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No juzguéis, para que no seáis juzgados, Mateo 7:1
Estas son las palabras que Jesús enseñó a sus discípulos que dijeran a la
gente: No juzguéis injustamente, para que no seáis juzgados; sino juzgad con
justo juicio. (TJS, Mateo 7:1-2)
Los hombres están propensos a juzgar a sus semejantes, a censurar o
alabar, sin considerar debidamente los hechos o las circunstancias. El Maestro
rechazó el juicio predispuesto o sin fundamento… amonestó, porque de acuerdo
con lo que uno use como fundamento para juzgar a otros, él, a su vez, será
juzgado. (James E. Talmage Capitulo 17: El Sermón del Monte, Jesús el Cristo)
Todos juzgamos, todos en muchas ocasiones dentro del día debemos
hacerlo, de hecho, debemos juzgar nuestro propio actuar a cada minuto, a
cada instante. El problema no radica en juzgar sino en hacerlo
correctamente, en hacerlo en justicia.
Por tanto, hijo mío, procura ser misericordioso con tus hermanos; trata
con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar; y si haces todas estas
cosas, entonces recibirás tu galardón; sí, la misericordia te será restablecida de
nuevo; la justicia te será restaurada otra vez; se te restituirá un justo juicio
nuevamente; y se te recompensará de nuevo con lo bueno. (Alma 41:14)
Por lo tanto la advertencia del Señor de que: con el juicio con que juzgáis
seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir.” Es una
moneda de dos caras porque es una advertencia para aquellos que juzgan
injustamente y una promesa para aquellos que obran en misericordia y justicia.
Vuelvo a repetir.
Todos juzgamos, todos en muchas ocasiones dentro del día debemos
hacerlo, de hecho, debemos juzgar nuestro propio actuar a cada minuto, a
cada instante. El problema no radica en juzgar sino en hacerlo
correctamente, en hacerlo en justicia.
A los santos se nos ha dicho:
sí, he aquí, escribo a todos los extremos de la tierra; sí, a vosotras, doce
tribus de Israel, que seréis juzgadas según vuestras obras por los doce que Jesús
escogió en la tierra de Jerusalén para que fuesen sus discípulos. Y escribo
también al resto de este pueblo, que igualmente será juzgado por los doce que
Jesús escogió en esta tierra; y estos serán juzgados por los otros doce que Jesús
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escogió en la tierra de Jerusalén. Y el Espíritu me manifiesta estas cosas; por lo
tanto, os escribo a todos vosotros. Y por esta razón os escribo, para que sepáis
que todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo, sí, toda alma que
pertenece a toda la familia humana de Adán; y debéis presentaros para ser
juzgados por vuestras obras, ya sean buenas o malas; (Mormón 3:18-20)
El Señor a prometido que seremos Juzgados como miembros de las tribus
de Israel (y si quiere saber a tribu pertenece no se olvide de la declaración de
linaje que un patriarca ordenado por el Señor para recibir revelación personal
para los miembros declara sobre usted).
Seremos juzgados por los 12 discípulos de este continente y estos a su
vez por los 12 apóstoles. Pero eso no es todo, El apóstol Pablo a dicho:
¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo
ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta
vida? (1 Corintios 6:2-3)
“Los santos han de juzgar al mundo” pero para ello debemos convertirnos
en jueces justos.
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Pero que ocurre con aquellos que manipulan, que se hacen los ofendidos,
que miran a los santos erigiéndose como jueces de ellos alegando que han sido
heridos por la omisión, que no han sido visitados, que no han sido atendidos,
que no han recibido consuelo, que no han sido tratados con la diligencia que
ellos esperaban, que no se les ha servido según sus estándares, que esperaban
más de sus hermanos, cuando ellos mismos no han hecho nada o muy poco de
lo que exigen.
