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Neiva, 18 de marzo de 2019.

Señor(a):
Juez civil municipal de Neiva
Neiva

Asunto: ACCIÓN DE TUTELA contra Bar Santa Diabla.

Yo JOSE EDWIN TORRES CARVAJAL, accionante, mayor de edad, vecino y


residente en esta ciudad, identificada con la C.C. Nº 1.075.227.082 de Neiva, Huila,
ante Ud. respetuosamente promuevo acción de tutela contra Bar Santa Diabla,
accionado, ubicado en un local ilegal de la residencia ubicado en la dirección Cra
32 # 20 – 04, Barrio Los Buganviles, de esta ciudad, toda vez que el mencionado
bar produce cantidades excesivas de ruido, producto de la actividad de EXPENDIO
DE BEBIDAS ALCOHÓLICAS, RIÑAS Y DEMÁS ALGARABÍAS DE PERSONAS
EBRIAS, lo cual perturba las actividades diarias, calidad de vida y el sueño de los
habitantes del sector, lo que a su vez a llegado a afectar el goce efectivo del derecho
a la intimidad personal y familiar, la tranquilidad, la dignidad humana, y la salud, de
quienes residen en las cercanías, dentro de los cuales hay varios sujetos de
especial protección constitucional, es decir, niños y niñas, así como, personas de
tercera edad. Con todo, fundamento la presente tutela en los siguientes:

1. HECHOS

PRIMERO: Se ha interpuesto querellas para el cierre de varios bares en este sector


residencial, (barrio los Buganviles), de las cuales solo unas han surtido efecto. La
secretaria de gobierno de esta ciudad realizo el cierre definitivo del Bar Seven,
Pecados Bar y Amnesia, pero se ha erigido como inmune a estas acciones el bar
Santa Diabla.

SEGUNDO: Son múltiples las llamadas que se realizan al cuadrante 20 y 21 para


atender la situación de altísimo ruido, pero los policías no acuden en muchas de las
ocasiones y cuando lo hacen, hablan con el dueño del establecimiento y se van si
hacer que le nivel del ruido sea disminuido. Además, la policía no esta haciendo
cumplir el artículo 87 del código de policía, ya que el accionado no cumple con los
documentos para desarrollar la actividad de expendio de bebidas alcohólicas en el
sector, al ser un sector residencial, tipo 1, donde no cuenta con uso de suelo
positivo. Además, los policías, aun presenciando los altos noveles de ruido, no
tomas medidas para mitigar el ruido y tampoco dan ordenes de comparendos.
Sospecho yo y mis vecinos por los hechos ocurridos con la policía de los
cuadrantes, que estos están actuando de forma corrupta, al no actuar frente a este
bar como dicta la ley. Por los hechos nombrados me encuentro en total estado de
indefensión.
En una de las llamadas realizadas, de las cuales adjunto copia de los audios, un
patrullero me dijo que los bares tenían permitido funcionar hasta las 3:00 AM y que
además al ser un establecimiento de este tipo tenían derecho a emitir ese ruido.
El audio a destacar de la lista, la cual esta adjunta en un CD a esta acción de tutela,
es el que corresponde a la fecha del 10 de marzo del presente año a las 02:10 am.
Audio que destaco en la carpeta del CD presentado como pruebas.
TERCERO: Hice presencia en varias ocasiones en el Bar accionado para solicitarle
que bajara el nivel de ruido, pero lo único obtenido en estas situaciones fueron
agresiones verbales.
CUARTO: Me encuentro en un estado de indefensión, ya que ha sido agredido
verbalmente y la policía de la cual sospecho, por sus procederes, tienen acuerdo
corruptos con el dueño del bar accionado.

2. PROCEDIBILIDAD DE LA ACCIÓN DE TUTELA

Si bien la presente acción de tutela se interpone contra un particular, como lo es el


