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Alianza lJniversidad

Géza Alf oldy

Historia social de Roma

Versión española de
Víctor Alonso Troncoso

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES


FACULTAD DE FILOSOFÍA YLETRAS
Dirección de Bibiliotecas

Alianza
Editorial
1
fítu!n original: Rr'i11ii.11"11t' So:ialgf'sl'hfr}11i'

INDICE

Prin1era edici6n en "'Alian7;1 Univer:.icL 1d'" J9X7


Tercera reimpresión en "A!ian?a Universidad'" 1996

Prólogo a la tercera edición 9

Prólogo a la primera edición (1975) 12

l. La sociedad ro1nana primitiva 16


Fundamentos y comienzos del orden social tempranorromano, 16.-
Reservados todos los dc.Tec~os. El contenido de esta nhra est<Í protegido por la Ley, La constitución de la sociedad romana arcaica, 22.-La lucha de
lJ.ue establece ~en as de J?ns1on y/o rnu!t;1s, ade111;is de las correspondientes indernniza- órdenes en la Roma primitiva, 31.
c1ones .ror d;1n'.1.'i y per.iu1cH1s, p<ira quienes rcprndujcren, p!;igiarcn, disirihuyercn 0
con1unJCan~n pul1J1c;1n1ente, en 1odo o en pane, un;1 (lhr;1 litcrari;1, ;1rtística o científica
o su 1ransforn1ac_ión, 1ntcrprctaci(ln o e_iecución. <1rtis1ic;1 fi_iad; 1 en cu;llquier tipo tk; 2. La sociedad ron1ana desde el inicio de la expansión hasta
snpone o co111unic;1da ;1 tr;1vés de cu;ilquicr nicd10, sin !;1 prcceptiv;1 autnrí1.;ición la segunda guerra púníca 40
La disolución del arelen social arcaico: la nivelación de los órdenes
y la exPansión, 40.-El orden social romano en el siglo 111 a, C., 50.

3. El cambio de estructura en el siglo n a. C. ..... . 65


Condiciones y caracteres generales, 65.-Estratos superiores, 68.-
© 1984 by Franz Steiner Ver!ag Cln1bH, \Vieshadcn. Estratos inferiores, itálicos y provinciales, 77,-El camino hacia la
Todos los derechos reservados
crisis, 87.
© Ed. cast.: Ali;1nza Editorial. S./\., ivL1drid, 1987, 1988. 1992, 19()6
Calle Juan Ignacio Luca de Ten;1, 15, 28027 J\1;idrid· teléf ~9~ 88 88
ISBN: 84-206-2482-9 . . .. 4. La crisis de la República y la sociedad romana . . . . ..... 94
Depósito legal: t>.-1. 26.907-l99h Lo~ conflictos de la sociedad romana durante la República tar-
Co1npuesto en 1Fcn1<índcz Ciudad, S. L. dfo, 94.-Lcvantamientos de los esclavos, de los provinciales y de
I1npreso en Lave!. C/ CJran Canaria, 12. !-lun1;ines (tv1adríd) los itálicos, 97.-Los ciJnflictos m.-ís importantes de la Repúblic,a
Printed in Spa}n tardía y sus conexiones sociales, 105.~Las consecuencias de la cri-
sis para la sociedad ro1nana, 120.
7
8 Indice
PROLOGO A LA TERCERA EDlCION
5. El orden social en época del Principado 131
Viejas y nuevas condiciones, 131.~La t.:~tratificación social, 1--16.-
El orden senatorial, 158.-0tros órdenes y estratos elevados, 167.--
Estratos urbanos inferiores, 182.-Estratos ca1npesi11os inferiores,
19.3.-La estructura en órdenes y esrraros y sus efectos, J98.

6. La crisis de] Imperio Romano y el cambio de estructura


social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 212
La cris.is del Imperiun1 Rornanum y la sociedad ron1ana, 212.-
Alteraciones en los estratos superiores 219.-J\Jrtraciones en los
estratos inferiores, 231.-El ca1nbio de' estructura, 235.

7. La sociedad tardorromana . . . 246


Presupuestos y caracteres generales, 246.-Estratos superiores, 256.
Estratos inferiores, 268.-La sociedad tardorromana y Ja desin-
tegración del Imperium H. on1anum, 278.

Indice analítico .. _ 291

Esta tercera edición no se trata de una reimpresión inalterada del


texto original aparecido en 1975 ni tampoco de la segunda edición
publicada en 1979. Mientras que la segunda impresión sólo se dife-
renciaba de la primera por unos cambios insignificantes en el texto y
por una serie de adiciones bibliográficas, esta últin1a es una edición
corregida y autnentada. En el texto han sido introducidas numerosas
rnodificaciones: algunos errores han sido eliminados, diversas aprecia-
ciones excesivamente generalizadoras se formulan esta vez con más
precaución y n1arcando 1nás las diferencias; algunas partes del tra-
ba jo antes redactadas de forma escueta han recibido ahora un más
amplio espacio, la terminología se en1plea de forma más rigurosa y
consecuente que antes, y -en la medida en que ello ha sido posible
sin echar por tierra el cuerpo de trabajo ya establecido y muchas de
sus concepciones fundan1entales- se han tenido en cuenta los nuevos
resultados de la investigación. En las .notas han sido incorporadas las
adiciones bibliográficas de la segunda edición y las publicaciones es-
pecializadas más recientes) tras una selección ajustada naturalmente
al objetivo de nuestro estudio.
El propósito de este libro, al igual que en sus ediciones preceden-
tes, es el de proporcionar una inforn1ación sobre los problen1as rnás
importantes de la historía socíal romana a los estudiosos de las cien-
cias de la antigüedad, de la ciencia de la Historia en general y de las
ciencias sociales. La acogida de las ediciones anteriores, que, sí bier1
no exenta en absoluto de críticas, ha sido en su conjunto plena1nente
9
64 Géza Alfüldy Capítulo 3
EL CAMBIO DE ESTRUCTURA
la nobleza senatorial, en el cultivo de las relaciones políticas y sociales
entre la aristocracia romana y la capa alta de cada una de las cornu- DEL SIGLO II ª- C.
nidades, amén de en la formación de un extendido estrato de campe-
sinos animado de sentimientos prorromanos en amplias regiones de
Italia merced a la colonización. Además, el episodio de Volsinií ponía
claramente de manifiesto gue el poderío de Roma podía ser plena-
mente compatible con los intereses de la capa alta de las distintas co-
lectividades etruscas o itálicas.
En cualquier caso, la aristocracia romana era lo suficientemente
fuerte en el siglo rrr a. C. como para n1antener en cohesión tanto a las
diferentes capas de la sociedad romana corno tainbién a Italia con toda
su diversidad política, social y cultural, amén de gue el estado roma-
no dominado por ella emergió de sus dos confrontaciones con Cartago
como gran potencia vencedora. Con la segunda guerra púnica y con
la expansión romana subsiguiente en el Oriente, llevada adelante con
vigor, dio cotnienzo para la sociedad ron1ana una nueva época, qué
conoció la configuración de un nuevo n1odelo de sociedad y la apari~
ción de nuevas tensiones sociales. Pero ya durante el siglo III a. C. se
prefiguró la dirección en la que había de producirse el cambio: la ma- Condiciones y caracteres generales
yoría de los procesos de desarrollo histórico-social de la República La se unda guerra púnica marca en la historia di:- Ron1a el c?-
mienzo deg un proceso de transfor1nación que en poco uc1~1po pr~du10
tardía, a saber, la transformación de la nobilitas en una oligarquía,
la constitución de un estrato acaudalado de con1erciantes, en1presarios ·of11ndos c1n1bio~ en la estructura del estado y de la soc1ecL1d. "'-?in.a
y banqueros, la decadencia del campesinado itálico, el empleo de las pl ' - . . r 1 • . "- ·tructura'beconon11~
se había convertido c:n un Hnpcrto inunc ¡;1 ' cuy,1 e:_. . ,
masas de esclavos en la producción econó1nica} la integración, cargada
·den soc1"·1l c¡uedaban so1nCtidos a nuev.<ls.· cond1c1onles y. -ª¡lº estas
de reveses, de la población itálica en el sistema social ron1ano estaban ca y Or • ¡ ·· l l ¡ or- 1 e ·scono-
nuevas condiciones acusaban una con1p CJH. ac 11<1s~;1 ª1' '. del ante
1

preparados por la historia de la sociedad romana de antes y de des- , "d t ción co oco a a c1u Je '
pués de la segunda guerra púnica. cicla. Al 1nisn10 tiernpo, esta rap1 a n1u <l . , d . , , 1· 1·1 vic-
. .. . ~·.1 y ¡1olítica c¡ue ya dos generaciones es¡n1e::i: LC '
una cr1s1s soc1.i - ¡¡· d 1 · ·<l·id ron1'1na
toria sobre Aníbal iba a provocar e~ esu1 t o en a sacre , ,
de gravísi1nos e insospechados confl1ctus. d 1 . -
Las nuevas condiciones se oríginaban en parte ~ ~s reper~ut~-1~
, I r l nJ, guerr·i punica cons1s e -
nes directas que tuvo para ta ta a segu '1 . 'd - T ' l f r-
tes en laddecade1d1Cia Yf_ proletarei~a~;ó,~a~~l ·~l~ ~,~~;~'~cfó~ª,; c~\~~ de ros
1

mación e gran es incas y r e .


1
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- , Ya ]1"1storíadorcs antiguos como
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clarrdad estas alteracronlesb, / b·. : y h economía y sociedad rama-
da guerra pún1c·1 ia ia a iet to en . .,
~:~u1:1 ~engan~J final de Aníbal por lc:s :riunfo_s ~~l h~ ,.efP'-;~~ ºfbI~~.:
1

1nana. " . Pc·r·o , ¡Jara el desarrollo econo1n1co y socia (e: a epL


----~,," .. , , _ ) 1 s. Cf. J. Vogt, flistoria, 16,
;~ A. J. loynbee...' Flt11111tbt1l s. 1,,tg¡ac!'¡,11: 1¡,P· l ª edicíón ale1nana ck es(e li-
1967, PP· ll9 s.-En la recens1on iec1,l a a ·
65
66 Géza Alfüldy f·{istoria social de Roma 67

tardía fueron asi1nís1110 de la mayor trasccndcncía las consecuencias vo siste1na social, cuyos rasgos esenciales se harían ya patentes a me-
de la propia expansión. F,n los a¡Jcnas cien ailos que transcurren desde diados del siglo 1I a. C. 51 • Por su gran complejídad este modelo era
el estallido de la segunda guerra púnicn hasta el brote de los conflict?s profundaniente diferente al de la sociedad arcaica romana y se apar-
sociales en la década de los treinta del siglo 11 a. C., Roma se convir- taba considerablemente también del paradigma social, relativamente
tió en la potencia do1ninante del Mediterráneo, a la vez que en un simple aún, que dominaba en la centuria anterior. La posición social
in1perio n1undial 50 . Sus ejércitos acabaron con dos pri1neras potencias del individuo resultaba de la combinación de distintos factores, como
de antaño, Macedonia (en la tercera guerra macedónica, 171-168) Y el origen, la forn1ación y la actuaclón política, la posesión de bienes
Cartago (en la terccrn guerra púnica, 149-146); debilitaron y humilla- raíces, el dinero, la arnbición y ]a suerte en el aprovechamiento de la
ron al reíno se1éucida; so1neticron a la tnayor parte de la Península coyuntura econó1nica, la actividad en 1a producción urbana o agraria,
ibérica y ocuparon Grecia (146). Los territorios conquistados fueron la situación jurídica y la adscripción étnica o, al menos, regional, a
incotporados al estado ron1ano como provincias: la Híspania citerior un grupo de población. La estratificación social era bastante diversi-
y la ulterior en el 197, Macedonia en el 148, Africa en l 46 y Asia en fícada. El ápice de la sociedad aparecía constituído por la aristocracia
el 133 a. C. L<is consecuencias de todo ello demostraron ser enormes. sen;:¡toríal, con sus privilegios en la directiva política por razón de su
El joven imperio englobaba inmensos territorios con una capacidad de origen y de una educación y experiencia de gobierno acordes con su
producción agraria altamente desarrollada, que posibilitaban la impor- rnngo, y por razón también de la independencia económica que daba
taci6n de artículos de p1·in1cra necesid<1d a Italia y que <1quí, por ejem- la gran propiedad, aunque también los beneficios empresariales. Como
plo, hacían en gran n1cdída superfluo el cultivo de cereales; posefa re- una segunda élite se constituyeron los caballeros. Se trataba en su
cursos casi in<igotables de 111<itcrias pti1n<is, que, como las minas de niayor parte, al igual que los senadores, de grandes propietarios ricos;
plata en I-fispani<l, eran explotadas en su directo beneficio; disponía otros eran en1presarlos, comerciantes y banqueros, a menudo de ex-
ahora de cantidndes ili1nitndas de fuerza de trabajo más barnta, co11- tracción humilde, que no obstante invertían gustosamente su fortuna
cretan1entc, esos inilloncs de prisioneros de guerra csclavíz;::idos y de en la tierra. En las numerosas comunidades de Italia y las provincias
provinciales carentes de derechos; tenía para sus productos manufac- existía la correspondiente capa alta local, compuesta principalmente
turados un extenso número de mercados, libres de toda concurrencia; de propíetarios rurales, y que podía variar mucho de una región o de
en fin, ofrecía a los particulares y a los grupos inn1ensas posibilidades una ciudad a otra en función de su situación jurídica, cualifícaéíón ec6-
para ln inversión, la ac:tividnd e1nprcsarial y la econotnía monetnria. nó1nica y nivel cultural. En Italia había gran número de campesinos
Todos estos nuevos factores en el desarrollo cconó1nico conducían que gozaban de la ciudadanía rotnana·, si bien arrastraban una existen-
nccesarianicntc L1111bién íl una trílnsfnrn1c1cíón de la sociedad. cia precada y muchos de ellos emigraban a las ciudades, especialmente
De esta forn1J, desde la segunda guerra púnica y rnuy espcci;ihnen· a Roma. Allí dieron lugar a un amplio grupo de proletarios, que se
te a partir del inicio de la activa política de expansión en el Medite- vería aún reforzado con las masas de libertos. Muy desfavorable era
rráneo oriental, el estado roniano conoció la configuración de un nuc- asin1is1no la situación de esa aplastante mayoría de socii itálicos y de
población provincial, tanto más cuanto que éstos ni siquiera disponían
de la ciudadanía romana, y sohre ellos pesaba la explotación no sólo
bro (vid. supra nota 1), IL P. Kohns pone en cuestión el «supuesto de una de sus propios amos, sino también la del estado romano. Con todo,
evolución discurriendo en cierto 1nodo suíeta a leyes», así como «el postulado de
prctendídas necesidades históricas», que estarían presentes en mi exposición sobre el lugar mes bajo en la escala socíal fue ocupado por las masas de
el cambio de estructura del siglo n y la crisis ele la Repúblka. Sin querer profe- escl<1vos, que no poseían derechos personales y, sobre todo, ·que eran
sflr una c0ncepción histórícfl cstred1fl1ncnte cleterministfl, sigo convencido de que brutalmente explotados en el trabajo agrícola y en las minas.
i1recisa1ncnte en los siglos n y I a. C. l0s fnctores econón1icos, socia}cs, p_?líticos Debido a este acusado y vertiginoso proceso de diferenciación de
y espirituales empujaron a la C\'Olución histórica de Ro1na en una dtrcccion mliy
dctern1inad;:i. que no dejaba apenas ;i\ternativ;is. In sociedad pronto aflorJron en su seno toda una serie de graves con-
10
- Sobre la política de exp:-insión roin<ln<l, 11id. ('] exhaustivo tn1hajo de E. Ba· flictos, en los cuales los diversos grupos socíales perjudicados y la capa
dian, Rn!ltan Tn1pcrialis1n in thc Late Rcptrhlic' (Ithaca, 19tí8), en alemán:
R0111isrhcr Trnpcriafis1111!s (St11ttg;ii-t, 1980); R. \X'crncr, en ANR,V, I, l, p<Í· ;i Respecto de la sociedad romana en el siglo n a. C., consúltese como sín-
g\nas '501 s.~ P. \Tcvnc, 1\11~!. Eco/e fr. Rn1nc, 87, 1975, pp. 793 s.; D. flach, tesis K. Christ, Krise nnd [J11terganr, dcr rOtnischen Republik (Darmstadt, 1979),
T·íisl. lcitsch1·., 222: 1978. ¡:ip. 1 s.; \YJ. \l. T~T:1rris, \Var and In1pcrialistJ1 in pp. 67 s.; \'éasc también F. De Martino, Storia della costituzione ron1ana, II, pá-
Rrptth!io111 f~n111c 321·70 T3. C. (Üxford, 1979).
132, •'"" m " ' """' '""'"''" " ,,,,., ', ,., " '
68 Géza Alfoldy Hisroria social de Roma
1
dominante integraban frentes contrapuestos, aunque estos últimos sur- en la asamblea popular, que otrora habían comprendldo '1 los miem-
gieron también entre las distintas facciones de la capa dirigente~ Al bros de la nobleza ecuestre, y rnás tarde incluso a los 'senadores, pero
mismo tiernpo, el ya vuelto anacrónico régin1en político y la tradición que a partir del siglo rr a. C. venían englobando ta1nbién a los inte-
espiritual de la sociedad ron1ana, tan1bién superada, se mostraron en grantes de ese estan1enro ecuestre en paulatina forn1ación; ade1n<'Ís,
este trance incapaces de aglutinar en un sistema equilibrado a los es- los caballeros que ascendían a1 sen<H.10 por la puerta abicrt<l de Lts rna-
tratos y a los grupos enfrentados. En la n1ayoría de los casos no era gisrraturas, esr,1ban obligJdos a entregar el caballo que les había sido
en absoluto posible resolver esta conflictividad pacíficamente, y los cediJo por el estaJo y que: hasL1 ese 1non1ento había sido sín1bolo de
pocos intentos que se hicieron para frenar esa evolución o encauzarla su sratus 52 .
por medio de reformas en otra dirección se vieron condenados al fra- Con10 esta última norrna pone de n1anifiesto los caballeros ricos
1

caso. La consecuencia inevitable de todo ello fue la crisis de la socie- podían a n1enudo presentarse con éxito a las elecciones p<1ra las bajas
dad romana con aquellas guerras civiles y revueltas que agotaron a la magistraturas ..Ello significaba correlativ~1111ente que no quedaba en
República. absoluto excluida 1a posibilidad de llenar los huecos Je la aristocracia
con personas 'JUe se htibían elevado a sí 1nisn1as o que eran de baja
extracción social. Esa per1n<-1nente renovnción Je la élite dirigente era
Estratos superiores ü1n1bién necesaria por la sencilla r<lt::Ón de que no pocas fan1itias sen<l-
toriales se extinguían <lebido a la falta de descendencia n1asculina. So-
Desde la segunda guerra púnica la aristocracia pudo cimentar con bre el büjo nún1ero de naciinientos en las viejas fan1ilias de la nobleza
más fuerza que antes su posición dirigente. Los triunfos de Roma fren· puede ilustrarnos el hecho de que linajes tan prorninenres con10 el de
te a Aníbal y después en Oriente fueron la mejor validación de su los Fabios y el de los C:ornelios sólo pudieron asegurar su perpetua-
política, al tiempo que los beneficios de la expansiói.1 redundaron, an- ción recurriendo a la adopción de jóvenes vást<-1gos de la f~unilia_ de
tes que nada, en su propio beneficio. _Por otra parte, su reno1nbre tras· los Emilios·. Publio Camelio Escipión Emiliano, el destructor de Car-
cendió más allá del marco ciudadano y también allende las fronteras tago y Nu1nancia y Quinto Fabio Máxin10 1~1niliano 1 uno de los Fabios
1

del estado romano: de todos era sabido que en el 168 a. C. un senador de n1<is relíeve en el siglo II eran hijos na curales de L,ucio E1nilio 1)·<1u-
1

absolutarnente seguro de sí misn10 había forzado en Egipto al 1110- lo, el vencedor de Pidna. Con todo los (·argos nlí.'Ís elevados del estado
1

narca seléucida. Antíoco IV, a plegarse a los deseos del senado roma- difícílinenre estaban al alcance de quienes ascendíJn soci;1l1nente y en
no en una escena realmente humillante ante su propio ejército (I,iv. general tan1bién de la gran n1;_¡yorla de los rnien1bros del sc11;1do. A
45,12,1 s.); o con qué énfasis un año después el rey de Bitinia, Pru- partir Je la lr.:x \lif/ú1 annalis (180 a. l:.), la c;1rrera polític<t de los n1a-
sias II, se había inclinado ante la puerta de la casa del senado, besado gistrados quedó regula<l<-t en su totalidad: previo paso por los esca[o-
el suelo y saludado a los senadores como «dioses salvadores» (Polib. nes inferiores se podía .dc::111z~1r L1 pret ur<1 con un n1ínin10 de treinta
1

30,18,1 s.). Asimismo, la conciencia estatnental de los aristócratas au- v ocho afios 1 y el consuL1du 1 el ct1rgu 1n:;ls <dto, cuu un 1níniinu de cua-
1nentó consíderablen1ente, orgullosos con10 estaban de acrecentar la ~enra y tres 53 . J)ado que el nú1neru Je los put.'stus 1nús ek:v<-1dus era
gloria de sus fan1ilias con sus propias gestas: uirtutes generis trtieis muy reducído (así 1 por eje1nplo 1 frente a los diez tribunos de la plebe 1
(sic) moribus accun-zulavi, reza un elogio hecho a un 1nie1nbro de la únican1enre dos cónsules eran elegidos ~daño), sus rirularcs constituían
familia de los Escipiones hacia el 140 (ILS 6). La nobleza se dístan-
"ció aún rnás que antes de la gra11 masa de ciudadanos y cada vez se 52
Aristocracia senatoria! en el siglo H ¡L C.: cf. esp. F. i'Vlünzer, Ilde!spc1r-
hizo más semejante a un orden, hecho que se evidenció tan1bién en teien, pp. 98 s.; lI. l-L Scullar<l, 1<01111111 Po!ilics 220-15U B. C. (Üxford,_ l'.:>_51).;
Ia propia denominación de ardo senatorius. Poco después de la segun- U. Schlag, Reg11un1 in si.:1u1t11. D<1s \'(lzrken róJ111scher Sta11ts111ú11nt:r van lUU bts
191 u. C. {Sruttgart, L968). Por lo que se n_.fierc a los 1110,Jos de con1port<HnÍen-
da guerra púnica esta separación tomó una forn1a n1u y reveladora en to de la aristocracia ro111ana (tainbién en otras l~pocas de su historia), cf. P. Vcy-
el hecho de que en los juegos públicos determinados lugares de honor ne, Le pain et h, cirque. Sociologie hiitúriqt1c diun plur,IÍÚ11h' politi,¡t1i: (L\1·
les fueron reservados a los paires. I)articularu1e11tc ln1porrante pare- rfa, 1976).
ció a los senadores n1arcar clara1nente las diferencias con los nuevos s_¡ Sobn.· esto, A_. E. Astin, L,1101!1!/S, 16, 1957, pp. 588 s_; ibi,f., 17, llJSS,
pp . .,19 s.; C. Rüglcr, Klio, 40, 1962, pp. 76 s. En lo rd-L:re!llé ;tl s(·n;H.!u y •l !us
ric~s, que en el orden ecuestre comenzaban a perfilarse con10 grupo cargos senarori;tles, véase U. I Iack!, Sendl t111d AL-1Y,1Slr<1lllr 111 !<0111 l'Ofl d«r
social cerrado: los senadores abandonaron las centurias de los equites ¡l¡Jitte des 2. }11hrhu11derts 11. C'hr. bis zur L)iJ.:tatur Suí/iis (Kalhnünz, 1982).
70 Géza Alfoldy Histori;:i social de Roma 71

sólo un pcquefio grupo encun1brado en el seno de la aristocracia sena- ahora en las provincias, estos hijos triunfadores de las grandes familias
torial. t,a nohilitas, ese grupo de cabeza, con1pucsto por los ocupan- podían contar con los más amplios apoyos políticos y, por consiguien-
tes ele los cargos inás elevados y por sus descendientes, se había ya te, también con una gran influencia. Fue así como se consolidó un
for1nado b;1st'1nte ticn1po antes de la segunda guerra púnica. Pero, sistema oligárquico. «De acuerdo con el arbitrario parecer de unas
sería después ele la lucha contra Aníbal cuando ésta cerró filas con cuantas personas se hacía Ja política en época de paz y de guerra, en
tnás fuerza: el acceso al consulado se convirtió en un privilegio para sus manos estaban también el erario, las provincias, los cargos públi-
los tnie1nbros de nproxin1adan1cnte 25 familias de la alta nobleza, que cos, los honores y los triunfos; el pueblo estaba agobiado por el ser-
durJntc varias generaciones defenderían obstinada1nente su posición vicio militar y la pobreza, Jos generales junto con sus amigos arrambla-
rectora y n1antcndrían alejados del consulado al resto de senadores ban con el botín de guerra; y mientras tanto los padres y los niñós
corrientes. _Es significativo que entre IvTanio Acilio Glabrio (cónsul de los soldados perdían casa y hacienda, si tenían un vecino más po-
en el 191) y Cayo Mario (cónsul por vez primera en 107) sólo dos derosm> (Sall. Iug. 41,7 s_)_
ho1vi11es novi pudieron ganar el ascenso al consulado, en concreto, Como nos ponen de manifiesto las palabras de SaJustio, también
Quinto Pompeyo (en el 141), el primer cónsul de la estirpe de los se acreció el poderío económico de la nobleza y, sobre todo, nueva-
Ponzpei) y Publio Rupilio (cónsul en 132), un gran empresario. Igual- mente, el de las familias gobernantes. Los generales victoriosos retor-
mente indicativo del grado de poder disfrutado por las familias diri- naban a Roma cargados de cantidades de tesoros capturados y nada-
gentes lo es el hecho de que de los 222 consulados habidos entre el ban en la abundancia del oro gue ellos habían exaccionado principal-
cstaclillo de la segunda guerra púnica y el primer consulado de Cayo mente en concepto de rescates de guerra. La famosa expedición de
Mario (218-108 a. C.), 24 de ellos fueron revestidos por los Corne- sagueo de Cneo Manlio Vulso por Asia Menor en el 189 a. C. (Polib.
lii, 15 por los Claudii, 10 por Jos Fulvi, 9 por los Aemilii y Postumii, 21,34,.3 s.; Liv. 38,1'2,l s.) fue motivo de gue seis siglos más tarde
54
rcspectivan1cntc, y 8 por los Fahii y Scn1proníi tatnbién en cada caso . San Agustín sólo viese n1ag11a latrocinia en las formas de estado injus-
Por ello, S:llustio (lug. 63,6 s.) pondría 1nás tarde de relieve, no sin tas (De civ. Dei 4 ,4). Escipión el Viejo dejó a cada una de sus dos
cierta acritud, que en aquella época la 11obilitas consideraba el consu- hijas una fortuna de 300.000 denarios (Polib. 31,27,l s.); Ja fortuna
lado como de su propiedad ( consulatu1n nobilitas in ter se per 112a11us de Lucio Emilio Paulo, el vencedor de Pidna, ascendía en el momento
tradebat), n1icntras gue el hon10 11ouus, por n1ás renon1brado y des- de su muerte a 370.000 denarios (Plut., Aem. 39,10). La magnitud de
collante que fuese, era tenido por persona indigna de este cargo y por tales sumas se puede calibrar mejor atendiendo a la cualificación eco-
un ser realinente impuro ( quasi pollutus) a causa de su bajo naci- nómica ex.igída a Jos miembros de los ordines rectores, y que todavía
rnicnto. en el siglo I a. C. estaba en 100.000 denarios ( = 400.000 sestercios),
L] disfrute de esa fir1ne posición rectora como oligarquía de la tanto para los sen8dorcs como parn 1os caballeros. Esta riqueza era
propia nobleza senatorial era algo que dichas fan1ilü1s debínn_, ante invertida preferenternente en bienes raíces en Italia y también en la
todo, a sus experiencias y triunfos en la vida política. J_,a cualificación adquisición de esclavos. Las familias más acaudaladas acaparaban las
que un ho1nbre público necesitaba para cu111plir con las novísitnas exi- parcelas del can1pesinado o sencilla1nente se apropiaban de ellas me-
gencias del estado ron1ano, en particular la dirección ele las can1pañas diante amenazas y violencias (App., B. civ. 1,26 s.). En vano se in-
~11ilitarcs en p;1Íscs extranjeros o l<ls n1isioncs diplon1<lticas ante los tentó, apelando a la ley licinio-sextla, que nadie ocupase en la tierra
n1011arcas helenísticos, difíciln1entc podía adquirirse cotno no fuese a estatal romana más de 500 yugadas. Sobre todo los componentes de
través de una cduc;1ción dentro de la acrisoladn tradición frn11iliar de la nobilitas se hicieron con grandes cantidades de tierra: la familia de
la 1lobilitas; y cada victori<:1 o caclc1 éxito diplornático de estos genera- los Escipiones, v. gr., poseía fincas y villas en distintos puntos de Ita-
les ~' polfticc;s acrcccntab8 todavía n1ás el prestigio de sus casas. Al lia ven Jos años de la tentativa reformista de los Gracos disfrutaba de
n1isn10 tiernpo, v no sólo gracias a su popnlarich1d entre el pueblo de po;csiones cuya superficie superaba muchas veces las 500 yugadas;
Roma y el ejér¿ito, sino también debido a sus clientelas en Italia y las tien-as de Publio Licinio Craso Dives Muciano, cónsul en el año
131 a. C. -incluidas tanto las del ager publicus como las del ager
54 (~éin:-ulcs: TI R. S. Broughton, ;\fafl.iJtrates, I, pp. 237 s. Hn1nines novi: privatus- comprendían posiblemente no menos de unas 100.000 yu-
T. P. \l?i:-cn1;:in. f,je10 1\Ie nin thc Ro1nan Senatc 139 B. C.-A. D. 14 (Oxford, gadas. Cierta1nente no toda Italia cayó atrapada en este proceso, como
1971), pp. 3 s. 1 tampoco se podría comparar a la mayoría de estas heredades del si-
72 Géza Alfüldy
tíistoria social de Roma 73
glo II a. C. con las dimensiones alcanzadas por los latifundios en
época imperial; con todo, el cambio en la estructura agraria quedaba los n1ínitnos costes de inversión: <1consejab.1 reurgtu1izat' la explotación
suficientemente patente . 55 de las grandes propiedades en función del provechoso con1ercío de
De la tierra y los demás bienes se extraía el n1ayor beneficio posi- exportación(patretn fanzilias as vendacem, non e1nacen1 esse oportet,
ble, y así llegó a imponerse un auténtico espíritu de lucro. Nada revela Agr. 2,7), consecuenternente, no producir ya prioritariarnente cerea-
mejor las ambiciones y posibilidades económicas de un senador de la les, sino vino y aceite de oliva, y exigir de la rnano de obra los máxi-
élite dirigente tras la segunda guerra púnica que el ejemplo del, por mos rendirnientos. Catón invertía los beneficios, para 111ultiplicarlos,
lo demás, archiconvencional Marco Porcio Catón 56 • Para éste el ideal en bosques, terrenos de pastos, viveros, tan1bién en instalaciones in-
del senador era aquel que consideraba como una obligación sagrada dustriales e incluso en el co1nercío exterior y en banca; p;1ra escapar,
su servicio al estado romano (Plut., Cato 24 ,11 ), encarnaba la tradi- en este caso, a la !ex Claudia, que prohibía los negocios al orden sena-
ción religiosa y ética de ese estado y veía un peligro en las nuevas co- torial, organizaba ((sociedades anónilnas >> para el con1ercio marítin10
rrientes del espíritu; en la vida privada, en can1bio, antojábasele meta y la gran ernpresa, haciéndose representar en ellas por medio de tes-
prioritaria el acrecentamiento del patrimonio heredado (ibid. 21,8). La taferros (Plut., Cato 21,5 s.).
obra de Catón sobre agricultura estaba básicamente consagrada al pro- La gloria de la nobilitas, su cohesión en la salvaguarda de sus inte-
blema de cómo sacar los máximos beneficios a una propiedad con reses de grupo oligárquico y su creciente riqueza no pudieron evitar,
con todo, que tras esa brillante fachada de grandeza senatorial sur-
55
giesen conflictos que con el paso del tiempo habrían de tener muy
Acerca del cambio en la estructura agraria romana, cf. esp. G. Tibiletti, en graves consecuencias. Durante el siglo rr a. C. la nobilitas, que en el
X Congr. Int. Se. Stor., II, Ron1a, 1955, pp. 237 s.; en alemán con el título:
Die Entwick/ung des Latifundiums in Italien van der Zeit der Gracchen bis senado se distanciaba cada vez n1ás del resto de sus colegas y, en espe-
zu1n Beginn der Kaiserzeit, en H. Schneider (Hg.), Zur Sozial- und Wirtscha/ts- cial, de los honzines novi que 1nás n1edraban, fue capaz de mantener
geschichte der spiiten rOnzischen J{epublik (Darmstadt, 1976), pp. 11 s.; A. J. ese carácter de puñado de familias de poder ilimitado. Pero, con un
Toynbee, op. cit., II, pp. 155 s.; E. Gabba-M . .Pasyuinucci, Strutture agrarie e régin1en tan estrechamente oligárquico corno éste, dicho grupo se ce-
allevamento transu1nante nelt'Italia romana (III-I sec. A. C.) (Pisa, 1979). Sobre
la propiedad fundiaria y la riqueza de !a aristocracia senatorial en la República rraba a sí n1isn10 la posibilidad de rejuvenecer sus efectivos con hom-
tardía, cf. sobre todo I. Shatzn1an, Senatorial 1Vealth and Ronzan Politics. Col!. bres dotados y capaces, y ello a pesar de que en todas las épocas de
Latomus, vol. 142 (Bruselas, 1975), con una completa <iprosopografía de la eco- la historia de l{on1a quienes ascendían socialn1ente se mostraron dis-
nomía» de los senadores y con pruebas de la concentración de nutnerosas fincas puestos a asumir y defender con especial vehen1encia los puntos de
y grandes fortunas en una mano ya en la época de los Gracos. Cf ..a este respec-
to G. Alfüldy, Gytnnasiu!Jt, 84, 1977, pp. 541 s. Bienes de los Escipiones: Séne- vista e intereses de su nuevo estado. Este aislainit::nlo <le L1 nobilitas
ca, Ep. 86,11; Plut., C. Gracchus, 19; Plut., Ti. Gracchus, 13,2. Licinio frente al resto de los sen~1Jores, acentuado por un orgullo y un<.l arro-
Craso Dives: l. Shatzman, op. cit., pp. 18 y 253 s. Sobre las fortunas senatoria- gancia sin par, condujo al descontento de nun1erosJs fa1nilias con aspi-
les, cL tambíén J. H. D'Arms, Ron1a11J on the Bay o/ Nap/eJ. A social and raciones de elevarse y econón1ícamente pudientes, pero que, sin em-
cu!tural_ Study o/ the Villas and their Ou;ners fron1 150 B. C. to A. D. 400
(Cainbndge/Mass., 1970). En contra de la sobrevaloración de las extensiones bargo, en la vida política se sentían desplazadas. No lejana a la sensi-
de las fincas, vid. esp. K. D. Wbite, Bull. Inst. Class. Str1d., 14, 1967, pp. 62 s. bilidad de estos sectores era la actitud de un Mi.lrio, arquetipo del
(en ~~er~1án: H. Schneíder, ed., Zur Social- und \f!irtschaftsgeschichte der spa. hanzo novus tríunfador, lleno de cornplejos Je inferioridad y, al 1nis-
ten rom1schen Republik, pp. 311 s., también acerca del concepto de lati/unditun); n10 tie1npo 1 de "Orgullo por sus propios inéritos: Mario gustaba de
s9bre este último, véase asimismo, A. J. van flooff, Flistoria, 31, 1982, pági-
n~s 126 s.); M. W. Frederiksen, Dialoghi di Arch. 4-5, 1971, pp. 330 s.; E. Ba· vanaglori ..1rse de haber conquistado 1a posición que tenía corno botín
d1an, en ANRW, I, 1, 670 s. (vid. además nota 60). Problernática de un censo de guerra contra la aristoci-acia degenerada y de exhibir corno n1otivo
senatorial durante la República: C. Nico!et, Journ. o/ Ron1. St11d., 66, 1976, de gloria no los rnonumentos funerarios de sus nntepas~1dos, sino las
pp. 2_0~ s. (había sólo un censo pata los equiles, pero que valía au[on1ática1ncnte heridas de su propio cuerpo (Plut., Marius 9,1 s.). Ahora bien, los
tamb1en para los senadores).
56
Sobre su persona: A. E. Astin, Cato the Censor (Oxford, 1978) y D. Kie- conflictos no sólo se daban entre la oligarquía y los restantes círcu-
nast, Cato der Censor 1 (Darmstadt, 1979). Para el De agri cultura de Catón, los senatoriales, sino tan1bién en el interior de la propía oligarquía.
H. Gummerus, Der rOnlische Gutsbetrieb als u.>irtschaftlicher Organisntus nach Precisarnente los factores que a partir de la segunda guerra púnica
den Werken deJ Cato, Varro und Columella, Klio-Beiheft, 5 (reed. Aalen, 1963), fortalecían la posición de poder de L.1 11ubilitc1s frente a los otros gru-
l(P· 15 s.;. N. Brockmeyer, Arbeitsorganisation und Okonontisches Denken in
der Gutsw1rtschaft des rü1nischen Reiches (Bochu1n, 1968), pp. 72 s. .)l-= pos de la sociedad rotnana, engendraban al 1nisn10 tie1npo tensiones
~dentro de la alta nobleza dirigente. Rivalidades y choques de intere-
74 Géza Alfoldy Historia social de Roma
75
ses habían existido sicn1prc entre las distintas C<lsas de la aristocracia, gt~erra ~~ünica se fue abriendo paso una tendencia en el seno de la
pero antes de esta segunda conf ront<lción con Cntt<lgo no habían llega- oligarqma conducente al realce de personalidades conspicuas frente
do jan1ás a poner en cuestión el sistcn1a n1is1no de gobierno de la socie- ~l resto de la nobleza y en el que se ponía de manifiesto que tales
dad romana. Sin embargo, desde la guerra anibálica se presentaron rnd1vidualidades no tenían por qué identificarse en absoluto con los
unas posibilidades para el protagonismo de ciertas familias y hasta de puntos de vista e intereses de su estamento.
ciertos nohilcs en particular, que podían con1pro1neter los fundamentos No_ era solan1ente ·a manos di:? los miembros de la aristocracia a
del sistema oligárquico, el equilibrio entre los linajes principales. Con- don.de iban a parar las riquezas del joven imperio mundial: las nuevas
sulados repetidos en las personas de generales y políticos alta1nente pos1bihd.a,des para el comercio exterior romano en el Mediterráneo, 1a
cualificados resonantes triunfos militares, cotnandos de armas prorro- explotac1on de los recursos naturales y de la inmensa fuerza de tra-
gados neces~rian1ente 1nás del año previsto y estrechas relaciones per- b.a¡o d; los países conquistados, y el continuo aumento de la capacidad
sonales con los ejércitos, así cotno con la población de las provjncias financiera de Roma n;erced a la gran afluencia de dinero y tesoros,
por la extensión del sistema de clientelas, todo ello obraba en favor produc.to de la exacc10n o del expolio, condujeron a un florecimiento
del acrecentamiento del poder de las grandes personalidades. rnimagrnado dd comercio, la actividad empresarial y la economía mo-
Con toda claridad se observa esta tendencia en el caso de los Esci- netaria, que trajo cons1go. la aparición de un fuerte e importante sec-
piones 57 . El viejo Escipión el Africano obtuvo ya con 25 años, y sin tor de hombres .de negoctos. Poco a poco empezaron los integrantes
haber realizado una carrera política senatorial regular, un alto n1ando de esta capa social a agruparse como ardo aparte dentro del estamen-
militar; fue incuestionablcmente el primer hombre de Roma tras su to :cuestre romano, proceso que sólo tras la época de los Gracos abo~
triunfo sobre Aníhal y entró en conflicto con sus iguales también a cana a la constitución del a,-da equester. El paso definitivo en este
causa de sus ideas y actos antlconvencionales. Sus rivales consiguieron sentido fue d~do con una disposición legal en virtud de la cual los
derribarle mediante proceso, y la lex Villia annalís, promulgada poco senadores debrnn abandonar las centurias de los equítes, y los caba-
después, en el 180 a. C., que autorizaba el acceso a los altos cargos por ller?s que entraban en el senado tras ejercer una magistratura estaban
riguroso orden de escalafón y a una edad madura, pretendía impedir obligados a entregar el caballo, símbolo de su status (!ex reddendo-
de forma instítuciona1izada el fulgurante ascenso de estadistas tan jó- ru1n equoru1n, del 129 a. C.). Con ello la montura pasó a ser atríbuto
venes. Aun así, para nada se tuvo en consideración esta ley cuando de un grupo estamental diferenciado de los senadores. Pronto se aña-
en el 147 a. C. Escipión Emiliano fue elegido cónsul; Escipión alcan- dieron nuevo? sí1nbolos externos que contribuyeron al fortalecimien-
zó el consulado sin el requisito previo de la pretura y a una edad ile- to de la conciencia de identidad del ardo equester, a saber, el anillo
gal. En el 134 a. C. revistió incluso por segunda vez el consulado, a de º,ro, la banda estrecha de púrpura en el vestido (angustus clavus),
pesar de que desde el 152 a. C. había quedado prohibida -precisa- a .mas de ciertos lugares de honor en las celebraciones públicas (defi-
mente para evitar la creciente acun1ulación de poder~ la iteración d~ nitivamente r;gulado por la lex Roscia del 67 a. C.) 58 •
esa magistratura. Era tn111bién tnuy signifícntivo el que en los casi Y a a partir de la segunda guerra púnica se hizo notoria la rele-
cien años transcurridos desde la segunda guerra púnica sólo la casa vancia de esta capa social. Personas acaudaladas constituyeron socie-
de los Comclii había aportado una décima parte de todos los cónsules
romanos v no era por un casual tatnpoco el que la familia del vence- ' ~g ~u~damenta~ ~~ra el ot?en ~cuestre durante la República: C. Nícolet,
dor de An'íhal y del destructor de Cartago y Numancia, haya sido al L 01d1e ~questre. a l epoque republ!caine (312-43 av. J,-C.), I-II (París 1966/
1974). Tipos :;;oc¡~les de los caballeros: ihid., I, pp. 285 s. Para el tip~ de los
mismo tiempo uno de los linajes senatoriales más ricos en el siglo II «?e'-v Roman business men», vid. A. J. Toynbee Hannibal's Legacy II '-
a. C. Por último, debe tenerse en cuenta también que los Escipiones, gtna~ 34 ~ Y s., Y esp., E. Badian, Puhlicans and SÍnners: Pri1!ate Ent~rpri~e Pf,1
con su actitud abierta a las corrientes espirituales del mundo griego, t e. c:v1ce ?f /he Ro1na1~ Rcpublic (Oxford, 1972). En lo tocante a los publi-
estaban adoptando una postura independiente, claramente discordante can~ vr~.,, as1n1_1smo, C. ,N1colct, en H. van Effenterte (ed,), Points de vue sur
la f!Scflttel dn~tque (.Pans, 1979), pp. 69 s. Sobre el nacimiento del orden ecues-
con los puntos de vista de los círculos dirigentes contemporáneos, tr.e, e· ac_emas M. I. Henderson, Journ. o/ Rom. Stud. 53 1963 pp 61 •
como los repn;sentados por un Catón. Así, pues, a partir de la segunda v;d. ta1nb1én F. Kolb, Chiron, 7, 1977, pp. 239 s. (sobr~ la Ímport~nd~ de J~~ 5

----s;a, esp. t-{ H. Scullard, Scipio A/rica11us: Soldier and Politician (Bris-
~imbolos de status en el afianzamiento de Jos grupos de rango social y entre
estos: en e! del estamento ecuestre). Para los ecuestres en Ja Repúbli~a tardía
tol. 1970); A. E./ Astin, Scipio Aentilianus (Oxford, 1967); H. Strasburger, Her- 1
n1es, 94, 1966, pp, 60 s. ~onsub~:se(C1gualbm~nl te P. A. Brunt, en R. Seager (ed.), The Crisis of the Ronta~
epu te am ne ge, 1969), pp. 83 s. (en alemán: .t-I. Schneider, ed. Zur So-
76 Géza Alfoldy
,
1
Historia social de Ro1na 77
''
dades empresariales y prestaron su ayuda al estado romano tomando ciis nullatn esse). J_.os funcionarios ron1anos, corno l~..1ró11 durante su
a su cargo distintos servicios públicos (Liv. 23,49,1 s. y 24,18,10). censura del 18-t a.(~., hubieron <le intervenir una y otra vez contra
Estas sociedades (societates publicanoru1n) se encargaban del mante- los abusos de los pubiicani (Liv. 39,44,7 s.; Plut., Cato 19,2), y tales
nimiento del ejército o de la realización de obras públicas, como el 1e- incidentes eran susceptibles de originar conflictos entre senadores y
vantan1iento o reparación de edificios, calzadas y puentes; tornaban en caballeros (vid. Liv. 43,16,1 s.). l~n todo c:.iso el dina1nisn10 econó1ni-
1

arriendo la explotación de las minas estatales, el cobro de tasas adua- co de los publicani era grande, y sus excesos eran perfectamente posi-
neras y la recaudación de impuestos, de tal forma que en estos aparta- bles en aquel régirnen oligárquico que desconocía toda forn1a de con-
dos económicos ya no era posible prescindir de ellas (vid. Liv. 45,18,3). trol de la economía ron1ana.
Según Polibio, que nos describe con gran claridad la actividad de los
publicani, estos hombres de negocios procedían de la gran masa del
pueblo (6,17,2 s.); y sin duda acierta dicho autor en sus <1preciacio- Estratos inferiores, itálicos y provinciales
nes, al menos en la medida en que n1uchos empresarios eran de muy
baja extracción social. A su n1ismo estrato social pertenecían también La mayor parte de la gente dedicada al comercio en Roma y en
P_testamistas, banqueros, ricos comerciantes y hon1bres de negocios, las restantes ciudades, en particular la gran masa de modestos rner-
tipos todos ellos que ya Plauto (muerto en 184 a. C.) describió vívi- caderes, no pertenecía desde luego a ese sector enriquecido de empre-
damente en sus comedias. I-Iasta qué punto adquirió importancia este sarios arrendatarios del estado; cabría seúalar n1~ls bien que junto a
mundo de las finanzas al poco tiempo ya de la segunda guerra púnica, los artesanos constituían un elemento de La sociedad n1uy considerable
lo prueban detalles como el de que Escipión el Africano (muerto en nun1érican1ente) que en la estructura social de las ciudades podía asi-
183 a. C.) hubiese depositado en un banquero la enorme fortuna deja- milarse mejor a los estratos inferiores que a un «estamento intern1e-
da a sus hijas (Polib. 31,27,15). A pesar de ello, en el orden ecuestre dio». La formación en Ron1a y en n1uchas cíudades itálicas de una
hubo siempre también grandes propietarios de tierras; por decirlo con importante capa artesanal tuvo lugar en el siglo rr a C. en conexión
la terminología de Cicerón, entre los caballeros se encontraban publi- con el florecüniento econóniico, que se debía, por una parte, a la evo-
cani, o activos etnptesaríos actuando como grandes arrendatarios, a lución en el sector agrario hacia una econornía de plantaciones 1nuy
más de éstos, faeneratores o argentarii, es decit, prestan1istas, tam- lucrativa y, por atta, a la creciente relevancia del cornercio exterior, la
bién negotiatores, o comerciantes, y sobre todo, agricolae, hacenda-
1 actividad empresarial y el uso dd dinero. Las comedias de Plauto y,
dos, de los cuales muchos provenían de las colonias y municipios de sobre todo el tratado de Catón sobre agricultura tesrificün la progre-
1

Italia. En su composición social, por consiguiente, dicho estamento siva in1portancia de los distintos artesanos especializados; Catón des-
no se diferenciaba muy rnarcadamente del senatorial. cribía detalladarncnte cuáles eran los objetos rnanufacturados de que
También la gestación y el fortalecin1iento de esta capa acarreó precisaba un hacendado, y en qué ciudades de Italia se producían los
nuevas tensiones a la sociedad romana. Movidos por el solo afán de de mejor calidad (Agr. 135,1 s.). De su relación se deduce que en la
lucro, y sin esas normas tradicionales de n1oderación que nunca habían propia Roma, entre otros profesionales, había nurnerosos artesanos
n1uerto del todo entre la nobleza, estos advenedizos eran con frecuen- del textíl, zapateros, alfareros, herreros, cerrajeros y carreteros.
cia creadores de fortuna y exactores faltos de escrúpulos que sobre
1
Al rnenos una parte de estos artesanos se incluía en el an1plio gru-
to~o en las provincias despertaban el odio de la población local y que po de los libertos, cuyo nún1ero, al igual que el de los esclavos, ascen-
no se privaban de cometer estafa contra el estado. Sus prácticas eran dió considerablen1ente en Rorna y en las restantes ciudades itálicas a
bien conocidas en Roma ya desde la guerra anibálica ("Liv. 25,1.,4 partir de la segunda guerra púnica: Escipión Erniliano habría dicho en
Y 25, 3,9 s.), a tal punto que pronto se hizo proverbial el gue detrás el 131 a. C. que la plebe urbana de I{on1a se cornponía básican1ente
de todo publicanus había siempre un violador de la ley (Liv. 45,18,3: de antiguos esclavos traídos por él a la ciudad con10 prisioneros de
ubi publicanus esset, ibi aut ius publictan vt1nu1n aut libertclletn so- guerra (Val. Max. 6,2,3). Ya poco después de la victoria sobre Aníbal
la cifra de libertos era tan elevada que se hizo necesario introducir
zial- und \Virtscha/tsgeschichte der spdten rOtnischen Republik, pp. 175 s.). detern1inad<lS normas sobre la n1anurnisión; en el 177 a. C. fue pro-
Jlespecto del concepto de eques R.omanus, T. P. Wisen1an, Historia, 19, 1970, hibida la rnanun1isión que sólo se proponía la ohtención del cudicí<1do
pp. 67 s. derecho de ciud¡¡danía romaoa (Liv. 41,9,11); a partir del 168 a. C.
78 Géza Alfoldy 1-Iistoria social de Roma
79
los lihcrti podían ser inscritos en una un1ca tribu, con lo que si~uientes y, en especial, durante las campañas extremadamente san-
la influencia de esta extensa capn social en la asan1blca popular grientas de los. ro.';'anos en Hispania, a mediados del siglo n a. C., el
se redujo a b mínima expresión (Liv. 45,15,5). Muchas personas en campesinado siguio pagando el mismo tributo de sangre, haciéndose
otro ticn1po esclavas podían <1ptovccharsc ahora de las nuevns posibí+ ya daramente VlSlble su decadencia durante esta etapa en las grandes
lidades ecnnómicas en !ns ciudades y hasta 11eg<ir a amasar una for- dificultades encontradas para el reclutamiento del ejército. A esta
tun;:i. Muchas otras, en cambio, no encontraron en Roma, ni en la acusada reducción de la población del campo se añadía el hecho de
industria ni en el comercio, un n1odo de vida estable y pasaron a que aquellos agricultores sobrevivientes a la conflagración anibálíca no
engrosnr aquel «lun1penprolettiti8do» que no sólo viviría en condicio- se encontraban ya en condiciones de rehacer las bases económicas so ...
nes verdaderamente pet1osas --desde mediados del siglo n a. C., ade- bre fas que se cimentaba la anterior posición de protagonismo del
más, bajo la presión del aumento de los inquilinatos-, slno que tam- mediano. campesrnado. La fertilidad del suelo italiano, a pesar de las
bién habría de padecer los altos precios en buena parte de los pro- d.evastac1ones de los años de guerra, no sufrió, en realidad, un par-
ductos de aliment¡¡ción e ir por ello sobreviviendo a base de donati- ticular menosca?o, pero los pueblos estaban en ruinas, los aperos de
vos. Estos regalos al pueblo de hombres poderosos ( cpngiaria) están labranz~ destruidos y el ganado diezmado. La reconstrucción exigía
atestiguados desde el 213 a. C., y con ellos el donante se ganaba po- 111vers1on de capital, y ello no se lo podían permitir todos los labra-
pularidad entre los pobi·es (cf. Liv. 37,57,11, en el año 189 a. C.). d.ares. Por otra parte, como los mejores brazos del campo continuaron
La n1asa de este proletati;:ido, que en }{orna fue creciendo considera- s1rv1en~C: en Jas fuerzas armadas después de la segunda guerra púnica,
ble1nente a partir de la segunda guerra púnica, se nutría no sólo de las familias rurales se encontraban a menudo privadas de la fuerza de
libertos 1 sino tainbién, y sobre todo, a base del campesinado romano, traba¡o adecuada. Además, los hacendados hicieron todo lo gue estaba
que había visto arruinarse ]as bases económicas de su existencia y e.n su poder para ~propiarse de las parcelas del campesinado. Al poco
afluía a Roma y a las demás ciudades 59 • tiempo de ser A111bal expulsado de Italia, habían ocupado en el ager
La caída en la miseria y proletarización de muchos campesinos publtcus los lotes abandonados. Dado que disponían de suficiente ca-
constituía una de las consecuencias más penosas de la segunda guerra pital, podían acaparar más tierras y realizar en ellas las inversiones
púnica y de la expansión romarn resultante de ella. En la lucha con- necesarias. No les faltaba tampoco mano de obra: precisamente como
tra Aníbal la población rural sufrió un terrible número de bajas. Esta consecue.~cia de las guer~as h. .abía grandes cantidades de esclavos, cuya
bubo de soportar doblemente el peso de la guerra: de sus filas fue explotac10n resultaba mas comoda gue la de los trabajadores libres.
reclutada la milicia ron1ana 1 que en las victorias cartaginesas llegó a Cuanto mayor era el poder económico de los grandes propietarios,
perder ejércitos enteros, como los 70.000 hombres sólo en la batalla con tantos menos escrúpulos actuaban frente a los campesinos reacios:
de Cannae (Polib. 3,117 ,4); y, por otra parte, fue sobre todo ese P.ues~o que en el ager publicus las parcelas podían ser ocupadas prio-
mundo agrario el que una vez más resultó perjudicado_ por la inter- r1tar1amente por quien estaba en condiciones de cultivarlas resultó
minable contienda entre Aníbal v los romanos en Italia, en la que, fácil a los ricos latifundistas proceder sencillamente al desaloj~ ele los
según Apiano (l,ibyke 134), 40Ü grandes asentamientos fueron des- campesinos (cf. Sall., Iug. 41,8).
truidos y cientos de miles de itálicos aniquilados. En las guerras sub- . Y a a dos generaciones de la victoria sobre Aníbal, Tiberio Sempro-
n10 Graco sólo veía miseria en el antafio acomodado y poderoso cam-
59
Por lo que se refiere a la situación de los estratos bajos de población en pesinado: «Las fieras gue discurren por los bosques de Italia tienen
Roma dur<'lnte ];:¡ República t<irdía, cf. J\, J. Toynbee, op, c;r, II, pp, 3-32 s,, y c~da una. su guarida .Y su cuev_a; los que pelean y mueren por Italia
esp. H. C. Roren. en R. Scagcr, Tbc Crisis o/ tbc Roman Repnhlic, pp. 54 s. solo partJc1pan del alfe y de ntnguna otra cosa más, puesto que, sin
(en ale1nán: H_ Schncidcr, ccl., Z11r Sozial- ttnd TY/irtscha/tsgcsch;chtc der spdten
rOnúschcn Rcpublik, pp, 79 s,), así como Z. Yavetz, en R_ Se<igcr, cd., op, cit., techo Y sin casas, andan errantes con sus hijos y sus mujeres ... , por-
162 s. (en alemán: H_ Schncidcr. ed., op. cit., pp, 98 s,), \Téase también del gue, de un gran número de romanos, ninguno tiene ara, patria, ni
mismo. en Recherches sur les structures soc;alcs dans l'antiquité classique, pá- sepulcro de sus mayores, sino gue por el regalo y la riqueza de otros
ginfls 133 s,, y Plcbs and Princcps (Oxford, 1969), pp, 9 s,, <ldemás de H. Bruhns, pelean y mueren, y, cuando se dice que son señores de toda la tierra
en lí. Tvk11nmsGn-\\T. SchuJze, ed., Vo111 Elcnd der Flandarbeir Prohlen1e hi-
storisrhcr [}11tei·sc!úchtenfnrschung (Stuttgart, 1981), pp. 27 s. Cf f'lsimismo ni siquiera tienen un puñado de tierra propio» (Plut., Ti. Gracchu~
infra nota 87, ~cp>1rto de .-ili1ncntos y dinero entre los pobres en Roinrt: C, Ni- 9,4). En la investigación más reciente, y de acuerdo con los datos su-
colcL Le 111éfi('r de ritnvcn d(//IS la Rn111e répuhliraine (Pflrís, 1976), PP- 250 s. ministrados por la arqueología sobre el poblamiento agrícola en los
1
80 Géza Alfiildy f{istoria social de l"lon1a 81
1

