Resumen: Historia del siglo XX

Eric Hobsbawm

IV. La caída del liberalismo movimientos eran de corte nacionalista, resentidos por guerras perdidas y por no haber
conseguido formar un vasto imperio. Además, el ocupar elementos simbólicos con
respecto a la nación, era una forma de adquirir legitimidad y popularidad. Sin embargo,
De todos los acontecimientos de la era de las catástrofes, el que mayor
hay diferencias entre estas fuerzas.
impresión causó fue el hundimiento de los valores e instituciones de la civilización
1. Autoritario o conservadores de viejo cuño: Carecían de una ideología
liberal cuyo progreso se daba por sentado. Estos valores implicaban el rechazo a la
concreta, más allá del anticomunismo y de los prejuicios de su clase. Si se
dictadura y el gobierno autoritario, el respeto del sistema constitucional, la razón como
encontraron como aliados del fascismo fue por la coyuntura de entreguerras
valor imperante en el estado y en la sociedad, el debate público, la educación, la ciencia
en que la alianza “natural” era la de todos los sectores de la derecha.
y el perfeccionamiento de la condición humana. Estos valores, con sus respectivas
2. Estados Orgánicos: Son regímenes conservadores que, más que defender el
instituciones, habían progresado en la esfera política, y parecía que la 1GM había
orden tradicional, recreaban sus principios como una forma de resistencia al
acelerado este proceso. Casi todos los regímenes de la post- guerra (excepto Rusia)
individualismo liberal y al desafío que planteaban el movimiento obrero y el
eran parlamentarios representativos. Sin embargo, hasta el apogeo de las potencias del
socialismo. Sentían una nostalgia ideológica de una Edad Media en la que se
este (1933) se registró un proceso cada vez más acelerado de las instituciones políticas
reconocía la existencia de clases o grupos económicos, pero se conjuraba el
liberales. Sólo unos pocos estados europeos las instituciones liberales sobrevivieron sin
peligro de la lucha de clases mediante la aceptación de la jerarquía social, y el
altercados al período entre guerras. Tampoco en Latinoamérica mostraba un avance
reconocimiento de que cada grupo social desempeñaba una función en la
significativo en las instituciones democráticas. Es más preciso decir que durante el
sociedad orgánica formada por todos. De este sustrato nacieron diversas
período de entre-guerras hubo corrimientos hacia la izquierda y derecha. En cuanto al
teorías corporativistas.
resto del planeta, éste seguía siendo conformado por dependencias coloniales y al
margen, por tanto, del liberalismo. Este retroceso del liberalismo se acelera
Aún cuando existiesen estas diferencias, no había una línea de separación clara
notablemente cuando Hitler asume el cargo de canciller en Alemania (1933).
entre estos movimientos, porque compartían los mismos enemigos, si no los mismos
En este período la amenaza para las instituciones liberales provenían
objetivos. Así la iglesia Católica, profundamente reaccionaria, no sólo no era fascista,
exclusivamente de la derecha. Hasta entonces el término totalitarismo sólo se aplicaba
sino que por su hostilidad hacia los estados laicos con pretensiones totalitarias debía
a los regímenes comunistas. La Rusia soviética ya no era capaz de extender el
ser considerada como adversaria del fascismo. No obstante, la doctrina del estado
comunismo, ya que la primera oleada revolucionaria terminó en el período de entre-
corporativo alcanzó su máxima expresión en países católicos. El nexo de unión entre la
guerras. Los movimientos socialdemócratas ya no eran fuerzas subversivas, al igual
Iglesia, los reaccionarios de viejo cuño y los fascistas era el odio común a la Ilustración
que los movimientos obreros, los cuales eran una minoría. De esta forma ningún
del siglo XVIII, a la revolución francesa, y a cuanto creían fruto de esta última: la
régimen democrático- liberal fue derrocado desde la izquierda. El peligro venía de una
democracia, el liberalismo y especialmente el comunismo ateo. En el período en que se
derecha que no sólo era peligrosa para el gobierno constitucional sino una amenaza
produjo la caída del liberalismo, la Iglesia se complació de esa caída.
para la civilización liberal como tal, un movimiento de posible alcance mundial. El
El primer movimiento fascista es el italiano, creación de Benito Mussolini. Sin
término fascismo es adecuado pero insuficiente, ya que no todas las fuerzas que
embrago, el fascismo italiano no tuvo un gran éxito internacional. De no haber mediado
derrocaron regímenes liberales fueron fascistas.
el triunfo de Hitler (1933), el fascismo no se habría convertido en un movimiento
Las fuerzas que derribaron los regímenes liberales eran de tres tipos, dejando
general. Casi todos los movimientos fascistas se establecieron después de la subida de
de lado el sistema latinoamericano de golpes de estado. Todas estas fuerzas eran
Hitler al poder. Sin el triunfo de éste en Alemania no se habría desarrollado la idea del
contrarias a la revolución social y en la raíz de todas ellas se hallaba una reacción
fascismo como movimiento universal.
contra la subversión del viejo orden social. Todas eran autoritarias a las instituciones
No es fácil decir qué era lo que desde 1933 tenían en común las diferentes
liberales. Tendían a favorecer al ejército y a la policía, las únicas capaces de ejercer la
corrientes del fascismo, aparte de la aceptación de la hegemonía alemana. La teoría no
coerción física en contra de la subversión. El apoyo por parte e estas fuerzas fue
era el punto fuerte de unos movimientos que predicaban la insuficiencia de la razón y
fundamental para que la derecha ascendiera en el poder. Por último, todos estos

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del racionalismo y la superioridad del instinto de la voluntad. No es posible tampoco
identificar al fascismo como una forma concreta de organización del estado
(corporativo): la Alemania nazi perdió el interés rápidamente por esas ideas. Por otra
parte, el fascismo compartía el nacionalismo, el anticomunismo, el antiliberalismo, con
otros elementos no fascistas de la derecha.
La principal diferencia entre la derecha fascista y la no fascista era que la primera
movilizaba a las masas desde abajo. El fascismo se complacía en las movilizaciones de
masa, y las conservó simbólicamente, como una forma de escenografía política. Los
fascistas eran revolucionarios de la contrarrevolución: en su retórica, en su atractivo
para cuantos se consideraban víctimas de la sociedad, en su llamamiento a
transformarla de forma radical. Análogamente, el fascismo también se especializó en la
retórica del pasado tradicional, pero no era un movimiento tradicionalista. Sólo
propugnaba muchos valores tradicionales. Denunciaban la emancipación liberal, la
cultura moderna y el vanguardismo. Sin embrago, el fascismo no recurrió a los
guardianes históricos del orden conservador, la Iglesia y la monarquía. Intentaron
suplantarlos por un principio de liderazgo totalmente nuevo encarnado en el hombre
hecho a sí mismo y legitimado por el apoyo de las masas y por unas ideologías de
carácter laico.
El pasado al cual se apelaba era un artificio. Se fundamentaba más bien en una
elucubración posdarwiniana que soñaba con crear una superraza humana mediante la
reproducción selectiva y la eliminación de los menos aptos.
Existe una combinación de valores conservadores, de técnica de democracia de
masas y de una ideología innovadora de violencia irracional, centrada
fundamentalmente en el nacionalismo. Los años finales del XIX anticiparon la xenofobia
masiva del XX, en que el racismo- la protección de la raza pura nativa frente a la
contaminación, o incluso el predominio de las hordas subhumanas invasoras- pasó a
ser la expresión habitual.
El sustrato común de estos movimientos era el resentimiento de los humildes en
una sociedad que los aplastaba entre el gran capital, por un lado, y los movimientos
obreros en ascenso, por el otro. Estos sentimientos encontraron su expresión máxima
en el antisemitismo. Los judíos estaban prácticamente en todo el mundo, y podían
simbolizar fácilmente lo más odiosos del mundo injusto, su aceptación a las ideas de la
Ilustración y de la revolución francesa que los había emancipado, y con ello, los había
hecho más visibles.
Los antiguos movimientos de la derecha radical que respondían a estas tradiciones
antiguas de intolerancia, pero que las transformaron fundamentalmente, calaron
especialmente en las capas medias y bajas de la sociedad, y su teoría fue acumulada
por intelectuales nacionales que comenzaron a aparecer en la década de 1890.
Las formas en que se dibujaron las líneas de la lucha política en el período de
entreguerras, eran susceptibles de abrazar el fascismo. La amenaza para la sociedad
liberal y para sus valores parecía encarnada en la derecha, y la amenaza para el orden
social, en la izquierda. Fueron sus temores los que determinaron la inclinación política
de la clase media. Los conservadores tradicionales se mostraron dispuesto a aliarse al
fascismo en contra el enemigo.
Sin duda, el ascenso de la derecha radical después de l 1GM fue una respuesta al
la realidad de la revolución social y del fortalecimiento de la clase obrera, a la revolución
de Octubre y al leninismo en particular. Sin ellos no hubiera existido el fascismo
Es importante hacer dos matizaciones a la tesis que la revolución de la derecha
fue en lo esencial una respuesta a la izquierda revolucionaria. En primer lugar no hay
que subestimar el impacto de la 1GM en las capas medias y medias bajas. La figura del
“soldado del frente” ocupó u lugar destacado en la mitología de la derecha radical, y los
jóvenes soldados nacionalistas comenzaron a sentirse defraudados por haber perdido
su oportunidad de acceder al heroísmo. El fascismo les daba la oportunidad de
revindicarse. Así, la 1GM fue una máquina que produjo la brutalización del mundo y
esos hombres se ufanaban liberando su brutalidad latente. En segundo lugar la
reacción derechista no fue una respuesta al bolchevismo como tal, sino a todos los
movimientos, sobre todo los de la clase obrera organizada, que amenazaban el orden
vigente de la sociedad, o a los que se podía culpar por su desmoronamiento. Lo que
más asustaba a los conservadores era la amenaza implícita del poder de la clase
obrera, más que la transformación de los líderes sindicales en ministros de gobierno.
Esta ha sido sin embargo, una racionalización a posteriori la que ha hecho de Lenin y
Stalin la excusa del fascismo.
Lo que le dio a la derecha la oportunidad de triunfar después de la 1GM fue el
hundimiento de los viejos regímenes, y con ello, de las viejas clases dirigentes y de su
maquinaria de poder. En los países en que se conservaron en buen estado esos
regímenes (Inglaterra) no fue necesario el fascismo. Como tampoco fue necesario en
los países en que una nueva clase dirigente nacionalista se hizo con el poder.
Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema era un
estado caduco cuyos mecanismos de gobierno no funcionaran correctamente; una
masa de ciudadanos desencantados y descontentos que no supieran en quién confiar;
unos movimientos socialistas fuertes que amenazasen con la revolución social, pero
que no estaban en situación de realizarla; y un resentimiento nacionalista contra los
tratados de paz de 1918-1920. Es por ello que las elites dirigentes se sentían tentadas a
recurrir a los radicales extremistas. Estas fueron las condiciones que convirtieron los
movimientos de la radical derecha en poderosas fuerzas paramilitares, organizadas y a
veces uniformadas.
La novedad del fascismo consistió en que una vez en el poder, se negó a respetar
las viejas normas del juego político y, cuando fue posible, impuso una autoridad
absoluta. La transferencia total del poder, o la eliminación de todos los adversarios.
Es importante rechazar algunas tesis incorrectas sobre el fascismo. No hubo una
revolución fascista. Si bien, los movimientos fascistas tenían elementos característicos
de los movimientos revolucionarios en la medida en que algunos de sus miembros
preconizaban una transformación fundamental de la sociedad. Menos podría haber sido
el fascismo una revolución ya que estaban interesados en la modernización y en el
progreso tecnológico.
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 Lo que si consiguió el nacionalsocialismo fue depurar radicalmente las viejas elites
y las estructuras institucionales imperiales. El nazismo tenía un programa social para
las masas que cumplió parcialmente (vacaciones, recreación etc.). Su principal logro fue
haber superado la Gran Depresión con mayor éxito que ningún otro gobierno, gracias al
antiliberalismo de los nazis les permitía no comprometerse a aceptar a priori el libre
mercado. El nazismo era más bien, el viejo régimen renovado y revitalizado. Era una
economía no liberal que consiguió una sorprendente dinamización del sistema
industrial.
Hay que reconocer que el fascismo presentaba ciertas ventajas para el capital que
no tenían otros regímenes: venció a la revolución social izquierdista y pareció
convertirse en el principal bastión contra ella; suprimió los sindicatos obreros y otros
elementos que limitaban los derechos de la patronal con la fuerza de trabajo. El
principio de liderazgo fascista correspondía al que aplicaban la mayor parte de los
empresarios con sus trabajadores, sólo que el fascismo lo legitimó. La destrucción de
los movimientos obreros contribuyó a garantizar a los capitalistas una respuesta
favorable a la Gran Depresión.
Probablemente, el fascismo no habría alcanzado un puesto relevante en la historia
universal de no haberse producido la Gran Depresión. Sin embargo, ni siquiera ésta le
habría dado al fascismo la fuerza y la influencia que poseyó en los años ´30, de no ser
porque este movimiento fue llevado al poder en Alemania, un estado destinado por su
tamaño, su potencial económico-militar y su posición geográfica a desempeñar un papel
político de primer orden en Europa. Era natural que otros países se sintieran atraídos e
influidos por el fascismo.
Todos estos movimientos han de verse en el contexto del declive del
liberalismo, ya que el ascenso y el triunfo del fascismo fueron la expresión más evidente
del retroceso liberal. No obstante, es erróneo considerar ese retroceso en función
únicamente del fascismo. Hay que clarificar la confusión que identifica al nazismo con el
nacionalismo.
Es innegable que los movimientos fascistas tendían a estimular el
nacionalismo. Sin embargo, el discurso fascista paradójicamente era de carácter
internacionalista. Alemania era considerada como el corazón y la única garantía de un
futuro orden europeo. Por otra parte, no todos los nacionalismos simpatizaban con el
fascismo; de hecho la movilización contra el fascismo impulsó en algunos países un
patriotismo de izquierda. En términos generales, el alineamiento de un nacionalismo
local junto al fascismo, dependía de si el avance de las potencias del eje podía
reportarle más beneficios que inconvenientes y de si su odio hacia el comunismo, otro
estado, nacionalidad o grupo étnico, era más fuerte que el rechazo que les inspiraban
los alemanes o los italianos.
¿Cuál era la causa de que el liberalismo retrocediera en el período de
entreguerras, incluso en aquellos países que rechazaban el fascismo?
Los sistemas democráticos no pueden funcionar si no existe un consenso
básico entre la gran mayoría de los ciudadanos acerca de la aceptación de su estado y
de su sistema social. Esto resulta fácil en los momentos de prosperidad. Entre 1918 y el
estallido de la 2GM esas condiciones no se dieron en la mayor parte de Europa. El
cataclismo social parecía inminente o ya se había producido. El miedo a la revolución
era intenso, y no se permitió casi en ningún país que los partidos comunistas
emergieran de la ilegalidad.
En el caso de Alemania fue la Gran Depresión la que hizo imposible mantener
el pacto tácito entre el estado, los patronos y los trabajadores organizados. La industria
y el gobierno consideraron que no tenían otra opción que la de imponer recortes
económicos y sociales, y el empleo generalizado hizo el resto. La depresión del 29´ fue
sólo una parte de la respuesta. La negativa de los trabajadores a aceptar los recortes
de impuestos llevó al hundimiento del sistema parlamentario y a la candidatura de Hitler
para jefe de gobierno. La Depresión no supuso la suspensión automática de la
democracia representativa. Esto se dio sólo en América Latina ya que dependían
exclusivamente de las exportaciones de sus productos primarios.
La vulnerabilidad de la política liberal, la democracia representativa, demostró
pocas veces ser una forma convincente de gobierno, y las condiciones de la era de las
catástrofes no le dieron las condiciones que podían hacerla viable y eficaz.
La primera de esas condiciones era que gozara del consenso y la aprobación
generales. En el período de entreguerras muy pocas democracias eran sólidas. La crisis
es el rasgo característico de la situación política de los estados en la época de las
catástrofes.
La segunda condición era un cierto grado de compatibilidad entre los
diferentes componentes del pueblo, cuyo voto había de determinar el gobierno. La
democracia era viable allí donde el voto democrático iba más allá de las divisiones de la
población nacional o donde era posible conciliar los conflictos internos. En una era de
revoluciones y de tensiones sociales, la norma era la lucha de las clases trasladada a la
política y no la paz entre las diversas clases.
La tercera condición era que los gobiernos democráticos no tuvieran que
desempeñar una labor intensa de gobierno. Los parlamentos se habían constituido
como mecanismos de freno, los cuales, sin embargo, tuvieron que actuar como
motores. En el siglo XX era esencial que los estados gobernaran. El estado que se
limitaba a proporcionar normas básicas para el funcionamiento del país había quedado
obsoleto.
La cuarta condición era la riqueza y la prosperidad. Las democracias de los
años 20´ se quebraron bajo la tensión de la revolución y la contrarrevolución, o con los
conflictos nacionales o con las tensiones de la crisis mundial en los años 30`.
V. En contra del enemigo común
Entre 1933 hasta 1947 USA y la URSS hicieron causa común contra Alemania
porque la consideraban un peligro más grave del que cada uno veía en el otro país. El
factor que impulsó esta unión contra Alemania fue que no se trataba de una nación
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descontenta de su situación, sino de un país en el que la ideología determinaba su
política y sus ambiciones. Era una potencia fascista.
A medida que avanzaba la década de 1930 era cada vez más patente que lo
que estaba en juego no era sólo el equilibrio de poder entre las naciones sino una
guerra civil ideológica internacional. En esa guerra civil el enfrentamiento fundamental
no era el del capitalismo con la revolución social comunista, sino el de diferentes
ideologías: los herederos de la Ilustración y de las revoluciones (incluida la Revolución
Rusa), y por el otro, sus oponentes.
Fue una guerra internacional porque suscito el mismo tipo de respuestas en la
mayor parte de los países occidentales, y fue una guerra civil porque en todas las
sociedades se registró el enfrentamiento entre las fuerzas pro y anti-fascistas.
Fue el ascenso de la Alemania de Hitler el factor que convirtió esas divisiones
civiles nacionales en una única guerra mundial, civil e internacional al mismo tiempo. En
1938, Alemania consideró llegado el momento de la conquista. Hitler incorporó a
Alemania, a Austria y extensas zonas de Checoslovaquia. Europa quedó paralizada
ante las exigencias territoriales alemanas, y sobre todo por la crisis polaca. De esa
crisis nació la II Guerra Mundial.
Otro factor que transformó la política nacional en un conflicto internacional, fue
la debilidad cada vez más espectacular de las democracias liberales, y su incapacidad o
su falta de voluntad para actuar, unilateralmente o de forma concertada, para resistir el
avance de sus enemigos. Fue esa crisis del liberalismo la que fortaleció los argumentos
y las fuerzas del fascismo del sistema de gobierno autoritario. Esto queda plasmado en
el acuerdo de Münich de 1938 que ilustraba a la perfección esa combinación de
agresión decidida y de temor y concesión por el otro. Fue ese acuerdo lo que permitió a
Hitler un triunfo a bajo precio. Además, del patente temor a la guerra y el sentimiento de
alivio por haberla evitado a cualquier precio.
La movilización de todo el apoyo posible contra el fascismo, fue fruto de un
triple llamamiento: a la unión de todas las fuerzas políticas que tenían un interés común
en oponerse al avance del Eje, a una política real de resistencia y a unos gobiernos
dispuestos a practicar esa política. Llevó más de ocho años conseguir esa movilización
lo que se debió a que la respuesta a esos llamados fue indecisa, tibia o equívoca.
Cabe pensar por qué no se dio una respuesta inmediata, dado que el
fascismo consideraba a todos los liberales, los socialistas y los comunistas y a cualquier
tipo de gobierno democrático como enemigos a los que había que destruir. Todos ellos,
debían mantenerse unidos si es que quería sobrevivir. Los comunistas, hasta entonces
la fuerza más discordante de la izquierda ilustrada, cambiaron su estrategia y se
convirtieron en los defensores más sistemáticos y eficaces de la unidad antifascista.
Así, se superó el principal obstáculo para la unidad de la izquierda, aunque no la
desconfianza mutua, la cual estaba profundamente arraigada.
El antifascismo organizó a los enemigos tradicionales de la derecha pero no
aumentó su número; movilizó a las minorías más fácilmente que a las mayorías. Los
intelectuales y artistas fueron los que se dejaron ganar más por los sentimientos
antifascistas porque la hostilidad arrogante y agresiva del nacionalsocialismo hacia los
valores de la civilización se hizo patente. La hostilidad nazi hacia la libertad intelectual
hizo que desaparecieran numerosos universidades alemanas y gran parte de sus
profesores. Los ataques contra la cultura vanguardista eran evidentes.
Con respecto a la política antifascista consistía en unir a todos los países
contra los agresores, en no hacerles concesiones y en disuadirles o derrotarles
mediante la amenaza o por la acción concertada. No obstante, esto en la práctica era
difícil. El principal obstáculo radicaba en que incluso los países que compartían el temor
hacia los agresores tenían otros intereses que les dividían o podían dividirles.
1. No puede afirmarse con rotundidad hasta que punto fue importante la división
de la URSS, que en teoría perseguía la destrucción de los regímenes
burgueses y de los imperios liberales, y los otros estados, que veían a la
URSS como la inspiradora e instigadora de la subversión. Después de 1933
los diferentes gobiernos mostraron una disposición a encontrar una
coexistencia con el bolchevismo. No obstante, los gobiernos occidentales
eran reticentes a entablar relaciones con el estado rojo, incluso en 1938-39,
cuando ya nadie dudaba de una alianza en contra de Hitler. Fue el temor a
enfrentarse solo a este último lo que motivó a Stalin firmar el pacto de no
agresión con Ribbentrop. Fueron las divisiones entre los países las que
hicieron posible el rápido ascenso sin resistencia de la Alemania nazi entre
1933 y 1939.
2. La geografía, la historia y la economía se sumaban para dar diferentes
perspectivas sobre el mundo, lo cual determina la política de un país. Los
estado que habían conseguido territorios rusos después de 1917 se negaban
a formar una liga anti-germana porque no querían a de vuelta los rusos dentro
de sus territorios. Por parte de Gran Bretaña, el rearme que implicaría una
nueva guerra era de un costo económico que iban más allá de sus
posibilidades reales.
3. La democracia liberal retrasó o impidió las decisiones políticas, ya que una
nueva guerra era altamente impopular.
4. Lo que debilitó principalmente la determinación de las democracias europeas
fue el recuerdo vívido de la 1GM. Había que evitar a toda costa una nueva
guerra de esas características. La guerra debía ser el último de los recursos
de la política.
Así, las fuerzas antifascistas movilizaban a quienes temían la guerra: tanto los
horrores del conflicto anterior como los que pudiera producir el siguiente. El hecho de
que el fascismo significara la guerra era una buena razón para oponérsele. Por otro
lado, la resistencia al fascismo no podía ser eficaz sin el recurso a las armas. Una
actitud de firmeza colectiva, pero pacífica era sólo una ilusión.
No puede culparse a este dilema político para explicar el fracaso de los
gobiernos. La 1GM había dejado una huella indeleble en los gobiernos de Francia y de
Gran Bretaña. Ambos países se sabían demasiado débiles para defender el orden
establecido en 1919 para su conveniencia. Tampoco sabía que ese orden era imposible
de mantener. Ni el uno ni el otro tenían nada que ganar de una nueva guerra, y si
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mucho que perder. La política más lógica era negociar con la revitalizada Alemania para
alcanzar una situación más estable en Europa y para ello era necesario hacer
concesiones al nuevo poderío alemán.
El compromiso y la negociación eran imposibles con la Alemania de Hitler,
porque los objetivos del nacionalsocialismo eran irracionales e ilimitados. Fue Hitler
quien movilizó en contra del fascismo a las masas hasta entonces indecisas.