¿No será que falsifican, toda la cuestión? ¿Fingen estar enojados por algo
cuando saben, o podrían saber, si fueran sinceros consigo mismo, que su enojo
tenía su origen en un motivo distinto y mucho menos presentable? ¿Fingen
haber sufrido un «daño» en su sensibilidad y sus sentimientos cuando el
verdadero problema estaba en su envidia, en su vanidad no satisfecha o su
obstinación frustrada? Estas tácticas suelen funcionar. Muchos les escuchan
dándoles algo de crédito. (no analizan que la persona muchas veces ha
permanecido alejada del Señor por decisión propia y créanme la mayoría sino
casi la totalidad de los casos es así, sin pagar su diezmo, sin ayunar, sin servir
dentro de la iglesia, asistiendo tarde mal y nunca a las reuniones tanto
dominicales como dentro de la semana, escuchando música y viendo programas
en la televisión de dudosa reputación, usando en la semana un lenguaje profano,
una ropa inmodesta y muchas veces actuando y comportándose como el mundo)
sin embargo dicen estar heridos, mencionan que han estado solos y sabiendo de
nuestras debilidades y tratando de abusar de ellas, nos hablan de nuestra paja
(las visitas inconstantes o nuestra supuesta poca preocupación) y se dan cuenta
de su propia viga.
Pero como vencemos ante tales trampas, el juego sucio cala muy hondo.
Realmente, eso que solemos llamar «sensibilidad» muchas veces es una fábrica
poderosa de tiranía. No estoy seguro de cómo tratarlo en los demás, pero
deberíamos ser implacables ante sus primeros atisbos en nosotros mismos.
Y por eso el primer consejo del Señor es vernos a nosotros mismos.
Otro aspecto de nuestra viga en el ojo es retratado en un refrán muy
común y sabido “mal de mucho consuelo de tontos” ante nuestras faltas, cuando
somos expuestos o se nos ha aclarado nuestros errores e imprudencias nos
escudamos en los demás de dos tres maneras:
Excusándonos en el comportamiento de la mayoría, es que todos lo
hacen. “todos están viendo esta comedia, esta película, o esta serie” aunque su
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contenido sea inapropiado. Es que todos en esta fecha beben, es que todos en la
fiesta fuman, es que todos están pololeando, es que somos adultos y podemos
hacer con nuestro cuerpo lo que deseemos, somos adultos, etc.
Excusándonos por medio de las faltas de otros, sacando los trapos al sol
por medio de denunciar las faltas de los demás. Cuando Job se estaba quejando
de su sufrimiento, el Señor le preguntó: “¿Me condenarás a mí, para justificarte
tú?”. Esto puede ocurrir aun en la familia, cuando alguien, suponiendo que
protege su buen nombre, hace públicos, con lujo de detalles, las faltas y los
errores de sus hermanos y hermanas, de sus hijos, de sus padres, en forma de
autojustificación, para aliviar su dolor personal.
En la parábola del hijo pródigo, éste fue rescatado por un padre fiel que
hablaba del valor de su hijo, no de sus faltas.
Cada vez que hablamos de los pecados o de los errores de otras personas,
en realidad estamos juzgándolos injustamente.
El setenta Lynn A. Mickelsen, en una conferencia General enseño:
Una vez escuché a un hombre decir a su hijo que no volvería a contratar
a cierta persona porque le había cobrado mucho por un trabajo, a lo cual el hijo
respondió: “Me sorprende que digas eso papá, porque tú nos has enseñado otra
cosa”.
El padre estaba juzgando sin tener en qué basarse. ¿Qué debió haber
hecho? Si tenía dudas acerca de lo que se cobró por el trabajo, debió haber
hablado de ello con la otra persona para resolver sus diferencias y poner fin al
asunto sin murmurar ante otra gente.
Cuando los escribas y los fariseos llevaron a la mujer sorprendida en
adulterio ante Jesús, Él se agachó y escribió con el dedo en la arena para que
los demás no pudiesen ver ni oír. Luego dijo: “El que de vosotros esté sin pecado
sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Cuando sus acusadores se
retiraron avergonzados de sus pecados, Él dijo a la mujer: “Vete; y no peques
más”.