dos últimos siglos de la República, suele recalcarse que bajo ningún 1


'
satisfacción a esas demandas y que, por lo pronto, fue~en lo suficien~
concepto debe aceptarse la idea de un proceso uniforme en toda Italia: ternente ricos con10 para aliviar inediante donativos la extren1a nece-
en muchas partes de la península, empezando por la Etruria meri- sidad Je la masa y asegurarse así el liderazgo sobre ella. Indefectible-
~lional_, pequeñas explotaciones agrarias pervivieron hasta la época mente, de todo ello resultaba que tales caudillos no podían ser revo-
Imperial.. Pero la tendencia general era claramente la inversa 60 , y por lucionarios salidos del proletariado, sino 1níembros de la nobleza, que
ella se v10 alcanzado sobre todo el sur de Italia. como homines novi combatían contra el poder de la oligarquía o que
La vieja receta para resolver la cuestión agtaria, a saber, el asen- como nobiles desgajados de ésta habían entrado en conflicto con su
t~miento y sustento de los sin tierras en las colonias, no constituía ya propio grupo social.
ningún remedio para las masas de agricultores caídos en la miseria Conflictos en parte semejantes a los tenidos par el campesinado
y hacia mediados del siglo n a. C. apenas se ponía en práctica. Mu'. romano con la gran propiedad fueron apareciendo entre los socii itá-
chos campesinos vivían de aceptar trabajos ten1porales como asalaria- licos y los detentadores del poder en Roma una vez concluida la se-
dos (mercennari, operarii) en las granjas de los ricos (v. gr. Cato, gunda guerra púnica. 1~ambién la poblacíón no ron1ana de Italia había
Agr. 145,1); su suerte era con frecuencia poco mejor que la de los sufrido enor1nernente con las devastaciones de la contienda anibálica,
esclavos. Por consiguiente, grandes masas de población rural emigra- y ello se hacía especialmente patente en el sur de la península; toda-
ban a las ciudades y, sobre todo, a Roma, para vivir del regalo y del vía se aíiadía a esto la venganza de los vencedores contra aquellas
trabajo ocasíonal, y para apoyar a cualquier político que estuviese dis- comunidades que, como en el caso de Capua, habían hecho defección
puesto a socorrerlas. De esta suerte, fue creciendo el proletariado ur- de Ro1na. Los sociiJ aden1ás, estaban obligados a la prestación de ayu-
bano hasta convertirse en una masa humana in1ponente por su nú- da militar a la República y en las continuas guerras del siglo II a. C.
mero. Pero su importancia no radicaba solamente en sus efectivos vertieron tanta sangre con10 el carnpesinado ron1ano. Para empeorar
numéricos, sino en su fuerza política potencial. El motín de los «po- las cosas, su condición de no romanos los hacía víctin1as de la discri-
bretones» en Roma no era otra cosa que la concentración de un mate- minación por parte del gobierno republicano. Cayo Graco podía invo-
rial político y social altamente inflamable: se trataba de una masa car casos casi increíbles de arrogancia y arbitrariedad, con las que los
popular que era perfectan1ente consciente de su pésima situación y funcionarios romanos actuaban incluso frente a los integrantes de los
deseaba escapar a toda costa de ese estado, que. por su apiñamiento estratos superiores en las distintas ciudades de Italia (Gel!., Noct. Att.
en la ciudad no tenía ninguna dificultad de con1unicación, que era 10,3,1 s.). Los derechos políticos del ciudadano romano faltaban a
capaz en cambio de una rápida movilización y que por el disfrute de la los socii, de tal forn1a que éstos ni siquiera podían contar con la posi-
cmdadanía romana estaba cualificada para actuar como fuerza política bilidad de defensa que un simple proletario tenía siempre en la asam-
en la asamblea popular. Sólo precisaba de líderes que pudiesen dar blea popular; en la guerra se veían desfavorecidos a la hora del repar-
forma coherente a sus reivindicaciones, líderes que desde esta posición to del botín, y las penas que se les aplicaban durante el servicio mili-
de fuerza se resolvieran a vencer la resistencia de la nobilitas para dar tar se caracterizaban especialmente por su dureza y carácter humi-
llante. Econón1icarnente esta población itálica lo tenía algo rnejor en
60
las ciudades, donde como artesanos y gentes de con1ercio podía encon-
Destino de los. pequeños campesinos: A. ]. Toynbee, op. cit., II, pp. 10 s.,
Y. P. A. Brunt, Italtan Manpouier, pp. 269 s.; E. Gabba, Kti:nu1, 2, 1977, pá-
trar un medio de vida; en cambio, la población rural compartía a
ginas 269 s.; K. Hopkins, Conquerors and Slaves. Sociological Studies in Ron1an menudo el n1ismo destino que el can1pesinado ro1ni1no. Por otra parte,
History 1 (Cambridge, 1978), pp. 1 s.; J. M. Frayn, Subsistence Fdrming in masas indigentes de campesinos irálicos 1narchaban tarnbién hacia
R.01natJ ltaly (Londres, 1979); vid. además nota 55. Cf. J. K. Evans, Arner. Roma con la esperanza de hallar en la gran ciudad los medios de una
]ourn. o/ Ancient History, 5, 1980, pp. 19 s., y 134 s. 1'rabajo asalariado junto
a la mano de obra esclava en la agricultura itálica: J. E. Sky<lsgaard, en P. Garn-
existencia segura. Pero, dada su condición de no ciudadanos ---obli-
sey (ed.), Non-Slave Labour in the Greco-Ronzan \Vorld (Carnbridge, 1980), gados, ade1nás, en sus respectivas ciudndes a alistarse en el ejército
pp. 65 s.; cf. W. Backhaus, en H. Mon1msen-\V. Schulze (eJ.), op. cit., pági- de la República-, eran pronto expuls;1dos por la fuerza de la capital
n.as 93 s. Fue:ites arqueológicas sobre el mantenimiento de las pequeñas ha- por los n1agistrados ron1anos. La tensión que de esta forrna llegó a
c1endas campesinas: T. W. Potter, ]'he Changing Landscape o/ South Etruria
(Londres, 1979); A. Carandini-A. Settis, Schiavi e padroni nell'Etrurid ronu111a. producirse no era producto siinple1nente Je un enfrenta1niento entre
La villa di Sette Finestre dallo scavo á!La mostra (Bari, 1979}; D. W. Rathbone, ricos y pobres, toda vez que las cap;.lS superiores Je los sucii veíanse
]ourn. o/ Rom. Stud., 71, 1981, pp. 1 s. también afectadas por la discriminación. Con todo, la gran masa de
82 Géza Alfüldy Historia social de Roma 83

descontentos estab:i forn1ada por el nutridísimo grupo de la población bajas de la pobbción, mientras gue los sectores dirigentes se acomo-
rural pobre, que aspiraba tanto a la igualchid de derechos políticos daban cada vez más al dominio romano 62 •
como a la solución de sus problemas sociales 61 . Ninguna otra capa de la sociedad, sin embargo, se encontró en una
l)arecidos en gran n1edida a las tensiones existentes entre los alia- situación tan pésitna como Ja que tocó vivir a las masas de esclavos,
dos itálicos y los gobernantes romanos eran los conflictos que sur- al menos las del campo. La importancia de la esclavitud para la eco-
gieron en las provincias entre los romanos y la población local. En nomía romana se hizo enorme en el plazo de muy corto tie1npo tras
las guerras de conquista los habitantes de Hispania, Africa, Macedo- la segunda guerra púnica, por la sencilla razón de que la oferta y la
nia, Grecia y Asia Menor babían tenido que sufrir lo inimaginable, demanda de esta rentable fuerza de trabajo crecieron súbita y simnl-
en especial hacia mediados del siglo n a. C., momento en que los '
t anea1nente Los terraten1entes
63
.. . '
ten1an neces1'd ad d e grand es canti-
.
romanos, en una fase crítica de su imperialismo, procedían en el exte- dades de mano de obra barata para sus explotaciones, cada vez más
rior con especial brutalidad: ciudades como Cartago o Corinto fueron extensas y en trance de reconversión agrícola; dado que el campesi-
destruidas hasta sus cin1ientos, masas de cautivos pasadas a cuchillo nado había sufrido enormes pérdidas humanas y tenía además que
o vendidas como esclavos, y quien conseguía escapar mediante rescate consagrar los mejores años de su vida al servicio militar, fue preciso
podía considerarse dichoso. Pero incluso en tiempos de paz la situa- renunciar a reclutar trabajadores de entre la población autóctona
ción de los provinciales era a menudo catastrófica: los gobernantes y (Plut., Ti. Gracchus 8,1 s. y App., B. civ. 1,29 s.). A estos fines, en
los publicani, procedentes, respectivamente, de la aristocracia senato- cambio, se prestaban Jos esclavos: por su absoluta carencia de dere-
chos podían ser explot;:idos mucho más fácihnente que los campesinos,
rial y del grupo de los nuevos ricos, veían por lo general en las pro-
no había gue disprnsarlos para el cumplimiento de la milicia, y pre-
vincias simples catnpos de enriquecimiento personal y con frecuencia
cisamente en aquellos años posteriores a la segunda guerra púnica,
se conducían aquí con la misma falta de contemplaciones que en la debido a la privación de libertad de innumerable, prisioneros de gue-
guerra. El resultado era el levantamiento de las poblaciones someti- rra) se podían encontrar a millares y a 1nuy bajos precios. Cada una
das, que en Hispania y Grecia, sobre todo, renacía siempre de nuevo. de las campañas militares de Roma en estos años significaba la llegada
Esta resistencia no constituía en absoluto un movimiento socialmente a I talla de una nueva re1nesa de esclavos extranjeros. Haciendo una
homogéneo, puesto gue en ella estaban comprometidas también las selección de las noticias más importantes gue las fuentes antiguas nos
capas superiores locales, que luchaban por la independencia política transmiten sobre el número de prisioneros de guerra esclavizados en
o, cuando menos, por la supresión de aquella política sin freno. Pero cada una de la campañas, podemos hacernos una idea sobre la cifras
también en las provincias la presión de la dominación romana recaía de esclavos con las que operaba la economía romana: 30.000 en Ta-
principalmente sobre las masas de población más pobres, a las cuales rento, en el aíío 209 (Liv. 27,16,7); 8.000 en Africa, en el 204 (Liv.
la oposición a Roma parecíales la única solución a sus males sociales, 29,29,3); 5.632 en Istria, en el 177 (Liv. 41,11,8); 40.000 bien a
y así nacieron los cabecillas de la resistencia. Vii;iato,. el caudil.lo ?~ la gusto en la campaña del 174 en Cerdeña (Liv. 41,28,8: 80.000 per-
guerra de la independencia contra Roma en l-!1span1a, era, s1gn1f1ca- sonas en parte muertas y en parte esclavizadas); 150.000 en el Epiro,
tivamente, un antiguo pastor (Liv., Epit. 52). En Grecia, donde con
mayor claridad se pueden observar las razones de fondo de los movi- 61
J. Deininger, Der politische Widerstand gegen Rom in Griechenland 217-86
mientos y levantamientos antirro1nanos, fueron primero los mi.embros v. Chr. (Berlín-Nueva York, 1971): para el trasfondo social, pp. 263 s. Roma
de los grupos sociales elevados los que, profundamente decepcionados y los griegos: T. Bernhardt, Imperium und Eleutheria. Die rOmische Politik
al poco tiempo de la proclamación de la libertad de Grecia por Fla- gegeniiber den /reien Stüdten des griechischen Ostens (Hamburgo, 1972). Acerca
minio en el 196 a. C., atizaron la oposición antirromana; sin embargo, de las condiciones internas del tnundo griego durante la República tardía, vid.
S. Schlichting, Ciccro und die griechische Gesellschaft seiner Zeit (Berlín, 1975).
desde la tercera guerra macedónica la iniciativa pasó a las capas más 61
" Por lo que Se refiere a la esclavitud en tiempos de la República tardía,
consúltese con carácter de síntesis W. L. Westermann; The Slave Systems of
Greek and Ron1an Antiquity (Filadelfia, 1955), pp. 57 s.; E. M. Staerman, Die
61
Sobre la situ~ción de los itálicos tras la segunda guerra púnica, vid. A. ~­ Bliitezeit der Sklavenuúrtscha/t in der rQ,nischen Republik (Wiesbaden, 1969).
McDonald, ]oum. 'of Rom. St11d., 34, 1944, pp. 11 s.; A. J. Toynbee, op. ctl:, Véase además esp. W. Hofmann, Dialoghi di Arch., 4-5, 1971, pp. 498 s.;
JI, pp. 106 s.; l:L\Galsterer, Herrscha/t und Verwaltung, pp. 152 s.; V.· Ilart, 1 K. Hopkins, Conquerors and Slaves, pp. 99 s.; F. De Martina, Storia economi-
Gli lialici nelle strutture n1ilitari romane (Milán, 1974).
,yG ca di Ron1a, I, pp. 69 s.

¡
84 Géza Alfi:ildy l·iistoria social de Ron1a 85

en el año 167 (Polib. 30,15 y Liv. 45,34,5 s.), y un mínimo de 50.000


'
de Cales o en ttjas de I~truria, en los centros urbanos' solía haber
en Cartago, en el 146 a. C. (App. Libyke 130) 64 • A estas fuentes de tarnbién esclavos c0111particHdo CLH1 los libres y libertbs los oficios
aprovisionamiento se añadían los nacimientos habidos en fan1ilias de artesanales especializados. En 1as ciud,1des y en las villas de los gran-
l~s no libres y, al parecer como suministro más importante, el co1ner- des propietarios vivían naturaln1ente esclavos, que ejercían profesio-
c10 de esclavos en Oriente, que allí facilitaban las guerras entre los nes liberales, v. gr., pedagogos, como en la casa de Catón (Plut.,
estados helenísticos o el robo, y que eran enviados a los grandes mer- Cato 20,5), adem;Ís de servidures y esclavos de lujo"-
~ados de, esc~avos -como, !'ºr ejemplo, al de Delos, donde, según En un sisrenL.l con10 éste a L.t fuerza tenían que difun1inarse los
informara mas tarde Estrabon (14,5,2), podían ser vendidos diaria- rasgos patriarcales de la esclavitud ron1ana priinitiva. IJor regla gene-
mente hasta 10.000 esclavos, mayoritariamente con destino a Italia. ral, los esclavos ya no eran mie111bros, con10 antes, del círculo fan1i-
Los precios en el siglo n a. C. oscilaban quizá entre los 300 y los 500 líar, sino que se convirtieron en un grupo social claran1ente segre-
denarios (1.200-2.000 sestercios) por término medio 65 • gado del resto de la comunidad por su carencia de derechos, la terri-
La importancia de la esclavitud, así pues se incrementó súbita-
1
ble explotación laboral a que estaban son1etidos y el desprecio gene-
mente con el paso del siglo III al siglo II a. C. Ya en las comedias de ral. Una buena prueba de la consideración que le rnerecían a Catón
Plauto y de su contemporáneo más joven Terencio (él mismo un anti- los esclavos era el hecho de que fuesen enurnerados por éC junto al
g_uo esclavo de Africa) aparecen los esclavos como figuras que incues· ganado o a los aperos de labranza, con10 parte del n1obiliario de una
t1onablemente forn1an parte del ambiente social de Roma y cumplen propiedad agrícola (Agr. 10,1 s.); era la n1ís111a concepción que un siglo
funciones diversas. La economía romana los absorbió rápidamente en más tarde estar~\ docun1entada en Varrón, quien definiría a los escla-
todos sus sectores, aun cuando la 1nano de obra esclava no llegó nunca vos corno instrun1enti genus vocale {De re rust. 1,17,1). De todas
a sustituir completamente al trabajo libre, ni durante esta época ni forrnas, esta. masa de esclavos no presentaba en absoluto caracteres
en mnguna otra de la historia de Roma. En las plantaciones de los homogéneos. Los esclavos en las ciudades gozaban, por lo general,
tlcos hacendados de Italia los esclavos realizaban una parte conside- de una posición social más ventajosa que la de los empleados en el
rable_ de la producción. Catón se basaba en su propia experiencia cuan- campo o las minas, cosa explicable por el hecho de que en sus profe-
do asignaba 13 esclavos a una plantación normal de olivos de 240 yu- siones, a menudo altan1ente especializadas, los malos tratos no produ-
gadas (60 Ha.) y 16 esclavos a una viña grande normal de 100 yuga· cían en absoluto n1ejores rendin1ientos laborales. Precisamente para
das (25 Ha.) (Agr. 10,1 s.); Cayo Sempronio Graco había comentado estimularlos a los tnás altos rendi1nientos, se les solía prometer la
que su hermano mayor Tiberio se había decidido a luchar por las refor- liberación~ las n1asas de libertos en l~on1a y en las ciudades eran gene-
mas durante un viaje por Etruria en el año 137 a. C., cuando pudo raln1ente antiguos esclavos urbanos. IJor el contrario, en el tratamien-
co:itemplar que los ca~pesinos se habían extinguido en todas partes, to dispensado a los esclavos de las grandes plantaciones y las minas
mientras que los trabajadores agrícolas y pastores eran siempre es- apenas se podía rastrear algo de hu111anidad. Catón mantenía a sus
clavos de origen foráneo (Plur., Ti. Gracchus 8,4). Gran número de esclavos bajo una estrecha disciplina y los n1andaba azotar por cual-
los no libres fueron empleados en las minas, y sólo en los yacimien- quier pequeüo descuido (Plut., Cato 21,2 s.); nunca los dejaba desocu-
tos de plata españoles próximos a Carthago Nova la cifra se elevaba pados, ni en n1omentos de n1al tie1npo ni en los días de fiesta; tenían
a 40.000 hombres en tiempos de Polibio (34,9,8 s.). En la hacienda que trabajar en las n1inas encadenados los unos a los otros; a los escla-
de .Catón había esclavos ocupados también en la manufactura y, vos enfermos no les ponía una ración de con1ida co1npleta; si por
como sabemos por Plauto y por los sellos en la cerámica de la ciudad enfermedad o vejez se volvían inútiles para el trabajo, los ponía a la
venta (Agr. 2,1 s., 56 y 57) y, en cualquier caso, nunca quería saber
M Listas más completas, c.on un análisis de las misn1as, en I-I. Volkmann, Die
Massenversklavungen der E111wohner eroberter Stíidte in der hellenistisch-rO-.
n;ischen Zeit. Akad. d .. Wiss. u. Lit. Mainz, Abh. d. Geistes und Saz. wiss. 06
Esclavos en la economía: W. L. \Xfestermann, op. cit., pp. 69 s.; E. !vL
Kl. ]g. 1961, Nr. 3 (W1esbaden, 1961); A. J. Toynbee, op. cit., II, pp. 171 s.; Staernlan, op. cit., pp. 71 s. En Plauto y Terencio: P. P. Spranger, f-listorische
E. M. Staerman, op. cit., pp. 43 s. Untersuchungen zu den Sklavcnjiguren des P!autus toul 'fl'renz. ¡\kad. d. \X'iss.
6
' T. Frank, Econo1nic Survey, I, pp. 194 s., 200. Con1ercio de esclavos· u. Lit. !vlainz, Abh. d. Geistes- und Suzwiss. Kl., Jg. 1960, Nr. 8 ,,\'Xficsba-
W. y. Harris, en J. H. D'Arms-E. C. Kopff (ed.), The Seaborne Comtnerce oi den, 1961). En Catón: bibliografía en Ja nota 56; sobre et acuarrela111icnto <le
'(1_nc1ent Rome. Mem. Amer. Acad. Rome, vol. XXXVI (1980), pp. 117 s. (tam- esclavos: R. Etienne, en Actes du Colloque 1972 sur l'esclavage (Besani;on~Pa­
01én para la época del Imperio). rís, 1974), pp. 249 s.
86 Géza Alfoldy l--iistoria social de Roma 87

nada de 1nanumisiones. Otras brutalidades, que llegaban al tormento res. Pero aquel nzagnus nzotus servilis, que en los años 185-184 a. C.
y h crucifixión (Plm1t., Amphitr. 280, Mil. Glor. 372 s.), elevaban encendió en Apulia una guerra de guerrillas y concluyó con la con-
aún 111ás estos sufrin1icntos. 1··an1bién es vcrch1d que no todos los es- dena de 7 .000 de los implicados, fue, en expresión de Tito Livio, una
clavos) incluso en las cxplot<lcioncs agrícol<1s, eran tratados igual de pastorum coniuratio (39,29,8 s. y 39,41,6 s.). Quedaba así preparado
mal: en el seno de la capa de los esclavos había una cierta jerarquía, el camino que conduciría a los grandes levantamientos de esclavos en
que iba desde el administrador de la finca (vilicus) hasta los simples Sicilia.
peones con grilletes 1 pasando por los vigilantes y los operarios especia-
lizados. Pero, considerado en su conjunto, el tratamiento dado al es-
clavo en la República tardía fue peor que el de cualquier otra época El camino hacia la crisis
en la historia de Ron1a, anterior o posterior a ésta.
La explotación incontrolnda y especialmente brutal de las masas Del examen de cada uno de los estratos de la sociedad romana
de esclavos, siempre rcernplazables gracias al comercio o a la afluen" entre la segunda guerra púnica y la época de los Gracos se desprende
cia de prisioneros de guerra, condujo a conflictos en los que se encon" que el brusco cambio de las estructuras económicas y sociales en ese
traban frente a frente los más fuertes y poderosos de la sociedad ro- corto período no sólo provocó una completa metamorfosis, en la que
mana y los más oprimidos. El odio del esclavo, que antes de su cap- deterininadas capas sociales conocieron un notorio crecimiento, otras
tura había sido en n1uchos casos un ciudadano libre y consciente de sufrieron un debilitamiento, y algunas vieron ahora la luz; el cambio
sus derechos en otro estado, no podía pasar desapercibido a su amo; en la historia de esos grupos sociales particulares produjo, correlati-
Catón procuraba en todo niomento sembrar la discordia entre los su- vamente, Ja aparición o recrudecimiento de tensiones y conflictos so-
yos, pues temía que estuviesen unidos (Plut., Cato 21 ,4). Natural- ciales. Los enfrentamientos entre las familias rectoras de la nobilitas
mente, dada la fuerza del estado romano, las posibilidades de resisten- no eran ya simples rivalidades sin mayor trascendencia entre los dis-
cia de los esclavos contra sus atnos eran reducidísin1as. El desobe- tintos linajes de un sistema de poder aristocrático. Los choques entre
diente era al punto castigado con toda severidad. Escapar de una finca la nobilitas y quienes ascendían socialmente en el senado, aunque tam-
agrícola ern difícil y a la larga pocas veces terminaba con bien para bién entre la oligarquía y los nuevos ricos del orden ecuestre, origi-
quienes lo intentaban; el hecho de que Planto y también Catón (Agr. naban nuevos conflictos en el seno de las capas dirigentes. La degra-
2,2) mencionen la buida de esclavos, sólo pone de manifiesto la suerte dación material del campesinado romano y el surgimiento de una
fatal que aguardaba a quienes se atrevían a ello. Más inviable todavía masa proletaria en Roma creaban una nueva y muy peligrosa fuente
era un abierto lcvantJ111icnto contra los dueños. Con independencia de problemas, al tiempo gue una base de masas para cualquier tenta-
del estrecho control y del cncaden<-lmiento de los esclavos en muchas tiva revolucionaria. Las continuas tensiones entre quienes imperaban
fincas, apenas había entre ellos posihílidades de coinunicación, que en Roma y los aliados itálicos, que no sólo tenían un cariz político,
habrían sido itnprescindibles para preparar un movimiento de masas; sino también social, al igual que las fricciones entre los beneficiarios
en las ciudades, donde se daban n1cjor estas condiciones, la situación del imperio y la población sometida de las provincias, complicaban
de los esclavos era n1ás favorecida y apenas había pretextos para una aún más la situación. Finalmente, en el odio de las masas esclavas
revuelta en toda regla. Si deja1nos a un lado a grupos especiales de hacia sus dueños latía una amenaza contra el sistema entero de domi-
esclavos, co1no lo serán más tarde los gladiadores del entorno de Es~ nación romano. Roma, en efecto, se había transformado en muy poco
partaco, sólo había un grupo. de esclavos que estaba en condicione~s tiempo en un imperio mundial, en realidad, demasiado rápidamente
de desencadenar un levantam1ento armado: los pastores, no tan fe- para que su sociedad pudiese asimilar semejante cambio, y ni los éxi-
rreamente vigilados como los trabajadores de fincas ni tan atados en tos deslumbrantes de sus ejércitos en Oriente y Occidente podían
su libertad de movirnientos, pero que a causa de los malos tratos Y ocultar el hecho de que en el fondo de la sociedad romana germinaba
las duras condiciones laborales se hallaban tan insatisfechos con su una crisis que amenazaba con arruinar todos los logros alcanzados. Los
destino como sus compañeros de las plantaciones de olivos y las minas. primeros signos de alarma, caso del conflicto entre los Escipiones y
No está prob~do positivamente que cierta coniurat'io servoru1n .:n el resto de la nobilitas, de las debilidades de Roma en las guerras de
ªT
Etruria, del 198 a. C., contra la que hubo de emplearse una leg1on Hispania a mediados del siglo 11 a. C., de la resistencia de las masas
romana completa (Liv. 33,36,1 s.), hubiese sido promovida por pasto- y) contra Roma en Grecia, nunca extinguida del todo, o del levanta·

1listoría social Je Ronia 89
88 Géza Alfüldy 1
1
mientras que en LSUt segunda centuria apenas se vio ~l,po sernejante,
miento de los pastores en Apulia, no perm1ttan reconocer todavía la añadiéndose a ello el que a 1nasas enteras de 1a pobLtcton les estaban
naturaleza de la crisis venidera. Pero ponían de 111;.1nifiesto que una 1 siendo negados el ascenso social, la 1nejora de sus condiciones eco-
serie de problemas de nuevo tipo estaban presente:;, y que la situa- nómicas de vida y la igualación política.
ción resultaba totalmente distinta, por ejemplo, a la correspondiente En fin, totaln1ente nueva era la situación en la medida en que
a la fase crítica del enfrentamiento entre patricios y plebeyos hacia la sociedad romana del siglo II a. C. ya no contaba con aquellos lazos
mediados del siglo IV a. C. indesrruclibles que habrían podido n1antener firme1nente unidas a
ESta situación se hizo más aguda aún porque el sisten1a de divi- capas sociales antagónicas. Anteriorn1ente, tales vínculos resultaban,
sión social sólo muy parciahnente era permeable. l)ara los integrantes por una parte, de la propia estabilidad. del sistema político, con las
de algunas capas sociales estaban ciertatnente abiertas las posibilida- magistraturas sen~1loriales, el senado y la asarnblea popular, lo que
des de movilidad social: los esclavos urbanos eran manomitidos con podía garantizar el don1inio sin lí1nites de la nobleza, tanto n1ás cuan-
frecuencia, los libertos podían ganar el ascenso a un estrato de artesa- to que ésta, al menos en el can1pesinado, tenía un aliado par~ sus
nos y mercaderes, comerciantes y empresarios hábiles podían amasar metas en política exterior. Por otra parte, la cohesión de la sociedad
grandes fortunas y auparse como caballeros al segundo esta1nento de ron1ana estaba antaño asegurada por la serie de nor1nas que se ba-
la sociedad romana, caballeros ricos podían obtener cargos senatoria- saban en una religión y en una ética a h_echura de una nobleza in1-
les y así, como homines novi~ entrar a formar parte de la aristocracia
senatorial. Evidentemente, ello no significaba de ninguna manera que
\ buida de tradícíonalisn10, y que definían los modos de comporta-
miento de las n1asas cíudadan.1s y, por supuesto, de la aristocracia,
estas capas fuesen inmunes a la conflictividad social, pero no deja de en consonancia con las reglas del 1nos n1aiorun1. A partir de la se-
ser significativo el que en las violentas luchas encendidas desde los gunda guerra púnica y la subsiguiente expansión de Ron1a en el
años 30 del siglo lI a. C. fuesen ellas las que observaron el compor- Mediterráneo estos vínculos se habían relajado considerablemente y
tamiento más tranquilo. Así, los esclavos de las ciudades, en su ma- amenazaban con desintegrarse. Una vez que la aristocracia ya no fue
yoría, no se sumaron a los grandes 1novimientos serviles del campo} capaz, con10 en tien1pos de las dos prirneras guerras púnicas, de apo-
los hombres del comercio y la industria no fueron, por lo general, yarse en la n1~1sa del ca1npesinado, el viejo edificio político empezó
grupos desestabilizadores, y la politización del orden ecuestre se man~ a tan1balearse: coepere 1tobí/itas dignitatetn, populus libertatem in
tuvo siempre dentro de unos límites. Pero las posibilidades de movi- lubidinem vortere, sibi quisque ducere, tmhere, rapere (Sall., Iug.
lidad social estaban muy circunscritas a la sociedad urbana, y aquí, 41,5). Al mis1no tieinpo, este ;1ntiguo sistetna político se volvió total-
sobre todo, a los estratos que podían obtener beneficios de la pro- mente anacrónico en época de la expansió11: continuaba siendo toda-
ducción artesanal, el comercio y la economía monetaria. Muy distinta vía un sisten1a de do1ninacíón y gobierno que había sido originaria-
era la situación en el campo y entre las masas proletarias de Roma, mente concebido para una ciudad-estado y que ahora, sin apenas haber
sin ocupación de ningún tipo en el proceso de producción: rara vez cambiado, debía n1antener unido a un iinperio rnundial, lo que a la
había perspectiva de liberación para los esclavos de las fincas agrí- larga resultaba imposible. Era sobre todo en las notorias deficiencias
colas (como tampoco para los de las explotaciones mineras), también de la adminístración de las provinci;1s, en rc:alidad no adn1inistradas,
estaba prácticamente excluida todo esperanza de mejorar de vida sino explotadas, donde esto se ponía rnás de relieve.
para los campesinos caídos en la miseria y los proletarios, y en el Pero tarnbién los fundamentos espirituales del estado rornano
caso de las masas de población itálica y de los habitantes de las pro- estaban siendo sacudidos día tras día: no sólo Aníbal, también los
vincias apenas se vislumbraba una equiparación política con los ro~ griegos vencidos vieron cun1plida su venganza final cuando la ex-
manos mediante la obtención del derecho de ciudadanía. A esro se pansión romana y, en particular, la influencia ideológica del helenis-
añadía la negativa de la nobilitas a ceder al senador corriente y al n10 so1netido produjeron inexorable1nente la ruina de las viejas nor-
ho1110 novus las magistraturas más irnportantes y, con ellas, el acceso 1nas. «lJara aquellas n1isn1as personas que habían soportado con
al verdadero poder. También en este sentido, así pues, la situación en facilidad las fatigas, los peligros y las situaciones inciertas y difíciles,
vísperas del período de las grandes alteraciones inaugurado por los la tranquilidad y la riqueza, bienes otrora Jeseables, se convirtieron
Gracos se presentaba muy diferenre a la de mediados del siglo IV a. C.: ahora en pesada carga y Inotivo de perdición. Así nJció pri1nero el
en la sociedad romana de aquel entonces las puertas del poder se \~~afán de dinero y después de poder: esto era, por decirlo así, la raíz
habían abierto casi de par en par a los homines novi que medraban,
90 Géza Alfoldy }-Iistoria social de Roma
91

de todo el nial. l~ucgo,


la codi~~a tnin<-~ l,a l~C<~l~~l~al~ct~;e~:i~~~~eÍcl!:1~ de los estratos sociales perjudicados y oprimidos. En realidad, ni si-
den1~s, virtudes; - en sol ug1~· ~ a c~s~~~cr' a .tod~ u~ precio:-> (Sall.,
1 quiera se llevaron a cabo intentos de solucionar los problemas socia-
enseno a desdcnar a os e toses y I - d 1 sobre el cum- les más acuciantes, como el de mejorar la situación de los esclavos
Cat 10 2 s.). La antigua escala de valo~e~ e romano ·. d h - o el de jntegtar a los itálicos en el sistema político, ya que ellos ha-
Plin;ien;o del deber, la fidelidad, la justicia o la generostda , q,ueq ªe brían ido en contra de los intereses de los grupos dirigentes de Roma.
. · . d e1 orden
bía nacido bajo 1as con d telones - socia 1 arcaico,
·d ·' d 1tenia u
dom1"nio Otros problemas fueron reconocidos como tales, y se hizo incluso
a arecer como cosa ya supera a en ª. ,
d 1 época e . d
creac1on e Pa- alguna tentativa para paliarlos; por regla general, sin embargo, dichos
p ¿· 1 y de profunda reesttucturac1on de la soc1eda romana .. intentos ptopendían tan solo a una vuelta al anteríor estado de cosas,.
mun ta · , · t d y part1cu-
ra]elan1ente, Ro1na descubría en los pa1s.es ;o_nqu1s .a os, ntenído lo que, dadas las condiciones económicas, sociales y políticas del mo-
lqa~~n:~t~uecho;;~~~~¿t~~c~~tr~1~~g~~~:~~r!~~:~~ ~: 01~ def ,:~s C::,ai~rud1;1d.
1 5 0 mento, resultaba iinposibie, al margen ya de que carecían del empuje
y la cohereneica suficientes o llevaban a resultados imprevisibles y
Desde un pr1n1er . 1no1nento, pata . 1a .1n,_ayor
. , ¡Jarte . e esta sacie nada· ni fatales.

n1eta1n orfosead0 sa
11 1
re1.lco s ºJe''.~~~,;~l;d~d ;~~~~~~~l~~~:o~~~:l~~t~roleta~io.s Nada caracterizaba mejor la cortedad de miras de muchas de las
para 1os nuev l bl · oprt- personas influyentes en los círculos rectores de esta segunda centu-
caídos en la desesperación' ni n1ucho menos para as po ac1ones - ria que la actitud de Marco Porcio Catón. Por un lado, luchaba por
mi.das de l talia y las provincias, por no hablar de lods esclabvos, lmu;'n todos los medios a su alcance para que la capa dirigente se adaptase
' -· ' d · . .. · . que e rcc1 ir a g
chos de los cu~lcs cn1n e or1glen ebxtdt~.n¡c~o ~ ro Ía auténtica «ven- a las nuevas formas económicas de reconversión de cultivos, trabajo
ti o de educación, lo era para a o e 1enc1a. e < , -r rosa esclavo, inversión de ,capitales y alta rentabilidad. Pero, por otro
;nza de los vencidos» consistía en que L1 nueva Y, r:1ªs pe tg ... lado, este hon1bre se aferraba a las antiguas virtudes romanas, entre
~~rri~nte cs~irítual pnra Ron1a, la de .la filosofíla helen1ca, e1_iclonqt~~ las cuales se encontraban el sentido del ahorro y la sobriedad en el
.
las inayorcs s1111pat1as ~ ·
prec1samen te e ntrc aque estrato socia .- sec- modo de vida, y consideraba a la filosofía helénica, al igual que otros
d~bicra ser el guardián del ;nos ?JJaiorrun: en concreto,l e~ .c1Jrtode los logros del espíritu griego, v. gr., la medicina científíca, como cosas
tores de la aristocracia dirigente y c_spec1aln1e?:.C ey e ~~~u;enester incompatibles con los ideales romanos. Ante posturas de rechazo
Escipiones. Para abrirse a esas. c~rr1entes espu1tua es e , se daban como ésta resultaba in1posible la resolución siquiera de algunos pro-
un nivel educativo y un conoc11ntento de mundo que. so~] ~ 1 filo- blemas de la sociedad romana mediante una legislación reformista.
talcs a1nbientcs· a los aristócratas menos convenctona ~s. a . Las medidas legales tendentes a frenar el proceso de evolución social
esonf'1º' grie,º'l no sól~ no piltec. ió un pcl.igro, sino l:nn inag1d11hca pols1- estaban condenadas al ftacaso. Es cierto que una disposicíón sena-
• ~ -
b ·1·¿" d det:>< lcgit1n1ar

nicd1antc

un s1sten1c1
• ,
le eo 1(_)g1co
, acor e con. os. torial del 186 a. C. contra los devotos de Baca en Roma e Italia pudo
l 1 a l . . d 1 l a su propia pos1-
nuevos tic1npos el derecho al con11n10 e n1unco? < ~- 1 influen- interrumpir las prácticas de culto orgiástico, pero la decadencia del
ción social dirigente. En] todo caso, _Ialco1~Je~u~;:d~i~~a\ª la socíe-
cias fue básican1cnte la e e conn1ovc1 e otc e
J; 1nos 1na;or1nn con10 sistem<J de referencia para la sociedad romana
no dejó por ello de detenerse. Las providencias tomadas por Catón
dad romana. . d' ll r n a la desapa- contra el lujo durante su famosa censura del 184 a. C. entraban tan
Aquellos conflict~s soc1a~es que en s~ l~die~:~ o solucionarse a poco en el problema de fondo como tantas otras leyes que se promul-
ricíón del orden sc:c.1a~ arcél1_co en R_:>m ' ~ d ra Ahora la situa- garon durante esta misn1a centuria contra el modo de vida dispendío-
partir de las leyes 1_1c1n10-sextl1as por v1al~efeox1pmaa11s·1ºc)n. en Italía había so. La !ex Villia a1111alis del 180 a. C., que pretendía evitar con una re-
. · s aque en ton ces "
ción era d 1st1nt.a._ '. 1 en '_ 1-
·
a costa de terceros los problernas
gulación de la carrera senatorial el fulgurante ascenso de conspicuas
ofrecido la pos1b1hdad debr~so vder 1' p~blación en estos- inomentos personalidades de Ja oligarquía, como Escipión el Africano, fue saltada
, icos de las capas a¡as e a ' , f d a la torera ya una generación después por Escipión Emilíano. Tampoco
econom . ·, l Mediterráneo se convertía en una uente e ten-
l~ cxpanston en e_ l a Si antaño los intereses comunes de
produjo resultado alguno la invocación a las leyes lieinio-sextias para
stones para fa solc1edd~c rnman ." s de la plebe habían producido en
salir en defensa del campesinado frente a los terratenientes, toda
la aristocrac1d Y os istintos g1.upo, . · ¡ ra no se vez que nadie se atenía a ellas; Cayo Lelio (cónsul en 140 a. C.), que
recetsofreªi·sas~~:1 g~~~~-~~ ;~:1 t~\~:a~~~~~Z1 s:;1~:j:~te en pro
1 llegó a sopesar serias medidas de reforma en favor de los pobres, no
las ínstb.ancia1 se atrevió siquiera a intentar su puesta en práctica (Plut., '"fi. Grac-
d ctecta a en 1as
~ L\
' '
92 Géza Alfoldy 93

chus 8,7). Tan sólo una ley anterior al mov1m1ento de los Gracos nobleza guiados por sus propios designios políticos, que se presen-
tuvo hondas consecuencias en este siglo, aún sin proponérselo. En taban co1n~ portavoces .de la.s n1asas proletarias y que se sabían apo-
virtud de la !ex Calpurnia del 149 a. C. quedaron instituidas unas yados por estas co1110 s1 de poderosos ejércitos se ti-atasen. Sólo esros
comisiones per1nanentes para investigar los abusos de los magistra- conflictos tenían posibilidad de alterar en sus fund'1111entos el orden
dos romanos y salir así en defensa de los provinciales. Si bien estos social existente. Pero incluso las fuerzas «progresistas» contrarias a
órganos de vigilancia no acabaron de ninguna 1nanera con la violencia la oligarquía aspiraban, con10 mucho, a efectuar cierras correcciones
y la extorsión en las provincias, se convirtieron en cambio en el campo en el sisr:n1a :acial vigent~, pero no a su abolición) con lo que el
de juego perfecto para las intrigas y las luchas faccionales dentro de centro de Interes de los conflictos arrnados resultantes se desvió cada
la capa dirigente, socavando aún más el orden vigente. vez más d~. los problemas sociales hacia el campo de la lucha por el
Así, pues, la sociedad ro1nana enfiló irremediablemente el camino poder polmco. En la guerras civiles derivadas de ello dejaron de
de una crisis de la que sólo era posible salir por la violencia. Pero el e~frentarse capas y grupos sociales por forn1aciones políticas y ejér-
empleo de la violencia se atuvo a las propias leyes que imponía la citos regulares n1andados por los prirncros hornbres del estado. Lo
estructura de la crisis. La distinta naturaleza de cada uno de los con- que ~e consiguió con esto fue la caída del estado republicano: res
flictos por razón de la diversidad de los problemas sociales y políti- pub/zca, quae media fuera!, dilacera/a ( Sall., Iug. 41,5 ).
cos, la divergencia de intereses de cada una de las capas sociales y,
finalmente, también los múltiples lazos de unos estratos y grupos
con otros, hacían imposible el surgimiento de un moviminto revolu-
cionario más o menos homogéneo. La estructura de la crisis llevaba,
por el contrario, a que ésta se resolviese en una serie de sangrientos
conflictos sociales y políticos discurriendo en paralelo, aunque no en-
granados entre sí desde un principio, y cuyo efecto final sería la des-
trucción del marco político anticuado en que se encuadraba el orden
social, es decir, la república, si bien no afectando para nada a los
fundamentos de la estructura social, que se vio l)nicamente corregida.
Las guerras serviles constituyeron auténticos moviinientos sociales,
pero se proponían unas metas que no correspondían a los intereses
de los otros estratos sociales perjudicados, en realidad, ni siquiera a
los de los esclavos nrbanos; estaban, pues, condenados al fracaso. La
población sojuzgada de las provincias veía la causa de sus males en
el propio sistema de dominación romano, pero contra éste apenas si
podía hacer otra cosa que sublevarse con ayuda exterior, con10 lo
hicieron los griegos con el apoyo de Mitrídates, si bien a la larga con
ningún éxito, tanto menos cuanto que aquí las capas superiores se
Q_abían ido convirtiendo paulatinamente en baluarte del dominio ro-
mano. Triunfante sólo salió el levantamiento de los itálicos contra
Roma aún cuando su resultado no fue la destrucción del poder ro-
1

mano, sino su robustecimiento con la integración de la capa alta


itálica en los órdenes rectores de la sociedad romana. Las luchas deci-
sivas se dirimieron más bien entre los detentadores del poder, con
el apoyo en cada caso de una facción consciente de sus intereses,
bien organizada y armada; luchas entre la oligarquía, que gracias a
su posición de poder y a sus rnúltiples relaciones sociales contaba 1-
con el respaldo de una amplia base de seguidores, y miembros de la 1'.::l
llistoria social de Roma 95
Capítulo 4
evidente que el concepto de «revolución» no puede ser empleado
LA CRISIS DE LA REPUBLICA para definir el conjunto de estos conflictos en el mismo sentido que
y LA SOCIEDAD ROMANA lo hace la historia 1noderna ~partir de Ja revolución inglesa y, sobre
todo, Ja francesa, dado que\)os movimientos sociales y políticos de
finales de la República ni se proponían ni provocaron una transfor-
mación violenta del orden social; además, por sus tnotivaciones, sus
protagonistas, su desenlace y sus repercusiones, se trataba en estos
casos de movimientos tan heterogéneos que sólo de manera forzada
cabría medirlos por un mismo patróñ')fara evitar malentendidos con
el concepto de revolución, resultará pues más apropiado hablar, en
Jugar de Ja «i:e_vcJ.Jt¡CÍÓn-romanaJ;.,_de_Ja.crisis. poH_tica..y... so_cia_l de la
República, -~risis que, ante todo, se hizo pa~ente en conflictOS"'ql:IB
se dirimieron de forma abierta y violenta 68 •
La heterogénea naturaleza de estos conflictos se pone claramente
de relieve, por un lado, en su variada tipología y, por otro, en lamo-
dificación de su cará~er global durante los últimos cien años de la
República romana 69 . \!;;.º líneas generales, los conflictos abiertos de
esta época se puedep agrupar en cuatro tipos principales (sin que
quepa siempre marcar con nitidez sus líneas divisorias). A los tres
Los conflictos de la sociedad romana durante prirneros tipos pertenecieron las guerras serviles, la resistencia de los
provinciales contra la dominación romana y Ja guerra de los itálicos
la República tardía
contra Roma. En las rebeliones serviles se encontraron frentes socia-
. . . ida la sociedad romana como conse-
La cr1s1s en que se vio sum , l cambio de estructura a
. d e l a rap1'dez con que tes (Berlín, 1885), vol. JI. R. Syme veía fundamentalmente la esencia de la re-
cuenc1a , . ·se opero e '
t , n una fase desde me 1a os
d' d
volución romana en la reestratificación de la élite dirigente bajo César y, más
Partir de la segunda guerra pun1c~1 en ro 'bel ev1'tar el estallido de los aún, bajo Augusto: The Ro1nan Revalution (Oxford, 1939) (en alemán: Die
e 1 no era pos1 e - ~ ·
del siglo II a. ., e..::i a que Yª . , 1 la, contradicciones en la estruc- rOnzische Revolution, Stuttgart, 1957). Cf, sobre esta obra, G. Alfüldy, Sir Ra-
conflictos abiertos: la agudlzdc10n \e 's d día más evidentes debili- nald Sy1ne, «Die rOnlische Revolutio11» und die deutsche Althistorie. Sitz.~Ber.
d. Heidelberger akad. d. Wiss., Phil.-hist. KI., Jg. 1983, Heft, 1 (Heidelberg,
tura social ron1ana, de un. ~ Oi y as. ca a d otro tuvieron por re- 1983).
dades del sistema de domimo republicano, ':. ' · l La his- 61
. Cf. A. I,Ieuss, Hist. Zeitschr., 182, 1956, pp. 1 s.; para el empleo del
, . b d las luchas po11t1cas v socia es.
sultado un r~p".ntmo. rote_ ed l Re~ública rom;na, desde el brote concepto de revolución en Jos fenómenos y acontecimientos de la Antigüedad,
torl·a de los ultunos oen anos e a ¡ 1 - 135 y el vid. adernás del inismo autor, ibid., 216, 1973, pp. 1 s. Cf., empero, K. E. Pet-
1
del primer levantamiento
.
d d icilianos en e ano
e~·~vos sSempronio Graco en el 13 3
zold, Riv. Stor. dell'Ant., 2, 1972, pp. 229 s.; J. Molthagen, en l. Geiss-R. Tam-
chine (ed.), Ansichten einer kiin/tigen Geschichtswissenschaft, 2 (München,
primer tribunado pop1.1lar e ·1 '1eno l - 30 a
. l el 1 erras c1v1 es en e ano
e , . .,
está ensombre- 1974), pp. 34 s. Sobre el uso que la hlstoria antigua alemana ha hecho del con-
hasta e1 f ina e as gu , h. do de avivarse V que se cepto de revolución, vid., asitnisrno, C. Gaedeke, Geschichte und Revolution
nflictos que no an cesa · . bei l'Viebuhr, Droysen und 1\Ionunsen (Diss. Berlín, 1978); E. Torno\v, Der Re-
ci el a por estos co ' l t nte Cnmo consecuenc1a
han dirimido apasionada, bruta y cruen ame ~ en la historia de volutíonsbegriff und die spiite rOtnische Republik - eine Studie zur deutschen
Geschichtsschre;bung in1 19. und 20. ]h. (Frankfurt am Main-Bern-Las Vegas,
; d d ximada1nente cien anos
de ello, ese peno o e apro l , . í do de la Revolución», con lo 1978); K. Bringmann, c;esch. in 1V;ss. u. Unterricht, 31, 1980, pp. 357 s.;
Ron1a suele designarse coJº·; «~~r Í: investigación que va desde I{. C<'!stritius, Der riúnische Prinzipat als Republik (Iiusutn, 1982), pp. 12 s.
69
Cf. P. A. Brunt, Social Conflicts in the Rontan Repuhlic, pp. 74 s. Para
que el concepto de revouc10n, l' d a distintas formas y tam- estos conflictos, vid. FI. Schneider. Gesch. in Wiss. u. Unterricht, 27, 1976, pá-
Th. Mommsen hasta R. Syme, es ap tea.º 67 Es de todo punto ginas 597 s., que explica la cri:.ds de la República a partir de los antagonismos
bién a distintas fases de los enfrentamientos . sociales; léase tan1bién del mismo autor, V(lirtschaft und Politik. Untersuchungen
i significaba, sobre. todo,_ la zur Geschichte der spaten rónúschen Repuhlik (Erlangen, 1974), acerca de lo
~1 Para Th ~1ommsen la «revolución romar:ia» vid. su ROntische Geschtch- 0 cual vid. H. Castritius, Gy1nnasit11n, 86, 1979, pp. 207 s.
-. ,,. d.,.,, Roma desde los Gracos hasta Sil a;
cnsts po1r 1ca . . lA\V
{
94
96 Géza Alfoldy 1-iis1uria socíal de H. 01na 97
1

les bien definidos, pues se trataba ante todo de una lucha de los '
co1nposición íntetna no dejó ya de sufrir rápidas y constantes muta-
esclavos del campo contra sus duefios y el aparato estatal que los ciones.
amp_araba. l)or el contrario, las revueltas de los provinciales y de los (A_ esto se añadió la circunstancia de que a partir de los años
itálicos contra la dominación romana no pueJen ser consideradas como ocht~ta y setenta ck: est<l centuri,1 los restantes conflictos fueron ~x­
movimientos de capas sociales más o n1enos hon1ogéneas, ya que fue- tinguiéndose: los itálicos alcanzaron su nieta en la guerra de los alia-
ron protagonizados por una amalga1na muy diversa de grupos socia- dos (91-89 a. C.) con la obtención de la ciudadanía rornana; en Gr_e-
les, y su objetivo no se cifró en combatir por la libertad de los cia y en Asia Menor la resistencia contr11 Ron1a había tocado a su ftn
miembros de una capa social opri1nida, sino en liberar de su someti- con la victoria de Sila sobre Mitrícbtes en el 85 a. C., y con la san-
miento al estado romano a comunidades otrora independientes, a grienta represión del levantamiento de Esparta_co en el 71 a. C. ce-
estados o a pueblos enteroQ ciertamente, no carecían estos inovi- saron asin1isrno las grandes guerras serviles. 'En las cuatro décadas
mientos de un cierto cariz social, en la medida en que eran a menudo siguientes toda conflictividad quedó reducida a la lucha por el poder
los estratos más bajos de la población los que man~nían frente a en el estado -~el resolver si éste Jebí,t ser ejercido por la oligarquía
Roma una resistencia particularmente encarnizada. íJ.ljnalmente, el o por un jefe único, y en este últiino C<'.lSO, por cuál de los que se lo
cuarto y más importante tipo de conflicto de finales de la República disputaban. La consecuencia últin1a de tales conflictos no sería la
estaba representado por aquellos enfrentamientos y luchas que tenían transforn1ación de la estructura de la sociedad ro1nana, sino el cam-
lugar, básicamente en el seno de la ciudadanía romana, entre distin- bio de la forma de estado sustentada por ella:-,
tos grupos de interés. Al principio, y particularmente en tiempos de
los Gracos, las motivaciones sociales todavía jugaban en este caso
un papel predominante o, cuando n1enos, de gran relieve. La reivindi- Levantamientos de los esclavos, de los provinciales
cación central o, si no, una de las reivindicaciones centrales de uno y de los itálicos
de los bandos, en concreto, el de los políticos reforrnistas y sus par-
tidarios, no era otra que la de dar solución a los problemas sociales \~Las revueltas serviles de la República tardía merecen nuestra es~
de las masas proletarias de Roma, teniendo para ello que vencer la peci'3-l atención, porque en ningún otro 111omento de lu histo_ría ant.i-
resistencia del otro bando, el de la oligarquía, también con su nu- gua la oposición entre an1os y esclavos se expresó con tanta v1rulenc1a
trido núcleo de seguidores\- razón por la que en lá terminología de con10 en l.os grandes movi111ientos serviles del últin10 tercio del si-
comienzos del siglo I a. e:"len adelante estos dos grupos de interés glo II a. C: ;y Jl'.l prirner tercio de la siguiente centuria, co1nenzando
pasaron a denominarse populares y optimates. Efectivamente, es- con el priñí.er levantan1iento de esclavos siciliano y concluyendo con
tos conflictos fueron desde un principio enfrentamientos políticos, la rebelión de Espartaco 70 . La sociedad romana fue cogida totalmente
que@_ comienzo se dirimieron predominanternente en el n1arco de por sorpresa: nadie había imaginado el peligro que llegaría a. repre-
las instituciones políticas y,en términos políticos --en la asamblea sentar para Roma el primer levantamiento en Sicilia (Diod. 34/35,2,
popular-, y en los cuales estaba en juego, también desde un princi- 25), y el movimiento de Espartacu fue al principio objeto de chanzas
pio, la cuestión del poder político dentro del estado.]Tampoco aquí en Iloma (App., 13. civ. 1,549). No constituyó, desde luego, ninguna
estaban claramente perfilados al principio los respectivos frentes so- casualidad el que estos grandes levantfln1ientos tuviesen lugar en el
ci~les, y la heterogeneidad social de los bandos en lucha no dejó de corto espacio de tiempo entre el 135 y el 71 a. C. Ya Diodoro
aumentar cóneitranscürs-o ae1· tiempo: Con posterioridad, el conte-
nido social del conflicto entre optimates y populares fue relegándose
cada vez más a un segundo plano, mientras que la lucha por el poder
10 Corno visión de conjunto: J. Vogt, Zur Struktur der antiken Sklaven-
kriege, en Sklaverei und Hiunanitiit. Studii:11 zur t111tikt'fl Sk~avereí und ihre'.
J.>Olíti<:_<?.Jl'!.11".l?.a_ paula\inai:I1~!1te en importancia, hasta quedar final- Erforschung i (\X!iesbaden, 1972), pp. 20 s.; vid. adc1n;ls P. Oh:'a, en Ne1'.C:. Be1-
mente toao reducido a una pugna poi -diluCidar qué facción política trdge zur Geschichh· der Altc:n \'(l¿'{t 11 (Berlín, 1965), pp. 7) ?·' t;11'.'.b1~11 en
y, sobre todo, qué líder se alzaría con el poder. Fue a partir de las I·L Schneider (ed.), Zur Sozial- und \'(/irtschd/tsgeschichte der spaten ronnschen
Republik, pp. 237 s.: E. M. Staennan, l)ie Bliitez.eit der Sklaven1oirtsch11ft, pá-
guerras entre los partidarios de Mario y Sila en los años ochenta del ginas 238 s.; W. líoben, 1'ertninologische St1l({ien z11 den S~J,11,e11erhebungen der
siglo I a. C. cuando la conquista del poder pasó al primer plano de
interés en los enfrentamientos entre las distintas fuerzas en liza, cuya 14 f rOnúschen R.epublik (\X'iesbaden, 1978 ); K .-\X'. \X! ehve1, en l L lv1on11nsen·
W. Schulze (ed.), Vom Elend der li<indarbeit, pp. 50 s.

