forma humana
que nace con nosotros. Pero lo que nace con nosotros, lo que se
constituye en nosotros, mientras que en cuanto cuerpo material
estamos constituidos para llegar a ser un Yo, eso depende de las
fuerzas de la Luna. De hecho, Javéh es una divinidad lunar. Por eso,
cuando la mirada se dirigía a Javéh uno sabía que se trataba del guía
de las Entidades lunares de las que proceden las fuerzas que
introducen al ser humano en la existencia terrenal física.

Pero si las fuerzas lunares fueran las únicas en actuar sobre el


hombre éste no podría jamás sobrepasar lo que de él nace de la vida
de la tierra. Hoy día el hombre no puede hacerlo, pero en el pasado
sí podía. Cuando nos remontamos hasta la prehistoria terrestre
encontramos algo verdaderamente singular, que produce una
extraña impresión en el hombre contemporáneo: constatamos que
los seres humanos, la mayor parte de una cierta clase de la
Humanidad, pasaban por una total transformación de su alma
alrededor de los treinta años. Por extraño y paradójico que esto le
parezca al hombre de hoy día, así sucedía en un tiempo del que los
Vedas sólo nos informan como un eco. Había antaño, en la antigua
India, seres humanos que, cuando reencontraban a alguien a quien
habían conocido tres años antes, a veces sabían a través de éste que
se habían conocido entonces, aunque ahora no se reconocieran.

76
Ellos habían olvidado todo lo que habían vivido antes de los treinta
años, todo, incluso su propia identidad. Existía incluso una
institución, (nosotros lo llamaríamos una oficina, porque hoy día
todo son oficinas y administraciones), a la que debía acudir una
entidad como la que menciono, para que le dijeran dónde había
nacido y quién era. Estas personalidades reciben entonces en los
Misterios los medios para recordar de nuevo su vida hasta sus treinta
años. Son los llamados más tarde los “dos veces nacidos” que debían
su primera existencia a las fuerzas lunares y la segunda a las fuerzas
solares.

Esta radical metamorfosis que se producía en los tiempos pasados


en el curso de la existencia terrenal, y que se llamaba “el doble
nacimiento”, se atribuía al Sol, y con razón, pues las fuerzas solares
están en relación con todo lo que el hombre puede ejecutar
libremente por sí mismo.

Pero, poco a poco, la evolución había llegado al punto en que ya no


debía formar parte de la evolución humana la toma de consciencia,
en lo físico, de las vastedades del universo que le abría los ojos que
el hombre dirigía hacia ellas. Juliano el Apóstata (332-363) quiso
llamar la atención sobre el hecho de que eso existía todavía: lo pagó
con su vida. Pero el Cristo, dando fuerza a su Palabra, quiso aportar
al hombre, con la moral, con la profuridización moral y religiosa, lo
que la Naturaleza ya no le daba. Fue El quien enseñó a los hombres:
“Si sentís como yo siento, si en lugar de mirar al Sol miráis hacia lo
que ha sido despertado en Mí, que he sido el último en recibir a mis
treinta años el Verbo Solar, encontraréis el camino hacia todo lo que
es solar”. Y los Instructores de los Misterios de los primeros tiempos
del Cristianismo sabían exactamente que debía desarrollarse la

77
inteligencia, la intelectualidad que, en verdad, concede al hombre la
libertad, privándole sin embargo de la clarividencia que podía
conducirle hacia la espiritualidad cósmica.

Por esta razón, los sabios de los Antiguos Misterios cristianos


fundaron una especie de enseñanza que comunicaron a través del
drama épico, de la epopeya dramática de la que os hablé. Ahí se
describe cómo uno de aquellos alumnos de los Misterios cristianos
tenía que ser introducido en el verdadero cristianismo, al precio del
sacrificio de la inteligencia que había tenido que desarrollar en su
juventud, para que le fuera comunicado este conocimiento: el Cristo
es un Ser solar que vivió en Jesús de Nazaret a partir de sus treinta
años. De manera conmovedora, el drama describía cómo, durante
su juventud, un ser que aspiraba a conocer la verdadera naturaleza
del cristianismo, sacrificó su intelecto, es decir, hizo el juramento a
los Poderes superiores del mundo, de no utilizar la intelectualidad y
de sumergirse en su propio ser para conocer el Cristianismo, no
solamente como un hecho histórico relevante para la tradición, sino
como una realidad cósmica, ver en Cristo al Ser que lleva en Él la
Entidad solar como una espiritualidad. Se trata de una escena
dramática grandiosa, de un contenido inmenso que presenta esta
metamorfosis de una entidad humana sacrificando su intelecto. Y el
hombre que sólo conocía a Cristo a través de las palabras del
Evangelio -como se hizo más tarde- se transformó en un Ser que
aprendió a dirigir su mirada sobre la realidad cósmica, contemplando
la unión entre Cristo y el Cosmos. Lo que este antiguo Drama épico
representaba en la figura del héroe era el acceso a la clarividencia
que le revelaba el Cristianismo como una realidad cósmica. La Iglesia
Católica ha hecho todo lo posible para que desaparezca toda traza
de este Drama, del que no ha quedado nada, pues ella era

78
suficientemente poderosa para lograrlo. Se debe al azar la
subsistencia de una copia que figura entre las obras de una
personalidad que vivió en la corte de Carlos el Calvo, sin la cual no
habríamos tenido ninguna noticia del tema: Escoto Erígena, Juan
(810-877, traductor de las obras de Dionisio el Areopagita).

Quien ve así las cosas no encontrará paradójico que uno sea forzado
por la investigación espiritual a mencionar este drama épico, esta
epopeya dramática, que describe perfectamente la transformación
de un ser humano haciendo el juramento sagrado de sacrificar su
intelecto, lo que le abre los cielos. La tradición ha conservado más
de un fragmento de esta antigua epopeya dramática, seguramente
modificada, en la que ya no se comprenden las grandes relaciones, y
sobre todo, no se comprenden en su aspecto metafórico, pues el
contenido de lo que presentaba esta obra de arte se ha convertido a
menudo en temas pictóricos. Pero los cuadros también han sido
eliminados, ya sólo quedan las tradiciones. Alguna parte de éstas fue
aún cultivada en un círculo del que formaba parte el maestro de
Dante Alighieri (1265-1321), Brunetto Latini, (1220- 1294, poeta
florentino, escritor y hombre de Estado). Dante pudo aprender a
través de su maestro, aunque no fuera demasiado exacto, alguna
cosa de estos elementos tradicionales y en su Divina Comedia
subsiste algo, aún vivo, de aquella epopeya dramática. Pero la obra
existió en algún momento, tan real como la propia Divina Comedia.

Ya veis que la Historia no coincide con la realidad y será preciso que


la investigación espiritual pura investigue bien las cosas que han sido
eliminadas por el enemigo. Pues un cierto partido tiene justamente
mucho interés en eliminar totalmente todo lo que llame la atención
sobre el hecho de que el Cristo viene del Cosmos. Han desplazado el

79
nacimiento de Cristo, a los treinta años, hasta situarlo en la fecha del
nacimiento físico de Jesús. No habrían podido hacer todo esto, que
actualmente ha llegado a formar parte de la doctrina cristiana, si no
se hubiera hecho desaparecer el Drama del que os he hablado hoy.
La investigación espiritual tendrá que jugar su papel si la Humanidad
quiere continuar viviendo en el seno de la civilización. Ya conocéis el
carácter terriblemente nocivo de muchas enfermedades que están
haciendo su aparición en los últimos tiempos, como le ocurrió a
alguien muy conocido mío, que gozaba de una buena posición y gran
consideración. Un día abandonó a su familia, se fue a la estación,
sacó un billete para un lugar alejado y, de repente, olvidó todo lo que
había vivido hasta entonces. Su intelecto funcionaba de manera
normal, pero su memoria estaba totalmente obnubilada y cuando
llegó a su destino, tomó otro billete y así se recorrió Alema fha,
Austria, Hungría, Grecia y finalmente, cuando recuperó la memoria,
se encontró en un asilo para pobres de Berlín.

Se trata realmente de la ruina total del Yo que se olvide lo vivido.


Sería también la ruina del Yo de la civilización, del Yo de la
Humanidad europea, si llega a olvidarse todo lo que ha pasado en la
Historia, y lo que han eliminado de ella. Sólo la Ciencia del Espíritu la
puede hacer volver a su pasado.

Sólo a ciertos hombres, incluso relativamente bien predispuestos,


les parece aún bien extraño lo que la Ciencia del Espíritu tiene que
decirles. No podemos leer sin una cierta ironía lo que un espíritu tan
prometedor como Maurice Maeterlinck (1862-1949, escritor
flamenco en lengua francesa) ha escrito sobre mí, sobre el fundador
de la Antroposofía, bajo el título El gran secreto. Parece que no
puede negar que, en las primeras introducciones a mis libros,

80
siempre hay algo perfectamente sensato y esto le sorprende. Pero
enseguida se encuentra con algo que provoca en él un malestar
considerable que no puede soportar. Podríamos citar aquí una
variante de unas palabras de Lichtenberg (1742-1799, físico de
G5tingen, satírico y maestro de aforismos): “Cuando los libros y un
hombre se chocan, haciendo un ruido sonoro, no siempre la culpa es
del libro.”

Pero así es, incluso en Maurice Maeterlinck, ciertamente un bastión


de la cultura moderna, ¡nada menos! Encontramos en sus libros, la
siguiente frase, casi literal: “En las introducciones de sus libros, en
los primeros capítulos, Steiner revela siempre un espíritu abierto,
lógico, que mide bien lo que dice, pero en los capítulos siguientes se
diría que se ha trastornado”. Y bien ¿cuál es la consecuencia de esto?
Significa, primer capítulo: un espíritu abierto, lógico, que mide sus
palabras. Último capítulo: está loco. El libro está terminado. Pasemos
a otro. De nuevo, primer capítulo, espíritu abierto, lógico, que mide
sus palabras y, para terminar: está loco. Yo he escrito toda una serie
de libros y según parece he recorrido el proceso con un cierto
virtuosismo: primer capítulo, espíritu abierto, lógico, que pesa sus
palabras. Después, perturbado, con ideas fijas. Es decir que, según
Maurice Maeterlinck, yo hago malabarismos en mis libros. Pero esta
manera de abordar las cosas aún no ha sido descubierta en los
manicomios.

Ahora comprenderéis que uno se encuentra muy confuso cuando se


abordan los libros de gentes que os toman por loco. Y también
podemos constatar, con la ironía con la que hay que acoger ciertas
cosas, qué difícil es para los hombres del presente adaptarse a una
verdadera Ciencia del Espíritu. Y sin embargo, ésta tiene que llegar y

81
para que nosotros no seamos responsables, mis queridos amigos, de
no haber puesto en acción la fuerza necesaria para llegar a un
ahondamiento espiritual suficiente, ha tenido lugar el Congreso de
Navidad, que debe marcar una etapa en la evolución de la Sociedad
Antroposófica, como ya os he dicho; que debe antes que nada,
inaugurar un período del movimiento antroposófico en el cual se
hablará sin temor de los hechos concretos de la vida espiritual, como
hemos hecho nosotros de nuevo, en las conferencias precedentes y
en la de hoy. Se precisa, en efecto, una fuerza de impulsión mayor
que en otros tiempos para que el Espíritu, que tanto necesita la
Humanidad, venga a nosotros.

Por esta razón, queridos amigos, he tenido una profunda satisfacción


al poder conduciros un poco más hacia las profundidades de la vida
espiritual en el curso de estas conferencias que he dado, sea en
público o en un círculo más o menos reducido. Y con esta alegría
ferviente dejadme agradecer cordialmente las cálidas palabras
profundamente sentidas, pronunciadas hoy aquí por el profesor
Hauffen, al comienzo de nuestro encuentro. Os doy las gracias de
todo corazón por vuestro recibimiento, por todo lo que me han
ofrecido vuestras almas durante el tiempo que he estado aquí. Y
podéis estar seguros que llevaré en mi alma las bellas palabras
pronunciadas por el profesor Hauffen, que serán la fuente de donde
extraeré los buenos pensamientos que os enviaré siempre y que
estarán presentes entre vosotros durante vuestro trabajo, con tal de
que alcancen su objetivo. Antropósofos como somos estamos unidos
por el corazón aunque estemos separados en el espacio. No
tenemos que olvidarlo y recordad que permaneceremos siempre
unidos.

82
He tenido ocasión, aquí en Praga, de poder hablar durante muchos
años de los diversos aspectos de la vida espiritual y siempre con una
profunda satisfacción. Y en esta ocasión, en particular, porque he
exigido a vuestros corazones y almas un esfuerzo relativamente
nuevo, porque habéis tenido que abriros con una mayor
disponibilidad a lo que tenía que deciros en esta ocasión, en cierta
medida respondiendo a una tarea espiritual. Cuando digo “una tarea
espiritual que me ha sido confiada”, interpretaremos esta expresión
diciéndonos: Nosotros permaneceremos unidos en el Espíritu.

El Comité de dirección formado en Domach no es muy grande: sólo


forman parte de él las personas que pueden estar profundamente
ligadas a mí ser para que, partiendo de esta iniciativa, pueda realizar
la obra que debe llevarse a cabo. Pero ésta no podrá ser realizada a
menos que todos los queridos colaboradores participen desde el
fondo de su corazón y sobre todo se unan en un pensamiento
común, un sentimiento común y una voluntad común en el espíritu
de la Antroposofía.

Recibid esto con mi agradecimiento como una calurosa despedida,


que no quiere ser una separación, sino ser el preludio de una
comunidad espiritual. Esta Comunidad debe ser en el fondo lo que
smja de cada una de nuestras palabras. Todas las palabras que
pronunciemos entre nosotros deben servir para unirnos cada vez
más estrechamente. Y en ese sentido, dejadme prometeros,
queridos amigos, desde mi corazón emocionado, que estaré con
vosotros, que mis pensamientos estarán presentes entre vosotros,
que ellos buscarán entre vosotros el lugar donde deberá actuar,
como es debido, la voluntad antroposófica, la corriente espiritual

83
antroposófica. En ese sentido, ¡que aunque nuestros cuerpos se
separen, permanezcamos unidos en el espíritu de todo corazón!

84
La Antroposofía como base para el conocimiento de lo
espiritual en el mundo, y como impulso anímico para la
vida moral y religiosa

Quinta Conferencia

París, 23 de Mayo de 1924

La última vez que tuve el honor de hablaros, al menos a una parte de


los que estáis aquí, el Goetheanum aún existía. Fue para mí una gran

85
satisfacción poder hablar ante aquel grupo de amigos franceses. Esa
satisfacción se renueva hoy por el hecho de que estos amigos me
han invitado a tratar ahora algunos temas relativos a la Antroposofía,
y les agradezco esta tan amable invitación.

Ciertos aspectos del movimiento antroposófico han sido


modificados por el hecho de que, en un tiempo relativamente corto,
tras haber sido golpeados por la desgracia del incendio del
Goetheanum, pudimos celebrar el Congreso de Navidad, en el que
participó un gran número de amigos antropósofos. Creo que dicho
Congreso ha dado un nuevo impulso al Movimiento entero y, en
particular, a lo que se refiere a la propia actividad antroposófica. El
nuevo elemento del movimiento antroposófico es que yo mismo he
debido aceptar llevar la carga de la Presidencia, mientras que hasta
ahora eran otros los que la ejercían, ya que yo me consideraba
simplemente un Instructor. Fue una decisión muy importante la que
tuve que tomar, también en relación al mundo espiritual, pues era
una audacia. Una audacia porque el hacerme cargo de la dirección
exterior podría suponer una disminución de las revelaciones de las
Entidades espirituales, con las cuales hay que contar siempre cuando
se trata de la difusión de la Antroposofía, disminución que vendría
causada por el hecho de que yo me podía dejar absorber por la
gestión externa de la Sociedad. Hoy en día puedo aseguraros que,
por fortuna eso no sucedió. Al contrario, después del Congreso de
Navidad el impulso espiritual que debe descender de los mundos
superiores para que el movimiento antroposófico pueda proseguir
correctamente su evolución, se ha incrementado notablemente,
llegando a ser, tras el Congreso, cada vez más esotérico y lo será aún
más en el futuro. Bien es verdad que ello se debe también a que, por
parte de los mundos espirituales se han lanzado al asalto del

86
movimiento antroposófico numerosas fuerzas adversas,
demoníacas. Podemos esperar que las fuerzas obtenidas por la
alianza sellada en el Congreso de Navidad con los poderes
espirituales positivos serán, en el futuro, capaces de derrotar todos
los poderes adversos en el terreno espiritual, que se sirven de seres
humanos sobre la tierra para alcanzar sus objetivos.

En nuestras tres próximas conferencias me permitiré mostraros


cómo, de un lado, la Antroposofía puede vivir ofreciendo un
conocimiento de lo espiritual en el Universo y en el hombre y,
además, un conocimiento de tal naturaleza que se puedan extraer
de él verdaderos impulsos internos que puedan fecundar en el alma
la vida moral y religiosa. Justamente por el hecho de que será posible
que el hombre pueda adquirir conocimientos que son, al mismo
tiempo, impulsos morales y religiosos, la Antroposofía aportará a la
Humanidad algo totalmente distinto de 1 que ha hecho la civilización
de los últimos siglos. Lo malo de dicha civilización es que trajo un
conocimiento de una tremenda envergadura: las ciencias naturales,
económifilosóficas, pero todo este conocimiento sólo iba dirigido al
intelecto humano. Los impulsos morales y religiosos tienen que
provenir del corazón, deben surgir de la sensibilidad. Entonces
estaban presentes en tanto que morales y religiosos pero ¿encierran
una fuerza tan poderosa para que el sentimiento moral y religioso
pueda engendrar en el futuro un mundo viable, cuando haya
desaparecido el actual mundo físico? La ciencia moderna no podía
responder a eso. De ahí nacieron las grandes dudas de los tiempos
pasados y del presente.

Hoy me gustaría antes que nada, considerar al ser humano bajo tres
aspectos. Este ser humano, lo vemos en nosotros mismos, en

87
nuestro destino entre el nacimiento y la muerte. Está situado entre
dos límites: de una parte, el nacimiento, mejor dicho, la concepción
y de otra parte, la muerte. El nacimiento y la muerte no son la
verdadera vida: uno la empieza, la otra la termina. La cuestión que
se plantea es la siguiente: la manera de examinar lo que nos sirve en
la vida, entre el nacimiento y la muerte, ya se trate de comprender
nuestra propia vida o la de nuestros semejantes, ¿puede servir para
considerar el nacimiento y la muerte tal cual, o por el contrario, es
preciso que en relación a esos dos términos la explicación se
transforme completamente? Así pues, vamos a comenzar hoy por
planteamos el aspecto de la muerte, que cierra de una manera tan
precisa la existencia terrenal del hombre. Que sea la primera cosa
que consideremos desde el punto de vista espiritual.

La muerte atrapa el cuerpo físico del hombre, presente ante


nuestros ojos, y le arrebata de la vida terrestre. ¿Cómo lo hace? Se
trata de tierra, de los elementos, -ya sea el suyo propio, cuando se
trata de una inhumación, o el fuego, si hay cremación. ¿Qué puede
hacer la muerte con este cuerpo físico que estudian nuestros
sentidos físicos? No puede hacer más que destruirlo. Echemos un
vistazo a las fuerzas presentes alrededor nuestro. Cuando se les
entrega el cadáver de un hombre, ellas no pueden construir nada
con él, sólo pueden destruirlo. Podemos entonces decir: las fuerzas
de la naturaleza presentes alrededor nuestro no están ahí para
construir pues, cuando se les entrega el cuerpo humano, éste se
disgrega. Por tanto es preciso que haya otra cosa que lo construye,
otra cosa distinta de lo terrestre, pues bajo la acción de la Tierra, se
disgrega.

88
Todo este asunto toma otro aspecto cuando se estudia la muerte
humana con la ayuda de las fuerzas de conocimiento que salen a la
luz por un entrenamiento interior. Las fuerzas de conocimiento
ordinarias ven el cadáver y nada más. Pero si por medio de ciertos
ejercicios internos se llega a un primer grado del conocimiento, que
yo he descrito en mis libros como la Imaginación, la muerte aparece
de otra forma. Con la muerte el hombre se separa de la Tierra, y
cuando hemos desarrollado la facultad de la consciencia imaginativa,
vemos, en el preciso momento de la muerte, que el ser humano se
nos aparece en forma de imágenes vivas. Le vemos, no morir, si no
resucitar de su cuerpo. Gracias a la etapa de la Imaginación, la
muerte física se transforma en nacimiento espiritual. Antes de la
muerte, el hombre se nos muestra bajo el aspecto de un ser terrenal
que puede decir: yo estoy aquí, en este lugar, y fuera está el mundo.
En el momento de la muerte, el hombre deja de estar presente
únicamente en el lugar donde está su cuerpo. Su existencia comienza
a extenderse hasta los confines del espacio cósmico, se hace uno con
el Universo que hasta entonces él se había limitado a observar. En
ese momento, el mundo que se extiende fuera de su cuerpo deviene
experiencia interior y, en consecuencia, lo que antes era su mundo
interior, deviene su mundo exterior. De la existencia personal
pasamos a una existencia cósmica. La Tierra -como nos lo revela la
consciencia imaginativa— es la que nos da la posibilidad de pasar por
la muerte. Ella se revela a esta consciencia imaginativa como la
portadora de la muerte en el Universo. En ninguna otra parte, en
ninguna de las esferas a las que el hombre puede acceder en la vida
física o en la vida espiritual, en ningún otro sitio se encuentra la
muerte, sólo en la Tierra.

89
En el instante en que el hombre pasa por la muerte y se hace uno
con el Cosmos, se ofrece a la vista un segundo aspecto, que no es el
de la muerte, sino un aspecto en que las vastedades del espacio se
nos muestran rebosantes de pensamientos universales. El mundo
entero, el Cosmos entero se llena, para la vista y para el propio
hombre que ha pasado por la muerte, de los pensamientos cósmicos
que viven y se mueven en las vastedades del espacio. El aspecto del
espacio es el de un lugar de revelaciones, de tal manera que cuando
pasamos por la muerte, penetramos en un mundo de pensamientos
cósmicos. Todo se activa y anima en estos pensamientos cósmicos.
Ese es el segundo aspecto de la muerte.

Cuando durante nuestra vida terrenal nos encontramos frente a


frente con otro ser humano lo primero que vemos es su
personalidad. Para que conozcamos sus pensamientos, es preciso
que él hable. Entonces nos decimos: los pensamientos están dentro
de él y los percibimos a través de sus palabras. En ninguna parte en
el ámbito de la vida terrenal descubrimos pensamientos que tengan
una vida autónoma. Sólo están presentes en el hombre y provienen
de su interior. Así pues, cuando pasamos de la esfera terrestre de la
muerte, a la esfera espacial de los pensamientos, al principio ahí no
se ve ningún ser, ni dioses ni hombres, sólo encontramos por todas
partes pensamientos cósmicos. Lo que sucede cuando pasamos por
la muerte y penetramos en las vastedades del espacio es parecido a
lo que sucedería en el mundo físico si, en lugar de ver al ser humano,
percibiéramos sus pensamientos. Veríamos como una nube de
pensamientos. Y vemos una segunda nube cuando nos encontramos
no con seres, sino con los pensamientos universales, con la
Inteligencia Universal.

90
Es en esta esfera de la Inteligencia cósmica donde vive el hombre
durante algunos días después de su muerte. Entre todos estos
pensamientos cósmicos que van y vienen, emerge uno aislado, como
una nube particular en la cual se fija la mirada: es la última existencia
que uno ha vivido, que está inscrita en la Inteligencia de los mundos.
Uno contempla su propia vida globalmente, durante algunos días,
como si se tratara de un cuadro. Esto dura pocos días ylo que se
mostraba inscrito en la Inteligencia cósmica se va debilitando cada
vez más. El cuadro se diluye en el espacio cósmico y desaparece. Así
como al final de la vida terrestre lo que se presenta es el aspecto de
la muerte, ahora, al final de lo que se ha tenido como vivencia
durante esos pocos días, uno ve desaparecer este cuadro en las
lejanías cósmicas. Tras el primero, que llamamos el aspecto de la
muerte, tenemos el segundo que podemos llamar la desaparición de
la vida terrenal. Realmente ese es, para cada ser humano instante de
inmensa preocupación, de miedo, con la angustia de perderse con
toda su vida terrenal, en las vastedades cósmicas.

Si uno desea seguir percibiendo con claridad lo que vive el ser


humano después de la muerte, la Imaginación no basta. Hay que
acceder al segundo grado del conocimiento, la Inspiración. El grado
de la Imaginación presenta imágenes que, en el fondo, se parecen a
las de los sueños, solo que cuando se trata de las imágenes de los
sueños, nunca podemos estar completamente seguros de
contemplar la realidad detrás de ellos. Las imágenes salidas de la
Imaginación expresan siempre, por su cualidad especifica, una
realidad. Es decir que con la Imaginación vivimos siempre en un
mundo de imágenes que, sin embargo, es un mundo real. Pero si uno
quiere llegar a contemplar las experiencias del ser humano más allá
de los primeros días después de su muerte, cuando se tiene la

91
vivencia del cuadro de la propia vida, hay que rebasar el mundo de
las imágenes.

La Inspiración, que se debe adquirir después de la Imaginación, o al


mismo tiempo, no proporciona imágenes. Su conocimiento está
desprovisto de imágenes, es un conocimiento que se adquiere a
través de la audición espiritual. El conocimiento inspirado se abre a
la Inteligencia cósmica, a los pensamientos cósmicos de tal manera
que se los oye con el espíritu. El Verbo cósmico habla desde todas
partes y se le oye retumbar con la mayor nitidez, y uno sabe que
detrás de ese sonido hay algo más. Al principio uno sólo lo oye como
un anuncio y más tarde, cuando uno se entrega a esta Inspiración, se
empiezan a percibir, tras los pensamientos cósmicos, a las Entidades
cósmicas de la Intuición. La Imaginación percibe las imágenes
espirituales, la inspiración escucha hablar al espíritu y la Intuición
percibe a los propios Seres Espirituales. Como os decía, el mundo
está lleno de pensamientos cósmicos que, al principio no se refieren
aún a Seres, pero detrás de los pensamientos llegamos a percibir
primero sonidos, y después llegamos a contemplar las Entidades
cósmicas de la Intuición.

El primer aspecto de la muerte, es el aspecto terrenal, el segundo, -


que nos arrastra hacia las vastedades del espacio que nosotros, los
seres humanos de la Tierra, sólo observamos sin comprenderlas
verdaderamente-, es el aspecto de la desaparición del ser humano.
El tercero nos abre, por fin, a lo que manda el espacio por todas
partes, al aspecto de las estrellas. Pero éstas no se muestran como
las vemos con el ojo físico material. Para éste sólo son puntos
luminosos que brillan en los confines del espacio. Cuando llegamos
a tener el conocimiento intuitivo, las estrellas nos revelan a los Seres

92
cósmicos, cósmico-espirituales. En lugar de estrellas físicas, por la
Intuición contemplamos colonias espirituales presentes en el seno
del Universo espiritual, en el lugar preciso donde suponemos que se
encuentran las estrellas. El tercer aspecto, el de las estrellas, cuando
ya hemos aprendido a conocer qué es la muerte, una vez que hemos
conocido la Inteligencia cósmica expandida en el espacio, nos
conduce a la esfera de las Entidades espirituales del Universo y el
aspecto del hombre entrando en esa esfera que es, pues, la esfera
de las estrellas. Y así como entre el nacimiento y la muerte la Tierra
acoge al hombre, ahora que éste franquea el abismo de la
Inteligencia cósmica, unos días después de su muerte, le acoge el
mundo de las estrellas. En la Tierra el hombre era una criatura
terrenal entre otras criaturas terrenales. Tras la muerte él deviene
un ser celestial entre otros seres celestiales.

La primera esfera en que penetra el hombre es la esfera de la Luna,


pasando más tarde a las demás esferas cósmicas. En el momento de
la muerte el hombre pertenece aún a la esfera de la Tierra. En ese
momento, todo lo que engloba el conocimiento terrenal ya no tiene
ningún significado para el hombre. En la Tierra tenemos diversas
sustancias, metales y otras materias. Todas estas distinciones
desaparecen en el momento de la muerte. Todas las sustancias
sólidas exteriores son terrestres y en el momento de la muerte el
hombre vive en la tierra, el agua, el aire y el fuego. En los primeros
días después de la muerte el hombre entra en la esfera de la
Inteligencia cósmica, contempla su propia vida, encontrándose entre
el espacio terrestre y el espacio celestial, en el que entra a los pocos
días, empezando por la Luna en la que, como seres humanos,
encontramos al principio seres cósmicos reales, pero aún muy
parecidos al hombre, pues en otros tiempos nosotros vivimos en la

93
Tierra en compañía de estos seres que encontramos, después de
morir, en la esfera de la Luna. Podréis leer en mis libros cómo, un
día, la Luna física se separó de la Tierra. Al principio estaba unida a
ésta, pero luego se convirtió en un cuerpo cósmico independiente.
No fue la Luna física lo único que separó de la Tierra. En tiempos muy
lejanos había en la Tierra, entre los hombres, grandes Instructores
de la Humanidad que les aportaron la sabiduría primordial. Estos
Instructores de los orígenes no habitaban en la Tierra en cuerpo
físico, sino en cuerpo etéreo. El hombre, cuando recibía sus
enseñanzas, lo hacía interiormente. Después de un tiempo de
estancia en la Tierra, estos Instructores primordiales se separaron
con el globo de la Luna y formaron una colonia espiritual de
Entidades lunares. Estos Instructores de los hombres, que
abandonaron la Tierra hace mucho tiempo, son los primeros seres
cósmicos que encontramos pocos días después de morir.

El tiempo que el hombre pasa con los seres lunares, después de la


muerte, es el de una vida que tiene una extraña relación con la
existencia terrenal. Cuando con ayuda del conocimiento
suprasensible entramos en la vida de un hombre después de la
muerte, se podría pensar que ésta es más fugaz, menos densa que
la vida terrenal: que, de alguna manera, en comparación con la
existencia terrenal, el hombre lleva una existencia más bien aérea,
pero no es el caso. Cuando con ayuda de la visión suprasensible
participamos de la vida del hombre después de su muerte, aparece
esta vida que durante mucho tiempo ejerce sobre él una influencia
más real que la vida terrenal y, por comparación con ésta, a menudo
parece un sueño. Eso dura, más o menos, un tercio de nuestra
existencia. Las experiencias que viven los seres humanos pocos días
después de su muerte, varían según los casos. ¿Cómo lo vivimos?

94
Cuando él contempla su vida terrenal, el hombre se abandona a una
ilusión. Sólo considera los días, sin tener en cuenta el tiempo que
pasa durmiendo. Si no somos unos dormilones, el tiempo que
pasamos dormidos equivale a un tercio de la vida. Pues bien, es
sobre este tercio sobre el que se presta atención, haciendo
conscientemente la experiencia juntamente con las Entidades
lunares. Esto es lo que se tiene como vivencia, porque los grandes
Instructores de la Humanidad derraman su existencia en nuestro ser,
viven con nosotros. Y así revivimos nuestras noches, pasadas sobre
la Tierra de manera inconsciente, con una realidad mucho más
intensa que en la vida terrenal.

Me vais a permitir que ilustre lo que acabo de deciros con un


ejemplo. Posiblemente alguno de vosotros conoce mis Dramas-
Misterio y sabéis que en ellos esbocé el personaje de Strader. Esta
creación artística tenía que ver con una personalidad que vivía
entonces, y que ahora ha muerto. (Se refería a Gedeón Spicker -
1840-1912, profesor de Filosofía en Münster, Westfalia) No es que
yo haya reproducido su vida terrenal, sino que en mis “Dramas-
Misterio”, la figura de Strader tiene como base la vida terrenal de un
hombre que me interesaba sobremanera, ya que siendo de
condición relativamente modesta consiguió, primero, llegar a ser
sacerdote, más tarde abandonó los hábitos llegando a ser un sabio
oficial, de espíritu bastante racional. Todas las luchas internas por las
que pasó me interesaban tanto que traté de acercarme a él
espiritualmente. Escribí los cuatro “Dramas-Misterios”, basándome
en esa vida terrenal. Tras su muerte, debido al interés que había
sentido por su persona, pude seguirle a través del periodo que vivió
en la esfera de la Luna, donde sigue aún hoy día. A partir del
momento en que surgió esta personalidad, esta individualidad,

95
durante su vida post mortem, en la intensa realidad que reviste esta
vida, el interés que se haya podido sentir por su vida terrenal, se
extingue totalmente. Se vive, después de la muerte, enteramente
con esta individualidad y, en mi caso, eso se expresó de tal manera
que en el 4° Drama-Misterio tuve que hacer morir al personaje
igualmente, porque ya no se me presentaba bajo la forma de un
hombre terrenal. Os he dado este ejemplo como apoyo de esta
afirmación: la vida después de la muerte es mucho más intensa, más
sustancial, se vive con más realidad que la vida terrestre, que es
como un sueño.

Debemos prestar mucha atención al hecho de que la vida del


hombre, después de su muerte, se despliega en el inmenso Universo,
en el Cosmos. Ahora él también es el Cosmos. Así lo siente él, como
siendo su propio cuerpo, sintiendo también en él, en su naturaleza
moral, lo que durante su vida terrenal está fuera de él. Tomemos un
ejemplo corriente: Supongamos que durante vuestra vida terrenal,
os habéis dejado llevar por algún tipo de emoción llegando a golpear
a alguien, lo que para empezar le supone un gran sufrimiento físico
y más tarde un dolor moral. Tras la muerte, en la esfera lunar y bajo
la influencia de las Entidades lunares no vais a revivir lo que sentisteis
durante la vida terrenal en la que, en un momento de irritación, y
posiblemente con un cierto contento íntimo, llegasteis a golpear a
otro, sin que vosotros sufrierais como él. Ahora vosotros vais a sentir
lo que aquel sintió: el dolor físico, el sufrimiento que experimentó,
eso es lo que sentiréis en la esfera lunar. Ahí se vive interiormente lo
que se hizo o pensó durante la vida terrenal no como lo sintió cada
cual, sino como lo sintió el agredido. Así, durante un tiempo,
equivalente a un tercio de la existencia terrenal pasada, el hombre
vuelve a vivir todo lo que hizo y pensó mientras estaba en la Tierra,

96
pero en la forma de la intensa realidad que le muestran las Entidades
lunares mencionadas y, además, siguiendo la corriente de esa vida
en sentido retrospectivo. Por ejemplo, cuando yo viví con Strader la
retrospección de su vida, -recordad que entonces él se llamaba de
otra manera, este es el nombre que le di en los Dramas Misterio-, al
principio él revivió, tras morir en 1912, lo último que había sucedido,
después lo inmediatamente anterior y así continuó en sentido
inverso al tiempo vivido en la Tierra. Cuando ahora surge ante mi
alma, él revive en la esfera de la Luna más o menos la vivencia que
él tuvo en 1875. El tiempo transcurrido entre 1912 y 1875 ya lo había
revivido y así continuará hasta su antiguo nacimiento.

Así, durante un tercio de su vida terrenal, el hombre la revive en


sentido contrario desde la esfera de las Entidades lunares que fueron
antaño seres terrestres. Este período es el germen del Karma que se
realizará en las vidas terrenales siguientes. En ese período se tiene
realmente, por el propio sentimiento y percepción, el conocimiento
interior del efecto que tuvieron nuestros actos en los demás.
Entonces, mis queridos amigos, surge en el hombre espiritual un
deseo vehemente de que lo que se vive entonces en la esfera
espiritual, que es lo que se hizo sufrir antes a los demás, sea la propia
carga de cada cual y que uno mismo cargue con ese peso a fin de
poder crear una compensación. Al final del periodo lunar se formula
un deseo, la decisión de realizar su destino en función de las acciones
y pensamientos terrenales. Y si el deseo nacido así de la experiencia
retrospectiva hasta el nacimiento, está libre de temor entonces es
que el hombre está maduro para penetrar en la siguiente esfera, la
de Mercurio, y así lo hace. En esta esfera de Mercurio —lo veremos
en la próxima conferencia— el hombre se encuentra en presencia de
Entidades que nunca jamás han sido criaturas terrestres, que

97
siempre fueron Seres suprasensibles, y aprende de ellas qué forma
tendrá que dar a su destino. Más adelante le seguiremos en las
esferas de Mercurio y del Sol, observaremos cómo vive entre la
muerte y un nuevo nacimiento, qué experiencia espiritual lleva a
cabo conforme a lo que vivió entre seres terrestres entre el
nacimiento y la muerte. Pues el hombre vive sobre la Tierra la
totalidad de su existencia entre el nacimiento y la muerte, y en el
cielo, entre la muerte y un nuevo nacimiento. Esto es lo que
configura el conjunto de su existencia. ¿De qué manera? Lo veremos
en las siguientes conferencias.

Sexta Conferencia

París, 24 de Mayo de 1924

Ayer me esforcé en mostraros cómo accede el hombre, tras haber


franqueado el umbral de la muerte, a las primeras experiencias del
mundo suprasensible por las que tiene que pasar en los primeros
decenios que siguen a su muerte. Os mostré cómo habita durante
un cierto lapso de tiempo en lo que podemos llamar la región lunar
y cómo ahí entra en contacto con las Entidades que antaño
estuvieron ligadas a la Tierra, no viviendo en un cuerpo físico, sino
en cuerpo etéreo y bajo ese aspecto fueron los Instructores de la
Humanidad desde sus orígenes, inspirando a los hombres aquella
sabiduría que antaño estaba presente en la Tierra y que poco a poco
se fue extinguiendo. Dichas Entidades abandonaron la Tierra al

98
mismo tiempo que se separaba la Luna, prosiguiendo su existencia
en ésta, donde el hombre se reúne con ellas cuando franquea el
umbral de la muerte, teniendo la visión de lo que ayer caractericé
como, una realidad mucho más intensa que todo lo que él hubiera
podido vivir de hecho, durante su existencia terrenal.

Ya os indiqué que el hombre, después de un periodo


suficientemente largo en la región lunar, pasa a la esfera de Mercurio
donde encuentra los Seres que le conducirán hacia delante, en una
esfera del Universo donde residen otras Entidades distintas de la
Tierra.

Esta es una esfera a la que pertenece el hombre entre la muerte y


un nuevo nacimiento, de la misma manera que durante su vida
terrenal, él perteneció a la Tierra y su realidad.

Permitidme que siga hoy con el pequeño esbozo que os hice ayer.
Vamos a partir del hecho de que el hombre, cuando franquea el
umbral, lo que le lleva poco tiempo, se encuentra viviendo en los
elementos, tierra, agua, aire y fuego. Todo lo que en la Tierra se nos
muestra bajo el aspecto de sustancias bien diferenciadas, los
metales, por ejemplo, y más cosas, todo eso desaparece en el
momento de la muerte. Todas las materias sólidas son “tierra”, todas
las materias líquidas son “agua”, las materias gaseosas son “aire” y
todo lo que se manifiesta como calor es “fuego”. Tras su muerte el
hombre vive en esta cuádruple diferenciación. A continuación pasa
a la región que llamo de la “Inteligencia cósmica”, animada por los
pensamientos que la atraviesan, en la cual vive unos pocos días. Más
adelante llega a la región de los astros, en primer lugar la lunar y de
ahí a la región de Mercurio.

99
Ahora tratemos de representamos con claridad cómo, en la región
lunar, la vida del hombre puede actuar de manera determinante
sobre su karma ulterior. Ya aludí ayer a este hecho: el hombre, al
morir, ha ejecutado durante su vida terrenal acciones unas veces
buenas, otras malas. Con la suma de todos sus actos, el hombre se
presenta ante las Entidades lunares, que ejercen un juicio severo, un
juicio cósmico sobre el valor de cada acción en relación al Universo
en su totalidad, de las buenas y de las malas e injustas para el
conjunto del Cosmos. Se da la circunstancia que entonces el hombre
debe abandonar en la región lunar todo lo que perjudico al Cosmos,
el efecto de sus malas acciones, abandonando así una parte de sí
mismo. Es preciso representarse al hombre constituyendo, mucho
más de lo que uno cree, una unidad con todos sus actos, con todo lo
que hace. De alguna manera el hombre establece una alianza con lo
bueno o lo malo de cada uno de sus actos. Por ello, si debemos dejar
detrás algo de lo que hicimos mal, estamos dejando una parte de
nosotros mismos. En realidad sólo dejamos la región lunar llevando
con nosotros lo que hicimos bien para el Universo. De alguna manera
cuando la abandonamos somos seres mutilados y lo somos tanto
más cuanto más hayamos unido nuestro ser a los malos
pensamientos. Tenemos que dejar detrás todo lo que hicimos mal
en relación al Universo.

Si queremos seguir el curso ulterior de la existencia que lleva el


hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento, tenemos que tomar
en consideración el hecho de que el hombre, tal como es en la Tierra,
está constituido por elementos que se diferencian netamente los
unos de los otros. La región de la cabeza es la que está relativamente
mejor formada, —antes de nacer, en el embrión ya existe en su
forma general, por eso es relativamente perfecta—, mientras que el

100
resto de la persona humana es, durante su fase embrionaria, menos
perfecta. En cierto sentido, esta diferencia se mantiene durante toda
la vida terrenal. La región más acabada del cuerpo humano es la
cabeza, las otras lo están menos. Y al contrario, justamente lo que
queda de la cabeza humana, después de la muerte, el extracto
espiritual de la cabeza desaparece rápidamente tras la muerte,
prácticamente desaparece durante el tránsito por la región lunar.
Por supuesto debéis entenderme bien: la materia física de la cabeza
se convierte en polvo con el cadáver, pero en la cabeza hay algo más
que materia física, también hay fuerzas que forman y animan el
cuerpo físico, fuerzas que son suprasensibles. Estas franquean el
umbral de la muerte y con ayuda del conocimiento imaginativo se
las puede ver también después de la muerte, cuando se capta la
forma espiritual del hombre, solo que en esta forma espiritual se ve
desaparecer la cabeza, esfumándose cada vez más. De hecho lo que
permanece, lo que puede ser mutilado, es toda la región del cuerpo
humano fuera de la cabeza. Con ésta, que está más o menos
completa a su entrada en la esfera de Mercurio si el hombre ha sido
esencialmente bueno, o muy mutilada cuando ha sido
esencialmente malo, proseguimos nuestra existencia, junto con las
fuerzas que rodean nuestra alma en la vida entre la muerte y el
nuevo nacimiento. La forma que demos a esta vida entre la muerte
y el nuevo nacimiento tendremos que extraerla de dichas fuerzas.

Las Entidades espirituales que habitan en la esfera de Mercurio, que


jamás fueron hombres, que jamás revistieron la forma humana,
tienen una labor muy importante. Pues a todo lo que se presenta
entonces, a este hombre sin cabeza, perdonadme la expresión,
después de haber abandonado toda la basura moral en la región de
la Luna, van ligadas todas las experiencias de salud y enfermedad

101
vividas por el hombre. Esto es algo muy importante y significativo,
una cosa que sorprende en un alto grado: el hombre deposita en la
región de la Luna sus manchas morales, pero de los efectos
espirituales de las enfermedades que le aquejaron, sólo se puede
desembarazar en la región de Mercurio, con la ayuda de aquellas
Entidades que nunca fueron hombres. Tener en cuenta este hecho
es de suma importancia: los resultados espirituales de las
enfermedades se borran en el ser humano en el curso de su paso por
la región de Mercurio. Observando esto podemos sentir cómo
interfiere en el mundo de los astros, el verdadero mundo de los
dioses, lo moral y lo físico. La basura moral no puede entrar en el
mundo espiritual, debe permanecer en la región lunar que así toma
parte en la vida de los hombres porque sus habitantes vivieron con
nosotros en un tiempo pasado. En Mercurio viven seres que nunca
habitaron la Tierra, y ellos son los que desembarazan al hombre de
sus enfermedades, que ahora podemos contemplar como
disolviéndose en las vastedades del espacio cósmico, en el Cosmos
espiritual. Los resultados espirituales de las enfermedades de los
hombres son absorbidos, incluso con una cierta complacencia, por
el Cosmos, donde se disuelven.

En cuanto al hombre durante esta experiencia entre la vida y la


muerte, en este momento es cuando recibe la primera impresión
puramente espiritual y que, sin embargo, se presenta ante él con el
mismo grado de realidad que en la Tierra. Así como aquí
experimentamos el viento, el rayo, el agua que corre, después de
franquear el umbral de la muerte y haber entrado en la región de
Mercurio contemplamos la desaparición de los efectos espirituales
de las enfermedades, los vemos absorbidos por los seres espirituales
y nuestra impresión entonces es ésta: ¡Ahora, oh dioses, de nuevo

102
nos sois propicios! Experimentamos en nuestro interior que los
dioses nos perdonan por el mal que hayamos podido hacer sobre la
Tierra cuando vemos alejarse en las vastedades cósmicas los efectos
de las enfermedades.

Este es un hecho muy importante en nuestra vida entre la muerte y


un nuevo nacimiento. Las realidades de esta naturaleza se conocían
antaño, precisamente cuando estas Entidades, que fueron los
grandes Instructores y luego pasaron a habitar la Luna, las
enseñaban a los hombres. También se sabía que no se puede
comprender la verdad de la naturaleza de las enfermedades más que
cuando nos llega por intermedio de los Seres de Mercurio. Esta es la
razón por la cual todo el arte de curar, toda la ciencia médica estaba
contenida en ciertos Misterios, los de Mercurio. En estos Misterios
se daba el caso de que no se era instruido por un hombre, como en
las Universidades modernas, sino que en efecto Entidades
superiores, pertenecientes al mundo de los astros, actuaban a través
del culto practicado habitualmente en aquellos Misterios. Los
propios dioses eran los Instructores de los hombres y en aquellos
tiempos, la medicina era la sabiduría aportada directamente a los
hombres por las Entidades mercuriales. Por esta razón los hombres
consideraban esta medicina antigua como un don de los dioses, sin
ninguna duda. En el fondo, todo lo que es fecundo en materia de
medicina o bien proviene de aquellos tiempos pasados, como
prolongación de lo aprendido de los dioses de Mercurio, o bien tiene
que ser reencontrada por los métodos que incitan al hombre a
renovar el contacto con los dioses, para poder aprender de ellos. La
antigua sabiduría ha sido suprimida, ha desaparecido. Debe ser
encontrada una nueva sabiduría que repose sobre el contacto con

103
los dioses. Ese es el objetivo de la Antroposofía en los más diversos
terrenos.

De la región de Mercurio el hombre llega a la región de Venus. Allí


todo lo que el hombre aporta de sí mismo debe ser transformado
por los Seres que la habitan, que están aún más alejados de los seres
terrenales que las Entidades de Mercurio, de esa manera puede
progresar en el terreno espiritual. Esto sólo es posible porque el
hombre, al penetrar en la región de Venus entra en un elemento
nuevo. Mientras vivimos en la Tierra es muy importante que
tengamos ideas, conceptos, representaciones, porque ¿qué sería el
hombre sin ideas, ni representaciones? Pensamientos que le
conducen, que tienen gran valor y porque tenemos pensamientos de
gran valor nosotros, los seres humanos, somos inteligentes. Hoy día,
en particular, se da mucha importancia a la inteligencia y casi todos
los hombres son inteligentes; aunque no siempre fue así, ahora lo
es. Y toda la vida sobre la Tierra depende del hecho que los humanos
tienen pensamientos. De estos pensamientos humanos ha surgido la
grandiosa técnica actual, en realidad, todo nace con la ayuda de los
pensamientos, todo lo que el hombre hace de positivo o de negativo,
de bueno o de malo. Los pensamientos todavía ejercen una cierta
influencia en la región de la Luna, porque los Seres que la habitan
juzgan según la manera en que el hombre actúa, con sus acciones
buenas o malas, nacidas de los pensamientos. Y también los Seres de
la región de Mercurio juzgan las enfermedades de las que deben
desembarazar al hombre, en función de los pensamientos. En cierto
sentido ahí se encuentra la frontera por debajo de la cual los
pensamientos, y en general todo lo que tiene que ver con la
inteligencia humana, tienen gran importancia. Cuando viniendo de
la región de Mercurio se penetra en la de Venus nos encontramos

104
en el reino de lo que en la Tierra conocemos como amor, aunque
sólo como su reflejo. Ahí el Amor sustituye a la inteligencia. Así pues,
entramos en la región del Amor. Sólo en la medida que el Amor sea
su guía, el hombre puede ser conducido más lejos, siendo
transportado de la región de la sabiduría a la existencia solar.

