Professional Documents
Culture Documents
Margariti
El capitalismo alemán
La Alemania devastada que emergió luego de la Segunda
Guerra Mundial recuperó su economía y su sociedad a partir
de una versión propia del capitalismo que, sin embargo,
mantiene intacta la principal característica de este sistema: la
libertad que permite distribuir el bienestar entre todos y no
entre unos pocos.
No puede entenderse el capitalismo alemán sin saber que, después de la Segunda Guerra
Mundial, Gran Bretaña y Alemania tomaron distintos caminos económicos.
Sin embargo, en 1948, a tres años del fin de la guerra, Alemania resucitó y se produjo el
“milagro alemán” cuya detallada explicación fue afortunadamente realizada día a día por
André Piettre, destacado economista que integraba los cuadros técnicos del ejército de
ocupación francés, quien dio testimonio de todo lo que veía en un libro imperdible:
“Economía alemana contemporánea”.
Un pequeño grupo de economistas, historiadores, filósofos y teólogos nucleados en la
Escuela Austriaca y la Escuela de Friburgo comenzaron a pensar en el futuro de la nación
alemana arrasada por la guerra y devastada por la experiencia totalitaria. Bajo la guía
intelectual de Wilhelm Röpke, con la conducción de Ludwig Erhard y Konrad
Adenauer, diseñaron y pusieron en práctica el modelo de economía de mercado que
salvó a Alemania.
1. Aspectos culturales
La predilección alemana por la química y la ingeniería y el gusto por la precisión junto con
su desconfianza por la especulación financiera quedaron marcados en el capitalismo
alemán, donde el clima cultural imperante no es el de la anarquía creadora sino el profundo
respeto por el orden, la jerarquía y la disciplina industrial.
2. Aspectos económicos
Pero el secreto del capitalismo alemán se encuentra en las famosas Mittelstand, que son
empresas -grandes o pequeñas- de origen familiar y dirigidas por personas de clase media
donde la regla máxima es el respeto por las tradiciones y las costumbres. Las Mittelstand
son sociedades de personas, no de acciones, en las que la pericia profesional y la
responsabilidad individual son fundamentales.
Existe una reducida base impositiva porque las empresas, al contrario de lo que sucede en
EE.UU., no tratan de repartir enormes ganancias sino que las capitalizan. Es frecuente
encontrar gigantescas empresas que minimizan contablemente sus activos con reservas
ocultas invertidas en equipos y herramientas de altísima tecnología.
3. Aspectos sociales
Los trabajadores alemanes, a diferencia de los americanos, no tiene alta movilidad laboral.
Desde pequeños se relacionan con las empresas como aprendices, a través de un eficiente
sistema educativo donde los estudios se hacen en perfecta combinación entre escuelas y
empresas. Esta familiaridad explica la existencia de un sistema de gestión compartida
entre empresarios y trabajadores porque ellos no se sienten enemigos de la patronal
sino cogestores en el consejo de gestión empresaria y el empresario es el que ocupa el
cargo de Leiter (conductor y jefe).
La preocupación por la vida de los empleados y la alta valoración de los puestos de trabajo
constituyen el rostro humano que falta en otros capitalismos. Por eso cubren los riesgos de
salud, desocupación, vejez y maternidad con seguros sociales independientes de la gestión
gubernamental en un ingenioso sistema de ahorros garantizados a nombre del grupo
familiar.
El ascenso social no se produce por la selección natural entre el más fuerte y los más
débiles, sino por el reconocimiento de los méritos personales, la inteligencia, la
capacidad y el empeño que ponen en su trabajo. En medio de la opulencia que goza esta
primera economía exportadora mundial, la imagen más frecuente no es la ostentación ni el
exhibicionismo, sino la austeridad y un estilo de vida recoleto.
Tanto en el caso alemán como en el americano, el capitalismo demuestra tener una enorme
flexibilidad para adoptar los perfiles culturales y sociales de cada pueblo. No tiene la
rigidez dogmática ni ideológica del socialismo y, mucho menos, del comunismo. Pero
necesita contar imprescindiblemente con un substrato de moral individual
fuertemente arraigado en la vida social.
Por eso ha triunfado como el sistema económico que, en libertad, permite distribuir el
bienestar entre todos y no entre unos pocos. © www.economiaparatodos.com.ar
Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que
todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.