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Pinceladas históricas: las diversas concepciones antropológicas

Concepciones religiosas
Las más antiguas pruebas sobre la conciencia que tiene el hombre de sí mismo hay que
buscarlo en el patrimonio mítico, y por tanto religioso, de los diferentes pueblos.
Mito sumerio-acádicos
El mito expresa que la diosa madre Nammu, que junto por otras dioses, realiza la obra
“modelando un pedazo de arcilla”. El mito exprese también la idea de que el hombre ha sido
creado para sustituir a los dioses en el trabajo.
Según este mito, el hombre está compuesto de una parte material, constituida de arcilla, y a
parte espiritual, el edimmu (espíritu), constituida de la carne y de la sangre del dios puesto
para ello a morir.
India
En los Veda, el sacrificio de Purusa-Prajapati crea el atman, el alma, principio de inmortalidad.
Purusa (“el hombre”) es, al mismo tiempo, totalidad cósmica y ser andrógino. Los dioses
sacrifican al hombre y de los pedazos de su cuerpo surgen las partes del mundo y las clases
sociales. El sacrificio crea un ser espiritual e indestructible, el atman, es el mismo brahmán que
es todo.
Sobre esta idea de la identificación o de la unidad del arman con el brahmán universal se
injertan las doctrinas de la salvación, que tiende a liberar el hombre del dolor de la vida, y
hacerle alcanzar la unción con el nirvana.
Grecia
El carácter fundamental del hombre, según la religión olímpica y de los textos literarios épicos
y poéticos, es del ser mortal. Como en la epopeya de Gilgamesh, la mortalidad es el elemento
distintivo entre los hombres y los dioses. La vida ultraterrena se concibe de hecho como una
vaga subsistencia, mediocre y sin valor, de sombras nostálgicas y sedientas de vida.
LA FILOSOFIA GRIEGA
Platón
Es el primer fiósofo griego que construye un paradigma antropológico completo, y lo hace a
partir de la reflexión en la que considera la parte esencial del hombre: el alma

En el Fedro (obra de Platón) , trata el problema de la naturaleza, el origen y el destino del alma.
La característica fundamental del alma resultante es la de ser inmortal, porque es increada y
principio de movimiento de ella misma y del cuerpo.

En la visión platónica, el alma, es la esencia del cuerpo, existe antes que él y es independiente
de él. Su unión con el cuerpo es el fruto de una caída y constituye para ella una prisión; de esta
unión deberá intentar liberarse.

Liberarse de la prisión del cuerpo es la condición necesaria para elevarse al verdadero


conocimiento, el intelectual, que es conocimiento de la Ideas, esto es, los modelos
trascendentes de la realidad sensible.
Aristóteles

La concepción del alma por parte de Aristóteles difiere de la hecha por Platón. Para Aristóteles
el cuerpo no es solamente una prisión de la que liberarse, sino la sede natural
del alma. Para explicar la diferencia entre el hombre y los otros vivientes, Aristóteles habla de
la existencia de tres tipos de alma: alma vegetativa, la poseída por las plantas, que es
simplemente un principio de vida; el alma sensitiva, propia de los animales, que además de
poseer la vida, es capaz de sentir; finalmente el alma racional, propia del hombre, que tiene
todas las funciones de las anteriores y además es capaz de pensar.

El alma según Aristóteles, no preexiste al cuerpo. Sobre la inmortalidad del alma, la cuestión es
controvertida, porque Aristóteles no la ha negado ni afirmado claramente

De todas maneras, a pesar de las diferencias, Aristóteles concuerda con Platón en individuar el
carácter propio del hombre en su racionalidad: el hombre es el único animal que tiene razón,
que le indica lo útil y lo dañino, lo justo y lo injusto.

Plotino

Plotino retoma la idea órfio-platónica de la preexistencia del alma, ente superior al cuerpo y
unida a él después de un proceso de emanación a partir del Uno. El alma tiende a retornar
hacia lo alto, mientras que las limitaciones corporales provocan la dispersión y la tendencia
hacia lo bajo. El regreso al Uno es posible gracias a la libertad. En el regreso al Uno se
distinguen tres etapas: la ascesis, con el ejercicio de las virtudes morales, libera al alma del
dominio de los sentidos; la contemplación, que es la conciencia filosofía del Uno; el éxtasis,
que supera la dualidad todavía presente en la actividad cognoscitiva (dualidad de pensante y
pensado) en la unión mística

La concepción griega: síntesis

Intentando una síntesis, podemos decir que la concepción antropológica común entre los
filósofos griegos es la que ve al hombre como un ser compuesto de un cuerpo material, pesado
e inclinado a las pasiones, y de un alma, inmaterial o hecha de una materia más sutil, que es la
sede de sus actividades superiores, la inteligencia y la contemplación. El bien, o sea la felicidad,
coincide con la contemplación de las realidades superiores, la liberación del desorden de las
pasiones y de los deseos, el alcance de un estado de armonía y tranquilidad interior en el
conocimiento de la verdad.

La concepción bíblica

Antiguo Testamento

Según el libro del Génesis, Dios crea al hombre modelándolo con la tierra e infundiéndole un
aliento de vida, su característica principal es de ser creado a imagen y semejanza de Dios.
Además, el hombre es libre, pudiendo obedecer o transgredir el mandamiento de Dios.

El hombre es considerado en su unidad, y el concepto de espíritu permite expresar la idea de


la apertura del hombre a Dios. La concepción antroplogica del Antiguo Testamento es la idea
de la transcendencia del hombre.

Éste es también el significado profundo del relato del Edén y del pecado original. Dios crea al
hombre y lo pone en el jardín que ha plantado por Él mismo. De todos los árboles que
ahí existen, el hombre puede comer libremente, excepto de aquel del conocimiento del bien y
del mal. El sentido de tal prohibición es evidentemente que el hombre debe vivir en relación de
libre obediencia a Dios y, si se quisiera rebelar, se destruirá a sí mismo.
Con el pecado, que consiste esencialmente en un acto de autoafirmación delante de Dios, este
estado de paz viene alterado. Desde ese momento el hombre tiene miedo y se esconde cuando se
acerca Dios. Las consecuencias del pecado son la expulsión del paraíso, la imposibilidad de
comer del árbol de la vida y la introducción de la muerte, la fatiga y el dolor.

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