Supongo, mis queridos amigos, que en vuestra alma puede


plantearse una cierta pregunta: ¿Cómo sabe estas cosas el que las
vive por medio de la contemplación? Seguramente habréis leído los
ejercicios internos que indico en mi libro titulado “Cómo se alcanza
el conocimiento de los mundos superiores” (La Iniciación) y sabréis
que mediante esos ejercicios el hombre puede llegar, poco a poco, a
dicha contemplación. Al principio, cuando se adquiere la consciencia
imaginativa uno puede contemplar en espíritu su vida entera, hasta
el momento de su nacimiento, como si contemplara un cuadro. La
experiencia que se hace, después de la muerte, se vive gracias a la
Iniciación en cada instante de la vida. Pero esta experiencia, cuando
está tocada por la Inspiración, revela algo que trasciende al cuadro,
a la propia vida humana. Eso es lo importante. A decir verdad, no se
puede hablar de los lazos que unen todos estos secretos, más que
cuando se llega a cierta edad, —y siempre ha sido así. Uno puede ser
Iniciado a cualquier edad, pero no se adquiere, por la visión personal,
el conjunto total de los secretos del Cosmos más que cuando se llega
a una edad bien definida. Y esto es así por la siguiente razón:

Cuando contemplamos nuestra vida, retrospectiva- mente, se nos


muestra como compuesta por periodos de siete años. Primero
vemos el periodo que va desde el nacimiento hasta los siete años,
más o menos, un segundo que va de los siete a los catorce, el tercero
de los catorce a los veintiuno, y luego un periodo que comprende el

105
conjunto de los veintiuno a los cuarenta y dos, -3 veces 7 y 6 veces
7— después otro de los :cuarenta y dos a los cuarenta y nueve, otro
de los cuarenta y nueve a los cincuenta y seis y otro de los cincuenta
y seis a los sesenta y tres, reviviendo todos estos periodos uno
después del otro. En el primer periodo se ve, retrospectivamente,
que todo está ahí de golpe hasta el cambio de dientes. Uno observa
como a través de una niebla, a través de todos estos periodos, los
misterios del Universo, los misterios del cosmos. En el primero, del
nacimiento a los 7 años, se ven los misterios de la Luna. Cuando
contemplamos la vida durante el primer periodo vemos, como
cuando el Sol se filtra a través de la niebla, los secretos del Universo
atravesando nuestro propio cuerpo etéreo del que tenemos una
visión de conjunto. Lo que hoy D5 conté del abandono de los
desperdicios morales, de Las cosas malas, lo que os he contado de
los habitantes de la Luna, todo eso se encuentra realmente en el
libro de la vida a lo largo del primer periodo.

Cuando uno contempla su propia vida con ayuda de la Imaginación,


la Inspiración y la Intuición puede decir: esta vida consta de uno, dos,
tres y así hasta siete periodos. En el primero que encierra nuestra
infancia, se encuentran los Misterios de la Luna. En el segundo que
se refiere al tiempo que transcurre entre el cambio de dientes y la
pubertad se encuentran los Misterios de Mercurio. Este es el periodo
en que los niños van a la escuela, y también el que se refiere a los
Misterios de Mercurio y, como bien saben los médicos, es el periodo
de las enfermedades infantiles. Esta es la edad más sana de la vida
humana, en la que la mortalidad es notablemente reducida
considerando la Humanidad en su conjunto. Durante este periodo se
revelan más tarde los Misterios de Mercurio. Si alguien, cosa casi
imposible, pero si se pudiera dar el caso, si alguien pudiera ser

106
Iniciado a los dieciocho años podría contemplar, gracias a su
iniciación, los Misterios de la Luna y los de Mercurio. Una vez
llegados a una edad más avanzada y cuando uno contempla
retrospectiva- mente los periodos siguientes, en especial el que va
de los 14 a los 21 años, uno tiene delante todo lo que, en el Cosmos,
forma parte de los Misterios de Venus. En el momento en que surge
en el hombre la posibilidad del amor físico, entre los 14 y los 21 años,
vemos inscritos espiritualmente en el libro de la vida los Misterios de
Venus.

El siguiente periodo que comprende de los 21 a los 42 años, necesita


un tiempo tres veces más largo pues en él, cuando se lo observa
desde los periodos ulteriores, se desvelan para nosotros los
Misterios del Sol. Hay que haber pasado de los 42 años para poder
contemplarlos. Con la edad, cuando volvemos la mirada al periodo
de los 42 a los 49 años observamos los Misterios de Marte, a los que
sólo podemos acceder después de los 49 años. Uno puede haber ser
Iniciado pero, para penetrar en los secretos de Marte por propia
visión, es preciso poder contemplar la vida que se desarrolló entre
los 42 y los 49 años, lo mismo que cuando hemos alcanzado los 56
años podemos penetrar en los secretos de Júpiter y cuando llegamos
a los 63 —estoy autorizado para hablar de estas cosas- podemos
recibir del Consejo de los Dioses el permiso para hablar también de
los secretos de Saturno.

Como veis, durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento


nos vamos elevando cada vez más lejos de las condiciones que nos
rodean durante la existencia terrenal hasta llegar a otras distintas.
Tras haber recorrido la región de Venus lo que el hombre contempla
es el mundo de las realidades de la región solar. Y ahora que ya os

107
he contado cómo podemos llegar a estas verdades a través de la
Iniciación, puedo continuar con el examen de las condiciones
sucesivas.

A medida que nos vamos adaptando al mundo espiritual nos


acercamos cada vez más a las Entidades superiores al hombre. En la
región de la Luna nos encontramos por completo, en lo esencial,
entre Seres que vivieron un tiempo sobre la Tierra, pero ya en esta
región de la Luna se nos hacen visibles las Entidades que nos
conducen de una encarnación a otra:

son las que he llamado en mis libros, siguiendo un antiguo


conocimiento cristiano, los Ángeles. Durante la experiencia de
iniciación que os he relatado, cuando volvemos la mirada sobre
nuestra primera infancia observamos al mismo tiempo cómo
actuaba el mundo de los Ángeles en relación al hombre. ¡Pensad en
la belleza de algunos conocimientos que viven en la sensibilidad de
ciertos seres ingenuos y que confirma la sabiduría iniciática!
Hablamos de la eficiente labor de los Ángeles que impregna la
primera infancia del hombre y volviendo hacia atrás la mirada para
estudiar la región de la Luna, contemplamos nuestra propia infancia
y, al mismo tiempo, la vida activa del mundo de los Ángeles.

Cuando intervienen en la edad escolar del hombre ciertas fuerzas


más vigorosas, vemos actuar a los Arcángeles que toman
importancia cuando estudiamos la existencia en Mercurio, que es su
mundo de acción. Y cuando el hombre alcanza la pubertad, entre los
l4y los 21 años, más o menos, la visión retrospectiva contempla
entonces, a través del curso de la vida, los secretos de Venus, y
comprobamos que las Entidades que actúan de manera preferente
en la vida en Venus son los Principados (Archai). Entonces

108
aprendemos una verdad muy importante, algo que de nuevo nos
sorprende enormemente cuando la entendemos en su realidad. La
visión nos muestra a las Entidades ligadas a la existencia en Venus,
que aparecen en la vida humana después de la pubertad, que
llamamos Principados o Archai, que están en la génesis del propio
mundo. Estas Entidades, ligadas al nacimiento del Cosmos siguen
actuando, como en un reflejo, en la formación del hombre físico en
relación a la continuidad de las generaciones. Cosa que revela la
enorme correspondencia que existe entre el Cosmos y la vida
humana.

La visión nos conduce ahora también a los secretos de la vida solar.


Este ser del Sol, ¿qué es, en realidad, para nuestros físicos actuales?
Un globo gaseoso incandescente en el que arden diversos gases que
expanden calor y luz. Para la visión espiritual esto no deja de ser una
representación pueril, muy ingenua. La verdad es que los físicos, si
pudieran organizar una expedición para llegar al Sol, se quedarían
muy sorprendidos al encontrar algo completamente distinto a lo que
habían imaginado. Ahí no hay ningún gas. Nadie sería devorado por
las llamas, pero si consiguieran llegar serían suprimidos, destruidos
por una dispersión total. ¿Qué hay verdaderamente ahí, donde está
el Sol?

Cuando caminamos aquí abajo, en el espacio, nos chocamos con


sillas, con otras gentes. Ahí hay toda clase de objetos, con los que
podemos tropezar, y entre los objetos hay espacios vacíos, por
donde pasamos. Esto es lo que caracteriza el terreno en que nos
movemos: ciertas partes del espacio están ocupadas por sillas o por
nosotros, y otras están vacías. Si levantase las sillas y entrarais
vosotros, en ese momento, veríais que todo estaba vacío. Ahora

109
bien, en el Cosmos el espacio vacío es mucho más amplio. Aquí, en
la Tierra no se conoce lo que tenemos que aprender en el Cosmos,
donde el espacio puede vaciarse de sí mismo de tal manera que en
alguna parte ya no hay más espacio. En lo que se llama agua de Seltz
hay pequeñas burbujas, menos densas que el agua, y que podemos
ver. El agua no la vemos, pero sí vemos las burbujas. Cuando miráis
el espacio, no veis nada en absoluto. Pero ahí donde está el Sol, aún
hay menos que espacio. Imaginad que aquí tuviéramos el espacio
cósmico vacío, pero que eñ este espacio vacío no hubiera nada, ni
espacio tampoco, aunque en realidad, si entrarais en él, seríais
aspirados, destruidos. En él no hay nada, sólo hay sitio para todo 1
que es espíritu. No hay nada físico, ni el espacio. Así es la existencia
solar en realidad, que sorprendería mucho a los físicos. Sólo al borde
de este espacio es donde comienza algo parecido a lo que suponen
los físicos. En la corona del Sol hay gases incandescentes, pero en el
espacio vacío no hay nada físico, ni espacio. Sólo hay espíritu. Ahí
habitan las tres clases de Entidades que conocemos como los Exusiai,
Dynamis y Kiriotetes (Potestades, Virtudes y Dominaciones en la
terminología cristiana. N. del T.), presentes en el seno de la
existencia solar. Nosotros entramos en esta región después de
recorrer la región de Venus, en el curso de la vida entre la muerte y
un nuevo nacimiento. Y cuando miramos hacia atrás, y para ello
hemos tenido que pasar de los 42 años - vemos, en cierta medida,
un reflejo de la naturaleza solar. Es entre las Potestades, Virtudes y
Dominaciones donde pasamos la mayor parte del tiempo entre la
muerte y el nuevo nacimiento.

Es decir, cuando el ser humano penetra en la región solar después


de la muerte, todo se le presenta de manera bien diferente a lo que
él estaba acostumbrado a ver en el mundo físico. En éste tenemos

110
buenas intenciones y aunque cerca de nosotros tal vez se encuentra
alguien que tiene muy mal carácter, nos esforzamos en llevar a cabo
buenos actos, con más o menos éxito y, al lado nuestro, hay alguien
a quien, por así decirlo, todo le sale bien. Y así vamos pasando la vida.
Años, o decenios más tarde, recordamos lo que pasó y en función
del curso que tomaron las cosas en el aspecto terrenal, llegamos con
facilidad a establecer el siguiente juicio: no son sólo las buenas
intenciones sino los buenos hechos los que tienen buenas
consecuencias para el hombre en la vida terrenal. Por ejemplo, a
veces parece que es el hombre bueno el que resulta castigado, y el
malo recompensado: el malvado puede llegar a ser muy feliz. No
vemos ninguna concordancia entre lo que sucede en el aspecto
moral y lo que se realiza físicamente. Por el contrario, todo lo físico
tiene necesariamente consecuencias: la fuerza magnética atrae al
hierro necesariamente, provocando esta consecuencia inevitable.
Para la vida que pasamos entre la muerte y el nuevo nacimiento, sólo
tenemos en cuenta al principio, las cosas que en la Tierra están
unidas entre sí por lazos físicos. Ahora bien, en la región solar no
existe tal vínculo físico. Sólo existe el vínculo moral. Ahí se puede
realizar cualquier acción moral, y siempre de la manera más
conveniente. El bien tiene como efecto unos fenómenos que son
causa de felicidad, en cambio el mal provoca unos fenómenos en la
existencia que no traen ninguna clase de felicidad al hombre. El
vínculo moral que aquí en la Tierra no es más que un ideal y que sólo
se puede manifestar idealmente, bajo una forma exterior
insuficiente -la justicia castiga entonces al malvado— allá se
convierte en una realidad.

En la región del Sol todas las buenas intenciones que el hombre


aporta, aunque fuera a través del más mínimo pensamiento,

111
empiezan a ser realidades que son observadas por las Potestades,
Virtudes y Dominaciones. Los Seres de la región solar nos consideran
en función del bien que cada cual lleva en sí, lo que pensó, sintió y
vivió como Bien. Es por esta razón por la que no puedo daros una
descripción teórica de la región solar, sino una descripción viva. No
se puede dar una definición de cómo actua en la región solar, tal o
cual buena acción. Hay que hablar de tal forma que el oyente pueda
entender con claridad: si tú, hombre, tuviste en la región terrenal un
buen pensamiento, cuando llegues a la región solar, en la vida entre
la muerte y un nuevo nacimiento podrás establecer un vínculo con
las Potestades, Virtudes y Dominaciones, viviendo espiritualmente
en compañía de dichas Entidades. Pero si tuviste malos
pensamientos, que has abandonado en cierta manera con tu propio
ser en la región de la Luna, serás un solitario, abandonado por dichas
Entidades.

De esta manera, el bien deviene una realidad en el mundo del Sol


por el hecho de vivir en comunidad con las mencionadas Entidades.
No podemos entender su lenguaje si no hemos tenido buenos
pensamientos; no nos podemos presentar ante ellas si no
ejecutamos buenas acciones. En la región del Sol todo es realidad, es
decir, eficacia real del bien para nosotros.

112
Séptima Conferencia

París, 25 de Mayo de 1924

Hemos hablado de la vida que transcurre entre la muerte y un nuevo


nacimiento y hemos visto que el hombre se encuentra después de la
muerte en un mundo extra-terrestre, mundo que sólo se nos
muestra en la Tierra a través de signos, pues las estrellas son los
signos de otro mundo. Cuando hablamos de esos signos, dicha
indicación puede referirse al mismo tiempo a los mundos
espirituales, mundos que contemplamos por nosotros mismos
durante nuestra existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Hemos visto que el hombre penetra primero en la región Lunar,


fuego en la de Mercurio, más adelante en la esfera de Venus y ayer
llegamos a hablar de la siguiente esfera Solar. Al mismo tiempo os
expuse cómo se puede acceder, a través del conocimiento ini-
ciático, al conocimiento de los mundos correspondientes. Cuando se
adquiere la posibilidad de echar un vistazo a los mundos espirituales,
siguiendo los métodos expuestos en mis libros, se obtiene al
principio una visión retrospectiva del conjunto de nuestra vida
terrenal. Esta se presenta de repente como extendida en un inmenso

113
cuadro y se revive por períodos que siempre tienen una duración de
siete años, más o menos.

Lo primero es nuestra infancia, hasta el cambio de dientes. Cuando


la observamos, se aclaran para nosotros los Misterios lunares.
Cuando consideramos lo vivido entre los siete, con el cambio de
dientes, y los catorce años, la pubertad, se nos aparece el esplendor
de la esfera de Mercurio. Desde los 14 ó 15 años hasta el comienzo
de la veintena, una vez superada la pubertad, transcurre un período
en el que la visión retrospectiva nos muestra la esfera de Venus.
Habiendo alcanzado una edad más madura, cuando después de la
muerte se revive el período que va desde los 21 a los 42 años,
periodo de la madurez en el que aún no se siente el declive, la visión
retrospectiva nos muestra los Misterios de la esfera Solar. Estos
Misterios consisten en que no se constata en esta esfera la existencia
de efectos naturales. Allí no existe nada de lo que aquí, en la esfera
terrestre, percibimos como causas y efectos. Cuando hemos
terminado de pasar por las esferas de la Luna, de Mercurio y Venus,
y penetramos en la esfera del Sol, transcurre un tiempo durante el
cual no tenemos alrededor nuestro los efectos naturales, solamente
los efectos psíquicos y morales. Todo lo bueno tiene los resultados
correspondientes. De todo lo que hizo mal, el hombre ya se ha
desembarazado hace tiempo en la esfera de la Luna. La esfera del
Sol es toda bondad, bondad luminosa y esplendorosa. El mal no tiene
lugar allí. Nosotros, hombres, tenemos que vivir en esta existencia
solar durante un tiempo que a menudo dura siglos, pues entre la
muerte y el nuevo nacimiento el tiempo se “alarga” mucho más.
Durante nuestra estancia solar nos encontramos no solamente en
compañía de las almas que, como nosotros, abandonaron la Tierra,
franqueando el portal de la muerte, con las que estuvimos ligados

114
por nuestro Karma, sino que entramos en el terreno de las
Potestades, Virtudes y Dominaciones, seres de naturaleza
puramente espiritual, que viven por completo en los efectos
espirituales El mundo moral que percibimos alrededor nuestro, en la
esfera Solar, pertenece a esas Entidades, de la misma manera que el
mundo mineral, el vegetal y el animal pertenecen a la entidad Tierra.

Si uno quiere comprender cómo es la vida del alma humana en la


esfera Solar, hay que darse cuenta de que sobre la Tierra el hombre
se mantiene erguido, encerrado en alguna medida en el espacio
limitado por la piel. A todo lo que se encuentra en el interior de
nuestra piel decimos que somos “nosotros”, y a todo lo que está
fuera lo llamamos “el mundo”. Y a partir de todo lo que está dentro
de nuestra piel es como miramos el mundo. En la esfera Solar es
totalmente a la inversa. Nosotros estamos presentes en todo lo que
aquí llamamos el mundo. La Luna está en nosotros, no fuera de
nosotros. Mercurio está en nosotros y la propia esfera solar está en
nosotros, no fuera. Y de la misma manera que aquí en la Tierra
distinguimos entre nuestro cuerpo y la cabeza y nos damos cuenta
que la cabeza, como órgano de conocimiento, se aísla del resto del
cuerpo cuando tiene que trabajar, lo mismo que sabemos que la
cabeza tiene que ser de naturaleza distinta que el resto del cuerpo,
sabemos durante nuestra estancia en la esfera Solar que llevamos
dentro el organismo del Cosmos, que forma parte de nosotros bajo
la forma de la naturaleza lunar, de la naturaleza mercurial, de la
naturaleza venusina, de la naturaleza solar. Pero además tenemos
en nosotros una cosa particular, lo mismo que en la Tierra tenemos
la cabeza. Esta cosa particular es Marte, Júpiter, Saturno, que son
como nuestra cabeza en el seno de la existencia solar. Podemos decir
que durante esta existencia solar, Luna, Mercurio y Venus son

115
nuestros miembros, el mismo Sol es el conjunto de nuestro sistema
rítmico.

Nuestro corazón y pulmones, son durante la vida solar la propia


esfera solar con todas sus Entidades. Por el contrario, nuestro
órgano de conocimiento, la cabeza, es en la esfera solar lo que
conocemos con el nombre de Marte, Júpiter y Saturno. De la misma
manera que aquí en la Tierra podemos hablar con la parte inferior
de la cabeza, la boca, podemos vivir porque llevamos en nosotros,
en nuestro cuerpo cósmico, a Marte, el Verbo universal que resuena
a través de las vastedades del espacio. Y así como aquí llevamos en
nuestra cabeza los pensamientos, esos minúsculos pensamientos
terrenales, llevamos en nosotros, en Júpiter, la sabiduría universal. Y
lo mismo que aquí tenemos recuerdos, la memoria, durante la
existencia solar llevamos en nosotros la existencia saturnina que nos
proporciona la memoria universal. Y así como aquí vivimos dentro de
nuestra piel y miramos hacia fuera, cuando vivimos en nuestra
existencia solar, como os he dicho, miramos el mundo exterior y
vemos al hombre. El hombre está presente en nuestro mundo,
naturalmente no es el hombre del que habla la anatomía terrenal
sino algo que es en sí mismo tan grandioso, tan poderoso, tan
majestuoso como el Universo con todas sus estrellas.

Desde el punto de vista terrenal las cosas son así:

Nosotros tenemos una opinión mucho más mediocre de lo que está


encerrado en el hombre, de hecho eso es bueno, porque le evita al
hombre terrenal caer en la locura del “grandonismo”. En el fondo, si
tomamos el conjunto de hombres sobre la Tierra, vemos que son los
portadores de las Jerarquías que despliegan su naturaleza en el ser
humano. Lo que hay en el hombre, que es más grandioso que todo

116
el mundo de los astros con sus periplos y sus fenómenos, es lo que
conforma nuestro mundo exterior en la existencia solar. Y junto con
las Entidades que os nombré, las Potestades, Virtudes y
Dominaciones, con las otras entidades lunares, con los seres que
pertenecen a la Jerarquía de los Ángeles, con los que viven en Venus,
los seres de la Jerarquía de los Principados, y con todas las otras
almas humanas con las que estuvimos vinculados por el karma, en
esta contemplación del cuerpo humano, trabajamos con todos ellos
para preparar nuestra siguiente existencia terrestre. Y este trabajo
que se ejecuta en la existencia solar para engendrar un nuevo
hombre, una vida futura sobre la Tierra, este trabajo es algo mucho
más grandioso que todo lo que el hombre pueda producir sobre la
Tierra para la civilización. Todo lo que finalmente la civilización
terrestre nos ofrece es un trabajo humano. Pero el hombre no es
únicamente el producto del trabajo del hombre. Durante la
existencia solar es admitido para preparar su futura vida terrenal
junto con otras almas humanas, -porque si él trabajase solo, el
resultado sería lamentable—, trabajando sobre esa obra maravillosa
que es el hombre durante su vida en la Tierra. Es preciso que su
trabajo se lleve a cabo en unión con todas las demás Jerarquías
superiores. Lo que nace de una madre humana ciertamente no tiene
su origen en la Tierra, que sólo proporciona el terreno. En lo que se
refiere a la aportación de la herencia física se encarna una admirable
creación cósmica, formada en el seno de los mundos suprasensibles
durante la existencia solar.

Cuando se comprenden tales cosas, con ayuda del poder del


conocimiento correspondiente, uno se siente obligado a elevar su
mirada hacia el Sol, diciendo:

117
qué bello es simplemente por su resplandor físico y qué agradable
su calor que afluye hacia la Tierra. Pero cuando entramos en el
conocimiento de lo que es el Sol en realidad, sentimos que allá
arriba, donde el globo solar recorre el Universo, ahí se encuentra el
campo de acción donde son modeladas las generaciones futuras
bajo su primitiva forma, ahí es donde trabajan las Jerarquías
superiores, en unión con las almas humanas que estuvieron
presentes en la Tierra en la encarnación anterior, para formar a los
hombres del futuro. De hecho, ese globo solar es el embrión
espiritual de la vida terrenal futura que nosotros presentimos. Y así
es cómo, en el fondo, pasamos la mitad del tiempo de nuestra
existencia solar, ocupados junto con los dioses en formar la sustancia
de nuestro futuro ser terrenal.

Cuando hemos vivido la mitad de la existencia entre la muerte y un


nuevo nacimiento, llegamos a lo que he llamado en mis “Dramas
Misterio”, la “media noche cósmica” y entonces comienza un nuevo
trabajo. Hemos dicho que la existencia solar es toda bondad. Si lo
que acabo de describiros fuera sólo elaborado profundizando en la
sabiduría cósmica suprema, no serían hombres los que nacerían
sobre la Tierra sino seres angélicos, seres de bondad. Pero estos
seres de bondad celestial no serían libres, no habría en ellos ni un
mínimo de libertad pues, conforme a su propia naturaleza y a la
existencia solar que les habría engendrado, no podrían hacer más
que el bien, no tendrían ninguna posibilidad de elegir entre el bien y
el mal.

Durante la segunda mitad de la existencia solar una parte de lo que


ha llegado a ser una realidad humana, gracias al trabajo en el seno
de la vida solar, recibe una nueva forma que se evapora en alguna

118
medida para no ser más que una imagen. En principio, el ser bu mano
toma una forma en su organismo de tal forma que él debería devenir
un ser de pura bondad. Más tarde, en la segunda mitad de la
existencia solar, una parte de este ser ya formado deviene, no una
realidad, sino sólo una imagen, de tal forma que nosotros
continuamos nuestra ruta por la esfera solar en parte como una
realidad espiritual, en parte como una imagen. Lo que constituye la
realidad espiritual es el fundamento de nuestro cuerpo con vistas a
la futura existencia terrenal. Lo que sólo es una imagen, constituye
el fundamento de nuestra cabeza. Y al ser únicamente una imagen
esta parte puede rellenarse con un material mucho más denso, la
materia ósea. Pero, al mismo tiempo, en esta parte que es imagen y
no realidad espiritual, se incorpora un elemento en el que, aquí
abajo, en la Tierra, reconocemos como un eco, el reflejo de aquella
imagen. Las necesidades de nuestro estómago, hígado, etc., las
vivimos como necesidades naturales. El impulso moral presente en
nosotros, lo vivimos en la Tierra gracias al espíritu. Este impulso
moral que vivimos así espiritualmente, que se deja sentir gracias a la
voz de nuestra consciencia, se forma, como germen, en lo que aquí
contemplamos como imagen, en el embrión solar del ser humano.

Como veis, queridos amigos, la evolución de la Tierra, la evolución


de la Humanidad sobre la Tierra tiene una historia. La civilización y la
cultura evolucionan a lo largo del curso de la Historia. La vida solar
que atravesamos durante un largo periodo de nuestra existencia
entre la muerte y un nuevo nacimiento, también tiene una historia.
El suceso más importante de la evolución de la Tierra es el Misterio
del Gólgota y por ello en el curso de esta historia distinguimos los
hechos como sucedidos antes o después del suceso del Gólgota. De
forma análoga hay que distinguir también en el curso de la vida solar

119
que el hombre vive entre la muerte y un nuevo nacimiento entre lo
que allí pasó antes de que en la Tierra tuviera lugar el Misterio del
Gólgota y lo que allí sucedió después.

Cuando consideramos la Tierra hasta el suceso del Gólgota,


constatamos que la entidad del Cristo no se encontraba presente:
era esperado, pero aún no estaba allí, seguía residiendo en la esfera
solar. Los Iniciados conocían los métodos y las vías que les permitían
participar en la vida solar, en los lugares donde existían esos
Misterios. Cuando podían acceder a un conocimiento profundo,
fuera del cuerpo, elevándose por encima de la zona de la experiencia
terrestre, gracias a la Iniciación, llegaban hasta el Cristo, que podía
ser encontrado en el Sol. Pero después de lo que sucedió en la Tierra
cuando tuvo lugar el Misterio del Gólgota, El ya no se encuentra en
el Sol, por haberse unido a la existencia terrenal. Es decir, al principio
El estaba presente en la vida solar, más tarde ya no estaba allí, al
contrario que en la Tierra en la que, al principio no estaba presente
y después sí.

Y lo mismo que el Cristo interviene de manera radical en la vida


terrenal, así lo hizo en la vida solar. Así como en la Tierra tenemos
que luchar mucho para profundizar en la vida del alma, a fin de tener
la vivencia interior de Cristo, estar llenos de El en nuestro interior,
estar totalmente cristificados, durante la existencia solar es muy
difícil contemplar totalmente la entidad humana en su propia
naturaleza, como os acabo de decir. En un momento particular de la
evolución, cuando sobre la Tierra reinaba una cierta clarividencia
instintiva, era muy difícil contemplar al ser humano tras su muerte
en la existencia solar, porque justamente el hecho de que el hombre
pudiera percibir en la Tierra algo espiritual en sí mismo, le hacía muy

120
difícil contemplar el misterio del ser humano devenido mundo
exterior.

Antes del Misterio del Gólgota era el Cristo quien, en la esfera solar,
daba al hombre la fuerza para contemplar sin reservas a la
naturaleza humana. Después del Gólgota, en la Tierra necesitamos,
en tanto que hombres, pasar por esta interiorización que nos
permita contemplar el Misterio del Gólgota, la vida unida a este
Misterio y la participación en la vida del Cristo. Sólo por ese camino
podremos, durante la existencia terrenal y con una consciencia libre,
reunir las energías que podremos llevar más allá de la muerte y que
nos podrán dar las fuerzas necesarias para contemplar al ser humano
en la esfera terrestre. Antes del Misterio del Gólgota, Cristo dio a los
hombres la posibilidad de contemplar, desde la vida entre la muerte
y un nuevo nacimiento, al ser humano durante su existencia solar.
Después del Gólgota El prepara al hombre, durante su vida en la
Tierra, para poder contemplar, en la esfera solar, a la entidad
humana en su plenitud.

Nunca comprenderemos verdaderamente el cristianismo si, desde la


vida terrenal no elevamos nuestra mirada hacia la existencia solar y,
como hemos visto, aprendemos a conocer una primera mitad de
dicha existencia en la cual el ser humano, formado al principio como
una realidad total, era todo bondad y que después se crea una
imagen que más tarde se proyectará en la vida humana, liberando al
hombre en el cual reside el germen de la experiencia moral.

Cuando con ayuda de la ciencia iniciática abordamos esas tendencias


morales, esas fuerzas de sanación que nacen en el hombre no
podemos tener una visión justa ni por la Imaginación, la Inspiración
o la Intuición si éstas no están fortificadas por lo que nos puede llegar

121
de la esfera en la cual el hombre se desliza progresivamente al
abandonar la esfera Solar: se trata de las esferas de Marte, Júpiter y
Saturno. Si tratamos de evaluar en su conjunto esta segunda mitad
de la vida humana entre la muerte y un nuevo nacimiento es preciso
dirigir de nuevo nuestra visión retrospectiva a ciertos periodos
septenales (septenios). Cuando observamos el periodo entre los 42y
los 49 años se nos aparece el resplandor de los misterios de Marte;
de los 49 a los 56, los misterios de Júpiter y de los 56 a los 63 los de
Saturno, en cuanto a la preparación del ser humano con vistas a una
nueva existencia terrenal. Cuando el hombre, tras haber atravesado
la región Solar, entra primero en la región de Marte, más adelante
en la de Júpiter y finalmente en la de Saturno las Entidades que
actúan sobre el hombre son los Tronos, los Querubines y los
Serafines, respectivamente.

Cuando atravesamos esta segunda mitad de la vida entre la muerte


y el nuevo nacimiento las condiciones son, de nuevo, desde un cierto
punto de vista, lo opuesto a las condiciones de la vida en la Tierra.
Aquí abajo nos mantenemos erguidos y contemplamos fuera las
vastedades del mundo estelar, percibimos sus maravillas y las
dejamos actuar sobre nosotros en toda su sublime grandiosidad. Por
el contrario, cuando siguiendo nuestra vida más allá de la esfera
Solar, empezamos a preparamos para nuestra futura vida terrenal a
través de las esferas de Marte, Júpiter y Saturno, nos sentimos
inmersos, hasta donde alcanza nuestra visión, en una vida de
carácter religioso. Si dirigimos la mirada hacia abajo, percibimos la
Tierra, pero no como la forma física que conocemos. Lo que se nos
manifiesta -podríamos decir, en dirección a la Tierra- es una
poderosa vida espiritual que tejen los hechos que tienen lugar en
Marte, Júpiter y Saturno, que tejen las acciones de los Serafines,

122
Querubines y Tronos. Pero ahora las cosas no son del todo como
antes, cuando sentíamos en nuestro interior todo lo que estaba en
el mundo. Podíamos sentir en nosotros a las Potestades, Virtudes y
Dominaciones, pero ahora, al bajar la vista experimentamos lo que
son los actos de las Entidades superiores mencionadas, viéndolos al
principio como exteriores a nosotros. Debajo de nosotros vemos el
cielo suprasensible, pues el mundo espiritual puro para nosotros
está por encima. Vemos el cielo suprasensible, nuestra mirada se
sumerge en las esferas de Marte, Júpiter y Saturno, vemos vivir y
obrar a su manera a los Tronos, Querubines y Serafines. Y qué
espectáculo se nos ofrece cuando consideramos ese trabajo? Vemos
a dichas Entidades vivir ellos mismos bajo una forma suprasensible
lo que será el cumplimiento de nuestro Karma en nuestra vida
terrenal posterior. Lo que tendremos que vivir, como hombres, por
habernos comprometido con ellos, en cierta manera, a cumplir un
cierto Karma, lo experimentamos primero a través de los actos
divinos realizados por los Serafines, Querubines y Tronos. Estos
determinan entre ellos el cumplimiento de nuestro Karma tal como
lo viviremos en nuestra próxima vida terrenal. Los dioses son,
realmente, los creadores del hombre, pero también son los
creadores de su Karma. Ellos viven primero el cumplimiento de
nuestro karma en una imagen celestial y de ello, nosotros recibimos
una profunda impresión, cuya huella conservamos en el curso de
nuestra vida ulterior. Nos hacemos cargo de nuestro Karma, tal
como será, porque primero lo hemos visto en los actos divinos de los
Serafines, Querubines y Tronos. A la vista de esto, vivimos
interiormente lo que será de nosotros en el curso de nuestra
próxima vida terrenal, realizado por los dioses.

123
Como veis, gracias a la Ciencia Espiritual iniciática es posible adquirir
el conocimiento del Karma siguiendo el curso de la vida humana en
la segunda mitad de la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento,
pudiendo descifrar lo que se realiza en las esferas de Marte, Júpiter
y Saturno por la acción de los Tronos, Querubines y Serafines. El que
ha aprendido a revisar en espíritu su vida entre los 42 y los 49 años
comprueba cómo se le ofrece la posibilidad de penetrar en los
misterios de Marte, de ver de alguna manera lo que allí sucede,
principalmente entre los Tronos, pero también en el conjunto de los
Tronos, Querubines y Serafines, cuando él atraviesa la esfera de
Marte. Aquí abajo, en la vida terrestre, no podemos juzgar la acción
del Karma, para ello tenemos que ayudarnos con el mundo
suprasensible. Por tanto, cuando se quiere estudiar el Karma hay que
dirigir la mirada, precisamente, a esa parte del Universo que el
hombre atraviesa entre la muerte y un nuevo nacimiento en las
esferas de Marte, Júpiter y Saturno. Ahora bien, para muchos
hombres lo más determinante para la próxima vida terrestre es,
justamente, lo que sucede en la esfera de Marte.

Al contemplar la esfera de Marte y lo que allí tiene lugar, lo primero


que se ve es lo que yo llamaría el “Verbo cósmico”. Allí todo es
“palabra”. Los seres de Marte son seres-palabra si me permitís usar
esta expresión. Pensad en el hombre terrestre. Está hecho de carne
y sangre, vive, habla y, como consecuencia de este hecho, pone el
aire en movimiento. En el momento que las ondas aéreas chocan con
nuestro oído, oímos. Los sonidos se encaman en las ondas aéreas.
Las entidades de Marte están también formadas por ondas sonoras,
su ser entero no es más que palabras. Se comprende lo que son estas
Entidades escuchando en espíritu. Cuando se estudia
retrospectivamente el periodo de vida entre los 42 y los 49 años,

124
cuando esta esfera es la que actúa con más fuerza en el hombre
entre la muerte y el nuevo nacimiento, cuando ahí se elabora antes
que nada su Karma, todo lo que el vivirá en la Tierra está
fuertemente ligado a la naturaleza de Marte. A través de esta esfera
él mira hacia la Tierra y se prepara una vida terrestre que estará
estrechamente ligada a la vida en Marte.

Pongamos un ejemplo. Tomemos un hombre que hubiera vivido en


el tiempo en que los árabes, bajo la influencia de Mahoma,
abandonaron Asia, llevando consigo su impulso bélico hasta Europa
desde el Norte de África, amenazando España donde establecieron
la dominación morisca y árabe. Tomemos un hombre que, antes de
la expansión de la dominación árabe en África, hubiera adquirido los
conocimientos científicos propios de su tiempo. Este hombre existió,
y recibió en el norte de África toda la enseñanza científica que allí se
daba: si no completamente, al menos así lo relata la historia
refiriéndose a San Agustín, aunque yo no hablo de él, sino de otra
personalidad que, un poco más tarde, se unió a la ciencia norte-
africana de manera un poco diferente, añadiendo la especialidad del
espíritu moro. Esta personalidad pasó a continuación a España, a la
España actual, donde tuvo lugar una especie de conversión de sus
creencias, orientándose entonces un poco más hacia una
concepción más cristiana que vino a mezclarse con los conceptos
árabes asimilados antaño. En ella penetró algo de la ciencia
cabalística, no exactamente como lo que hoy día llamamos Kábala,
pero sí el germen del pensamiento cabalístico. Pronto se sintió
invadido por la duda, por numerosas dudas íntimas, por la
incertidumbre interna, muriendo con esa incertidumbre. Se trataba
de una personalidad masculina que se reencarnó relativamente
poco tiempo después bajo una forma femenina antes de la mitad de

125
la Edad Media. Todas las dudas acumuladas en su vida precedente
impregnaron profundamente su naturaleza. Esta personalidad
reapareció, habiendo preparado su destino sobre todo en la esfera
de Marte en parte en encamaciones anteriores, en parte durante su
vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, mientras su encarnación
femenina pasaba a una masculina. Por este hecho estuvo
estrechamente ligado a todo lo que en la vida terrenal se refiere a la
inteligencia racional aguda, una inteligencia racional que tenía en
gran parte un carácter lógico y combativo. Esta personalidad que os
he caracterizado en dos encamaciones fue Voltaire.

Podéis observar cómo se forma la vida terrestre durante la fase entre


la muerte y un nuevo nacimiento mediante la unión de lo que es el
hombre con lo que vive detrás de las estrellas. Nunca podremos
conocer la marcha histórica de la evolución terrestre, en su conjunto,
si no tenemos en consideración la relación entre una vida humana y
las precedentes.

Así pues, ¿por qué vía se transmite lo que en una época anterior de
la evolución histórica es causa y efecto, a una época reciente? Son
los seres humanos quienes lo transmiten. Todos vosotros que estáis
aquí sentados habéis aportado a lo que estáis viviendo en la época
actual, lo que habéis vivido en épocas anteriores. Son los propios
seres humanos los que hacen la Historia, pero sólo lo podremos
comprender cuando, en vez de parlotear sobre ello de manera
abstracta, lo pueda contemplar, aportando nuestra mirada concreta
sobre lo que se vivió en la vida entre la muerte y un nuevo
nacimiento.

Para la comprensión de la vida terrenal del hombre tiene una gran


importancia estudiar la evolución kármica que se desarrolla cuando

126
el hombre trae de sus vidas anteriores algún rasgo particular,
después de haber creado en la esfera de Saturno los impulsos
esenciales de su karma. Los hombres que crean en la esfera de Marte
dichos impulsos esenciales de su karma, llegan a ser como Voltaire:
fuertemente ligados a la Tierra, la critican, la combaten, a través de
todos sus pensamientos, concibiéndola de tal modo que la resumen
en forma de sentencias, como hizo Voltaire con un talento genial.

La cosa es totalmente diferente cuando el karma ha sido creado


principalmente bajo los impulsos de Saturno. Estos impulsos
saturninos ejercen un efecto muy particular en el hombre. La sola
contemplación de los Misterios de Saturno cuando se observa con
carácter retrospectivo la vida terrenal entre los 56 y los 63 años de
la persona, produce una extraña impresión en el alma, que
sobresalta porque, en cierta medida, es algo extraño a la vida
terrestre. Y el que con ayuda de la ciencia iniciática ve cómo se
desvelan los secretos de Saturno, contemplando el periodo
mencionado de los 56 a los 63 años, vive una experiencia dramática
que se va intensificando, siendo cada vez más perturbadora, más
difícil de soportar porque va contra todo lo que es la vida terrenal. Y
sin embargo tengo que deciros que toda la maravilla que supone el
ser humano en sus diversos aspectos sólo se puede descubrir viendo
cómo se forma su karma en esa esfera.

Tendría que añadir algo previamente a este respecto, ya que estaría


totalmente justificado que se os planteara una cierta pregunta, a
propósito de algo que os he venido diciendo a menudo tanto en mis
libros como en mis conferencias en relación a que, en tiempos
pretéritos, existieron grandes Iniciados que vivieron entre los
hombres. La pregunta sería: ¿Dónde están ellos ahora, en la época

127
actual? Seguramente, mirando en derredor vuestro, hoy en día no
podríais decir de muchos hombres activos en nuestra época que
tienen signos de ser grandes Iniciados. Y, en efecto, así es desde hace
mucho tiempo. Por tanto, tenemos que preguntamos, ¿qué ha sido
de aquellos Iniciados en sus posteriores encamaciones?

Alguien que, en una encamación anterior, era un Iniciado con plena


consciencia, y así aparecía en el mundo exterior, no tiene por qué
serlo necesariamente en una encamación posterior. Su naturaleza
de Iniciado puede permanecer en el subconsciente, ya que el
hombre tiene que utilizar el cuerpo que cada época le puede ofrecer.
Los cuerpos actuales no están demasiado bien adaptados a la Ciencia
Espiritual, siendo un obstáculo permanente porque son el producto
de un tiempo con grandes tendencias materialistas. Nuestra
educación, en especial, es un gran obstáculo desde la infancia.
Cuando uno crece en este contexto, habiendo sido un Iniciado en el
pasado, no puede manifestar de nuevo exteriormente, en esta
encarnación, lo que hubiera podido subsistir de su Iniciación
precedente. Podemos aprender a escribir, pero la escritura actual no
permite expresar lo que era antaño la ciencia iniciática. Y así sucede
en todos los aspectos de la vida y por ello los Iniciados de épocas
pasadas se pueden presentar en esta vida como personas
importantes pero no como Iniciados. Y sin embargo, más de una
existencia actual, o perteneciente a un pasado próximo, se refiere a
una Iniciación anterior.

Me gustaría poneros un ejemplo, el de una personalidad que fue un


Iniciado en sus vidas anteriores, precisamente en los Misterios de
Hibemia, los misterios de Irlanda, en el primer siglo de la era
cristiana, justo cuando esos Misterios estaban ya en su declive,

128
conservando sin embargo una grandiosa sabiduría. Esta
personalidad era un Iniciado de grado superior. Estos Misterios
irlandeses eran de una gran profundidad, no intelectual, sino
humana. Una de las impresiones que, por ejemplo, se podía recibir
de ese culto era la siguiente: Tras una larga preparación para percibir
el carácter equívoco de las verdades terrenales y la posibilidad de
dudar de ellas, uno era conducido a vivir en imágenes algo que sólo
podía causar una gran impresión justamente así, en imágenes. El
discípulo era conducido ante dos estatuas, una como de consistencia
elástica, pero interiormente vacía, pero con una grandeza
majestuosa que producía una poderosa impresión. El discípulo debía
tocarla y este contacto le producía interiormente un escalofrío de
terror, pues la estatua daba la impresión de estar viva. Uno metía un
dedo en ella, lo retiraba temblando y la forma se restablecía de
inmediato. Uno tenía la impresión de que allí había algo vivo que se
reconstituía después de haber sido cortado, por poco que fuera. Esta
experiencia iba dirigida a hacer sentir lo que en el ser humano es de
naturaleza solar.

La otra estatua era más bien plástica. También se la tocaba, pero la


huella permanecía y solamente al día siguiente se la encontraba,
reconstituida durante la noche. Los actos de esta naturaleza
provocaban una metamorfosis de la vida interior. Así pues, esta
personalidad que vivía también en una encarnación masculina, había
recibido una gran impresión en estos Misterios. Se comprende que
cuando hoy día se ponen ejemplos de encamaciones pasadas, casi
siempre se trata de encarnaciones masculinas, pues antaño los
hombres eran los únicos que tenían un papel importante en la vida.
La encamación femenina era un intermedio. Hoy en día que la mujer
está comenzando a jugar un papel importante en la evolución

129
histórica se está preparando la época en que se hablará mucho más
de las encarnaciones femeninas.

Nos encontramos, pues, ante una personalidad sobre la cual el culto,


las ceremonias iniciáticas de los Misterios de Hibernia habían
causado una impresión enorme, tocando su alma en profundidad,
pudiendo decir que a causa de estas experiencias internas toda su
alma se llenó con tales impresiones, llegando a olvidarse de la Tierra.
Tras haber vivido en una encamación femenina, durante la cual los
impulsos iniciáticos de su pasado no se manifestaron más que en la
disposición general de su alma, reapareció sobre la Tierra en una
importante personalidad del s. XIX, personalidad que había vivido las
consecuencias de su karma elaborado en la esfera de Saturno, en la
esfera en la que se vive entre unos Seres que, en el fondo, no
conocen el presente. Es verdaderamente chocante para quien
percibe la esfera de Saturno por clarividencia, en el sentido que os
he expuesto, encontrarse en dicha esfera entidades que en realidad
no tienen presente, viviendo totalmente volcadas hacia su pasado.
Lo que ellas hacen se desarrolla en el inconsciente y cada acto que
llevan a cabo sólo se muestra a su consciencia cuando ya está
realizado e inscrito en el karma de los mundos.

Conocer a estos seres que arrastran tras de sí su pasado, como la


cola de un corneta espiritual es algo muy perturbador. Esa
personalidad que antaño había sido un Iniciado y que se había
elevado muy por encima de la existencia terrestre, condujo su alma
hasta esas entidades que no toman parte en el tiempo presente y
elaboró su karma entre ellas. Fue verdaderamente como si todo lo
que él había vivido en su existencia de Iniciado viniera a iluminar de
manera grandiosa y majestuosa la totalidad del pasado de las vidas

130
humanas terrenales. Como si se tratara de una fecundación de dicho
pasado gracias a lo que se había vivido en los Misterios de Hibernia.

Cuando esta personalidad apareció sobre la Tierra el contraste que


se estableció por el hecho de que su alma debía evolucionar ahora
sobre la Tierra, hizo nacer ciertos impulsos de futuro. Cuando esta
alma -saliendo directamente de la esfera de Saturno, la mirada aún
vuelta hacia el pasado iluminado por la luz de la Iniciación—
descendió hacia la Tierra tomó una dirección en sentido contrario,
firmemente anclada en la vida terrenal, mirando hacia el futuro,
manifestando impulsos, ideas y sensaciones de gran alcance. ¡Este
Iniciado de Hibernia fue Víctor Hugo! No podemos conocer a ningún
hombre en su verdadero ser más que considerándolo en el contexto
de toda su evolución entre la muerte y el nuevo nacimiento.
Observándolo así es cuando podemos considerar sus cualidades
morales, religiosas, éticas. Una personalidad no resulta
empequeñecida, sino enriquecida por el hecho de estar iluminada
en todo su ser por la luz del espíritu.

A través de estos ejemplos extraídos de la historia de la Humanidad


gracias a la Ciencia espiritual, ¿cómo se puede comprender la vida
humana y la colaboración del Universo con los hombres? Por
ejemplo, ¿cómo un tercer caso puede ayudar a comprender lo que
si no, resultaría algo enigmático para un observador imparcial?
¿Cómo se llega a comprender, gracias a las relaciones kármicas, en
casos como los mencionados, algo que en caso contrario
permanecería incomprensible?

Llegados a este punto vamos a volvemos hacia una categoría de


Misterios completamente decadentes, Misterios que tuvieron una
gran importancia, en otros tiempos, en América, pero caídos en

131
decadencia de tal manera que las representaciones que se han
formado de su culto, así como la práctica misma de ese culto,
llegaron a ser totalmente pueriles, sobre todo en comparación con
la grandiosidad que tuvieron antaño. Algo de la fuerza, sobre todo
de sugestión, de aquellos antiguos Misterios se nos revela en su
carácter de superstición, de brujería, de magia que aún se
conservaba antes del descubrimiento de América. En el seno de
estos Misterios vivió una personalidad de la que quiero hablaros, que
recibió no solamente representaciones, sino impresiones de las
fuerzas provenientes de las entidades conocidas como Taotel,
Quetzalcoatl, Tezcatlipoka, entidades que en efecto ejercían una
gran impresión sobre los hombres pero que yo me atrevería a
calificar de impura. A menudo sucede así con los Misterios en
decadencia, que crean impresiones impuras desde el punto de vista
de lo moral. Yo veo a esta personalidad renacer más tarde en un
hombre cuyo subconsciente estaba muy impregnado por la fuerza
de sugestión característica de Misterios parecidos. Se trata de
Eliphas Levi (seudónimo de Alfonso Luis Constant, 1810-1875, autor
de numerosas obras sobre el ocultismo), en el cual, por medio de
conceptos puramente externos que producen la abstracción y el
racionalismo, revivía una sustancia histérica, en realidad decadente.
Así, de repente, se ilumina un personaje, por otra parte enigmático,
cuyos trabajos tienen una cierta grandeza pero también un algo que
conduce al alma a una cierta incoherencia y en cierto sentido, la
vuelve un poco átona y estúpida.

Allá donde se posa nuestra mirada la vida se ilumina para nosotros


gracias a las relaciones hacia las que se orienta la Antroposofía,
siguiendo una vía concreta y no abstracta. ¿Podéis imaginaros, mis
queridos amigos, aceptando las auténticas descripciones de lo que

132
sucede más allá del mundo terrenal, sin que vuestra sensibilidad se
emocione, sin que vuestra alma reciba de ellas calor y claridad? ¿No
se presenta la vida del hombre entre el nacimiento y la muerte, de
otra forma? ¿No la sentirnos totalmente diferente cuando dejamos
actuar sobre el alma, con toda su fuerza interior, estas descripciones
de la vida suprasensible? Lo contemplamos y sabemos que hemos
descendido de un mundo que hay que describir, que aportamos al
mundo físico lo vivido entre los dioses. Comprender eso con el
intelecto no es lo esencial. Pero sentir que uno es un ser humano
descendido de una esfera que puede ser descrita así, significa que
en tanto que ser humano, nos sentimos responsables dentro de
nuestro cuerpo físico sensible sobre la Tierra de tener que ser dignos
de lo que ha descendido con nosotros. Cuando el conocimiento se
transforma de esa manera en impulso de la voluntad, voluntad de
ser dignos de la vida que nuestra alma vivió antes del nacimiento,
entonces lo que enseña la Antroposofía deviene directamente
sustancia moral. Este afianzamiento de los impulsos morales es uno
de los aspectos esenciales de la Antroposofía.

Estudiemos ahora el otro aspecto, el aspecto de la muerte que cierra


el ciclo de la vida física terrestre. Donde antes vivía un ser humano,
la muerte aporta la nada. Pero cuando describimos lo que se puede
decir del mundo suprasensible, detrás de esa nada se eleva el mundo
espiritual de los dioses y el hombre se hace consciente de que podrá
poseer la fuerza para poner en práctica, ahí donde yace la nada de
su cuerpo físico, el trabajo que producirá un nuevo cuerpo físico. 1-
Te ahí algo que nos da un poderoso impulso religioso, un impulso
religioso real. De esa forma nace de la Antroposofía una imagen de
la vida universal, de la vida humana, tomando fuerza los ideales

133
morales y religiosos. De este contenido de la Antroposofía es de Lo
que quería hablaros en nuestras tres cortas conferencias.

