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Celia Rubina y Lilian Kanashiro

El Perú a través de sus discursos


Oralidad, textos e imágenes desde una perspectiva semiótica
Índice

Introducción 9

Nuestros demonios 17
Supay en palabras e imágenes en dos cronistas indios del siglo XVII
Celia Rubina 19
Danzando como diablos: la diablada en la fiesta
de la Virgen de la Candelaria
Lilian Kanashiro 51

Mitos y figuras 75
La figura del zorro y la etiología: de los mitos huarochiranos
a los relatos populares del sur andino peruano
Celia Rubina 77
Marca Perú: el sheriff McNorman y nuestras desventajas competitivas
Lilian Kanashiro 103
Cuerpo, erotismo y mito en la pintura de Tilsa Tsuchiya
Celia Rubina 129
Puesta en escena 155
Nuestras presencias en conflicto
Lilian Kanashiro 157
Tantas veces Electra o la dramaturgia clásica revisitada
desde una cárcel de mujeres de Lima
Celia Rubina 187
Oráculos de la modernidad: mediatización de los sondeos
de preferencial electoral
Lilian Kanashiro 221

Autorrepresentación 245
La enunciación fotográfica en los autorretratos de Martín Chambi
Celia Rubina 247
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad
Lilian Kanashiro 271
Introducción

No una, sino varias semióticas


Quizás pecó de optimismo el padre de la lingüística contemporánea,
Ferdinand de Saussure, cuando en el momento de precisar el objeto
de la lingüística delineaba al mismo tiempo los alcances de esa ciencia
que recién bautizaba con el nombre de «semiología» («sémiologie»). En
su concepción de una disciplina que no existía en ese entonces y que él
mismo no se ocuparía en desarrollar, imaginaba la lingüística como parte
integrante de la semiología. Proponía entonces que las leyes que pudiese
descubrir la semiología tendrían que aplicarse también a la lingüística.
Un simple diagrama inclusivo de la teoría de conjuntos podría ser útil
para representar de qué modo el maestro ginebrino concebía la lingüística
como parte de una ciencia más abarcadora a la que con el tiempo se le
llamaría «semiótica».
Casi un siglo después de la publicación del famoso Curso de
Lingüística general (1916), podemos decir que el desarrollo, tanto de la
lingüística como el de la semiótica, ha ido quebrando simples esquemas.
Sabemos muy bien del gran impulso y desarrollo de la lingüística e
incluso su influjo en otras disciplinas humanas y sociales, así como los
diferentes rumbos que tomaron las escuelas, tendencias y perspectivas
Introducción

epistemológicas. En el medio académico universitario peruano, podemos


decir que la lingüística se desarrolla en por lo menos tres ámbitos: la
lingüística aplicada (al servicio del conocimiento de nuestras lenguas
ancestrales tanto andinas como amazónicas y el estudio de las variedades
dialectales del castellano), la sociolingüística (que relaciona problemáticas
sociales locales con el uso del lenguaje en el marco de la implementación
de políticas lingüísticas y educativas) y la lingüística vinculada a la
filosofía, a la psicología y al psicoanálisis que estudia procesos cognitivos
en el desarrollo de la mente humana.
Para el caso de la semiótica podemos decir que las escuelas se han
desarrollado muchísimo y su especialización es cada vez mayor según los
distintos lenguajes y soportes que aborda. Es decir, la semiótica se ha ido
centrando cada vez más en lo específico de cada discurso. En realidad,
esto no es el producto de una eclosión desarrollada en los últimos años,
sino que estuvo presente desde los inicios de esta ciencia. Recordemos que
el comienzo de la semiótica francesa puede situarse a fines de la década
de los cincuenta con dos autores cuyas obras señalan dos rutas bien
diferenciadas: Mitologías (1957) de Roland Barthes y Semántica estructural
(1966) de Algirdas Julien Greimas. La primera hace realidad el anhelo
saussureano de estudiar los signos en el seno de la vida social. Por primera
vez asistimos a la convocatoria de objetos tan disímiles como un nuevo
modelo de automóvil, el espectáculo popular del catch, los ingredientes
de un plato de comida, entre varios otros en el marco del estudio del
signo. Es decir, el discurso académico abre las puertas a hechos de la vida
diaria desde una perspectiva distinta a la antropológica o filosófica, esto
es, desde el estudio del lenguaje y la significación. En el caso de Greimas,
quien también recoge las propuestas del ginebrino, pero poniendo mayor
énfasis en los fundamentos lingüísticos, apuesta desde sus inicios por
un modelo científico que pueda definir sus conceptos, sus herramientas
metodológicas, su epistemología en el marco de los estudios de las ciencias
sociales y humanas. Un momento culminante del ambicioso proyecto en
pos de una teoría de la significación, se logra gracias al trabajo conjunto

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Celia Rubina / Lilian Kanashiro

de Greimas y Courtés con la publicación del Diccionario razonado de la


teoría del lenguaje. Semiótica (1979).
El recorrido generativo de la significación ilustra cómo la semiótica no
solo se basa en la diferencia y en distintos mecanismos de oposición como
fundamento de la significación, sino en la concepción de un verdadero
proceso de cómo se construye el sentido. Se trata de la articulación de
distintas capas de organización sintáctica y semántica que van desde las
relaciones más escuetas y abstractas, hasta las relaciones más complejas
y concretas. Ya lo señalaba Jean-Marie Floch en Semiótica, marketing y
comunicación (1991) desde lo invariante de las estructuras profundas
hasta las variaciones de la manifestación. En los estudios que siguen una
lógica hipotético-deductiva que van del modelo al objeto y viceversa,
se propone una estructura de base en el primer nivel de la sintaxis
narrativa y se pasa al revestimiento de dichas estructuras en el nivel
semántico, tal como lo propone Enrique Ballón Aguirre en Tradición
oral peruana (2006) al estudiar, por ejemplo, las actancias y los distintos
roles (figurativos, temáticos, patémicos, entre otros) de los héroes del
relato mítico andino.
De las muchas posibilidades que se abren en la semiótica
contemporánea, nos interesa particularmente el enfoque inaugurado
por Eric Landowski con La sociedad figurada (1989) y la sociosemiótica
que toma en consideración los fenómenos sociales en tanto procesos en
los que intervienen distintos actores sociales que se manifiestan a través
de diferentes discursos. Dichos procesos, lejos de estar clausurados, se
mantienen abiertos e inacabados. Recordemos que la semiótica desde
sus inicios concibió como objeto de estudio a toda entidad textual,
entendiendo como «texto» no solo a un discurso verbal, sino también
un film, un ritual o un gesto de cortesía, pero siempre cerrado sobre sí
mismo. Por ello, al abordar el estudio de fenómenos sociales y políticos,
el texto ya no puede concebirse del mismo modo. El investigador requiere
de paciencia y sensibilidad en su observación de lo social para poder
constituir un corpus hecho de las diferentes manifestaciones de un mismo

11
Introducción

fenómeno. Sin perder de vista que dichas manifestaciones forman parte


de un tramado textual, serán abordadas de manera específica como en el
análisis de textos.
No hemos querido hacer una exposición rigurosa de los presupuestos
teóricos y metodológicos de la teoría semiótica como el emprendido por
Joseph Courtés en Análisis semiótico del discurso (1991), con una didáctica
ejemplar. Nuestra opción ha sido explicitar definiciones puntuales de los
conceptos empleados en cada ensayo que permitan esclarecer nuestro
recorrido interpretativo, aproximación que bien puede ser complementada
por otros estudios. En nuestro trabajo, nos valemos de varias semióticas.
Ninguno de nuestros ensayos propone una receta para analizar, no son
modelos a seguir; es por el contrario el encuentro con el sentido particular
y una posible, pero no única, manera de abordarlo.

¿Por qué el Perú?