~
98 Cha Alfoldy I-Iistoría social de Roma 99

(34/35,2,l s. y 2,27 s.) puso clara1ncnte de relieve sus causas, al clavos cspecialn1ente maltratados, entre los que también se encoritraff
describir el trasfondo del prin1cr levanta1nicnto de esclavos sicíliano. ban pastores armados, que formaron bandas incontroladas de saltea-
Estas se derivaban del propio desarrollo de la esclavitud romrina dores. En un golpe de mano conquistaron la ciudad de Enna e hicie-
',desde la segunda guerra púnica: la i1nportru1cía de la 1nano de obra ron rey a su caudillo, el adivino y taumaturgo sirio Euno. Una vez
servil para la econon1ía romana y, con ello tnn1bién) el número de es- que se hubo unido a los rebeldes otro grupo de esclavos sublevados
clavos, aumentaron enor1ne111ente en un breve lapso de tiempo: las b~¡o el mando del .cilicio Cleón, los seguidores de Euno llegaron, se-
masas de esclavos, fácilmente ree1nplazables por nuevas remesas gra- gun .parece, a la cifra de 200.000 hombres; al principio obtuvieron
cias a la guerra, al cotnercio de esta n1ercancía humana o al simple considerables triunfos .Y sólo pudieron ser aniquilados tras una larga
pillaje, eran explota(\rs con especial brutalidad y maltratadas hasta guerra. Es.t~ J~.Y<;Intam1ento ._tuvo ec<?._ entre los esclavos de Roma, Siff
extremos impensables,\ sobre todo, en las fincas agrícolas, todo lo nuessa y'-M1ntu~-~1ae, ta1:iibién en las miñas-oe··-Laúi-lóri--en- e1--Atica y
cual produjo en aqutllas un estado de extrema _exasperación; al mis- entre la poblaoon servil de Delos (Diod. 34/35,2,19). Casi al mis-
mo tiempo, por parte de IOs dueños se ejercía con bastante frivoli- mo tiempo, entre el 133-129 a. C., prendía el levantamiento de Aris-
dad el control de esta n1uchedun1brc humana-, entre -la que se encon- tóni70. en b parte occidental de Asia Menor: este hijo ilegítimo del
traban muchos ciudadanos de los estados heleníSticos-; anteriormente penultimo dinasta de Pergamo reclamó para sí el gobierno del estado
libres, inteligentes y bien formados. Ni antes de la segunda mitad del tras la muerte del último de sus monarcas, que había dejado sn reino
Siglo TI a.C., ni después de mediada la sigulente. centuria, se dieron en testamento a los romanos; dado que las ciudades permanecieron
condiciones tan favofahles para el estallido de las revueltas en masa leales a Ro,ma, Aristónico mo.vilizó a los esclavos .Y pequeños campe-
de los esclavos; sus consecuencins no se harían esperar.(~ierta1nente, srnos, Y solo pudo, ser venCido tras una prolongada y sangrienta
éstas no consiguieron <llun1brar un movimiento rcvolucionari°'- uni- guerra .
tario, toda vez que faltaban los presupuestos históricos para ello: . La siguiente oleada de revueltas llegó un enarto de siglo después.
ante todo se echaba en falta una idc_ología revolucionaria aglutinan- Pnmero se produjeron disturbios entre los esclavos del sur de Italia
te, y las posibilidades ctécomutiTcac1ón entre la población esclavr-de Nuceria y Capua, y estalló otra revuelta cuando un caballero roman~
las distintas partes del mundo ro1nano eran francarnente reducidas .. de nombre Títo Vetio armó a sus esclavos contra sus acreedores
Adeinás, los intereses y objetivos de los distintos grupos de esclavos (Diod . 36,_2,l s.); este último asunto, que había tenido por origen
divergían a menudo n1uy considcrablernente entre sí; solía así suce- una histona amorosa entre el caballero y una esclava nos indica la
der que, junto a los esclavos rebeldes, especialmente en las ciudJdcs, increíble Jig~reza _con que solían actuar los propietari~s de esclavos,
había gran nlin1cro de individuos que deseaban alcanzar la libertad como ya ev1denc1ara tres decenios antes la provisión de armas a los
por la vía legal de la n1anun1isi6n y no por medio de la violencia pastores sícílianos por sus amos. Inmediatamente después de estas
(Diod. 36,4,8), mientras que los designios políticos de los sublevados revueltas tuvo Jugar el segundo gran levantamiento servil en Sicilia,
podían ir desde la creación de un estado independiente dentro del entre 104-101 a. C., cuyas motivaciones revelaban en otro sentido
mundo ron1ano hasta el añorado regreso a la antigua patria alJende cuál era la rictitud dominante entre los do111ini romanos: en la crítica
las fronteras del imperio. Y fue ésta la razón por la que las revueltas situación para la política exterior romana de la guerra cimbria, el
de esclavos sólo llegaron a prender de fortna aislada, tanto en el senado tomó la resolución de ordenar la puesta en libertad de los ciu-
espa_cio con10 en el· tie1npo. dadanos deportados y esclavizados procedentes de los estados aliados
~,La primera rebelió°;t, de esclavos tuvo a Sicilia por escenario entre de ~oma, medida cuya ejecución en Sicilia fue saboteada por los
7
los años 135-132 a. C._, \ Su origen estuvo en pequeños grupos de es- duenos de esclavos. Como consecuencia de ello una vez más se en-
cendió en la jsJa una guerrri se,rvíl que en mu~hos aspectos parecía
71
Fuentes principales para cada uno de los levantamientos: Diodoro, 34-35, una repetición del primer Jevantan1icnto en dicha provincia. La reff
2.1 s., y 3,1 s. (Sicilia); Apiano, B. civ. 1,539 s., y Plutarco, Crassus, 8,1 s.
(Í~spartaco). Bibliografía n1<Ís importante: M. Cap0zz:a, Atti dell'Ist. 1leneto, 133, eines Myth?_r (KOln, 1980); R. Günther, Der Aufstand des Spartacus. Die
1974-75., _pp. 27 s. (primer lcvantainiento siciliíl.no); 'l. Vavr.1nck, La r~volte grossen soz!alen Beu1cgungcn der Sklaven und Freien atn Ende der rOn1ischen
d'!lristr¡¡ncns (-Prahil. 1957), y Eirene, 13, 1975, pp. 109 s.: J. P. Bnsson, Repub~ik,<KOJ~, 1980}; cf. todavía N. Brcckmeycr, Antike Sklaverei, pp. 172 s.
Spartacus (P;irí1, 1959); B. A. lvfarshall, Athcnaeun1, N.S., 51, 1973. pp. 109 s. Mas b1bliograf1a en J. Vogt-N. Brockmeyer, Bibliographie zur antiken Sklaverei
(cronología del lcvantainicnto de Espartnco); 1\. Guarino, Spartak11s. Analyse (Bochum, 1971), pp. 149 s.
lJNlVt:RSlDAD DE líliENUS AlR_l._'S
FAQJLTAD DE FiLOSOFL4. Y LETR4.S Géza Alfoldy l-lisroria socioil <le Ron1a JU!
t
nirección de BihilJ'otecas
Oefion part10 otra vez de os grupos de esclavos 1 que se for1naron en
' casos desarro-
al estilo helenístico, con un rey a la cabeza, y en tal(Cs
torno al sirio Salvia y al cilicio Atenión, de los l1Ue Salvia, un adivino llaron principios de teoría del estado cuyo contenido !estaba inspirado
como en su día Euno, fue ta1nbién procla1nado rey; una vez que e] en ideas religiosas del oriente helenístico 72 - patria de 1nuchos de
número de sus seguidores hubo ascendido a 30.000 corno 1nínimo, los esclavos. Con todo, nada estaba inás lejos de sus inrenciones que
los romanos tuvieron que Inantener de nuevo una dura guerra para la transforn1aCión radical del siste1na social antiguo: sus n1etas eran
hacerse dueños de la situación en Sicilia. o la creación de un estado esclavista propio, con los papeles ahora
La insurrección de esclavos más peligrosa para Roma, el movi- inVertidoS-~_,o-1 -~on10 en el caso de Espartaco, la huida de Italia hacia
miento que nació en Italia en torno al gladiador tracio Espartaco la Galia ---o- Tracia de donde procedí.111 n1uchos de ellos. Por consi-
del 74 al 71 a. C., estalló una generación más tarde. Nació en Capua glliCiitC1 lOS sublevados no abolieron la_ institución _de la -esclavitud,
de una conjuración de gladiadores que no tenían ninguna dificultad sino que sólo can1biaron las tornas y dieron tratarn1ento de esclavos
de comunicación los unos con los otros y que fácilmente consiguieron a sus antiguos an1os, a los que, por ejen1plo, pusieron a trabajar car-
hacerse con armas; tras los progresos de los primeros mon1entos, el gados de grilletes como operarios en fábricas de armas (Diod. 34/35,
número de partidarios de Espartaco ascendió al parecer a 120.000 2, 15). Ya solatnente por esto dichos 1novin1ícntos no estaban des-
hombres, cuya resistencia sólo sería vencida después de una larga y tinados a can1biar la estructura de L1 sociedad rornana; sucedía ade-
tornadiza contienda, en la que Roma hubo de poner en pie de guerra n1ás que sin el correspo1-1diente_ respaldo de otros grupos sociales, sin
no menos de ocho legiones bajo el mando de Marco Licinio Craso. u_na ___ orgariiz·ación revolucionaria unitaria y sin el desarrollo de un
<:A,unque los distintos movin1ientos serviles se diferenciaron entre ptOgrarna positivan1ente revolucion:J.rio, quedab.111 conden<.1<los al fra-
sí en múltiples aspectos, también es cierto que todos ellos estaban caso_. La guerra de los esclavos, que fue conducida contra los opre-
unidos por una serie de elen1entos estructurales co1nunes, en los que Sores con la 1nisn1a crueld,_1J con la que éstos se üplic;.1ron a reprin1irla,
apar~cí~ nítidame?te reflejada la naturaleza de estos conflictos. ~os revistió tonos heroícos y despertó incluso el recunocin1íento de ron1a-
n1ov1m1entos partieron de pequeños grupos de esclavos aislados, e.fue nos distinguidos, pero su suerte estaba selL1da de ünte1nano.
---como pastores o gladiadores- eran difíciles de controlar y dispo- En consonancia con todo ello tan1poco e1 alcance histórico de
1

nían de armas; tras los primeros avances, que se debían sobre todo las guerras serviles fue decisivo para la historia posterior de Ron1a;
al efecto sorpresa, estas revueltas devenían n1uy rápidamente movi~ la tesis por ejemplo de que el iinperio fue instituido en interés de
1 1

mientas de masas, al tiempo que miles de esclavo's fugitivos iban con~ los propietarios de esclavos, con el objeto de evitar 1nediante este fé-
fluyendo en el campamento de los rebelde¡. El núcleo de los subleva- rreo sislen1a de do1ninio una repetición de los levant<unientos serviles
71
dos estaba integrado básicamente por lesclavos de explotaciones sicilianos o de revueltas con10 la de Espartaco , desconoce el signi-
- agrícolas, es decir, por aquéllos que recibían un trato especialn1ente ficado tanto de estas rebeliones con10 d~ los restantes conflictos de
dur<.>JTa1nbíén se unieron a los rebeldes sectores indigentes de la la sociedad ro1nan·,1 durante la H.épública rardht. La consecuencia n1ás
población campesina, hecho que está probado tanto para el caso de in1portanre de las grandes sublev:Jciones de cscL1vos residió, 111..ls bien 1

Aristónico como para los de Salvio (Diod. 36,11,1 s.) y Espartaco en el hecho de que entre los círculos de propietarios cu111enzó a in1-
(App. B. civ. 1,540).(!'.,or el contrario, las ciudades mostraron una ponersc la idea de que el trat<11nicntu bruL:Jl y L1 explot~1ción incon-
actitud hostil frente a Aristónico y Espartaco; los individuos libres trolada de esta fuerza de trabajo constituían, tanto desde el punto
más pobres de los núcleos urbanos apenas apoy;:lron a los esclavos, de vista político con10 de la renrabilidad un inétodo nada reco1nen-
1

pfeocupándose únicamente de sus propios interesesJ:Diod. 36,6), e dable para la econon1ía esclavista .. Que Ja situación de los esclüvos
incluso el elemento servil de las ciudades renunció ·en todo n1omento comenzó a n1ejorar lentarnente a p~lrtir del levanta1niento de Espar-
a hacer suya la causa de los sublevados (ibid. 36,4,8). Pero, aun sin
este apoyo las masas_ de rebe_ldes _estuvi_eron en cgndiciones d~ ab~~r:?e n Para todos, los problen1as refieriJos a las ideas reli~iosas de,. los esc1~­
córi--éxltos- digfioS -de __tóda considerJCiQfl. Se Órganizaron con celeri- Rc!1y,1011 dcr L\k(111.1en 1n
vos, vid. ahora i:. BónH.:r, U11tersuch1111.~e11 iibt'r ('./e
cfiíd y bajo las ·órdenes de los cabecillas más apropiados, cuya auto- Griechenland und Rotn, I-1\l, Ak~1d. d. \\liss. u. L1r_ J'vLunz, Abh. d. C c1stes--u.
1

Soz. \viss. Kl., Jg. 1957 Nr. 7, 1960 Nr. 1, 1961 Nr. ·l, 1963 Nr. 10 (\'Vies-
ridad fue generalmente aceptada en atención a sus dotes 1nilitares y baJen, 1958-6~), 2, ª edi. dt: L1 pritnera parte en colaboración con P. 11:.-rz
l¡~
1

organizativas o en virtud del carisma religioso de sus personas; al (Wicsbadrn, 1981).


~1:-~-~~~-E!.-- Sis.Uiª y_ )?érgamo aspiraron a establecer un estado propio ' 1 1J E. M. Staern1an, op. cit., pp. 279 s.
Géza Alfoldy Historia social de Roma to3
102

\taco, sc_puso ya de n1~ni~icstn en el _hecho el.e que en los Ú~tíin?: cua- blicano, envuelto en la guerra civil. A una orden del rey, y con el
cnt;1 an0s de la H.cpublic<l, en lns que el s1ste1na ele don11nac1on ro-

~
apoyo de sus tropas, en el año 88 a. C., murieron a manos de los
n1tlnO estuvo sujeto él continuas con1nocioncs, faltaron las grandes enfurecidos provinciales 80.000 romanos e itálicos en Asía Menor,
nsl1trccci,o.:1cs scrvi.lcs. Iylucl~os, escl~1vos prcfiri~ron entonces arrimarse mientras que Ja revuelta prendía en Grecia y, muy particularmente,
los poht1cos qnc les pron1et1an libertad y bienestar: al campamen- en Atenas; eran sus animadoras, sobre todo, las capas sociales bajas
to del aventurei-o político Lucio Sergio Catilina afluyeron también de la población libre, cuyo odio se dirigía contra los comerciantes,
individuos de esta condición (Sall., Cat. 56,5), y al partido de Sexto empresarios y recaudadores de impuestos del orden ecuestre 75 •
Po1npeyo _pertenecían n1ás de diez inil esclavos fugitivos, lo que ex- NaturaI1nente, este tipo de movímientos no causó ningún cambio
plica que el emperador Augusto pudiese calificar de bcllum servorum estructural en el sistema social romano, y ello fue así porque no se
74
a la guerra sostenida contrn éste (RGDA 25) • Sin embargo, en esos proponía como meta transformar desde dentro dicho orden social,
conflictos no se ventilaba ya una n1ejora de las condiciones extremas sino únlcame?.te .~~c~1-~.i-~s~--':~~ y~_g?__ d.~!~:~_ad~ roma~ Por lo d_emás,
de los esc1avos 1 sino príoritaria1nente cuestiones de tipo político, en todos ellos termrnafon fracasando 1o nusmo que los' levantamientos
las que los no libres eran sólo n1edio para u.n fin·. Así, pues, la con- de esclavos. Aristónico murió en una cárcel de Roma en el 129 a. C.;
secuencia de los Ievantamlentos de esclavos para Ja socíedad romana Aten,?.s_,.,se rindió tr.as unJargo_as"di() J.'º~_ las tropas de Si],! ~L
no fue distinta a la que produjeron los demás conflictos de la Repú- 86 a. C.i Las consecuencias a largo plazo a;,-·¡¡¡¡05 conillctos fueron
blica tardía: se introdujo un<i corrección en la estructura social ro- el contribuir a una progresiva mitigación de la brutal opresión sobre
mana, pero ninguna alteración escnciril en la tnis1na. los provinciales y el llevar al convencimiento de que las capas supe-
A resultados en parte parecidos a los de las guerras servilescon- riores locales, porJo general leales a Roma, podían ser asociadas al
dujeton también los choques entre las poblaciones sotnetidas de nuevo sistema de dominio mediante concesión del derecho de ciuda-
las provincias y los beneficiarios del dominio ron'!ano. Ciertamente, danía y actuar así como puntales del orden social y político del es-
conflictos de estri especie, al igual que los 1novin11entos de esclavos, tado romano.
no estaban destinados a convertirse en grandes levantatnientos 1 como I-Iubo un conflicto que pudo volverse especialmente peligroso
no fuese esporádicamente y gracias a una con1binación de circunstan- para Roma y cuyas razones de fondo fueron tanto de. fnd_o~~]folí­
cias favorables; sucedía adetnás que con10 consecuencia de la diver- tica co1no social. Se trató de la iesistencia de los socíi itálicos contra
sidad de relaciones sociales y políticas en h1s distintas partes del im- qtliene_S ejercían e_l domiiiio-··sobfe-1a-sociedad ·ro"mana·.--PuestO q~~T¿-~--­
perio ro1nano estas insurrecciones presentaban una cohesión menor aliados itálicos de Roma ya á partif de la ·segunda guerra púnica ve-
aún que las de lbs Csc1avos. Co1no puso de manifiesto el alzamiento nían siendo maltratados y discriminados de manera creciente, las ten-
de Aristónico en Pérgatno, la resistet~cia .de los provinciales podía es~ siones entre romanos e itálicos se agudizaron cada vez más desde
tar estrechan1cntc entrelazada con un levantan1iento de esclavos: la mediados del siglo 11 a. C.; las arbitrariedades de los representantes
révuelta de Arístónico fue un ]evanta1nicnto de esclavos, pero al pro- del estado romano eran una provocación constante para los miembros
pio tien1po tan1bién una insurrección de las capas 1nás. pobres d~ la de las capas altas de la población, mientras que los estratos inferio-
población rur81 de Asia Menor, para las cuales la opreston extran1era res de los socii) sobre todo las masas de campesinos pobres, tenían
resultaba particularmente insoportable; sinto1nátic::in1ente, esta revuel- que padecer no sólo la opresión política exterior, sino también la
ta estalló en el preciso n10111ento en que Ro1na iniclaba el afianza~ penuria económica. Estas tensiones crecientes condujeron ya en el
miento de su sis tenia de don1inío en el occidente de Asia Menor, Y su 125 a. C. a un levantamiento que estalló en Fregellae (Liv., Epit, 60
jefe, como descendiente de un rey, hizo valer sus aspiraciones al y Plut., C. Gracchus 3,1), después de que el cónsul Marco Fulvio
trono. Cuatro décadas después de la derrota de Aristónico se apo- Flaco hubiese intentado en vano una extensión del derecho de ciu-
deró de Asia Menor y ta1nbién de Grecia un nuevo moviiniento de dadanía romana. Por lo demás, a partir de entonces el problema
masas antirromano, que sólo pudo toinar cuerpo gracias a la ayuda
exterior, concretan1ente, al atnque del rey del Ponto Mitrídates contra
n En lo referente a la resistencia de los griegos, cf. J. Deininger, Wider-
territorio rom~o en unn situación de debilidad para el estado repu- s~and gegen Rom_ in c;;iechenland, pri. 245 s. Dominaci6n romana en las provin-
CJas: \YJ. Dahlhc1m, (,eu,a!t und J-Jerrschaft. Das provinziale l-Icrrscha/tssystem
74 '
Cf. E. !v1ar~tí, en Anticnoie obscestvo (Moskwa, 1967), pp. 109 s. der rOn;ischen Republik (Berlín-Nueva York, 1977).
1--listori<l social de: 105
104 Géza Alfüldy H.on1H
1
'
Sila contra los partidarios de Mario. I ...a discriniinació,n, sin embargo,
itálico siguió estando siempre de actualidad en el enfrentamiento en~
tre optimates y populares; y cuando, tras las tentativas de reforma había sido rota, y una vez que la pobL1ción de la Italia septentrional
de Cayo Sen1pronio Graco y de Lucio Apuleyo Saturnino, tan1bién hubo obtenido el derecho de ciuda(i<111ía ron1ana, to ta 1taifa, Y no ya
el program<t reformador del tribuno de la plebe Marco Livio Druso sin1ple1nente Roma con sus colo11i;.1s, pasó a considerarse el solar
se estrelló contra la inevitüble oposición de la oligarquía, esta tensión patrio del Imperium Romanmn_Jcf. RGDA 25).
estalló en una gran insurrección de los aliados itálicos contra Roma
(bellum socia/e), que del 91 al 89 a. C. convirtió a casi roda Italia
en .un campo de batalla (App., B. civ. 1,169 s.). Los conflictos más importantes de la República tardía
El levantamiento no fue un rnovimiento dirigido a subvertir el y sus conexiones sociales
den so.·c.ia.1, pues. a los 1.· nsu.rrectos preocupa.ha en prin1era instan·c· ia
• obtención del derecho de ciudadanía roma_f)3 (Ve!!. 2,15), y en !a. Los conflictos de mayor significación histórica en la sociedad ro-
1Rcfi;Lcontra KomaeS1al5an tambren com¡:lrO-metidas las capas- ·;ltas n1ana de la República tardía se desarrollaron entre las forn1aciones
d_e los itálicos"-° Pero para las masas de la población itálica, para el políticas del cuerpo ciudadano roinano y condujeron del n1ovimiento
ingens7oiiui Italiae coetus (Séneca, De brev. vitae 6,1), se trataba : de los Gracos a h1s gue1-r,1s civiles de finales de la República. Apiano,
a:Jemás de encontrar solución. a los proble1nas sociales, y en este sen- l que describió la historia de estos conflictos con más detalle y mejor
tido fue muy elocuente el comportan1iento de los sublevados frente captación de L.1s interrelnciones sociales que cualquier otro histori;_1dor
al enemigo vencido en las colonias romanas conquistadas: los ron1a- antiguo 1 puso claran1ente de n1anifiesto de qué n1anera la viole~ci~
nos más distinguidos fueron muertos, y los co1nponentes de las capas de estas luchas había ido incre111entándose paso a paso: se habían 1n1-
bajas, incluidos los esclavos, alistados en los ejércitos de los insu- ciado con el asesinato de 'Tiberio Sen1pronio Graco) efprimer derra~
rrectos (App., B. civ. 1,186 y 190). Roma logró finalmente sofocar n1arniénto de sangre en la asa1nblea popular romana, que desde enton-
el Ievantan1iento, pero sólo una vez que el derecho de ciudadanía ces -fue testigo de choques armados recrudecidos y cada vez más fre-
romana hubo sido otorgado por la !ex Julia de! 90 a. C. a todos los cUentes (B. cív. 1,4 s.); éstos degeneraron en ·abiertas ~uerras civiles,
itálicos que seguían fieles a ]\orna, y después por la !ex Plautia Pa- que sólo tern1inaron defiñitiV.árñente con la instauración -¿e-la nlonar-
°ria del. 89 a. C. a cuantos de los sublevados depusiesen las armas; quía (ibid. 1,6 s. y 269 s.). Esa cadena de conflictos armados presenta

QI lo s1gn1f1~a~a al n1isn1? tie1npo que el alzan1iento, contrariamente


los mov11n1entos serviles y a las revueltas provinciales 1 conseguía
'üfia "Sefíe de sen1ejanzas estructurales que resultan extraordinariamen-
te instructivas: sus factores desencadenantes, la con1posición de los
a~c~nzr~1: sus objetivof)P~ro de ello no .se siguió en absoluto una mo- distintos frentes de lucha, el origen y el papel de los líderes de masas,
d1ficac1on del s1sti::rna'-soc1<1l ro1nano: 111 entre los antiguos socií ní en el programa defendido por éstos, la forma en que fueron dirimidos
el conjunto de la sociedad romana desaparecerían por ello las dife- estos conflictos, la reacción suscitada por los mismos y, finalm~nte,
rencias sociales; antes bien, el orden establecido resultó reforzado las secuelas Je C<tda uno de ellos, ponen de n1anifiesro la repetición
por el hecho de que los estratos superiores de los itálicos se hicieron de nun1erosos ele1nen~o~.qne reflejan 111uy clararnente los problen1as,
beneficiarios en píe de igualdad del sísten1a de Jo1ninación romano. las relaciones de_ fuetza y las perspectivas de futuro de 1:1 sociedad
Cierto es que no todos los conflictos fueron resueltos de un plu1nazo; romana durante la República tardía. Por otra parte, en las diferencias
lo~ nuevos ciudadanos itálicos 1 que a partir de entonces entraban a ~,o menos evidentes elltre cada uno de estos conflictos se puede cons-
for~1ar. parte de la asamblea del pueblo romano, se encontraron aquí tatar cómo el contenido social de dícl1os enfrcntan1ientos fue cada
per1ud1caJos, porque al principio sólo pudieron inscribirse en ocho vez n1ás relegado a un segundo plano por su cargJ política 1 con el
de las tribus votantes, e incluso muchos de ellos serían perseguidos resultado de que esa cadena de luchas sólo acabó por alterar el marco
77
Y muertos por la reacción oligárquica durante las guerras civiles de político del orden social rornano, µero no este orden en cuanto tal •

7
¡; E. Badían, Foreign Clientelae, pp. 221 s. Sobre la guerra de los aliados
71 Para la historia de los conflictos princípa!es de la República tardía, véase

Y la enrre1nezcla de co~1ponen~es sociales, H. Galsterer, flerrschajt und Ver- una detallada exposición en K. Christ, Kríst' 111ul Unterg(lng d,'r ró1nische~1 Rt'-
t~alt!1t1g, pp. 187 s.; et. adeinas esp. P. A. Brunr, Journ. o/ Ro1n. Stud., 55, publik, pp. 117 s. (bibliografía detallada, ibid., pp. 477 s.). Ernplco de la violen-
196), pp. 90 s.; E. Badian, Dwloghi di Arch., 4.5, 1971, pp. 373 s. cia: A. W. Lintott, Violence in Republican [\orne (Üxford, 1968). Cainbios en
106 Géza Alfüldy Historia social de Roma 107
l,as causas de los choques h<1hídos en el seno de la ciudadanía las filas del ejército romano, el tribuno de la plebe Tiberio Sempronío
ron1ana, co1no en los restantes conflictos sociales y políticos de la Re- Graco, descendiente por vía materna de Escipión el Africano y cu-
pública tardía, residían en el ca111bio de estructura que se había pro- ñado de Escipión Emiliano, propuso en la asamblea popular la apro-
ducido desde los tiempos de Aníbal y que habfo despertado también bación de una ley agraria con la que se pretemJía·revffa!ízar-elcam-
1 nuevils tensiones entte Jos ciudadanos. En correspondencia con la pe~inado ro-tnano. Tomando como base la antigua le'Y. . liCíliio-s~xti; se
heterogeneidad socinl de ese cuerpo ciudadano, Ja naturaleza de estas preveía gue ninguna persona había de disponer en el ager pubÚcus
tensiones era de una con1plejidad dccididatnente rnayor que la de los de una posesión superior a las 500 yugadas (o a las 1.000 yugadas,
cónflictoS entre- señores y esclavos, romanos e itálicos, o romanos y en el caso de fan1ilias numerosas), con lo que, pese a todo, estas pose-
provinciales: se trataba de fricciones dentro de la aristocracia senato- siones devenían propiedad de sus anteriores ocupantes. Las tierras
rial, sobre todo, entre las distintas facciones de ]i nobilitas dirigente, recuperadas por la limitación de la superficie de ocupación debían \
~-una de las cuales contaba con el apoyo de amplias masas de clien- ser repartidas entre agricultores pobres como parcelas de un máximo (
tes; también entre la nobleza senatorial y el recién formado orden de 30 yugadas, pero en adelante habían de continuar en propiedad
ecuestre, con los ricos empresarios y :los grandes arrendatarios en sus del estado romano -lo gue se hacía explícito mediante el pago de
filas, y, además, éntré los potentados del esfado romáiíó y las muche- un arriendo insignificante-, a fin de que no pudiesen ser adquiridas
dumbres de proletarios que se apiñaban en Roma, así como entre los por los grandes propietarios. De la puesta en práctica de la reforma
terratenientes ricos y el cariipesinado pobre. En }OS años treinta -del
debía encargarse una comisión de tres personas, compuesta por el
siglo rr a. C. estas tensiones alcanzaron un giado tan alarmante que
propio tribuno, su suegro, Apio Claudia Pulcher, y su hermano más
indujeron a las n1ejores fuerzas de la aristocracia a intentar su solu-
ción por medio de refortnas. Significativa1nente, las tentativas se ini- joven, Cayo GraCo. La comisión se puso a trabajar, y en los años
ciaron por donde parecían 1nás apremiantes para los intereses del esta- siguientes num.erosos ·campesinos fueron proviSiOs' dC. .tleriftS~Sr;-~~··
do aristocrático, pg_~ ~J.a -~\!.e_~_ti9_i:1 ag~~i~: el e1npobrecimiento de tantos bargo, la resistencia de los ricos-; qué tan bien desi:í-il)eÁpíaiici-(KCíV:
y tantos campesinos estaba amenazancTo- la continuidad en el recluta- 1,.38 s.), resultó más fuerte-de-lo que_ se esperaba: cuando Tiberio
miento del ejército romano y, con ello, el mantenimiento del sistema Graco intentó hacerse reeleglt--~c.;;;;~ -tribúno C!e la plebe-para-·¡;¡-año
de dominio en el exterior (App., B. civ. 1,43 s.), al tiempo que el peli- siguiente:"- a fin de protegerSe-·rlcontra una segura acusación, sus ~.Q.emi­
gro político principal radicaba en el descontento de las masas prole- gos organizaron un tumulto en el que el tribuno y nuIIle_roS~-~-de sus
tarias emigradas a Roma y plenamente admitidas en la asamblea popu- partidarios foeron asesinados. m--vefdad que tifüiñueva -ccíñiisión p~ra-
lar. Sin embargo, era también muy revelador el que la cuestión agra- lá distfibúción- de las· tietras·ae cultivo pudo continuar su trabajo hasta
!-ia no fuese susceptible de solución mediante una reforma pacífica, el año 129 a. C. y cosechar así algunos éxitos parciales en la realiza-
más aún, que el fracaso de la primera tentativa reformadora provocase ción del programa reformador, pero la auténtica meta que se había
la agudización de otras tensiones sociales, y, finalmente, que las diver- trazado Tiberió Graco no fue alcanzada. El fracaso de esta primera
gencias en torno a los proble1nas sociales engendrasen automática- tentativa reformadora no impidió la prosecución de estos mismos es-
mente un conflicto entre distintos grupos de presión política. fuerzos, de la misma manera que el recuerdo del triste destino de
,- ··El primer conflicto abierto dentro de la ciudadanía romana sobre-
' vino en el afio 133 a. C. 78 • Llevado por la preocupación de completar York, 1968); A. H. Bernstein, Tiberius Se1npronius Gracchus (Ithaca-London,
1978); D. Stockton, The Gracchi (Oxford, 1979); Y. Stochat, Recruitment and
the Programme of Tiberius Gracchus, Col!. Latomus, vol. 169 (Bruselas, 1980).
la constitución del estado: J. Bleicken, Staat und Recht in der rOmischen Re- Estados de la cuestión: E. Badian, Historia, 11, 1962, pp. 197 s., y ANRW, I,
publik. Sitz.-Ber. d. Wiss. Ges. Frankfurt/M., Bd. XV, 4 (Wicsbaden, 1978). 1, pp. 668 s. Partidarios y enemigos de Tiberio Graco: J. Briscoe, Journ. o/
Ojeada a la situación general a finales de la República: E. S. Gruen, The Last RoJJ1. Stud., 64, 1974, pp. 125 s. Reforma agraria: J. Molthagen, Historia, 22,
Gencration of the Ron1a11 Repuhlic (Berkeley, 1974). Problemas de fuentes: 1973, pp. 423 s. Cayo Graco y sus reformas: K. Meister, Chiron 6 1976
E. Gabba, Appiano e la sloria dclle gucrre civili (Fitenze, 1956); I. Hahn, Acta pp. 113 s. (legislación para los aliados); D. Flach, Zeitschr. d. Savig~y~SÍi/tuni,
Ant. Hung., 12, •1964, pp. 169 s. ~om. Abt., 90, 1_973, pp. 91 s. (legislación penal). Suerte ·de la reforma agra-
18
Trabajos d~ síntesis sobre los Gracos: vid. esp. F. Münzer, RE, II A (1923), ria: D. Flach, I-Itst. Zeitschr., 217, 1973, pp. 265 s.; K. Meister, Historia, 23,
col. 1375 s., y 1409 s.; D. C. Earl, Tiberius Gracchus. A Study in Politics, 1974, pp. 86 s.; K. Johannsen, Die lex agraria des Jabres 111 v. Chr. (Diss.
Coll. Latonius, vol. 66 (Bruselas, 1963); H. C. Roren, The Gracchi (Nueva München, 1971 ).
109
108 Géza Alfoldy Historia social Je: Ruina 1
'
Tiberio tampoco evitaría nuevas medidas de represión sangrientas. del campesinado, incluidas las masas de población r~ral de l?s alía·
Ante~,. bien, para los movimientos reformadores venideros, aunque dos itálicos. L<.1 puesta en práctica de L1 reforn1a a~rarra de f1ber10
tamb1en para sus represores, quedó así sentado un modelo a seguir Graco fue acon1etiJa de nuevo con resultados n1ed1ocres; se demos-
en muchos sentidos. Por otra parte, la figura de Tiberio Sempronio tró fallido el esíuerzo por satisfacer las necesidades de las masas popu-
Graco, como más tarde la de su hermano menor Cayo, se convirtió lares carentes de tierras con la entrega de parcelas mediante coloni-
pa;a los pobres en un símbolo de política en pro de la mayoría y zación en Africa, por escasez de parcelas en la Italia central. Sin éxito
abierta a las reformas, de política «popular», mientras que para los alguno acabó también el proyecto de otorgar la ciud<ldanía romana a
defensores de los privilegios de la oligarquía, pronto autodenominados los latinos y el derecho de voto en la asamblea popular a los sorn. Al
«optimates.~" de acuerdo con Ji" valoración moral que hacían de su igual que el de 'fiberío Graco este progra1na de refor1nas, q:1~ .por
1

propia posición social, aquella figura se les aparecía como el proto- causa precisamente de las 1nedid,1s previstas en favor de los 1talicos
tipo del agitador. En los decenios siguientes, y siempre interrumpidos resultaba tan1bién í1npopular entre inuchos ciudadanos ron1anos, mo-
por períodos de restauración oligárquica, se vivieron hechos pareci- vilizó una vez n1ás a la reacción, y en el 121 a. C. Cayo Graco Y sus
dos a éste, hasta que, tras el tribunado de Marco Livio Druso en el seguidores perecíeron violenta1nente. La realizacíón de la rcforn1a agra-
":ño 91 a._C.,desembocaron epJas gl\erras ciyiles, ria fue proseguida sin entusíasn10, hasta que en el año.111 a.~. una
La segunda etapa del conflicto, después de que el trabajo de la nueva !ex agraria abolió la cláusula de arrenda1niento 1ntroduc1da en
comisión agraria hubo llegado a un punto n1uerto a partir del 129 su día por Tiberio Graco; se malograba así el objetivo principal del
a. C. y de que en el 125 a. C. se frustrase el intenfo de reforma de progran1a reforn1ista: el asegurar la estabilidad econón1ica de los ~am­
Marco Fulvio Flaco en favor de los itálicos, se abrió en los años 123 pesinos librando a sus parcelas de la con1pra por parte ~e los ricos.
Y 122 a. C. con el tribunado de Cayo Sempronio Graco. Cayo tenía Tras la n1uerte de Cayo Graco transcurrieron aprox1n1adan~ente
un programa de reformas bastante más ambicioso que el de su her- unas dos décadas antes de que el conflicto estallase otra vez abierta-
mano mayor; se tradujo en no menos de 17 nuevas leyes. Con el mente, favorecído esta vez por el hecho de que entre los aúos 104 Y
objeto de poner a cubierto tanto a su persona como a sus partidarios 100 a. C. revistió íninterru111pida1nentc el consulado un hon10 novi.ts
de cualquier acto de fuerza de los magistrados ol/gárquicos, hizo que enemigo de la nobílitas, Cayo Mario. Con todo, el verdadero adalid
se votase una ley en virtud de la cual un ciudadano romano sólo po- de la reforn1a no fue él, sino Lucio Apuleyo Saturnino, ~r1buno de
dría ser condenado a muerte por el pueblo. Para ampliar al máximo la plebe en los años 103 y lOIJ a. C. El progranu de los relonnadores
la base de sus seguidores, renovó a los publicani ecuestres el arren- se asen1ejaba en n1uchos sentidos al de los Gracos, pues sus suceso-
damiento de impuestos en la provincia de Asia, quienes de esta ma- res los populares lo asurnieron plena1nente conscientes de ello; tam-
r:e:~ se ve~an cor; las manos libres para la explotación del país, y trans- bién la utilización del tribunado y de la asamblea popular como ve-
fmo al mISmo tiempo a los caballeros la facultad de integrar los tri- hículos de la política refor1nísta respondía al precedente sentado. por
bunales encargados de instruir proceso en los casos de abuso de auto- los Gracos. Los temas de la propaganda <<popular» eran, como s1e1n-
ridad, del que los senadores, y principalmente los gobernantes pro- pre, la cuestión agraria, el reparto de grano entre los. pobres Y las
vinciales del orden senatorial, se habían hecho culpables. Esta refor- medidas en favor de los aliados itálicos. Nuevo era c1ertan1ente el
ma se reveló cargada de enorn1es consecuencias, ya que comportaba plantea1niento de la cuestión agraria: en las violentas Juc~1as políticas
la "politización del estamento ecuestre y su inmersión en el conflicto de los años 103 y 100 a. C., lo que ante todo se diluodaba era la
desde una posición que necesariamente había de producir choques provisión de bienes raíces a ~os veteranos de. l'vl~rio, concretan1ente
con el senado. Repercusiones a largo plazo tendría también una me- mediante asenL:nnientos coloniales en Lis prov1nc1as, ya que 1nuchos
dida de Cayo Graco permitiendo al pueblo en Roma el aprovisiona- de estos soldados lícenciados carecían Je toda propiedad, y se hacía
miento de cereales a bajo precio; también sus disposiciones para la preciso disponer para ellos nuevos espacios de cultivo, cosa ya casi
mejora de la red viaria itálica y la construcción de silos para el alma- i1nposible dentro de It.tlia. (~onstituía asünis1no una novedad el. h~­
cenamiento de grano facilitaban en particular el abasto de la plebe cho de que ahora ta111bién los populares re~urriesen d.esdc un princi-
urbana en la capital. Menos efectividad, en cambio, tuvo la parte cen- pio a la detnHgogi;1 y al terror, lo que ernpuJÓ il sus al1ad~s naturales,
tral de su reforma política, a saber, el mejoramiento de la situación los caballeros, a colocarse del lado de la reacción sena tonal. Como ya
110 Géza AlfOldy I-Iistoria social de Roma 111

se había puesto en pníctica en el riño 121 a. C. contra C<ryo Graco y disp~sieron así de un i~strumento tan poderoso como leal, cuya apli-
sus seguidores, en el ;iílo 100 a. C. fue declar;1do el estado de excep- c~c~on contra sus enemigos dentro del estado equivalía a la guerra
ción, que Mario debió hnccr cu111plir incl11so contra sus propios par- CIVIL
tidarios. El asesinato de Saturnino y sus adeptos constituiría el último Este cambio en los conflictos de la ciudadanía romana se hizo
acto de una serie repetida de escenas violentas . 79 pronto patente. Tras la caída de Lucio Apuleyo Saturnino la lucha
Por aquel entonces no se habían puesto aún de n1aníficsto las entró con el afio 91 a. C. en una nueva y decisiva fase cuando el tri-
trascendentales consecuencias de la n1ás in1portante medida teinada buno de la plebe Marco Livio Druso acometió la solución de los pro-
por Mario, la reforn1a del ejército, que fue llevada a efecto en época ble,mas _pendientes". Hasta qué punto se habían complicado éstos _en
de sus campat1as militares: mientras que hasta la fecha el ejército el rntenn, es algo que se trasluce en el amplio y diverso programa de
rotnano se venía reclutando entre propietarios, campesinos con tierras Druso,. que afectaba a todas las capas sociales inmersas en el conflicto.
que habíiln tan1bién de equiparse a su costa, Mario procedió a co1n- A los aliados itálicos prometía el tribuno la ciudadanía romana a los
pletar filas a base de proletarios carentes de toda propiedad (capite proletarios la soluci¿n de la cuestión agraria, a los caballeros el ~cceso
ce11si), a quienes armaría el estado. No eta totalmente nuevo este sis- a los cargos senatoriales,. a los senadores la participación en los trihu-
te1na de reclutan1iento, pues ya antes se había echado mano de los nale_s _reservados desde. Cayo Graco a los caballeros: tribunus plebis
desposeídos en situ<1ciones crític<is; por otra parte, con su aplicación L~t~nts c!~t~atent, plebt agros, equitibus curiam, senatui iudicia per-
no se eltn1inó del todo el reclutan1iento del ejército romano a partir mmt (V¡n 111. 6,6,4). No_;:onstituyó ya ninguna novedad que Druso
de las clases censitarías de los propietarios. No obstante, la 1ncdida cayese victima de la reaccton al igual que los más destacados políticos
de l\1ario, cotno resultndo de la cual muchos ciudndanos sin bienes reformadores. La s~tuación tras su asesinato, sin embargo, fue del todo
raíces se nlist<irían a filns, tuvo decisivas consecuenciás para la historia nueva,. yues con_ la defenestración de este líder popular no se abrió
de la República tardía. Pues esta reforma explica el que los conflictos un pe.r1odo de diez o veinte años de reacción oligárquica, como había
venideros fuesen resueltos en guerrns civiles con ejércitos regulares. suct;d1do hasta ahora en semejantes casos,. sino que el conflicto dege-
Con el nuevo sistema de reclutatnicnto se revivía, por un lado, la cues- nero en un enfrentamiento político y militar permanente entre los
tión agraria, dado que el objetivo principal de los nuevos soldados distintos grupos de interés. La guerra de los aliados del 91-89 a. C.,
era que se les pagase con bienes raíces tras el servicio militar; así se desencadenada a resultas de la caída de Druso,. se trató -ya de una
alejabn de Roma a las muchedumbres insatisfechas de proletarios, si guerra c1v1l en toda regla, en la cual los optimates y los populares se
bien desde ahora podían hacer valer sus reivindicaciones por la fuerza v_1eron obh!?ados ciertamente a defender en común los intereses supe-
de las arn1as. Por otro lado, entre los políticos dirigentes que n1an- r1or~s del sistema de dominación romano. Pero, tan pronto como esa
daban los ejércitos, y la tropa, nacieron relaCiones tnuy estrechas: tan cont1enda hubo pasado,. la guerra civil entre optimates y populares
sólo estos generales podían responder con sus fortunas de que los comenzó de nuevo en toda su crudeza.
soldados percibiesen regularmente sus pagas,. y, sobre todo, única~ Para empezar, los populares se agruparon en torno al tribuno del
mente su influencia política podía hacer que los veteranos viesen ase- afio 88 a. C., Puhlio Sulpicio Rufo, también en torno a Mario resur-
gurado su porvenir en el n101nento de licenciarse con la entrega de gido del olvido político, y, sobre todo, en torno al cónsul del ~t1o 87
parcelas en Italia o en las provincias 80 • Los políticos de más relieve a. C.,. Lucio Cornelio Cinna; los optimates apostaron por Lucio Cor-

79
Sobre la época de Mario y Sil<'! véase en síntesis W. Schur, Das Zeitalter Republik, PP- 124 s.); J. Harmand, L'armée et le soldat d Rome de 107 50a
des /\{arius 11nd Sul!a (Leipzig, 1942); T. P. Carney, A Biography o/ C. Maríus 1 ava1.1t. n?tre Jre (_París, 1967); I-L Botermann, Die So/daten und die rOmísche
(Chicago, 1970); E. Badian, Sulla. The Deadly Reforma (Sidney, 1970). Estado Politzk "~. der Zezt van Caesars T od bis zur Begründung des Zweiten T riumvi-
de la iÍ1vestigacíón: E. Gabba, en ANR\V I, 1, pp. 764 s. Estado de excepción: rates. (Munchen, 1968); E. H. Etdmann, Die Rolle des Heeres in der Zeit von
J. Ungern-Stcrnberg von Pürkel, Untersuchungen z1an spfltrepublikanfrchen Manus bis Caesar. Militflrische und politische Probleme einer Berufsarmee
Notstandsrecht. Senatusconsultiun ultirnian und hostis-Erklflrung (München, (~eustadt, 1972); E. Gabba, Esercito e societO nella tarda repubblica romana
1970.) (Ftrenze, 1973)., pp. 47 s.; e~. también J. Suolahti, The Junior Officers of the
go En lo refarente al papel del ejército y de los soldados en la República Ro1~~an~ Anny n1 the Republtcan Period (Helsinki, 1955).
tardía, vid. R. E. Smith, Seru;ce in the post-Afarian Ron1an Anny (Manchester, Cf. _E. Gabba, Athenaeu~t, N. S., 32, 1954, pp. 41 s., 293 s.; Chr. Meier,
1958): P. A. Jlrunt, _lourn. o/ Ro111. Stud., 52, 19.62, pp. 69 s. (en· alemán: R~s publtca anu!sa. E.1ne Studte zur V crfassung und Geschichte der spii.ten rO-

.
I-L Schneider, ed., Z11r Sozial- u11d Yf!irtschaftsgcschichte dcr splitcn r01J1irchen mischen Republzk (W1esbaden, 1966; nueva edíc. 1980), pp. 208 s.

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ll2 Géza Alfoldy Hisroria socitd <le 1Zo111a JU
1
1
82
nelio Sila • Pero la decisión fue de los ejércitos que apoyaban a cada plebe, la restaur.1ción de la antigua república se conv!rtió ya en algo
una de las facciones políticas: Mario pudo movilizar a muchos de sus irnposible. Signilicaüvan1ente, las tart«IS en Lis cortes Je justicia que-
antiguos soldados; Sila se apoyó en las tropas puestas bajo su n1ando daron repartidas entre sen~1Jores y c<.1b<1l1eros (y un tercer grupo <le
P.arn la guerra contra Mitrídates en Oriente. De esta feroz guerra hombres acomodados de las organizaciones tribales), mientras qne los
civil,,en la que primero los partidarios de Sila, luego los de Mario y, tribunos populares en los últimos cwllro decenios de la República
por ultimo, las tropas de Sila nuevamente, ocuparon Roma, salieron sólo conservaron influencia política en calidad de agentc:s Je los gran-
triunfadores los optimates. También su reacción fue en es(a ocasión des portadores de irnperio. El futuro pertenecía a es ros políticos y
distinta a la de las fases precedentes de] conflicto: Sila permitió el generales to<lopo<lerosos, cuya ascensión habL1 sido vc:hiculada por la
aniquilamiento en masa de sus enemigos y del 82 al 79 a. C., ya dic- reforn1a 1nilitar de Mario. Los últiinos cuarenta ail.os de la I\.epública,
tador, asumió plenos poderes dentro del estado, con el objeto de la época de su <<h1st generation», transcurrieron bajo el signo de una
afíanzar el régimen oligárquico mediante drásticas medidas reforrna- lucha en la que prin1ero se dirirnió si la I\epública olig<Írquictl er . 1
doras. Sus leyes se enderezaban a restablecer el don1inio senatorial: todavía recuperable o inevitable1nente h'-1bía de convertirse en Llll~I
el senado fue au1nentado con unas 300 nuevas personas del orden tnonarquía, y en la que después se dilucicLu-ía a cu·ál de entre los líde-
ecuestre; los cargos y la carrera senatoriales conocieron una nueva res políticos riv<iles correspondcrín el gobierno t1utocnítico 83 . En los
regulación¡ la l~gislación fue sometida a la aprobación del senado; el dos prin1eros J<:cenios que siguieron a la JesinLegración del régin1en
poder de los tribunos de la plebe sufrió un considerable recorte; los silano se sitúa el deslu111brantc ascenso de <los políticos populares:
tribunales por jurados fueron arrancados a los caballeros y converti- era el uno, Cneo l)on1peyo, que descolló principaln1ente con10 conse-
dos en tribunales senatoriales; y, para evitar la constitución de un cuencia de sus brillantes triunfos en Oriente entre los años 67-63
poder militar en Italia, el mando de tropas dejó de asignarse a ma- a. C., y el otro, Cayo Julio César, que '1dquirió su gloria militar a
gistrados en ejercicio y se reservó en exclusiva a los ex~cónsules y raíz de la conquista de Lis G,ilias desde el 58 a. C. La guerra civil
ex-pretores, 9uien~s ha?~an de deser~peñar durante un año, respecti- entre estos dos rivales (a partir del 49 a. C.) fue todavía una lucha
vamente, su Impetro militar en las distintas provincias en calidad de por decidir qué forma ton1aría el estado, ya que Pon1peyo se había
gobernadores. Pero estas refor1nas socavaron al misn10 tie1npo 1nu- resuelto por el bando del senado; la autocracia de César, resulLtdo
chos de los. fundamentos de la República aristocrát,ica, a tal punto que de esta guerra, significó el triunfo claro de la 111onarquía sobre la re-
la auto.cracia de Sila supuso, en realidad, el primer paso decidido en pública. Esta victoria no había de se.r invalidJda pese al asesinato de
el camino del estado romano hacia la n1ónarquía. César en el 44 a. C.: con L1 derrota en el 42 <l. C. de los asesinos de
Tras el retiro y muerte, acaecida poco después, del dictador, el César) de los últirnos ca1npeones del sisten1a olig~irquico, frente a
regrmen de S1la se mantuvo durante casi un decenio. l)ero este siste- Marco Antonio y Octaviano, el posterior Augusto, la I\epública se
m~ constitucional, que aspiraba a salvar la posición dirigente de una hundía para sien1pre. Ahora sólo restaba saber quién debía ton1ar
oligarquía en descomposición, no podía ofrecer una solución dura- posesión en exclusiva de L.1 herencia política de César; tras la elin1i~
dera. Muchos problemas, que eran la raíz de los anteriores enfren- nación de las figuras secundarias, corno Sexto Po111peyo y lvlarco E1ni-
tamientos entre optimates y populares, seguían con10 sieinpre sin Jio Lépido, la batalla de Actium (31 a. C.) y la muerte de Antonio
resolverse; además, desde la guerra civil entre Mario y Sila pudo ya (30 a. C.) convirtieron en vencedor al futuro Augusto, qui cuneta dis-
entreverse cuál era la única posibilidad de superar definitivamente la cordiis civilibus fesStl 110JJ1i11e principis sub in1perút111 accc:pit (Tac.,
crisis, a saber, la implantación de un poder monárquico por los jefes Ann. 1,1).
de las facciones políticas con ejércitos propios. Cuando en el año 70 Los rasgos en con1ún de los conflictos habidos en el seno del
a. C. las disposiciones tomadas por Síla en favor de Ja supremacía cuerpo ciudadano romano desde Tiberio Sempronio Graco hasta la
del senado fueron en parte anuladas en virtud de una reforma judicial
Y por la abrogación de las limitaciones impuestas al tribunado de la sJ lnsuperableinente expuesto por R. Syn1e, F...011u111 l?..evolution, pp. 28 s.
Bibliografía en K. Christ, l?..ü111isth¿' G'r:schicht.e, pp. 134 s., y en J. Bleicken,
Véase sobre ~~o Ia. nota 79. Acerca de las repercusiones de las guerras
32
• _ Ges«hichte der Riitn;scbt'JJ Rcpublil.:, pp. 2)-! s. lJn an·,í!lsis cstructur~1! de las
c1v1~es en la evo1uc1on social del sur de Etruria, et. G. D. B. Janes, en \Var and condiciones prcvaleutes i.:11 Rou1;1 <.:n el n1un1c1Ho de !.t ~n'dti1n.1 generación» de
Society. Historícal Essays ín flonour and Me111ory o/ ]. R. \Vesterd (Londres
1973), pp. 277 s. ' 55 la República nos lo ofrece l~. S. Gruen, Thr: Last G'eneriJIÍon o/ the Ron1,1n
Republic (vid. nolu 77).
Gé7,<i Alfüldy 1-:listoria socfal de Roma 1 ¡:;
!14

batalla de Actiun1, y que ilun1iníln la estructura de la crisis, resultan 1,262 s.) y, al principio, en el de Cinna (ibid. 1,293; de distinto modo,
tan dignos de atención cotno sus crecientes di.fctcncias, c1: .lns cuRles después: ibid. 1,316). Tampoco entre populares y provinciales en
se ndvicrtc un can1bio de énfasis en el contenido de la cns1s, con un lucha contra Ja do1ninacíón romana podía haber entente alguna; los
dcsplazan1icnto del terreno prcfcrcntcn1cntc social. al político. Atc.n- habitantes de Hispania que prestaron su apoyo a Quinto Sertorio, un
ción merece, sobre todo, el hecho de que los conflictos entre los dis- partidario de Iv1ario en guerra contra Ja oligarquía, no eran en abso-
tintos grupos de interés del cuerpo ciudad:lno se encendieron por luto enen1igos del poder rornano, sino que combatían por Sertorio,
regla general en situaciones particular1ne1~te difíciles p~ra el es~a~o el cual consideraba a su gobierno en Hispania, con un senado propio,
ron1ano; fueron estos 1non1entos de debilidad para el sistema ohgar- como el régimen ro1nano legalmente constituido. En cambio, encre
quico los que en definitiva hicieron posible inicialtnente a los je~es de los populares y los socii itálicos se dieron indiscutiblemente estrechas
los populares abordar una política reformista. El,mayor de los Gracos relaciones; la recotnendación de reformas políticas y ei;:onómicas en
e1nprendió su obra reforrnadora no tnucho des pues de las. senas derro~ pro de los itálicos estuvo siempre presente en el programa de la polí-
tas en I-:Iispania, coincidiendo con ]as fechas en que el primer leva~t,a­ tica «popular», desde Cayo Sempronio Graco hasta Marco Livio
n1iento de esclavos siciliano alcanzaba su punto álgido, y la rebehon Druso. Aun así, es un dato revelador el que en la guerra de los aliados
de Aristónico en .Pérgan10 acababa de e1npezar. Cayo Graco entró en optimates y populares contendiesen juntos contra el alzamiento de los
escena poco después de la primera sublevación de los aliados itálicos en itálicos: tan pronto como un movimiento social o político ponía en
Fregellae. Mario y Saturnino se aprovecharon de la impotencia de la cuestión el propio sistema de dominación romano, veíase unánime-
nohilitas en la conducción de la guerra contra Yugurta en Afr1ca Y de mente rechazado por los distintos grupos políticos de interés en Roma.
las consecuencias de la contienda contra citnbrios y teutones, como Ya sólo la incidencia de este factor en la historia centenaria de la
también de la difícil situación creada al sistema oligárquico por el crisis republicana habría sido suficiente para impedir que los múlti-
segundo levantan1iento <le esclnvos en Sícilia. Para su prog1:ama .~e ples y heterogéneos conflictos de esta época hubiesen desembocado
reforn1as Marco l,ivio Druso intentó sacar partido de una s1tuac1on en un n1ovi1niento social unitario dirigido a alterar el orden social
de tensión producida por un escándalo político reciente. El activismo imperante: en loS conflictos más relevantes de la República nunca
político más encarnizado de los populares se ini.ció unos años después se alinearon en contra frentes sociales de opresores y oprimidos, de
de que hubiese concluido la guerra de los aliados y. de que en el manera que los resultados de estas luchas no pudieron entrañar la
Oríente, Mitrídatcs lanzase su ataque conttfl las provincias ron1anas transformación violenta de aquel orden social.
apoyado por los provinciales sublevados. La dísolució'.1, del sí~ten1a Precisamente la historia de los bandos contendientes en la larga
constitucional silano sobrevino en el tiempo de la rebehon de Espar- serie de conflictos surgidos en el seno de la ciudadanía romana revela
taco. El régitnen oligárquico, así pues, se mantuvo realtnente fuerte con toda claridad la naturaleza de estos enfrentamientos. Apiano des-
al menos durante los primeros decenios de la crisis de la República, tacaba con razón que en tiempos de Tiberio Sempronio Graco los
y en un príncipio sólo pudo ser atacado en situaciones transitorias frentes en lucha estaban integrados, de un lado, por los grandes pro-
de debilidad. pietarios ricos, y, de otro, por los pobres, y que los restantes grupos
Estas conexiones, sin embargo, no deben hacernos olvidar el he- de la población, en consonancia con sus respectivos intereses, se ali-
cho de que los diferentes conflictos de la sociedad romana en época neaban en uno u otro bando (B. civ. 1,39 s.). Pero ya entonces babía
de la República tardía no sien1pre estuvier?n directan1ente ~nt~elaza~ senadores en el lado de los pobres y grupos de sencillos ciudadanos
dos: ni las guerras serviles, ni los lcvanta1n1entos en las prov1nc1as, ni bajo una estrecha dependencia personal de los aristócratas en el lado
siquiera los movitnientos de los aliados contra Ro1na, se 11:-varon a de la oligarquía, mientras que los caballeros se repartían entre los dos
efecto, pongamos por caso, en alianza con los populares. Los Intereses catnpos (Vell, 2,3,2). Cicerón, así pues, tenía bastante razón cuando
de los esclavos insurrectos y del n1ovi1niento de los populares eran daba a en tender que ya desde los Gracos la sociedad romana quedó
radicalmente dispares. No sólo las sublevaciones serviles carecieron de tal modo dividida en dos bandos que uno podría realmente hablar
de todo respaldo de las masas de proletarios romanos, sino ta1nbién de duo senatus et duo paene iam populi (De re p. 1,31). Es, como
a la inversa: lqs populares llamaron a menudo en ayuda de su causa muy tarde, la guerra civil entre Mario y Sila, a partir de cuando nos
ta1nbién a los .esclavos, pero casi sie1npre sin éxito, como en el caso encontramos claramente ante grupos políticos de interés enfrentados
del más joven 1de los Gracos (App., B. civ. 1,115), de Mario (ibid. entre sí y 111uy tnezclados - con una composición interna que podía
116 Géza Alf01dy 1-fistoria social de l{onltl 117

alterarse con gran rapidez en función de los correspondientes intere- eran meros estafadores; algunos, caso de Saturnino, ha8ían tenido que
ses de los distintos líderes y facciones 84 • Salustio había caraccerizado encajar severas derrotas políticas en el t:jercicio anterior de las ma-
con gran acierto a los populares y optimates de los ailos sesenta del gistraturas, y muchos, corno un Sulpicio Ruío (Plut., Sulla 8,2), un
siglo I a. C.: cuando los jóvenes alcanzaban el tribunado de la plebe, César (App., J3. cív. 2,3 y 2,26 s.; Plut., Caes. 5,8 s.) o un Antonio
«comenzaban, con la falta de consideración propia de su edad y carác- (Plut. Ant. 2,3 ), estaban adernás carg<tdos de deudas. I)ero rodas esas
ter, a soliviantar a la masa con reproches contr~t el senado y a encan- diferencias en nada ca1nbiaban el hecho de que los caudí11os de los
dilada después por medio de regalos y promesas, ganando de esta populares, al igual que los de los optimates, procedían de la nobleza
manera para sí n1ismos renombre y poder. Contra ellos se resistía por senatorial, d;.í.ndose aden1ás bastantes casos de senadores que apoya-
todos los medios la mayor parte de la nobleza, aparenternenre en non1- ron la causa de los populares: Sila, un paladín de la causa aristocrática,
bre del senado, aunque en realidad defendiendo su propia posición de mandó 1natar o desterrar a n1ás de 100 senadores por ser enemigos
poder ... Los unos actuaban así, con10 queriendo salvaguardar los suyos (App., D. civ. 1,482). En las luchas por el poder político des-
derechos del pueblo, los otros, como deseando elevar al máxüno el pués de Sila la to1na de postura de los senadores fue n1ás inconstante
prestigio del senado -todos invocaban el bien con1ún, pero en rea- todavía, y en las guerras civiles de finales de la República se dio el
lidad cada cual sólo luchaba pur su propia influencia» (Cat. 38,1 s.). caso de senadores que can1biaron de partido n1ás de una vez. Sólo
Fue así cada vez más frecuente que los representantes de unas muy pocos nobles pudieron n1antcnt:r una <Jctitud política tan conse-
misn1as capas sociales asumiesen una posición política opuesta. Para cuente como la del segundo Marco Porcío Catón, que fue siempre
empezar, resultaba significativo el hecho de que no sólo los líderes un sostenedor de los idee.des republicanos; n1ás típico del cornporta-
de los optimates, sino también los de los populares fuesen siempre miento de los aristócratas eran las frecuentes fluctuaciones de un Pon1-
senadores, en concreto, aquellos que buscaban satisfacer sus intereses peyo o Cicerón a lo largo de sus dilatadas carrL'ras políticas.
en la lucha contra la oligarquía 85 • Sus orígenes y motivaciones perso- 1~ampoco las otras cap<ts sociales se inantuvicron en absoluto uni~
nales podían ser muy diversos: muchos de ellos procedían de la alta das en los enfrcntaruientos de la República tarcHa. En el año 133 a. C.
nobleza, como los Gracos, Marco Livio Druso o César; otros, co1no una parte de los caballeros apoyó a la oligarquía y la otra a Tiberio
Mario y también Cayo Servílio Glaucia, un político reforn1ador aso- Se1npronio Graco. Una década n1ás tarde fueron n1oviliz,1dos por Cayo
ciado a Lucio Apuleyo Saturnino, eran enen1igos acerbos de la alta Graco contra el senado con la creación de los jurados ecuestres lo 1

nobleza y pertenecían al círculo de ho1nines novi tanto tiernpo perju- que ciertaineule no i1npiJió que en el .121 a. C. participasen en la
dicados; algunos, como los Gracos, estaban movidos por rnotivos des- aniquilación del n1ovü11iento gr<tquiano. I)osteriorn1ente, entre ellos
interesados, y otros, corno Publio Sulpicio Rufo (Plut., Sulla 8,1), y los senadores se dieron sien1pre nuev~1s confrontaciones si bien era1

la concordia ordinu111, la arn1onía entre senadores y orden ecuestre 1


ª~
Optimates: H. Strasburger 1 RE XVIII ( 1939), col. 773 s.; populares: a la que Cícerón instaba con10 fundatnenLo de la lZepública ron1ana 86 .
Chr. Meier, RE, Suppl. X (1965), col. 549 s. Cf. ade1nás del n1isn10 esp., Res
publica amissa, pp. 7 s. Hasta qué punto podía variar la posición política de cada uno de estos
85
Para la aristocracia senatorial durante la República tardía véase, sobre caballeros, nos 1o pone perfectarnente de Inanifiesto el hecho de que
todo, R. Syme, Rornan Revolution, pp. 10 s.; esra<lo <le la investigación con Sila ejecutó a 1.600 equites co1no ene1nigos suyos y ordenó, en cam~
bibliografía en T. R. S. Broughton, en ANRW 1, -1, pp. 250 s. Por lo que se
refiere a la nobilitas, cf. A. Afzelius, C'/ass. et Med., 7, 1945, pp. 150 s.; res-
bio, que otros 300 ingresasen en el senado. Las n1astls del proletariado
pecto de los «hombres nuevos», T. P. Wiseman, Neio Afen in the Rontan urbano eran fáciln1ente n1anipulables por n1edio de la agitación dema-
Senate 139 B. C. - A. D. 14 (Oxford, 1971). En lo atinente a la ron1a de pos- gógica y el regalo, de todo lo cual los populares supieron sacar gran
tura de los senadores en las guerras civiles de César, cf. Il. Bruhns, C'aesar und partido"· Lo bien que estas muchedumbres podían ser dirigidas por
die rOmische Oberschicht in den Jahren 49"44 v. Chr. LTntersttthungen zur
Herrschaftsetablierung itn Bürgerkrieg (GOttingen, 1978); cf. D. R. Shack!eton
8
Baíly, Class. Quart, N. S. 10, 1960, pp. 253 s. A propósito de la situación eco- ~ Att. 1,17,8. Sobre el orden ecuestre en la República tardía 1nírese la bi-
nómica de los senadores, vid. M. Jaczyno\vska, Historia, 11, 1962, pp. 486 s. (en bliografía citada en la nota 58.
alemán: H. Schneider, ed., Zur Sozial- und W'irtscha/tsgeschichte der spdten ~ H.espec[o de la pLebs urbana a finales de la H.epública consúltese la biblia-..
1

r01nische11 Repuhlik, pp. 214 s.). Sobre las condiciones cconón1icas <le la aris~ grafía <le la nola 59; en lo tocante a su papt:l en los t:nfn:ntanli<.::nlOS dunuue
tocracía senatorial tardo-republicana, consúltcse ahora sobre to<lo la obra <le la crisis de la República, P. A. Brunt, P<1st a11d Frcsi:nt, 35, 19(16, pp. 3 s.
I. Shatzman (cf. supra nota 55); véase todavía E. R<nvson, en M. I. Finley (ed.), (en alenuín: H. Schnei<ler, e<l., Zur Sozial- und \Virlschaftsgeschichtt' der spliten
Studies in Roman Property (Ca1nbridge, 1976), pp. 85 s. rOniíschen Repubtik, pp. 217 s.; I. Hahn, en J. llernnann-1. Sellnow (ed.), Die
118 C~éza Alfüldy Historia social de Roma 119