Bar Santa Diabla, la jurisprudencia constitucional es extensísima sobre la materia y,
en numerosos casos de ruido excesivo, ha señalado que la acción de tutela es
procedente frente a particulares en estos casos. Así, en la sentencia T-454 de 1995,
donde se abordó el tema del ruido exagerado producido por una iglesia, la Corte
Constitucional recordó:
“La acción de tutela contra el particular que afecta grave y directamente el interés
colectivo es consagrada sobre el supuesto de que la persona -natural o jurídica- a
la cual se sindica de vulnerar los derechos fundamentales haya desbordado los
límites del comportamiento normal de los particulares, llevando a cabo actos
positivos o asumiendo actitudes negativas que repercuten de manera protuberante,
grave y directa en el ámbito público, con menoscabo, lesión o amenaza de los
intereses comunes. Es claro para la Corte que la congregación religiosa demandada
no se ha limitado a ejercer el culto en un ámbito privado dentro del cual se
desenvuelvan las ceremonias para la exclusiva audiencia de sus integrantes, sino
que, por el contrario, mediante el uso de altoparlantes y equipos de sonido, invade
espacios ajenos, penetra en las residencias aledañas, se hace sentir ruidosamente
en horarios nocturnos y en días de descanso, forzando la participación de los
vecinos en su devoción. Por lo tanto, el interés colectivo sí está comprometido, de
manera grave en lo que atañe a los señalados derechos, por lo cual es procedente
la acción de tutela para demandar su protección.”

Ahora bien, sobre la procedencia de la acción de tutela contra particulares, es


preciso recordar que es el Art. 42 del decreto 2591 que regula el tema. Este artículo
señala que la tutela procede frente a particulares cuando la acción busque tutelar a
quien se encuentre en un estado de indefensión respecto al particular contra el cual
se interpuso la acción, en este sentido la sentencia T-203-1997: Mp: Eduardo
Cifuentes Muñoz, ha sostenido que la inactividad de las autoridades puede generar
un estado de indefensión, así señaló:
“Los peticionarios enviaron sendas comunicaciones a los inspectores de policía, en
las que solicitaron su colaboración para poder solucionar el problema, sin que hasta
el momento se haya obtenido resultado alguno. Lo anterior, permite deducir que se
ha acudido a las autoridades administrativas competentes para solicitar la
protección de su derecho a la tranquilidad, con el fin de que el establecimiento
accionado se abstenga de seguir vulnerándolo, sin que estos medios hayan sido
efectivos, por la inactividad o ineficacia de estas autoridades públicas, lo que los
coloca en el estado de indefensión.”

En el caso concreto que da lugar a la presente acción de tutela, se presenta esta


situación, pues como se narró y consta en los audios que se remiten, se realizaron
múltiples llamadas a la policía, además de que la secretaria de gobierno no ha
ordenado el cierre, además adjunto copia de los oficio de los uso de suelo negativos
de los otros bares ya cerrados, pero ninguna autoridad ha hecho acciones para
proteger mis derecho y los de mis vecinos, pues el problema de ruido aún continúa
afectando a todos los habitantes del sector, sin que se haya dado solución alguna.
Lo anterior genera que los residentes de la zona circundante a el bar Santa Diabla,
nos encontremos en un estado de indefensión frente al particular, lo que hace
procedente la presente acción de tutela contra la mencionada compañía.

La situación de indefensión que nos encontramos los habitantes del sector frente al
ruido exagerado, producido por el bar accionado, proviene además del hecho de
que no podemos disfrutar de nuestros derechos fundamentales a la intimidad
familiar y personal, a la tranquilidad y a la dignidad humana, debido a una cuestión
fáctica como lo es el ruido producido por este bar, en concubinato con la inacción
de las autoridades del municipio como lo es la policía y la secretaria de gobierno,
en este sentido, vale la pena mencionar de nuevo la sentencia T-203 de 1997, la
cual retoma la sentencia T-210 de 1994, Magistrado Ponente Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz:
“La situación de indefensión es una circunstancia empírica, no normativa, que
coloca a la persona en la imposibilidad real de ejercer sus derechos fundamentales
por motivos ajenos a su voluntad. Pese a que, in abstracto el ordenamiento jurídico
dispone de medios de defensa judicial para la protección de los derechos e
intereses, en la práctica, diversos factores de hecho, entre ellos la inacción de las
autoridades públicas, pueden dar lugar a la desprotección y consecuente
indefensión de una persona frente al poder o a la supremacía de otro particular. En
estos casos, al juez de tutela corresponde verificar si efectivamente se configura
una situación o relación de indefensión en la que esté en juego algún derecho
fundamental que deba ser tutelado.”