Lo expuesto en las líneas precedentes es apenas un esbozo de la pujanza y la
actualidad de la semiótica, como lo diría Blanco en Vigencia de la Semiótica
y otros ensayos (2009). Todo modelo o estructura semiótica es susceptible
de ser rebasada por una manifestación discursiva particular. Aunque la
semiótica comparte con la filosofía ciertos enfoques y el permanente
afán cuestionador, se distingue de ella en la medida que busca describir y
explicar el sentido de discursos particulares; entonces viene la pregunta:
¿cuáles son los discursos sobre los que nos interesa hablar?
Nos interesan los discursos construidos por peruanos en diferentes épocas
y circunstancias, con diferentes lenguajes, porque son nuestros modos de
construir sentido que varían según las voces, los medios, los soportes y
las ideologías.
Nos interesa el Perú desde su multiplicidad cultural, étnica, desde
su pluralidad lingüística. La pluralidad no se traduce en una convivencia
armoniosa, más bien se vive a través múltiples tensiones en la vida cotidiana
de los peruanos. La fragmentación, la división y la escisión son rasgos que

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Celia Rubina / Lilian Kanashiro

los estudiosos de la posmodernidad no dejan de señalar en los diferentes


aspectos de nuestra vida en sociedad.
El Perú es contradictorio, qué duda cabe, habitado por tantas
diferencias y negaciones reflejadas en sus discursos. Es en ese discurrir que
brota la síntesis, una amalgama de pulsiones de resistencias, intolerancias,
restituciones y adaptaciones. La diversidad no es algo nuevo y está
representada en la sabiduría de los mitos de origen de las tradiciones
orales peruanas, como es el caso de la mitología awajun (aguaruna), según
la cual los hombres antiguos se unieron para luchar contra un cangrejo
gigante llamado Unkáju que los exterminaba y cada uno peleó de un modo
distinto; el rol de los hombres en la guerra contra el cangrejo determinaría
las características futuras del animal: los hombres que usaron en la guerra
estacas de la madera de pijuayo para cavar hoyos se convertirían en animales
excavadores como el Shushui armadillo, mientras que los hombres que
utilizaron machetes verían sus armas convertidas en picos como le sucedió
al Bashu en su metamorfosis en paujil1.
En la imagen del reino animal del rico universo mítico aguaruna
podemos tener una imagen de la diversidad humana. La pluralidad
puede ser vivida como una contradicción en situaciones de conflicto
o como la convivencia de los contrarios. Desde nuestra nación diversa
nos planteamos el reto de contemplar al Perú, haciendo composición de
lugar y colocándonos al final de la fila, tal vez para reclamar que por qué
no avanzamos. La misma experiencia del reclamo ya es un inicio, una
experiencia de crecimiento y signo de que vamos ganando la batalla al
oscurantismo que nos seduce a acomodarnos en el pensamiento fácil y en
las respuestas rápidas. La semiótica aparece aquí como ese ímpetu que nos
moviliza, que nos ordena y que nos permite construir un pensamiento,
una manera de ver y querer al Perú.

1
Resumen de un mito que aparece en el tomo I del libro «Duik Múun…». Universo
mítico de los aguaruna, de Manuel García Rendueles y Aurelio Chumap Lucía, publicado
en Lima por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (1979,
pp. 83-101).

13
Introducción

No vamos a abordar la pluralidad de Perú en su conjunto, como


un conglomerado, sino en relación a algunos pocos discursos que
hemos tomado como objeto de estudio. Por ello, no haremos ninguna
generalización en nuestros ensayos; sino, por el contrario, subrayaremos
algunas de sus singularidades. Cada discurso será abordado como una de
las manifestaciones posibles de un país en construcción siendo cada una
diferenciada, única, compleja y tantas veces escondiendo contrariedades
e incluso contradicciones.
Nuestra opción no ha sido casual. Elegimos analizar discursos
vinculados al país como una terca apuesta para entendernos; porque, así
como una vida que no tiene sentido busca la muerte, un país que no admite
su condición y pluralidad semántica pierde la cordura y va camino a la
anarquía. Los caminos para trabajar los discursos son múltiples y mejor
aún si son interdisciplinarios; queremos pues unirnos a quienes vienen
bregando y trabajando sobre el lenguaje, pero también queremos invitar a
otros a encontrar renovados intereses en el lenguaje. Porque es justamente
en el lenguaje donde encontramos procesos de innovación espontáneos,
inesperados y ambivalentes; ese dinamismo hace de este trabajo un libro
sin final, siempre por continuar y siempre por mejorar.

¿Cómo leer este libro?


El presente libro está organizado en cuatro bloques, en cada uno de los
cuales encontrará breves referencias sobre los ensayos que lo componen.
Invitamos al lector a leer con libertad, a escoger lo que le antoje. A empezar
por el final, a pelearse con los textos, a discutirlos en voz alta, a buscar
consensos. No hay mejor conocimiento que aquel que se hace en el libre
albedrío.
Los ensayos que componen este libro tienen orígenes diversos.
Algunos de ellos son síntesis de trabajos que se han desarrollado con mayor
amplitud, otros en cambio son las versiones ampliadas de participaciones
en congresos u otros foros académicos y algunos de ellos nacieron en el

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Celia Rubina / Lilian Kanashiro

aula con nuestros estudiantes. Cada ensayo tuvo su propio tiempo de


gestación al calor de preguntas, inquietudes y también deslumbramientos
o preocupaciones de diversa índole. Algunos responden a preocupaciones
de larga data, otros reflejan una mirada más reciente.
Todos los ensayos tienen en común una misma pregunta sobre
el sentido, propio del hacer semiótico: ¿cómo es que esto significa lo
que significa? Para ser capaces de responder esta pregunta, debemos ser
capaces de pasar de la inteligibilidad del sentido a la descripción y análisis
propiamente dicho de la significación. Queda claro entonces que, aunque
emparentados, sentido y significación no son lo mismo. Recordemos que
en cada uno de nuestros actos, sean verbales o no, luchamos por hacer
sentido; las posibilidades de lograrlo no dependen de nuestras buenas y
esforzadas intenciones, sino de nuestra capacidad de ejercer en cada nivel
del discurso las selecciones y combinaciones más adecuadas. Nuestra
experiencia comunicativa diaria nos muestra cuán expuestos estamos al
malentendido, a la incomprensión, al sinsentido y, en el caso más extremo,
a la incomunicación. Por ello, nuestros gestos, desde los más corrientes
y repetitivos (mas no in-significantes) como un saludo, hasta los que nos
involucran más profundamente, como todos los actos que tienen que
ver con nuestro ser en el mundo como la creación (artística, intelectual y
humana, como el acto de la procreación), en todos ellos está tejiéndose el
sentido, es la flecha de la brújula sin la cual no sabríamos a dónde vamos.
Recordemos finalmente que lo propio del semiótico es el cuestiona-
miento permanente sobre el sentido de los discursos y también sobre lo
que parece negarlo. Tratamos de evitar la recepción acrítica de los mensajes,
de los textos que a diario recibimos por los medios de comunicación, por
la ideologías imperantes o por el statu quo. Abrazamos semióticamente
nuestro quehacer intelectual y nuestro ser en el mundo.
Por último, queremos expresar nuestro agradecimiento a James
Dettleff y Abelardo Sánchez León por el apoyo a este proyecto en sus
respectivas gestiones en el Departamento Académico de Comunicaciones.
En ese mismo sentido, a Rómulo Franco y Juan Gargurevich quienes,

15
Introducción

como Decanos de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación,


animaron esta aventura. A Susana Reisz y Pepi Patrón por el apoyo desde
el Vicerrectorado de Investigación y por su auténtico compromiso con la
investigación en la PUCP. A nuestros maestros en semiótica, estudiosos
de primera línea en el Perú, como Enrique Ballón Aguirre, Desiderio
Blanco y Óscar Quezada. A nuestros maestros franceses, Joseph Courtés
y Eric Landowski. A nuestros colegas y a nuestros estudiantes, verdaderos
interlocutores académicos, con quienes hemos compartido inquietudes,
perspectivas, diálogos y discusiones desde y fuera de la semiótica. A nuestras
queridas familias, por su cariño y apoyo incondicionales.

Lima, 15 de junio de 2015

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Un minuto para votar: De lo políticamente
correcto a la excentricidad

Lilian Kanashiro

Los procesos electorales se han vuelto más competitivos y el rol de los


medios de comunicación en la campañas electorales se ha convertido
en un engranaje esencial que abre y cierra oportunidades. En aras de
proporcionar una mayor equidad en la competencia electoral, se ha
señalado la importancia de promover que los actores políticos tengan un
acceso equitativo a los medios de comunicación. No obstante, poco se ha
dicho de que la sola exposición en los medios de comunicación en nada
garantiza dicha equidad si es que dicha exposición no está acompañada
de un acceso equitativo y eficaz en los recursos del lenguaje del medio.
Es así que proponemos como hipótesis para el presente trabajo que
el manejo inadecuado del lenguaje de los medios de comunicación en
general y de la televsión en particular conlleva una distorsión en el objetivo
de ofrecer apertura y oportunidades a los actores políticos en desventaja.
Nuestra reflexión sugiere que, por el contrario, intensifica la desventaja a
partir de la producción de efectos de sentido adversos.