Querría terminar llamando vuestra atención sobre [o que debe ser,


entre nosotros también, la Antroposofía viva, la Antroposofía en su
realidad esencial a Fin de que cuando nos separemos en el espacio,
permanezcamos unidos en el espíritu. Y entonces nuestros
pensamientos se unirán y ya no estaremos separados. La
comprensión que adquirimos a través de la antroposofía, por la
contemplación del mundo suprasensible, nos enseña que las
personalidades que la Antroposofía ha reunido siempre pueden
reencontrarse espiritualmente. Así podemos concluir este
encuentro diciendo: Hemos estados reunidos un momento en el
espacio, y queremos permanecer fuertemente unidos en el espíritu.

El karma,

134
como configuración del destino humano

Octava Conferencia

Breslavia, 7 de Junio de 1924

La sabiduría antroposófica interviene en lo más profundo de la vida


humana porque dirige la mirada hacia los más amplios secretos
cósmicos, hacia los secretos del Universo entero que se encuentran,
por cierto, reunidos bajo la forma de un microcosmos en la
naturaleza humana. Pero en todo lo que, por este camino puede
iluminarse para nosotros, e iluminar el Cosmos, vive algo que

135
proyecta su luz no solamente en la vida cotidiana, sino en cada
minuto de nuestra vida; que por el hecho de que estudia la vida
humana en lo que se refiere a su destino, su karma, ilumina lo que
toca el corazón del hombre muy de cerca, viviendo cerca de él en
cada minuto de su vida. Así pues, partiendo de puntos de vista
diferentes me gustaría hablaros especialmente en estos próximos
días del fundamento antroposófico de las ideas, de las imágenes
espirituales que nos pueden acercar al significado del karma para el
hombre.

Ya sabemos que en esta vida humana tal como se des- liza entre el
nacimiento y la muerte, hay dos momentos que juegan un papel
importante, que se distinguen esencialmente de cualquier otro
instante de la vida. El primero —naturalmente no se trata de un
momento en sentido literal— es aquel en que el hombre, ser de alma
y espíritu, desciende a la vida terrenal, revistiéndose con un cuerpo
físico, instrumento de su actividad en la tierra, y no solamente se
reviste de este cuerpo físico, sino que, en cierto sentido, se
transforma en ese cuerpo para poder actuar en la Tierra. Este es el
comienzo de la vida terrenal, el nacimiento y la concepción. El otro
momento es cuando el hombre abandona la vida terrenal para,
franqueando el umbral de la muerte, retomar al mundo espiritual.

Vamos a quedamos con este último. Observamos que en los


primeros días después de la muerte la forma física humana no se
conserva más que hasta un cierto momento. Y nos preguntamos:
¿Qué relación tiene esta forma física humana que se conserva, con
la naturaleza, con el dominio de la existencia que nos rodea en los
diferentes reinos naturales durante la vida sobre la Tierra? Estos
reinos naturales, la naturaleza exterior al completo ¿pueden actuar,

136
de cara a estos restos de la entidad humana, de manera que le
ayuden a mantener su forma? No, la Naturaleza no puede hacer eso.
La Naturaleza sólo es capaz de destruir este conjunto humano físico
edificado tras su entrada en la vida terrenal y que con la muerte
comienza a disolver la forma que el ser humano considera como su
forma terrestre. El que es capaz de dejar actuar en la profundidad de
su alma esta verdad tan evidente percibe con claridad con qué
simplicidad se encuentra, en la forma física humana, la prueba que
invalida toda concepción materialista. Pues si el materialismo
estuviera en lo cierto tendríamos que poder decir que la Naturaleza
es la que construye la forma humana, pero no lo podemos decir
porque lo único que hace es destruirla. Este pensamiento puede
provocar una poderosa impresión, que puede emanar de ese hecho
aunque a menudo no se puede pensar como se debería hacer. Esa
impresión vive en el subconsciente del hombre, vive en todo lo que
sentimos ante el enigma de la muerte. Ahí vive con toda su energía
y lo que busca la Antroposofía es tratar de conducir tales enigmas,
que se plantean en la vida del espíritu del hombre no prevenido, al
grado de solución preciso, justamente para permitirle actuar en la
vida como debería. Por ello y para comenzar, debe simplemente
orientar al espíritu humano libre de prejuicios hacia el momento de
la muerte.

Y, de otra parte, hacia el momento del nacimiento. Pero para


formarse de éste último una representación que se corresponda con
el momento de la muerte, es preciso que uno se consagre un poco a
la observación imparcial de sí mismo, observación que debe
descansar en la actividad pensante. Esta actividad pensante se
extiende a todo lo que sucede en el mundo terrenal sensible, físico.
Nosotros formamos pensamientos sobre todo lo que sucede en el

137
mundo. No seríamos humanos si no lo hiciéramos, ya que a través
de los pensamientos nos distinguimos del resto de los seres que nos
rodean en el ámbito terrenal. Pero cuando nos observamos con
imparcialidad los pensamientos nos parecen muy alejados de todas
las realidades que nos rodean. No tenemos más que representarnos,
en su justa manera, lo abstractos y fríos que nos volvemos,
interiormente, cuando nos entregamos a dicha actividad pensante,
en comparación a lo que somos cuando nos entregamos a la vida con
toda el alma. Una sensibilidad desprejuiciada no podría tener
ninguna duda a este respecto: para empezar, los pensamientos son
una cosa fría, abstracta, seca, prosaica. Para el antropósofo la
primera experiencia meditativa debería ser, precisamente, observar
de manera justa nuestra vida pensante. Y a la vista de ésta, le surgiría
algo que sería lo más parecido a un cadáver.

¿Qué es lo característico de un cadáver? Ahí lo tenemos, yaciendo


ante nosotros. Y nos decimos: En esta forma, vivió un alma humana,
un espíritu humano, alma y espíritu que ya no están, se han ido. Lo
que es ui-i cadáver humano yace ahí, como la concha del alma y del
espíritu, dándonos al mismo tiempo la prueba de que todo lo que es
el mundo extra-humano jamás habría podido producir esta forma,
que sólo pudo nacer de la propia naturaleza humana más profunda,
la animada por el espíritu, y que ella es el vestigio de algo que ya no
está ahí. La propia forma nos dice que el cadáver no es una verdad,
es el resto de una verdad, que sólo tiene sentido cuando el alma y el
espíritu están dentro de ella. Ahora, en la forma que subsiste, ha
perdido muchas cosas, sin embargo nos demuestra justamente que
en otro tiempo la habitaron el alma y el espíritu.

138
Ahora podemos dirigir la visión anímica sobre la vida del pensar, que
se nos mostrará -desde otro punto de vista, por supuesto-, como si
tuviera algo de cadáver. La actividad pensante del hombre se
muestra, cuando la observamos imparcialmente en nosotros
mismos, incapaz de subsistir por sí misma, como la forma humana
no tiene ningún sentido cuando es un cadáver. Y el pensamiento
humano, taly como concibe la naturaleza exterior, tampoco tiene
ningún sentido, no más que un cadáver. Pues la naturaleza exterior
es algo que se puede captar con el pensar, pero que nunca puede
producirlo. Si no, no podría existir la lógica que ve,
independientemente de todas las leyes naturales, lo que está bien o
mal pensado. Si aquí abajo, en el mundo terrenal, captamos el
pensamiento y percibimos correctamente su naturaleza, tiene que
parecemos un cadáver, un cadáver psíquico, lo mismo que el cadáver
físico se nos aparece como lo que queda de un ser humano después
que éste ha franqueado el umbral de la muerte. No podremos
comprender la forma del ser humano más que concibiéndola como
el residuo de lo que un ser dotado de vida ha dejado tras de sí
después de morir. Imaginad que no hubiera más que un ser humano
sobre la Tierra, que muere y que un habitante de Marte viniera
desde las alturas y examinara su cadáver. No entendería nada en
absoluto. Podría estudiar todas las formas minerales, vegetales y
animales y sin embargo no podría comprender cómo pudo haber
nacido esa forma muerta. Porque ésta no se explica por sí misma,
ella es su propia contradicción — y está en contradicción con todo el
mundo extra-humano, terrenal. Ella demuestra, por su propia forma,
que ha sido abandonada por algo, pues no podría ser como es, si
hubiera sido abandonada a sí misma.

139
Lo mismo sucede con los pensamientos. No podrían ser lo que son si
no fueran ocasionados por la naturaleza exterior. Son como un
cadáver psíquico, en comparación con un cadáver físico. Para que
haya un cadáver es necesario que algo haya muerto. Lo que está
muerto es la forma de actividad pensante que tuvimos antes de
descender al mundo terrenal. Ahí vivía lo que muere en el
pensamiento abstracto. La actividad pensante del alma que aún no
tenía un cuerpo físico tiene, con el pensamiento tal como lo
conocemos hoy en día, la misma relación que el hombre dotado de
alma y penetrado de espíritu tiene con el cadáver. Nosotros,
encarnados como hombres en un cuerpo físico estamos ante la
tumba en la que está enterrada la vida del alma y la existencia pre-
terrenal. El pensamiento era vivo en el alma. El alma ha muerto para
el mundo espiritual y como consecuencia no llevamos en nosotros el
pensamiento vivo, llevamos su cadáver.

He aquí lo que se produce cuando caminamos hacia el lado de la vida


terrenal opuesto al lado de la muerte, es decir, cuando nos dirigimos
hacia el nacimiento. Nos decimos: de alguna manera el espíritu
muere en el hombre cuando éste nace y lo que en él hay de físico
muere tras la muerte. Así nos expresamos a propósito de estos
hechos, de manera más justa de lo que se hace de ordinario en
nuestro tiempo.

Cuando para empezar buscamos la puerta de entrada hacia la


Antroposofía, orientando el sentimiento de nuestra alma hacia la
muerte, y se nos hace comprensible que la actividad pensante es un
cadáver comparada con lo que ella era antes de la vida terrenal,
nuestra visión ampliada se dirige al hombre más allá de su vida
terrenal, preparándonos así para abrirnos a las enseñanzas de la

140
Antroposofía, a su sabiduría. El camino de la Antroposofía nos parece
difícil cuando no miramos de manera justa lo que aún está presente,
bien es verdad, en la vida terrenal, aunque sea en forma de cadáver.
Hoy en día el pensamiento está sobrevalorado, pero en realidad no
se le conoce, porque sólo lo conocemos en su aspecto de cadáver
psíquico.

Sólo cuando somos capaces de dirigir nuestros pensamientos como


he intentado haceros ver, nos orientamos vigorosamente hacia los
dos aspectos de la vida eterna del alma humana. Bien es verdad que,
conforme a las esperanzas del ser humano, en el fondo tenemos una
sola palabra, en las lenguas modernas, para describir la media-
eternidad que ahora comienza y no cesa nunca: la palabra es
“inmortalidad” porque lo que interesa sobre todo al hombre de
nuestra época, es lo que sucede después de la muerte. Ahí está
ahora, y todo lo que le interesa en la vida le conduce a saber lo que
sucede después de la muerte. Pero hubo un tiempo en la evolución
de la Humanidad en que le interesaba más otra cosa. Hoy día, con
un pensar orientado sobre todo por su egoísmo, él se dice: Me
interesa saber lo que hay después de la muerte, pues me gustaría
saber si voy a vivir después. Lo que pudiera haber antes de mi
concepción o nacimiento, no me interesa en absoluto. Así es el ser
humano y por eso no reflexiona en la vida pre-terrestre, y sin
embargo los dos aspectos “la inmortalidad” y “la vida preterrenal”
(Innatalidad) forman parte del alma eterna.

Las lenguas que antaño se practicaban en los Misterios, más


cercanas a los orígenes, y que eran habladas por hombres que, de
acuerdo con su época, veían el mundo suprasensible, tenían también
una palabra para esa vida pre-terrenal (Innatalidad). Tenemos que

141
encontrar también nosotros una de gran envergadura, dirigiendo
nuestros pensamientos en ese sentido. Y desde ahí somos
conducidos hacia un conjunto de leyes completamente distintas que
las de la Naturaleza, activas en el hombre, en relación al destino
humano. Para empezar, este destino humano se presenta al alma a
través de ciertos encuentros de alguna manera fortuitos, es decir, se
nos presentan de manera casual. Nosotros hacemos esto o aquello,
movidos por tal o cual impulso y, frente a la vida ordinaria, nos
decimos: En muchas ocasiones sucede que un hombre bueno tiene
que sufrir experiencias penosas, dolorosas, trágicas, mientras que
por el contrario, el que no tiene ni una buena intención recibe en
contrapartida experiencias que, no sólo no son malas, sino que
suelen ser buenísimas. En la vida ordinaria, con nuestra conciencia
habitual no encontramos la relación entre lo que viene del alma y el
destino que nos golpea. Vemos el Bien atacado por los golpes más
dolorosos del destino, mientras que el Mal a menudo se ve
recompensado por un destino mejor. En la vida natural
comprobamos la necesidad de que los efectos sigan a las causas,
pero no la encontramos en el terreno espiritual donde se inserta
nuestra vida moral. Y sin embargo, cuando de otra parte dirigimos
una mirada imparcial sobre la vida, vemos desarrollarse el destino de
tal manera que podemos pensar que sigue su curso como si nosotros
lo hubiéramos elegido.

Hay que ser muy imparcial con uno mismo en un momento


cualquiera de nuestra vida en la presente encamación, si miramos
hacia lo que sucedió antes. Por ejemplo, tomemos un hombre de
cincuenta años que busca, sin prejuicios, lo sucedido en estos
cincuenta años, remontándose hasta su infancia: entonces puede
comprobar cómo fue conducido por un impulso interior hacia todo

142
lo que sucedió después. Es algo desagradable de observar pero,
siguiendo hacia atrás los acontecimientos uno se siente obligado a
reconocer, en relación a los que fueron determinantes, que uno se
ha desplazado en el tiempo hacia esos sucesos como se des- plaza
para ir a algún sitio en el espacio. Lo que se revela en el destino
emana de nosotros mismos. Por eso resulta totalmente
comprensible que algunos seres que han sido para nosotros un poco
como nuestros padres, -como en el caso de Goethe y su amigo
Knebel* (1744.. 1834) - se digan: Cuando se observa la vida de un
hombre se nos muestra como completamente conforme con un
plan. Bien es verdad que no siempre este plan nos permite decir, “yo
volvería a hacer lo mismo”. Sin embargo, cuando contemplamos uno
por uno los actos ejecutados siempre vemos que se han ido
añadiendo los siguientes a los precedentes, impulsados por fuerzas
interiores y así ha sido cómo tal o cual suceso surgió en nuestras
vidas. También llegamos a admitir que, por nuestra vida moral, se
expresa otro conjunto de leyes distintas que las de la Naturaleza. Con
todo ello podemos despertar en nosotros una cierta actitud del alma
con la cual se puede abordar la investigación espiritual que, gracias
a la contemplación del mundo espiritual, puede describirnos la
formación del destino, de la misma forma que el sabio, al estudiar
los fenómenos naturales, llega a describir las leyes de la Naturaleza.
Precisamente, la misión de la Antroposofía en el presente es
descubrir las leyes espirituales del Universo.

Permitidme algunas palabras, a guisa de introducción, sobre este


tema. Recordaréis que en mi “Ciencia Oculta” por ejemplo, y en
otros contextos también, he expuesto que la Luna, que nos envía su
luz desde lo alto del cielo, estuvo antaño unida a la Tierra, y que el
cuerpo físico de la Luna se desprendió de aquella en un momento

143
dado. Y de nuevo, en el futuro, se volverá a unir a la Tierra. Ahora
bien, no fue solamente la Luna física la que se separó de ella, sino
también un cierto número de seres que habitaban la Tierra mientras
que la Luna física estaba unida a ella.

Contemplando los bienes espirituales en el seno de la evolución


humana, percibimos que la Humanidad actual es cada vez más
inteligente —casi todos los hombres lo son hoy en día- pero están
desprovistos de sabiduría.
* Las palabras citadas por Rudolf Steiner en distintas ocasiones a propósito de lo que decía
este amigo son las siguientes: “Con una observación exacta uno encontrará en la vida de
la mayoría de los humanos un cierto plan que parece como previsto, ya sea por su propia
naturaleza, ya sea por las circunstancias. Estas circunstancias de su vida pueden también
ser tan cambiantes y variables como se quiera pero a fin de cuentas es un conjunto en el
cual se manifiesta una cierta concordancia. La mano del destino, por muy escondida que
esté, se revela exactamente movida por una fuerza exterior o por un movimiento interior:
incluso caminan juntos ciertos motivos contradictorios. Por muy confuso que sea su curso,
siempre se revelan su fundamento y su orientación.”

Antaño estaban presentes verdaderos tesoros de sabiduría,


expresados no en forma intelectual, sino en forma poética y en
imágenes, difundidas entre los hombres de nuestra Tierra por los
grandes Maestros, los Instructores que vivían entre los seres
humanos. Estos Instructores de los orígenes no habitaban en un
cuerpo físico, sólo se encarnaban en un cuerpo etéreo y nos
relacionábamos con ellos de una manera algo diferente a como lo
hacen los hombres hoy en día. Estos Maestros caminaban por la vida
en un cuerpo etéreo y el ser humano al que ellos guiaban sentía en
su alma que ellos estaban muy cerca. El sentía que algo le penetraba,
algo como una inspiración, y que ciertas verdades y conceptos lo
iluminaban interiormente. Los Maestros enseñaban en espíritu, pero
en aquella época pasada de la evolución terrestre, los hombres se

144
distinguían entre aquellos a los que se podía ver y a los que no. No
era necesario ver a estos últimos pues se poseía el don de recibir de
ellos las enseñanzas aunque no se les viera. Se escuchaban estas
enseñanzas que provenían de su alma y se decían: “Si recibo estas
enseñanzas es porque un gran Instructor de los hombres se ha
acercado a mí”. No se tenía de estos Maestros una visión exterior
pero se les encontraba mediante la contemplación espiritual. No se
les estrechaba la mano físicamente, y sin embargo cuando les
encontraban podían sentir como una especie de apretón de manos
espiritual.

Estos Instructores de los orígenes dieron a la Humanidad todas las


grandes enseñanzas de la sabiduría primordial de las cuales se ha
conservado solamente como un eco, incluso esas grandes obras que
son los Vedas y la filosofía védica. Todos los grandes textos de
Oriente no son más que un eco de dicha sabiduría. Antaño existió
una sabiduría primordial, ya desaparecida para que los hombres
pudieran, por sí mismos, con su libre voluntad, elevarse hacia el
espíritu a través de su trabajo. La libertad del ser humano no habría
sido posible si se hubieran mantenido los grandes instructores, por
ello, poco tiempo después de haberse separado la Luna de la Tierra,
ellos la siguieron y establecieron su residencia en esta colonia del
mundo que era la Luna. Ellos son sus habitantes más importantes
desde que se separó de la Tierra, habiendo dejado a los hombres a
su libre albedrío. Y aunque desde aquellos tiempos no hemos vuelto
a encontramos con los grandes Instructores de los orígenes de la
Tierra, nos encontramos con ellos cuando vamos de una vida
terrenal a otra vida terrenal, y durante la vida post-mortem, incluso
muy poco tiempo después de haber traspasado el umbral de la
muerte. Ya os he descrito que el hombre, después de atravesar el

145
umbral, después de haberse desprendido de su cuerpo físico, hace
la experiencia de ver su cuerpo etéreo dilatándose, agrandándose
sin parar, pero al mismo tiempo volviéndose cada vez más tenue
hasta desaparecer finalmente en el Universo. En los pocos días que
siguen a la muerte, tras habernos desembarazado también del
cuerpo etéreo, sentimos que ya no estamos sobre la Tierra, sino que
vivimos en su entorno más inmediato.

Unos días después de la muerte, no nos sentimos viviendo en la


Tierra, tenemos la sensación de que el cuerpo terrestre se ha
dilatado hasta alcanzar la órbita que describe la Luna alrededor de la
Tierra. Es decir, nos sentimos como en una Tierra que se ha
agrandado y no sentimos la Luna solamente como un cuerpo, sino
que sentimos toda su esfera como formando una realidad, siendo su
órbita el recorrido que hace. Vemos pues la Tierra simplemente
agrandada hasta la esfera lanar, y espiritualizada.

Estamos en la esfera de la Luna y ahí permanecemos durante un


tiempo bastante largo después de la muerte. Ahí reencontramos de
nuevo las Entidades espirituales que, al principio de la existencia
terrenal del hombre, fueron los grandes Instructores de los orígenes.
Las primeras Entidades que encontramos en el Cosmos, después de
morir, son estos primeros Instructores de los hombres, porque es en
su territorio donde entonces estamos. Y ahí hacemos una extraña
experiencia. Uno podría representarse con facilidad que la existencia
post-mortem, que dura de hecho un tiempo —ya os hablaré después
de su duración— tiene en cierta medida el aspecto como de una
sombra, comparada con la vida terrenal. Esta última se nos muestra
tan fuerte, que podemos agarrar los objetos, que son consistentes,
lo mismo que el hombre, que es denso, compacto. De hecho

146
decimos que una cosa es real cuando la podemos agarrar. Y sin
embargo, esta vida terrestre tan fuerte, se nos aparece como un
sueño una vez traspasado el umbral de la muerte, pues al entrar de
la manera descrita en los dominios de la Luna, entramos en un
campo de existencia que nos parece entonces más real, más
impregnado de realidad. Por esta razón, los Instructores de la
Humanidad que continúan su existencia en la región lunar nos
impregnan con su propia existencia y nos hacen ver las cosas mucho
más reales que como le parecen al hombre los objetos terrenales en
el mundo.

¿Cuál es la experiencia que entonces vivimos?

Hay que tener en cuenta que nosotros vivimos la vida terrenal en


forma fragmentada, aunque cuando remontamos su curso con
nuestra conciencia ordinaria, ella se nos presenta como formando
un solo bloque. Pero, ¿cómo la hemos vivido? Hemos vivido cada día
como una sombra, un día seguido de una noche. La conciencia
ordinaria no lo recuerda. A continuación llega un nuevo día, seguido
de otra noche, y así constantemente, pero en nuestro recuerdo sólo
nos fijamos en los días. Es preciso interrumpir constantemente el
flujo de los días, gracias a nuestra memoria retrospectiva, y porque
también hemos vivido durante las noches, tenemos que intercalar
las noches entre los días. Esto es lo que no hace la conciencia
ordinaria y por una buena razón: porque durante el sueño ella está
disminuida. Y cuando nos encontramos en la región lunar, entre los
seres que fueron los Instructores primordiales de los hombres,
vivimos precisamente lo que hicimos durante todas las noches de
nuestra vida en la Tierra. Y así es como se puede establecer la
duración de la existencia en la esfera lunar. El que no duerme como

147
un lirón, pasa durmiendo más o menos un tercio de su vida terrenal
y, por consiguiente, la vida en la región lunar dura exactamente ese
mismo tiempo, alrededor de un tercio de su vida terrenal. Para
alguien que hubiera vivido veinte años, duraría alrededor de 7 años,
para el que hubiera vivido sesenta, serían 20 años, y así
sucesivamente.

Pero para comprender lo que uno es en ese momento, hay que


penetrar profundamente en lo que se convierte cuando se abandona
el cuerpo físico. El Iniciado sabe lo que hay que decir a ese respecto,
y el muerto también, pues él abandona su cuerpo físico al pasar por
el espacio. En el instante en que uno deja su cuerpo físico se fusiona
con todo lo que se encuentra fuera de aquel. Si estando aquí yo
abandonara mi cuerpo, la primera cosa con la que me encontraría
sería con esta mesa y después con todo lo que me rodea. Yo soy todo
lo que ocupa el espacio en el mundo, cada vez más lejos. Donde no
estoy es dentro de mi piel. Lo que hasta ahora habría sido mi cuerpo
físico, deviene ahora mi mundo exterior y todo lo que antes era mi
mundo exterior, se convierte en mi mundo interior. De esa forma la
realidad moral deviene para mí un mundo exterior. Imaginemos que
siendo mala persona, le di un puñetazo a alguien y al morir, vivo
retrospectiva- mente mi vida hasta los cuarenta años que es cuando
tuvo lugar ese suceso, que le produjo una impresión moral terrible.
Tal vez en aquel momento de mi vida yo me reí, pero ahora no es
eso lo que siento, sino que siento lo que él sintió, su dolor físico, su
sufrimiento moral. Ahora estoy completamente dentro de él. En
realidad, ya lo estuve cada noche de mi vida, pero la experiencia
permaneció en mi subconsciente, ignorándola, sólo quedó una
imagen de ella. Pero ahora que estamos impregnados de la sustancia
de los grandes Instructores que viven en la Luna, pasamos por esa

148
experiencia con mucha más intensidad que en la Tierra. Lo que aquí
abajo nos parece un sueño, se convierte en una realidad mucho más
intensa y así es como la vivimos. Esta intensidad real la resiente
también el que, gracias a su consciencia clarividente, continúa unido
a un difunto, porque él puede elevarse a la Inspiración que se
manifiesta en la contemplación espiritual. Entonces se tiene la
experiencia interior de esta realidad que conocen los hombres
después de su muerte, que es mucho más intensa que antes. Vivir lo
que experimenta un hombre después de morir, actúa con más
intensidad, que todas las influencias terrenales, cuando se vive
verdaderamente. He aquí un ejemplo.

Seguro que alguno de vosotros conoceréis mis Dramas-Misterio y el


personaje de Strader. Este personaje está sacado de la vida real.
Existía cierta personalidad que me interesó en gran medida y seguí
el curso de su vida, naturalmente en forma poética, tal como la
representa Strader. Ya sabéis que he escrito cuatro Dramas Misterio,
y Strader muere en el cuarto. Este último drama, escrito en 1913, yo
lo viví interiormente de tal manera que no podía hacer otra cosa más
que hacer morir a Strader. ¿Por qué? Porque durante el tiempo en
que el modelo de Strader vivió aquí en el mundo físico, yo le seguí
de cerca. Pero pasado cierto tiempo, este hombre murió. Este hecho
me interesó tanto que le seguí hasta más allá de la muerte y las
impresiones de su vida después de la muerte fueron tan intensas que
apagaron por completo mi interés por la persona que había sido
durante su vida terrenal. No es que la parte que yo tomé de ella no
subsistiera, pero ya no me bastaba, con vistas a las poderosas
impresiones recibidas ante las experiencias que él estaba haciendo
después de su muerte. Por eso me vi obligado a hacerle morir,
porque su modelo subsistía ante mis ojos pero en la forma en que él

149
continuaba viviendo más allá de su muerte física, que producía una
impresión más poderosa que su vida anterior.

Como veis esto se manifestó de manera práctica. Algunos amigos


adivinaron quien era el modelo de Strader los cuales, con un noble y
generoso impulso se tomaron el trabajo de investigar las obras
póstumas de esta personalidad. Felices y contentos me enseñaron el
fruto de sus investigaciones y me vi obligado, en cierta medida
involuntariamente, a enfadarme un poco pues eso no me interesaba
en absoluto. En el momento en que surgían las impresiones de su
vida después de la muerte frente a los vestigios de su vida terrenal,
borraban todo lo que me traían los amigos después de haberlo
extraído de ésta última. Así es: estas impresiones, engendradas por
la sustancia de las Entidades lunares, cuando ésta penetra en el
hombre, dominan todo lo que se puede haber vivido en la vida
terrenal, dando más realidad a la existencia. Y entonces se siente la
acción justa y compensatoria como una realidad mucho más intensa.
Se siente con mucha más fuerza que lo que uno mismo realizó, lo
que eso significó para aquel a quien se hizo el daño.

A partir de estas experiencias vividas después de la muerte en la


esfera de los grandes Instructores primordiales de la Humanidad se
constituye el primer germen del Karma. En ese momento nosotros
tomamos una decisión: debemos compensar por nosotros mismos
el mal que hemos causado. Ahí aparece, por primera vez en la vida,
que los proyectos tienen un efecto. Aquí, en el mundo terrestre, no
siempre se realiza el bien por el bien, ni el mal por el mal. En el
momento que penetramos en el mundo suprasensible, la resolución
que tomamos en el seno de un mundo mucho más real que el de la
Tierra, obedece al impulso que vive en nosotros: es preciso que tú

150
compenses lo que se te presenta, como la cara opuesta de lo que
hiciste. En ese momento, el proyecto que concebimos debe
convertirse en la causa real de la compensación que será realizada
en una vida ulterior

Me gustaría explicaros cómo se forma el Karma, poco a poco y


aquello con lo que el hombre vive de nuevo cuando reaparece tras
haber transcurrido un tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento.
La primera fase que atravesamos se vive de tal manera que tomamos
la decisión de realizar nuestro karma en colaboración con las
Entidades lunares. Me gustaría describiros concretamente las etapas
por las cuales el hombre restablece el equilibrio en su karma, entre
la muerte y el nuevo nacimiento.

Novena Conferencia

Breslavia, 8 de Junio de 1924

Ayer vimos que el hombre vive su existencia entre la muerte y un


nuevo nacimiento en lo que hemos llamado la esfera de la Luna,
preparando, para empezar, las fuerzas de su karma. Y hemos visto
que en dicha esfera él se encuentra con las Entidades que fueron
antaño habitantes, como él, de la Tierra, siendo los grandes
Instructores primordiales de la Humanidad. Esta es la categoría de
Entidades que el ser humano encuentra inmediatamente después de
morir y con éstas, además, las que podéis encontrar leyendo la
“Ciencia Oculta” llamadas Ángeles. Estos nunca han habitado en la
Tierra, por tanto nunca han tenido un cuerpo físico, ni un cuerpo

151
etéreo como el del hombre, mientras que los otros habitantes de la
Luna mencionados tuvieron un cuerpo etéreo parecido al del
hombre, aunque no un cuerpo físico.

Los Ángeles son las Entidades que nos guían de una vida terrenal a
otra. En la actual etapa de la evolución cósmica de la entidad
humana, ellos nos guían y dirigen a partir de la esfera lunar. Ya
hemos visto cómo, en dicha esfera, el hombre empieza a preparar
en cierta medida las tendencias de su karma, abriéndose a los
impulsos interiores que le conducen después a realizar dicho karma.
En cuanto a lo que el ser humano lleva consigo más allá de la muerte,
las malas acciones, los actos que no pueden ser aceptados en los
mundos espirituales, todo eso el hombre tiene que abandonarlo en
la esfera de la Luna: es el karma “negativo”, que tiene que dejar atrás
pues al proseguir su camino durante la vida entre la muerte y el
nuevo nacimiento sería totalmente imposible que el hombre cargara
con los efectos, las consecuencias de sus malas acciones.

Cuando ha atravesado esta esfera lunar, expande aún más su vida


interior hacia otra región del Cosmos, penetrando en la región de
Mercurio. Ahí ya no se encuentra con las Entidades que habían
habitado en la Tierra con él, sino con la Jerarquía de los Arcángeles,
a los que tiene que aprender a conocer. Por supuesto en todas estas
regiones él vive en compañía de todas las almas humanas que
también han franqueado el umbral de la muerte. En la esfera de la
Luna éstas son la tercera categoría de entidades con las que él
convive, almas humanas desencarnadas que, como él, ya han
franqueado el umbral de la muerte. Un poco más adelante
hablaremos de por qué en realidad, los efectos espirituales del
aspecto negativo de nuestro karma deben dejarse detrás, en la

152
esfera de la Luna. Por el momento nos limitaremos a mencionar el
hecho.

En la esfera de Mercurio en la que él penetra después, prosigue el


proceso de purificación, de sanación ya que, después de haber
depositado en la esfera de la Luna lo que era inutilizable para el
Cosmos de su aspecto moral, él conserva todavía las contra
imágenes espirituales de sus insuficiencias físicas, de sus debilidades
físicas, sus tendencias patológicas y el resultado de las
enfermedades sufridas en la tierra. Seguramente os sorprenderá,
pero así son las cosas: en la vida después de la muerte primero
abandonamos nuestros fallos morales y solamente más tarde, en la
esfera de Mercurio, las debilidades físicas. Y sólo entonces el hombre
es curado, purificado en su alma de todo lo que vivió durante su vida
terrenal, de sus diferentes procesos patológicos. En la esfera de
Mercurio el alma humana se restablece completamente. Debéis
tener presente que el ser humano es una unidad. Desde el punto de
vista oculto es totalmente falso cuando decimos: el hombre se
compone de un espíritu, un alma y un cuerpo. No está constituido
por esos tres componentes. Cuando lo observamos él aparece por
una parte como un cuerpo, por otra como un espíritu y entre ambos,
está el alma. Pero en realidad, todo eso forma una unidad. Cuando
el hombre está muy enfermo, el alma también sufre esa
enfermedad, y el espíritu también. Y cuando al morir él se despoja
de su cuerpo físico lleva todavía en su alma los efectos de todo lo
que ha sufrido a causa de sus enfermedades. Sólo se libera
completamente de estos efectos en la esfera de Mercurio gracias a
la acción de las entidades que designamos con el nombre de
Arcángeles. Poco a poco el ser humano, tras haber pasado por la
esfera de la Luna y la de Mercurio, ya no está afectado por ninguna

153
insuficiencia ni moral, ni física. En ese estado puede penetrar,
entonces -después de muchos decenios— en la esfera de Venus, en
la cual lo que pasó por las esferas anteriores se elabora de tal manera
que después de su travesía por Venus puede entrar en la esfera
Solar, en la que pasamos una gran parte de nuestra vida entre la
muerte y el nuevo nacimiento.

Por los datos que os he dado podréis comprobar que, de hecho, está
perfectamente justificado lo que estaba instituido en los antiguos
Misterios, surgidos en el pasado de la antigua sabiduría clarividente
que aunque instintiva, era grandiosa y poderosa. En aquellos
tiempos pretéritos, por ejemplo, la medicina jamás se estudiaba
como ahora, que se queda simplemente en el mundo físico, que sólo
estudia los síntomas patológicos que se manifiestan en el hombre
físico, que trata de encontrar ayuda a sus conocimientos practicando
autopsias para comparar las modificaciones sufridas por el cadáver
con el organismo normal, etc. En la época de los antiguos Misterios
estas prácticas se habrían considerado tremendamente pueriles,
pues ellos sabían cómo curar de verdad. Ese conocimiento sólo se
puede aprender recibiendo la luz de las Entidades de la esfera de
Mercurio, que están en relación con los procesos cósmicos. Sólo así
se puede conseguir la completa curación. Cuando, por esta razón,
nos volvemos hacia lo que, desde otro punto de vista he llamado en
mi “Ciencia Oculta” los oráculos de los Misterios de Mercurio,
podemos comprobar cómo sucedieron las cosas en realidad en
dichos Misterios que, en lo esencial, estaban dirigidos al arte de
curar.

Ayer hablamos de los grandes Instructores primordiales que, antaño,


fueron habitantes de la Tierra como los seres humanos. Ellos estaban

154
presentes en todas partes donde hubiera hombres, porque
poblaban la Tierra junto con ellos, formando una especie de segunda
raza humana presente en lo etéreo. Pero en aquellos tiempos,
también descendían sobre la conciencia de los hombres que, por
supuesto, sólo estaba esbozada, como soñadora, otras Entidades
que no habitaban la Tierra. Naturalmente todo lo que decimos sobre
estas cosas pueden resultar para el hombre actual, completamente
enquistado en la ciencia materialista moderna, no solamente algo
paradójico, sino totalmente absurdo. Y sin embargo esto que parece
absurdo, es precisamente la verdad. Los antiguos sabios de los
Misterios sabían que sólo las Entidades suprasensibles que habitan
Mercurio pueden enseñar los conocimientos necesarios sobre los
procesos de curación. Por esta razón los Misterios de Mercurio
estaban organizados de tal manera que a través de un culto
adaptado, los habitantes de Mercurio podían descender sobre el
altar donde se celebraba dicho culto y los sacerdotes podían hablar
con las Entidades espirituales descendidas sobre ellos. Todo lo que
en aquella época se refería al arte de curar era recibido de esta
manera en los Misterios de Mercurio. A las diferentes Entidades
descendidas, que no siempre eran las mismas, se les daba el nombre
de dios Mercurio. Cuando recibían las enseñanzas médicas se
decían: Esto es lo que el dios Mercurio ha comunicado a los médicos-
sacerdotes, y así es cómo curaban.

Incluso hoy en día, la Ciencia del Espíritu se basa en el hecho de que,


gracias a una preparación adecuada de los Iniciados, las Entidades
del Cosmos descienden sobre la Tierra. Los Iniciados de la actual
sabiduría de los Misterios saben bien que lo esencial es mantener el
diálogo con las Entidades cósmicas. Pero la consciencia humana por
lo general está habitada en la actualidad por todo lo contrario de lo

155
que era manifiesto en el pasado. Hoy se dice: Ese es un médico
porque se ha graduado en la Universidad. Eso no se decía antaño: un
médico era el que hablaba con el dios Mercurio. En las épocas
siguientes todo aquello fue decayendo, no subsistiendo más que las
tradiciones de lo heredado de los Misterios, de los diálogos entre los
sacerdotes-médicos y el dios Mercurio.

En la esfera de Venus se trata de que, lo que queda después de


haberse desembarazado el ser humano de todo el mal provocado así
como de sus estados patológicos, sea conducido hacia la esfera
Solar. Para poder comprender esto es preciso que nos detengamos
sobre una singularidad del ser humano integral. Aquí sobre la Tierra
él se muestra como un todo. Es preciso que haya sido un criminal
hasta el punto de ser decapitado, para que ya no se nos muestre
como una totalidad en su cuerpo físico. Pero si él ha cometido delitos
menos graves, aunque haya sido castigado con severidad, él aparece
como un todo. Ahora bien, eso no sucede con la contra-imagen
espiritual-psíquica que el hombre lleva durante su paso por las
esferas de la Luna y Mercurio. En realidad, en tanto que alma y
espíritu, lo que llega al mundo suprasensible, tras haber franqueado
el umbral de la muerte y haberse despojado de sus debilidades
negativas y enfermedades, ya no es, en cierto sentido, un hombre
completo, pues el ser humano es idéntico al mal que hay en él, es
decir, el mal constituye una parte de su propio ser. Si alguien hubiera
sido un malvado incurable, que no tuviera nada de humano en él,
tendría que dejar su ser al completo en la esfera de la Luna, no podría
continuar más allá, pues dejamos nuestro cuerpo en esa esfera en la
medida de nuestra maldad. Ya no somos más que uno, idéntico a lo
que en nosotros es negativo a los ojos del mundo espiritual, de tal
modo que de alguna manera alcanzamos la esfera de Venus como

156
seres amputados. En dicha esfera lo que reina es el Amor puro, el
Amor en el sentido espiritual de la palabra. Venus es el elemento del
Amor puro y gracias a este Amor cósmico puede ser transportado de
la esfera de Venus a la del Sol lo que queda del hombre.

En la esfera del Sol la tarea del hombre es trabajar en la formación


de su Karma. Nuestros físicos actuales se quedarían atónitos si
pudieran vivir un día en el Sol, pues todo lo que se puede decir aquí,
en la Tierra, en relación al Sol es erróneo: según ellos el Sol sería una
bola de gas incandescente, y eso es algo que justamente no es y me
gustaría partir de una comparación un poco banal. Cuando tenéis
una botella de agua de Seltz si queréis ver el agua tenéis que estar
muy atentos y mirar más o menos donde se acaba, porque si no, no
la veis. De hecho, ¿qué veis? No veis el agua, sino las burbujas de gas
carbónico que son menos densas que ella. Veis lo menos denso y no
veis lo más denso. ¿Y qué pasa con el Sol? Cuando lo miráis, si lo veis
no es porque él es como una bola de gas incandescente y
condensado en el espacio vacío, sino porque ahí donde está la
densidad es particularmente débil. Ahora tendréis que hacer un
esfuerzo para adaptaros a una representación que no es,
precisamente, muy habitual.

157
Cuando miráis hacia delante, vuestra mirada se dirige al espacio. No
voy a hablaros ahora de la naturaleza del espacio. Aquí, vosotros
miráis dentro del agua, el sitio de las burbujas está vacío, ellas son
menos densas que el agua.

Arriba, donde se encuentra el Sol, la densidad es menor que en el


espacio. Diréis: pero el espacio no es nada. En realidad, ¡ahí donde
está el Sol hay menos que nada! En nuestra época en particular, los
hombres terrenales podrían saber, a partir de otras bases distintas,
que también existe algo que es menos que nada. Cuando tengo cinco
euros en mi mano, tengo cinco euros. Si los voy gastando poco a
poco llegaré a tener cero euros. Pero si me endeudo, tendré menos
que cero.

Las cosas son así: ahí donde sólo hay espacio, no hay nada, pero ahí
donde está el Sol, hay menos que nada. Hay un agujero en el espacio,
pero nada de espacio, y en este vacío del espacio es donde viven en
realidad las Entidades espirituales que llamamos Potestades,
Virtudes y Dominaciones (Exusiai, Dynarnis, Kiriotetes) que podéis
encontrar mencionadas en mi “Ciencia Oculta”. Y es con ellas con
quien el hombre vive la mayor parte de su vida entre la muerte y un
nuevo nacimiento; además de con las almas humanas que
franquearon el umbral de la muerte con él y con las que tiene una

158
relación kármica, así como con otros seres de los que los humanos
apenas pueden hacerse una idea. Con su trabajo conjunto elaboran
el Karma de la siguiente existencia terrenal.

En esta región solar las cosas son muy diferentes que en la Tierra.
¿Por qué, entonces, nuestros inteligentes investigadores —y
realmente son inteligentes— se representan el Sol como una bola de
gas incandescente? Porque empujados por un cierto instinto
materialista ilusorio quieren representarse el Sol como un lugar
donde ocurre algo físico-material, pero en el Sol no ocurre nada
físico, si acaso, en la corona, pero no en el espacio solar que es un
mundo espiritual puro, en el que no influyen las leyes naturales. Los
materialistas querrían que éstas también reinaran en el Sol, pero allí
están excluidas. Las únicas leyes que rigen allí son las que engendran,
a partir del bien, las consecuencias kármicas que, cuando el hombre
ingresa en el Sol como una criatura amputada, actúan movidas por
el amor de Venus para restaurar el resultado de su karma negativo.
Por supuesto que el hombre puede sentir admiración y respeto por
todo lo que se hace aquí en la Tierra y a menudo, cuando se le
describe la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, se
preguntan: Así que ¿allí permanecemos mucho tiempo?, Y que
hacemos allí entonces? Bien es verdad que en relación con lo que se
hace para que podamos disponer, en la siguiente vida terrenal, de
los efectos del karma, frente a todas esas fuerzas que están
alrededor nuestro y entre nosotros durante la existencia solar, lo que
se realiza a un alto nivel de la civilización terrenal, es muy poca cosa.
Todo se realiza de forma puramente espiritual.

Una parte del Karma ya se ha preparado en la esfera de Venus,


incluso en la de Mercurio ya se ha elaborado algo. En las

159
conferencias siguientes conoceremos una célebre personalidad de
la Historia universal, cuyo karma en el s. XIX fue en parte preparado
en el esfera de Mercurio y en la de Venus, y estos seres que
empiezan a dar forma a su karma para las siguientes existencias,
llegan a ser a menudo personalidades muy importantes en la
siguiente vida terrenal, pero para la gran mayoría de los hombres, la
parte esencial del karma que se manifestará en su próxima vida
terrenal se prepara en la esfera del Sol, que es donde permanecemos
la mayor parte del tiempo. Más adelante estudiaremos estos
hechos con más detalle; de momento, para empezar, voy a esbozar
la imagen del proceso por el cual se van elaborando las tendencias
del karma.

Para evitar que os encontréis ante contradicciones debidas a las


descripciones que he hecho desde otros puntos de vista, de la vida
entre la muerte y un nuevo nacimiento, sólo tenéis que
representaros que el ser humano, cuando se eleva a esas esferas, se
encuentra en unas condiciones completamente distintas, que son las
que rigen en el Universo. Por ejemplo, cuando uno penetra en la
esfera del Sol para después pasar a la esfera de Marte, no abandona
aquélla totalmente, pues el Sol continúa ejerciendo su influencia
sobre ese lugar tan alejado de la Tierra. En la esfera del Sol sólo se
trabaja en lo que ha subsistido del aspecto moral del ser humano, así
como de lo que se ha conservado sano. Del resto, de lo que era como
una especie de naturaleza incompleta, ya se ha desembarazado,
siendo completada en la esfera del Sol. En esta esfera vivimos la
primera mitad de nuestra existencia y ahí preparamos
fundamentalmente lo que puede llegar a formar el organismo total
de nuestro próximo cuerpo. En la segunda mitad de nuestra
existencia solar nos consagramos, junto con las Potestades, Virtudes

160
y Dominaciones, en colaboración con las almas humanas con las que
estuvimos unidos kármicamente, a establecer la sustancia moral que
se manifestará en nuestra siguiente vida, a elaborar la forma moral
del karma. Esta parte moral y la parte espiritual del karma, por
ejemplo las tendencias particulares hacia tal o cual cosa, se forman
en la esfera de Marte, en la que penetramos después de nuestra
estancia en la esfera del Sol, después en la de Júpiter y más tarde en
la de Saturno. Y ahí tenemos un hecho singular: después de haber
atravesado estas esferas sabemos qué son, en realidad, las llamadas
estrellas físicas.

Una estrella física es una contradictio in adjecto, (una contradicción


en los términos) Porque ¿qué es en realidad una estrella? Ya he
mencionado que hoy en día los físicos hablan de algo que brilla allá
arriba, un gas o algo por el estilo. Si se acercaran al Sol se quedarían
sorprendidos al comprobar que allí no hay nada que esté ardiendo,
sino simplemente un vacío en el espacio, aunque sin duda serían
pulverizados, transformados en un polvo más tenue que cualquier
polvo imaginable sobre la Tierra. Allí nada está presente, salvo el
espíritu. Por lo mismo, las estrellas que contemplamos tampoco
están formadas por un gas incandescente que arde, son otra cosa.
Lo que atañe a la Tierra que habitamos, hecha de sustancias y fuerzas
físicas es el éter universal. Si este éter se nos hace visible es porque
cuando lo miramos nuestro campo visual está limitado, mostrándose
azul en sus límites. Pero creer aún ahora, como piensan los
materialistas, que ciertas sustancias físicas están circulando por el
Cosmos es una representación muy pueril. No hay nada físico donde
vemos una estrella; lo que ahí se encuentra es otra cosa. Cuando
seguimos avanzando por el etéreo poco a poco llegamos a las esferas
donde habitan los dioses. Y ahora representaos de manera viva el

161
lazo que une las almas de dos seres humanos, unión que se
manifiesta incluso en los cuerpos. Para decir las cosas sin ambages,
imaginaos que sois amados por un ser humano que os acaricia, que
sentís esa caricia. Sería una ingenuidad que os representarais que en
el lugar por donde pasa la corriente de esa caricia, allí hay una
materia física, porque no es una materia física lo que os toca, allí
sucede otra cosa y lo esencial es que se trata de una sensación
psíquica: eso es una caricia. Lo mismo sucede cuando observamos
las esferas etéreas:

Allí los Dioses, en cierto modo, acarician al mundo con su Amor. La


comparación es completamente justa, porque ellos acarician al
mundo, rozándolo en ciertos lugares. Solo que estas caricias duran
mucho tiempo, porque los Dioses son eternos. La expresión de su
Amor en el éter, son las estrellas. Eso es lo que son ellas en realidad,
y no algo de naturaleza física. Observar una estrella es, desde el
punto de vista cósmico, lo mismo que una caricia nacida del amor
humano. Elevando nuestra mirada hacia las estrellas
experimentamos el amor de las Entidades espirituales divinas. Es
preciso que nos familiaricemos con esta idea: las estrellas son los
signos de la presencia de los Dioses en el Universo. Nuestra ciencia
física tendrá que aprender mucho si quiere avanzar desde la ilusión
a la verdad. Los hombres no llegarán al conocimiento de sí mismos,
ni podrán conocer su propia naturaleza antes de haber transformado
completamente, en lo que se refiere al Universo extra-terrestre, esta
ciencia física en una ciencia espiritual. La ciencia física sólo es válida
para la Tierra ya que la materia física solo existe en la Tierra.

Así pues, cuando abandonamos la Tierra al franquear el umbral de la


muerte, estamos haciendo una experiencia espiritual pura. Si al

162
comienzo, durante la travesía a contracorriente de un tercio de
nuestra vida terrestre, nuestra existencia tiene un aspecto distinto
que el de la vida física se debe a la sustancia lunar de la que nos
impregnamos y este efecto es de naturaleza espiritual. Entre las
numerosas cosas que tienen que ocurrir en las esferas astrales se
encuentra, precisamente, la elaboración del Karma.

Querría deciros también hoy, para que las cosas se confirmen unas
a otras, cómo llega a hacer estas observaciones el ser humano que
pasa en la actualidad por una experiencia iniciática. Desde hace
tiempo vengo exponiendo, incluso en las conferencias públicas, que
el ser humano que alcanza un verdadero conocimiento
suprasensible, siguiendo el método que explico en mi libro “ Cómo
se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?”, lo primero
que ve es el desarrollo de su vida terrestre de manera retrospectiva,
pudiéndolo contemplar como si se tratara de un cuadro. Todo lo que
en el ser humano se desarrolla alternativamente, aparece entonces
de manera simultánea, formando el inmenso panorama de la vida
hasta el nacimiento del Yo, aunque, en cierta manera, los diversos
periodos de la vida son distintos. Se observa cómo fue la vida desde
el nacimiento hasta el cambio de dientes, mirando hacia atrás
contemplamos de un golpe lo que sucedió desde el cambio de
dientes hasta la pubertad y lo mismo de nuevo, hasta los veintiún
años. Pero siguiendo con estas concentraciones y aplicando a uno
mismo los métodos que se utilizan para alcanzar el conocimiento del
mundo espiritual, llegamos no solamente a ver lo que uno está
mirando, sino que cuando contemplamos el cuadro de nuestra vida
y vemos el primer periodo desde el nacimiento hasta los siete años,
llegamos a ver desaparecer esta vida, como si la mirada atravesase
de alguna manera nuestra propia existencia y en lugar de observar

163
lo correspondiente a nuestra primera infancia, cuando antes
habíamos observado el desarrollo desde el nacimiento hasta los
siete años en que entrábamos en un estado de consciencia vacía, al
acceder a la Inspiración contemplamos la vida y la actividad de la
esfera lunar. La ciencia iniciática, que hoy día se corresponde con la
iniciación normal, permite conocer los secretos de la esfera lunar
cuando, gracias al conocimiento inspirado, uno borra su propia vida
de la pizarra, pudiendo contemplar entonces cómo brilla lo que
viene a reemplazar la fase de nuestra propia vida desde el
nacimiento hasta los siete años.

