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EL TEMOR A LA PALABRA

Hebreos 4:11-13
Por tanto, esforcémonos para entrar en ese reposo, no sea que nos pase lo mismo que a
aquellos israelitas y caigamos en la misma clase de desobediencia. Porque la Palabra de Dios está
henchida de vida; es efectiva; es más aguda que una espada de doble filo; penetra hasta lo más
íntimo de la división entre alma y espíritu, las coyunturas y el tuétano, y escudriña los deseos e
intenciones del corazón. No hay cosa creada que pueda permanecer oculta a su vista; todo está
descubierto ante Él, y no puede evitar encontrarse ante los ojos de Aquel a Quien tenemos que
rendir cuentas.

La lección de este pasaje es que la Palabra de Dios ha venido al mundo, y es tal que no se puede
ignorar. Los judíos tenían siempre una idea muy especial acerca de las palabras. Una vez que se
decía una palabra, tenía una existencia independiente. No era simplemente un sonido con un cierto
significado; era un poder que se liberaba y producía resultados. Isaías Le oyó decir a Dios que la
Palabra que salía de Su boca no sería nunca ineficaz, sino que realizaría aquello para lo que Él la
destinaba.
Podemos entender algo de esto si pensamos en la importancia tremenda que han tenido las
palabras en la Historia. Un líder acuña una frase, y ésta se convierte en un toque de trompeta que
mueve a las personas a sacrificios y hazañas. Algún gran hombre envía un manifiesto, y éste produce
un efecto que puede hacer o deshacer naciones. Una y otra vez en la Historia la palabra que ha dicho
algún líder o pensador ha salido y ha obrado grandes cosas. Si así sucede con las palabras humanas,
cuánto más con la Palabra de Dios.
El autor de Hebreos describe la Palabra de Dios en una serie de expresiones maravillosas.
(i) La Palabra de Dios está henchida de vida. Algunas cuestiones que tuvieron importancia en el
pasado están tan muertas como una piedra; algunos libros famosos ya no tienen ninguna vida ni
interés. Platón fue uno de los grandes pensadores del mundo, pero es dudoso que hoy hubiera
interés para una serie de estudios diarios sobre su pensamiento. Una de las cosas maravillosas de la
Palabra de Dios es que es un tema vivo para las personas de todos los tiempos. Otras cosas se sumen
en el olvido; otras cosas puede que adquieran un interés académico o histórico; pero la Palabra de
Dios es algo con lo que todos nos hemos de enfrentar, y su ofrecimiento es algo que hemos de
aceptar o rechazar.
(ii) La Palabra de Dios es efectiva. Es uno de los Hechos innegables de la Historia que siempre
que se ha tomado en serio la Palabra de Dios han empezado a suceder cosas. Así sucedió en Europa
en el siglo XVI: no tenemos más que abrir un libro de Historia para darnos cuenta de lo que sucedió
cuando se descubrió la Palabra de Dios que había estado oculta. Y en una época mucho más cercana
a nosotros, los grandes cambios que se notan tienen sin duda una relación íntima con la publicación
de la Biblia en la lengua del pueblo y el florecimiento de los estudios bíblicos. Cuando tomamos en
serio la Palabra de Dios nos damos cuenta en seguida de que no es solamente un libro que se puede
leer y estudiar, sino una Palabra viva que hay que poner por obra.
(iii) La Palabra de Dios es penetrante. El autor aporta diversas frases que muestran lo
penetrante que es. Penetra hasta la frontera entre el alma y el espíritu. En griego, el alma, psyjé, es
el principio vital. Todos los seres vivos tienen psyjé, vida física. En griego, el espíritu, pneuma, es lo
que es característico de los seres humanos, lo que nos permite pensar y razonar y mirar más allá de
la Tierra, a Dios. Es como si el autor de Hebreos estuviera diciendo que la Palabra de Dios pone a
prueba la vida terrena y la existencia espiritual del hombre. Dice que la Palabra de Dios escudriña
los deseos e intenciones del corazón. EL deseo (enthymésis) es la parte emocional de la persona, y la
intención (énnoia) la parte intelectual. Es como si dijera: «Tu vida emocional e intelectual deben
someterse por igual al escrutinio de Dios.»
Por último, el autor de Hebreos resume varias cosas. Dice que todo está descubierto para Dios y
no puede por menos de encontrarse ante Sus ojos. Usa dos palabras interesantes. La palabra para
desnudo es gymnós. Lo que quiere decir es que, como personas humanas, solemos ocultarnos bajo
un disfraz exterior; pero ante Dios estas cosas desaparecen y tenemos que enfrentarnos con Él tal
como somos. La otra palabra es aún más gráfica: tetrajélismenos. No es una palabra corriente, y su
significado no se conoce con absoluta certeza. Parece que se usaba de tres maneras diferentes.
(i) Es un término técnico de la lucha, y quiere decir agarrar al contrario de tal manera que no se
puede mover. Puede que creamos que hemos conseguido evitar a Dios por un cierto tiempo; pero
llega el momento en que nos agarra de tal manera que ya no podemos evitar encontrarnos cara a
cara con Él. Llega el momento en que no podemos evadirnos más de Dios.
(ii) Es la palabra que se usaba con el sentido de despellejar animales. Éstos se colgaban, y se les
quitaba la piel. La gente puede que nos juzgue por nuestra conducta y apariencia exteriores, pero
Dios ve lo más secreto de nuestro corazón.
(iii) Algunas veces, cuando se llevaba a un criminal a juicio o a ejecución se le ponía un puñal con
la punta debajo de la barbilla para obligarle a mantener la cara levantada para que todos pudieran
ver su deshonra. Cuando se le hacía eso se decía que el hombre estaba tetrajélismenos. A fin de
cuentas tenemos que enfrentarnos con la mirada de Dios. Tal vez nos podamos esconder de las
personas a las que nos daría vergüenza enfrentarnos; pero no podremos evitar mirar a Dios cara a
cara. Kermit Eby escribe en su El Dios en Ti: "En algún momento, uno tiene que dejar de correr de
sí mismo y de Dios -probablemente porque ya no tiene adónde huir-.» A todas las personas les llega
el- momento en que tienen que encontrarse con ese Dios ante Cuyos ojos nada se puede ocultar.