Un minuto para votar


Las elecciones generales en el caso peruano constituyen un momento
intenso en nuestro escenario político, pero una razón que las hace
especialmente intensas es la cantidad de procesos electorales que se juntan.
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

La más importante, no cabe duda, es la elección del presidente, primer


y segundo vicepresidentes de la República; pero también coincide con la
elección de 130 congresistas y de nuestros representantes al parlamento
andino. Tres elecciones en una, lo cual trae consigo que la campaña
electoral sea sumamente densa dada la gran cantidad de candidatos
postulando para toda esa variedad de cargos públicos.
Sin tener información certera de cómo se administran las campañas
al interior de las agrupaciones políticas, encontramos spots de televisión
cuando se trata de las candidaturas a la presidencia; mientras que los
candidatos al parlamento nacional y andino emplean fundamentalmente
la publicidad gráfica, además de tener presencia en las giras del candidato
presidencial o pasearse por las calles y mercados para recaudar preferencias.
Otro canal de publicidad electoral en medios de comunicación de masas
es tener cobertura a través de la prensa; pero no todos gozan de este tipo
de oportunidad, en especial los candidatos desconocidos. La principal
dificultad está en la gran cantidad de postulantes, agravado a su vez por
el voto preferencial que no solo los hace competir con los postulantes de
otro partido o agrupación política, sino con sus mismos correligionarios.
Cada candidato parlamentario es una empresa particular tratando de
sobrevivir en una competencia sin piedad.
En este marco, el programa político «Prensa Libre» decidió ofrecer,
durante el proceso electoral 2011, un espacio denominado «Un minuto
para votar», cuya finalidad era dar oportunidades a los candidatos con
poca cobertura televisiva para presentar su oferta electoral. El nombre
del segmento se inspiró en un programa de concurso recién lanzado
por el mismo canal denominado «Un minuto para ganar» e incluso el
lanzamiento de este nuevo segmento tuvo como invitada a la conductora
de dicho programa de entretenimiento.
Con cierto aire de ingenuidad, podríamos decir que la idea original
era ofrecer un espacio para una oferta política fresca y novedosa que
permitiera a la audiencia informarse de nuevas alternativas y dar cierto

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Lilian Kanashiro

carácter de pluralidad y equidad a la competencia electoral, todo ello en


beneficio de nuestra democracia. No obstante, el resultado fue inverso, la
oportunidad se convirtió en una exhibición de discursos muy próximos a la
parodia política y lo que era una oportunidad no hacía más que banalizar
y desprestigiar a los actores de nuestra democracia.
La pregunta que nos hacemos es: ¿por qué y cómo sucedió esto? Una
primera respuesta superficial es que los candidatos no estuvieron a la altura
de esta oportunidad y este segmento no hizo más que desnudar la fragilidad
de quienes buscan en los cargos públicos una opción laboral sumamente
rentable. Esto puede ser una verdad a medias, porque cualquier persona
con las más sinceras intenciones políticas de servir a su país habría tenido el
mismo desenlace. Nuestro objetivo es reflexionar sobre las condiciones de
producción de sentido del segmento «Un minuto para votar», en especial
la construcción de sentido de lo original o excéntrico que en cierta medida
promueven la desviación de los objetivos formalmente propuestos para
este segmento.
¿Qué sucedió realmente en este segmento? Si observamos con
detenimiento las innumerables muestras de este segmento, «inmortalizadas»
en YouTube, podemos sacar algunas conclusiones o patrones. Todo parece
indicar que la producción del segmento provee al candidato o participante
lo siguiente:

• Un minuto de exposición en televisión.


• Un set de televisión con un solo tipo escenográfico: una fotografía
panorámica en ángulo picado del hemiciclo congresal. No hay
posibilidades de variación, salvo el agregado de un podio o mueble
para apoyar papeles o crear la ilusión de un conferencista.
• Una cámara fija en ángulo normal. No hay posibilidades de
variación de ángulos, cambio de posición o movimientos de cámara.
En varios segmentos, se observa la utilización del zoom.

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Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

A partir de estos elementos, los candidatos pudieron establecer


variaciones o selecciones con respecto a los siguientes aspectos:
• Un guión o texto.
• Número de personas que aparecerán en el segmento.
• Empleo de fondos musicales.
Creemos que estos elementos de intervención propuestos por los
candidatos se realizan de forma intuitiva sin asesoramiento especializado
o profesional. A partir de este balance elaborado con la sola observación,
las condiciones de producción de este segmento resultan en un
empobrecimiento del lenguaje audiovisual, quitándole toda su riqueza y
posibilidades de recreación y significación. Desde una perspectiva semiótica,
se empobrece la manipulación enunciativa, derivando en un enunciado
que nadie quería: ni el candidato ni la audiencia. Así, proponemos
como hipótesis de reflexión que el manejo inadecuado del lenguaje de la
televisión conlleva a una distorsión de los objetivos inicialmente propuestos
para el segmento «Un minuto para votar», por el contrario intensifica la
situación de desventaja del candidato. A continuación, profundizaremos en
las dimensiones semióticas de los elementos involucrados que contribuyen
a la elaboración del enunciado resultante. Nuestra reflexión se nutrirá
de varias fuentes teórico-metodológicas provenientes de la semiótica: en
primer lugar, haremos referencia a las bases de la semiótica tradicional
francesa de Joseph Courtés; en segundo lugar, emplearemos conceptos
de la semiótica del cuerpo de Jacques Fontanille (2008[2004]); en tercer
lugar, los aportes de Eliseo Verón sobre la imagen televisa nos serán
sumamente útiles; y, finalmente, trabajaremos con la sociosemiótica de
Eric Landowski (2007[1997]).

I. La levedad de la palabra en televisión


Una primera debilidad que encontramos en estos segmentos gira en
torno a la construcción de un guión para la televisión. La mayoría de

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Lilian Kanashiro

los candidatos elabora sus textos tratando de aprovechar el máximo de


tiempo posible para pronunciar sus promesas electorales. Estas promesas
electorales remiten a temas sumamente densos, solo alcanzando el tiempo
para enunciar el problema y casi nada para explicar las maneras en que se
harán realidad las soluciones, suponiendo que ello incluya la factibilidad de
sacar una promesa de ese tipo, de las alianzas políticas necesarias para que
sean aprobabas y de la puesta en práctica de esta iniciativa. Siendo realistas,
sería imposible explicar todos los elementos que suponen enfrentar dicho
problema, más allá de si los candidatos tienen claro o no las posibilidades
para resolver los problemas, de ser elegidos por los votantes. Pero esa
enumeración sin fin de promesas aún sigue siendo contraproducente en
televisión. El formato del medio exige ser más conciso aún, reducir lo que
sería cinco virtuales años de trabajo legislativo a un conjunto de slogans
que además deben reunir la condición de repetirse varias veces.
Esto que acabamos de reseñar es una vieja consigna, tan antigua como
los primeros modelos de teoría de la comunicación. Lo encontramos en
Shannon y Weaver quien, al concebir la comunicación como un proceso
lineal, se preocupa en la cantidad y calidad de información que se logra
transmitir formulando la noción de redundancia como una característica
que debe reunir el mensaje para hacerlo altamente predecible y superar los
ruidos o interferencias que se pueden producir en el tránsito del mensaje
o la señal (Fiske, 1984[1982], pp. 1-17). Pero, así como lo encontramos
en la prehistoria de la teoría de la comunicación, también lo encontramos
en las teorías contemporáneas, concretamente en las acuciantes críticas
de la Escuela de Frankfurt quienes señalan que la importancia de la
fragmentación de contenidos proviene de la desestructuración del discurso
y la pérdida de importantes matices intelectuales en la colectividad,
producto de la repetición continuada de palabras fetiche (Muñoz,
2005[1989], p. 130).
Los candidatos sin experiencia se presentan ante las cámaras a soltar largas
disertaciones que nadie entenderá o escuchará a conciencia, considerando
además que el segmento solo será emitido una vez por televisión.