Si observamos el periodo vivido entre los siete y los catorce años y


lo borramos gracias al conocimiento inspirado, la mirada penetra en
la esfera de Mercurio. Todo está unido al propio ser humano. Y éste
está unido al Universo entero. Si aprendemos a conocernos a
nosotros mismos, si uno se re-encuentra a sí mismo, aprende a
conocer el Universo. Y ahora os ruego que tengáis presente esto: uno
experimenta verdaderamente un gran respeto por la antigua ciencia
iniciática instintiva. Ella ha dado a todas las cosas su verdadero
nombre, que ha subsistido hasta nuestros días. Si en la actualidad
tuviéramos que dar nombre a algunas pocas cosas, se produciría un
caos, pues el tipo de conocimiento y el saber actuales no permiten
conocer los nombres verdaderos de las cosas. Pero cuando
observamos la vida sin ningún tipo de prevención, sentimos
deferencia, respeto, ante lo realizado por la antigua ciencia iniciática.
Ella sabía, por instinto, lo que hoy podemos saber por toda clase de
estadísticas, a saber: que el ser humano pasa por toda clase de
enfermedades infantiles al principio de su vida, cuando aun es muy
frágil y puede morir fácilmente, y que vuelve a ser muy frágil después
de la pubertad. El mejor periodo que atraviesa es el que va de los

164
siete a los catorce años, momento en que se reduce mucho la
mortalidad, debido a la actividad de la esfera de Mercurio. Los sabios
de antaño lo sabían y hoy día nosotros también lo podemos saber,
gracias a la ciencia iniciática moderna, cuando penetramos en los
grandes misterios de la existencia. Tendríamos que arrodillamos
ante lo que se nos presenta, extraído de las tradiciones más sagradas
de la Humanidad.

Después, cuando observamos con mirada retrospectiva las


experiencias vividas entre los catorce y los veintiún años, y las
borramos ante el conocimiento inspirado, penetramos entonces en
los misterios de la esfera de Venus. De nuevo podemos contemplar
la maravillosa actividad de la antigua ciencia iniciática. El hombre
llegado a la pubertad, encuentra el amor. Entramos así en el periodo
de la vida en el que se desvelan ante la mirada retrospectiva guiada
por la ciencia iniciática los misterios de Venus. Todo lo que se puede
describir, como lo acabo de hacer, es una parte del verdadero
conocimiento de uno mismo, del profundo conocimiento de sí, del
hombre que nace por esta vía.

Cuando más tarde observamos los años que van de los veintiuno a
los cuarenta y dos, y borramos la experiencia imaginativa personal
gracias al conocimiento inspirado, nos enfrentamos a los misterios
de la esfera del Sol y, como ya lo he dicho muchas veces en las
exposiciones anteriores, el ser humano cuya mirada retrospectiva se
dirige a ese periodo de su vida puede, gracias a un profundo
conocimiento de sí mismo, conocer en profundidad la naturaleza
solar. Para llegar a este conocimiento tenemos que penetrar en un
periodo tres veces más largo que para los otros planetas de nuestro
sistema. Tomemos ahora un caso concreto, real. Os decía que una

165
cierta personalidad histórica había elaborado su karma sobre todo
en las esferas de Mercurio y Venus, ahora ya sabéis cómo se
consigue hacerlo. Uno adquiere la posibilidad de ver
retrospectivamente el periodo de vida entre los 7 y los 14 años,
después entre los 14 y los 21 años. Después por medio de la
Inspiración los borramos y penetramos entonces en las esferas de
Mercurio y Venus. Gracias a lo que observamos entonces,
percibimos cómo esa individualidad mencionada, por un trabajo en
común con las otras entidades de las Jerarquías Superiores y con
otras almas humanas, prepara su próxima encamación terrenal que
tendrá lugar en el siglo XIX.

Para los seres que tuvieron que trabajar en su karma en la esfera de


Marte en particular, la investigación es más difícil, porque cuando
uno es iniciado antes de los 49 años no puede llevar su mirada
retrospectiva sobre el periodo correspondiente de los 42 a los 49
años.

Hay que haber sobrepasado este periodo para poder borrar lo que
se era entonces y poder penetrar los secretos de la esfera de Marte.
Si uno ha sido iniciado después de los 56 años la mirada retrospectiva
puede entonces dirigirse sobre el período que va de los 49 a los 56,
periodo en que se elaboran los karmas jupiterinos. Ahora podéis
comprobar cómo se realizan los conjuntos de encadenamientos, que
sólo pueden contemplar- se al completo después de pasar el periodo

166
de los 56 a los 63 años y hablar de ellos profundizando en el
conocimiento interior, pues sólo entonces podemos observar la
esfera extremamente extraña de Saturno. Los karmas saturninos son
aquellos en los cuales el ser humano es situado en el mundo de una
manera muy singular. Pero para poder descubrirlos con la ayuda de
la ciencia iniciática —aunque también se pueden comprender
mediante una cierta enseñanza-, para contemplarlos en su fuerza
personal y juzgarlos en su conjunto, es preciso que uno mismo haya
llegado a los 63 años. Esto significa que en el marco de una vida
terrenal determinada aparecen ciertos Seres, por ejemplo un gran
poeta, del que os hablaré. Y lo que éste ve gracias a sus facultades,
especialmente gracias a sus creaciones, es el karma que pudo ser
elaborado en la esfera de Saturno.

Así pues podemos decir: elevemos nuestra mirada hacia nuestro


sistema planetario y su Sol —también la podemos elevar hacia el
resto de las estrellas, pues todo el conjunto del cielo estrellado está
en completa relación con el ser humano- y veremos, entre otras
cosas, cómo se ha formado el karma humano partiendo del Cosmos.
La Luna, Venus o Júpiter no son sólo lo que de ellos nos dice la
astronomía física. Tenemos que ver en ellos, en sus constelaciones,
en sus recíprocas relaciones, en su brillo y en toda su existencia, a los
constructores del destino humano, el reloj del destino, en el cual
podemos leer nuestro propio destino, que se nos muestra
verdaderamente desde lo alto del cielo, desde las constelaciones.
Esto se sabía perfectamente en el pasado, en la antigua sabiduría
instintiva de los Misterios, pero esta astrología de antaño, que era
una ciencia espiritual pura, que trabajaba apoyándose en los
fundamentos espirituales de la existencia, fue trasmitida a la
posteridad en forma diletante y profana. Sólo la Antroposofía podrá

167
restablecerla lo que permitirá discernir los verdaderos
encadenamientos espirituales, mostrando cómo toma forma aquí
sobre la Tierra, la vida humana regida por leyes, basándose en el gran
reloj del destino.

Vamos a observar, desde ese punto de vista, el karma de un ser


humano, dejando actuar su karma sobre nosotros. Las cosas son
verdaderamente de tal manera que quien, gracias a la Antroposofía,
se adapta a una sana concepción del mundo —sana en relación a
todo lo que hoy día no lo es - no solamente adquiere unas
representaciones diferentes del mundo y de los seres humanos, sino
también otro tipo de sentimientos, otras sensaciones. Cuando uno
aprende a conocer los secretos de todo el cielo estrellado, y tiene
ante sí un destino humano, la mirada nos transporta hacia los
secretos del Cosmos. Hoy en día la gente escribe biografías y no
tienen ni la menor idea de lo que están profanando al escribirlas
como lo hacen. En los tiempos en que el conocimiento era sagrado,
porque estaba considerado como una emanación de los Misterios,
no se escribía como se hace en la actualidad al redactar las
biografías. Se hacía dejando adivinar realmente, detrás de las
acciones, los secretos del mundo de las estrellas. Cuando
observamos un destino humano detrás de la acción soberana vemos,
para empezar, las entidades superiores de lo que precede a la
existencia solar: los Ángeles, Arcángeles y Principados; las entidades
superiores de la existencia solar: las Potestades, Virtudes y
Dominaciones. Las entidades que elaboran todo el karma que es
sobre todo el karma de Marte, los Tronos; las entidades que
elaboran el karma jupiterino, que son los Querubines y las entidades
que, trabajando con el hombre, elaboran el karma saturnino, que
son los Serafines.

168
Cuando tenemos ante nosotros la imagen del destino, del karma
humano, estamos contemplando a las Jerarquías actuando. Al
principio este karma humano es como un segundo plano, como una
cortina, como un velo. Elevamos este velo y vemos trabajar, actuar y
ejecutar las acciones de los Principados, los Arcángeles, los Ángeles,
las Dominaciones, Virtudes y Potestades, los Serafines, los
Querubines y los Tronos.

Cada destino humano es, en verdad, como un texto escrito sobre


una hoja de papel. Imaginaos que viene alguien a mirar lo que está
impreso en la hoja de papel y dice: aquí hay unos signos, C-E-L- etc.
sin comprender nada más, sin ser capaz de combinar las letras para
hacer palabras. ¡Qué extraordinaria operación, la de combinar letras
para hacer palabras! Tenemos de 22 a 29 letras en el alfabeto, o
treinta o treinta y cuatro si las tenemos todas en cuenta (en francés
26, en español 29), pero el Fausto de Goethe se compone de treinta
y cuatro letras y nuestro hombre no ve nada más. Si alguien ve ahí
algo más, porque sabe construir, combinando las letras, esa
maravilla que es el “Fausto”, otro que no sabe leer nada en absoluto,
que es un analfabeto completo, podría escandalizarse y decir: “Mira
ese que quiere leer tantas cosas en este “Fausto” que sólo empieza
diciendo; “¡Ay de mí, ese está loco!” Y sin embargo todo el Fausto
está hecho con esas letras. Por lo mismo, de la manera que hoy día
se considera un karma humano, un karma aislado, no se ven más que
las “letras”. Pero cuando uno comienza a leer, allí se ven Ángeles,
Arcángeles, Principados, así como las acciones realizadas entre unos
y otros. Y así, esta vida humana aislada, su destino, se hace tanto más
rico en el momento en que uno deja detrás el estadio de las treinta
y cuatro letras y se encuentra con el Fausto. Uno consigue una
riqueza considerable cuando, desde el punto de vista puramente

169
terrenal, el de la ignorancia y el analfabetismo ante el Cosmos, uno
comprende que en relación al destino, las letras son los signos de las
acciones realizadas por las Jerarquías superiores.

El karma que da forma al destino del hombre es tan grande, tan


noble, tan majestuoso para el que sabe entenderlo que por ese
simple hecho, por esa comprensión de la relación entre el karma y el
universo y el Cosmos espiritual, él penetra en otro mundo de
sensaciones, de sentimientos, que no tiene nada que ver con un
conocimiento teórico. Todo lo que se adquiera a través de la
Antroposofía no debería limitarse a los conocimientos teóricos, sino
que debería actuar progresivamente en nuestros pensamientos y
sentimientos, conduciéndonos cada vez con mayor profundidad, a
través de las fuerzas de nuestro corazón, desde nuestro sentimiento
de “gusanos” hasta el que se puede experimentar en el seno del país
de los espíritus. Nosotros, hombres, no sólo pertenecemos a la
tierra, también pertenecemos al país de los espíritus. En lo que en la
tierra aparece como forma acabada en los límites de nuestra piel,
tenemos que contemplar la actividad conjunta de lo llevado a cabo
en el periplo entre la muerte y un nuevo nacimiento. En el interior
de los límites de la piel humana están contenidos, en forma precisa,
todos los secretos del Cosmos. En relación al hombre, el
conocimiento de sí mismo no es en absoluto esa expresión banal que
se utiliza normalmente, ni nada de tipo sentimental. En el hombre,
el conocimiento de sí mismo es el conocimiento del Universo. Por
esa razón yo escribí en uno de mis libros estas palabras:

“Si quieres conocerte a ti mismo,


Mira hacia las vastedades cósmicas.
Si quieres conocer el vasto Universo,
Mira en tu interior.”

170
Décima Conferencia

Breslavia, 9 de Junio de 1924

Los aspectos que ayer vimos a propósito de los fundamentos del


karma pueden ser profundizados de manera esencial. Vimos que tras
lo que llamamos un destino humano se encuentran otros mundos en
relación a los cuales lo que normalmente se percibe del destino de
un hombre sería como las simples letras de un idioma, comparado a
lo que ofrecen las diferentes combinaciones de esas letras en un
escrito, digamos, como el Fausto de Goethe. En verdad tras cualquier
destino humano podemos contemplar la vida y la actividad de los
mundos superiores y de sus Entidades. Pero, como os he dicho, esos
aspectos pueden aún profundizarse más. Como ya lo hemos
mencionado, cuando el ser humano atraviesa lo que hemos llamado
la esfera de la Luna, él vive en compañía de los Instructores
primordiales de la Humanidad que habitan esa esfera. Durante toda
su existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento él vive con las
almas humanas que han franqueado el umbral de la muerte y,
fundamentalmente, con las que él estuvo ligado por el karma de
manera notable. Pero además el ser humano vive también con los

171
que hemos llamado Ángeles, Arcángeles y Principados y,
atravesando las siguientes esferas, vive con Entidades cada vez más
elevadas. No sería justo delimitar las cosas atribuyendo a cada una
de esas esferas una precisa Jerarquía, porque en realidad no es así.
Pero en su conjunto, podemos decir, sin embargo, que los Ángeles,
Arcángeles y Principados están en relación con nosotros antes de
que penetremos en la esfera solar, antes que nos hayamos adaptado
a todo lo que debemos hacer entre la muerte y un nuevo nacimiento
con las entidades de las Potestades, Virtudes y Dominaciones y,
después, progresivamente, adaptándonos de manera todavía
indeterminada a la esfera de los Tronos, los Querubines y los
Serafines, preparándonos para vivir en las esferas de Marte y de
Júpiter. Una Jerarquía no corresponde exactamente a un planeta, a
una esfera planetaria. Pero hay una cosa que nos será válida cuando
consideremos a fondo los detalles de los encadenamientos
kármicos.

No tenemos más que hacemos una representación bien definida,


que a priori puede parecer extraña, sobre todo si partimos de los
pensamientos y sentimientos que son los nuestros habituales en la
Tierra. Mientras estamos aquí y observamos nuestra existencia,
pensamos que lo terrestre nos rodea directamente: en la superficie
de la Tierra, bajo la superficie, o un poco más arriba, en la atmósfera,
y con un sentimiento definido elevamos la mirada hacia arriba
cuando queremos orientamos hacia lo que llamamos lo
supraterrestre, porque de acuerdo con nuestra sensibilidad, eso se
nos muestra como algo que está por encima de nosotros. He aquí
algo extraño y que sin embargo es cierto: cuando estamos en las
esferas hacia las que elevamos la mirada a partir de la tierra porque
son supra-terrestres, lo que se produce es exactamente lo contrario.

172
Desde los mundos supra-terrestres bajamos la mirada y en un cierto
sentido eso lo hacemos duran te toda nuestra existencia entre la
muerte y un nuevo nacimiento. Y me diréis: “apero no vivimos ya lo
bastante en la realidad terrenal, mientras estamos aquí en la tierra,
que necesitamos bajar la mirada hacia ella, como si fuera un cielo
subterráneo, durante la vida entre la muerte y un nuevo
nacimiento?” Para entenderlo tenemos que tratar aún de otra cosa.

Mientras vivimos en un cuerpo físico encerrado dentro de la piel,


entre el nacimiento y la muerte, lo que desde la Tierra percibimos de
las vastedades cósmicas es algo realmente grandioso, majestuoso,
que eleva el espíritu, el corazón y la sensibilidad aunque a veces nos
coloca ante situaciones trágicamente dolorosas, pero es una vida
muy rica, y el hombre, presente en la Tierra pensará sin duda, frente
a la grandeza y majestuosidad de todo lo que puede observar sobre
todo en el cielo estrellado, como perteneciente a su mundo exterior:
lo que vive dentro de nuestra piel, lo que somos aquí, como hombres
físicos, entre el nacimiento y la muerte, es muy poca cosa. Pero no
es lo mismo cuando lo vemos desde nuestra existencia entre la
muerte y un nuevo nacimiento. En ese momento, todo lo que aquí
en la Tierra forma parte de nuestro mundo exterior, se convierte en
nuestro interior. Allí nos vamos expandiendo, poco a poco, hacia las
dimensiones de las esferas del Universo, sintiendo que lo que forma
parte de nosotros mismos se agranda cada vez más. Y si tuviéramos
que expresar lo que sentimos con el lenguaje terrestre, diríamos:

Cuando en la Tierra decimos “mi corazón” estamos hablando de algo


que se encuentra encerrado en los límites de nuestra piel. Mientras
vivimos entre la muerte y el nuevo nacimiento no decimos “mi
corazón”, sino “mi sol”, pues en un cierto estadio de esa existencia,

173
después de habernos expandido hacia las dimensiones del Universo,
el Sol está dentro de nosotros como lo está nuestro corazón
mientras vivimos en la Tierra, y lo mismo sucede con las demás
esferas planetarias en su realidad espiritual, como os lo he descrito.
Por tanto, todo lo que se encuentra encerrado dentro de los límites
de nuestra piel humana, deviene mundo exterior para nosotros. No
tenéis que representaros este hecho bajo el aspecto que ofrece un
cadáver disecado, porque se trata de otra cosa, algo majestuoso y
mucho mayor que todo el conjunto del edificio universal que
constituye el mundo exterior que podemos abarcar con la mirada.
En todo lo que se muestra a los sentidos físicos como simplemente
el corazón o los pulmones, o el hígado, se nos muestra, a nuestro
punto de vista durante la vida después de la muerte, como un mundo
grandioso y poderoso, mucho más grande que el que podemos
observar mientras estamos en la Tierra.

También podemos considerar otro aspecto singular. Vosotros diréis:


sí, en efecto, cada hombre tiene este mundo, pero más allá de la
muerte son llevados tantos mundos como seres humanos muertos.
De hecho, se deberían contemplar, tras la muerte, tantos mundos
como seres humanos se perciben. Os diré en qué consiste el secreto:
en primer lugar, se perciben todos los seres humanos con los que
estuvimos ligados kármicamente, como una unidad, como un mundo
unitario, y a éstos vienen a unirse los seres que también forman más
o menos una unidad, aunque un poco menos rigurosamente, y que
al unirse a nosotros forman también una unidad con nosotros.
Porque cuando abandonamos el mundo físico-sensible para entrar
en el mundo espiritual, todo cambia. Por supuesto que muchas cosas
pueden parecer paradójicas a los ojos del que no está habituado a
sentir lo que corresponde a tales representaciones. Es necesario, de

174
vez en cuando, indicar cuáles son las particularidades del mundo
espiritual tal como se revelan a la sabiduría iniciática. Por ejemplo,
aquí, en el mundo físico sensible podemos contar: uno, dos, tres;
también podemos contar el dinero, aunque ahora justamente no se
puede (seguramente Steiner hacía referencia a la inflación en la
Alemania del momento, 1923). Pero en el mundo espiritual no tiene
ningún sentido contar así. Los números no significan nada en
particular, porque todo forma parte más o menos, de una unidad y
no existe en el mundo espiritual la manera de distinguir las cosas
entre ellas cuando hay que contarlas, aislándolas. Muchas cosas del
mundo espiritual tienen que ser descritas de una manera
completamente distinta de cómo se hace en el mundo físico
sensible. Lo que aquí, en el físico, es de hecho el ser interior del
hombre, aparece, desde el punto de vista del mundo espiritual, algo
bien distinto. El edificio humano se muestra grandioso y poderoso,
más poderoso y más grande que se nos muestra el cielo visto desde
la Tierra. Y lo que elaboramos conjuntamente con las Jerarquías con
vistas a la vida futura que seguirá a la existencia entre la muerte y el
nuevo nacimiento, tiene que adaptarse al edificio humano, y hacer
que le impregnen un alma y un espíritu para llenarlo de vida. ¿Cómo
se desarrolla esta vida humana sobre la Tierra?

Al llegar al mundo, a la vida terrenal, en apariencia recibimos de


nuestros padres el cuerpo físico en su totalidad. Podría parecer,
aunque en realidad no es así, que descendemos del mundo
suprasensible, como un alma y un espíritu procedentes de la
existencia preterrenal, y que solamente nos unimos exteriormente
con lo que nuestros padres han preparado en el mundo físico, en lo
que se forma en el vientre materno. Pero he aquí lo que sucede
realmente: todo lo que, en nuestro cuerpo físico, está constituido

175
por sustancia física, está constantemente en vías de transformación.
Esta sustancia desaparece constantemente para ser renovada. Sólo
tenéis que pensar en vuestras uñas y cabellos. Os cortáis las uñas y
vuelven a crecer. Pero eso sólo es el aspecto exterior de las cosas. En
realidad, el hombre se está “descascarillando” constantemente
hacia el exterior, reemplazando también constantemente, desde un
centro interior, todo lo que ha desechado. Sin cesar está echando
fuera su materia, hacia el exterior, la expulsa de tal manera que al
cabo de siete años, toda la sustancia física que teníamos al principio,
ha sido expulsada y reemplazada. Así es. Yo tuve el placer de hablar
aquí, en Breslavia, hace siete años y los amigos estaban sentados
delante de mí, igual que estáis vosotros hoy, pero de aquella materia
física que se encontraba sobre las sillas, no queda nada ya, ha
desaparecido, todo ha sido reemplazado por otra materia física. Lo
único que permanece es la individualidad psíquica y espiritual. En
realidad, ya existía antes de nacer, estaba presente en el mundo pre-
terrenal, como había estado presente en las vidas precedentes. En
cierto modo podemos decir que permanece fiel. Pero la sustancia
del cuerpo físico que se encontraba sobre cada silla hace siete años,
ha desaparecido desde hace mucho tiempo, barrida por todos los
vientos hacia otros lugares del mundo.

Este intercambio que se produce cada siete u ocho años comienza


ya desde el momento del nacimiento. Recibimos de nuestros padres
una sustancia y una forma que duran hasta el cambio de dientes. La
sustancia que modelamos a continuación es obra de nuestra
individualidad. El cambio de dientes tiene una gran importancia.
Recibimos de nuestros padres un modelo hasta llegar justamente al
cambio de dientes, modelo que se parece a ellos y en el que residen
las cualidades hereditarias. Partiendo de ese modelo, nuestra

176
individualidad psíquica y espiritual da lentamente su forma a un
segundo cuerpo que estará presente desde el cambio de dentición
hasta la pubertad, que a su vez será rechazado, comenzando a
formarse un tercer cuerpo. Las cualidades que efectivamente
heredamos, las que subsisten, tienen su origen en este segundo
cuerpo al que hemos dado forma partiendo del modelo. Y lo que
hemos modelado partiendo de éste lo organizamos conforme al arte
inconsciente adquirido en la vida pre-terrenal, al arte de formar el
organismo humano buceando en sus propios secretos.

El primer cuerpo, que conservamos hasta el cambio de dientes, sólo


nos sirve para parecemos a nuestros padres, conforme a nuestro
karma. Los verdaderos secretos, los vastos y profundos secretos que
han servido para construir el organismo humano, maravillosa
imagen refleja del edificio exterior del cielo, esos secretos tenemos
que aprender a conocerlos en su esencia más íntima, durante
nuestra vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Eso es
precisamente lo que tenemos que aprender a revivir tras haber
pasado la mitad de esa existencia en la esfera del Sol. Tenemos que
aprender a adaptamos a la segunda mitad que nos da la ocasión de
formar los impulsos de nuestro karma. Nuestra visión nos conduce
de nuevo a una maravillosa obra que se lleva a cabo conjuntamente
con los Seres de las Jerarquías superiores durante la vida post-
mortem.

De la misma manera que aquí en la Tierra nos relacionamos con los


minerales, plantas, animales y los otros seres humanos, entre la
muerte y el nuevo nacimiento nos relacionamos, no con los
minerales, sino con otras almas humanas, como ya os he dicho y, en
lugar de minerales, plantas y animales, nos encontramos con los

177
Principados, los Arcángeles y los Ángeles y junto con ellos damos
forma a nuestro futuro karma. Durante todo ese tiempo, miramos
hacia abajo, hacia el espacio terrenal en el que tendrá que realizarse
este karma. Lo miramos con una cierta nostalgia, como algo hacia lo
que tienden todas las fuerzas de nuestra sensibilidad, todas nuestras
aspiraciones, de la misma manera que entre el nacimiento y la
muerte, aquí en la Tierra, miramos con toda nuestra sensibilidad
hacia las alturas celestiales. Elevándonos hacia la esfera de la Luna,
la de Mercurio, la de Venus, nos adaptamos a la Jerarquía de los
Ángeles, Arcángeles y Principados. Ellos son los Seres que juzgan lo
que tenemos de bueno y de malo, como ya lo he descrito antes, lo
que nos mutila, pues el mal mutila nuestra alma y nuestro espíritu. Y
ellos son los jueces. Nosotros nos encontramos, pues, al inicio, ante
el juicio efectuado por el Cosmos.

Al llegar a la esfera del Sol nos encontramos entre las Potestades,


Virtudes y Dominaciones, en el seno de las Entidades que no son sólo
nuestros jueces, sino que trabajan en nuestro futuro karma. Estas
entidades son, ante todo, los habitantes del Sol pero, al mismo
tiempo, son naturalmente habitantes de todo el Universo. Por su
naturaleza pertenecen a los mundos espirituales, pero entre estos
mundos espirituales y los mundos físicos, sensibles, tiene que haber
mediadores y éstos son los Tronos, los Querubines y los Serafines
que ocupan, en el Cosmos espiritual, un rango más elevado porque
son los más poderosos, no sólo de espíritu, de lo que ellos viven en
espíritu, sino porque lo que ellos viven en espíritu, lo realizan en el
plano físico. Cuando, durante la vida entre la muerte y el nuevo
nacimiento, enviamos una mirada nostálgica hacia la tierra,
contemplamos, -conscientes de estar mirando hacia abajo, hacia el
ámbito terrestre—, las extrañas experiencias que viven entre ellos

178
los Serafines, Querubines y Tronos. Mirando hacia abajo observamos
los actos realizados por ellos, actos que nos perturban
profundamente, y así poco a poco vamos aprendiendo a
comprender estas acciones que tienen lugar entre los mismos, pero
también, entre las tres categorías entre sí. Ellos hacen algo que
resulta justo, que aporta una compensación y de lo cual tenemos el
sentimiento de que, de alguna manera, nos concierne a nosotros
cuando empezamos a comprenderlo.

Esta es la imagen que se forma, en la actividad del Universo, como


resultado de lo que hemos hecho en nuestra última encarnación
terrenal, de bueno o de malo. El Bien debe tener buenas
consecuencias, el Mal, malas. Los Serafines, Querubines y Tronos
dan forma a las consecuencias de lo que nosotros hemos sembrado
en la Tierra. Nuestras malas acciones tienen malas consecuencias
para el Cosmos, y así podemos contemplar a dichas Entidades
espirituales realizando una actividad que es la consecuencia de
nuestras malas acciones. Y así, poco a poco, aprendemos a
reconocer que en la evolución del mundo lo que se ejecuta por los
Serafines, Querubines y Tronos, es la realización de nuestro Karma,
percibido antes de que podamos vivirlo sobre la Tierra. La
conmoción que nos produce es tanto más fuerte cuando nos
decimos, con toda la fuerza que podemos tener en la vida espiritual:
Lo que los Serafines, Querubines y Tronos viven en el ámbito de su
existencia divina recibe su justa compensación, que nosotros
conoceremos en el curso de nuestra próxima vida terrenal.

De esta manera, nuestro karma es vivido por anticipado, en el


mundo supra-terrenal, primero por los Serafines, Querubines y
Tronos, porque en su naturaleza espiritual, los dioses son los

179
creadores de toda la realidad terrestre. Por eso es preciso que
primero ellos mismos lo vivan todo, en la esfera del espíritu, para
que luego pueda ser realizado en la esfera de lo físico, de lo sensible.
Nuestro karma, también, lo viven dichas Entidades espirituales por
anticipado en su existencia divina, creando así todas las fuerzas que
dan forma a nuestro karma. Nosotros vivimos así la existencia de las
esferas planetarias, lo que sucede en la esfera de Mercurio, el primer
juicio de los Principados, Arcángeles y Ángeles, en el que se mezclan
también los Serafines, Querubines y Tronos que viven nuestro karma
por anticipado. Así experimentamos en nosotros mismos la deuda
que contraemos con el Universo por nuestras acciones pasadas,
viviendo con el ejemplo de los dioses lo que tendrá que ser realizado
en nuestra vida. Es una experiencia muy compleja pero forma parte
de nuestra vida suprasensible que es el fundamento de nuestra vida
terrenal. A continuación, cuando presentamos la riqueza de esta vida
entre la muerte y el nuevo nacimiento, añadiendo a esta sustancia el
contenido de la vida terrenal, tenemos una representación real y
válida de lo que, en realidad, se lleva a efecto en el mundo por el
hombre, sobre el hombre y en el hombre. Es entonces cuando,
ciertamente, por primera vez el conocimiento de nosotros mismos
lo hacemos de manera justa, profunda, penetrada de alma y de
espíritu. No podemos comprender la vida de un ser humano en su
auténtica realidad, más que considerando lo que sucede en esa vida
como el trasfondo de lo que se lleva a cabo en el mundo espiritual.

Aquí en la Tierra vemos aparecer seres humanos que nacen, se


hacen niños, crecen; aparecen con tal o cual destino, saborean,
crean, trabajan en función de ciertas capacidades de las que son
portadores. La vida histórica de.los hombres está constituida, en el
curso de los tiempos, por sus capacidades, sus acciones, sus

180
pensamientos y sus sentimientos. Todos estos seres humanos que
entran en la vida terrenal, deslizándose entre el nacimiento y la
muerte, han vivido en vidas terrenales anteriores en el curso de las
cuales vivieron la realidad terrestre de maneras diferentes que les
han dejado diferentes huellas. Los efectos de sus vidas anteriores
surten su efecto en todas las vidas por venir, pero nosotros no
podremos comprender todo este conjunto de relaciones si no
contemplamos también los periodos de la vida entre la muerte y un
nuevo nacimiento.

Sólo entonces podemos alcanzar la justa comprensión de la vida


histórica, porque en ese momento vemos las cosas de tal manera
que podemos decir: lo que en un momento dado de una
determinada época contemplamos como acciones realizadas por los
hombres tiene que ver con una época anterior de la Tierra. Pero
¿cómo se trasmite lo que ha tenido lugar en épocas anteriores a las
épocas siguientes? Durante mucho tiempo, los historiadores han
hecho el relato de las cosas anotando simplemente la sucesión de
los hechos en la historia porque no podían aún comprender que los
hechos ulteriores tenían que ver con los precedentes. Luego vinieron
otros seres que dijeron:

Las ideas están activas en la historia y, en efecto, las ideas se realizan.


El que piensa influido por la realidad, no se representa nada cuando
habla de ideas que se deben realizar. Otros más tarde, los
historiadores materialistas, dijeron: Las ideas no son más que “bla,
bla, bla”. Lo que se realiza son las condiciones económicas, de ellas
proviene todo lo demás. Y así es como se instaura una concepción
de la historia materialista, mecanicista.

181
Todo esto no es más que chapotear en la superficie de las cosas. En
realidad, todo lo que sucedió en el pasado ha sido transmitido a las
épocas siguientes por los propios hombres: lo que ellos hacen, es la
consecuencia de lo que hicieron en las vidas precedentes. Así sucede
con todo el curso de la historia, ya se trate de cosas importantes, o
no. Son las propias almas humanas las que introducen el pasado en
el presente. El concepto que se hacen los hombres de la vida se ve
profundizado solamente cuando se puede apreciar al hombre como
el portador del devenir histórico. Pero sólo se le puede considerar
así cuando uno accede a la vida humana que tiene lugar en las
distintas esferas planetarias, entre la muerte y un nuevo nacimiento,
en donde se trabaja en común con las Entidades superiores.

Vamos a ilustrar esto con un ejemplo. En un tiempo relativamente


antiguo, poco más o menos justo antes de la fundación del
cristianismo, se encamó en la India un Iniciado. Por el hecho de que
esta individualidad durante esta encarnación terrenal sufría de los
ojos —hay que tener muy en cuenta los detalles cuando se trata de
estudiar los encadenamientos kármicos - tuvo una visión más o
menos superficial de todas las cosas. En dicha encarnación se
encontró situado en el seno de la concepción mística hindú. Más
tarde tuvo otras encarnaciones menos importantes. Entre medias
recorrió su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento durante la
cual todo lo que se había depositado en su alma durante su
superficial vida en la India, fue elaborado en la esfera de Mercurio,
en parte en la de Venus, y en parte en la de Marte, tomando una
cierta forma a la que contribuyeron las Entidades de las Jerarquías
superiores. Generalmente sucede, en la mayor parte de los
humanos, que el karma recibe una forma característica,
preferentemente en una esfera planetaria. En el caso que nos ocupa,

182
esta acción común engendró una individualidad para la cual
contribuyeron, en relación a la forma de sus facultades interiores, a
la transformación kármica de las facultades nacidas de su
experiencia hindú, la esfera de Mercurio, la de Venus y la de Marte
en partes iguales. Reencarnado en el x. XIX esta individualidad surgió
como Henri Heme. (Poeta alemán, 1797-1856, que vivió mucho
tiempo en Francia donde murió, en París).

Estudiemos este ejemplo extraído de las profundidades de la vida


espiritual y sacada a la luz tras una investigación espiritual
particularmente escrupulosa. Un filisteo rígido diría: “Pero todo el
aroma de la personalidad se evapora. Yo quiero conocerlo en sus
cualidades elementales”. Que el filisteo rígido hable así, es su
derecho, conforme a su propio karma, pero con ello no alcanzará la
verdad más que hasta un cierto grado. Cuando uno bucea más
profundamente en los hechos, salen a la luz las infraestructuras y los
trasfondos de la verdad, de la realidad. Entonces hay que decir: la
vida, también la vida del individuo, no pierde su significado, al
contrario, se enriquece infinitamente más cuando se la estudia
apoyándose en tales bases, cuando se ve brillar, en efecto, a través
de la vida tan problemática y fragmentada de Henri Heme en el siglo
XIX lo que fue su vida en su encamación hindú, que pudo ser vivido
a continuación bajo las influencias de su vida precedente en las
esferas de Mercurio, Venus y Marte: en Marte, donde se desarrolla
una cierta agresividad en relación a la vida terrestre siguiente, donde
lo que se adquirió en una vida anterior, una característica particular
se transforma, en cierto sentido, en agresividad. En Mercurio, donde
el alma puede adquirir una facultad kármica particularmente
elaborada como revolotear por encima de las sensaciones y los

183
conceptos, y en Venus donde se pudo introducir un cierto elemento
erótico espiritual en las facultades de representación.

Contemplando tal vida humana, observamos al mismo tiempo la


existencia universal y lo que vemos entonces realmente no es menos
rico que lo que obtendríamos a través del estudio directo, elemental,
que en definitiva no es más que una visión vulgar y corriente. De
hecho vemos cómo lo que perteneció a la historia en el pasado se
transmite a lo que viene después y que los mediadores son los
mundos planetarios con sus Entidades. De esta manera la historia
deviene real. De otra manera no es más que algo compuesto por las
letras del abecedario unidas entre sí. Empezamos así a leer la historia
contemplando, tras los diferentes destinos humanos, mundos
enteros de actividad divina, mundos aún más grandiosos, más
poderosos en su amplitud que la evolución histórica de la
Humanidad, en los cuales siempre encontramos insertos los destinos
individuales.

Tomemos otro ejemplo, el de una individualidad que había recibido


una profunda formación, para su época, en los tiempos en que el
Islam se había ido propagando a través de África del Norte y España.
Todavía existían en África del Norte escuelas parecidas a aquella en
que se había formado San Agustín (Padre de la Iglesia, 354-430),
pero un poco más tarde, y la escuela había ya entrado en
decadencia. Dicha individualidad aprendió muchas cosas que eran
particulares de estas escuelas, donde se encontraba mucho del
conocimiento salido de los Antiguos Misterios, pero ya decadentes.
Esta individualidad llegó a España y entró en contacto con la escuela
cabalista, no la que llegó a ser más tarde, si no la antigua escuela
cabalista judía. Allí adquirió muchos conocimientos provenientes de

184
la Kábala del pasado, deviniendo un espíritu bien dotado de un
elemento maniqueo y cabalista, dentro de un alma con una gran
agilidad interior. Esta individualidad continuó evolucionando en el
curso de su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, en particular
colaborando con las Entidades que actúan en la esfera de Marte. Por
ello fue dotada de un cierto sentido agresivo, además de una gran
facilidad en el uso del idioma, de un verdadero don de seducción a
través de la palabra, de una gran agilidad, a través del lenguaje, en
el manejo de toda clase de problemas que sufría su ser interior,
consecuencia de sus encarnaciones anteriores. Se encarnó en el s.
XVIII como Voltaire.

El saber que la existencia de Voltaire nos conduce a experiencias


análogas, incluso a las que vivió San Agustín en su juventud, análogas
a las experiencias posteriores con la Kábala, con el aspecto irónico
presente también en la Kábala primitiva, el saber que todo eso
existió, observar los distintos encadenamientos, contemplar por
doquier los lazos que unen las dos vidas terrestres y lo que las separó
entre la muerte y un nuevo nacimiento, todo eso es lo que hace del
mundo un todo y nos conduce entonces a la realidad. Cuando
dirigimos la mirada hacia las vidas terrenales, estas dos vidas
sucesivas no nos dicen nada especial. No vemos lo que en la segunda
proviene de la primera y además, no tenemos más que fragmentos.
No vemos lo que sucedió en ese tiempo intermedio, mientras que la
realidad engloba la totalidad. Y que esto es así lo demuestra el hecho
de que sólo abordamos la realidad cuando estudiamos, no sólo la
naturaleza, sino también al ser humano en función de sus entresijos
espirituales.

185
Desde esta perspectiva es necesario que en nuestro movimiento
soplen a partir de ahora nuevos aires. Cuando se fundó en Berlín, en
el año 1902, la Sección alemana de la Sociedad Teosófica, yo anuncié
la primera conferencia que quería ofrecer con el título “Ejercicios
prácticos sobre el karma”. La conferencia se anunció, pero no se
pudo realizar por la simple razón de que las circunstancias eran como
eran. Los diferentes miembros antiguos del movimiento teosófico
tenían una idea fija de lo que se podía decir y de lo que no, y esto
engendró una cierta atmósfera. Los dirigentes habrían alucinado si
alguien hubiera empezado a hablar en ese momento de ejercicios
prácticos sobre el karma. Simplemente, el movimiento teosófico no
estaba todavía maduro para ello. Había que empezar por prepararlo.
Y, en efecto, la preparación ha durado dos decenios, o más. Pero
durante el Congreso de Navidad fluyó el impulso de desvelar sin
reservas no solamente lo que se puede descubrir en los terrenos
normales del espíritu, sino también lo que se puede investigar en los
terrenos humanos del espíritu. Por ello, en el futuro se hablará sin
reservas, en el seno de la Sociedad Antroposófica, de 1 que fue
nuestra intención desde el inicio pero que, a la vista de lo sucedido,
esta Sociedad tenía que madurar primero progresivamente. Ahí
vemos también la corriente esotérica que entró en la Sociedad
Antroposófica gracias al Congreso de Navidad que no sólo no fue un
juego, sino la toma de responsabilidades surgidas del terreno del
espíritu en relación al movimiento antroposófico.

Cuando se puede contemplar lo que vive entre la muerte y un nuevo


nacimiento se puede percibir, con total claridad, justamente por ello,
cuan múltiple y diverso es el mundo. Porque cuando decimos, de una
parte, que en la esfera de Marte se despierta un cierto sentido
agresivo, con vistas a la futura vida terrenal, la habilidad con las

186
palabras, o el poder de manejar el lenguaje, no es más que un
aspecto, cuando en realidad, en el seno de la vida en Marte se
estimulan otros diversos aspectos. Y lo mismo podemos decir de la
esfera de Júpiter. Vivimos esta esfera y sus Entidades cuando,
provistos de la visión iniciática, se contempla retrospectivamente el
periodo entre los 49 y los 56 años, borrando la observación que se
refiere a uno mismo. Ante el espectáculo de lo que se desarrolla en
Júpiter uno puede sentirse algo conmocionado, por supuesto, pues
los seres jupiterinos son bastante diferentes a los seres humanos.
Tomemos, por ejemplo, sólo una cualidad humana, más o menos
extendida: la sabiduría. Los hombres dicen: “qué sabios somos”.
Pero, ¡qué difícil es adquirir esa sabiduría! Por poca que sea, es algo
bien difícil de conseguir. Es preciso luchar mucho interiormente para
conseguir, en cualquier aspecto, aunque no sea más que un mínimo
de sabiduría. Los seres jupiterinos no necesitan luchar, porque ellos
están bien provistos de Sabiduría, no puedo decir desde su
nacimiento, porque estos seres nacen de una manera bien distinta
de cómo es el nacimiento de los seres humanos desde el embrión.
Tenéis que representaros el entorno de Júpiter como algo parecido
a las formaciones nubosas que rodean la Tierra. Si conseguís
representaros los cuerpos humanos tomando forma entre las nubes,
volando a continuación hacia la tierra, esa sería más o menos la
forma en que en Júpiter, los nuevos seres toman forma en una
especie de nube pero de tal manera que estos seres, al descender
volando tendrían, como cualidad intrínseca, la Sabiduría. Así como
nosotros tenemos la circulación sanguínea, ellos poseen la sabiduría,
pero sin haberla merecido, sin haberla conquistado, simple mente la
tienen. Esa es la razón de que ellos piensen totalmente diferente que
los humanos. Es un espectáculo sorprendente, al que hay que
habituarse, poco a poco.

187
En Júpiter, de la misma manera que en la Tierra todo está
impregnado de aire, todo está impregnado y atravesado por la
Sabiduría, que allí es sustancia, fluyendo en el viento y en las
tormentas, volcándose sobre Júpiter, y subiendo hacia las alturas
como una niebla. En esta niebla, que es Sabiduría, hay seres que se
elevan. Allí viven sobre todo los Querubines, que son los que dan
forma, en ese contexto, al karma humano, en colaboración con los
hombres. Pero también viven allí otros impulsos. Las experiencias
vividas por el hombre durante su anterior vida terrenal son
modeladas kármicamente por las fuerzas de la Sabiduría, de una
sabiduría espontánea. Cuando él vuelve a la tierra lleva la huella del
resultado de las experiencias Widas con anterioridad en la tierra, a
las que ha dado forma con una sabiduría natural, que se expresa de
las maneras más diversas. He aquí un nuevo ejemplo:

Se trata de una individualidad que nos traslada a la Grecia antigua,


en una especie de atmósfera platónica, que es también la del estudio
de un escultor. Esta individualidad vivió una importante encamación
como escultor en la época en que en Grecia florecían las artes
plásticas. Lo que ella vivió entonces lo llevó consigo a las
encamaciones intermedias, menos importantes. Se trata de una
individualidad que elaboró su karma, sobretodo en la esfera de la
sabiduría jupiterina, con vistas a lo que debería ser su última
encamación terrenal.

Otra individualidad nos transporta hacia Centro América y Méjico, en


los tiempos en que los europeos todavía no poblaban América. Allí
vivió en el marco de los decadentes Misterios de la primitiva
población de Méjico y allí aprendió a conocer, cuando los lazos de
los discípulos de aquellos Misterios con las Entidades espirituales

188
estaban todavía vivos, a los dioses mejicanos que allí vivían. Hoy en
día también los eruditos hablan de nuevo de aquellos dioses -es su
karma particular, aunque no precisamente muy afortunado-:

Quetzalcoatl, Tetzkatlipoka y Taotel, los dioses aztecas. Pero


partiendo de sus descripciones no llegamos a saber mucho más que
sus nombres. La individualidad de la que os estoy hablando, llevó allí
una existencia bastante animada, a pesar de que aquellos Misterios
estaban en plena decadencia. Para ella, estos dioses mencionados
eran algo vivo, mostrándose en efecto como entidades
embrujadoras, vivientes. Allí, en los Misterios decadentes de
Quetzalcoatl, una individualidad se impregnó de un contenido
mágico, muy próximo en aquella época a la superstición, de una
entidad como Tetzkatlipoka, especie de dios serpiente con la que
uno se sentía unido a través de la astralidad, y ese lazo adquirió una
vida intensa para él. Después de pasar la existencia entre la muerte
y un nuevo nacimiento, esta individualidad no tuvo otras
encarnaciones, como le había sucedido al anterior que había vivido
como hombre en la Grecia antigua, y a continuación como mujer en
otras encamaciones sucesivas. El que fue hombre en el seno de los
Misterios mejicanos atravesó, durante el periodo entre la muerte y
el nuevo nacimiento, por la esfera de la sabiduría de Júpiter y vivió,
después, en los siglos XVIII y XIX. La individualidad de Grecia también
atravesó la esfera de Júpiter como se puede hacer cuando uno ha
sido escultor, habiendo vivido al mismo tiempo a la manera de los
griegos estas formas de representaciones plásticas que, entonces,
estaban llenas de vida. En la esfera de la sabiduría de Júpiter, en la
que esta sabiduría es verdaderamente sustancia, dicha
individualidad transformó el elemento plástico que podía
experimentarse en contacto con la forma humana, en una facultad

189
de captación plástica del Universo entero, reencarnándose a
continuación en un cuerpo humano con dicho helenismo portando
la huella de Júpiter, naciendo de nuevo en la persona de Goethe.

La otra individualidad atravesó también la esfera de Júpiter y allí


metamorfoseó lo que había aprendido en los Misterios mejicanos.
Pero de una vida vivida en Grecia, tal como yo os la he descrito, y
otra vida terrenal vivida en Méjico como la mencionada, no podía
nacer lo mismo en la esfera de Júpiter. Las dos individualidades
atravesaron la esfera de Júpiter, pero de esa experiencia se originó
lo que debía nacer de acuerdo a las fuerzas formadoras surgidas de
sus vidas precedentes. La que había pasado por los Misterios
mejicanos volvió a la Tierra, tras pasar por la esfera de Júpiter, en la
persona de Eliphas Levi. Ahí podéis observar la extraña metamorfosis
de las prácticas mágicas rituales, de los cultos mágicos, en sabiduría.
Ahí vemos que se trata de un karma jupiterino de menos valor,
aunque muy rico en espíritu y sabiduría. Vemos cómo actúan de
mutuo acuerdo lo que el ser humano ha adquirido en una vida
terrenal y lo que vive en su vida entre la muerte y su nuevo
nacimiento. La vida ulterior toma forma en función de la vida
precedente, pero lo que un hombre ha vivido en una vida terrenal
puede ser metamorfoseado en el karma de la forma más variada,
pasando por la misma esfera. Cuando estudiamos la forma kármica
de la vida humana estamos profundizando de manera justa en lo que
realmente es esta vida humana. Sólo así ella se enriquece y sólo
entonces se nos muestra en toda su realidad. Sólo así llegamos a
conocer verdaderamente en su auténtica realidad al hombre y la
vida humana.

190
Undécima Conferencia

Breslavia, 10 de Junio de 1924

Ayer empezamos a hablar, respecto al karma, del nexo entre la vida


humana aquí abajo sobre la Tierra, entre el nacimiento y la muerte,
y la otra vida del hombre en el mundo suprasensible, entre la muerte
y el nuevo nacimiento. Vimos que el karma se constituye en función
de lo que ha vivido, hecho, pensado y sentido el hombre en su
existencia terrenal precedente y en una serie de vidas terrenales
sucesivas y de lo que toma forma en base a la experiencia de una
vida terrenal futura, por la colaboración del hombre con otras almas
humanas que están kármicamente ligadas a él y con las entidades
espirituales de las Jerarquías superiores. Vimos que, gracias a ello, la
vida de la historia humana se hace transparente. Vimos, en cierta
manera, a cada ser humano -tanto si llevó a cabo acciones
importantes que dejaron su huella en el mundo, como si sólo actuó
en círculos restringidos- como el trasfondo de una actividad
espiritual global. Vimos en particular que el estudio del destino
humano, cuando empezamos a comprenderlo, se nos muestra como
la expresión exterior, terrenal, de una realización poderosa,
universal que tiene lugar también en el trasfondo del mundo
espiritual. Asimismo demostramos que es el propio hombre el que
aporta y hace eficaz, en una fase posterior de la Tierra, lo que
sucedió en un período anterior. Es decir que gracias al hombre se
forman los encadenamientos entre los sucesos históricos y creo que
un estudio de la historia enfocado de esta manera puede causar una
impresión edificante. Porque la manera en que nosotros sentimos
nuestro propio karma, al cual podemos adaptamos, se siente de

191
manera correcta cuando al comienzo — antes de consagramos a la
experiencia del karma aislado — observamos, a propósito de ciertas
personalidades cuya vida es más o menos bien conocida en general,
cómo el efecto producido por una vida terrenal, toma forma en las
vidas futuras.

