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BREVE HISTORIA DEL LONGO GENERAL PINTAG

La leyenda de El Tambor estuvo siempre presente entre los pueblos de la


serranía norte, especialmente de Pichincha, Cayambe y Otavalo.

Luis Vera, profesor de historia, aseguró que en esta leyenda hay dos actores
principales, Huayna Capac y el general Pintag.

“Huayna Capac gobernaba exitosamente Quito, pues hizo varias obras de


arquitectura, como relojes de piedra. Dio también impulso a la comunicación a
través de los quipus. Su reinado fue bien próspero”, señaló.

Pero Huayna Capac encontró resistencia, primero en Los Shyris, que fueron
guerreros del norte, y luego en los Caranquis, Cayambes y Otavalos.

Para terminar con la oposición a la ocupación Inca, Huayna Capac persiguió a


los principales guerreros de la resistencia, entre ellos a Pintag, Cantoe y
Nazacota.

Pintag fue capturado por las fuerzas incas, quienes ordenaron degollarlo y con
su piel hacer un tambor.

Cuenta la leyenda que la voz de la joven Quilago, princesa novia de Pintag que
siempre le dio ánimos, comenzó a escucharse entre los pueblos de la serranía
norte, al igual que el sonido del tambor.

“Entre la memoria del pueblo indio se pasó la versión de que Huayna Capac
comenzó a tener pesadillas y que ya no sabía qué hacer para dejar de escuchar
el tambor. La imagen de Pintag siempre le siguió hasta el día de su muerte”, dijo
Vera.

Cuando los indígenas realizan sus actos en las ruinas de Cochasquí, muchos de
ellos guardan el recuerdo de Pintag, quien es hasta un hoy un referente de
rebeldía y amor por la libertad.
La leyenda de El Tambor estuvo siempre presente entre los pueblos de la
serranía norte, especialmente de Pichincha, Cayambe y Otavalo.

Luis Vera, profesor de historia, aseguró que en esta leyenda hay dos actores
principales, Huayna Capac y el general Pintag.

“Huayna Capac gobernaba exitosamente Quito, pues hizo varias obras de


arquitectura, como relojes de piedra. Dio también impulso a la comunicación a
través de los quipus. Su reinado fue bien próspero”, señaló.

Pero Huayna Capac encontró resistencia, primero en Los Shyris, que fueron
guerreros del norte, y luego en los Caranquis, Cayambes y Otavalos.

Para terminar con la oposición a la ocupación Inca, Huayna Capac persiguió a


los principales guerreros de la resistencia, entre ellos a Pintag, Cantoe y
Nazacota.

Pintag fue capturado por las fuerzas incas, quienes ordenaron degollarlo y con
su piel hacer un tambor.

Cuenta la leyenda que la voz de la joven Quilago, princesa novia de Pintag que
siempre le dio ánimos, comenzó a escucharse entre los pueblos de la serranía
norte, al igual que el sonido del tambor.

“Entre la memoria del pueblo indio se pasó la versión de que Huayna Capac
comenzó a tener pesadillas y que ya no sabía qué hacer para dejar de escuchar
el tambor. La imagen de Pintag siempre le siguió hasta el día de su muerte”, dijo
Vera.