Las cuestiones debatidas en los años treinta, eran de carácter transnacional.
Ningún episodio ilustra mejor esta situación que la guerra civil española de 1936-1939,
que se convirtió en la expresión suprema de este enfrentamiento global. Encarnaba las
cuestiones políticas fundamentales de la época: por un lado, la democracia y la
revolución social; por otro la alianza de una contrarrevolución o reacción inspirada por la
Iglesia Católica. Los dos bando enfrentados en la guerra civil necesitaban apoyo y
ambos hicieron un llamado a quines podían prestárselo.
La reacción de la opinión antifascista ante el levantamiento de los generales
fue inmediata y espontánea., no así la de los gobierno, la cual fue mucho más cauta, a
pesar de que la URSS y el Frente Popular francés apoyaban la República. Se
estableció un acuerdo de no intervención, pero tanto la URSS como Alemania
suministraron hombres y armas a sus respectivos bandos.
La guerra civil española no era un buen presagio para la derrota del fascismo.
Desde el punto de vista internacional fue una versión en miniatura de la guerra europea.
Sin embargo, el conflicto español anticipó y preparó la estructura de las fuerzas que
pocos años después de la victoria de Franco destruirían al fascismo. Prefiguró lo que
iba a ser la estrategia política de la 2GM: la singular alianza de frentes nacionales de los
que formaban parte desde los conservadores patriotas a los revolucionarios sociales,
unidos para derrotar al enemigo de la nación y conseguir la regeneración social.
La derrota del Eje, no dejó tras de sí mucha amargura. Después de todo el
fascismo sólo movilizó a algunas minorías de la derecha radical y a algunos grupos
nacionalistas. El principal atractivo del fascismo fue su condición de salvaguarda ante el
movimiento obrero y el comunismo, lo que le había traído un importante apoyo de las
clases adineradas. No obstante este apoyo era más bien de índole pragmático, que
basado en principios. No era una adhesión que pudiera sobrevivir a la derrota. Así el
fascismo se disolvió y desapareció de la escena política.
VI. Las artes
Las artes anunciaron con varios años de anticipación el hundimiento de la
sociedad burguesa liberal. Hacia 1914 ya existía casi todo lo que se puede englobar
bajo el término de vanguardia: el cubismo, el expresionismo y la abstracción en la
pintura. El funcionalismo y el rechazo del ornamento en la arquitectura; el abandono de
la tonalidad en la música y la ruptura con la tradición en la literatura.
Las únicas innovaciones formales que se registraron después de 1914 en el
mundo del vanguardismo establecido parecen ser dos: el dadaísmo, que prefiguró el
surrealismo y el constructivismo soviético. Tanto el dadaísmo como el surrealismo
tenían como rasgo característico la provocación en todas sus manifestaciones. El
surrealismo, además se sentía atraído por la revolución social. Su novedad fue su
capacidad de escandalizar, producir incomprensión y provocar. Se daba rienda suelta
ala imaginación espontánea, sin mediación de sistemas de control racionales, para
producir coherencia a partir de lo incoherente y una lógica aparentemente necesaria a
partir de lo lógico y de lo imposible. . Estos movimientos eran sólo manifestaciones de
esta revolución vanguardista. Hay tres aspectos principales en la era de los
cataclismos: el vanguardismo se integró en la cultura institucionalizada; pasó a formar
parte, al menos parcialmente de la vida cotidiana y experimentó una espectacular
politización, posiblemente mayor que la del arte en ninguna época desde la era de las
revoluciones.
No obstante, el vanguardismo no desplaza las formas clásicas ni a las de
moda, sino que las complementó. Hay que recordar que las masas estuvieron al
margen de estos nuevos gustos, por lo éstos no fueron del gusto de la mayoría de la
gente.
El vanguardismo que se difundió por el mundo occidental no fue siempre el
mismo. En el viejo mundo ya no existía una cultura unificada. Fuera cual fuere la
variante local de la modernidad, se convirtió en el distintivo principal de cuántos
pretendían demostrar que eran personas cultas y que estaban al día. Lo que resultó
más interesante de la vanguardia cultural de cada país reinterpretara el pasado para
adecuarlo a las exigencias contemporáneas. Todo lo que tenía que ver con la era del
capitalismo y con la era del imperio, no sólo era rechazado, sino que acabó siendo
prácticamente invisible.
El jazz contó con la aprobación unánime de los seguidores del vanguardismo,
no tanto por méritos propios como porque era otro símbolo de la modernidad, de la era
de la máquina y de la ruptura con el pasado; un nuevo manifiesto de la revolución
cultural.
La influencia del vanguardismo en el cine comercial indica que la modernidad
empezaba a dejar su impronta en la vida cotidiana, aún cuando lo hizo de manera
indirecta, a través de creaciones que el público no consideraba arte como tal. A menos
de veinte años de la 1GM la vida urbana del mundo occidental estaba visiblemente
marcada por la modernidad, inclusos en países que la rechazaban de plano.
La vanguardia se sintió principalmente atraída por las posiciones de izquierda,
y a menudo de la izquierda revolucionaria. De hecho, la guerra y la revolución
politizaron, tanto en Francia como en Rusia, una serie de movimientos vanguardistas
que antes no tenían color político. Tanto Los artistas de izquierda como de derecha eran
rechazados por los movimientos de masas a los que pertenecían y a los políticos de
esos movimientos. Los nuevos regímenes preferían las líneas tradicionales en materia
artística, sobre todo el monumentalismo y grandiosidad en la arquitectura (Speer en
Alemania). Ni el vanguardismo ruso ni el alemán sobrevivieron a Stalin y a Hitler.
El arte vanguardista seguía siendo un concepto confinado a la cultura
europea. La vanguardia no europea era prácticamente inexistente fuera del hemisferio
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occidental. Para la mayoría de los creadores del mundo no europeo, la tarea principal
parecía ser la de descubrir y representar la realidad contemporánea de sus pueblos. Su
movimiento era el realismo.
En cierto sentido, ese deseo unió el arte de Oriente y Occidente. Cada vez era
más patente que el siglo XX era el siglo de la gente común, y que estaba dominado por
el arte producido por ella y para ella. Dos instrumentos interrelacionados permitieron
que este mundo del hombre común fuera más visible que nunca y pudiera ser
documentado: los reportajes y la cámara. La vanguardia de izquierdas convirtió al
documental en un género autónomo. El triunfo del nuevo periodismo gráfico no sólo se
debió al descubrimiento de la fotografía como medio de comunicación, sino sobre todo
al predominio universal del cine. Todo el mundo aprendió a ver la realidad a través del
objetivo de la cámara.
En los nuevos medios de comunicación visual, el vanguardismo y el arte de
masas se beneficiaban mutuamente. En los viejos países occidentales, el predominio
de las capas sociales más cultas y un cierto elitismo se dejaron sentir incluso en el cine,
un medio de comunicación de masas. Lo que le da importancia al arte de masas no es
la aportación del vanguardismo, sino su hegemonía cultural creciente. El arte que
consiguió una situación de predominio fue el que se dirigía a la gran masa de la
población, y no sólo al público creciente de las capas medias y medias bajas, de gustos
más bien tradicionales.
El crecimiento de los medios de comunicación de masas a escala moderna
fue espectacular durante la era de los cataclismos. La prensa experimentó un gran
crecimiento, pero siguió siendo interés de una minoría educada. No obstante, el cine fue
casi desde el principio un medio internacional de masas. La radio fue un elemento
nuevo, y a diferencia del cine y los periódicos, requería la propiedad privada por parte
del oyente, por lo que tuvo éxito sólo en los países más desarrollados. La radio no
transformó en profundidad la forma en que las personas percibían la realidad. La radio
era simplemente un medio, no un mensaje. El cambio más profundo que conllevó fue el
de privatizar y estructurar la vida según un horario riguroso, que desde ese momento no
sólo dominó la esfera del trabajosito también el tiempo libre. Fue la música la
manifestación en la que la radio influyó de forma más directa.
Las fuerzas que dominaba las artes populares eran, tecnológicas e
industriales: la prensa, la cámara, el cine el disco y la radio. La influencia de algunas de
estas innovaciones populares fuera de su medio originario era aún escasa. No era
tampoco tan revolucionaria como llegaría a serlo en la segunda mutad del siglo XX.
VII. El fin de los imperios
En el curso del siglo XIX un reducido número de países conquistaron
fácilmente el mundo no europeo, estableciendo una superioridad incontestada a través
de su sistema económico y social, de su organización y de su tecnología. Existía un
solo modelo operativo: el de la occidentalización. El occidente era percibido como
sociedades que generaban el progreso, en forma de riqueza, poder y cultura, mediante
el desarrollo económico ya sea en su variante capitalista o socialista. El modelo
operacional de desarrollo podía combinarse con otros conjuntos de creencia e
ideologías, en la medida que el país correspondiente no interfiriera con él. Cuando
surgía un antagonismo en la práctica el resultado era el fracaso.
Tanto el tradicionalismo como el socialismo detectaron el vacío moral
existente con el triunfo del liberalismo económico y político capitalista, el cual destruía
todos los vínculos entre los individuos excepto aquellos basados en la inclinación de
comerciar. Esto provocó la movilización de las masas tradicionalistas en contra de los
foráneos que importaban la modernización. Sin embrago, quienes han transformado el
tercer mundo son minorías muy reducidas, porque casi en ningún sitio existían
instituciones democráticas- sólo un pequeño estrato poseía los conocimientos, la
educación y la instrucción elemental requerida. En conclusión las bases utilizadas por
los países dependientes para superar el atraso y su situación de dependencia fueron
netamente occidentales. Esto no sugiere que estás elites accidentalizadas aceptaran
todos los valores occidentales y confiaran plenamente en occidente.
La economía mundial del capitalismo penetró y transformó casi todas las
regiones del planeta., salvo la URSS. Esta es la razón por la cual la Gran depresión del
29 resultó un hito decisivo en la historia. Todos los países, con independencia de su
riqueza, cultura y política, se vieron arrastrados hacia el comercio mundial al entrar en
contacto con las potencias del Atlántico Norte. La posición económica de los países
tercermundistas era la de suministradores de materias primas. La industrialización del
mundo dependiente no figuraba en los planes de los países desarrollados. El interés de
éstos era que el mercado de las colonias dependiera completamente de lo que ellos
fabricaban (manufacturas), por ende, las colonias se ruralizaban.
Evidentemente, el imperialismo, la vieja división internacional del trabajo, tenía
una tendencia intrínseca a reforzar el monopolio de los países industriales. Esto daba
pie a los marxistas para culpar al capitalismo por el atraso de los países dependientes.
Sin embargo, era la relativa inmadurez del capitalismo, más bien del transporte y la
comunicación, la que impedía que la industria abandonara sus núcleos originarios. De
todas formas, no hubo una intención por parte de los países desarrollados por
industrializar sus colonias, y si la guerra les hizo experimentar las desventajas de la
insuficiente industria colonial, la depresión del 29 lo haría aún más. No obstante esta
situación, el mundo de la primera mitad del s XX continuó siendo fundamentalmente
agrario y rural.
Desde 1945, el mundo colonial se ha transformado en un mosaico de estados
nominalmente soberanos. Sin embargo, el concepto de identidad política territorial
permanente o la idea de un estado soberano independiente no tenían significado alguno
en niveles superiores al de la aldea. En dichas regiones, el único fundamente de los
estados aparecidos en el sXX eran las divisiones territoriales de la conquista. El mundo
pos-colonial está completamente por las fronteras del imperialismo.
Aquellos que en le tercer mundo rechazaban a los occidentales hacían más
difícil la tarea de formar un frente común contra los imperialistas. Los portavoces de
6
estos movimientos eran los nacionalistas vinculados a las clases medias, los cuales
debían conseguir el apoyo de las masas, amantes de la tradición y opuestos a lo
moderno, sin poner en peligro sus propios proyectos de modernización.
No obstante fue la 1GM la que comenzó a quebrantar la estructura del
colonialismo mundial, además de destruir dos imperios (el alemán y el turco), dislocó
temporalmente a un tercero (Rusia) y terminó por socavar las bases del imperio
británico. Este último durante la guerra necesitaba urgentemente los recursos de sus
colonias, lo cual provocó gran inestabilidad.
La era del imperialismo había sido para la mayor parte de él un período de
crecimiento casi constante, que ni siquiera había interrumpido la guerra. La economía
imperialista modificó sustancialmente la vida de la gente corriente, especialmente en las
regiones de producción de materias primas destinadas a la exportación. Se alteró el
significado de bienes, servicios y transacciones entre personas, y con ello cambiaron
los valores de la sociedad y sus formas de distribución social. Este tipo de
transformaciones se dieron con frecuencia en el seno de comunidades que apenas
tenían contacto con el mundo exterior. La situación cambió con la Gran Depresión,
durante la cual por primera vez chocaron de manera patente los intereses de la
economía de la metrópoli y la de los estados dependientes, sobre todo, por que los
precios de las materias primas (de las cuales dependía el tercer mundo) bajaron mucho
más que las manufacturas. La depresión había liquidado las ventajas que habían hecho
el colonialismo como algo aceptable. Así, la vida de la gente común se vio trastocada y
se formó la base de masas para una movilización política. Comenzaron ya a distinguirse
los perfiles de la política de masa del futuro: populismo latinoamericano, líderes
sindicales, etc.
La década de 1930 fue crucial para el tercer mundo, no tanto por que la
Depresión desencadenara una radicalización política sino porque determinó que en los
diferentes países entraran en contacto las minorías políticas y la población común.
Comenzaban a aparecer los dirigentes del nacionalismo político local, influidos por el
movimiento negro de los Estados Unidos, de la Francia del Frente Popular, etc. Lo que
transformó aún más la situación fue la 2GM. Hasta 1943 mientras triunfaban las fuerzas
del Eje, los grades imperios coloniales estaban en el bando derrotado. No es
sorprendente entonces, que fuera en Asia donde primero se quebró el sistema colonial
(posesiones francesas).
No obstante, lo que daño irreversiblemente a las viejas potencias coloniales
fue la demostración que el hombre blanco podía ser derrotado de manera deshonrosa,
y que las viejas potencias coloniales eran demasiado débiles, aún cuando ganaron la
guerra, para recuperar su posición anterior.
Es difícil decir con certeza cuando los imperios comprendieron definitivamente
que la era del imperio había concluido. Sea como fuere, a finales de los años 50´, los
imperios eran concientes de la necesidad de liquidar el colonialismo formal. La mayoría
de las descolonizaciones se hicieron de forma pacífica, lo cual era preferible a una larga
lucha que desembocaría en independencia y en el establecimiento de regímenes de
izquierda. Hacia 1970 ningún territorio de gran extensión continuaba bajo la
administración directa de las antiguas potencias coloniales.
VIII. La Guerra Fría
La historia del período en su conjunto siguió un patrón único marcado por la
peculiar situación internacional que dominó hasta la caída de la URSS; el
enfrentamiento constante de dos superpotencias surgidas de la segunda guerra
mundial. La singularidad de la Guerra Fría estriba en que, objetivamente hablando, no
había ninguno peligro inminente de guerra mundial; las potencias habían aceptado el
reparto global de las fuerzas establecido al final de la guerra.
En Europa las líneas de demarcación se habían trazado entre 1943-1945
tanto por los acuerdos alcanzados en las cumbres en que participaron Roosevelt,
Churchill y Stalin como en virtud del hecho de que sólo el ejército rojo era realmente
capaz de derrotar a Alemania. El caso de este último país se resolvió de acuerdo con
las líneas de la fuerza de ocupación del Este y el Oeste.
La situación fuera de Europa no estaba tan clara, salvo en el caso de Japón,
en donde los EE.UU. establecieron una ocupación totalmente unilateral. El problema
era que ya se preveía el fin de los antiguos imperios coloniales, pero la orientación de
estos futuros estados no estaba clara. Esta sería la zona en la que las dos
superpotencias siguieron compitiendo en busca de apoyo e influencia durante toda la
guerra fría, y por lo tanto fue la de mayor fricción entre ambas. A diferencia de Europa,
ni siquiera se podían prever los límites de la zona que en el futuro iba a quedar bajo
control comunista. Sin embargo a medida que pasó el tiempo fue quedando claro que
estos nuevos estados no eran comunistas. Por lo tanto el bando comunista no presentó
síntomas de expansión significativa entre la revolución China y los años setenta.
Manteniéndose hasta este periodo el acuerdo tácito de tratar a la guerra fría como una
paz fría (por ejemplo: ambas potencias se sirvieron de la amenaza nuclear sin la
intención de cumplirla).
La guerra fría se basaba en la creencia occidental de que la era de las
catástrofes no se había acabo en modo alguno; que el futuro del capitalismo mundial y
de la sociedad liberal distaba mucho de estar garantizado. Si Washington esperaba
seria alteraciones de posguerra que socavasen la estabilidad social, política y
económica del mundo, era porque al acabar la guerra los países beligerantes, con la
excepción de EE.UU., eran mundos en ruina habitados por lo que a los
norteamericanos les parecían poblaciones hambrientas, desesperadas y tal vez
radicalizadas, predispuestas a prestar oído a ideologías revolucionarias y a políticas
económicas incompatibles con el sistema internacional. Fortaleciéndose de esta
manera la potencia que había nacido de la revolución.
Desde cualquier punto de vista racional, la URSS no representaba ninguna
amenaza inmediata para quienes se encontrasen fuera del ámbito de ocupación de las
fuerzas del ejército rojo. Después de la guerra se encontraba en ruinas, con una
economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de la población. Su postura
de fondo tras la guerra no era agresiva sino defensiva. Sin embargo la política de
7
enfrentamiento entre ambos bandos surgió de su propia situación. La URSS conciente
de lo precario e inseguro de su posición, se enfrentaba a la potencia mundial de los
EE.UU., conscientes de lo precario e inseguro de la situación en Europa central y
occidental, y del incierto futuro de gran parte de Asia. El enfrentamiento es probable que
se hubiese producido aún sin una ideología de por medio. Para esto la única estrategia
que Moscú se planteaba era la intransigencia a cualquier intento de revisión de los
acuerdos de Yalta. Washington no estaba dispuesto a renunciar a nada sino a cambio
de concesiones.
En resumen, mientras que a los EE.UU. les preocupaba el peligro de una
hipotética supremacía mundial de la URSS en el futuro, a Moscú le preocupaba la
hegemonía real de los EE.UU. en el presente sobre todas las partes del mundo no
ocupadas por el ejército rojo.
Había en la situación dos elementos que contribuyeron a desplazar el
enfrentamiento del ámbito de la razón al de las emociones. Los EE.UU. era una
potencia que representaba una ideología (modelo del mundo) y en segundo lugar era
una democracia. Por esto era muy importante, la propaganda anticomunista, para
ganarse los votos, la denuncia contra el “comunista” era un potencial político. Se
instaura de esta manera una política destinada a hacer retroceder la amenaza
comunista, pero que a la vez ahorrase dinero y perturbase lo menos posible a la
sociedad norteamericana. Esto llevo a Washington a establecer no sólo una estrategia
de bombas en vez de tropas sino también la estrategia de represalias masivas.
De esta manera ambos bandos se ven envueltos en una loca carrera
armamentista. Con el consecuente florecimiento de “complejos militares industriales.
Para el autor si se quiere establecer quién fue el culpable de la guerra fría,
podría hablarse de una culpa compartida, de un punto medio entre ambas potencias.
Pero el tono apocalíptico de la guerra fue culpa de EE.UU., la cuestión no era la
amenaza teórica de dominación mundial comunista, sino el mantenimiento de la
supremacía real de los EE.UU.
Mucho más evidentes resultan las consecuencias políticas de la guerra fría,
que casi de inmediato, polarizó al mundo dominado por las superpotencias en dos
bandos. Los gobiernos de unidad antifacista que habían dirigido Europa hasta el final de
la guerra se escindieron en pro y anticomunistas homogéneamente en 1947-1948. En
occidente los comunistas desaparecieron de los gobiernos; la URSS siguió el mismo
camino eliminando a los no comunistas y con esto la dominación soviética quedo
firmemente establecida en toda Europa oriental.
La política del bloque comunista desde entonces fue monolítica. La política de
los estados europeos alineados con EE.UU. fue menos unicolor, ya que a la práctica
totalidad de los partidos políticos locales les unía una antipatía por los soviéticos. La
base política de los gobiernos occidentales durante la guerra fría abarcaba desde la
izquierda socialdemócrata de antes de la guerra a la derecha moderada no nacionalista
de antes de la guerra. En este último campo, los partidos vinculados a la Iglesia católica
demostraron ser particularmente útiles (papel de centro).
Los efectos de la guerra fría sobre la política internacional europea fueron
más notables que sobre la política interna continental: la guerra fría creó la Comunidad
Europea ( una forma de organización política sin precedentes) esta ilustra la fuerza del
miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética, miedo no sólo a URSS sino a una
potencia renacida en Europa central , tener que no sólo tenía Francia si no todos los
demás ex países combatientes de Europa los que se encontraban unidos bajo la OTAN.
Pero también existía miedo hacia los EE.UU. quien podía sobreponer sus intereses
propios sobre de todo lo demás.
Por suerte para los aliados de los EE.UU., la situación de la Europa occidental
en 1946-1947 parecía tan tensa que Washington creyó que el desarrollo de una
economía europea fuerte, y más tarde de una economía japonesa fuerte, era la
prioridad más urgente y, en consecuencias, los EE.UU. lanzaron en 1947 el Plan
Marshall, el que adoptó la forma de transferencias a fondo perdido más que de créditos,
dado que una economía dominada sólo por EE.UU., en un escenario como el ese
momento carecía de todo realismo. Tampoco estaba en condición de imponer un plan
europeo único que condujera a la formación de una Europa única según el modelo
estadounidense. No obstante pata los estados unidos una Europa reconstruida
eficazmente y parte de una alianza antisoviética era el lógico complemento al Plan
Marshall, por lo que la OTAN también debía basarse en el fortalecimiento económico de
Alemania (rearme).
Lo mejor que los franceses podían hacer eran vincular los asuntos de la
Alemania Occidental y de Francia tan estrechamente que resultara imposible un
conflicto entre estos dos antiguos adversarios. Así pues, los franceses propusieron
versión de una unión europea, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1951),
que luego se transformó en la Comunidad Económica Europea (1957) y a partir de 1993
en la Unión Europea. La Comunidad Europea se creó como alternativa a los planes de
integración europea de los EE.UU. Una vez más, el fin de la guerra fría socavó las
bases sobre las que se asentaban la Comunidad Europea y la alianza franco-alemana,
en buena medida por los desequilibrios provocados por la reunificación alemana de
1990 y los problemas económicos que esto acarreó.
No obstante, aunque los EE.UU. fuesen incapaces de imponer a los europeos
sus planes económicos-políticos en todos sus detalles, eran lo bastante fuertes como
para controlar su posición internacional. Lo máximo que los aliados o los satélites
podían permitirse era rechazar la total integración dentro de la alianza militar sin salirse
del todo de la misma.
A medida que se fue prolongando la guerra fría fue creciendo la distancia
entre el avasallador dominio militar y, por lo tanto, político, de la alianza por parte de
Washington y los resultados cada vez peores de la economía norteamericana. El peso
económico del mundo se estaba desplazando de los EE.UU. a las economías europeas
y japonesas. Durante la mayor parte de los años setenta la estabilidad del dólar, y con
ella la del sistema internacional de pagos, ya no se basó más en las reservas de
EE.UU. sino en la disposición de los bancos centrales europeos a no cambiar sus
8
dólares por oro, y a unirse a un “bloque de oro” para estabilizar el precio del metal de
los mercados.