Vimos, a través de varios ejemplos, cómo la naturaleza espiritual al


completo, así como las entidades espirituales, actúan sobre lo que el
hombre, tras haber franqueado el umbral de la muerte para seguir
viviendo en el mundo espiritual, aporta de sí mismo a ese mundo
espiritual. También hicimos resaltar la acción propia de la esfera de
Júpiter y que la esfera de Saturno ejerce una influencia más
sorprendente aún por su singularidad. Vosotros sabéis bien, porque
así os lo he mencionado, que para obtener de manera autónoma una
visión de conjunto de todas estas relaciones es preciso, partiendo de
una vida que ya ha superado los 63 años, conducir nuestra mirada a
la fase comprendida entre los 56 y los 63 años, a fin de poder juzgar,
en el marco de los nexos que constituyen la vida y la actividad
espiritual del Universo, la acción que puede ejercer la esfera de
Saturno sobre el hombre. Pues todo lo que actúa en unión con la
esfera de Saturno es de tal naturaleza que, de hecho, en el seno de
esta esfera, reina en todas las entidades una consciencia fuerte y
penetrante del pasado y, más o menos inconsciente, en lo que se
refiere al presente. Esto es lo que produce una impresión chocante.
Los seres saturninos en realidad actúan en sus hechos actuales,
incluidos los de los Serafines, como bebiendo en el inconsciente, es
decir, ellos no saben directamente lo que sucede en ellos y a través
de ellos en el momento presente, pero sí saben de inmediato,
exactamente y de forma penetrante, lo que ellos han hecho y
pensado, lo que fue de ellos cuando eso se producía.

192
Me gustaría emplear una imagen para caracterizar esta extraña
manera de ser en la esfera de Saturno. Imaginad que vais caminando
sobre la tierra y que no sabréis jamás, en el momento presente, lo
que estáis haciendo y pensando, lo que sucede en vosotros y por
vosotros. Pero os dirigís hacia alguna parte: tomemos un hecho
sencillo. Allí hacia donde os dirigís, no os veis a vosotros mismos,
pero vais dejando huellas:

supongamos que allí donde os encontrabais antes hubiera un


muñeco de nieve. Dais un paso y veis otro muñeco de nieve, otro
paso, y otro muñeco de nieve, y así todo el tiempo. Constantemente
se forma una imagen plástica de vosotros y así podéis observar cómo
erais. En el instante en que surge cualquier cosa como consecuencia
de vuestros actos lo podéis ver tal como es, cómo subsiste y cómo
se sitúa en la eternidad. Y así podéis observar una perspectiva en la
que todo está inscrito como en una crónica eterna en el Universo,
todo lo que llegó a través de vosotros. Esa es la consciencia de sí
mismos que poseen los seres saturninos. Y todo lo que los seres
saturninos contemplan de esta forma, como el devenir pasado, se
une de nuevo al devenir pasado de todas las entidades del sistema
planetario en su conjunto, aunque en alguna medida la consciencia
de los seres saturninos está hecha de la mirada retrospectiva que
ellos dirigen en todo momento al conjunto de la memoria del
sistema planetario viviendo, en su totalidad, en todas esas
entidades. Todo está inscrito en el campo cósmico, universal, del
recuerdo de los seres saturninos.

Si el descubrimiento de la actividad y naturaleza de la esfera


saturnina sorprende fuertemente al observador iniciado, no es nada
comparado con lo que piensa cuando contempla cómo estos seres

193
transportan hacia la nueva existencia terrenal los efectos de su vida
precedente, después de haber dejado elaborar su karma en la esfera
de Saturno en función de sus experiencias particulares. En efecto, el
espectáculo del Universo se enriquece sobremanera con un
contenido poderoso y majestuoso cuando uno sabe que se trata de
una personalidad perteneciente a la historia universal.

Cuando se considera la vida de tales personalidades aquí sobre la


Tierra, observándolas en espíritu, leyéndolas y no sólo
“deletreándolas”, uno es conducido hacia las alturas de la vida y la
esencia de la esfera saturnina. La visión de lo espiritual se ve
considerablemente enriquecida cuando se aprecia cómo actúa la
esfera de Saturno; dicha visión percibe la acción manifestándose en
lo que sucede en la Tierra, viendo el reflejo de lo que sucedió en la
esfera saturnina. Me gustaría aclararos este asunto con otro
ejemplo.

Podemos dirigir nuestra mirada hacia una individualidad humana


que pasó por una existencia en el sur de Europa en el primer o
segundo siglo de la Era Cristiana, cuando el helenismo actuaba aún
con toda su fuerza en la evolución del cristianismo. Esta personalidad
estaba dotada de un alma receptiva, vigorosa, delicada, con ciertos
tintes un poco intelectuales frente al cristianismo teñido de
helenismo, y fue transportada hacia el Imperio romano donde
experimentó todo lo que se podía vivir en aquellos siglos en los que
el cristianismo comenzaba a expandirse: las injustas persecuciones
de los cristianos, la violencia de los emperadores romanos, en fin,
todo lo que constituía en general el comportamiento de los Césares
romanos frente a unos seres más delicados. Un alma que vivió con
una gran indignación todo lo que se podía percibir allí y que, de

194
hecho, pasó por la muerte en una atmósfera de resignación
preguntándose: Un mundo en que son posibles estas cosas ¿podrá
verdaderamente engendrar algún tipo de progreso? Con ciertas
dudas sobre la posibilidad de que se estableciera de manera general
en el mundo un equilibrio entre el bien y el mal, esta alma se elevó
por encima del espectáculo que ofrecía el cesarismo romano,
ofreciéndose a su visión espiritual, a la visión de su alma de una
parte, todo el mal realizado por los Césares y de otra, la naturaleza
de los mártires cristianos consagrada al sacrificio. Esta alma
contempló, en un contraste rudo y brutal de un lado el bien y del
otro, el mal, y bajo esta impresión franqueó el umbral de la muerte
y después atravesó otras existencias terrenales de menos
importancia. Todo lo que había pesado en esta alma, durante su
existencia greco-romana, abrió en ella profundos surcos y eso fue lo
que se elaboró después en el seno de la esfera saturnina para
convertirse en el karma futuro de dicha individualidad en un
momento próximo al s. XVIII.

La esfera de Saturno trabaja con gravedad y con una actividad


penetrante en la forma que tomará el karma. Y justamente después,
cuando se trata de aprehender al alma humana en toda su
profundidad y desarrollar fuerzas radicales, bebiendo en estas
profundas fuentes, ella proporciona fuerzas vigorosas pues todo lo
que se realiza en el seno de la esfera de Saturno tiene una gran
fortaleza, una enorme intensidad espiritual, tan espiritual que todo
ello actúa muy profundamente en el hombre cuando desciende a
una nueva existencia terrenal, marcando también profundamente su
organismo físico. La organización física que nace está habitada por el
entusiasmo que inspira una compensación a todo lo que el alma vivió
en su existencia terrenal precedente. La mirada nos conduce con

195
fuerza hacia el pasado. Cuando el karma ha sido elaborado en el seno
de la esfera de Saturno nos conduce hacia los recuerdos, hacia el
pasado y hacia la forma que toma el ser. Después, cuando el hombre
desciende a la esfera terrenal aparece, en cierto sentido, el negativo
de lo que allí se vivió. Esta intensa mirada retrospectiva se
metamorfosea en una enérgica aspiración hacia los ideales que nos
orientan hacia el futuro de tal manera, que los seres que reciben un
karma elaborado en la esfera saturnina se entusiasman por el
porvenir y, por ello, quieren actuar a través de los ideales dirigidos
hacia el futuro, porque en la esfera de Saturno ellos han
contemplado, en la vida espiritual pura, más que nada el pasado.

La individualidad de la que os he hablado apareció en la segunda


mitad del siglo XVIII en la persona de Friedrich Schiller (1759-1805.
filósofo, historiador, dramaturgo y poeta alemán, que mantuvo una
estrecha amistad, hasta su muerte, con Goethe, amistad que
engendró en la vida espiritual de ambos unos frutos considerables).
Ahora observad la vida entera de Schiller, en la forma tan
sobrecogedora de sus dramas de juventud, desde el punto de vista
estético tal vez un poco leves, pero fogosos, considerando con
gravedad la inmensa melancolía que habitaba en su alma y
especialmente el carácter conmovedor del destino del joven Schiller
tal como lo engendra el aspecto básico, melancólico de su alma.
Miradle cómo, por otra parte, se eleva hacia una especie de
captación entusiasta del helenismo en el momento que conoce a
Goethe, observad todo esto en primer plano, y detrás al hombre en
el que nació el fundamento de esta concepción de los dos primeros
siglos del cristianismo, de una parte por la experiencia interior del
cristianismo helenizado y por la otra por la indignación provocada
por la actuación de los Césares romanos, y cómo todo esto se

196
profundizó para engendrar un nuevo karma cuya voluntad se
impregnó de la gravedad de Saturno. Y veréis que, por su karma,
Schiller es realmente un ser saturnino.

Estas cosas no pueden ser vividas por el alma de manera justa


cuando sólo se quieren entender como una pura teoría. Sólo son
bien comprendidas cuando la sensibilidad se abre por completo a
ellas, cuando desde el principio uno se sumerge con toda su
sensibilidad en la naturaleza y la actividad espiritual del mundo de
los astros —en ese caso con relación a la esfera de Saturno- y cuando
después de haber profundizado con su sensibilidad, a fin de
comprender lo que significa la acción de un destino humano, uno se
para a contemplarla.

Voy a poneros otro ejemplo en el que esta acción es completamente


diferente. Podemos contemplar una individualidad que en una vida
terrenal reciente había adquirido un cierto grado entre los Iniciados.
Pero antes de hablar de ese karma tengo que formular una pregunta
que, de hecho, todo el que reflexiona en las cosas de las que estamos
tratando ahora se la tiene que hacer y que, por cierto, muchos de
vosotros ya os la habéis hecho. Se plantea cuando uno escucha lo
que se dice en los estudios antroposóficos en relación a que en el
curso de la evolución terrestre, hubo unos hombres iniciados en los
grandes secretos de la existencia, iniciados en la sabiduría hindú.
Nuestra mirada se dirige con un inmenso respeto, una profunda
estima, sobre estos antiguos Iniciados de la evolución humana y
cuando luego hablamos de la reencarnación, de las sucesivas vidas
terrenales, puede surgir la pregunta:

¿Qué pasa con la reencarnación de estos Iniciados? Puede incluso ir


más allá y formularse así: ¿Los Iniciados no tendrían que estar

197
retirados por completo del mundo en que vivimos ahora, entre el
nacimiento y la muerte?

Pues no, en absoluto. Pero es que no hay que olvidar que el ser
humano, cuando su individualidad desciende de la existencia
preterrenal, espiritual y psíquica, hacia la vida terrenal, está ligado,
por el cuerpo físico, a lo que la época le puede proporcionar como
educación y otros elementos análogos, y el que viene a encarnarse
sobre la tierra tiene que aceptarlos tal cual. Podemos dirigir nuestra
mirada hacia la individualidad de un Iniciado digamos en un pasado
lejano, cuyo karma quiere que más tarde se reencarne en los siglos
XVIII o XIX. Pero en el s. XVIII no existían en ningún lugar de nuestra
civilización cuerpos como los que existían en aquel lejano pasado,
cuerpos flexibles que podían adaptarse perfectamente a la
individualidad espiritual del hombre. Creer que el cuerpo humano ha
permanecido igual a como era en aquellos tiempos inmemoriales es
sólo la idea preconcebida de una ciencia degenerada. En la era del
materialismo ese cuerpo es efectivamente duro, sin flexibilidad, sin
plasticidad, no se le puede manejar fácilmente. Las condiciones que
regulan las leyes de la herencia, ligadas por otra parte a la
mentalidad y actitud de las almas, (el individuo no cuenta ahí para
nada, es el hecho de toda la civilización), esas condiciones son tales
que no permiten que penetre en el organismo físico la parte que el
alma aporta de los tiempos en que ella había sido iniciada,
impidiendo que esa relación pueda alcanzar la consciencia
individual, pues no se puede unir a la consciencia exterior, producto
de la época, más que lo que pudo introducirse en el cuerpo físico.

Ahora debo deciros algo realmente paradójico, pero tenéis que


tratar de aceptarlo porque a pesar de todo, es la realidad. Veréis: en

198
tiempos muy lejanos los Iniciados estaban protegidos de algo que
hoy en día se considera un gran beneficio para la especie humana
pero que si en aquella época les hubiera sucedido no habría sido
considerado por los iniciados como un beneficio, bien al contrario,
habría sido un gran obstáculo en el camino de su Iniciación. Hoy sería
inadmisible que un ser humano fuera preservado, como sucedía con
los Iniciados de los tiempos prehistóricos, de la facultad de aprender
a leer y a escribir como se hace hoy en día. Pero de la manera que
hoy se aprende a leer y escribir, se pierden muchas cosas por la
necesidad de entrar en el “carrusel” de las letras con las que el
individuo no tiene ninguna conexión.

Cuando los europeos, aquellas “gentes superiores”, tomaron


contacto con los indios americanos y les enseñaron las formas de sus
letras, aquellos experimentaron una gran angustia, un miedo
silencioso, porque para ellos esas letras eran como pequeños
demonios. Y es hacia algo tan extraño, como todas esas formas de
letras de nuestra escritura, llenas de pequeños demonios, hacia esa
cosa tan antinatural, que es conducido el ser humano a los 667 años.
¿Qué relación con la vida humana puede tener para Dios, una Ao una
B, en la forma en que tuvimos que estudiarlas cuando sólo éramos
unos niños? ¡Ninguna en absoluto! En el antiguo Egipto por lo menos
había una escritura figurativa en la cual cada imagen que se dibujaba
tenía algo que ver con la realidad. Hoy en día tenemos que aprender
un alfabeto que es totalmente ajeno a la vida misma. (En las Escuelas
Waldorf queríamos rectificar las faltas más graves y por eso hemos
introducido otra manera de aprender a leer y escribir). Pero lo que
se mata en el hombre, cuando aprende a leer y escribir así, no lo
podemos juzgar silo que se persigue realmente es sólo el

199
conocimiento del valor material de las cosas, viviendo solo de
acuerdo a la conciencia ordinaria.

A mí nunca me sorprendió, aunque a otras muchas gentes parece


ser que sí, -en mi “Autobiografía” se hace suficiente alusión a ese
tema— el hecho de que hasta los 15 años yo todavía no sabía usar
correctamente la ortografía. Y creo que le debo mucho a esta
insuficiencia. ¡Yo había estado protegido de muchas cosas, de las
cuales no se suele estar protegido cuando, ya a los quince años, se
conoce la ortografía! Estamos cercenados de la vida espiritual por
muchas cosas que tienen su origen en la cultura materialista. Esa es
una cuestión mucho más grave de lo que se piensa. He hecho alusión
a este hecho para que comprendáis que, en efecto, el Iniciado de
antaño no puede utilizar la educación que se le propone ahora. ¿Qué
otra cosa puede hacer, más que adaptarse al cuerpo y al alma de su
época? ¡Cuántas cosas tiene que abandonar, cuyo germen había sido
implantado en su alma! Sin embargo, la relación kármica con la
antigua Iniciación puede hacerse evidente, en los sucesos de la vida
que pueden manifestarse en una época determinada, y también en
un ser que aparentemente se muestra como una criatura terrenal
normal y corriente, en absoluto como un Iniciado. Lo que actúa en el
karma realmente no está considerado como lo más eficaz en la vida
humana. Por ejemplo, cuando nos encontramos con un hombre cuya
constitución espiritual tiene una forma bien determinada, por lo
general tendemos a admitir, cuando sólo nos limitamos a hacer
juicios racionales, que en su encamación precedente debió tener
una inteligencia constituida de manera parecida. Pero no es así. Los
elementos que el karma libera y que continúan activos de una
encamación a otra, se sitúan en zonas anímicas bastante más
profundas que la configuración de la inteligencia. Sólo necesitaré un

200
ejemplo para que comprobéis que lo que influye en el karma
proviene de otras regiones del alma que no son la inteligencia.

Ernst Haeckel fue una importante individualidad del s. XIX. Lo que


más llamó la atención de las gentes fue su concepción del mundo,
impregnada de materialismo, su lucha contra los ultra-montanos, el
Papado de Roma, la Iglesia católica de Roma. Desplegó tal
entusiasmo en ese combate que por las expresiones que utilizaba a
veces era un seductor, y otras un ser muy poco distinguido. Pero
cuando se explora en su karma se constata que en su anterior
encarnación terrestre más importante fue el Papa Gregorio, el
poderoso Papa que quería justamente fundar el poder temporal,
exterior del papado, frente al Emperador. Gregorio VII, es decir el
monje Hildebrand, formado en la reforma eclesiástica cluniacense
que, del s. X al XI combatió contra el Imperio hasta que uno de ellos
fue nombrado Papa, fue el que empezó a levantarse contra el poder
temporal, contra el Imperio de la época. El entusiasmo en la forma
empleada para imponer su concepción del mundo, el entusiasmo en
la realización de los impulsos surgidos de su concepción del mundo,
todo eso tan activo en la encamación de Haeckel, provenía de su
encarnación anterior como Hildebrand. Esto no es más que un
ejemplo para demostrar que no hay que pensar en absoluto que la
apreciación exterior de una configuración psicológica cualquiera
permite predecir una vida terrenal anterior que habría sido
determinante. En estos temas hay que ser muy prudentes y no fijarse
más que en los que, aunque puedan parecer detalles ínfimos que se
pueden constatar, tienen que ser comprendidos por la visión
espiritual y que, a continuación, hacen aparecer en segundo plano lo
que realmente tuvo lugar en la existencia terrenal anterior.

201
Como veis, el karma saturnino ejerce una acción profunda. Ahora me
gustaría dirigir vuestra atención hacia una individualidad que fue un
Iniciado, en una encamación anterior. En este caso hablo con total
objetividad pues me costó mucho llegar a reconocer la verdad que
os voy a exponer de inmediato ya que, de hecho, la individualidad de
la que hablaré no me era nada simpática en su nueva encamación, y
sigue sin sérmelo aún hoy en día. En estos casos hay que constatar
los hechos objetivos y así, aunque sea a costa de sufrir cierto
disgusto, se puede llegar a descubrir el karma de algunas
personalidades que no le caen bien a uno, con mayor posibilidad de
actuar con más veracidad. Como decía, ahora os voy a orientar hacia
una individualidad que en una vida terrenal anterior había sido un
Iniciado y además, en una categoría de Misterios que representaron
algo grandioso y poderoso en la evolución de la Humanidad. Un
Iniciado en los Misterios de Irlanda, los Misterios de Hibernia a los
cuales hice alusión en mis Dramas-Misterio. En dichos Misterios
había que pasar en efecto por muchas experiencias antes de acceder
a la extraordinaria riqueza que allí se podía recibir precisamente.
Aquel que deseaba llegar a ser Iniciado debía, ante todo, de una
parte, experimentar todas las dl3das que podían presentarse en el
alma humana frente a las grandes verdades: el alumno era guiado,
exactamente, a poder dudar de todo con toda la fuerza con que se
puede dudar de las más sublimes y grandes verdades. Y sólo cuando
el alma había pasado por el dolor, por la tragedia interior, por la
depresión, incluso diría, por el agobio de tener que llevar una pesada
carga en su interior, por todas las dudas inimaginables, podía ser
conducido, primero en forma imaginativa, después por la propia
realidad espiritual, a la aprehensión real de la Verdad, de tal manera
que todo hombre iniciado en los Misterios de Hibemia aprendía, no
solamente a creer en la Verdad, sino también a no creer en ella. Ese

202
era el único medio de revelarse como viable el carácter
inquebrantable de su fe en la Verdad.

Y también se despertaba otro sentimiento en aquellos que buscaban


la sabiduría iniciática de Hibernia:

eran conducidos a presentir que, en efecto, toda existencia podía


ser, como la existencia terrenal, una ilusión, una no-realidad. El ser
humano era conducido no solamente a dudar de la Verdad, sino
también a experimentar el abismo de la existencia humana, la nada,
la no-existencia en la existencia humana. A continuación, frente a los
poderes etéreos en constante renovación, y frente a las fuerzas
físicas en vías de destrucción pero que, buceando en lo espiritual,
siempre llegan a alcanzar una nueva forma, frente a todas las fuerzas
destructoras y a la vez constructoras que recorren la vida, y una vez
que su sensibilidad había sido conducida a la atmósfera justa para
acceder a la Imaginación, era llevado ante dos estatuas
impresionantes, poderosas, (descritas en numerosos ciclos de
conferencias sobre los Misterios de la Edad Media, de la Rosacruz, y
en la Historia Oculta). Luego se le mcitaba a apoyarse en una de las
estatuas, que siempre recuperaba su forma, pues era totalmente
elástica, lo que permitía que la huella que se dejaba en ella,
desapareciera, conservando la estatua siempre su forma que se
mostraba como una forma viviente. Así, tras esta impresión recibida
por el contacto, bañado en una atmósfera solemne, era guiado hacia
la particular naturaleza de lo viviente.

La otra estatua estaba construida de tal manera que cuando se


apoyaba en ella, la huella del contacto permanecía, deformándola.
Sólo cuando era conducido de nuevo ante ella, al día siguiente, la
estatua había recuperado su forma. Ante los alumnos se mostraba

203
así la constitución interna de lo físico y de lo etéreo, es decir, algo de
la verdadera contemplación de sí mismos.

Ese era el primer grado. A continuación los alumnos eran conducidos


ante otras imágenes, siendo guiados cada vez más a la comprensión
activa de su propia constitución interna. En aquellos discípulos de
Hiberfha estaba efectivamente presente, y con mucha fuerza, lo que
llamamos la realidad espiritual. Cuando accedían a ciertos grados de
la Iniciación ya no concedían tanta importancia a la realidad física
exterior, sino que sabían vivir en la realidad espiritual. En uno de esos
centros de culto sucedió que, mientras allá lejos, en Asia, tenía lugar
el Misterio del Gólgota en su realidad física, los grandes maestros de
Hibernia dieron a sus ceremonias cúlticas una forma tal que,
mientras estaba teniendo lugar, físicamente, el Misterio del Gólgota,
ellos celebraban su culto en el mismo momento. Es decir, que en
Hibernia se vivía espiritualmente un hecho físico que estaba
sucediendo en otro lugar completamente distinto de la Tierra. Este
hecho debería justamente indicaros a qué grado de profundidad
llegaban en realidad los Misterios de 1-libernia.

Ahora bien, hubo una cierta individualidad que fue iniciada, muy
pronto, hasta cierto grado de dichos Misterios, pasando después por
una encarnación femenina. Pero su encarnación en Hibernia tuvo
una influencia muy profunda en aquella alma. Esta individualidad
conoció después, durante su vida entre la muerte y un nuevo
nacimiento, lo que se experimenta al elaborar el karma en la región
de Saturno. En la perspectiva de los sucesos universales, la mirada
retrospectiva nos llevó a la importancia de las conquistas del alma,
adquiridas mediante la iniciación hiberniana, si no hasta el último
grado, al menos hasta un cierto grado. Todo el significado de lo que

204
se podía aprender en Hibemia se veía en su relación con todos los
actos pasados de la entidad humana. En el curso de una grandiosa
visión cósmica retrospectiva se había elaborado el camino por el cual
esta Hibernia, nacida de las aspiraciones humanas, se había ido
desarrollando progresivamente durante siglos y milenios. Pero
cuando llegaron los tiempos modernos esta individualidad debía
disponer, justamente, de un cierto cuerpo humano y recibir una
educación tal que el elemento más importante debía permanecer
disimulado y, por otra parte, sin embargo debía manifestarse en la
forma adaptada a la civilización del s. XIX. Por otra parte también lo
que, según la visión retrospectiva, dicha alma tenía que aportar, al
descender en un cuerpo físico que no estaba demasiado bien
adaptado para ello, a causa de una educación que no convenía en
absoluto a lo que se había vivenciado durante la Iniciación irlandesa,
elaborado después en la esfera de Saturno, se trasformó en unos
ideales cuya acción iba destinada al futuro.

Como todo esto debía introducirse en un cuerpo que no era como


los cuerpos, extraños, de los iniciados de Irlanda, sino como el de un
francés del s. XIX, muchas cosas se tuvieron que quedar rezagadas
en un segundo plano, metamorfoseándose sin embargo en
imágenes llenas de impulso, aunque de carácter fantástico, que sin
embargo tenían mucha grandiosidad y capacidad de penetración.
Esta individualidad fue Víctor Hugo. Ya veis que se continúa la acción
del karma aunque se trate de dos vidas terrenales tan diferentes
como la de un Iniciado irlandés y la de Víctor Hugo, pues no se deben
buscar los efectos del karma en parecidos externos, sino que hay que
escrutar lo que en las profundidades de la entidad humana es
conducido por el karma de una vida terrenal a la siguiente. Hoy en
día, en efecto, es necesaria una actitud interior correcta, la justa

205
coloración del alma, para poder contemplar el karma de un
individuo, e incluso el propio karma. En realidad, se profana
cualquier estudio sobre el karma cuando se lleva a cabo con la
actitud interior engendrada por la cultura de nuestra época, por la
civilización, por la escuela, etc. Asimilar en el alma lo que nos aporta
la contemplación del karma sólo debería hacerse, en realidad, en una
atmósfera sagrada, completamente impregnada de fervor. Cada vez
que se abordara una verdad kármica, uno debería tener en su alma
el sentimiento de que en su interior se estaba alzando el velo de Isis,
pues en el fondo, es justamente el karma el que desvela, bajo la
forma más cercana al ser humano, lo que representa Isis, cuya divisa,
su característica exterior era: “Yo soy lo que fue, lo que es y lo que
será” (cita de Plutarco en su obra Isis y Osiris, Cap. IX).

Esto es lo que surge en una forma que debería tocar de cerca al alma
humana cuando se considera el karma humano y, de hecho, sólo
entonces, cuando uno estudia el karma en la evolución de la historia
humana, habiéndose elevado a la actitud interior sagrada necesaria
para dicho estudio, sólo entonces repito se puede observar lo que
tal vez es el propio destino, para ver cómo ese destino toma forma
en el marco del karma, cómo se ha formado a partir de las vidas
terrenales anteriores, en colaboración con lo que el ser humano vivió
en las esferas planetarias entre la muerte y el nuevo nacimiento. Uno
contempla, con todo su ser, los mundos suprasensibles cuando se
lee el karma en la justa actitud interior. Pues el estudio del karma
nos hace comprender el conjunto de leyes que son bien opuestas a
las leyes de la naturaleza exterior. En esta última, actúan los
encadenamientos naturales y hay que sobrepasar completamente el
nivel de estos encadenamientos y elevar la mirada hacia las
relaciones espirituales para llegar a captar con los ojos del alma las

206
leyes que rigen la acción del karma. La mejor preparación para ello
es, naturalmente, el estudio del karma histórico, cuya luz nos
conduce lejos, a fin de recibir de esta fuente, la iluminación que debe
ser significativa para la experiencia de nuestro propio karma, para el
estudio de nuestro karma.

Al mostraros, a propósito de ciertas personalidades características,


los efectos del karma en la historia universal, quise precisamente
preparar en vosotros la atmósfera que permitirá seguir con otros
estudios kármicos en los próximos días.

Duodécima Conferencia

Breslavia, II de Junio de 1924

En el curso de estas consideraciones llegaremos, poco a poco, a


estudiar lo que significa el karma en la vida de un hombre, pero yo
volveré constantemente la mirada sobre ciertos encadenamientos
kármicos aparecidos en relación a ciertas personalidades célebres en
el curso de la Historia. Porque los pequeños detalles que pueden
interesamos, que deben tocamos de cerca en nuestro propio karma,
se iluminan y aclaran como es debido cuando consideramos los
vastos fenómenos kármicos que conforman la Historia. Para
empezar, llamaré vuestra atención sobre el hecho de que no es
absolutamente indispensable disponer de los resultados de la

207
clarividencia para sentir que el karma existe. Por supuesto que tales
visiones son necesarias para observar todos los encadenamientos
debidos a las leyes kármicas y muchas de las cosas que he expuesto
aquí durante estos últimos días naturalmente no pueden ser
comprendidas más que gracias a dichas visiones. Pero lo que abre el
camino que conduce hasta ellas yo diría que es el sentimiento, el
claro sentimiento del karma, sentimiento que puede intervenir en
cada vida humana siempre y cuando esta vida no se limite más que
a pasar superficialmente sobre las cosas exteriores y sensacionales,
sirio cuando ella se esfuerza por orientarse hacia un con junto de
experiencias íntimas de la existencia, penetrándolas con el
sentimiento y, por ello, adquirir una especie de presentimiento
sobre ciertas relaciones kármicas de la vida que muestran por su
naturaleza que no pueden fundamentarse en una sola existencia
terrenal transcurrida entre el nacimiento y la muerte

Veamos a continuación de qué forma podemos entrar en contacto


los unos con los otros en la vida. De nuestros encuentros con otros
seres humanos depende la mayor parte de nuestro destino. Primero
encontramos uno, luego otro, y lo que vivimos conjuntamente con
ellos interviene en nuestro destino. Y justamente esta vida en
común, en tal o cual circunstancia, es lo que demostrará al
observador atento que el karma no está en contradicción con el
sentimiento de libertad que llevamos en nosotros, el sentimiento de
lo que, en nuestros actos, depende de nuestra libre decisión. Para
empezar, de niños entramos a formar parte de la existencia en una
época de la vida en que no se puede plantear la cuestión de la
libertad, en la medida que se trata de un impulso terrenal. Y sin
embargo, ¡cuántas cosas dependen de la manera en que somos
situados, como niños, en la vida! Las facultades que se extraen de

208
nuestro ser interior, los caminos que nos son indicados, tienen una
importancia infinita para nuestro destino durante toda nuestra
existencia terrenal. Por supuesto que, más adelante, como seres
autónomos podremos intervenir más o menos en nuestra propia
vida pero sólo lo podremos hacer partiendo del lugar en que nuestra
infancia nos colocó. Y veremos, al examinar a fondo las cosas, lo que
interviene, en función del karma, en nuestros actos libres.

Pongamos un ejemplo: durante la vida encontramos otros seres


humanos y hay una diferencia manifiesta entre una cierta clase de
encuentros y otros. Puede suceder que habiendo encontrado una
persona desde la primera vez tenemos de inmediato el sentimiento
de que una especie de puente une nuestra alma con la suya. Y puede
suceder, de la misma manera, que experimentemos hacia dicha
persona un profundo sentimiento, sin que nos interesemos con el
mismo empeño en los pequeños detalles tales como su aspecto, su
belleza o fealdad, su carácter amable o desabrido. Lo que nos atrae
de esa persona viene de nuestro interior, inspirándonos simpatía
hacia ella. Claro que también puede suceder, en cualquiera de los
casos, que el que nos despierten una cierta antipatía dependerá
solamente del hecho de habernos acercado, tomando consciencia
de su presencia, pero lo que sentimos en relación a su persona no
depende de la impresión que nos pueda haber causado por sus actos
o por las palabras que nos ha dirigido. Tales experiencias se
presentan en la existencia terrenal como grandes signos de
interrogación, como los grandes enigmas que la vida nos plantea.
Además también hay que pensar que no nos sentimos inclinados a
reflexionar, después de haberle conocido, a preguntarnos: ¿Cómo es
esta persona? ¿Qué hace en la vida? Lo que nos atrae hacia el otro
ser humano es un conjunto de sentimientos, de experiencias

209
interiores, contenidos del alma ante los cuales no experimentamos
la necesidad de buscar en ellos la justificación de su
comportamiento.

Pero existen encuentros de naturaleza bien diferente en el curso de


los cuales no se manifiestan tales impresiones. Esos seres empiezan
a interesamos sin que sin tamos que nuestra alma ha sido
profundamente afectada por una corriente bien de simpatía o bien
de antipatía. Simplemente nos interesan. Nos sentimos impelidos a
saber si son buenos, o malos, benévolos o mal intencionados, si
tienen ciertas capacidades o no las tienen. Y en el tiempo que sigue
a un encuentro de esta suerte, si nos encontramos con otra persona
que también la conoce, nos sentimos impelidos a hablar de ella,
recabando información sobre quién es, qué hace, su posición en la
vida, etc., es decir, nos interesamos en los aspectos externos de su
persona. Cuando se trata de un encuentro de la primera clase que
hemos mencionado, puede sucedemos que nos sea
profundamente desagradable encontrar a alguien que le conoce
también y que por cuenta propia empieza a parlotear sobre aquel,
porque a nosotros no nos interesa nada hablar de él. Cuando tiene
lugar en nuestra vida algo de este estilo —y los métodos de la ciencia
espiritual tienden a iluminar tales secretos- surge en nosotros,
cuando experimentamos en cierto modo, un sentimiento
inexplicable de simpatía o de repulsión en el momento de conocer a
alguien, la idea de que hemos estado, de alguna manera, ligados
kármicamente en el pasado con esa persona y que de hecho, lo que
tuvimos en común con él, es lo que nos ha conducido a través de
toda nuestra vida por caminos que han hecho posible que nos
encontrásemos en un momento dado. Y lo que tuvimos en común
con él es lo que ha modelado nuestros sentimientos, nuestras

210
impresiones respecto a él. Estas impresiones, estos sentimientos son
determinantes y no el hecho de que sea bello o feo, que sea afable
o mal encarado. Justamente cuando se experimenta neta y
claramente un sentimiento así, uno lo justifica por lo que la
investigación espiritual dice, a propósito de esto, sobre un karma
formado en el pasado, cuando dicha investigación ilumina este
asunto. Ya veréis cómo encontraremos la confirmación de todo lo
que acabo de decir.

Cuando dormimos, cuando hemos abandonado nuestros cuerpos


físico y etéreo y sólo estamos presentes en el mundo espiritual con
nuestro Yo y nuestro cuerpo astral puesto que nuestros cuerpos
físico y etéreo se han quedado en la cama, separados de nuestra
verdadera entidad espiritual y psíquica, es entonces cuando surgen
los sueños en nuestra conciencia ordinaria. Pero ¿no es verdad que
en ocasión de ciertos encuentros, en el momento que surgen en
nuestro ser interior ciertas impresiones y sentimientos, de
inmediato tenemos todos los sueños posibles en relación a dicha
persona? En efecto podemos soñar con una u otra, lo cual
demuestra que esa persona está relacionada con nuestro ser
espiritual, con nuestra alma, que seguramente hemos compartido
numerosas vidas terrenales, que nuestro espíritu y nuestra alma,
que ahora habitan solo en nosotros, es decir nuestro Yo y nuestro
cuerpo astral, tienen algo que ver con esa persona. A lo largo de
nuestra vida encontramos muchas personas: un asunto profesional
o cualquier otro motivo, nos pone en relación con ellas. Nos
interesamos por dichos seres de la manera descrita. Puede incluso
darse el caso que tengamos mucho que ver con ellas, porque la vida
nos ha juntado, pero, no podemos soñar con ellos. No podemos
realmente, los sueños no surgen. Estamos ligados a estos seres en la

211
presente vida terrenal por unos lazos que sólo se refieren a lo que
liga el alma a los aspectos físicos y etéreos. Y precisamente porque
son sobre todo los cuerpos físico y etéreo los que participan en el
interés que sentimos por su aspecto exterior, por sus hechos, y como
tanto el cuerpo físico como el etéreo son los que permanecen en la
cama, mientras que están ausentes los cuerpos espiritual y psíquico,
no podemos soñar con esas personas. Esto es lo que nos enseña, por
otra parte, la Ciencia Espiritual: es verdad que el karma actúa pero
de tal manera que, ahora, lo único que hace es establecer las
uniones, los nudos. Y durante la experiencia espiritual que seguirá a
la muerte, miraremos con mirada retrospectiva nuestra vida terrenal
y nos diremos, al penetrar en el karma en formación: ahí se
establecieron nuestros nudos kármicos.

Ya hemos visto cómo se teje ese karma y durante cuánto tiempo


trabaja en ese tejido del karma lo que vivimos conjuntamente con
las Entidades espirituales superiores entre la muerte y un nuevo
nacimiento. Si reflexionáis sobre todo lo expuesto en relación a las
leyes del karma, tendréis que deciros: los seres humanos son
conducidos los unos hacia los otros por la propia vida en la tierra,
pero lo que les conduce a encontrarse también está ligado con el
karma. Ellos atraviesan también juntos la vida entre la muerte y el
nuevo nacimiento y ahí es justamente donde dan forma, junto con
las Entidades superiores, al karma de su próxima existencia terrenal.

¿Qué tiene que ver entonces todo eso para la vida del hombre sobre
la tierra en su conjunto? Pues que los hombres que tienen algo en
común durante su vida terrenal, aspirarán a re-encontrarse en la
próxima vida, precisamente porque ahí es donde se establecen los
lazos kármicos. Allí pondrán los cimientos de los siguientes

212
encadenamientos kármicos, pasarán de nuevo por otra vida entre la
muerte y un nuevo nacimiento -que no hará más que unirlos con más
fuerza- poniéndose en busca de una nueva vida terrenal en común.
Y es entonces cuando surge un hecho extraño:

en el curso de la evolución terrestre en realidad los humanos viven


en grupos. Así es, en efecto. Visto el tema de forma esquemática se
presenta de la siguiente manera: el tiempo pasa; un cierto grupo de
hombres que en un momento dado se unen en una vida a causa del
karma, reaparecerá sobre la Tierra, tras haber pasado por la vida
entre la muerte y el nuevo nacimiento. Un nuevo grupo se forma,
unido por el karma, incluso hasta un tercero. Y como los plazos entre
la muerte y el nuevo nacimiento son los más largos se puede deducir
que, de hecho, la mayoría de los hombres terrenales sólo se
reencuentran entre la muerte y el nuevo nacimiento, y que los seres
unidos por un lazo kármico particular caminan en grupo a través de
la evolución de la Humanidad y se reencuentran constantemente
sobre la Tierra. Tal es la regla: en general, no nos relacionamos, en
la Tierra, con seres que, en el pasado, estuvieron encarnados en una
época distinta a la nuestra.

Esto es lo que se observa cuando uno se ocupa verdaderamente,


mediante la observación espiritual, de los sucesos causados por los
lazos kármicos. Cuando uno reflexiona sobre la vida, con ausencia de
ideas preconcebidas, puede ver confirmadas todas estas cosas,
formuladas tras la observación espiritual. Durante mi juventud,
como bien sabéis, yo estaba muy interesado en Goethe. Esa
actividad espiritual me cautivaba tan profundamente, que llegué a
preguntarme: ¿Qué habría sucedido si hubiéramos sido
contemporáneos? ¡Visto desde fuera la cosa habría sido maravillosa!

213
Cuando se ama a Goethe, cuando uno se consagra a estudiar de
corazón, todo lo que hizo, cuando uno pasa una parte de su vida a
explicarlo, a interpretarlo, cómo podría uno no pensar que habría
sido maravilloso vivir en Weimar cuando Goethe circulaba por allí,
haberle podido ver, incluso haber tenido la ocasión de hablar con él.
Pero esto no deja de ser una consideración superficial que se corrige
tan pronto como se miran las cosas de manera más profunda. Al
menos yo pensaba: la idea de haber vivido con Goethe de hecho
habría sido insoportable. Pues Goethe se me hizo particularmente
maravilloso por el hecho de que allí tenía todo lo que él había dejado,
después de haber pasado cierto tiempo, para poder después
ahondar en las profundidades espirituales del devenir universal. En
efecto ¡habría sido insoportable vivir al mismo tiempo que Goethe!
Sólo cuando se afronta la relación concreta que uno tiene con él, por
haber nacido después suyo, y después de pasar por los lazos sutiles
del alma -justamente en el caso de entrar en contacto con una
personalidad de la cual uno no ha sido contemporáneo- ahí donde
las circunstancias kármicas son más complejas, la observación
espiritual muestra que, si se hubiera vivido al mismo tiempo que
dicha personalidad habría actuado sobre el alma como una especie
de veneno. Yo sé bien que esto puede parecer extraño, pero así es.
No se habría podido mantener la cohesión interior de haber sido
contemporáneo de tal personalidad.

En conjunto, también, tal reflexión agudiza la visión sobre la vida


humana, sobre la verdad interior y sobre los encadenamientos
internos de la vida humana. Ya no se habla de manera confusa, ni se
ve uno tentado a dejarse ir exclamando: ¡Oh, si al menos yo hubiera
vivido en aquella época!, cosa que por otra parte no deja de ser sólo
una frase. El karma nos afianza en las condiciones de vida que son

214
las nuestras cuando se lo entiende debidamente, colocándonos en
el lugar preciso donde se desarrolla nuestra existencia terrenal. De
esa forma se manifiesta el auténtico carácter del destino del karma,
que se muestra cuando empezamos a reflexionar: ¿por qué hemos
llegado a la Tierra justamente en una época determinada? Lo que
nos ha traído a esta época es el hecho de que nosotros preparamos
nuestro karma junto con otras almas a las que estamos
kármicamente ligados y lo preparamos teniendo a la vista las
condiciones de la época en que vamos a descender en la existencia
física-terrenal.

Todo lo que acabo de exponer es conforme a las reglas, pero en


cuanto al espíritu, todo es individual. Las reglas tienen su
importancia pero nunca hasta el punto de considerarlas como
principios. El que se obsesiona con los principios, al considerar que
las reglas no deben tener nunca excepciones, jamás llegará a entrar
en el mundo espiritual. Pues en el mundo espiritual todo es
totalmente diferente que en el mundo físico. Allí incluso las cosas
más simples, son distintas. Me gustaría poneros un ejemplo:

¿Qué podría haber más obvio, para alguien que vive en el mundo
físico, que el axioma matemático que dice: El todo es más grande
que cada una de sus partes?, o bien: El camino más corto entre dos
puntos es la línea recta. Habría que estar verdaderamente loco para
negar que el todo es mayor que cada una de sus partes. A estas
fórmulas se les llama axiomas, porque son verdad en sí mismas y no
son capaces, ni tienen necesidad, de ser demostradas como bien se
dice. Ocurre lo mismo con la segunda frase: la distancia más corta
entre dos puntos es la línea recta. Pero estas dos afirmaciones no
significan nada en el mundo espiritual donde, incluso, es válido decir:

215
el todo es siempre más pequeño que cada una de sus partes. Y en el
ser humano podemos confirmarlo y verificarlo. En efecto, si tomáis
en consideración, en el mundo espiritual, la realidad espiritual de
vuestro ser físico, es más o menos tan grande, incluso un poco más,
pero prácticamente tan grande como lo sois en el mundo físico. Pero
si miráis en el mundo espiritual vuestros pulmones, o vuestro hígado,
los veréis gigantescos y, sin embargo, son las partes de un todo
pequeño. Ahí tenemos que aprender a pensar de otra manera. En el
mundo espiritual la línea recta no es el camino más corto entre dos
puntos, es el más largo, porque en el mundo espiritual cuando uno
va de un punto a otro, se desplaza de manera completamente
diferente. En el mundo físico, el orden es rígido: este camino es
largo, ese es más largo, aquel es más corto: es la recta. En el mundo
espiritual no es así: desplazarse “todo recto” presenta tantas
dificultades que toda línea curva es más corta que la recta. No tiene
ningún sentido decir que “la línea recta es el camino más corto entre
dos puntos” porque, de hecho, es el más largo.

Tenemos que llegar a familiarizarnos con el hecho de que en el


mundo espiritual todo es completamente distinto que en el mundo
físico. Esa es la causa de que los seres humanos tengan tanta
dificultad para acceder al mundo espiritual, aún cuando hagan sus
ejercicios con toda fidelidad, porque su juicio está ligado a prejuicios
tales como que “el todo es mayor que cada una de sus partes” o que
“la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”. Ya veis a
dónde conducen los axiomas. Hay que aprender a desembarazarse
de la costumbre ligada a ciertas verdades válidas para el mundo
físico desde el momento que queremos acceder al mundo espiritual.
En el mundo espiritual no puede haber principios, pues todo es
individual. Tenemos que aprender a conocer las cosas aisladamente.

216
El terrible encadenamiento lógico de las cosas, la clasificación en
reglas generales, todo eso no existe en el mundo espiritual. Y,
naturalmente, también esta verdad —aunque sea una verdad válida
a grandes rasgos: que los hombres participan de la evolución de la
vida terrenal en grupo- se quebranta. Y justamente cuando eso
sucede es cuando aprendemos a conocer bien su importancia. He
aquí un ejemplo:

Os ruego me disculpéis por extraerlo de mi vida personal, pero es


que ¿cómo podríamos encontrar mejores ejemplos que lo que se
relaciona con nuestra propia vida? Uno está dentro de ellos con su
propia individualidad. Describiendo el curso de mi vida yo mencioné
a un profesor de geometría (Georg Kosak fue profesor de Rudolf
Steiner en la Escuela primaria superior de Wienner-Neusstadt), al
cual me sentía muy apegado, no solamente mientras fui su alumno,
sino también después. Mi interés me llevo a investigar sobre mi
karma y las relaciones con su vida. Yo tenía justamente una gran
“debilidad”, como se suele decir, por la Geometría. A los 9 años un
libro de Geometría me produjo una gran felicidad: yo lo había
recibido de manos de im maestro, que pensaba que yo no estaba
aún lo suficientemente maduro para ello. Pero a los 9 años sentí un
placer extraordinario al saber que los tres ángulos de un triángulo
suman 180 grados. Más tarde, cuando yo tenía alrededor de doce
años él fue mi profesor durante siete años. Realmente era una
personalidad interesante, pues toda su personalidad era
“geometría”, pero de una manera extraña: “geometría descriptiva”,
“constructiva”. Cuando accedí a las clases superiores donde se
enseñaba eso que se llama la “geometría analítica”, tuve que asistir
a las clases de otras personas, porque ese profesor no entendía
absolutamente nada de ella. El era un constructor excelente,

217
construía de todo, lo que causaba una gran impresión. Y en efecto
yo hacía grandes progresos en geometría, porque le apreciaba
mucho. Me gustaban mucho los cursos que él daba, exponiendo la
geometría a su manera.

Más tarde, me dí cuenta que no podía hacer otra cosa -porque me


tenía cautivado- que profundizar en las circunstancias de su vida.
Ahora bien, cuando uno quiere investigar sobre el karma hay que
tener bien presente que no se puede uno limitar a las cosas
chocantes de la vida. Si yo me hubiera limitado a observarle por el
hecho de considerarle un buen profesor de geometría yio bien que
sabía exponerla, ciertamente no habría llegado a descubrir las
relaciones kármicas que le concernían. Pero algo que me hizo una
profunda impresión, al mismo tiempo que el conjunto de su vida, es
que tenía un pie zopo (torcido o contrahecho) y una pierna más corta
que la otra.

Pues bien, esas son cosas que generalmente se consideran como


algo que está al margen de la vida. Lo que interesa profundamente
son las cosas que, cuando uno se consagra a ellas, conducen a los
encadenamientos kármicos. Cosas que no tienen necesariamente
que ser algo impactante. Uno puede tener la experiencia de llegar a
estos encadenamientos kármicos, estudiando los hábitos de alguien,
que se repiten siempre, hasta que llegan a convertirse en una
imagen. Una costumbre anodina puede llegar a convertir- se en una
imagen, introduciéndonos así en el karma de vidas anteriores de
dicha persona. Así es como fui introducido en ciertas relaciones
kármicas —de las que no deseo hablar ahora- concernientes a otro
de mis profesores, que yo apreciaba enormemente, por el hecho de
que cada vez que se presentaba ante nosotros, su primer gesto era

218
sacarse el pañuelo y sonarse. Jamás empezó una clase si hacerlo.
Este gesto, siempre repetido, tomó para mí la forma de una imagen
que, por decirlo de alguna manera, conducía por la vía del karma
hacia otras vidas terrenales anteriores de este hombre. Y así sucedió
también en el caso del otro profesor que tenía un pié contrahecho.
Y, fijaros bien, a través de ese pié se iluminó toda la capacidad
espiritual de ese hombre. Por lo general la gente cree que construir
figuras geométricas a través de unas líneas es una facultad de la
mente, pero no es así: el ser humano no experimenta la geometría
en su cabeza. No podríais descubrir lo que es un ángulo, si no
caminarais. Podéis saber lo que es un ángulo porque lo vivís en las
piernas. La cabeza lo único que hace es observar los ángulos que
trazan los brazos y las piernas. Con la geometría hacemos realmente
la experiencia de la voluntad que actúa en nuestros miembros. Son
nuestros miembros los que nos enseñan la geometría. No lo
sabemos porque nos hemos convertido en seres llenos de
abstracciones y por eso creemos que es en nuestra cabeza donde
elaboramos la geometría. La cabeza mira cómo andamos, cómo
bailamos, es decir, la geometría y a continuación ella dibuja las
formas geométricas. La cabeza sólo mira.

Esta relación, esta sorprendente manera de resaltar la geometría se


me hizo evidente cuando mi mirada contempló el ser interior de este
hombre obligado a caminar con un pié contrahecho y que, por el
hecho de que sufría mucho a causa de ese pié, había llegado a ser un
excelente geómetra, pero de manera unilateral. Ahí tenéis los
encadenamientos íntimos de la vida.

¿Cómo pude yo continuar mi búsqueda? Pues porque este profesor


tomó lugar, para mí, al lado de otro hombre que tenía una pierna

219
parecida: el poeta inglés Lord Byron. Estos dos personajes, de la
misma naturaleza exterior, se me presentaron uno al lado del otro y,
desde entonces, se desvelaron para mí numerosos hechos de la vida
de Byron en relación con todo lo que, proveniente de un karma
anterior, se había deslizado en su naturaleza moral, ética y que se
expresa a través de un pié contrahecho. Cuando uno sujeta el karma
por un extremo así, éste continúa desplegándose y así pude
descubrir que estos dos hombres, en un cierto momento de la Edad
Media, habían vivido ambos en el este de Europa, pasando juntos
por un destino común. Así llegué a conocer el contenido de sus vidas
en esta época.