un político hábil, se reflejó con10 en ningún otro caso cuando Antonio fijó asimismo nuevas n1etas políticas al movimiento. Las motivaciones
!;is incitó contrn lns asesinos de c:ésrir (/\pp., 13. civ. 2,_599 s.). Pero sociales (provisión de tierras a los pobres y desde Mario a los sol-
con idénticos proccdi1nientos podían unnbién los opti1natcs 1novíliiar dadc:s licenciados, mediante repartos de par~elas en usuf~cto o por
en favor suyo a las n1<1sns, y por eso la auténtica fuerza de la dicta- medio, de la colonización) jugaron siempre un papel en el programa
dura de Sila se basó, adctrnís ele en la fielcliclad ele sus 120.000 vete- postenor ele los populares, pero ya desde el cambio de siglo el eje en
r:inos, en la lealtad de los 10.000 Cornclii) que eran sus libertos y, torno al que giró la lucha fue el reparto del poder y, con él, la cues-
sobre todo, supieron defender su causa entre la plebe urbana de Roma tión constitucional; el problema agrario y el otro punto central en la
(App., _B. civ. 1,489). I.os vetcr<lnos apoyaron siempre a su antiguo problemática sociopolítica de la República tardía, la frumentatio, es
jefe 1nilitar, que los había llevado a la victoria y asegurado su porve- decir, el reparto de víveres entre las masas de Roma, fueron cada vez
nir con ticrrns; desde M:irio v Sila el10s constituyeron, con los solda- más un simple pretexto en la lucha ele los jefes ávidos ele poder en
dos en activo, la coluinna vert,cbral de los 1novitniCntos políticos, agru- el estado, También la forma en que se desarrollaron los conflictos
pados en torn0 a Ci!da una de las pcrson::iJidadcs dirigentes 88 . La hete- entre los grupos de interés evidenciaba la transformación del primi-
rogeneidad soci11 1 que podía llegar la con1posición interna de uno de tivo movirníento animado de reivindicaciones sociales y políticas en
estos grupos políticos de interés, particularn1cntc en los conflictos de una mera pugna por la conquista del poder, Sobre todo desde los
la República posteriores a Matio y Sila, se hizo patente en la conju- Gracos hasta Sulpicio, Rufo, aunque también en parte aún después de
ración de Catilina del aiío 6.3 a, C, contrn el orden constitucional. El Sda, los populares utilizaron la institución del tribunado de la plebe
caudillo de este n1ovi1nícnto era un ser fracasado de la vieja nobleza, Y la asamblea popular como instrumento y espacio de lucha. En con-
endeudado y 1narcado por el infortunio político; entre sus seguidores secuencia, los actos de violencia política no tomaron ciertamente la
había representantes de todos los estratos sociales posibles, a quie- forma de abiertas guerras civiles, si bien se desarrollaron en ritmo e
nes sólo unía el descontento frente a Ja situación imperante: senado- intensidad acelerados: demagogia, violaciones constitucionales, esce-
res, caballeros, 1níen1bros ele las capas altas de las ciudades itálicas, nas tumultuarias, asesinatos políticos y aniquilamiento brutal del ad-
artesanos, lu111penprolctariado, libertos y esclavos 89 • versario.
La co1nposición interna de los frentes surgidos en la sociedad ro- Estos métodos de lucha continuaron siendo empleados más tarde,
1nana durante ]a República tardía fue variando, al igual que también sobre todo durante los enfrentamientos ele triste memoria tenidos lu-
can1bió el contenido de estns luchas. Tiberio Sen1pronio Graco con1~ gar en Roma a finales de los cincuenta, que prepararon la guerra civil
batía por una reforma social en pro de campesinos y proletarios po- entre César y Pompeyo, Pero desde los años ochenta del siglo I a, e
bres valiéndose para e11o de inedias políticos. Su hennano inás joven estas formas de lucha experimentaron un cambio considerable. Los
persiguíó este n1isn10 objeti\1 0 1 pero con1pro1nctíó también en el con- populares n1ovílizaron ejércitos pára alcanzar sus fines e instauraron
flicto a Jos caballeros y alindas itálicos, y, en consonancia con ello, en Roma, como lo hizo Cinna en 87-84 a. C, un régimen político de
mano dura, Verdad era que no sólo los populares recurrieron a nue-
Rofle dcr 1lo!ks1nr1sscn in dcr Ccschichte der vorhapitalistischcn Gescllschafts- vos procedimientos en el empleo de la violencia, sino también la
for111cJJ (Berlín, 1975), pp. 121 s.; \Y/. Níppcl, en I-I. i\10111n1scn-\Xl. Schulzc (ed.), reacción oligárquica. Hasta ahora ésta última se había dado general-
Vo!71 Efc11d der J.landarbcit, pp. 70 s.
88
Acerca del papel de los veteranos en la República tardía véase ahora mente por satisfecha con la persecución de los populares más com-
esp. H.-Chr. Schneidcr, J)as Pro/1/cn1 dcr 11 etcrancnversorgung in dcr spliteren prometidos, no había osado abolir, al menos abiertamente, la legis-
rónlische11 Repubh.k {Bonn, 1977); consl1ltese u1mbién la bibliograf!a indicada l~ción reformista impuesta previamente y, por lo demás, se había ima-
en las notas 80 v 94. ginado que las cosas volverían por sí niisrnas a su cauce; la dictadura
89
Sobre Ja co~1iuratio Cat(1hnae cf. esp. E. G. I-Iardy, The Catilinarian Con-
spiracy in its Contexl (Üxford, 1924); M. Gclzer, RE ll ÍI, 2 (1923), rnl. 1693 s.; de Sila, por el contrario, fue un intento de represión total, desde lue-
\Jl. Hoffmann, c;)'n1nasú11n, 66, 1959, pp. 459 s.; Z. Yavctz, Hrs:nna, 12, 1963, go no sín una serie de reforn1as políticas dignas de tener en cuenta,
pp. 485 s.; I-L Drexlcr, Die Catilinarische Verschu;(jn111r,. En1. _Qucllcnhcft Y éstas evidenciaban que las antiguas formas de la República ya no
(Darmst8dt, 1976). Grupos sociales implic8dos: cf. esp. Cic., CBt1hna 2, ~~ s. podían restablecerse prescindiendo ele cambios, Algo sin precedentes,
Particip;:ición de Jos escln\'OS en los conflictos p0líticos y en lns guerrns civiles
de la Rcpúblic~ ti!rdía: J. Annequin-NL Lctroublon, en Artes du Co!loque 1972 en cambio, eran las guerras civiles, como las que tuvieron lugar entre
sur /'csrl111 aJ!,el (Bcsanc;on-París, 1974), pp. 211 s.; N. Rouland, Les csclavcs
1
5g Mario Y Sila, Sertorio y Pompeyo, Pompeyo y César, los republicanos
ron1aincs en trn1ps de J!.f!crrc. Coll. Latomus, vol. 151 {Bruselas, 1977), pp. 77 s.
J~.;, Y los herederos políticos ele César, y, finalmente, entre cada uno de
120
Géza Alfoldy Historía social de Ro111a 12.1
1
los sucesores políticos del dictador: en este típo de contiendas se bién se produjo una fuerte alteración en su con1posiciqn ' interna; con
encontraron frente a frente ejércitos regulares, las operaciones béli- todo, lo que no se dio fue el nacinüenro <le estratos sociales total-
cas afectaron a todo el .iinperio romano 1 y los ene1nigos políticos fue- mente nuevos 1 ni desapareció ninguno de los fonnados anteriorrnente.
ron rnuer~os. en n1a.~a en el curso de batallas ca111pales o de sangrien- De esta 1nanera, se n1antuvo incon1novible en líneas generales el ino-
tas proscr1pc1ones. En estas luchas por la conquista del poder no tenía
ya c.abida un rnovüniento de refor1na social, y sus efectos se Jejaron
1
¡
delo de sociedad doniinada por unas capas altas niuy reducidas nun1é-
rican1ente y de rasgos estan1entales. Es cierto que las tensiones exis-
sentir no en el orden social, sino en el sísten1a político de Ron1a. ¡ tentes en el seno de esta sociedad sólo distninuyeron en una pequeña
parte durante este período de crisis centenaria, pero rodas estas ten-
siones y conflictos de la 1-\epública tardía no estaban en condiciones
Las consecuencias de la crisis para la sociedad romana de destruir el sisten1a social. 'ran1poco se desarrolló una nueva ideo-
logía que sirviese Je cohesión a la sociedad entera: el tnos 1nclioruJJ1_,
En consonancia con la estructura de los conflictos de la República incluso para la aristocracia senarorial, había dejado de ser desde hacía
tardía y con la naturaleza del cambio operado en la sociedad romana
de los Gracos hasta la instauración del iinperio, el sisten1a social rei-
1 tie1npo el único sisterna <le referencia, ;_l pesar de lo cual los teóricos
de la época se lamentarían de la decadencia de este código de valores,
nante no se vio esencialn1ente alterado, sino sólo 1nodificado en al- y las corrientes espirituales dcter111inantes se propondrían revitali-
gúC: .aspecto; radicalinet:[e trastocado lo fue única1nente el régin1en ) zarlo, pero nunc,i. sustituirlo por nuevos ideales. Sólo quedaron des-
politico en que se organizaba la sociedad ro1nana 90 • Los funda1nentos truidos del todo los vínculos que hasta entonces habían sido cüpaces
econó~icos del orden social, en líneas generales, continuaron siendo de 111[1ntener unida a la sociedad ro1nan;1 en un siste1na político, es
lo;s ~1sn1os CJUe los ~xi~tentes désde la época de la segunda guerra decir, la for111a republicana de estado con sus instituciones; pero ya
pun1~~· La vi.da econonuca se basaba aun en gran inedida en la pro- en los últin1os decenios de la H.epública pudo vislun1brarse L1 solución
d~1;cc1on agtarra, que se llevaba a efecto en los latifundios, aunque tan1- que prornetía salvar el antiguo orden social con un nuevo n1arco polí-
b1en en las pequeñas heredades de los colonos agrícoL:1s y en las 1no- tico: la inonarquía.
des.tas parcelas del ca1npesinado pobre; e1npero, la econon1ía agrícola, Los criterios que definían cada una ele las posiciones dentro de
al igual que antes, constituía sólo una parte del siste1na entero de la sociedad y, con ello también, la estratificación social ele la Repú-
~roducción: la n~a~ufactura a1np!iar11ente desarrollada y el co1nercio, blica tardía, apcn;_1s se diíerenci,:1ban pdr su n;_1turalez,_1 de los princi-
ligados a una acl1v1Jad e1npresanal fuerte, a las transacciones con el pios de estratific.ición social de h1 épocJ con1prcndida entre la guerra
exterior Y a la eco~1on1ía n1onetaria, así con10 la n1inería desen1peña-
1
anibálica y los Cracos. Constituían un cornp!íc:.1do sisten1a en el que,
ron un papel .considerable. La expansión fuera de Italia, que asegu- al igual que antes, interactuaban el origen social, h1 arnbición y la
raba las cond1c1ones para el ulterior desarrollo de este sisreina eco- habilidad personales, la propiedad lundiaria y la capaci<lad financier~l,
nó1nico, fue .proseguida con el sornetüniento de Siria por I)on1peyo 1
los privilegios políticos y la educación, el derecho de ciud,1danía o
con la c_oi:qu1sta de la Galia por César, y con la extensión posterior su carencia, la liberL1d personal o Ia esclavitud, la adscripción étnica
del don11n10 roman~ en Hispania, en la Península balcánica y en Asia o regional, y Ia actividad econó1nica en los sectores de la producción
Menor. Por ello m1sn10, también la división de la sociedad roinana urbana o agraria; los factores n1encionados en prirner Jugar otorgaban
apenas ~ufrió n1odi.fi~acíones. Ciertamente, durante el período de lu- al individuo la dignitas, rango y honor, imprescindible en una posi-
cfia~ abiertas las. d1st1ntas capas sociales se vieron algo afectadas, en ción social superior, y cuyo contenido fue n1uy bien definido por Ci-
algun caso experimentaron un desarrollo considerable, y en parte tam- cerón: e/ignitas est alicuius honesta et cultu et honore et verecundia
digna auctoritas (De inv. 2,166). Novedoso era única1ncnte que dichos
En lo~ referido al. orden social de la República tardía véase en general
90
factores, bajo las convulsiones ocasio11~1(L1s por aquellos conflictos
W.· Warde Fowler, Socral Lije at Ronn: in the Age o/ C'icero (Londres 1907·
abiertos y perrn:1nentes, podían actuar en una forrna y en una rnedida
reHnpr. 1964); ~· Gelzer, Kleine Schrifll'n, I, pp. 15-1 s.; f. De Maníno',
Stona 4ella cos!ttuzione ro111u11a, III, pp. 102 s.; H. !-L ScullarJ Frot1i the distintas a Lis de antes, en la época dorada de la República aristocrá-
Gracch1 lo Nero. A 1-li~tory. o/ Rrnne, /rov1 133 B. (~. to A. D. ()g'i (Londres, tica. El que desccndí<.l de una fa1nilia nuble poscL.1 de anre1nano un
19?,3), pp. 178 s. ~f. E. W1strand, (aesar anJ Con!et11porary Ron1an Society
(Go[eborg, 1978). Economía: T. Frank, Econontic Survey, I, pp. 215 s. privilegio de cara a su iniciación en la viJa política, tt111to por el pres-
122 Géza Alfoldy l--Iistoria social de Rorna
123

tigio de su casa y sus relaciones, co1110 por los hicncs raíces y la for- servir comidas por valm de 50.000 denarios (Plut., Lucullus 41,7).
tuna heredados; incluso nqucl que se h<llL1ha co1npletan1ente endcu- Un senador romano corriente, o un caballero, que simplemente alean~
d<ldo no tenía en absoluto por qué rcnunciJr a sus an1biciones políti- zasen los 100.000 denarios de cualificación para su ardo, no se podían
cns. l)c hecho, desde los consulados de Mairo los ho1nincs novi no n:e~1r con estas fortuna~, y Cicerón, que poseía predios y villas en
consiguieron de ninguna 111anera ign<Jlarsc con los nohilcs en el acceso distintos puntos de Italia fuera de su casa de Arpinum (en Tuscu-
a los 111;.Ís altos cargos: durJntc los n1ás de sesenta años entre el prin1er lum, ~anuv1um, Ant1um, Astura, Ca1eta, Formiae, Sinuessa, Cumas,
consulado de M<it·-io v la 111ucrte de C~ésar hubo en total sólo once P<;teoh Y Pompe~a), ni siquiera formaba parte del grupo de romanos
cónsules que nos con;tc positiva1nente que fuesen hnn1ines 11nui den- n:as ricos. ~e su epoca. Naturalmente, no sólo había senadores ricos,.
tro del orden senatorial; no fue sino entre el 4_3 y el 33 a. C. que s1?0 t~mb1en caba}leros, como :in 1~ito Pomponio Atico, el amigo de
estos «hombres nuevos}> -----con dieciocho cónsules en once afi.os- C1c.eron, que; deb1a sus .ganancias a 1.a compra de tierras en Italia y
conquistaron una posición realmente distinta a la de hasta ahora 91 . Eptro, al prestamo de dinero, al alqmler de viviendas en Roma e in-
Pero, en aquellas circunstancias históricas las dotes naturales y la atn- cluso a su actividad como editor, y que pasaba por ser un hombre de
bición de los «hon1bres nuevos» podían hacerse valer inucho tnejor n~7ocios tan hábil como moderado (Corn. Nepos, Att. 13 ). Pero tam.
que en el siglo anterior a Mario; Marco Tulío Cicerón, un hon10 novus bien person~s de muy baja ~xtracción social pudieron sacar partido de
con10 Mario, de Arpinun1, que debía su cnrrera política y su general las oport'.inidades que ofrecia este período de guerras civiles: Crisógo-
aceptación con10 princcps senolus a sns n1últiples cualidades, nos no, P.or eiemplo, un ltberto de Sila, adquirió a un precio tan irrisorio
ofrece el n1cjor ejcn1plo de ello 92 • los bienes ~subastados de un ciudadano condenado a muerte que más
Ante todo, se daban entonces ]as condiciones necesarias para que tarde podrrn alardear di' haber centuplicado los beneficios de aquéllos
individuos hábiles y sin escrüpulos pudiesen amasar fortunas verda- (Plut ..' .Cte. 3,4). Precisamente los hbertos contaban también con la
dera1nente increíbles en espacio de tnuy corto tie1npo: no sólo los pos1~i11dad,Y no sólo por dinero, sino también gracias a sus buenas
beneficios en1presariJlcs y la expansión continuada contribuían a ello, rel~c!onescon lo~ pod:ros~s patro~t:, d~ conseguir influencia y poder:
sino tan1bién la repetida serie ele conn1ociones políticas, en especial Cr1sogono mer_ec.1a ~ C1ceron el caltf1cat1vo de potentissimus hoc tem-
a partir de Mario y Sila, cuyo balance final fueron el extenninio de pore nostrae ctvttat1s (Rose. 6L y a Demetrio, un influyente liberto
fan1ilias dirigentes enteras v la confiscación de enorn1es p8trin1onios. de Pompeyo, se le trató en Siria corno a un distinguido senador (Plut.
M:i!rio había<- co1nenzado co.n10 un hon1bre pobrc 1 pero adquiriría tal Cato mm. 13,1 s.). '
cantidad de tierras que, en opinión de IJlutarco (Mar. 34,2 s. y 45,11), No constituía .ninguna .novedad en. la sociedad romana el que la
habrían podido ser suficientes p;1ra un rey; el Sila .falto de rc~ursos
de un principio se convertiría en el hon1brc n1ás rtco de su t1en1p? 1 prop1e.dad fundrnna y el dinero confmesen al individuo poder e in·
fluencia; algo s1n p_recedentes eran sólo las crecientes aspiraciones y
(Plin., N. h. 3.l,134); Marco Licinio Craso, el tercer hombre del 11fl· 1 las favo;abb, condiciones para adg,uirir fortuna y ¡'anar así fuerza y
n1er triunvirato, au1nentó la fortuna hercclnda ele 300 a 7 .100 talen- favor. 1ambten la experiencia poltttca, así como ]..~¡iabilidad en el
tos (aproxi1nadan1cntc unos 42 n1illones ele denarios), inver.tid?s en trat? con las mas~s y las cualidades como jefe militar podían hacer
latifundios, n1inas y cscl<lvos (Plut ., Crassus 2_, 1 s.). Por cons1gu1ente, real;dad ca~reras insólitas. La posesión de la ciudadanía romana per·
la escala de la riqueza fue o!Ta n1uy distinta <l la prevaleciente todavía 1 ~~t1a. adema_s obtener regalos, ser mimado políticamente, entrar en el
en tien1pos de los l~scipiones: sólo L1 p;1rtc de la herencia de Potnpcyo i e¡erc1to .Y disfrutar. aquí de paga y botín, y en tanto que veterano 0
que un decenio después de su 1nuerte habrí<l debido recibir su hijo, proletario s~'f provisto con tierras. Hasta la mera libertad personal
importaba 17.500.000 denarios (Dio 48,36,5); César regaló a sus d.e un prov;nctal, por lo demás carente de derechos políticos, podía
amantes jm·as por valor ele 1.500.000 denarios (Suet., Caes. 50,2), y s1gn1f~car mas que antes, dado que al menos los miembros de las capas
Lucio L.icinio Lúculo, el victorioso genenil frente a Ivlitrídates, niandó M s1:'per1ores locales podían abrigar la esperanza de que les fuese conce-
' d1do algún día el derecho de ciudadanía romana.
~1 En cuantp a Jos honlines novi entre los cónsules, véase T. P. \Viscman, t Tan1bién es cierto que en aquella época de- abiertos enfrentamien-
t?~ no sólo era posib,1e alc~nz.ar co? gran ra.t:idez la riqueza y una posi~
l
"f\ic1c Afcn in tbr Rn11!rtn Scnatc. pp. 164 s., 203. ,¡. .
: Para Cicerón ~0ns1íltcsc hi, hibliografí~. er; K. Christ, R_Otnischc G_;cschichte, Clo~ rectora en la vida pubhca, sm0 cambien perderlo todo con igual
9

pp. 136 s., y J. Blctckcn, Gcschtchtc dcr Ronnsrhcn Rcpubltl:, pp. 23) s.
, ,/!rapidez, hasta el punto de que políticos y generales poderosísimos
V)V

.1
124 Géz<t Alfü1dy 1-fisroria ~ocíal Je Ro111:.1 12)
1
podían caer víctimas de sus enemigos. Como consecuencia de las te- menos de 150.000 prisioneros en la guerra contra cif\\bríus y teuto-
rribles pérdidas de población en las guerras civiles y en los demás nes, que fueron convertidos en ésclavus (()rus. 5,16,21Y; César ordenó
choques sangrientos, la 1nayoría de las capas sociales se vieron diez- esclavizar a 53.000 cautivos tras una sola batalla Juranto:: sus catnpa-
n1adas. l)ero en todos los estratos de la sociedad ron1ana se producía ñas en la Galia (Bel!. Gal!. 2,33,6), y el número total de prisioneros
continuamente el recambio con nuevos grupos. Las alteraciones en
la composición interna de los distintos estratos con10 resultado de
1
!
hechos por él debió de ascender al millón (Plut., Caes. 15,6). A esto
se añadían otras fuentes de aprovisionan1iento de esclavos, con10 el
dicha fluctuación fueron en definitiva las consecuencias de naturaleza pillaje humano, que en Oriente llegaría a adquirir proporciones increí-
social más importantes de los conflictos de la República tardía. Mu-
chos senadores cayeron víctimas de las guerras civiles y las proscrip-
1 bles hasta la destrucción de la piratería por Pompeyo en el 66 a. C.;
en el afio 104 a. C. el rey de Bitinia había rehusado prestar ayuda mili-
ciones -300 hon1bres sólo en el año 43 a. C.; en su lugar aparecieron tar a Roma contra los gern1anos 1 aduciendo que la n1ayoría de sus
otros homines novi del orden ecuestre y de las capas altas de las ciu- súbditos habían sido llevados con10 esclavos por los ro1nanos 93 •
dades itálicas. Síla dio entrada a 300 caballeros en el estamento sena- Así, pues, podemos decir que la sociedad de la República tardía
totía] (App., B. civ. 1,468) y elevó así el número de senadores a 600· i registró un constante n1ovín1iento en la medida en que la composición
1
Y. C~~ar, sobr~ todo, que tan1bién echó inano de los provinciales, pro~ de sus distintas capas estuvo siernpre sujeta a continuos desplaza-
siguw esta mrsma política con la mayor liberalidad (Suet., Caes. 41,1 mientos internos. El resultado rnás trascendental de esta n1ovilidad
y 80 ,2), de tal manera que en los últimos años de la República el
1 fue el de sentar las bases para la integración de las sociedades de dis-
senado contaba con 900 miembros (Dio 43,47,3). El orden ecuestre
sólo con las proscripciones de Sila, perdió con10 rnínimo 1.600 de su~
1 tintas partes del in1perio en un orden social más o n1enos unitario
y para la for1nación de una capa social superior constiEuida por doquier
integrantes, mientras que las del año 4 3 a. C. le ocasionaron 2.000 ba- según unos rnismos criterios. Los itálicos quedaron plenamente inte-
jas. Con todo, el número de pertenecientes al estamento ecuestre se grados en el sísten1a social romano. La gran línea divisoria, jurídica-
elevaba a mediados del siglo I a. C. a unos 20.000 (Plut., Cic. 31,l); mente bablando, desde la última generación de la República no era
entre los nun1erosos caballeros de reciente creación había tan1bién en ya la establecida entre los romanos -esto es, los habitantes de Roma
creciente escala individuos de las provincias, de Sicilía, Africa y espe- y de las diversas ciudades de Italia en posesión de la ciudadanía ro·
cialmente Htspama (Bel!. Alex. 56,4). Asimismo, la composición de mana- y los no rornanos, sino entre los itálicos y los provinciales.
las capas altas de las ciudades y en parte también de las provincias Pero también en las provincias se dieron los primeros pasos hacia la
conocieron sensibles mutaciones. La principal razón de ello era el integración. Una de las ví:.1s era la colonización itálica en las provin-
asenta1niento de veteranos a partir de Mario tanto en Italia con10 en cias, principalmente en el sur de la Galia, Hispania, Aírica y algunas
el t~rritorio extrapeninsular; estos ex-soldados, que obtenían tierra regiones del Oriente 9.t. La otra vía, n1ás resolutiva aún de cara a la
c~ilHvable en suelo colonial, formaban el estrato superior en dichas fusión, era el ororgan1iento Jel derecho de ciudadanía romana a los
ciudades. Pero tan1bién en los n1unicipios se daba con frecuencia el miembros de los estratos superiores indígenas en las provincias -la
caso de _advenedizos sociales, por ejemplo, libertos y sus descendientes,
que_ se mtroducían en las élites locales y asumían allí el papel de las ~i Diodoro 36, 3, l. Acerca de los esclavos y libt:rtos durante L.1 República
tardía, cf. W. L. \'<lestennann 1 Slave Syste1J1S, pp. 6.3 s.; E_ J\rí. Sl.iern1an, Die
a;it1guas fa1:1~has que, hab~an visto a~ruinarse su patrirnonio en el pe- Blütezeit der Sklav1:n1ou1schaft, pp. 36 s.; S. 1'reggi·.iri, Rontan Freedtnen du-
;1odo de ~~1s1s o hab1~n sido exterminadas durante las guerras civiles. ring the Late Repi<blic (Üxford 1 1969); G. Fabre, Libertus. 1<.echerches sur tes
Tamb1en proletarios de Roma fueron a menudo instalados en las rapports patron~a//ranchi a la fin de fa répubiiqtte ron1aine (H. oma, 1981). Bases
col~nias; con César la cifra de receptores de grano oficialmente reco- económicas para el ascenso de los libertos en la República tardía: St. Nirozek 1
Chiron, 5, 1975, pp. 311 s.
nocidos en la capital se rebajó en total de 320.000 a 150.000 (Suet., 9
"' Colonización, política de narunilización: F. Viuinghoff, Riitnische Kolo-
Caes. 41,3). Por otra parte, la capa de dicho proletariado fue perma- nisation und Bürgerrr:chtspolitík 1111/r:r Caesar und Jlt1g11stus. Akad. J. \X'iss.
n.entemente rev1~altza~a con la afluencia de nuevos grupos y, en par- u. Lic ~1ainz, Abh. d. Geistes- u. Soz. \Viss. KL, Jg., 1951, Nr. 14 (\'<liesbaJen,
trcul~i-, con las lrberactones en masa del último siglo de la República; 1952) 1 pp. 7 s.; L. 'Teutsch, D,u rü1uisch1: Stiidit:luesen in 1\Jorda/rik<1 in der
Zeit von C. Gracchus bis ztun l'od Je:; Kaisers" 11ugustus (Berlín, 1962); A. J. 1'!.
ya solo, los rn_.OOO lzherti de Sila (App., B. civ. 1,469) suponían una Wilson, EJJJigr ..1tion /rotn lti1ly in the Rep11b!ican Age o/ Rorne (Nueva York 1
myeccton adictonal muy considerable. A su vez, nuevos esclavos ve- 1966}; P. A. Brunt, ltalian A-!a11po1uer, pp. 159 s.; A. N. Sher\vÍn-\\Jhitc:, en
nían a ocupar el lugar de tan ros libertos. Mario hizo al parecer no ANR\\í', I, 2, pp. 23 s., y The l{ov1aJJ Citizenship l (Oxford 1 1973).
126 (;éza Alfüldy Historia social de Roma
127

1 nayorí~ 1 de l\lS veces en los territorios donde. t·an1bién la colonización fas colonias provinciales. Por debajo de dichos estratos babia en las
itáhc<l actuaba con n1ás fuerza. L,os nuevos c1udad<lnos de l~s provin- ciudades libertos pobres y ricos, artesanos, mercaderes, proletarios y
cias, caso de reunir los cotTcs¡:ondicntcs requisitos ~C~)nómtcos ,Y. de esclavos, que se ocupaban aquí en Ja industria, aunque también en
haber prestado especiales scrv1c1os a la causa Je un d1r1gente P?littco, muchos otros menesteres (cf. esp. Plut., Crassus 2,5 s.); en el campo,
podían ser acogidos en el orden ecuestre, y en algunos casos. mcluso agricultores con una acusada diferenciación, desde el colono acomo-
en el senado. En T-Iispania, sólo en la ciudad de Grtdes, debieron de dado hasta el asalariado temporal e indigentes, como los nzercennarií
existir 500 caballeros en tiempos de Augusto (Strabo 3,5,3), Y de esta Y obacrati de Varrón (De re rust. 1,17,2), y finalmente las masas de
Ioc<llidad provenía t<ln1bién J_,ucio Cornclio Balbo, quien en el ano esclavos trabajando en las explotaciones agrarias. En suma, tratábase
72 a e consiguió el derecho de ciudadanía romana y en el 40 a. c. éste de un modelo de sociedad que no se diferenciaba considerable-
fue el pr1111c1 prov1nc1al 1 el p1t!llllS cxtc11101u1n (I>hn N h. 7,43), que mente ni del precedente del siglo u a. C. ni del posterior del Alto
ascendió a cónsul 95 . Imperio.
Pero esta evolución tuvo lugar en el inarco de la estratificación Ese orden social estuvo cargado de tensiones a lo largo de toda
de la sociedad operada ya en el siglo u a. C. y, como ya hemos, seña- Ja Repúbhca tardía, tensiones que engendraban una y otra vez abier-
lado, no produjo verdaderan1ente un nuevo orden .social. La cusp1de tos conflictos. El nútnero de victimas que se cobraron estos choques
de la sociedad tardo-republicana seguía siendo, al igual. gue antes, la sangrientos alcanzó varios millones de vidas humanas, y pese a ello
aristocr:1ciJ senatorial, en la que descoll8han la nohilitas Y algun.os la sociedad romana de aquellos tiempos no conseguiría siquiera sol-
advenedizos. Su constitución interna conoció cfectiva1nente ;:iltcrac10- ventar de verdad sus propios problemas. Sólo unos cuantos fueron
nes, y su prestigio llegó a mermar tanto que Floro hablaría más tarde los .problemas. sociales que la República logró de hecho superar, y
de un senatus ... dehilitatus en esta époc;:i, un senado que ?'nne decus nadie corno Livio ha sabido describir mejor dicha impotencia en una
nzaiestatis aniiserat {2,5,3, para el año 91 a. C.), lo que, sin emba_:g~, sola frase: nec vitia nostra nec retnedia patí pos su mus 97 . Auténtica-
no modificó para nada el hecho de que el poderío político Y economi- me~i,te resuelta sólo quedó Ja ~uestión itálica, y ello merced a una con-
co estaba, sobre todo, en n1anos de sus mie.tnbros. A pesar. de que ces1~n hecha tras una guerra ciertamente cruenta, aunque también - y
a Jos caballeros sólo se les reconocía instituc1onal1n.ente ft~1nc1ones de precisamente en interés del siste1na- aceptada co1no nonnal desde
mando dentro del estado cuando ingresaban en dicha can1ara, tam- hacía tie1npo por las 1nejores fuerzas de la sociedad romana. La opre-
bién a ellos les corrcspondicí una posición dirigente; cotno Floro sión de los provinciales disminuyó,. y también los esclavos recibíeron
(2,5,3) ponía de relieve con 8cJcrto,. los e:uestrcs poseían ~11'.ª. fuerza mejor trato que antes en las últimas décadas de la República. Varrón
política_, y sobre todo cconón11ctl 1 que cast les da~1a la pos1bil1dad de al co.nt~ario de Catón el Viejo, rccon1endaba estimularlos a un mejo;
controlar el estado. Los estratos rectores de la sociedad rom'élna f.uer~n rend1n11ento no recurriendo a Ja explotación brutal, sino dándoles faci-
avrupados en estas dos organizaciones esta1ncntales; cuando C1ceron lidad.es_ y recompensas 98 . Pero, a fin de cuentas) las provincias segUían
h~blaba de ordines en Roma, quería referirse con e~lo, ante todo, a conc1b1en<lose corno praedia populi Ron1ani, y, sin ir más lejos, Cice-
ambos ordi 11 cs % En las élites locales de las poblaooncs. urb.anas se rón tenía por bárbaros a los galos de la provincia narbonense; tam-
concentró el sector de ciudadanos ricos y grandes prop1e~a:1?s que poco Varrón tenía reparo en afirmar que él consideraba a los esclavos
tras la concesión del derecho de ciudadanía ro111;:lll<l a los ttaltcos e;1 sólo como fuerza de trabajo y no como seres humanos. Podemos de-
el año 90 a. C. con1enzó en toda la península a totnar una forn1a mas cir, por tanto, que el foso de separación entre los beneficiarios del
unitaria que antes, y que se vería con1pletado con las capas altas de sistema de dominación romano y sus sometidos fue reducido sólo un
poco, y de ninguna manera quedó suprimido. La cuestión agraria y,
QS 1:·
Esc<il<lda <le los provinciales hasta el ,;cn<ido: \·, \~iseman, 1\1c1v ,nzen
in the Ron1a 11 Senatc, pp. 19 s.; p<ir<l los B<ilbos de Cadiz, 11:d. J. F. Rodnguez
97
Ncila, Los Balbos de Cádiz. Dos espaíioles en la Ron1a de Cesar )' Augflsfo (Se- Liv., Praef. 9. Respecto del vacío de poder que se crea en Ja República
villa. 1973). . , , R h ¡ · tardía, cf. Chr. Meier, Res publica a1nissa, pp. 301 s.
~" Sobre el concepto de ardo en Ctccron cf. J. Rera_ngcr, en . t;c ere Jes sui
9
~ En. c\1anto ,ª Varrón y a sus puntos de vista sobre Ja esclavitud, consúI-
fes structures sociales dans l'antiq11ité classú¡ue, pp. 22) s.: tamb1en ahora, del tese la b1b.liograf1a de la nota 56, así como R. Martin, Recherches sur les agro-
inismo <iutor, J)-i11ci¡wt11S (Ginebra. 1973), PI?· 77 s.; para el ,conceptoGroBªJ? no111cs latins et le:1rs co11ceptio1_lS éconontiques et sociales (París, 1971), pági-
de nrdo vid. uri detenido tratamiento en B. Cohen, Bull. de l Ass. de · U e, nas 211 s.; del mismo autor, vtd. en Actes du Colloque 1972 sur l'esclavage
1975, pp. 259 >. pp. 267 s. '
128 liistoria social de Huina 129
Géza Alfoldy
1
con ~lla, la prov~ston de tierra.s a. los pr0Ietarios 1 estuvo próxin1a a los antepasados, que, según creencia general, habían sido capaces de
solucionarse gracias a la colon1zac1ón en Lls provincias y a la tedis- crear en otro tien1po la niejor forina de estado en L1 his'toria (Cic., De
tribución del suelo italiano tras cada una de las guerras civiles, pero rep. 1,70): el can1ino hacia el futuro sólo podía consistir en la reno-
este arreglo se apartaba bastante del propuesto en su día por los Gra- vación de la vieja tradición en una línea en consonancia con los nue-
cos, y el precio que debió pagarse por él fue demasiado alto. En fin, vos tie1npos - sin olvidar [arnpoco su conveniente enriquecimiento
seme¡ante fue el resultado de los choques habidos en el seno de las con los mejores planteamientos de la filosofía griega.
capas dirigentes de la sociedad romana, entre caballeros y senadores Total y definitivamente arrumbado rras los conflictos de la Repú-
entre «hombres nuevos» y familias de la alta nobleza, entre las distin'. blica tardía quedó únicamente el orden político de la sociedad roma-
tas facciones de la oligarquía: en lugar de una auténtica superación na - el sistema de gobierno aristocrático que tenía su origen en la
de las .contradicciones sociales dichos conflictos ter111ínaron, por el constitución de una ciudad-estado arcaica. Ya Cicerón reconoció la
contrario, en nuevas y mutuas matanzas. La República tardía no fue quiebra de este sisu::n1a de gobíerno: rern publicanz funditus anzisitnus
capaz de rernontar la crisis ni mediante reformas ni mediante una (Q. fr. 1,2,15). Los enfrentamientos políticos y militares entre los
revolución social, y lq 1nás que consiguió fue orillar los grandes pro- grupos de interés de la ciudadanía ron1ana, n1ás agudizados todavía
blemas destruyendo el marco político tradicional y dejando la solución por la incidencia simultánea de los den1ás conflictos, terrninaron final-
definitiva de los mismos para el nuevo siste1na político. mente por arruinar el régin1en republicano, basado en la cooperación
Esta impotencia se debía en no pequeña medida al hecho de que entre magistrados y asamblea popular bajo la autoridad rectora del
la sociedad romana en el período de la República tardía no estaba senado y, a través de ella, de la oligarquía. Se añadía a esto el hecho
en situación de encontrar los ideales que habrían ayudado a vencer 0 de que el Imperizmz R.omanum, que a finales de la República se exten-
a atenuar sus conflictos, y que habrían podido así al nienos mantener día desde la Galia hasta Siria, ya no se podía defender ni gobernar
compenetradas a las capas sociales dirigentes en torno a un 1nis1no en el cuadro del viejo y del todo anacrónico sistema político. Todos
código d; valores. El horizonte ideológico y moral del mas maiorum estos factores indicaban al n1isn10 tien1po cu~11 era la única salida
se perd10 de vista prácticamente. Nada hacía más patente la crisis posible para la crisis. Y a Cicerón se hJGía L.unilíarizJdo con la idea
espiritual de la República tardía que la reiteración en esos años del de la terminación de la oligarquía en un poder unipersonal, y la gene~
tan traído y llevado tema de la decadencia d~ las viejas costumbres, ración siguiente no conoció ninguna otra alternativa. Desde los con-
º.el 1nodo de proced~r de los pq~íticos dirigentes, co1no lo eran, por flictos de la República tardía el camino llevaba inevitablemente a ello.
e¡emplo, la provocativa ostentación de un Lúculo (Plut. Lucullus El ejen1plo ele los Escipiones había probadl1 d-:sdc un prin1t:".r 1non1en-
;'9 ,l s:) o la corrupción de un César, sin la cual su carrera habría sido to que las individualidades activas y victoriosas polícica y n1ilitarn1ente
lmpos1ble (Suet., Caes. 13 ). Salustio atribuía por completo la crisis acababan por sobresalir por encirna de la oligarquía. Los violentos
de la República romana a esta debilidad moral: una vez que Roma no enfrentamientos políticos a partir de los Gracos dieron la oportunidad
tuvo Yª. nada_ ~ue temer d_e Cartago,_ «empezó para ella un 1novimien- a miembros particulares de la nobleza de colocarse al frente de las
to de d1soluc1on y soberbia, como siempre suele acon1pañar al éxito» muchedumbres insatisfechas con el régirnen oligárquico; los popula-
(Iug. 41,1 s.). Las causas reales de la crisis radicaban evidentemente res, aunque poco después tarnbién los optin1ates, cerraron filas pro-
en las insuficiencias de una constitución hecha a medida de la ciudad- gresivamente en torno a figuras individu<tles de la política que actua-
estado Y en el cambio de las relaciones sociales a partir de la época ban como líderes de un determinado grupo de interés. A partir de
de la segunda gi.;erra púnica; pero la_ importancia de la pérdida de las la reforma militar de Mario dichos caudillos dispusieron además de
antiguas pautas et1cas de comportamiento fue correctamente calibrada un leal y decisivo instrumento de poder, a saber, el ejército de prole-
por Salustio, puesto que con ella perdió toda su validez el sisten1a tarios estrechamente ligado a sus personas; las guerras y victorias en
de referencia de la sociedad romana. Sus te111ores indicaban asin1isn10 el exterior, co1110 las de Mario contra Yugurta y los germanos, la de
que la República tampoco estaba en condiciones de sustituir el n1os Sila contra Mitrídates, la de Pompeyo en Oriente, la de César en la
maiorum po~ un sistema ideológico y ético de nuevo cuño - a pesar Galia, la de Antonio en Oriente, o la de Octaviano en el Ilírico, ofre-
de que precisamente esta época pudiese presun1ir de espíritus tan cieron la posibilidad de entrenar al ejército, de s.ttisfacer con botín
creadores como Cicerón, Salustio o César. La única norn1a de con- a la tropa y de acrecentar la dignitas personal de los caudillos con
ducta respetada seguía siendo" como antes, la de las costumbres de la gloria niilitar. De esta forn1a fue creciendo sin cesar el poder de
130 Gérn Alfoldy Capítulo 5
tales jefes, y el futuro fue de aquél entre elios que tuvo h1 fuerza su- EL ORDEN SOCIAL EN EPOCA
ficiente con10 para apartflr de In carrera hacia el poder unipersonal a
todos los dem:ís competidores. La monarquh de Augusto, nacida en
DEL PRINCIPADO
estas condiciones, dio por fin a la sociedad romana el marco político
y también la orientación espiritual que durante tanto tiempo había
buscado.

,:·

' Viejas y nuevas condiciones

Los primeros dos siglos de la época imperial romana, desde el


régimen unipersonal de Augusto (27 a. C. · 14 d. C.) hasta más o
menos el período de gobierno de Antonino Pío (138-161), no fueron
simplemente la era de mayor esplendor en la historia política de
Roma, en la que el Imperium Romanum alcanzó su máxima exte!lsión
geográfica, y en la que tanto dentro como en las fronteras del estado
las más de las veces reinó la paz; esta época representó en cierto
sentido también el apogeo en la historia de la sociedad romana. Por
lo que se refiere a posibles formas totalmente nuevas de relación so-
cial que hubiesen cambiado de raíz la estructura social del mundo
romano, es evidente que se echaron tan en falta durante esta época
como en la República tardía, siendo ello debido, sobre todo, a que
la estructura económica permaneció básicamente inalterada en sus ras-
gos más esenciales. Nuevos para el desarrollo social fueron tan sólo
dos factores que, en realidad, ni siquiera hicieron su aparición con
Augusto, sino que en parte se fraguaron y en parte se introdujeron
ya en la dinámica histórica de finales de la República. Una de estas
novedades consistió en el establecimiento de un marco político espe-
cialmente idóneo para la sociedad ro1nana, la monarquía imperial, con
el resultado de que las posiciones y funciones de las distintas capas
sociales conocieron en parte una nueva definición, y de que la pirá-
mide social de este imperio universal incorporó un nuevo vértice con
131
132 133
Géza Atfókly ~:Iistoria socinl Je Rorna
1
la casa i.mperial. La otra novedad se desprendía de la integración Je nente: la situación de las distintas capas sociales, Pº"' ejemplo, de la
las provmcias y de los provinciales en el sistema estat,d y social ro- ' .
aristocracia senatorial o ele los esclavos en las explotaciones agrarias,
.
mano, Y tuvo por consecuencia que el llamado modelo social «roma~ no fue en absoluto L1 1nisni;1 ;t lo !argo de estos ail.os, y ta1npoc0 per-
no» fo~se exportado también a las poblaciones de la mayoría de las manecieton inalteradas las condiciones Je la vida provincial, pues aquí
provmc1as, lo que significó la consolidación de una aristocracia am- el proceso de integración, debido a las concesiones de ciudadanía Y
pliamen,re homogénea a escala. de todo el imperio y la unificación a la urbanización, fue ganando terreno paulat1na111ente, aunque no
de las elites locales, aunque ciertamente también la asimilación de sin grandes desfases de un lado a otro del in1¡.~e:io. Al n1i~rno tie1~1po,
capas más amplias de población 99 _ ya antes de la segunda 1nitaJ del .s~glo 11. se h1c1eron sentir pr1r:1e- J,as
Teniendo en cuenta dichas premisas, se entiende en qué sentido ras señales que apuntaban ü la cr1s1s venidera y a !a alter~1cton rad1.c,al
la época del Principado puede considerarse como la más alta cota de este orden social. No obstante, se hace necesario precisar tan1b1en
alcan~ada por c;l desarrollo social romano: el modelo fuertemente je- que todos y cada uno de los procesos de transfornh1ción. de la époc.a
rarquizado en ordenes y estratos de la sociedad ron1ana, estructurado del Principado se consun1aron todavía en el n1arco del sisten1~ tra?l-
e? la República tardía a partir de la segunda guerra púnica, no se cional de órdenes y estratos y que las sef1ales del gra~1 can1b10 solo
1

v10 reemplazado por ningún otro orden social realmente nuevo desde devinieron síntomas de una crisis profunda de la sociedad ron1ana
Augusto has~a mediados de la Segunda centuria; muy al contrario, una vez pasada la etapa de gobierno de Antonino l)ío. . .
fue en esta epoca cuando alcanzó su forma «clásica>>, merced a, por Si la estructura social Je los tiempos del Principado se J1ferenc1ó
una p~rte, su confi?uració? v~:ric.al en el rnarco político del imperio, relativa1nente poco de la republicana de época tardía, tal continuidtld
es decir, a la clara Jerarqu1zac1o:i 1nterna que recibió entonces, y, por fue debida, en prin1er tértninoi a la naturaleza del siste1na econón1ico
ª
otra p~rte'. .. su desarrollo h_c:r1zontal, esto es, a su in1plantación y romano, que apetl<lS si había experin1entado alteraciones a res~lt~'.s del
generalízac10n entre la poblac10n de todo el imperium. Naturalmente paso Je la República al lmperio 10° Cierto, los años del Prmopado
en ese siglo y medio largo que va desde Augusto hasta Antonino Pí~ podrían calificarse tan1bién de época dorada <l:
la econor111a ro.m~'.na.
dicho modelo de sociedad no constituyó una realidad estática sino Se hizo notorio un gran auge econó1nico, consistente en el crec11111en-
que estuvo sometido a un cambio, es cierto que lento, pero ~erma~ to cuantitativo y en parte también cualitativo de la producció.n. !~I
cosa era el resultado, ante t.odo de la puest<l en valor y urban1zac1on
1

del n1undo provincial bajo las favorables condiciones de la Pax Ro-


~ Sigue siendo insuperable coino visión de coníunto, pese al excesivo hin-
cap1e que se hace en la oposición can1po-ciudad y !!u;; consecuencias, la obra 1nana, especialn1entc en la n1il~H..I occident<il dél itnpe~·io.' lo que en
de M. Rostovtzeff, Gesellschaft und \Virtschaft in1 rütnischen Kaiserreich I-II algunas regiones <le éste hizo posi~le elevar los rend1n11e1~tos de la
(Le_ipzig, ~929). Es de utilidad_ J· Gagé, .Les classes sociiiles dans l'En1pi~e ro- producción. }] sector agr~1rio floreL1Ó no sólo en zon;1s agr1colas tra-
mau1 (Pans, 1964), como tamb1en esp. R. Macl'vlullen, RrJ111an Social Relations
dicionalinente in1port::tntes 1 corno l~gipto (territorio ro1nanu desde el
50. B. C. fº A_. D. j!84 (~e\v I-Javen-Londres, 1974). En lengua alen1ana el cra-
ba1<:' de s1ntes1s.. rr:as rec1ent~ es ~1 de J. Bleicken, Verfassungs- und Sozialge- 30 a.(~.) o en la provincia de 1\frica; t<unbltn conoció un auge en
sch1chte des Rom1schen Kaiserre1ches 2 , 1-2 (Paderborn-München-\X!ien-Zürich áreas hasta entonces atrasadas, cuales, por ejen1plo, las provincias
1981). Cf. asimísmo S. Dill, Roman Society fronz Nero to Alarcus Aun::Lius l norteñas del Imperio, y no tanto por Ja extensión Je pL1nt<1s Y csp_e-
(Londres,. 19?5). Una bu.ena recopilación de fuentes para cantidad <le cuestiones
en L. Fr~ed~ander-G. W1sSO\va, Darstel!ung.en aus der Sittengeschichte "i<oJflS rn,
cíes anünales 1ncridionales, cuanto por !<1 introducción c-n ellas de s1s-
I-IV (Le1pz1g, 1920-22). Importan[es estudios particulares en R. ])uncan-Jones, ten1as más rentables de cultivü de! suelo en furina de unid,1des de
The EcononJY. oj the Ro_man E1npíre. _Quantitative Studies (Cainbrídge, 1974). explotación n1edianas y grandes y dota~as de fuerl'.a de trnbajo espe-
Han de 1nenc1?narse aqu1 nuevos estu,iios sobre las concepciones antiguas acerca ciallzada. l)ara la n1inería ron1ana se abrieron ahora nuevas fuentes de
del orden s_ocial romano: l-L Braunert, en hlonun11.'nlu111 Chiloniense. Studicn
Z~t~ auguste1schen Zeit. Fest.s~hr. J. E. Burck (An1sterdain, 1975), pp. 9 s., y tarn-
b1en en H:· Braunert, Pol1ttk, Recht und Gese/lschaft in der griechisch-riJJni- 100
Para la econo1nía de Ia época del Irnperio 1 aden1ás de M. H.o_stovtzeff, op. cit.,
sch:n_ Ant1ke. Gesammelte Auf~iitze und Reden (Stuttgart, 1980), pp. 255 s. 1nírese en particular T. Frank (ed.), An Eco1101nic Survey of Anczent Ron1e, 11-IV
(1u1c10 de ~.ugusto so~re la sociedad romana según las Res Gestae Dívi Augus- (Balüinore, 1936--lü), y F. 1-lcichdlieiin, V!irtsch1:/1sgeschich~e dr:s illtertu111s
lt); G. Alfoldy, Anctent. Society, 11-12, 1980-81, pp. 349 s. (Suetonio); del (Leiden, 1938), pp. 677 s. 'l'ecnología: f.". Kiechle, Skf,1ve11drbctt 11J1d t:chnischer
H~mo,.en Bonner 111stona-Auf!.usta~olloquiun: 197~/76 (!Jonn, _197_8), pp. 1 s. 1 Fortschritt i111 rii11tische11 Rt·ich (\\fic~l1adLo, 1969), a u1;\s di.e los rcctLntcs tr:.1-
k .
IMstoria .Augusta). Cf. M. Giaccheto, en MtSc_ d1 studt clasHci 111 onore di
annt, IlI (Roma, s. a.), pp. 1087 s. (Séneca),
'fC
;0 bajos Je fv1. 'l'orclli, L. (:r.icco Ru¡;gi11i, y otros, en 'l\:010!0¡;,_i,1, ,·(u11ot!fi,1 e: so-
cietrl nei 111011do rotttanu. At1i del Co!ioqttio di Co!fJU 1Y79 (Co1no, 1980).
134 Historia social de RQma 135

rnatcrias prin1as 1 cc11no, por cjen1plo, los yaci111ientos de oro descu- todo, en el Oriente helenístico), quedó sumido en tiempos del Princi-
biertos bajo Nerón en el interior de l)aln1ncía o los filones auríferos pado en un considerable estancamiento. De esta forma se puso tam-
de ln Dacia conquistada por 'frajano. Con la introducción de una bién un límite al florecimiento material del Principacl~, y tanto más
adn1inistración ín1perial centrnlizada de los n1ás importantes distritos cuanto que la expansión exterio., que a finales de la República había
y yacimientos mineros, se vio también reorganizado el control de la asegurado de continuo a la economía romana nuevas fuentes de ma-
producción. La artesanía pudo sacar partido, sobre todo en Occidente, t~:ias primas, nueva mano de obra, nuevos mercados para la coloca-
de las enorn1cs necesidades de ]as nu1ncrosas ciudades de nueva crea- c.1on de sus productos, y, con todo ello, nuevas y constantes posibi-
ción y ta1nbién del ejército, detnanda que solan1ente cabía atender lidades de desarroll?, fue lentamente tocando a su fin: después de
111ediante una fabricación en serie en los grandes talleres con n1ano q~e. Augusto hubo mcorporaclo a las provincias del imperio los do-
de obra especializada. El mejor ejemplo de ello nos lo brinda la pro- m1n1os de Egipto, el noroeste de Hispania, la Germania renana los
ducción cerámica, especialmente la fabricación de objetos de !erra países alpinos, el espacio clanubiano y el norte de los Balcanes' así
sigillata en talleres de Etruría, Italia superior, Hispania, Galia meri- como el A~ía Menor :e.ntral, su: sucesores ~ateniéndose a un 'pro-
dional y central, más tarde también Galia septentrional, y del Rin. grama realista en poht1ca exterior, que se remontaba al principio
Igual1nente apreciable fue el desarrollo del con1ercio, con un intenso augus~eo del coercendum intra tertninos imperium (Tac., Ann. l!l l ) -
interca1nbio de 1nercancías entre ]as distintas partes del imperio ro- conqu1staron ya pocas provincias. De éstas sólo Dacia, por las riM
n1ano, de lo que, v. gr., los hallazgos arqueológicos y epigráficos del quezas del subsuelo, resultó de verdadera gran importancia para la
centro con1crcial ubicc1do en el Magdalcnsbcrg en Núrico ofrecen un econo~ía romana, mientras que·· Britania, por ejempJo, sometida bajo
tcstiinonio que habla por sí 1nismo. I~ste siste1na económico! final- Claud10, apenas reportó ventajas económicas al imperio romano como
n1ente, viosc con1pletado con la generalización de la econon1ía mo- nos refiere Apiano (B. civ., praef. 5). Resumiendo, poclemo; decir
netaria por todo el in1pcrio roinano, con su corolario natural de ac- que el auge económico duró tan sólo lo que fueron ciando de sí las
tividades inversoras y prácticas bancarias. posibilidade~ de desarrol!o ofrecidas a la economía italiana, primero,
Dicho auge tuvo lugar, sin embargo, en el cuadro de aquella es- Y a la provrncral, despues, por la puesta en valor y la urbanización
tructura econó1nica que había cristalizado en el estado ron1ano ya en de los nuevos ámbitos conquistados a finales de la República y co-
tiempos de la República tardía. Formas totalmente nuevas no han mienzos del Imperio.
sido creadas por la economía romana durante la época del Alto Im- Así, pues, en líneas generales Roma adoptó dutante el Alto Im-
perio; novedad, en el fondo, era solan1ente la extensión del sistema perio el sistema económico de la República tardía y renunció a la
econón1ico ro1nano a todo el án1bito de don1inio. Una consecuencia búsqueda de nuevas formas de producción. Ciertamente, en el estado
de ello fue la extinción de fonnas atrasadas de producción en las pro- romano se daban determinados presupuestos que habrían podido fa-
vincías subdesarrolladas -·con10, por ejemplo, la explotación comunal t:~l~t~ar la formación de un sistema económico nuevo, incluso la apa-
del suelo a través de la cotnunidad de aldea o de la gran fa1nilia en r1c1on de un temprano capitalismo: recursos casi inagotables de ma-
el norte de los Balcanes y en Panonia- en favor de una producción terias prirnas, más de 1.000 ciudades funcionando como centros de
que paulatina111ente se puso en inarcha en L1s explotaciones agrarias producción, una moneda única para todo el Imperio, un sector de
de los n1unicipios. El otro efecto, histórican1ente más in1portante to- banca y crédito desarrollado, fuerzas empresariales y financieras inte-
davía, del desarrollo econó1nico de las provincias consistió en que r~sadas en el. negocio rentable, masas de mano de obra bar-ata, un
Italia, ya desde mediados del siglo r d. C. aproximadamente, perdió Sistema ampliamente implantado de trabajo asalariado, y, finalmente,
su primacía econón1ica -tanto en la producción agrícola corno en la una experiencia tecnológica nada despreciable. Lo que faltaba, si~
manufactura y el comercio- en beneficio de gran parte del Imperio, embargo, era posiblemente tan sólo aquella necesidad de alimentar
sobre todo, del norte de Africa, Hispania y Galia, en occidente. Ahora de forma suficiente y de ocupar completamente a grandes masas de
bien, considerado en su conjunto, este desarrollo no condujo a trans- población, que fue lo que en el siglo xvm introdujo la revolución in-
formaciones radicales en la estructura del modo de producción. Tales dustrial en la Europa occidental. En Roma se contemplaba justamen-
transforn1a~iones tenían a la fuerza que faltar, toda vez que el avance te a la inversa esta interdependencia entre desarrollo tecnológico y
tccnológicQ, que es el que habría podido generar una auténtica revo- problema demográfico: nada refleja mejor el pensamiento económico
lución, trad un notable desarrollo durante la República tardía (sobre romano que la actitud del ernperador Vespasiano, quien prohíbió la
140
Géza Alfüldy Ilístoria social de Ronhl Hl
1
El hecho de cerrarse y darse remate a la jerarquía social en época relación ue se correspon d 1a , con aque . 11 a c·xistcnr-~
· , e ei1tre
. , los c!ien!es
, <l l
del Imperio no fue algo que se derivó únicamente de la aparición
de este nuevo vértice superior. Entre los ocupantes de esa alrísin1a
un odernso patrozws; una vez que_ August~ hdbo. adopta,~¡ 'en
Y, I- PJe uter patriae todo el irnpenu ljUéJu l)¡t¡o su p1ote1..- o
posición y los diferentes grupos de la sociedad existían necesaria- mu o · l p n el sentido de una relación de clientela. 1'.Hs concrel ta-
mente estrechas relaciones sociales, que consistían, sobre todo, en «paterndJ .»·l,e s rcl·1ciones sociales pul¡·i<-111 tr<lc¡uc1rsc -· ., cr. 1 lazos estrec 1os .
lazos recíprocos entre el ernperador y los distintos órdenes y den1ás n1ente, 1c ia ' · ¡ d · J. J tn·ts regro-
, ·l ... , J.or y las diferentes c01nun1L ~1 es ClL1 '1 e/ ' • , I
grupos de población asociados corporativamente. De la desigual na- entre e e1npe1a d f ·¿ d oblacion· as1 e
. rovincias y restantes grupos e 1111 os e p . i ,l Í b
turaleza de esos lazos, impuesta por Ia diferente situación social de
cada uno de los sectores de la población, resultó que la posición y ~;;¿r ~e proclamaba también defezzsar
rbana de Ron1a con entregas de cereal y tnero y con
ple~is, subvinren:i°es~e~t~c~I~ . 1 1
función de tales grupos, y con ello también sus n1utuas relaciones, u los Juegos . Sus..su'bd'itos, n 0 sólo se con1pron1etían Aa rendir e( cu. to,
de se
conocieron una definición más precisa que en tiempos anteriores. . ·): mplo los habitantes de Narbona a ugusto quz.,
Los vínculos sociales entre el emperador y los distintos grupos como, por e e '
nun1ini eius in perpetuutJJ o tgaverun )
bt· t ILS 112) sino que tamb1en
, 1 32 ' e lo
de población se inspiraban en buena medida en los modelos republi-
canos, cuyos contenidos fueron sencilla1nente adaptados a las condi-
le prestaban jun1n1ento de fidelidad, tal con10 ~a en ~ o r:1.eti;ían
había hecho toda Italia al futuro Augusto Y mas tarde 1 j P '
ciones del régimen unipersonal del Imperio. Durante la República
las relaciones entre los particulares y los grupos -prescindiendo del todas las con1un1 ac ~s. con oc<.~s1on ,e ., , .. , : - • . de Calí ula al
.d j ., d, la sub1,h ·1l trono 'e 1 nuevo
césar caso de los ar1t1enses hispanos tras el .1scenso g
trato entre amos y esclavos- se basaban en la arnicitia, supuesta
poder' en el año 37 (I LS 190) w ·
6
. ]' ·
una relación de paridad o, cuando n1enos, de no n1uy díferente posi- El cambio fundamental experimentado por el. sistema po ttt~o
ción social entre las partes, y en el binomio patronus-cliens, caso de , - la introducción de la Inonarquía i1nper1al. t\!VO ta111b1en
que los sujetos se diferenciasen muy clararnente en cuanto a su po- romano con
por consecuencia que os
. ~ 1 distintos grupos . . .,
sociales rec1b1esen nuev:.1s
_ · ¡d ~ ectivas
sición de poder, prestigio y riqueza. En consonancia con ello, también f .· . conociesen así una redef1n1c1on p;1rc1a e sus re:s~ d
el princeps trataba a los senadores y caballeros principales como amici unciones Y
,· .· . A 1 re todo las funciones pu 1cas e os . _ sttua os 'bl. d ¡ grupos l
suyos, y con ellos cultivaba las relaciones sociales, buen eje1nplo de pos1c1o~es
la cuspi.. d e r ele 1a soc1e , '.· ~d ad r on1ana• ' es decir ' de los integrantes l le e
lo cual es Adriano, quien tenía por costu1nbre el con1er con aquéllos
(SHA, H 9,6 s.), o de Domiciano, que, para ~ecabar consejo en los
l~s estamentos senatorial y ecuestre, fueron fijadas de nuevo; _1ec 10
ue contribuyó a un fortalecirnicnt? ac~i~ional. del s1s_t~n1a. ~.~ or~en~.l
asuntos importantes, introducía en el consi!iutn principi$, una suerte
de <~consejo de la corona», a los proceres de entre los senadores y a
q ~ t ·atos con su peculiar jerarqu1zac1on soc1.11. L~ls 1ntct,t.1ntes elle,
Y es l senatorial ten1an
orden ,
des de s1e1np1e
· . ~ e l . prt\.· iilcoio
.. t'.l de
1 .ocup<tr
. . os
el
los prefectos del pretorio (Juvenal 4,74 s.). Honrado con tan alta dis- . 1 l .. t .. c1 \n ovil en a ¡usttcia y
destinos n1ás unportantes en a <K 1n1n1s td t - : , . ·l Al o
tinción, el amicus Caesaris quedaba auto1nática1nente separado del do de los cjtrcitos, y en este terreno nada vario du~an~te e t
hombre corriente, en tanto que la pérdida de tal honor venía a equi-
valer 5 a una degradación social o incluso a una defenestración polí-
r:~erio si exceptuarnos la creación de algunos altos c~11go~, C0!110 Ja
- '. del pretorio para la superélite del esta111ento, ecuestre.
P re f ectura
tica '.º . La gran masa de los súbditos tenía con el en1perador una l _.. d :l 'bl' , Je los sena d ores rev1sno · · , un Cd ,, racter con1-