En un determinado momento de principios de los años sesenta, parecía como
si la guerra fría diera paso hacia la senda de la cordura. Periodo conocido como de
“distensión” (Kruschev/ JFK). El resultado neto de esta fase de amenazas mutuas y de
apurar los límites fue la relativa estabilidad del sistema internacional y el acuerdo tácito
por parte de ambas superpotencias de no asustarse mutuamente ni asustar al resto del
mundo (simbolizado por la instalación del teléfono rojo). El muro de Berlín (1961) cerró
la última frontera no dividida, los EE.UU. aceptaron tener a Cuba a su puerta, en estos
años también se dieron pasos significativos hacia el control y la limitación del
armamento nuclear; incluso comenzó a florecer el comercio entre ambas potencias.
A mediado de los años setenta el mundo entró en lo que se ha denominado la
“segunda” guerra fría, que coincidió con importantes cambios en la economía mundial
(nuevo periodo de crisis). Pero dejando aparte la economía, dos acontecimientos
interrelacionados produjeron un aparente desequilibrio entre las superpotencias. El
primero fue lo que parecía ser l aderrota y desestabilización de EE.UU. al embarcarse
en una guerra de importancia: Vietnam desmoralizó y dividió a la nación, y lo que es
más importante en este contexto, demostró el aislamiento de EE.UU. Ni un solo aliado
europeo de los norteamericanos envió siquiera un contingente de tropas simbólicas a
luchar. Y, por si Vietnam no hubiera bastado para demostrar el aislamiento de los
EE.UU., la guerra de Yom Kipuur de 1973 entre Israel, convertido en el máximo aliado
de EE.UU. en Próximo Oriente, y las fuerzas armadas de Egipcio y Siria, equipadas por
la URSS, lo puso todavía más de manifiesta. Los aliados estaban más preocupados de
los problemas de suministro de petróleo, que del apoyar a EE.UU.
Vietnam y Próximo Oriente debilitaron a los EE.UU., aunque no alteraron el
equilibrio global de las superpotencias ni la naturaleza de la confrontación en los
distintos escenarios regionales de la guerra fría. No obstante, entre 1974 y 1079 surgió
una nueva oleada de revoluciones por una extensa zona del globo. Una serie de
regímenes africanos, asiáticos e incluso americanos se pasaron al bando soviético. La
coincidencia de esta tercera oleada de revoluciones mundiales con el fracaso y derrota
pública de los norteamericanos fue lo que engendró la segunda guerra fría. Pero
también fue la coincidencia de ambos elementos con el optimismo y la autosatisfacción
de la URSS. Durante esta etapa los conflictos se dirimieron mediante una combinación
de guerras locales en el tercer mundo, en las que combatieron indirectamente los
EE.UU. Dado que la situación en la Europa se había estabilizado y que las líneas
divisorias estaban tan claras, en la práctica ambas superpotencias habían trasladado su
rivalidad al tercer mundo.
La distensión en Europa dio a los Estados Unidos en tiempos de Nixon y de
Kissinger la oportunidad de apuntarse dos grandes éxitos: la expulsión de los soviéticos
de Egipto y la entrada informal de China en la alianza antisoviética.
La política del presidente Reagan (1980) fue la de una cruzada contra el
“imperio del mar”, concebida como una terapia para los EE.UU. más que como un
intento práctica de restablecer el equilibrio mundial entre las superpotencias. La
aportación reaganiana fue no tanto práctica como ideológica. Una larga etapa de
gobiernos centristas y socialdemócratas moderados tocó su fin con el fracaso aparente
de las políticas económicas y sociales de la edad de oro. Hacia 1980 llegaron al poder
en varios países gobiernos de la derecha ideológica, contrarios al estado de bienestar y
a cualquier intervención del estado en la economía (Reagan, Thatcher)
La guerra fría acabó cuando una de las superpotencias, o ambas,
reconocieron lo siniestro y absurdo de la carrera armamentística, y cada una, o ambas,
aceptaron que la otra deseaba sinceramente acabar con esa carrera. Seguramente le
resultaba más fácil tomar la iniciativa a un dirigente soviético que a un norteamericano,
porque la guerra fría nunca fue vista como una cruzada por Moscú a diferencia de
Washington. Por esto es que el mundo le debe tanto a Mijail Gorbachov quién no sólo
tomó la iniciativa sino que consiguió convencer a EE.UU. y a los demás gobiernos
occidentales de que sus intenciones eran sinceras. A efectos prácticos la guerra fría
terminó en las dos cumbres de Reykiavik (1986) y Washington (1987).
Las perspectivas del socialismo como alternativa mundial dependían de su
capacidad de competir con la economía capitalista mundial. Que el socialismo se iba
quedando cada vez más atrasado era evidente desde 1960: ya no era competitivo y, en
la medida que esta competencia adoptó la forma de una confrontación entre dos
superpotencias políticas, militares e ideológicas, su inferioridad resultó ruinosa. Una de
las grandes diferencias es que los sus satélites se convirtieron en sociedades prósperas
que muchas veces llegaron a aventajarle; en cambio los satélites de la URSS nunca
lograron un florecimiento económico y siguieron siempre dependiendo de ella,
aumentando de esta forma la ruina y sangría de su economía.
Pero lo que precipitó la caída del socialismo fue la interacción de la economía
de modelo soviético con la economía del mundo capitalista a partir de los años sesenta
lo que hizo vulnerable al socialismo. Cuando en los años setenta los dirigentes
socialistas decidieron explotar los nuevos recursos del mercado mundial a su alcance
en lugar de enfrentarse a la ardua tarea de reformar su sistema económico, cavaron sus
propias tumbas. La paradoja de la guerra fría fue que lo que derrotó y al final arruinó a
la URSS no fue la confrontación, sino la distensión.
La guerra fría había cambiado el escenario internacional en tres sentidos:
1. Había eliminado o eclipsado totalmente las rivalidades y conflictos que
configuraron la política mundial antes de al segunda guerra mundial.
2. Había congelado la situación internacional y, al hacerlo, había estabilizado lo que
era un estado de las cosas provisionales y por fijar. Alemania era el caso más
evidente.
Con la excepción de Europa, la guerra fría no fue una época en al que se olvidó lo
que significaba pelear. No obstante, los conflictos estaban controlados o
amortiguados por el miedo a que provocasen una guerra abierta entre las dos
superpotencias (atómica). Por supuesto, el desarrollo de la política interna de los
estados no resultó congelado de la misma forma, salvo allí en donde tales cambios
alteraran la lealtad del estado a la superpotencia dominante, con la excepción de
China ningún país más o menos importante cambió de bando.
9
3. La guerra fría había llenado el mundo hasta un punto que cuesta no creer.
Cuarenta años durante los cuales las superpotencias compitieron por ganar
amigos e influencias repartiendo armas por todo el planeta. La moda a escala
planetaria y sin precedentes de gobiernos militares les proporcionó un gran
mercado. A lo que se sumó el enriquecimiento de ciertos países producto de la
subida del precio de petróleo, los que se convirtieron en importantes compradores.
El surgimiento de una época de guerra de guerrillas y terrorismo originó también
una gran demanda.
De este modo la guerra fría se perpetuó a sí misma. Las pequeñas guerras que en
otro tiempo habían enfrentado a los satélites de una superpotencia contra los de
otra prosiguieron después de finalizar el viejo conflicto a nivel local.
El fin de la guerra fría suprimió de repente los puntuales que habían sostenido la
estructura internacional y, hasta un punto que todavía somos incapaces de
apreciar, las estructuras de los sistemas mundiales de política interna. Y lo que
quedó fue un mundo de confusión y parcialmente en ruinas, porque no hubo nada
que lo reemplazara. Este fin demostró no ser el fin de un conflicto internacional,
sino el fin de una época, no sólo para Occidente sino que para el mundo entero.
IX. Los años dorados
Los años 50 fueron años de prosperidad, principalmente para los países
desarrollados; pero incluso debieron transcurrir varios años para que las personas se
percataran de esta situación. Existen varias razones por las que se tardó en reconocer
el carácter excepcional de la época. Para los EE.UU. que dominaron la economía
mundial tras la segunda guerra mundial, no fue tan revolucionaria sino que apenas
supuso la prolongación de la expansión de los años de guerra; precisamente al tamaño
y lo avanzado de su economía, el comportamiento en los años dorados no fue tan
impresionante como los índices de crecimiento de otros países, que partían de una
base mucho menor. La recuperación tras la guerra era la prioridad absoluta de los
países europeos y de Japón, y en los primeros años posteriores a 1945 midieron su
éxito simplemente por la proximidad a objetivos fijados con el pasado y no el futuro
como referente. En los estados no comunistas la recuperación también representaba la
superación del miedo a la revolución social y el avance del comunismo.
Es importante tener en cuenta que en cualquiera de los casos estudiados los
beneficios materiales del desarrollo de estos años tardar en hacerse sentir, no fue hasta
los años sesenta cuando Europa acabó dando por sentada su prosperidad. En estos
años también se hace evidente que era capitalismo, más que el socialismo el sistema
que estaba abriendo camino. Pese a todo, la edad de oro fue un fenómeno de ámbito
mundial, aunque la generalización de la opulencia quedara lejos del alcance de la
mayoría de la población mundial.
En este periodo la población del tercer mundo creció a un ritmo espectacular.
La producción de alimentos aumentó más deprisa que la población por lo que no hay
grandes problemas de hambruna. A lo que se suma un aumento considerable en la
esperanza de vida. La producción total de alimentos de los países pobres tanto en los
cincuenta como en los sesenta aumentó más deprisa que los países desarrollados; es
importante también tener en cuenta que dentro de estos últimos también existían
importantes diferencias. El problema de los países desarrollados era que producía unos
excedentes de productos alimenticios tales, que ya no sabían que hacer con ellos.
El mundo industrial se expandió por los países capitalistas y socialistas y por
el tercer mundo (aumenta la producción de manufacturas, de productos elaborados,
producción agrícola). En todas partes el número de países dependientes en primer
lugar de la agricultura, por lo menos para financiar sus importaciones del resto del
mundo, disminuyó de manera notable.
Hubo un efecto secundario de esta expansión: la contaminación y el deterioro
ecológico; aunque apenas existió preocupación por esto debido a que la ideología del
progreso daba por sentado que el creciente domino de la naturaleza por parte del
hombre era la justa media del avance de la humanidad. La edad de oro terminó con un
colapso inmobiliario y financiero reflejado en la destrucción de ciudades medievales y
coloniales (Lima) para construir nuevos edificios y también la proliferación de
construcciones en los suburbios de la ciudad (construcción de viviendas públicas de
forma industrial).
El impacto de la actividad humana sobre la naturaleza no se limitó al ámbito
urbano e industrial sino también al agrícola, esto debido en gran medida al aumento del
uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural, etc.). El consumo de energía
total se disparó principalmente por el bajo precio del barril de crudo (1950-1973), lo que
hacía de la energía algo muy barato (trajo consecuencias como el aumento del smog y
de clorofluorocarbonos).
Al principio este asombroso estallido económico parecía no ser más que una
versión gigante de lo que había sucedido antes; como una especie de universalización
de la situación de los EE.UU. antes de 1945, con la adopción de este país como modelo
de la sociedad capitalista industrial. Buena parte de la expansión económica fue un
proceso de ir acortando distancia o, en los EE.UU., la continuación de viejas
tendencias. El modelo de producción en masas de Henry Ford se difundió al resto de
las empresas automovilísticas del mundo, mientras que en EE.UU. estos principios se
aplicaron a nuevas formas de producción. Bienes y servicios hasta entonces
restringidos a minorías se pensaban ahora para un mercado de masas.
Lo más notable de esta época fue la revolución tecnológica que no sólo
contribuyó a la multiplicación de los productos de antes, mejorados, sino que a la de
productos desconocidos. La guerra, con su demanda de alta tecnología, preparó una
serie de procesos revolucionarios, luego adaptados al uso civil. Tres cosas de este
proceso tecnológico sorprenden:
1. Transformó completamente la vida cotidiana.
2. A más complejidad de la tecnología en cuestión, más complicado se hizo el
camino desde el descubrimiento hasta la producción, y más complejo y caro
el proceso de producción. La investigación y el desarrollo se hizo crucial en el
10
 crecimiento económico y, por eso, la ya entonces enorme ventaja de las
economías de mercado desarrolladas sobre las demás se consolidó. Lo que
se acrecentaba si se tiene en cuenta que en el momento en que había salido
un producto nuevo inmediatamente se comenzaba a trabajar en el
mejoramiento de este o en la creación de uno nuevo que viniera a sustituirlo.
3. Las nuevas tecnologías empleaban de forma intensiva el capital y eliminaban
la mano de obra. Se necesitaban grandes inversiones constantes y que, en
contrapartida, no necesitaba gente, salvo como consumidores. Sin embargo,
el ímpetu y la velocidad de la expansión económica fueron tales, que durante
una generación, eso no resultó evidente. En este periodo se hace necesaria la
absorción de nueva mano de obra procedente principalmente del campo, y la
mujer pasa a ser un elemento importante en el campo laboral.
Para el autor no importante no es el hecho de explicar el por qué existió esta
etapa luego de una de prolongada crisis sino la extraordinaria escala y el grado de
profundidad de esta época de expansión, que actuó como una especie de contrapeso
de la extraordinaria escala y profundidad de la época de crisis y depresiones que la
precedieron. Los países tratan de imitar a EE.UU., un proceso que aceleró el desarrollo
económico, ya que siempre resulta más fácil adaptar la tecnología ya existente que
inventar una nueva. Sin embargo el gran salto, no fue sólo eso, sino que se produjo
una reestructuración y una reforma sustancial del capitalismo, y un avance espectacular
en la globalización e internacionalización de la economía.
Reestructuración ---- produjo una “economía mixta” que facilitó a los estados
la planificación y la gestión de la modernización de la economía. El compromiso político
de los gobiernos con el pleno empleo y con la reducción de las desigualdades
económicas (compromiso con el bienestar y seguridad social) dio pie, por primera vez, a
la existencia de un mercado de consumo masivo de artículos de lujo.
Internacionalización ----- multiplicó la capacidad productiva de la economía mundial al
posibilitar una división internacional del trabajo mucho más compleja y minuciosa. Lo
que experimentó un verdadero estallido fue el comercio de productos industriales,
principalmente en los propios países industrializados.
La reestructuración del capitalismo y el avance de la internacionalización de la
economía fueron fundamentales. No está tan claro que la revolución tecnológica
explique la edad de oro. Gran parte de la nueva industrialización de esas décadas
consistió en la extensión a los nuevos países de las viejas industrias badas en las viejas
tecnologías (industrias de carbón, hierro, acero. El impacto sobre la industria civil de la
tecnología de alto nivel seguramente no fue decisivo hasta los decenios de crisis
posteriores a 1973.
El capitalismo de posguerra en lo esencial era una especie de matrimonio
entre liberalismo económico y socialdemocracia, con préstamos sustanciales de la
URSS, que había sido pionera en la idea de la planificación económica. Habían cuatro
cosas que los responsables de tomar decisiones tenían claro:
1. El desastre de entreguerras se debía en gran parte a la disrupción del sistema
comercial y financiero mundial y a la consiguiente fragmentación del mundo
en economías nacionales o imperiales de vocación autárquica.
2. En el periodo de entre guerras Gran Bretaña y la libra ya no habían sido lo
bastante fuertes para tener el rol preponderante de la economía, lo que le
daba estabilidad al sistema económico mundial. Rol que sólo podría asumir
ahora EE.UU. y el dólar
3. La Gran Depresión se había debido al fracaso del mercado libre sin
restricciones. A partir de entonces había que complementar el mercado con la
planificación y la gestión pública de la economía.
4. Por razones sociales y políticas había que impedir el retorno del desempleo
masivo.
Los partidos socialistas y los movimientos obreros que tan importantes habían
sido en Europa después de la guerra, encajaban perfectamente con el nuevo
capitalismo reformado, porque a efectos prácticos no disponían de una política
económica propia, a excepción de los comunistas. La izquierda dirigió su atención a la
mejora de las condiciones de vida de su electorado y la introducción de reformas a tal
efecto. Un capitalismo reformado que reconociera la importancia de la mano de obra y
la de las aspiraciones socialdemócratas ya les parecía bien.
En resumen, por distintas razones, los políticos, funcionarios e incluso
muchos hombres de negocio occidentales durante la posguerra estaban de acuerdo de
que la vuelta al laissez-faire y a una economía de libre mercado era impensable.
Determinados objetivos políticos (pleno empleo, contención del comunismo,
modernización de economías atrasadas y decadentes) gozaban de prioridad absoluta y
justificaban una intervención estatal. El futuro estaba en la “economía mixta”.
Tanto El Banco Mundial y el FMI (creados por los acuerdos de Bretton Woods
de 1944) eran instituciones que tenían por finalidad facilitar la intervención internacional
a largo plazo y mantener la estabilidad monetaria, además de abordar problemas de
balanza de pagos. Otros puntos del programa internacional no dieron lugar a
organizaciones concretas. En la medida que los planificadores de esta nueva economía
mixta intentaron crear un conjunto de instituciones operativas que dieran cuerpo a su
proyecto, fracasaron. El mundo no salió de la guerra en forma de un sistema
internacional operativo y multilateral de libre comercio y de pagos. En la práctica, la
edad de oro fue la época de libre comercio, libertad de movimientos de capitales y
estabilidad cambiaria. No cabe duda que ello se debió al dominio de EE.UU. y del dólar
que actuó como gran estabilizador. Todo esto también se debió al miedo al comunismo.
La economía capitalista mundial se desarrolló en torno a los EE.UU.; una
economía que planteaba menos obstáculos a los movimientos internacionales de los
factores de producción que cualquier otra. La expansión económica se vio alimentada
no sólo por la mano de obra antes parada sino que por los flujos migratorios internos del
11
campo a la ciudad, de abandono de la agricultura y de las regiones pobres a las más
ricas.
Durante de la edad de oro la economía siguió siendo más internacional que
transnacional. No obstante, sobre todo a partir de los años sesenta comenzó a aparecer
una economía cada vez más transnacional (sistema de actividades económicas para las
cuales los estados y sus fronteras no son estructuras básicas, sino meras
complicaciones), este proceso vino de la mano de una creciente internacionalización.
De esta última tres aspectos resultan particularmente visibles:
1. Las compañías transnacionales. Su principal función era la internacionalizar
los mercados para de esta manera convertirse en independientes de los
estados y sus territorios. La mayoría de estas tenía su sede en estados
desarrollados importantes; refuerza la tendencia a la concentración del
capital. La tendencia de las transacciones comerciales y de las empresas de
negocios a emanciparse de los estados nacionales se hizo aún más
pronunciada a medida que la producción industrial empezó a trasladarse fuera
de los países europeos y norteamericanos hacia países del tercer mundo, los
que comienzan a industrializarse y a exportar manufacturas hacia los países
desarrollos (debido a lo anterior la explotación y exportación de materias
primas pierde terreno). Esta exportación se podía hacerme mediante la
exportación del artículo totalmente producido o formando parte del proceso de
fabricación transnacional.
2. La nueva división del trabajo internacional. Esta fue la innovación decisiva de
la edad de oro; no hubiese ocurrido de no ser por la revolución en el ámbito
del transporte y las comunicaciones, que hizo posible y factible dividir la
producción de un solo artículo.
3. El surgimiento de actividades offshore (extraterritoriales) en paraísos fiscales;
los que permiten evitar los impuestos y otras limitaciones que imponen los
propios países. A medida que el mundo se iba convirtiendo en una verdadera
unidad, las economías nacionales de los grandes estados se vieron
desplazadas por estas plazas financieras extraterritoriales.
Era natural que la industria se trasladara de unos lugares de mano de obra
cara a otros de mano de obra barata tan pronto como fuera técnicamente posible y
rentable. Pero había otra razón convincente para que esto sucediera y esta era la
peculiar combinación “keynesiana” de crecimiento económico en una economía
capitalista basada en el consumo masivo por parte de una población activa plenamente
empleada y cada vez mejor pagada y protegida. Se basaba también en un acuerdo
tácito o explícito entre las organizaciones obreras y patronales para mantener las
demandas de los trabajadores dentro de unos límites que no mermaran los beneficios.
Estas negociaciones eran presididas formal o informalmente por los gobiernos. Al estar
todos de acuerdo (empresarios-obreros-gobierno) los gobiernos conseguían estabilidad
política y unas condiciones predecibles para la gestión macroeconómica que ahora
practicaban todos los estados. Aparece una economía de consumo masiva basada en
el pleno empleo y en el aumento sostenido de los ingresos reales, con el sostén de la
seguridad social que a su vez se financiaba con el incremento de los ingresos públicos.
De forma sorprende el reformismo se batió en retirada, aunque se mantuvo el
consenso. La gran expansión económica de los años cincuenta estuvo dirigida casi en
todas partes, por gobiernos conservadores moderados. Este retroceso de la izquierda
no se debió a la pérdida masiva de apoyo a los socialistas o incluso a los comunistas
sino que a la guerra fría. En los años sesenta se vuelve a producir un giro hacia la
izquierda, en parte a causa del retroceso del liberalismo económico ante la gestión
keynesiana y en parte porque se produce un cambio generacional que implica un
rejuvenecimiento de la política. Sin embargo existe un claro paralelismo entre el giro
hacia la izquierda y el acontecimiento público más importante de la década (según el
autor): la aparición de los estados de bienestar, estados en los que el gasto en
bienestar se convirtió en la mayor parte del gasto público y la gente dedicada a
actividades de bienestar pasó a formar el conjunto más importante de empleados
públicos.
La economía en este periodo dependía de la coordinación entre el crecimiento
de la producción y el de las ganancias que mantenían los beneficios estables como
también del dominio político y económico de los EE.UU. En el curso de los años
sesenta todos estos elementos mostraron signos de desgaste a lo que se sumó un
cambio de actitud en las negociaciones salariales posteriores a 1968. La expansión de
la economía a principios de losa los setenta, acelerada por una inflación en rápido
crecimiento, por un enorme aumento de la masa monetaria mundial y por el déficit
norteamericano se volvió frenética, produciéndose un “recalentamiento” del sistema con
esto se produce el fin de una época, las décadas posteriores a 1973 serían de crisis.
X. La Revolución Social 1945-1990
Las personas siempre se han enfrentado a la disyuntiva de poner nombre a lo
nuevo y desconocido. Esto es lo que sucede en el último cuarto del siglo XX con la
introducción, por parte de los intelectuales, de la raíz “post” para denominar todo
aquello posterior a lo hasta entonces conocido. De este modo fue como la
transformación social mayor y más intensa, rápida y universal de la historia de la
humanidad se introdujo n las mentes reflexivas de quienes la vivieron. Su novedad
radica en su rapidez y universalidad. Para la mayor parte del planeta fueron repentinos
y cataclísmicos. En muchos sentidos quienes vivieron la realidad de estas
transformaciones in situ no se hicieron cargo de su alcance, ya que las experimentaron
de forma progresiva.
El cambio social más drástico y de mayor alcance de la segunda mitad de
este siglo, y el que más nos separa para siempre del mundo pasado, es la muerte del
campesinado. Esto sucedió incluso en países con una falta de desarrollo industrial
12
evidente; países en los que antes de la segunda guerra mundial la población rural
constituía la mitad o la mayoría de la población, pero que ya en los años sesenta se
encontraba en minoría respecto a la población urbana (América Latina, países islámicos
occidentales). Sólo tres regiones del planeta seguían estando dominadas por sus
pueblos y sus campos: el áfrica subsahariana, el sur y sureste del continente asiático y
China, pero incluso estas regiones dependían en gran medida de otros países o grupos
de población vinculados a actividades de otra índole.