Aquella vida precedente de Byron no tenía nada que ver con la del
Byron del siglo XIX, ni la vida precedente de mi profesor se parecía
en nada a la suya del siglo )(JX, pero los dos habían pasado por un
destino común, de naturaleza muy íntima. Vivían en la Europa del
este y tuvieron conocimiento de aquella significativa leyenda que
cuenta cómo la joya de paladium -que antaño había sido ocultada y
venerada en Troya, por estar dotada de la fuerza mágica que
aseguraba el poder a esa ciudad-, fue transportada hasta Roma,
pasando por África, permaneciendo largo tiempo en Roma. Más
tarde, cuando Constantino fundó Constantinopla hizo transportar,
con gran pompa y esplendor, la estatuilla a la cual se le habría
conferido todo el poder de Troya, primero, de Roma, después,
haciéndola ocultar en Constantinopla cuyo poder debía acabar con
el poder de Roma. Cuenta la leyenda -que tiene un cierto punto de
verdad- que el orgullo del emperador Constantino le hizo transportar
el paladium de Roma a Constantinopla, que hizo construir allí una
pesada y poderosa columna en la cual fue ocultado el paladium, y

220
que más tarde eligió una cierta estatua de Apolo y la hizo erigir sobre
dicha columna.

El traslado de la columna a Constantinopla, hasta el lugar en que


debía erigirse, fue muy difícil ya que para conseguirlo se.tuvo que
construir una vía férrea. La columna que en otros tiempos había sido
transferida de Egipto a Roma era tan pesada que todos los caminos
por los que se la hacía pasar se hundían, llegando a ser una empresa
muy peligrosa. Finalmente fue erigida, con el paladium bien
escondido en su base. En lo alto de la columna Constantino colocó la
estatua de Apolo, haciendo correr el rumor de que la estatua le
representaba a él. Más tarde hizo traer de Oriente una madera de la
cruz de Cristo, disimulándola dentro de la estatua de bronce y con
los clavos de la cruz de Cristo hizo construir como una especie de
rayos que colocó sobre la cabeza de Apolo, de tal manera que, según
él, allá arriba se erguía Constantino en la luz que emanaba de los
rayos que eran los clavos obtenidos de la mismísima cruz de Cristo.
Más tarde, una leyenda se unió a este paladium, leyenda que tuvo
un papel muy relevante en el testamento de Pedro el Grande,
(testamento considerado falso por los historiadores): este paladium
sería, un día, transportado por hombres del Este, hasta la capital del
Este y entonces el poder de los eslavos del Este se fundamentaría,
también, sobre la fuerza mágica de este paladium cuando fuera
ocultado más al este o al norte de Constantinopla. De esta manera,
el poder pasaría a manos eslavas, de la misma manera que antaño
estuvo unido al poder de Troya, de Roma y de Constantinopla. Estas
son cosas que disimulan también verdades profundas, aunque sea
en forma de leyenda.

221
Al final, el que descubre la historia del paladium descubre al mismo
tiempo muchas cosas relativas al progreso de la Historia de Europa.
Y los dos hombres de los que os he hablado, Byron y el que había
sido su compañero en los primeros tiempos de la Edad Media,
oyeron hablar de esta leyenda y proyectaron salir en busca del
paladium para llevarlo hacia el norte, a Rusia. Pero no lo
consiguieron, la empresa fracasó, como tenía que ser. Sin embargo,
algo subsistió en ellos de aquella relación. En las relaciones kármicas
siempre queda algo pendiente entre los seres humanos, de la
manera más extraña: Byron reemprendió más tarde la búsqueda del
paladium, aunque de otra forma, adhiriéndose al movimiento de
liberación de Grecia, porque lo que él buscaba era un paladium
espiritual. Ahí estaba el impulso para actuar que había permanecido
en él desde aquellos tiempos, del que ya os he hablado. Y mi profesor
mostraba a cualquiera que pudiera estudiarlo en profundidad, que
en cual quier lugar que se encontrase, y a pesar de ser un hombre
más bien insignificante, poseía un extraordinario sentido de la
libertad incorruptible, y que en su ser interior tenía una profunda
relación con su discapacidad física, como con la de su compañero.

Y de hecho, ¿qué sucedió? Pues que los dos hombres se separaron y


no se volvieron a reencontrar: uno es el célebre poeta Lord Byron, el
otro, que vivió un poco más tarde, fue un simple profesor de
geometría. En este caso la regla de la que he hablado, fue
quebrantada, y la vida me lo confirmó de una manera bastante
extraña. Ese profesor de Geometría a quien yo admiraba tanto y al
que esperaba ansioso cada vez que entraba para dar su curso, jamás
me dio la ocasión, durante todo el tiempo que yo fui su alumno, de
intercambiar con él ni una sola palabra en particular. Vivía ante mí
como si hubiera sido una personalidad de la cual sólo podía tener

222
información a través de sus clases. Él no estaba adaptado a la época,
más bien daba la impresión de estar fuera del tiempo.

El asunto continuó de la siguiente manera. En cierta ocasión fui a la


ciudad en la que él vivía desde su jubilación, y busqué su dirección
en el anuario telefónico. Yo presentía que él debía vivir allí y
simplemente, deseaba, de alguna manera, poder hablar, una vez al
menos, después de tanto tiempo -habían pasado treinta años—, de
algo en particular con mi viejo maestro, porque le admiraba mucho.
El había envejecido entretanto y vivía en Graz, la ciudad de los
universitarios jubilados. Yo había ido a Graz para una conferencia de
Antroposofía, y busqué en el anuario, firmemente decidido a hacerle
una visita. Pero la gente no paraba de querer hablar conmigo, y no
pude liberarme y, una vez más, no pude tener una conversación con
él. Siguió siendo para mí una personalidad en la sombra de mi vida,
a pesar del gran afecto que sentía por él. Con motivo de un nuevo
viaje a Graz intenté de nuevo visitarle pero, había fallecido. Y así
quedaron las cosas: yo me encontraba ante una personalidad que, a
pesar de serme muy querida, conservaba para mí el aspecto de
alguien de quien hubiera leído su historia en alguna parte, de una
personalidad que hubiera vivido en otro tiempo. Así era: yo era su
contemporáneo, pero no tenía ningún lazo kármico con él. Él no
había sido contemporáneo mío en ninguna de sus últimas
encamaciones, por tanto era manifiesto que él estaba, en su última
existencia, fuera del grupo kármico permanente en el que hubiera
debido estar. Pero el otro también me mostraba que tampoco él
tenía una relación diferente con ese grupo, que él se había separado
de la línea de encarnaciones en la cual se había insertado, ya que
justamente en esta vida terrenal no tenía ningún lazo con aquella

223
individualidad con la que había estado ligado anteriormente, de tal
manera que Byron y él no llegaron a encontrarse más.

Os cuento todo esto para que comprendáis cómo actúa el karma y


cómo se puede contemplar verdaderamente la actividad misteriosa
y maravillosa del karma, cuando uno profundiza en la vida y ciertas
circunstancias, que pueden parecernos, al principio, un enigma,
como la vida misma. Y además, de la misma manera que uno puede
tener contemporáneos que parecen ser como imágenes, al haberse
salido de su sucesión kármica, también se puede percibir, por otra
parte, que la mayoría de los hombres se sitúan en su tiempo
profundamente, por una necesidad interior. Este es el caso,
precisamente, cuando nos encontramos con personalidades
históricas.

Me gustaría poneros ahora otro ejemplo; Garibaldi, el héroe de la


libertad italiana, es bien sabido que tuvo una vida extraña. Su
personalidad no me era más atractiva que la de aquella que os hablé
ayer y cuyo karma estudié. Sólo en el curso de mi investigación sobre
él llegué a tomarle aprecio, pues antes de que iniciara mi búsqueda
sobre las circunstancias de su karma, me había encontrado con
muchos aspectos suyos bastante artificiales, como si pertenecieran
a un charlatán, cosa que no era en absoluto. En todo caso esta
personalidad se muestra políticamente radical y práctico, al haber
actuado en la vida con un gran sentido práctico, aunque por otra
parte, al estudiarlo en profundidad, se muestra como viviendo fuera
del mundo, de manera extraña, como si viviera en un mundo que no
estuviera más que en el pensamiento, como planeando por encima
de la tierra. Garibaldi era un idealista al mismo tiempo que un
hombre práctico, eso es lo que muestra su vida vista desde el

224
exterior. Basta con observar algunos rasgos característicos de su vida
para que eso se nos revele. Como el tiempo vuela sólo os podré
mencionar unas pocas cosas.

En la primera mitad del s.XIX, cuando el Adriático no era nada seguro,


no era corriente ver a un hombre joven — Garibaldi nació en 1807—
atravesar dicho mar con tanto valor y temeridad, caer en manos de
los piratas, vivir las más grandes aventuras y recobrar la libertad. Es
verdad que eso hicieron otros también, pero lo que no es tan
corriente es vivirlo en unas condiciones tales que uno parece estar
fuera del mundo, donde no se leen periódicos, y cuando leyó un
periódico por primera vez, ¡lo hizo para leer su propia condena a
muerte! Sucedió que al volver de una cierta aventura en el mar,
había sido acusado, sin él saberlo, de haber participado en varios
complots políticos. Había sido condenado a muerte, en rebeldía, y él
lo leyó en el periódico. Por su destino parecía estar por encima de la
vida misma.

Pero aún hay otros hechos más extraños en su vida. Por ejemplo,
sucedió que para tomar parte en la lucha de ciertos movimientos de
liberación en un país extranjero, fue viajando por mar y al acercarse
a la costa tomó unos prismáticos para ver mejor la tierra, viendo
entonces a una hermosa joven de la que quedó prendado. Figuraos
¡se enamoró a través de unos prismáticos! En cualquier caso no es
una manera muy corriente de enamorarse. Los hombres que viven
con los pies en la tierra no suelen enamorarse utilizando un catalejo.
Pero él se enamoró sobre la marcha, navegó a toda prisa en la
dirección convenida y cuando llegó a la costa, por supuesto la bien
amada había desaparecido pero en cambio había un hombre al que
le cayó tan bien, que le invitó a almorzar y, observad bien, ¡era el

225
padre de la joven de la cual él se había enamorado observándola con
el catalejo! Así pues pudo participar en un almuerzo en el que
también estaba la dama. El sólo hablaba italiano, ella sólo portugués,
pero se comprendieron perfectamente hablando el lenguaje del
corazón y se desposaron. Tuvieron una vida en común que exigió a
la mujer un comportamiento heroico. Ella le acompañó en sus
batallas con gran heroicidad. Tampoco ocurre demasiado a menudo
que en ausencia del marido que se encuentra a leguas de ella, la
mujer traiga al mundo a su primer hijo y tenga que pasar por terribles
aventuras para encontrar a su marido en el campo de batalla,
sujetándose el bebé al cuerpo por medio de unas cuerdas para
preservarle del frío con el calor de su propio cuerpo. Ella va de un
lugar a otro, para encontrar a su marido, del que ha oído decir que
ha sido asesinado, pero sin embargo lo encuentra vivo. Tuvieron una
unión magnífica. Como bien saben los que conocen la biografía de
Garibaldi, ella murió antes que él y diez años después, cosas de la
vida, él se prometió y casó de nuevo de una forma totalmente
normal, burguesa, como se hace la mayor parte de las veces en un
ambiente burgués. Esta unión, concebida correctamente, duró un
día, separándose después los esposos. Como podéis comprender, él
tenía una relación con la vida diferente al resto de los hombres. Eso
fue lo que me hizo interesarme en el curso de su vida.

Siguiendo ese hilo, fui conducido de nuevo a la región de los


Misterios irlandeses. También Garibaldi era un alma que habitaba en
una individualidad que había pasado por dichos Misterios de
Hybernia, habiendo accedido a un cierto grado en esa iniciación
irlandesa. Después partió hacia el este, siendo muy activo, junto con
otros, en la región del Rhin. Lo que me interesaba mayormente de la
vida de Garibaldi era que en él estaba presente una personalidad

226
cuya vida fue bastante inexplicable, pues en cierta medida, él era la
verdad misma. Ahora bien, desde lo profundo de su ser, por la
actitud de su alma, él era republicano y, sin embargo, a pesar de ese
espíritu republicano, fue él quien hizo de Víctor Emmanuel el rey de
Italia. Favorece la realeza en la persona de Víctor Emmanuel, algo
que a primera vista parece increíble. ¿Cómo es que un republicano
como él convierta a Víctor Emmanuel en rey de Italia? Leedlo en los
libros de 1-listoria: sin Garibaldi no habría habido jamás una
monarquía en Italia. Si continuamos un poco más, constatamos que
estuvo ligado a otras personalidades que, de hecho, por su actitud
interior, estaban muy lejos de él: Cavour, Manzini, naturalezas
distintas a la suya. Manzini el idealista, no participa en la vida
práctica. Garibaldi, en todas partes aparece como el hombre de
Estado, militar y hombre práctico y, sin embargo, también parece
que está siempre flotando sobre la tierra, y Cavour, el hombre
político inteligente, astuto. ¿Cómo pueden estos hombres
entenderse juntos? Esa era la pregunta que surgía y ahí justamente
se me reveló cierta cosa que me gustaría subrayar por ser una
particularidad del karma. Se me mostró entonces que esos tres
hombres habían sido discípulos de Garibaldi cuando él era un
Iniciado de los Misterios.

Precisamente una característica de los Misterios irlandeses era que


entre el maestro y el discípulo se establecía un lazo especial, que
suponía ciertas necesidades en la vida, por ejemplo, ellos ya no se
podían separar, al menos durante ciertas encarnaciones. Es decir, se
establecía un lazo kármico, imposible de romper.

Y es entonces cuando se produce el hecho singular de que estos


cuatro hombres nacen alrededor de 1807, uno en Génova, dos en

227
Turín, el tercero en Niza, es decir, en el mismo rincón del mundo y
casi al mismo tiempo. Nacen juntos en la misma región italiana. Aquí
se demuestra que los que forman un grupo se vuelven a encontrar,
incluso en contra de sus propias inclinaciones, de tal manera que un
republicano, como Garibaldi, se une a Víctor Emmanuel, tan
diferente a él, y que la dependencia humana significa mucho más
que lo que llamamos convicción.

Os he citado este ejemplo para que veáis qué significan los lazos
humanos fundados en el karma. Uno puede considerar una cosa
cierta, otro, una distinta:

la dependencia kármica es mucho más fuerte. Y son dependencias


de esta clase las que actúan en la vida y no el elemento abstracto
producto de la inteligencia. El cómo se unen ciertas personas, cómo
atraviesan la vida como si fueran sombras cuando se separan de su
karma, todo esto sólo se revela cuando seguimos el karma en ciertos
casos bien particulares.

228
Decimotercera Conferencia

Breslavia, 12 de Junio de 1924

Hoy vamos a despejar algunos fenómenos de la vida del alma que


pueden acercamos a la observación de uno mismo de tal modo que
el karma personal, el destino personal, se muestre en ella como en
forma de destellos. Cuando abordamos la vida de nuestra alma con
un conocimiento de uno mismo más o menos superficial, tenemos
sin embargo la impresión de que, en esta vida del alma, solo las
impresiones sensoriales son claras y precisas, llegando incluso a la
lucidez completa, y lo mismo sucede con los pensamientos que nos
formamos partiendo de dichas impresiones. Con éstas y los
pensamientos que suscitan se agota, de hecho, el elemento en el
cual nuestra conciencia ordinaria está completamente despierta.
Pero bien es verdad que, además de esta vida de pensamientos e
impresiones o percepciones sensoriales, tenemos también una vida
afectiva. Sin embargo, pensad cuán vacilante e indeterminada es
esta vida sentimental, que poco lúcidos y despiertos estamos en

229
relación a esa vida. Quien compare, sin ideas preconcebidas, sus
sentimientos y las cosas de la vida tendrá que decirse que cuando
aborda sus sentimientos los siente muy imprecisos, comparándolos
con sus pensamientos. En realidad la vida afectiva nos es mucho más
próxima, nos toca personalmente más de cerca que la vida de los
pensamientos, pero tanto por la manera en que se desarrolla como
por lo que se exige de ella, es muy imprecisa. En cuestión de
pensamientos no nos permitimos fácilmente separarnos de los
pensamientos ajenos, por las buenas, toda vez que de lo que se trata
es de formarse pensamientos verdaderos sobre cualquier cosa. Por
ello tendremos la impresión de que tanto nuestros pensamientos
como nuestras impresiones sensoriales tienen que estar de acuerdo
con las de los demás. Pero en lo que concierne a nuestros
sentimientos, no pensamos lo mismo: nos arrogamos todo el
derecho a sentir de una forma íntima, personal. Y si comparamos
nuestros sentimientos con nuestros sueños, podemos decir: los
sueños nos muestran la vida nocturna, mientras que los
sentimientos vienen de las prof undidades del alma durante el día,
pero de hecho son tan indeterminados como las imágenes del
sueño, de tal manera que podemos decir: sólo estamos despiertos
para nuestras impresiones sensoriales y para nuestros
pensamientos, mientras que en relación a nuestros sentimientos,
somos unos soñadores, incluso en plena vigilia. En la vida ordinaria,
los sentimientos hacen de nosotros unos ensoñadores.

Y en cuanto a nuestra voluntad: ¿Qué tenemos en nuestra


consciencia cuando decimos de alguna cosa:

Esto lo quiero ahora mismo? Cuando quiero agarrar algo, lo primero


que tengo es una representación:

230
¡quiero ese objeto! De inmediato esta representación entra en
terreno indeterminado y en mi conciencia ordinaria no sé nada de lo
que pasa entre ese “yo quiero” y mi sistema nervioso, mis músculos,
incluso en mis huesos. Cuando digo “quiero ese reloj”, ¿qué sé yo,
con mi conciencia ordinaria, de lo que sucede en mi brazo, ni cómo
llega a sujetar el objeto de mi deseo? Yo no sé nada de lo que pasa
ahí, excepto la impresión sensorial, la representación. Lo que sucede
entre esas dos impresiones, mi conciencia ordinaria lo vive
“dormida”, de la misma manera que vive durante la noche sin
percibir lo que yo estoy viviendo en el mundo espiritual. Ninguna de
las dos situaciones atañe a mi consciencia. Por ello podemos decir:
durante nuestra vida de vigilia, tenemos tres aspectos
completamente distintos de consciencia. Con el pensamiento,
estamos despiertos, totalmente despiertos; en relación a los
sentimientos, soñamos y para nuestra voluntad estamos dormidos.
Siempre estamos “dormidos” en relación a la verdadera naturaleza
de la voluntad porque ella reposa, completamente, en las
profundidades de nuestro subconsciente.

Por supuesto, siempre hay algo, durante la vigilia, que surge de


dichas profundidades: el recuerdo. Tenemos pensamientos relativos
al presente, que ejerce en nosotros una impresión definida. Pero en
este presente se hace sentir constantemente el pasado, vivido en
esta vida terrenal en forma de pensamientos y recuerdos, de
pensamientos rememorados. Estos últimos, vosotros lo sabéis, son
mucho más tenues e imprecisos que las impresiones vividas en el
presente. Pero surgen y se mezclan a lo que es nuestra vida diurna
ordinaria. Y cuando dejamos explayarse los recuerdos de todo lo que
hemos vivido sobre la tierra, vemos que es la vida de nuestra alma,
tal como es, lo que se nos muestra. Y sentimos que en la vida terrenal

231
en realidad sólo somos aquello que podemos recordar. Pensad qué
le sucede a la persona que no puede recordar una época cualquiera
de su vida, cuando se le escapan los recuerdos de esa etapa de su
vida. Voy a poneros un ejemplo de una persona a la que le sucedió
eso.

Un hombre que ocupaba una posición relativamente importante,


mientras llevó una vida normal, conservaba el recuerdo de todo lo
que había sido, lo que había hecho mientras le iban ascendiendo, de
lo vivido mientras fue estudiante, de lo que más tarde ejecutó como
su trabajo. Pero un día, perdió la memoria, se le borró. No sabía
quién era. Lo especial en su caso es que su inteligencia no se había
extinguido -os estoy hablando de un caso real — ni tampoco su
facultad de representarse las cosas presentes. Sólo había perdido los
recuerdos. No sabía cómo fue de niño, ni de joven, ni de adulto, no
podía representarse más que las impresiones del presente, y como
no podía recordarse como niño, joven o adulto, no podía tampoco
unir su vida presente a su pasado. Se le hizo imposible en el
momento en que se le borraron sus recuerdos.

Cuando uno se erifrenta a im caso así, se comprende fácilmente por


qué se hace algo en un momento dado. No es porque nos empuje a
hacerlo el presente sino porque en el pasado hemos hecho esto o
aquello. ¿Qué creéis que haríais, o qué no haríais, si no estuvierais
apoyándoos en vuestros recuerdos? El hombre depende de sus
recuerdos, mucho más de lo que se cree. Pero el hombre en cuestión
tuvo un día la desgracia de ver cómo se desvanecía su facultad de
recordar y a partir de entonces tuvo que conformarse sólo con los
impulsos que le inspiraba el presente y no con lo que le habían
sugerido sus recuerdos. Un día, se vistió, abandonó a su familia, a la

232
que sólo estaba liga do por sus recuerdos que se habían borrado. Se
manifestaron en él impulsos que no tenían nada que ver con su
familia. Conservaba aún una inteligencia ligada al instante, por eso
eligió un momento en que su familia no estaba allí, porque habría
sido irracional hacerlo cuando los miembros de su familia hubieran
estado presentes. Delante de ellos él se mostraba astuto y razonable,
sólo que había perdido la memoria. Se vistió, se fue a la estación y
sacó un billete para una estación muy alejada. Él tenía muy claro
todo lo que se podía elaborar por el pensar. Se subió al tren y se fue.
Pero como la facultad de recordar lo que había vivido se le borraba
constantemente, le sucedió igual con el billete que había adquirido.
Sólo el presente estaba allí, los recuerdos estaban patológicamente
borrados. Pero por otra parte, como él se encontraba tan a gusto en
el presente, cuando llegó a la última estación inmediatamente supo
dónde estaba, leyendo el indicador. Había conservado la costumbre
de leer, que era un hábito y no un recuerdo. Así pues, bajó del tren,
compró otro billete para una nueva estación y viajó así a través del
mundo, sin darse cuenta de lo que hacía. Después, un día, recuperó
la memoria estando en un asilo para vagabundos. Volvió sobre sí
mismo, borrándosele todo lo que había pasado en el tren y los
lugares que había atravesado, todo eso pertenecía sólo al presente.
Pensad un poco qué confuso tiene que sentirse un ser en esas
condiciones, perdiendo toda la certeza sobre sí mismo. Deducid el
estrecho lazo existente entre lo que llamamos nuestro yo y el tesoro
de nuestros recuerdos. Simplemente, no nos podemos reconocer a
nosotros mismos cuando no disponemos de ese tesoro.

Entonces, ¿qué son los recuerdos para nosotros? Ellos son de


naturaleza psíquica en nosotros pero, por supuesto no son
solamente eso, en su totalidad están presentes bajo otro aspecto.

233
De hecho sólo son de naturaleza psíquica en el ser humano que ha
cumplido ya los 21 y los 22 años, y continúa viviendo. Antes, los
recuerdos no sólo actúan en el alma. Es preciso tener absoluta
consciencia de lo que os he dicho estos últimos días a propósito de
que durante los primeros siete años de nuestra existencia terrenal
tenemos una sustancia física corporal, heredada de nuestros padres.
En el momento del cambio de dentición no son sólo los primeros
dientes, los de leche, los que perdemos — ellos sólo son el último
acto de una expulsión: también nuestro primer cuerpo es expulsado.
El segundo, el que conservamos hasta la pubertad, lo construimos
extrayéndolo de nuestro ser espiritual y psíquico, de 1 que traemos
al descender del mundo espiritual hacia la existencia física terrenal.
Pero desde el nacimiento hasta el cambio de la primera dentición
recibimos una ingente cantidad de impresiones viniendo de nuestro
entorno. Cuando aprendemos a hablar estamos dedicados a todo lo
que penetra en nosotros. ¡Pensad en lo grandioso que es lo que
penetra en nosotros con el lenguaje! Quien observa sin prejuicios
este proceso sin duda estará de acuerdo con Jean Paul (Friedrich
Richter, pedagogo) cuando dijo que él era plenamente consciente de
haber aprendido mucho más durante los tres primeros años de su
vida, que durante los tres años de sus estudios universitarios. Uno
puede representarse con toda claridad lo que eso significa en
realidad, pues aunque en la actualidad los años universitarios son
cinco o seis, -probablemente no porque allí se vaya a aprender
mucho, sino porque se aprende muy poco- lo que allí se aprende es
algo infinitivamente escaso en relación a lo que se adquiere en los
tres primeros años y en los que siguen hasta el cambio de dientes,
en tanto que aportes humanos. A partir de un cierto momento,
guardamos una especie de recuerdo impreciso. ¡Qué vagos e
indistintos nos parecen los recuerdos de nuestros primeros siete

234
años de vida, en relación a lo que vendrá después! Tratad de hacer
la comparación: a veces surgen en forma de bloques erráticos de
recuerdos, pero que no son coherentes. ¿Por qué no? Porque lo que
se adquiere en el curso de los siete primeros años tiene otra finalidad
completamente distinta de lo que sucede con lo que se adquiere más
adelante. Lo que se adquiere en el primer septenio trabaja
intensamente en la preparación plástica del cerebro. Es decir,
interviene en el organismo. Y hay una gran diferencia entre el
cerebro, relativamente poco modelado que poseemos cuando
entramos en la existencia terrenal, y el bien elaborado que
poseemos cuando pasamos por el cambio de la primera dentición. Y
a través del cerebro, todo el cuerpo sale ganando. En realidad, hay
algo grandioso en el trabajo que lleva a cabo durante los primeros
siete años, ese artista interior que traemos al descender de la vida
pre-terrenal hacia nuestro cuerpo físico. Cuando aprendemos a leer
-y no solamente a deletrear como hace el niño pequeño- es
maravilloso ver cómo se va encarnando el bebé desde el primer día
de su infancia, en el que todo es tan indeterminado: la expresión del
rostro, la mirada, los gestos, el movimiento de los brazos... Vemos
cómo penetran las impresiones que el niño recibe, cómo se
espiritualiza eso de manera grandiosa. Esta impregnación, por el
espfritu del niño, durante los primeros siete años de su vida
pertenece a las realidades más elevadas que uno puede observar.
Cuando contemplamos la evolución de la fisonomía infantil, desde
los primeros gestos del bebé en su nacimiento, hasta el cambio de
dientes, silo observamos con ánimo de descifrarlo, como
desciframos el significado de las letras en un libro, cuando sabemos
religar, las unas con las otras, las sucesivas formas que toman los
gestos, la cara, como unimos las letras para leer una palabra,
estamos contemplando el cerebro en pleno trabajo, que por otra

235
parte es estimulado por las impresiones que sólo dejarán recuerdos
reducidos, porque en ese momento tiene que dar forma al cerebro
y con él a toda la fisonomía.

A lo largo de la vida pasamos del cambio de dientes a la pubertad ylo


que trabaja para formar al hombre se va ocultando, más o menos. El
trabajo continúa siempre, sigue impregnando, desarrollando,
modelando el organismo, hasta el comienzo de los 21 años, pero a
partir del séptimo año la naturaleza corporal es objeto de un trabajo
menos intenso y desde la pubertad a los 21 años, aún lo es menos,
pudiendo realizarse entonces otra cosa. Cuando en la sensibilidad se
desarrolla un cierto sentido que ilumina todas estas observaciones,
cuando dejamos madurar ese sentido ante el maravilloso
espectáculo de la fisonomía del infante que cada vez, de año en año
se muestra menos, y especialmente cuando sabemos ver lo que se
desvela a través de los gestos del niño, de la misma manera que los
movimientos admirablemente espiritualizados se separan de la
agitación de los miembros, cuando se desarrolla una visión sutil de
todo esto, podemos profundizar en ella y encontramos
interiormente, en alguna medida, con un organismo sensorial
psíquico más delicado. Entonces, ante el niño que ha pasado de los
7 a los 14 años, es decir del cambio de dientes a la pubertad, en el
cual ya no se desarrollan de una manera tan visible, ni su fisonomía
ni sus gestos, sino que lo hacen de una manera más sutil, ahora
tenemos la posibilidad de observar en el niño, gracias a un
sentimiento interno que es tan seguro como los ojos del alma, cómo
continúa desarrollando su cuerpo aunque de manera menos visible.
Y cuando se adquiere esa sutil mirada que puede seguir el desarrollo
del cuerpo entre los 7 y los 14 años, igualmente se desarrolla el
sentido que permite contemplar la vida pre-terrenal, la que vivió

236
entre la muerte y el nuevo nacimiento, antes del descenso a la
existencia terrestre.

A ese estado tenemos que llegar ahora. Tenemos que llegar a poder
decir ante ese niño, durante los siete primeros años de su existencia:
“Ser humano, alrededor tuyo no sólo está la naturaleza que se nos
desvela a través de lo que nos revelan los sentidos. En todo lo que se
nos muestra en las percepciones sensoriales, en el color y las formas,
es el espíritu que ahí vive el que se nos muestra”. Es algo maravilloso
contemplar al espíritu hablando a través de todo eso y percibirlo
después, como reflejado en un espejo, en la manera en que la
fisonomía del niño va tomando una forma cada vez más espiritual.
Cuando se vive todo esto, profundizando en ello interiormente,
animándolo constantemente en su alma con una cierta piedad ante
su vida, entonces se ilumina, a la vista de ese niño entre los 7 y los
14 años, la vida del hombre durante su existencia preterrenal, entre
su muerte y el nuevo nacimiento, justamente gracias a esa piedad
que se experimenta ante su vida. Y se experimentará en el alma esta
evolución cor poral externa del ser humano sabiendo que no es el
entorno terrenal el que actCia en ella, sino el segundo organismo
físico que se activa para dar forma al hombre, ese segundo
organismo que nosotros mismos moldeamos a partir del primero. Es
sin duda una experiencia grandiosa en la vida. Y eso es lo que el
hombre tendrá que aprender a hacer: contemplar al hombre en sí
mismo. Entonces la vida adquirirá la profundidad sin la cual la
civilización simplemente, no podrá progresar. Porque ya lo veis,
nuestra civilización se ha hecho absolutamente abstracta. Con
nuestra conciencia ordinaria no podemos hacer más que pensar y,
de hecho, pensar sólo lo que nos han imbuido. Ya no somos capaces
en absoluto de hacer observaciones tan sutiles como las que acabo

237
de describiros. Esa es la razón por la cual los hombres no hacen más
que pasar los unos al lado de los otros, sin más. El hombre puede
aprender muchas cosas a propósito de los animales, las plantas, los
minerales, pero no ha aprendido nada en absoluto, de los entresijos
de la evolución humana. Hay que interiorizar la vida del alma,
haciéndola más sutil, más delicada, y sólo así llegaremos a ver de
nuevo lo que es esa vida. Y después, partiendo de la evolución
humana podremos observar la vida preterrenal.

A continuación nos encontramos con lo que tiene que ver con la


pubertad, los años que discurren entre ésta y los 21 ó 22. ¿Qué nos
revela el ser humano en ese momento? Revela, a la conciencia
ordinaria, la gran transformación de su vida, en relación a los años
precedentes, pero de una manera más bien burda. Hablamos de la
“edad ingrata”, de un comportamiento grosero, indicando con ello
que hemos observado una transformación de su vida. El ser humano
manifiesta más su ser interior. Si conseguimos tener una sensibilidad
más sutil en relación a los dos primeros septenios de la vida, lo que
el ser humano manifiesta tras la pubertad nos mostrará un
“segundo” hombre, realmente un segundo ser, ya visible a través del
hombre físico tal como se nos muestra ahora. Y lo que surge de las
“groserías”, pero también de muchas cosas bellas, se nos aparece
como una segunda imagen de ese ser, como una nube. Hoy día se
cuestionan muchas cosas acerca de ese segundo hombre, pero
nuestra actual civilización no tiene las respuestas.

En el paso del s. XIX al s. XX han sucedido muchísimas cosas en la


evolución espiritual y física de la tierra. Ya los orientales se habían
referido a ello cuando mencionaban el Kali Yuga, la edad de las
tinieblas, que debía acabar a finales del s. XIX, para dar paso a una

238
edad luminosa. Así empezó, en efecto, pero se ha ignorado porque
los hombres, por su sensibilidad, siguen estando en el s. XIX y por
indolencia continúan llevando en sus corazones y sus almas las
mismas representaciones. Pero ya reina en torno nuestro una
luminosa claridad. Sólo necesitamos prestar oído y escuchar lo que
se nos quiere revelar desde el mundo espiritual, porque estamos
capacitados para entenderlo. Y porque el corazón de los jóvenes es
particularmente receptivo, está surgiendo, con el cambio de siglo, en
la sensibilidad de los jóvenes una confusa aspiración a conocer mejor
al hombre, a conocerlo en profundidad. Los nacidos en este
momento, a caballo entre los siglos XIX y XX saben instintivamente
que es preciso conocer algo más de los hombres que lo que le
pueden contar los humanos. Viven, crecen y sienten instintivamente,
que hay que conocer mucho más del ser humano, pero nadie les dice
qué es lo que hay que saber. Están a la búsqueda del hombre, hacen
todo lo posible por buscarlo. Cuando éramos niños, o jóvenes, uno
se sentía a disgusto con las personas mayores porque uno querría
aprender algo de ellos, pero estos no sabían nada del ser humano.
Porque la civilización moderna no puede aportar nada, porque no
sabe nada del espíritu humano. Ni siquiera se comparan con las
épocas anteriores:

aquellos sabían decir a los jóvenes, con todo ardor, muchas cosas
sobre el ser humano. Cuando las representaciones reales existían
todavía, los ancianos sabían contar muchas cosas, ahora no saben
nada. Así pues, los jóvenes quieren salir corriendo, a dónde sea, para
adquirir conocimientos acerca del hombre. Se han convertido en
“aves migratorias”, en scouts, alejándose de las gentes que no tienen
nada que decirles, queriendo buscar en algún lugar a quien pueda
enseñarles algo sobre el ser humano.

239
El movimiento de la juventud del s. XX tiene ahí sus orígenes. ¿Qué
quieren en realidad los que participan de ese movimiento? Querrían
atrapar a ese ser parecido a una nube que aparece tras la pubertad,
que vive en el hombre, ¡eso es lo que querrían! La juventud querría
ser educada de manera que pudiera atrapar a ese hombre. Pero,
¿quién es? De hecho ¿qué representa? ¿Qué es lo que sale de este
cuerpo humano, por decirlo de alguna manera, que uno ha visto
formarse en su fisonomía, en sus gestos, del que se puede también
sentir, durante el segundo período, el del cambio de dientes hasta la
pubertad, cómo ha ido tomando forma lo que había vivido antes de
su existencia terrenal? ¿Qué es lo que aparece ahora, totalmente
extraño, que es lo que surge del hombre cuando, pasada la pubertad,
él toma consciencia de su libertad, se dirige hacia los otros, buscando
el contacto con los demás, por un impulso interior, impulso que ha
fundado esta naturaleza inexplicable para él, la otra naturaleza
inexplicable, bien definida, en su ser interior? ¿Quién es, en fin, este
hombre, este segundo hombre que aparece ahora?

Es el que vivió la vida terrenal precedente y que ahora, como una


sombra, toma lugar en la existencia. Poco a poco la humanidad
aprenderá a tener en cuenta el Karma en lo que interviene
bruscamente, de manera tan extraña, en la vida del hombre
alrededor de su pubertad. En el momento de la vida en que el
hombre se hace capaz de reproducir a su otro yo, surgen entonces
en él ciertos impulsos que ya manifestó en sus existencias
precedentes. Pero es preciso que justamente se manifiesten en la
sensibilidad humana muchas cosas para que la neta experiencia que
he mencionado pueda producirse.

240
Pensad en la enorme diferencia que existe, para la conciencia
ordinaria, entre el amor hacia uno mismo y el amor hacia otro ser.
Todos comprenden perfectamente lo que significa el amor propio,
¡todos tenemos tanto amor por uno mismo! Eso es algo de lo que no
cabe ninguna duda. También los que creen que no se aman, lo
hacen, aunque son poco numerosos los que dicen que no se quieren
y ahí habría que empezar por examinar su karma más en
profundidad. En cuanto al amor por el otro es un poco más difícil.
Evidentemente que puede ser un amor auténtico, pero muchas
veces está oscurecido por estar mezclado con el amor propio. Se
ama al otro porque hace esto o lo otro por nosotros, porque está
cerca de nosotros, por numerosas razones que están ligadas al amor
propio. Pero en la vida se puede aprender a amar con un amor
desinteresado, porque también existe. Se puede aprender a eliminar
del amor, el amor propio. Es entonces cuando se aprende a vivir en
el otro, a darse realmente al otro. Tened presente que es en este
darse a sí mismo al otro, en este amor desinteresado, donde se
puede educar el sentimiento del que debemos estar provistos
cuando queremos presentir lo que fueron las vidas terrenales
precedentes. Pensad que, por ejemplo, vivisteis, digamos, en 1881.
Estáis viviendo ahora, y habías vivido antes, digamos en el 737,
muriendo en el 799. La personalidad B está presente actualmente en
los siglos XIX ó XX. Antaño, la personalidad que erais vosotros
mismos estuvo presente en el s. VIII. Los dos están ligados por la vida
entre la muerte y un nuevo nacimiento. Si queréis haceros una idea
del que vivió antaño, en el s. VIII, mirad dentro, porque está en
vosotros y al mismo tiempo es “otro”, ha llegado a ser un “extraño”
como lo es ahora mismo cualquier otra persona. Es el segundo
hombre. Tenéis que adoptar frente a vuestra encamación
precedente la misma actitud que frente a cualquier otro hombre,

241
porque si no, no podréis presentir lo que fue vuestra anterior
encamación. Y tampoco llegaríais a concebir de manera objetiva qué
representa el segundo hombre, parecido a una nube, que aparece
en el momento de la pubertad. Pero cuando el amor desinteresado
cobra fuerza de conocimiento, cuando el amor propio se hace tan
objetivo que uno puede observarse a sí mismo como se observa a
otra persona, uno abre el camino por donde al menos se pueden
presentir las vidas terrenales prece dentes, echando la vista atrás.
Esto debe, por supuesto, ir unido a una observación del hombre tal
como lo he caracterizado, gracias a la cual se muestra la particular
naturaleza del hombre. En lo esencial, la necesidad de la humanidad
de comprender el karma y sus vidas terrestres sucesivas, se hace
netamente perceptible al final del Kali Yuga, sólo que no se expresa
así, porque no se tienen las ideas muy claras. Pero pensad, por
ejemplo, que un miembro de buena fe del movimiento de la
juventud actual, se despierta una mañana de tal manera que todo lo
que ha vivido durante la noche está presente en su consciencia,
durante un cuarto de hora, y que en ese momento se le pregunta:
¿Qué es lo que quieres realmente? Ese joven nos diría: “Quiero
conocer, por fin, al ser humano en su totalidad, al que ha vivido
diferentes vidas sucesivas. Quiero conocer lo que tengo en mí de
esas fases anteriores de la existencia. Vosotros no sabéis nada de
eso, por eso nunca me habláis de ello”.

Hoy en día está muy presente la ardiente necesidad para algunas


sensibilidades, de sacar a la luz el karma, de conocerlo. Por ello nos
encontramos en un momento en el que debe ser estimulado el
estudio de la Historia de la manera que os he mencionado a través
de distintos ejemplos. Un estudio que, llevado a cabo con seriedad,
intensamente, nos conduzca a enfrentamos a nuestra propia vida a

242
la luz de las vidas terrenales sucesivas y del karma. Por eso en las
presentes conferencias os he expuesto tales consideraciones
históricas, orientándolas progresivamente hacia la observación del
propio karma de todos los seres humanos. Ese era el tema de las
conferencias. Cuando lleguemos a la última habremos progresado lo
suficiente en nuestro estudio para tener una clara representación de
la posibilidad de presentir el karma de uno mismo. Pero eso no se
puede hacer sin haber visto, antes que nada, la estructura de
conjunto de la Historia universal. Dejadme concluir este estudio —
que ante todo debía aclarar el ser interior del hombre con la luz que
él proyecta sobre la naturaleza de un movimiento actual lleno de
esperanza- esbozando ante vosotros un mapa de la Historia mundial.

En el futuro, las consideraciones históricas deberán referirse al


hombre en su totalidad, deberán hacer perceptible cómo el ser
humano, de una época terrestre a otra, aporta él también al devenir
histórico lo que palpita en los impulsos de la Historia. Recordemos la
época en que vivió Carlomagno en Europa, que reinó del 768 al 814:
evocad por unos momentos en vuestra alma lo que recordéis de los
hechos históricos de Carlomagno. ¡Hemos estudiado tantas cosas
sobre él, en la escuela, que deben abundar las representaciones de
las almas de mis honorables oyentes! Ahora bien, al mismo tiempo
que el mencionado Carlomagno y todas las representaciones que os
estáis haciendo en vuestras almas sobre él, vivía en Oriente una
personalidad muy importante: Harun al Rashid. Este había crecido
totalmente inmerso en la cultura de la época, reunida bajo el Islam
y su voluntad se inflamaba con el deseo de cultivar esta civilización
oriental en un Centro. En su Corte se desarrollaron innumerables
actividades, pues era el punto de reunión de todas las aspiraciones
en relación a la Física, la Astronomía, la Alquimia, la Geografía, con

243
la meta de alcanzar el más alto grado de conocimientos. También
confluyeron en dicha Corte, todas las aspiraciones en materia de
Arte, de Historia, y de Pedagogía. Todo lo que encontramos en esa
Corte fue más digno de admiración que lo que tuvo lugar, sobre todo
en materia de espiritualidad, en la corte de Carlomagno, de la misma
manera que los hechos acaecidos durante sus campañas, no creo
que embelesaran a los estudiosos de la época presente. Al mismo
tiempo que Harun al Rashid, vivía en su Corte una personalidad que,
en aquella época, era sólo un sabio con amplios conocimientos pero
que, en otra encamación muchos años antes, había sido un Iniciado.
Ya os he mencionado que una iniciación en una encarnación, puede
quedar relegada a un segundo plano en una vida posterior. La
Academia fundada en Oriente fue una institución verdaderamente
grandiosa, y esta personalidad fue, en cierta medida, su organizador:
los conocimientos, el arte, la poesía, la arquitectura, la escultura
según los cánones de la época, todo fue organizado por él en la corte
de Harun al Rashid.

Las dos almas,1a de Harun y la del sabio, franquearon el umbral de


la muerte y prosiguieron su evolución. Nosotros sabemos que era el
tiempo en que el arabismo se extendía por toda Europa. Pues bien,
esta expansión terminó, pero tanto Rashid como el sabio quedaron
unidos a esta ingente obra. Mientras que el primero siguió el
movimiento del arabismo a través del norte de África, siguiendo por
España y más allá del oeste de Europa, evolucionando él mismo
entre su muerte y el nuevo nacimiento de tal manera que su mirada
permaneció fija en la evolución seguida por el arabismo, el otro, su
sabio consejero, siguió con la mirada lo que viniendo de Oriente,
pasando por el Mar Negro, siguió hasta Europa Central. Es algo
singular poder seguir la vida de un ser humano entre la muerte y un

244
nuevo nacimiento, seguir con él lo que observa particularmente
cuando dirige su mirada hacia la Tierra. Como ya os dije, lo que uno
contempla son los efectos de la acción de los Serafines, Querubines
y Tronos, pero éstos están ligados a lo que tiene lugar sobre la Tierra.
De la misma forma que desde la Tierra elevamos los ojos al cielo,
durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento los bajamos
hacia la Tierra. Así pues, aunque exteriormente la vida física había
terminado para ellos hacía tiempo, los dos hombres continuaban
todavía su trabajo, asimilando otros contenidos muy diferentes:
Harun al Rashid llegó a ser el fundador de una nueva concepción del
mundo, bajo el aspecto de Lord Bacon de Verulan. Aquel que es
capaz de observar los hechos sin partidismos, puede comprender
que en todo lo que Bacon impuso al mundo, se encontraba la nueva
edición de lo que antaño había sido puesto en marcha en Oriente,
donde no había cristianismo. Exteriormente, Bacon era cristiano,
pero en su interior, en lo que deseaba llevar a cabo, no lo era. El otro,
el sabio consejero, que había seguido la ruta pasando por el Mar
Negro hacia Europa central, fue el que, de otra forma que Bacon,
introdujo el arabismo en Europa, un arabismo completamente
transformado, siendo Amos Comenius.

Así actúan juntos estos dos seres en el despertar de la vida espiritual


moderna y sólo así podemos comprender el devenir histórico
cuando vemos que, de una parte, se ha olvidado el cristianismo, que
la cultura cientifica toma un aspecto más exterior a pesar de que,
por otra parte, ella se interioriza todavía más. Amos Comenius, en su
encamación proveniente de Oriente actúa adoptando, justamente,
la vida más profunda de Europa central, añadiéndole lo que viene de
Oriente. De esta manera confluyen en el centro de Europa lo que
proviene de los dos extremos, aunque son más numerosos los

245
elementos orientales. No se llega a comprender en profundidad el
devenir interior de la raza humana con la única ayuda de un libro y
estudiando lo allí escrito para saber quién fue Lord Bacon o Amos
Comenius. Eso sólo lo podemos aprender observando cómo
evolucionan las diferentes épocas gracias a los propios seres
humanos y contemplando los impulsos del pasado trasladados al
presente. Intentad ver con claridad lo que sucede ahí:

el cristianismo se ha expandido ganando en cierta medida los países


septentrionales y el centro de Europa. Ahí se introduce algo viniendo
de hombres como Bacon de Verulan, Harun al Rashid reaparecido, o
como Amos Comenius, el sabio consejero también reaparecido, algo
que no proviene exactamente del cristianismo, pero que se mezcla
con todo esto, actuando como lo hacen las corrientes espirituales en
la evolución universal. Sólo por ahí se puede llegar a comprender lo
que sucede en realidad y en qué conjunto de relaciones se encuentra
el ser humano inmerso en el mundo.

Cuando nos remontamos más allá de Harun al Rashid, hasta un


descendiente directo de Mahoma, tenemos que representarnos con
toda claridad lo que se introdujo en la vida espiritual de Oriente,
gracias al Islam. Sigamos ahora el camino del cristianismo: éste nos
revela lo que da a la Trinidad un sentido muy profundo.
Considerando el espíritu en toda la creación de la vida de la
Naturaleza —este espíritu que nos sitúa en el mundo, en tanto que
hombres físicos, este espíritu que es el de las leyes de la Naturaleza,
el Ser del Padre—, nos preguntamos: ¿qué seríamos si sólo actuara
en nosotros el Padre? Atravesaríamos la vida entera, desde el
nacimiento hasta la muerte, sometidos a la misma ley de la
necesidad que actúa en el mundo entorno nuestro. Pero a una edad

246
determinada, nos convertimos en hombres libres sin que por ello
perdamos nuestra humanidad, sólo que despertamos a una forma
superior del ser humano. Desde el momento que nos hacemos
hombres libres, cuando nos liberamos de la naturaleza por
completo, lo que actúa en nosotros es el Ser Solar, el Cristo, la
segunda persona de la Trinidad. Pero lo que nos da el impulso por el
cual no solamente nos reconocemos como un cuerpo físico - una vez
que ya ha alcanzado su evolución - si no que nos despierta de nuevo,
en tanto que espíritus, es lo que llamamos, el Espíritu Santo que vive
en nosotros. No podemos llegar a conocer al ser humano en su
totalidad si no percibimos la acción de esos tres elementos de la
Trinidad. Así los vemos de forma concreta. Frente a esta visión
concreta, el Islam levanta abstracciones: no hay más Ser divino que
el Dios Padre, el único Dios. El Padre lo es todo. No hay necesidad de
una triple forma de la divinidad. El propio Mahoma y sus
descendientes construyeron esta idea.

En una época en la que no se puede cultivar más que la abstracción,


como la más alta facultad humana, lo que reduce el pensamiento a
algo seco, prosaico, en una época así se ha ido identificando cada vez
más al Dios abstracto, el único que se conocía, con el pensamiento,
y el hombre terminó haciendo de su pensamiento un Dios:
divinizándolo porque había olvidado que la actividad pensante tiene
una orientación altruista. Por eso terminó por divinizar siempre el
pensamiento humano, el intelecto humano. Entre los sucesores de
Mahoma esta manera abstracta de pensar tenía una tendencia
grandiosa. Uno de sus descendientes, se llamaba Mu’áwiyya. Me
gustaría que leyerais su historia. Encontraríais una extraña
configuración espiritual en él, en alguna medida como si fuera el
comienzo de una categoría de hombres que podríamos definir como

247
verdaderos “abstractores”, hombres que todo en el mundo lo
quieren ver de acuerdo con ciertos principios muy simples.
Mu’áwiyya volvió a nacer en nuestra época, siendo Woodrow
Wilson. En él vivía la naturaleza abstracta del islamismo según la cual
se podía dar forma a un mundo nuevo partiendo de 14 puntos fríos,
abstractos, vacíos de contenido. Realmente ninguna otra ilusión
presente en la Historia fue mayor que ésta y a ninguna otra. ilusión
se dejó arrastrar la humanidad casi al completo, mejor que a ésta.
Nadie quiso comprender, cuando ya en mis conferencias de antes de
la guerra, en Helsingfors, llamé la atención sobre la incapacidad de
W. Wilson, cuya época gloriosa no había hecho más que empezar en
aquellos tiempos, nadie quiso comprender a pesar de que
constantemente y en todas partes dónde podía hablar, no dejé de
indicar que la desgracia que aparecía por el horizonte estaba ligada
a la idolatría de la que todo el mundo hacía gala frente a W. Wilson.