4.12 La Palabra de Dios no es simplemente la colección de palabras suyas, un medio de


comunicar ideas; es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la
agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos. Penetra la
médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está dentro de nosotros, tanto
lo bueno como lo malo. No solo debemos oír la Palabra sino que también debemos permitir
que moldee nuestra vida.

4 . 12 eficaz, energes Strong #1756: Comparable en significado a la palabra «enérgico»,


la cual se deriva de este vocablo. Energes, sólo usada aquí y en 1Co_16:9 y Phm_1:6, se
refiere a algo en accción, activo y efectivo. Es lo opuesto a argos, «ocioso», «inactivo»,
«ineficaz».

12. Porque—Tan diligente esfuerzo conviene, (v. 11) porque tenemos que ver con un
Dios cuya “palabra”, por la que seremos juzgados, es escudriñadora de corazones, y cuyos
ojos lo ven todo (v. 13). Las cualidades aquí atribuídas a la palabra de Dios y todo el
contexto, demuestran que se trata de poder judicial, por la cual palabra condenó a los
israelitas desobedientes a la exclusión de Canaán y excluirá a llamados cristianos
incrédulos del reposo celestial. La palabra escrita de Dios no se destaca aquí, aunque este
texto a menudo se interpreta como si así se tratara. Con todo, la palabra de Dios (lo mismo
que la predicada, v. 2), usada aquí en el sentido más amplio pero con especial referencia a
su poder judicial, INCLUYE la palabra de Dios, la espada del Espíritu de dos filos, el uno
para redargüir y convertir a algunos (v. 2), y el otro para condenar y destruír a los
incrédulos. (v. 14). Rev_19:15 asimismo representa el poder judicial de la palabra como
una espada aguda que sale de la boca de Cristo para herir a las naciones. La misma palabra
que es salvadora para los fieles (v. 2) es destructora para los desobedientes (2Co_2:15-16).
La Palabra personal, como algunos interpretan este texto, se quiere decir aquí: pues él no
es la espada, sino que tiene la espada. Así la referencia a Josué sigue con propiedad en el v.
8. viva—que tiene poder viviente, como “la vara de la boca y el aliento de los labios” del
“Dios viviente”. eficaz—griego, “enérgica”; no sólo viva sino enérgicamente eficaz. más
penetrante—más cortante, filosa. de dos filos—ambos afilados. Véase “espada del
Espíritu … palabra de Dios” (Eph_6:17). Su doble poder parece inferido por sus dos filos.
Juzga todo lo que está en el corazón porque lo atraviesa, castigando (a incrédulos) y a la
vez escudriñando” (tanto a creyentes como a incrédulos). [Crisóstomo]. Filón asimismo
habla de “Dios que pasa entre las partes del sacrificio de Abrahán (Gen_15:17, donde, sin
embargo, es una lámpara encendida la que así pasó) con su palabra, que es la que corta
todas las cosas: la cual espada, afilada perfectamente, nunca deja de dividir todas las cosas
sensibles, y aun las cosas imperceptibles a los sentidos o físicamente divisibles, pero
perceptibles y divisibles por la palabra”. La temprana preparación de Pablo, tanto en las
escuelas griegas de Tarso como en las hebraicas de Jerusalén, explica plenamente su
conocimiento de los modos de pensamiento de Filón, corrientes por cierto entre los judíos
doctos de todas partes, aunque Filón mismo pertenecía a Alejandría y no a Jerusalén.
Hablando a judíos, él por el Espíritu confirma lo que es verdadero en la literatura de su día,
como hizo hablando a los gentiles de Atenas (Act_17:28). que alcanza—penetra,
atraviesa. hasta partir el alma, y aun el espíritu—Que alcanza aun hasta la separación
del alma animal, la parte inferior de la naturaleza incorpórea del hombre, la sede de los
deseos animales, que él tiene en común con los brutos; véase el mismo griego en 1Co_2:14
: “el hombre natural”, psíquico, de alma animal (de Jud_1:19), distinto del espíritu (la
parte superior del hombre, receptivo del Espíritu de Dios, que lo vincula con los seres
celestiales). coyunturas y tuétanos—Hasta la división tanto de las coyunturas (para
poder separarlas) como de la médula. Cristo sabe “lo que hay en el hombre” (Joh_2:25):
así que su palabra alcanza hasta el conocimiento más íntimo y acertado de las más
recónditas partes, sentimientos y pensamientos del hombre, dividiendo, es decir,