Sobre la inoperancia de las medidas administrativas, es preciso recordar la


sentencia T-1158 de 2005 M. P.: Alfredo Beltrán Sierra, la cual itera:
“La inoperancia de los medios administrativos previstos en el ordenamiento para el
control de la contaminación auditiva, hace que en este caso sea palmariamente
clara la situación de indefensión en que se encuentra la actora frente al agente
emisor de la contaminación. La situación de indefensión, es la que ha tenido en
cuenta la Corte Constitucional, en otras oportunidades, como razón suficiente de la
procedencia de la acción de tutela en contra de particulares”

Al mismo tiempo, es preciso tener en cuenta que la indefensión es la imposibilidad


de resistir a la acción lesiva del derecho fundamental en cuestión, no la simple
ausencia de medidas alternativas para sobrellevar la situación, así en la sentencia
T-025/94, se consideró al respecto:
“En el presente asunto, a juicio de la Sala, la situación de indefensión de la
peticionaria respecto de la factoría de muebles, es clara. Y es de naturaleza fáctica,
pues frente a la emisión constante del ruido, poco es lo que la actora puede hacer
para suprimir o aminorar sus causas. Podría decirse que con protectores de los
oídos, como los que recomiendan los expertos en salud ocupacional, la afectada
estaría en capacidad de superar los inconvenientes. Pero ese no es el caso. El
concepto de indefensión se refiere a la posibilidad de la víctima de enfrentarse con
éxito al origen del problema. No se ocupa de las diversas alternativas para afrontar
los efectos molestos o dañosos. Esto es obvio, si se tiene en cuenta que,
prácticamente siempre, las víctimas de las contaminaciones o poluciones podrían,
por ejemplo, irse del lugar afectado y, así, se llegaría a una situación -contradictoria
de la ley- en la que jamás se daría la indefensión”.
De igual forma, es importante ocuparnos del tema de la ausencia de otro medio de
defensa judicial que hace operante la acción de tutela frente al caso de problemas
producidos por el ruido. Sobre este punto, la Corte Constitucional ha sido clara en
establecer que en los casos donde el ruido excesivo ha afectado los derechos a la
intimidad personal y familiar, así como el derecho a la tranquilidad, se está frente a
una situación donde no existe otro medio de defensa judicial efectivo para lograr
que la perturbación originaria de la violación ius-fundamental se detenga.

En este sentido, ha dicho la Corte que la mera existencia de mecanismos


administrativos como la querella policiva no satisfacen la necesidad de protección
judicial que la vulneración a un derecho fundamental acarrea. Es preciso por tanto
recordar las palabras de la Corte en la sentencia T-525 de 2008, M. P.: Mauricio
Gonzales Cuervo:
“Ahora bien, en circunstancias que involucran emisiones sonoras elevadas por parte
de congregaciones religiosas y la posible afectación de derechos fundamentales de
los vecinos por esta razón, la jurisprudencia constitucional ha sido constante en
considerar que en tales casos puede llegar a ser pertinente el amparo de los
derecho a la intimidad y la tranquilidad por vía de tutela, toda vez que los afectados
no cuentan con otro medio de defensa judicial para la adecuada protección de sus
derechos, en la medida en que los medios de defensa tienden a ser de carácter
preferentemente administrativo y no judicial. El trámite policivo, de hecho, como
medio de protección alegable, no ha sido considerado por la jurisprudencia como
una acción suficiente para suscitar la improcedencia de la acción de tutela en estos
casos, porque como es sabido, el único mecanismo de defensa que puede
desplazar el amparo es aquel que siendo judicial y no de otra índole, tiene una
idoneidad semejante a la acción constitucional para asegurar la efectiva protección
de los derechos fundamentales.”

En la misma providencia, sobre el tema de la procedibilidad de la tutela en casos


como el que nos convoca sostuvo:
“En ese orden de ideas, sea por (a) la ausencia de mecanismos judiciales de
defensa que permita cuestionar la conducta indebida de una iglesia en particular
que afecte presuntamente el derecho a la intimidad o a la tranquilidad de las
personas, o (b) por la posible inactividad o negligencia de las autoridades públicas
que hace que se invoquen infructuosamente mecanismos administrativos de
defensa, lo cierto es que la persona afectada en sus derechos fundamentales se
encuentra en estos casos, en situación de indefensión frente a una comunidad
religiosa involucrada. Tal indefensión y la ausencia de medios de defensa
alternativos, ha sido considerada por esta Corporación como razón suficiente para
la procedencia de la acción de tutela en contra de particulares en estos casos.”