Si les sobreviene la ola de tentación de revelar los pecados de otras
personas, no lo cuenten a su vecino, ni a su mejor amigo. Vayan a su obispo;
déjenle el asunto a él. Si es necesario, infórmenlo a las autoridades civiles o
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policiales, y luego déjenlo así. (Lynn A. Mickelsen “La Expiación, el
arrepentimiento y la ropa sucia”, Octubre 2003, Conferencia general)
El último aspecto es el de acusar al mensajero, sobre todo si el mensaje
nos es perjudicial para nuestras convicciones, esto se retrata algo así como:
“mira quién habla” “el diablo vendiendo cruces”
Relato de mi padre o de mi hija mayor.
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Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de
ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. (3 Nefi 14:15)
Las apariencias engañan el presidente Thomas S. Monson relato lo
siguiente:
Una mujer llamada Mary Bartels tenía una casa directamente enfrente de
la entrada de un hospital clínico. Su familia vivía en la planta principal y rentaba
los cuartos de los pisos superiores a los pacientes de la clínica.
Una tarde, un hombre mayor de aspecto verdaderamente horrible llegó a
la puerta y preguntó si había algún lugar para que él pasara la noche. Estaba
encorvado y arrugado, y su rostro, más grande de un lado a causa de una
inflamación, estaba rojizo y sin piel. Dijo que había estado buscando un cuarto
desde el mediodía, aunque sin éxito. “Supongo que es por mi rostro”, dijo. “Sé
que se ve terrible, pero mi doctor dice que es posible que mejore después de
más tratamientos”. El hombre indicó que estaba dispuesto a dormir en la
mecedora del porche. Al conversar con él, Mary comprendió que el pequeño
anciano tenía un corazón enorme atrapado dentro de ese diminuto cuerpo.
Aunque los cuartos estaban ocupados, le dijo que aguardara en la mecedora, y
que ella le hallaría un lugar donde dormir.
A la hora de acostarse, el esposo de Mary colocó un catre de campaña
para el hombre. Cuando Mary fue a ver por la mañana, la ropa de cama estaba
cuidadosamente doblada y él estaba fuera, en el porche. Declinó el desayuno,
pero antes de partir para tomar el autobús preguntó si podía regresar la próxima
vez que recibiera tratamiento. “No le molestaré en lo más mínimo”, prometió.
“Puedo dormir bien en una silla”. Mary le aseguró que estaba invitado a venir
otra vez.
Durante los varios años que viajó para recibir tratamiento y se quedó en
casa de Mary, el anciano, que era pescador de profesión, llevaba siempre
mariscos o verduras de su jardín como presentes. Otras veces enviaba
encomiendas por correo.
Cuando Mary recibía estos considerados presentes, a menudo pensaba en
un comentario que su vecina de al lado le había hecho después de que el
desfigurado y encorvado anciano se había retirado de su hogar esa primera
mañana. “¿Anoche le diste lugar a ese hombre de aspecto tan feo? Yo le dije
que se fuera. Uno puede perder clientes con esa clase de personas”.
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Mary sabía que quizás ellos habían perdido clientes una o dos veces, pero
pensó: “Oh, si tan sólo pudieran haberle conocido, quizás sus enfermedades
habrían sido más fáciles de sobrellevar”.
Después de que el hombre falleció, Mary visitó a una amiga que tenía un
invernadero. Al observar las flores de su amiga, notó un hermoso crisantemo
dorado, pero la desconcertó el que éste estuviera plantado en un viejo cubo
abollado y oxidado. Su amiga explicó: “Me quedé sin macetas y, sabiendo cuán
bella sería, pensé que no le importaría comenzar en este viejo balde. Es sólo por
un corto tiempo, hasta que pueda colocarla fuera, en el jardín”.
