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1. PALLA-HUARCUNA...............................................................3
2. LA ACHIRANA DEL INCA.......................................................6
3. LOS INCAS AJEDRECISTAS...................................................8
4. EL CABALLO DE SANTIAGO APÓSTOL...................................14
5. EL RETRATO DE PIZARRO...................................................17
6. EL DEMONIO DE LOS ANDES...............................................20
7. LOPE DE AGUIRRE EL TRAIDOR ..........................................32
8. LOS TRES MOTIVOS DEL OIDOR..........................................38
9. COMIDA ACABADA, AMISTAD TERMINADA............................41
10. EL MANCHAY-PUITO..........................................................44
11. HAZ BIEN SIN MIRAR A QUIEN............................................50
12. EL HÁBITO NO HACE AL MONJE...........................................56
13. ¡AL RINCÓN! ¡QUITA CALZÓN!............................................60
14. LOS MOSQUITOS DE SANTA ROSA.......................................64
15. MOTÍN DE LIMEÑAS...........................................................68
16. EL ALACRÁN DE FRAY GÓMEZ.............................................73
17. LOS PASQUINES DE YAULI..................................................80
18. CONTRA PEREZA DILIGENCIA.............................................84
19. LOS RATONES DE FRAY MARTÍN..........................................88
20. UNA ELECCIÓN DE ABADESA..............................................92
21. LA CONGA .......................................................................96
22. LOS SIETE PELOS DEL DIABLO .........................................102
23. EL PADRE PATA ..............................................................108
24. LOS CABALLEROS DE LA CAPA..........................................111
25. DON DIMAS DE LA TIJERETA.............................................132
26. LOS AGUADORES DE LIMA................................................144
1
27. LOS POLVOS DE LA CONDESA ..........................................147
28. ¡BEBA, PADRE, QUE LE DA LA VIDA!...................................153
29. EL CORREGIDOR DE TINTA ..............................................159
30. CON DÍAS Y OLLAS VENCEREMOS......................................166
31. PAN, QUESO Y RASPADURA...............................................174
32. UN NEGRO EN EL SILLÓN PRESIDENCIAL ...........................187
33. JUSTICIA DE BOLÍVAR......................................................190
34. BOLÍVAR Y EL CRONISTA CALANCHA..................................195
35. ENTRE LIBERTADOR Y DICTADOR......................................202
36. LA VIEJA DE BOLÍVAR......................................................209
37. LAS TRES ETCÉTERAS DEL LIBERTADOR.............................212
38. LA ÚLTIMA FRASE DE BOLÍVAR..........................................218
39. UNA AVENTURA AMOROSA DEL PADRE CHUECAS.................220
40. EL CLARÍN DE CANTERAC ................................................229
41. LA PROTECTORA Y LA LIBERTADORA..................................232
42. FRANCISCO BOLOGNESI...................................................247
43. CORONGUINOS...............................................................257
44. ..........................................................................................
45. ..........................................................................................
46. ..........................................................................................
47. ..........................................................................................
48. ..........................................................................................
49. ..........................................................................................
50. ..........................................................................................
2
PALLA-HUARCUNA(*)
de Ricardo Palma
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¡Feliz tú, anciano, porque sólo el polvo de tus huesos será pisoteado
por el extranjero, y no verán tus ojos el día de la humillación para los
tuyos! Pero entretanto, ¡oh hija de Mama-Ocllo!, trae a tus hijos para
que no olviden el arrojo de sus padres, cuando en la vida de la patria
suene la hora de la conquista.
Bellos son tus himnos, niña de los labios de rosa; pero en tu acento
hay la amargura de la cautiva.
4
Y desde entonces, ¡oh viajero!, si quieres conocer el sitio donde fue
inmolada la cautiva, sitio al que los habitantes de Huancayo dan el
nombre de Palla-huarcuna, fíjate en la cadena de cerros, y entre
Izcuchaca y Huaynanpuquio verás una roca que tiene las formas de
una india con un collar en el cuello y el turbante de plumas sobre la
cabeza. La roca parece artísticamente cincelada, y los naturales del
país, en su sencilla superstición, la juzgan el genio maléfico de su
comarca, creyendo que nadie puede atreverse a pasar de noche por
Palla-huarcuna sin ser devorado por el fantasma de piedra.
(1860)
5
LA ACHIRANA DEL INCA(*)
(A Teodorico Olachea)
6
— Señor -le contestó la joven, poniéndose de rodillas y besando la
orla del manto real-, grande eres y para ti no hay imposible.
Venciérasme con tu nobleza, a no tener ya el alma esclava de otro
dueño. Nada debo pedirte, que quien dones recibe obligada queda;
pero si te satisface la gratitud de mi pueblo, ruégote que dés agua a
esta comarca. Siembra beneficios y tendrás cosecha de bendiciones.
Reina, señor, sobre corazones agradecidos más que sobre hombres
que, tímidos, se inclinan ante ti, deslumbrados por tu esplendor.
— Discreta eres, doncella de la negra crencha, y así me cautivas con
tu palabra como con el fuego de tu mirada. ¡Adiós, ilusorio ensueño
de mi vida! Espera diez días, y verás realizado lo que pides. ¡Adiós, y
no te olvides de tu rey!
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LOS INCAS AJEDRECISTAS(*)
I
ATAHUALPA
Al doctor Evaristo P. Duclos , insigne ajedrecista
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo VI, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
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teorías y poco de su aparición se tradujo el opúsculo al francés y al
italiano.
9
desmoralizarse, y acaso el éxito habría favorecido a los rebeldes si la
Audiencia no hubiera tomado el acuerdo de separar al oidor marmota
y al arzobispo ajedrecista.
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las pieza ni de los lances y accidentes del juego. Pero una tarde, en
las jugadas finales de una partida empañada entre Soto y Riquelme,
hizo el ademán Hernando de Soto de movilizar el caballo, y el Inca,
tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz baja:
- No capitan, no....¡El castillo¡
II
MANCO INCA
A Jesús Elías y Salas
11
Después del injustificable sacrificio de Atahualpa, se encamino Don
Francisco Pizarro al Cuzco, en 1534, y para propiciarse el afecto de
los cuzqueños, declaro no venir a quitar a sus caciques sus señoríos y
propiedades, ni a deconocer sus preeminencias , y que castigado ya e
Cajamarca , con la muerte , el usurpador asesino del legitimo inca
Huáscar, se proponía entregar la insignia imperial al Inca Manco,
mancebo de dieciocho años, legítimo heredero de su hermano
Huáscar. La coronación se efectuó con gran solemnidad,
trasladándose luego Pizarro al valle de Jauja, de donde siguió al del
Rímac o Pachacamac para hacer la fundación de la capital del futuro
virreinato.
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Estaba escrito que como al Inca Atahualpa, la afición al ajedrez había
de serle fatal al Inca Manco.
13
EL CABALLO DE SANTIAGO APÓSTOL(*)
14
Llegó, pues, la de pagar; y cuando al día siguiente entraron los
vencedores en Guamanga, fue nuestro hombre a visitar y dar gracias
al apóstol Santiago, que de gorda lo librara. Pero hacíasele muy
cuesta arriba eso de quedarse convertido en infante.
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-¡Ah, picaronazo! No hay quien te la juegue- y puso sobre el altar
cantidad de doblillas igual a la que antes dejara. Suma redonda,
ochocientos duretes.
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EL RETRATO DE PIZARRO(*)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
1
Desde 1892 se trasladaron los cuarenta y cinco retratos al palacio de la
Exposición.
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colocar en su sala de sesiones el retrato del marqués y los de Gasca,
Vaca de Castro, Núñez Vela, conde de Nieva y marqueses de
Mondéjar y de Cañete. Pagose en ochenta ducados cada lienzo, y
como en Lima no había aún pintores que mereciesen el nombre de
artistas, encomendose el trabajo a tres españoles aficionados al arte
de Apeles.
18
del ilustre pintor; pero no el Pizarro humano y prosaico que Dios
creara. Si bien es cierto que en Viena se exhibe un retrato, obra de
pincel español, como verdadera imagen del gran soldado extremeño,
no han faltado opiniones que combatan tal afirmación. Presúmese
que cuando Pizarro fue a España para celebrar con la reina madre las
estipulaciones de Toledo, se dejó retratar por uno de los más
afamados artistas. El hecho es que la presunción no está
comprobada.
19
EL DEMONIO DE LOS ANDES(*)
A Ricardo Becerra
20
y adelantándose a sus soldados: «¡Mengua y baldón para el que
retroceda! ¡Yo soy un blanco doble mejor que vosotros para el
enemigo!» La tropa siguió entusiasmada el ejemplo de su corpulento
y obeso capitán, y se apoderó de la artillería de Almagro. Los
historiadores convienen en que este acto de heroico arrojo decidió de
la batalla.
21
facultad de adivinar, el verdadero modo de acertar es hacer buen
corazón y aparejarse para lo que suceda; que las cosas grandes no se
emprenden sin gran peligro. Lo mejor es fiar vuestra justificación a
las lanzas y arcabuces, pues habéis ido demasiado lejos para esperar
favor de la corona». Pero la educación de Gonzalo y sus hábitos de
respeto al soberano ponían coto a su ambición, y nunca osó
presentarse en abierta rebeldía contra el rey. Le asustaba el atrevido
consejo de Carbajal. El maestre de campo era, políticamente
hablando, un hombre que se anticipaba a su época y que presentía
aquel evangelio del siglo XIX: «a una revolución vencida se la llama
motín; a un motín triunfante se le llama revolución: el éxito dicta el
nombre».
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Después de la victoria de Iñaquito, el poder de Gonzalo parecía
indestructible. Todo conspiraba para que el victorioso gobernador
independizase el Perú. Su tentador Demonio de los Andes lo escribía
desde Andahuailas, excitándolo a coronarse: «Debéis declararos rey
de esta tierra conquistada por vuestras armas y las de vuestros
hermanos. Harto mejores son vuestros títulos que el de los reyes de
España. ¿En qué cláusula de su testamento les legó Adán el imperio
de los incas? No os intimidéis porque hablillas vulgares os acusen de
deslealtad. Ninguno que llegó a ser rey tuvo jamás el nombre de
traidor. Los gobiernos que creó la fuerza, el tiempo los hace
legítimos. Reinad y seréis honrado. De cualquier modo, rey sois de
hecho y debéis morir reinando. Francia y Roma os ampararán si
tenéis voluntad y maña para saber captaros su protección. Contad
conmigo en vida y en muerte; y cuando todo turbio corra, tan buen
palmo de pescuezo tengo yo para la horca como cualquier otro hijo
de vecino».
Entre los cuadros que hasta 1860 adornaban las paredes del Museo
Nacional, y que posteriormente fueron trasladados al palacio de la
Exposición, recordamos haber visto un retrato del Demonio de los
Andes, en el cual se leían estos que diz que son versos:
«Del Perú la suprema independencia
Carbajal ha tres siglos quería,
Y quererlo costole la existencia2»
Pero estaba escrito que no era Pizarro el escogido por Dios para crear
la nacionalidad peruana. Coronándose, habría creado intereses
especiales en el país, y los hombres habrían hecho su destino
solidario con el del monarca. Por eso, al arribo del licenciado Gasca
2
El retrato de Carbajal se encuentra ahora en el palacio de la Exposición. Don
Mateo Paz Soldán en su Geografía del Perú, libro impreso en París en 1862, trae
también estos versos.
23
con amplios poderes de Felipe II para proceder en las cosas de
América y prodigar indultos, honores y mercedes, empezó la traición
a dar amarguísimos frutos en las filas de Gonzalo. Sus amigos se
desbandaban para engrosar el campo del licenciado. Sólo la severidad
de Carbajal podía mantener a raya a los traidores. Tan grande era el
terror que inspiraba el nombre del veterano, que en cierta ocasión
dijo Pizarro a Pedro Paniagua, emisario de Gasca:
-Esperad a que venga el maestre de campo, Carbajal y le veréis y
conoceréis.
-Eso es, señor, lo que no quiero esperar -contestó el emisario-; que
al maestre yo le doy por visto y conocido.
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Cuéntase que en el Cuzco, doña María Calderón, esposa de un
capitán de las tropas de Centeno, se permitía con mujeril indiscreción
tratar a Gonzalo de tirano, y repetía en público que el rey no tardaría
en triunfar de los rebeldes.
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«Los mis cabellicos, maire,
uno a uno se los llevó el aire.
¡Ay pobrecicos
los mis cabellicos!»
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Un soldado que había sido asistente del maestre, pero que se había
pasado al enemigo, le dijo llorando:
-¡Mi capitán! ¡Plugiera a Dios que dejasen a vuesa merced con vida y
me mataran a mí! Si vuesa merced se huyera cuando yo me huí, no
se viera hoy como se ve.
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Durante el trayecto, la muchedumbre quería arrebatar al condenado
y hacerlo pedazos. Carbajal, haciendo ostentación de valor y sangre
fría, dijo:
-¡Ea, señores, paso franco! No hay que arremolinarse y dejen hacer
justicia.
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gran virtud: la fidelidad. Por eso no fue tolerante con la perfidia de
los demás; por eso nunca manifestó compasión con los traidores.
Esta constante lealtad, donde semejante virtud era tan rara, rodea de
respeto la gran figura del maestre de campo Francisco de Carbajal».
29
Cerca de sesenta años habían transcurrido desde el horrible drama de
Saxsahuamán. Un descendiente de San Francisco de Borja, duque de
Gandía, el virrey poeta-príncipe de Esquilache, gobernaba el Perú en
nombre de Felipe III. No sabemos si cumpliendo órdenes regias o
bien por rodear de terroroso prestigio el principio monárquico, hizo
que el 1º de enero de 1617, y con gran ceremonial, se colocase en el
solar del maestre de campo la siguiente lápida:
30
DE SV CÁMARA Y D SV CONSEJO DE GUERRA ESTANDO
ESTE MÁRMOL OTRA VES PERDIDO LE MANDÓ
RRENOVAR. AÑO D 1645.
Para que los lectores de esta sucinta biografía formen cabal concepto
del hombre que, así en las horas de la prosperidad como en las del
infortunio, fue leal y abnegado servidor del Muy Magnífico D. Gonzalo
Pizarro, vamos a presentarles en una docena de tradiciones históricas
cuanto de original y curioso conocemos sobre el carácter y acciones
del popular Demonio de los Andes.
31
IX
LOPE DE AGUIRRE EL TRAIDOR(*)
32
Apenas emprendido el movimiento, Lope de Aguirre retro- cedió con
su fuerza y entró en Lima gritando:— ¡Viva el rey! ¡Muera Pizarro,
que es tirano!
Y alzando bandera por La Gasea, asesinó en la ciudad a dos
partidarios de Gonzalo, y en toda la campaña hizo ostentación de
ferocidad. Lope de Aguirre se entusiasmaba como el tigre con la vista
de la sangre; y sus camaradas, que lo veían entonces poseído de la
fiebre de la destrucción, lo llamaban caritativamente:— El loco
Aguirre,
33
En Moyobamba, y con aquiescencia del virrey, preparaba el bravo
capitán Pedro de Urzua, natural de Navarra, una expedición á las
riberas del Marañón, en busca de una tierra que, según noticias, era
tan abundante en oro, que sus pobladores se acostaban sobre lechos
del precioso metal. Grande fué el número de codiciosos que se
alistaron bajo la bandera de Urzua, capitán cuyas dotes como soldado
y hazañas en el nuevo reino de Granada le habían granjeado positiva
popularidad.