Finalmente, es preciso dejar en claro que si bien la protección del medio ambiente,
valor constitucional también comprometido en los casos de ruido excesivo, puede
intentarse por medio de una acción popular, en casos donde se han comprometido
derechos fundamentales, la acción de tutela sí resulta procedente, en tal sentido es
preciso recordar la sentencia T-203 de 1997, donde se sostuvo:
“De otra parte, la solicitud de amparo con el fin de evitar las molestias producidas
por el excesivo ruido, está relacionada con el medio ambiente sano, el cual, en
principio, se puede proteger por las llamadas acciones populares, a menos de que
éste afecte directamente un derecho fundamental como la salud o la vida, caso en
el cual procede la tutela, siempre y cuando se pruebe el nexo causal entre la
actividad vulneratoria del medio ambiente y el daño al derecho fundamental (Sobre
este tema se puede consultar la sentencia T-357 de 1995, MP. Dr. Alejandro
Martínez Caballero).”
En el caso en concreto, a más de los derechos fundamentales a la intimidad
personal y familiar, y el derecho fundamental a la tranquilidad, se afecta además el
derecho a la salud y la dignidad humana, el cual tiene un carácter fundamental, más
cuando la persona que ve afectada la calidad de vida niños y niñas y de personas
de tercera edad. En efecto, en los alrededores de la fábrica habitan menores y
adultos mayores que han visto afectado su derecho fundamental a la salud y a
crecer en un ambiente sano, lo que contradice los mandatos constitucionales y por
tanto hacen que la acción de tutela resulte adecuada para buscar la protección que
se solicita.
En conclusión, por estar en un estado de indefensión frente a el bar santa
Diabla, por no existir otro medio de defensa judicial efectivo para la protección
de los derechos fundamentales afectados, y por estar en juego intereses como
la intimidad personal y familiar, así como la tranquilidad y a salud, tanto de
adultos como de niños y niñas, se tiene que la presente acción de tutela
resulta procedente en el caso concreto.

3. DERECHOS VULNERADOS

El ruido que produce este bar accionado vulnera derechos reconocidos en la


Constitución Política de Colombia, tales como: el derecho a la intimidad personal y
familiar (Art. 15), el derecho a la dignidad humana (Art. 1), los derechos de los niños
y las niñas (Art. 44), los derechos de las personas de tercera edad (Art. 46), y el
derecho a la salud (Art. 49) en concordancia con los tratados internacionales
ratificados por Colombia sobre la materia (Arts. 92 y 93).

En numerosas ocasiones la Corte Constitucional ha señalado que el derecho a la


intimidad personal y familiar, comprenden el derecho a no ser perturbados por
ruidos exagerados, pues esto se erige como una intromisión desproporcionada
lesiva de derechos fundamentales. En tal sentido, en la sentencia T-454 de 1995,
M.P. Alejandro Martínez Caballero, donde se abordaba el ruido excesivo que
generaba una iglesia a los habitantes del sector circundante, señala:

“El derecho fundamental a la intimidad asegura a la persona y a su familia un reducto


o espacio físico inexpugnable, ajeno a los otros, en el que puede resguardarse,
aislándose del tumulto de la vida moderna, gozar del recogimiento necesario y
proyectar tranquilamente su personalidad, alejado y libre de las intromisiones o
contactos que el sistema social normalmente acarrea. (…) “Sin embargo, una
interpretación del derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, a la luz de
los tratados internacionales ratificados por Colombia (CP art. 93), exige entender
comprendido en su núcleo esencial la interdicción de ruidos molestos e ilegítimos.
En efecto, la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) establece: “Nadie
será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su
correspondencia, ni de ataques a su honra y a su reputación. Toda persona tiene
derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.

“La prohibición que recae sobre las injerencias arbitrarias en la vida privada de la
persona, su familia, su domicilio o su correspondencia, no sólo garantiza a la
persona frente al ingreso injustificado de personas o agentes públicos al espacio
físico de su exclusivo control, sino también la ampara contra las invasiones que
penetran la esfera de intangibilidad de su vida personal o familiar, mediante
aparatos electrónicos o mecánicos, en este caso ya no tan sólo en forma directa e
intencional. La amplitud del concepto de “injerencia”, contenido en el derecho a no
ser molestado que, a su vez, hace parte del núcleo esencial del derecho
fundamental a la intimidad personal o familiar, incluye los ruidos ilegítimos, no
soportables ni tolerables normalmente por la persona en una sociedad
democrática.”