Se producen grandes logros en la producción agropecuaria gracias a la
mecanización de las actividades, lo que trajo como consecuencia la disminución de
mano de obra necesaria para estas actividades. En las regiones pobres del mundo esta
revolución agrícola no estuvo ausente, aunque fue más incompleta, bajo la “revolución
verde” (introducción de nuevas variedades de alto rendimiento, cultivada a través de
métodos destinados especialmente a esta producción). Las regiones de las que
marcharon los campesinos estaban a menudo escasamente pobladas (América Latina)
y solían tener fronteras abiertas hacia las que una reducida porción de campesinos
emigró como ocupantes y formando asentamientos libres, que a menudo constituían la
base, como en los casos de Colombia y Perú, de movimientos guerrilleros locales.
Como consecuencia de esta migración campo-ciudad el mundo se urbanizó
como nunca. Las ciudades crecieron de forma explosiva, la típica gran ciudad del
mundo desarrollado se convirtió en una región de centros urbanos interrelacionados
(favorecido por la revolución del transporte público en la década del 60`). Al mismo
tiempo la descentralización se extendió, al irse desarrollando en los distintos barrios o
complejos residenciales suburbanos sus propios servicios comerciales y de
entretenimiento (centros comerciales de inspiración norteamericana). En cambio la
ciudad del tercer mundo no podía evitar estar dispersa y mal estructurada, gran parte de
los núcleos que la componen nacieron como barrios callampas.
Casi tan drástico como los cambios nombrados en los párrafos anteriores, y
mucho más universal, fue el auge de las profesiones para las que se necesitaban
estudios secundarios y superiores. Este aumento se hizo sentir sobre todo en la
enseñanza universitaria, antes de la segunda guerra mundial incluso en los países más
desarrollados y con una gran tradición cultural poseían una población de universitarios
baja (Alemania, Francia, Gran Bretaña). Hasta los años sesenta no resultó innegable
que los estudiantes se habían convertido, tanto a nivel político como social, en una
fuerza mucho más importante que nunca, en 1968 las revueltas del radicalismo
estudiantil que sacudieron muchas partes del mundi hablaron más que las estadísticas.
A primera vista resulta curioso que, en conjunto, la fiebre universitaria fuera
menos acusada en los países socialistas, pese a que éstos se enorgullecían de sus
políticas de educación de las masas; pero no resulta tan sorprende si se tiene en cuenta
el abismo económico que se esta produciendo entre estos países y occidente en las
décadas del setenta y ochenta. La magnitud de la explosión universitaria superó las
previsiones de los planificadores y esto se debió a la gran demanda que se produjo de
esta, a la que los sistemas socialistas no podían responder.
La gran expansión económica mundial hizo posible que un sinnúmero de
familias humildes pudiera permitirse que sus hijos estudiasen a tiempo completo
(apoyados por los subsidios entregados por el estado de bienestar). Esta multitud de
jóvenes con sus profesores eran un factor nuevo tanto en lo cultural como en la política.
Tal como lo revelaron los años sesenta, no sólo eran políticamente radicales y
explosivos, sino de una eficiencia única a la hora de dar una expresión nacional e
incluso internacional al descontento social y político. El motivo por el que 1968 (y su
prolongación en 1969 y 1970) no fue la revolución, fue que los estudiantes, por
numerosos y movilizables que fueran, no podían hacerla solos. Su eficacia política
descansaba sobre su capacidad de actuación como señales y detonantes de grupos
mucho mayores pero más difíciles de inflamar. No fue hasta los años ochenta y en
países no democráticos (China, Corea Del Sur, Checoslovaquia) cuando las rebeliones
estudiantiles parecieron actualizar su potencial para detonar revoluciones. Tras los
fracasos de mayo de 1968 algunos estudiantes radicales intentaron hacer la revolución
por su cuenta formando bandas armadas terroristas, pero rara vez tuvieron una
incidencia política seria (ETA, Sendero Luminoso).
La consecuencia más inmediata y directa, del nuevo fenómeno universitario,
fue una inevitable tensión entre estas masas de estudiantes, mayoritariamente de
primera generación, que invadían las universidades y unas instituciones que no estaban
ni física, ni organizativa ni intelectualmente preparada para esta afluencia. El
resentimiento contra una clase de autoridades, las universidades, se hizo extensivo a
todas las autoridades, y eso hizo que los estudiantes se inclinaran hacia la izquierda.
Este nuevo colectivo estudiantil se encontraba en una situación incómoda con respecto
al resto de la sociedad. A diferencia de otras clases o colectivos sociales más antiguos,
no tenían un lugar concreto en el interior de la sociedad, ni unas estructuras de relación
definidas con la misma. El descontento de los jóvenes no era menguado por la
conciencia de estar viviendo en unos tiempos que habían mejorado asombrosamente,
los nuevos tiempos eran los únicos que los jóvenes universitarios conocían. Creían que
las cosas podían ser distintas y mejores, aunque no supiesen exactamente cómo. La
explosión del descontento estudiantil se produjo en el momento culminante de la gran
expansión mundial, porque esta dirigido contra lo que los estudiantes veían como
característico de esa sociedad, no contra el hecho de que la sociedad anterior no
hubiese mejorado lo bastante las cosas. Paradójicamente, el hecho de que el empuje
del nuevo radicalismo procediese de grupos no afectados por el descontento económico
estimuló incluso a los grupos acostumbrados a movilizarse por motivos económicos a
descubrir que podían pedir a la sociedad mucho más de lo que habían imaginado. El
efecto más inmediato de la rebelión estudiantil europea fue una oleada de huelgas de
obreros en demanda de salarios más altos y mejores condiciones laborales.
A diferencia de las poblaciones rural y universitaria, la clase trabajadora
industrial no experimentó cataclismo demográfico alguno hasta que en los años ochenta
entró en ostensible decadencia. Con la única excepcionalidad importante de los
EE.UU., donde el porcentaje de la población en la industria empezó a disminuir a partir
13
de 1965, y de forma muy acusada desde 1970, la clase obrera industrial se mantuvo
bastante estable a lo largo de los años dorados, incluso en los antiguos países
industrializados. En los países comunistas que experimentaron una rápida
industrialización, sobre todo en la Europa del Este, la cifra de proletarios se multiplicó, al
igual que las zonas del tercer mundo que emprendieron su propia industrialización.
El espejismo del hundimiento de la clase obrera se debió a los
cambios internos de la misma y del proceso de producción. Las viejas industrias del
siglo XIX y principios del XX entraron en decadencia, y su notoriedad anterior, cuando
simbolizaban “la industria” en su conjunto, hizo que su decadencia fuera más evidente.
Cuando no desaparecían, las industrias tradicionales se iban de los viejos países
industrializados a otros nuevos. Nuevas industrias sustituyeron a las antiguas, no eran
las mismas industrias, a menudo no estaban en los mismos lugares, y lo más probable
era que estuviesen organizadas de modo diferente: mosaicos o redes industriales que
sustituyeron a los antiguos complejos industriales. Al final la clase obrera acabó siendo
víctima de las nuevas tecnologías. Con el paso de las décadas de la gran expansión
económica mundial de los años cincuenta y sesenta a una etapa de problemas
económicos mundiales en los años setenta y ochenta, la industria dejó de expandirse al
ritmo de antes, que había hecho crecer la población laboral al mismo tiempo que la
tecnología permitía ahorrar trabajo.
No obstante, la crisis aparente de la clase obrera y de sus movimientos, sobre
todo en el viejo mundo industrial, fue evidente mucho antes de que se produjesen
indicios series de decadencia. No fue una crisis de clase, sino de conciencia. Durante el
siglo XIX los obreros comienzan a sentirse e identificarse como una misma y única
clase obrera creando un aserie de Partidos y movimientos obreros de gran importancia
debido a que se convirtieron en importantes fuerzas políticas, los unía la segregación
social como también el elemento fundamental de sus vidas: la colectividad, el
predominio de “nosotros” sobre el “yo”. Lo que proporcionaba a los partidos y
movimientos obreros su fuerza era la convicción justificada de los trabajadores de que
la gente como ellos no podía mejorar su situación mediante la actuación individual, sino
sólo mediante la actuación colectiva (organizaciones). Pero el “nosotros” dominaba al
“yo” no sólo por razones instrumentales, sino porque la vida de la clase obrera
trabajadora tenía que ser en gran parte pública, por culpa de lo inadecuado de los
espacios públicos (todas las formas de entretenimiento, incluso los mítines políticos se
realizaban en espacios públicos). En muchísimos aspectos esta cohesión de la
conciencia de la clase obrera culminó, en los antiguos países desarrollados, al término
de la segunda guerra mundial. Durante las décadas doradas casi todos sus elementos
quedaron tocados. La combinación del período de máxima expansión del siglo, del
pleno empleo y de una sociedad de consumo auténticamente de masas transformó por
completo la vida de la gente de la clase obrera.
La prosperidad y la privatización de la existencia separaron lo que la pobreza
y el colectivismo de los espacios públicos habían unido. El pleno empleo y una sociedad
de consumo dirigida a un mercado auténticamente de masas colocó a la mayoría de la
clase obrera de los antiguos países desarrollados, por lo menos durante una parte de
sus vidas, muy por encima del nivel en el que sus padres o ellos mismos habían vivido,
en el que el dinero se gastaba sobre todo para cubrir las necesidades básicas. Además
varios acontecimientos significativos dilataron las grietas surgidas entre los distintos
sectores de la clase obrera, aunque eso no se hizo evidente hasta el fin del pleno
empleo, durante la crisis económica de los setenta y ochenta.
Los situados en los niveles superiores de la clase obrera se ajustaron más
fácilmente a la era moderna de la alta tecnología, pudiendo beneficiarse del mercado
libre. De esta manera los trabajadores cualificados se convirtieron acaso por primera
vez, en partidarios potenciales de la derecha política. Al mismo tiempo, las migraciones
en masa provocaron la aparición de un fenómeno hasta entonces limitado: la
diversificación étnica y racial de la clase obrera, con los consiguientes conflictos en su
seno. El debilitamiento de los movimientos socialistas obreros tradicionales facilitó esto
último.
Un cambio importante que afectó a la clase obrera, al igual que la mayoría de
los sectores de las sociedades desarrolladas, fue el papel de una importancia creciente
que pasaron a desempeñar las mujeres (sobre todo las casadas).La entrada al mundo
laboral por parte de esta se produjo principalmente en el sector terciario; con respecto a
la industria manufacturera la decadencia en la mano de obra también afectó a este
sector, pero en los países de desarrollo reciente y en los enclaves industriales del tercer
mundo, florecían las industrias con fuerte participación de mano de obra femenina. Las
mujeres hicieron también su entrada, en un número impresionante y cada vez mayor, a
la enseñanza superior (en la década del ochenta representaba casi la mitad de la
población universitaria).
Estos dos cambios generaron el renacer de los movimientos feministas a
partir de los años sesenta. Si bien estos movimientos pertenecían, básicamente, a un
ambiente de clase media culta, es probable que en los años setenta y sobre todo los
ochenta se difundieron entre la población de este sexo una forma de conciencia
femenina política e ideológicamente menos concreta que iba mucho más allá de lo que
habían logrado la primera oleada de feminismo. En realidad, las mujeres, como grupo,
se convirtieron en una fuerza política destacada como nunca antes lo habían sido 8
comienzan a ser un sector de interés para los políticos, principalmente los sectores de
izquierda que al perder una parte de su electorado trata de compensarlo con este
sector). Lo importante de este proceso es tener en cuenta que lo que cambió en la
revolución social no fue sólo el carácter de las actividades femeninas en la sociedad
sino también el papel desempeñado por la mujer o las expectativas convencionales
acerca de cuál debía ser el papel, y en particular las ideas sobre el papel público de la
mujer y su prominencia pública.
Antes de la segunda guerra mundial, el acceso de cualquier mujer a la jefatura
de cualquier república en cualquier clase de circunstancias se habría considerado
políticamente impensable, después de 1945 fue políticamente posible.
Sin embargo, apenas tiene sentido generalizar sobre el papel de la mujer en
el ámbito público. El mundo subdesarrollado, el desarrollado y el socialista o ex
14
socialista sólo se pueden comparar a muy grandes rasgos. En la mayoría de los países
tercermundistas estas minorías contaban con un espacio público propio en los niveles
sociales más altos de sus respectivos países, encontrándose mucho mejor situadas que
sus similares de los países no socialistas del Extremo Oriente, en donde la fuerza de los
roles y convenciones tradicionales eran enorme y restrictiva. En el mundo socialista la
situación era paradójica: la práctica totalidad de las mujeres formaba parte de la
población asalariada de la Europa del Este. El comunismo, desde el punto de vista
ideológico, era un defensor apasionado de la igualdad y la liberación femenina. Pero
con excepciones, no destacaban en las primeras filas de la política de sus partidos. En
conjunto la situación pública de las mujeres en los países comunistas no era
sensiblemente distinta de la de los países capitalistas desarrollados. De todas maneras
cualesquiera que fuesen los logros y fracasos del mundo socialista, éste no generó
movimientos específicamente feministas, y difícilmente podían hacerlo, dada la práctica
imposibilidad de llevar a cabo antes de mediados de los ochenta iniciativas políticas que
contasen con la aprobación del estado y del partido.
La primera fase del feminismo estuvo asociada a la clase media y los
problemas que aquejaban a esta. La fase posterior del movimiento aprendió a insistir en
la diferencia entre ambos sexos, además de las desigualdades. En los años cincuenta y
sesenta, al misma exigencia de salirse del ámbito doméstico y entrar al mercado laboral
tenía una fuerte carga ideológica entre las mujeres casadas, prósperas y cultas y de
clase media, que no tenía en cambio para las otras, pues los motivos de aquellas en
esos dominios rara vez eran económicos. Entre las mujeres pobres las mujeres
casadas fueron a trabajar después de 1945 porques sus hijos ya no iban (la mano de
obra infantil casi había desaparecido de occidente) lo que significó una mayor carga
económica para los padres que ahora se veían en la obligación de educar a sus hijos
(recordar expansión de la educación).
En un comienzo, en las clases medias, el aporte de la mujer al presupuesto
del hogar no era muy significativo debido a que traía otras cargas; por lo que esta
entrada tenía un carácter más ideológico que un fin concreto. Pero a medida que se
producen cambios significativos en la sociedad, como la expansión de la educación, la
contribución de la mujer en el mantenimiento de los hijos se hace trascendental. Las
mujeres fueron un elemento crucial en la revolución cultural, ya que ésta encontró su
eje central, así comos u expresión, en los cambios experimentados por la familia y el
hogar tradicional, del que las mujeres siempre habían sido su componte central.
XI. La Revolución Cultural
A pesar de las grandes variaciones, producto de la revolución cultural
(resumida en el capitulo anterior) la inmensa mayoría de la humanidad compartía una
serie de características. La más importante de estas era a sobre cualquier tipo de
relación o parentesco que se diera siempre estaría presenta el núcleo fundamental de
la familia estaría presente.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, esta distribución básica y
duradera empezó a cambiar, por lo menos en los países occidentales “desarrollados”,
aunque de forma desigual dentro de esta región. Esto debido, entre otras causas, a un
aumento considerable en el número de divorcios, incluso en países tradicionalmente
católicos (Italia y España); esta tendencia no se da de la misma manera en el área
occidental ni tampoco en el mundo socialista. Otras razones que contribuían a la
desaparición de la familia nuclear eran la disminución del número de matrimonios
formales; la reducción del deseo de tener hijos; se eleva el número de hijos nacidos
fuera del matrimonio. Como contrapartida de lo anterior, en muchas de las grandes
ciudades occidentales más de la mitad de los hogares esta constituido por personas
que vivían solas o en otros casos dominaban las familias monoparentales.
La crisis de la familia estaba vinculada a importantes cambios en las
actividades públicas acerca de la conducta sexual, la pareja, la procreación, tanto
oficiales como extraoficiales, los más importantes de los cuales pueden datarse, de
forma coincidente, en los años sesenta y setenta. Oficialmente esta fue una época de
liberalización extraordinaria tanto para los heterosexuales como para los homosexuales.
Una serie de leyes vinieron a reconocer ciertas prácticas hasta ese entonces
rechazadas, pasando a estar permitidas ciertas cosas que hasta entonces habían
estado prohibidas, no sólo por la ley o la religión, sino también por la moral
consuetudinaria, las convenciones y el qué dirán (divorcio, ciertas actividades
homosexuales fueron legalizadas, venta de anticonceptivos y la información sobre
métodos de control de la natalidad, etc.).
Para el autor lo más interesante es que estas transformaciones, fueran
grandes o pequeñas, podían detectarse en todo el mundo “en vías de modernización”.
Lo que resulta particularmente evidente en el campo de la cultura popular,
principalmente en la cultura juvenil.
El auge de una cultura específicamente juvenil, indicaba un profundo cambio
en las relaciones existentes entre las distintas generaciones. Se convirtieron en un
grupo social independiente lo que puede verse reflejado en la radicalización política de
los años sesenta que perteneció a los jóvenes que rechazaban la condición de niños e
incluso de adolescentes. Estos movimientos se caracterizaban por estar dirigidos por
personas del mismo grupo.
La nueva autonomía de la juventud como estrato social independiente quedó
simbolizada por un fenómeno que no ocurría, a la escala que se dio desde el
romanticismo: el héroe cuya vida y juventud acababa al mismo tiempo (James Dean,
Bob Marley, Che Guevara). El surgimiento del adolescente como agente social
consciente recibió un reconocimiento cada vez más amplio y entusiasta por parte de los
fabricantes de bienes de consumo.
La novedad de la nueva cultura juvenil tenía una triple vertiente:
1. La juventud pasó a verse no como una fase preparatoria para la vida adulta,
sino, en cierto sentido, como la fase culminante del pleno desarrollo pleno. El
que esto no se correspondiese con una realidad social en la que el poder, la
influencia y el éxito, además de la riqueza, aumentaba con la edad, era una
15
 prueba más del modo insatisfactorio en que estaba organizado el mundo. El
mundo de pos-guerra, hasta la década del 70`, se encontró gobernado por
una gerontocracia tanto en el mundo comunista como en el capitalista y los
estados poscoloniales. Los dirigentes de menos de cuarenta años eran una
rareza, incluso en regimenes revolucionarios surgidos de golpes militares, una
clase de cambio político que solían llevar a cabo oficiales de rango
relativamente bajo; de ahí gran parte del impacto de Fidel Castro.
A partir de finales de los años sesenta hubo una tendencia a rebajar la edad
del voto a 18 años, y también se dio algún signo de disminución de edad de
consentimiento para las relaciones sexuales. A medida que s prolongaba la
esperanza de vida, la población se hace más vieja debido a la disminución
considerable de los nacimientos. Otro fenómeno que aparece en este período
será el de la jubilación anticipada.
2. La cultura juvenil se convirtió en dominante en las economías desarrolladas
de mercado, en parte porque ahora representaban una masa concentrada de
poder adquisitivo y en parte porque cada nueva generación de adultos se
había socializado formando parte de una cultura juvenil con conciencia propia
y estaba marcada por esta experiencia, y también porque la prodigiosa
velocidad del cambio tecnológico daba a la juventud una ventaja tangible.
3. La cultura juvenil en las sociedades urbanas se internacionaliza. Se aprecia
una hegemonía cultural por parte de EE.UU. y en los estilos de vida
populares. La cultura se transmite a través de discos, cintas por medio de la
radio, imágenes, contacto personales, turismo juvenil internacional, la
expansión de la educación superior y los grandes complejos educacionales
que albergaban a esta población, etc. El poder adquisitivo facilitó a los
jóvenes el descubrimiento de señas materiales o culturales de identidad. Sin
embargo, lo que definió los contornos de esa identidad fue el enorme abismo
histórico que separaba a las generaciones antes (1925) y las nacidas después
(1950). Los jóvenes vivían en sociedad divorciadas de su pasado (excepto
Gran Bretaña y Rusia), ya fuesen transformadas por la revolución, por la
conquista y la ocupación o por la liberación del colonialismo. Este fenómeno
no se circunscribía a los países industrializados, pues el drástico declive del
campesinado produjo brechas similares entre las generaciones rurales y ex
rurales, manuales y mecanizadas. El abismo afectó incluso a aquellos que
habían quedado al margen de los grandes acontecimientos políticos del siglo.
En muchos aspectos, el abismo generacional era mayor en países como
estos que en Occidente, donde la existencia de instituciones permanentes y
de continuidad política unían a jóvenes y mayores.
La cultura juvenil se convirtió en la matriz de la revolución cultural en el sentido
más amplio de una revolución en el comportamiento y las costumbres, en el modo de
disponer del ocio y en las artes comerciales. Dos de sus características son
importantes: era populista e iconoclasta, sobre todo en el terreno del comportamiento
individual. En los años cincuenta los jóvenes de clase media y alta, por lo menos en el
mundo anglosajón, que marcaba cada vez más la pauta universal, empezaron a aceptar
como modelos la música, ropa, la literatura e incluso lenguaje de la clase baja urbana.
El estilo populista era una forma de rechazar los valores de la generación de los padres
o , más bien, un lenguaje con el que los jóvenes tanteaban nuevas formas de relaciones
con un mundo para el que las normas y los valores de sus mayores parecía que ya no
eran válidos. El carácter iconoclasta de la nueva cultura juvenil afloró con máxima
claridad en los momentos en que se le dio plasmación intelectual (por ejemplo: mayo
del 68).
La nueva ampliación de los límites del comportamiento públicamente
aceptable aumentó seguramente la experiencia y frecuencia de conductas hasta
entonces consideradas inaceptables o pervertidas, y las hizo más visibles. Sin embargo,
la importancia principal de estos cambios estriba en que, implícita o explícitamente,
rechazaban la vieja ordenación histórica de las relaciones humanas dentro de la
sociedad, expresadas, sancionadas y simbolizadas por las convenciones y
prohibiciones sociales. Lo que resultaba aún más significativo es que este rechazo no
se hiciera en nombre de otras pautas de ordenación social, sino en el nombre de la
ilimitada autonomía del deseo individual, con lo que se partía de la premisa de un
mundo de un individualismo egocéntrico llevado hasta el límite.
La revolución cultural de fines del siglo XX debe, pues, entenderse como el
triunfo del individualismo sobre la sociedad o, mejor, como la ruptura de los hilos que
hasta entonces habían imbricado a los individuos en el tejido social.
En la mayor parte del mundo, los antiguos tejidos y convenciones sociales
estaban en situación delicada, pero aún no en plena desintegración, lo cual era una
suerte para la mayor parte de la humanidad, sobre todo para los pobres, ya que las
redes de parentesco, comunidad y vecindad eran básicas para la supervivencia
económica y sobre todo para tener éxito en un mundo cambiante. En gran parte del
tercer mundo estas redes funcionaban como una combinación de servicios informativos,
intercambio de trabajo, fondo de mano de obra y de capital, mecanismos de ahorro y
sistemas de seguridad social. En las sociedades más tradicionales, las tensiones
afloraron en la medida en que el triunfo de la economía de empresa minó la legitimidad
del orden social.
Las instituciones a las que más afectó el nuevo individualismo moral fueran la
familia tradicional y las iglesias tradicionales de Occidente. La autoridad material y
moral de la Iglesia sobre los fieles desapareció en el abismo que se abría entre sus
normas de vida y moral y la realidad del comportamiento humano de finales del siglo
XX. El individualismo encontró plasmación ideológica en una serie de teorías, del
liberalismo económico extremo al “posmodernito” y similares, que se esforzaban por
dejar de lado los problemas de juicio y de valores, reduciéndolos al denominador común
de la libertad ilimitada del individuo.
Los lazos de parentesco disminuyen al aumentar la importancia de las
instituciones gubernamentales (estado de bienestar). Las ventajas materiales de vivir en
un mundo donde la comunidad y la familia estaban en decadencia eran innegables. De
16
lo que pocos se dieron cuenta fue de lo mucho que la moderna sociedad industrial
había dependido hasta mediados del siglo XX de la simbiosis entre los viejos valores
comunitarios y familiares y la nueva sociedad, y por lo tanto, de lo duras que iban a ser
las consecuencias de su rápida desintegración. Esto resultó evidente en la era de la
ideología neoliberal, en la que la expresión “subclase” (eran los que en las sociedades
capitalistas desarrolladas y tras el fin del pleno empleo, no podían o no querían ganarse
el propio sustento no el de sus familias en la economía de mercado) se introdujo. Estas
subclases subsistían gracias a al vivienda pública y a los programas de bienestar social
(un paradigma de esta subclase son los sectores pobres de la población negra
norteamericana).