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Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

El uso de la palabra en televisión debe fragmentar el mensaje hasta casi


la desaparición del contenido, creando sentido en la repetición de un par
de ideas. No obstante, nuestros candidatos hacen todo lo contrario y
probablemente son sancionados por la audiencia al ser calificados como
caricaturas políticas. Pero en esa sanción reside una paradoja: ¿no nos
quejamos que la campaña electoral carece de ideas? Si queremos que una
idea política se presente en la campaña electoral a través de la televisión,
esta no tiene posibilidad de ser sustentada y ampliada, por tanto pierde
toda solidez. ¿Cómo sostener ideas cuando solo puedes repetir un par de
frases una y otra vez? Y si tratas de construir ideas sólidas, estas terminan
siendo aburridas, tediosas; en suma, insignificantes para la audiencia.
Aquí hay un callejón sin salida. Al parecer no será el formato televisivo el
que resolverá la ausencia de ideas en una campaña electoral. La pregunta
es: ¿dónde? Tradicionalmente eran los partidos en donde se cultivaban y
maduraban esas ideas, pero ya sabemos hacia dónde transitó esa historia.
O algunos recuerdan que se acudía como visitante a los debates del
Congreso para escuchar y aprender de los grandes oradores de la política;
pero ya sabemos que hoy en día no encontramos eso en el Congreso.
En torno al impacto que la televisión tuvo para la política, algunos
autores anunciaron lo que hoy es una realidad: el advenimiento de la era
de los soundbites, frases cortas e impactantes diseñadas para la televisión,
siendo el resto un relleno del discurso. Los candidatos repiten las frases
y los asesores se los recuerdan a los periodistas (Contreras, 1990, p. 21).
Frente a los grandes y espectaculares discursos de los líderes en plazas
llenas de entusiastas simpatizantes, se ha dado paso a las campañas hechas
a base de slogans que pretenden reducir en pocas palabras el espíritu de la
propuesta política. Como bien lo plantea Contreras, la palabra se vuelve
un relleno del discurso sin peso ni densidad.
En la época de los soundbites, construir un guión para este tipo de
intervenciones en televisión no puede hacerse de forma intuitiva. Los
distintos episodios de este segmento demuestran claramente la visión de
concebir que la palabra debe ser utilizada para expresar la mayor cantidad

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Lilian Kanashiro

de información. Así, los candidatos parlamentarios tratan en lo posible de


enunciar verbalmente los problemas que consideran prioritario abordar y
las promesas de solución. El resultado son discursos que probablemente
no logran convencer a nadie. A nivel de producción, es perfectamente
comprensible que los encargados del programa no puedan intervenir sobre
la calidad de ese variopinto juego de guiones que traen los participantes,
ya que se arriesgan a ser acusados de censura o falta de neutralidad. Pero lo
que evidencia esta experiencia es la necesidad de saber modelar el lenguaje
verbal cuando este se presenta en televisión.
Curiosamente, algunos candidatos se acercaron más que otros a la
adaptación de la palabra en televisión. De todos ellos, seleccionamos un
caso: el del candidato al parlamento José Risco, conocido por su liderazgo
en una de las centrales sindicales más importantes del país y del cual
presentamos su alocución:
Hola, ¿qué tal? Soy José Risco, 100% negro y bien peruano.
Nuevamente postulo al Congreso de la República:
• no para comer pollo,
• no para que me laven las camisas,
• no para que me laven los pies,
• no para robar luz.

Voy porque realmente:

• necesitamos una ley que elimine efectivamente todas las formas


de discriminación,
• necesitamos una ley que crea el distrito del cercado de Lima,
• necesitamos una ley de renovación urbana y destugurización,
• necesitamos una ley general del trabajo, justa y equitativa,
• necesitamos una ley que elimine realmente los services y toda
forma de contratación que tenemos en nuestro país,
• necesitamos una ley que realmente le dea [sic] oportunidad
al trabajador de una libre desafiliación,

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Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

• necesitamos una ley que contribuya al desarrollo del país,


• necesitamos una ley que le de oportunidad a todos y cada uno
de nosotros a tener mejor calidad de vida.
Por eso… este 10 de abril, marca la L y escribe el número 13, de
este negro José Risco, 100% negro y bien peruano (MrRppc, 2011).

Observamos en esta intervención que el señor Risco habla de una


forma coloquial produciendo un sentido de mayor cercanía frente a la
audiencia. Su frase: «100% negro y bien peruano» logra aglutinar, en
pocas palabras, su oferta electoral como identidad: un candidato en
representación de una minoría y de una mayoría a la vez. Pero lo que
resulta interesante en la manipulación de su enunciado es la repetición,
en un primer bloque, de «no para…» y, en un segundo momento, el
«necesitamos una ley…».
En el primer bloque de repetición, observamos un procedimiento
que en semiótica se denomina «anáfora» y cuya definición es la siguiente:
4) La identidad establecida mediante el reconocimiento o la
identificación, es una relación anafórica formalmente entre dos
términos, de los que uno está presente o es actual y el otro está
ausente, en otra parte o en el pasado: en ese sentido, podrá hablarse
de anáfora cognoscitiva.
5) La anaforización es uno de los principales procedimientos que
permiten al enunciador establecer y mantener la isotopía discursiva
(las relaciones interfrásicas). (Greimás & Courtés, 1990, p. 33).

El candidato, de forma simple y sencilla, establece una crítica a los


parlamentarios anteriores. Sus pequeñas expresiones dicen mucho y no
necesitan explicación: «[…] no para comer pollo», haciendo referencia al
escándalo del congresista José Anaya que sustentó como gastos operativos
tres recibos por consumo de pollo a la brasa por una cantidad exorbitante
que ningún ser humano puede consumir; era evidente que el documento
era para sustentar un gasto que se hizo en otra cosa (Palacios, 2011).
Pero, como vemos, es suficiente enunciar «no para comer pollo» para

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Lilian Kanashiro

que todos activemos el recuerdo de tan bochornoso escándalo. El mismo


procedimiento se emplea con el «no para que me laven los pies, no para
robar luz». Todos ellos eluden a escándalos, sin necesidad de ampliarlos
y dar todos los detalles. La consigna política de este candidato es de
moralidad.
En un segundo bloque, el principio de repetición aparece nuevamente:
«[…] necesitamos una ley […]» y la sensación de una levedad de la palabra
se intensifica. Probablemente nadie recuerde todas las leyes que dice que
va a hacer, pero queda claro que su función será hacer leyes que es lo que
hace un congresista. Esta forma de articular su enunciado minimiza los
detalles de cada ley a la que se compromete gestionar, hasta el punto que
llega a decir: «[…] necesitamos una ley que elimine realmente los services y
toda forma de contratación que tenemos en nuestro país». La eliminación
del service es un asunto que no tiene discusión dado que son conocidas las
maneras de explotación que esconde esta forma de contratación. Pero lo
que dice a continuación es que eliminará toda forma de contratación que
tenemos en el país, lo cual es una incoherencia. Las formas contractuales
son parte de nuestra forma de vida; no obstante, esto pasa desapercibido
y nos quedamos con la idea principal: «necesitamos una ley». Este texto
o guión se aproxima mucho a lo que puede y debe ser un texto narrativo
para televisión. Probablemente muchos de los lectores no estén de acuerdo
con esta afirmación; pero, por lo menos, este texto no es peor que el de
los demás, en donde es altamente probable que no nos quedemos con
nada de la información.
El candidato Risco apunta a una estrategia discursiva que funciona
muy bien en televisión: trabaja sobre el conocimiento que ya tiene la
audiencia sin tener la necesidad de ampliar o desarrollar el contenido,
solo es necesario ayudarlo a recordar. No obstante, hay que señalar que
entre un bloque y otro hay diferencias. En el primero, el procedimiento
de anaforización está vinculado a los escándalos de la política, a la política
banalizada. No obstante, en el segundo bloque, los detalles de la oferta
electoral se superan y se hacen invisibles. El balance es que recordamos

279
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

lo disfórico y, lo que puede ser objeto de una deliberación política a


profundidad, se invisibiliza quedando solamente a nivel de isotopía
contenidos muy superficiales: la política es escándalo y necesitamos leyes.