Ahora bien, la Corte Constitucional, ha continuado nutriendo su postura consistente


en sostener que el ruido excesivo se erige como una forma de intromisión arbitraria
en la vida privada que resulta lesiva del derecho fundamental a la intimidad, entre
otros; en tal sentido, señaló la Corte Constitucional en la sentencia T-200 de 1996,
M.P.: Vladimiro Naranjo Mesa, donde se abordó el tema de ruido excesivo producido
por un parqueadero, que:

“Así pues, conviene recordar que, trascendiendo la concepción espacial o física de


la intimidad, el concepto de injerencia arbitraria, contenido en el derecho a no ser
molestado que, a su vez, hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental a
la intimidad personal o familiar, ha sido objeto de un entendimiento amplio en la
jurisprudencia de esta Corporación, de modo que “incluye los ruidos ilegítimos, no
soportables ni tolerables normalmente por la persona en una sociedad
democrática”.

Sobre el derecho a la tranquilidad, agregó la Corte en la misma sentencia que:

“En relación con el derecho a la tranquilidad la Corte Constitucional lo ha distinguido


del derecho a la paz que no siempre resulta conculcado por el efecto que sobre una
persona genere el quehacer de otra. La paz constitucional es, entonces, diferente
de la tranquilidad subjetiva de los asociados que “es un derecho personalísimo
derivado por necesidad del derecho a la vida digna”. La Corte ha señalado que “a
nadie se le puede perturbar la estabilidad de su vivencia sin justo título fundado en
el bien común”.

Por su parte, la Sentencia T-1158 de 2005, M.P.: Alfredo Beltrán Sierra, donde se
abordó el problema de ruido exagerado producido por la construcción de un edificio,
cita la sentencia T-028 de 1994, donde la Corte sostuvo que el derecho a la
tranquilidad es uno protegible por medio de la acción de tutela, en cuanto se integra
al principio de la dignidad humana, indicó el juez constitucional que:

“… la tranquilidad se ha erigido en derecho susceptible de protección por esta vía,


en tanto es inherente a la persona humana y se encuentra dentro de los derechos
del artículo 94 superior. La jurisprudencia lo ha catalogado como personalísimo,
derivado por necesidad del derecho a la vida digna. Si bien es cierto que la
tranquilidad tiene una dimensión subjetiva, indeterminable, y por lo tanto imposible
de ser objeto jurídico, también es cierto que existen elementos objetivos para
garantizar ese bienestar íntimo de la persona, dada la influencia del entorno sobre
el nivel emocional propio. A nadie se le puede perturbar la estabilidad de su vivencia
sin justo título fundado en el bien común. Y esto obedece a una razón jurisprudencial
evidente: el orden social justo parte del goce efectivo de la tranquilidad vital de cada
uno de los asociados, de suerte que, al no perturbar el derecho ajeno, se logra la
común unidad en el bienestar, es decir, la armonía perfeccionante de los individuos
que integran la sociedad organizada, bajo el imperio de la ley, en forma de Estado.”

En la misma sentencia, se recuerda lo establecido por el Tribunal Constitucional en


relación al ruido excesivo como una forma de intromisión injustificada en la vida
privada, violatoria del derecho a la intimidad personal y familiar:
“De otro lado refiriéndose al ruido como limitante para ejercer derechos
fundamentales en sentencia T-394 de 1997, M.P. José Gregorio Hernández Galindo
se dijo lo siguiente: “Ahora bien, en repetidas oportunidades esta Corporación ha
dicho que la contaminación auditiva puede constituir una intromisión indebida en el
espacio privado de las personas, y que, por contera, implica generalmente la
transgresión de los derechos a la intimidad personal y familiar, a la paz y a la
tranquilidad, sin perjuicio de los daños que aquélla pueda ocasionar a la salud o a
la calidad de vida”.
Así, cabe recordar la sentencia T-525 de 2008, M.P.: Mauricio Gonzales Cuervo,
donde se reiteró la línea jurisprudencial establecida por la Corte Constitucional en
cuanto al ruido un elemento que vulnera los derechos fundamentales a la intimidad
personal y familiar, así como a la tranquilidad:

“De allí que aunque el ruido sea reconocido como un agente contaminante del medio
ambiente, una perturbación sonora a niveles que afecten a las personas, ante la
omisión de las autoridades de controlar las situaciones de abuso, es una
interferencia que afecta el derecho a la intimidad personal y familiar y puede en
consecuencia, ser sometida a protección constitucional.”
Por su parte, la misma sentencia en relación al derecho a la tranquilidad señala:

“Por otra parte, en lo concerniente al derecho a la tranquilidad, si bien la Carta no lo


ha reconocido expresamente como un derecho de carácter fundamental,
jurisprudencialmente en virtud de la interpretación sistemática de los artículos 1º,
2º, 11, 15, 16, 22, 28, 95-6 y 189-4 de la Constitución Política, ha sido concebido
como un derecho inherente a la persona humana (Art. 94 C.P.), dada su relación
estrecha con el derecho a la vida, a la intimidad y a la dignidad. En efecto, como lo
ha examinado la jurisprudencia constitucional, la conservación de la tranquilidad
dentro del orden constitucional debe considerarse un derecho de los ciudadanos,
que se desprende del Preámbulo de la Carta Política al referirse a la vida, a la
convivencia pacífica y a la paz, las cuales constituyen el sustento de la tranquilidad,
como garantes de un orden justo.”
Toda la jurisprudencia anterior puede aplicarse al caso concreto. Para empezar, el
ruido excesivo producido por el bar Santa Diabla, perturba de forma exagerada y
desproporcionada los derechos a la intimidad personal y familiar, así como el
derecho a la tranquilidad tanto mía, como de los demás habitantes del sector, en la
medida que al trabajar de forma continua, todos los días de la semana y a todas
horas, no permiten a los habitantes del sector conciliar el sueño, ni tampoco
desempeñar sus actividades diarias de forma normal.
Por otra parte, el ruido ocasionado vulnera la dignidad humana de los habitantes de
la zona, donde se encuentra ubicada la fábrica. La dignidad humana es un principio
constitucional reconocido en la Constitución Política de Colombia (arts. 2 y 94). Es
también un derecho innominado según reiteración jurisprudencial de la Corte
Constitucional de Colombia a la par con el derecho al mínimo vital y a la seguridad
personal. Para la Corte, estos derechos también gozan de protección a nivel del
derecho internacional de los derechos humanos; son derechos básicos e
interdependientes necesarios para garantizar las mínimas condiciones de respeto
del derecho a la vida y, como tales, “inherentes a la persona humana” en el sentido
del artículo 94 de la Constitución.
En la sentencia T-881 de 2002 la Corte Constitucional indicó que la dignidad
humana tiene una especial importancia en el desarrollo del principio de la eficacia
de los derechos fundamentales y de la realización de los fines y valores de la
Constitución. En esta sentencia la Corte señaló que su interpretación de la dignidad
humana según la cual “el hombre es un fin en sí mismo” se encuentra en estrecha
relación con el tercero de los imperativos categóricos kantianos, en el que se postula
uno de los principios básicos de la filosofía práctica kantiana así: “obra de tal forma
que la máxima de tu actuación esté orientada a tratar a la humanidad tanto en tu
persona como en la persona de cualquier otro como un fin y nunca como un medio”.
Así entonces, la Corte preciso:
“[a] pesar de su distinta naturaleza funcional, las normas deducidas del enunciado
normativo dignidad humana -el principio constitucional de dignidad humana y el
derecho fundamental a la dignidad humana- coinciden en cuanto al ámbito de
conductas protegidas. En efecto, ha sostenido esta Corporación que en aquellos
casos en los cuales se emplea argumentativamente la dignidad humana como un
criterio relevante para decidir, se entiende que ésta protege: (i) la autonomía o
posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse según sus características (vivir
como se quiere), (ii) ciertas condiciones materiales concretas de existencia (vivir
bien), (iii) la intangibilidad de los bienes no patrimoniales, integridad física e
integridad moral (vivir sin humillaciones).” (…) “La dignidad humana asegura de esta
manera una esfera de autonomía y de integridad moral que debe ser respetada por
los poderes públicos y por los particulares” .
Lo anterior se traduce y se hace concreto en la idea que la afectación que se genera
al normal desenvolvimiento de las actividades cotidianas, así como al sueño, y la
tranquilidad de los habitantes, constituye una vulneración a la dignidad humana de
los habitantes de la zona en mención a vivir como quieren y vivir bien, razón por la
cual se solicita al juez constitucional que ordene las medidas solicitadas a fin de
impedir que esta situación se prolongue por más tiempo, afectando a las personas
que habitamos el sector.