Cuando los indígenas realizan sus actos en las ruinas de Cochasquí, muchos de
ellos guardan el recuerdo de Pintag, quien es hasta un hoy un referente de
rebeldía y amor por la libertad.
EL JOVEN PINTAG
El pequeño creció y al pasar por la pubertad, le fue cambiado el nombre a Pintag.
El joven era muy hábil en el juego de las cañas –especie de lanzas sin punta,
con las cuales debía derribarse al oponente sin herirlo-, por lo que sus amigos lo
llamaron Caña Brava, de donde, pasado el tiempo, las personas creyeron que
aquello se traducía en la palabra Pinda o Pintag. En todo caso, era el tiempo en
que Pintag debía tomarle la posta a su padre. La agricultura le gustaba mucho;
sin embargo, también le atraía la carpintería. El joven demoraba en su elección,
ante la preocupación de sus padres. Un día, decidido, Pintag se acercó a ellos.
"Queridos apala" –les dijo--, "deseo que ustedes conozcan la decisión que he
tomado sobre el trabajo que me acompañará de ahora en adelante. La
agricultura produce exquisitos frutos y la tomé de mi honorable padre; la
carpintería pone a prueba mis habilidades y la aprendí de mi recordado abuelo.
Difícil elección era la mía, apala amados, hasta que un día cuando hablaba con
mi amigo Canto, descubrí mi verdadera vocación: servir a los míos como
soldado, como un valiente guerrero capaz de sacrificarse por los más altos
ideales de la nación. Para ustedes no es desconocido el hecho de que un
poderoso como cruel imperio avanza desde el sur. Tupac Yupanqui, su
emperador, ha invadido cien naciones y se propone conquistar mil más; solo
requiere del desaliento de los defensores para crecer más y más. Nuestra
hermana Cañari está por sucumbir ante su avance y la centenaria nación de los
Duchicela se fortifica para enfrentar al ejército del rey tirano. Si Puruhá es
derrotada, nos tocará a nosotros detener a ese despreciable monstruo. Por eso,
deseo estudiar la ciencia de la guerra para un día, poder dirigir a los míos en
contra del mal". Los padres guardaron silencio por un instante; estaban
perplejos. Sin embargo, ya recuperados del impacto causado por las palabras
de Pintag, le dijeron que respetaban y admiraban su determinación. "No
debíamos esperar menos de un joven valiente y animoso que ama a la nación y
es estimado por ésta. Hubiéramos deseado algo menos peligroso para ti, querido
hijo, pero si eso es lo que verdaderamente deseas, sé el mejor", anotó el padre
mientras la madre abrazaba al muchacho.Al día siguiente, muy por la mañana,
Pintag y Canto, emprendieron viaje hacia el pucará de Pesillo para enlistarse y
recibir las primeras instrucciones en la ciencia de la guerra. Los soldados allí
estacionados, escoltaron a los decididos reclutas frente a su nueva autoridad, el
miyá Ajara. El señor Ajara, comandante de la guarnición de Pesillo, era un
hombre de mediana edad, de cuerpo delgado y, más bien, pequeño; poseedor
de un gran temperamento y personalidad, se lo conocía por su gran capacidad
en las cosas de la guerra. Un hombre forjado en los cuarteles, al que no detenía
nadie ni nada; él mismo asesoraba a los militares de la querida nación Puruhá
para enfrentar de ser necesario, con guerra de desgaste o de guerrilla, al invasor
Tupac Yupanqui. Ajara era un alto oficial cuyas enseñanzas debían atesorarse
más allá del deber y del tiempo.Pintag y Canto pronto aprendieron el arte de
ordenar y de obedecer. "El equilibrio entre estas dos conductas, es la clave
del éxito cuando uno se encuentra combatiendo; depender obstinadamente de
los designios de otro o abandonarse a la fascinación del mando, es dirigirse a
una derrota segura", les decía el miyá, durante las largas horas de estudio.
"Combatir de frente y sin ventaja a un ejército numéricamente mayor, es de
valientes más no de estrategas" –afirmaba el comandante--; "... de ser ese el
caso, jóvenes cadetes, golpeen en los flancos que son de las partes más débiles
del adversario, retirándose después por un sendero distinto y áspero", les
compartía el señor Ajara, en los momentos de descanso, entre las prácticas de
guerra. El aprendizaje de las estrategias militares y las marchas forzadas por las
alturas de la cordillera --la teoría y la práctica de la mano--, se combinaban
inteligentemente para hacer de los jóvenes prospectos verdaderos oficiales del
lucido ejército de los Caranqui. Ahora, Pintag hacía realidad su sueño de
la infancia: vestir el uniforme rojo y blanco de los aguerridos soldados y vivir en
las entrañas de las fortalezas, allá en los solitarios páramos, junto a los
camaradas de armas.
LA NOBLE NARAA
Un día, cuando Pintag y una patrulla de soldados encargada a su mando,
regresaba a la fortaleza de Pesillo, se encontró con una agradable sorpresa.
Naraa, la hija del comandante, estaba visitando a su padre en el pucará. Era la
muchacha más bonita que Pintag había visto jamás. Como su padre, Naraa era
delgada y baja de cuerpo, vivaz pero controlada; energía invisible pero
perceptible, brotaba de todo su cuerpo. Su piel de bronce y su cabello café le
daban un aire de escultura; sus ojos marrones, en cambio, proyectaban la vida
que fluía por su juvenil estructura. Sus miradas se confundieron; la muchacha no
bajó la vista. Tiempo después, Naraa le confesaría al joven estudiante de su
padre, que ella también quedó atrapada por el porte del oficial y el guerrero que
descubrió en Pintag. Un soleado día de verano, el joven se animó a hablar con
el señor Ajara; buscaba su permiso para cortejar a Naraa. El miyá lo miró de
reojo; le agradaba el joven cadete para compañero de su hija. Sin embargo, se
mantuvo en silencio por un rato; al fin y al cabo, el comandante era un buen
estratega. Luego le dijo: "quien se atreva a cortejar a mi hija tiene que ser un
verdadero valiente, todo un discípulo de nuestro Thome, el que inventó la guerra;
como hija única, ella es impetuosa y caprichosa. Difícilmente se somete a la
autoridad del padre; impensable que se deje gobernar por un hombre de tu edad.
En todo caso, si te permito pasar un tiempo con ella y si eres capaz de sobrevivir
a sus demandas, tendrás que pasar el doble de ese tiempo practicando para lo
que verdaderamente viniste, teniendo que satisfacer todas mis órdenes. Como
hasta ahora, joven Pintag, gozarás de las muchas obligaciones y de los pocos
beneficios que te confiere tu grado y tu ejercicio. Y nunca olvides esto: no será a
mi a quien tengas que derrotar; Naraa será tu primer objetivo militar y quizá el
más difícil", dijo el miyá, mientras sonreía. Pintag se inclinó frente a su
comandante y sin darle la espalda, se retiró lleno de discreto contento y alivio.
El apuesto y joven cadete no perdía ocasión para visitar a Naraa. El deseo de
estar con ella era cada vez más fuerte; lo mismo le ocurría a ella. Eran dos
jóvenes que tenían mucho en común: orgullosos, enérgicos, valientes,
determinados y enamorados de un solo futuro para los dos. Sentían dentro de sí
el creciente poder para conquistar juntos el mundo que se les mostraba.
