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15 juegos y sus historias - Miguel Botvinnik - Prof.

José Luis Matamoros


Juego Nº 1
Encuentro con el Campeón del Mundo
Simultánea
Leningrado, noviembre de 1925

Blancas: J. R. Capablanca
Negras: M. Botvinnik
Gambito de la Dama Rechazado

En julio de 1925, empaté en un torneo de mientras que la propia sala de exposiciones es-
clasificación compuesto por los mejores juga- taba tan llena como una casa de baños, desbor-
dores de primera categoría, con lo que obtuve dante de gente. Incluso llegar a mi silla resultó
el derecho a jugar en el llamado “Torneo de las ser una tarea difícil. Pero los dos jugadores de
Ciudades”, que a su vez me daría la oportuni- segunda categoría que ya estaban compartien-
dad de ganar el título de Maestro. Naturalmente, do mi silla “gentilmente”’ me aceptaron en su
estaba muy impaciente por que comenzara este compañía. Probablemente, Capablanca no vio
torneo; pero no, dijo mi padre: “Este será un año con quién jugaba durante un tiempo, ya que mi
duro para ti en la escuela – hay mucho tiempo brazo seguía saliendo de la multitud en alguna
para torneos el resto de tu vida”. Ahora recuerdo parte y hacía los movimientos. Mis compañeros
con gratitud la decisión de mi padre, pues mi me bombardearon con consejos, pero incluso a
sistema nervioso en aquellos días no habría sido los 14 años de edad, ya tenía opiniones firmes -
lo suficientemente fuerte como para soportar yo jugaba mis propios movimientos.
experiencias tan difíciles. Es raro que los juga- El Campeón del Mundo estaba seguro de sí
dores jóvenes sigan estos consejos. Sin embar- mismo y era bastante guapo. Tras el intercambio
go, mi fuerza de juego ya era tan conocida que, de saludos, comenzó la simultánea...
cuando Capablanca, el Campeón del Mundo,
aprovechó un día libre del Torneo Internacional 1.d4 d5
de Moscú de 1925 para venir a Leningrado a dar 2.c4 e6
una exhibición, una simultánea sobre treinta ta- 3.¤c3 ¤f6
bleros, Jakov Rochlin, el organizador, me asegu- 4.¥g5 ¤bd7
ró uno de los tableros. 5.e3 ¥b4
Cabe mencionar aquí que mi madre se La elección de la apertura no debería ser
opuso a mi participación en el ajedrez. “¿Qué una sorpresa. En aquel momento, todas las
quieres?,” solía preguntarme, “¿convertirte en aperturas actuales -las indias, las Nimzos, las
Capablanca o algo así?” Pero, cuando descubrió Grünfeld- apenas habían aparecido. Decidí que,
que realmente iba a jugar con Capablanca, me en lugar de jugar a la llamada Defensa Ortodoxa
compró un abrigo marrón nuevo, en honor a la (5...¥e7), jugaría a una línea menos conocida,
ocasión. que dos años después adquiriría el nombre de
Y así, el 20 de noviembre de 1925 me encon- “Variante Westfalia”.
tré en la Sala Filarmónica de Leningrado; la sala 6.cxd5 exd5
más pequeña ya estaba repleta de espectadores, 7.£b3 ...

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No es el plan más fuerte. El desarrollo sim- Capablanca intenta mantener la columna c
ple 7.¥d3, para ser exactos - es conocido por ga- cerrada; y debe perder material.
rantizar una ventaja para las blancas; pero Capa- 13. ... ¥xc3
blanca nunca fue fuerte en teoría, simplemente 14.£xc3 ...
no lo necesitaba. Las blancas deben renunciar al peón a, ya
7... c5 que 14.bxc3 ¤e4, se vería muy mal para él.
8.dxc5 ... 14... £xa2
Otra inexactitud, que pierde un tiempo, y 15.¥d3 bxc6
también pierde el control de la casilla c5, sin una Y así, el negro gana un peón. Sin embargo,
buena razón. su dama corre tanto peligro como la blanca.
8. ... £a5 16.¢c2 c5
9.¥xf6 ... 17.¤xe6 ...
Desviando al caballo de c5; las blancas No 17.¦a1, por supuesto, en vista de 17. ...
también se libran de la amenaza de ...¤e4. cxd4. Pero ahora 18.¦a1 es una amenaza desa-
9. ... ¤xf6 gradable.
10.O-O-O ... 17... £a4+!
Capablanca sólo podría haberse permitido a Las negras tuvieron que preverlo en la juga-
sí mismo hacer tal movimiento en una simultá- da 14. Ahora fuerzan un prosaico final de peo-
nea, 10.a3 le habría asegurado un juego parejo. nes.
Ahora su rey estará en peligro. 18.b3 £a2+
10... O-O 19.£b2 £xb2+
11.¤f3 ... 20.¢xb2 fxe6
Ciertamente 11.¤xd5 ¤xd5 12.£xd5 ¥e6; 21.f3 ...
dejaría al blanco mala posición.
11... ¥e6
12.¤d4 ¦ac8
13.c6 ...

De lo contrario, 21...¤g4. El siguiente mo-


vimiento del negro asegura tanto la ubicación
de la torre f8 a la columna b como el avance del
peón c, mientras que al mismo tiempo defiende

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el peón a. que dijo: “Jugó tan recto como una regla». Más
21. ... ¦c7! tarde, Rochlin incluso recordó que Capablanca
Hice este movimiento sobre las protestas dijo: “¡Dale ese muchacho a Cuba y él será Cam-
energéticas de mis amigos. peón del Mundo!”
22.¦a1 c4 No creo nada de eso. Capablanca barrió las
23.bxc4 dxc4 piezas del tablero como un gesto de resignación,
24.¥c2 ¦b8+ y su expresión era de todo menos agradable.
25.¢c1 ... Diez años después, Capa y yo nos hicimos ami-
No 25.¢c3, por supuesto, en vista de 25. ... gos.
¤d5+, seguido de 26. … ¦b2.
25... ¤d5
26.¦e1 c3
No hay una defensa satisfactoria contra la
acción coordinada del peón pasado avanzado, el
par de torres y el caballo negro. Su mayor ame-
naza es doblar las torres en la segunda fila. Así
que el blanco diseña una contra-amenaza: ¦al-
a3xc3, para prevenir … ¦b2.
27.¦a3 ¤b4
Ahora la amenaza es 28. ... ¤xc2 29.¢xc2
¦b2+.
28.¦e2 ¦d8
Si la torre no puede ir a b2, entonces tal vez
puede ir a d2. El blanco está igual que antes: si
29.¥b3 entonces 29. ... c2! 30.¥xc2 ¦dc8.
29.e4 ¦c6
El juego ha terminado; ahora que se elimina
la amenaza de ¦xc3, la torre negra puede avan-
zar sin obstáculos a la segunda fila, y el blanco
debe perder su alfil.
30.¦e3 ¦d2
31.¦exc3 ¦xc2+
32.¦xc2 ¦xc2+
0-1
Un juego que ninguno de los dos debía ha-
berse sentido avergonzado; Capablanca, que es-
taba, después de todo, jugando treinta tableros
simultáneamente; o yo mismo, que solo había
aprendido el juego dos años antes.
Surgió una leyenda sobre este juego, que
después el gran cubano habló muy bien de mi
juego. Rochlin, un testigo presencial, afirmó

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