distinguiendo lo espiritual de lo carnal y animal en él; al espíritu del alma: así Pro_20:27.
Como el cuchillo del sacerdote levítico alcanzaba a separar las partes íntimamente unidas,
como las coyunturas de las extremidades, y penetraba hasta las más interiores, como las
médulas; (el griego da el plural); así la palabra de Dios divide las partes íntimamente
unidas del espíritu. La frase “tanto las coyunturas como las médulas” (así el griego) está
subordinada a “hasta partir el alma y el espíritu”. Era pertinente, (al hablar a judíos), la
figura de la literal separación de las coyunturas y la penetración hasta la médula a fin de
sacarla a luz, usando el cuchillo del sacerdote, ilustrando la antes mentada separación
espiritual “del alma y del espíritu”, por la que cada uno (el alma así como el espíritu) queda
“desnudo” delante de Dios; esta interpretación concuerda con el v. 13). Evidentemente “el
separar el alma del espíritu” corresponde a las “coyunturas”, que la espada alcanza y
divide, como el “espíritu” corresponde a los recónditos “tuétanos”. “Moisés forma el alma,
Cristo el espíritu. El alma lleva consigo el cuerpo; el espíritu lleva consigo el alma y
también el cuerpo”. Esta interpretación de Alford es tosca, pues hace que el alma misma y
el espíritu mismo se partan, en vez de separar la una del otro; y no sólo así hace despedazar
las coyunturas sino también desparramar las médulas. La separación y la honda
penetración de la Palabra tiene tanto el efecto punitivo como el salutífero. discierne los
pensamientos—griego, “capaz de juzgar los propósitos”. intenciones—más bien:
“conceptos” [Crellio], “ideas” [Alford]. Como el griego por “pensamientos” se refiere a la
mente y sentimientos, así el vocablo por “intenciones”, o más bien “conceptos mentales”,
se refiere al intelecto.
12, 13 Este trozo termina con una reflexión sobre la Palabra de Dios (gr. ho logos tou
Theou) y lo que ella puede lograr. No hay fundamento en el contexto para identificar esto
con la Palabra personal de Dios mencionada en Juan 1:1-14. Es totalmente obvio que la
expresión se refiere al evangelio, que se describe en el v. 2 como “las buenas nuevas … oír
la palabra” (gr. ho logos tes akoues). El evangelio trae la promesa de salvación así como la
advertencia de juicio (cf. 2:1-4). Sin embargo, también es claro que el Sal. 95 puede
funcionar como la voz de Dios, llamándonos a la fe y advirtiéndonos sobre el
endurecimiento del corazón. Este pasaje es en particular la Palabra de Dios que el autor de
Heb. quiere que sus lectores escuchen en los caps. 3 y 4. De modo que lo que se dice en los
vv. 12, 13 puede aplicarse también a la palabra de Dios escrita en la Escritura. En un
lenguaje que recuerda Isa. 55:11, se dice que la Palabra de Dios es viva y eficaz, dando a
entender que logra el propósito para el cual fue dada por Dios. Sin embargo, Heb. no
sugiere que todos los que oyen el mensaje creerán automáticamente y así entrarán al
reposo de Dios. La metáfora de la espada de dos filos se usa para pintar lo que inicialmente
parece una figura atemorizante. La palabra de Dios penetra hasta los pliegues más
profundos de nuestro ser, abriendo y juzgando los pensamientos y las intenciones del
corazón. Es el “crítico” (gr. kriticoŒs) por el que todos son juzgados. Ciertamente, al
confrontarnos con la palabra de Dios, somos confrontados por Dios mismo, y no existe
cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Cuando el autor dice que todas (las
cosas) están desnudas y expuestas ante los ojos de Dios, el cuadro es el de un animal con
la cabeza hacia atrás y el cuello dispuesto para el sacrificio. Dicho simplemente, no
podemos esconder nuestro rostro de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Si la palabra
de Dios tiene un efecto de disección y exposición de nuestras vidas ahora, no debemos
endurecernos por el engaño del pecado y venir totalmente sin prepararnos para enfrentarle
en el día final del juicio. En un análisis final, pues, este pasaje sugiere que la función
negativa o juzgadora de la palabra de Dios puede ser una ayuda para nosotros al continuar
nuestro viaje de fe.

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