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firmaba con este mote de infamia, porque, después de asesinado el
gobernador Urzua, habían de pasar siempre por traidores , que el
cuervo no podía ya ser más negro que sus alas, y que en vez de
justificaciones y penosos descubrimientos , lo que debían hacer era
apoderarse del Perú, el mejor Dorado del mundo, que el cielo lo hizo
Dios para quien lo merezca, y la tierra para quien la gane.
3
En 1881 tenía el autor escrita gran parte de una larga novela histórica titulada Los
Marañones, cuyo manuscrito desapareció en el incendio de Miraflores.
35
Por fin, desamparado de los suyos, y acorralado como fiera montaraz,
se metió en un rancho con su hija, y la dijo:
—Encomiéndate a Dios, que no quiero que, muerto yo, ven- gas á ser
una mala mujer, ni que te llamen la hija del traidor.
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de tal condición, que jueguen el alma a los dados con el mismo
Satanás.
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I
LOS TRES MOTIVOS DEL OIDOR(*)
38
Cuando le llegó turno de firmar al oidor Zárate, que, según el
Palentino, era un viejo chocho, empezó por dibujar una † y bajo de
ella, antes de estampar su garabato, escribió: Juro a Dios y a esta †
y a las palabras de los Santos Evangelios, que firmo por tres motivos:
por miedo, por miedo y por miedo.
39
Zárate se vio comido de gusanos, balbuceó mil excusas y terminó
dándose a partido. Pero cuando el notario le exigió que suscribiese el
consentimiento, lanzó el buen viejo un suspiro, cogió la pluma de
ganso y escribió: Conste por esta señal de la †(cruz) que consiento
por tres motivos: por miedo, por miedo y por miedo.
Así llegó a hacerse proverbial en Lima esta frase: Los tres motivos del
oidor, frase que hemos recogido de boca de muchos viejos, y que
vale tanto como aquella de las noventa y nueve razones que alegaba
el artillero para no haber hecho una salva: «razón primera, no tener
pólvora», guárdese en el pecho las noventa y ocho restantes.
-No los diga, que los sé -interrumpió Carbajal, y salió riéndose del
aposento del moribundo.
40
IV
COMIDA ACABADA, AMISTAD TERMINADA(*)
41
de hombre que tanto vale. ¡Voto va! ¡Por los gregüescos del
Condestable!
42
-Sr. Francisco Hurtado, yo he sido siempre amigo y servidor de vuesa
merced, y como tal amigo, le mandé quitar prisiones y sacar de la
cárcel. Francisco de Carbajal ha cumplido, pues, para con Francisco
Hurtado las obligaciones de amigo y de camarada. Ahora es menester
que cumpla con lo que debo al servicio del gobernador mi señor. ¿No
encuentra vuesa merced fundadas mis razones?
-Justas y muy justas, colombroño -contestó Hurtado, imaginándose
que el maestre de campo se proponía con este preámbulo inclinarlo a
cambiar de bandera, o por lo menos a que fuese neutral en la civil
contienda.
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EL MANCHAY-PUITO(*)
(A la señora Mercedes Cabello de Carbonera)
I
No sabré decir con fijeza en qué año del pasado siglo era cura de
Yanaquihua, en la doctrina de Andaray, perteneciente a la diócesis del
Cuzco, el doctor don Gaspar de Angulo y Valdivieso; pero sí diré que
el señor cura era un buen pastor, que no esquilmaba mucho a sus
ovejas, y que su reputación de sabio iba a la par de su moralidad.
Rodeado siempre de infolios con pasta de pergamino, disfrutaba de
una fama de hombre de ciencia, tal como no se reconoció entonces
sino en gente que peinara canas. Gran latinista y consumado teólogo,
el obispo y su cabildo no desperdiciaban ocasión de consultarlo en los
casos difíciles, y su dictamen era casi siempre acatado.
44
Pero llegó un día fatal, probablemente el de San Bartolomé, en que el
diablo anda suelto y tentando al prójimo. Una linda muchacha de
veinte pascuas muy floridas, con una boquita como un azucarillo, y
unos ojos como el lucero del alba, y una sonrisita de Gloria in excelsis
Deo, y una cintura cenceña, y un piececito como el de la emperatriz
de la Gran China, y un todo más revolucionario que el Congreso, se
atravesó en el camino del doctor Angulo, y desde ese instante anduvo
con la cabeza a pájaros y hecho un memo. Anita Sielles, que así se
llamaba la doncella, lo traía hechizado. El pastor de almas empezó a
desatender el rebaño, y los libros allí se estaban sin abrir y cubiertos
de polvo y telarañas.
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tener que soportar embustes, socaliñas y trabacuentas, exponerse a
no recibir ni un cuarto. Nuestro cura se dijo:
«Al agua patos,
no se coman el grano los gurrupatos».
Dos semanas era el tiempo mayor que debía durar la ausencia. Hubo
llanto y soponcio y... ¡qué sé yo! Allá lo sabrán los que alguna vez se
han despedido de una querida.
El doctor Angulo entró en Arequipa con ventura, porque todo fue para
él llegar y besar. En un par de días terminó sin gran fatiga el asunto,
y después de emplear algún dinerillo en arracadas de brillantes,
gargantilla de perlas, vestidos y otras frioleras para emperejilar a su
sultana, enfrenó la mula, calzose espuelas y volvió grupa camino de
Yanaquihua.
II
Al otro día, a la puesta del sol, se apeaba el doctor Angulo en el patio
de la casa parroquial gritando, como un frenético:
-¡Ana! ¡Ana mía!
46
Pero Dios había dispuesto que el infeliz no escuchase la voz de la
mujer amada.
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que llena el corazón de amarga pena»,
He aquí dos de sus estrofas que traducimos del quichua, sin alcanzar,
por supuesto, a darlas el sentimiento que las presta la índole de
aquella lengua, en la que el poeta haravicu desconoce la música del
consonante o asonante, hallando la armonía en sólo el eufonismo de
las palabras.
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imágenes. Hay en ese yaraví todas las gradaciones del amor más
delicado y todas las extravagancias del sensualismo más grosero.
III
Tal es la popularísima tradición.
La Iglesia fulminó excomunión mayor contra los que cantasen el
Manchay-Puito o tocasen quena dentro de un cántaro.
Esta prohibición es hoy mismo respetada por los indios del Cuzco,
que por ningún tesoro de la tierra consentirían en dar el alma al
demonio.
49
HAZ BIEN SIN MIRAR A QUIEN(*)
I
A cinco leguas de Arequipa encuéntrase el pueblo de Quequeña,
donde el 6 enero de 1737 celebrábase con la animación que hasta
hoy se acostumbra la fiesta de los Reyes Magos. Los habitantes de la
ciudad del Misti habíanse dado cita para la alameda que une
Quequeña con el por entonces caserío de Yarabamba, espaciosa
alameda formada por corpulentos sauces plantados con regularidad
de diez en diez varas.
Bajo una gran ramada tenían establecidos sus reales el chogñi López,
que era a la sazón el chichero de mayor fama en diez leguas a la
redonda, como que diz que elaboraba la chicha más buscapleitos que
se ha conocido en los arrabales de Santa Marta y San Lázaro, desde
los tiempos de Pedro Anzures de Camporredondo, el fundador de
Arequipa, hasta los del general D. Pedro Canseco, muy señor mío y
mi dueño.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo III, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
50
Muchos, muchísimos bebes habían consumido los parroquianos del
chogñi López, cuando se presentó guitarra en mano el mejor
rasgueador de Quequeña, a quien llamaban Marcos el Caroso.
Recibiéronle con algazara magna, formose rueda, y Andrés Moreno,
guapo muchacho de veinticuatro años, sacó a bailar a Fortunata
Sotomayor la Catiri, que era una chica de diez y ocho eneros, con
más garbo que una reina y con más ángel en la cara que un retablo
de Navidad.
La pareja era de lo que se llamaba tal para cual; y no era preciso ser
lince para barruntar que Dios los crió el uno para la otra, como al ave
para la cazuela. Cuando terminaron de bailar fue unánime el
palmoteo; que la verdad sea dicha, él y ella zapatearon y escobillaron
con muchísimo primor.
Aquel día subieron de punto los celos de Perico, que no había andado
corto en apurar bebes;
«y a propósito de un mulo
que atropelló al sacristán»,
51
que es un pretexto como otro cualquiera cuando lo que se busca es
pretexto, armó camorra al favorecido rival, echó mano al alfiler, y de
un mete y saca por todo lo alto, lo dejó redondo.
II
Juana María Valladolid la Collota, apodo que le vino porque lo faltaban
dedos en la mano, madre del infortunado Andrés Moreno, hallábase
en la puerta de su humilde choza cuando un hombre, jadeante y casi
exánime, se detuvo delante de ella y la dijo: «¡Por Dios!
Escóndame..... Acabo de hacer una muerte y me persiguen.....»
-Entre usted -le contestó sin vacilar la pobre mujer.
52
-Tu muerte no me habría devuelto a mí hijo, que era mi único apoyo
sobre la tierra. Entregándote a la justicia lo habría vengado; pero
Dios condena la venganza. Yo te perdono, para que el Padre de las
misericordias me perdone.
Aquella horrible noche transcurrió lenta como una eternidad para los
habitantes de la choza.
La madre sofocaba su llanto para no interrumpir el sueño del asesino.
Éste también velaba, devorando en su alma todas las torturas del
infierno.
53
-Toma este dinero -dijo- que representa todas las economías de mi
vida. Quedo sin hijo que me dé pan y sin recurso alguno; pero la
Providencia no me abandonará. Con ese dinero podrás, si Dios te
ampara, llegar a Chuquisaca. La hora es favorable para que te
pongas en camino. El caballo en que montaba mi pobre hijo es fuerte
y te servirá para la marcha. En esta alforjita tienes provisiones para
el viaje. Ve con Dios.
Pedro Moreira no tuvo fuerzas para pronunciar una sola palabra: dos
lágrimas se desprendieron de sus ojos, y cayó de rodillas besando la
mano de su santa salvadora.
III
Dos años después un desconocido llegaba a la choza de María Juana,
a quien la caridad pública se había en encargado de mantener en
Quequeña, y la dijo:
-Señora, Pedro Moreira me envía. Es un hombre a quien vuestra
abnegación ha regenerado. Trabaja honradamente en Potosí y le
sonríe la fortuna. El señor cura pondrá todos los meses en vuestras
manos cincuenta y seis pesos para que os mantengáis con holgura.
Guardad secreto sobre el paradero de Moreira, no sea que la justicia
se imponga y mande requisitorias a Potosí.
IV
En una lluviosa tarde de 1762 desmontaban dos viajeros a la puerta
de la antigua choza de Juana María, convertida en una limpia casita,
habitada por la anciana y por Fortunata Sotomayor. «Quien quiso a la
col, quiso a las hojas del rededor».
54
Uno de los viajeros era un joven sacerdote, a quien el obispo de La
Paz acababa de conferir las últimas órdenes sagradas.
V
Años más tarde el presbítero Manuel Moreno, cura de una importante
parroquia de Arequipa, repartía por mandato de Pedro Moreira, que
acababa de fallecer, la gran fortuna de éste en dotes de a cinco mil
pesos entre doncellas menesterosas. Los descendientes de los
matrimonios que dotó y celebró el cura Moreno bendicen la memoria
de Pedro Moreira el Chiro y de Juana María Valladolid la Collota 4.
4
La voz chogñi significa legañoso. Caroso, manchado. Catiri, rubia. Collota, manca
o lisiada.
55
EL HÁBITO NO HACE AL MONJE(*)
I
Grandes fiestas preparábanse en Lima para el 23 de septiembre de
1747, día designado por el virrey conde de Superunda para la jura de
Fernando VI. Costumbre era que en ceremonia de tan regio carácter
sacase el alférez real el estandarte de Pizarro; mas hallándose a la
sazón gravemente enfermo el alférez real marqués de Castrillón,
dispuso la Audiencia que la bandera de la conquista fuese llevada por
el noble que más limpios y antiguos cuarteles pudiera presentar en su
escudo de armas.
56
II
En la calle de Belén había por esos años una casa de modesta
apariencia, con dos balconcillos moriscos o de celosía, en uno de los
cuales habitaba un vejezuelo muy querido en el barrio por la llaneza y
amenidad de su trato. D. Tomás del Vallejo, que tal era su nombre,
manteníase con una renta de dos pesos diarios, producto de la parte
que a él le correspondía en la hacienda Santa Rita de las Velas,
situada en el valle de Ica. Más que renta, era esa pequeña suma
pensión alimenticia que le asignaron los deudos de su difunta mujer.
Hombre de método y desprovisto de vicios, vivía D. Tomás, no
diremos con holgura, pero sí ajeno de apuros y exigencias.
-Pues, señores míos, sepan vuesas mercedes que los títulos de esos
caballeros son papel de estraza, y que yo sé de alguno que, si
quisiera, dejaría tamañitos a tanto infanzón petulante. Pero ese
alguno prefiere vaca en paz a pollos y perdices con agraz.
-¡Parola, D. Tomás, parola! -le contestaron-. Eche usarced el toro a la
plaza para que creamos en lo que dice.
57
El viejecito se sonrió y repuso:
-Queden las cosas como están y allá lo veredes.
58
La divisa de los Prado es león de sable, con corona sobre campo de
sinople (esta simpleza quiere decir verde, hablando en cristiano).
¿Cuál valdría más? ¿El águila con corona o el león con corona?
Decídalo otro, que a mí me basta saber que entre un Pardo y un
Prado han traído tanta bienandanza al Perú que estamos dando
dentera al mundo.
Sin embargo, presumo que alguno debió chillarse, juzgando por esta
décima popular:
«De Vallejo la nobleza,
nobleza es de buena ley...
Cristo es de los reyes rey,
a pesar de su pobreza.
Carta de naturaleza
la Audiencia ha dado a este antojo,
y así nadie cobre enojo
y a ser vasallo se avenga
de todo aquel que no tenga
donde se le pare un piojo».
59
¡AL RINCÓN! ¡QUITA CALZÓN! (*)
(A Monseñor Manuel Tovar)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo III, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
60
En esos tiempos regía por doctrina aquello de que la letra con sangre
entra, y todos los colegios tenían un empleado o bedel, cuya tarea se
reducía a aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas
del estudiante condenado a ir al rincón.
61
-Lo que hablo entre dientes es que, si su señoría ilustrísima me
permitiera, yo también le haría una preguntita, y había de verse moro
para contestármela de corrido.
62
Andando los tiempos, aquel niño fue uno de los prohombres de la
independencia, uno de los más prestigiosos oradores en nuestras
Asambleas, escritor galano y robusto, habilísimo político y orgullo del
clero peruano.
¿Su nombre?
¡Qué! ¿No lo han adivinado ustedes?
En la bóveda de la catedral hay una tumba que guarda los restos del
que fue Francisco Javier de Luna-Pizarro, vigésimo arzobispo de Lima,
nacido en Arequipa en diciembre de 1780 y muerto el 9 de febrero de
1855.
63
LOS MOSQUITOS DE SANTA ROSA(*)
Y ahí va, a guisa de tradición, lo que sobre tema tal refiere uno de los
biógrafos de la santa limeña.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
64
de ella, alterase las leyes de la naturaleza, optó por parlamentar con
los mosquitos. Así decía:
65
No obstante, parece que alguna vez se olvidó la santa de dar orden
de buen comportamiento a sus súbditos; porque habiendo ido a
visitarla en la ermita una beata llamada Catalina, los mosquitos se
cebaron en ella. La Catalina, que no aguantaba pulgas, dio una
manotada y aplastó un mosquito.
-Pues tres te han de picar ahora -le dijo Rosa-, uno en nombre del
Padre, otro en nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo.
66
santa criaba con mucho mimo un gallito que, por lo extraño y
hermoso de la pluma, era la delicia de la casa. Enfermó el animal y
postrose de manera que la dueña dijo:
-Si no mejora, habrá que matarlo para comerlo guisado.