El drama del hundimiento de tradiciones y valores no radica tanto en los
inconvenientes materiales de prescindir de los servicios sociales y personales que antes
proporcionaban la familia y la comunidad, porque éstos se podían sustituir por los
prósperos estados de bienestar; sino que radicaba en la desintegración tanto del
antiguo código de valores como de las costumbres y usos que regían el
comportamiento humano, una pérdida sensible, reflejada en el auge de lo que se ha
dado por llamar “ políticas de identidad”, por lo general de tipo étnico/nacional o
religioso, y de movimientos nostálgicos extremistas.
A medida que fueron avanzando los años ochenta, por lo general bajo la
bandera de la soberanía del mercado puro, se hizo cada vez más patente que también
esta ruptura ponía en peligro la economía capitalista. Y es que este sistema, pese a
cimentarse en las operaciones del mercado, se basaba también en una serie de
tendencias que no estaban intrínsicamente relacionadas con el afán de beneficio
personal (“el hábito del trabajo”: disposición del ser humano a posponer por mucho
tiempo la gratificación inmediata, es decir, a ahorrar e invertir pensando en
recompensas futuras; para lo cual al familia era esencial en el capitalismo primitivo). El
capitalismo había triunfado porque no sólo era capitalista. La maximización y
acumulación de beneficios eran condiciones necesarias para el éxito, pero no
suficientes. Fue la revolución cultural lo que comenzó a erosionar el patrimonio histórico
del capitalismo y a demostrar las dificultades de operar sin este patrimonio. La
revolución se hizo sentir con especial fuerza en las economías de mercado
industrializadas y urbanas de antiguos centros del capitalismo. Sin embargo las fuerzas
económicas y sociales que desencadenaron también transformaron el tercer mundo.
XIII. El Socialismo Real
“La revolución de octubre (…) dividió a la política marxista y socialista….Después de la
revolución de octubre las estrategias y perspectivas socialistas empezaron a basarse en
el ejemplo político, en vez de que en el análisis del capitalismo” (Therborn, 1985)
I fundamentos del marxismo creían que la función de una revolución en Rusia serían tan
Luego de la revolución de 1917 se forjó un estado más pobre y atrasado que
el de la Rusia de los zares, aun cuando las dimensiones del imperio se mantuvieron
casi intactas. Las nuevas políticas sumieron al nuevo orden bolchevique en la pobreza
que se reflejo en un grave atrasado social, en medio de los cambios que buscaban
crear una sociedad opuesta al capitalismo.
Luego de la segunda Guerra Mundial se formo una línea que pasando por el
río Elba en Alemania hasta el mar Adriático y considerando la península balcánica con
excepción de Grecia y la pequeña fracción europea de Turquía, dividió al nuevo orden
socialista del mundo capitalista. Paralelamente la llegada al poder del régimen
Comunista en China (1949), en parte de Corea (1945) y de lo que había sido la
Indochina francesa (Camboya, Vietnam y Laos) amplió la futura zona socialista del
Extremo Oriente, quedando configurada al llegar 1950. Este nuevo bloque ya en la
década del 70’ pasaría a conocerse en términos ideológicos como países del
“socialismo real” es decir que bajo una idea soviética era el verdaderamente funcional.
Serían estos mismos que en el paso del 80 a la última década del siglo terminarían por
desmoronarse por completo.
El área socialista formo así un universo autónomo y autosuficiente en
términos políticos y económicos, relacionándose escasamente con el mundo capitalista
de los países desarrollados, y normando los desplazamientos temporales que se
realizasen a países no socialistas siendo en la mayor parte de los casos imposibles. Así
los sistemas políticos del mundo socialista fueron esencialmente una imitación del
modelo soviético basándose en un partido único fuertemente jerarquizado y autoritario
que monopolizaba el poder estatal, gestionando una economía de planificación
centralizada que imponía un credo marxista-leninista único, a los habitantes del país.
La Economía
Estos dos campos en los cuales pareció dividirse el mundo, generaron una
incomprensión mutua increíble. Los motivos de tal separación eran ante todo políticos,
pues luego de la revolución la Rusia soviética vio en el capitalismo a su más grande
enemigo, al cual debía derrocar mediante la Revolución Universal. El problema es que
dicha revolución no se produjo quedando el bloque soviético aislado y rodeado de
países capitalistas que impedirían el fortalecimiento de este centro mundial de la
subversión. Es por ello que la URSS debió emprender el desarrollo autárquico de su
economía aislada, que con al guerra fría se vio aun más afectada pues con ella las
relaciones entre ambos bandos se congelaron irremediablemente. No sería sino hasta
los años ochenta que el universo autónomo del campo socialista se integraría
tímidamente a la economía mundial, siendo en cierta medida el fin del socialismo real.
Los gobernantes de la Rusia soviética, el partido bolchevique lo cierto es que
no esperaban sobrevivir en medio del aislamiento, ni tampoco convertirse en el centro
de una economía colectivista autárquica (el socialismo en un solo país), pues ninguno
de los requisitos impuestos por Marx para el final establecimiento de una economía
socialista estaban presentes en las masas atrasadas social y económicamente. “Los
sólo la de precipitar el estallido revolucionario en los países industrializados más
avanzados, donde se daban las condiciones previas para la construcción del
17
socialismo” (pp. 375). Con el tiempo se hizo evidente de que Rusia sería la única en
alzar una revolución proletaria, por ende los bolcheviques reconocieron la única política
lógica a seguir: transformar su economía y sociedad de atrasada a moderna, por medio
de la modernización tecnológica y la revolución industrial. Como dice Hobsbawm, al
parecer el comunismo soviético se convirtió en un programa para transformar países
atrasados en avanzados.
En el periodo de entre Guerra y esencialmente en los años treinta las nuevas
políticas soviéticas lograron un ritmo de crecimiento que superó a los demás países
(excepto Japón), creciendo el los quince años posteriores a la segunda guerra más
rápido que las economías de occidente. Antes de 1917 la lucha contra el capitalismo al
parecer no les había permitido pensar en una economía que sustituyese lo que tanto
aborrecían. Fue la Guerra Civil la que los obligó a dar una solución a aquel vacío tras la
nacionalización de todas las industrias en 1918 y a su vez al verse obligados a asegurar
el financiamiento requerido para llevar a cabo la contrarrevolución e impedir cualquier
invasión extranjera, en el marco de la economía de guerra que primo desde entonces la
cual significaba en términos comunistas la sustitución total de la propiedad y la gestión
privada, prescindiendo del mercado y de mecanismos de precios. El “comunismo de
Guerra”, no obstante, ya en los años veinte dejo de ser llevadero frente a la sublevación
del campesinado contra la confiscación militar del grano y la subversión de los obreros
contra el sufrimiento. La Planificación se convirtió entonces en el criterio esencial del
socialismo.
Lenin en 1921 introdujo así la Nueva Política Económica (NEP) que se
tradujo en el restablecimiento del mercado y la retirada del comunismo de guerra por el
“capitalismo de Estado”. Para muchos durante los años veinte el NEP fue la derrota del
comunismo o por lo menos una desviación, observándose personajes como Trotsky que
querían romper rápidamente con el nuevo sistema. Es claro para Hobsbawm, no
obstante, que la decisión de establecer un gobierno socialista en Rusia desapareció ya
cuando la revolución proletaria no logró adueñarse de Alemania, pues Moscú
inicialmente sólo era la sede temporal del socialismo hasta que se concretase su
traslado a la capital permanente en Berlín. A su vez las ruinas bajo las que se vio
sumida Rusia tras la Guerra fomentaron la dramática emigración de los grupos más
preparados de la sociedad soviética, desapareciendo con esto el desarrollo industrial de
la época zarista y quedando únicamente masas inmóviles del campesinado comunista
rural quienes se habían quedado con buenas porciones de tierras luego del reparto de
1917-18.
Aún así la NEP fue medianamente exitosa en su esfuerzo por restaurar la
economía ruinosa de 1920, recuperándose el año 26’ el nivel industrial observado antes
de la guerra. No obstante, la población seguía siendo tan rural como en el año 13’
debiendo sustentarse las arcas del país únicamente por medio de la recaudación de
impuesto pues no se contaban con fuentes de inversión o de mano de obra alguna;
hasta que no hubiese un desarrollo industrial mayor, poco iban a comprar en las
ciudades y menos aún vender los pocos excedentes que tenían la masa campesina,
inmovilizando con esto más aún la situación que terminaría por estrangular el proyecto
de Lenin.
La única alternativa entonces complicó inevitablemente al partido Bolchevique
pues la industrialización que se requería iba a implicar una segunda revolución, no
desde abajo sino impuesta por el mismo estado desde arriba. La edad de hierro que
vino a continuación en la URSS, fue liderada por Stalin, quien aplicó toda la ferocidad y
falta de escrúpulos imaginables. Se necesitaban acelerar las políticas de modernización
utilizándose una economía planificada de dirección centralizada, que más terminó por
parecer una empresa militar que una empresa económica. La industrialización salvaje
en el marco de la nueva economía planificada sustituyó a la NEP por los primeros
planes quinquenales (1929-41). Este nuevo orden buscaba principalmente crear nuevas
industrias más que gestionarlas, dando prioridad a las industrias pesadas básicas y a la
producción de energía, gracias a la riqueza propia de la URSS en lo que ha materias
primas respectaba. La gestión de los planes estuvo sujeta a plazos inamovibles de
cumplimiento de tareas, proponiéndose gracias a Stalin siempre metas irreales de
manera de estimular esfuerzos sobrehumanos. Así la centralización se impuso
compensando en cierta medida la falta de gestores.
Inicialmente el plan funciono, en cuanto debió satisfacer las necesidades de
subsistencia y establecer los cimientos de una industria moderna, funcionando así la
industrialización dirigida sin problema que hizo de la URSS una economía Industrial en
pocos años la cual pudo sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania. No obstante,
también hubo graves inconvenientes:
a- El avance no se observó en la agricultura y menos fue sentida por el
campesinado, pues ellos fueron los explotados del sistema. Por un lado
no se vieron favorecidos sino hasta la Constitución de 1936, pagando
más impuestos a cambio de menos protección y observando sin poder
hacer nada la colectivización forzosa de sus tierras que fueron
transformadas en “granjas estatales”. Su efecto fue inevitablemente
observándose el descenso de la producción de cereales y de la masa
ganadera, que terminaría por generar una gran hambruna entre 1932-33.
La URSS en resumen cambio una agricultura campesina ineficientes por
una agricultura colectivista igualmente improductiva, a un alto precio.
b- Por otro lado el desarrollo soviético terminaría por evidenciar una inflada
burocratización, hija de la radical centralización estatal, siendo cada ve
mas inflexible e ineficiente.
c- La inflexibilidad del sistema terminó por otro lado por hundirlo, pues si
bien estaba pensado para generar el aumento de la producción, no fue
capaz de innovar variando cantidades o calidades del producto.
Así el sistema soviético parecía únicamente pensado para industrializar un
país atrasado o subdesarrollado de manera ágil asumiendo que la población se
conformaría indefinidamente con las medidas. Aún así los objetivos propuestos se
18
cumplieron transformando a Rusia en una gran potencia industrial, la que mantuvo su
status de súper potencia por casi medio siglo.
La Política
A diferencia de los anarquistas, los marxistas estaban entregados a la acción
política. La revolución bolchevique desarrollo un sistema político propio, generado a
partir de dos vertientes: la democracia electiva y/o directa, y la ejecución de acciones
revolucionarias dirigidas en forma centralizada. El programa de la URSS que se
transmitió luego al mundo socialista, rompió con la vertiente democrática de los
movimientos socialistas, perpetuando su apoyo sólo de manera cada vez más
académica. Así como la economía, la política soviética fue dirigida.
El modelo de Lenin en base a “partidos de vanguardia” de organización
disciplinada y eficiente, en miras a llevar a cabo las tareas designada desde los poderes
centrales, fue en potencia autoritario. Más aún y por sobre las actitudes
prerrevolucionarias de los bolcheviques, los hechos acaecidos entre 1917-21
impusieron un gobierno cada vez más autoritario y consagrado a realizar todo lo que
fuese necesario para mantener el poder soviético. Luego de la Guerra lo que no era
gobierno de un solo partido se transformó en monopartidista, asumiendo medidas
represivas contra los antirrevolucionarios. El partido así abandonó la democracia interna
que alguna vez tuvo, prohibiendo ya en 1921 la discusión colectiva de políticas
alternativas, todo en el marco de la revolución industrial cada vez más necesaria que
requería de la imposición autoritaria de las nuevas medidas: todo se subordinó a la
dirección política unificada del partido.
Fue aquí cuando el sistema con Stalin (el “hombre de acero”. 1879-1953) al
mando se convirtió en una autocracia, que se imponía aun sobre el pensamiento de los
ciudadanos en cuanto esto sirviera para lograr los objetivos definidos por las
autoridades centrales (cosa que no era exactamente lo que había planteado Marx y
Engels en su momento). El movimiento de masas enmarcado en un discurso ideológico
autoritario, poseía para algunos los rasgos de una religión popular, observándose la
tendencia de admirar e incluso adorar a sus dirigentes que estaban convencidos de
poseer la verdad sin darse tiempo para oír opiniones ajenas (Ej. Lenin no dudo en
modificar ciertos postulados de Marx y agregar comentarios de propia cosecha. La
adoración a los dirigentes se observa por ejemplo en el mausoleo de Lenin en la plaza
Roja, donde se exponía su cuerpo embalsamado).
Los revolucionarios bolcheviques por más convencidos que estuviesen de que
su acción obedecía a los intereses del “pueblo”, definitivamente no eran demócratas en
el sentido electoral. Sería José Stalin quien finalmente convirtió el sistema político
comunista en una monarquía no hereditaria. Gobernó su partido en base al terror y el
miedo, inspirado por la idea de que sólo la determinación de hacer uso del poder de
forma despiadada para eliminar cualquier obstáculo garantizaría el exitoso fin del
proceso. El poder parecía ahora la única herencia dejada por los bolcheviques luego de
la revolución, siendo así la herramienta que lograría cambiar la sociedad. Obviamente
esta política llego a extremos absurdos:
- Stalin creyó siempre que él era el único que conocía el camino correcto hacia
las metas propuestas por ende, debía seguirlo sin admitir límites de ninguna
clase. No por nada Lenin se negó a apoyar a Stalin como su sucesor por la
brutalidad por él mostrada.
- Al no ser un sistema constitucional o democrático, no existía contrapeso
alguno contra el poder absoluto de los dirigentes. No sería sino hasta la
muerte de Stalin que sus sucesores llegarían a acuerdos para poner fin al
derramamiento de sangre. Si bien en los sesenta la URSS dosifico sus
prácticas represivas, siguió siendo un estado policial dentro de una sociedad
autoritaria, estando al alcance de los ciudadanos sólo la información
autorizada oficialmente, y sujeta la libertad de desplazamiento a la
autorización oficial.
- Si bien brutal el régimen no era totalitario, entendiendo por ello un sistema
centralizado que lo abarcaba todo y que no se limitaba a ejercer un control
físico sino también ideológico utilizando la propaganda y la educación como
sus grandes armas. Si bien es lo que Stalin hubiera querido, el régimen no
utilizó un verdadero control de pensamiento y menos aún busco la conversión;
sino más bien despolitizó a la población de un modo asombroso.
II
Los estados comunistas nacidos luego de la segunda guerra se configuraron
en torno al patrón soviético estalinista. En todos se observó una política monopartidista
de autoridad centralizada, una verdad intelectual determinada por al autoridad, una
economía planificada, y más aún la magnificación de la figura de los dirigentes
supremos.
Los estados comunistas autóctonos o impuestos, formaron un bloque unido
bajo el alero de la URSS que por razones de solidaridad anti occidental fue apoyado por
el régimen comunista Chino, aun cuando la influencia soviética sobre este había sido
escasa luego de la aparición de Mao Tse Tung. A la muerte de Stalin en 1953 el bloque
soviético comenzó a desmoronarse, sin observarse la explotación de dicha crisis por
parte de los poderes del mundo capitalista, lo que a juicio de Hobsbawm demostraría la
estabilidad de las relaciones este-oeste. Al parecer ambos bandos aceptaban los límites
de la esfera de influencia del otro, y en los años cincuenta y sesenta n se produjo
ninguna revolución local que alterase dicho equilibrio, con la excepción de Cuba.
Ya en los años sesenta las presiones por dar vida a una reforma económica y
de introducir nuevas medidas de racionalidad y flexibilidad no pudieron ser resistidas, y
fueron sentidos por todo el bloque comunista. La descentralización económica junto a la
liberalización intelectual y política terminar por actuar de manera explosiva. Esta
explosión fue sentida con la emblemática Primavera de Praga (1968) que fue
acompañada por la efervescencia cultural y política, junto con el apoyo de la mayoría de
los partidos comunistas europeos y otros. No obstante, Moscú no sin divisiones decidió
derrocar el régimen de Praga a través de las armas, dando con ello el punto final al
19
Movimiento Comunista Internacional con centro en Moscú que se desquebrajaba cada
vez con más fuerza, peor lograría sobrevivir aun 20 años más. Finalmente con la
entrada de la economía mundial se daba paso a un nuevo periodo en los años setenta,
donde nadie en el Este o en Occidente pensaba que las economías del “socialismos
real” fuesen a alcanzar siquiera a las economías no socialistas.
XIV. Las Décadas de Crisis
“Puede haber algún peligro de que en la próxima década se dé una sociedad en la que
no sólo nosotros estemos progresivamente divididos de ellos, sino en que la mayoría
de los grupos estén cada vez más fragmentados; una sociedad en al que los jóvenes y
los relativamente desprotegidos estén en las antípodas 1 de los individuos mas
experimentados y mejor protegidos de la fuerza de trabajo” (Secretario General de la
OCDE, 1983)
I sector alto acuñaba el 40% de las ganancias del país, por no citar el caso de Brasil que
Los años siguientes a 1973 estuvieron marcados por la inestabilidad mundial,
que no se sentiría sino hasta que la Europa oriental comunista y la URSS colapsaran.
No sería sino hasta la década de os noventa que los países desarrollados no
comunistas reconocerían en las nueva crisis un acontecimiento de mayores
dimensiones que la vivida en los años treinta. La estabilidad económica con el viejo
sistema era más difícil de asegurar que hoy en día, mientras el “ciclo de stock” parecía
caducar inevitablemente frente a la mejora de las comunicaciones, la rapidez de los
transportes y los controles de almacenes informatizados. La tecnología y la rapidez
permitieron tener stocks más pequeños que respondiesen a las necesidades presentes,
a la par de una capacidad mayor para adaptarse a corto plazo a los cambios de la curva
de demanda. Como bien refiere Hobsbawm “No estábamos en la época de Henry Ford
sino en la de Benetton”. Mientras, el peso de consumo gubernamental estabilizaba la
economía en conjunto a los ingresos privados que procedían del gobierno. La economía
global no quebró ni siquiera, en medio de la crisis aun cuando la edad de oro comenzó
a ver su final ya en los primeros años de la década del setenta. Si bien el avance del
desarrollo económico se vio afectado no se estanco continuando lento pero seguro. No
obstante en las filas de los países recientemente industrializados se haría sentir el
cambio de ritmo con mayor fuerza.
El comercio mundial de productos manufacturados (motor del crecimiento
mundial) pareció no verse afectado por la crisis, observándose incluso una aceleración
positiva. Así a fines del siglo XX los países capitalistas desarrollados, se observaban
así mismos más ricos y productivos que en la década de los setenta, mientras la
economía mundial de la que era el núcleo central seguía siendo más dinámica. No así
en otras zonas la cosa no andaba tan bien como era en: África, Asia occidental y
1
En lugar o posición radicalmente opuesta o contraria. (R.A.E.)
América Latina, donde el crecimiento de sus PIB se estancó. Nadie dudo que los
ochenta fuese una época de depresión evidente en estas zonas del mundo. Por otros
lados las zonas del antiguo socialismo real de occidente, habían experimentado
también modestos crecimientos en los ochentas, pero se hundieron por completo
después de 1989. En Oriente, por otro lado, la cosa fue increíble pues mientras decaía
la economía soviética la economía China crecía espectacularmente. Así gran parte de
los países del sureste y del este asiático en los años setenta se convirtieron en las
regiones más dinámicas de la economía mundial.
Si bien la economía mundial capitalista prosperó, no fue sin problemas, pues
si bien durante la época de oro había logrado saldar en cierta medida la deuda para con
sus críticos, en 1973 reaparecieron todos dichos problemas (miseria, inestabilidad, paro
y pobreza) al verse el crecimiento nuevamente interrumpido. En los ochenta incluso
muchos de los países más ricos debieron reacostumbrarse a ver miseria en las calles,
siendo la reaparición de gente sin hogar un reflejo claro de la desigualdad social y
económica de la nueva era. Sin duda los países donde dicha brecha se hizo notar con
mayor nitidez fue en países como Guatemala, México, Sri Lanka y Botswana donde el
supero cualquier brecha mundial existente en ese entonces. Así como en los países del
tercer mundo, también las zonas desarrolladas vieron aumentar los extremos de
pobreza y riqueza.
Sin duda los países ricos se vieron con más dinero en el bolsillo que nunca
antes mientras sus habitantes se observaban protegidos por un apto sistema de
bienestar y seguridad social hijo de la edad de oro. Si bien no se sintió en estas zonas
tanto malestar social, si las arcas gubernamentales se vieron agobiadas por los
extensivos gastos sociales que iban en aumento mientras los ingresos estatales en
economía parecían no avanzar a igual velocidad, sobre todo después de 1973. Así ya
en los noventas el clima de inseguridad y resentimiento pareció oficializarse, pero el
problema no era un mal funcionamiento del sistema capitalista sino que las operaciones
más bien estaban fuera de control. Lo que en la edad de oro aseguraba el orden y la
estabilidad parecía ya no funcionar, pues la acción política coordinada tanto nacional
como internacional no parecía dar frutos. Las décadas de crisis fueron la época en la
que el estado nacional perdió sus poderes económicos.
Este cambio en la coyuntura económica hizo pensar a algunos estados que
los problemas serían temporales, por ende no consideraron necesario cambiar las
políticas; a esto se sumo el hecho de que en gran parte de los países capitalista se
mantuvieron en el poder gobiernos socialdemócratas que no quisieron abandonar las
política de la edad de oro. Tras 1974 así, los partidos de libre mercado pasaron a la
ofensiva, aun cuando no llegaron a dominar las políticas gubernamentales sino hasta el
80’ (con excepción de Chile donde la dictadura permitió a los asesores estadounidenses
instaurar una economía ultraliberal).
La hegemonía de los keynesianos (creían que la demanda que permitía la
expansión era propiciada por altos salarios, pleno empleo y bienestar, siendo el
bombardeo de demanda la mejor manera de afrontar la crisis) se vio atacada entonces
20
por grupos neoliberales (reclamaban que los vínculos entre economía y la política
tenidos en la edad de oro sólo dificultaban el control de la inflación y el recorte de los
precios, que harían posible el aumento de los beneficios y por ende, el crecimiento de la
economía capitalista), quienes defendían la mano oculta de Smith para lograr una mejor
distribución de las riquezas, cosa que los keynesianos negaban.