Soñaban ya con el momento de unir para siempre sus destinos; ver crecer a los
hijos que proyectaban tener y educarlos en los principios y valores de la nación.
De envejecer juntos honrando sus años con una vida ejemplar. Una sola cosa
les inquietaba. El tirano Yupanqui había doblegado por fin, a los orgullosos
cañaris. Los señores Dumma, Pisar, Cañar y Chica, líderes de
la resistencia Cañari, habían sido asesinados por orden del inca, después de
hacerles conocer que sus hijos, mantenidos por la fuerza en el Cuzco, también
habían sido ejecutados. Y semejante individuo no tardaría en asaltar a la altiva
nación de los puruháes. Pintag veía la guerra cercana y Naraa se consolaba
pidiendo al Aakume por su padre y por su amante.
Llegó el día en que el joven cadete dejó de serlo para convertirse en oficial del
ejército. Recibió las insignias de manos del estado mayor. Frente a la atenta
mirada de su maestro y comandante Ajara, los Uñi o generales Pillahuaso,
Incurabaliba, Conllocando y Poochina, saludaron al nuevo oficial. Igual cosa hizo
la Quilágo o comandante Pacha, en representación de su padre el Shyri Cacha.
Las felicitaciones llegaron de Naraa y sus padres, que orgullosos veían en el
joven Pintag a un soldado digno de toda honra. El ejército pensaba igual; por eso
destacaron al flamante oficial a la guarnición de Rumicucho. Allí, dirigiría un
batallón dispuesto a proteger el camino de Quito a Sarance y el de Calacali a la
costa. No tardó en llegar el día en que Pintag y Naraa unieron sus vidas. La boda
fue sencilla pero los festejos posteriores muy animados. Los novios, sus
parientes y amigos, disfrutaron mucho de la ocasión. Unos días después, Pintag
dejó a su joven esposa al cuidado de sus padres, mientras volvía a sus
ocupaciones militares; Naraa empezó la construcción de su propia casa en los
terrenos que sus suegros les obsequiaron con motivo del matrimonio.
PURUHÁ ENTRA EN GUERRA
Al sur, Tupac Yupanqui inició con éxito sus operaciones en contra del estado
Puruhá. En las provincias centrales de Chimbo, los señores Chauan Callo y
Cantu se fortificaban para la defensa; en la región de Liribamba, Hualcopo
Duchicela y su hermano Epiclachima, se organizaban para una larga resistencia.
Los demás miembros de la regia familia Duchicela visitaban las guarniciones
de frontera para elevar el ánimo de los soldados; no se descuidaba el envío
constante de embajadores al Shyri caranqui, en busca de alianza y apoyo militar.
El Shyri no era ajeno al dolor que sentía el rey Duchicela al ver asaltado su
estado por un ejército de doscientos mil soldados extranjeros, perfectamente
dispuestos. Por eso, no solo ordenó que los graneros de Puruhá fueran
abastecidos por los excedentes de la producción caranqui, sino que además,
mantuvo el envío de tropas auxiliares del norte para que se sumarán a las
fuerzas militares de su amigo Hualcopo. A pesar de estas movilizaciones
masivas de soldados del norte, Canto quedó al mando de la fortaleza de
Achupallas, en las alturas orientales del valle de Chillos, al pie del imponente
Antisana, y su amigo desde la infancia Pintag, permaneció al frente de
Rumicucho, al norte de Pomasqui; su suegro no corrió igual suerte. El
comandante Ajara volvió como asesor de los oficiales puruháes. Allí y a las
órdenes de Epiclachima, ayudaría a diseñar la estrategia de guerra.
El inca avanzó territorio adentro, conquistando hasta la región de Tiocajas. Ahí,
chocaron los dos ejércitos con tal estrépito que se dudó por algún tiempo de
quién sería la victoria. Finalmente, el triunfo quedó en manos de Yupanqui,
dejando muertos en el campo amigo a Epiclachima y 16,000 de los suyos.
A pesar de su agotamiento, el ejército puruhá continuó causando sensibles bajas
entre las tropas del inca. Inclusive, llegaban momentos en que se pensaba en
la probabilidad de una victoria aplastante por parte de la nación Puruhá y la
posibilidad de devolverle la libertad al noble pueblo Cañari. Sin embargo, todo
fue vana ilusión. Batalla tras batalla, el inca rehacía su desgastado ejército con
reclutas traídos de distintos y distantes puntos de su ya inmenso imperio.
Mapuches, collas y chimúes, entre muchos otros, engrosaban las filas peruanas;
los norteños, por el contrario, veían disminuidas sus fuerzas cada día. Sin
embargo, la resistencia era pertinaz, al punto de encolerizar hasta el extremo al
malvado Tupac Yupanqui.
La muerte de su hermano y sus soldados en Tiocajas y las sucesivas derrotas,
fueron suficientes para restarle vida a Hualcopo quien murió por una
grave depresión. Le sucedió su hijo Cacha Duchicela quien tenía en coraje lo
que le faltaba en salud. Tomó éste la determinación de reconquistar su reino y lo
consiguió tras larga y dura campaña.Los tiempos pasan y cambian. El mundo ya
no era igual al que Pintag conoció durante su infancia y adolescencia. En esos
momentos, el bárbaro Tupac Yupanqui moría y le sucedía su hijo Huayna Cápac.
Éste era peor que su padre; enamorado de las tierras ajenas, no reparaba en
los medios con tal de lograr sus oscuros fines. Más que su padre, éste odiaba
todo lo que le recordaba la Tierra de la Mitad; será porque él mismo representaba
muy bien a una tierra mitad arena, mitad granito. El imperio que heredaba, era
de gente gris, miserable, hecha a la guerra por la necesidad. Totalmente
diferente a la raza diáfana y generosa que vivía en la mitad del mundo. De
Cariamanga al norte, la gente se volvía persona; de Cajamarca al sur, un
número. Era este hombre intransigente e irritable el que volvería a desbordarse
con su poderoso ejército, sobre la hermana Puruhá. Sin importarle, su codicia
costaría muchas más vidas humanas. Conforme avanzaba el ejército sureño, los
soldados puruháes incendiaban los cultivos y demolían las casas para que los
extranjeros no encuentren pan y abrigo en tierras que no les pertenecían. Las
batallas, cuando se daban, eran feroces. Con defensa frontal y ataques laterales,
los soldados de la Casa Duchicela, desangraban a las armadas del emperador
cuzqueño. Estos últimos, de su lado, ejecutaban a los prisioneros que tenían la
desgracia de caer en sus manos; otros pocos eran deportados como sirvientes
de los grandes señores de la corte de Huayna Cápac.
En medio de este terrible panorama, se volvieron a dar batallas en sitios como
Achupallas de Chimborazo, Tiocajas y Mocha, más siempre desfavorables al
Rey Cacha. El agotado y casi deshecho ejército del norte se dispuso a la retirada.
El inca, mientras tanto, avanzó en la reconquista de buena parte de la nación
Puruhá. Lo demás fue cuestión de tiempo; Pillahuaso murió en la defensa de
Latacunga y su ejército se dispersó. En el campo de batalla y entre los cuerpos
de sus camaradas, quedó también el cuerpo sin vida del comandante Ajara que
tanto defendió a sus hermanos puruháes. La resistencia cesó y el tirano Huayna
Cápac sentó los límites septentrionales de su imperio en los páramos del
Cotopaxi.Ahora, los caranquis tendrían que combatir solos al poderoso enemigo
que los observaba desde los altos de Tiopullo.