II. La excentricidad del cuerpo en pantalla


Quedarnos solo en una evaluación crítica de la palabra en televisión es
evadir la esencia del código televisivo: la imagen. Y es que no solo se
construye sentido con las palabras, sino con el cuerpo. En un análisis en
torno a los debates electorales televisados, Verón logra sintetizar toda la
riqueza expresiva del cuerpo en la pantalla:
En la interacción cara a cara, cada «maniobra» es un paquete
extremadamente complejo de elementos verbales y no verbales:
rodeando la palabra del enunciado, los movimientos de los brazos,
los gestos de las manos, la expresión del rostro, el grado de tensión
o de serenidad transmitido por la postura, todos estos indicadores
«paralingüísticos» sirven para reforzar, atenuar, precisar, dramatizar,
asumir o, por el contrario, distanciar lo que se dice. Cuando un locutor
habla, los signos emitidos por la imagen de su cuerpo le sirven para
modalizar su propia palabra; son de hecho, con respecto de estos,
metasignos, meta-comunicación (Verón, 2001, p. 59).

Para que la palabra en televisión tenga sentido, el enunciador manipula


instalando actores en su enunciado. En la totalidad de los segmentos,
el actor por excelencia es el candidato; pero, en un gran número de los
casos, estos vienen acompañados de familiares, colaboradores, mascotas
de campaña, etc. Sea quien sea, esos cuerpos instalados son una fuente
de sentidos poco controlados por los propios actores y es que hay que
entender que el oficio de actuar es todo un saber. El cuerpo puesto en
escena debe ser dirigido para que exprese naturalidad y sinceridad, y la
dirección de actores se halla sumamente limitada a la inexperiencia de
los que aparecen ante cámaras. Un video en la red en el que el mismo

280
Lilian Kanashiro

programa emite, a modo de clausura de la «temporada», el detrás de cámara


de lo que significó producir dicho segmento, plantea que la producción
sí intentó redirigir los cuerpos (MrRppc, 2011). No obstante, existe algo
que se llama casting, cuya finalidad es seleccionar los mejores cuerpos
posibles a ser presentados en televisión. En esta ocasión no hay casting,
los actores buenamente ofrecen sus cuerpos para la campaña electoral.
Pero otro aspecto que hay que subrayar es que hacer que el cuerpo hable
en las diferentes puestas en escena (teatro, televisión, etc.) es todo un arte
que requiere largos años de preparación, talento y vocación. Por más que
la producción se esfuerce en dirigir esos cuerpos, estos no son entrenados
para este tipo de oficio y ese déficit influye en la calidad del enunciado
puesto en escena durante estos segmentos. Aún cuando se evidencia esa
falta de preparación de los cuerpos, de ellos emanan sentidos que con
seguridad colaboran en el absurdo de la representación.
La ausencia principal es justamente no encontrar el equilibrio que
permita al cuerpo en escena modalizar la palabra. El cuerpo está allí para
hacer creíble la palabra, para adjetivarla ya sea positiva o negativamente.
Algunos lo hacen de forma natural, al parecer pueden haber nacido con
el don y talento para ello; pero otros necesariamente son asesorados por
los cosmetólogos corporales de la política. Lo que estos segmentos nos
muestran es una desconexión entre cuerpo y palabra: el cuerpo /no hace-
creer/ en la palabra, desautoriza el valor de la palabra ya desacreditada
construyendo un cuerpo que no cree en lo que dice.
Un caso particular lo observamos en el segmento del candidato Arturo
Ku, quien probablemente, reconociendo sus pocas dotes para la actuación,
no tuvo mejor idea que invitar a un conocido cantante del medio (Guajaja)
para que reemplace esa falta de gestualidad. El resultado es desastroso;
ya que el contraste deja en evidencia las pocas facultades comunicativas
del candidato. Por otro lado, la candidata Rossy Guzmán demuestra
su capacidad de modular su cuerpo y voz; no obstante, su performance
peca de exceso. Al otro extremo podemos mencionar a la candidata Maali
del Pomar cuya monotonía de la voz es acompañada por la inercia de su

281
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

cuerpo. Finalmente, no podemos dejar de mencionar a quien decidió crear


un relato dentro del relato principal del segmento escenificando, bajo una
metáfora futbolística, los problemas que la potencial congresista enfrentará
(MrRppc, 2011). Y los ejemplos no dejarían de brotar y es que los cuerpos
parecen no encontrar el justo equilibrio que un formato de este tipo pide.
Cabe preguntarnos: ¿qué tienen en común los ejemplos presentados? Nos
presentan cuerpos originales desde el punto de vista de los actores o cuerpos
excéntricos desde el punto de vista de la audiencia. Tanto la excentricidad
como la originalidad constituyen una figura semiótica del cuerpo.
En ese sentido, el modelo teórico formulado por Fontanille acerca
de las figuras semióticas del cuerpo nos permitirá evaluar esa experiencia,
como una semiótica en acto que va construyendo un actante para ser
narrativizado. Dicho modelo está compuesto por tres ejes: el Mí-referente,
el Sí-Idem y el Sí-Ipse, que se resume en el siguiente esquema:

Cuerpo del actante

Carne Cuerpo propio

Mí Sí-idem Sí-ipse
(Instancia de referencia) (Instancia de «captación») (Instancia de «mira»)
Fuente: Fontanille, 2008[2004], p. 34.

El esquema anterior presupone un conjunto de conceptos trabajados


por Fontanille en su obra Semiótica del discurso (2006). Tomando tales
antecedentes, el modelo propuesto define la carne como: «[…] aquello
que resiste o colabora con la acción transformadora de los estados de

282
Lilian Kanashiro

cosas y que cumple también el rol de centro de referencia» (Fontanille,


2008[2004], p. 33). Los distintos personajes presentados en los ejemplos
mencionados anteriormente presuponen una instancia de referencia (Mí):
Arturo Ku, Guajaja, Rossy Guzmán, etc.; estos, en tanto carne, están
sometidos al principio de resistencia/impulso. Tomando como ejemplo el
segmento en que el aparece el candidato Arturo Ku y el cantante Guajaja,
podemos observar la diferencia de ambos principios. Por el lado de Arturo
Ku, podemos presuponer un principio de resistencia: un cuerpo que se
resiste a bailar y a gesticular demostrando que no es una experiencia
cotidiana y resultando en una especie de cuerpo endurecido; esta forma
de bailar endurecida o acartonada va al encuentro de lo excéntrico. En el
lado contrario, el artista es la manifestación del impulso como principio:
su cuerpo se halla acostumbrado a esa dinámica de movilidad, la carne
solo tiene que dejarse llevar por sus impulsos naturales; esa impulsividad
rítmica es parte de la originalidad con la que se busca plantear el spot.
Si bien cada cuerpo resiste o se impulsa, entre ambos también hay una
tensión de fuerzas que terminan por neutralizarse entre sí. La incapacidad
de uno es la disposición del otro y viceversa.
Estos cuerpos (Mí) proyectan el Sí del actante, denominado «cuerpo
propio»; ya que la relación entre ambos es de presuposición y definición
recíproca. Este cuerpo propio instalará, a modo de toma de posición, lo
que posteriormente será la expresión y el contenido. La resistencia/impulso
se proyectará como intensidad y como extensión a partir de operaciones
de mira y captación:
Pero habrá que distinguir aquí, al modo de Ricoeur, dos modos de
construcción de la identidad «en Sí»: por un lado, una construcción por
repetición, por recubrimiento continuo de las identidades transitorias,
y por similitud (el Sí-idem), y por otro lado, una construcción por
mantenimiento y permanencia de una misma dirección (el Sí-ipse)
(Fontanille, 2008[2004], p. 34).