67
MOTÍN DE LIMEÑAS(*)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
68
-¡Juicio, juicio, y no vayan a precipitarse en la boca del lobo! -gritaba
fray Antonio Pesquera, fraile que por lo rechoncho parecía un
proyecto de apoplejía, comendador de la Merced; que en Lima, desde
los tiempos de Pizarro, casi siempre anduvieron los mercenarios en
esos trotes.
Las palabras del lego, por lo mismo que nadie las entendía, pesaron
en la muchedumbre más que los discursos del comendador y
cabildantes. Los ánimos principiaron, pues, a aquietarse.
Ya es tiempo de que pongamos al lector al corriente de lo que
motivaba el popular tumulto.
69
Era el caso que la víspera había echado anclas en el Callao una
escuadra procedente de la Coruña, y traído el cajón de España, como
si dijéramos hoy las valijas de la mala real.
Los Avisos recibidos aquel día traían entre diversas reales cédulas
una pragmática promulgada por bando en todas las principales
ciudades de España en junio de 1600, pragmática que había bastado
para alborotar aquí el gallinero. «Antes morir que obedecerla»,
dijeron a una las buenas mozas de mi tierra, recordando que ya se
las habían tenido tiesas con Santo Toribio y su Concilio, cuando
ambos intentaron legislar contra la saya y el manto.
70
Precisamente no había entonces limeña que no usara faldellín con
aro, lo que era una especie de guarda infante más exagerado que el
de las españolas; y en materia de escotes, por mucho que los frailes
sermonearan contra ellos, mis paisanitas erre que erre.
71
respetuosamente, formularon los oidores, celosos de la tranquilidad
de los hogares, quietud de la república y contentamiento de los
vasallos y vasallas.
72
EL ALACRÁN DE FRAY GÓMEZ(*)
Principio principiando;
principiar quiero,
por ver si principiando
principiar puedo.
In diebus illis, digo, cuando yo era muchacho, oía con frecuencia a las
viejas exclamar, ponderando el mérito y precio de una alhaja: «¡Esto
vale tanto como el alacrán de fray Gómez!».
...Chica
que se parece
al lucero del alba
cuando amanece.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
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El sastre paga deudas con puntadas; y yo no tengo otra manera de
satisfacer la literaria que con usted he contraído que dedicándole
estos cuatro palotes.
I
Éste era un lego contemporáneo de don Juan de la Pipirindica, el de
la valiente pica, y de San Francisco Solano; el cual lego desempeñaba
en Lima en el convento de los padres seráficos las funciones de
refitolero en la enfermería u hospital de los devotos frailes. El pueblo
lo llamaba fray Gómez, y fray Gómez lo llaman las crónicas
conventuales, y la tradición lo conoce por fray Gómez. Creo que hasta
en el expediente que para su beatificación y canonización existe en
Roma, no se le da otro nombre.
74
-¡Milagro, milagro! ¡Viva Fray Gómez! -exclamaron los infinitos
espectadores, y en su entusiasmo intentaron llevar en triunfo al lego.
Éste, para sustraerse a la popular ovación, echó a correr camino de
su convento y se encerró en su celda.
Aquel día estaba fray Gómez en vena de hacer milagros; pues cuando
salió de su celda se encaminó a la enfermería, donde encontró a San
Francisco Solano acostado sobre una tarima, víctima de una furiosa
jaqueca. Pulsolo el lego, y le dijo:
-Su paternidad está muy débil, y haría bien en tomar algún alimento.
-Hermano -contestó el santo-, no tengo apetito.
-Haga un esfuerzo, reverendo padre, y pase siquiera un bocado.
75
Y ello es que con los benditos pejerreyes quedó San Francisco curado
como por ensalmo.
II
Estaba una mañana fray Gómez en su celda entregado a la
meditación, cuando dieron a la puerta unos discretos golpecitos, y
una voz de quejumbroso timbre dijo:
-Deo gratias... ¡Alabado sea el Señor!...
-Por siempre jamás, amén. Entre, hermanito -contestó fray Gómez.
76
Y penetró en la humildísima celda un individuo algo desarrapado,
vera efigies del hombre a quien acongojan pobrezas; pero en cuyo
rostro se dejaba adivinar la proverbial honradez del castellano viejo.
77
la gratitud les dura
lo que el milagro;
que un beneficio
da siempre vida a ingratos
desconocidos.
78
español se empeñó en no aceptar otro préstamo que el de quinientos
duros por seis meses, y con un interés judaico, se entiende.
Extendiéronse y firmáronse los documentos o papeletas de estilo,
acariciando el agiotista la esperanza de que a la postre el dueño de la
prenda acudiría por más dinero, que con el recargo de intereses lo
convertiría en propietario de joya tan valiosa por su mérito intrínseco
y artístico.
Y vieja, pelleja,
aquí dio fin la conseja.
79
LOS PASQUINES DE YAULI(*)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
80
El corregidor de Huarochirí don Vicente de Gálvez no dejó diligencia
por hacer para descubrir quién era el padre de los cuatro regloncitos
tan sucios como amenazadores; y aun el virrey Jáuregui envió desde
Lima a un letrado para que ayudase al corregidor en la pesquisa.
¡Tiempo y tinta perdidos! Más de cincuenta indios principales fueron a
la cárcel, y del sumario no apareció indicio acusador contra ninguno.
Al fin, la autoridad tuvo que darles suelta; pero como en el pueblo
había una muchacha de respingón y ojo alegre, conocida con el
apodo de la Coquerita, oriunda de Huancayo, que sabía leer y escribir
y que siempre andaba echando versos a sus galanes, por si era o no
ella la autora del pasquincito, y sobre todo por hacer que hacemos y
contentar al virrey, resolvieron corregidor y letrado expedir auto
conforme a las ordenanzas de Birlibirloque, y desterrarla del pueblo
en compañía de un su hermano, chico diestro en el sublime arte de la
rufianería. Alguien debía pagar el picante, y la Coquerita fue la
pagana.
81
pasquín, pareció a los jueces de investigación más que suficiente
prueba de criminalidad.
82
indios sospechosos, los cuales declararon ser ellos los autores del
pasquín atribuido a la Coquerita y del de la nochebuena de Navidad, y
que, en realidad, eran cabecillas de un motín de indios, que por causa
que expusieron menudamente no pudo estallar.
83
CONTRA PEREZA DILIGENCIA(*)
Cuento
(A mi hijo Vital)
Esta era una viejecita que se llamaba doña Quirina, y que cuando yo
era niño, en los tiempos de Gamarra y Santa Cruz, vivía pared por
medio de mi casa. Habitaba la dicha un cuartito que por lo limpio
parecía una tacita de porcelana. Allí no había perro ni michimorrongo
que cometieran inconveniencias para la vista y el olfato.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
84
¡Cosa mona el Misterio! Alumbrábalo noche y día una mariposilla de
aceite, colocada en medio de dos vasos con flores, que doña Quirina
cuidaba de renovar un día sí y otro también.
Pero lo que sobre todo atraía mis miradas infantiles, era una tosca
herradura de fierro tachonada con lentejuelas de oro, que en el fondo
de la urna se destacaba como sirviendo de nimbo a un angelito
mofletudo.
Pues has de saber, hijito, que cuando Nuestro Señor Jesucristo vivía
en este mundo pecador desfaciendo entuertos; redimiendo
Magdalenas, que es buen redimir; desenmascarando a pícaros e
hipócritas, que no es poco trajín; haciendo cada milagro como una
torre Eiffel, y anda, anda y anda en compañía de San Pedro, tropezó
en su camino con una herradura mohosa, y volviéndose al apóstol,
que marchaba detrás de su divino Maestro, le dijo:
-Perico, recoge eso y échalo en el morral.
85
El Señor, que leía en el pensamiento de los humanos como en libro
abierto, leyó esto en el espíritu de su apóstol, y en vez de reiterarle la
orden echándola de jefe y decirle al muy zamacuco y plebeyote
pescador de anchovetas que por agacharse no se le había de caer
ninguna venera, prefirió inclinarse él mismo, recoger la herradura y
guardarla entre la manga.
En esto llegaron los dos viajeros a una aldea, y al pasar por la tienda
de un albéitar o herrador dijo Cristo:
-Hermano, ¿quieres comprarme esta herradura?
86
El Señor, de rato en rato, metía la mano en la manga y llevaba a la
boca una cereza; y como quien no quiere la cosa, al descuido y con
cuidado dejaba caer otra, que San Pedro sin hacerse el remolón se
agachaba a recoger, engulléndosela en el acto.
87
LOS RATONES DE FRAY MARTÍN(*)
Y comieron en un plato
perro, pericote y gato.
88
que prohibirle que siguiera milagreando (dispénsenme el verbo).Y
para probar cuán arraigado estaba en el siervo de Dios el espíritu de
obediencia, refiere que en momentos de pasar fray Martín frente a un
andamio, cayose un albañil desde ocho o diez varas de altura, y que
nuestro lego lo detuvo a medio camino gritando: «Espere un rato,
hermanito» Y el albañil se mantuvo en el aire, hasta que regresó fray
Martín con la superior licencia.
-¿No tiene ojos, hermano? -díjole el superior.- ¿No ha visto que por lo
prieta, más parece chancaca que azúcar?
-No se incomode su paternidad -contestó con cachaza el enfermero.-
Con lavar ahora mismo el pan de azúcar se remedia todo.
89
Fray Martín de Porres tuvo especial predilección por los pericotes,
incómodos huéspedes que nos vinieron casi junto con la conquista,
pues hasta el año de 1552 no fueron esos animalejos conocidos en el
Perú. Llegaron de España en uno de los buques que con cargamento
de bacalao envió a nuestros puertos un don Gutierre, obispo de
Palencia. Nuestros indios bautizaron a los ratones con el nombre de
hucuchas, esto es, salidos del mar.
90
-Váyase, hermanito, y diga a sus compañeros que no sean molestos
ni nocivos en las celdas; que se vayan a vivir en la huerta, y que yo
cuidaré de llevarles alimento cada día.
91
UNA ELECCIÓN DE ABADESA(*)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
92
Aunque refunfuñando mucho, tuvieron que morder el ajo los cinco
canónigos partidarios de la madre Llanos; y el día designado, a las
ocho de la mañana, el Cabildo, presidido por el Provisor, que lo era el
maestroescuela don Francisco Alfonso Garcés, se constituyó en Santa
Clara y nombró presidenta, para el acto de la votación, a doña
Teodora de Urrutia, que era la decana del monasterio, pues contaba
veintiocho años de conventual.
93
La Real Audiencia, a la que acudió en el acto la Omontes,
querellándose de despojo, dio por buena y válida la elección de ésta,
y a la vez ordenó al Cabildo que levantase la censura.
94
¡Vítor la madre Leonor!
¡Vítor el señor virrey!
¡Vítor la Audiencia que tiene
horma justa para el pie!
95
LA CONGA(*)
(Reminiscencias)
El coronel don José Palta era el ídolo del pueblo chiclayano. Caudillo
revolucionario contra la administración del coronel don Mariano
Ignacio Prado, llegó a Chiclayo el 6 de diciembre de 1867. Ciento
cincuenta hombres harapientos, mal armados y escasos de
municiones, formaban su ejército.
96
infantes y catorce cañones. Resistir, con probabilidad de éxito,
parecía imposible.
97
Aquella noche nació la Conga. Se cantaba:
«De los coroneles
¿cuál es el mejor?
El coronel Balta
se lleva la flor».
Y luego venía la fuga, que era una delicia del sexto cielo de Mahoma
por la gracia y soltura de las parejas; y en coro acompañado de
palmadas teníamos lo de
Ahora sí la Conga,
(¡ahora!)
señora Manonga,
(¡ahora!)
y no se componga
(¡ahora!)
que se desmondonga.
(¡ahora!)
98
Entretanto el pueblo, que sólo poseía escopetas de caza, algunos
revólvers y poquísimos fusiles, combatía de una manera especial,
especialísima.
Por todas partes no se oía sino la Conga. Chiclayo era una Conguería.
99
Sobre la espaciosa mesa que servía de parque veíanse pocos
centenares de cartuchos y unos cuantos fulminantes diseminados,
que por fortuna habían rodado al romperse la cajita de cartón que los
contenía. El coronel Baltta los recogió con la avidez del mendigo que
anda tras la limosna los guardó en el bolsillo del pantalón, y a toda
prisa regresó a la torre. Al partir le pregunté:
-¿Y cómo va el combate?
-¿No oye usted la Conga? -y se alejó.
100
Los nuestros, después de tres horas de fuego nutrido sobre la plaza,
forzados a economizar los fulminantes, recibieron orden de hacer
cada soldado un tiro de cinco en cinco minutos. Los asaltantes se
mataban entre ellos.
101
LOS SIETE PELOS DEL DIABLO (*)
Cuento tradicional
A Olivo Chiarella
I
— i Teniente Mandujano!
—Presente, mi coronel.
—Vaya usted por veinticuatro horas arrestado al cuarto de banderas.
—Con su permiso, mi coronel— contestó el oficial; saludó
militarmente y fué, sin rezongar poco ni mucho, a cumplimentar la
orden.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo V, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
102
Y el teniente Mandujano se alejó architurulato, y se echó a averiguar
qué alcance tenía aquello de los siete pelos del diablo, frase que ya
había oído en boca de viejas.
como diz que dijo un jesuita que, ha dos siglos, comía pan en mi
tierra, tuve que sacar de curiosidad al pobre militroncho, que fué
como sacar ánima del purgatorio, narrándole el cuento que dio vida á
la frase.
II
Cuando Luzbel, que era un ángel muy guapote y engreído, armó en el
cielo la primera trifulca revolucionaria de que hace mención la
Historia, el Señor, sin andarse con proclamas ni decretos
suspendiendo garantías individuales ó declarando á la corte celestial y
sus alrededores en estado de sitio, le aplicó tan soberano puntapié en
salva ía parte, que rodando de estrella en estrella y de astro en astro,
103
vino el muy faccioso, insurgente y montonero, á caer en este planeta
que astrónomos y geógrafos bautizaron con el nombre de Tierra.
104
Y amaneció, y se levantó el ángel protervo luciendo bajo las narices
dos gruesas hebras de pelo, á manera de dos viboreznos. Eran la
Soberbia y la Envidia.
105
días sin moverse de la cama, fumando cigarrillos de la fábrica de
Cuna libre y contando las vigas del techo. Feliz semana para la
humanidad, porque sin diablo enredador y perverso, estuvo el mundo
tranquilo como balsa de aceite.
106
Cuando Luzbel volvió á darse á luz le había brotado otra cerda: la
Pereza.
Y durante años y años anduvo el diablo por la tierra luciendo sólo seis
pelos en el bigote, hasta que un día, por malos de sus pecados, se le
ocurrió aposentarse dentro del cuerpo de un usurero, y cuando
hastiado de picardías le convino cambiar de domicilio, lo hizo luciendo
un pelo más: la Avaricia.
107
EL PADRE PATA(*)
Que vociferen los que están con las armas en la mano y arriesgando
la pelleja, es cosa puesta en razón; pero no lo es que los ministros de
un Dios de paz y concordia, que en medio de los estragos de la
guerra duermen buen y comen mejor, sean los que más aticen el
fuego. Paréceme á aquél que en la catástrofe de un tren daba
alaridos:
— ¿Por qué se queja usted tanto?
— Porque al brincar se me ha desconcertado un pie.
-Cállese usted, so marica. ¡Quejarse por un pie torcido cuando ve
tanto muerto que no chilla!