Mary sonrió al imaginar la misma escena en el cielo. “Aquí tenemos a
alguien especialmente hermoso”, pudo haber dicho Dios cuando llegó al alma
del pequeño anciano. “No le importará comenzar en este cuerpo pequeño y
deforme”. Pero eso fue hace mucho, y en el jardín de Dios, ¡cuán alta ha de ser
este alma adorable!.
Las apariencias pueden ser muy engañosas, y un parámetro pobre para
juzgar a una persona. El Salvador amonestó: “No juzguéis según las
apariencias”. (Juan 7:24) ( Thomas S. Monson, La caridad nunca deja de ser,
Octubre 2010, Conferencia general)
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así como de las reuniones de su llamamiento, mostradme una mujer que decida
criar ella misma a sus hijos, por sobre ejercer su profesión, mostradme un
hombre que pague su diezmo integro en vez de comprar un auto nuevo o darse
lujosos viajes, mostradme a jóvenes que se levantan temprano, aunque sea a
regañadientes, para escuchar una clase y aprender sobre el salvador, y yo les
diré de cuales frutos estamos hablando.
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Tengo en mente la caridad que nos impele a ponernos en el lugar de los
demás, a ser compasivos y misericordiosos, no sólo en tiempos de enfermedad,
aflicción y tribulación, sino también en tiempos de debilidad o error de parte de
otras personas.
Hay una gran necesidad de la caridad que presta atención a quienes pasan
inadvertidos, que da esperanza a quienes están desalentados y que brinda ayuda
a quienes están afligidos. La verdadera caridad es el amor en acción. La
necesidad de la caridad está en todas partes.
Se necesita la caridad que rehúsa hallar satisfacción al oír o repetir los
relatos sobre infortunios que sobrevienen a otras personas, a menos que al
hacerlo el desafortunado pueda beneficiarse. El educador y político
estadounidense Horace Mann dijo una vez: “Compadecerse de la tribulación es
meramente humano; aliviarla es divino”.
La caridad es tener paciencia con alguien que nos ha defraudado. Es
resistir el impulso de ofenderse con facilidad. Es aceptar las debilidades y los
defectos. Es aceptar a las personas como realmente son. Es ver, más que las
apariencias físicas, los atributos que no empalidecerán con el tiempo. Es resistir
el impulso de categorizar a otras personas.
Se ha definido a la caridad como “el amor más elevado, más noble y más
fuerte”, el “amor puro de Cristo…; y a [la que] la posea en el postrer día, le irá
bien”.
Leer el libro el mercader de venecia
Si recuerdan bien el sueño de lehi y tal como hablamos la barra de hierro
es la palabra de Dios (es la revelación personal) pero ella los llevará a la árbol
y su fruto y ¿que es el árbol” o sí el amor de Dios, o sea Caridad y si estáis
llenos del amor de Dios tenéis caridad
la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien
la posea en el postrer día, le irá bien. (Moroni 7:47)
Y entonces os entenderemos que solo siendo semejantes al Señor, siendo
convertidos por su gracia y su expiación en lo que él es, podremos ser jueces
justos y emitir sentencias de acuerdo con la justicia.
En resumen, solo siendo como él es, y él es el gran juez justo, nosotros
podremos juzgar rectamente.
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En resumen, No olviden hermanos para ser juzgar rectamente debemos:
1. Antes de juzgar a otros debemos ser capaz de juzgarnos a nosotros
mismos. (ver nuestra viga)
2. Ser reservados, entender que hay cosas Santas que no deben ser
compartidas públicamente.
3. Ser guiados por revelación.
4. Tratar a los demás con empatía, como a uno le gustaría ser tratado.
5. Nuestro proceder debe ser dentro del camino estrecho del evangelio.
6. No juzguéis según las apariencias
7. Por sus frutos los conoceréis.
8. Más que hablar sobre los mandamientos del Señor, cumplirlos.
9. La caridad (que incluye la misericordia)
La última historia que ejemplifica la Caridad.
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