283
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

La construcción de lo excéntrico u original estará dado por el


distanciamiento de ambos elementos. Si entendemos el Sí-idem como una
repetición o similitud, entendida como una adecuación a lo que siempre
se hace en un spot político-electoral, los candidatos buscarán alejarse de
esta tendencia y dejar de repetir lo mismo, dejar de adecuarse. Por eso,
cada uno de ellos tratará de ser único y hará que sus cuerpos demuestren
esa singularidad: si todos los candidatos (cuerpos) hablan con seriedad,
ellos, para ser excéntricos/originales, bailarán, teatralizarán, pondrán un
títere (pinocho), etc.
Por el lado del Sí-ipse encontramos el mismo alejamiento. Mantener
la misma dirección o sentido que promueven los spots político-electorales
es plantear, en cierta medida, la compostura o distinción política. Si los
candidatos se hacen representar bajo los contenidos de seriedad, necesidad
y compromiso, ellos plantearán, a modo de excentricidad/originalidad,
un alejamiento de dicha compostura conformado por lo inmoderado, la
imprudencia, la ligereza, la broma, el regocijo, el alboroto, la frivolidad
y el desenfado.
En resumen, la construcción de lo excéntrico/original supone la
quiebra de la norma y se propone una forma nueva de hacer mensaje
político. Un alejamiento de la adecuación político televisiva convencional
para repetir en varios segmentos innovaciones poco comprendidas y
ciertamente toleradas por la audiencia. Esta excentricidad que apreciamos
en la mayoría de estos segmentos no es producto solo de una inexperiencia,
hay un considerable número de candidatos que lo juzga como una
estrategia discursiva electoral válida para salir del anonimato o de la
ausencia del campo de sentido. Reproducimos el modelo que nos guía
en nuestras conclusiones:

284
Lilian Kanashiro

Mí -referente

Adecuación Compostura

Sí -idem Sí -ipse

Excentricidad
Originalidad

Fuente: Fontanille, 2008[2004], p. 55.

La paradoja vuelve a aparecer respecto del cuerpo. Lo que estos segmentos


demuestran es un intento de originalidad que deviene en excentricidad,
pero también es verdad que pervive en el ambiente una crítica por la
política tradicional. Los candidatos han tratado de salir de la adecuación
y compostura política tradicional para ir construyendo una originalidad.
Creemos que la ruptura del campo semántico de lo tradicionalmente
político es muy agresiva y caen en la desmesura, en lo impropio, sino
es en lo grotesco. Y valgan verdades, ni los candidatos presidenciales
escaparon de ello. Quizá podemos concluir que los modos de construir
lo políticamente correcto están desacreditados, a la vez que la credibilidad
de lo que se representa.

285
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

III. Dos formas de espacializar: contacto vs. contexto


El segmento al parecer está concebido para que se presente un candidato
que le hable a la audiencia. En ese sentido, está previsto que todos
los candidatos tendrán como telón de fondo una foto gigante de una
panorámica del Congreso. Los candidatos no pueden variar esa fotografía
de fondo, no tienen posibilidad de intervenir escenográficamente. En
algunos casos, los candidatos decidieron aparecer acompañados por
sus familiares y colaboradores o la mascota de campaña. Dicho cambio
produce una alteración en el encuadre, abriendo de un plano medio a un
plano conjunto para que puedan entrar todos los invitados. Esta alteración
produce en varios casos que se evidencie la existencia del atril que sostiene
la fotografía gigante del congreso rompiendo la ficción y desnudando la
realidad de un set de televisión.
Semióticamente, estos aspectos están referidos a una de las coordenadas
de la manipulación enunciativa denominada «espacialización» 1. El
enunciador niega su espacio, su «aquí» para proyectar un «allá»: «La
política, en ese sentido, es representación (dramática) de una representación
(jurídica)» (Landowski, 2007[1997], p. 212). En el caso del segmento «Un
minuto para votar», este despliegue del allá se pierde al aparecer estos
errores de producción.
No obstante, más allá del accidente de la fotografía, tenemos la
disparidad del sentido producido por el encuadre que capta el espacio.
La diferencia de los planos produce efectos de sentido diferentes sobre el
enunciado. El plano medio establece una relación medianamente cercana
con el que habla, básicamente porque se hace posible y notoria la mirada
hacia la cámara; mientras que el plano conjunto no construye ninguna

1
Sobre la espacialización, la formulación de Joseph Courtés puede ubicar a nuestro
lector: «[…] distinguiremos las especializaciones enunciva y enunciativa. Una cosa es
articular los espacios en un relato dado, para inscribir allí los hechos y gestos de los actores
del enunciado, y otra cosa la manera de presentarlos al enunciatario, de hacérselos ver
desde un punto de vista determinado. […]» (1997[1991], p. 384).

286
Lilian Kanashiro

relación, lo que hace es contextualizar y ubicar a los personajes en una


diégesis concreta.
Al respecto, Verón plantea una perspectiva novedosa al precisar que la
televisión es el medio del contacto por excelencia. Si bien con respecto al
medio televisivo se pone más énfasis en la imagen, sostiene que lo esencial
es el registro del contacto y la economía de la mirada. Según las normas
que la televisión para el gran público ha dado en el curso de la historia,
el periodista es el gerente del contacto con el telespectador, solo él puede
mirarme a los ojos (Verón, 2001, pp.  18-50). En el caso concreto de
nuestro análisis, la periodista del programa ha tenido la generosidad de
prestarle a cada candidato, por un minuto, el monopolio de la mirada,
permitiendo que cada uno mire a la audiencia haciéndonos soñar que están
en el Congreso. El candidato está puesto allí para mirarnos y decirnos lo
que va a hacer. A diferencia del régimen periodístico, este segmento parece
hallarse más en el campo de la propaganda en donde la mirada está en
el contexto de una diégesis ficcional difusa. Es ficción, pero realidad a la
vez; en ambos casos, ficción/realidad representada.
Cabe aquí detenernos en el caso de la candidata Rossy Guzmán
quien, al emplear el plano medio, entabla contacto con la audiencia y la
explota hasta el exceso. Las reflexiones de Landowski resultan pertinentes
e interesantes: «[…] si las buenas maneras de la clase política son solo
una máscara engañosa, entonces es preciso ser mal educado para devolver
al juego político un mínimo de autenticidad» (2007[1997], p.  230).
La candidata en mención es tal vez el mejor ejemplo de una búsqueda
paradójica de autenticidad y sinceridad que colinda con lo grotesco. Dos
elementos llaman la atención:

• La candidata muestra una truza roja para representar la firmeza de


las mujeres, estableciendo un paralelo con la figura de los hombres
que llevan bien puesto los pantalones; entonces, las mujeres deben
llevar bien puesto la prenda íntima mostrada.

287
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

• La candidata manipula un títere y lo hace hablar, simulando con su


voz que el títere menciona el nombre de la candidata y el número
que el elector debe marcar. Dicho títere representa a Pinocho2.

Intenta no solo diferenciarse de la clase política tradicional, sino que


emplea símbolos decididamente excéntricos en la gestación del contacto
con la audiencia a quien quiere convencer de convertirse en sus votantes.
Tal como lo menciona Landowski, «[…] aplica su ingenio a rebajar el
juego político en su conjunto, caricaturizándolo según una estética del
mal gusto» (2007[1997], p. 230).
A pesar de este caso, la originalidad de los candidatos al incorporar
más actores en escena no solo transforma el encuadre; sino también pierde
ese recurso de la mirada que solo lo mantendrán aquellos que mantienen
el plano medio. El contacto se pierde, alejando a los personajes de la
audiencia, lo cual trae como consecuencia el abandono de la representación
de una relación y lo que tenemos es la representación de un set de televisión
con un grupo de personajes cuyas acciones no comprendemos bien qué
tienen que ver con la política o el futuro del país, o en el peor de los casos
personajes sin acción cual foto de familia cuya representación es una
mueca congelada, pero en movimiento. El resultado es la construcción de
escenarios vinculados con el entretenimiento haciendo de los candidatos
una suerte de bufones políticos, puestos ahí para divertir. Una suerte de
perfil del bufón político se encuentra reseñada a continuación: «Bromas
pesadas, vulgaridad deliberada en la expresión y en el porte, crudeza y
hasta declaraciones inconvenientes (en el límite de lo permitido y a veces,
más allá), ninguno de los dos reconoce la etiqueta de medio político ni las
convenciones del debate público sino es para violarlas de manera calculada»
(Landowski, 2007[1997], p.  229). Subyace a ello una fascinación
premeditada por lo feo, lo inconveniente, lo escandaloso, todas ellas a favor

2
Resulta paradójico la utilización de la figura de Pinocho que, como bien sabemos, es
la representación del niño que le creció la nariz por mentiroso.

288
Lilian Kanashiro

de construir una excentricidad que cada vez reconoce menos sus límites.
Hay que considerar, en este fenómeno, las influencias propias del medio
televisivo a nivel de producción. Los testimonios de dos candidatos que
participaron de este segmento señalaron que la producción del programa
insistía en que tenían que ser entretenidos y llamar la atención (Cassano,
2011). En todo caso, la presencia del bufón político coincide con la función
social que la televisión desarrolla; esto es, un medio de comunicación
de masas para el entretenimiento. Asimismo, podemos observar que el
objetivo informativo se diluye hasta su desaparición.