LA GUERRA CONTRA CARANQUI


No pasó mucho tiempo después de la caída de Puruhá para que el avezado
Huayna Cápac declarara la guerra al debilitado país Caranqui. Movilizó un
enorme ejército de trescientos mil soldados a sus guarniciones de frontera. De
su parte, los norteños fortificaron más aún la línea sur de sus pucaráes,
moviendo decenas de miles de efectivos a las fortalezas que protegían los valles
de Machachi, Quito y Chillos. La región de Tulipe, en el occidente del cerro
Pichincha, fue militarizada para proteger a la capital ancestral de la Tierra de la
Mitad o Quito. Los complejos astronómicos de pirámides truncadas que servían
para regular el calendario productivo, recibieron un estatus especial como
centros estratégicos. En tal virtud, buena parte del ejército de los caranquis fue
distraído en la protección de esos lugares. Esa división de la fuerza, a la postre,
resultaría perjudicial para los quiteños. Primero escaramuzas y luego batallas
campales, los dos ejércitos enfrentados se disputaban palmo a palmo, los
riquísimos suelos agrícolas y de pastoreo inmediatos a las faldas septentrionales
o norteñas de los páramos del coloso Cotopaxi. Las fuerzas del inca por su
cantidad y por su experiencia bélica, resultaban difíciles de contener. Por ello, el
alto mando caranqui decidió abandonar la defensa de los valles, fortaleciendo
las alturas desde donde podría lanzar ataques de reconquista. Mantuvo así
fortificados los pucaráes de la cordillera oriental sobre las tolas de Sangolquí y
Quinche y las guarniciones inmediatas al complejo astronómico en Cochasquí.
El ahora Capitán Canto mantuvo la comandancia de los pucaráes de Oñaro y
Achupallas, al pie del Antisana; el también Capitán Pintag, en cambio, tuvo que
dejar Rumicucho a los peruanos y avanzar hacia Mojanda para ponerse a las
órdenes de la comandante encargada de la defensa de Cochasquí.Ya allí, Pintag
se reportó con la comandante de la guarnición. La Quilágo que ese era su alto
grado militar, era una mujer de mediana edad, alta y delgada, más atractiva que
hermosa. Mujer altiva, dicen que hablaba poco y que nunca reveló su nombre de
bautizo por cuestiones de seguridad. Así, sus soldados se acostumbraron a
llamarla por su rango: Quilágo. Dicen los que entienden, que esa palabra viene
de quelá que quiere decir "gato montés" y equivale a persona muy astuta e
inconquistable. En todo caso, era entre las mujeres del ejército de esa época,
equivalente al grado Uñi de los varones; o sea, uno de los dos rangos más altos
en la escala militar de los caranquis. Tenía pues, la autoridad para dirigir una
importante sección del ejército y para sus decisiones, descansaba en su estado
mayor. Justamente Pintag se integraba a ese estado mayor en calidad de
Capitán de Campañas u Operaciones. Cómo extrañaba Pintag a su comandante
y suegro el señor Ajara, muerto, como dijimos, en la defensa de Latacunga. Sus
consejos siempre le aliviaban las preocupaciones. Más ya el tiempo se agotaba
para los recuerdos pues el enemigo había alcanzado con relativa facilidad, la
ribera sur del río Pisque, inmediato al complejo astronómico de Cochasquí. Los
dos ejércitos tomaron posiciones en sus respectivos campos. Huayna Cápac que
se encontraba en una posición desfavorable, envío embajadas a la Quilágo en
busca de negociaciones; sin embargo, la comandante nunca respondió. Por un
lapso interminable de dos años, la diplomacia inca y las armas quiteñas hablaron
por varias ocasiones, en busca de resolver el problema. Al cabo de ese tiempo,
demasiado extenso para la paciencia y prepotencia de los sureños, se dio una
gran batalla en medio de la cual los hombres de Huayna Cápac lograron sortear
el Pisque; al cabo de la pelea, los del inca quedaron dueños de Cochasquí. Los
soldados caranquis fueron desarmados y la Quilágo junto con su estado mayor,
fueron arrestados. El inca había pagado muy caro esa conquista y no quería
perderla por nada. Con el pasar de los días, sin embargo, el emperador
cuzqueño empezó a fijarse en la mujer que se ocultaba tras el uniforme rojo y
blanco. La Quilágo que más que una mujer era un soldado, no desperdició la
oportunidad para reconquistar el espacio perdido. Como buena estratega, fingió
aquietamiento y complacencia; el inca avanzó seguro hacia la conquista de esa
mujer - felino. Un día, Huayna Cápac ordenó la excarcelación de la comandante
y la de sus oficiales. Quería así congraciarse con la mujer, sin darse cuenta que
su interés por ella le hacía olvidar que también era una guerrera. Con el pasar
de los días, el inca perdió la desconfianza y se dejó llevar por los encantos de la
oficial. Ella continuó enamorándolo al punto de invitarlo a su palacio. El inca
accedió y cuando acudió, se encontró con una trampa. A tiempo reaccionó éste
y en vez de caer en la celada, aprovechó del orificio lleno de guadúas