Desempeñando interinamente el curato de Chancay estaba el
franciscano fray Matías Zapata, que era un godo de primera agua, el
cual, después de la misa dominical, se dirigía á los feligreses,
exhortándolos con calor para que se mantuviesen fieles á la causa del
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo V, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
108
rey, nuestro amo y señor. Refiriéndose al Generalísimo, lo menos
malo que contra él predicaba era lo siguiente:
109
— No me devuelva usted nada y quédese con ella— continuó el
General;— pero sepa usted que yo, en castigo de su insolencia, le
quito también la primera sílaba de su apellido, y entienda que lo
fusilo sin misericordia el día en que se le ocurra firmar Zapata. Desde
hoy no es usted más que el padre Pata; y téngalo muy presente,
padre Pata.
110
LOS CABALLEROS DE LA CAPA
Crónica de una Guerra Civil
(A don Juan de la Pezuela, conde de Cheste)
I
Quiénes eran los caballeros de la capa y el juramento que hicieron
«Salimos de Guate-mala
y entramos en Guate-peor;
111
cambia el pandero de manos,
pero de sonidos, no».
112
García de Alvarado era un arrogantísimo mancebo de veintiocho
años, de aire marcial, de instintos dominadores, muy ambicioso y
pagado de su mérito. Tenía sus ribetes de pícaro y felón.
Juan Tello el sevillano fue uno de los doce fundadores de Lima, siendo
los otros el marqués Pizarro, el tesorero Alonso Riquelme, el veedor
García de Salcedo, el sevillano Nicolás de Ribera el Viejo, Rui Díaz,
Rodrigo Mazuelas, Cristóbal de Peralta, Alonso Martín de Don Benito,
Cristóbal Palomino, el salamanquino Nicolás de Ribera el Mozo y el
secretario Picado. Los primeros alcaldes que tuvo el Cabildo de Lima
fueron Ribera el Viejo y Juan Tello. Como se ve, el hidalgo había sido
importante personaje, y en la época en que lo presentamos contaba
cuarenta y seis años.
113
La misma edad contaba Juan Rodríguez Barragán, tenido por hombre
de gran audacia a la par que de mucha experiencia.
Sabido es que, así como en nuestros días ningún hombre que en algo
se estima sale a la calle en mangas de camisa, así en los tiempos
antiguos nadie que aspirase a ser tenido por decente osaba
presentarse en la vía pública sin la respectiva capa. Hiciese frío o
calor, el español antiguo y la capa andaban en consorcio, tanto en el
paseo y el banquete cuanto en la fiesta de iglesia. Por eso sospecho
que el decreto que en 1822 dio el ministro Monteagudo prohibiendo a
los españoles el uso de la capa, tuvo, para la Independencia del Perú,
la misma importancia que una batalla ganada por los insurgentes.
Abolida la capa, desaparecía España.
114
Diego de Almagro, Picado vendía a éste los secretos de su jefe, y una
noche, recelando que se descubriese su infamia, se fugó al campo
enemigo. El mariscal envió fuerza a darle alcance, y no lográndolo,
escribió a D. Diego que no entraría en arreglo alguno si antes no le
entregaba la persona del desleal. El caballeroso Almagro rechazó la
pretensión, salvando así la vida a un hombre que después fue tan
funesto para él y para los suyos.
115
En tal estado las cosas, la insolencia de Picado aumentaba de día en
día, y no excusaba manera de insultar a los de Chile, como eran
llamados los parciales de Almagro. Irritados éstos, pusieron una
noche tres cuerdas en la horca, con carteles que decían: Para Pizarro.
Para Picado. Para Velázquez.
116
el portal de Botoneros, que así llamamos en Lima a los artesanos que
en otras partes son pasamaneros, unos cuartos del que hasta hoy se
conoce con el nombre de callejón de los Clérigos1. Rada vio en la
persona de Almagro el Mozo un hijo y una bandera para vengar la
muerte del mariscal; y todos los de Chile, cuyo número pasaba de
doscientos, si bien reconocían por caudillo al joven don Diego,
miraban en Rada el llamado a dar impulso y dirección a los elementos
revolucionarios.
II
De la atrevida empresa que ejecutaron
los caballeros de la capa
117
distancia y a guisa de escolta, por un grupo de sus parciales. Sin
embargo, el marqués no dictaba providencia alguna.
-En verdad, señor, que he comprado dos coracinas y una cota para
defenderme.
118
-¿Quién os ha hecho entender tan gran traición y maldad como esa?
Nunca tal pensé, y más deseo tengo que vos de que acabe de llegar
el juez, que ya estuviera aquí si hubiese aceptado embarcarse en el
galeón que yo le envié a Panamá. En cuanto a las armas, sabed que
el otro día salí de caza, y entre cuantos íbamos ninguno llevaba
lanza; y mandé a mis criados que comprasen una, y ellos mercaron
cuatro. ¡Plegue a Dios, Juan de Rada, que venga el juez y estas cosas
hayan fin, y Dios ayude a la verdad!
Por algo se ha dicho que del enemigo el consejo. Quizá habría Pizarro
evitado su infausto fin, si como se lo indicaba el astuto Rada hubiese
en el acto desterrado a Almagro.
Con esta entrevista pensó don Francisco haber alejado todo peligro, y
siguió despreciando los avisos que constantemente recibía.
-Señor marqués, no hay en las calles más novedad sino que los de
Chile quieren matar a su señoría.
119
-¡Eh! Déjate e bachillerías, rapaz; que esas cosas no son para ti -le
interrumpió Pizarro.
120
no del de Petateros, como cree el vulgo) en dirección a palacio.
Gómez Pérez dio un pequeño rodeo para no meterse en un charco, y
Juan de Rada lo apostrofó: «¿Vamos a bañamos en sangre humana, y
está cuidando vuesa merced de no mojarse los pies? Andad y
volveos, que no servís para el caso».
121
El marqués, a pesar de sus sesenta y cuatro años, se batía con los
bríos de fa mocedad; y los conjurados no lograban pasar el dintel de
una puerta, defendida por Pizarro y sus cuatro compañeros, que lo
imitaban en el esfuerzo y coraje.
122
Realizado el asesinato, salieron sus autores a la plaza gritando:
«¡Viva el rey! ¡Muerto es el tirano! ¡Viva Almagro! ¡Póngase la tierra
en justicia!». Y Juan de Rada se restregaba las manos con
satisfacción, diciendo: «¡Dichoso día en el que se conocerá que el
mariscal tuvo amigos tales que supieron tomar venganza de su
matador!».
123
«Muy magnífico y reverendo señor: Sabido he que vuesa paternidad
me hace más guerra con su lengua, que no los soldados con sus
armas. Merced recibiré que haya enmienda en el negocio, porque de
otra manera, dándome Dios victoria, forzarme ha vuesa paternidad
que no mire nuestra amistad y quien vuesa paternidad es, cuya muy
magnífica y reverenda persona guarde. -De este mi real de
Pachacamac. -Besa la mano de vuesa paternidad su servidor.
-Francisco Hernández Girón».
“¡Jesús!”
Una observación histórica. El alma de la conjuración fue siempre
Rada, y Almagro el Mozo ignoraba todos los planes de sus parciales.
124
No se le consultó para el asesinato de Pizarro, y el joven caudillo no
tuvo en él más parte que aceptar el hecho consumado.
125
usurpó muchas provisiones reales, encubriéndolas porque venían en
gran daño al marqués, e porque cohechaba e había cohechado mucha
suma de pesos de oro en la tierra.
III
El fin del caudillo y de los doce caballeros
Con escasas simpatías entre los vecinos de Lima, viose don Diego
forzado a abandonar la ciudad para reforzarse en Guamanga y el
Cuzco, donde contaba con muchos partidarios. Días antes de
emprender la retirada, se le presentó Francisco de Chaves
exponiéndole una queja, y no recibiendo reparación de ella le dijo:
«No quiero ser más tiempo vuestro amigo, y os devuelvo la espada y
el caballo». Juan de Rada lo arrestó por la insubordinación, y
enseguida lo hizo degollar. Así concluyó uno de los caballeros de la
capa.
Juan de Rada, gastado por los años y las fatigas, murió en Jauja al
principiarse la campaña. Fue este un golpe fatal para la causa
revolucionaria. García de Alvarado lo reemplazó como general, y
Cristóbal de Sotelo fue nombrado maese de campo.
126
En breve estalló la discordia entre los dos jefes de ejército, y
hallándose Sotelo enfermo en cama, fue García de Alvarado a pedirle
satisfacción por ciertas hablillas: «No me acuerdo haber dicho nada
de vos ni de los Alvarado -contestó el maese de campo-; pero si algo
he dicho lo vuelvo a decir, porque, siendo quien soy, se me da una
higa de los Alvarados; y esperad a que me abandone la fiebre que me
trae postrado para demandarme más explicaciones con la punta de la
espada». Entonces el impetuoso García de Alvarado cometió la
villanía de herirlo, y uno de sus parciales lo acabó de matar. Tal fue la
muerte del segundo caballero de la capa.
-¡Sed preso!
127
que sólo estaban exceptuados los nueve caballeros de la capa que
aún vivían, y dos o tres españoles más.
Las armas de fuego distaban tres siglos del fusil de aguja y eran más
bien un estorbo para el soldado, que no podía utilizar el mosquete o
arcabuz si no iba provisto de eslabón, pedernal y yesca para
encender la mecha. La artillería estaba en la edad del babador; pues
128
los pedreros o falconetes, si para algo servían era para meter ruido
como los petardos. Propiamente hablando, la pólvora se gastaba en
salvas; pues no conociéndose aún escala de punterías, las balas iban
por donde el diablo las guiaba. Hoy es una delicia caer en el campo
de batalla, así el mandria como el audaz, con la limpieza con que se
resuelve una ecuación de tercer grado. Muere el prójimo
matemáticamente, en toda regla, sin error de suma o pluma; y ello,
al fin, debe ser un consuelo que se lleva el alma al otro barrio.
Decididamente, hogaño una bala de cañón es una bala científica, que
nace educada y sabiendo a punto fijo dónde va a parar. Esto es
progreso, y lo demás es chiribitas y agua de borrajas.
129
Diego Méndez y Gómez Pérez lograron asilarse cerca del inca Manco
que, protestando contra la conquista, conservaba en las crestas de
los Andes un grueso ejército de indios. Allí vivieron hasta fines de
1544. Habiendo un día Gómez Pérez tenido un altercado con el inca
Manco mató a éste a puñaladas, y entonces los indios asesinaron a
los dos caballeros y a cuatro españoles más que habían buscado
refugio entre ellos.
130
jinete, muy esforzado y diestro en las armas, participaba de la
astucia de su progenitor, excedía en la liberalidad de su padre, que
fue harto dadivoso, y como él, sabía hacerse amar con locura de sus
parciales.
Así, con el triste fin del caudillo y de los caballeros de la capa, quedó
exterminado en el Perú el bando de los de Chile.
131
DON DIMAS DE LA TIJERETA
Cuento de viejas que trata de cómo un escribano le ganó un
pleito al diablo
Érase que se era y el mal que se vaya y el bien se nos venga, que
allá por los primeros años del pasado siglo existía, en pleno portal de
Escribanos de las tres veces coronada ciudad de los Reyes del Perú,
un cartulario de antiparras cabalgadas sobre nariz ciceroniana, pluma
de ganso u otra ave de rapiña, tintero de cuerno, gregüescos de paño
azul a media pierna, jubón de tiritaña y capa española de color
parecido a Dios en lo incomprensible, y que le había llegado por
legítima herencia pasando de padres a hijos durante tres
generaciones.
132
como los dos tenían uñas
por la pared se subieron».
Todos los gremios tienen por patrono a un santo que ejerció sobre
la tierra el mismo oficio o profesión; pero ni en el martirologio
romano existe santo que hubiera sido escribano, pues si lo fue o no lo
fue San Aproniano está todavía en veremos y proveeremos. Los
pobrecitos no tienen en el cielo camarada que por ellos interceda.
133
Mala pascua me dé Dios, y sea la primera que viniere, o déme
longevidad de elefante con salud de enfermo, si en el retrato, así
físico como moral, de Tijereta, he tenido voluntad de jabonar la
paciencia a miembro viviente de la respetable cofradía del ante mí y
el certifico. Y hago esta salvedad digna de un lego confitado, no tanto
en descargo de mis culpas, que no son pocas, y de mi conciencia de
narrador, que no es grano de anís, cuanto porque esa es gente de
mucha enjundia con la que ni me tiro ni me pago, ni le debo ni le
cobro. Y basta de dibujos y requilorios, y andar andillo, y siga la
zambra, que si Dios es servido, y el tiempo y las aguas me favorecen,
y esta conseja cae en gracia, cuentos he de enjaretar a porrillo y sin
más intervención de cartulario. Ande la rueda y coz con ella.
II
134
¡Arriba, piernas,
arriba, zancas!
En este mundo
todas son trampas.
135
albarda, con chilladores delante y zurradores detrás. La maldita
zurcidora de voluntades no creía, como Sancho, que era mejor
sobrina mal casada que bien abarraganada; y endoctrinando
pícaramente con sus tercerías a la muchacha, resultó un día que el
pernil dejó de estarse en el garabato por culpa y travesura de un
pícaro gato. Desde entonces si la tía fue el anzuelo, la sobrina, mujer
completa ya según las ordenanzas de birlibirloque, se convirtió en
cebo para pescar maravedises a más de dos y más de tres
acaudalados hidalgos de esta tierra.
136
porque la muy taimada conocía a fondo la influencia de sus hechizos
sobre el corazón del cartulario.
III
-Para mi santiguada que es trajín el que llevo con esa fregona que
la da de honesta y marisabidilla, cuando yo me sé de ella milagros de
más calibre que los que reza el Flos-Sanctorum. ¡Venga un diablo
cualquiera y llévese mi almilla en cambio del amor de esa caprichosa
criatura!
Satanás, que desde los antros más profundos del infierno había
escuchado las palabras del plumario, tocó la campanilla, y al reclamo
se presentó el diablo Lilit. Por si mis lectores no conocen a este
personaje, han de saberse que los demonógrafos, que andan a
vueltas y tornas con las Clavículas de Salomón, libros que leen al
resplandor de un carbunclo, afirman que Lilit, diablo de bonita
137
estampa, muy zalamero y decidor, es el correvedile de Su Majestad
Infernal.
138
-Ve, Lilit, al cerro de las Ramas y extiende un contrato con un
hombre que allí encontrarás, y que abriga tanto desprecio por su
alma que la llama almilla. Concédele cuanto te pida y no te andes con
regateos, que ya sabes que no soy tacaño tratándose de una presa.
IV
139
Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague,
pasaron, día por día, tres años como tres berenjenas, y llegó el día en
que Tijereta tuviese que hacer honor a su firma. Arrastrado por una
fuerza superior y sin darse cuenta de ello, se encontró en un verbo
transportado al cerro de las Ramas, que hasta en eso fue el diablo
puntilloso y quiso ser pagado en el mismo sitio y hora en que se
extendió el contrato.
-No se tome vuesa merced ese trabajo, que maldito el peso que
aumentará a la carga la tela del traje. Yo tengo fuerzas para llevarme
a usarced vestido y calzado.
140
-¡Toma! Esa prenda se llama almilla, y eso es lo que yo he
vendido y a lo que estoy obligado. Carta canta. Repase usarced,
señor diabolín, el contrato, y si tiene conciencia se dará por bien
pagado. ¡Como que esa almilla me costó una onza, como un ojo de
buey, en la tienda de Pacheco!