IV. Manicomio electoral: candidatos en segregación


No podemos dejar de reflexionar, desde una perspectiva sociosemiótica,
los regímenes de interacción proyectados en la enunciación de «Un
minuto para votar». Para ello conviene detenernos en la presentación
que la periodista Rosa María Palacios hace sobre la finalidad del
segmento haciendo evidente la manifestación de buenas intenciones que
transcribimos a continuación:
Nosotros vamos a inaugurar una sección en este programa y hemos
invitado a una persona que sabe mucho de minutos y que esta hoy en
día en la noticia porque ha regresado al mediodía, se trata de Johanna
San Miguel, que está aquí con nosotros, vamos a conversar con ella en
un instante pero primero contarles de que se trata esto. Como ustedes
saben hay trece listas parlamentarias presentando 130 candidatos a
nivel nacional, eso es 1690 candidatos. También tenemos elecciones
al Parlamento Andino, vamos a elegir cinco representantes pero cada
agrupación política puede presentar quince candidatos, lo que suma
195 más. En total, 1885 personas postulando a un cargo, además por
supuesto de los once candidatos presidenciales. Todos ellos llenan
las calles con sus paneles, con su propaganda. Unos lo pueden hacer
y otros no tienen ni siquiera el dinero suficiente para hacerlo. Pero
todos quieren salir en televisión y es físicamente imposible hacerlo.

289
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

Así que en este programa nos vamos a concentrar en entrevistar a


un grupo de candidatos designados por sus partidos en un minuto,
no los puedo entrevistar a todos, entrevistamos a muchos todas las
noches pero esta vez les vamos a dar un minuto a cada uno y como
estábamos buscando un nombre divertido para este segmento le
hemos puesto «Un minuto para votar». Y por eso Johanna San Miguel
está con nosotros pues es la reina de «Un minuto para ganar». Yo
no les garantizo a estos señores que ganen, pero por lo menos que
los escuchen. Adelante con el segmento (Prensa Libre, 2011, 14 de
marzo).

Cabe aclarar lo que la periodista denomina incorrectamente como


«entrevista». Los segmentos presentados dentro de «Un minuto para
votar» no son entrevistas (tal vez hubiese sido bueno que lo fueran), sino
que se asemejan a los formatos de publicidad electoral y muy próximos
a la trillada franja electoral. A partir de esta presentación, podemos
postular que la periodista Rosa María Palacios constituye el «Nosotros
de referencia», representando un perfil de normalidad característico a lo
que Landowski denominó como el «Sr. Todo el Mundo»3. La periodista
presenta características de seriedad y mesura, asumiendo un discurso por
momentos sumamente racional para justificar la generosidad con la que

3
«Espécimen humano que a veces se puede observar in vivo […], o simple tipo ideal
si no encuentra localmente un cuerpo en que encarnarse, […] es un individuo que se
caracteriza esencialmente por su sentido de adecuación: sabe ofrecer a cada instante las
marcas de una perfecta adhesión a las normas de su grupo de pertenencia. Mejor aún,
manifiesta tal soltura que uno se podría preguntar si en lugar de plegarse a los usos, no
es él más bien el que, en realidad, los inventa y el que marca la tónica, proporcionando
con sus comportamientos, con sus “buenas maneras” en el discurso y en los modales, la
ilustración en carne y hueso de “lo mejor” que son capaces de producir los ideales, o al
menos los estándares éticos y estéticos del grupo de referencia. Sin embargo, su capacidad
de hacer exactamente, y mejor que nadie, lo que hay que hacer en cada circunstancia
en su propio ambiente, no tiene propiamente por resultado colocarlo por encima de las
gentes de su mundo. Lo que lo hace sobresalir no responde al orden de la singularidad y
de la excepción individual, muy por el contrario, con el valor superlativamente ejemplar
de su normalidad» (Landowski, 2007[1997], pp. 53-54).

290
Lilian Kanashiro

plantea el segmento: ella es la «Sra. Todo el Mundo» en la medida que


generosamente ofrece el espacio que todo el mundo quiere. Señala que
algunos candidatos no cuentan con recursos para la publicidad electoral
y ella les da el espacio para sustituir esa carencia. En esta construcción,
está implícita una imagen del «Otro» carente de recursos y de espacio en
la televisión.
La interacción entre la «Sra. Todo el Mundo» y los candidatos que
participan del segmento es planteado por este «Nosotros de referencia»
como un régimen de asimilación4; esto es, les concedo el espacio anhelado
bajo las reglas que naturalmente el programa impone y que, como
precisamos líneas anteriores, se centran en los siguientes puntos:

• Solo un minuto.
• Solo una cámara fija.
• Solo un tipo escenográfico.
• Sin musicalización de ningún tipo.

Asimilar estas reglas permitirá acceder y, en cierta medida, ser como


nuestra «Sra. Todo el Mundo». Bajo este régimen, el segmento aparece
como una oportunidad tanto para los candidatos para presentarse en
televisión como para la audiencia para escuchar propuestas políticas que
por la falta de recursos no logran suficiente exposición. Oportunidad que
supondría un beneficio para la democracia en la medida que ofrece equidad
en la competencia electoral, tema muy discutido en el ámbito académico

4
«El grupo dominante, como buen asimilador, no rechaza a nadie; se siente, por el
contrario generoso, acogedor, abierto al exterior. Pero al mismo tiempo, cualquier
diferencia de comportamiento algo marcado, por el cual el extranjero traiciona su
origen, constituye para él una extravagancia carente de sentido. En actitud opuesta al
antropólogo, cuyo comportamiento parte del postulado de que las conductas de los
grupos humanos […] tienen un sentido, es decir, obedecen a una lógica, el Sr. Todo el
Mundo, por su parte, da por sentada la irracionalidad (sino la perversidad intrínseca)
de aquellos que piensan y actúan en función de visiones del mundo diferentes a la suya»
(Landowski, 2007[1997], p. 20).

291
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

político. No obstante, se asume al «Otro» (candidato carente) como un


snob5 que debe y quiere adaptarse a las normas del régimen asimilador.
Los dichos populares suelen guardar verdades que sorprenden. Uno
de ellos dice: «Hecha la ley, hecha la trampa». Y, en cierta medida, los
candidatos, sobre la base de las reglas establecidas por el canal, superaron
estas limitaciones proponiendo modos diferentes de emitir sus enunciados.
Hemos precisado anteriormente cómo los candidatos aparecen bajo
la presencia de lo excéntrico u original. Este perfil es lo que en el modelo
elaborado por Landowski se entiende por un «Oso», en la medida que
decidieron por su cuenta y riesgo innovar la publicidad electoral (bailar,
presentarse con la familia, escenificar situaciones, mostrar objetos de los
más grotescos hasta disímiles, etc.). Estas innovaciones generan, como
consecuencia del segmento, que estos candidatos sean categorizados
como parte de una parodia electoral que, desde el nombre, cualquier
persona o cosa que se presentara en dicho segmento dejaría de ser serio
políticamente hablando.
Esta construcción de lo excéntrico/original reconfigura casi de forma
natural la interacción que inicialmente se planteó como un régimen de
asimilación a uno de segregación. El segmento se convierte, así, en un
espacio de locos (osos) y extravagantes que desean postular a un cargo
público. Recordemos que en el régimen de segregación6 se ubica al «Otro»

5
A partir de un análisis de la mundanidad, se define al snob como sigue: «[…] ve en
la silueta del gentleman (o del que para el hace sus veces) un modelo que imitar, y solo
aspira a unirse a la “élite” que a sus ojos él encarna, aunque los esfuerzos que hace para
conseguirlo son demasiado evidentes para no traicionar su verdadera pertenencia, la cual
remite a otra parte […]» (Landowski, 2007[1997], pp. 54-55).
6
«Esta posición se puede definir como situándose a medio camino entre las fórmulas del
tipo conjunción-asimilación, consideradas en este caso como inaplicables o inapropiadas
(porque el Otro es considerado ahora como decididamente demasiado diferente para
que su integración propiamente dicha al grupo sea siquiera imaginable) y las del tipo
disyunción-exclusión, vistas igualmente, aunque por otras razones, como inaceptables
(por tentadoras que pudieran parecer en algunos aspectos)» (Landowski, 2007[1997],
p. 31).