puntiagudas que la Quilágo había mandado hacer para él, para hacer caer en él
a la mujer.
En vez de aprovecharse de los devaneos del emperador peruano, la Quilágo
murió peleando por la dignidad de la nación y sus oficiales y soldados se
rearmaron para vengar su muerte.Pintag y los restantes oficiales sobrevivientes,
arengaron a los soldados. La consigna era combatir hasta el último aliento a los
invasores y, de ser posible, matar al mismo Huayna Cápac. Con esa resolución,
se dirigieron a marchas forzadas hacia Sarance, como entonces se conocía a la
ciudad de Otavalo. Allí, se enteraron de que el Shyri estaba acuartelado en la
fortaleza de Atuntaqui. Sin embargo, con el ejército del inca pisándoles los
talones, no tuvieron otra alternativa que organizar una defensa improvisada al
pie del lago Imbacocha, posteriormente llamado de San Pablo. Para entonces,
Huayna Cápac preocupado por su seguridad y convencido de que los caranquis
vengarían la muerte de la Quilágo, nombró comandante de su ejército al príncipe
o auqui Tuma y se desvaneció camino de Tomebamba. Sin embargo, el viaje del
inca duró poco porque a los dos días de emprendida la fuga, se enteró por los
chasquis, que si bien sus hombres habían desalojado a los caranquis de Otavalo,
en el enfrentamiento, su hermano el príncipe Tuma, había caído herido de
muerte por una bala de honda norteña.
Lleno de ira, el inca volvió hacia el norte para retomar el control de su asustado
ejército. Les increpó por haber dejado morir a su hermano y los comprometió a
matar a todos los caranquis. Luego y a toda velocidad, marchó con ellos hacia la
fortaleza de Atuntaqui. Allí lo esperaba el Rey de Quito y su hija la Quilágo Pacha,
princesa Shyri, con las últimas fuerzas que le quedaban. Pintag y los demás
soldados de Cochasquí, se habían sumado para apoyar en algo a los
combatientes del Rey legítimo.Antes de llegar a la fortaleza de Atuntaqui, el
soberano inca dividió su ejército en tres cuerpos: la facción central se mostraría
frente a la fortaleza y las dos laterales flanquearían ocultamente al pucará. Una
vez en esas posiciones, la facción central fingiría fuga para animar a los
caranquis a perseguirlos. Desamparada la guarnición, las facciones laterales
asaltarían la fortaleza matando a cuanto defensor encontraran. Así ocurrió y la
suerte del ejército Caranqui quedó sellada pues no solo perdieron muchos
hombres sino que el mismo Shyri murió en la contienda.
Los que sobrevivieron, intentaron alcanzar el pucará de Aloburo que protegía el
complejo astronómico en Yahuarcocha. Sin embargo, las fuerzas del inca los
alcanzaron cuando se encontraban junto a las playas del lago. Allí, la retaguardia
de los caranquis fue golpeada con tal severidad por los sureños, que muchos
quedaron tendidos en el campo de batalla. Los que se rindieron, fueron
desarmados y asesinados en el sitio. El bárbaro Huayna Cápac y sus oficiales,
disfrutaron del espectáculo que brindaba la matanza. Sin embargo, no conforme
el inca con la atrocidad, una vez concluida ésta, ordenó que los hijos de los veinte
mil muertos fueran traídos a la presencia de los cadáveres de sus padres y en
medio de los llantos y gemidos de los pequeños, el peruano concluyó su más
sincero discurso con la ya famosa frase de: "ahora no me harán más guerra
porque solo son muchachos". Únicamente Pintag y mil hombres más entre
oficiales menores, cadetes y soldados alcanzaron la fortaleza del complejo
astronómico, desde donde a ocultas miraron aterrados la carnicería genocida
que se practicaba con sus camaradas y amigos y cómo el lago de transparentes
aguas, se tornaba rojo.
En ese momento, Pintag y sus hombres juraron vengar al Shyri y a los
compañeros de armas tan vilmente asesinados. Así mismo, el Capitán pensó en
Naraa y en sus padres. Su mente estaba confundida y atormentada; más que
nunca extrañaba el consejo de sus mejores comandantes, Ajara y la Quilágo de
Cochasquí. Finalmente, recuperado del impacto, recordó a su amigo de la
infancia Canto. Meditó en la probabilidad de refugiarse en las fortalezas del
Antisana, si es que éstas todavía no caían en manos del inca. Estaba seguro de
que el Capitán Canto le ayudaría a vengar a los suyos y a la nación toda
conquistada ya por el tirano.Llegada la noche del peor día que la nación
recuerde, Pintag y sus hombres emprendieron en silencio, el largo y frío camino
que las montañas orientales les ofrecía, en dirección de las fortalezas de
Achupallas y Oñaro, en el valle del Cielo.
ACHUPALLAS Y OÑARO: EL TEMPLO DE PINTAG
En el camino, el absorto Capitán recordaba los alegres días de la infancia cuando
recorría esa ruta de las manos de sus padres. De las pequeñas cosas de las que
se aficionaba cuando iba al mercado de Cayambe. También atesoraba la
profunda impresión que le causaron los grandes pucaráes y sus guardias, en lo