ford, en J\..1. I. Finley (ed.), Studies in Rotnan Property (Can1bridge, 1976), pá-
Pkrt~m:n~~t1~~e~~,p~~ ~~<~
ma's co 111 o serv1c10 · · a ¡ en1r-'e
su servicio al
,, ºI"tdor

esrl~~dAo- ~º11·ns!del~óccabadezaavd~
· Los lega z u gus , " "
se
. f
ginas 35 s. Propiedad y finanzas de Augusto: I. Shatzinan, Senatorial \Vealth las legiones y de las prov1nc1;1s .- . 1n1pen::1
· . · ¡es, .asi, com0 los restantes un-
and Roman Politics, pp. 357 s. (evalúa la fortuna de Augusto en inás Je n1il
millones de sestercios). Emperador y sociedad: abundante n1aterial en F. l\.1illar,
The En1peror in the Roman World (31 BC-AD 3_38) (Londres, 19T7); cf. al res- 106
Emperador Y plebe: · va~ e . b' 9)· e: ¡~· F Chilver Anier.
1) B rchem Les distrib11tions de blé et d'argent
pecto K. Hopkins, ]ourn. o/ Ron1. Stud., 68, 1978, pp. 178 s.; I·I. Galsterer,
!'E pre (Gtne ra 193 , l.J. ~. ·
la plebe rc:tua1ne SO!IS 9 tll ~ . z Ya :tz Plebs and Prínceps, pp. 103 s.;
·
Gou, Gel. Anz., 232, 1980, pp. 72 s.;]. Bleicken, Z1an Regierungsstil des rd- a '

mischen Kaisers. Eine Anttoort auf Fergus Millar, Sirz.-Ber. d. \Xliss. Ges. Univ. ]ourn. of Philol., 70, 194 , .PP,,; ~·. · ve J stadtrOrnischer Plebs irn friihen
Frankfurt
1 5 am Main, Bd. XVIII, Nr. 5 (Wiesbaden, 1982). R Gilbert Bcziehungen zionc e". . nnceps un , .·., .· 1 , ,. parte del en1-
.. . ' h 197 6) p · ptos cll' una po 11ltc.1 socia 1 0
º Augusto y las capas altas de la sociedad: R. Sy1ne, Ro111an l<..evolution, Pnnvpat ¡!{BocKI un1,
r · nn,c~ I· ll
¡ b ¡ \V 1tt 1ctl zu re111L 1, -i,
., 2' 1980 l'l) 153 s. Tura-
pp. 276 s. Consejo ímperial: J. Crook, Consilúun Principis. ln1perial Councils o t, -Til Jr · '·
' - · •
perador: - . ]). .. ·. ·h, Kafrereid Untersuchungen zu
1111d Counsellors frorn Augustus to Diocletian (Carnbridge, 1955).
n1cnto in1periul: P. I-Iernnann, cr '..º'~ll5l l < . '
seiner 1-Ierkun/t und Entivicklung (Gott1ngcn, l:J68).
142 Géza Alfrildy 1--Iistoria social de Roma 143

cionarios del estado notnbrados por el césar, con10 los curadores de Si las relaciones sociales en el I1nperium Romanum sufrieron
las C;llzndas y ví~s o los prefectos del erario, asumí<in su officiunt cambios, ello fue debido también a que el modelo romano de socie-
con10 servicio in1pcri<11. Mcís todavía, incluso el consulado -otrora la dad se extendió paulatinamente a la mayoría de los países dominados.
1nagistratura por nntonon1;:isia de la república aristocrática- pasó a Con la difusión de las formas de la economía romana al occidente
ser conceptu~do co1no una teton1pcnsa por los servicios prestados a latino y la integración del oriente griego en la vida económica del
la persona del césar: según Frontón, el consulado, valorado al igual in1perío, también en Ja mayoría de las provincias se configuró una
que antes con10 u na dignidad extraordinari111ncnte in1portantc, recaía división social que más o menos venía a responder a la de Italia. La
sobre aquellos senadores que se habían distinguido en el servicio al consecuencia de esto fue la de que en adelante las personas de más
emperador (Ad M. Caes. 1,3 .3). Estas relaciones estrechas entre em- elevada posición social dentro del estado romano dejaron de identi-
perador y orden senatoi-ial u1.1npoco se vieron dernasiado alteradas a ficarse con las cap3s altas de Italia, como sucedía en la inmensa ma-
causa de los conflictos políticos que ornsionalmcnte estallaban entre yoría de los casos a finales de la República, y empezaron a reclutarse
alguno de los césares y grupos concretos de senadores, especialmente cada. vez má; frecuentemente entre las primeras familias de las pro-
con Tiberio, Calígula, Claudia, Nerón y Domiciano; por lo general, ~rncias; de igual modo, las capas bajas de las distintas partes del
aquéllos se debían al hecho de que el emperador --en parte por tem- 1mper10 alcanzaron también una cohesión mayor que antes. Como
peramento personal, en parte por necesidad política- violaba dcter- más claramente se puede observar este proceso es en el ascenso de los
tninadas reglas de juego en l<"ls relaciones entre ln n1onarqnía y la pro~inciales hasta las más altas esferas de la administración y el
nobleza senatorial, 1nuy sensible y consciente en lo tocante a un pres- gobierno. Ya bajo la dinastía flavia (69-96) individuos encumbrados
tigio que se sabía basado en la tradición. de las provincias, ·sobre todo de Hispania y sur de la Galia consti-
Mucho más clara todavía fue la nueva atribución de funciones tuían un grupo realmente influyente dentro del orden senat~rial. En
a los caballeros, que en la República tardía sólo podían ejercer cargos la persona del emperador Trajano (98-117), que provenía de una
públicos como jueces y oficiales del ejército: a partir de Augusto los familia de colonos itálicos de la Bética, subió al trono el primero de
caballeros n1ás cu;:ilific<1dos --al término de su carrera de oficü1lcs~ los césares llegados de provincias, y en el momento de los prepara-
eran seleccionados co1no procuratorcs Aug,usti para la adn1inistración tivos para el traspaso de poderes a Trajano éste sólo tenía un con-
del patrin1onio imperial y, en general, para la gestión econó1nica y currente digno de tener seriamente en cuenta, Marco Cornelio Ní-
financiera del iinperio. Mediante esta delimitación de funciones que- grino, también hispano como él. Adriano (117-138), a su vez, era
daron establecidas con precisión, por una parte, las distintas posicio~ paisano próximo de Trajano y pariente suyo; la familia de Antonino
nes sociales del orden senatorial y del estamento ecuestre, y, por otra, Pío (138-161) procedía del sur de la Galia, la de Marco Aurelio (161-
las diferencias entre los 1nien1hros de esos dos órdenes rectores y los 180) nuevamente de la Bética, y durante el gobierno de este último
restantes grupos sociales. Aden1ás, dentro de los propios órdenes su- 1 emperador los provinciales consiguieron por primera vez la ·mayoría
periores la jen:irquía social quedó reglamentada de una fortna más i en el encumbrado grupo de consulares del orden senatorial 107 •
exacta de lo que bnsta ahora lo hahía estado: la posición de un se- i La integración de las provincias y de los provinciales fue es ti-
nador en el seno de su estan1ento ya no dependía en este momento ; mulada de distintas maneras: mediante el trazado de una extensa red
únicamente de su origen, fortuna y revestimiento de las magistraturas r viaria, n1ediante la introducción de una administración unitaria, me-
tradícionales, sino ta1nbíén ele sí a lo largo de su carrera política ha- 11 <liante la atracción de Jos provinciales al servicio militar y, sobre
bía sido admitido o no en el servicio imperial; los caballeros se dis- . todo, mediante la concesión del derecho de ciudadanía romana (para
tinguían entre sí por h;:iber ocupado o no cargos estatales y, amén lo que era preciso, fundamentalmente, el conocimiento de la lengua
de ello, por el escalón hasta el que habían ascendido en la carrera 1 latina), sin que debamos olvidar, por supuesto, el papel jugado en
ecuestre. Por lo demás, la introducción de nuevas jerarquías sociales todo ello por la urbanización. El derecho de ciudadanía fue otorgado
con el Imperio fue un hecho que no se circunscribió a los estamentos
107
senatoriales y ecuestre; incluso entre los esclavos y libertos se ins- Ascenso de los provinciales: R. Syme, Tac1tus, II (Oxford, 1958), pá-

1
tituyó una nt~cva estructura jerárquica con la creación de un influ~ . . ginas 585 s , y también de él Colo111q/ Elites (Oxford, 1958), pp ¡ s.; G. Al-
yente grupo 4e cabeza, el constituido por los servi y liberti del em-
perador. 1,.:
. )
_,LJ
foldy, Konrttlat und Senatorenstand unter den Antontnen. Prosopographzsche
U~tersu~hung~;i zur senatornchen F.iihrungsschicht (Bono, 1977). Cornelio Ni-
grmo: G. Alfoldy-H. Halfmann, Chtron, 3, 1973, pp. 331 s.
145
144 Géza Alfüldy Hisloria social Je H.0111a

Si reparamos en la existencia <le esas más de \ .000 ciudades


bien ª.individuos _Y familias pa_rticulares, principalmente de las capas contenidas en el i1nperio rornano, po<lre1nos darnos cuenta de que
altas md1genas, bien a comumdades locales en1eras. Estamos infor- con ellas estaban sentadas las bases para una asimilación de bs nuevas
estructuras sociales: la socied;,1d cornprendía, de un lado, a ,l~s ca~-,a.s
mados por las Res Gestae Divi Augusti de que en el 28 a. C. había
4.063.000 ciudadanos romanos, de que veinte años después eran altas, que estaban representadas por quienes eran a la v.ez ~lite d1r1-
4;233.000 _los de esta condición, y de que en el 14 d. C. su número ha- gente de las ciudades y ricos propietarios de _los terr1tor1os urba-
b1a ascend!~º ª. 4.937.000 1"'. Tras la política de contención practi- nos, y cuyos grupos n1ás acandalados eran acogidos en el esta1ner:t~
cada por 11ber10 (14-37), bajo Claudio, a quien Sénern echarÍa en ecuestre y senatoríal, y, de otro la<lo, engloba~)ª a los esrn1.tos ba1os
cara el ~aber concedido la ciudadanía rornana a «todos» los griegos, de la población ciudadana y ct1n1pesina, cuyos integrantes, bien con10
galos, hispanos y britanos (Apocol. 3,3), la cifra de ciudadanos personas libres, libertos o esclavos, vivL.:n bajo divers~1s form.as d~
aumentó todavía en un millón aproximadamente (5 .984 .072 ciuda· dependencia social. Natural111ente 1 este s1ste1na de so~1e~{ad distaba
danos_ en el año 48, Tac., Ann. 11,25). A partir de los emperadores de ser algo hon1ogéneo, ya que el desarrollo de las d1~untas p<1rtes
claud10s el derecho de ciudadanía fue otorgado también con mayor del in1 perio se producía bajo presupuestos locales n1uy. d1ver:os. Ar~te
~eneros1dad en reg1one~s ~asta ahora más bien atrasadas; este proceso todo, las capas bJj~1s de la pobL1ción present~1~an s_c1:s1bies d1fe:·e1:c1¡_1s
f:~ llevado hasta sus ultimas consecuencias por Caracalla (211-217), de una región a otra del territorio ro1nano. ~. .onJ1c1ones ~cono1n1cas1
q en por 1~ Constrt.utro Antonznzana hizo ciudadanos ron1anos ~i to- urbanas y sociales sen1ejantes a las de Italia (cuyas reg1o;nes, a su
dos los habitantes libres del imperio. Al menos para b integración vez ofrecían marcados contrastes) se daban realmente. solo en el
de las pr?v1i::1as occ1dentales, tuvo aún más in1portancia el hecho de Atr'ica del norte ron1ana en la Hispania rneridional y oriental, en el
la u:~an1zac1on, que se n1aterializó bien en forn1a de asentarnientos sur de la Galia, en el t~rrítorio costero dáln1ata y --prescindiendo
plan1~1/cados en co!~niae <le legionarios veteranos y ocasionalmente ahora de las diferencias jurídicas y culturales~ en Grecia Y Mace-
tamb1en de ,proletarios llegados de Roma, bien en el otorgamiento de donia, en el oeste y sur de Asia Menor, así con10 en la fra~ja li;oral
la auron?m1a c1uda;lª?ª a comunidades indígenas como 1nunicipia; de Siria· en resun1idas cuentas, en toda la cuenca del 1vied1terraneo.
en el oriente helen1st1c/o, que po~ía preciarse de una larga tradición General:Uente, en las provincias norteñas, con1~ Britania,. Gali~~, Ger-
de desa.rrollo urbano'. /solo f~eron fundadas unas pocas ciudades, pero, mania, Re ria, Nóríco, Panonia, }),iln1acia inter1_or y lvies1a, e/ incluso
a c~mb10, se favorec10 la vida de las poleis gre<;o-helenísticas. En la en el noroeste <le IIispaniit, el nú1nero Je las ciudades era 1nas redu-
pohtica especialmente activa de urbanización se dest<lcarun, sobre cido co 1no ta 1nbién su i1nportancia, y se podrL1 añ<H.lir t<Jn1bitn que
todo, aquellos .e1nperadores que tan1bién extendieron la ciudadanía la e~tratiíicación social presentaba nquí rasgos n1ás sin1ples. Donde
r~1nana a a~pl1os se:tores de ~oblación, en concreto, Augusto, Clau-
más cl.aran1ente se puede apreciar esto es en el hecho de que durante
d1_0, los Flav1os: Trapno Y, Adriano. A mediados del siglo u el rétor la época del Principado esos países dieron muy pocos grandes pro-
guego Eho Ansudes podia afirmar que el imperio romano poseía pietarios senatoriales y en ellos no se alojó ninguna ma~a esclava .~e
una n~p1da red de ciudades, y a comienzos de la siguiente centuria consideración (masas <le esclavos, con tuda, se echan en L1lra ta1nb1en
Tertuliano pondría de relieve que la totalidad de su territorio estaba en grado considerable en las provincias africanas). Un~l cesura .sur-
abierto .ª la civilización y por todas partes se dejaban ver comuni- norte en el i1nperio era ya conocida pur los conte1nporaneos: V1tru-
dades cmdadanas (ubique res publica) 109 • vio, por ejetnplo 1 escribiendo a con1ienzos .del I)rincipado, esta~a .c.on-
vencido ----en vista, sobre todo, de sus c..hferentes logros de c1vil1za-

108
RGD-:4-- ~· En el año 14 entre los ciudadanos había 836.100 habitantes
de las prov1nc1as:, H. Volkmann, Res Gestae Divi Augusti. Das Afonzanentu171 R. Chevallier, en ANR1V II, 1, pp. 649 s.; G. Alfü[dy, en Stadt-Land-Bezie-
Ancyra_nunt 3 (B_er~tn, 1969 ), p. 21. Concesión del derecho de ciudadanía en el hungen und Zentra!itát ,ds Proble1n der hfrtorú·chen I<.Jun1/orsch.u11g: Akad. f.
I'.llpeno: F. Vttttnghof~, ROr'!ische Kolonisation und BiirgerrechtspoLitik, pá- Raun forschung u. Landesplanung, forschungs" u. S1tzungsbcnchte_ ~d. ~8
gu:ias 96 s.; A .. N. Sher\~l?-\X!htte, The Ro1na11 Citizenshfp ', pp. 221 s.; II. \Xfolff, 1
(Iíistorische Raun1forschung 11 ITannover, 1974), pp. 49 s.; f. \T1tunghot_C
D1e Con~t1tul1? Antontntana und Papyrus Gissensis 40 I (Küln 1976) Ilist. Zeitschr., 226, 1978, pp.' 547 ~-; Th._ Pek{i~y,_ en lI. ,r~.tuob .(ed.),c l~u:
1
~ Ello_ Anst., Or. _26,93 s.; Tert., De anima 30. Para caÜbrar 1~ irnpor- Stadt. Gestaft und \Vandel bis zu1n 111dustr11!!len 7l·.it11!ter (Koln-\X'ten, 197;_)_,
t~nc1a ten1~a por las /ciudades es fundamental M. Rostovtzeff, op. cit., I, pÍl- pp. 83 s.; \Y/. J)ablheiln, en F. Vittinghoff (cd.),r -~'.1ult und _llerrs(haft, R,o-
g~nas 90 s., cf. despues, A. H. M. Jones, The Roman Econov1 y. Studies in An- 11tische Kaiserzeít t11ul Flohes i\1ittef,i/ter, F-/isl. Zetlschr. Be1heft 7 (N. 1'.)
r:tent Ec__onomy and A~ministrative History (Oxford, 1974), pp. 1 s. y 35 s.; (München, 1982), pp. 1.3 s.; }l. GJlstcrer, ibid., pp. 75 s.
M. I. F1nley, The Anc1ent Econotny (Berkeley-Los Angeles, 197.3), pp. 12.3 s.;
Géza Alfoldy l:Iístoria social de Roma 147
146

c:iun- de que los ho111brcs del sur crc1n nuís inteligentes y los del mios rico-pobre, grande-pequeño, egregio-anodino, noble-plebeyo, y,
norte 111 ,ís aptos para la guerra (i\rch. 6,1 19 s.). No obsta_nte, tan1- aunque él resaltaba la igualdad de todos los hombres ante la justicia
bién entre provincias contiguns e incluso dentro de una n11s1na pro- 1mperi<ll, d{lba por supuesto que los «mejores» estaban para gobernar
vincia (con1o, v. gr., en Dalrnacia entre la franja costera te1nprana- y la «JTI(!Sa» para obedecer. La ter1nino1ogfa jurídica romana al me-
mente urbanizada y el interior retardado) se daban a menudo ~ran­ nos desde mediados del siglo u d. C., habla, por una parte, de ho11e-
cies contrastes estructurales. A pesar de ello, muy pocas eran la~ ~r~:s sttores, es decir, de los poseedores de uri. status social y económico
del i1npcrio en las que ]8.s [orn1;:is econón1icas y el n1odel,o de d1v1.s1on elevado, .con su correspondiente prestigio (condicío, qualitas, facul-
social ron1anos apenas hubiesen penetrado, como succd1a en Ef?tPt?, tas, gravztas, auctorítas, dignitas ), y, por otra, de hunziliores y tenuW-
res in.
que Augusto se arrogó co1no bíen patrjmonial y en cuyo ter~1tor10
el orden social tradicional, con distíntas categorías de campe~tnos ~ Cuatro son los criterios que se pueden establecer para incluirse
básican1ente sin esclavos en la producción agraria, no experimento entre los de ardba, y éstos responden aproximadamente a los señala-
práctica1nentc modificaciones. Contemplado en su c~n~unto, así, dos por Elio Arístides: había que ser rico, tener los más altos cargos
pues, cabría afír1nar que el itnperio romano estaba presidido por. un Y. consiguientemente poder disponer de un renombre en el grupo so-
sisten1a econó1nico y social unitario en el sentido de que este s1ste- cial, y, sobre todo -dado que riqueza, puestos elevados y prestigio
n1a, diferente según provincias o regiones, o bien se hallaba perfec~a­ veman a ser cast lo mismo-, era menester ser miembro de un ardo
n1cntc in1plantado . o, cuando n1cnos, representaba la. línea tenden~tal dirigentc 1 de un estamento privilegiado organizado cotporativamente.
en el ¡)roceso loen! de desanollo económico-social, sin que a la vista Sólo aquel que reuniese estos requisitos se integraba plenamente en
. <l . d . !JO los estratos superiores de la sociedad, en concreto, prescindiendo de
apareciesen modelos alternallvos claros a esa ten enc1a om1nante .
la casa itnperial, eJ ardo senatoríus, el ardo equester y, en cada una
de las cíudades, el ardo decuríonum. No todas estas características
definían, en cambio, a los libertos ricos, que en verdad podían ser
La estratificación social
muy pudientes económicamente, como tampoco a los esclavos y li-
En consonancia con las condiciones en que se operaba su. p~oce~~ bertos in1periales, quienes no pocas veces junto a su inmensa fortuna
de desarrollo, la sociedad romana del Alto Imperio no se d1sungu10 AlfOldy, BcvOlkcrung und Gescllschafl der rOntischen Provinz Dal1natien (Bu-
cscncialn1cnte en su estructur;ición interna de la correspondtcnt~ a d::ipest,_ 1965); .!- J. \Vilkcs, Dal1natia (Londres, 1969); U. Kahrstedt, Das rvirt-
la República tardía; antes bien, el sísten1a tradic!onal ~e organiza- schaftlrche GcsTcht Griechcnlands in der Kaiserzeit (Bern, 1954); D. Magie,
ción social pervivió en sus rasgos n1ás destacados. Como s1en1pre, es_ta Ron1a11 Rule in Asia hfinor (Princeton, 1950); B. Levick Roman Colonies
in Southcrn Asia A1~11or (Oxford, 1967); A. I-L M. Janes, 'The Cities o/ the
socied,1d se desco1nponía en dos partes funda1nent<1les -de tamano East~rn Ro1n~n provtnces (O~ford, 1971); H. Braunert, Die Binnen1oanderung.
distinto~, siendo una vez 1nás la línea divisoria entre las capas altas Studten z11r Sovalgcschichte Agyptens in dcr Ptolcn10er- und Kaiserzeit (Bono
y las capas bajas la que c.01!~tituía la_ 1!1:~ª más_ clara d.e contraste. so- 1964). La diferenciación entre provincias «desarrolladas» y «atrasadas)> com~
cial. Elio Arístides descnb10 esta d1V1s1on social mediante los bmo- la que hace A. Dc~1an, en A01RW II 3 (Ber,lín-Nueva York, 1975), pp. 3 s.,
sobre la base del c¡emplo Galrn-Nortc de Africa no se corresponde a la reali-
11 0 Por lo que se refiere a las relaciones sociale~ prevalentes ~n cada un.a dad históríca. Para la cuestión de cómo fueron' integrados en el ímperio ro-
de las provincias, consúltcnsc, p. ej. G. C'.harlcs.P1carcl, tjordafrtka ttnd dte mano los diferentes órdenes sociales de las provincias merced a la romani-
ROn;cr (Stuttgart, 1962); J.-M. Lasscrc, []/J1:1uc Populu.L I euplcn:c11t et "~ou­ zación de las «ruling classes» locales, véase P. A. Brunt, en Assintilation et
vc1ncnt de population dans l'Afrique n¡ntrnne de la ch;1tc de~ Carthage_ a la résistance fl fa culture gréco-ron1aine dans le monde ancien. Travaux du Vle
¡;n de la d]'llOStie des Sé11eres (146 ª· c .. 235 p ..c.) ~Pans, 1971);_ ~· Vazquez Congr. Internar. de la F. I. A. E. C. (Bucuresti, 1976), pp. 161 s. Aristocracia
de Prada (cd.), I-fistoria cco11!i11Jica y so~ial drc E.>P_a11a I. !~a .111!..tigucdad (Ma- gala en el Alto Imperio: J. F. Drínk'\vater, Lato1nus, 37, 1978, pp. 817 s.; cf.
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· ' o/ Rrnnan Br:taur
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1
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111
11on Pa 1117 onit'n his zn den !vI11rkon1annenkrtegcn (Budapest, 1?59), del. m1s1no
autor, Gcsel~~cha/t u11d Ro11J1l!Úsati~11 in der rinniJchcn. Prnv111z _lifn~sra sr1pe-
1 • Elío _Arist., Or. 26,.39 y, 26,59. Fuentes jurídicas (principalmente del
¡tl Ba10. Impeno): P. Garnsey, Social Status and Legal Privilege in the Ron1an
1·íor (Rudapdst, 1970); id., Pa11non1a and LTpp::r },{oe_Htl. A. HtSto1y o/. !he f. ,¡ Emptre (Oxford, 1970), pp. 221 s.; cf. del mismo autor, Past and Present,
¡\fidd/e D 11 11uhe Prof!i11ccs aj the Ron1an En1p1rc (Londres-Boston, 1974), G. "'-41, 1968, pp. 3 s.
148 l J9
Géza Alfoldy I:Iistoria social de Ro111a
1

poseían también II?ucho, P.º.der, como auténticas eminencias grises, como, por ejen1 plo, bajo Trajano en Lis proxi1nidades ?e ' Veleia y I~e-
pero que estaban 1mpos1bditados de ha11ar acogida en los ordines neventun1, en Italia, se evidencian en los dat.os que nos ,proporcio-
rectores y, p__o~- causa de su baja extracción, expuestos al inenosprecio nan las llan1a<las lablas ali1nentarias de esas c1udadc.s 1 segun las cua-
general Y bas1camente empleados tan sólo en funciones subalternas. les el 65 por 100 de los propietarios de. tierra~ disponían 0e. parcelas
Por supuesto, ta1npoco los soldados pertenecían a las capas altas a por valor inferior a los l?O.O?O seste_:c1os: n11entras que un1can1.ente
pesar de que el ejército -----como probaron los acontecimientos del ;ño el 7 por 100 de los prop1etarros poseian uerras por valor ~uperror a
d.e los cua~~o emperadores- constituía un factor de poder muy con- los 500.000 sestercios y sólo el J por 100 por una cuant,1a por en-
siderable (I ac., H1st. 1,4), y pese a que los integrantes de las ciuda·
des de élite (guardia pretoriana, legiones) gozaban de distintos pri-
1 cin1a del millón de sestercios 113 • Así, pues, la concenrrac1on parcela·
ria en la Italia del Alto In1perio aurnentó continuan1ente, a r.al punto
v1leg10s. Innegable también resultaba Ja baja posición social de la que Plinio el Viejo lJegaría a hablar de la destrucción de la tterra por
plebe urbana de Roma, por mucho que a comienzos de la época im- parte de los fati/undia (N. h. 18,35). Tendencias evolutivas ,seme-
perial hiciese todavía sentir su peso Je vez en cuando co1no factor jantes se produjeron tan1bién en .las prov1nc1;1s, con. especial c1:L1s1s
político de. poder. El verdadero obstáculo pára una equiparación con en países n1edirerráneos, con10 Africa) donde a 1nccltaJos del s~glo. I
lo~ de arriba se_ ponía claramente de relieve en la interdependencia los predios de seis latifundistas con1prendían la n1itad del terr1tor10
e~1st.ente entr_,e ~abreza, carencia de poder y privación de las priineras (Plín., loe. cit.). l.,as 1nayores fortunas que re:1en1os docun1enta<las
d1g111dades publicas, así como en Ja relación directa que se daba con exactitud ascendían a 400.000.000 de sestercios, tanto para el caso
entre la. escasa consideración social y la existencia al 1nargen de los del senador Cneo Cornelio Léntulo a comienzos del ln1perio (Séne-
estamentos ~riv.il~giados, De ello se seguía que los co1nponentes de ca, De benef. 2,27), como para el del poderoso secretario general de
los estratos 1nfer1ores venían por lo general --ya que desde luego Claudio el liberto N<lrciso (Dio 60,3-f,4). Por contra tenen1os cons-
1

no era absolutamente sien1pre así~ a coincidir con las fuerzas pro- tancia cÍe extrernos de increíble pobreza, así, v. gr., en Egipto, donde
ductoras e~ los sectores econó1nicos agrario y urbano. La conjugación acontecía que 64 Lunilias de agricuhores con1~a:tían una tni~ma uni-
de una serie de. f.actores deci~ía una vez 1nás qué personas y cuáles dad de explotación de una arourti de superf1c1e (2.,2~0 111-!, o en
n.o estaban :uahf1cadas para integrarse en Ia.s capas altas de la so- donde seis farnilias se repartían con1unaln1ente un un1co olivo .. En
c~edad. Cabna enumerar aguéJlos de la siguiente manera: origen dis· igual medida se diferenciaban también el estilo de vida entre neos
tmgu1do o humilde, disfrute o carencia del derecho de ciudadanía, y pobres. Las familias acaudaladas contaban en Roma y en. sus fmcas
11bert3id personal o esclavitud, adscripción étnica o regional a Ja po- ca1npestres con lujosos p<1lacios y villns, que a un Ma~·c~1al. ( 12,57,
blac1on de una u otra parte del 1n1perio, dotes individuales, for1n;:1ción 19 s.) evocaban la riqueza de los reyes, con un tnobtl1ar10, entre
y lealtad a Ja monarquía"'· otras 1nuchas cosas, valorado en inillone.s (Plin., N. h. 13,92); sus
Has~a 9ué punt~ .se ~~nsideraba importante la fortuna personal niujeres lucían joyas tasadas hasta en 40.00?.000 de sestercios, corno
como cr1ter10 de cuahf1cac1on, lo expresa con gran claridad Trin1alción Lolia Paulina, en tiempos de Augusto (Plm., N. h. 9,117_ s.). En
en el Satiricón de Petronio (77): credite mihi: assem habeas, assem cambio, los can1pesinos egipcios, por eje1nplo, habitaban ap1nad~s en
valeas; habes, habeberis. En realidad, lo determinante aquí no era casas y chabolas prirnirívas, 10 fa1nilias en uno d~ los casos atest1g~~~
tanto el dinero en sí n1isrno cuanto la propiedad fundiaria corno dos, 42 personas en otro, sin apenas alg_o que dec1: que fue.s~ suyo .
fuente principal del 1nisn10; en todo caso, las enor1nes difcrenciüs Las diferencias entre ricos y 111encsterosos se pon1an tarnbten de ma-
·que podían prevalecer entre ricos y pobres eran bien 1nanifiestas. La nifiesto en que estos últin1os est,1ban expuestos a hu1n_iJL1ciones so-
desproporción en el reparto del suelo, íncluso entre propietarios, ciales per1nanentes, que Juvenal) por ejernplo, Jenu:1c1aba a,n1arga-
inente (3,126 s. y 5,1 s.). A esto se añadía que los r1cos pod1,1n ha-
En lo ref.~~ente a la estratificación social en la época in1 perial, cf. esp.
111

H. '!J·Pleke.c, l 1¡dschr. voor Ceschiedenis, 84, 1971, pp. 215 s.; R. Macl'vfullen, ¡u ILS 6675 y 6509. Cf. esp. R. Dlll1Can-Jones, P11pers o/ the Britis~ Sch?o_l
Social Relat1ons, pp, 88. s.; cf. ra?1bién M. L Fínley, The Ancient Econonty, at Rotne, 32, 1964, pp. 12_3 s., y Thc Eco110111y o/ lht' Ro11/illl E111pire, pagi-
~P; 35 s. Estratos supenores: consultese ahora M.-Th. Raepsaer-(~harlier, L'Ega- nas 288 s.; R. l'v1acMullen, op. cil., pp. 5 y 96. .
lite, 8, 1982, PP·. 4~2 s. ,Para un enjuíc~a1niento <le la división socíal, vid. in/nz iu Los datos par-,1 Egipto en R. MacMullcn, op. crl., p. 13, con not~ 4~.
nota 168 con b1bhograf1a. Sobre los utulos de rango, cf. fI.-G. Pflaurn, en En cuanto al tc1na de la pobreza en la época in1perial, cf. J\. R. 1-[ands, Chun-
Recherches sur les structnreJ soctales dans l'anttquité c/assique, pp. 159 s. ties and Social 1lid in Greece and Ron1e {Londres. 1968), pp. 72 s.
J 50 l1istoria social de Roma 151

ccrse con r<1pidcz 111ás ricos todavfr1 1 con10 un Séncc<l, que bnjo Nerón vieron siempre controladas y su comportamiento -como el de Plinio
an1asó en cuatro ;:ifios unn fortuna de 300.000.000 de sestercios (1~ac., el Joven en Bitinia- se guiaba por las indicaciones del césar. Pese
Ann. 13,42), n1ientras que los pobres, de los que, con10 reconocía a todo, la posición de poder de que llegaban a gozar, especialmente en
el propio Séneca (Hclv. J 2, 1), se componía la mayoría de la po- el caso de los gobernadores provinciales y de los comandantes de los
blación, sólo en muy contadas ocasiones llegaban a tener la suerte de ejércitos de rango consular, se desprende claramente del hecho de
Trimalción. que aquellos emperadores que durante la época del Principado no
Nítidas eran también las líneas de separación entre quienes gozaban debían su ascenso al trono a ninguna regulación dinástica precisa,
de poder e influencia y las n1asas so1netidas. Los puestos más elevados podían con suma facilidad elevarse al mando supremo desde la co1<-
correspondían en exclusiva a los grupos de personas privilegiados: dición de legado senatorial: Galba fue proclamado emperador como
]os escalafones más altos de la adn1inistración del in1perio, así como gobernador de la Hispania citerior, Vitelio como general del ejército
el n1ando de los ejércitos y trop8s, estaban reservados a los senado- de la Germanía inferior y Vespasiano co1no comandante en jefe de
res y caballeros, de igual manera que la administración de las comu- las fuerzas del ejército expedicionario contra el levantamiento de los
nidades ciudadanas lo estaban a las élites locales agrupadas en los judíos. Pero también Trajano fue designado sucesor de Nerva durante
distintos ordincs decurionu111. Indiscutiblemente constituía un pri- su cargo de gobernador de la Germania superior y Adriano alcanzó
vílegio franca1nente restringido en la niayor p;;irte de los casos el el poder imperial tras ]a muerte de Trajano ejerciendo como legado
poder disfrutar de esa posición de poder cjci-cida desde las supre1nas de las fuerzas expedicionarias contra los partos. De gran poder dis-
n1Jgistraturas locales y los scn;1dos 111unicipalcs, co1no ta1nbién desde ponían asimismo los prefectos del pretorio, y un ejemplo muy especial
los cargos senatorialc~ y los rnenos altos de los ecuestres. Al mísmo de ello nos lo brinda la posición de fuerza que llegó a tener Lucio
ticn1po, en algtín caso se podí;;i llegar a detentar n1ás poder que e] Elio Sejano con Tiberio.
ejercido a través de los puestos de responsabilidad encomendados a Todavía más perceptible resulta la diferenciación entre las capas
los ordincs rectores, co1110 sucedía con los libertos imperiales, que altas y bajas de la población en lo tocante al predicamento o prestigio
estab::tn a la cabeza de la acln1ínistración palatina, con unas atribu- social de que disfrutaban sus integrantes ..En las categorías jurídicas
ciones en principio suhrdternas, pero en ]a práctica de la niáxima de honestior y hun1Hior) cada vez más impuestas por el uso, se ex-
in1portancia, situación que ejernplifican 111ejor que nada los princi- presan de manera muy elocuente esas barreras sociales. Los «mejo-
pados de Calígula, Claudia, Nerón y 1)01niciano; un poder, en fin, res», por razón de privilegios escritos y no escritos, eran tratados
al que se podía acceder t::tn1l1ién n1cdiante el soborno (v. gr., Suet., con especial respeto por parte de los estratos inferiores, como tam-
Otho 2,2), y 1naniobras de todo género. Al n1enos durante los 1nen- bién por el propio estado. Según una disposición de Vespasiano, un
cionados en1peradores, que estuvieron en perinancntc conflicto con senador no podía ser ofendido ni siquiera por un caballero y, caso
la élite del orden senatorial y en parte t::u11bién con la del ecuestre, de ser éste el agraviado, quedaba autorizado a lo su1no a devolver la
las atribuciones del personal cortesano fueron utilizadas consciente- ofensa por mediación de un miembro del primer orden, ya que la
1ncnte co1no contrapeso a la posición de poder de los estamentos di- dignitas que se le reconocía al primero y al segundo de los órdenes
rigentes, aunque con Augusto, Tiberio y Vespasiano, Ja situación fue no era la misma (Suet., Vesp. 9,2). Las personas distinguidas eran
considernblemente distinta, y a partir de Trajano la influencia de los objeto de particular reverencia por parte de la masa (v. gr., Tac., Ann.
libertos imperiales sufrió un fuerte retroceso. Co1no órgano más im- 3 23), y las crecientes prerrogativas en materia de derecho penal dis-
1

portante en el ámbito de lo legislativo segufa prevaleciendo el se- frutadas en el siglo II d. C. por «los de mayor dignidad» contradicen
nado. Por lo demás, eran los senadores y caballeros con más renombre, la afirmación de Elio Arístides sobre la igualdad de todos los grupos
habida cuenta de sus funciones en la ejecutiva del estado y en la de población ante la justicia: sin ir más lejos, los veteranos y decu-
justicia, los que participaban siempre en grado máximo en el poder, riones estaban protegidos contra los castigos hun1illantes; los compo-
bien corno 1nie1nbros del consiliunz Ünperial, como gobernadores de nentes del estamento ecuestre que cometían actos delictivos por los
las províncias más importantes y comandantes de ]os ejércitos, bien que una persona corriente se vería condenada a trabajos forzados, ha-
como prefect6s del pretorio y altos funcionarios de la administra- bían tan sólo de marchar al exilio; los senadores culpables de un cri-
ción; la auto~ídad imperial era ejercida en gn-1n medída recurriendo men capital estaban libres de la pena de muerte y debían únicamente
a la delegación de poderes a esas personas. Ciertan1cnte, éstas estu- retirarse al exilio. El resto de los n1ortalcs, por el contrario, quedaba
15.l
I-!istoria social de 1{01nu 1
Géza Alléildy
se producía cuando el césar les concedía el. equu: pJ_blicus, de~pués
152

sujeto a todas las severidades del derecho penal ron1ano, en concreto de lo cual tenía lugar en n1uchos casos t.1 ~nv:su.durJ. de los cargos
a la flagelación y a la tortura, a los trabajos forzados, a la condena del servicio ecuestre; lucían entonces co1no 1ns1gn1as de su estament~
en el circo a los con1bates con fieras y de gladiadores, o a la pena la franja estrecha de púrpura en la túnica, el ClJJgustus clavzts~ asl
de muerte por crucifixión; por lo derr1ás, las ofensas coinetídas por como el anillo de oro, y ostentaban además el tíru.lo eqt10 pub~ico o
un hombre corriente contra una persona ilustre se castigaban con eques Romanus. En el orden decurional de cada crndad se hacia en-
especial dureza 115 • A esto se unía además la marcada conciencia esta~ trar al individuo mediante la toma de posesión de una. magistratura
mental de los círculos más elevados. Tácito, por ejemplo, llegaría a municipal 0 al menos por n1edio de la inscripción of1c.1al en la lista
condenar muy especialn1ente el adulterio con1eüdo por Livia, la de decuriones (a/bum decurionum). Con iguales formalidades se pro-
nuera de Tiberio, con el prefecto del pretorio, Sejano, un caballero cedía a la exclusión de cualquiera de los órdenes, hecho que repre-
de Volsinii, habiendo como había entre ambos diferencias de rango sentaba una auténtica degradación social. (v. gr., Tac., Ann. 12J59{:
estamental: por sus relaciones con un <<1nunicipal» aquella dama ha~ Se imponía así una concepción corporativa de las capas altas . e_ a
bía mancillado no sólo el buen nombre de sus antepasados, sino taro~ sociedad, hasta el punto de estar perfectamente controladas la mser-
bién el de sus descendientes (Ann. 4,3). ción y ubicación en cualquiera de ellas; y de. este rnodo se preser-
Hasta la aparición del status privilegiado de los libertos ricos vaba celosamente el orden jerárquico de la soCiedad. ,
y del personal de palacio acaudalado e influyente, se puede decir que Entre los factores que deter1ninaban si un part1cul~r pertenec1a a
el disfrute de una posición social elevada en la época del Principado los estratos superiores privilegiados o a. los n1~s I:umildes de la so-
equivalía a pertenecer a uno de los ordines privilegiados: dicha ads- ciedad romana ha de mencionarse en pr~rner t~e~·n11no --p~r tratarse
cripci?n -según lo elevado del rango en la jerarquía del orden se- la de esta sociedad de una estructura arrstocratrca- el orr~~n de la
natorial, ecuestre y decurional~ coincidía en gran medida con una persona. La posición social alcanzada en su día por la .fa1!11~1a era la
posiciór~ social prívilegada, en la que coexistían fortuna, altos cargos mayoría de las veces hereditaria, y así resultaba por prmc1p10 la per-
y prestigio. Esto significaba que uno no se convertía automática- tenencia al estamento senatorial durante tres genera:1o~~s; con fre-
mente en miembro de las capas sociales dirigentes por el mero hecho cuencia, al menos como cuestión de hecho, la adscr1pc1~n al orden
de reunir una serie de requisitos sociales, corno, por eje1nplo, sucede ecuestre, y al decurionato municipal en la gran generalidad de los
en nuestra moderna sociedad de clases al consegnirse una deterrninada casos claramente desde el siglo IL Los césares alenta~on c~n~c1ente­
fortuna, una profesión acreditada o un lugar elegante de residencia; mente esta continuidad en la con1posicíón de los ordtnes d1r~gentes,
la entrada en un orden tenía lugar previa realización de un acto for- como ya lo había hecho Augusto (v. gr., Dio 55,13,6), por ejemplo,
mal y la nueva identidad quedaba realzada por las insignias y títulos prestando ayuda financier~ ~ senado~re.s empobreci?os, con el objeto
del estan1ento correspondiente. El hijo de un senador se convertía de que éstos pudiesen certificar el m1n1n1um prescrito de fortuna. para
«automáticamente» él mismo en senador, dado que este rango desde seguir perteneciendo a dicho estamento. De .rodas formas: la sociedad
Augusto era por principio hereditario y, al igual que los miembros romana no se configuró nunca corno un s1ste1na de ca~tas, pues la
adultos del orden, tenía derecho al título de clarissimus (a éste res- capacidad personal fue s~en:p~e valor·c1<la) e individuos con10 Juvenal
pondía el de clarissima en las mujeres e hijas de senadores). «Horn- sometieron a crítica el pnncip10 de la nobleza de sangre (8,1 ~.).Todo
bres nuevos», con todo, fueron admitidos en este orden por el em- ello no cambiab,1, sin embargo, el hecho de que el JOVen vastago de
P.erador, que les entregaba --case de no haber sobrepasado todavía una familia distinguida apenas precisaba l1ac~r ~lgo para ~onservar
los 27 J28 años- el latus clavus, la franja ancha de púrpura para el la posición heredada: incluso las más altas d1gn1dades ~pod1an «~~­
vestido, como sünbolo de su esta1nento, y estando en cuya posesión recerse» sola generis cl¿¡ritate (Plin., Paneg. 58,3 ). Asi, pues, bas;-
podían aspirar ya a los cargos senatorit11es inferiores; tratúndose, en camente cualquier senador hijo de padre de rango consular (o ~on n1as
carnbio, de hombres de más edad y en atención a su rango superior, antepasados consulares), al menos en la época de los Anton1n~~. _era
eran incluidos por el emperador en un grupo de senadores que habían adn1itido en el consulado, un cargo fundan1ental pa.ra adqu11H el
ejercido ya como magistrados. El ingreso de caballeros en su orden máxiino de prestigio social y por el yue en V<lnO suspiraban. 1:1~1chos
otros senadores; y aquel cuyo padre había gozado <le 1;1 pos1c1~n. i:s-
115
To_d'? ello detenidamente considerado por P. Garnsey, Social Status and
Legal Privilege, pp. 234 s.; véase asínús1no D. Daube The Defence o/ Superior
Order in Roman Law (Oxford, 1956). '
tS pecialmente bien reputada de consul ordinarius (como consul eporun10
Géza Alfüldy Historia social de Roma 15.'l
154

del año), poseía él mismo un derecho in1plícito a ese mismo ptivile- lirn~tadas, y, como no fuesen ocupaciones subalternas (por ejemplo,
uio 116 , Por contra un origen bajo constituía siempre una mancha, es policía urbana, administradores del archivo público, funcionarios de
decir el ht1111ilior; loco natus veíase índcfectiblcmcnte perjudicado Y el aduanas, etc.), se hallaba incapacitado para desempeñar funciones pú-
hon1; novus que llegaba a los esta1nentos más elevados había de ven- blicas. Pero también el liberto se encontraba frecuentemente en infe-
cer fuertes resistencias sociales a base de industria vel fortuna (Tac., rioridad de condiciones frente al ingenuo; la jerarquía de los ingenui,
Ann. 3,55). liberti y servi, tenía tanta importancia que Marcial aconsejaba que
La posición social del individuo estaba además enormemente, con- en los asuntos de amor se prefiriese una mujer nacida libre a una
dicionada por la situación jurídica en la que se encontraba. Solo a manumisa, y ésta a una esclava, a menos que la esclava destacase por
los ciudadanos, en los que todavía Elío Arístides veía una minoría su b.ellez.a (3,33,1 s.). Hasta qué punto suponía una mancha para una
privilegiada, correspondían los derechos imprescindibles, según los familia, incluso transcurridas generaciones, el tener un origen esclavo,
criterios romanos, para aspirar a un status elevado _(lo cual~ no era e~ .algo que pe.demos calibrar perfectamente por una serie de dispo-
obstáculo para que en comunidades privadas de la c~udadama roma- sic10nes imperiales: Tiberio llegó a prohibir que los hijos de los
na, v. gr., en las poleis griegas, sobresaliesen tamb1en entre sus ve- libertos alcanzasen el rango ecuestre (Plin., N. h. 33,32); Claudia
cinos ricas e influyentes personas carentes de tales d.erech.os). Pero autorizó el ingreso del hijo de un liberto en el senado sólo una vez
con ello no está dicho todo. Incluso entre los propios ciudadanos que éste hubiese sido adoptado por un caballero romano (Suet., CL
del est;ido romano se daban dos categorías distintas) a saber) la de 24,1), y Nerón declaró incluso prohibido este procedimiento (Suet.,
los ciudadanos de pleno derecho ( cíves Ro1nani) y .la de. los «ci~~dada­ Neto 15,2). Hasta los más poderosos libertos imperiales eran despre-
nos a medias» de las comunidades de derecho lattno (ws Lattt). En c:1a:fos como «esclavos»_ por los romanos distinguidos, aunque estos
estas últimas comunidades, en las que o bien los magistrados sola- ult1mos acostumbrasen bastante a menudo a conducirse servilmente
mente o también los decuriones disfrutaban de la plena ciudadanía ante ell~s (v. g'.., Tac. Ann. 14,39). Un nacimiento libre, así pues,
romana, sus habitantes se diferenciaban de los ciudadanos que lo eran const1tu1a en term1nos generales una posición de partida incompa-
plenamente por la carencia de determinados derechos. Dejando ahora rablemente más ventajosa.
de lado a los puestos subalternos, eran sólo ciudadanos ron1anos los Por añadidura, no era en modo alguno cosa irrelevante de qué
que tenían acceso tanto a los cargos adscritos al. servicio del es~ado parte del Imperium Romanum procedía el individuo y a qué pueblo
como a los de Ja administración ele las ciudades, bien que fuesen estas pertenecía. En principio, Ja sociedad romana, incluso en sus posicio-
municipios o colonias; únicamente ~llos era~ los llamados a pr.estar nes de cabeza, estaba abi.erta desde siempre a los alieni y .externi,
el servicio militar relativatnente bien constdcrado en las legione.s como manifestaba el prop10 emperador Claudia (ILS 212)· Elio Arís-
romanas y sólo ellos disponían de distintos privilegios de derecho pri- tides, por su parte, destacaba en su Discurso a Roma (60) que en
vado, entre los que cabría citar la transmisión de b!enes medta~te todas las partes del imperio, y tan por igual en occidente como en
testamento legal. Cierto es que la fortuna, la influencia y el pi;edica- oriente, podían encontrarse personas egregias y cultivadas. En lo re-
mento social no se desprendían automáticamente de la poses1on del ferente a las capas más extensas de la población, Trajano explicaba
derecho de ciudadanía, pero no cabe eluda de que en líneas generales que nulla provincia est, quae non et peritos et ingeniosos homines
las preferencias estaban por el ciudadano antes que por el que no lo habeat (Plin., Ep. 10,30,3). Con todo, determinados privilegios que
era ( peregrinus). , . . . ., v~?ían ,de. antiguo, al i~ual que ciertos prejuicios arraigados en la opi-
Igualmente decisiva podta ser una_ ulterior d1_fer~nc1ac1on en la n~on publica romana, solo de una forma lenta y ni aun totalmente pu-
condición jurídica del individuo, consistente. ;n si d~sfrutaba de li- dieron ser borrados a lo largo del Imperio rn Al menos con los pri-
bertad personal, por ingenuidad o manum1s1on, o s1. como ese.lavo meros césares, se daba todavía por supuesta la primacía de Italia y
sólo era en lo esencial propiedad de otro. El sujeto pnvado de liber-
111
tad se hallaba a menudo expuesto a malos tratan1ientos, no podía A. N. Sherwín-White, Racial Preiudice in Imperial Rome (Cambridge,
elegir libremente su profesión ni su lugar de residencia, sus posibi- 1967); ]. P. V. D. Balsdon, Romans and Aliens (Londres, 1979); M. Sordi
(ed.), Conoszenze et~ttche e rapportt di convivenza nell'antichit!i (Milán 1979),
lidades de ha~erse con un peculio personal estaban de antemano muy :,; S?bre el comportam1ento frente a Ron1a de los pueblos discriminados, cf., por
{]/ e¡empl.o,. N .. R. M. de .Lange, en P. D. A. Garnsey-C. R. Whittaker (ed.),
-- --- ¡
116 G. AlfOldy, Konsulat und Senatorenstand unter den Antoninen, pp. 84 s. \l_v Imperzalzsm tn the Ancient World (Cambridge, 1978), pp. 255 s. (judíos).
156
Géza Alfüldy Historia social Je H. on1a 157

los itálicos. A~í, Tibe7io reconocía explícitamente que Italia, debido


'
T

que, tras haber re;1Iizado_ considerahl~s dona~ioi:,es púl_~)icas, a~n .dejó


ª.!a 1mporta~10n de bienes de las provincias, disfrutaba de una posi- una fortun;¡ de llJJos 800.000 sestl..'.rci_os (J_LS 7012). J~ conoc11n1ento
c10n pnv1leg1ada (Tac., Ann. 3,54), y de ahí gue las medidas de Clau- del derecho constituía unu valiosa ayuJa para escalar hasta los pues-
d10 en el sentido de integrar mejor a los provinciales mediante e] tos de mayor responsabilidad, como en el caso del senador Salvio Ju-
.
,
otorgamiento de la ciudadanía y la admisión en el senado chocaran
con las críticas de los círculos conservadores. A partir de la; reformas
liano un «hombre nuevo» de Africa de mediados del siglo II, quien
ya ej~rciendo de cuestor recibiría de AJriano el doble de sueldo como
efectuadas por este príncipe, las actitudes discriminatorias, al menos gratificación a su doctrina (ILS 8973). Entre los senadores más pro-
frente a los habitantes de las provincias latinas, se redujeron consi- minentes se encontraban brillantes oradores y abogados, con10 Phn10
derablemente (cf., v. gr., Tac., Hist. 4,74, acerca de la paridad de el Joven y --especialmente en Oriente- filósofos, cual un Herodes
derechos de los galos), si bien determinados prejuicios como el del Arico y nu1nerosos no1nbres 1nás us. A propósito de dos relevantes
carácter colérico de los galos o el de la falta de palabra de los africa- senadores de la época flavia, Tito Eprio Marcelo y Quinto Vibio Cris-
nos, no desaparecieron hasta la época bajo-imperial. Ante los habi- po, hacía observar ]'ácito que partiendo de bajas y n1odestas condi-
tantes de la mitad oriental del imperio, que al ron1ano resultaban ex- ciones, sine con11uendatione nataliun1, sine substantia facultatum, tan
traños por el empleo de la lengua griega y, sobre todo, por el cultivo sólo por su oratoriu eloquentia, consiguieron ascender hasta los po-
de costumb-:e~ consideradas como no romanas, persistían más tenaz- tentissimi civitatis (Dial. 8,2 s.). Los servicios políticos y militares
~ente las :r1e1as pre~encíones. Juvenal, por ejernplo, aunque descen- prestados al emperador y la probada lealtad en ules cometidos podían
d1eme de liberto, muaba con profundo desprecio a los caballeros de ser de una trascendencia decisiva, especialmente en mon1entos de
Asia Menor (7 ,14 s.), y no parecía sentirse a gusto en una Roma re- crisis política interna. Lucio Tario Rufo, por ejemplo, cónsul bajo
bosante de sirios, como si el Orantes desembocase en el Tíber Augusto) se elevó desde la infima nataliion humilitas, presumiblemente
(3,60 s.). Con .igual desdén se expresaba Marcial acerca de los capa- de ser un antiguo marinero liburnio, hasta el vértice rector de la so-
doc10s Y los smos (10,76,1 s.). Muy extendidos estaban los prejui- ciedad ron1ana, y ello por su señalada actuación en la batalla de
cios c?ntra l?s Judío~ Y: particularmente, contra los egipcios, quienes Actiu1n· Vespasiano en fin haría entrar en el orden senatorial con10
mínin10 a los 20 c;ballero~ romanos que en el año 68 le prestaron
1
todav1a en epoca ba10-1mperial eran tachados de codiciosos indisci-
plinados, ligeros de juicio e impredecibles (p .. ej., SHA, Q' 8,1 s.). un decidido apoyo l19.
Tales concepciones disc~iminatorias frente a algunas 1ninorías tenían En efecto, el meritum individual podía modificar y dísmínuir la
a su ve_z evidentes consecuencias sociales. Era, en efecto, extremada- in1portancia de otros factores en la fijación de la posición social,
mente infrecuente que judíos alcanzasen los n1ás altos honores como pero ello no quiere decir en absoluto que estos últin~os resultasen ya
sería el caso bajo Nei;ón y Vespasiano de ,Tiberio Julio AlejancÍro, un inoperantes. La habilidad en el mundo de los negocios no desempe·
caballero d~ Aleiandna de Egipto gue hab1a apostatado de su fe judía; ñaba la función capital que tiene en una sociedad industrial Inoderna:
en. este mismo orden de cosas, tampoco debería olvidarse que el Trünalción no sería capaz de vencer las barreras sociales definitivas
primer senador ~gipcio en sentido estricto, Elio Coerano, entró en por causa de su origen no libre. Lo n1isn10 cabría nfir1nar acerca de
el orden senatonal una vez transcurridos más de dos sialos desde Ja la educ~1cíón. Se trataba en general de una condición previa para al-
transformación de su país en territorio romano. b
canzar un status social elevado y en una carrera política resultaba
No por esto dejaban de tener importancia la valía y el rendimien-
to puramente personales, la habilidad, la formación o los servicios H Para comprender la importancia de la educación, véase esp. I-L-I. Marrou,
6

políticos, pero la influencia de todo ello a la hora de determinar la Histoire de i'éducation dans t'antiquité (París, 1948; reed., 1965); G. W. Bo-
p_osición social del indivíduo tenía sus li1nitaciones. Las ventajas de wersock Greek Sophists in the Ron1an E1npin: (ÜxforJ, 1969); ], Christes,
tipo pers~nal_ ..que podían reportar el talento en las finanzas y una Bildung' und G'esellschaft. Die Einschiitzung der Bildung un~ ihrer erntittler v-
in der griechisc/J .. rOniischen J-l111ike (Darn1stadr, 1975); del n11sn10, Skla_ven und
tenaz ~ed1cac1on a los negocios nos lo muestra mejor que nada la le- Freigelassene a!s Grarnrnatih:er und Plúlolog,en Í!!I ~1nt1ken Rotn (~'V'tesbaden,
gendaria fortuna ~~e Trimalc~ón, pese a los reveses sufridos, llegó 1979);s[. F. 13onno::r, F.ducu/ÍO!J in Jl11cte11t ](O!!IC l'rO!ll t/Je eider Cato to the
a a~asar. Los rned1cos, por eJeinplo, que a n1enu<lo eran de origen youngi:r Pli11y (Berkeley-Los AngclL:s, 1977).
119
.. , . . .
¡ H. ufus: Plin., N. II. 18,37; cf. al respecto, G . Alfoldy, Epigr. S1ud11:n,
servil, acumulaban no pocas veces enormes su1nas de dinero con sus
!::J._.- .. 5, 1968, pp. 100 s. Adlcctione:> bajo Vcspa:>íano: \Y/. Eck, Si:naton:n von Ve-
honorarios, como Publio Decímío Eros Mérula, un liberto de Asisium, ' ¡+spasian bis l·ladrian (l\1ünchen, 1970), pp. 103 s.
158
Géza A!füldy I-Iistoría social de Roma 159