292
Lilian Kanashiro

en un espacio concreto, cual manicomio, porque resulta insoportablemente


diferente, tan diferente que no merece ser entrevistado cara a cara por
nuestra periodista. ¿Cómo una periodista de la trayectoria de Rosa María
Palacios dialogaría con esta gama de locos? La razón ella la expresa: es
físicamente imposible dado el poco tiempo que hay en televisión. Pero hay
algo que no debemos perder de vista: en este manicomio de candidatos
electorales reside una necesidad que justifica su presencia en la televisión
y por la cual, en la clausura del segmento, nuestra «Sra. Todo el Mundo»
los trata con amable indulgencia: estos candidatos divierten. Tanto es así
que editaron un vídeo en donde se exponen todas las limitaciones que
mostraron nuestros candidatos para producir el segmento y suponemos
que eso hizo reír a la audiencia. No se les elimina o censura de las pantallas
dadas todas las limitaciones para el manejo como imagen televisiva,
porque en el fondo se les necesita como una válvula de escape catártico y
de entretenimiento a toda tensión propia de una competencia electoral,
porque finalmente en las elecciones nos jugamos el futuro de nuestra
nación. Frente a este fenómeno de excéntricos/originales en la política,
hay una mirada reprobatoria por la banalización de lo político y por el
ridículo que hacen; pero también hay una mirada complaciente, compasiva
y benevolente sobre estos inexpertos candidatos que aseguran cierta cuota
de entretenimiento y goce en la pantalla. Hay crítica, pero también hay
fruición. Hay reprobación, pero también hay complicidad.
La presentación del segmento que transcribimos líneas previas ya
anuncia elementos que van en la línea de ese divertimento: el nombre del
segmento, la invitación de una conductora de concursos y la risa cómplice
de ambas mujeres al señalar que «no puedo asegurar que ganen, pero sí
que los escuchen» (Prensa Libre, 2011).
Extendiendo los límites de nuestro discurso, un régimen final de
interacción emerge el día de la votación: la exclusión. Este régimen aparece
bajo la lógica de que el «Otro» es insoportable y por tanto solo queda su
desaparición. El voto ciudadano elimina a estos candidatos de la agenda
política y, aunque dicen que nadie muere en política, sería interesante

293
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

investigar cuántos de estos candidatos siguen en actividad. Ante una


democracia sin partidos en donde las agrupaciones políticas funcionan
como vientres de alquiler durante la campaña electoral, es altamente
probable que estos candidatos continúen sus vidas como ciudadanos
honestos y que la campaña electoral de 2011 solo haya sido una aventura
política. Habíamos argumentado que la necesidad motivaba en cierta
medida el régimen de segregación acabada la campaña electoral; ya no
tiene sentido la existencia de estos candidatos, solo tuvieron tribuna en la
medida en que era necesario divertir durante las elecciones.
No podemos afirmar que este segmento sea la causa del fracaso electoral
de muchos de los candidatos. Sin embargo, creemos que contribuye a su
exclusión de la competencia política. Nos preguntamos: ¿este segmento
fue una ventaja o sentencia de muerte para estos candidatos?
Ahora bien, no perdamos de vista que en estas interacciones dichos
candidatos excéntricos se construyen bajo el perfil del «Oso»7, según el
modelo que guía nuestras reflexiones. Este «Otro», fabricado con este
segmento, cubre la paradoja de querer ser parte de la política, alejándose
de ella porque se afirma que no son como los políticos tradicionales. Esta
constante y antigua negación de la política dada en el contexto de la crisis
de los partidos tradicionales ha convertido a la política en una empresa
sujeta a las leyes del mercado. Porque, en cierta medida, en la configuración
de los segmentos reside una racionalidad en torno a la cual hay que llamar
la atención, como si se tratara de una estrategia de publicidad negativa:
hazte feo y te recordarán.

7
El perfil del «Oso» es definido como sigue: «Ese solitario —ese loco o genio— al
que nadie más que él mismo puede indicar el camino que debe seguir, y al que, una
vez en marcha, nadie desviará de su propia trayectoria, pase lo que pase, a riesgo de
abandonar poco a poco la mayor parte de los lazos que lo unen a su esfera de pertenencia»
(Landowski, 2007[1997], p. 55).

294
Lilian Kanashiro

Conclusiones
Nos planteamos como hipótesis de trabajo que el manejo inadecuado
del lenguaje de los medios de comunicación conlleva una distorsión en
el objetivo de ofrecer apertura y oportunidades a los actores políticos en
desventaja. Nuestras reflexiones nos conducen a la conclusión de que el
emprobrecimiento y mal manejo del lenguaje audiovisual para la televisión
intensifica la desventaja del actor político.
Nuestros hallazgos sugieren que el manejo intuitivo de un guión o
texto para la televisión, en la esfera de la propaganda política, promueve
el énfasis en lo disfórico dejando la sustentación del contenido político
propositivo. En segundo lugar, observamos las consecuencias de poner
en escena un cuerpo no entrenado para modalizar la palabra, deviniendo
en la configuración de un cuerpo excéntrico. En tercer lugar, el manejo
inadecuado del lenguaje de la imagen televisiva, objeto soporte del medio,
conduce a la construcción del bufón político con el solo objetivo de
entretener, diluyendo el carácter informativo. Finalmente, encontramos
el tránsito de un régimen de admisión original (oportunidad para el actor
político) hacia un régimen de segregación (exposición para no votar por
ellos). Este conjunto de hallazgos constituyen premisas para sostener que,
la oportunidad para los candidatos con poco acceso a la televisión, no solo
debe extenderse al tiempo de exposición en el medio. Se hace necesario
proveer de recursos semióticos, en especial de los recursos del lenguaje
televisivo. Esta recomendación es aplicable no solo a segmentos como los
que acabamos de analizar, sino también extensible a la franja electoral.
La equidad supone la construcción de un régimen de admisión8
en donde coexisten las diferencias y una variedad de alternativas en lo

8
«[…] la admisión, por su lado, en cuanto forma general, participará de la no disjunción,
y solo podrá ser viable como régimen de relaciones intersubjetivas entre individuos o entre
comunidades sobre la base de la reminiscencia contraria: la de haber estado disjuntos.
[…] lo que abordamos ahora puede conducir, sino al mejor de los mundos, al menos
a cierta forma de coexistencia pacífica en la medida en que, favoreciendo en principio

295
Un minuto para votar: de lo políticamente correcto a la excentricidad

político que asegure cierto balance en el poder. Durante muchos años, la


crítica estuvo centrada en el monopolio de los medios de comunicación
que les daban más preferencias a unos competidores por otros. Si bien
estamos de acuerdo que ello era y es parte del problema, debemos y ha
sido una de las motivaciones de este ensayo señalar que, así como hay
el riesgo de un monopolio del espacio, también lo hay del lenguaje. De
nada sirve ofrecer espacio en la televisión si no se ofrecen los recursos que
permitan un uso eficiente del lenguaje audiovisual. Porque, si se trata
de dar oportunidades para todos o para una mayoría, esas no dejan de
ser oportunidades para significar, para dar sentido. Sin los recursos en el
manejo del lenguaje, ninguna oportunidad se construye en este plano.
Y curiosamente son aquellos que cuentan con recursos los que pueden
contratar esa asesoría profesional en el manejo del lenguaje en los diversos
medios y son, por último, los que han hecho de las campañas electorales
un negocio muy lucrativo.
Si de buena fe se quiere ofrecer una oportunidad a candidatos con
pocos recursos para sus campañas y fortalecer la equidad en la competencia
electoral, los recursos semióticos son parte de esa oportunidad que les
permita competir en igualdad de condiciones. Los recursos semióticos
vinculados a la producción del lenguaje audiovisual son necesarios para
cumplir con los fines que proponen segmentos de este tipo e iniciativas
que estuvieran por venir. Sin control de los efectos de sentido, el segmento
termina debilitando su finalidad política original y solo alimenta el
espectáculo y el descrédito de la clase política.

al acercamiento entre identidades distintas, es decir, orientándose globalmente hacia un


movimiento centrípeto, contiene también el principio contrario: el de una resistencia a los
efectos últimos de ese movimiento, al adelgazamiento de las diferencias y a la reducción
de lo múltiple y de lo diverso a lo uno y a lo uniforme» (Landowski, 2007[1997], p. 36).

296
Lilian Kanashiro

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