141
Cumpliose la sentencia al pie de la letra, en lo que dio Satanás una
prueba de que las leyes en el infierno no son, como en el mundo,
conculcadas por el que manda y buenas sólo para escritas. Pero
destruido el diabólico hechizo, se encontró D. Dimas con que
Visitación lo había abandonado corriendo a encerrarse en un beaterío,
siguiendo la añeja máxima de dar a Dios el hueso después de haber
regalado la carne al demonio.
Y por más que fuí y vine, sin dejar la ida por la venida, no he
podido saber a punto fijo si, andando el tiempo, murió D. Dimas de
buena o de mala muerte. Pero lo que sí es cosa averiguada es que lió
los bártulos, pues no era justo que quedase sobre la tierra para
semilla de pícaros. Tal es, ¡oh lector carísimo!, mi creencia.
142
pues viene a cuento y la ocasión es calva, he de apuntar aquí
someramente y a guisa de conclusión.
Y con esto, lector amigo, y con que cada cuatro años uno es
bisiesto, pongo punto redondo al cuento, deseando que así tengas la
salud como yo tuve empeño en darte un rato de solaz y
divertimiento.
(1864)
143
LOS AGUADORES DE LIMA
(Apuntamientos)
144
Hubo en Lima, por los años de 1850, un caballero acaudalado, al que
bautizaremos con el nombre de don José Francisco, pero muy metido
siempre en belenes de política, el cual calculó que el hombre que
consiguiera adueñarse de los aguadores sería siempre el mimado por
los magnates de Palacio, lo que se llama una potencia. Nuestro
politiquero se convirtió en paño de lágrimas para con los del gremio,
que en cualquier tribulación doméstica acudían a él, y con frecuencia
los salvaba de ir a la cárcel por borrachos y pendencieros. El era
obligado padrino de bautizo de los retoños, y por supuesto que
siempre tenía compadre alcalde. Tuteaba a todos los aguadores, y
hasta les daba monises para que a su salud bebiesen copas en la
pulpería.
145
Después de la lista discutían sus asuntos los asociados, y terminada
la junta, empezaba el regadío de la plaza.
146
LOS POLVOS DE LA CONDESA(*)
Crónica de la época del decimocuarto virrey del Perú
(Al doctor Ignacio La-Puente)
I
En una tarde de junio de 1631 las campanas todas de las iglesias de
Lima plañían fúnebres rogativas, y los monjes de las cuatro órdenes
religiosas que a la sazón existían, congregados en pleno coro,
entonaban salmos y preces.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo I, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
147
Hallábanse en él el Excmo. Sr. D. Luis Jerónimo Fernández de
Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos
reinos del Perú por S. M. D. Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués
de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una
puerta de escape, la que al abrirse dio paso a un nuevo personaje.
148
Sabido es que cuando en 1378 Pachacutec envió un ejército de
treinta mil cuzqueños a la conquista de Pachacamac, perdió lo más
florido de sus tropas a estragos de la terciana. En los primeros siglos
de la dominación europea, los españoles que se avecindaban en Lima
pagaban también tributo a esta terrible enfermedad, de la que
muchos sanaban sin específico conocido y a no pocos arrebataba el
mal.
II
Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el cuadro
de la época del gobierno de D. Luis Jerónimo Fernández de Cabrera,
hijo de Madrid, comendador de Criptana entre los caballeros de
Santiago, alcaide del alcázar de Segovia, tesorero de Aragón y cuarto
conde de Chinchón, que ejerció el mando desde 14 de enero de 1629
hasta el 18 del mismo mes de 1639.
149
Amenazado el Pacífico por los portugueses y por la flotilla del pirata
holandés Pie de palo, gran parte de la actividad del conde de
Chinchón se consagró a poner al Callao y la escuadra en actitud de
defensa. Envió además a Chile mil hombres contra los araucanos y
tres expediciones contra algunas tribus de Puno, Tucumán y
Paraguay.
150
de la fe. Bastaba ser portugués y tener fortuna para verse sepultado
en las mazmorras del Santo Oficio. En uno solo de los tres autos de fe
a que asistió el conde de Chinchón fueron quemados once judíos
portugueses, acaudalados comerciantes de Lima.
III
Un mes después se daba una gran fiesta en palacio en celebración del
restablecimiento de doña Francisca.
La virtud febrífuga de la cascarilla quedaba descubierta.
Atacado de fiebres un indio de Loja llamado Pedro de Leyva, bebió
para calmar los ardores de la sed del agua de un remanso, en cuyas
orillas crecían algunos árboles de quina. Salvado así, hizo la
experiencia de dar de beber a otros enfermos del mismo mal cántaros
de agua en los que depositaba raíces de cascarilla. Con su
151
descubrimiento vino a Lima y lo comunicó a un jesuita, el que,
realizando la feliz curación de la virreina, hizo a la humanidad mayor
servicio que el fraile que inventó la pólvora.
Los jesuitas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos acudía
todo el que era atacado de tercianas. Por eso, durante mucho tiempo,
los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de
polvos de los jesuitas.
El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr. Talbot, curó con la
quinina al príncipe de Condé, al delfín, a Colbert y otros personajes,
vendiendo el secreto al gobierno francés por una suma considerable y
una pensión vitalicia.
Linneo, tributando en ello un homenaje a la virreina condesa de
Chinchón, señaló a la quina el nombre que hoy le da la ciencia:
Chinchona.
Mendiburu dice que al principio encontró el uso de la quina fuerte
oposición en Europa, y que en Salamanca se sostuvo que caía en
pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran
debidas a pacto de los peruanos con el diablo.
5
La primera esposa del conde de Chinchón llamóse doña Ana de Osorio, y por
muchos se ha creído que fue ella la salvadora por las virtudes de la quina. Un
interesante estudio histórico publicado por don Félix Cipriano Zegarra en la Revista
Peruana, en 1879, nos ha convencido de que la virreina que estuvo en Lima se
llamó doña Francisca Henriquez de Ribera. Rectificamos, pues, con esta nota la
grave equivocación en que habíamos incurrido.
152
¡BEBA, PADRE, QUE LE DA LA VIDA!...(*)
Crónica de la época de mando de una virreina
El conde de Bornos decía que «la mujer de más ciencia sólo es apta
para gobernar doce gallinas y un gallo». ¡Disparate! Tal afirmación no
puede rezar con doña Ana de Borja y Aragón que, como ustedes
verán, fue una de las infinitas excepciones de la regia. Mujeres
conozco yo capaces de gobernar veinticuatro gallinas... y hasta dos
gallos.
Así como suena, y mal que nos pese a los peruleros, hemos sido
durante diez meses gobernados por una mujer... y francamente que
con ella no nos fue del todo mal, el pandero estuvo en manos que lo
sabían hacer sonar.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo I, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
153
Y para que ustedes no digan que por mentir no pagan los cronistas
alcabala, y que los obligo a que me crean bajo la fe de mi honrada
palabra, copiaré lo que sobre el particular escribe el erudito señor de
Mendiburu en su Diccionario Histórico: «Al emprender su viaje a Puno
el conde de Lemos, encomendó el gobierno del reino a doña Aña, su
mujer, quien lo ejerció durante su ausencia, resolviendo todos los
asuntos, sin que nadie hiciese la menor observación, principiando por
la Audiencia, que reconocía su autoridad». Tenemos en nuestro poder
un despacho de la virreina, nombrando un empleado del tribunal de
Cuentas, y está encabezado como sigue: «Don Pedro Fernández de
Castro y Andrade, conde de Lemos, y doña Ana de Borja, su mujer,
condesa de Lemos, en virtud de la facultad que tiene para el gobierno
de estos reinos, atendiendo a lo que representa el tribunal, he venido
en nombrar y nombro de muy buena gana, etc., etc.».
154
condesa de Lemos, y la bautizaron con el apodo de la Patona.
Presumo que la virreina sería mujer de mucha base.
155
Carbajal, dijo a sus compañeros de Audiencia: «Déjenlo vueseñorías
por mi cuenta que, sin necesidad de ruido ni de tomar el negocio por
donde quema, yo sabré descubrir si es fraile o monago; que el hábito
no hace al monje, sino el monje al hábito. Y si resulta preste
tonsurado por barbero y no por obispo, entonces sin más kiries ni
letanías llamamos a Gonzalvillo para que le cuelgue por el pescuezo
en la horca de la plaza».
156
Moda era poner en la mesa grandes vasijas de barro de Guadalajara
que tiene la propiedad de conservar más fresca el agua, prestándola
muy agradable sabor.
157
-Señora, que es fraile y de campanillas -contestaron a una los
interpelados.
-Así lo creo en Dios y en mi ánima. Que se vaya en paz el bendito
sacerdote.
¡Ahora digan ustedes si no fue mucho hombre la mujer que gobernó
el Perú!
158
EL CORREGIDOR DE TINTA(*)
Crónica de la época del trigésimo tercio virrey
Ahorcaban a un delincuente
y decía su mujer:
«No tengas pena, pariente;
todavía puede ser
que la soga se reviente».
Anónimo
I
Era el 4 de noviembre de 1780, y el cura de Tungasuca, para celebrar
a su santo patrón, que lo era también de su majestad Carlos III,
tenía congregados en opíparo almuerzo a los más notables vecinos de
la parroquia y algunos amigos de los pueblos inmediatos que, desde
el amanecer, habían llegado a felicitarlo por su cumpleaños.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo I, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
159
El nuevo personaje llamábase don Antonio de Arriaga, corregidor de
la provincia de Tinta, hidalgo español muy engreído con lo rancio de
su nobleza y que despotizaba, por plebeyos, a europeos y criollos.
Grosero en sus palabras, brusco de modales, cruel para con los indios
de la mita y avaro hasta el extremo de que si en vez de nacer
hombre hubiera nacido reloj, por no dar no habría dado ni las horas,
tal era su señoría. Y para colmo de desprestigio, el provisor y
canónigos del Cuzco lo habían excomulgado solemnemente por
ciertos avances contra la autoridad eclesiástica.
160
-Yo me entiendo y bailo solo, Sr. D. Carlos. Bonito es mi pergenio
para tolerar que en mi corregimiento, a mis barbas, como quien dice,
se lean censuras ni esos papelotes de excomunión que contra mí
reparte el viejo loco que anda de provisor en el Cuzco, y ¡por el
ánima de mi padre, que esté en gloria, que tengo de hacer mangas y
capirotes con el primer cura que se me descantille en mi jurisdicción!
¡Y cuenta que se me suba la mostaza a las narices y me atufe un
tantico, que en un verbo me planto en el Cuzco y torno chanfaina y
picadillo a esos canónigos barrigudos y abarraganados!
II
A las seis de la tarde el insolente hidalgo galopaba en dirección a la
villa de su residencia, cuando fue enlazado su caballo; y D. Antonio
se encontró en medio de cinco hombres armados, en los que
reconoció a otros tantos de los comensales del cura.
-Dese preso vuesa merced -le dijo Tupac-Amaru, que era el que
acaudillaba el grupo. Y sin dar tiempo al maltrecho corregidor para
que opusiera la menor resistencia, le remacharon un par de grillos y
lo condujeron a Tungasuca. Inmediatamente salieron indios con
pliegos para el Alto Perú y otros lugares, y Tupac-Amaru alzó bandera
contra España.
161
uniforme y acompañado de un sacerdote que lo exhortaba a morir
cristianamente, oyó al pregonero estas palabras:
III
Aquí deberíamos dar por terminada la tradición; pero el plan de
nuestra obra exige que consagremos algunas líneas por vía de
epílogo al virrey en cuya época de mando aconteció este suceso.
162
presidencia de Chile cuando Carlos III relevó con él, injusta y
desairosamente, al virrey D. Manuel Guirior. El caballero de Jáuregui
llegó a Lima el 21 de junio de 1780, y francamente, que ninguno de
sus antecesores recibió el mando bajo peores auspicios.
163
No es del caso historiar aquí esta tremenda revolución que, como es
sabido, puso en grave peligro al gobierno colonial. Poquísimo faltó
para que entonces hubiese quedado realizada la obra de la
Independencia.
164
avanzó hasta pocos pasos del dosel, y dijo en voz alta por tres veces:
«¡Excelentísimo señor D. Agustín de Jáuregui!». Y luego, volviéndose
al concurso, pronunció esta frase obligada: «Señores, no responde.
¡Falleció! ¡Falleció! ¡Falleció!». En seguida sacó un protocolo, y los
oidores estamparon en él sus firmas.
Así vengaron los indios la muerte de Túpac Amaru.
165
CON DÍAS Y OLLAS VENCEREMOS(*)
I
San Martín, por juiciosas razones que la historia consigna y aplaude,
no quería deber la ocupación de Lima al éxito de una batalla, sino a
los manejos y ardides de la política. Sus impacientes tropas, ganosas
de habérselas cuanto antes con los engreídos realistas, rabiaban
mirando la aparente pachorra del general; pero el héroe argentino
tenía en mira, como acabamos de apuntarlo, pisar Lima sin consumo
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo I, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
166
de pólvora y sin lo que para él importaba más, exponer la vida de sus
soldados; pues en verdad no andaba sobrado de ellos.
167
El dueño de la casa era un indio entrado en años, de espíritu
despierto y gran partidario de los insurgentes. Entendiose con él San
Martín, y el alfarero se comprometió a fabricar una olla con doble
fondo, tan diestramente preparada que el ojo más experto no pudiera
descubrir la trampa.
168
Viva el séptimo Fernando
con su noble y leal nación;
pero es con la condición
de que en mí no tenga mando...
y venga mi patacón.
II
Vivía el Sr. D. Francisco Javier de Luna Pizarro, sacerdote que ejerció
desde entonces gran influencia en el país, en la casa fronteriza a la
iglesia de la Concepción, y él fue el patriota designado por San Martín
para entenderse con el ollero. Pasaba éste a las ocho de la mañana
por la calle de la Concepción pregonando con toda la fuerza de sus
pulmones: ¡Ollas y platos! ¡Baratos! ¡Baratos!, que, hasta hace pocos
años, los vendedores de Lima podían dar tema para un libro por la
especialidad de sus pregones. Algo más. Casas había en que para
saber la hora no se consultaba reloj, sino el pregón de los vendedores
ambulantes.
Lima ha ganado en civilización; pero se ha despoetizado, y día por día
pierde todo lo que de original y típico hubo en sus costumbres.
Yo he alcanzado esos tiempos en los que parece que, en Lima, la
ocupación de los vecinos hubiera sido tener en continuo ejercicio los
molinos de masticación llamados dientes y muelas. Juzgue el lector
por el siguiente cuadrito de cómo distribuían las horas en mi barrio,
allá cuando yo andaba haciendo novillos por huertas y murallas y
muy distante de escribir tradiciones y dragonear de poeta, que es
otra forma de matar el tiempo o hacer novillos.
La lechera indicaba las seis de la mañana.
La tisanera y la chichera de Terranova daban su pregón a las siete en
punto.
El bizcochero y la vendedora de leche-vinagre, que gritaba ¡a la
cuajadita!, designaban las ocho, ni minuto más ni minuto menos.
169
La vendedora de zanguito de ñajú y choncholíes marcaba las nueve,
hora de canónigos.
La tamalera era anuncio de las diez.
A las once pasaban la melonera y la mulata de convento vendiendo
ranfañote, cocada, bocado de rey, chancaquitas de cancha y de maní,
y fréjoles colados.
A las doce aparecían el frutero de canasta llena y proveedor de
empanaditas de picadillo.
La una era indefectiblemente señalada por el vendedor de ante con
ante, la arrocera y el alfajorero.
A las dos de la tarde la picaronera, el humitero y el de la rica causa
de Trujillo atronaban con sus pregones.
A las tres el melcochero, la turronera y el anticuchero o vendedor de
bisteque en palito clamoreaban con más puntualidad que la
Mariangola de la Catedral.
A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita de nuez.