cxtrc111adatncntc útil. Pero Ull<l forn1ación superior no borraba tai-n- desde finales del siglo r; pero, aun así, cabe señalar que al término
poco el cstign1a del nacin1icnto csclavo 1 y ello explica que tant? el de la segunda centuria este grupo no sería muy superior a los 600.
1nédico Mérula con10 el cn1prcsario Ttín1alción qucdnscn excluidos Por consiguiente, el orden senatorial se configuró siempre como un
de los ordiucs privilegiados. Por añadidura, eran pocos los ámbitos estamento nun1érica1nente muy reducido y exclusivista. De impor-
del saber auténtican1ente rentables desde un punto de vista político, tancia para su cohesión e integridad fue también el hecho de que sus
caso del derecho y la oratoria, que pudiesen acarrear efectivamente límites por abajo, en sus confines con el orden ecuestre, quedaron
grandes ventajas sociales. Con todo, aun aquí habría matices que se: mejor precisados que antes 121 • A finales de la República y en parte
ñalar y barreras que recordar. Los podemos calibrar perfectamente. sl todavía con Augusto, las líneas de separación entre los estamentos.
pensa1nos en que con Don1iciano el puesto de profesor de retórica senatorial y ecuestre eran fluctuantes: el bija de un senador poseía
era considerado suficientemente bueno para un senador, sólo que para en principio el rango de caballero; a los cargos senatoriales podían
un senador excluido de su orden (Plin., Ep. 4,11,l s.). Unicamente presentarse tanto los vástagos de los paires como los de los equites;
en el servicio político y militar al emperador contaban de manera había incluso algunas funciones que podían encomendarse por igual
decisiva los méritos y rendimientos personales (Plin., Paneg. 70,8), a un senador o a un caballero, sin que a uno o a otro se le exigiese
sin que por ello quedase anulado el origen ilustre del sujeto. Esta mudar de orden por ello. Augusto trazó unas fronteras más precisas.
ambivalencia era muy característica del orden social romano: per- A los hijos de senadores se les hizo ingresar formalmente en el ardo
sistía, por un lado, el principio aristocrático de la preeminencia en senatorius (Suet., Aug. 38,3; vid. Dig. 23,2,44) y distanciarse así
virtud del nacírniento noble y, en térn1inos generales, la detcr1ninación de los caballeros propiamente dichos; además, la fortuna mínima exi-
del status social por la cuna, pero al mismo tietnpo se ofrecía tam- gida para un senador, .que anteriormente se había mantenido igual a
bién un margen de juego a las cualidades y ambiciones del individuo. la del caballero con una suma de 400.000 sestercios, fue establecida
Que de este modo se hacían sentir en los grupos dirigentes de la so- -entre el 18 y 13 a. C.- en 1.000.000 (Dio 54,17,3 y 54,26,3 s.).
ciedad romana diferencias cualitativas de gran importancia, es algo La diferenciación entre los integrantes de uno y otro estamento se
de lo que Tácito era ya consciente. vio definitivamente regulada por una reforma de Calígula en el año 38
(Dio 59,9,5): un caballero que alcanzase un cargo senatorial o al que
se le autorizase llevar la franja ancha de púrpura como distintivo del
El orden senatorial orden senatorial, entraba desde entonces a formar parte de iure del
primer estamento y renunciaba automáticamente a todos sus vínculos
Desde comienzos del Imperio el ardo senatorius cerró sus filas formales con su antiguo grupo. En virtud de este desarrollo institu-
más estrechamente de lo que "lo había hecho durante la República cional también los cargos senatoriales y ecuestres quedaron definiti-
tardía. En época del segundo tríunvirato el número de senadores se vamente deslindados.
había incren1cnt;:ido a 1n~ls de 1.000; tras una depuración del senado La fortuna efectiva de la mayoría de las familias senatoriales su~
de sus elctncntos «indignos», Augusto fijó la cifra de 1nien1bros de peraba ampliamente el censo mínimo prescrito. Su riqueza provenía
este órgano en 600 12º. Ésta cantidad apenas conoció ca1nbios de con- en un pequeño porcentaje del préstamo dinerario, de la venta de pro-
sidcracíón en las dos centurias siguientes, y tanto n1enos podía su- ductos manufac1urados y de los haberes percibidos como funcionarios
frirlos cuanto que cada año sólo 20 eran los senadores que como senatoriales de la administración imperial (el sueldo máximo anual,
vigintiviri iniciaban una carrera política senatorial, es decir, que po- el del procónsul de Africa y Asia, importaba 1.000.000 de sester~
dían ingresar en calidad de quaestores en el senado. Es verdad que.~ cios). Decisivas, en cambio, eran sus fuentes de -ingresos de tipo agrí-
tales personas se añadieron tan1bién antiguos caballero_s -así ocurr1.o cola. Todo senador era al mismo tiempo gran propietario. Muchos
con Vespasiano y el hecho se repetiría de forma continuada a partir de ellos poseían fincas tan to en Italia como en las provincias: una
de Domiciano-, caballeros que eran asimilados en el estamento se- vez que el número de senadores provinciales hubo crecido considera-
natorial al rango de excuestor o a otro superior, de forma tal que el blemente, el emperador Trajano introdujo la obligación para los se-
número de ~enadores pudiera haberse visto ligeramente aumentado 121 Para_ lo. '}lle sigue, vid., A. Cha:::tagnol, Mél. de l'Ecole Fran~aise de
- -iw -Suct.,
- -Atig.
' Rome, Anttqrute, 85, 1973, pp. 583 s., seglln el cual no puede hablarse de un
35,1; Dio 52,42,1 s. y 54,14,1. orden senatorial en sentido estricto sino a partir de Augusto o Calígula.
!61
160 Géza A!fO!dy Historia social Je Ron1a 1
1

nadares de que un tercio de su fortuna quedase invertida en bienes que Ja correspondencia de Plinio el Joven o de Marco ~ornelio Fron-
raíces en Italia, con el objeto de que ellos hiciesen de ésta y de Roma tón 0 la costun1bre Je 1nuchos senadores de adoptar los non1bres de
su verdadera patria (Plin., Ep. 6,19,1 s.). El patrimonio de Plinio parÍentes; la «plus1narca>> de r.olionornía la esrableció Quinto Po1n-
el Joven, que había levantado su fortuna a base de herencias y ma- peyo Senecio, cónsul del año 169, cuya n'?n1~nclatura completa ofrece
trimonios, a más de préstamos a interés, así como actuando de ad- un total de 38 nombres 123 • ln1portante as1n11smo era el hecho de que
ministrador de colosales herencias, consistía casi exclusivamente en las funciones estatales de los senadores eran todas de una misma
tierras (sum quidem prope totus in praediis, Ep. 3,19,8); sus pre- índole. Ello se debía, por un lada, a la naturaleza Je sus carg~s,_ que
dios se hallaban en los alrededores de su ciudad natal, Comum, en exigían una preparación como jurista,. ft~1nc~onario de la ad?1_1n1stra-
el norte de Italia, y también en la región de Tifernum Tiberinum, ción y jefe militar, y, por otro, a su pnv1leg10 de poder_ paruc1par en
en Umbría. Aunque estaba en condiciones de subvenir a las necesi- las deliberaciones del senado y de influir en las dec1s10nes de este
dades de sus paisanos y personal de servicio con obsequios en di- órgano, para lo cual se hacía nece~aria la mis~na_ exper1enc1a qu~ para
nero, nada desdeñables, no se puede decir que perteneciera al grupo el ejercicio de los cargos senatoriales. Cons1gu1ente1nente, un1fo~~e
de senadores más ricos; el total de su fortuna cabe evaluarla en unos era también la educación con que contaban los senadores: los hi1os
20.000.000 de sestercios. En realidad, había familias senatoriales con- de éstos se formaban en la jurisprudencia, la oratoria y el arte de la
siderablemente más acaudaladas (vid. p. 149) y, sobre todo en Oriente, guerra funda1nentaln1ente 1nerced a un~ instrucc;:íón puramente pri-
sus dispendios en munificencia pública no pocas veces alcanzaban vada, en fan1ilia y en el círculo de _parientes, as1 con10 en el de/sem-
cantidades astronómicas. Así, el padre de Herodes Atico calificaba peño de los puestos senatori<.1les interior~s, l? que no era obstaculo
de pequeñez el regalo de 4 .000 .000 denarios para el abastecimiento para que algunos jóvenes con tal~nto. e i~quietudes s~unase/n ~ todo 1
de aguas de Troya, mientras que a los ciudadanos de Atenas los ob- ello conocimientos a fondo de h1stor1a, literatura y f1losof1a ·
sequiaba regularmente con dinero, carne para los sacrificios y vino; Este sisten1a educativo obligaba al n1isn10 tien1po al senador para
el hijo -más precisamente llamado Tiberio Claudia Arico Herodes-, con los ideales del estado romano y para con las tradiciones de su
junto a numerosas donaciones que hizo en Grecia, Epiro e Italia 1
propia familia; de esta n1anera, se inculcaba en la mayoría de. los
mandó levantar en Atenas el estadio de mármol y el Odeón, en Co- miembros del primer estan1ento un n1odo de pensar y actuar un1~or­
rinto ordenó la construcción de un teatro, t:;n Delfos de un estadio me. El talante senatorial se expresaba orgullosamente en la conscien-
y en Olimpia de un acueducto 1"- cia de pertenecer al orden inás ílustrc (ru11plissi~uus ordo) y parale-
La riqueza y su corolario natural de liberalidad y lujo en el vi- lamente tt1111hjén en la convicción di.: que cualquier senador (jUC reu-
vir no eran sólo características de los senadores, sino igual1nente de niese plenan1ente las condiciones ~ara ser n1ie1nbro de su esta1ne?t?,
numerosos caballeros y además de los grupos de élite entre los liber- podía tenerse por no inferior a ninguna otra pers?na, con10 Auf1.d10
tos. Se comprende, entonces, que fuesen 1nenos de naturaleza eco- Victorino lo aGrrnaba de su suegro Fronto, al decir qu~ era 01n111u_m
nómica y más de tipo social, jurídico, político e ideológico, los fac- optiniarun-1 artiutn praecipuus vir (J)e nep. anüss~ ?)5). A ese mis-
tores que animaban entre los componentes del primer orden los sen- 1110 talante corespondía aden1ás la entrega al serv1c.10 (~;1 estado ro-
timientos de solídaridad y exclusivisn10. Inn1ersos en una maraña mano (l)lin., Ep. 4,23,3) o, cuando n1enos, la asp1rac1on a una ca-
de matrimonios, de relaciones fan1iliares co1nplicadas por las adop- rrera política, aunque ta1nbién la pretensión de ver recompensados
ciones, y de amistades, muchos senadores llegaban a quedar vincu-
lados entre sí. Nada mejor para ilustrar la amplitud de estos contactos iu ILS 1104. Relaciones fau1iliares; cf., p. ej., el ---en _par~e hip~tético-
1 árbol genealógico de la fan1ilia de Lucio. _!vlunacio Planco Pauhno (co,nstil en
121
Censo de los senadores bajo Augusto: C. Nicolet, Journ. of Ront. Stud., ¡ 13 d. C.) en J. Morris, Bonner ]ahrb:,- 16)? 1965_, PP,· 88 s. (coi~ suplen.1ento).
66, 1976, pp. 30 s. Finanzas y estilo de vida de Plinio: véase esp. Plin,, Ep, · Correspondenci,1 de Plinio: A. N. Sher\vln-\X!hne, f1:rc Lelters o/ .Plary. A
2,17 1 1 s.; 3,19,1 s.; 5 16,l s.; 8,2,1 s.; 9,36,1 s.; ILS 2927; cf. a este respecto, ! historical and social Co1nJ11en111ry (Oxford, l9bó). An11gos_ <le Fronton: I·I.-G.
R. Duncan-Jones, Papers of the Brilish School at Ro1ne, 33, 1965, pp. 177 s., ! Pflaun1 en I-JonJJ!lages a ]. Bayet, Co!L LatonHIS, vol. 70 (Bniselas, 1964),
y The Economy o/ the Ro1nan Ernpire, pp. 17 s.; cf. R. lvlar[in, Rev. d. Etudes pp. 544 s. In1 portancia de Lis reb.ciones pcrs.onales__ para. los senadores: cf.
Anc., 69, 1967, pp. 62 s. }Ierodes Atico: Philostr., Vitae Soph. 2,1 (546 s.) y
a este respecto, P. Graindor, Un tnilliardaire aníique, llérode Atticus et sa
famille (Kairo, 1930); W. Ameling, Herodes Atticus, I-II (.f-lildcsheiin-Zürich-
Nueva York, 1983 ).
h R. P. S.~ aller, P1:rsonaí J>~tronage undt:r f~t: E11i ptrt' _ (Ca. n1l.)~1dge, 19~~ )'.
ii• Por lo que se refiere a la forn1ac1on de un JOVen stn<1dor, ~c:asc, v. gL,
~ Tac,, _t\gr. 4,1 s., acerca Je c:neo Julio 1\grí~ot1. }).:recho: .\Y/. ,.~unket, _ller-
/f',kun/t und soziale Steílung der rVnnsc/;en Junsten (Graz-W1en-Koln, 1967).
.,

1
162 Géza Alfüldy I-Iistoria social de Roma
163

los esfuerzos y peligros propios del ejercicio de los altos destinos con table .qu.c el estainento senatorial experimentase un permanente reju-
un no menos alto nivel de vida (1-'nc., Ann. 2,_33). Todos esos fac- vcncctm1cnto a base de ho1ní11es 11ovi.
tores hacían arrnignr cnu-e los senadores un espíritu Je solidaridad Los «hombres nuevos» jugaron un papel muy importante en el
que no desaparecía por muchas rivalidades y roces que se diesen en- seno del ardo senatorrns durante el Principado. Ya con Augusto no
tre los particulares, las familias o los grupos. Como decía Juvenal, pocos~ ho1111:1es 11ov1, tan poderosos como Marco Vipsanio Agripa 0
cuando la casa de un noble era pasto de las llamas, la tristeza invadía Trto E~tatdto Ta;1ro, alcanzar.on gran relevancia en la capa dirigente
a toda la aristocracia y todos acorrían a los perjudicados, mientras sena.tor!a!; a partir de Vespas1ano -él mismo un hamo novus-, es·
que si se trataba de un simple mortal nadie se movilizaba en su ayu- tos 1nd1v1d/uo~ representaban la mayoría de aquellos senadores a quie·
da (3,209 s.). nes lo:, mas Import.antes cargos de la administración imperial, man·
Esa cohesión del estamento senatorial resulta tanto más digna dos md1ta~ii" Y gobiernos de las provincias imperiales, les eran enea~
de nota cuanto que el 01·do senatorius era bastante heterogéneo en mendad?s . A. su vez, eran a menudo estos homínes novi, como ya
su composición interna y a lo largo de la época del Principado que- en su ,d1a oc:1rr1e~a con Catón o Cicerón, quienes mejor asumían y
daría sujeto a permanentes fluctuaciones. Muchos matrimonios del ;xpo~1.an el ideario de su nuevo círculo social, con el que ellos se
círculo de la nobleza senatorial carecían de descendencia; y en nada ~~ent1f1caban plenamente; Tác~to o Plinio constituyen los mejores
cambiaban esta situación los ptivilegios otorgados a los padres de ¡emplos de ello. El que este tipo de personas estuviesen sobrerepré-
tres hijos. En tiempos de los en1peradores adoptivos, uno, a lo más, be~~adas en el vértice ~irigente del estamento senatorial, ha de ser atrí-
de cada dos de los senadores de rango consulor contaha con un hijo lll º.a b comb1nac1on de dos factores: por un lado el hamo novus
adulto que pudiese seguir los pasos de su padre "'- Esto significaba sele:c1onado desde un. primer momento en función d~ sus espléndida~
que de las familias senatoriales existentes en un determinado momento cualidades para ser miembro del estamento principal, buscaba por lo
sólo la mitad sobrevivía en la siguiente generación. El tributo de general con denodado esfuerzo verse plenamente integrado en la aris-
sangre que hubo de pagar este estamento bajo Tiberio, Calígula, Clau- t?;ra¿a romana a base de prestar grandes servicios en la administra-
dio> Nerón, durante el año de los cuatro ctnperadores y con Domi- c1on d estado; por otro lado, y debido a esto, eran decididamente
ciano, tornó aún n1ás exiguas las filas de los senadores. Mientras que :avorec~dos ~or el c~sar, ya que mediante su estrecha vinculación a
al término de la Repúhlica eran todavía unas 50 las familias del más a casa tmpe~1al serv1.an como leales puntales a la monarquía.
rancio abolengo que podínn vanagloriarse de descender de «los ante- Los homznes noi:i eran preferentemente individuos procedentes de
pasados troyanos» de los romanos (Dion. Ha!. 1,85,3), en época del la capa alt_a de las ciudades del imperio, muy a menudo hijos de caba-
e1nperador Clauclio sólo unos pocos linajes se tenían por verdade- lleros merao,nos; la mayoría de ellos obtenía en sus años de juventud,
ramente antiguos (Tac., Ann. 11,25). Estimaba Apuleyo (Flor. 8), a Y por elecc!on del senado, el derecho a vestir la túnica con la franja
mediados del siglo n, que al incontable número de hombres norma- ancha de purpura Y a ocupar un puesto senatorial inferior (ius hono-
les y corrientes correspondía sólo el de unos pocos scnadores pero 1 rum). A ellos se añadí_a~ además los que habían sido caballeros, aque-
que a su vez al de estos últi1nos tocaba únicamente un puñado de llos ~ue tras haber i111~1ado u.~ª carrera como oficiales del ejército y
nobiles. A finales de esa centuria, Manio Acilio Glabrio (supuesta- func1on.ar1os de la adm1n1strac1on, podían verse admitidos en el orden
mente cónsul en el 173) pasaba por el senador más distinguido en senatorial con un rango acorde a su edad (adlecti in amplissimum or-
razón a la línea de sus antepasados, pues Sll árbol genealógico se dznem). Tocaba al emperador en todos los casos el decidir a quién
remontaba hasta Eneas (Herod. 2,3,4) y su familia había ya dado un correspondía un privilegio tan importante para la elevación social.
cónsul en el 191 a. C. 126 • Dadas estas circunstancias, resultaba inevi- Naturalmente, el apoyo dado a la persona por sus parientes y conoci-
tas. f amilia:s especialmente i_neritorias, que habían COhseguido el rango s na-
12
Falta de descendencia: T. P. V. D. Balsdon, Ron1dn Wonten, pp. 194 s.¡
' tona1211 en tiempos del Irnpeno). e
G. Alfüldv Konsulat und Sc;1dtorenstand unter den Antoninen, pp. 85 s. • Honlines novi: .R. Symc, T acitus, II, pp. 566 s.; bajo Augusto: T. p
116
En - torno al concepto de nohilitas durante la época del 11nperio, con- :Jseman, New Me': rn the Ro1n.an Senate, pp. 10 s. Modalidades de ingres~
súltcnsc las icflexiones de M. Gelzer, Kleine Schriften, I (Wiesbaden, 1962), el orden senatonal: D. McA!indon, Journ. of Rom. Stud., 47 1957 á i-
pp. 136 ::;.; K. Schncider, Zr1sann11ensetzung des rOn1ische11 Senat.r von Tibe- ·
r;us his Nc1L (Zlirich. 1942); lI. J-Iill, Flistor;a, 18, 1969, pp. 230 s. (como
nas
pp.
Ji,J s.; A. C~a~tagnol, Bull. de la Soc. Nat. des Ant. de France • 1~71
s.; del misr:i_o autor, Rev. Hist. de Droit Fr. et Etr. 53 197.5 / ·~
este autor pone de n1:-tnificsto, se incluyó en J;i nnhilitar t<11nhién n unas cuan- nas 375 s.; cf. tamb1en de él, Hístoria 25 1976 pp 253 ' ' ' pagt
, ' ' ' s.


164 Géza Alfüldy líistoria social Je Rllina 165
f

dos con influencia desempeñaba un papel extraordinariamente impor- '


de reestructuración interna no produjo radicales con~ecuencias socia-
tante, especialmente cuando se trataba de recon1endar a jóvenes para les o políticas; senadores de las provincias co1no un Cneo Julio Agrí- ·
su admisión en la carrera senatoriál; el que era elogiado por un sena- cola, de Forum Julii, o Marco Cornelio Frontón, de Cirta, defendieron
dor tan influyente como, por ejemplo, Plinio, en tér111inos tales como los ideales y concepciones de la aristocracia senatorial ro1nana con
los de iuvenis probissimus gravissimus eruditissimus~ 01nni denique tanto empeño con10 sus con1pañeros de orden, cuya patria de origen
laude digníssimus, tenía por lo general un gran futuro por delante. estaba en Italia.
A comienzos del I1nperio gran nún1ero de «hon1bres nuevos» pro- La jerarquía interna del esta1nento senatorial no venía dada por
cedía de Italia. No obstanttl, ya en el siglo I el reclutamiento de nue- l~ distribución de sus inieinbros según criterios étnicos o regionales,
vos senadores en ciudades de la península dis1ninuyó cada vez n1ás sino que se establecía en función del rango atribuido a cnda uno de
acusadan1ente; las dificultades económicas de Italia, sobre todo, im- los cargos que el senador podía ocup<1r de acuerdo con las dístintas
pedían más y más cada día el nacimiento de nuevas familias de gran- posibilidades que ofrecía el cursus honoru!l1. La carrera senatorial se
des propietarios. Por contra, y en el marco de la integración de los diferenciaba claramente del cursus honorunz republicano co1110 conse-
provinciales en el Imperio, homines novi originarios de las provincias cuencia de la creación de nutnerosos puestos ligndos al servicio Jel en1-
ascendían en número creciente hasta el senado. En la época de los perador. Nor1naln1ente 1 el senador iniciaba a los 18 ó 20 aüos su
Antoninos apenas quedaban ya «hombres nuevos» de Italia, si excep- carrera como vigintivir en Roma, con 25 años alcanzaba forn1aln1ente
tuamos a los homines novi de la parte norte de la península, entre la condición de miembro del senado en calidad de quaestor, era des-
los Alpes y el Po, una tierra que en muchos aspectos venía a equivaler pués o tribunus plebis o aedilis y a los 30 se convertía en praetor (los
a una «provincia» y en la que se daba sie1npre una fuerte aristocracia límites de edad, que alguna vez eran rebajados por razón de privile-
latifundista. Con la extinción de muchas de las viejas familias sena- gios personales, se consideraban en la práctica 1nás que nada como
toriales itálicas la reestructuración interna del esta1nento senatorial míniinos de edad}. Con el rango de pretor, se podían obtener ciertos
viose aún n1ás acelerada. Varias disposiciones imperiales en pro de la destinos dentro del ámbito de con1petencias del sen,1do, y, en espe-
integración de los provinciales, tales con10 el otorgamiento del ius cial, el de proconsul en una provincia senatorial; n1uchos cargos, no
honorum a la nobleza de las tres Galias por Claudia en el año 48, im- obstante, entre ellos el de jefe de una legión (legat1ts legionis) y el
pulsaron asimismo ese proceso de recomposición 128 • Bajo los primeros de gobernador de una provincia imperial (legali.IS Augusti pro prae-
césares el nún1ero de senadores provenientes de las provincias era tore) sin estacionanliento de legiones o con sólo una legión, caían den-
todavía bien que modesto; la cifra por nosotros conocida de 1nien1- trü de la esfera de la ad1ninistración in11)erial y eran directa1nente cu-
bros senatoriales de origen extraitálico bajo Augusto y Tiberio se mue-
ve en torno a una docena solan1ente. Procedían éstos de las provincias natorio, Atti del Colloquio I ntcrnazionale Ronta 1981 (H. oma, 1983 ). En de-
más vigorosamente urbanizadas y romanizadas, cuales eran fundamen- talle cf. aden1ás esp. A. (~hastagnol, en ¡\Jéf. de philos., de litt. et d'hist. anc.
of/erts a P. Boyancé (H..on1a, 1974), pp. 16-3 s. (b:ljo 1\ugusto); S. J. De Laet,
talmente la Galia meridional o la Bética. Con Nerón el número de De sa1nenstelling van den rotJ1einsche11 senadt gcdurc¡¡dc d< eerste ceuto van
senadores provinciales de los que tenemos noticia ascendía ya a cin- het Principaat (28 v. Chr.-68 n. Chr.) (Ant\verpo.en, 1941); A. Bergcner, Die
cuenta; desde Vespasiano esta proporción se elevó considerablemente fiihrende Senatori:11schicht ún frühen Prinzipat ( 1-1·68 11. Chr.) (Bonn, 1965);
y, junto a galos del sur e hispanos, había también en número crecien- P. Lambrechts, La cotnposition du sénat ronuún de l'actession au trd 11 e d'fla-
. te senadores de otras partes del imperio, sobre todo, de Africa, Asia
drien a la ntort de Connnode (117-192) (1\nl\Verpen, 1936); G. Alfüldy, Kon-
sulat und SenülorensttJnd unter den /-lntunlncn, pp. 61 s.; conK) visión de
y Galacía. Con Antonino Pío la presencia de los provinciales, al n1e- conjunto: i\.1. I-Ian1n1ond, Journ. of Ron1. Stud., •17, 1957, pp. 74 s. Grupos se-
nos entre los senadores de rango consular, igualaba casi a la de los natori~les regionales: A. Pelletier, La101nus, 23, 196,~, pp. 511 s. (africnnos);
itálicos y bajo Marco Aurelio aquéllos copaban por vez primera la R. Et1enne, en Les en1pr::reurs ronuúns d'Espagne (París, 1965), pp. 54 s. (his-
pa.nos); G. Alfüldy, Epigr. Studien, 5, 1968, pp. 99 s. (d,i!1n<Jtas); fL Fialfn1ann,
mayoría en la élite rectora de su estamento 129 • Con todo, ese proceso Die Senatoren au_1· den1 üstlichen Teil des I1nperiu1n R..0111anttflJ bis zun1 Ende
des 2. Jahrhunderts n. Chr. (GOttingen, 1979) (del Oriente). Cf. asin1is1no esp.
iu Tac., Ann. 11,23 s., e ILS 212. Vid. sobre ello, A. Chastagnol, loe. cit.; L. Schu1na.cher, Prosopogr12phische [}ntt'rJuchungen zur Besetzun,~ dtr uiur
cf. además U. Schillinger-Hafele, Historia, 14, 1965, pp. 443 s. lialia superior: hohen rOnaschen PriesterkoLlegien Í!n Zeitldter der Antoni11cn 11nil dl'r Scvt·ier
G. E. F. Chilver, Cisalpine Gaul. Social and Econonúc History frorn 49 B. C. (96-235 n. Chr.) (Mainz, 1973), pp. 1-30 s. Para las cuestiones de 1nétodo, cf.
1
to the Death of Trajan (Oxford, 1941).
1 9
i Sobre la composición del orden senatorial, véase Epigrafia e ordine se- ¡ i?l \Y/. Eck, Chiro11, 3, 1973, pp. 375 s. Sobre Luni!ias senatoriales en particul.tr,
vtd., p. ej., G. Alfüldy, Chiron, 9, 1979, pp. 507 s. (los Gavii de Verana).
Gézn AlfOldy Historia social de Roma 167
166

biertos por el césar. A los 40 años o, caso de la may_oda, a_ los 43,d al anterior caso: una vez que habían alcanzado el rango pretorio --con
senador podía verse hecho consul, habiendo cada. ano varias p~rep1s frecuencia también previo apoyo del príncipe pata las magistraturas
consulares ~con los Antoninos hasta cua~ro o cinco. la mayona de inferiores de elección senatorial-, eran destinados a los más altos
las veces_____,, con el objeto de que esta _n1ag1sttatura c~e1ase de set mo- puestos de la administración del estado en calidad de jefes militares
nopolio de un pequeño grupo senatorial, como en t1cn:p?s de_!ª Rei y gobernadores, reali?:ando entonces una dilatada carrera administra-
pública tardía. Los puestos 1nás irnportantcs en la adm1111strac1on de_ tiva, con10, entre otras muchas, Ja de Sexto Julio Severo, el primer
imperio eran confilldos a senadores de rango consular~ c~so ?e la ~ura general de Adriano (Dio 69,13,2; ILS 1056) 131 • Esto valía también
tela en la ciudad de Roma, los gobiernos en las provincias impena es para el resto de los senadores que no se veían tan favorecidos por «l
con varias legiones y el proconsulado en las prov~nc1as senatoriales césar y. que entre la pretura y el consulado ocupaban diversos cargos
principales de Africa y Asi~;- los senador~s qu~, mas descollaban po~ senatoriales._ Aquellos grupos privilegiados de senadores -algo me-
dían coronar su carrera pohttca con una 1teracion ?el13 consulado Y 1 nos de la mltad del total bajo los Antoninos- constituían como con-
prefectura de la capital del imperio (prafectus urbt) '- sulares (o sea, como senadores destinados al consulado) la cúpula rec-
Había distintas modalidades en la carrera de los ho~ores, refle- tora del _í~peri_o. Lo.s demás sena?ores, que ni por su origen especial~
jando en su conjunto la estratificación del Nden senator,ial. Cuando mente distmgmdo ni por sus cualidades y servicios llamaban la aten-
111 ejor encontramos individualizadas esas variantes es. ;n epoca ~e los
ción, apenas recibían apoyo del príncipe y difícilmente tenían posibi-
Antoninos, una vez que éstas ~tras una larga evoluc1on y _experimen- lidad de conseguir el apetecido tango de cónsul.
tación~ quedaron configuradas de forma estabk y prcClsa. Un. pe- El resultado de una reglamentación como ésta fue la de repro-
queño grupo de élite, integrado por los descendientes de las. vieps duclt dentro del primer orden el propio sistema jerárquico de la socie-
familias ennoblecidas en la República o en tiempos de los primero_s dad, con la consecuencia además de que para la ocupación de los man~
césares ostentaban rango patricio, el cual aseguraba 1mpor~a.ntes pri- dos militares y cargos civiles de mayor importancia sólo quedaba dis-
vilegios. El patricio cotnenzab~ ?ºr.n1_a~n1ente su carrera pohtica en la pon_ible un grupo muy seleccionado.de personas. En tanto que el im-
1

clase más distinguida de los vigintttJtrz como encargado de la mon:?ª peno no hubiese de afrontar grandes dificultades de política interior
(trÍ!J?ttvir n1 onetalis), alcanzaba luego -a menudo p_or recomend~c1on o exterior, este sistema aristocrático de selección podía funcionar por
del einperador- la cucstura y la pr_etura en las, e.lecciones senatoriales, lo general satisfactoriamente. Pero en situaciones extraordinarias
quedaba exento de revestir las 1nag1str~turas ba~1camente ple~eyas -:-Y -como, por ejemplo, en el levantamiento de los bátavos del año 69-
costosas-· de tribuno de la plebe o edil, ascend1a ya co_n 32 o 33 anos descubría a las claras sus deficiencias, de tal forma que bajo las nue-
, 1 y ¡)odía renunciar al desempeño, con ftecucncta traba1oso, d: vas condiciones en que se halló el imperio mundial de Roma a partir
a consu ) ' . . 1 ·· i de la segunda mitad del siglo rr se hizo inevitable la crisis de dicho
los cargos pretorio y consular en las provincias, que e patt1c10 cons -
deraba irrelevantes a efectos de su prestig!o social: Otros senadores, sistema y, con ella, la de los rangos superiores de la jerarquía social.
ntre ellos particularmente aquellos hom111cs novt de probada capa-
~idad inicial, contaban asimismo con el decidido patrocinio dd em- Otros órdenes y estratos elevados
perador a lo largo de su carrera, si bien de forma en parte disunta
El ardo equester contaba con un número de miembros conside-
e; bre la carrera senatorial y sobre sus modalidades en Ja época ~mye­ rablemente más elevado que el estamento senatorial 131 • En el desfile
!:-
110

rial a;íº como sobre ]ns élites senatoriales dirigentes, consúltes: en parttcu anual de los caballeros en Roma, el 15 de julio, llegaron a tomar parte
E. Bir1cy, Proc. o/ the Britísh.¡1cade111y, 39, 1954, pp. 197 s.; td., .Carnuntu.
]ahrh 1957 pp . .3 s. (tamb1en para la carrera de--I-0s ecuestres), J. ~orrts, con Augusto hasi¡a.,5.000 ecuestres (Dion. Hal. 6,13,4). En realidad,
Listy.,Filolo¡ické, 87, 1964, pp. 316 s. Y 88_. 1965, pp. 22 s. (regulaoonS~~- los allí presentes "~ólo representaban una minoría dentro de su orden
. G A-lf.l ly Die Lc(lionslef!.alen der ro1nrsche11 Rhe1nartneen: Ep1gr. :- puesto que muchos de los caballeros no se desplazaban a Roma par;
ec1ad es ), . o e , "' . H· · e h Retchs-
dien, .3 (KOln-Grn;i;, 1967); del mismo, Fastr . npa111enses:. "'~na 1oruc _~ la fiesta y los equites que habían sobrepasado los 35 años estaban
bed?nfc und Offiziere in den spa 1úschen Provinzcn des nnntschen Rctches vo'j
·¡ v· kl 11·a 11 (Wicsbaden 1969)· id. Konsulat und Scnatorenstan eximidos de la obligación de seguir montando (Suet., Aug. 38 ,3 ). Se-
A ugffstus bt. zo_. e , . '. '. ' · 7 1976 263 s.;
u11!cr den ¡{nto111ne!1, pp. 33 .s.; thrd., ;lnctent So~'\~' E'k •Ar¡rÍz\V Il 1, m Cf. esp. G. AlfOldy, Bonner Jahrb., 169, 1969, pp. 233 s. (sobre el ge~
id., fahrh_ dl bis!. Forschung 1975 (1976), pp. 26 .s.,_ · ,..,c , en
neralato del ejército romano).
pp. -158 s.; A. R. Birlcy, The Fasti of Ron1an Bntarn (Oxford, 1981), pp. 4 s.

2-
1
168 Géza Alfoldy
i 1-fisLoria social de Ron1a 169

que con los senadores, eran Inuy infrecuentes los casos


'
' <le linajes
gún Estrabón (3,5)3; 5)1,7), el número de pertenecientes al segundo
orden en Gades y Pataviu1n, 1as dos ciudades con n1ás caballeros a ecuestres yue conserv<lsen a lo largo Je n1uchas gene~·aciones la per-
comienzos de la época imperial, alcanzaba los '500 respecrivamentei tenencia a su ardo, y ello no ra<licaba en absoluto solan1cnLe en la
en la comunidad galo-1neridional de Arausio había en su teatro tres falta de descendencia de no pocas fan1ilias ecuestres. 1lay ejc111µlos
filas de asientos para equites (ILS 5655). Para el principado de Au- atestiguados de hijos de cab;,1Ileros que no .dcanzaban el 1nisn10 rango
gusto habría quizá que calcular una cifra de 20.000 caballeros en que su padre (v. gr., IL,S 6496). Lógican1cnte, n1ejor docun1cnt;,1do
total, equivalente, pues, a la de finales de la República; en los dos está el caso de híjo de ecuestre que asciende al orden senatorial. Las
primeros siglos del Imperio este nün1eto se vería notablen1ente incre- fan1ilias ecuestres constituyeron la fuente de recluta1niento n1ás in1-
mentado como consecuencia del creciente e ininterrumpido acceso de portante para cubrir constante1nentc los vJcíos creados en el est<1n1en-
los provinciales al estamento ecuestre. to superior; la f.unilía, por ejen1plo, de la que provenía el en1perador
Como integrantes que eran de un orden dirigente, también los Septin1io Severo dejó de pertenecer al cstarnento ecuestre, porque
caballeros estaban poseídos de una conciencia de grupo estamental, sus vástagos uno tras otro habían sido adn1itidos en el orden sena-
que, por ejemplo, se evidencia en el cuídadoso recuento de sus títulos torial (vid. SHA, S 1,1 s.). Por lo general, las relaciones entre los
y rango en las inscripciones honoríficas y sepulcrales o en el espíritu mie1nbros de Jos estan1entos senatori,11 y ecuestre eran n1uy estrechas
de grupo por el que se regían dentro de la sociedad de cada una de debido a los enlaces matrimoniales, a los vínculos de parentesco y al
las ciudades del imperio (ILS 7030). Ello no obstante, el ardo eque- cultivo de Ja a1nist;1d; .Plinio el Joven, por ejernplo, se carteaba no
ter no fue jamás un estamento tan homogéneo como el ardo senator- sólo con senadores, sino ta1nbién con nu1nerosos cab,11leros. Mavor
ius 132 • Si la mayoría de sus miembros ex11ibía unos mismos sentimientos aún era Ja apertura del orden ecuestre h,1cia abajo, hacia el decu~io­
y modos de comportamiento, tal hecho no se debía a que entre los nado de las distintas ciucL1Jes: n1uchísi111os cahillleros, y en especial
e_cuestres existiese una forma de pensar y actuar propia y caracterís- aquellos que no aspiraban a una carrer,:i en Ja :.1dn1inistración del
tica de su estamento, sino a que ellos asu111L1n los ideales y adoptaban estado o que por falta <le cualidades y relaciones no podían entrar
las costumbres de los senadores, cosa tanto 111ás explicable cuanto que en ella, revestían cargos n1unicipales y pertenecí~1n a un tien1po al
los que ingresaban en la administración pública estaban en posesión ardo equester y al urdo decuriururn en una ciudad o en varias a la vez.
de una formación jurídica y militar con10 la de sus n1odelos sen::i.to- Muy diversa tan1bién podía ser la situación econó1nica de los ca·
riales. La menor cohesión estructural del orden ecuestre 1 al n1enos balleros. A juzgar por el testi1nonio de Marcial, el n1íni1nn prescrito
en comparación con el grupo senatorial, la situación econórnica a n1e- de 400.000 sestercios, habida cuenta de las obligaciones impuestas
nudo diferente entre sus distintos n1iembros, la heterogénea compo- por el estilo de vida acorde a dicho estamento, bastaba sólo para lle-
sición del estamento y la con frecuencia 1nuy dispar dedicación pro- var una n1odesta existencia; no faltaron tan1poco caballeros que a
fesional de los caballeros, hacían imposible la formación de un con- duras penas tenían lo suficiente con que sustentarse (Gellius, Noct.
junto social tan cerrado corno el de los senadores. Att. 11,7,3). A la n1ayoría, sin en1hargo, las cosas les iban decidida-
I-Iecho de in1portancia 1 ante todo, era el que la pertenencia al mente n1ejor, con10 1 por eje1nplo, al escritor Colu1nela, que disponía
orden ecuestre, al menos for1nalmente, no era hereditaria. I_,a admi- de bienes raíces en diversos puntos de lt;:llia central; conocidos son
sión en el misn10 se producía en virtud de un acto de elevación de tan1bién caballeros in1nensan1ente ricos, que supcr<1ban en fortuna a
- rango del individuo y no como consecuencia de su linaje; consiguien- muchos senadores, caso de Publio \! edio ])olio, el ·cin1igo de Augusto,
temente,· dicho esta1nento no se configuraba con10 una nobleza de cuya inn1ensa riqueza se había hecho ya proverbial (l)io 5-t,23,1 s.).
sangre, sino con10 una nobleza de la persona. c:ierto que en la prác- Distintas asin1is1no eran las fuentes de enríquccinliento de los ecues-
tica sucedía con frecuencia que el hijo de un caballero era tan1bién tres. De ellos quíenes co1no procuradores prestab,111 sus servicios en
aceptado entre los equites (v. gr., ILS 6335); se hnbL1ba también de la n1ás ulta <.ldn1inistración del estado, percibLu1 un sueldo anu,11 de
«familias ecuestres» (por ejemplo, Tac, 1 1-Iist. 1,52). Pero, al igual 60.000, 100.000, 200.000 y, desde Marco Aurelio, hasta de 300.000
sestercios, variando según el rango de cada cual; los titulares de los
Hl Una visión general del ardo equester en A. Stein, Der riimische Ritter- cargos ecuestres más elevados y, sobre todo, los prefectos del prc!.o-
rtand (München, 1927). Sobre los símbolos estamentales ecuestres cf I-1 Ga- .q.7 rio, estaban n1ejor pagados r_odavía. Con_ todo, las ~1ue rcaln1entc con-
behnan1 }ahrb. d. Deutséhen Arch. lnst., 92, 1977, pp. 322 s.~ vid. ~de~ás ~upra
nota 58. 0) taban eran las fuentes particulares de ingresos. Entre los c.1ballcros
Géza Alfijldy I-Iistoría social de Rotna 171
170

ribundahan los grandes cotncrciantes, los poc~crosos c~1prcs~rios y l~s f!avios, para llegar a alcanzar los empleos ecuestres más elevados du-
1 l un ('ornelio Senccio, qu1cn1 segun rante el principado de su amigo Adriano 04 . La tnayoría de los caba-
h:1nqucrns, cnn10 cn1 el· lcaso. <.e, ~l.1) de lY1ccr fortuna, jncluido 11eros pertenecfr111 sin embargo, al ordo decuríonum de las ciudades
S~ . 1 1, a provee lil )<l n1ngun n1cc. c. ' l 1

11 1 dc los i21¡it1edtos
~f'~~~~;1;¡ ~~ \~ ~to le a~u;'.~'~0;1¡~~ 111;~p~:l1~~d:n:l~~ir~~
ecuestres (I~p. 101 ,1 s.). _,onsr era os e ~ · t b 11 ir:ás fuertemente
del imperio y debían su rango principalmente a su fortuna. De los 53
caballeros documentados con mayor o menor margen de seguridad
en la provincia de DaI1nacia, 20 como mínimo revestían magistraturas
qoc los integrantes del estamento ecuestre es ~ a l 1 s
municipales y formaban parte de la capa alta de sus respectivas ciuda-
interesados en las fuentes de. ingresos 1:0 agrarias ql ue os ~~naÍ~rt~e:
., tr los primeros era a poses1on e des; de los 22 equites atestiguados en Nórico está documentado que
a pesar de lo cua l tam 1Jten en e , Q · ·¡· (4 2 45) los la mayoría provenía de las familias dirigentes de los núcleos urbanos
rras la pr1nc1pa . . 1 f u ente de ric¡uc7a' · Segun (.ulntl d. 1ano ) ' n' su ' ma-
. te rantes de los jurados urbanos de Ro1na tu zces ' que e , . ~ locales; en las colonias y municipios de la provincia de Hispania cite-
''.~rí~ (3.000 de un total de 5.000) disponían de rango. ecudestrle, ¡c'.an rior habitaba un gran número de caballeros, quienes, al menos en
l . ¡· , . t. 1JS muchos equites e ta la y época de los Flavios, de Trajano y de. Adriano, nutrían el alto sacer-
Pro1Jietarios de ¡ incas rusticas; en 1e e , 1 ' ¡. rio- docio provincial renovable anualmente 135 •
las provincias 1 e once ¡ a1 m1sn10. ti mpo tJettencc1an a -oroen e ecu
e .t .
En su composición étnica el orden ecuestre estaba también más
nal de las ciudades, la situación no era distinta. ntá
' Ta1nhién la con1posición social del esta1nento .ecuestre p;ese ,- mezclado que el senatorial, a pesar de lo cual la admisión de los pro-
, N . l l1 . eran de haJ<l cxtr<lcc1on, con- vinciales en el segundo estamento trajo consigo consecuencias socia-
bnse hetcrogénc.n. 0 pocos c;.11 ª ctos ' y ¡· J'o1·1,, Se trataba les y políticas tan poco radicales como en el caso del primer orden.
, 11 1 .. 1
tándose entre e os 11¡os e e 1 JCt os,
ll t corno ce'º
.
. ,
h b1·11· la<l en el
, '
· mecl1·ahan gracias a su a e' Puesto que muchos provinciales podían reunir el censo mínimo ecues-
de personas que en su n1ayor1a ' ' l . l t el tre, los habitantes de las provincias ya desde Augusto estaban más
inundo de los negocios o que d_cbían su enctllln Jra1n1:ndt~d inaos sª ro-
. ¡ t es ccm, ¡1oc erosos cn1 ,, a · abundantemente representados en el ardo equester que en el esta-
ordo cquester a sus lJuenas te ac on , .. . d p blio mento superior; la existencia de 500 caballeros en la sudhispana Ga-
manos con10 sería el caso del que acabaria siendo_ empela or . u .
.., P" · . (SHA p l l s.). Hubo incluso hb. c.rtos que ocasio- des constituye una clara prueba de ello. No obstante, la diversifica-
H e 1vio et tinax ' . '· ' l _ · nplo de lo cua 1 ción étnica de los ecuestres en época del Principado discurrió por los
nalmcntc fueron adm1t1dos en,el orce!~ ecuestre(beje~3 30 3) y tam- mismos cauces que el cambio operado en la composición del grupo
Juedc ser Antonío Musa, el n1ed1co de ugusto , IO ' :{ i ds-
senatorial. De los tribunos militares ecuestres que nos es dado veri~
t,ién con esta distinción fueron rccornpensadol s mas ¿!rfle l{Sert~s Ga·l-
critos al servicio del etnperador, caso de Ice o con :ra a ue .,b 1 ficar, en tiempos de Augusto a Calígula la relación entre itálicos y
• ' ' ·, . J marca que arrastra a a provinciales era de 90 a 29, con Claudia y Nerón, de 25 a 20, bajo
b 14 2) Pero eran la excepc1on, ya que a ' . .
p~rso~a iJor nacin1icnto esclavo repugnaba a la coi~Ie) nh1~b~std~~~~
st; los Flavios de 21 a 30 y en el siglo n de 117 a 143. Al igual que la
mayor parte de los senadores provinciales, también los más de los
t·il· hasta Hor;icio 1 libertino patre natus (Serm. ~, 'l ,
' , 1 . E' l Alto lm'Jerlo c rango ecuestre equites de origen extraitálico en el siglo r procedían de unas cuantas
portar que se lo ec1asen en cara. ,ne _t . / •
fue otorgacio n inenudo tatnbién a los rc.pr~sent~ntef ~as consp1,cud: regiones más acusadamente urbanizadas, como eran Hispania, Galia
meridional y Asia; en numerosas provincias la urbanización con todas
de la nobleza tribal indígena de las pr:1v.1n~~~ 5 · En e~~ a catÍg~t~~ba~
caballeros se incluían el querusco Arn111110 . y tambten tnu~~o, 'd 1 sus consecuencias sociales fue creando paulatinamente los presupues-
tos para la formación de familias ricas y animadas de sentimientos
lleras comprometidos en, la re. belión gaJIJgez11;ma cd~t~rév~;:~ y :1
- 69 l los que podr1amos c1ta1 a u 10 as1co
ano ' e e¡·~! al bátavo Tulio Civili~. Nu1nerosos caballeros ascen- U-4 Para las carreras de estos prirnipilarcs, léase a B. Dobson en ANRW

pareccr tarn Jte l ' ' ' -- l ·titar y en aten· II 1, pp . .329 s.; del mismo, en Recherches sur les structures sociales dans
dían al ardo equester después de una arga carrera¡ mb . d los l'antiquité classique, pp. 99 s.; id., Die Primipilares. Entwicklung und Be-
. ) a los servicios prestados, en concreto, ~ras ,~ er ocupa o 1 deutung, Laufbahnen und PersOnlichke;ten eines rOmischen Offiziersranges
~1t~~'itos de centurión hasta el rango ~e un prrn:us ÍtltÍs (c~~~~nd~ud~ (KO!n-Bonn, 1978); d. B. Dobson-D. J. Breeze, Epigr. Studien, 8, 1969, pá-
ginas 100 s.
do de 60.000 sestercios), como Qumw Marcio uno, e 1Js Dalrnacia: J. Wilkes, en Adriatica praehistorica et antigua. Mise. G.
.. q~e había em''czado el centnnonazgo con los emperadores Novak dicata (Zagteb, 1970), pp. 529 s. Nórico: G. Alfüldy, Noricum, pági·
D a1rnacra, 'ti . t J •

\T('Jl. 2~ 18,2; cf. r-~ .. von P~trikoví:s, Bonner Jahrb., 166, 1966, pagI·
tJ\
nas 124 s., 274 s. Hispanía: G. AlfOldy, Flamines provinciae Hispaniae cite-
rioris (Madsid, 1973). •
nas 175 s.; D. Timpe, Ann1111us-Studren (I~Je1delbcrg, 1970).
~ \,\
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Géza Alfüldy Historia social de H._01na 173
1
1
prorromanos, suyos .integrantes podían ser distinguidos con el equus lleras especialmente cualificados y an1biciosos podíalf. después, corno
publzcus. El mas antiguo caballero de Africa que nos es conocido una procurator Jlugusti, obtener los puesto~ elevados en Ih adn1inistración
persona adsc~ita al servicio in1perial, fue aceptado en el ardo eqz:ester econón1ica y financiera del in1perio así como la gobernación de algu-
1

durante h decada de los 40 del siglo 1, mientras que de los 162 caba- nas provincias n1enores. De ellos, los 1nás idóneos. eran destinados
lleros africanos documentados con un cursus honortan nor1nal sólo seis finalmente a los más altos cargos de la corte {espec1ahnente una vez
alcanzaron este rang? antes de Adriano; entre los 22 equites de Nó- que estos cargos desde los Flavios y,_sobre. todo, a pa.rtir de Adrian~,
r1co el.primero atestiguado se sitúa en tiempos de 'Trajano, y tan1bién dejaron de ser confiados a libertos imperiales), pudiendo llegar as1,
los r:11neros c~balleros panonios de que tenernos noticia aparecen tras ocupar los puestos de jefe del servicio de incendios de la Urbe
tan solo a comienzos de la segunda centuria B 6 • (praefectus vigilu1n), de 1náxin10 responsable del surninistro de trigo
Finalmente, muy diversas eran también las actividades profesio- en Roma (praefectus a1111onae), y de virrey de Egipto (praefectus
nale~ ?e los caballer?~· Mu~hos de ellos revestían a lo sun10 cargos Aegypti), a conseguir el c1npleo ecuestre n1ás elevado, el de prefecto
n:un1c1pales o la func1on de tudex en Ron1a, n1ientras que otros renun- del pretorio (praefectus praetorio) us.
ciaban por_ completo a cualquier tipo de dedicación pública. Aquellos Solamente los caballeros que entraban en el servicio del estado
que obten1an ~l; ascenso ~l. segundo estan1ento desen1peñando la ca- formaban una «nobleza de toga», 111ientras que la n1ayoría de los
rrera de :entur1on eran of1c1ales profesionales, pero podían en el últi- equites no se veían lla1nados a tales destinos, tanto más cuan~o qu.e
mo escalan de su cursus ho11orun1 ocupar tan1bién los 1nás altos pues- hacia mediados del siglo u, por ejemplo, había únicamente d1sporn-
tos ecuestres como procuradores y prefectos. Lo 1nás frecuente sin bles unas 550 plazas de oficial ecuestre y, en concreto bnjo Antonino
embargo, era que la carrera de los equites admitidos en la adn;inis- Pío, poco más de 100 cargos de procurador. Esto significaba. que d
tración del ~~t~do se iniciase en empleos con10 oficial ya de rango orden ecuestre no participaba en la dirección política del 1mper10
ec~estre (mzlttta equestris); consecuentemente, un caballero servía ro1nano en la misma medida en que lo hacía el senatorial, estan1ento
pnmero como comandante de una unidad de infantería de 500 hom- en el que aquella mayoría que quedaba descartada para el consulado
bres (praefectus cohortis), a continuación bien como oficial de estado tenía acceso, cuando n1enos, a los puestos sen«ltoriales inferiores. Aho-
mayor en una legión, bien como comandante de una cohorte de in- ra bien, los C<lh~1lleros sitt1<:1dos én el ;tito funcionariado forrnaban
~antería de 1.000 hombres ( tribunus legionis, tribunus cohortis), y por parte, junto con los senadores de mayor relieve, de la élite del .impe-
ultimo como Jefe de un escuadrón~ de caballería pesada de 500 hom- rio no debiéndonos olvidar· aquí de que el prefecto del pretorio era
bres (praefectus alae); a esto se vino a añadir desde e] siglo 11 el el ~egundo hon1bre en el esL1do. l.as funciones, el r:.1ngo y los pri:i-
mando de un escuadrón de caballería de 1.000 bombres rn Los caba- legios de las fuerzas senatoriales y ecuestres dirigentes apenas se dis-
tinguían, a tal punto que a los ojos de la sociedad romana del enton-
Bó Composición del estamento ecuestre: E. Bir1ey, Roman Britain and the
ces estos dos grupos de Ja capa rectora político-nülítar del Imperio
Ro111an Arv1y (Kendal! 1961), 1?~· 154 s.; cf. del n1ís1no autor, Epigr. Studien,
2
casi no constituían dos élites separadas. Por eso, la línea divisoria
8, 1969~.PP· 70 s. 1:r.1b~nos ~nil1tares: datos del ira_bajo aún sin publícar de decisiva en la jerarquía social, y más aún en la jerarquía política, de
H .. De".'IJver, Het n11!1ta1re tnbunaat der angusttclavu _in_ het V roeg-Ronieinse los grupos superiores no era simplen1ente la que dí~curría entre ~er:a­
Kezzerrt¡k (Leuven, 1966). Caballeros africanos: lvL e_;. Jarren Iíistoria 12
1963, pp. 209 s., y Epigr. Studien, 9, 1972, pp. 146 s.; R. l)u11can-Jones' Pa~
1
dores y caballeros, sino realmente la que se establec1a entre las distin-
• P~rs o/ the, British School at Rorne, 35, 1967, pp. 147 s. Dáln1aras nóri~os e tas clases de rango en el interior de an1bos ordines dirigentes. ; .
hispanos: vease la nota 135; en cuanto a los caballeros hispanos, Ié;se adeinás Todavía más mezclada que el estamento ecuestre lo estaba la elite
esp. a ,H.-G. Pflaum, en Les etnpereurs ron1ains d'Espagne, pp. 87 s. Panonios: de la sociedad urbana. Contrariamente al orden senatorial y al ecues-
A. M~csy, RE .. Suppl; I~ (1962), coL 7~3. (~aballeros de las provincias ger~
n~anas. G. Alfoldy, Cors1 d1 Cultura sull Ar!e Ra1:'ennate e Biz., 24, 1977, pá-
g~nas 7 s. De Dacia: L. Baila, Acta class. Univ. Sc1ent. Debrecen. 13 1977 pá~ tres: H. Devijver, Prosopographia militiarun1 equestrit<111 quae /uerunt ab
gin.as 51 s. ' ' '
U 7 Qf'J . Augusto ad Gallienutn, I-III (Leuven, 1976-80).
lCia es ecu7stres: E. B1rley, Rornan Britain and the Ro 111 an Arn;y 1, us Un estudio <le conjunto en I-I.-G. Pflau1n, Les procurateurs équestres
PP- 13:3 s.; del m1s-n10, C'!rnuntun-1 Jahrb., 1957, pp. 1) s., id., en C'orolla sous le l-ltiut-En1pire ro111ain (París, 1950), y Les carriCres procu~11torit'1111es
"}~1nortae E. Swok?d~ dedtcata (Graz:Küln, .19?6), pp. 54. s.; G. Alfüldy, Die équestres sous le f!aut-E111pire ron1ain, 1-lV (París, 1960·61), Supple11Jc:1~ (Pa-
Iízl/struppen der romtschen Prov1n.t Gern1an1a tn/enor. Ep1gr. Srudien 6 (Düs-
seldorf, 1968), pp. 111 s. Con1pi!ación prosopográfica sobre los oficiaÍes ecues- 3S rís, 1982). En lo tocante a la posición de_ los caballeros en el estrato d1ng1:nte
del l1nperiu1n Romanum, cf. G. Alfüldy, L'hiron, 11, 1981, pp. 169 s.
174 Géza Alfüldy Historia social de Roma
175

tre, se carecía aquí de una institución aglutinadora a escala de todo de~uriones, si bien, sin los 39 decuriones honorarios del orden sena·
el í111pcrio rotnnno, de un «Cstan1cntn in1pcríah>, que diese cohesión t~:1al y ecuest_re, que eran patroni de esta comunidad-, y sin los 25
al grupo de personas de este rango. La organi%ación cstaincntnl de las hqos ?e decunones/(praetextati), la cifra de auténticos miembros de
élites ciudadanas, con el no1nbre de ardo decurio11111n en las comuni* es~e .organo asc~nd1a .exactamente a 100. En las aproximadamente
dades organizadas a la rotnana, venía a configurarse co1no una corpo- mil ciudades del imperio romano habría que calcular, por consiguiente,
ración independiente en cada ciudad: agrupaba aquí, marcando clara- un total de 100.000 a 150.000 decuriones; en Africa su nümero al-
mente las distancias con la plebe urbana, a los miembros del consejo canzaba, según R. Duncan-Jones, unos 25.000, lo que podría corres-
y a los magistrados. La pertenencia a uno de estos órdenes locales ponder a un 2 por 100 de la población masculina adulta de las ciu-
estaba en principio tan lejos de ser hereditaria cotno en el caso ecues- dades 140 • •

tre; en su seno ingresaba cualquiet ciudadano acaudalado que tras Paradójícamenk, la forma unitaria de organización de las élites
haber cumplido los 25 ó 30 años de edad y por desempeñar las magis- urbanas tra¡o. consigo una heterogeneidad mayor en su composición.
traturas municipales -a partir del siglo n támbién sin d ejercicio La importancia y la cifra de población de las distintas ciudades así
de tales funciones-·- era llamado a formar parte del consejo local como su. corre~pondiente estructura social, acusan a menudo con~ide·
(decurionatus). Pero, dado que los hijos de los decuriones heredaban tables diferenc~as; en congruencia con esto, también podía variar lo
la fortuna de sus padres, era habitual ya desde el Alto Imperio que suyo de una oudad a otra la posición social de esas 100 personas
los mietnbros de una misn1a familia continuasen a lo largo de varias r:ctotas d~l o~do decurionum, tanto por su riqueza como por su acti-
generaciones como micn1bros del ardo decurio11u1n de una ciudad y, vt~ad ~conóm1ca, su. formación y su origen. Esto Se evidencia sin ir
puesto que en estas comunidades urbanas, al menos desde el siglo II, rr,ias le¡os, en la desigual fijación del mínimo de fortuna. En ~uchas
apenas se produjeron catnbios revolucíonarios (v. gr., co1no canse~ cIUdades grandes y medianas, como Cartago o la norditálica Comum
cuenda del ascenso de libertos), el decurionado fue en la práctica el censo mínimo requerido era de 100 .000 sestercios. En comunida~
siempre heredable; esto condujo a que también los hijos de los decu- des urbanas tnenos importantes éste se veía reducido, hasta el punto
riones fueran íncluídos en el orden u9• de ~ue en los pequeños municipios africanos quedaba en 20.000 ses-
El ordo de cada una de las ciudades contaba a lo sumo con 100 terc10s; toda vez que en el A frica del siglo n incluso una renta de
miembros. Sólo ocasionaltnente se quebraba esta regla, y con mayor 60.000 sestercios se tenfa por modesta sin más (Apul., Apol. 101),
facilidad en Oriente, donde el consejo de ancianos (gerousia) de las re~ultaba, que los decuriones de numerosas pequeñas ciudades eran
comunidades más grandes podía incluir hasta varios cientos de indi- «ricos>> un1camente a escala local.
viduos1 aunque también en las ciudades muy pequeñas, en las que _También dentro de una misma provincia podían darse entre los
resultaba in1posible encontrar 100 hombres que pudiesen afrontar ordmes de. sus distintas ciudades grandes. diferencias. Así, en Tarraco,
los gastos del decurionado. En algunos nücleos urbanos de Italia, la n~a capital de fa provmcia de H1sparna citerior, la mayor parte de
como Cures y Veyes, los miembros del consejo sígnífícativamente se l~s tttulares de digni¿ades mui:icipales que nos son conocidos dispo-
llamaban centumviri. En el a/bum de la ciudad de Canusium corres- n1an de l.a cuahf1cac1on económica ecuestre, y la admisión en el orden
pondiente al año 223 (ILS 6121) fue enumerado un total de 164 de esta c1Udad e'.luiv~lía para los forasteros ricos -por ejemplo para
los _grandes propietarios del interior del país- a un auténtico a;censo
uq CL P. Garnscy, en ANR\V II 1, pp. 241 s. Breve síntesis en J. Gagé,
Les classes sociales dans l'Entpire ron1a;n, pp. 153 s. Cuestiones de derecho: socia.]; por contra, los decuriones de las ciudades más pequeñas del
W. Langhammer, Die rechtliche und soziale Stellung der Magistratus Munici- interior e~pañol sólo ~n cas~s _muy contados llegaban al ordo equester,
pales und der Decuriones (\Viesbaden, 1973). Ya para cada uno de los ordines Y es_tos mism?s decunone~ unicamente a partir de tiempos de Adriano
en concreto, vid., p. ej., P. Castrén, Ordo populusque Po1npeianus. Polity and pudieron ~sp.1rar con un ex1to más frecuente al cargo de primer sacer-
Society in Ro1nan Pon1peii (Roma, 1975); cf. también M. L. Gordon, Journ. o/
Rom. Stud., 17, 1927, pp. 165 (Pompeya); J. H. D'Arms, Atner. Journ. o/ Phi- d?te provmctal en Tattaco. La mayoría de los decuriones, y así suce-
lol., 97, 1976, 387 s. {Ostia). Sobre la capa rectora de las ciudades itálicas, cf. d.ia en toda: partes, era propietaria de predios ubicados en el territo-
asimismo S. Demougin, Ancient Society, 6, 1975, pp. 143 s. (iudices de las de- rio de la c!Udad, donde --como, v. gr., en Nórico-- disponían a
curias de la ciijdad de Rotna procedentes de las ciudades itálicas). Para la capa
alta de las cíu1adcs ele las provincias noroccidentales, cf. G. Rupprecht, Unter-
n R. Duncan+Jone~, Papers of the British School at Rome, 31, 1963 pá~
14
suchunf.en zutt Dckurionenstand in den nordwestlichen Provinz.en des RO- •
vúschen Reiches (Kallmünz, 1975). g1nas 159 s.; cf. del mismo, The Economy o/ the Roman Empire, pp. 283 ~.