alto de la cordillera. No dejaba de extrañar los recuerdos de sus días de cadete
cuando junto a sus camaradas de armas, hacía una parada para escuchar las
sabias enseñanzas de su Maestro, el buen señor Ajara. Tampoco olvidaba la
última arenga de su comandante, o Quilágo, cuando les dijo que "hay que morir
por la nación, nunca vivir por una traición". Sin embargo, era la imagen de Naraa
despidiéndolo desde la puerta de la casa familiar, la que más emoción le causaba
al hombre curtido por los años y la guerra injusta. Pero no todo eran buenos y
dulces recuerdos en esos días de movilización forzada, incertidumbre y
desaliento; muchas noches sorprendieron a Pintag con terribles pesadillas en las
que se escenificaba una y otra vez, la matanza de Yahuarcocha o los diálogos
con los seres queridos muertos en campaña y que, en sueños, volvían de
ultratumba a visitarle. Encerrado en ese mundo, caminaba mecánicamente
Pintag cuando de pronto se halló a la altura de Cayambe. Allí acampó hasta que
cayera la noche. Entonces, pidió a sus hombres que le esperasen ocultos hasta
su regreso. Cobijado por las sombras, se deslizó por los maizales primero, y por
las quebradas después, hasta alcanzar la casa donde dormía Naraa. Allí,
después de despertarla, abrazó tiernamente a su esposa que lloraba de alegría
al ver que su esposo vivía, desmintiendo así los rumores de que había muerto
en la laguna de sangre. Pintag consoló a su mujer y la invitó a tomar algunas
cosas de valor para que luego lo acompañara a las fortalezas de Oñaro y
Achupallas. Ella accedió gustosa. Mientras Naraa guardaba lo esencial, Pintag
se deslizó hacia la casa de sus padres para hacerles igual invitación; sin
embargo, allí la respuesta fue diferente. Viejos y cansados, los padres del
Capitán preferían vivir sus últimos años en la casa que los dos levantaron
muchos años atrás. Entre lágrimas, los ancianos encomendaron a su hijo al
cuidado de los dioses buenos y le despidieron no sin antes recordarle que,
posiblemente, esta sería la última ocasión en que estarían juntos. Antes de
retornar con su esposa, Pintag fue al sitio donde reposaban los restos de sus
amados abuelos y les prometió luchar hasta el final por el país.Cerca del
amanecer, Pintag y Naraa alcanzaron a los soldados que se hallaban ocultos por
los cerros. Ese día descansaron para retomar el viaje al día siguiente. Días
después y sorteando a las patrullas imperiales, divisaron el estandarte Caranqui
luciendo orgulloso en lo más alto de los pucaráes de Oñaro y Achupallas. Las
fortalezas permanecían libres y en ellas se refugiaban los soldados a las órdenes
de Canto. Grande fue la alegría cuando los soldados y los dos Capitanes se
reunieron. Hubo música, comida y bebida en abundancia, pero lo que más
agradecieron los sobrevivientes de Yahuarcocha fue el descanso reparador al
que se entregaron después de departir con sus camaradas.Los días se hicieron
meses y los meses años. Mientras Canto mantenía el control de las fortalezas,
Pintag y sus hombres, cavando túneles y desviando ríos, se descolgaban sobre
el valle y golpeaban a las columnas del ejército imperial que, desde Sangolquí,
tenían que pasar por el valle rumbo del norte. Los asaltos eran asestados sobre
los flancos –sobre todo el derecho-- que siempre son el sector más débil de
cualquier caravana. Producido el ataque por sorpresa, se iniciaba el rápido
retorno a las fortalezas, por caminos distintos a los empleados para el ataque.
La noticia de las victorias obtenidas por las guerrillas de Pintag, irritaban cada
vez al tirano Huayna Cápac que reunía más hombres para cercar a los que él
llamaba los "rebeldes de Oñaro y Achupallas". Cada vez más, los caminos que
entraban y salían de las fortalezas, fueron bloqueados por los soldados del
emperador. Cada vez menos, Pintag pudo salir de sus pucaráes. Finalmente, el
hambre y el desaliento hicieron presa de los hombres del Capitán. Pintag
comprendió la situación y después de agradecerles por tantos años de
compañía, siguiéndolo en su suerte, les invitó a partir hacia sus respectivos
hogares. Él sabía que Huayna Cápac, a pesar de su crueldad, con el
remordimiento de lo actuado en Yahuarcocha, se había vuelto un hombre de
palabra y que si tantas veces había ofrecido perdón y olvido para los hombres
que abandonasen las armas, lo cumpliría.
Con suma tristeza, muchos soldados caranquis dejaron sus armas y
abandonaron las plazas de Oñaro y Achupallas. Ese fue el instante que
aprovecharon los comandantes incas para atacar las guarniciones norteñas. La
batalla fue cruenta y desigual. Finalmente, Pintag y Canto fueron apresados y
los últimos defensores muertos o dispersados.
ente y al joven, es un educador que, con su conducta natural, debe enseñar a
los menores, a través de la experiencia, cuanto ha aprendido en la vida.