Hoy día, después de haber nacido ya el impulso de Navidad, ha


llegado el tiempo en que se podrá hablar abiertamente de estas
cosas, de la misma manera que el estudio de la Historia podrá
orientarse hacia las cosas que son impulsos directamente activos.
Pues el esoterismo deberá impregnar todo nuestro Movimiento
antroposófico, a fin de que se pueda desvelar lo que estaba oculto
bajo el velo de la evolución física exterior. La humanidad sólo será
capaz de afrontar los fenómenos mundiales, y de hacer lo que hay
que hacer, si se entrega a fondo al estudio del karma, y el ser
humano, aisladamente, se observa a sí mismo y a la Historia
universal, a la luz del Karma.

248
Decimocuarta Conferencia

Breslavia, 13 de Junio de 1924

Cada día estamos más cerca de comprender los elementos de la vida


de algunas personalidades aisladas que pueden despertar un

249
presentimiento sobre el valor del karma en la vida personal. Mi tarea
de hoy será, a fin de conseguir nuestra meta en el curso de mis
conferencias, de una parte esbozar cómo puede la ciencia iniciática
examinar el karma, partiendo en principio de su propia experiencia
interior y cómo, después, el propio hombre, sin poseer esta ciencia
iniciática, aunque sí un cierto sentido íntimo que le permita observar
la vida, podrá tener un presentimiento de la acción soberana del
karma.

Recordemos lo que indiqué a propósito de los recuerdos y la


multitud de pensamientos que afluyen desde el interior del alma,
bien sea que ella los reclame, o que sigan libremente, ofreciéndonos
una imagen de nuestra vida actual que, en realidad, es como una
sombra, más o menos abstracta, pero que sin embargo la refleja.
Durante estos últimos días pudimos orientar nuestra atención sobre
lo que el hombre pierde cuando pierde la memoria. Puede seguir
actuando como un ser inteligente, razonable, pero sus acciones no
se inscriben en el contexto de toda su vida. El actúa como si en el
instante en que comienza su acción, no tuviera ningún recuerdo que
se remontara más allá de ese instante, como si hubiera venido al
mundo, desde luego, como un ser acabado, razonable, pero como si
su vida, antes, no hubiera tenido lugar sobre la tierra. Eso nos
permite constatar que para la experiencia de la conciencia ordinaria,
el Yo está anclado, fundamentado, en la memoria. Así pues, él no se
reencuentra a sí mismo en esta vía del recuerdo en el curso de esta
vida terrenal.

Pero ¿cómo nos llegan los recuerdos? Comparémoslos con la


realidad vivida plenamente de dónde nos llegan. Estamos en la vida,
la vivimos en medio de alegrías y de penas y con nuestras

250
experiencias nos encontramos ligados al conjunto de nuestra
existencia. ¡Sólo tenemos que comparar esta íntima fusión con la
propia existencia, con el tenue recuerdo que conservamos en el
alma! Sólo tenéis que tomar un suceso verdaderamente importante
de vuestra vida, por ejemplo, la muerte de un amigo muy querido, o
la de vuestros padres, un momento en el que el suceso fue vivido
intensamente en razón de vuestra actitud interior. Comparad toda
la intensidad de esta experiencia vivida y el momento en que se vivió,
con los difusos recuerdos que os vuelven diez años más tarde. Y sin
embargo, esos tenues recuerdos tenemos que tenerlos para sentir
la continuidad, la firmeza interior, la realidad de nuestro Yo. ¿No veis
ahora cómo el Yo, que sin los recuerdos no podría adaptarse a la vida
terrenal con su conciencia ordinaria, se vivencia a sí mismo como una
sombra y cómo él está anclado en algo que, en el fondo, cae cada
noche en el inconsciente? En realidad, con nuestra conciencia
terrenal ordinaria no vivimos muy intensamente con nuestro Yo. Ese
verdadero Yo de la vida que no es, desde luego, la vida presente, y
del que sabemos que está en relación con nuestro yo actual, toma
cada vez más el carácter de un pensamiento. Esta experiencia
interior es muy intensa, pero no es todavía lo que ya ha tomado la
forma del recuerdo, de tal manera que podemos decir: tenemos
nuestra alma que comprende, y nuestro espíritu, y ambos están en
contacto con todo lo que fluye hacia nosotros desde el exterior,
desde el mundo exterior, vivimos detrás del Yo como una sombra, y
eso es lo que nos queda en el recuerdo. Y a causa del aspecto
característico del recuerdo, los sentimientos e impulsos van
quedando cada vez más eliminados del recuerdo. Hemos podido
estar presentes y haber experimentado un sentimiento intenso,
como os decía, en la muerte de una persona muy querida: la imagen
del recuerdo que subsiste está apagada, cada vez más desdibujada

251
en el sentimiento. ¡Qué poco vivo está en nosotros algo que
emprendimos en otro tiempo, empujados por un poderoso impulso
de voluntad, bajo el efecto de una impresión exterior! El sentimiento
y la voluntad se borran, lo quç permanece, en general, es la imagen
inmóvil del recuerdo, la sombra de lo que se vivió. Y no puede ser de
otra manera sobre la tierra: sólo conservamos la sombra de nuestras
experiencias. Ya no somos, en el recuerdo, lo que éramos en el
momento de tener la vivencia de la experiencia.

Sin embargo nos podemos colocar frente a ella con otra actitud
diferente a la que tenemos en nuestra vida habitual. A propósito de
nuestras experiencias podemos planteamos nuevas preguntas.
Desde luego que la vida toma entonces, cuando hacemos una
retrospección de la misma, un aspecto bien diferente.
Preguntémonos: de hecho ¿ qué somos nosotros en el momento
presente, qué somos con nuestra sabiduría, nuestros sentimientos y
la energía de nuestra voluntad? Si nos remontamos, con estas
preguntas, hasta nuestras experiencias, constatamos que seríamos
muy poca cosa si no hubiéramos llegado a una cierta edad, si no
hubiéramos pasado por las experiencias precedentes. Pensemos por
ejemplo en nuestras experiencias de juventud, uniéndolas al
presente, como hace la memoria: ¡qué felices éramos! Cuando,
durante nuestra vida, miramos a menudo al pasado, podemos decir
en lo que se refiere al presente, cosas de una cierta importancia. La
facilidad con que adaptamos nuestra alma, y tal vez nuestra persona
física, más o menos bien a la vida, y la conducimos a través de la
existencia, lo debemos al hecho de que durante nuestra juventud
pudimos vivir alegremente, sin haber pasado por depresiones,
conducidos con alegría hacia muchos sucesos. Son estas impresiones
felices las que nos permiten vivir más tarde con una cierta felicidad,

252
aunque ellas mismas se hayan deslizado a zonas profundas.
Preguntémonos ahora cuánto de este ahondamiento en nuestra
vida, en nuestra alma, se debió al dolor, al sufrimiento: ¿qué es lo
que en realidad penetra en el alma cuando nos planteamos estas
preguntas en relación a nuestra vida? La respuesta a esta pregunta
no nos la dará nuestra inteligencia, si no la sensibilidad, y ésta nos
lleva a decir: “Tengo que estar agradecido a todo lo que me sucedió
en la vida, pues en realidad, lo que soy, con lo que me identifico más
o menos, viene de ahí. No puedo saber qué habría sido si no fuera
así, pero como las grandes o pequeñas alegrías y sufrimientos me
han hecho como soy, no puedo menos que estar verdaderamente
agradecido a esta vida.”

La respuesta a la pregunta mencionada debe ser hecha con un


sentimiento de agradecimiento. Y hacerlo significa mucho para la
vida, en relación a la existencia terrenal, que llena el alma del
hombre, y que aparece en ciertos momentos en los que se
profundiza la vida del alma, no por las emociones, sino cuando
hacemos algún juicio sobre la vida de un alma pura. Que más de un
suceso de la vida sea deplorable, en muchas ocasiones, lo que
expresan nuestros lamentos es un verdadero error. Pues si lo que

253
deploramos no hubiera ocurrido en la vida, no seríamos lo que
somos.

A fin de cuentas, el sentimiento que podemos tener ante la vida se


reduce a ese agradecimiento. También puede estar presente cuando
no estamos completamente de acuerdo con la vida, cuando
hubiéramos querido recibir algo más de ella. Pero uno puede
también estar agradecido ante alguien que nos regala un pequeño
pastel, aunque estábamos esperando uno más grande. El hecho de
que esperásemos uno grande no debe menguar nuestro
agradecimiento. Uno puede decirse:

Sean cuales sean los dones que, en nuestra opinión, nos ha negado
la vida -y no hay que olvidar que nuestra opinión a veces puede ser
errónea- en cualquier caso la vida nos ha dado algo. Y frente a este
“algo” debemos cultivar un sentimiento de agradecimiento. Y
cuando se cultiva este sentimiento, con toda seriedad -sólo hay que
reflexionar sobre ello para comprenderlo— debemos estar
agradecidos también en relación a otra cosa. Aquel que no haya

254
cultivado el agradecimiento por la vida, será conducido por ella a
reconocer y transformar los recuerdos en un regalo lleno de amor a
los dispensadores espirituales e invisibles de vida.

Ser conducido por la personalidad hacia lo suprasensible por el


camino más bello, es como ser conducido al agradecimiento por la
vida, ya que este agradecimiento también es un camino que conduce
a lo suprasensible, desembocando en la veneración y el amor hacia
el espíritu humano dispensador de vida. El agradecimiento engendra
el amor. Y cuando este amor nace del agradecimiento por la vida,
abre el corazón a los poderes espirituales que impregnan la
existencia. Y como ésta ha comenzado con nuestro nacimiento y no
podemos, en absoluto, ser agradecidos desde ese momento, y
habida cuenta que, aparentemente nacemos dotados de ciertas
cualidades, está fuera de toda duda que el agradecimiento a la vida
nos conduce más allá de ésta, hacia la existencia pre-natal. Para
admitir plenamente lo que acabo de decir, por supuesto que es
preciso examinar bien la vida, pero hacerlo, cuando se cultiva el
agradecimiento engendrado por una observación de la vida sin
prejuicios, examinando si verdaderamente el amor que comprende
al espíritu ha nacido de este agradecimiento, nos permitirá constatar
que, en efecto, así ha sido. La cuestión planteada aquí, sólo la vida
real puede contestarla. Y esta vida real contesta como acabo de
decir.

Cuando abordamos de esta manera nuestras experiencias vividas,


cultivando el agradecimiento y el amor hacia los poderes espirituales
dispensadores de la vida, experimentamos en la observación dirigida
así hacia nuestras experiencias, un sentimiento completamente
diferente que el que experimentamos cuando observamos nuestros

255
recuerdos. Ante estos nos decimos: hemos vivido las cosas de
manera plena, intensa, realmente, pero el recuerdo de ellas no es
más que una simple sombra de lo que experimentamos, que nos
transforma en una pálida sombra. Los recuerdos deben su existencia
a nuestras experiencias, pero ahora estamos abordando algo mucho
más poderoso que nuestro yo ordinario.

Pues nuestra mirada no se dirige sólo a los recuerdos parecidos a


sombras cuando se dirige a las experiencias por las que hemc3s
pasado. Tenemos bajo nuestra mirada algo poderoso, algo que no es
la sombra de nuestro Yo fluyendo a través del tiempo, sino el creador
de ese Yo terrenal que sigue la corriente del tiempo. Fuera están
todos los sucesos a los que debemos nuestra existencia y cuando los
observamos debemos considerarlos como los poderosos creadores
de nuestro yo terrenal. Así pues, con nuestro yo presente, el de cada
instante, nos encontramos en una situación intermedia: hacia el
pasado, cuando observamos profundamente nuestra alma,
encontramos las imágenes-sombra de lo vivido:

Delante de nosotros, el destino activo, las experiencias sucesivas que


nos aporta y que han formado, modelado con fuerza, nuestro Yo.
Para sentir este poderío de la fuerza que modela el destino, hay que
pasar de la actividad pensante, al sentimiento, pues el
agradecimiento y el amor sólo se pueden vivir a través del
sentimiento. Y en este sentimiento amoroso se revela, para
empezar, el presentimiento del destino actuando. Esto empieza así:
presentimos el destino en plena acción, sentimos poderosamente,
tras haber pasado por el agradecimiento y el amor, el flujo de
sucesos que nos han hecho ser como somos. Alguien puede haber
alcanzado un cierto status a los 40 años, es decir, es alguien. Por

256
poner un ejemplo extremo digamos que se puede tratar de un poeta
célebre -que los ha habido! También podría decir, un psicólogo, un
célebre físico, en este caso tenemos un ejemplo muy próximo, pero
prefiero imaginármelo- que está observando su vida
retrospectivamente, hasta llegar a los 18 años. Observa lo sucesos
desde sus 40 años hasta los 18, y ahí encuentra el momento en que
suspendió el Bachillerato. Sufrió mucho en aquella época y tuvo que
organizar su vida de otra manera diferente, pues no tenía dinero
para volver a estudiarlo durante otros años, y no podía ir por el
mundo sin Bachillerato. Lo tenía todo pensado: si aprobaba, iba a ser
us serio inspector financiero, trabajaría mucho y no tendría tiempo
para cultivar las facultades y fuerzas presentes en el fondo de su
alma. Cierto que podríamos decir: cuando esas fuerzas de la
imaginación están ahí, son tan poderosas que podrían franquear
todos los obstáculos que le opusiera su actividad como
administrador financiero. Podemos hablar así en abstracto, así se
hace hoy en día. Pero eso no es verdad. En realidad, más de un poeta
debe justamente su temperamento particular, lo que ha llegado a
ser, a las circunstancias que sucedieron en un momento
determinado, como el raso que os he contado. Y si le concede una
verdadera .importancia al hecho de ser poeta, estará agradecido a
los que le suspendieron en el examen y que no obstruyeron su
carrera dándole un “sobresaliente” en cada una de las materias de
su examen. Si nos tomamos la vida con realismo y sin
sentimentalismos, podemos cultivar ese agradecimiento, sea como
sea la vida que hemos vivido, diciéndonos: Estamos forjados por la
acción del destino que camina a nuestro lado y contra nosotros.
Tenemos que experimentar esos sentimientos para comprender
cómo vive y actúa el destino ante nuestros ojos.

257
Me gustaría exponer ahora en qué forma se presentan esas
experiencias ante los ojos de quien posee la ciencia iniciática y cuya
mirada, en consecuencia, se dirige hacia el mundo espiritual. El dirige
su mirada, afinada por el conocimiento imaginativo, inspirado, del
que ya dispone, sobre una de estas experiencias

-para saber más de lo que esto significa os recomiendo leer mi libro:


“Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores”-.
Aquel que ha fortalecido su facultad de conocer, puede dirigirla con
una intensidad particular, sobre una de sus experiencias del
presente. Cuando se tienen conocimientos adquiridos a través de la
Iniciación uno se siente más afectado por la experiencia, mucho más
que el que no tiene esos conocimientos. El que posee el
conocimiento iniciático pasa por las experiencias con mucha más
serenidad que el que no lo tiene, pero eso no nos permite deducir
que por ello esté menos afectado. Seguramente lo está, mucho más
que el otro, pero él ha conquistado, frente a los posibles sucesos
penosos de la vida, ciertas fuerzas que le permiten considerarlas con
más serenidad, objetivamente. En las profundidades de su ser,
siente su significado con más plenitud que el otro. Por esta razón, las
experiencias que se le muestran a aquel que está dotado de la
Imaginación y la Inspiración, cobran un tono más fuerte e intenso y
entonces, gracias a haber practicado esas facultades, tanto al
principio de esta vida como en las precedentes, puede dar a estos
sucesos la forma de imágenes que reproducen plenamente su
contenido, transformándolas él mismo en Imaginaciones.

¿En qué consiste esta transformación? Pues en que de los sucesos,


de las experiencias vividas no solamente hemos guardado lo que se
puede observar con los ojos, sino que ahí están también presentes

258
el espíritu profundo, las relaciones espirituales, además de una
imagen que continuamos llevando dentro, cuando la experiencia ya
ha pasado. La imagen siempre está ahí. En efecto, la experiencia se
ha vivido en profundidad y gracias a la facultad de la Imaginación,
aparecen las relaciones espirituales. El alma está intensamente
afectada, y entonces es posible dirigir la mirada en lo espiritual y
conservar la experiencia. Cuando ha transcurrido una noche, la
experiencia que fue vivida con más plenitud por el hecho de que el
cuerpo astral y el Yo han abandonado el cuerpo físico, es conducida
al mundo espiritual. Porque lo que se ha vivido en el mundo físico,
con el cuerpo físico y el etéreo, puede ser vivido en el mundo
espiritual con el Yo y el cuerpo astral, trayéndolo de vuelta al cuerpo
físico, en el momento del despertar. Pero no a la manera como lo
hace la conciencia ordinaria, que tiene que apoyarse en el recuerdo,
que se difumina progresivamente, sino que se la trae de tal manera
que se impregna todo su ser como por un “fantasma”, que uno lleva
consigo en toda su apariencia concreta, en toda su intensidad,
sintiéndose como bañado en su resplandor como si uno tuviera
delante la verdadera realidad de otro hombre. Pasadas dos o tres
noches, con sus días, tiene lugar lo siguiente: Lo que se llevó en
principio al mundo espiritual con el Yo y el cuerpo astral, lo que a
continuación se trajo y que sigue viviendo y vibrando con intensa
fuerza en el cuerpo físico, esto habla y se mantiene tras las
experiencias en forma del destino que está actuando Las
experiencias no están presentes solas sino que ahora están
totalmente impregnadas por lo que ellas produjeron en las vidas
precedentes, por la acción que ejercieron en las vidas terrenales
siguientes. De la misma manera que detrás de nosotros tenemos los
recuerdos, como una imagen-sombra, el que posee la ciencia
iniciática tiene presentes ante él las experiencias. Pero éstas son

259
transparentes como el cristal, y tras de ellas está, como una memoria
cósmica, el karma en devenir, la memoria objetiva. Entonces se
percibe que el ser humano no sólo tiene en sí los recuerdos difusos
de su vida terrenal, sino que alrededor suyo el karma está grabado
en el éter cósmico, en la crónica del Akasha. Dentro del hombre, el
recuerdo atenuado; fuera, el recuerdo cósmico de nuestro destino a
través de las vidas terrenales, aunque él permanece inconsciente,
fuera del campo de la conciencia ordinaria.

Nosotros caminamos sobre el suelo terrestre, llevando con nosotros


los recuerdos, como una sombra. Si tuviéramos que representamos
a un ser humano llevando así sus recuerdos, tendríamos que hacerlo
como llevando una nubecilla sobre la cabeza -justo donde la cabeza
está más próxima al cuerpo- nube que se va haciendo
progresivamente más tenue, a medida que se acerca al cuerpo.
Caminando así por el mundo, el ser humano está rodeado como por
un nubarrón etéreo en el que están grabadas todas las experiencias,
así como todo lo que permanece inscrito en él de la vida precedente.
Nosotros poseemos una memoria interior y conservamos el
recuerdo del mundo que está fuera de nosotros. Cada hombre está
rodeado de esta aura. No solamente la vida terrenal actual está
inscrita en nosotros en forma de recuerdos, sino que también están
grabadas todas las vidas terrenales.

No siempre es fácil descifrar esta memoria, pero ahí está. Es difícil


descifrarla y os puedo asegurar que los casos de los que os hablé
estos últimos días no se dieron a conocer con facilidad. El hombre no

260
sólo posee una memoria dentro de sí, sino que posee una memoria
del aura alrededor suyo.

No es posible acceder a esta memoria de inmediato - cuando uno


intenta acercarse a lo que vivió en su vida terrenal — esta memoria
necesita varios días y es preciso que colabore a este resurgimiento,
el ritmo del sueño y el despertar, como ya he dicho. No se puede
decir jamás que una experiencia está presente y que deberíamos
recordarla tal como tuvo lugar en las vidas terrenales anteriores. Es
preciso observar esta experiencia con claridad, en forma de una
imaginación, impregnándola a su vez de la inspiración, esperando
después a que ella misma se nos revele. Uno nunca debe prestarse
a especulaciones en relación al mundo espiritual, ni a hacer
combinaciones cuando se está investigando. Lo único que tenemos
que hacer es llevar a cabo los preparativos gracias a los cuales se nos
podrá revelar algo proveniente del mundo espiritual. Todo el que
crea que puede constreñir al mundo espiritual a revelársele se
equivoca completamente y sólo obtendrá errores. Es preciso estar

261
preparado para recibir lo que se debe esperar como una gracia,
mayor o menor, del mundo espiritual.

Como veis, ese es el camino que, gracias a la ciencia iniciática, nos


puede desvelar el Karma. Por ese camino se nos revela que todo
hombre lleva alrededor suyo su Karma en forma de un aura. De lo
que el hombre lleva en sí de esa forma, podemos tener un
presentimiento, siempre siguiendo la vía de conocimiento que os he
mencionado. Podemos tener el presentimiento de este manto
kármico del aura que nos envuelve como una capa. El problema es
que no podemos hacerlo en unos pocos días, como es el caso del
conocimiento iniciático. Sólo se nos mostrará gracias a la
observación íntima de sí mismo, practicada por el hombre, poco a
poco, a veces volviéndose hacia sucesos que tuvieron lugar en un
pasado muy lejano. Pero cuando un cierto acontecimiento del
pasado de nuestra vida terrenal está maduro para ser apreciado por
nosotros, de tal manera que veamos reflejarse allí las fuerzas que
prepararon nuestras vidas anteriores, entonces es cuando podremos
tener un presentimiento. Por desgracia, hoy día, en la vida del alma
humana se muestra muy raramente lo que la atraviesa a tal
profundidad que se pueda llegar a esta concepción de la experiencia
personal que sólo se puede captar a través de ese sentimiento de
reconocimiento, porque en la actualidad los hombres se toman la
vida con mucha superficialidad. Se pasa por la vida como un
vendaval, sin pararse a sentir las propias experiencias. Sucede que
cuando uno ha crecido con un cierto sentimiento del significado
cósmico de la vida humana, en nuestra época puede parecer a veces
muy extraño lo poco que los hombres se parecen en realidad a lo
que representan, con qué fuerza son conducidos por la vida sin llegar
a ser una individualidad fuerte.

262
Me gustaría establecer ahora una relación con algunos casos
aislados concretos. En cierto momento de mi vida, me sorprendió un
profesor de Historia, hombre muy inteligente, que ejercía una gran
impresión entre sus alumnos. Podía decirse que, cuando quería, nos
exponía la Historia con un cierto entusiasmo interior que se
acentuaba en sus discursos de tal manera que, cuando eso sucedía,
conseguía entusiasmar a sus alumnos. Pero había algo extraño en
ese profesor: yo le consideraba verdaderamente capaz de despertar
el entusiasmo en sus alumnos. Luego, en un momento dado, la vida
le arrastró, se hizo negligente, ya no trasmitía ese entusiasmo del
que antes gozaban sus exposiciones. Se limitaba a leer en los libros
que él pensaba que sus alumnos no conocían y que no podrían
conseguir por su cuenta. Pero un día, uno de sus alumnos se puso a
investigar y encontró lo que el profesor había leído. Entonces, todos
los alumnos se compraron el libro en cuestión, se aprendieron de
memoria su contenido y se convirtieron en “alumnos excelentes”.
Finalmente el profesor se hizo tan superficial que no se enteraba de
lo que les decía a sus alumnos en clase. Esta transformación tuvo
lugar en un tiempo relativamente corto y uno se quedaba perplejo
al comprobar qué poco participaba en su trabajo, cuando hacía tan
poco tiempo que había suscitado un gran entusiasmo entre quienes
le seguían. Pasaron unos pocos años, este mismo profesor de
Historia, del que yo había oído decir a sus alumnos, con el
entusiasmo propio de la juventud: ¡He aquí un hombre que ama
verdaderamente la Historia, con quien se puede aprender mucho! -
este mismo hombre terminó su vida, por extraño que parezca, en el
libertinaje más vulgar. En pocos años, su existencia cayó tan bajo que
tuvo que marcharse a vivir fuera de la ciudad en la que había
enseñado: se le estimaba tan poco, que no pudo continuar viviendo
allí.

263
Un cambio tan radical en el destino se nos presenta como un gran
enigma y, sin embargo, delante de tales desviaciones es cuando uno
empieza, si nos tomamos la vida con la suficiente seriedad, a
preguntarse cosas sobre el Karma. Sobre todo cuando la mayoría de
la gente sigue su vida con la rutina habitual, siendo lo que son sin
pasar por cambios tan drásticos. Cuando se vive con el conocimiento
real del espíritu, destinos como el que acabo de señalar, devienen
grandes enigmas. Por una parte, nos enfrentamos, con el
conocimiento espiritual, a los grandes enigmas que ayer nos
mostraron a Woodrow Wilson al término de una serie de
reencarnaciones. Pero de otra, en la vida que se desarrolla alrededor
nuestro, somos conducidos por el pensamiento hacia las grandes
cuestiones que nos plantea el destino. Cuando se considera esto sin
prejuicios se llega a la conclusión de que, evidentemente, eso no
puede provenir de la existencia en que uno se encuentra. Hay
muchos otros casos también que, durante su vida terrenal no tienen
que enfrentarse a esas transformaciones, por lo cual, tenemos que
intervenir con toda la fuerza que podamos desplegar en nuestra
investigación, aspirando a comprender los enigmas que nos plantea
el destino. Podemos añadir aún otros casos de los que voy a poneros
un ejemplo. Justamente esos casos siempre pensé que habían sido
colocados en el camino de mi propio Karma, para dar a mi
concepción del karma el tinte necesario.

Yo había conocido a otra personalidad, profesor también, más


admirado aún que el anterior, extremadamente admirado por sus
alumnos que decían de él: “Es el mayor sabio que existe actualmente
en el mundo”. Esa era la impresión que causaba entre sus alumnos,
aunque no era ese mi caso —pero esto es una cuestión personal que
no me parece característica— pero sí de numerosos alumnos suyos.

264
Sin embargo sucedió algo muy extraño. Contra todo lo que se
hubiera podido pensar de él, por la manera que tenía de unirse a sus
alumnos, por la dedicación a su trabajo con pleno entusiasmo, con
cada fibra de su alma, que hacía pensar que la enseñanza le
encantaba, de golpe se descubrió que estaba totalmente feliz de no
tener que enseñar más, habiendo sido nombrado Director de una
escuela más modesta que aquella en que había estado enseñando
hasta entonces. Era feliz de trabajar como Director, trabajo más
banal que el de la enseñanza. Y la cosa más chocante es que ese
hombre que hablaba con entusiasmo de Homero y de Esquilo, que
explicaba de maravilla la geografía a sus alumnos, ese mismo
hombre finalmente se enroló en la política en las filas del más
insignificante de los partidos. ¡Realmente, algo incomprensible!

Os he puesto este ejemplo como tal, pero podría añadir cantidad de


otros por el estilo a los dos mencionados. Se trata de personalidades
de la época, pertenecientes a círculos muy extendidos, de los cuales
se puede tener el sentimiento, realmente, de que han sido muy poco
afectados por la vida en relación a su Yo. Fueron personalidades en
las que la vida sólo les rozó por fuera. Si ella les hubiera tocado
cuando se estaban examinando, durante su formación universitaria,
en la cual hubieran participado con entusiasmo, entonces se habrían
entusiasmado con la vida. Pero si la vida les atrajo con banalidades y
ellos se adaptaron, estuvieron igualmente satisfechos, y nada
subyugó su alma profundamente. ¡Si las cosas se hicieran conforme
a la inteligencia, a la comprensión, cuánta gente serían
Antropósofos! Porque millones y millones de hombres son hoy día lo
suficientemente inteligentes para comprender la Antroposofía. Lo
que impide en nuestra época que la gente se acerque a ella es que
el alma se toma la vida con gran superficialidad, que no se interesa

265
por nada, que deja pasar la vida con sus enigmas, apariencias y
banalidades. Se entra en una vida como en cualquier otra; se puede
ser durante un tiempo un pequeño pedagogo reformista, y, un poco
después, estar todo el día sentado en el café, o jugando al billar. Eso
son cosas que ocurren todos los días.

Y ahí es donde surge la gran pregunta: ¿Cómo puede suceder algo


así? En el caso de numerosas almas, se muestra de qué extraña
manera se produjo. Algunas de las personalidades como las que
describí en los dos ejemplos citados, nos conducen a los primeros
siglos del cristianismo, en los que ellas tuvieron sus existencias
terrenales determinantes, siglos en los que el cristianismo, en el sur
y parte del Centro de Europa, había tomado la forma que a menudo
ha conservado para los hombres, en la cual se había esfumado
aquella sabiduría mistérica de la que nació, como mostré en mi libro
“El Cristianismo como hecho místico y los misterios de la
Antigüedad”, la experiencia cósmica del Cristo, el hecho de saber
que el Cristo vino del Sol, que es una realidad espiritual del Cosmos,
que vino a la tierra para ser lo que llegó a ser para ella. Este
conocimiento, que desde la tierra se expande hasta la espiritualidad
cósmica, este conocimiento existía entre los cristianos del primer
siglo. Se apagó en los siguientes siglos, IV, V, VI y VII de la era
cristiana. Se extinguió de tal manera que hemos llegado hoy en día -
aunque eso es algo que ya había comenzado hace mucho tiempo- al
punto de que uno de los mayores reproches que se le hace a la
Antroposofía, en relación a su comprensión del Cristo, consiste en
decir que ella Le considera como un ser cósmico, como un ser solar.
Podéis comprobarlo en lo que escriben nuestros adversarios: la
Antroposofía ha cometido un gran pecado con su concepción
cosmológica del Cristo. Y añaden que se trata del antiguo

266
cristianismo gnóstico reavivado. Ahora bien, la gente no tiene ni idea
de lo que era verdaderamente el cristianismo gnóstico. Porque, al
margen del poco conocimiento que se pueda extraer, por ejemplo
de la Pistis Sophia, la Gnosis sólo fue conocida en los siglos
posteriores a través de los escritos de sus adversarios. De hecho no
se la conoce en absoluto, sólo a través de dichos escritos.
Reflexionad un poco a propósito de esto: si no subsistiera nada de la
Antroposofía, excepto los libros de mis adversarios
contemporáneos, si todo hubiera sido destruido excepto esos libros
de mis enemigos, ¿cómo hablarían de la Antroposofía las futuras
generaciones? Y eso es lo que le gustaría hacer a mucha gente, y a
no pocos críticos: tratar los libros de Antroposofía, -que no son
pocos- como se hizo con los escritos gnósticos. Sólo perdurarían
entonces los libros de nuestros adversarios y esos serían la primera
cosa que se encontrarían: ¡sólo los libros de nuestros enemigos!
¡Sería muy interesante!

En relación a la Gnosis las gentes que se dedicaban a la búsqueda


externa no encontraron más que los libros de sus adversarios. La
frase: “Es un refrito de la antigua gnosis” es, simplemente, un sin-
sentido, pues nadie puede decir tal cosa si no conoce la Gnosis por
sus libros, y éstos han desaparecido. Sólo la pueden conocer a través
de los escritos debidos en su mayoría a sus enemigos, ya que nada
más le fue trasmitido a las siguientes generaciones. En cualquier
caso, esto viene también a demostrar que uno es acusado de un
pecado mayor cuando se establece un lazo entre el Cristo y el
espíritu del Cosmos. Y sin embargo, la verdadera comprensión de los
Evangelios nos muestra en cada página, en cada frase, una alusión al
elemento cósmico del Cristo, pero esto ha sido progresivamente
eliminado. Y fue en la época en que esta eliminación fue más activa

267
cuando se reencarnaron los hombres que, al venir hoy en día no
pueden encontrar los lazos con la vida porque en su encarnación
precedente, a pesar de ser inteligentes, les era del todo imposible
conocer, por la formación recibida en su época, el lazo que unía a la
Tierra con la vida espiritual del Cosmos. A causa justamente de
recorrer su vida, en cierta medida como a trompicones, como si la
tierra estuviera reducida sólo a sí misma, y no hubiera nada más que
ver en el espacio exterior que las estrellas físicas, en su nueva
encarnación ellos se vuelven, tambaleantes, hacia la vida real que
actúa sobre ellos.

Así es cómo la visión nos conduce al destino de los hombres. Uno


percibe que la cultura de la época ejerció dicha influencia sobre un
gran número de seres, que les hizo superficiales y aparecieron en
esta vida con esa tendencia a la banalidad de la que ya os he hablado.
Ese es el sentimiento que podréis experimentar ante esos hombres
que, en una encamación anterior perdieron la unión con los poderes
espirituales en el cosmos: en la encarnación siguiente, que está
determinada por la precedente, no pueden encontrar los lazos de
unión con la vida terrenal. Pero no todos los pensamientos ligados al
Cosmos tienen que aportarnos simples consideraciones en nuestra
vida: ellos deben aportamos la voluntad, la capacidad de actuar. Y
sin embargo, deberíamos reflexionar: ¿Qué sucederá en el futuro si
a la incomprensión del Espíritu del Cosmos, se añade la
incomprensión de la vida terrenal, el caminar tanto entre
banalidades como entre las honduras de la vida? Ahí es donde el
estudio del Karma toma un carácter más profundo, ya que sólo
puede vivir entre nosotros con esa grandiosa profundidad.

268
Hoy mi interés se centraba en daros una aproximación al Karma
sobre todo a través del sentimiento.

269
Decimoquinta Conferencia

Breslavia, 14 de Junio de 1924

Por muchas de las consideraciones que están en relación con la


formación del destino humano, la formación del Karma, habréis
podido comprobar que, en realidad, esta vida se estudia de manera
muy incompleta si no se engloba la vida del sueño en la observación
de uno mismo. El problema es que esta vida del sueño permanece,
de hecho, fuera del campo de la consciencia. Cuando un ser humano
se concentra, en el estudio normal de sí mismo, en el campo de la
conciencia de la que dispone en la vida de nuestra época, y quiere
estudiar su pasado, no ve más que los días. Las noches, como se
pasan en la inconsciencia, se le escapan. Entre la gente que duerme
normalmente —al fin y al cabo no somos marmotas— se nos escapa
un tercio de nuestra vida, y sin embargo, este tercio tiene una
importancia capital en el estudio de lo suprasensible, de la parte que
toma el hombre en la vida espiritual. Vamos ahora, con ayuda de
unos pocos trazos, a representarnos esquemáticamente lo que
acabo de decir: cuando uno llega a una cierta edad, dirige su mirada
al primer día del que se acuerda y saltándose lo que separa dos días,
une el tercero al segundo, después al cuarto y así continúa, llegando
tan lejos como su memoria le permita, sin tener para nada en cuenta
las noches que se sitúan en los intervalos entre los días. Cuando se
acuerda no dice: “claro que siempre hay un tiempo entre dos días”.
No lo hace, pero debería hacerlo. En la vida moderna el ser humano
no practica una visión retrospectiva muy exacta. Sin embargo, si lo
hiciera encontraría, precisamente por lo que le falta, por lo que no
tiene en cuenta, una indicación, una orientación que le conduciría al
karma. Y es justamente la observación del sueño la que le puede dar

270
las indicaciones más significativas sobre el karma individual. Lo único
que hay que hacer es dirigir realmente la atención sobre la diferencia
de dos momentos importantes de la vida; el momento del despertar
y el de dormirse.

Esta diferencia se puede sentir incluso con la conciencia ordinaria,


pero sólo la ciencia iniciática puede iluminar las diferencias que
pueden ser así resentidas. Estos dos momentos, el despertar y el
adormecerse, se revelan particularmente diferentes entre las
personas un poco enfermas, o enfermizas, las cuales han
comprobado mejor que las personas con buena salud, que el
momento de adormecerse tiene, a menudo, una sensación
placentera. El momento del despertar, en el que el hombre siente
que vuelve a sí-mismo, viene acompañado de un cierto malestar. El
momento del despertar sólo se acompaña de un sentimiento de
alegría cuando el hombre lleva su atención inmediata hacia el mundo
exterior y que éste le habla en un lenguaje más vigoroso que la
sensación que pueda él traer en ese momento. El despertar está, en
efecto, para mucha gente como a media luz, igual que el dormirse.
Pero cuando el hombre se duerme tiene el sentimiento de que los
sucesos del día que él ha vivido, se los lleva con él de forma cada vez
más nebulosa, hasta que al final se libera de ellos, pesándole cada
vez menos. El momento del despertar le produce un sentimiento
como de peso, como si estuviera saliendo de ciertas profundidades
de las que se trae algo para todo el día, de lo que uno se desprende
solamente durante la jornada y esto es lo que da a esta vuelta en sí,
una cierta molestia. Sentimos un regusto de malestar que puede
llegar incluso a la sensación desagradable de tener la cabeza
brumosa. Bien es verdad que el ser humano por lo general no
discierne estas experiencias que suceden en él mismo, y sin embargo

271
son éstas precisamente las que pueden dar unas indicaciones claras
y netas sobre muchos elementos del conjunto de la vida. ¿Qué
sucede, entonces, en el hombre? Desde un cierto punto de vista
podemos describir con bastante exactitud, justamente lo que sucede
en el momento de dormirse: el cuerpo físico y el etéreo permanecen
en la cama, el Yo y el cuerpo astral penetran en el mundo espiritual,
volviéndose a juntar, al despertarse, con los cuerpos físico y etéreo.
Pero ¿cómo se hace esto? Para poder progresar en el estudio del
karma vamos a representarnos con toda claridad, en nuestro interior
cómo se efectúa en realidad ese paso, dando, para empezar, con
todo derecho, una descripción un poco abstracta.

Podríamos representar esquemáticamente este desgajamiento del


Yo y del cuerpo astral fuera de los cuerpos físico y etéreo, de la
siguiente manera. Si esto es el cuerpo físico y esto el cuerpo etéreo,
cuando por la noche nos dormimos, el cuerpo astral y el Yo se
separan de ellos saliendo por la cabeza. Podemos dibujar su
recorrido, agrandándose cada vez más convirtiéndose en una
especie de círculo.

Por la mañana, al despertar, el Yo y el cuerpo astral penetran en el


cuerpo físico desde los miembros, por los dedos tanto de las manos
como de los pies. Esto se puede explicar así: En efecto, se describe
un círculo, círculo que hay que considerar en un sentido más literal
de lo que se piensa, pues en realidad, cuando nos despertamos por
la mañana, la consciencia clarividente no percibe de inmediato la
imagen de un cuerpo astral al completo, ni de un Yo entero, como
habiendo penetrado en los cuerpos físico y etéreo, ya que van

272
penetrando lentamente a lo largo de la mañana, hasta el mediodía.
Podríais pensar que el asunto es bastante singular.

Tendríamos que ir sintiendo progresivamente cómo van ganando el


Yo y el cuerpo astral, el lugar de los dedos y de los miembros en
dirección hacia la cabeza, porque así es como lo ve la visión
clarividente de manera extremadamente precisa, pero el ser
humano no lo siente de esa manera, pues el efecto producido por
estos elementos constitutivos superiores es muy diferente del efecto
producido por las cosas físicas. Por ejemplo, cuando una locomotora
tira de un vagón siempre va en la misma dirección en que se
encuentra. Y si los rieles tienen treinta metros de largo, ella va
tirando al principio durante el primer metro, luego el segundo, etc.
Pero eso no sucede así con las realidades espirituales, pues ellas
pueden actuar en otro sitio distinto de donde se encuentran. De tal

273
manera que la jornada de vigilia se emplea en ir introduciendo
lentamente muestro Yo y nuestro cuerpo astral, desde la punta de
los pies y de las manos, en nuestros cuerpos físico y etéreo, pero ya
desde el principio están ejerciendo allí su influencia, de tal manera
que desde que despertamos tenemos la sensación, interiormente,
de estar completos, llenos de ellos. A la mirada clarividente se
manifiesta que también ahí se lleva a cabo un fenómeno de
verdadera circulación a todo lo largo del día. El complemento se
efectúa por la noche. Pero este fenómeno circulatorio tiene también
lugar cuando os echáis una pequeña siesta, pues realmente no
depende de la hora. Tendríais que representaros de la manera más
justa, que el Yo y el cuerpo astral se desprenden de nuevo en función
de vuestra necesidad de dormir. Por supuesto que el sueño sabe
cuando os vais a despertar, pues el sueño es un profeta y todo se
lleva a cabo a la misma velocidad que él tiene lugar. Vosotros no lo
sabéis, pero el sueño sí que lo sabe. Y, en todo caso, lo sabe el cuerpo
astral, aunque por cualquier motivo no hayáis dormido todo lo que
hubierais querido dormir, o incluso aunque os hubierais dicho, “voy
a dormir sólo media hora” y os habéis dormido tres horas, en lugar
de media. El cuerpo astral, durante el sueño, sabe exactamente
cuánto tiempo vais a dormir. Es un profeta muy preciso, pues las
circunstancias interiores, espirituales, no tienen nada que ver con las
condiciones exteriores.

Comprenderéis ahora que una cosa es dormirse y otra despertarse,


pues cuando uno se despierta, está viniendo del mundo espiritual,
mientras que cuando uno se duerme, uno viene del mundo físico y
penetra en el mundo espiritual. Uno puede conocer entonces la
corriente que de alguna manera sigue uno en el mundo espiritual
entre el dormirse y el despertar, porque lo vive así. Lo único es que

274
la conciencia ordinaria no está hecha para conocer lo que uno vive.
Eso se vive en el inconsciente. Sin embargo uno vive las cosas, incluso
las vive en cierto modo de manera análoga a cómo vive durante el
día, solo que de una manera mucho más intensa. He aquí, en efecto,
lo que pasa.

Cuando de día observáis esta vida del alma despierta, lo primero que
encontráis son las experiencias de los pensamientos que suscitan las
diversas impresiones de la vida. Ellas están ahí, pero también vienen
a unirse, a mezclarse siempre los recuerdos de la vida pasada. Tratad
alguna vez de examinar lo que sucede, en cualquier circunstancia de
la vida, cuando se unen los recuerdos inmediatos y lo que surge del
interior.

275
Cuando uno está verdaderamente atento, puede producirse una
bella imagen por el hecho de que la vida, en ciertos momentos, se
nos presenta como una sopa en la que se mezclan los recuerdos con
las impresiones del momento. Se trata, pues, de la mezcla de dos
elementos de la vida interior, completamente distintos: los
pensamientos que suben y los que, de cierta manera, descienden a
los sentidos. También durante el sueño están presentes en la vida
interior, dos corrientes que parecen diferentes. En efecto, en el
sueño se prolonga lo que estaba presente, sobre todo, en el
momento de dormirse, pero por la mañana esto se nos escapa
porque constantemente afluye a su encuentro, en dirección hacia la
cabeza, lo que experimentamos al despertar.

Estas dos corrientes van al encuentro una de la otra. Una de ellas,


cuya cualidad sentimos en particular en el momento de dormimos,
es la que hemos mencionado, la que atravesamos de manera
consciente, con fuerza, en los primeros decenios después de la
muerte, cuando uno revive su existencia, pero en sentido contrario,
como ya os dije; si por ejemplo, le habéis dado una bofetada a
alguien, después de la muerte hacéis la experiencia, no de la ira
sentida durante la vida terrenal consciente, seguramente satisfechos
de haber podido dar rienda suelta a vuestra cólera, sino que
experimentáis lo que el otro sufrió al recibir la bofetada, el dolor
físico y su sufrimiento moral. Si prolongarais conscientemente la
vida, en la forma fugitiva del momento del dormirse, cuando ya se
ha obscurecido, sólo la viviríais en imagen, pero no en su realidad. Si
uno se adaptara con clara y plena consciencia a ese pasaje, uno haría
la experiencia de lo opuesto a la vida de día, pero en imágenes.
Durante los primeros decenios después de la muerte, uno la vive en
su realidad.

276
La manera en que os he descrito este proceso corresponde, más o
menos, a la vida de día, al estado de vigilia, cuando uno sólo se
interesa por sus pensamientos de la vida exterior. Pero también
existe la otra corriente, que tiene algo de gigantesco. Se la vive, como
ya os dije, en el momento del despertar, sólo que hay algo pesado
que introducimos durante el día y que sólo rebasamos
progresivamente, para liberarnos de ello. Cuando la visión iniciática
lo discierne por completo, observa que en esta segunda corriente
todo el karma humano está presente. El pasado kármico al completo
se muestra ante el ser humano cada vez que se duerme. Mientras
que él tiene, sobretodo, en lo que puede experimentar al dormirse,
un pequeño “aperitivo” de su karma futuro, cuando se despierta con
el sentimiento que os he descrito, tiene una ligera sensación,
pequeña, del karma que lleva. Del momento del despertar hay que
decir que contiene una ligera alusión a todo lo que el hombre lleva
consigo, viniendo de una vida terrenal anterior. En verdad esto es lo
que capta el resplandor del cuerpo astral y del Yo penetrando en el
hombre y expandiéndose en él, desde la punta de los dedos. Y
mientras que un karma muy pesado, un karma que se sufre con
dificultad, tiene la particularidad de transportar hacia la cabeza todas
las substancias malsanas depositadas, un buen karma hace irradiar
hacia arriba todas las buenas substancias. Es ahí donde se unen
todos los elementos naturales y los espirituales. Todo lo que hay de
bueno en el karma humano, hace irradiar hacia la cabeza, por la
mañana, los elementos sanos del organismo y la libera. Del buen
karma no se envían vapores malsanos. Del mal karma, de los restos
de todo lo que hemos hecho mal, de toda clase de depósitos
malsanos en el organismo humano, son enviados una especie de
vapores hacia la cabeza, y entonces la sentimos como embotada y
pesada a causa de este mal karma. A través de los estados que

277
apreciamos por la mañana, podemos percibir incluso en el físico, la
presencia y actividad del karma, que se forma en efecto en la acción
alternativa de la vigilia y el sueño. El karma de futuro que se
compone de todo lo que hacemos cada día hasta el final de nuestra
vida, significa para la noche lo mismo que los pensamientos
elaborados de inmediato durante el día. Del mismo modo, esa
corriente gigantesca que fluye hacia nosotros, que nos encontramos
cuando dormimos desde la noche hasta el día, está compuesta por
los recuerdos cósmicos de nuestro karma pasado. De la misma
manera que en el estado de vigilia tenemos nuestros recuerdos
personales, cuando la consciencia se extiende más allá de su campo,
desde el momento de dormirse al despertar, tenemos nuestros
recuerdos cósmicos. Lo que entonces viene a nuestro encuentro son
los recuerdos de las diferentes vidas terrenales por las que hemos
atravesado. Poco tiempo después de dormirse el que sabe captar lo
que fluye hacia él, gracias a la sabiduría iniciática y lo que ha
comprendido por la iniciación, ve venir a su encuentro su última vida
terrenal, después las precedentes, que han llegado a ser indistintas,
porque en el pasado, el propio hombre vivió en una conciencia
imprecisa, soñadora, vegetal. De tal manera que el sueño es la
ventana a través de la cual el hombre puede observar su karma,
adaptarse a él y gracias a sus actos y pensamientos, que forman el
contenido de su vida de vigilia, continuar dándole forma a su tejido
kármico, precisamente durante el sueño. El primer trabajo realizado
con vistas al karma es justamente el que se hace durante el sueño.
Ya hemos estudiado el segundo trabajo, el que se realiza durante los
primeros decenios que siguen a la muerte.

Podemos adquirir una visión más seria de la vida si tenemos presente


en el alma, de la manera expuesta, el significado del sueño, ya que

278
desde el momento de dormimos hasta el despertar, estamos
trabajando para dar forma a nuestro karma y, además, porque es ahí
donde nuestro karma de la vida pasada encuentra su punto de apoyo
gracias al cual, puede intervenir durante nuestra vida diurna. Si la
noche es su punto de partida, durante el día él puede intervenir
progresivamente en la vida diurna, y así podemos llevar al día alguna
cosa bien determinada. Quien puede tomar verdadera consciencia
de la manera en que pasa un día en que ha tenido un suceso
particularmente importante, siempre que posea la íntima y sutil
facultad de auto-observación, sentirá con facilidad, si el suceso tiene
lugar durante la tarde, que ya durante la mañana se había sentido
inquieto y como conducido hacia dicho suceso. La mayoría de las
personas que pueden presentir esto, tendrán de hecho el
sentimiento de que, desde por la mañana, se habían ido
precipitando hacia un suceso de cierta importancia en su vida. En las
horas que le precedieron, ya le había comenzado a dar su coloración,
incluso aunque se trate de un suceso imprevisto, formando
realmente parte del destino. Los días en los que tenemos que pasar
por circunstancias importantes en nuestra vida, nos despertamos de
distinta manera que aquellos en los que estamos sujetos a la rutina
habitual. El problema es que no somos conscientes de ello. Las
gentes sencillas que, antaño, vivían en el campo —cosa cada vez más
difícil hoy en día— tenían el conocimiento de estas cosas y por ello
no querían que se les despertara con brusquedad, pues cuando se
despierta a alguien así, entrando de golpe en la vida diurna, sin
transición, también se le está separando violentamente de esas
experiencias íntimas. La gente de campo dice, por esta razón, que
uno no debería mirar por la ventana nada más despertarse, bien al
contrario, hay que separarse de ella, para continuar aún en la
oscuridad y poder observar lo que sube a la consciencia desde el

279
sueño. Tampoco quieren que nada les despierte de golpe. Prefieren
despertarse poco a poco, con la propia naturaleza, o por el sonido
de la campana de la iglesia que les despierta cada día a la misma
hora, de tal manera que ya durante el sueño se pueden ir
preparando para ello. Llega el día, la campana de la iglesia deja oír
lentamente su sonido, y ellos pueden tener, por la mañana, el
presentimiento de su destino, de los sucesos que le revelará su
destino y no los que vienen provocados por su libre voluntad. Esto
es lo que ellos quieren y detestan ser despertados por el ruido del
despertador, -aunque eso sea lo que le gusta al hombre más
refinado— pues ese aparato nos aleja por completo, con toda
seguridad, de todo lo espiritual, con mucha más fuerza que si nos
acercamos a la ventana nada más despertarnos. Pero la evolución de
nuestra civilización —en lo que se refiere a nuestras condiciones de
vida— se ha atenido por completo al materialismo y sigue
haciéndolo. Hay demasiadas cosas en la vida moderna que impiden
absolutamente al hombre observar al espíritu viviendo y actuando
en el mundo. Cuanto más observe el hombre este elemento
impreciso, podríamos decir un poco místico, cuya radiación
proveniente del sueño puede penetrar en su vida, más atento estará
para observar su karma.