176
Géza Alfo!d y Historia social de Ilon1a 177
f
~enudo de villas. Pero el tamaño, al igual que la rentabilidad de los
1
en situación Je correr con los gastos propios de su rango 143 • Así, ya
diversos fundos, podía? desemejar bastante. Así, mientras que las bajo Adriano se registraba una diferencia entre los pri1Aores viri y los
tierras de los ncc:s. habitantes de las ciudades de la Galia podían al- inferiores dentro del orden de una ciudad con10 Clazo1nenas en A.. sia
canzar un_a superf~c1e de hasta 10 kilómetros cuadrados, las iincas de Menor (Dig. 50,7,5,5). Pero ya antes muchas comunidades albergaban
los decunones ma~ ?udientes de Aquincum comprendían con mucho familias particulares descollantes, cuyos n1ie1nbros se distinguían
d~ tres a cuatro krlometros cuadrados, cifras que aún se hacían deci- especialmente por sus fundaciones y donativos y revestían con una
didamente más pequeñas en el territorio de n1uchas ciudades 14 1 frecuencia exagerada las n1agistraturas urbanas; en la segunda cen-
1--Iabría que anotar todavía muchas otras diferencias entre. cada turia tales fa1nilias se docu1nentan a inenudo, como, por ejemplo, los
uno _de. estos ordines. En los grandes centros n1ercantiles, como Ostia Valeríi en Poetovio de Panonia, una familia de cuyo seno salieron
Aquile1a o Salona, se incluían también entre los decuriones numeroso; varios caballeros y significativarnente también el senador panonio n1ás
hombres de comercio y empresarios. En ciudades más grandes este antiguo que conoce1nos 144 •
orden se present~ba con frecuencia ~uertemente n1ezclado, aunque en Si los distintos ordines decurionun1, pese a todas sus diferencias,
otro sentido. As1, en Saiona, por e1emplo, y en consonancia con la observaban también importantes sen1ejanzas en las n1uchas y en parte
estructura de población de esta colonia, el decuriona<lo estaba inte- muy disparn1ent~ estructuradas con1unidades del in1perio ro1nano, esto
grado por los desce~dientes de_ los primitivos pobladores itálicos, por era debido a que con1partían unos 1nisrnos derechos y obligaciones 1
veteranos y descend_ientes de neos libertos, por inmigrantes de Italia y a que de ello se derivaba una unidad <le funciones para sus rnie1n-
Y d~ vanas provincias, que nunca dejaban de afluir, y por indígenas bros en todas las ciudades. No sólo los privilegios jurídico-penales
venidos de la montaña dálmata. En cambio, los decuriones de Aquin- de los decuriones eran iguales para todos ellos) sino ta1nbién su tarea
cum que nos son conocidos en el siglo II eran celtas ron1anizados · en de garantizar el funciona1niento autónon10 de las ciudades en la ad1ni-
los pegueñ?s municipios panonios J como también en los del int~ríor nistración de justicia, en las finanzas) en el abasto de alin1enros, en
d~ Dalmana, se trataba tambiéq de indígenas, a menudo campesinos la construcción y en el mantenirniento del orden pl1blico. Para cun1plir
solo rela;ivamente bien acomodados, que estaban muy por debajo de este cometido estaban, por una parte, las resoluciones tomadas por los
sus ?om~logos de los grandes centros urbanos, no sólo en cuanto a decuriones en calidad de senado local, y, por otra, la actividad de los
su s1tuac1ón económica sino tan1bién en lo relativo a sus influencias
1 magistrados, que, al n1enos en el Alto In1perio, ascendían al ardo de-
políticas y a su nivel de educación 142 • • curionunz b<:lsícarnente por este ca1n.ino. Se abría así tan1bién para los
. Por regla general, ni siquiera el ordo decurionutt1 de una misma integrantes de este orden la posibilidad de una carn:ra adn1inistrativa
ciudad ~ra homogéneo, y ello no sólo por el hecho de que el estrato con una configuración específica1nentc est;unentaL en caso normal
de los ricos, por razón de su origen y profesión, estaba ya n1ezclado, el decurión era prin1ero aedilis y luego duianvir (en nun1erosas ciu-
como en el caso de Salona. Análogan1ente a la jerarguización social dades con el título de quattuorvir t1edilicie1 polestatc, o bien, quat-
q~; se daba en el seno de los estamentos seni.ttorial y ecuestre, tan 1 ~ tuorvir iure dicundu ), esto es, vice<.dc<.ddé y después alcalde, durante
bien el orden de decuriones en cada ciudad acusaba una estratifica- un año, respectiva1nente; pero éste podía revestir otn.is n1agístraturas)
ción interna, que se hizo creciente aproximadan1ente desde con1ien- como Ia cuestura urbana o desen1pefi.ar repetidamente el cargo de
zos del siglo II,. ~uando n1u~hos ?ecuriones en1pezaron poco a poco a alcalde y ocupar ade1nás ]os cargos sacerdotales 1nunicipales t~s.
enfrentarse a d1f1cultades f1nanc1eras y a encontrarse cada vez menos Igual de in1portantes eran asi1nis1no las funciones cconón1icas de
utilidad pública cncon1endad,1s a !ns decuriones. Junto con los libertos
"'_Decuriones en. Tarraco: G. Alfoldy, RE Suppl. XV (1978), col. 620 s.; ricos, eran ellos los que pagaban la mayor parte ele los gastos de las
e? H1span1~: del i;i~smo _autor, !la1nines provinciae _flispaniae citeriorü, pá-
g!?ªs 20 s., en _Nonco: 14., _Nonc;un, pp. 117 s. (Ltsta: pp. 264 s.); exten- Hl P. Garnsey, en ANR\V II 1, pp. 229 s.
s10~0de las propiedad~?: b1bhografia, ibid., p. 321, nota 113. 144
G. AlfOldy, ,4rh. \lestnik, 15-16, 19()4-(")5, pp. 137 s. Sobre familias de
. Salan~: G. Alfoldy, BevOlkerung und Gesellscha/t der romischen Pro- este calibre en una ciudad véase adeinás del n1Ísrno autor, Los Baebii de Sa-
vf~! Dabnalte11, PJ?· 108.
g
s.;DaI::nada e_n gen~~al: J. J. Wilkes, Daltnatia, pá-
s 297 s. Aqu1nc_um. A. Mocsy, Die Bevolkerung von Pannonien bis zu
gunt1on (Valencia, 1977).
r..1 Cf. esp. W. Liebenam, Stddtevenvaltung i1n rOnúschen Kaiserreiche
t:.n Marko1nannenkr1egen, pp. 70 s. I-Iijos de libertos en el ardo urbano: cf. (Leipzig, 1900); F. F. ;\bbott-A. C. Johnson, J\f11nicip11L Adnú11istn1tion in thc
~. L. Gordon, ]ourn. o/ Rom. Stud., 21, 1931, pp. 65 s.; P. Garnsey en Ronian Enipire (Princeton, 1926), así con10 A. K. Bo\vn1an, ]'he Town Cou11-
Essays Jn Honour o/ C. E. Stevens (farnborough, 1975), pp. 167 s. ' cils o/ Ron1an Egypt (Toronto, 1971).
Géza AlfOldy Historia social de Roma 179
178
., esperaba que abonase a la vjeron cada ve7. más incapaces de tales dispendios, dio comienzo un
i:iudadcs. J)c un dccurton,. por tan~o,lse , o q'ue ostentaba (s10111na proceso que condujo a la creciente regiamentaci6n del sistema de la
·1 1 na de dinero pot e rang
con1un1c ao una sui .' . ·. _ ¡
· ., ¡
astos de construccton e e
· ) e h1c1cse cargo c.1e os g.' · b ¡ liturgía por parte del estado, con el resultado de que el decurionado
honoraria o qu~ .s. -, , . F 1 n1is1no rincipio se aplica a a a empezó a convertirse en una carga para mucha gente rica. Ya en
determinados edtftctos publtco;¡. ~ d. c:rdotes de la ciudad, que tiempos de los Antoninos estaba claramente perfilada esta tendencia,
concesión de los ca.rgos honort tc?s e sa. lo costaba 5 .000 ses- como mejor que nada ponen de manifiesto las repetidas mociones de
en la población africana de Must1~, por e¡~tn~ ai puesto satisficiesen
los habitantes de las ciudades, pidiendo ser liberados de dichas car-
tercios, siendo posibl~ qlie los¡ aspir;;.~ ~: ~~nt;os urbanos de Africa
1
1
gas. Con todo, hemos de señalar que las consecuencias verdadera-·
el doble de esta cant1 ac; en os re ·¡ b n la mayor parte de los mente serias de esta evolución se pusieron de manifiesto tan sólo
el precio de los distintos cargos osct :!, aAe a Jalados dignatarios !o-
a partir del emperador Marco Aurelio, y que en líneas generales las
casos entre 2.000 y 20.000 s~sterctos . on~iJ1erablemente altas y se
élites urbanas en época del Principado estuvieron perfectamente en
cales aportaban no P?cas ~eces sun1as e f~ecu~ncia: un Aulo Quin- situación de cumplir con esta .importantísima función económica para
lucían haciendo beneficencia cor~ bl~s~ante rr'era polític·a municipal el imperio. Por otra parte, y dadas sus responsabilidades políticas,
.. . · ~lo que rea tzo una ca
t1lio Prisco, por e1e1n J ' d. _or valor de 70 000 sester- estos sectores sociales constituían la columna vertebral del sistema
en Ferentinum (Italia), puso susdpdre !OSI plas r'entas anu;les de esas
d' · ·' d 1 comunt a Y e e de dominio romano: sus integrantes suponían un alivio para el es-
cías a ispos1c1on e . a r (ILS 6271) Ciertamente, esta tado al cargar con el peso de la administración local; además, como
tierras hacía un donattvo en a tmentos . , n co.n los desembolsos,
n11nti/iccntia resultaba inodesta en compa\actob d 1 orden decuria- capa superior común a todas las ciudades y territorios urbanos -no
D · 1·0 Zmaragdo de1
. l dos de otros m1em ros e obstante sus múltiples diferencias étnicas y sociales- y valedora
con frecuencia muy e eva · • . · ·
, l · r1cntal Cayo om1c ··" ' ' ' de los ideales y costumbres romanos, el decurionado contribuyó de
nal. Un c~ecuri?,º e e origen i~ bol;iÚo Ía erección del anfiteatro en forma muy esencial a que la unidad del I m perium Romanum pudiese
siglo n.' hnancto de su pro¡ILS 7121) y la suma en torno a los do_s ser conservada.
el 1nun1c1p10 de Carnuntum . · -l 'f O ramoas de Rodia-
millones y medio de sestercios que e . ¡maso l p '. d l s de Licia Sin formar parte de esta élite municipal babia en las ciudades
polis entregó en la primera mitad del si~ o II .ª as ctt\;sc ~icos sena- otro estrato social, también acaudalado, y que, al menos por la ca-
(IGRR III739 ), era propia ya de la liberalidad de pacidad económica de sus componentes, ha de ser incluido entre las
dores y caballeros "-
1
b , líneas gene- capas altas de la sociedad romana. Nos referimos a los liberti ricos 148 •
• ,
E~ el siglo I este sistema de la !tturgrn se as¡º'
l . , . d l voluntariedad, ya que a otec1en e
t vida ¡'¡n Las fuentes de enriquecimiento de este círculo estaban a menudo
rales, en e principio d_ i .
l {. :l fundación reciente ofrec1a
económica en inuchas. e as ctuc ac es ~ªe'ª alta local magníficas po-
, en el comercio, la banca y la producción artesanal, aunque cierta-
mente también en la propiedad fundiaria; por lo demás, también
con frecuencia a .los inte.grantes ~e la 't·' ~ artir de los gobier- estos hombres de fortuna colocaban por lo general sus ganancias en
sibilidades financieras. Sin en1l:a/1go.' cuando a lp decuriones se vol-
nos de Trajano y Adriano los f!J erzores entre os
1 bienes raíces, a tal punto que con frecuencia: ellos constituían, en
igual medida que los decuriones, un estrato de propietarios de tierras
1 68 586 588 591 59_5 599. Sobre este sistema, vid. R.
en los territorios de la ciudad. Pero, a causa de la mancha que les
146 Mustis: AE, 9 ' J 1,D. -'¡ )c,hool 'at RoJnc, 30, 1962, PP· 65 s., y acarreaba su origen no libre, incluso los libertos más ricos solamente
Duncan-Jones, Papcrs 01 1 Je nlts_J '- 2 s. M Leglay en Akte des IV. en casos excepcionales conseguían entrar en el ardo decurionum de
Th(' EcOnon1y o/ the R:.on1aJ'. ~'?'phre, P~· l~teÍ1~ifch~ Epi~r;phik 1962 (Wícn,
Interna!. Knngresses fur gnec 11sc e un f R Stud. 61 1971, pp. 116 s., e una ciudad; más corriente era que por sus servicios fuesen distingui-
1191_64),. pp2. 022{9;i ~Ü9Gsarp=~~ ¿~uÍÍ~,,1~11es d~· Africa: cf.' M. S. Bassignano, Il dos con los signos externos del cargo de decurión (ornamenta decu-
utm·ta, • ' . · d ll'Af .· (Roma 1974). rionalia), sin verse por ello convertidos en miembros de este orden.
flan?inato nelle P.rovince ro1~an{, e r;//~ª ngen ¡,/ der griechischen itnd rOJJzis·
¡41 So~rc el ststcrr1a, cf. . ~u-~, , ttef Díe Liturgie-(I.-eipzig, 1917); N. Lc-
chen An_t1ke, ~-II (Ber:.1.n,~914), Fi Oe~ éo!Jtpulsory Public Service i~t Egypt
148
Cf. esp. A. M. Duff, Freedmen in the Roman Empire 1 (Cambridge, 1958),
v.ris, Lertourf!.ta Papyn. . ocun~cn s 0 En lo referente a Jas prestaciones de pp. 69 s., y 124 s., amén de la obra de G. Fabte sobre los libertos en la Reff
rmda Roma11 fule (Ph1ladelpl~ak 19~3{Xr "Eck-H. Galsterer-H. Wolff, Studie? pública tardía (supra nota 93). Cf. además del mismo, en Acles du Colloque
la capa. al.ta ~"'ªº1ª' "11d.h\t:tl. f't;chrift
F. Vittiugholf (Koln-Wien, 1980), pa- 1973 sur l'esclavage (París, 1976), pp. 417 s. (liberti en las ciudades de la penín-
zur anlihcn ,)or.1a gesc }te e. es sula ibérica. Conciencia de identidad de los libertos a la luz de las losas sepul~
. º8'
¡;::1nas "-L - s. l erales: P. Zanker, Jahrb. d. Deutschen Arch. Inst., 80, 1975 (1976), pp. 267 s.
180 Géza A!füldy 181
Historia social de Romi:I 1
1

Generalmente constituían una corporación propia, que en la sociedad de sus 1nagníficas condiciones econó1nicas y posición de¡poder, y aun
urbana representaba, tras el ordo decurionum, una suerte de «segundo conociendo una estratificación aparte, también los esclavos y libertos
orden», al igual que el estamento ecuestre en relación al senatorial del emperador (familia Caesaris) pueden ser contados entre las capas
150
en la sociedad del imperio. Sus componentes se llamaban en la mayor altas de la sociedad romana en el in1perio ron1ano • Por su activi-
parte de los casos Augustales (con distintas variantes), en congruencia dad en Roma y en otros centros adn1inistrativos pertenecían con fre-
con sus funciones en el culto al emperadot, y ocasionalmente su aso- cuencia a la capa alta de las ciudades, si bien en la mayor parte
ciación fue explícitamente denominada ordo Augustalium, corno, por de los casos no estaban vinculados con dichas co1nunidades por nin-
ejemplo, en el caso de Ostia (ILS 6141,6164). Unicamente en las gún vínculo institucional. Su fortuna, en efe~to, les permitía t?mbi~n
pequeñas ciudades agrarias, en las que apenas había liberti ricos, fa]. a ellos apoyar con ayuda financiera a las cmdades. Un Publ10 El10
taban por completo tales organizaciones. Aquí y allá estas corpora- Onésimo, liberto de Adriano, regaló a su ciudad natal de Nacolea
ciones agrupaban también a ingenui (entre ellos a menudo hijos de en Asia Menor 200.000 sestercios para su suministro de grano; in-
manumisos), pero al menos en los centros urbanos más grandes la fi. dicativo de la capacidad financiera de estos círculos es el hecho de
gura del augustal como rico advenedizo de origen esclavo respondía que tal persona hiciera expresa referencia a la modestia de sus re-
al tipo social de un Trímalción 149 • cursos (ILS 7196). Hasta qué punto se apartaba el status social de
Las Junciones económicas de estos libertos casi no se diferencia~ tales liberti y servi del de los libertos y esclavos corrientes, lo ponen
ban de las de los decuriones: mediante el pago de una suma de di- de n1anifiesto sus frecuentes enlaces rnatrimoniales con mujeres de
nero o la erección de estatuas de culto para su admisión entre los origen libre; su servicio a la persona del césar, tanto en los despa-
augustales o para recibir otros honores, a inás de la financiación de chos centrales de la administración imperial en la corte, como en las
obras e instituciones públicas, estas personas cubrían un importante oficinas de las capitales provinciales y en los dominios del emperador,
apartado de aquellos gastos que resultaban indispensables para el
les confería un determinado prestigio. A pesar de ello, el estigma
desarrollo de las ciudades y el abastecimiento de su población. Pu-
blio Decirnio Eros Mérula, por ejemplo, el acaudalado médico de de su nacimiento esclavo pcnía a sus vidas barreras sünilares a las
origen servil en Asisium (pp. 156 s.), pagó a esta comunidad 2.000 ses- que encontraban los libertos ricos de las ciudades: pese a sus gran-
tercios por su inclusión en la organización de los pudientes liberti des servicios, pese a su poder y riqueza, sólo en casos excepcionales
y aún donó otros 67 .000 sestercios para la erección de estatuas y llegaban a ingresar en el estan1ento ecuestre y jan1ás en el de los
pavimentación de las calles (ILS 7812). Otros libertos podían des- senadores. Lo n1isn10 cabe decir hasta del vértice de la fcunilia Cae-
embolsar cantidades considerablemente más elevadas para fines pú- saris) incluso de los tres más poderosos liherti en la corte Ílnperial,
blicos, que, al menos en el siglo I, no pocas veces superaban los dis- que debido a su enorme influencia bajo Claudio llegaron a tener am·
pendios de los decuriones. El florecimiento económico de muchas pliamente en sus manos el tünón de la política reman~, concr~ta­
ciudades durante el Alto Imperio se debía en gran medida a esta mente el secretario general imperial ( ab epistulis), NMc1so; el ¡efe
capa social, si bien es verdad que desde comienzos del siglo n su im- de la oficina encargada de las peticiones (a libellis), Calisto, y el secre-
portancia en este sentido decaería sensiblemente; ello trajo consigo tario de las finanzas (a rationibus), Palas. Incluso Palas, que podía
una sobrecarga para los decuriones y además dificultades crecientes permitirse rechazar los 15.000.000 sestercios ofrecidos por el se-
.en orden al abastecimiento de los núcleos urbanos. nado en reconocin1iento a sus servicios, obtuvo tan sólo las insignias
La situación de los libertos ricos de las ciudades se asemejaba externas de pretor, sin llegar a ser admitido formalmente en el orden
en muchos sentidos a la de los esclavos y libertos imperiales. En vista senatorial romano (Plin., Ep. 8,6,1 s.).

149 iw Una síntesis en G. Boulvert, Esclaves et affranchis irnpériaux sous le


• Sobre los augustales léase un tratamiento pormenorizado en R. Duthoy,
Eptgraphica, 36, 1974 (1975), pp. 1.34 s. (importancia social); Epigr. Studien, Haut-E 1npíre rou1ain (Nápol.es, 1970); ~e_l 1nismo, Don1est~q11e et fo,nctionnaire
1

11, 1976, pp. 143 s. (difusión); ANR\V, II, 16, 2 (Berlín-Nueva York 1978) sous le }Jaut-En1pire ro1na111. La cond1tron de l a//ra.ncht et _de l ese/ave du
pp. 1254 s. (visión general). Cf. P. Kneissl, Chiron, 10, 1980, pp. 291 's. (par; prince (París, 1974); P. R. C. Weaver, FanJilia Ct1esaris. ;1 social. Stud~1 o/ the
el nacimiento ?e la augustalídad}; G. AlfOldy, 1-lonienaje García Bellido, IV, En1peror's Preednien and Slaves (Ca1nbri<lge, 1972). Esd.ª"."ºs 11npcr1:d~s en
Rev. de la Untv. Complutense, 16, 1979 (1981), pp. 195 s. (erección de esta- k~:fJ Egipto: I. Biezunska-Malowist, é1: M. Capozza (cd.), Scht11tJttu, 1nano!l1tSSlOne e
ruas de dioses por los seviri Augustales). Ó\ classi dipendenti nel rnondo antzco (Ro1na, 1979), pp. 175 s.
Historia social de Roma 183
Géza A!füldy
182
taba además la diferente posición social de los ingenuos, libertos y
Estratos urbanos inferiores esclavos, de la que se derivaban también importantes diferencias so-
ciales, toda ve¡, que esas categorías jurídicas reflejaban distintas for-
. ., . d l ¡ · Je la población en el im- mas de dependencia de los grupos de población respecto de los es-
La compos1c1on social e as capa,s }a¡as , 1 de los es-
perio ro1nano era todavía mucho tnas heterogenea qudív~rsidad eco- tratos superiores. Con tocio, y pese al declive perceptible. en general
tratos elevados. Es~o seldds¡lren~ía;· s~br~!~~~,d~l ~~perio: Veíamos del urbanus al rusticus o del i11genuus al libertus y de éste al servus,
las fronteras entre todos estos grupos no representaban en realidad
~~1~i~~~ s~~~~~dadu t~~~: t~m~~én1si:i;~:t::te:u~o~si:~~~~~asa~:~¿~ líneas claras de división social. La posesión o no posesión de los •
medios de producción, el bienestar relativo o la pobreza, la parcial
estructura de las capas dirigentes, s1 dbt r anizaciones estamen-
en Ia n:ayor _p.arte de lo~ caso~"ia~;r~1J;~
tales e 1de.nt1f1cados aqut en . .
J; ro~también
~s~alo~es de rango por
los estratos in-
o total dependencia de las capas altas, no se deducían simplemente
de la pertenencia a una de las categorías de población enumeradas.
característ1cas estan1cntalcs un1~ar1as. Pe. d nte la época del Antes bien, era en función de estos factores que se daba también
feriares de este ítnperio mundial. conocieron Í ura dad sea que éste dentro de cada uno de los grupos mencionados una profunda estra-
Principado un proceso de i~tegrac1ón, aunque a v~ o' nu~~a los mis- tificación interna, sólo que dicha estratificación era siempre gradual
-y principalmente en las areas r;1rales-d:º1f:~~i1<lad romana. Así, y no presentaba claras separaciones.
tnos e.fcctos que en l~s, r~ngos n1_as altos .os del cambio de la Las capas bajas de la población presentaban una mayor unidad
entre los decuriones itahcos, africanos o panon1 1 con dife- en las ciudades que en las regiones rurales. También su posición so-
primera a la segunda centuria nos encont~a1nos a o }~~~:~. en cam- cial -considerada en su conjunto- era más favorable que la de las
rencias de grado' debidas a su n{1merc:' riqueza ? cu - , mismos masas campesinas: en los núcleos urbanos había con frecuencia me-
bio tnienttas que la población campesina de ~taha por esos, en jores posibilidades de trabajo, opciones más favorables de elección
, d , h 1 os en Afnca se componia ya y cambio de profesión, un mayor campo para la vida pública, más
años compren ía aun mue .ºs ese av ' - l . d agriculto-
,buena parte d e co lanos Y en p ª n0 nía , por e contrario, e munificencia y, por supuesto, mejores posibilidades de entreteni-
miento que en el campo. Hecho revelador, los libertos ricos que es-
res independielntes. b . s de la sociedad romana estaban divididas taban colegiados en las corporaciones augustales habían ascendido
Tampoco as capas ªlª ' 1 caso de los grupos
según criterios jerárquicos tan claros como en e º, ., dis por lo general del círculo de los liberti urbanos. La mayor parte de los
. Visibles eran sólo aquellas líneas de ~eparac1on quesena: integrantes de la plebs urbana no tenía ciertamente tanta suerte. En
supe.r1ores. l iemplo entre
curtían no en un sentido horizonta ' corno, por e . ' ~n sentido todo caso, muchos de ellos podían encontrar, al menos en las grandes
dores caballeros y decuriones sin rango ecu::tre,, s~}~ente recono- ciudades, una existencia segura) corno venía acaeciendo ante todo en
v erti~al Ante todo había una línea de separacton fac1, d d r las Roma. Significativamente, tales individuos seguían incluyéndose entre
' ·
cible entre la plebs ur bl ª ª ·,Y ¡a P¡¡e b5 ruystica
h 11 1
que venta a a po
rural en cuanto a ug 1 ar de la población pobre, aun cuando poseyesen una fortuna de 20.000
diferencias entre 1a po ª.c 1?11 ur )ªºª~ . ' ·1 d vida posibili- sestercios y cuatro esclavos (Juvenal 9,140 s.). A los esclavos mis-
residencia, profesión, act1v1dad. :conon11ca, estibo ~si. ¿stas eran mos, por término medio, les iban las cosas esencialmente mejor aquí
J'ades de 3.scenso cultura) tradtc1ones y costum res ' y la que en el campo: Séneca veía una notable diferencia entre la situación
'- · ' ntaban un contraste con más llevadera del esclavo urbano y el pesado trabajo del esclavo
tanto más llamativas cuanto que represe b disociación tan
d l capas altas que no acusa an una b agrícola (De ira 3,29,1); Columela echaba en cara a los serví de la
estructura e asl , ' ' d b nitas y rusticitas se expr~sa a ciudad que, en contraposición a la eficiencia y laboriosidad de sus
marcada. y a en os conceptos e ur a b 1 distinto nivel cultural
con toda claridad el parecer generlal so re
de los habitantes de la cwdad y e campo. stra on
E b, dividía a la po-
. d ade-
homólogos de las fincas rústicas, sólo viviesen pata las diversiones
(1,8,l s.). Importante era asimismo que los integrantes de las capas
., b bitantes de las ciudades y del campo, menCJonan o. 1 bajas urbanas podían organizarse también en sociedades (collegia).
blac1on en a ', . ¿· ( ). Galeno veía una apreciab e
más una categona mterme ia 13 , 1 ,25 , . d l . d d la Estos colegios controlados por el estado o por la administración local
di ;inción social entre los bien cuidados habltantes . e a J'f1.
ª¿ y es- hacían posible que gentes muy sencillas, incluso esclavos, se encon-
ca:tigada p~blación campesina (6,749 s.). Claramente e ml a trasen unidos con sus compañeros de trabajo (p. ej., en el collegium
1 fabrum, existente en muchas ciudades y agrupador de artesanos) o
1s1 Cf. esp. R. Macrv1ullcn, Social Relations, pp. 30 s.
184 Géza Alfoldy 1-Iistoria soci<:il de Ruina 185
1
1

con otros devotos en el culto a la misma divinidad m Los compo- nos infor1na de un 1nercader de la ciudad de Ro1na ( qNi negotiando
nentes de tales sociedades estaban imbuidos de una cierta conciencia loc11p/ete111 se speravit esse f11tumm; spe decept11s erat'. ILS 7519).
corporativista y a la hora de dirigir la corporación podían imitar la Un vivo descontento era ocasionado por las hu1nillaci0nes yue tenían
actuación de los dignatarios urbanos; por otra parte, gracias a las que padecer los clientes pobres, tanto si se trataba Je ingenuos corno
tarifas cobradas a los socios y a los regalos de los ciudadanos ricos, de libertos en casa de los ricos~ con bastante frecuencia incluso por
estos colegios estaban en condiciones de financiar 1nejores comidas parte de l~s esclavos (v. gr., Juvenal 3,184 s.). Evidentemente tam-
para sus afiliados y un entierro en toda regla para ellos. Además, a bién los esclavos urbanos recibían con frecuencia rnalos tratos, como,
ellos se encomendaba la función del servicio urbano de incendios. por ejemplo, los que inf!ingía el senador Larciu Maccdo (Plin., Ep.
Gran importancia tenía asin1ismo que la plebs urbana en Roma era 3,14,1), quien sinto1nática1nente era hijo de un antiguo esclavo, al
provista de grano con frecuencia por el e1nper~1dor y en las restantes igual gue Vedio Polio, cuya crueldad era temida por quienes no eran
ciudades generalmente por particulares acaudalados. A ello se aña- libres ' 55 •
díanJ con10 más ventajas sociales, las posibílidades de diversión y en~ La dedicación profesional de los integrantes de las capas bajas
tretenimiento 1 sobre todo, los espectáculos del anfiteatro, del circo ciudadanas resultaba rnuy variada. Ante todo, entre los esclavos y
y del teatro, financiados en Roma también a menudo por el césar libertos se podían encontrar con gran frecuencia los representantes de
y en los otros centros urbanos por los ciudadanos ricos, sin olvidar la «inteligencia» del iinperio ron1ano (prescindiendo ahora de los
las demás ofertas de recreo de una ciudad, incluida la visita a los juristas, que integraban a menudo las capas sociales n1ás altas): como
burdeles (de los que sólo en Pompeya hay 28 atestiguados). jurisconsultos, adn1ínistradores de casas y fortunas, 1nédicos, peda-
A pesar de todo ello, la vida era dura para la mayor parte de los gogos, artistas, 1núsicos, actores, escritores, ingenieros, hasta con10
componentes de la plebs urbana. Sus capas más bajas, sobre todo, co- filósofos, ejercían la 1nayor parte de las profesiones liberales e int~­
nocían el desprecio de los círculos sociales n1ás encun1brados, como lectuales, cuya reputación era entonces equivalente a la del traba10
pone suficientemente de manifiesto el juicio de Tácito, cuando habla manual. Entre los esclavos se contaban rnuchos sirvientes de la casa
de la plebs sordida et circo ac theatris su eta (Hist. 1,4) 153 • Sus con- y esclavos de lujo, que no encontrabc1n ninguna aplicación en la pro-
diciones de vida eran a menudo miserables, las condiciones de trabajo ducción; lo misn10 cabría decir Je 1nuchas personas nacidas libres y
con frecuencia muy ingratas, la alimentación 'f el vestido insuficien- libertos de las ciudades más grandes y principalmente de Roma, donde
tes en muchos casos, y su hacienda, por lo general, 1nuy pobre 154 • la extensa capa de los receptores parásitos de trigo constituyó sien1-
Le afectaban con especial virulencia las escaseces de alin1entos co1110 pre un «lun1penproletariado». En las ciud:1des n1ás pcqueüas del
por ejemplo, la del año 32 en Roma (Tac., Ann. 6,13). En, Roma'. mundo provincial inuchos de sus habitantes no eran otra cosa q:--ie
v. gr., los mendigos implorando compasión (Séneca, Clem. 2,7) campesinos que explotaban las fincas de los alrededores. En cambio,
constituían un cuadro frecuente. El celo y la capacidad no garantiza· en los núcleos urbanos n1ás in1portantes los 1nien1bros de los estratos
ban en absoluto el éxito económico y social, ni siquiera el a 1nenudo inferiores desempeñaban por lo gcnen1I una función econón1ica 1 en la
lucrativo comercio aportaba beneficios con plena seguridad, como se mayor p<1tte de los casos co1no artes<lnos y con1erciantes. 1viuchos de
ellos disponían de un pequeño negocio_, propio o arrendado, en el
que trabajaban solos o con unos cuantos esclavos o libertos. Así,
ui J. P. Waltzing, Etude historique sur les corporations professionelles chez todavía en la Roma de tiempos de San Agustín había una calle de
·tes romains, 1-IV (Louvain, 1895-1900); E. Kornemann, RE, IV (1900), col. 380
y siguiente¡ F. M. De Robertis, Storia delle corporazioni e del regitnc ussociativo plateros con numerosos talleres (De civ. Dei 7,4). Incluso los escla-
ne! niondo ron1ano, 1-II (Bari 1974); ernperador y plebe: véase nota 106 vos podían llevar una pequeña e1npresa 1 con10, por e¡en1plo, en Br1-
'"Cfl . a respecto z . y ' Athenaeun1 N.S., 43, 1965 pp. 295 s. .
avetz, tania, cerca de Eburacum, un pequeño taller de orives (ILS 3651).
~st V~ase, por ej., Marcial, 2 153 1 1 s.¡ '11,56,1 S.j 12J32) s. Acerca de
1a s1tua:1ón de la plebe en las ciudades, cf. F. F. Abbott, The Con11non People Muchísimos artesanos, sin embargo, estaban empleados en los talleres
of Anctent Rome (Nueva York, 1911); R. MacMullen, Social Relations, pági- de pudientes ho1nbres de e1npresa, caso de los nun1erosos esclavos
nas 63 s. Por lo que se refiere a la población baja de H.on1a, vid. el trabajo
de. P. lluttunen, The Social Strata in the ltnperial City o/ P.on1e. A Quanti-
tattve Study of the Social Representation in the Epitaphs pflb!ished in thc ii> l)io 54,23,l s. Muchos datos en J. Carcopino, La vie quotidie!lne J
CIL VI (Oulu, 1974). Condiciones de vida (vivienda): J. E. Packcr, ]ottrn. of Rotne á /'apogé<' de l'Ln1pire (París, 1939); en ale1nán: Su lebtcn die Rüt1tt:r
Rom. Stud., 57, 19.67, pp. 80 s. der Kuiscrzeit (Stei'bart, 1959).
186 Géza AlfOldy Hístotia social de Roma
187
de los talleres de terra-sigillata ele Arretium a comienzos del Impe- ~a inantunissio era tenido ya por ingenuus. De esta gran movilidad
rio, de los libertos de las híbricas de tcrra-sigillata del norte de Italia i~t¡°rnj cid los estratos urbanos inferiores se desprendía por un lado
durante la primera mitad del siglo 1 y, sobre todo, de los menestrales e bJ°c '? e que un sector muy considerable de las cap~s bajas de ]~
1
de origen libre en las empresas de sigi!lata gala de épocas subsi-
guientes. Parecida era la estructura del comercio: gran número de
~~ o:~~~~· ~o Ub~~s T~~rt~ ~rand:s ciudadels, se componía de personas
relieve ue ' _, . ~ ve1a muy e aramente cuando ponía de
pequeños comerciantes poseían una tienda propia, por ejemplo, los de la ci~dadu~ g~~nd1srmo pun;ero. de los integrantes de la población
libertos en Roma, donde ponían sus comercios de productos en metal e oma, tnas aun, 1ncluso muchos caballeros nume
y en los que tenían también ocupados a sus liherti (ILS 7536); los ro.sos senadores, descendían de esclavos (Ann 13 27) Por ty -
de una t · ; · ' · o ra parte
esclavos, cuando menos en calidad de representantes (institor) de su t . es¡ 1 ucftura_ como esta surgía la necesidad de renovar constan~
amo, podían regentar un negocio (v. gr., ILS 7479). Muchísimos li- emente os e ect1vos de esclavos.
bertos y esclavos actuaban, sin embargo, como agentes de grandes I.,a f~crte expansión de la esc_lavitud por los centros urbanos ue-
casas de negocios, así, por eje111plo, numerosos liberti y servi de la d~ a~est1guarse, sobre todo, gracias a .las ingen.tes cantidades de ~ns
familia de los Barbii de Aquilcia en las ciudades de Nórico y Pano· cnpc10nes sepulcrales y votivas que prueban la e i t . d b .
nía is6.
servi y t·b t. x s enc1a e mue os
. t er t en numerosas ciudades del imperio 1s1 R lt ·
Como se deduce de cantidad de datos, entre los ingenui, liberti y stble calcular el porcenta¡·e de poblacio'n· l"b 1· esu .ª. impo-
P A B el no r re; a suposrcrón de
scrvi podía dnrse una determinada gradación social en vtrtud de su · · runt e que _la población total de Italia bajo Augusto sumaba
situación jurídica, a pesar de lo cual las diferencias sociales entre un?s 7 .50~.000 ,~abrtantes aproximadamente, de los cuales 3.000.000
estos grupos de personas no eran siempre claras en absoluto. Gene- sertan ese avos . , resulta probable, pero indemostrable. La única
ralmente las fronteras entre tales individuos eran de entrada impre- 157
cisas, toda vez que éstas ~en las ciudades, al contrario del campo~ Esclavos y libertos en Ja época im e · l· ·¿ , .
se originaban muy a 1nenudo co1no consecuencia únicamente de la f0avery in thc Early Ronian Enzpire (~nd~~s· v{9i8)~
. L. \Xlestcnnann op cit PP 84 s. Cf t' 1., 'E M. . u ' oc. cit.;
AntMS g. tP· 1Barr<?w,
estructura generntiva de las distintas categorías de población: el es- · ·
Knsc cr d Ski ' · ., · ·' · am Jten ~ Schta¡ºerm D te
·
avenhaltcrordnung int \Veste d ·· · h ·n . · , an,
clavo, por lo corriente, albergaba el propósito de ser n1anumitido y trazando un cuadro en exceso somb , n es ro11:1sc en }"-e_tches (Berl1rt, 1964),
alcanzaba la libertad caso de llegar a la edad adecuada para ello, como cf. M. Corbier Opus 1 1982 PP ~~9 Importadc1a .ecodnotn1ca de !<1 esclavitud:
ROtn. Mitt. 25 19ÍO 'pp 2'23 .
' ' Stud. ' 14 ·19 4 pp
s2. roce encia e los esclavos: M. Bang,
s., Y 7'E. 1912 ' . pp 189 s.; M: L · G ord on,
n1uy tarde a los treinta años en la mayor parte de los casos; cualquier Journ. o/ Rotn. , ·d
2
liberto era un antiguo esclavo; muchísilnos ingenuos eran descen- perio· J e k v· b11' ' . 93 s. xtens1on e la esclavitud en el im
dientes de ex-esclavos, ya que el hijo de líbertus nacido después de Jahrh.unde;~;nªdestI'rú~zi~~:z~~~o1J der Sklauen in Italien in den ersten zweÍ
1959); E. M. Staerman-f\.1 K Tr ~~co con resum<:-n ~n alemán) (Praha-Brno,
1
'~ Profesiones urbanas: E. I--I. Brc\vster, Ro1nan CraftSJnen and Trades1nen 1-III secolo (Rorna 197 5)- S T. ? 1!11 °;.ra, La schtavttit nell'Italia intperiale,
· .r~ggian, 7 ransact. A!Jter. Phílol. Ass 105 1975
of the Ear!y RoJJ1an En1pirc (Philaclclphía, 1917); T-1. J. Lo:'tne, Industry and Pp. 393 s. (ese1avos, de la, famtl1a senatorial d I V ¡ ·) ., ' '
Commcrcc o/ thc City o/ Rome 50 B C-200 A. D. (Baltimore, 1938); l. Calabi Sklaven und Freigela.rsenen ¡,11 ar;·e~htis h ).e.llos o us¡,1; G_. Prachner, Die
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Robcrtis, Lavoro e lauoratori ne! 1unndo ron1ano ("Bari, 1963); A. Burford, 1971); A. J)aubignev-F Favor. Cn A d a ~spana ro1nana alamanca,
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P. (~arnscy (ecl.). No1h)lauc Lahnur in thc Grcco-Ron1an \'(/or!d (Cambridge, Filologické, 's2, 1959, Pr. 20]· s.; ;J o~~ns~~6~ugdunens1s); L. Vidman; Listy
1980), pp. 48 s.; H. von Petrikovits, en II. Jankuhn y otros (cd.), Das f{and~ Acta Ant. Hung., 9, 1961, pp. 153 ,"' (NÓr·c0 )· APPM?4 s. y 229 s., as¡ como
uJerk in vor- und /riihg,eschichtlichcr Zeit, I (GOttingen, 1981), pp. 63 s. (mar- 1956, pp. 221 s. (P,nonia)· G Alf"i°d Al A' · e ocsy, Acta Ant. Hung., 4,
. cas de taller de los artesanos). Para los co1nerci<1ntcs vid. además J. Rougé, (Da1macrn . )·, I · B.tezunska"Malo\vist
' '· oSt y,d'· etaCl ·nt. dung. ' 9 ' 1961 ' PP · 121 s.
Recherches sur l'orga11isatío11 du co1n111ercc JJ1arílin1e en Aféditcrra11ée sous l'Etn- I. Biezunska-MaJo,;ist' (ed) Stori~ r u· { asice, 3, _1961, pp. 147 s., y en
J_ludi pol(1cchi contentpora~r~i (Milá~ oc~~; )d eco~~mtca dcll' eta classica. negli
pire rnnu1i11 (París, 1966), pp. 269 s.; O. Schlippschuh, L)ic Filindfcr Íln r01ni-
id en Atti dell'XI e ¡ ' 5 ' pp. 1 s. (vernae en Egipto)·
sche11 Kaiserreich in Gallicn, Gcn11a1úen und den Donauprovrnzen Riitien, No--
ric111J1 und Pannonien (Amsterdam, 1974); J. du Plat-lL Clcere (ed.), Ronian PP~ 433 s. (libertos en 'E1r.t i~t~¿naz., di Papiro!. Milano 1965 (Milán, 1966)',
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cient Hist~ry, 1., 1976, pp.,76 s . . ene avas: . regg1ar1, A".1er: ,fourn. of. A.n-
No. 24 (Lond~cs, 1978). Tr<1haío ele los liherh y serui urbllnos: A. M, Duff,
ne e class1 dipcndcnti PP 185 ' YM .. 1i;. 1~pozz~ (ed.), Sch1av1tu, 1nanomrssto-
Frl!l!dn1c!! in t'iie Rnn1a11 Etllpire, 2 pp. 89 s.; \Y!. L. Westcrm<1nn, Sfapc Svstetnr,
pp. 90 s.: del ¡nismo, _ín11r11. o/ Fcon. [-fist., 2, 1942, pp. 149 s. Barbíl: ]. Sa.rel,
1
Bib~~ographie zur antiken L~klave:;i, JJ~. 3 ~)~agrafia en J. Vogt-N. Brockmeyer,
12
-
Eircnc, 5, 1966, pp. 117 s. ¡ P. A. Brunt, Italian A1anpoiver, p. 4.
,
188 Géza Alfüldy Historia social de Ro1na 189
1
noticia en cierto modo firme sobre el número de esclavos se refiere sometidos se levantaron en atinas contra ]:Zoma, ta1nbíéb en el 1ner·
a Pérgamo, para la que Galeno (5,49) da la cifra de ciudadanos, cado de esclavos se hizo cada vez inenos frecuente la IIiegada de re-
40.000, y de todos los adultos con mujeres y esclavos, 120.000; esto beldes castigados; la esclavización de 97 .000 judíos sublevados en la
querría decir que los habitantes no libres representaban allí hacia gran guerra judía del 66-70 (Jos., Bel!. Iud. 6,420) constituyó en
mediados del siglo n aproximadamente un tercio del total de la po- realidad un caso excepcional, al igual que el propio levantamiento.
blación. Las familias especialmente acaudaladas disponían de muchos El co1nercio de esclavos con los pueblos vecinos del Imperio, con
esclavos: la legislación augustea contemplaba también la posibilidad germanos o etíopes, por ejemplo, sólo pudo cubrir una pequeñísin1a
de que un dominus poseyese más de 500 servi, y en el palacio de parte de las necesidades de Roma en este apartado de su vida eco-
Roma de Lucio Pedanio Secundo, un prominente senador, se encon- nómica. La mayor parte de la población privada de libertad en tiem-
traban en el año 61, según Tácito, 400 esclavos (Ann. 14,43 ). La cifra pos del Principado provenía de dentro del Irnperio romano y no
n1ás alta de esclavos en posesión de un amo que está atestiguada es fue hecha esclava por la fuerza, tanto rnenos cuanto que el pillaje
de 4.116 (Plin., N. h. 33,135). De acuerdo con la famosa observa- humano difícilmente resultaba ya posible bajo las condiciones de es-
ción hecha por Séneca, el número de los privados de libertad era tabilidad interna traídas por el Imperio. Muchos esclavos, concreta-
globalmente tan alta que éstos habrían supuesto un serio peligro mente esos vernae (oikogeneis) atestiguados en numerosas inscrip~
para Roma, caso de poder identificarse los unos a los otros por ir cíones y papiros, eran hijos de matrin1onio de esclavos. I-Ia de acep-
vestidos con una indumentaria especial (Clem. 1,24,1). Pero de tales tarse, sin embargo, que el crecimiento natural de las fa1nilias serviles
noticias no ha de concluirse que también en las casas de familias no pudo preservar ni mucho n1enos aumentar los efectivos de escla-
n1edíanarnente ricas hayan vivído n1uchos esclavos. Los precios de vos, y ello ya porque los esclavos alcanzaban a menudo la libertad
esta tnano de obra durante los siglos I y 11 oscilaron de acuerdo con en edad casadera. El que en la hacienda de Trimalción viniesen dia-
la situación del 111ercado en las distintas partes del I1nperio en cada ria1nente al n1undo 70 hijos de esclavos (Petronius, Sat. 53), cons-
período, según también la edad, sexo y forn1ación de los esclavos, tituye una exageración literaria consciente.
n1oviéndose en general entre los 800 y 2.500 sestercios (y de ahí que Una fuente adicional de indudable importancia para la esclavitud
el precio de un médico tan bien preparado como Publio Decimio residía en la esclavización «voluntaria1> de los habitantes libres del
Eros Mérula en el momento de su liberación fuese fijado en 50 .000 imperio. Era, en efecto, una práctica seguida con frecuencia el que
sestercios) 159 • Esto signific4ba que yn decurión urbano, pong.unos por faITlilias pobres expusiesen sin1plemente a ·sus hijos; éstos eran enton-
caso, cuya fortuna con1pleta, incluidas ti'erras, c:.1sa y 1nobiliario, as~ ces recogidos por buscadores de esclavos (alurnni, threptoi). l,as pro~
cendía únicamente a 100.000 sestercios, sólo podía permitirse, como porciones a que podía llegar esta costumbre se ponen de manifiesto
inucho, unos cuantos esclavos. En Nórico, por eje1nplo 1 el nún1ero en una carta de Plinio a Trajano, en la que el status jurídico de los
de esclavos más alto que se ha comprobado en una casa llega sólo a expósitos se señala como gran probleina que afecta a la provincia en-
seis (CIL III 4962), y en las provincias norteñas, sobre todo, son tera (Ep. 10,65 1). En las condiciones econó1nicas aJversas en que
1

n1uy infrecuentes las inscripciones sepulcrales en las que se haga refe- vivían, sobre todo en las provincias, muchas fan1ilias nominal1nente
rencia a extensas clientelas de libertos en Lis ricas familias. libres, aunque de hecho carentes de derechos y recursos, constituían
Para la adquisición de esclavos ya no se contaba en el In1perío una práclica frecuente que los hijos fuesen vcndlc..ios con10 esclavos o
·con las ilimitadas posibilidades de los siglos n y 1 a. C. Bajo Augusto que también los adultos se vendiesen con10 tales. Entre los fri-
los prisioneros de las expediciones de conquista fueron aún con fre- gios, v. gr., que durante el Imperio proporcionaron un nú1nero de
cuencía esclavizados, co1no en el año 25 los 44.000 integrantes de esclavos especialmente grande, esa costun1bre estaba fuerte111ente ex-
la tribu de los sálasas en los Alpes occidentales (Estr. 4,6,7), pero tendida (Philostr., Apoll. 8,7,12). En Dión de Prusa (Or. 15,22 s.),
con sus sucesores Roma condujo ya pocas guerras de conquista, y en a la pregunta de «cómo crees tú que podt-ía yo convertirme en escla-
las que se dieron la población no fue sien1pre 1 ni 1nucho n1enos, ven- vo», leeinos la siguiente contestación: «porque innun1erables horn-
dida como esclava. Dado que además sólo ocasionalmente los pueblos bres libres se venden a sí inisn1os, así que por contrato se convierten
en esclavos, ocasionalinente incluso en condiciones nada soportables
159
Cf. W. L. Westeunann, op. cit., pp. 100 s.; lv1érula (cf. pp. 158 s.}: 'P: y extraordinarian1ente duras1>. El jurista Marciano considt:raba esta
ILS, 7812. \"~última posibilidad de hacer esclavos (si quis se ntaior viginti annis
_..r
Géza Alfüldy Historia social de Roma 191
190

ad {H'Ct;u111 pornc;¡H1ndtnn vcndcre fJass.u_s cst)) al 1nc~1~s teóricamente, y de compartir su suerte (Ep. 8,16,1 s.). Séneca llegó a expresar abier-
plcnan1cntc cquip<1rable a la csclav1zac1on de los pr1s1oneros de gue~ tamente la opinión de que también los esclavos eran seres humanos
rra val naci111icnto de ucrnac (l)ig., 1,5,51 ). (Ep. 47 .1 ): servi sunt? immo homines 1 serví sunt? immo contub2r-
161
Estos n1étodos de reducción a la esclavitud no dejaron por ello 11alesf serví sunt? ín11110 humiles atníci! • Petronio hacía decir lo
de ser practicados, ya que durante el Imperio el esclavo podía nor- mismo a Trimalción en el Satirícón (71 ): también los esclavos son
1nal1ncntc esperar una suerte tncjor que en los últ11:ios st~los de 1;1 hombres, también ellos beben la misma leche materna que los demás,
República. El convencimiento de que tanto por con_srderactones poli· sólo que ellos han sido víctitnas de un triste destino.
ticas con10 económicas se hacía preciso un trato me¡or a los escla~os Especial importancia revestía el hecho de que los esclavos -al -
que el que se les daba, por ejemplo, en las ergá~tulas de un Catan, menos en las ciudades- se convertían -con gran frecuencia en liber-
empezó a imponerse ya al término de la República. A lo _l~rgo, del tos y después de una determinada edad podían razonablemente espe-
Imperio esta actitud de los dueños de esclavos se extendto mas_ Y rar la nza11u111íssio 162 • Y a con Augusto la manumisión de esclavos se
más, si bien influyó asimisn10 el hecho de que la reserva de esclav.os había hecho tan corriente en todas partes que las masas de líberti
no podía ser ya ilimitadamente renovada ~on nue.vos ~a.portes exterio- aparecían al estado como un peligro político y social (cf. Dión. HaL
res; las ideas humanitarias de ciertas corrientes ftlosof1cas reforzaron 4,24 s_)_ El gobierno imperial hubo de dar a esta corriente una direc-
aun más esta tendencia. Para incitar 1 sobre todo, a los esclavos a unos ción que fuese compatible con los intereses del estado romano. La
mejores rendimientos en la producción, se estin1uló a éstos por medio
lex Fu/ia Ca11irria (2 a. C.) puso límite al número de esclavos que
de gratificaciones; que el beneficio del amo no dependb de la bruta-
podían alcanzar a un mismo tiempo la libertad por testamento al falle-
lidad de la explotación, sinn del celo en el traba10 del productor, era
cer su amo: siendo de 3 a 10 el número de esclavos, la mitad a lo
algo que ya Columela sabía perfectísimamente (De re rus t. 1,7, l ). Al
mismo tiempo, fueron prohibiéndose cada vez más la crueldad Y los sumo podía obtener la libertad; de 11 a 30, un tercio de los mismos;
malos tratos. Augusto había decididamente desaprobado el cruel tra- de 31 a 100, un cuarto; y de 101 a 500, un quinto. La !ex Aelia Sen-
tamiento de Vedio Polio a sus esclavos (Dio 54,23,2 s.), aun cuando tia (4 d. C.) prescribió una edad mínima de 20 años para el manu-
aquél, conforme a la tradición romana, no tenía P?r costumbre in1nis- misor y además, al fijar las modalidades pata su liberación, puso más
cuirse en la relación entre amos y esclavos, considerada como parte difícil a los esclavos jóvenes (bajo los 30 años) la adquisición del
de la esfera privada del individuo. Pero d estado comenzó ya d'.'rante derecho de ciudadanía. El verdadero objetivo de estas leyes no estaba
su período de gobierno a .adoptar rncdidas ~n ~favor de los pr1va~os en limitar de forma esencial la manumisión y disminuir el número
de libertad. La /ex Pe trama ( 19 a. C.) prescnbia que un esclavo solo de liberti: lo que en realidad debían evitar era que las personas de
podía ser condenado 3 lucha a 111uerte con anin1ales salvajes .habiendo origen no libre lograsen mediante la liberación, en masa y sin control
dado su consentiiniento los 1nagistrados. Emperadores posteriores pro- del estado, la ciudadanía romana y con ella una influencia demasiado
siguieron esta legislación en apoyo de los esclavos. Claudi.o tenía por grande sobre la vida pública. De hecho, una vez promulgadas estas
asesinato el dar muerte a esclavos viejos y enfermos y dispuso para leyes, siguió siendo posible el que todos los esclavos de una casa
ellos caso de ser abJndonados por sus dueños 1 que el estado les pro~ fuesen hechos libres (Gaius, Inst. 1,44), sólo que no de golpe por
cur~~e atenciones y se les diese la libertad; Domiciano prol.1ibió. la testamento y tampoco con el resultado de que todos los antiguos
castracíón de los esclavos; Adriano prescribió asimismo la CJecuc1ón esclavos se convirtiesen sin más ni más en ciudadanos de pleno dere-
del esclavo culpable por su amo y hasta el encarcelamiento en prisio- cho; un privilegio como éste, si exceptuamos los casos de excepción
nes particulares 160 • Sien1pre de manera creciente 1 los grup.os rectores prevístos por la ley, alcanzaba únicamente a los esclavos «maduros»,
romanos fueron ajustándose a estas normas de comportamiento, caso,
por ejemplo, de Plinio el Joven,_ que _tr~taba bien a su:
esclavos, hasra 161

161
Cf. W. Richter, Gymnasium, 65, 1958, pp. 196 s.
el punto de permitirles hacer d1spos1oon testamentaria de su peculio G. Alfüldy, Riv. Stor. dell'Ant., 2, 1972, pp. 97 s., y también en H. Schnei-
der (ed.), Sozial- und V1irtscha/tges.chichte der rOmischen Kaiserzeit (Darmstadt,
1981 ), pp. 336 s. Sobre la frecuencia de las manumisiones, cf. K. I-Iopkins, Con-
iw Situaciód jurídica de los esclavos: W. W. Buckland, The Ron1a11 La'.o .º/ querors ~nd ·}lav.es, pp. 99 s. Por lo que se refiere a las leyes y situación jurídica
Slfvcry .. Thc Cbndition o/ thc Slavc in Private LatD frotn Augustas to Justn11an de los lrbertt, vtd. W. \Y!. Buckland, op. cit., pp. 449 s.; A. M. Duff, op. cit.,
(Cambridge, 1908). . , . pp. 12 s. Debo a I. Hahn Ja referencia adicional a Artemídoro.