De este modo se sucede una cadena, vital y perfectamente elaborada de


educación, ya que cada edad supone un tipo de experiencia, que se transfiere
en forma espontánea al que le sigue en edad.

Este procedimiento permite resolver el problema social de las comunidades en


forma gradual, progresiva y sobre todo secuente, sin provocar rebeliones y
conflictos generacionales que en otras sociedades plantean serios problemas
sociales.

Así, pues, el ayllu que es la familia extensa, asume todas las características de
una comunidad social con estatus y valores afines; es una gran escuela social,
cuya interpretación puede servir de base a una pedagogía.
Métodos de trabajo educativo
Parecerá arbitrario llamar método a la serie de procedimientos que forman la
estructura de costumbres a través de las cuales se desenvuelven las culturas
nativas en las que opera el mensaje del pasado y la presencia de la cultura
occidental, en una simbiosis en que acciona preferentemente la herencia cultural
nativa.

Tales procedimientos se refieren específicamente al trabajo colectivo, la


previsión social, la experiencia científica, la vida artística y la actividad lúdica,
que a nuestro juicio juegan papel de técnicas educativas.

El trabajo colectivo: un sistema educacional


En la lengua aymara, que es la que preferentemente se habla en el Altiplano del
Titicaca, no existe hoy una palabra que traduzca literalmente el acto de trabajar;
lo cual es extraño ya que el pueblo aymara como todos los pueblos andinos del
Perú son grupos humanos de extraordinaria habilidad para trabajar.

Pero existe el vocablo ayni que generalmente se ha interpretado como sinónimo


de cooperativismo; lo cual no es exacto, pues, ayni en aymara significa trabajo
colectivo. Y en esta forma es que los pueblos del Altiplano han trabajado desde
nace miles de años y siguen trabajando del mismo modo en los ayllus y
comunidades actuales. Más bien existen palabras específicas para
determinados quehaceres, como luraña que significa hacer. Así se dice isi
luraña o hacer ropa. Hay verbos más precisos para otros quehaceres,
como utachaña o techar casas, perqaña o levantar cercos.
Al margen de estos detalles, se trabaja en forma colectiva en la agricultura que
es la actividad vital de los grupos humanos que nos ocupan. Roturar, sembrar,
aparcar, regar, cosecha, preparar derivados, construir casas, caminos, canales
de riego, pozos de agua, etc., todo se nace en trabajo colectivo.