A las cinco chillaban el jazminero, el de las caramanducas y el
vendedor de flores de trapo, que gritaba: ¡Jardín, jardín! ¿Muchacha,
no hueles?
A las seis canturreaban el raicero y el galletero.
A las siete de la noche pregonaban el caramelero, la mazamorrera y
la champucera.
A las ocho el heladero y el barquillero.
170
Después de esa hora, era el sereno del barrio quien reemplazaba a
los relojes ambulantes, cantando, entre piteo y piteo: «¡Ave María
Purísima! ¡Las diez han dado! ¡Viva el Perú, y sereno!». Que eso sí,
para los serenos de Lima, por mucho que el tiempo estuviese nublado
o lluvioso, la consigna era declararlo ¡sereno! Y de sesenta en sesenta
minutos se repetía el canticio hasta el amanecer.
Y hago caso omiso de innumerables pregones que se daban a una
hora fija.
III
Pedro Manzanares, mayordomo del señor Luna Pizarro, era un negrito
retinto, con toda la lisura criolla de los budingas y mataperros de
Lima, gran decidor de desvergüenzas, cantador, guitarrista y
navajero, pero muy leal a su amo y muy mimado por éste. Jamás
dejaba de acudir al pregón y pagar un real por una olla de barro;
pero al día siguiente volvía a presentarse en la puerta, utensilio en
mano, gritando: «Oiga usted, so cholo ladronazo, con sus ollas que
se chirrean toditas... Ya puede usted cambiarme esta que le compré
171
ayer, antes de que se la rompa en la tutuma para enseñarlo a no
engañar al marchante. ¡Pedazo de pillo!».
El alfarero sonreía como quien desprecia injurias, y cambiaba la olla.
Y tanto se repitió la escena de compra y cambio de ollas y el agasajo
de palabrotas, soportadas siempre con paciencia por el indio, que el
barbero de la esquina, andaluz entrometido, llegó a decir una
mañana:
172
afortunadamente, ella coincidió con el último viaje que hizo el
alfarero trayendo olla contrabandista: pues el escándalo pasó el 5 de
julio, y al amanecer del siguiente día abandonaba el virrey Laserna la
ciudad, de la cual tomaron posesión los patriotas en la noche del 9.
173
PAN, QUESO Y RASPADURA(*)
I
El mes de diciembre de 1821 principiaba tomando el ejército español,
mandado personalmente por el virrey La-Serna la ofensiva sobre el
ejército patriota, a órdenes del bravo general Sucre, ese Bayardo de
la América.
174
El 8 las tropas realistas, ocupando las alturas de Pacaicasa y del
Cundurcunca (cuello de cóndor), tenían cortada para los patriotas la
comunicación con el valle de Jauja. Los independientes tomaban
posiciones primero en Tambo-Cangallo, después en el pueblecito de
Quinua, a cuatro leguas de Huamanga, y finalmente, a la falda del
Cundurcunca, Retirarse sobre Ica o retroceder camino del Cuzco era,
si no imposible, plan absurdo.
175
Y Sucre salió a la puerta de la choza, llamó a su ayudante y le dio
orden de convocar inmediatamente para una junta de guerra a los
principales jefes del ejército.
Una hora después, los generales Sucre, La-Mar, Córdova, Miller, Lara
y Gamarra, que era el jefe de Estado Mayor, y los comandantes de
cuerpo se encontraban congregados a la puerta de la choza, sentados
sobre tambores e improvisados taburetes de campaña.
II
Una ligera noticia biográfica de los principales miembros de la junta
de guerra paréceme que viene aquí como anillo en dedo.
176
Valencia mandó después un cuerpo de cuatro mil hombres y, tomado
prisionero, el mariscal Soult lo remitió al depósito de Dijón. En 1814,
Fernando VII lo ascendió a general y lo envió al Perú con alto destino
militar. En 1823 elevó su renuncia ante el virrey La-Serna, y
aceptada por éste y desligado de todo compromiso con España, tomó
servicio en favor de la causa americana. Presidente constitucional del
Perú, en 1828, fue derrocado por la más injustificable revolución, y
murió desterrado en San José de Costa Rica, en 1830.
III
177
La junta de guerra decidió por unanimidad de votos dar la batalla en
la mañana del siguiente día.
178
-Coronel O'Connor, ahí tiene usted el santo, seña y contraseña
precursores del triunfo.
IV
La batalla de Ayacucho tuvo, al iniciarse, todos los caracteres de un
caballeresco torneo.
179
Treinta y siete peruanos entre jefes y oficiales, y veintiséis
colombianos, desciñéndose la espada, pasaron a la línea neutral
donde, igualmente sin armas, los esperaban ochenta y dos españoles.
Sucre vestía levita azul cerrada con una hilera de botones dorados,
sin banda, faja ni medallas, pantalón azul, charreteras de oro y
sombrero apuntado con orla de pluma blanca. El traje de La-Mar se
diferenciaba en que vestía casaca azul en lugar de levita. Córdova
tenía el mismo uniforme de Sucre y, en vez de sombrero apuntado,
un jipijapa de Guayaquil.
180
A los americanos nos tocaba hacerlos honores de la casa, no
quemando los primeros cartuchos mientras los españoles no nos
diesen el ejemplo.
V
A poco más de las diez de la mañana, la división Monet, compuesta
de los batallones Burgos, Infante, Guías y Victoria, a la vez que la
división Villalobos formada por los batallones Gerona, Imperial y
Fernandinos, empezaron a descender de las alturas sobre la derecha
y centro de los patriotas.
181
Cada batallón de la infantería española constaba de ochocientas
plazas por lo menos, y entre los patriotas raro era el cuerpo que
excedía de la mitad de esa cifra.
La-Mar, el adalid sin miedo y sin mancilla, alentó a sus tropas con
una proclama culta, a la vez que entusiasta y breve, y que ni la
historia ni la tradición han cuidado de conservar.
182
El valiente Córdova, ese gallardo paladín de veinticuatro años, por
toda respuesta se apeó del caballo y, alzando su sombrero de jipijapa
en la punta de su espada, dio esta original voz de mando:
-¡División! ¡De frente! ¡Arma a discreción y paso de vencedores!
La malicia del lector adivinará los vocablos que debe sustituir a los
que yo estampo en letra bastardilla. Téngase en cuenta que la
división Lara se componía de llaneros y gente cruda a la que no era
posible entusiasmar con palabritas de salón.
-¡Zambos del espantajo! -les gritó-. Al frente están los godos
puchueleros. El que manda la batalla es Antonio José de Sucre que,
como saben ustedes, no es ningún cangrejo. Conque así, apretarse
los calzones y..... ¡a ellos!
183
Mar, cuyos cuerpos empezaban a ceder terreno ante el bien
disciplinado coraje de los soldados de Valdez.
-Lo que es morir me parece que no; pero tiene usted lo preciso para
pasar algunos meses bien divertido.
VI
A las doce del día el virrey La-Serna, ligeramente herido en la cabeza,
se encontraba prisionero de los patriotas, y ¡lo que son las ironías del
destino! en ese mismo día, a esa misma hora, en Madrid, el rey D.
Fernando VII firmaba para La-Serna el título de conde de los Andes.
184
La rivalidad entro Canterac, favorito del virrey y jefe de Estado Mayor
de los españoles, y Valdez, el más valiente, honrado y entendido de
los generales realistas, influyó algo para la derrota. El plan de batalla
fue acordado sólo entre La-Serna y Canterac, yal ponerlo en
conocimiento de Valdez tres horas antes de iniciarse el combate, éste
murmuró al oído del coronel del Cantabria, que era su íntimo amigo:
185
«Excmo. Sr. libertador D. Simón Bolívar: Como amante de la gloria,
aunque vencido, no puedo menos que felicitar a vuecelencia por
haber terminado su empresa en el Perú con la jornada de Ayacucho.
Con este motivo tiene el honor de ofrecerse a sus órdenes y
saludarle, en nombre de los generales españoles, su afectísimo y
obsecuente servidor que sus manos besa. -José de Canterac.-
Guamanga a 12 de diciembre de 1824».
VII
A las dos de la tarde, fatigado por la sangrienta al par que gloriosa
faena del día, llegó el general Miller a la puerta de la tienda de Sucre,
donde sólo encontró al leal asistente.
El asistente le contestó:
-Mi general, dispense usía si no le ofrezco otra cosa que lo mismo de
ayer: un sorbo de aguardiente, pan, queso y raspadura.
-Hombre, guárdate la raspadura y tráeme lo demás, que para
raspadura basta con la que hemos dado a los godos.
186
UN NEGRO EN EL SILLÓN PRESIDENCIAL
Una mañana había salido Bujanda con los cuarenta jinetes a batir una
montonera que merodeaba entre Surco y Miraflores, cuando a las
doce del día se presentó en Malambo el famoso negro León Escobar,
capitán de una cuadrilla de treinta bandidos los que a todo galope
avanzaron desde San Lorenzo hasta la puerta de Palacio, en que la
guardia constaba sólo de un teniente, un sargento y seis soldados,
que no opusieron la más leve resistencia. Se constituyó León en el
Salón de Palacio, estacionándose la montonera frente al atrio de la
catedral y vitoreando estruendosamente a Orbegoso.
187
El pánico cundió en la ciudad, y todas las puertas se cerraron con
llave y cerrojo.
Tres de los ediles que accidentalmente se encontraban en la Casa
Municipal, tuvieron el valor cívico de encaminarse a Palacio para
solicitar del jefe de la montonera el que no consintiese que ésta
cometiera extorsiones.
188
“El negro Escobar, arellanado en el sillón”
189
JUSTICIA DE BOLÍVAR(*)
(A Ricardo Bustamante)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo II, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
190
familiaridades capaces de dar retortijones al marido menos escamado
y quisquilloso. ¡Vaya si eran confianzudos los libertadores!
Para ellos estaban abiertas las puertas de todas las casas, y era inútil
que alguna se les cerrase, pues tenían siempre su modo de matar
pulgas y de entrar en ella como en plaza conquistada. Además nadie
se atrevía a tratarlos con despego: primero, porque estaban de
moda; segundo, porque habría sido mucha ingratitud hacer ascos a
los que venían desde las márgenes del Cauca y del Apure a
ayudarnos a romper el aro y participar de nuestros reveses y de
nuestras glorias, y tercero, porque en la patria vieja nadie quería
sentar plaza de patriota tibio.
191
recibir en su salón a los caballeritos colombianos, que a son de
música manifestaron deseo de armar jarana en el aristocrático hogar.
Por lo que atañe a las muchachas, sabido es que el alma les brinca en
el cuerpo cesado se trata de zarandear a dúo el costalito de
tentaciones.
Media noche era ya pasada cuando una de las niñas, cuyos encantos
habían sublevado los sentidos del capitán de la cuarta compañía del
batallón Vargas, sintiose indispuesta y se retiró a su cuarto. El
enamorado y libertino capitán, creyendo burlar al Argos de la madre,
fuese a buscar el nido de la paloma. Resistíase ésta a las exigencias
del Tenorio, que probablemente llevaban camino de pasar de turbio a
castaño obscuro, cuando una mano se apoderó con rapidez de la
espada que el oficial llevaba al cinto y le clavó la hoja en el costado.
Quien así castigaba al hombre que pretendió llevar la deshonra al
seno de una familia, era la anciana señora de Munar.
192
Terminaba Bolívar de almorzar cuando tuvo noticia de tamaño
escándalo, y en el acto montó a caballo e hizo en poquísimas horas el
camino de Caraz a Huaraz.
Aquel día se comunicó al ejército la siguiente:
ORDEN GENERAL
Su Excelencia el Libertador ha sabido con indignación que la gloriosa
bandera de Colombia, cuya custodia encomendó al batallón Vargas ha
sido infamada por los mismos que debieron ser más celosos de su
honra y esplendor, y en consecuencia, para ejemplar castigo del
delito, dispone:
193
Vargas borró la mancha de Huaraz con el denuedo que desplegó en
Matará y en la batalla de Ayacucho.
Después de sepultado el capitán colombiano, dirigiose Bolívar a casa
de la señora de Munar y la dijo:
-Saludo a la digna matrona con todo el respeto que merece la mujer
que en su misma debilidad supo hallar fuerzas para salvar su honra y
la honra de los suyos.
194
BOLÍVAR Y EL CRONISTA CALANCHA(*)
(A Aurelio García y García)
I
Después de la batalla de Ayacucho había en el Perú gente que no
daba el brazo a torcer, y que todavía abrigaba la esperanza de que el
rey Fernando VII mandase de la metrópoli un ejército para someter a
la obediencia a sus rebeldes vasallos. La obstinación de Rodil en el
Callao y la resistencia de Quintanilla en Chiloé daban vigor a esta loca
creencia del círculo godo; y aun desaparecidos de la escena estos
empecinados jefes, hubo en Bolivia a fines de 1828 un cura
Salvatierra y un don Francisco Javier de Aguilera que alzaron bandera
por su majestad. Verdad es que dejaron los dientes en la tajada.
195
Y PRIMERO DE LO MISMO
En el Cuzco, último baluarte del virrey Laserna, había un partido
compacto, aunque diminuto, por la causa de España. Componíanlo
veinte o treinta familias de sangre azul como el añil, que no podían
conformarse con que la República hubiera venido a hacer tabla rasa
de pergaminos y privilegios. Y tan cierto es que la política colonial
supo poner raya divisoria entre conquistadores y conquistados, que
para probarlo me bastará citar el bando que en 17 de julio de 1706
hizo promulgar la Real Audiencia disponiendo que ningún indio
mestizo, ni hombre alguno que no fuera español, pudiese traficar,
tener tienda, ni vender géneros por las calles, por no ser decente que
se ladeasen con los peninsulares que tenían ese ejercicio, debiendo
los primeros ocuparse sólo de oficios mecánicos.
Con tal motivo cantaban los patriotas en los bailes populares esta
redondilla:
«¡Tanta capa colorada
y tanto zarcillo de oro!...
Si fuera la vaca honrada
caernos no tuviera el toro».
196
se acuñaron medallas de oro, plata y cobre con el busto del Padre y
Libertador de esta patria peruana, tan asendereada después.
197
inflexiones que a veces la asemejaban a un chillido, sobre todo
cuando estaba molesto.
198
En cuanto al retrato que de Bolívar hace Pruvonena lo juzgamos
desautorizado y fruto del capricho y de la enemistad política y
personal.
II
Pasadas las primeras y más estrepitosas fiestas, quiso Bolívar
examinar si los cuzqueños estaban contentos con sus autoridades; y
a cuantos lo visitaban pedía informes sobre el carácter, conducta e
ideas políticas de los hombres que desempeñaban algún cargo
importante.
199
-Ni el tiempo, excelentísimo señor.
-¿Blasfema?
-Cristiano viejo es, señor excelentísimo, y cumple por cuaresma con
el precepto.
-¿Usa capa colorada?
-Más azul que el cielo, excelentísimo señor.
-¿Es rico?
-Heredó unos terrenos y una casa y, ayudado con el sueldecito, pasa
la vida a tragos, excelentísimo señor.
Aburrido Bolívar ponía fin al interrogatorio, lanzando su favorita y ya
histórica interjección.
Cuando se despedía el visitante, dirigíase el general a su secretario
don Felipe Santiago Estenós.
-¿Qué dice usted de esto, doctorcito?
-Señor, que no puede ser -contestaba el hábil secretario-. Un hombre
de quien nadie habla mal es más santo que los que hay en los
altares.
-¡No -insistía don Simón-, pues yo no descanso hasta tropezar con
alguien que ponga a ese hombre como nuevo!