K'v\
192 Géza Alfoldy Historia social de Ron1a 193
1
1
aquellos que en el momento de su liberación habían cumplido los 1nedad 163 • Por consiguiente, este siste1na era en realidad; sólo una for-
trernta años. Parecidos fines perseguía también la lex !unía (quizá ma más refinada de explotación que la esclavitud sin manumisión,
del 19 d. C.), que a las personas manumitidas a corta edad o en cir- siendo la situación real de r11uchos libertos decidi<l<1n1ente más desfa-
cunstancias poco claras otorgaba sólo el derecho latino, en vez de la vorable que la de sus pequeños grupos de élite, cuyos 1niembros,
plena ciudadanía romana; en esta mi~ma línea la lex Visellia (24 d. C.) como, por ejemplo, 1~rín1alción, víose liberado de tales ataduras socia-
prohibía a los libertos revestir magistraturas ciudadanas. Así pues, les por la muerte de su patronus. Por otra parte, un sisteina como
todas estas leyes ni podían ni querían impedir la práctica general de éste sólo resultó funcional en tanto que los esclavos a n1anun1itir
conceder la libertad a los esclavos tras vencer un determinado tie1npo pudieron ser constanten1ente restituidos por nueva n1ano de obra no
(a menudo en torno a los 30 años). Antes bien, los dueños de escla- libre. Pero durante el Alto Imperio esta forma de esclavitud era aún
vos, en la gran generalidad de los ·casos, siguieron esta costumbre perfectan1ente practicable y en las ciudades generaln1ente se estaba
durante los siglos r y n del Imperio en las ciudades del territorio acostumbrado a ella; muchos amos se hacían con esclavos, a todas
romano, como, por citar un ejemplo, Plinio el Joven (Ep. 8,16,1). luces con el propósito de concederles la libertad tras un determinado
Según el libro de Artemidoro Daldiano sobre la interpretación de los tiempo y de crearse de esta manera una forma de dependencia social
sueños, la esperanza de los esclavos en época de los Antoninos de particularmente rentable.
conseguir la libertad estaba bien fundada; en los casos normales po·
dían resultar inciertos, a lo sumo, el momento y las modalidades de
Estratos campesinos inferiores
la liberación, pero no el hecho de que ésta se produjese.
La perspectiva de la liberación hacía vivir en la esperanza a mu- La situación de los esclavos en el can1po era con frecuencia con-
chos esclavos. Eventualmente podía incluso actuar como estímulo para siderablemente distinta a la de las ciudades, y esto mismo vale para
que un no ciudadano vendiese a sus hijos o se vendiese él n1ismo las capas bajas urbanas y rurales en general. La composición social
como esclavo: con la manumisión, y en caso de que el amo fuese un de la plebs rustica, cuyos integrantes constituían la in1nensa n1ayoría
ciudadano, la persona adquiría automáticamente la plena ciudadanía de la población en el I tnperio, estaba todavía más diversificada que
romana o, como mínimo, el derecho latino y con éste un privilegio la de la plebe urbana. Ciertan1ente en el can1po había también ingenui,
que un campesino pobre del Alto Imperio, por ejemplo·, sólo habría libe.Yti y servi, ·pero la relación de fuerzas entre unos y otros estaba
conquistado a duras penas, pongamos por caso tras un servicio n1ili- en cada una de las regiones rurales aun 111<-Ís descon1pensada que en
tar de 25 años bastante penoso en un cuerpo auxiliar, o que no ha· las ciudades, y además de esto tales conceptos podían englobar posi-
bría conquistado en absoluto. Al margen ya de todo ello, el esclavo ciones sociales muy diferentes, toda vez que un campesino nacido
entre tanto era alimentado en casa del amo y muy a menudo recibía libre, por ejemplo, podía ser tanto un pequeño propietario de tierras
una formación profesional concreta, por ej., en un oficio artesanal. o un arrendatario, con10 un jornalero sin parcela alguna 1&1. También
En tales condiciones, para uq peregrino la esclavización podía hasta
resultar «atractiva»; y así nada malo se veía en ella en Asia Menor, 16
) H. Le1nonnier, Etude historique sur la condition privée des af/ranchis
según testimonio de Filóstrato (Apoll. 8,7,12). De este sistema se aux trois prentiers siCcles de l'Etnpire roJ11ain {París, 1887); J. Lambert, Les
operae liberti. Contributio1is J l'histoire des droits de patronal (París, 1934);
·derivaba para el amo la ventaja del celo del esclavo en su trabajo, G. Fabre, Libertus, pp. 267 s.
que no quería dejar pasar la perspectiva de la libertad y aden1ás tenía 16
~ Para la problemática del can1pesina<lo ro1nano durante la época del Im-
con frecuencia que amasar un pequeño capital (peculiutn), a fin de perio véase R. Ivlac1v1ullen, en ANR\\7, II, 1, pp. 253 s.; id., Social Rt'lations,
comprar con él la libertad en el momento de la manuniissio, abonando pp. 1 s.; M. I. Finley, en id. (ed.), Studies in I-?..01nan Property, pp. 103 s.
{Italia); G. Ch. Picard, en ANR\\7, II, 3 (Bcrlín·Nucva York, 1975), pp. 98 s.
el precio de compra. Sin embargo, más importantes todavía eran los (Galia y norte de Afríca); C. R. Whittaker, ~n P. t._--;,irnsi:y (ed.), Non-Slave
beneficios que el antiguo dueño extraía de la relación de patronato Labour in the Greco-Rotnan \Vorld (Can1bridge, 1980), pp. 73 s. Sobre la
con su liberto debido a las obligaciones económicas y morales con· agricultura: W. E. I-Ieitland, Agrícola. A Study of 11)!,riculture a11d Rustic Li/t:
traídas por este último. Dichas obligaciones podían ir desde la entrega in the Greco"Rotnan W'orld (Can1hridge, ]lJ2l ); K. D. \Vhite, Rl)f!Jan fartnin;,
, ,.... {Londres, 1970); cf. del nlisn10, Country Lije in C/L1ssic11l Tirnes (Londres,
de una parte de las ganancias del liberto hasta la prestación de servi- ~\ 1977) {recopílacíón de fuentes). Latifundios: véase supra nota 55; y en h1 nota
cios personales, como, v. gr., atenciones y cuidados en trance de enfer- _\-! 60 también bibliografía para la época del ln1perio.
Historia social de Rorna 195
Géza Alf6ldy
194
Con todo, la situación de los esclavos mejoró en tiempos del Princi-
al hablar de los esclavos ha de diferenciarse entre cada ldtno de los pado lambién en los latifundios: aproximadamente una generación
ru 105 sociales, sobre todo, entre los esclavos que, en reduc1. o numer~ después de Columela, Plinio el Joven hacía observar que en sus fíncas
~ a ltncnudo bajo una rcl<1ción p<1triarcal, laborab:n en ]~s fit1cas rtlfª quedaban tan pocos esclavos encadenados como en general en las de
les más pequeñas 0 en las n1unícipales de. tamano n1e?10, ~ aqu~ ~s sus vecinos (Ep. 3,19,7).
otros que ]0 hacían en los latifundios reunidos en equipo'. e ~rl b~ Tampoco faltaban, desde luego, los libertos en el campo y en la
mayores. Sobre todo en las 7'.onas en que, como en los paises e , - agricultura. En las pequeñas y medianas propiedades estaban ocupa-
nubio, la concentración de tierras en pocas manos apenas s: cono::~ dos no pocas veces liberti, como en el caso de las tierras de los catn-
los esclavos -no precisan1ente nurnerosos- de los pequenos Y pesinos de Nórico o en las parcelas de veteranos en Dalmacia y Pano-
dianos campesinos, así como de los hacendados del fecunb¡°ªd? de lal nia; en general, los esclavos de tales señores parecen haber sido ma-
ciudades, a menudo casi no se diferenciaban de a po. acion r~r'an numitidos con más frecuencia que los adscritos a las grandes explota-
<<libre». Con frecuencia se en con traban en el proceso ~e produc¿~o n ciones. La práctica de la manumisión nci era tampoco desconocida en
traba· ando codo a codo con el amo y los allegaJos de este.: Y po ta los latifundios: Plinio el Joven concedía con generosidad la libertad
tanto) fundar una familia como también adqumr una pequena fortuna: a sus esclavos, y a todas luces sin tener en cuenta el tipo de profesión
Por el contrario la situación de la mano de obra no libre en 1as gran que desempeñaban (Ep. 8,16,1); una inscripción del Forum Livi itá-
des -explotacion~s agrícolas era muchas veces realn1ente desfavorable,
lico, fechada en el siglo I, contiene las instrucciones de un propietario
aun cuando tan1bién aquí se dab,111 difcrcnci~s •. ,ªl mar~Ínl ya d~_q_ue
de tierras del orden ecuestre a ·sus libertos, que se ocupaban en el
los administradores de los predios, de .c~nd~c1on serv1 ' Js lvt tct ~
actores disponían de una situación pnvilegiada dentro e 1a cap, trabajo de aquéllas (CIL XI 600 ). Pero, por regla general, la libera-
rural e~clava. Resulta digno de nota el hecho d~ que un ese av~ asl ción de los esclavos en el campo, y en especial dentro de los latifun-
pudiese ser alabado con orgullo por sus campaneros como a_g~zcola dios, fue considerablemente menos practicada que en las ciudades.
optimus (ILS 7451), como también lo es el que para la admubstra- Columela habla sólo en una ocasión de manumíssio y lo hace para
ción de la finca se recurriese no pocas veces a esclavos ur anos aconsejar que se diese la libertad a aquellas esclavas que hubiesen
(v. gr., Plin., Ep. 9,20,2). . d 1 traído al mundo más de tres hijos de su misma condición (De re rust.
La explotación de los latifundios mediante masas e ese
era al 0 en absoluto extendido a todas las partes en que se a. a a
nl ªJºb 1,8 ,19 ). De ello se sigue que los terratenientes difícilmente acostum-
braban a libertar por iniciativa propia a sus esclavos, y además que
ran ;ropiedad; en Africa y .en Egipto, por e1emplo, en los laufun- estaban muy interesados en el tn<'lntenimiento de la reserva de esta
~ios de los grandes propietanos privados y del emperador trabapba; fuerza de trabajo mediante el nacimiento de los vernae. Ha de acep-
en mayoría agricultores nominalmente libres . En Italia el tra~a10 s<f: tarse que aquellas ventajas económicas y sociales que se ofrecían para
vil en los grandes predios, al menos en el siglo I, era todlvla bn de un amo en la ciudad con la manumisión de sus esclavos, apenas cabían
nóineno lo~al. Donde mejor aparece testimoniado es en a o r~ 165 esperarse en el ámbito rural. Para ejercer con éxito como artesano
Columela sobre la agricultura, de los años sesenta. de esa centi:-~1a d o traficante resultaban imptescíndibles iniciativa propia y un cierto
rcolu1nela con1partía aún en líneas generales la antigua conces;1on e margen de juego; un esclavo a la expectativa de ser manumitido y
~Catón y Varrón de que a una explotación agrícola se le po 1a .sacar más aún un líbertus con su libertad personal podían cumplir mejor
1 i iáximo de beneficio mediante el empleo de esclavos; para 1ncre- esas condiciones que un esclavo abocado a un destino sin esperanza.
~e~tar la rentabilidad de la producción, aconsejaba llevar hasta el Para los hacendados, en cambio, este tipo de situaciones constituía
límite la especialización de la mano de.obra s'.,rvil en el trabai~JAu~ un estorbo. Hasta qué punto podía resultar poco rentable para ellos
cuando evitaba la brutalidad innecesana, haC!a bregar ~udo os es l el empleo de fuerza de trabajo libre en lugar de servil, es cosa que
clavos, en parte tanibién a la antigua usanza,. encadenan o os, Y ~)n se deduce muy claramente de la reflexión hecha por Plinio, en el
ellos veía poco más que herramientas de trabajo (De re rust. 1,8, · sentido de que él había tenido que recurrir a esclavos para poner en
orden una finca que con el anterior propietario estaba siendo sub-
~ ·" · ' · · N Brock- explotada por sus coloni, cuales si fueran inbecilli cultores (Ep.
165 Sobre estfj), H. Gummerus, __ Der rOf!ltsche Gutsbetneb, pp. 7~ s., . I,Ientz
meyer, ArbcitscJrf!.anisatinn und o~onnTntsche~ Denk_en: P~· ,13~ s.1, cf. G.98 ' O J,19,6 s.).
0 l'P . J 51 s.·, consultcsc ademas la b1bliog1afia e a nota
K tetna, 5 , 198 ,
.
'\ lo
196 Géza Alfoldy llistoria social Je Ro111a 197
1

No obstante, en el Imperio se hizo cada vez más difícil reempla- '


costosos esclavos no habría valido Li pena. A partir~ del siglo II, sin
zar de generación en generación a las masas de esclavos necesarios en1bargo, esta for1na de explotación se extendió también por toda
para la explotación de los latifundios. Si Columela prometía a las Italia.
madres de tres niños esclavos lo que a su juicio era una enorme re~ La mayoría Je los coloni eran personalmente libres, y entre ellos
compensa, entonces es que el crecimiento natural de las familias ser~ había también ocasionalmente libertos (v. gr., ILS 7455). No obstan-
viles a duras penas conseguía mantener los niveles deseados. Habi- te, también se recurrió a esclavos en el siste1na de arriendos, que con10
tantes libres del imperio pertenecientes a la población peregrina de quasi co!oni y<1 en el siglo I (Dig. 33,7,12,3) vivían práctican1ente
las provincias --<:uando la paulatina extensión del derecho de ciuda- bajo las mis1nas condiciones que los <«:luténticos)> colonos: el trab~j?
danía romana se estaba frenando- preferían probablemente vender- y la vivienda apenas eran diferenciables; tampoco estos es~lavos ut1l1-
se como esclavos en las ciudades, donde contaban con mejores posibi~ zados corno arrendatarios fueton peor tratados que los «libres)> colo-
lidades de futuro. Consecuentemente, la esclavitud en el campo du- ni, no siendo posible ya, por ej., el encadenarlos; por otra parte, las
rante el Imperio fue en creciente retroceso y a todas luces con mayor posibilidades de ascenso social por cambio de domicilio y de profe-
rapidez que en las ciudades. Su lugar fue ocupado en los latifundios sión eran a n1enudo para los colonos non1inaln1ente «libres» poco
de forma progresiva por el sistema del colonato 1"- El colonus era un mejores que para los esclavos. Por eso, las diferencias tradicionales
arrendatario, que tomaba en arriendo un pequeño trozo de tierra y en la situación jurídica de los ingenuos, libertos y esclavos fueron
lo cultivaba junto con su familia (así que su mujer se llamaba colona; perdiendo cada vez más toda su significación social. Con todo, de los
por ejemplo, ILS 7454), a la par que satisfacía al propietario de la colonos de las grandes fincas no lJegó a nacer una población ca1npe-
tierra una determinada renta por los productos obtenidos. En algunas sina muy hon1ogénea, ya que nuevas diferencias sociales hicieron en-
provincias, sobre todo en Africa, y aquí especialmente en los exten~ tonces acto de presencia. Así, en fo inscripción de Henchir-Mettich
sos dominios imperiales, cuya organización laboral ofrecía también se testifican igualn1ente diversas categorías de trabajadores agrícolas
un modelo para los latifundios privados, este sistema estaba fuerte- en los do1ninios del en1perador: los colo ni «norrnales», es decir, los
mente expandido ya en el siglo r. La tantas veces citada inscripción pequeños arrendatarios; los coloni inquilini, can1pesínos <1Sentados en
de Henchir-Mettich, datada en los últimos años de Trajano, testimo- dichos don1ínios, sin tierras y obligados a diversas prestaciones labo-
nia la presencia del sistema de colonato como base de la explotación rales; y los stipendiarii, otras personas que vivían en parte dentro,
de los dominios imperiales, pero no ya sólo p<ira aquel tiempo sino 1
en parte fuera del dominio, v de quienes los prirnero citados habían
también para una época más te1nprana, pues se refería a una !ex lvfan- de obtener a su vez deterrninadas prestaciones laborales.
ciana anterior 167 • También en Italia era conocido este sistema desde En tien1pos del Principado los esclavos y colonos representaban
hacía ya tiempo, si bien a un Columela (De re rus t. 1,7,1 s.), por a todas luces solamente ullcl rninorfo Je la pobLición rural del Impe-
ejemplo, parecíales esencialmente menos productivo que el de la eco- riunz RonzanurJJ; en cada una de Lis partes del iinperio, y variando
nomía esclavista, y de ahí que él sólo lo aconsejase para el cultivo de su con1posición de región a región, vivían otros grupos an1plios de
predios ubicados en regiones estériles, en los que el empleo de los población campesina. Pequeños propietarios gue poseían tierra por un
valor inferior al del censo decurional de la ciudad próxin1a, los había
iM Es básico M. Rostovtzeff, Studien zur Geschichte des rónúschen Kolona-
en la mayoría de las provincias. Este tipo de granja, pequeña y <lutár-
tes (Leipzig, 1910); R. Clausing, The Roman Colonate (Nueva York, 1925); quica, que había sido cantada en las Geórgicas de Virgilio, no desapa-
P. Collinet, Le colonat dans l'Empire ron1ain (Bruselas, 1937); restanre biblio- reció en absoluto de Italia durante el Alto Imperio. Corno se deduce
grafía en J. Vogt-N. Brockmeyer, Bíbliograpbie zur antiken Sklaverei, pp. 45 s. de los datos sobre las extensiones de las fincas rurales en las tablas
Comienzos del sistema de colonato en Italia, su contemplación por los juristas, alin1entarias a comienzos del siglo Il en los alrededores de Veleia y
N. Brockmeyer, Historia, 20, 1971, pp. 732 s.
167
CIL, VIII, 25902; cf. asimismo CIL, VIII, 25943. Para el colonato en Beneventun; -·-·por tanto, en dos zonas tan disp~ires con10 las estri-
el norte de Africa y las fuentes epigráficas correspondientes, véase esp. J. Ko- baciones septentrionales de los Apeninos y Can1pania- existÍJ toda~
lendo, .Le colonat en Afrique sous la }]aut.Empire (París, 1976); íd., en vía gran número de pequeños propietarios. Ad~rn<ls, en la 111'.tyo~ par-
Terres et paysans dépendants dans les sociét,Js antiques. Coll. Besan~on, 1974
(París, 1979), pp. 391 s.;C. R. Whittaker, Kho, 60, 1978, pp. 331 s.; D. Flach,
te del i1nperio se encontraban en nH1sa c<in1pes111us pobres, srn tierras
Chiron, 8, 1978, pp. 441 s. (con un tratamiento detallado de las fuentes epigrá- y faltos de recursos, que, incluso en Iraliai no estaban acostu1nbrados
ficas); del mismo, en ANRW, II, 10 1 2 (Berlín-Nueva York, 1982), pp. 427 s. a tratar a sus sen1ejantes y que en cada extranjero veían a un ene-
198 Géza Alfoldy
Historia social cie Roma
migo (Pronto, Ad M. Caes. 2, 12 ). A ellos se añadían todavía modestos J99
co111crciantes, que no faltaban tatnpoco en los lugares de mercado
rural, y particularmente los pequeños artesanos, que bien en las aldeas
o bien en los talleres de las heredades más grandes tenían ocupación,
por ejcn1plo, como herreros o alfareros; a la población campesina
pertenecían finaln1entc tarnbién los pequeños arrendatarios y los con-
denados que trabajaban en las n1inas.
Estratos superiores
Estructuras más unitarias y homogéneas en la población campe-
sina del In1periun1 Ro1nanun1 se desarrollaron por vez primera en el
Bajo Imperio, una vez que la gran propiedad y el sistema de colo-
nato pasaron en todas partes a ocupar el primer plano. Con todo, en I > 1 femllla Caesarls, flbertl ricos
un sentido sí fue igual por doquier la situación de los habitantes del l I I /

agro durante el Alto Imperio: las capas sociales más oprimidas del Estratos Inferiores
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estado romano fueron siempre los grupos más pobres e indigentes I


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del mundo rural. Entre estos sectores la peor parte no la llevaban ni I 1 \
siquiera los esclavos de los latifundios, que al fin y al cabo represen-
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taban un valor para el amo y al tnenos eran alirncntados regularrnente, 1

sino sobre todo las masas de campesinos nominalmente «libres», I


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carentes de recursos y, con10 a menudo sucedía en las provincias, ca- \ \
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rentes tan1bién de la condición privilegiada de ciudadanos romanos. 1 \ \
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En Judea, por ejemplo, o en Egipto, la suerte de esta población rural
lngenul llbertl servl
era decididamente menos favorecida que la situación de los esclavos servl llbert1 lngenul
en la hacienda de Columela. Filón de Alejandría (De spec. leg. Plebs urbana
3,159 s.) nos pinta un cuadro verdaderamente sombrío: los habitantes plebs rustica

del rural padecían espantosamente bajo la presión tributaria; cuando


un catnpesino se fugaba 1 los mie1nbros de su familia o sus vecinos FIGURA 1
eran brutalmente maltratados y con bastante frecuencia torturados
hasta n1orir.
nadares, caballeros y decuriones sin ran .
lo sumo unas 200 000 d l go ecuestre -totalizando a
.. · personas a u tas- incl .
La estructura en órdenes y estratos y sus efectos e h lJOs, no constituían siquiera más del ' uso con sus mu1eres
completa del imperio. La auténtica ca l. por 100 de la población
titulares de Ios cargos senatorial /Pª. dirigente, compuesta por los
Resu1niendo, como mejor puede representarse la estructura social grupo de caballeros con em le es m,as importantes, así como por el
de la llamada época del Principado es en forma de una pirámide
(Fig. 1). En ella, ciertamente, ni se reflejan las fuerzas numéricas
la época augustea sólo unas p16~s altos,. comprendía al finalizar r;::,'
de la segunda centuria se elev b p onas, d1fra que hacia mediados
extre1nadamente desiguales de cada uno de los estratos, ni tampoco yoría de los integran;es d l a a aproxima amente al doble. La ma-
queda expresado el cambio permanente de la sociedad durante los
dos primeros siglos del Imperio, hechos que ilustran algunos aspectos sus bienes, sus funciones e~ l~: ~~~:l~ssdctaled encumbrada;,. que por
por encima de la masa corr1·ent ,e po er y su presl!g10 estaba
especialmente itnportantes de la jerarquía social. IJuesto que no · . , . " e· aparecta agrupad , 1 .
estaban daPas las premisas para la existencia de un estamento inter-
ter1os Jerarqutcos en dístint '¿· . a se~un caros cr1~
constituidas cerrada y corpoos t?r tnes, esto es, en unidades sociales
medio con' auténtica consistencia, puede afirmarse que la sociedad se .
de riqueza, ra tvamente con · .
descompoJía en dos grupos principales ~y de diferente. tamaño-, funciones y distintiv d ' Aul re?pecttvos niveles
características, cabe consid r os efrango. a vista de sus notas
los estratos superiores y los estratos inferiores. En este conjunto, se- , d e ar estas ormas de or · ·' . l
como or enes 0 estamento E ]] gantzac1on socia
~~ s. n e os, por tanto, se aglutinaba la
\ !)
200 Géza Alfoldy rlistoria social Je Ron1a 201

élite de la sociedad, sin distinciones de ningún tipo entre capas altas


'
magistrados corrientes, al igual que sus colegas que; eran al mísrr10
urbanas y rurales, mientras 4ue los ricos libertos y los miembros de tie1npo mien1bros del orden i.::cucstrc, pero que sók~ servían en la
la familia Caesaris, que sólo en atención a su censo de propiedad y ad1ninistración ciudadana y no en la estatal. Los integrantes de la
en parte a su influencia política podrían contarse entre las capas altas, aristocracia ÜTJperia1, por el contrario, desen1pefiaban al servicio del
no fueron aceptados en estos círculos privilegiados de personas y con estado funciones militares y políticas o, cuando n1enos, estaban a la
alta consideración. Pues, en efecto, también entre los libertos ricos expectativa de tales destinos 1 caso en particular de los senadores sin
se percibe --en el marco de las corporaciones augustales- una ten- cargos. De esta aristocracia emanaban todavía la capa rectora político-
dencia a imitar las organizaciones estamentales, y la familia Caesaris m1htar, que se co1nponía de los senadores situados en los puestos ele~
representaba asimismo una asociación de persouas definible jurídica vados y también de los altos funcionarios del estado de condición
y funcionalmente de forma sen1ejante a un orden. ecuestre. Por otra parte, ha de hacerse aún hincapié en el hecho de
Los estratos inferiores estaban integrados por grupos muy hete- que el n1ode1o aquí esbozado, que enfatiza las diferencias sociales en-
rogéneos de las masas de población de la ciudad y del campo. En con- tre las distintas capas de la población, concede a la estratificación
traposición a los ordines privilegiados, no cabe en absoluto definirlos social co1no elemento caracterizador de esta sociedad una importancia
como estamentos. Sin querer implicar necesariamente con este con- excesiva y unilateral. A la hora de determinar las realidades sociales
cepto grupos sociales superpuestos, podemos perfectamente bablar en el mundo romano, no eran en absoluto decisivas sohunente las posi-
de estratos o capas particulares, que sobre todo por razón de su acti- ciones establecidas dentro de la jerarquía social, sino tatnbién las
vidad económica en la ciudad o en el campo, y en virtud además de sien1pre su1namente in1portantes relaciones personales entre individuos
criterios jurídicos como los de ingenuij liberti o servi, acusaban ca- particulares situados más arriba y Inás abajo: en el seno de la Ja111ilitz,
racteres distintivos. De acuerdo con ellos, las fronteras entre cada uno entre un esclavo y su an10; en una con1unidad urbana, entre un cliente
de estos estratos inferiores discurrían de abajo hacia arriba, esto es, plebeyo y su patro1111s de la élite municipal, o en una hacienda, entre
sólo en parte podían determinar la posición social del individuo; líneas los trabajadores agrícolas y el señor de la finca. Mientras que los per-
claras de división social en sentido borizontal no las había en el seno tenecientes a un ardo privilegiado cerraban filas conscientemente y
de esta población decaída, contrariamente a las nítidas diferencias de en muchos sentidos marcaban las distancias con respecto a los otros
posición observables entre las distintas capas altas. Así, dentro de grupos jerárquicos de la sociedad, eran los distintos grupos de la
un mismo estrato bajo de población podían darse posiciones muy dis- población baja del imperio los que más ligados estaban a sus respec-
tanciadas, y, en cambio, cabía hallar otras n1uy próximas entre indi- tivos sefiores u patroni. Con lodo eso, las diferenci<IS sociales, inoti-
viduos concretos de estratos inferiores diferentes. vadas por los mecanismos de la estratificación social que ya bemos
Abara bien, está claro que con este modelo no hemos aprehen· tratado ampliamente más arriba (pp. 146 s.), eran una realidad cuya
dido roda la realidad del orden social romano durante los dos primeros significación e iiuportancia no pueden ser soslayadas, tanto n1ás cuanto
siglos de la época imperial. Ha de llamarse debidamente la atención que a los escritores conten1poráneos esta forn1a de división social
sobre dos puntos débiles de dicbo modelo. Por un lado, en su bos- -entre ricos y pobres o entre grupos definidos <le diferente manera
quejo ban pesado decisivamente los criterios jurídicos y organizativos y superpuestos los unos a los otros~ parecíales deter1ninante.
a la hora de hacer las clasificaciones, con lo que las fronteras 4ue Así pues, atendiendo a su articulación y división internas, como
surgían entre los grupos sociales por razón de sus funciones y de su mejor babría que explicar el orden de la sociedad romana durante
prestigio social, y que no coincidían necesariamente con las existentes las dos primeras centurias del Imperio, al igual que en otras épocas
entre las asociaciones y grupos de personas definibles jurídicamente, de la historia de Roma, sería a través del concepto de estructura en
no quedan bien plasmadas. Atendiendo a los elementos de caracte- órdenes y estratos. Por el contrario, el concepto de clase difícilmente
rización funcional y al prestigio correspondiente, cabría afírn1ar sobre resultaría adecuado para definir este orden social. Una clase social
las capas altas del Imperiutn Rornanu1n que eran <los los estratos prin- se configura sobre la base de que sus 1nie1nbros ocupan un mismo
cipales que las componían: una élite 1nunicipal, de un lado, y una l~gar ante el proceso de producción econó1nica. De for1na 1nuy simpli-
aristocracia imperial, de otro. A la élite municipal 1 y como estrato R-: ficada, ese lugar. se establece en función de la propiedad o no propie-
más bajo de ella, pertenecían los libertos ricos agrupados en las cor- J~ ! dad de los 1ned1os de producción (que en el rnundo antio-uo serían
poraciones augustales, y como estrato más elevado los decuriones y , bienes raíces y, adicionalmente, talleres con su correspondi~nte equi-
(Jéza Alfüldy Historie socieI de Rome 203
202

p:ln1icnto), en funcÍl)n de la división del trabajo y <li;l reparto de. 1o_s Teniendo presente la peculiaridad de esta estructura, se hará co1n-
bienes de producción. Sí la sociedad ron1ana de la epoca ~el Pt1~c1- prensible hasta qué punto en tiempos del Principado pudo bastar la
pado hubiese sido una sociedad de clases, entonces I;abnan tent_do elasticidad de este orden social. Puesto que el modelo romano en
que darse dos clases: la clase alta, cuyos integrantes pose1an ]os m_e?ios órdenes y estratos también se impuso en las provincias o al menos
de producción, no estaban ocupados en !as tareas ?e producc1on Y señaló aquí la dirección de la evolución social, las posiciones de ca-
vivían de los beneficios que daban los bienes traba¡ados .por otros; beza fueron abriéndose asimismo a antiguos «no romanos», mientras
y la clase baja, cuyos miembros no disponían ni de tierra m de miem- que los itálicos perdían paralelamente su primitivo papel diriget¡te.
bros propios para el trabajo artesanal, aportaban su fuerza directa d.e Esa suerte de permeabilidad en el sistema social no ha de confun-
produccióo y alimeotaban con sus producto: a la, clase alta. Determi- dirse, sin embargo, con la movilidad vertical, consistente en la posi-
nados grupos de la sociedad romana se a¡ust~nan perfectam.ente. ~ bilidad de mejorar o empeorar la propia posición social, bien dentro
estos criterios económicos: los senadores podnan colocarse sm difi- de una y misma capa social, bien cambiando de adscripción a un es-
cultades en el primer tipo, y los esclavos de los latifundi~s en el .segun- trato por otra a otro diferente 169 • ,

do. Pese a ello, un modelo en clases ·como éste no· har1a )ust1c1~ a la Las posibilidades de ascenso se ajustaban con toda claridad a las
realidad total de la sociedad romana. Para empezar, babtta que mser- líneas de separación que atravesaban la pirámide social. Los ya privi-
tar entre la clase superior y la inferior una clas~ ,media,. cuyos inte- legiados disponían de considerables posibilidades. Caso de utilizar con
grantes habrían dispuesto de medios de r_roducc1on y sin em~argo_,J
habilidad los medios económicos a su disposición, y si ascendían den-
se hahrínn 1nantcnido coino productores directos; a ellos h~bria~ de tro del cursus honorum municipal, ecuestre o senatorial, siguiendo
sumarse grupos sociales tan diferentes como el de los campesinos inde- el escalafón jerárqu·ico de sus cargos, entonces podían mejorar apre-
pendientes con tierra propia, el de los colonos, que cuando menos ciablemente su status social, como, por ejemplo, Plinio el Joven, que
contaban ~on tierras arrendadas, y aden1ás el de aquellos artesanos a sus fincas heredadas añadió otras nuevas compradas y fue subiendo
con una empresa propia. Decisivo, con todoi, es el hecbo de que la peldaño a peldaño en la carrera sena to ria! hasta el nivel de rango
sociedad romana no se articulaba en absoluto solam,ente atend~endo consular. Tampoco resultaba excesivamente difícil el ascenso desde
a Jos criterios econó1nicos mencionados) síno tamb1en en func1on de el orden decurional de una comunidad al estamento ecuestre y de aquí
puntos de vista sociales y j_urídicos que º.º coincidían plena1nente con al senatorial, pudiéndose dar tal heeho dentro de una misma genera-
Jos económicos. Los decuriones de las ciudades eran no .pocas veces
campesinos productores directos, y, no obstante, c?mo m1embr~s que 83, 1976, pp. 1 s. Crítica de este modelo e idees en parte diferentes e éstas:
eran de un esta1nento privilegiado, con unas funciones por .razon del F. Vittinghoff, Hist. Zeitschr., 230, 1980, pp. 31 s.; K. Christ, en W. Eck-
cargo y un renombre, formaba:i parte d~ los _e:,stratos ~supe:1ores. Por H. Galsterer-I-I. Wolff (ed.), Studien zur aniiken Sozialgeschichte, pp. 197 s.;
F. Kolb, en Bericht über die 33. Versan1mlung deutscher Historiker ín Würz-
contra, los libertos ricos del tipo de Trttnalcron reu~ran ciertamente burg 1980. Beih. zu. Gesch. in. Wiss. u. Unterricht (Stuttgart, 1982), pp. 131 s.
todos los requisitos económicos de una «clase do1n1!1ante», Yª. ~ue R~specto a estos pareceres, G. AJfOldy, Chiron, 11, 1981, pp. 207 s. Cf. del
poseían medios de producción, no eran productores directos Y v1v1an mismo, en flovtenaíe García Bellido, IV, Rev. de la Univ. Complutense, 18,
del trabajo de su personal; sin embargo, a ellos les estab~? vedadas 1979 (1981), pp. 177 s., esp. 209 s. (estratificación social reflejada en los hono-
la entrada en un orden privilegiado, así cor:no la ocupacto~ ~e los res estatuarios). Para las relaciones sociales entre los integrantes de los distin~
t~s estratos, cf. W. Eck, en Colonato y otras formas de dependencia -no escla-
cargos más altos y la consideración de 1~ :octedad. ~or cons1gu1ente, vistas. Actas del Coloquio, 1978. Memorias de Historia Antigua (Oviedo), 2,
sería algo contrario a la realidad el definir a la sociedad romana de 19~8, pp .. 41 s. La t~oría marxista, que se maritiene en la idea de que el orden
la época del Principado como una soctedad de clases (por no bah.lar soc1a_l antiguo constituía una sociedad de clases, se ha apartado entre tanto
considerablemente de la concepción de una ~<_sociedad de esclavistas» (por ejem-
ahora de la llamada «sociedad esclavista»). Fue una soctedad d1vid.ida plo, E. M. Staerman, VD!, 1969, 4, pp. 37 s.}: véase en tal sentido, v. gr.,
en órdenes v estratos, con una estructura verdaderamente peculiar, H. Kreissing, Ethn.-Arch. Zeitschr., 10, 1969, pp. 3'61 s.
169
que pese a 1Ós rasgos comunes se diferencia considerablemente de las Movilidad social en el Alto Imperio: K. Hopkins, Past and Present, 32,
. d ad es pre1n
restantes soc1e . 1es 168 .
. d ustrta !965, yp. 12 s.; P. ~· C. Weaver, ibid., 37, 1967, pp. 3 s. (libertos y esclavos
impenales); H. W. l leket, Tiidschr. voor Geschiedenis, 84, 1971, pp. 215 s.;
'
l H. Castnttus, Mttl. d. Techn. Univ. Braunschweíg, 8, 1973, pp. 38 s.; R. Mac-
Sobre el rpodelo de división social . aquí. es.bozado y so.~ne, los caract.eres
1&g Mu~len, Social Relations, pp. 97 s.; B. Dobson, en Recherches sur les structures
fundamentales del orden social romano, vid. asrtntsmo G. Alfoldy, Gyn1nastum, sociales dans l'antiquíté classique, pp. 99 s. (centuriones).

Aoo
1
204 Historia social de H. 01na 205
Gcfaa Alfüldy 1
1

ción o con el paso de una a otra. Para muchos hombres ricos la dife- y en virtud de esta cualificación se convirtió en dccuri~)n en su ciuda_d
rencia entre los niveles de censo entre cada uno de los ordines no natal, en la que finalmente ascendió a la alcaldía. Pero una tniyectona
representaba algo insalvable, al tiempo que los estamentos rectores como ésta no era desde luego frecuente, sobre todo si pensamos en
cuyos efectivos debían ser constantemente renovados a causa de l~ lo difícil que resultaba ahorrar con el salario de un jm;'alero sin bienes
frecuente falta de descendencia, tenían su fuente natural de recluta- raíces propios el mínimun1 de fortuna de un dccur:,on) aunque ~uese
miento en el orden situado un escalón más abajo. Posibilidades de éste del censo más bajo de las ciudades pequeñas. En las profesiones
ascenso comparables a éstas no faltaban tampoco, desde luego, entre urbanas era 1nás fácil hacer dinero, aunque ta1nbién en las ciudades
las capas bajas, sobre todo en las ciudades. Puesto que en una y mis- el ascenso social tenía sus lín1ites, sin que debamos desdeñar entre
ma categoría de la población baja podían estar comprendidas posi- éstos las múltiples restricciones debidas al origen personal y a la si~ua­
ciones sociales muy distintas, era perfectamente posible experimentar ción jurídica, que con bastante frecuencia irnpedía.n. a qu1e.nes triun-
una mejora en la propia situación dentro de tal categoría, sobre todo faban econórnica1nente, caso sobre lodo de los ef1c1entes libertos, ·el
teniendo habilidad y suerte en la actividad económica. Tal principio integrarse en la capa superior. , .
valía tanto para los artesanos urbanos, que podían llegar a enrique- Consecuentemente era algo poco frecuente y en todo caso at1p1co
cerse, como para los esclavos rurales, que podían hacer carrera con10 en tiempos del PrinciPado, en contraposición a las c?ndiciones de ~a
administradores de fincas. Como resultado de la estructura poco co- moderna sociedad industrial, el hecho de que alguien de muy baJ,ª
hesionada de los estratos inferiores, al menos en las ciudades resul- extracción se abriese camino hasta los más altos peldaños de la pua-
,taba también posible, en principio, el cambio de status, toda vez que mide social. La trayectoria vital de Jos miembros directivos de_ }a
! los esclavos se convertían muy a menudo en libertos, y los hijos del familia Caesaris o de los libertos ricos, que hacía decir a Tnmalc10n
libertus nacidos después de la manumissio eran considerados libres. sentirse haber pasado de ser rana a ser rey (Petromus, Sat. 77), no
Con todo, no debiera sobrevalorarse la movilidad social en época representaba una prueba de movilidad social 1hmttada, sI reparamos
del Principado en tanto que factor positivo en la vida social. Aquellos en las ulteriores barreras sociales con que tropezaban estas personas;
que de verdad podían hacer uso de las oportunidades citadas, cons- y, aparte de esto, tales personas debían sus carreras no sólo a su capa-
tituían en conjunto una minoría y en el campo probablemente una cidad personal, sino también a su gran suerte, concretamente a fab~­
minoría muy reducida. De los, por ej., 90 caballeros aproximadamente losas herencias de arn_os sin hijos o a la inclusión en el personal serv~l
que cada año ocupaban como prefectos de cohorte los puestos más del emperador por nacin1iento o conh:.:rcio de esc!avus. l.ü única posi-
bajos de la oficialidad ecuestre, únicamente dos tercios conseguían bilidad institucionalizada de ascender desde aba¡o del todo hasta la
llegar como tribunos militares al siguiente escalón en rango, y sólo un cumbre de la pirá1nide social nos la brinda la carrera de aquellos cen-
tercio de éstos al tercero de prefectos de ala. Importante era el hecho turiones que a través del priinipilado. llegaban al orden ecuestre; pero,
de que las líneas claves de división social, las que discurrían entre las por eje1nplo, hacia n1ediaJos del síglu 11 habÍ<l un total en torno. a
capas inferiores y las superiores, sólo a duras penas llegaban a ser unos 2.000 centuriones solan1ente, de los cuales cerca de un tercio
franqueadas. Quien de antemano carecía de los medios económicos únicamente podían alcanzar el prímipilado con rango ecuestre Y n1~­
adecuados, podía perfectísimamente seguir sin poseerlos pese a su nos de 10 un grado de rango ecuestre elevado. El emperador tard10
laboriosidad y a sus cualidades personales. Este era especialmente el Pértinax, que era hijo de un antiguo eschtvo y que al com1enz.o estuvo
caso de la población baja de las áreas rurales, en donde la fortuna ocupado como profesor falto de medios, que lue!So
fue acogido. en e!
résultante de la posesión de bienes raíces estaba repartida de forma estamento ecuestre gracias al favor y la protecc10n,
que se cl1strngu10
más inamovible que en la ciudad. Ciertamente, también en el campo por sus brillantes cualidades militares y obtuvo el
nmgo senatorrnl,
resultaba factible la ascensión social; en tal sentido suele sacarse acer- en fin, que se situó entre los priineros consulares y
tras la rnuerte. de
tadamente a colación la famosa inscripción de Mactar (del siglo m), Cómodo fue ele0ido en1pera<lor tuvo un destino único y sólo posible
1

en la que un antiguo labrantín informa con orgullo del éxito logrado bajo las nuevi:ls ~ondíciones que trajo consi?o la cris!s n1ilitar Y p_olí-
gracias a su celo en el trabajo (ILS 7457): procedía este sujeto de tica en el ünperio a partir de la segunda n:1tad del ,s1gl? II. Anter~or­
una familia falta de recursos, se ocupó durante doce años en la reco- mente un caso de ascenso co111parable a este habr1a sido concebible
lección como jornalero temporero y durante once lo hizo como repre- a lo s~mo con el paso <le varías generaciones. Así los Vitelíos deseen~
sentante; merced a su esfuerzo personal se hizo propietario de tierras dían según la tradición de un liberto que había sido zapatero ren1en-
206 Gé%a Alfr1ldy Historia social de Roma
207

dón; s11 hijo n111as6 ya una fortun<i en subastas hacia finales de la nud? a P.erseguir su propio interés·, al tiempo que dentro de los estra-
J{cpública; del n1atrin1onio de este Vitclio con una prostituta nació t~Js Inferiores no se daban líneas claras de división interna; era impo-
un hijo que fue nceptndo en el orden ecuestre y que bajo Augusto s1 ble, p~es, .~ue se generase una clase revolucionaria con capacidad
consiguió ta1nbién el rango de procurador ecuestre; este cabaIIcro tuvo de aglut1nac1on, tanto menos cuanto que muchos sectores inferiores
entonces cuatro hijos, que ya todos fueron senadores, y de ellos uno, d_e la población en las distintas partes del Imperio se sentían solida-
por su condición de cónsul en tres ocasiones, pasó a formar parte del rios co.n sus dotnini y patroni y no con los de su misma condición en
círculo de homhres más distinguidos de Roma; su hijo sería ya Aula cualqu1e~ o~ro lugar. En suma, el sistema de dominio romano era
Vitelio, el en1peradot 17º. en el Pnncipado. tan fuerte y las condiciones internas del Imperio
Así y todo, el sistema romano de sociedad ofrecía muchas posibi- estaban _t~n. amplrament,e consoltdadas que las tensiones sociales exis-
lidades de elevación personal, y siempre estaba al alcance de cada tentes drfrolmente podran estallar en conflictos abiertos.
cual el intentar siquiera sacarles partido; esa elasticidad contribuyó Dado; los presupuestos y exigencias de un gobierno mundial, la
de forma esencial a su fortaleza y estabilidad. A ello se aiíadía el he- monarqurn imperial era la fo1;ma política más apropiada para asegu-
cho de gue el descenso en la escala social) que era susceptible de pro~ rar la cons1stenc1a de una sociedad regida aristocráticamente como Ja
ducir una especial crispación en quienes lo padecían, constituyó un romana; en aquélla se materializaba un sistema de dominio unitario
fenómeno raro bajo las condiciones de estribilidad inauguradas por y estable, que sati~fa~ía al máximo los intereses de las capas altas.
Ja época del In1perio. En 1nasa se vieron afectados, todo lo n1ás, los ; Merced al. es.tablecim1ento d'.' una administración imperial regular y
habitantes de las provincias durante las pritneras generaciones poste- al mantenimiento de un e¡erclto que contabilizaba de 350.000 a
riores a la conquista, y en tiempos del l1nperío, por consiguiente, 400 .000 hombres, fue creado un aparato de poder que garantizaba el
círculos cada vez ya n1ás reducidos. Fatnilias empobrecidas y endeu- conuol permanente y único de los sometidos y que en lugar de las
dadas, especialtnente en el catnpo, que tenían, por eje1nplo, que ven- con,d~oones desoladoras de la República tardía trajo la estabilidad
der a sus hijos coino esclavos, las hubo sie111pre, pero lo que se dice poht1ca;, al mismo tiempo, y debido tanto a la fijación de una nor-
capas amplias de la población rara vez conocieron en su totalidad un mat1va_ urnca en lo tocante _al ejercicio del poder., como al control
fenómeno semejante de degradación social; en caso de catástrofes centralizado ?e los fune10nanos, este ~parata resultaba también para
naturales, co1no, por ejetnplo, en el gran terremoto del año l 7 en las masas mas s?portable que el anter10r m. Además, los integrantes
Asia Menor, el gobierno imperial acudía en socorro de la población de los estratos rnfenores fueron incluidos en el sistema de ejercicio
(Tac., Ann. 2,47). Por lo demás, los privilegios concedidos en su día, del poder de acuerdo '.'º~ una ?raduación jerárquica equilibrada:
tales como la libertad personal, el derecho de ciudadanía, y la perte- mtentra; que en la Republrca tardta determinados grupos enfrentados
nencia a un orden, eran 1nuy excepcionaltnente retirados a una perso- entre_ s1 habían ocupado _de forma ininterrumpida el poder y, en
na, inayonnente en caso de actos cri1ninales, siendo algo automático c~n1b10, amplias capas sociales rectoras, como, por ejemplo, la mayo-
que los descendientes ele los privilegiados heredasen la libertad y la r1a de .1os caballeros, ?a.~ían tenido una muy escasa participación en
el gobierno_, la reparticron ahora de las funciones públicas entre el
ciudadanía, así como la _pertenencia a un orden en la n1ayor parte de
los casos, al menos co1no cuestión de hecho.
1 º!·~o decurz?nutn) or40 eqi:ester y ordines decurionum bajo la direc-
Esta constitución interna de la sociedad romana explica ya por cion centralizada del rmpeno en la persona del césar respondía mejor
qué las tensiones y conflictos durante la época del Principado difí- a las realidades sociales. '
cilmente condujeron a revueltas abiertas. Las luchas de clases, como .Junto a todo ello, el gobierno imperial aseguraba también a la
consecuencia de la estructura social, eran por principio tan poco fac- sociedad romana una serie de normas ideológicas y éticas que proveían,
tibles como en tiempos de la República tardía. Cada uno de los gru-
Sistema ad~inisttativo: ~id., por. ej. 1 F. Mill_ar, _Journ. of Rom. Stud., 56,
171
pos integrantes de la población baja estaba ligado de distintas mane-
ras a las capas superiores y en consonancia con ello se dedicó a me- 19~6, PI:· 15~. s., W. Eck, D~: staatltche Organrsatton Italiens in der hohen
Katserzett (Munchen, 1979). EJercito: A. v. Domaszewski-B. Dobson Die Ran _
ordnu1!g des r(ifnischen H_eeres 2 (KQln-Graz, 1967); G. Webster, Í'he Romfn
' 1 s. Prhnipili: véase nota 134. Pértinax: SHA, P. 1, 1 s. y
170 Suet., \Tit. 2, Imperial An11y o/ the ftrst and second Centuries A. D (Londres 1969)·
AE, 1963, 52; soJore ello, H.-G. Kolbe, Bonner Jahrb, 162, 1962, pp. 407 s.; ~· Grant, Tht; An11y o/ the Caesars (Londres, 1974); comPosidón so¿ial y ét:
G. Alfoldy, Situla, 14·15, 1974, pp. 199 s. 11 n1ca: G. Forn1, en ANR\V, II, .l, pp. 339 s., con bibliografía.
1-Jistoriti social Je R01n;,1 209
208 Géza AlfOldy

sobre todo a las capas rectoras, aunque también a amplios sectores A la vista de fo fuerza mostrada por el Imperio, cualquier rebelión
de la población, de un sistema unitario de referencia. Esas normas se
inspiraron en la renovada tradición religiosa y moral de Roma y fue~
ron de tal forma adaptadas a las necesidades de la época que en ade-
' contra el sisteina Je do1ninación roman<1 resultaba inúl:il; Flavio Jo-
sefa for1nuló de n1anera suficientemente clara este convencimiento
(Bel!. Jud. 2,345 s.) Había ahora considerablemente menos motivos
lante quedaron ligadas al culto al emperador y a la obligación moral para la agitación social que durante las dos últimas centurias de la
de guardar lealtad al césat. Cada grupo social alimentaba el culto a República, aun cuando la armonía social, tal como Elio Arístides la
la persona del soberano por medio de sus propios sacerdotes: los ensalzaba en su Discurso a Roma (29 s.), fuese sólo un ideal, un sue-
sodales Augustales y los miembros de otras sodalidades eran sena- ño. Con la nueva distribución de funciones y parcelas de poder en
dores; los altos sacerdotes provinciales, caballeros en su mayoría; en el cuadro del in1perío apenas se dieron conflictos en el seno de los
las ciudades babía /lamines municipales procedentes del decurionado estratos superiores que no pudiesen ser sustanciados por rnedios pa-
local, Augustales del círculo de los libertos encumbrados, magistri y cíficos; la plebe urbana fue abastecida con bJstante regularidad; los
ministri de los Lares del emperador reclutados entre los restantes li- esclavos recibieron un trato considerablemente tnejor que antes Y
bertos y esclavos. Por otra parte, en las provincias orientales, donde muy a inenudo la n1anu1nisión; incluso las 1nasas can1pesinas, y entre
la adoración religiosa al soberano se retrotraía a un largo pasado, el ellas las poblaciones rurales n1uy levantiscJs de algunas regiones son1e-
culto al emperador no podía ciertamente satisfacer las profundas ne- tidas por prin1era vez bajo Augusto, con10 el norte de Dalmacia o
cesidades religiosas. Pero a eso tampoco se llegaba anteriormente en el sur de Panonia, podían anotarse n1uchas ventajas sociales con la
la religión romana; la función más importante de ésta consistió siem- romanización y la urbanización progresivas.
pre en prescribir modos de comportamiento que imponían, ante todo, Ello no obstante, también en época del Principado se produjeron
afección a los intereses del estado, y esta ética política constituyó ocasionalmente, en tiempos y lugares diferentes, y por distintds cau-
también su sustancia bajo los emperadores. Hasta qué punto se exten- sas, agitaciones sociales o estallidos de conflictos políticos abiertos, a
dieron por todo el imperio las normas de comportamiento romanas, los que no faltaban tampoco razones sociales de fondo. Estos movi-
es algo que se pone particularmente de relieve en la preferencia por mientos sólo tuvieron un deno1ninadur con1ún, si bien justamente
el empleo en las inscripciones de conceptos imbuidos de valores tra- esa coincidenci<t resulta prünordial para la comprensión de los con-
dicionales. Alternativas claras a este sistema de referencia apenas se flictos sociales del Imperio: por lo general, partieron de grupos de
dejaron ver en el Alto Imperio; los privados de libertad, por ejemplo,
población sobre ·1a·s que por causas n1uy especificas recah1 una carga
mantenían en su mayoría cultos que estaban también más o menos
que podríatnos considerar en general con10 atípica y particularmente
arraigados entre las capas altas. Ya sólo por esto, los pocos ene1nigos
realmente conscientes del sistema de gobierno romano, caso sobre t gravosa.
tod? de los representantes de muchas corrientes filosóficas y sectas, La suerte de los esclavos durante el Imperio ya no dio más pie
tuvieron un éxito muy limitado en su agitación contra Roma 172 • a grandes levanta111ientos serviles, co1no en Ja H.epública tardía, aun-
que el n1al trato dado a éstos en casos concretos, y especialn1ente

111
Culto al. emperador: mírese!ª nota 104. Cultos de las distintas capas so- en los latifundios, podía alguntl vez que otra conducir todavía a la
ciales: J. Beaujeu, en Hommages a J. Bayet, Coll. Laton1us, vol. 70 (Bruselas, rebelión abierta. Así, el senador Larcio f\ifucedo, un conten1poráneo
1964), pp. 5~ s. {o~den senatorial); F. BOmer, Untersuchungen über die Religion de P!inio (Ep. 3,14,l s.), fue mortalmente herido por sus esclavos
der Sklaven tn Grzechenland und Rom, I (vid. nota 72). Exrensión e imposición a c;.1usa de su crueldad; bajo Nerón un esclavo dio n1nerte al prefecto
de las ideas y valores romanos en el imperio: G. AlfOldy, Die Rolle des Einzel-
nen in der Gesellschaft des ROmischen Kaiserreiches. Envartungen ttnd \\7 ert- de la ciudad, Pedanio Secundo, según Tácito (Ann. 14,42) bien por
massstiibe. S~tz.-Ber. d. Heidelberger AkaJ. d. Wiss., Phil-hist. Kl., Jg. 1980, haberle negado éste la manumisión, bien por celos. Pero, que nosotros
8. Abh. (Heidelberg, 1980). Propaganda antirromana: R. MacMu!len, Enemies sepan1os, a un Jev<1nta1niento de esclavos en toda regla sólo se llegó
of the Roman Order. Treason, Unrest, and Alienution in the Etnpire (Ca1nbrid- en el aüo 24 en Apulia y en la vecina C1labria, además de en el 54,
ge/Mass., 1966), pp. 46 s. Sobre los conflictos sociales en el Í!nperio romano
véase en sínt~sis G. Alfüldy, Heidelberger Jahrb., 20, 1976, pp. 111 s., así cotn~ otra vez en Calabria; se trataba de las tradicionales regiones de movi-
en. H. Schnetder (ed.), Sozial- und Wirtscha/tsgeschichte der rOn1ischen Kuiser- n1ientos serviles, con n1uchos pastores, cuya situación era particu-
zett! pp. 372 s. Para los conflíctos en el mundo griego, incluida la época i1n- larn1ente 1nala y sobre los que sólo a dur;.1s penas podía ejercerse un
pena1, cf. G. E. M. de Ste, Croix, The Class Struggle in the Ancient Greek control. Norrnaltnente, sin e1nbargo, la resis[encia de ciertos esclavos
World /rom the Archaic Age to the Arab Conquests (Londres, 1981).
Géza Alfiildy Historia social de Roma 211
210
·¡ ¡
contra sus anios se in<lnl esta Ja a o su.111~73 c 11
¡ forma de huida lo más
' ' to galo del año 21, que había sido desencadenado por causa de la
frecuentemente de los rnmpos de traba¡o . d' h h 1 extrema explotación económica padecida por las provincias galas, to-
Por lo demás, entre la plebe de las ciudades ~~ ta a er ugar maron parte la nobleza tribal, sus clientes del campo y también los
a alborotos, si el problema fundamental de la poblacton robr; lit~~!~:: esclavos (Tac., Ann. 3,40 s.); en el 69 los treverienses y bátavos en
el aprovisionamiento de víveres, no era resuelto ª. sa~1~ acc1on .. lo 1 rebeldía contra Roma fueron acaudillados por su nobleza. Con todo,
t to (Apoll. 1 15) describe de qué manera a prrneipios del 5{g d las tnotivaciones sociales jugaron también en estos movimientos un
r~all6 una vez' en la localidad panfílica de Aspend_o un tu mu. to de cierto papel, al igual que durante la República tardía con los levan-
::tas características; a ello dio pábulo ·una f~1ta de v1ve~es, ocas1on=n~ tamientos de itálicos y provinciales. La mayoría de los que alentabah
,or el hecho de que ]os propietarios de t1errils retu:r1eron eldgr la resistencia antirromana pertenecían siempre a la población campe-
para la ex ortación. Asin1isn10, Dión de Prusa nos lnforn~~ e que sina humilde; sobre ellos, antes gue nadie, caía todo el peso de la do-
p r esos n~smos años él mismo estuvo a punto en una ocas1on d.e ser minación romana en las provincias, pues los representantes de la
~~esi~ado en su ciudad natal junto con los dueños de explotaciones capa alta local podían llegar fácilmente a un compromiso con Roma.
agrÍcolas pues el populacho tenia la sospecha de q;1e habill1 e~evad~ Las disposiciones sobre reclutamiento forzoso tomadas por Vitelio,
los reci~s del trigo. También por Dión .sabemos como se ego a u que desataron en el año 69 la insurrecci6n entre los bátavos, perju-
· P · t "bierto en Ja capital provincial de Cihcrn, Tarso,,en tre dicaban ante todo a la gran masa local (Tac., Hist. 4,14), y en menor
en 1rentamien o " 1 filoso
. d
br del orden local y los masas azuza as por .ºs,
1os intetn os 1· 1os medida al estrato superior. Y si aquí Julio Civilis, un miembro de la
. 11 ( u cond1c1on e e no aristocracia tribal más distinguida (Tac., Hist. 4,13), tomaba el man-
cínicos, y en cspcc1a1 «los c?rc: eros» que po~ s f ·r d d precisa-
. d danos eran los tnás pequd1cados). Con cuanta .ac1 1. a ., . do de los rebeldes, su propio sobrino Julio Brigántico combatía del
~~n~e ]as n1asas de artesanos de las gr~ndc~ ciudade; tntnorbl~t~~~ lado romano como oficial de rango ecuestre (ibid., 4,70). Con absoluta
dían alborotarse, nos lo muestra la historia del aposto! Pa claridad pueden reconocerse las razones sociales que latían en el fon-
do de la gran sublevación judía del 66-70. Las causas de esta revuelta
los plateros de Efeso "' ·
po ¡ 1 n
contra Roma residían en la opresión extremadamente dura que su-
Todos estos movimientos no representaron
· ' de es
en mdo.cdo a gt!I!1? lu
, t a me 1 as po 1c1a es.
r ro iara Rotna. <l lo sumo, extg1eron fría la población de Palestina; las masas de los sublevados se nutrie-
~e I~eacJió~ en ca~1bio, fue distinta ante lns revueltas en masa con- ron de campesinos particularmente desesperados, y los grupos más
t~~ la domi'nación romana de los provinci~les slbdlg~~~:~ J~]aº ¿; consecuentes aspiraban no sólo a sacudirse el yugo de Roma, sino
también a la supresión del dominio de los terratenientes y del alto
el Ca ·so del levantamiento en el ba¡o R111 l.} en e e e' d' n
solo ·se _\'º dia co - clero locales "'. Pero ninguno de estos levantamientos tuvo fuerza
.
lia del at1o 69 re¡,rcsentaban un gran pe 1gro, qu ·
' ' ·¡· t campana e ope- suficiente como para conmocionar el orden social romano; la crisis
· urar n1ediante una fuerte leva m1 ttar .Y una v~s a , de
J • b 'licas Claro está que estas 1nsurrecc1ones ten1an .tanto. , de la sociedad romana imperial tuvo otras raíces.
~~ ~í~~~nt~s ~~~iales como en su di.a l~s revueltas de l?s .aha~o~ 1~:­
1

licos y de los habitantes de las provmoas contra la. repu~ltca rd~n o:


3
ivaciones eran principaln1ente ciertas medidas ef o b p
Su S mot < L , d
• .R que a ecta an en
li'tºrco y m·,¡,·tai· o economico, toma as por orna, .
' ' · ¡ bl ·' E l levantamien-
igual medida a capas muy distintas de a po acton. ne
. -
. T An 4 27 e JLS 961 (para la data-
11J Levantan11ento en el ?ºº .2 4 ·
. ::ic., n. ' ) Lcvantaniiento en el
ción vid. e;. Alfüldy, Fast1HH1dspadnte11se\s, P~· J4~elie~ Stt;dien zur Sklaven- 175
H. Kreissíg, Die sozialen Zusanunenhiinge des íudOischen Krieges (Berlín,
- 54· 1'ac Ann. 12 56. u1 a e ese avos. . '
ano · ., . ' . · ¡ ('YT b d 1971) 1970), pp. 127 s. Para las revueltas de las poblaciones indígenas sometidas de
fll,.,c!Jt i111 rOnnsche11
. Katscrrerc
D. J ' tes a e.n,
CI D 46 7 s · en T arso.. zºb'd
. t .,
34 , 1 s, .,
las provincias, cf. St. L. Dyson, en ANRW, Il, 3 (Berlín-Nueva York, 1975),
17 ~ Disturbios en P~usa: - ion iry~·· tHsc: .~ 2· • 1971 pp 62 s. Efeso:
f D Kie ast H Castnt1us tsf-oua, 0 , , · . d pp. 1.38 s. Guerra bátava; L. Bessone, La rivolta batavica e la crisi del 69 d. C.
y al respecto, e . · A i N
1 e11 o, e· · · ¡ 1963) n 83 s. Cf. además en
n·~ · Sher\vin-\'\!hite, Ron1an Soczety an Mem. Accad. d. Se. di Torino, Cl. di Se. mor., stor. e fílol., Ser. 4.3, vol. 24
Acta App. 1~,24 s.; SO)re
Ron1a11 Law jll the NeuJ TcstanzentN(~xfo;;' 1974 'p~1 .110 s., sobre los albo-
(Torino, 1972). Resistencia activa y pasiva contra la dominación romana en el
especial R. FJ Nc\vold, Athc11ae111n, . , ., , ' · norte de Africa: M. Benabou, La résistance africaine a la romanisatíon (París
1976). '
r~tos en Roma bajo Tiberio.
u 1

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