En el trabajo colectivo funciona aquella expresión popular de "uno pera todos y


todos para uno". Si bien las chacras son propiedad individual pero ellas se
elaboran en forma colectiva entre los miembros de la comunidad.

Mediante la Minka se hace saber o se notifica e los miembros de la comunidad,


que tal día se trabaja la chacra de una persona y estas acuden al trabajo el día
citado.

Desde los quince años y frecuentemente desde los diez años de edad, los niños
participan en el trabajo colectivo o ayni; pero desde mucho antes, han tenido la
oportunidad de ver el trabajo colectivo de los padres. De este modo por
observación y por experiencia los niños, futuros miembros de la comunidad,
aprenden a trabajar. De manera que el trabajo colectivo es un sistema educativo
de tecnificación del individuo y de la comunidad para el desarrollo personal y
para el desarrollo económico de la vida comunal.
La previsión, un sistema de socialización educativa
La previsión económica es un medio de socialización educativa y un medio para
asegurar el futuro de las nuevas generaciones.

Opera desde la infancia y se desenvuelve en la edad adulta en múltiples formas


de ayuda, intercambio o de cooperación. Las principales son: La chijma, la
cheqa, el rutuchi en la niñez; el lari y el qepi en la formación inicial del hogar y le
apjata, la jaljhata, el aptapi, pastuyo y el pasañacu en la adultez.

La chijma, que significa cabecera, es el primer obsequio que los padres dedican
al hijo o hija que nace, consistente en semillas y cabezas de ganado. Las
semillas se cultivan y las cabezas de ganado se hacen procrear
independientemente para los niños, los futuros dueños.

La cheqa o ala es el obsequio que ofrecen a los niños los padrinos de bautizo.
Pueden ser también semillas, ganado u objetos, con los cuales se incrementan
la economía del futro miembro de la comunidad. La cheqa tiene, además, una
significación mágica. Cuando los padrinos no hacen el obsequio, se cree que la
criatura sufre frecuentes accidentes por falta de ala para volar.
El rutuchi o ñikut muruña, que quiere decir corte de pelo, se produce a los cinco
o seis años, durante cuyo espacio de tiempo no se toca los cabellos de
nacimiento del niño y aquellos crecen apelmazados y sucios de manera que
cuando se produce el rutuchi cada qolti o cabellos apelmazados asume un valor
económico. Como al rutuchi acuden varios miembros de la comunidad, cada uno
al cortar un qolti, hace un obsequio ya sea en dinero, semillas, ganados u
objetos, con los cuales se incrementa más aún la economía del nuevo ser.
El lari que significa consuegro, es el obsequio de los padres a los que contraen
matrimonio, equivale a la dote que las gentes blancas o mestizas suelen otorgar
a sus hijos. Y de modo similar los padres de cada contrayente se esmeran en
hacer el mejor regalo a sus hijos que se casan.
El qepi que significa atado, en efecto es el atado en que los miembros de la
comunidad entregan su obsequio de bocas a los contrayentes, Consistente
generalmente en dinero. Este obsequio y el lari, agregado a los frutos de la
chijma, la cheqa y el rutuchi, sirven de base para la constitución económica del
hogar.
La apjata que significa poner, consiste en poner elementos alimenticios para
preparar las viandas con las que se sostiene a los bailarines y músicos, durante
las festividades patronales, lo hacen los miembros de la comunidad y de este
modo ayudan a las persones que reciben el cargo de presentar comparsas en
las festividades.
La jaljata que significa alcanzar corriendo. Consiste en contribuir con bebidas en
las mismas oportunidades mencionadas en los casos en que opera la apjata y
de este modo los del cargo realizan la responsabilidad con Comodidad.
El aptapi que quiere decir reunir, consiste, en realidad en reunir, durante las
fiestas de la comunidad, cuando no existe la 'persona del cargo. En estos casos
se reúne, comidas, bebidas o dinero para comprar y la fiesta se realiza
cómodamente.
El pastuyo es equivalente a canchón de pasto donde pastan los ganados, para
fiestas patronales, el catolicismo ha implantado una serie de obligaciones
religiosas, aprovechando la actitud cooperativa del hombre nativo. Estas
obligaciones son de altarero el que levanta altares en la plaza para la procesión,
el alferado que paga la misa que se celebra, e1 albero que hace reventar cohetes
y cohetillos durante los días de fiesta. Estas personas, asumen, la obligación de
invitar a toda la población a desayunar, almorzar y comer, de modo que ingresan
al local en que se instala el pastuyo, indiscriminadamente, gente de toda
condición, edad y sexo, a comer y beber a costa de los del cargo, durante los
días que dura la fiesta.
El huajchaqaracu significa obsequiar al público en masa. Esto se produce el día
de la procesión, después de ella, como complemento del pastuyo y consiste en
que los del cargo unas veces reparten viandas secas a la gente menesterosa y
otra veces lo nacen arrojando desde la torre del templo.Fuente: Pacarina del Sur
- http://www.pacarinadelsur.com/home/amautas-y-horizontes/324-la-educacion-
de-manco-capac-y-mama-ocllo-y-la-educacion-indigena? - Prohibida su
reproducción sin citar el origen.

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