Ahora comprenderéis por qué dije que, a menudo, soñamos con las
personas que vamos a encontrar en la vida, acerca de las cuales sube
desde nuestro interior un sentimiento de simpatía o antipatía,
completamente al margen de la impresión externa que puedan
producirnos. ¿Por qué? Porque son personas con las que ya tuvimos
relación en nuestras vidas anteriores. Por ejemplo, uno se encuentra
un día cualquiera, por la tarde, un hombre que puede resultarle
antipático. A continuación uno se lleva al sueño esta experiencia que

280
le ha provocado dicho sentimiento, ahí está el karma: ese hombre
está ahí, tal como era en la anterior, o anteriores encamaciones. Uno
se encuentra en presencia de todo lo que se vivió con el hombre del
encuentro reciente y que, durante el día, sólo nos hizo recordar algo
vagamente. Ahora está ahí, presente en espíritu. No es nada extraño
que soñemos con él, no se puede hacer otra cosa con la conciencia
ordinaria. Pero si encontramos a alguien por primera vez, nos
pueden interesar sus ojos, su nariz, lo podemos encontrar bello o
feo, pero al dormir, no le encontraremos por ningún sitio, no
soñaremos con él, cosa que no tiene nada de sorprendente. Ahora
comprenderéis cómo tales sucesos se hacen transparentes cuando
se observan en espíritu, con toda objetividad.

La formación del karma que tiene lugar entre el sueño y la vigilia


puede seguir un curso totalmente normal, y entonces el ser humano
sentirá que su destino toma forma por el cumplimiento de todo
aquello con lo que él se cargó en sus vidas terrenales precedentes.
O mejor aún, comprenderá el valor kármico posterior de las cosas
que piensa o hace en su vida terrenal actual. Pero también puede
suceder otra cosa.

Uno puede haber llevado a cabo en una vida terrenal algo,


pensamiento o acto, muy fuerte. Supongamos que un hombre,
viviendo en la actualidad, hubiera realizado un acto monstruoso en
una vida anterior. El resultado kármico de este hecho no vive en el
cuerpo físico recibido de los padres, ni en el cuerpo etéreo,
igualmente recibido de ellos, sino que vive en el cuerpo astral y en el
Yo, los que durante la noche están fuera de los cuerpos físico y
etéreo. Pero supongamos que el peso kármico en relación a ese ser,
tenga tanta fuerza que no puede esperar hasta que llegue a la edad

281
en que el cuerpo astral se debilite, ya que a una cierta edad los
músculos y huesos son cada vez más frágiles, digamos hacia los 70
años, la edad de los patriarcas. En el curso de estos 70 años, -
duración normal de la vida del hombre terrenal- el cuerpo astral y el
Yo sufren también una evolución. En el niño, el cuerpo astral tiene
tanta fuerza que puede actuar con todo vigor sobre el conjunto del
organismo etéreo y físico, podríamos decir que puede llegar a
machacar los huesos y músculos. Con más edad, ya no puede
hacerlo, pues el cuerpo astral está relativamente más debilitado. El
Yo se hace más fuerte, pero se retira en el cuerpo astral que es más
débil y tiene menos fuerza: ya no puede seguir martilleando los
músculos y los huesos. Ahora pensad en alguien que está viviendo
en el s. XX, y que hubiera vivido antes en el s. XIV, o en el XI, en el
cual hubiera cometido un acto muy grave, un acto que dejó una gran
impronta en su cuerpo astral. Cuando la persona llega al s. XX eso
quiere manifestarse partiendo de su cuerpo astral. En efecto,
cuando lo que proviene de la experiencia realizada en el s. XI es tan
grave que no se puede contentar con un cuerpo astral envejecido,
debilitado, apenas capaz de mover sus piernas para realizar grandes
hazañas, es preciso utilizar el cuerpo astral de un hombre joven. Y si
el suceso fue de tal envergadura que apaga con su resplandor todos
los demás actos de su vida, es preciso que se concentren muchas
cosas en el joven cuerpo astral. ¿Qué significa esto? Pues que la
persona tendrá una vida muy corta en su encamación del s. XX. Ya
veis cómo, por la manera en que los resultados de los pensamientos
y actos ejecutados antaño estén anclados en el cuerpo astral, se
encuentra determinada la duración de una vida.

Pero sigamos: observad un cuerpo astral que esté henchido por las
acciones importantes realizadas en una vida terrenal anterior, sobre

282
todo, por acciones no muy buenas. Estas llenan el cuerpo astral de
tal manera que choca con demasiada fuerza con el cuerpo físico y
con el cuerpo etéreo, y estos choques no son sanos. Sólo es sana una
relación normal entre el cuerpo astral y los cuerpos físico y etéreo.
Esos vigorosos choques que pueden producirse como consecuencia
de un mal karma, machacan los órganos, los desgastan, provocando
en ellos todo tipo de enfermedades. Ahora tomemos el segundo
elemento. Una acción o un pensamiento realizados en el s. XI pueden
hinchar el cuerpo astral y en consecuencia provocar una muerte
prematura. Esa hinchazón hace enfermar al hombre que contrae una
enfermedad y muere. Estamos hablando desde el punto de vista
físico porque, cuando observamos lo que sucede en el cuerpo físico
de un hombre pensamos: Este hombre está enfermo, y como esta
enfermedad termina con la muerte, este hombre va a morir. Por
ejemplo el hombre se enferma a los 25 años y muere a los treinta a
consecuencia de esa enfermedad.

¿Se puede hablar de la misma manera desde el punto de vista


espiritual, en el sentido de la ciencia espiritual? ¡No! Desde ese
punto de vista hay que decir todo lo contrario. La experiencia grave
que tuvo ese hombre o que pensó en una vida terrenal, causará su
muerte en una vida terrenal posterior: el acto cometido en el s. XI
causará su muerte en el s. XX, tras sufrir una enfermedad. Uno cae
enfermo a fin de poder morir en el momento oportuno. La
consecuencia de una muerte ulterior, determinada kármicamente,
es, como acabamos de ver, la enfermedad prevista. Hablar así es
hablar desde el espíritu. De hecho, cuando uno se eleva desde el
mundo físico hacia el mundo espiritual, todo se da la vuelta y toma
un giro invertido, y podemos comprobar, por ese hecho, que la
enfermedad viene producida por el karma. Ese es el aspecto kármico

283
de la enfermedad, aspecto que puede tener una extremada
importancia para establecer el diagnóstico. No es necesario hablarlo
de inmediato con el paciente, pero puede ser importante. Si pensáis
que todo lo que reside en el karma está exactamente localizado, lo
comprenderéis todo mejor.

Por ejemplo, cuando en una encamación directamente precedente,


digamos en el siglo XI, tiene lugar el hecho o el pensamiento
importante, al dormimos encontraremos antes dicho suceso que si
el mismo viniera de una encamación anterior, digamos por ejemplo,
del s. II antes de Cristo. Se encuentra poco a poco lo que se ha vivido
en la encamación precedente. Pero observad (el conferenciante
muestra un dibujo). El karma viene a nuestro encuentro, lo que
indica que lo que está aquí, en lo alto, viene de lo que está abajo, y
lo que está abajo viene seguramente del corazón, pero lo que está
completamente abajo en el organismo, que fue vivido en la
encamación precedente, viene de la cabeza. Así pues, cuando se
puede discernir a qué distancia del pasado se encuentran los sucesos
determinantes, se puede saber qué tipo de enfermedades se han de
sufrir: los problemas en las piernas tienen su origen en una
encarnación muy cercana. Los que atacan a la cabeza, lo tienen en
vidas terrestres relativamente alejadas. De tal manera que ya se
puede juzgar, por el karma, lo que sucede de espiritual en lo físico

284
Pero lo esencial es cómo se puede utilizar todo esto desde el punto
de vista terapéutico. ¿A dónde deberíamos acudir para encontrar el
remedio para lo que está enfermo en la cabeza, y a dónde para lo
que está enfermo en las piernas? En lo que se refiere a la patología
de la cabeza, hay que buscar los remedios en lo que se encuentra lo
más lejos posible en la evolución de la naturaleza —en Io que, por
consiguiente, se refiere a procesos naturales del pasado, como por
ejemplo, los champiñones que, bajo su forma actual de vegetal, muy
imperfecta, repiten de alguna manera una formación vegetal
anterior, o en las algas y los líquenes, o en el caso de plantas
perfectas, en las raíces, que es lo que subsiste de un período muy
anterior.

285
Lo patológico del bajo vientre, y localizado sobre todo en la periferia,
tendrá que curarse con lo que surgió más tarde en la evolución
natural, con flores, con plantas de flor, o incluso buscando en el reino
mineral lo que apareció mucho tiempo atrás. Todo lo que en el
hombre aparece tardíamente, hay que curarlo con lo que apareció
en la naturaleza tardíamente y esto es válido hasta en los pequeños
detalles. El ser humano vivía en el seno de la evolución terrestre
cuando la Tierra estaba todavía en la fase de la Luna y el Sol; aún no
tenía los ojos actuales, no tenía ningún órgano sensorial a pesar de
que los órganos de los sentidos hayan estado presentes desde la
antigua evolución saturnina en forma de una primera predisposición.
Sólo se desarrollaron relativamente tarde hasta llegar a ser lo que
son ahora, reflejando en el interior el mundo exterior. Esto fue en el
momento en que la sílice apareció en la tierra en su forma actual. En
la evolución de la Naturaleza, la sílice pertenece a un pasado muy
lejano, naturalmente en su forma primitiva, pero en su forma actual
es un producto tardío. -La Geología todo lo mezcla e ignora la
relación entre las cosas-. Por esa razón el ácido silícico actúa en todo
lo que es sistema neuro-sensorial, en los sentidos sobre todo, a
través de todo el organismo humano cuando se utiliza con rigor
como medicamento. Los sentidos, en su forma actual, se formaron
muy tardíamente, en la época en que los minerales en los que se
encuentra el ácido silícico aparecieron igualmente en su forma
actual.

Según nuestro karma en nuestra primera encamación, la que puede


llamarse aún “encamación” mientras que con todo nuestro cuerpo
estábamos sobre todo unidos a la Naturaleza, nos encontrábamos
en medio de distintas formas de la vida animal y vegetal, formas que
en la actualidad han tenido sus descendientes: los champiñones y las

286
raíces de los vegetales no tienen el aspecto que tenían antaño pero
en cierto modo lo que hoy día se manifiesta en los champiñones, los
líquenes, las algas o las raíces de las plantas es análogo a lo que
nosotros atravesamos durante nuestra primera encamación
determinante. Os menciono esto únicamente para que veáis cómo
el estudio correcto del karma conduce, por una vía paralela, a la
evolución de la naturaleza. Y partiendo de las relaciones entre la
Naturaleza y el hombre, se puede discernir, a través del karma, cómo
se le ha de curar. En la vida todo debe ser tratado en profundidad
hasta llegar a confluir, poco a poco, con la ciencia espiritual, pues
cualquier otro método no deja de ser un andar a tientas por la vida,
en definitiva es como una vida conducida por las tinieblas
espirituales, y ello es justamente lo que ha conducido a la
Humanidad a la situación actual. Si ella quiere salirse de esa
situación, es preciso que a través de su trabajo acceda a la claridad,
es decir que lo físico tiene que crecer para hacerse espiritual. Y no se
llega a lo espiritual de mejor manera, objetivamente añadiría yo, que
a través de las representaciones que nos hacemos del karma.

Cuando uno se representa cómo actúa la formación del karma a


partir del sueño, cómo en el momento de dormimos continúa su
actividad a través del sueño, cómo la formación normal del karma
impele al hombre a actuar, para englobar de nuevo a continuación
esas acciones en la trama del karma y cómo el hombre vive así el
karma ordinario de la vida, o bien cuando se considera cómo debe
estar estructurada la vida, cómo un hombre puede morir antes y
entonces el karma tiene que inflar su cuerpo astral, que él debe
poner a disposición como consecuencia de sus actos anteriores, lo
que conduce al hombre a una enfermedad, por todas partes surge la
actuación del karma. Supongamos que un hombre tiene un

287
accidente y cae enfermo. Eventualmente, este accidente, que puede
haber sido determinado kármicamente, aunque no es necesario que
sea así, actuará a continuación en el proceso kármico a través de las
vidas terrenales siguientes. Una enfermedad puede ser el comienzo
del karma. Por otra parte, se podrá constatar que estas
enfermedades que suponen el comienzo del karma estorban el
acceso al sueño y lo perturban notablemente. Pero aunque estas
enfermedades sean el comienzo del karma, también aportan un
consuelo. Y eso es lo que se debe decir uno frente a ciertas
enfermedades: las que contribuyen a hacer desagradable el
despertar, nos orientan hacia experiencias precedentes del pasado.
Las que se refieren a un karma en evolución y que se manifiestan por
un dormir dificultoso, son el comienzo del karma; pues de esta
manera se compensa lo que uno tiene que sufrir como consecuencia
de una enfermedad semejante. En el momento, se sufre y más tarde
se tiene la compensación de este sufrimiento, por la experiencia que
nos eleva y nos alegra. Una vez más vemos que muchas cosas de la
vida se presentan a la observación espiritual de manera bien distinta
a la observación física. Para la experiencia física a veces es muy
doloroso no poderse dormir, pero una observación espiritual del
hecho nos puede consolar. Y si no colocamos la vida física actual por
encima de la vida espiritual, uno puede decirse. ¡Alabado sea Dios
porque tengo a veces tanta dificultad para dormir, pues eso me
demuestra que en la vida futura tendré muchas experiencias que me
permitirán elevarme, y que muchas cosas de la vida terrenal
presente pasarán a la siguiente! A veces el insomnio puede
consolarnos y si, visto desde el espfritu, no fuera algo bueno
kármicamente hablando, ese insomnio destruiría aún más al
hombre. Mucha gente cuenta toda clase de historias en relación a
sus insomnios, tanto que desde el punto de visto médico externo se

288
podría preguntar: ¿cómo es posible que esa persona viva todavía?
Un sueño normal es necesario para una vida normal, sin embargo
mucha gente habla del tiempo que pasan sin dormir, por eso uno se
sorprende de que vivan aún, pues en realidad deberían estar
muertos y sin embargo siguen vivos. Esto es porque ahí actúa como
una compensación, el elemento espiritual sano que sostiene al Yo.
Cuando uno sabe un poco de cómo observar la vida en su conjunto,
se comprueba que un sueño tranquilo a veces es soportable tras
muchos duros combates y trabajos difíciles de la vida, pero
permanecer completamente tranquilo en la cama sin dormir y pasar
la noche en calma, con plena lucidez es lo más agradable que existe,
justamente porque eso depende de nuestra voluntad y de esa
manera el ser humano se adapta cada vez más a las realidades
espirituales. Sólo se necesita que el caso se ponga bajo el control de
nuestra voluntad. Y no necesariamente, al menos en lo esencial,
tiene que depender de nuestro estado fisiológico. Existe realmente
un consuelo kármico para la dificultad de dormir y el insomnio, pues
ello nos orienta en realidad hacia el karma futuro, al menos en lo que
se refiere a ciertas cosas.

289
Decimosexta Conferencia

Breslavia, 15 de Junio de 1924

Vamos a comparar ahora lo que se nos ofrece en las experiencias


inmediatas concernientes a nuestra relación con la vida entre el
nacimiento y la muerte, con lo que el ser humano debe sentir a
propósito de los lazos entre su comportamiento psíquico-moral, sus
pensamientos y sus actos, y el resultado de ese comportamiento
psíquico-moral. Estos últimos días hemos partido precisamente de
tales consideraciones y llegaremos a desembocar, con nuestras
exposiciones, en unas consideraciones de ese género. Cuando nos
observamos a nosotros mismos, sin prejuicios, y vemos de una parte
cómo nacen nuestros actos morales, nuestras intenciones, toda la
actitud de nuestra alma, vemos que tenemos que calificar una parte
de nuestros actos de moralmente buenos, los que se pueden
insertar en el proceso universal, y otros, como moralmente malos,
moralmente imperfectos, que son los que no pueden participar,
psíquicamente, en el proceso universal. Pero todo lo que se refiere
al hombre no puede tener solamente un significado momentáneo -
de hecho eso es lo que se dice a sí mismo cada cual de la misma
manera que en la Naturaleza cada cosa no se reduce únicamente a
su significado del momento, porque todo tiene un efecto, unas
consecuencias, todo es la causa de algo más, o bien es el efecto de
algo más. La vida humana no tendría lugar en la marcha de los
acontecimientos universales si lo que ella conlleva no fuera también
una causa o un efecto. Pero mientras que, en la observación de la
Naturaleza podemos sentirnos perfectamente satisfechos de ver
cómo todo nace de una causa, no podemos sentirnos igual al
considerar la relación entre nuestra experiencia moral, psíquica,

290
vivida, con el devenir del mundo. Podemos comprobar que en el
acontecer físico no aparece ningún lazo inmediato entre lo que debe
llegar a ser nuestra actitud moral, psíquica, y lo que sucede
realmente en el transcurso de la vida física. Igualmente, cuando
dejamos actuar en nosotros lo que sucede en un vasto medio
humano, vemos que el ser que, considerado a través de su alma, nos
parece bueno, moral, sufre a causa de alguna desgracia, o por la
maldad del mundo, mientras que el que se nos muestra débil de
alma, malvado, sin valor, puede verse envuelto en una serie de
sucesos que no tienen nada que ver con un castigo, o algo parecido
a lo que vive en su alma.

Para abreviar: cuando observamos el conjunto de la Naturaleza, no


encontramos ninguna relación entre lo que el hombre vive como su
destino, y la esencia, la naturaleza de su voluntad, y podríamos decir
que sería una ilusión, nacida de la falta de responsabilidad, el que el
hombre quiera imaginar el curso de su vida, tal como lo determina
el destino, como un efecto de su propia voluntad moral. El malvado
puede vivir feliz, y el bueno ser desgraciado. En estas dos frases se
encuentra reunido todo lo que hace a la vida terrenal incomprensible
para el ser humano evolucionado. Y por ello veremos que el hombre,
tal como está situado en el mundo, no está en situación de
comprender las consecuencias de sus actos: la moralidad, en la vida
terrenal, es una actitud interna, una coloración del alma, no puede
manifestarse directamente en la realidad física exterior. Bien es
verdad que la coloración interior puede aparecer como un efecto
real de la actitud moral. Aunque nos alcance de lleno un gran
sufrimiento, que contrasta de manera chocante con el acto que
hemos cometido, podemos sentimos interiormente complacidos
con nuestro buen comportamiento. Sin embargo, este efecto

291
permanece en el interior, como un hecho anímico. El hombre está
obligado a reconocer que en el campo de la vida física no es capaz
de realizar exteriormente, en el mundo físico, lo que él tiene en su
ser moral, en su alma.

Cuando estudiamos el Karma, como lo hemos hecho estos últimos


días, y tomamos en consideración cómo las vidas pasadas se
prolongan en las vidas siguientes, accedemos interiormente al lazo
que une el presente al pasado, en el ámbito del alma, de la vida
moral. En pocas palabras, esto significa que aquí, en la vida terrenal
física, el ser humano está dotado de una organización tal que las
consecuencias psíquicas de su comportamiento moral son retraídas
dentro de su alma y no se manifiestan en una sola vida terrenal. En
esta vida el ser humano es incapaz de realizar los elementos morales
que lleva dentro de sí. Se siente impotente: su naturaleza física
corporal exterior, su sustancialidad etérea, le hacen impotente. En la
vida entre la muerte y un nuevo nacimiento el se siente poderoso,
en la misma medida en que se sentía impotente en la vida física. Pero
si aquí abajo, en la vida física, sus cuerpos físico y etéreo eran un
impedimento, le quitaban su poder, es preciso que en la vida entre
la muerte y un nuevo nacimiento haya algo que le conceda el poder
de realizarlo físicamente también allá y en una vida terrenal
posterior. Aquí, con nuestros cuerpos físico y etéreo, estamos
relacionados con los demás reinos de la Naturaleza. El estar
obligados a contar con este espacio para todo lo que necesitan el
cuerpo físico y el etéreo, nos hace impotentes. Tras la muerte, con
lo que nos llevamos de nosotros al franquear el umbral, con nuestro
propio cuerpo psíquico y espiritual, encontramos el poder, porque
entre la muerte y el nuevo nacimiento estamos unidos a las

292
Entidades de las Jerarquías Superiores igual que aquí en la tierra
estamos ligados a los reinos de la Naturaleza.

Las Jerarquías Superiores se dividen en tres reinos: el reino, de


alguna manera, inferior de los Principados, Arcángeles y Ángeles; el
mediano, de las Potestades, Virtudes y Dominaciones, y el reino
superior de los Tronos, Querubines y Serafines. En el transcurso de
estas conferencias hemos expuesto cómo, entre la muerte y un
nuevo nacimiento, el ser humano vive con las Entidades astrales y,
más tarde, con las Jerarquías Superiores. Pero para que nuestro
cuerpo psíquico-moral pueda manifestarse en la vida terrenal tiene
que suceder lo siguiente: En realidad, para empezar deberíamos
conservar en nuestra alma el efecto de la coloración de nuestros
pensamientos, sentimientos y voluntad, y esperar hasta que, en la
vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, vengan a ayudamos las
Jerarquías superiores. Entonces lo que llevamos en nuestra alma se
trasmite a través del mundo espiritual, y reaparece en una nueva
vida terrenal en la debida forma. ¿Qué seríamos, entonces, si
pudiéramos hacer uso inmediatamente en la vida terrenal de la
sustancia moral, psíquica, que llevamos en nosotros? ¡No seríamos
seres terrestres! Imaginad que lleváis en vosotros un cierto
contenido psíquico-moral, con el cual pudierais prever, con pleno
derecho, que podría ser el origen de una situación bienhechora
universal, y que vosotros lo podéis llevar a cabo. ¿Qué pareceríais
entonces? Un mago, pero no un hombre corriente de la tierra.
Porque el efecto inmediato de una fuerza psíquica y espiritual es,
esencialmente, de naturaleza mágica.

En la existencia entre el nacimiento y la muerte, en el actual ciclo del


Universo, el ser humano no es un mago, pero sí lo es junto a los seres

293
de las Jerarquías superiores mientras está actuando entre la muerte
y un nuevo nacimiento. Más tarde él sigue actuando así cuando
abandona el terreno en el que vive entre su muerte y el nuevo
nacimiento para descender hacia la vida terrenal. La evolución
kármica del hombre a través de esas dos formas de vida tan
diferentes, la que tiene lugar sobre la tierra y la que se vive entre la
muerte y el nuevo nacimiento, precisa que esta última sea el lugar
donde el hombre ejerce una acción mágica.

Cuando consideramos al hombre físico, tal como se nos presenta en


la vida exterior, le vemos constituido —como índico en mi libro “Los
enigmas del alma”— por un ser neuro-sensorial, un ser rítmico y un
ser metabólico, es decir un ser con miembros. El sistema metabólico
y los miembros están ligados entre sí: en efecto, cuando empleamos
nuestros miembros, se estimula el metabolismo, es imprescindible
que sea así, porque es necesario que el hombre gaste ciertas fuerzas.
El metabolismo tiene que producirse, incluso también, en el terreno
de la experiencia interior, porque ambos procedimientos son afines.
Cuando tomamos en consideración el sistema metabólico, tal como
se manifiesta en el cuerpo físico, estamos inclinados a verlo sólo
como un sistema de funciones inferiores del ser humano terrenal.
Bien es verdad que hay muchas personas que se consideran
idealistas porque se han acostumbrado a considerar con desprecio
el sistema de sus transformaciones metabólicas. El ser humano bien
educado, idealista, preferiría no tener que pasar por este conjunto
de funciones de naturaleza inferior. El problema es que, sin él, no se
puede vivir en la tierra. Precisamente es dicho sistema el que
representa al hombre terrenal con todas sus imperfecciones.

294
Así es: en lo que concierne a la forma física humana, el sistema
metabólico y de los miembros es, evidentemente, inferior y en la
vida terrenal tiene muy poco que ver con lo que es el hombre,
específicamente. Pero, a través de su metabolismo, él está ligado a
las Jerarquías más elevadas: los Tronos, Querubines y Serafines.
Cuando en el mundo vamos y venimos, o cuando trabajamos con
nuestras manos, está presente la actividad de dichas Jerarquías en
esas misteriosas transformaciones que están teniendo lugar. Esas
Entidades son una gran ayuda para el hombre cuando él continúa su
vida después de la muerte y siguen siendo una gran ayuda antes de
su nueva encarnación.

Es un craso error creer que tanto el psiquismo, como los contenidos


morales son un producto salido de nuestra cabeza. Desde un punto
de vista superior, la cabeza en realidad no es en absoluto un órgano
realmente importante. De hecho no se ve más que como un espejo
que reflejara el mundo exterior, y si no fuéramos más que cabeza,
sólo tendríamos conocimiento de ese mundo exterior que,
simplemente, tiene en ella su reflejo.

Lo vivido en la cabeza sólo es el reflejo del mundo exterior. Los


impulsos morales, los impulsos del alma, no nos vienen de la cabeza,
sino de la región metabólica y de los miembros, pero no de su
naturaleza física, sino de lo que en él es alma y espíritu, que es donde
viven los Serafines, Querubines y Tronos.

Tenemos que representamos con claridad lo siguiente, para tener


una visión adecuada del ser humano: el tercer elemento de la
entidad humana, el conjunto del sistema metabólico y los miembros
parece a primera vista, imperfecto, podríamos incluso decir, indigno
del hombre en su naturaleza física y etérea. Pero es que hay algo

295
más, o mejor dicho, este sistema está presente en otra cosa: ahí es
donde habitan los Tronos, actúan los Querubines y flamean
radiantes los Serafines. Cuando el hombre atraviesa el umbral de la
muerte, todo lo que se encuentra en la base del sistema metabólico
y miembros, desaparece, y él queda con la entidad de su Yo en el
terreno en el que ya estaba en la vida, el de los Tronos, Querubines
y Serafines. A continuación, se separa de ellos, pero éstos siguen
desarrollando - ya lo he dicho estos últimos días - lo que existía como
germen en el ser psíquico-moral.

Ya dije que, sobre la tierra el hombre eleva su mirada hacia el cielo,


presintiendo lo que para él es la realidad superior, lo espiritual, lo
suprasensible, y lo hace durante todo el tiempo que dura su vida en
la Tierra. Durante el tiempo entre su muerte y el nuevo nacimiento,
él baja la mirada y observa lo que los Serafines, Querubines y Tronos
hacen en relación a su comportamiento psíquico-moral. Cuando
vuelve a descender sobre la Tierra, puede contemplar cuales fueron
las consecuencias de dicho comportamiento. Dichas Jerarquías
contribuyen con su actividad a ejecutar lo espiritual. De esa manera,
si hemos permanecido atentos, podemos comprobar cómo el ser
humano hace pasar, de manera mágica, los efectos de sus actos,
desde su vida terrenal actual, a las siguientes.

Tras haber observado el sistema metabólico y sus miembros, vamos


a tratar ahora del que forma una polaridad con él, el sistema
neurosensorial que, por supuesto, está presente en todo el hombre,
pero cuya base está fundamentalmente en la cabeza. Veamos esta
cabeza humana: El ser humano no conoce, de hecho, a través de su
cabeza más que la imagen refleja del mundo exterior tal cual. Sus
pensamientos, sus representaciones, las únicas en las que él se

296
encuentra lúcido, como os dije, a causa de su cabeza, no son más
que reflejos del exterior. Pero cuando uno accede a la Ciencia
Iniciática, al principio, sólo al conocimiento imaginativo, uno
consigue metamorfosear éste en conocimiento inspirativo, como ya
sabéis, y a continuación, pasando por el conocimiento intuitivo, a las
vidas terrenales anteriores, de las que se puede observar su forma
espiritual. También en el mundo espiritual el conocimiento es algo
absolutamente real, y quien tiene la experiencia de la visión de las
vidas terrenales pasadas, con el auténtico conocimiento iniciático, se
ve a sí mismo presente no sólo en el momento actual, sino que se
percibe a sí mismo en el curso de las vidas terrenales anteriores. Y
no es sólo que sumerja en esos hechos su mirada, sino que se
percibe a sí mismo, que tiene una visión retrospectiva de todo su ser.
No se trata de tener una visión abstracta, un resultado del
conocimiento, se trata de una metamorfosis orientada hacia el
pasado, una fusión, una identificación con lo que uno ha sido. El ser
interior se vivifica, muy agitado y animado cuando uno se retrae
hacia sus vidas terrenales precedentes. Pero por el hecho de volver
sobre el pasado, se adquiere la posibilidad de modificar el punto de
vista de la concepción del mundo.

¿De dónde parte, entonces, el punto de vista que se tiene, por lo


común, de dicha concepción? ¡De la cabeza! De la cabeza que se
basa en la organización cabeza- física, cabeza que hemos tenido en
las vidas terrenales anteriores y por supuesto en la precedente. Pero
ella no puede ser el punto de partida para nuestra concepción del
mundo. Porque después de haber hecho el recorrido por todas esas
vidas terrenales anteriores, ella ya no está ahí, desapareció hace
mucho tiempo. La única cosa que podríamos tomar en consideración
para dicha concepción del mundo sería el espíritu que vivía en la

297
cabeza. La iniciación consiste, pues, en que al volver a su vida
terrenal pasada, el ser humano se espiritualiza. De hecho, toda
clarividencia, en el mejor sentido de la palabra, es un regreso a las
vidas terrenales anteriores. Ser un iniciado significa no permanecer
en la vida terrenal actual, es mirar el mundo con los ojos del ser que
éramos en la vida terrenal precedente. Mientras que en el curso
normal y corriente del mundo somos, en la vida terrenal, un ser tan
imperfecto que sólo vemos el mundo físico exterior, lo que fuimos
en las vidas anteriores ya ha llegado a ser plenamente clarividente.
Por regla general, cuando uno consigue acercarse a su última vida
terrenal precedente, descubre que, en efecto, el que éramos
entonces, ha llegado a ser un ser mucho más perfecto.

¿Por qué, entonces, lo que podríamos ser, según la vida anterior, no


está aquí? Veamos por qué. Si el ser humano no fuera más que una
cabeza que pasa de una vida terrenal a otra, sería perfecto en la vida
terrenal siguiente, en relación a la precedente, como ya he indicado,
Pero no sólo tenemos la cabeza, tenemos los demás sistemas que se
unen a ella, y por el hecho de tener en el sistema metabólico y en los
miembros el principio mágico del hombre que actúa a su vez en el
Karma, la cabeza es transportada de una vida a otra. Por ello el
Karma está directamente activo en la forma de la cabeza. Y al
empezar a desarrollar en este campo una concepción del mundo
exenta de prejuicios, poco a poco iremos aprendiendo a leer en la
fisonomía de la cabeza muchos elementos del Karma. Por otra parte,
observar la cabeza humana como se hace con la conciencia ordinaria
actual, sería como si al empezar a leer el “Fausto” de Goethe, por
ejemplo, dijéramos: “A-yd-e-m-i”, porque no supiéramos leer, sólo
deletrear. Ya no podemos hacerlo solo así. Cuando uno aprende a
leer, comprende esos signos extraños. Ya os lo he mencionado. Eso

298
tiene unas consecuencias: y es que, en lugar de descubrir en un libro
solamente las treinta letras, más o menos, de nuestro alfabeto,
podemos descubrir que un libro contiene el “Fausto”, otro la
“Lógica” de Hegel, un tercero la “Biblia”, etc. Podemos
comprenderlos porque hemos aprendido a leer. De la misma manera
podemos aprender a leer en el medio ambiente que nos rodea y
elevarnos del simple “deletreo” acerca de la cabeza humana a la
posibilidad de penetrar en los misterios del Karma del hombre al que
pertenece. De tal manera que en relación al aspecto visible,
realmente visible al exterior, en la forma de la cabeza humana,
podemos decir: cada hombre tiene su propia cabeza, nadie tiene la
cabeza exactamente igual a la de otro. Aunque a menudo los
humanos se parecen, en su Karma todos son completamente
diferentes. En la forma de la cabeza se hace visible, para la mirada
físico-sensible, el pasado del ser humano; en el sistema metabólico
y los miembros, su karma futuro, que está ahí, invisible, escondido
espiritualmente. De tal forma que cuando hablamos del hombre
espiritual, podemos decir: el ser humano está constituido de tal
manera que, de una parte, él hace visible su karma pasado y, de otra,
lleva en sí mismo, invisible, su karma de futuro.

Sólo así podemos emprender el estudio interior, espiritual, del


hombre. Cuando consideramos al hombre de las transformaciones
metabólicas, al hombre-miembros, estamos viendo en él un
elemento inferior, lo físico-etéreo, y sin embargo en ese sistema
metabólico- miembros, viven las Entidades de la más elevada
Jerarquía. Si pasamos a la cabeza, por supuesto que, desde el punto
de vista físico-sensible, es lo más perfecto que posee pues lleva en
él, exteriormente visible, el espíritu cuya acción proviene de las vidas
terrenales anteriores,

299
-esto es lo que más se percibe por lo general-, pero que desde el
punto de vista espiritual, no lo es en absoluto. Pues mientras que los
Tronos, Querubines y Serafines viven en el sistema metabólico y en
los miembros, en la cabeza viven los Principados, Arcángeles y
Ángeles:

Son ellos los que están, esencialmente, detrás de todas las


experiencias que hacemos con nuestra cabeza en el mundo físico-
sensible. Ellos viven en nosotros, en nuestro sistema cefálico, actúan
entre bastidores de nuestra consciencia, se unen a los efectos
producidos por el mundo físico-sensible, ellos los reflejan y
solamente entonces es cuando nosotros tomamos consciencia de
esas imágenes-reflejo, que no son sino la apariencia de las acciones
de los Principados, Arcángeles y Ángeles sobre nosotros. Debo
añadir que, en el otro polo, en el sistema cefálico actúan los Ángeles,
Arcángeles y Principados. Por cierto, para designar a los seres
espirituales me sirvo de la antigua nomenclatura cristiana, aunque
podríamos llamarlos también con otros nombres, pero es que la
antigua concepción cristiana del mundo tenía todavía un contenido
espiritual.

Entre el sistema neuro-sensorial, anclado sobre todo en la cabeza, y


el sistema metabólico y de los miembros, el hombre lleva en sí el
sistema rítmico que engloba a los pulmones y al corazón, en el que
vive la Jerarquía de las Potestades, Virtudes y Dominaciones.

Ahora que estamos terminando las consideraciones sobre el Karma,


es el momento de que se inicie una nueva comprensión del ser
humano: de alguna manera él está abierto hacia el futuro en los tres
reinos de la naturaleza presentes aquí en la Tierra, y hacia el pasado
a través de los reinos espirituales de las Jerarquías, con sus distintos

300
grados. Y como aquí abajo, sobre la Tierra, su cuerpo físico le acoge
y le impide realizar su vida psíquico-moral, tras su muerte, el mundo
de las Jerarquías también le acoge y le hace llevar a cabo,
mágicamente, con vistas a sus próximas vidas terrenales, lo que él
no puede realizar mágicamente en el marco de una vida terrenal. Al
pasar de una vida terrenal a otra, si evoluciona de manera regular, el
ser humano llegará en todos los casos a la clarividencia, gracias al
sistema cefálico, proveniente de la vida terrenal precedente. Los
Ángeles, Arcángeles y Principados son los que le conducirán a la
clarividencia. Por tanto, cuando él comprende realmente lo
espiritual, el ser humano -aunque en lo exterior haya progresado
hasta su vida terrenal presente- deberá situar en su vida terrenal
precedente, en un cierto espíritu cósmico, lo que podemos llamar la
clarividencia, bien entendido que esa palabra no tiene nada que ver
con la superchería ni la charlatanería.

Cuando alguien vive digamos en el s. XX, se sirve del cuerpo físico


que dicho siglo le puede ofrecer — y para conocer se deberá servir
también de su cabeza — pero no podrá ser clarividente.
Supongamos, ahora, que es trasportado a una vida anterior, por
ejemplo al s. X o el XI, y que gracias a los ejercicios que le han
ayudado en el s. XX a desarrollar su alma, consigue saber qué fue
antaño: ahora no es lo que había sido en otro tiempo, pero ha
obtenido por su propia fuerza espiritual la facultad de ser en el s. XX
el que fue antaño: ahora sí es una persona clarividente. Esto es lo
que puede perfectamente proporcionar la clarividencia, por el
conocimiento iniciático en el mundo físico. Pero cuando se observa
una vida humana, a la percepción clarividente se le muestra con toda
realidad que, en los profundos impulsos de la naturaleza humana, en
las profundidades del alma, lo que existió en una vida precedente,

301
reaparece en una posterior, bajo otra forma. Bajo esta perspectiva
se tienen muchas experiencias de lo que estamos tratando aquí.
Cuando uno quiere abordar con toda seriedad la acción del Karma,
es preciso dar a las experiencias terrenales una forma psíquica y
espiritual más profunda que lo que se hace en la vida ordinaria.

Voy a aclarar esto que acabo de decir, con un ejemplo. Ya sabéis, por
la manera en que he presentado tales ejemplos, que los he obtenido
profundizando efectivamente en una investigación espiritual
animada por el mayor sentido de responsabilidad.

Un individuo que vivió, poco tiempo antes de la fundación del


cristianismo en el oriente euroasiático, tenía la misión -que no le
gustaba nada- de vigilar a un cierto número de esclavos, propiedad
de un amo. La visión suprasensible nos lleva a una situación en que,
en aquella época, un alma humana encamada en un vigilante de
esclavos, tenía que ejecutar todo cuanto le decía su amo, y eso era
muy duro. Los esclavos dependían directamente del vigilante y entre
ellos se estableció una relación inspirada en un impulso moral, si
bien el alma del vigilante estaba embargada por sentimientos un
tanto ambiguos. A menudo le resultaba muy duro llevar a cabo las
medidas extremas, crueles, que le ordenaba el amo y, sin embargo,
lo hacía, porque estaba acostumbrado a esa situación, porque en
aquella época era normal comportarse así. Reflexionemos un poco:
Hoy en día ¿los humanos son realmente como les gustaría ser? La
verdad es que apenas reflexionan para saber si son como deberían
ser. Ahí entran en conflicto entre lo que son y lo que les gustaría ser.

Aquella alma de la que hablamos, no era lo que debería ser, porque


en el fondo de sí mismo sentía una profunda piedad, un profundo
amor por los desgraciados esclavos a los que hacía sufrir tales

302
crueldades. Pero por razones ligadas, se podría decir, a las
costumbres sociales, a menudo les infligía penas muy dolorosas.
Como consecuencia, era corresponsable de los actos aunque,
naturalmente, el primer responsable era el amo y señor.

Ambas individualidades volvieron a nacer a mediados de la Edad


Media, formando esta vez una pareja. El amo de los esclavos en una
individualidad masculina, el vigilante en una femenina. El hombre
ocupaba ahora una posición no precisamente agradable, en una
comunidad pueblerina: en cierta medida era una especie de
funcionario de policía. Tenía que poner en regla todo lo que llegaba
a dicha comunidad y su situación era, de hecho, bastante dolorosa.
Cuando se busca el por qué, encontramos que los vecinos del pueblo
eran en gran parte los esclavos que había poseído antaño, y que
había hecho maltratar por su vigilante. Hablando kármicamente, la
cosa se presenta así: el amo de esclavos era ciertamente un
funcionario superior, pero a la vez era el alcalde sobre el que recaían
todos los problemas, así como sobre su mujer. Al mismo tiempo, por
el hecho de que esta mujer debía sufrir todas las culpas que los
esclavos convertidos ahora en sus convecinos hacían recaer sobre su
marido, el Karma entre la esposa —antiguo vigilante— y el amo de
los esclavos, quedó regulado. El lazo que los tenía atados, se deshizo,
pero los lazos entre el vigilante —la mujer actual— y la comuna, el
pueblo, todavía no se habían roto. Así pues, volvieron a reunirse en
el x. XIX, apareciendo ahora el antiguo vigilante —mujer— cuyos
lazos con el amo habían sido puestos en orden en la encamación
anterior, en la figura del gran pedagogo Pestalozzi (1746-1827,
escritor y pedagogo suizo) y los que en tiempos habían sido sus
esclavos fueron los seres que se beneficiaron de su trabajo
pedagógico.

303
Así es. Estas son cosas que no se pueden enfrentar únicamente con
el frío intelecto, sino con el corazón, con los sentimientos y el amor,
pero de tal manera que los sentimientos, el corazón y el amor
lleguen a ser tan claros y lúcidos como lo suele ser la inteligencia para
que así, de esta manera pueda desarrollarse un verdadero
conocimiento. El intelecto sólo puede dirigirse a las imágenes de la
naturaleza exterior y cuando uno cree que ha alcanzado algo distinto
que una imagen de la naturaleza, se equivoca. A ese otro algo
distinto sólo se puede acceder cuando el corazón, el sentimiento y
el amor se han convertido en fuerzas de conocimiento. Únicamente
remontando el curso de la evolución kármica, de la manera que os
he indicado, se puede llegar a alcanzar la visión de cómo actúa el
karma y entonces es preciso, justamente, que participe en ese
trabajo toda el alma. Por esta razón el contenido de estas
exposiciones sobre el karma se refiere al ser humano en su totalidad.

Esto nos lleva a comprender que la vida del alma tiene que unirse
íntimamente al movimiento antroposófico. Hace poco, en cierta
ocasión me sentí profundamente conmovido. Acababa de hacer una
exposición en Dornach sobre lo que os he dicho a propósito de
Pestalozzi, y, a continuación, me vi en la obligación de tener que
visitar una Administración en Basilea, en compañía de otro miembro
del Comité directivo de Dornach, (Albert Steffen autor del drama:
Pestalozzi). Había en la sala de espera un cuadro, muy conocido, que
mi compañero había visto varias veces, en el que se puede ver cómo
actuaba Pestalozzi con los niños. Mi amigo, miembro del Comité
esotérico de Dornach, se emocionó profundamente al verlo, y me
dijo: “Cuando se contempla este cuadro, imagen del ser profundo de
Pestalozzi, se comprende que la situación no podía resolverse más
que tal y como lo describe la Antroposofía.” Esto es algo que debería

304
producirse más a menudo y que en la experiencia inmediata, podría
hacer penetrar las luces que aporta la Antroposofía. Por esto, las
exposiciones sobre el karma que, con gran satisfacción, he podido
compartir con vosotros no deben ser comprendidas sólo con el
intelecto, porque todo lo que he expuesto durante estos ocho días
no solamente apela a vuestra inteligencia, sino también a vuestro
corazón, y a vuestra sensibilidad al completo Y sólo nacerá de este
estudio una comprensión de conjunto de los efectos del karma sobre
las individualidades humanas, cuando podáis unir todo lo que os
conté de las encamaciones de distintos personajes históricos, del
estudio del karma individual, de las interferencias del sueño y la
vigilia en la evolución del karma y lo dejéis actuar en vuestro corazón
y vuestra sensibilidad.

La influencia de lo que hoy día sólo se capta de buen grado a través


del intelecto, es lo único que podrá ayudar a nuestra decadente
civilización a elevarse de nuevo. ¿Qué dice el oriental
contemporáneo, del occidental? Hoy día el oriental no tiene ninguna
espiritualidad que nosotros pudiéramos simplemente adoptar, pero
en tiempos pasados tuvo una que penetró profundamente en el
mundo espiritual. Hoy sólo quedan restos difusos, y sin embargo su
alma aún está habitada por el sentimiento de lo que Oriente tuvo
antaño:

Una existencia unida al espíritu que vive en todas las cosas. Esto es
algo que posee cualquiera que no ha sido completamente captado
por el materialismo. Uno de estos orientales (según parece hasta el
momento no se ha podido fijar exactamente a quien se refería
Steiner, N.d.E.) que aún conservaba un sentimiento por lo esencial
de la espiritualidad existente en la antigua sabiduría oriental, decía

305
al contemplar la civilización occidental: “, Qué es lo propio de esta
civilización? Justamente que sólo tiene fachada, pero no cimientos,
La fachada parte del propio suelo, faltan los cimientos, los
fundamentos”. Y continuaba: “El occidental, en relación a todo lo
que forma parte de su civilización o en casi todo, parte de su yo, de
un yo circunscrito a una única vida terrenal, por lo que actúa de tal
forma que tal como se percibe, no representa la realidad. Sólo es real
cuando él se sobrepasa a sí mismo y accede a las vidas terrenales
sucesivas.”

El oriental, en cambio, considera que lo fundamental es situarse en


el plano de las vidas terrenales sucesivas, y limitarse al Yo del
nacimiento hasta la muerte, sería sólo la fachada. ¿No hemos visto
que si el hombre hunde su mirada en lo espiritual ésta le puede
conducir hasta el pasado?

Para observar de nuevo la evolución kármica, en sentido mágico, es


preciso apoyarse en el punto de vista de las vidas sucesivas. Sólo así
el Yo puede expandirse, dejando de ser egoísta. El oriental piensa
que el europeo sólo puede encontrar su yo inscrito en los límites del
nacimiento y la muerte. A eso lo llama “el egoísmo de los europeos”
y añade: “los europeos y, en cierta medida, toda la civilización
occidental, tienen una fachada, pero les faltan los cimientos. Y si las
cosas siguen así, si la civilización occidental permanece anclada en el
yo limitado al nacimiento y la muerte, llegará un día en que la
fachada, por no tener cimientos, se derrumbará, desmoronándose
las piedras que la componen”.

En el alma de muchos orientales, que se mueven mucho en


imaginaciones, vive esta imagen de las piedras de la fachada
desmoronándose, por falta de buenos cimientos. Lo que nosotros

306
hemos tratado estos últimos días es precisamente restituir los
cimientos más allá de la fachada.

Fijar la mirada sobre el karma que conduce de una vida terrenal a


otras conduce al hombre a despojarse de su actividad limitada, la
que se inscribe en una única existencia terrenal.

Hoy, mi intención a propósito de la conferencia que debía ofreceros


era evocar ante vuestras almas esta perspectiva de la misión cultural
de la Antroposofía. Si ella continúa actuando en vuestra alma,
permitiéndole abrirse a nuevas experiencias, estas almas
contribuirán a crear la piedra de fundación de una auténtica fachada,
una fachada real y de buena calidad para la civilización occidental.
Cuando el oriental habla como acabo de exponeros, siempre
necesita hacer un comentario. Yo no he añadido nada a lo que
expresan por lo general los orientales, pero con esta frase ellos
quieren decir que el occidental está demasiado alejado del espíritu
para encontrar sus cimientos, por eso es preciso que Oriente aporte
lo que guardó de tiempos pasados para que no se extinga la
civilización terrenal.

De aspiraciones tales como la Antroposofía dependerá que este


trágico destino no alcance a la civilización occidental como auguran
todos los orientales bien informados. Es preciso que la buena
voluntad penetre en el mundo espiritual para que los corazones
humanos, la sensibilidad humana, se abra al espíritu. Una comunidad
de seres humanos que se reúne con el fin de hacer ese trabajo
espiritual, como habéis hecho hoy vosotros, no habrá entendido
correctamente lo dicho más que si de ese trabajo surge la necesidad
de marcarse como tarea, con ayuda de la voluntad puesta al servicio
del alma, el que la humanidad se ponga de nuevo a vivir lo espiritual

307
en su interior. Mi intención al daros estas conferencias ha sido
orientaros a hacer la experiencia de lo espiritual vivido con el
corazón, y después hacia todo lo que engloba la moral. Eso es lo que
quería hacer en las horas que hemos empleado al reunirnos de
nuevo. Pero la Antroposofía tiene que tomarse lo espiritual muy en
serio en todo momento, no sólo en unas horas determinadas. Tiene
que llegar a poner en práctica esta frase: “cuando estamos juntos en
el espacio, estamos reunidos físicamente, pero al penetrar en el
espíritu con la mirada sabemos que permaneceremos unidos
aunque nos hayamos separado físicamente”.

Como sé que alguno de vosotros tiene que marchar- se al terminar


esta conferencia, tengo que insistir una vez más: digámonos adiós al
separamos, diciendo:

Queremos ser buenos antropósofos permaneciendo unidos en el


alma, también cuando estemos separados en el espacio, unidos en
el espíritu que hace que continúe viva nuestra concepción del
mundo.

Ahora que nos vamos, quiero también saludar a nuestros amigos de


la Rama de Breslavia diciéndoles:

También nosotros pensaremos en lo que pudimos elaborar


conjuntamente con vosotros para nuestra alma y el alma de todos
los hombres. Queremos permanecer unidos a vosotros, incluso
cuando dejemos este local, llevándonos el deseo de que también
nuestros amigos de Breslavia piensen en todos los que, para nuestra
mayor satisfacción, hemos podido convivir con ellos durante estos
días.

308
“Del mismo modo que las matemáticas y las ciencias naturales, la
investigación espiritual se basa en la precisión. El término “precisión”
lo empleo intencionalmente pues la investigación espiritual tiene
que ver, justamente, con la preparación minuciosa del organismo
interno, espiritual. Esta exigencia previa, de una preparación
rigurosa en la percepción suprasensible nos autoriza a darle el
nombre de clarividencia exacta. La búsqueda espiritual que hacemos
tiene esa característica: que reposa en una clarividencia exacta,
metódica. Ese es su distintivo particular.

Rudolf Steiner.

309
310

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