El modelo socialdemócrata se vería minado también frente a al mundialización
económica que se produjo a partir de los 70’, donde los gobiernos se vieron asediados
por el incontrolable mercado mundial. Por otro lado los neoliberales finalmente igual se
vieron obligados a gestionar y dirigir sus economías, aun cuando sólo pretendiesen
estimular las fuerzas del mercado para dejar a la mano oculta actuar. El peso del estado
así se hacía cada vez más fuerte y no había como reducir tal carga. Por ejemplo el
principal régimen neoliberal, los EEUU de Reagan se vieron obligados a utilizar
medidas keynesianas para intentar salir de la depresión de 1979-82. Así el triunfalismo
neoliberal no sobrevivió a la crisis de la economía mundial en los noventa ni menos aun
a la aceleración de la misma, tras la caída del comunismo soviético, donde se evidencio
que la economía de más rápido crecimiento del planeta era la China.
No obstante, lo que agudizo la preocupación en las décadas de crisis fue el
advenimiento de cataclismos coyunturales, como los llama Hobsbawm: una serie de
revoluciones sociales y culturales que vendrían luego de la edad de oro, como fue el
caso de “los paros de trabajadores”. La economía mundial vio transformarse al sistema
productivo con rapidez mientras la revolución tecnológica globalizó y transnacionalizó el
sistema, esto optimizó los procesos de industrialización que terminó por sustituir la
destreza humana por las maquinas. Si bien en la edad de oro el crecimiento industrial
avanzó positivamente a la par con las tasas de empleo, en la época de crisis el
desempleo observó su aumento. El desempleo de esta época no era simplemente
cíclico, sino finalmente estructural, pues quienes en las malas épocas perdían sus
trabajos en las buenas épocas no volverían a recuperarlos; más aun no los
recuperarían jamás. “Incluso los países preindustriales o de industrialización incipiente
estaban gobernados por la implacable lógica de la mecanización, que más pronto o más
tarde harían que incluso el trabajador más barato costase más caro que una máquina
capaz de hacer su trabajo, y por la lógica, igualmente implacable, de la competencia del
libre comercio mundial”2.
II
Si ya desde los ochenta la inestabilidad se hizo sentir, no sería sino hasta los
noventa que el sector profesional comenzara a sentir que ni su trabajo ni su futuro
estaban asegurados. Se observaba así una evidente ambiente de desorientación e
inseguridad que desplazó las antiguas políticas de los países desarrollados. Los
máximos perdedores fueron los socialdemócratas, siendo ya en los noventa tan
extraños como fueron en 1950. Así las estructuras políticas de los países capitalistas
democráticos empezaban a perder su estabilidad, mientras nuevas fuerzas políticas, de
2
Hobsbawm, pp. 413
al parecer mayor potencial, arremetían utilizando la demagogia popular, el liderazgo
personal y la hostilidad con el extranjero como programas esenciales de acción.
III
El segundo mundo de las economías panificadas centralmente, también en la
década del 70’ comenzaría a sentir la crisis que inicialmente no parecieron ver. Era clara
que dicho sistema socialista requería de reformas ya desde los sesenta, pero la
regresión aun no los había obligado a actuar como fue años después. Sin más estas
economías se vieron expuestas al sistema económico mundial transnacional
impredeciblemente fluctuante, donde los sistemas de debían estar preparados para
adaptarse aceleradamente. La economía trasnacional no podía ser ya controlado ni por
este ni oeste, viéndose ambas zonas unidas por su el sistema económico y por la
extraña independencia del sistema de poder de la guerra fría. Con el desmoronamiento
del sistema soviético se hundieron a su vez las divisiones interregionales del trabajo y
las redes de dependencia mutua desarrollados en la esfera soviética, que obligó a los
países a enfrentarse individualmente al mercado mundial para lo cual claramente no
estaban preparados, pues al parecer las consecuencias fueron totalmente inesperadas
(ej. Finlandia que tanto creció con la posguerra se vio decaer luego del derrumbamiento
del bloque soviético).
Seguramente lo que algunos reformistas socialistas hubiesen hecho era
adaptar el sistema a algo similar a la socialdemocracia occidental, lamentablemente la
caída del sistema soviético coincidió con la crisis de la edad de oro capitalista siendo al
crisis del sistema que ellos buscaban imitar. Así los problemas parecían deambular
paralelamente por el Este y el Oeste, como si finalmente sólo fuese una crisis global
que golpeaba a la economía y a la política. No obstante Hobsbawm si reconoce dos
puntos de divergencia:
- para el sistema comunista la crisis fue un asunto de vida o muerte, donde
finalmente no sobrevivió.
- Para el capitalismo de los países desarrollados nunca estuvo en jaque la
supervivencia del sistema, y si bien la política también se vio afectada nunca
se cuestiono su viabilidad.
Donde si ambos iban a poder reconocer una verdadera crisis que ponían a prueba
la supervivencia, sería sobre la futura existencia de ambos sistemas como estados
territoriales individuales. Pero era claro que el mayor dinamismo de la economía
capitalista estaba más revuelto que el oeste, por lo que la crisis en este último fue más
grave. El tejido social de la URSS y de la Europa Oriental se despedazó frente al
derrumbamiento del sistema y no como condición previa del mismo. Difícil es reconocer
las reales responsabilidades de cada sistema o bien pensar en que medida la riqueza
de la sociedad occidental o la rigidez del control estatal del este marcaron la diferencias.
En otros aspectos, eso si, ambas zonas avanzaron en igual sentido: las familias se
achicaron, la ruptura matrimonial ascendió, la natalidad disminuyó y, en ambos
disminuyó el arraigo religioso tradicional. Cabe destacar el hecho de que con el tiempo
21
el sistema comunista dejó menos espacio para las subcultura, reprimiendo las
disidencias y siendo así más tradicional, pues citando a Hobsbawm: “la paradoja del
comunismo en el poder es que resultó ser conservador” 3.
IV
En cuanto a los países del tercer mundo la única generalización que se puede
hacer, es que a partir de 1970 casi todos los países correspondientes a dicha categoría
se habían endeudado profundamente, observándose en los noventa a los gigantes de la
deuda internacional en países como: Brasil, México y Argentina. Aún cuando ninguna de
dichas deudas posiblemente se saldarían los bancos nunca dejaron de cobrar
generando pánico en los ochenta cuando algunos países L.A. no pudieron seguir
pagando y el sistema bancario internacional estuvo al borde del colapso pues algunos
bancos frente al exceso de préstamos se veían en al quiebra.
Paralelamente a economía mundial debió seguir avanzando, observándose
muchas zonas del globo que se fueron quedando atrás, siendo finalmente uno de los
más grandes efectos de la crisis el enanchar la brecha entre los países ricos y los
pobres.
V caso de la ONU, cualquier cosa la pp. 429 en su tercer párrafo explica porque:
Con lo ya visto parece claro que los Estados Naciones comenzaron así a
perder supremacía enalteciéndose un nuevo orden de la Mano de los Estados
Transnacionales, que consolidó su dominio. Las organizaciones circunscritas a las
fronteras territoriales (parlamentos, radiodifusión nacional etc.) perdieron así terreno
mientras las organizaciones sin límites como las empresas multinacionales, el mercado
monetario internacional y los medios de comunicación global de la era de los satélites
se consolidaban. Esto, a su vez, se reforzó con la desaparición de las superpotencias
capaces de controlar en cierta medida a sus estados satélites.
A este debilitamiento del Estado Nación se sumó la tendencia a dividir los
antiguos estados territoriales, para hacer otros más pequeños en respuesta a la
demanda de ciertos grupos de monopolio étnico lingüístico. Fueron movimientos
separatistas y autonomistas que luego del 70 se observarían en ascenso en el mundo
occidental. Este fenómeno fue bastante diferente en todo caso a lo observado en los
nacionalismos del s. XIX, pues más bien fueron producto de tres fenómenos:
- resistencia a la degradación a los estados nación existentes.
- egoísmo colectivo de las riquezas, lo que refleja la disparidad económica
entre regiones y países. Ej. La resistencia de las zonas ricas de subsidiar a
los pobres en EEUU.
- quizá como respuesta a la “revolución cultural” y la decadencia de las
normas y valores tradicionales, muchos habitantes se sintieron desposeídos y
huérfanos siendo la “comunidad” un término cada vez más vacío. Se observa
así en EEUU a fines de los sesenta el auge de grupos de identidad:
3 5
Hobsbawm, pp. 421
“agrupaciones humanas a las cuales una persona podía pertenecer de
manera inequívoca y más allá de cualquier duda” 4. En todo caso estos nuevos
grupos de identidad no tienen conexión intrínseca con la “autodeterminación
nacional” en busca de crear estados territoriales identificados con un mismo
pueblo que constituía la esencia del nacionalismo; más bien las políticas
étnicas, en las sociedades urbanas buscaban competir con grupos similares
por la participación de los recursos del estado no étnico a través de la idea de
la “lealtad de grupo”. En lo que si coincidió la política de identidad con el
nacionalismo étnico, eso si, fue en la idea de que “la identidad propia del
grupo consistía en alguna característica personal, existencia, supuestamente
primordial e inmutable que se compartía con otros miembros del grupo y con
nadie más”5.
Los Estado-nación no eran capaces de resolver, al parecer, los problemas de
identidad que bombardeaban el siglo XX. Es por ello que se idearon diversas formulas
con la idea de enaltecer nuevos mecanismo e instituciones capaces de enfrentar el
problema. Así la necesidad de coordinación global multiplicó las organizaciones
internacionales en las décadas de crisis (como las ONG por ejemplo, dejemos fuera el
especialmente eso para ti Reca). Aún cuando muchas medidas no surtieron los
resultados esperados, se dispondrá en las décadas siguientes de otras formas para
asegurar la acción internacional: la abdicación voluntaria del poder nacional a favor de
autoridades supranacionales (E. La Unión Europea); las autoridades de organizamos
financieros internacionales como el FMI o el Banco Mundial. Ambos organismos fueron
respaldados por las oligarquías de los países capitalistas más importantes asumiendo
autoridad en la época de crisis frente a la fluctuación incontrolable de los cambios, las
deudas del tercer mundo, y el hundimiento económico del bloque soviético en 1989.
XV. El Tercer Mundo y la Revolución
I
El tercer mundo fue una zona de revolución inminente y posible, mientras el
primer mundo se mantenía estable política y socialmente cuando comenzó la guerra
fría. La gran mayoría de los países de tercer mundo pasaron los años cincuenta con
revoluciones o golpes militares, mientras EEUU insistía en proteger el statu quo global.
Esta intervención norteamericana llego al punto de generar alianzas con locales
preferiblemente y defender el orden hasta en guerra abierta, haciendo finalmente del
tercer mundo un campo de batalla mientras el primer y segundo mundo iniciaban una
larga etapa de paz.
4
Hobsbawm, pp. 427
Ibíd..
22
 Este “potencial revolucionario” pareció también evidente para los regimenes
comunistas aun cuando estos no eran frecuentes en el tercer mundo, sin ser los
mismos comunistas los lideres de los movimientos de liberación nacional. Por lo general
la URSS fue más bien pragmática respecto a sus relaciones con los movimientos de
liberación radicales y revolucionarios del tercer mundo quizá porque no pensaba
ampliar ya las zonas de control soviético más allá de la Europa de la Europa orientas y
de la intervención china. Sorprendente es el caso cubano donde el régimen de Fidel
castro, declarado comunista, recibió la protección de la URSS aun cuando esta se limito
a las esferas que no pusiesen en peligro sus relaciones con EEUU. A su vez cuando la
crisis del movimiento internacional soviético fue amenazada en los sesenta por China
los países del tercer mundo mantuvieron celosamente una posición moderada. El
enemigo de estas zonas tercer mundistas no era el capitalismo, sino los intereses
locales precapitalistas u el imperialismo que apoyaba a dichos grupos. Por ende, la
forma de avanzar no era por medio de las armas sino a través de frentes populares que
lograsen el apoyo de la burguesía nacional. Aún así el tercer mundo fue la tierra de
esperanza de todos aquellos que seguían creyendo en la revolución social, pues ahí la
mayoría de los seres humanos se veía representado, mientras el interior estaba pronto
a ebullir siendo la esperanza que desgarrara la idea de que el fin de las ideologías
había llegado. Esas tierras atrasadas parecieron transformarse en el lugar donde los
ideales se mantenían vivos, por lo que los liberales durante la segunda mitad del siglo
XX terminarían por apoyar dichas revoluciones tercer mundistas. La creencia de que el
mundo podría emanciparse a través de la liberación de la periferia empobrecida, atrajo
así a muchos teóricos de la izquierda del primer mundo.
II
Las guerrillas aparecieron entonces como la clásica muestra de revolución
luego de 1945, utilizándose tácticas propagadas por ideólogos de la izquierda radical,
críticos de la política soviética; siendo Mao Tse Tung y Fidel Castro los grandes
inspiradores de estas activistas.
El caso de Cuba
1959 la revolución se apodera de la isla de Cuba un primero de enero. Luego
de variados movimientos estudiantiles se opto por la rebelión contra el gobierno del
general Fulgencio Batista quien había tomado el poder el 52’ derogando luego la
constitución. En términos militares la avanzada fue modesta pero finalmente victoriosa
dando mucho que hablar al mundo entero. Fidel sería acompañado en la conquista de
la isla por el conocido médico argentino y líder guerrillero Che Guevara quien no
contaba con más de 148 hombres en sus filas.
Los rebeldes triunfantes al igual que toda Latinoamérica se nutrían de la
retórica de los libertadores históricos como Simón Bolívar. A su vez se mostraban a
favor de realizar una “reforma agraria” esencialmente contra EEUU en el caso de los
países centro americano. Fidel no se reconocía así mismo comunista y fue ese punto el
que dio mucho para discutir entre las cúpulas estadounidenses en el anhelo de
mantener el statu quo. Aun así todo indicaba que el movimiento castrista iba en aquella
dirección, “desde las ideologías revolucionarias generales de quienes estaban prestos a
sumarse a insurrecciones armadas guerrilleras, hasta el apasionado anticomunismo del
imperialismo estadounidense en la década del senador McCarthy, que hizo que los
rebeldes antiimperialistas latinoamericanos miraran a Marx con más simpatía. La guerra
fría hizo el resto”6.
En 1960 antes de que castro decidiera que el socialismo era el camino para
Cuba, se autorizó a la CIA para que derrocara el régimen, pero las fuerzas
norteamericanas fracasaron. Así la relación de cuba con la URSS era cada vez más
cercana, mientras se comenzaba a aislar del bloque estadounidense. Quienes más
celebraron el triunfo fueron quienes miraban con ojos críticos a Moscú y a su prioridad
de coexistencia pacífica con el capitalismo.
El escenario Latinoamericano
Con el tiempo Cuba en la voz de Guevara comenzaría a alentar una
insurrección continental, donde muchos jóvenes latinoamericanos entusiastas se
lanzaron a luchas de guerrillas las que estuvieron condenadas de antemano al fracaso,
excepto en América central y Colombia.7 En general las guerrillas no fueron
campesinas, sino más bien urbanas. Pues estas eran más fáciles de realizar al no
requerir la solidaridad de las masas, aprovechando el anonimato de la gran ciudad y el
poder adquisitivo de dinero: las guerrillas urbanas o grupos terroristas en ese escenario
les era más fácil llevar a cabo golpes publicitarios o asesinatos espectaculares. Las
guerrillas no obstante obtener resultados en los países tercer mundistas no tendrían
razón de ser en las zonas desarrolladas, no obstante estas si lograrían inspirar a los
disidentes culturales del Primer Mundo al ser la imagen de la radicalización del mundo
en aquellos años. No obstante lo anterior, en A. Latina las fuerzas que resultaron más
importantes fueron la de los políticos civiles y los ejércitos, estando marcada la década
de los años sesenta por lo regímenes militares de derecha, sin ser estos en respuesta
necesariamente a la existencia de rebeldes armados.
III
Los países con un capitalismo industrial floreciente ya no volvieron a tomar más en
serio la expectativa de una revolución social mediante la insurrección. Entre 1968-9 una
ola de rebeliones sacudió los tres mundos, encabezada esencialmente por la nueva
fuerza social de los estudiantes. Su eficacia política fue tal ya que:
- eran fácilmente movilizables y disponían de más tiempo libre que los obreros.
- Estaban generalmente en las capitales bajo los ojos de los políticos.
- Al ser instruidos no eran tan fáciles de abatir como lo de clases más bajas.
6
Hobsbawm, pp. 438
7
Recordar que la guerrilla cubana tuvo una espiritualidad romántica, marcada por el heroísmo en
las montañas y la imagen del pueblo triunfante que prendió a muchas personas luego de la
victoria contra la intervención de la CIA.
23

Esta revolución nacía de las aulas y no de la experiencia vital del trabajo. Los
estudiantes del primero mundo no eran revolucionarios que quisieran derrocar
gobiernos o tomar el poder, era más bien una revolución cultural en rechazo a lo que la
sociedad representaba y sobre todos los valores de la clase media de sus padres Esta
revuelta a fines de los sesenta fue quizá el último aliento de la revolución del viejo
mundo pues se enmarcaba en la misma utopía de antaño, y que buscaba un cambio de
valores, una sociedad nueva y perfecta mediante la acción en las calles. La diferencia
es que este movimiento fue Global, pues por primera vez los ideólogos estudiantiles
estaban en un mundo unido y globalizado. Fue la primera generación en dar por obvias
las telecomunicaciones y las tarifas de vuelo económicas, no viendo problemas en
mantenerse informados sobre lo que pasaba tanto en Praga como en la Sorbona. Aún
así la revolución estudiantil no fue más que un sueño que no existía, pues como se dijo
ya nadie esperaba una revolución social en el mundo occidental: el futuro de la
revolución sólo podía estar en las zonas campesinas del tercer mundo.
Clara muestra del debilitamiento de la revolución mundial fue la caída del
movimiento internacional, pues ya desde 1956 la URSS comenzó a perder el monopolio
de la causa revolucionaria y de la teoría y la ideología que la unificaba. Desde entonces
hasta 1968 lo que quedaba de movimiento comunita se vio desintegrado, sobre todo
cuando China rompió con la URSS en 1960. Su fin fue el fin también de cualquier otro
tipo de internacionalismo socialista o revolucionario.
IV
En los setenta y mientras la edad de oro tocaba su fin, se sintió una nueva
oleada revolucionaria que se sumo a la crisis del comunismo en los ochenta con su final
derrumbamiento en 1898. Estos movimientos comenzaron en 1974 en Europa siendo
considerados quizá como la liquidación de asuntos antiguamente inacabados (Portugal
y Grecia). También una oleada revolucionaria pareció tocar a EEUU, cuando
Centroamérica y el caribe, zonas bajo su dominación, parecieron asumir un carisma
izquierdista, lo que no amenazó seriamente la dominación EEUU como había pasado
con Cuba. No obstante cualquier amenaza sentida por Washington era vista como un
signo de ambición de los soviéticos para hacerse con el dominio mundial, por lo que las
revoluciones del setenta generaron lo que se ha llamado la segunda guerra fría, siendo
el principal escenario África y Afganistán donde se enfrentaron los poderes de ambos
lados. La URSS no intervino en Latinoamérica pero si dio de que hablar en África no
controlando las revoluciones pero si apoyándolas.
La caída del Sha
La caída del sha de Irán en 1979 fue la gran revolución social del siglo XX,
que fue la respuesta al programa de modernización e industrialización (y rearme) que el
sha emprendió sobre las bases de un firme apoyo de los EEUU y de la riqueza
petrolífera del país. Esta modernización significaba una reforma agraria, a la par de la
industrialización financiada por el petróleo en la cual el sha confiaba sobremanera,
siendo que sería incapaz de competir con el mercado mundial como el esperaba. Su
entusiasmo por al educación reactivo las masas instruidas y con ello el bloque
estudiantil e intelectual revolucionario, volviéndose la modernización cultural contra el.
Esto sumado a la existencia de un clero iraní islámico fuertemente organizado y
políticamente activos que junto con los comerciantes habían formado el elemento
dinamizador de la política iraní. Estos grupos comenzaron a hacer público su discurso
que alentaba la necesidad de un gobierno 100% islámico y el deber del clero contra las
autoridades despóticas; se promovió así una revolución islámica (más detalles 452-
453). La novedad de esta revolución es que fue ideológica, siendo así al primera guerra
ganada con la bandera del fundamentalismo religioso y la primera también que
reemplazó el antiguo régimen por una teocracia populista. Desde este momento los
movimientos religiosos comenzaran a ser el aliento de muchas revoluciones.
V
Las revoluciones del siglo XX tendieron a atrofiar la tradición revolucionaria
establecida y despertar a las masas. La mayoría desde 1917 fueron lideradas por
activistas organizados siendo impuestas desde arriba. No obstante a fines del siglo XX
las masas volverían a escena, como hemos visto, en forma de guerrillas rurales o
urbanas y de grupos terroristas. Los activismo minoritarios, se harían frecuentes en los
países desarrollados, en el sur de Asia y en al zona islámica. La lista de presidentes
asesinados aumentaría entonces.
Las masas ya no se podían mantener aisladas de los acontecimientos
mundiales ya fuese a través de la televisión o las cintas magnetofónicas: lo que
determinaba todo finalmente era la facilidad con que las masas salían a las calles. No
obstante las masas no podían derrocar regímenes solas, pudiendo ser contenidas a
través de la fuerza; eso si lo que si demostraban las masas era la pérdida de legitimidad
del régimen. Como dice Hobsbawm no eran ejércitos sino multitudes que solo con
líderes, estructuras políticas y programas serían eficaces. Es claro que el llamado “voto
con los pies” asumió fuerza en las últimas décadas:
- quizá por el distanciamiento entre gobernantes y gobernados, donde la
desconfianza rápidamente se hacía sentir.
- Producto de la urbanización planetaria, pues al parecer las revoluciones
resurgieron con las ciudades, incluso en el tercer mundo.
“Nadie que considere la historia de este siglo en que sólo un puñado de los estados
que existen hoy han surgido o sobrevivido sin experimentar revoluciones,
contrarrevoluciones, golpes militares o conflictos civiles armados, apostaría por el
triunfo universal del cambio pacífico y constitucional, como predijeron e 1898 algunos
eufóricos creyentes de la democracia liberal. El mundo que entra en el tercer milenio no
es un mundo de estados o de sociedades estables.
No obstante si bien parece seguro que el mundo estará lleno de cambios violetos, la
naturaleza de estos cambios resulta oscura. El mundo social a fines del siglo XX se
halla en una situación de ruptura social más que de crisis revolucionaria, auque
24
contiene países en los que se dan las condiciones para el derrocamiento de regímenes mejorar la calidad de la gente común no dependía básicamente de su capacidad para
odiados que han perdido su legitimidad, a través de un levantamiento popular (…). generar riqueza.
También está lleno de violencia y lo que es más importante, de armas. El mundo del A esta situación se sumó otro síntoma evidente de la URSS: el auge del
tercer milenio seguirá siendo, muy probablemente un mundo violencia política y de término nomenclatura. Este término sugería precisamente que las debilidades de la
cambios políticos violentos. Lo único que resulta inseguro es hacia donde llevarán” egoísta burocracia del partido era una combinación de incompetencia y corrupción. Se
(Hobsbawm, pp. 457) hizo evidente que la URSS funcionaba fundamentalmente, mediante un sistema de
patronazgo, nepotismo y pago.
Los intentos por reformar las economías socialistas se abandonaron tras la
XVI. El final del socialismo primavera de Praga (sublevación contra el sistema). Era más fácil comprar en el exterior
que resolver la incapacidad de la agricultura soviética, por ejemplo. Era más cómodo el
soborno que reformar el sistema. A corto plazo parecía más importante mantener
El comunismo chino no puede considerarse únicamente una variante del
contentos a los consumidores, o mantener su descontento dentro de unos límites.
comunismo soviético y tampoco como una parte de sus satélites, ello se debe a que el
El problema para el socialismo era, que a diferencia del período de
comunismo chino triunfó en un país con una población mucho mayor de la que la
entreguerras donde estaba fuera de la economía mundial, se hallaba ahora demasiado
URSS. Además, China era mucho más homogénea nacionalmente que la mayoría de
comprometido en él, y no fue inmune a la crisis de los años setenta. El socialismo no
los demás países, sino que había formado una sola unidad política. Todos los demás
sólo debía enfrentarse ahora a sus propios problemas, sino a los de una economía
países en que triunfó el comunismo eran y se consideraban culturalmente atrasados y
mundial cambiante y conflictiva.
marginales en relación con otros centros de civilización. Este no fue el caso de China.