3.1. Interés Superior del Menor Consagrado en El Art. 44 de la Constitución y en los


Art. 16 y 24 de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989

Nuestra Constitución señala en su Art. 44 que los derechos de los niños prevalecen
sobre los derechos de los demás, al mismo tiempo, el mismo artículo señala que es
deber de la sociedad y el Estado garantizar el desarrollo armónico e integral de los
niños.En este mismo sentido, la Convención sobre los Derechos del Niño consagra
en su Art. 16 el derecho que tienen los niños a no ser sometidos a injerencias
arbitrarias en su vida privada o su familia, y tiene derecho además de ser protegido
contra tales injerencias por parte del Estado. Así mismo, el Art. 24 de la Convención
establece el deber de los Estados de propender por el derecho del menor a gozar
del más alto nivel posible de salud.

En el caso concreto, estos derechos están siendo negados a los niños y niñas que
residen en las inmediaciones del bar Santa Diabla, pues están sometidos a un ruido
constante y exagerado que representa, en primer lugar, una injerencia injustificada
en su intimidad tanto personal como familiar, lo que se colige de las sentencias de
la Corte ya citadas, donde se reconoce al ruido desproporcionado como una forma
de lesión al derecho a la intimidad.

De otro lado, el ruido también trae consecuencia que los niños vean perjudicado su
derecho a crecer en medio ambiente sano, lo que a su vez incumple el imperativo
constitucional de garantizar el desarrollo armónico del menor. Un niño sometido a
un ruido insoportable, que no le permite conciliar el sueño ni encontrar tranquilidad
no se encuentra en un ambiente propicio para su crianza, lo que termina por impedir
que este se desarrolle a plenitud.

La misma contaminación auditiva es responsable de afectaciones en la salud de los


menores que residen en las inmediaciones del bar Santa Diabla, lo que contradice
la Constitución y viola los derechos fundamentales de los menores, pues como
sabemos, el derecho a la salud del niño es en si mismo un derecho fundamental.
Recordemos que «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y
social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.» Por
consiguiente, si bien los niños y niñas no han desarrollado una enfermedad
concreta, su calidad de vida como parte de concepto integral de salud está siendo
afectada día a día producto del ruido que ocasiona la entidad demandada.

Aun cuando es cierto que la Constitución Política garantiza la libertad de empresa,


el derecho al trabajo y la explotación económica de acuerdo a la ley, en el caso
concreto, el bar Santa Diabla, se encuentra realizando actividades EXPENDIO DE
BEBIDAS ALCOHOLICAS en un sector cuyo uso del suelo no se encuentra
habilitado para tal fin, lo que se ve agravado por el ruido insoportable que vulnera
los derechos de las personas que habitan en las cercanías del lugar, dentro de los
cuales muchos son niños.

Bajo este entendido, es preciso recordar que los derechos de los niños, tal como lo
establece la Constitución, priman sobre los derechos de los demás, lo que en el
caso concreto se traduce en la comprensión de que la libertad de empresa, el
derecho al trabajo y el derecho a la explotación económica que realiza del bar Santa
Diabla, ha de ceder frente a intereses que la Constitución de forma explícita
considera superiores, tal como se consagra en el Art. 44 de la Carta y que ha sido
reconocido por la Corte Constitucional bajo la figura del interés superior del niño,
así se indicó en la sentencia C-738 de 2008, M. P.: Marco Gerardo Monroy Cabra:

En el panorama jurídico colombiano los niños merecen un trato especialmente


protector, que debe reflejarse en todos los aspectos de la legislación, cuando quiera
que el Estado identifique puntos de posible vulnerabilidad. Esta necesidad de
considerar, en todos los aspectos de la realidad jurídica, que el derecho del menor
tiene prevalencia sobre los demás, se conoce como el principio de interés superior
del menor y constituye principio de interpretación de las normas y decisiones de
autoridades que pueden afectar los intereses del niño. Este principio condiciona el
actuar de la totalidad del Estado, así como de las instituciones privadas de bienestar
social, a la hora de tomar decisiones en las que se vean afectados niñas y niños;
siempre se ha de considerar, primordialmente, el interés superior del niño.