Y su excelencia llamaba a otro vecino, y vuelta al diálogo y a oír las
mismas respuestas, y torna a despedir al informante y a proferir la
interjección consabida.
Así llegó el 25 de julio, víspera del día señalado por Bolívar para
continuar su viaje triunfal hasta Potosí, y las autoridades y empleados
andaban temerosos de una poda o reforma que diese por resultado
traslaciones y cesantías.
200
-¿Qué liebre, mi general? -preguntó alelado el buen don Felipe
Santiago.
-Lea usted lo que dice aquí este fraile, al que declaro desde hoy más
sabio que Salomón y los siete de la Grecia. ¡Boliviano había de ser!
-añadió con cierta burlona fatuidad.
201
ENTRE LIBERTADOR Y DICTADOR(*)
(A Julio S. Hernández)
I
Estando de sobremesa el Libertador Bolívar en Chuquisaca, allá por
los años de 1825, versó la conversación sobre las excentricidades del
doctor Francia, el temerario dictador del Paraguay.
Lo que algunos comensales referían sobre aquel sombrío tirano, que
se asemejaba a Luis XI en lo de tener por favorito a su barbero
Bejarano, despertó en el más alto grado la curiosidad de Bolívar.
-Señores -dijo el Libertador-, daré un ascenso al oficial que se anime
a llevar una carta mía para el gobernador del Paraguay, entregarla en
propia mano y traerme la respuesta.
El capitán Ruiz se puso de pie y contestó:
-Estoy a las órdenes de vuecelencia.
II
Al día siguiente, acompañado de una escolta de veinticinco soldados,
emprendió Ruiz el camino de Tarifa para atravesar el Chaco. Después
de un largo mes de fatigas, llegaron a Candelaria en el alto Paraguay,
donde existía una guardia fronteriza que desarmó a la escolta sin
permitirla pasar adelante. El oficial paraguayo, custodio de la
frontera, envió inmediatamente un chasqui al gobierno con el aviso
de lo que ocurría.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo III, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
202
viaje hasta la Asunción, sin que en el tránsito se le dejara comunicar
con nadie.
Pasó Ruiz por algunas calles de la capital hasta llegar al palacio del
dictador, donde sin permitírsele apear del caballo, tuvo que entregar
al oficial de guardia el pliego de que era conductor.
Una hora después salió éste. Dio a Ruiz una carta sellada y lacrada,
que contenía la respuesta del dictador a Bolívar, y el sobre del oficio,
con estas palabras de letra del autócrata paraguayo:
Llegó a las doce. -Despachado a la una, con oficio-. FRANCIA.
III
El capitán volvió grupa, escoltado por los dos vigilantes paraguayos,
que no se apartaron un minuto de su lado hasta llegar a Candelaria,
donde lo esperaban los veinticinco hombres de su escolta.
203
-No he oído más que el zumbar del viento; con nadie he hablado;
sólo mis dos guardianes hablaban; y como lo hacían en guaraní, no
les comprendí jota.
-¿Y Francia? ¿Qué tal se portó con usted? ¿Es bajo?¿Es alto? ¿Es feo?
¿Es buen mozo? En fin, díganos algo.
-¿Qué les he de decir, si yo no he conocido al dictador, ni he pasado
del patio de su casa, ni visto de la ciudad sino cuatro o cinco calles, y
eso al galope, más tristes que un cementerio?
IV
La biografía del dictador paraguayo y las vagas noticias que de las
atrocidades que ejecutó han llegado hasta nosotros los peruanos, dan
a ese personaje y a su pueblo un no sé qué de inverosímil y fabuloso.
El libro del médico suizo Rengger, el del literato español D. Ildefonso
Bermejo, el del inglés Robertson y el opúsculo del argentino D. Pedro
Somellera, enemigo político y personal del doctor Francia, era cuanto
medianamente autorizado podíamos consultar para formarnos
concepto del Paraguay y del régimen dictatorial que, a poco de la
caída en 1811 del gobernador español D. Bernardo Velasco,
implantara un doctor en teología.
204
En 1814 César echó la zancadilla a Pompeyo, y se erigió dictador.
«Desde ese momento -dicen sus imparciales biógrafos Rengger y
Longchamp- Francia cambió de vida, abandonando por completo el
juego y las mujeres, y ostentando, hasta la muerte, la mayor
austeridad de costumbres en su existencia doméstica».
205
-Si el Papa viniera al Paraguay, puede ser que lo nombrara mi
capellán; pero bien se está él en Roma, y yo en la Asunción -decía D.
Gaspar, familiarmente, a su barbero Bejarano y a su médico
Estigarribia.
Por fin, para dar una idea del terrorífico respeto que inspiró a su
pueblo, bástenos copiar las palabras que dirigió un día a un centinela
que había tolerado a una mujer que mirase por una ventana los
muebles de una de las habitaciones de palacio. «Si alguno de los que
206
pasen por la calle se detuviere fijándose en la fachada de mi casa,
haz fuego sobre él; si le yerras, haz otro tiro; y si todavía le yerras,
ten por seguro que mi pistola no ha de errarte». Así, cuantos pasaban
por el fatídico antro de la fiera lo hacían bajando los ojos al suelo.
V
La nota del Libertador Bolívar al tirano Francia se limitaba a
proponerle que sacase al Paraguay del aislamiento con el resto del
mundo civilizado, enviando y recibiendo agentes diplomáticos y
consulares. La contestación, de que fue conductor el capitán Ruiz, no
puede ser más original, empezando por el título de patricio que da al
general Bolívar, Hela aquí tal como apareció en un periódico del año
1826:
207
frente de su gobierno, aunque sea preciso empuñar la espada de la
justicia para hacer respetar tan santos fines. Y si Colombia me
ayudase, me daría un día de placer y repartiría con el mayor agrado
mis esfuerzos entre sus buenos hijos, cuya vida deseo que Dios
Nuestro Señor guarde por muchos años. -Asunción 23 de agosto de
1825-. GASPAR RODRÍGUEZ DE FRANCIA.
208
LA VIEJA DE BOLÍVAR(*)
que
tiene descanso;
el Viernes Santo6.
209
Cabildo, que pródigo estuvo en fiestas y agasajos, decidió ofrecer al
A don Simón Bolívar, que era golosillo por la fruta vedada del Paraíso,
ella soñado. Dicho queda con esto que no pasaron cuarenta y ocho
Si el fósforo da candela;
Y sea dicho en encomio del voluble Bolívar, que desde ese día hasta
210
Hoy, en su edad senil cuando ya el pedernal no da chispa, se alegra y
diciéndola:
211
LAS TRES ETCÉTERAS DEL LIBERTADOR(*)
I
A fines de Mayo de 1824 recibió el gobernador de la por entonces
villa de San Ildefonso de Caraz, don Pablo Guzmán, un oficio del Jefe
de Estado Mayor del ejército independiente, fechado en Huaylas, en
el que se le prevenía que, debiendo llegar dos días más tarde, a la
que desde 1868 fue elevada ala categoría de ciudad, una de las
divisiones, aprestase sin pérdida de tiempo cuarteles, reses para
rancho de la tropa y forraje para la caballada. ítem se le ordenaba
que, para su excelencia el Libertador, alistase cómodo y decente
alojamiento, con buena mesa, buena cama y etc., etc., etc.
212
gasto que corre parejas con la partida aquella del Gran Capitán: "En
hachas, picas y azadones, tres millones".
Yo no invento. A no haber desaparecido en 1884, por consecuencia
de voraz (y acaso malicioso) incendio, el archivo del Tribunal Mayor
de Cuentas, podría exhibir copia certificada del reparo que a esa
partida puso el vocal a quien se encomendó, en 1829, el examen de
cuentas de la comisaría del ejército libertador
Lógico era, pues, que para el sibarita don Simón aprestasen en Caraz
buena casa, buena mesa y etc., etc., etc.
213
pan, pan, y vino, vino, y no fatigarme en que le adivine el
pensamiento.
—¡Pero, hombre de Dios, ni que fuera usted de los que no compran
cebolla por no cargar rabo! ¿Concibe usted buena cama sin una
etcétera siquiera? ¿No cae usted todavía en la cuenta de lo que el
Libertador, que es muy devoto de Venus, necesita para su gasto
diario?
— No diga usted más, compañero— interrumpió don Felipe
Gastelumendi.— A moza por etcétera, si mi cuenta no marra.
— Pues á buscar tres ninfas, señor gobernador— dijo don Justino de
Milla— en obedecimiento al superior mandato; y no se empeñe usted
en escogerlas entre las muchachas de zapato de ponleví y basquina
de chamelote, que su excelencia, según mis noticias, ha de darse por
bien servido siempre que las chicas sean como para cena de
Nochebuena.
Según don Justino, en materia de paladar erótico, era Bolívaí como
aquel bebedor de cerveza á quien preguntó el criado de la fonda:—
¿Qué cerveza prefiere usted que le sirva? ¿Blanca ó negra?
"Sírvemela mulata".
—¿Y usted qué opina?— preguntó el gobernador, dirigiéndose á don
Domingo Guerrero.
—Hombre— contestó don Domingo,— para mí la cosa no tiene vuelta
de hoja, y ya está usted perdiendo el tiempo que ha debido emplear
en proveerse de etcéteras.
II
Si don Simón Bolívar no hubiera tenido en asunto de faldas, aficiones
de sultán oriental, de fijo que no figuraría en la Historia como
libertador de cinco repúblicas. Las mujeres le salvaron siempre la
vida, pues mi amigo García Tosta, que está muy al dedillo informado
214
en la vida privada del héroe, refiere dos trances que, en 1824, eran
ya conocidos en el Perú.
Apuntemos el primero. Hallándose Bolívar en Jamaica, en 1810, el
feroz Morillo o su teniente Morales enviaron a Kingston un asesino, el
cual clavó por dos veces un puñal en el pecho del comandante
Amestoy, que se había acostado sobre la hamaca en que
acostumbraba dormir el general. Este, por causa de una lluvia
torrencial, había pasado la noche en brazos de Luisa Crober, preciosa
joven dominicana, á la que bien podía cantársele lo de:
Morena del alma mía,
morena, por tu querer
pasaría yo la mar
en barquito de papel.
Hablemos del segundo lance. Casi dos años después, el español
Renovales penetró á media noche en el campamento patriota, se
introdujo en la tienda de campaña, en la que había dos hamacas, y
mató al coronel Garrido, que ocupaba una de éstas. La de don Simón
estaba vacía, porque el propietario andaba de aventura amorosa en
una quinta de la vecindad.
III
La fama de mujeriego que había precedido á Bolívar contribuyó en
mucho á que el gobernador encontrara lógica y acertada la
descifración que, de las tres etcéteras, hicieron sus amigos, y
215
después de pasar mentalmente revista á todas las muchachas bonitas
de la villa, se decidió por tres de las que le parecieron de más
sobresaliente belleza. A cada una de ellas podía, sin escrúpulo,
cantársele esta copla:
de las flores, la violeta;
de los emblemas, la cruz;
de las naciones, mi tierra:
y de las mujeres, tú.
Dos horas antes de que Bolívar llegara, se dirigió el capitán de cívicos
don Martín Gamero, por mandato de la autoridad, á casa de las
escogidas, y sin muchos preámbulos las declaró presas; y en calidad
de tales las condujo al domicilio preparado para alojamiento del
Libertador. En vano protestaron las madres, alegando que sus hijas
no eran godas, sino patriotas hasta la pared del frente. Ya se sabe
que el derecho de protesta es derecho femenino, y que las protestas
se reservan para ser atendidas el día del juicio, a la hora de encender
faroles.
216
en fin, lo abrumó á preguntas. Pero, y esto chocaba á don Pablo, ni
una palabra que revelase curiosidad sobre las cualidades y méritos de
las tres etcéteras cautivas.
IV
Cuando corriendo los años, pues á don Pablo Guzmán se le enfrió el
cielo de la boca en 1882, los amigos embromaban al ex-gobernador
hablándole del renuncio que, como autoridad, cometiera, él
contestaba:
—La culpa no fué mía sino de quien, en el oficio, no se expresó con la
claridad que Dios manda:
Y no me han de convencer
con argumentos al aire;
pues no he de decir Volter
donde está escrito Voltaire.
Tres etcéteras al pie de una buena cama, para todo buen entendedor,
son tres muchachas... y de aquí no apeo ni a balazos.
217
LA ÚLTIMA FRASE DE BOLÍVAR(*)
218
—Ciertamente que no, mi General.
—Acérquese usted, doctor... se lo diré al oído... Los tres grandísimos
majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y ... yo.
219
UNA AVENTURA AMOROSA DEL PADRE CHUECAS(*)
I
Sí, señor ¿Y por qué no he de contar aventuras de un fraile que si
pecó, murió arrepentido y como bueno? Vamos a ver, ¿por qué?
Vaya. ¡Pues no faltaba más! Coronista soy, y allá donde pesco una
agudeza, a plaza la saco; que en mi derecho estoy y no cobro
alcabala para ejercerlo.
220
Regresó a su convento algo reformado en costumbres, recibió la
orden del sacerdocio, y durante el primer año desempeñó el cargo de
maestro do novicios; pero cansose pronto de la vida austera y se
lanzó a dar escándalo por mayor.
Gran parte del año la pasaba el padre Chuecas recluso por mandato
de sus superiores en la Recolección de los descalzos. Entonces
consagrábase al estudio y robustecía su reputación de profundo
teólogo y no eximio humanista. Él, que por su talento e ilustración
era digno de merecer las consideraciones sociales y de aspirar a los
primeros cargos en su comunidad, prefirió conquistarse renombre de
libertino; pues tan luego como era puesto en libertad, volvía con
nuevos bríos a las antiguas mañas. La moral era para Chuecas otra
tela de Penélope; pues si avanzaba algo en el buen camino durante
221
los meses de encierro, lo desandaba al poner la planta en los barrios
alegres de la ciudad.
222
En nuestro archivo particular conservamos autógrafa la siguiente
glosa, bellísima bajo varios conceptos:
«En esta vida prestada,
que es de la ciencia la llave,
quien sabe salvarse, sabe,
y el que no, no sabe nada.
¿Qué se hicieron de Sansón
las fuerzas que en sí mantuvo,
y la belleza que tuvo
aquel soberbio Absalón?
¿La ciencia de Salomón
no es de todos alabada?
¿Dónde está depositada?
¿Qué se hizo? ¡Ya no parece!
Luego nada permanece
en esta vida prestada.
De Aristóteles la ciencia.
del gran Platón el saber,
¿qué es lo que han venido a ser?
¡Pura apariencia! ¡Apariencia!
Sólo en Dios hay suficiencia;
sólo Dios todo lo sabe;
nadie en el mundo se alabe
ignorante de su fin.
Así lo dice Agustín,
que es de la ciencia la llave.
223
según ellos se creyeron.
Quizás muchos se perdieron
por no ir en segura nave,
camino inseguro y grave
si en Dios no fundan su ciencia,
pues me dice la experiencia
quien sabe salvarse, sabe.
Si no se apoya el saber
en la tranquila conciencia,
de nada sirve la ciencia
condenada a perecer.
Sólo el que sabe obtener,
por una vida arreglada
un asiento en la morada
de la celestial Sión,
sabe más que Salomón,
y el que no, no sabe nada».
224
tenían gran analogía con los que daba el padre de la Salada al
imberbe Adán».
II
Por los tiempos en que el padre Chuecas andaba tras la flor del berro
y parodiando en lo conquistador a Hernán Cortés, vivía en la calle de
Malambo una mocita, de medio pelo y todavía en estado de merecer.
De ella podía decirse:
«Mal hizo en tenerte sola
la gran perra de su madre;
preciosuras como tú
se deben tener a pares».