La crisis del petróleo hizo más evidente este problema. Sin embargo, tuvo
No tenían ningún sentimiento de inferioridad intelectual o cultural con respecto a otros
consecuencias afortunadas. La URSS era uno de los principales productores, por lo
pueblos.
cual el petróleo se les convirtió en oro. Con esto pagaron las crecientes importaciones
El comunismo chino fue tanto social, como cultural. El detonante social que
del mundo capitalista, posponiendo la necesidad de las reformas. Se ha dicho que fue
alimentó la revolución fue la gran pobreza y opresión el pueblo chino.
esta enorme e inesperada bonanza que hizo que la URSS cayese en la tentación de
El elemento nacional actuaba en el comunismo chino tanto a través de los
realizar una política más competitiva hacia EEUU, y se embarque en una carrera
intelectuales de clase media y alta, que proporcionaron la mayoría de sus líderes, a
suicida por superarlo en armamentos. La otra consecuencia fue que los dólares
través del sentimiento ampliamente difundido de que los bárbaros extranjeros no traían
distribuidos en el sistema bancario internacional lo hicieron en forma de créditos. Muy
nada bueno. La resistencia ala conquista japonesa hizo que lo comunistas chinos
pocos países en vías de desarrollo se resistieron.
pasaran a ser los representantes de todo el pueblo. Fueron capaces de imponerse a la
Esto hizo que la crisis de los ochenta fuera más aguda, puesto que las
conquista japonesa, y se convirtieron en el gobierno legítimo de China. Fueron capaces
economías socialistas eran demasiado inflexibles para emplear productivamente la
de crear una organización disciplinada a escala nacional, apta para desarrollar una
afluencia de recursos.
política de gobierno desde el centro hasta las zonas más alejadas del país. La
A principios de los ochenta la Europa oriental se encontraba en medio de una
contribución del bolchevismo leninista consistió más organización que en doctrina.
aguda crisis energética. Esto produjo escasez de comida y de productos
A partir de 1956 las relaciones con la URSS comenzaron a deteriorarse. Esto
manufacturados. Esta fue la situación en que el socialismo realmente existente en
concluyó con la ruptura de relaciones entre ambas potencias. La URSS retiró su apoyo
Europa entró en su década final. La única forma eficaz inmediata de manejar esta crisis
técnico y material
fue el tradicional recurso estalinista a las restricciones y a las estrictas órdenes
El nuevo rumbo que había tomado China significaba que eran necesarios
centrales, al menos donde la planificación central seguía funcionando. Esto funcionó
cambios radicales en la estructura del socialismo realmente existente. Con la llegada de
entre 1981 y 1984.
los años ochenta se hizo patente que algo andaba mal con los regímenes que se
La Europa oriental era el talón de Aquiles del sistema soviético. Después de la
decían socialistas. La ralentización de la economía soviética era evidente. La tasa de
primavera de Praga, muchos de los regímenes satélites comunistas habían perdido su
crecimiento decaía de quinquenio en quinquenio. De hecho, hacia los años setenta
legitimidad. Se mantuvieron en el poder mediante la coerción del estado, respaldada
estaba claro que no sólo se estancaba el crecimiento económico, sino que incluso que
por la amenaza de la invasión soviética, dando a los ciudadanos unas condiciones
los indicadores sociales básicos (mortalidad) dejaban de mejorar. Esto minó la
materiales y una libertad superiores a las de la media de la Europa del este, que la
confianza en el socialismo más que cualquier otra cosa, porque su capacidad para
crisis económica hizo imposible de mantener. No era posible ningún tipo de oposición

25
organizada. Sin embargo, Polonia lo logró. Quedó de manifiesto que la URSS ya no
estaba preparada para intervenir.
En 1985 llega al poder como secretario general del Partido Comunista
soviético, Mijail Gorbachov. Este último denunció la era de una aguda fragmentación
política y cultural entre la elite soviética. No sólo incluía al grupo que cooptaba el poder,
sino al numeroso grupo de la clase media culta y capacitada técnicamente, así como los
gestores que hacían funcionar económicamente el país. La crítica y la autocrítica
impregnaron la amalgama cultural de la URSS, incluyendo a importantes sectores del
partido y del estado. La amplia y súbita respuesta de Gorbachov a la glasnot (apertura o
transparencia) difícilmente puede explicarse de otra manera.
No obstante, la respuesta de los estratos políticos e intelectuales no debe
tomarse como la respuesta de la gran masa de los pueblos soviéticos. Para éstos, a
diferencia de la mayoría de los pueblos de este de Europa, el régimen soviético estaba
legitimado y era totalmente aceptado, aún cuando fuera porque no habían conocido otro
régimen. Era el viejo imperio zarista con una nueva dirección. De ahí que hasta los años
ochenta no se hayan manifestado signos serios de separatismo. Además el régimen, no
sólo tenía un arraigo y un desarrollo domésticos, sino que el pueblo, de forma difícil de
explicar, llegó a amoldarse al régimen de la misma manera que el régimen se había
amoldado a ellos. Para la mayoría de los ciudadanos soviéticos, los años setenta no
habían sido una era de estancamiento, sino la etapa mejor que habían conocido.
No era raro que los reformistas no sólo tuvieran que enfrentarse a la
burocracia soviética, sino a la ciudadanía. Social y políticamente, la mayor parte de la
URSS era una sociedad estable, debido en parte, sin duda, a la ignorancia (censura) de
lo que sucedía en otros países. La presión por reformas en la URSS no vino de pueblo.
De hecho vino, como tenía que venir, de arriba. Importa la forma en que
Gorbachov llegó al poder. En primer lugar, la corrupción de la cúpula del partido
comunista indignó a una parte del partido que aún creía en la ideología. En segundo
lugar, los estratos ilustrados y técnicamente competentes (los que mantenían la
economía) eran conscientes de que sin cambios drásticos y fundamentales el sistema
se hundiría, no sólo por su ineficacia e inflexibilidad, sino por que sus debilidades se
sumaban a las exigencias de una condición de superpotencia militar que una economía
en decadencia no podía soportar
El papel de Gorbachov fue exactamente cambiar de orientación a la URSS.
Quería finalizar la guerra fría, y en un período corto de tiempo (éxito) convenció a
occidente que esta era la verdadera intención soviética.
Gorbachov inició su campaña de transformación del socialismo soviético con
los lemas de perestroika o reestructuración (económica y política) y glasnot o libertad de
información. La reforma venía desde arriba. Pero la estructura del partido- estado era su
mayor obstáculo para transformar el sistema que lo había creado. La glasnot se
proponía movilizar apoyos dentro y fuera del aparato contra esas resistencias, pero su
consecuencia lógica fue desgastar la única fuerza que era capaz de actuar.
Lo que empeoró la situación era un programa más específico que la
perestroika. Significaba la introducción de un estado democrático- constitucional basado
en el imperio de la ley y en el disfrute de las libertades civiles. Esto implicaba la
separación entre el estado y el partido, el desplazamiento del poder efectivo de
gobierno de partido a estado. Esto implicaba, a su vez, el fin del partido único y de su
papel dirigente.
En la práctica el nuevo sistema llegó a instalarse, pero la perestroika apenas
había sido esbozada. La distancia entre la retórica de la reforma económica y la
realidad de una economía en decadencia era cada vez más evidente.
Esto era sumamente peligroso, porque la reforma constitucional se limitaba a
desmantelar un conjunto de mecanismos políticos y los desmantelaba por otros. El
criterio de la perestroika era el de trabaja el día a día. No había resultados evidentes.
Los reformistas económicos deseaban abolir la economía socialista de
mercado, sin embargo, lo que los reformistas querían era tener las ventajas del
capitalismo sin perder las del socialismo.
Lo que llevó a al URSS con creciente velocidad hacia el abismo fue la
combinación de la glasnot (desintegración de la autoridad), con una perestroika que
conllevó la destrucción de los viejos mecanismo que hacían funcionar la economía, sin
proporcionar ninguna alternativa, y provocó el creciente deterioro del nivel de vida de
los ciudadanos.
El rechazo de la enorme y extendida corrupción de la nomenclatura fue el
carburante inicial para el proceso de reforma. De ahí que Gorbachov encontrara apoyo.
Pero a pesar de lo corrupto, ineficaz y parasitario que había sido el sistema de partido
único, seguía siendo esencial en una economía basada en un sistema de órdenes. La
alternativa a la autoridad no iba ser la autoridad constitucional, sino la no autoridad.
Esto le pasó a Gorbachov y a Yeltsin cuando trasladó la fuente de poder al estado.
La URSS avanzaba hacia la desintegración. Las líneas por las que se iba a
fracturar ya se habían trazado: por un lado estaba el sistema de poder territorial
autónomo encarnado en la estructura federal del estado, y por otro, los complejos
económicos autónomos. La fractura nacionalista estaba potencialmente dentro del
sistema. . La desintegración económica ayudó a acelerar la desintegración política y fue
alimentada por ella. Con el fin de la planificación y de las órdenes del partido desde el
centro, ya no existía una comunidad nacional efectiva, sino una carrera de cada
comunidad, hacia la autoprotección y la autosuficiencia o bien hacia los intercambios
bilaterales.
El punto sin retorno se alcanzó en la segunda mitrad de 1989. El colapso
político siguió al llamamiento de asambleas democráticas, a lo que le siguió el colapso
económico. Uno a uno los regímenes comunistas fueron desertando de forma pacífica.
Estaba claro que Moscú no iba a intervenir. Además casi nadie creía ya en el sistema o
sentían lealtad alguna hacia él, incluso por quienes lo gobernaban
La caída de los satélites europeos en 1989 y la aceptación, de la reunificación
alemana demostraron el colapso de la URSS como potencia internacional y, más aún,
como superpotencia, Sin embargo, la desintegración no se debió a fuerzas
nacionalistas. Fue obra, principalmente, de la desintegración de la autoridad central,
que forzó a cada región o subunidad del país a mirar por sí misma y, también, a salvar
26
lo que se pudiera de las ruinas de una economía que se deslizaba hacia el caos. No se
podía hacer nada hasta que el viejo sistema y todo lo que se relacionara con él fuera
totalmente destruido. En términos económicos el sistema debía ser totalmente
pulverizado mediante la privatización total y la introducción de un mercado 100% libre.
Pero todos fracasaron el la tarea de enfrentarse al problema real de cómo una
economía de planificación central podía transformarse en una dinamizada por el
mercado.
Sin embargo, cuando llegó la crisis final no fue económica sino política para
prácticamente la totalidad del establishment de la URSS. La idea de una ruptura total
era inaceptable, sin embargo, la disolución del centro pareció reforzar las fuerzas
centrífugas y hacer inevitable la ruptura, a causa también de la política de Boris Yeltsin.
Cuando éste último fue elegido no hizo más que acelerar la separación total.
Para concluir podemos señalar cuan superficial fue el arraigo del comunismo
en la enorme área que había conquistado. Esto se debe a dos razones: el comunismo
no se basaba en la conversión de las masas, sino que era para las vanguardias. Por
otra parte todos los partidos comunistas en el poder eran, por definición y voluntad
propia, elites minoritarias. La aceptación del comunismo por parte de las masas no
dependía de sus convicciones ideológicas, sino de como juzgaban lo que les deparaba
la vida bajo los regímenes comunistas, y cual era su situación comparada con la de los
otros. El comunismo era en esencia una fe instrumental en que el presente sólo tenía
valor como medio para alcanzar un futuro indefinido.
Con el colapso de la URSS el experimente del socialismo realmente existente
llegó a su fin, porque incluso donde los regímenes comunistas sobrevivieron y
alcanzaron éxito, como en China, se abandonó la idea original de una economía única
centralizada y planificada, basado en un estado totalmente colectivizado o en una
economía de propiedad totalmente cooperativa y sin mercado. Ello se debe a que el
experimento soviético no se diseñó como una alternativa global al capitalismo, sino
como un conjunto específico de respuestas a la situación concreta de un país muy
vasto y muy atrasado en una coyuntura histórica particular e irrepetible.
XVII. La Muerte de la Vanguardia: Las Artes después de
1950
El siglo XX presenció las más revolucionarias transformaciones de la vida humana,
tomando en cuenta el método de estructuración histórica que cada vez se torna más
irreal, primero por la constante difuminación de la clasificación de arte, creación o
artificio y, en segundo lugar, por la aplicación democrática de criterios para decidir que
“es mejor”. Observamos una revolución en el arte y las formas de entretenimientos
populares más pronto y de un modo más radical que el de las llamadas “artes mayores”,
especialmente las más tradicionales. La era de la “reproductividad técnica” condujo a
una serie de transformaciones que podemos apreciar en dos aspectos:
- La tecnología volvió a las artes omnipresentes mediante la invención, por ejemplo, del
transitor, transformación que tuvo repercusiones políticas y culturales. La radio cederá
paso a la televisión, la cual llevó a los hogares imágenes en movimiento,
universalizándose en un corto plazo. Nunca antes había sido tan imposible escapar de
la experiencia estética, así la novedad consistía en que la tecnología impregnaba de
arte la vida cotidiana pública o privada.
- La tecnología transformó la percepción del arte en la medida que perdió el carácter
lineal y secuencial de antaño cambiándolo a una simultánea y de velocidad inigualable
(ej: zapping)
En lo que respecta a las “artes mayores” tras la era de las “catástrofes” sufrieron
cambios significativos:
- Desplazamiento de los centros tradicionales (europeos) de la cultura de elites. Nueva
York se convierte en el punto de convergencia del mercado de las artes, especialmente
en el campo de la arquitectura mediante un “estilo internacional” que se transportó a
otros lugares su construcción de monumentos, por ejemplo, en Brasilia.
Europa daba muestras de desfallecimiento, excepcional es el surgimiento del
neorrelismo italiano cinematográfico. Francia ya no destacará por su aporte de
creadores literarios sino que por sus intelectuales y ensayistas. El panorama británico
era más vital muestra de ello es que Londres se constituyó como la capital de los
espectáculos musicales y teatrales y aportar con un grupo de arquitectos de
vanguardia. Aún así su aporte en el área en que se destacaba, la literatura, fue bajo. En
cuanto a la Alemania escindida llama la atención que los talentos activos de Alemania
occidental, durante los 50 años después de la posguerra, hayan sido emigrantes del
Este. Alemania ilustra un aspecto curioso de la migración de la alta cultura: su relativo
florecimiento bajo el comunismo durante ciertos períodos. Hipótesis no aplicable a
cualquier dictadura, ya que en la medida en que las artes dependían del patronazgo
público la preferencia dictatorial reducía las opciones de los artistas. A la vez, hay que
admitir que en algunos regímenes comunistas no insistieron en dirigir las artes, sus
creadores gozaron de altas subvenciones culturales. La URSS, por su parte, siguió
culturalmente siendo yerma, al menos en comparación con tiempos anteriores, salvo
quizás la poesía. Sus intelectuales estuvieron aislados tanto por el gobierno central
como por el convencimiento de las gentes en la legitimidad del régimen.
Por otra parte, la creatividad floreció en los regímenes comunistas de Europa Oriental,
sobre todo tras la desestalinización La luz emitida por la China comunista fue débil,
sobre todo por los períodos de represión. Significativa es la “revolución cultural” en
tiempos de Mao Tse-tung. Lo que todos los “talentos” de regímenes comunistas,
ditactoriales, etc. tenían en común era lo que pocos de los directores y escritores de
cine de las economías desarrolladas del mercado gozaban: la sensación de que su
público los necesitaba. Pero el florecimiento ambiguo del arte en Europa no respondía
sólo a su función de oposición tolerada, sino que, a su vez, a que la mayoría de los
jóvenes practicantes se alimentaban de la esperanza de que sus países entrarían en
una nueva fase después de los horrores de la guerra. Paradójicamente, los intelectuales
y artistas del segundo mundo socialista gozaban de gran prestigio, prosperidad y
27
privilegios 8por ejemplo, diplomáticos) a diferencia de los artistas de países
occidentales desarrollados que no tenían oportunidades políticas.
- Crecimiento enorme de los recursos disponibles para promover las artes. Se trata de
una época de prosperidad sin precedentes, donde los recursos públicos y privados
fueron mucho mayores, sin duda el primero fue más importante que el segundo, a
excepción de Estados Unidos, donde el mecenazgo privado otorgaba status social. Se
constituyen una serie de fenómenos económicos:
 La compra de arte como inversión, forjándose un mercado que tras una
forzosa depresión hasta los `50 tomando gran vigorosidad en los 80,
realizándose las “transacciones” más importantes, primero, en Londres y,
luego, en New York. No obstante, las expectativas no se cumplieron y el
mercado artístico entró en colapso a principios de los noventa.
 La integración de las artes a la vida académica en las instituciones de
educación superior que experimentó una extraordinaria expansión. Esto fue, a
la vez, un fenómeno general y específico.
Esta expansión proporcionó cada vez más empleo y se convirtió en un mercado para
hombres y mujeres con escaso atractivo comercial, sobre todo en la literatura. Es
decir, se produce una “elitización” del arte, ya que las artes creativas no comerciales
podían al menos sobrevivir en lejanía del “público masivo”.
El crecimiento académico provocó, además, la binación de su posición, puesto que los
glosadores y escoliastas se independizaron de su tema al sostener que un texto era lo
que el lector hacía de él, moda que llegó incluso a las películas populares.
Creación revolucionaria de una industria del ocio destinada a un mercado de masas,
reduciendo las formas tradicionales del “gran arte” a los guetos de las elites. Se produjo
una segregación cada vez más completa en la medida que la mayoría del público que
apelaba a la industria de masa se encontraba de forma accidental y ocasional con
alguno de los géneros de la alta cultura.
Decadencia de géneros característicos que habían alcanzado gran esplendor en el siglo
XIX y que sobrevivieron durante la primera guerra mundial del siglo XX: la escultura, los
monumentos, la pintura, la música docta, la novela, entre otras. Sólo el status social
atribuido a una “alta cultura” pasada de moda impidió una decadencia más rápida de
sus géneros tradicionales.
Esta decadencia no se debió a la falta de talento, sino que a otro orden de cosas:
- El talento artístico abandonó las antiguas formas de expresión porque aparecieron
formas nuevas más atractivas o más gratificantes, por ejemplo, el teatro el cine y la
literatura cedieron paso a la televisión.
- El triunfo universal de la sociedad de consumo. A partir de los años sesenta las
imágenes y sonidos publicitarios acompañaban todo el tiempo a las personas del
mundo occidental, estímulos que implicaban consumo o entretenimiento comercial de
las masas. De ahí que claudicara el medio de expresión principal de la “alta cultura”: la
palabra impresa.
Insignificante como arte, esta moda reconocía, no obstante, que el mercado de masas
basaba su triunfo en la satisfacción de las necesidades tanto espirituales como
materiales de los consumidores. Los intelectuales al viejo estilo habían menospreciado
a las masas al verlas como receptoras pasivas de lo que la gran empresa quería que
comprasen. Sin embargo, la década de los cincuenta demostró (rock- and- roll) que las
masas sabían o, por lo menos, distinguían lo que les gustaba. En consecuencia, lo que
importaba ahora no era lo bueno o lo malo, sino lo que atraía a más gente, lo que
distanciaba aún más al arte tradicional.
- La muerte de la modernidad que desde fines del XIX había legitimado la práctica de la
creación artística no utilitaria y que servía de justificación a los artistas en su afán de
liberarse de toda restricción, tomando la innovación como ley. Pretendían el ansiarte ser
una vanguardia. En la primera mitad del siglo XX esto funcionó. La era fascista propuso
una reflexión. La modernidad todavía pertenecía a la vanguardia y a la oposición,
excepto entre los diseñadores industriales y las agencias de publicidad.
Finalmente, con la aparición de la “posmodernidad” se produjo una separación
(mayoritariamente generacional) entre aquellos a quienes repelía lo que llamaban l
frivolidad nihilista de la nueva moda y los que pensaban que tomarse en serio las artes
era tan sólo una reliquia más del pasado. Todos los tipos de “posmodernidades”
encontrables apuntan a un escepticismo esencial sobre la existencia de una realidad
objetiva y/o la posibilidad de llegar a una comprensión consensuada de ella por medios
racionales. Todo tendía a un relativismo radical.
De este modo, la “posmodernidad” no estaba confinada a las artes.
XVIII. Brujos y Aprendices: Las Ciencias Naturales
El siglo XX convive y depende de la omnipotencia de las ciencias naturales
como ningún otro siglo, de modo que la ciencia transformó tanto el mundo como el
conocimiento del mismo.
Para Hobsbawm importantes son los siguientes procesos:
1- Fin del euro centrismo, movimientos de diversificación y concentración de los centros
científicos. En el siglo XX se produjo una expansión espectacular en el número del
personal científico y técnico potencial como resultado, esencialmente, de la evolución
educativa de la segunda mitad de siglo. Tras la era de las catástrofes y del fascismo, el
centro de gravedad científico se desplazó hacia los Estados Unidos, donde ha
permanecido. Junto con lo anterior, se produce la aparición de nuevos centros de
investigación independientes (ej: Nueva Zelanda) y el auge de científicos no europeos,
especialmente en Extremo Oriente y en el subcontinente indio.
En un mundo cada vez más globalizado, el hecho de que las ciencias naturales hablen
un mismo lenguaje y empleen una misma metodología ha contribuido, paradójicamente,
a que se concentren en los pocos centros que disponen de los medios adecuados para
desarrollar su trabajo; es decir, en unos pocos países altamente desarrollados y, sobre
todo, en los Estados Unidos. E incluso dentro de esta concentración se produjo otra
aún más acotada dentro del mundo desarrollado debido, en parte, a la reunión de
28
recursos y científicos, por razones de eficacia, y en parte porque el enorme crecimiento
de los estudios superiores creó una jerarquía, o más bien una oligarquía, entre sus
instituciones.
Se constituyó de esta forma, en un mundo democrático y populista, una elite de
científicos concentrados en unos pocos centros financiados que experimentaron la
incomunicación, producto de la especialización, no sólo con los legos, sino que además
con sus mismos pares.
2- Se constituye una ciencia extremadamente aplicada, a tal punto que debido a su
excesiva cotidianeidad no es necesario ya ser entendida por sus usuarios.
La “ciencia avanzada” tuvo un estrecho margen de aplicabilidad hasta finales del siglo
XIX, salvo en los casos adecuados, convertirla en ideología, como sucedió en el siglo
XVIII con Newton y en el XIX con Darwin. Sin embargo, muchos ámbitos de la vida
humana seguían estando regidas casi exclusivamente por la experiencia, la
experimentación, la habilidad, el sentido común entrenado y, a lo sumo, la difusión
sistemática de conocimientos sobre las prácticas y técnicas disponibles.
Distintivo del siglo XX es que los resultados de la “alta ciencia” se cotidianizaron a tal
punto que sin ella la vida cotidiana era inconcebible en cualquier parte del mundo.
La tecnología basada en las teorías y en la investigación científica avanzada se dio en
entornos y espacios cognitivos muy alejados del ciudadano medio. Además, la
inmediatez de la pragmaticidad alcanzada por ésta fue tan alta que incluso los mismos
científicos ignoraban los alcances de sus adelantos. Ejemplo de ello es el
descubrimiento de la fisión nuclear que tuvo, más tarde, implicaciones severas en el
devenir de la guerra y la paz.