En el caso concreto el interés superior del niño está dado por la protección por medio
de esta acción de esta tutela de los derechos de los menores a crecer en un
ambiente sano, a disfrutar de su derecho a la intimidad personal y familiar, así como
el derecho a la tranquilidad, la salud y tener un desarrollo armónico. Todos estos
derechos tienen un carácter ius-fundamental, pues sus titulares son menores y por
tanto la decisión del juez de tutela ha de estar encaminada a velar por la salvaguarda
de estos derechos, de conformidad a lo expuesto por la Corte Constitucional en
sentencias como la T-572 de 2010, M. P.: Juan Carlos Henao Pérez, donde se dijo:

La jurisprudencia constitucional ha hecho esfuerzos significativos para sistematizar


los estándares normativos, nacionales e internacionales frente a los cuales se ha
comprometido el Estado colombiano, en relación con el alcance y contenido de los
principios de protección especial a la niñez y promoción del interés superior y
prevaleciente del niño. Así, de acuerdo con lo establecido en el preámbulo de la
Convención sobre los Derechos del Niño y en la Declaración de las Naciones Unidas
sobre los Derechos del Niño y el artículo 44 de la Constitución Política, los derechos
de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás. A partir de esta cláusula
de prevalencia, la jurisprudencia constitucional ha reconocido que los niños, niñas
o adolescentes tienen un estatus de sujetos de protección constitucional reforzada,
lo que significa que la satisfacción de sus derechos e intereses, debe constituir el
objetivo primario de toda actuación (oficial o privada) que les concierna. Esta
protección especial de la niñez y preservación del interés superior para asegurar el
desarrollo integral se encuentra consagrada en diversos tratados e instrumentos
internacionales que obligan a Colombia.

Se concluye de esta forma que al estar en juego derechos fundamentales de


menores, que ven reforzada su protección en virtud del principio del interés superior
del niño, es menester garantizar que el ruido descomunal producido por del bar
Santa Diabla cese y permita que los niños vean restablecidas las condiciones
necesarias para garantizar su desarrollo armónico.

4. FUNDAMENTOS DE DERECHO
Fundamento la presente acción en los artículos 15, 93 y 94; 44; 46 y 86 de la
Constitución Nacional, Decreto 2591 de 1991, 306 de 1992, 1382 de 2000 y demás
normas concordantes y complementarias al caso materia de estudio.

5. PETICIONES
Con fundamento a lo anteriormente expuesto le solicito al señor(a) juez(a) disponer
y ordenar a favor mío lo considerado para proteger mis derechos y los de mi familia,
además de lo siguiente:

PRIMERA: Que se ordene a la Policía realizar las ordenes de comparendo de


acuerdo al código de policía y cierres temporales del establecimiento accionado, de
acuerdo a la ley y en incumplimiento del artículo 87 del código de policía.
SEGUNDA: Que se lo ordene a la Alcaldía de la ciudad de Neiva, realizar el cierre
definitivo del establecimiento accionado.

TERCERA: Que se lo ordene a la secretaria de gobierno, realizar el cierre definitivo


del establecimiento accionado.
CUARTO: Ordenar a las autoridades competentes el desmonte del local ilegal
donde funcional el bar Santa Diabla, el cual está construido en el antejardín de la
vivienda en la dirección Cra 32 # 20 – 04, barrio Los Buganviles.
QUINTO: Ordenar al dueño de la vivienda la dirección Cra 32 # 20 – 04, barrio Los
Buganviles el desmonte del local ilegal donde funcional el bar Santa Diabla, el cual
está construido en el antejardín de la vivienda.
SEXTO: Que se ordene a quien corresponda tomar las medidas de protección de
mi persona y de mi familia, ya que he sido agredido verbalmente por los dueños del
bar Santa Diabla.

6. PRUEBAS

Solicito se tengan como tales las siguientes:

6.1. CD con los audios de las múltiples llamadas a la policía, con lo mencionado
arriba.
6.2 Copia de Uso de suelo Negativos, de los bares ya cerrados en este sector,
donde queda demostrado que este sector es residencial, tipo 1, donde es
incompatible un establecimiento de expendio de bebidas alcohólicas.

7. PROCEDIMIENTO
Decreto 2591 de 1991, Decreto 306 de 1992, Decreto 1382 de 2000.

8. COMPETENCIA

Es Ud. Señor Juez competente por lo establecido en la ley para conocer del
presente asunto, ello de conformidad al Art. 37 del decreto 2591 de 1991.

9. DECLARACIÓN JURADA

Bajo la gravedad del juramento manifiesto que sobre los mismos hechos
invocados en esta demanda no he interpuesto otra acción de tutela.

10. NOTIFICACIONES

El accionante en Calle 20 # 32 – 09, Barrio los Buganviles, Neiva, Huila. Teléfono:


3137757573

El accionado Cra 32 # 20 – 04, Barrio Los Buganviles, Neiva, Huila.

Atentamente,

JOSE EDWIN TORRES CARVAJAL


C. C. No 1.075.227.082 de Neiva, Huila.

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