225
testimonio apelo. Su paternidad el franciscano bailaba el Agua de
nieve por adueñarse del corazón de la muchacha, y en vía de cantar
victoria estaba, cuando se le atravesó en la empresa un argentino,
traficante en mulas, hombre burdo, pero muy provisto de monedas.
Llegó el cumpleaños de Nieves Frías, que era bonita como una pascua
de flores, y como era consiguiente hubo bodorrio en la casa y
zamacueca borrascosa.
-Eso es, que diga algo fray Mateo -exclamaron en coro las
muchachas, que gustan siempre de oír palabritas de almíbar.
-¡Acurrucutú manteca! añadió haciendo piruetas un mocito de la
hebra-. Y que brinde con pie forzado.
-¡Sí!¡Sí! ¡Que brinde! ¡Que le den el pie! -gritaron hombres y
mujeres.
226
jamás contemplen mis ojos
de las lágrimas la huella.
Brindo, en fin, porque tu estrella
que atrae como el imán
a tanto y tanto galán
que se embelesa en tu cara,
nunca brille alegre para
Córdoba del Tucumán».
Ello no era verso, ni con mucho, pero era una banderilla de fuego
sobre el cerviguillo de Chuecas. Éste no aguantó la púa y corcoveó en
el acto:
«Cordobés infelice que al Parnaso,
por numen chabacano conducido,
pretendiste ascender... ¡detente, huaso!
no profanes sus cumbres atrevido,
advierte que la lira no es el lazo;
pues, quizá temerario has presumido
que son las Musas, a las que haces guerra,
las mulas que amansabas en tu tierra»,
227
Una carcajada general y un ¡viva el padre! contestaron a la valiente
octava. El argentino perdió los estribos de la sangre fría, y
desenfundando el alfiler o limpiadientes, se fue sobre el fraile, quien
esperaba la embestida daga en mano. Armose la marimorena:
chillaron las mujeres y arremolináronse los hombres. Por fortuna la
policía acudió a tiempo para impedir que los adversarios se abriesen
ojales en el pellejo y los condujo a chirona.
228
EL CLARÍN DE CANTERAC(*)
(A Lastania, Larriva de Llona)
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
229
Y la caballería realista ganaba terreno; y un sargento, Soto (limeño
que murió en 1882 en la clase de comandante), tomaba prisionero a
Necochea, poniéndolo a la grupa de su corcel.
230
El capitán Herrán había logrado tomar prisionero al infatigable clarín
de Canterac, y en el mismo campo de batalla lo presentaba rendido al
general Necochea. Éste, irritado aún con el recuerdo de las recientes
peripecias o exasperado por el dolor de las heridas, dijo
lacónicamente:
-Que lo fusilen...
-General... -observó Herrán interrumpiéndolo.
-O que se meta fraile -añadió Necochea, como complementando la
frase.
-Mi general, me haré fraile -contestó precipitadamente el prisionero.
-¿Me empeñas tu palabra? -insistió Necochea.
-La empeño, mi general.
-Pues estás en libertad. Haz de tu capa un sayo.
231
LA PROTECTORA Y LA LIBERTADORA(*)
(Monografías históricas)
I
Doña Rosa Campusano
Tendría yo el tradicionista de trece a catorce años; y era alumno en
un colegio de instrucción preparatoria.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo IV, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
232
Confieso que en mi frivolidad semi-infantil no paré mientes en la
palabra, ni la estimé injuriosa. Verdad también que yo ignoraba su
significación y alcance, y aun sospecho que a la mayoría de mis
compañeros les pasó lo mismo.
La verdad era que por tal palabrita ninguno de nosotros habría hecho
escupir sangre a un colega. En fin, cada cual tiene el genio que Dios
le ha dado.
233
Su conversación era entretenida y no escasa de chistes limeños, si
bien a veces me parecía presuntuosa por lo de rebuscar palabras
cultas.
La niña era ambiciosa y soñadora, con lo que está dicho que después
de cumplidas las diez y ocho primaveras, prefirió el ser la esposa de
un hombre pobre de fortuna que la amase con todo el amor del alma,
ser la querida de un hombre opulento que por vanidad la estimase
como valiosa joya. No quiso lucir percal y una flor en el peinado, sino
vestir seda y terciopelo y deslumbrar con diadema de perlas y
brillantes.
234
Vega del Ren y de San Juan de Lurigancho, el marqués de Villafuerte,
el vizconde de San Donás y otros títulos partidarios de la revolución;
Boqui, el caraqueño Cortínez, Sánchez Carrión, Mariátegui y muchos
caracterizados conspiradores en favor de la causa de la
independencia formaban la tertulia de Rosita, que con el entusiasmo
febril con que las mujeres se apasionan de toda idea grandiosa, se
hizo ardiente partidaria de la patria.
235
el momento preciso, y rompió con sus amigos, poniendo la trama en
conocimiento del virrey, si bien tuvo la hidalguía de no denunciar a
ninguno de los complicados.
236
otra de las caballeresas debió la causa libertadora servicios de tanta
magnitud como los prestados por doña Rosa. En la hora de la
recompensa y de los honores, no era lícito agraviarla con ingrato
olvido.
II
Doña Manuela Sáenz
El puerto de Paita por los años de 1856, en que era yo contador a
bordo de la corbeta de guerra Loa, no era, con toda la mansedumbre
de su bahía y excelentes condiciones sanitarias, muy halagüeña
estación naval para los oficiales de marina. La sociedad de familias
con quienes relacionarse decorosamente era reducidísima. En cambio,
para el burdo marinero Paita con su barrio de Maintope, habitado una
puerta sí y otra también por proveedoras de hospitalidad (barata por
el momento, pero carísima después por las consecuencias), era otro
paraíso de Mahoma, complementado con los nauseabundos guisotes
de la fonda o cocinería de don José Chepito, personaje de inmortal
renombre en Paita.
237
De mí sé decir que rara vez desembarcaba, prefiriendo permanecer a
bordo entretenido con un libro o con la charla jovial de mis
camaradas de nave.
238
Era una señora abundante de carnes, ojos negros y animadísimos en
los que parecía reconcentrado el resto de fuego vital que aún la
quedara, cara redonda y mano aristocrática.
-Sea usted, señor poeta, bien venido a esta su pobre casa -contestó
la anciana, dirigiéndose a mí con un tono tal de distinción que me
hizo presentir a la dama que había vivido en alta esfera social.
239
Cuando yo llevaba la conversación al terreno de las reminiscencias
históricas; cuando pretendía obtener de doña Manuela confidencias
sobre Bolívar y Sucre, San Martín y Monteagudo, u otros personajes a
quienes ella había conocido y tratado con llaneza, rehuía hábilmente
la respuesta. No eran de su agrado las miradas retrospectivas, y aun
sospecho que obedecía a calculado propósito al evitar toda charla
sobre el pasado.
240
Después de la victoria de Pichincha, alcanzada por Sucre en mayo del
22, llegó el Libertador a Quito, y en esa época principiaron sus
relaciones amorosas con la bella Manuelita, única mujer que, después
de poseída, logró ejercer imperio sobre el sensual y voluble Bolívar.
Todos los generales del ejército, sin excluir a Sucre, y los hombres
más prominentes de la época, tributaban a la Sáenz las mismas
atenciones que habrían acordado a la esposa legítima del Libertador.
Las señoras únicamente eran esquivas para con la favorita; y ésta,
por su parte, nada hacía para conquistarse simpática benevolencia
entre los seres de su sexo.
241
tamaño escándalo. La dama quiteña habitaba en el palacio de
gobierno con su amante.
7
“Nos salió al encuentro (escribe don Florentino Gonzáles, uno de los jefes de la
conjuración) una hermosa señora, con una espada en la mano, y con admirable
presencia de ánimo nos preguntó que queríamos. Uno de los nuestros profirió
algunas amenazas contra aquella señora, y yo me opuse a que las realizara…”.
242
¿Qué motivos tuvo la amada de Bolívar para venir a establecerse y a
morir en uno de los por entonces más tristes lugarejos del Perú? La
pobre baldada me dijo, un día en que aventuré la pregunta, que
había elegido Paita por consejo de un médico, quien juzgaba que con
baños de arena recobrarían los nervios de la enferma la flexibilidad
perdida. Alguien ha escrito que por orgullo no quiso doña Manuela
volver a habitar en las grandes ciudades, donde había sido admirada
como astro esplendoroso: temía exponerse a vengativos desdenes.
III
La Protectora y la Libertadora
Yo que tuve la buena suerte de conocer y tratar a la favorita de San
Martín y a la favorita de Bolívar, puedo establecer cardinales
diferencias entre ambas. Física y moralmente eran tipos
contrapuestos.
243
En la Campusano vi a la mujer con toda la delicadeza de sentimientos
y debilidades propias de su sexo. En el corazón de Rosa había un
depósito de lágrimas y de afectos tiernos, y Dios le concedió hasta el
goce de la maternidad, que negó a la Sáenz.
244
disforzarse, como todos esos seres preciosos y engreídos que estilan
vestirse por la cabeza, ante el graznar fatídico del búho o la carrera
de asustadizo ratoncillo.
245
predilectos. En la época en que la conocí, una de sus lecturas
favoritas era la hermosa traducción poética de los Salmos por el
peruano Valdez, doña Manuela empezaba a tener ráfagas de
ascetismo, y sus antiguos humos de racionalista iban evaporándose.
246
FRANCISCO BOLOGNESI(*)
I
Eran las primeras horas de la mañana del sábado 5 de junio de 1880.
Los rayos del tibio sol matinal caían sobre las paredes azules de una
casita de modesta apariencia, situada en la falda del cerro de Arica y
en dirección a la calle real del puerto.
247
No nos proponemos escribir la biografía del noble mártir de Arica;
pues por bellas que sean las páginas de su existencia, la solemne
majestad de su último día las empequeñece y vulgariza. En su vida
de cuartel y de salón vemos sólo al hombre que profesaba la religión
del deber, al cumplido caballero, al soldado pundonoroso; pero sus
postreros instantes nos deslumbran y admiran como las irradiaciones
espléndidas de un sol que se hunde en la inmensidad del Océano.
II
Un capitán avanzó algunos pasos hacia la mesa, y cuadrándose
militarmente dijo:
-Mi coronel, ha llegado el parlamento del enemigo.
-Que pase -contestó Bolognesi, y se puso de pie.
248
-Permita usted, señor coronel -continuó Salvo-, que le observe que el
honor militar no impone sacrificio sin fruto; que la superioridad
numérica de los nuestros es como de cuatro contra uno; que las
mismas ordenanzas militares justifican en su caso una capitulación, y
que estoy autorizado para decirlo, en nombre del general en jefe del
ejército de Chile, que esa capitulación se hará en condiciones que
tanto honren al vencido como al vencedor.
-Está bien, señor mayor -repuso Bolognesi sin alterar la impasibilidad
de su acento-; pero estoy resuelto a quemar el último cartucho.
249
-Repita usted a su general que quemaré hasta el último cartucho 8.
III
Minutos más tarde Bolognesi convocaba para una junta de guerra a
los principales jefes que le estaban subordinados. En ella les
8
El 5, después de llegado a su campamento el parlamentario, rompieron los
chilenos el fuego de cañón, por mar y tierra, sobre la plaza de Arica. El domingo 6
funcionó por ambas partes, con mayor vigor que en la víspera, la artillería,
consiguiendo los peruanos poner un buque fuera de combate. En la madrugada del
7 principió el asalto a la plaza, y con él la atroz hecatombe. De los 1,600
defensores de Arica (según el historiador chileno Vicuña Mackenna) hubo más de
900 muertos, cerca de 200 heridos y poco más de 500 prisioneros. Los vencedores
tuvieron 144 muertos y 337 heridos, sobre una masa total de 6,500 hombres.
250
presentó, sin exagerarlo, el sombrío y desesperante cuadro de
actualidad, y después de informarlos sobre la misión del
parlamentario, les indicó su decisión de quemar hasta el último
cartucho, contando con que esta decisión sería también la de sus
compañeros de armas.
251
mirando de frente el pabellón de la patria y balbuceando en su última
agonía el nombre querido del Perú.
IV
La única satisfacción que nos queda a los que sabemos aquilatar el
valor de las almas heroicas, es ver cómo los pueblos convierten en
objeto de su cariño entusiasta, dándoles con el transcurso de los años
proporciones gigantescas, a los hombres que supieron llevar hasta el
sacrificio y el martirio el cumplimiento del deber patriótico.
Manifestaciones espontáneas del sentimiento público, que se
extienden más allá de la tumba, nos revelan que la superioridad se
impone de tal modo, que cuando se abate para siempre una
existencia como la de Francisco Bolognesi, el espíritu que se
desprende del cuerpo inerte es imán que atrae y cautiva el amor y el
respeto de generaciones sin fin.
252
«Si tu afán era subir
y alzarte hasta el infinito
ansiando dejar escrito
tu nombre en el porvenir,
bien puedes en paz dormir,
bajo tu sepulcro, inerte,
mientras que la patria, al verte,
declara enorgullecida
que si fue hermosa tu vida
fue más hermosa tu muerte».
253
Niega el señor Salvo que en la respuesta dada por el coronel
Bolognesi al jefe parlamentario hubiera habido la frase quemaré
hasta el último cartucho. Muertos en el combate casi todos los jefes
peruanos que asistieron a la junta de guerra, con excepción de los
comandantes Roque Sanz Peña, Marcelino Varela y Manuel C. de la
Torre, apelo al testimonio de éstos. El comandante Sanz Peña la ha
consignado en el brillante artículo que ha poco publicó en Buenos
Aires.
254
por Benjamín Vicuña Mackenna, volumen impreso en Chile a fines de
1881.
255
Ricardo Palma
256
CORONGUINOS(*)
I
Ni después del 15 de Junio ni antes del 15 de Julio se encuentra en
Lima, ni para un remedio, a un solo coronguino.
(*)
Tomado de: PALMA, Ricardo. Tradiciones Peruanas. Edición publicada por los
auspicios del gobierno del Perú; ilustraciones de Fernando Marco. Tomo V, Espasa-
Calpe S. A., Madrid (1946)
257
garrotes, se lanzan sobre las odaliscas con el propósito de llevárselas,
á usanza chilena, por la razón o la fuerza.
Allí se arma la gorda. Los padres y deudos de las sabinas acuden con
poco brío y por pura fórmula; pero hay siempre algunos mozos del
pueblo, galancetes no correspondidos por las muchachas, que por
berrinche, reparten garrotazos a la de veras sobre los raptores. Los
amigos de éstos acuden inmediatamente á prestarles ayuda y brazo
fuerte, y en alguna festividad fue tan descomunal la batalla, que
hasta San Pedro resultó con la cabeza separada del tronco, lo que dio
campo á los envidiosos pueblos vecinos para que bautizasen á los
coronguinos con el mote de Mata a San Pedro.
Es de rito que ocho días después, y sin cobrarles más que la mitad de
los derechos, case el cura á las sabinas con sus raptores. Título de
orgullo para toda coronguina, que en algo se estima valer, es entrar
en la vida del matrimonio después de haber dado motivo para
cabezas rotas y brazos desvencijados.
258
que se casa mañana". i Vamos ! ; Si cuando yo digo que las buenas
costumbres desaparecen sólo por ser buenas!
II
Que los coronguinos no inventaron la pólvora, y ni siquiera el palillo
para los dientes, es artículo de fe en todo el departamento; pues
hasta como heladeros quedan muy por debajo de los indios de
Huancayo. Y para que no digan que los calumnio al negarles dotes de
inteligencia, básteme relatar un hecho acaecido en 1865.
259
gente, y con ella el boticario, quien declaró que no quedaba ya más
por hacer que enterrar al difunto.
260