Esta traducción inmediata de las innovaciones científicas en tecnologías prácticas se
puede explicar por:
a. La animación de la búsqueda tecnológica durante la Segunda
Guerra Mundial sin reparar en costes, ya sea para fines bélicos o
para alcanzar prestigio nacional.
b. Aceleración, producto de lo anterior, de la transformación de la
ciencia de laboratorio en tecnología, parte de la cual demostró tener
una enorme aplicabilidad en la vida cotidiana.
c. La asombrosa expansión de la información teórica y práctica ayudó
a que los nuevos avances se tradujeran, en un lapso de tiempo
cada vez menor, en una tecnología que no requería ser entendida
por parte de los usuarios finales.
De este modo, los aprendices de brujo ya no tenían que preocuparse por su falta de
conocimiento.
3- Ruptura con la experiencia sensorial y con el sentido común que significó una ruptura
con las certezas tradicionales y metodológicas. Sus consecuencias pueden ilustrarse
claramente en la física, la reina indiscutible de las ciencias de primera mitad de siglo.
Ningún otro ámbito científico parecía más sólido, coherente y metológicamente seguro
que la física newtoniana cuyos fundamentos se vieron socavados por las teorías de
Plank y de Einstein, así como por la transformación de la teoría atómica que siguió al
descubrimiento de la radioactividad en la década de 1890.
Entre 1895 y 1914 se pusieron en entredicho sus características, esto es: que era
objetiva, no era ambigua, sus leyes eran universales y que los mecanismos que
relacionaban los fenómenos eran comprensibles, esto es susceptibles de expresarse en
términos de “causa y efecto”. Esta situación llevó a que los científicos no supieran cómo
conciliar lo antiguo con lo moderno.
Entre 1924 y 1927 las dualidades fueron soslayadas con la construcción de la
“Mecánica cuántica” y con ella los conceptos clásicos no son aplicables más allá de
ciertos puntos. Tal fue la hecatombe que hubo pioneros de la nueva ciencia a quienes
les resultó imposible aceptar el fin de las viejas certidumbres, incluyendo a sus
fundadores.
La incoherencia era tal que a la “crisis de la física” se unió la “crisis de los fundamentos”
(1900-1930), esto es, su último reducto: las matemáticas. Finalmente, también afectó la
visión que tenían los científicos de mundo en general. En realidad, a medida que los
físicos aprendieron a despreocuparse por las cuestiones filosóficas, se agudizaba la
incoherencia.
En el marasmo conceptual sobre el que se edificaron las ciencias del siglo XX, habían,
sin embargo, un presupuesto básico y esencialmente estético que no se puso en duda,
al contrario, ocupó cada vez mayor centralidad: “la belleza es verdad y la verdad,
belleza”; es decir, una teoría bella, presuntamente verdadera, debe unificar y simplificar.
Sin embargo, la nueva revolución no produjo tal simplificación, sino una complicación. A
la ansiada teoría del todo se impuso un nuevo tipo de síntesis conocida con el nombre
de “teoría del caos”, que dio vuelta la antigua causalidad y a la capacidad de predecir.
Las consecuencias políticas, económicas y sociales de este enfoque pueden ser de
largo alcance.
A este absurdo total hay que agregar la constatación de que el universo entero parecía
expandirse a una velocidad de vértigo, desprendiéndose diversas preguntas acerca de
los orígenes y del final del cosmos, provocando el floreciente campo de la cosmología.
Este descubrimiento disminuyó, además, la identificación de la “ciencia dura” con la
experimentación, es decir, con la reproducción de los fenómenos naturales. Así, el
universo en expansión añadió a la confusión en que estaban sumidos tanto los
científicos como los legos.
Es importante convenir que desde el período de 1900-1927 la física no ha
experimentado ninguna revolución, sino tan sólo grandes avances evolutivos dentro del
mismo campo conceptual.
4- Las ciencias se desarrollaron en un trasfondo de recelos y temores. Estos fueron
alimentados por los siguientes sentimientos:
a. La incomprensibilidad de las ciencias.
29
 b. Visión de que las consecuencias prácticas o morales eran
impredecibles y probablemente catastróficas.
c. Ponía de relieve la indefensión del individuo y que minaba la
autoridad.
d. Era intrínsecamente peligrosa en la medida que interfería el orden
natural de las cosas.
Los sentimientos “a” y “b” eran compartidos por científicos y legos, mientras que “c” y
“d” correspondía más bien a los legos.
Se produce un espiral especulativo, ya que en la medida que aumentaban los avances
en la ciencia aumentaba también el ansia por lo inexplicable.
Expresión del rechazo a las reivindicaciones y dictados de la ciencia fue el auge de la
observación masiva de OVNIs.
El carácter enfermizo de la cultura norteamericana ayudó también a difundir estos
temores, a medida que la vida se veía cada vez más inmersa en la nueva tecnología,
incluyendo la tecnología médica y sus riesgos.
Se produce así, un distanciamiento entre los expertos, que tenían algún criterio a partir
del cual juzgar, y los legos, que sólo tenían la esperanza o miedo. Esto a casusa de la
diferencia de la valoración desapasionada, que podía considerar que un pequeño grado
de riesgo era un precio aceptable a cambio de un gran beneficio, y los individuos que,
comprensiblemente, deseaban un riesgo cero, al menos en teoría.
Sin embargo, en la primera mitad del siglo las mayores amenazas para la ciencia no
venían de quienes se sentían humillados por su incontrolable poder, sino de quienes
creían poder controlarla. La URSS y el nazismo fueron los dos únicos tipos de
regímenes políticos que dificultaron la investigación científica pese a que estaban
profundamente comprometidos en principio con el progreso técnico ilimitado y, en uno
de los casos, con una ideología que lo identificaba con la “ciencia” y que alentaba a la
conquista del mundo en nombre de la razón y la experimentción, aunque ambos
objetaban los desafíos a las verdades a priori que establecían sus cúpulas.
A fines del siglo XX la imposición de criterios oficiales a la teoría científica volvió a ser
practicada por regímenes basados en el fundamentalismo religioso.
De todas formas, la idea de que la ciencia equívale a una catástrofe potencial
pertenece, esencialmente, a la segunda mitad del siglo en distintas fases:
a. Fase inicial: la de la pesadilla de una guerra nuclear corresponde a
la era de la confrontación entre las superpotencias que siguió a
1945.
b. Fase más universal: crisis que comenzó en la década de 1970.
5- Se da una especial relación entre la ciencia y el contexto, especialmente en el
espectro político. Las ciencias naturales sufrieron una excepcional politización ante la
época de crisis y catástrofes en que vivían sus científicos. Los científicos que surgieron
en los países fascistas y en la URSS no podían mantenerse al margen de la política de
sus gobiernos. Era un fenómeno extendido, donde los científicos estaban más
directamente politizados por sus bien fundadas creencias de qe los legos, incluyendo a
los políticos, no tenían ni idea del extraordinario potencial que la ciencia moderna,
adecuadamente empleada, ponía en manos de la sociedad humana.
La etapa de ciencia politizada alcanzó su punto álgido en la Segunda Guerra Mundial, el
primer conflicto en que los científicos fueron movilizados de forma sistemática y
centralizada con fines militares, con mayor eficacia, probablemente, por parte de los
aliados. La consecuencia trágica del esfuerzo antisfascista resultó ser la guerra
atómica.
Al mismo tiempo, la guerra acabó por convencer a los gobiernos que dedicar grandes
recursos a la investigación científica era factible y esencial para el futuro.
El grado de politización comenzó a bajar después de la segunda guerra, ni la Guerra
Fría despertaría las fuerzas de antaño. En el mundo occidental desarrollado las ciencias
naturales permanecieron política e ideológicamente inactivas durante una generación,
disfrutando de sus logros intelectuales y de los vastos recursos con que ahora
disponían para sus investigaciones. Fue en la zona de influencia soviética,
inesperadamente donde la ciencia se politizó.
Sin embargo, a partir de los años `70 el mundo exterior afectó la actividad de los
laboratorios y seminarios de una manera más indirecta, pero también, más intensa, con
el descubrimiento de que la tecnología derivada de la ciencia, cuyo poder se multiplicó
gracias a la explosión económica global, era capaz de producir cambios fundamentales
y tal vez irreversibles en el planeta Tierra por lo menos como hábitat para los
organismos vivos. Expresión de ello fueron el “efecto invernadero”.
Esto explica los temores que provocaron a que la política y las ideologías se
reinteresasen en las ciencias naturales hasta el punto de plantearse la necesidad de
límites prácticos y morales en la investigación científica, cuestiones que no se habían
planteado seriamente desde el fin de la hegemonía teológica.
Por otro lado, la revolución cultural occidental de los años sesenta y setenta produjo un
fuerte neorromántico e irracionalista ataque contra la visión científica del mundo.
De lo que se trataba ahora no era de la búsqueda de la verdad, sino de la imposibilidad
de separarla de sus condiciones y consecuencias. Al mismo tiempo, el debate se dirimía
entre los optimistas y los pesimistas acerca de la raza humana, ya que el presupuesto
básico de quienes contemplaban restricciones o autolimitaciones en la investigaciones
era que la humanidad, tal como estaba organizada hasta el momento, no era capaz de
manejar el potencial de transformación radical que poseía, siquiera de reconocer los
riesgos que estaba corriendo. Porque incluso los brujos queno aceptaban límites en sus
investigaciones desconfiaban de sus aprendices.
Para la mayoría de los científicos, cuyas instituciones estaban directa o indirectamente
financiadas con fondos públicos, los controladores eran los gobiernos, cuyos criterios
eran en función de la necesidad de lograr ciertos resultados prácticos, de forma que ya
no interesa la verdad última, síntesis de la belleza angular de la ciencia de antaño, sino
la verdad instrumental.
XIX. El Fin del Milenio
30
 El siglo XX finalizó con un desorden global de naturaleza poco clara, y sin
ningún mecanismo para poner fin al desorden o mantenerlo controlado.
El mundo del siglo XX se caracteriza por:
- Incertidumbre y ambigüedad de los personajes del escenario internacional
Por primera vez, en dos siglos, en la década de 1990 se careció de cualquier estructura
o sistema internacional. Ejemplo de ello, según el autor, es la proliferación tras la caída
del muro de Berlín de nuevos estados territoriales.
Se presencia, a su vez, la desaparición o transformación de todos los actores del drama
mundial, a excepción de Estados Unidos que se mantiene como única potencia
internacional. En lo que respecta a la otrora potencia rusa, vio profundamente reducida
su potencial territorial e internacional. Por su parte, Gran Bretaña y Francia, si bien
perdieron su dirigismo internacional, mantuvieron un status regional. Por último,
Alemania y Japón, pese a alzarse como potencias económicas e industriales
indiscutidas, no se desarrollan como potencias militares.
Un último aspecto que recalca es que no se sabe si los estados -grandes o pequeños,
nuevos o antiguos- sobrevivirán en su forma actual durante el primer cuarto del siglo
XXI.
- Poca claridad de los peligros a los que se enfrenta el mundo. El autor detecta:
- El peligro global de guerra ha cambiado, por lo tanto, es improbable una tercera guerra
mundial al viejo estilo, muestra de ello han sido las múltiples guerras (ej: Irak-Irán y
Gran Bretaña-Argentina) y operaciones militares variadas en Europa, Asia y África
donde no están claros los actores ni los fines.
- Fin de la inmunidad de los estados fuertes, estables y privilegiados debido a la
privatización y democratización de los medios de destrucción que corresponde a una
innovación de la segunda mitad del siglo XX. Este proceso implicó el aumento
espectacular de los costes para controlar la violencia y los conflictos, para los cuales
muy pocos o ningún estado estaba preparado para afrontarlo.
- Nueva tensión internacional: la creciente separación entre las zonas ricas y pobres del
mundo. Se destacan dos procesos:
1- La acentuación de las diferencias conducen y acentúan los resentimientos
recíprocos. Muestra de ello es, en un sentido, el auge del fundamentalismo
islámico que se opone a "Occidente"; y, por el contrario, la amenaza en los
países ricos de la xenofobia popular que se dirige contra los extranjeros
tercermundistas.
2- La desaparición del primer activo del imperialismo: la buena disposición de las
poblaciones para, una vez, conquistadas, dejarse administrar por los
ocupantes. Se desprende, entonces, que vencer- en términos militares- no
implica controlar el territorio, por tanto, no existe una imposición total pese a
los contrastes, por ejemplo, en armamentística, situación que quedó
demostrada con la Guerra del Golfo.
- Pérdida, por parte de las instituciones humanas colectivas, del control sobre la acción
del hombre. Esto se traduce en la decadencia de las ideologías programáticas nacidas
en la era de las revoluciones y en el siglo XIX.
El siglo XX corto observó:
- Una era de guerras religiosas, aunque las más destructivas religiones, el nacionalismo
y el socialismo, fuesen ideologías laicas del siglo XIX cuyos dioses eran abstracciones o
políticos venerados como divinidades. Su fuerza de movilización emotiva colectiva
(similar a la de las religiones tradicionales) no fue tan determinante como sus promesas
a dar soluciones permanentes a los problemas de un mundo en crisis. Que fue
precisamente en lo que fallaron cuando terminaba el siglo.
- El quiebre de dos modelos extremos: la utopía soviética del mercado centralizado y la
economía de laissez-faire total. Esta situación conlleva a la desorientación de los
programas y políticas mixtas que habían sido exitosas en el levantamiento de diversas
economías.
- Declive y caída de las religiones tradicionales. Suceden dos situaciones:
- En las sociedades urbanas del mundo occidentales, las religiones tradicionales no se
presentaron ante el derrumbe de las ideologías programáticas como alternativas
plausibles, de modo, que este proceso no se vio compensado por el crecimiento de una
religiosidad sectaria militante, o por el auge de nuevos cultos y comunidades de culto, y
aún menos por el deseo de las personas de escapar de un mundo que no podían
comprender ni controlar, refugiándose en una diversidad de creencias cuya fuerza
residía en su propia irracionalidad.
- En el Tercer Mundo y en las zonas adyacentes, exceptuando el confucionismo del
Extremo Oriente, la elite minoritaria y secular que había llevado acabo la modernización
quedó marginada. El atractivo de la religión era tanto mayor cuanto las viejas religiones
eran, casi por definición, enemigas de la civilización occidental que era un agente de
perturbación social y de los países ricos e impíos que aparecían ahora como
explotadores del mundo. Son movimientos que miraban hacia una época más simple,
estable y comprensible de un pasado imaginado. Ejemplo de ello son los mal llamados
"fundamentalistas" y la mezcla de consignas y emociones que florecieron sobre las
ruinas de antiguas ideologías e instituciones en una fusión de xenofobia y de política de
identidad, donde lo que más se parecía a un programa política que reflejase este
enfoque era el "derecho a la autodeterminación nacional".
Es improbable, según el autor, que los movimientos actuales agiten a masas nacionales
similares al fascismo.
En la segunda parte del capítulo, Hobsbawn se dedica a detectar los
principales problemas del mundo y a proponer posibles soluciones. Estos son:
- Peligro demográfico. Se plantea, en caso de no seguir aumentando la población (no
habría futuro), el problema de cómo mantener una población mundial estable o, más
probablemente, una población mundial que fluctuará a una tendencia entable o con un
pequeño estancamiento (o descenso).
Los movimientos predecibles de la población mundial, estable o no, aumentarán con
todo certeza los desequilibrios entre las diferentes zonas del mundo. Los países ricos y
de poblaciones viejas deberán decidir si permitir el ingreso de mano joven, en un
31
inmigración en masa (que produciría problemas de política interna), fortificarse para no
recibirlos (impracticable a largo plazo) o encontrar otras soluciones como permitir la
entrada de inmigrantes en una situación temporal y condicional sin derechos políticos y
sociales, creando sociedades esencialmente desiguales.
Se espera que estas fricciones sean uno de los factores principales de las políticas,
nacionales o globales, de las próximas décadas.
- Peligro ecológico (aunque no es explosivos en lo inmediato son cruciales a largo
plazo) Si de ser posible se mantuviese el índice de crecimiento económico similar al de
la segunda mitad del siglo XX se cambiaría de forma irreversible la biosfera que sería
inhabitable para la especie humana tal como hoy la conocemos y en su número actual.
Además el rito a que la tecnología moderna ha aumentado nuestra capacidad de
modificar el entorno, por lo que es imperativa una solución ya.
Como respuesta a la crisis ecológica que se avecina sólo podemos decir tres cosas:
La crisis debe ser planetaria más que local. El objetivo de la política ecológica debe ser
radical y realista a la vez. Fuesen ricos o pobres los partidarios de las políticas
ecológicas el índice de desarrollo debe reducirse a un desarrollo “sostenible” o, más
bien, establecer un equilibrio (humanidad-recursos consumidos-consecuencias
medioambientales) que no es sólo un problema científico y tecnológico, sino político y
social. Sin embargo, hay algo indudable. Este equilibrio sería incompatible con una
economía basada a en la maximización ilimitada de los beneficios por parte de
empresas que se dedican a este objetivo en el juego del libre mercado global. Así,
podemos decir que se la humanidad quiere tener futuro, el capitalismo de las décadas
de crisis no debería tenerlo.
- Situación de la economía mundial. En este plano, podemos señalar que la economía
seguiría creciendo, así tras el desarrollo alcanzado por unos pocos en la edad de oro, la
globalización y la redistribución internacional de la reducción seguiría integrando a la
mayor parte del resto de los seis mil millones restantes. Sin embargo, la principal
excepción era el ensanchamiento aparentemente irreversible del abismo entre los
países ricos y pobres del mundo, proceso que se aceleró en la década de 1980. En este
panorama Hobsbawm nos alarma sobre tres aspectos de la economía mundial de fines
del siglo XX:
1- La tecnología sigue expulsando el trabajo humano en la producción sin
proporcionar nuevos cupos o garantizar un índice de crecimiento económico
para absorberlos.
2- Mientras el trabajo seguía siendo un factor principal de la producción, la
globalización de la economía hizo que la industria se desplazase desde sus
antiguos centros, con elevados costes laborales, a países cuya principal
ventaja era que disponía de manos a buen precio. Esto provoca la
transferencia de los puestos de trabajado de las regiones con salarios altos a
las con salarios bajos y la caída de los sueldos en las zonas donde son altos
ante la presión de los flujos de una competencia global.
3- El triunfo de la política mundial y de la ideología de libre mercado debilitó, o
incluso eliminó, la mayor parte de los instrumentos para gestionar los efectos
sociales de los cataclismos económicos.
En los países ricos el mercado se estabilizó gracias al desplazamiento de fuerza de
trabajo de la industria al sector terciario y, también, al crecimiento de las transferencias
de rentas. Estos dos estabilizadores estaban ahora siendo erosionados, imponiéndose
entre los gobiernos occidentales y la economía ortodoxa la idea de que si la economía
global podía descartar a una minoría de países pobres, económicamente poco
interesantes, podía también desentenderse de las personas muy pobres que vivían en
cualquier país, siempre que el número de consumidores potencialmente interesantes
fuera suficientemente elevado.
Es probable, entonces, que la moda de la liberalización económica y de la
“mercadización” que dominó la década de 1980 y que alcanzó su cumbre tras el
colapso soviético, no dure mucho tiempo debido a la crisis mundial de comienzos de
1990 y el fracaso de políticas liberales de choque. Sin embargo, el regreso al realismo
tiene que superar dos obstáculos:
1- El sistema no tiene ninguna amenaza creíble (comunismo, la URSS, nazis,
etc.)
2- El proceso de globalización, reforzado por el desmantelamiento de los
mecanismos nacionales para proteger a las víctimas de la economía de libre
mercado global frente a los costes sociales provocado por este “sistema de
riqueza”.
En consecuencia, el imperativo hoy es reconsiderar los defectos intrínsecos del
capitalismo.
- Situación política. Inestabilidad de los estados. El debilitamiento del estado-nación,
principal institución política desde la era de las revoluciones, siguió intacto en este siglo,
debido a una erosión en dos sentidos: perdió el monopolio de la fuerza y de sus
privilegios históricos dentro de sus fronteras al ser incapaz de mantener su principal
funcional: la conservación de la ley y del orden. Perdió poder y atributos por transferir
ambos aspectos a diversas entidades supranacionales y por la desintegración de los
grandes estados e imperios que provocó una multiplicidad de pequeños estados,
demasiado débiles para defenderse en una era de anarquía internacional. El estado o
cualquier otra forma de autoridad pública que representase el interés público, resultaba
ahora más indispensable que nunca, ya que había que reparar las injusticias sociales y
ambientales causadas por la economía del mercado si el sistema económico tenía que
operar a plena satisfacción.
Se da una falta de optimismo en la década de 1990 respecto a la democracia liberal y el
capitalismo, lo único que se podía asegurar –salvo algunas excepciones- es que habría
un compromiso con la democracia.
Surge el dilema acerca del papel de la gente corriente en el “siglo del hombre corriente”.
Se presencian distintos fenómenos:
1- La política, cada vez más, se transformó en un ejercicio de evasión, ya que
32
 los políticos se cuidaban mucho de decir lo que los votantes no querían tampoco ofrece una perspectiva alentadora de democracia
escuchar, ocultamiento que se realizó mucho en nombre de la “seguridad
nacional”. Ahora los apuros que debía afrontar la democracia eran más
agudos ya que, por un lado, no se podía prescindir de la opinión pública y, por
otra, las autoridades tenían que tomar decisiones para las que la opinión
pública no les servía de guía. Además muchas veces tanto los votantes como
los elegidos, se vieron ante la disyuntiva de tomar decisiones sobre las que no
tenían conocimiento acabado (ej: energía nuclear). Quienes menos problemas
tenían a la hora de toar decisiones eran los que podía eludir la política
democrática: las corporaciones privadas, las autoridades supranacionales y,
naturalmente, los regímenes antidemocráticos.
2- Las décadas de crisis erosionaron el consenso político y las verdades
generalmente aceptada en cuestiones intelectuales, especialmente en los
campos que tenían que ver con política. No existe ahora la fuerte
identificación de antaño con los gobiernos y su promoción de bienestar, sobre
todo en los gobiernos ordenados bajo el molde del anarquismo individualista
norteamericano y en los gobiernos corruptos.
3- Un gran número de ciudadanos abandonó las preocupaciones por la política
al volverse esta irrelevante en sus vidas personales, dejando los asuntos de
estado en manos de los miembros de la “clase política”. Grupo de interés
compuesto por políticos profesionales, periodistas, miembros de grupos de
presión y otros. Esto se debió a la riqueza, la privatización de la vida y de los
espectáculos y el egoísmo consumista hizo que la política se volviese menos
importante y atractiva y a la decadencia de los partidos de masas y
organizados, e case o ideológicos –o ambas cosas-, eliminó el principal
mecanismo para convertir a las personas en ciudadanos políticos.
La despolitización en vez de dejar más libres a las autoridades, hizo que las minorías
con demandas específicas de interés público o intereses sectoriales, pudiesen interferir
en la acción del gobierno con la misma o incluso mayor eficacia de los partidos políticos
Los medios de comunicación de masa se transformaron en el vehículo principal de
comunicación de la esfera pública a la privada, constituyéndose en actores principales
en el escenario público. Esta exacerbación de la función política de los medios se debe
en gran parte a la tendencia sistemática de los gobiernos a esquivar el proceso
electoral. El siglo XX demostró que no se puede gobernar contra todo el pueblo todo el
tiempo, suponiendo los límites del poder meramente coercitivo.

Para el autor todo parece demostrar que el sufragio universal sigue siendo
regla general, lo que supone dos opciones principales. En los casos en que la toma de
decisiones sigue siendo competencia política se soslayará cada vez más el proceso
electoral o, mejor dicho, el control constante del gobierno inseparable de él, por lo que
la política de ofuscación para la confusión de los electores e pronunciará. La otra opción
sería recrear el tipo de consenso que permite a as autoridades mantener una sustancial
libertad de acción mediante el modelo político de “democracia plebiscitaria”, pero que

33